He nadado en aguas más profundas
y menos densas, más claras y más completas.
He caminado sobre piedras
y con un cristal entre ceja y ceja.
He soñado,
y por un momento el mundo parecía más seguro.
He gritado porque no dejaba de tragar humo.
Se ha quemado
y aquí nadie está recomponiéndose.
Se ha resquebrajado
y nadie está defendiéndome.
Se ha roto
y todos parecen estar riéndose.
He salido,
a rastras y casi completa,
en pedazos pero buscando piezas.
He crecido,
sin un muro de contención, con cautela y vehemencia.
He sobrevivido, poco a poco,
despacio y con destreza.
Debussy sabía que ambos íbamos a destiempo, uno de tres en tres y el otro de cuatro en cuatro. En un principio sabíamos como funcionar, como avanzar sin tropezar; tú al ritmo del tango y yo del vals, pero el miedo a que aprendieras mis pasos me carcomía. No quería que los calcaras y vivir con el terror de que después te fugarías.
Me llamaron orgullosa cuando dije que no quería ir a una reunión con gente hipócrita
Me llamaron mala mujer porque no me ponía de alfombra para complacer a gente que no me apreciaba
Me dijeron egoísta cuando empecé a pensar en mí.
Murmuran diciendo que estoy loca, que ya no soy la misma porque aprendí a decir no quiero, no me complace, no me gusta.
Y cuando me quedé en casa aprendí que mi tiempo es valioso y hermoso, no debo compartirlo por obligación con nadie. Si no me hace feliz ya no lo quiero, ya no lo hago.
Me llaman loca, bruja, mala, rara, vanidosa por ser auténtica y si les molesta mi existencia que me ignoren y que se quiten del camino porque voy de frente, con tacones y sonriendo.
Me hablaron de caos siendo la propia calma,
o de calma siendo el propio caos.
Me hablaron de poder siendo vulnerable.
Me llamaron luz aun sabiendo que habitaba en algún rincón cargado de oscuridad.
Me hablaron de multitud tachando la escasez en la que vivía.
Me hablaron del hoy como si cada día fuese ayer.
Me llamaron sensatez olvidando cada acto llevado a la deriva por mi propia imprudencia.
Presumieron de mi cordura justo después de abandonar mi lógica.
Se regodearon de mi falta de pericia
y sigo en vilo.
Golpearon mi orgullo,
mi sentido del humor,
mi respeto por todo en cuanto me rodea.
Golpearon zonas vadeables,
pero olvidaron bloquearme.
Echaron por los suelos parte de los cimientos
y se dejaron la base.
Me hablaron de poder
y desconocían el empuje de una sola comisura.
— Lizzie Lob | Delirio con letras.
Cassandra, tu voz me lleva a aquella época en donde tomar una siesta después de la escuela era la mejor sensación del mundo, tu risa me recuerda a la luz colándose a través de mi ventana dejando que los cálidos rayos dieran contra mis parpádos para poder despertar; a las ruidosas campanas de la iglesa que tenía atrás de mi casa multiplicando mi rencor a la religión; y de la eterna soledad que tanto amaba a mis 15 años. El ritmo de tus palabras me recuerda a mi madre despidiéndose para ir a trabajar llena de culpa por tener que dejarme sola durante horas hasta la media noche. Tu risa me recuerda a esos días donde pasábamos frío, me recuerda a su esfuerzo diario para poder entregarme el dinero del almuerzo. Tu voz me recuerda a nuestros gritos de emoción al ver que la televisión funcionaba por un par de horas a la semana hasta que ésta decidiera dejar de funcionar de nuevo, de las invenciones de mamá con la comida con tal de que no pasáramos hambre.
Tu voz me recuerda a los días buenos tanto como malos.
Cassandra, tu voz me recuerda al ayer estando en el mañana.