Tumgik
#vino rojo
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La energía es recuperada ~ (break del día al fin)
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wgm-beautiful-world · 7 months
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sherymh · 1 year
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the4chambersofmystery · 11 months
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Svetlana Gembar by Nikolas Verano
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4chambersofmystery · 9 months
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diariotontx · 2 months
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Me pinté las uñas color opera, me siento como una vampira.
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armatofu · 5 months
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foodiemarcy · 2 years
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“La energía del universo y la esencia del vino fluyen en este LABERINTO mágico” . . . . . . . . #vinomexicano #vino #redwine #wine #tomavinomexicano #tomavino #red #rojo #consumelocalqro #consumelocal #beber #pour #tomar #celebrations (at La Casa Verde Qro) https://www.instagram.com/p/CgFS9-ZJmYj/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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argentina1978 · 2 years
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#wine #vino #blancoynegro #blackandwhite #red #rojo #rubi #otrolocomaswine #fotografía https://www.instagram.com/p/Cdy4DTEOwWy/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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myillicitaffair · 2 months
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You are in love | Esteban Kukuriczka.
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sumario: noches de pizza con tu amigo… claro, amigo.
advertencias: sexo explícito (+18) , penetración, sexo sin protección, consumo de alcohol.
créditos: las fotos del collage fueron extraídas de pinterest, más las edite yo. la canción cuya letra utilice es You Are In love (Taylor’s Version) de Taylor Swift.
notas: honestamente, no estoy muy contenta con el resultado final pero espero que puedan disfrutarlo de todas maneras xx.
No hay pruebas, no fue demasiado, pero yo vi suficiente.
Paciente, fuera de su recibidor, me encuentro parada, esperándolo con una botella de vino bajo la axila. Aliso los pliegues de mi falda varias veces con las manos, un hábito al que recurro para evitar sucumbir a la ansiedad que me atormenta. Con la cámara de mi celular, observo mi reflejo, comprobando que mi maquillaje permanezca en su lugar, que mi cabello siga viéndose inmaculado.
No recuerdo un tiempo en el que Kuku haya sido simplemente un amigo, siempre fue más; mi confidente, el protagonista de mis fantasías, quien roba mis suspiros y miradas, de quien terminé enamorándome.
Las pisadas sobre las baldosas delatan su presencia apropincuándose, luego el traqueteo de las llaves en la cerradura, las bisagras girando en su eje para revelarlo frente a mí.
La alegría tiñe su rostro al verme, redondeando sus angulosos pómulos y centrando mi atención en la mueca en sus labios. Condenadamente cerca de mí y a la vez tan inalcanzables.
Su voz dándome la bienvenida me sacude de mi subrepticia quimera, trayéndome de un zarpazo de vuelta a la realidad. Me estrecha contra su torso, con las muñecas serpenteándose por mi cintura para atraerme más cerca.
“Traje vino, Kuku”- pronuncio, a modo de saludo, mientras lo abrazo estrechamente.
“¡Gracias, ángel! Entrá que está por llegar la comida”- informa, de manera tan casual y ligera que siento mi corazón escurrirse hasta tocar el suelo.
“Ángel” me dijo, jodiéndome para siempre. ¿Cómo seré alguna vez capaz de recuperarme de tal agravio a mi integridad? Decido asentir y adentrarme a su hogar.
Me recibe una sala de estar cálidamente iluminada, las paredes blancas cubiertas de cuadros y fotos, un aterciopelado sofá rojo situado en medio de la habitación.
Me acerco a una repisa de madera, donde reposa un retrato recientemente seleccionado… todo el elenco de La Sociedad De La Nieve posando bajo el lente de su cámara, sonrisas reflejadas en nuestros rostros enmarcados.
“Esa la tomé el último día de rodaje”- me recuerda, apareciendo por detrás mío, con una mano en mi espalda baja.
No hay pruebas, un toque singular, pero yo sentí suficiente.
Mis vellos corporales se erizan ante el contacto, un escalofrío recorriéndome cargado de anticipación por lo que jamás sucederá. Asiento torpemente, deseosa de fundirme en el calor de su silueta.
Pienso en esos mismos dedos, acorralando mi piel a su paso, incendiando su sendero. Acariciando mis mejillas con ternura, colándose por mis labios, desvistiéndome con precisión.
El timbre retumbando en la sala me despierta, desarraigándome de mis maquinaciones pecaminosas. El hombre a mi lado da largas zancadas, con un caminar tímido y garbado, hasta alcanzar la puerta de madera y ojear la mirilla. Luego de cerciorarse de la identidad del intruso, le permite ingresar para que deposite el delivery entre sus brazos, marchándose luego de recibir su pago.
Sobre la mesa del comedor se halla mi bolso, el cual rebusco hasta toparme con la billetera y separar varios billetes para pagar una porción del importe de la cena.
“Dividamos los costos de la comida entre los dos, ¿te parece?”- debato, tendiéndole el dinero para así compensar la mitad de su perdida.
“Pero no, nena, ¡guarda eso! Te invito yo”- rechaza tajante al ignorar mi ofrenda, con juguetona indignación en sus facciones.
Más allá de mi recurrente insistencia, rechaza contundentemente todos mis intentos de devolverle la plata, escudándose en excusas absurdas. Una cálida sensación se apodera de mí ante su caballeroso gesto, traduciéndose en atontados vistazos en su dirección, mientras sigo cada uno de sus movimientos al sacar el par de copas de una alacena.
“Pedí pizza de ese bar que te gusta”- comienza a explicar, aun movilizándose para descorchar el vino- “la de pepperoni sigue siendo tu favorita, ¿verdad?”
Un solo paso, no fue demasiado, pero dijo suficiente.
Silencio. Silencio desgarrador y sepulcral a mi alrededor, petrificando el aire a su paso.
“¿Te acordaste?”- asevero con un hilo de voz, aunque suena más a una pregunta, reflejando mi propia inseguridad.
Mis extremidades tramitan un cosquilleo colectivo, despertándome de la anestesia que se había apoderado de mí.
“Si, obvio”- le resta importancia, sirviendo la bebida y entregándome mi copa.
Y yo entiendo lo tonto que debe sonar, pero, por un momento, me permito sentirme importante e incluso un tanto sustancial en su existencia. “Me escuchó” medito, atónita por la revelación, revolucionando todas mis ternuras dirigidas hacia él.
Mis ojos se obsesionan con su él, simplemente él y su aura dorada coronándolo como si de un halo se tratara. ¿Cómo logré tener tanta suerte?
“No me mires así, nena”- pide al devolver mi mirada, su entrecejo fruncido en concentración- “Vas a hacerme creer que los chicos tenían razón…”
Mi mueca se tiñe de confusión, no sabiendo con exactitud si se refiere a lo que yo supongo. Intento decodificar sus palabras, pero, tal vez por el prospecto de ver mi entusiasmo destrozado, me limito a repreguntar.
“¿De qué hablas, Kuku?”- atrapo mi labio inferior entre mis dientes para así detener los temblores que lo acosan.
“Ya sabes…”- se encoge de hombros, pero, al ver mi perplejidad se resigna a continuar- “Fran y Juani siempre nos cargaban con que… em, con que debíamos salir.”
Siento un hondazo envestirme de lleno y un deseo irremediable de que el mismo continúe hasta hacerme perder la conciencia.
“Ah, eso”- murmuro en voz baja, de repente completamente drenada de seguridad. Trato de difuminar mis conflictuadas preocupaciones con una risotada punzante, delatando la rigidez de mis hombros estáticos y la incomodidad en mi gesto.
¡Qué estúpida! ¿Cómo me permití alguna vez pensar que el podría sentir lo mismo que yo? Deseo tirarme al suelo y revolcarme en el bochorno que me arrima, lo suficiente para olvidarlo a él con sus grandes ojos fijos y perder la cordura a manos de la vergüenza.
“Era un chiste nada más, no deseaba hacerte sentir mal”- aclara cálidamente, rodeando la mesa hasta rozar nuestros hombros.
Es absurda la cantidad irremediables de terminaciones nerviosas que logra incendiar con solo oprimir su marco con el mío. ¡Debo frenar esta locura antes de que se me vaya de las manos!
“Claro…”- suspiro, forzando una sonrisa al tomar asiento en la silla que abuso bajo mis pálidos nudillos.
Tomando la copa entre mis palmas, la balanceo hasta verter el liquido más allá de mis labios, rezando para que el espirituoso proveniente de uva disipe su comentario furtivo.
El mayor, aún parado a mi lado, hinca sus rodillas para arrodillarse y así quedar a la altura de mis ojos.
“Ángel, lo siento si te ofendí. No era mi intención”- se disculpa, escurriendo sus dígitos entre mi cabello para plegarme un mechón tras mi oreja.
“Ya sé, Kuku… y lo prometo, ¡estoy bien!”- miento descaradamente en su cara, con las comisuras adheridas a mis tensas mejillas.
Por unos prolongados segundos- que se sienten como una eternidad- nos miramos firmemente, tratando de descifrar los pensamientos cabalgando en la cabeza opuesta. Con un afectado suspiro, se levanta del suelo para luego posicionarse en la silla contigua a la mía.
Una vez asentado en su sitio, levanta el rostro para enfrentarme y toma mis temblorosas manos entre las suyas. Inmediatamente noto su calor corporal, las asperezas desperdigadas por sus palmas, sus anillos colisionando con los míos.
“Ahora entiendo cómo mi comentario pudo haber sonado y te pido perdón por ello”- alega mientras me observa, pausando en cada pequeño lunar e imperfección.
Inhibida y un tanto cohibida ante su escrutinio, desvío mis ojos hacia un costado y muerdo mi labio inferior, aprisionándolo entre mis paletas.
“No quería hacerte mal…”- confiesa, con sus orbes ahora clavados en mis labios mordisqueándose- “Sos mi mejor amiga.”
una mueca extraña en su rostro. Pausa, luego dice “sos mi mejor amiga.” Y yo supe a que se refería, está enamorado.
Una fuerza gravitacional me empuja aún más cerca suyo; envalentonada gracias a su fijación por mi boca, empiezo a disparar la ajena sin dudarlo. Deslizo una mano por su cachete, acariciando la incipiente barba creciendo allí mientras le robo un breve pico.
Al separarme, escaneo al hombre que acabo de besar, desesperada por hallar una reacción. La confusión tiñe su cara, tiene la mandíbula presionada con fuerza y un furioso sonrojo trepando hasta su nariz. Sin perder un solo minuto más. Vuelve a unir nuestras figuras en un beso, uno real esta vez.
Sus labios en contacto con los míos consienten un hambre que venía cultivando hace meses, acelerando mi deseo de conseguir más. Mi corazón late con una velocidad alarmante, saltando implacablemente contra mi caja torácica, y agravando los temblores en todo mi cuerpo.
Una danza desenfrenada se desenlaza, dando rápido paso a una intrépida batalla por apropiarse de la ventaja que implica dominarnos mutuamente. Una de sus manos se enreda en mi melena, tirándola hacia atrás mientras su lengua se apresura en inmiscuirse en mi cavidad bucal, cepillando la propia y paseándose por toda su extensión.
El aire comienza a escasear y el ardor en nuestros pulmones nos fuerzan a dividirnos, aprovecho el breve impase para deslizar mis extremidades por sus piernas y así, sentarme a horcajadas sobre su regazo.
“¿Sabes hace cuánto deseo hacer esto?”- cuestiona, entrelazando sus dígitos por mis curvas y asentándome sobre la junción de su torso y piernas.
Bajo mío, noto un bulto que comienza a alzarse, punzando mi centro deliciosamente. Sin siquiera razonarlo, muelo mis caderas contra él, percibiendo un curso de placer recorrerme entera ante la fricción contra sus pantalones.
En un arrojo de valentía, me deshago de la blusa que flamea en mis costados, arrojándola lejos nuestro. Como si de un arreglo tácito se tratara, el argentino adjunta sus labios con mi pecho y comienza a succionar mi piel con fiereza, yo me limito a atraerlo contra mí mediante su cabellera.
“Tantas veces fantasee con esto…”- admito, sin poder evitarlo, mientras él libera mi busto del corpiño.
Levito hacia su remera, forcejeando con ella hasta deshacerla hacia las baldosas y revelar su tórax al descubierto. Recubierto de pecas difuminándose en su blancura, dudo alguna vez haber visto una imagen más hermosa.
Sosteniéndose de mis muslos, se irgue y tropieza hasta toparse con el sillón, descargándome sobre el terciopelo con una impredecible agilidad. Allí, acostada en medio de su sala de estar, centro mi atención a sus dedos desenlazando mi falda con ternura, para luego despojarme por completo de mis confinamientos.
Imitando sus movimientos, aviento mis brazos hacia su entrepierna para desabrocharlo y librarlo de sus prendas. Aceleradamente, lo desvisto hasta que nuestras desnudeces son lo único que prevalece.
“Sos hermosa”- me halaga, recorriendo cada centímetro de mi piel con delicadeza, intentando memorizarlo para siempre.
Respondo con mi agarre volando hasta su palpitante erección y acariciándola juguetonamente, con constancia hasta donde me lo permite.
“Necesito sentirte adentro mío, Kuku…”- pido, sin sentir un ápice de vergüenza ante mi explicitación.
Un gruñido escapa su garganta ante mi directiva, deshaciéndose de mi toque para posicionar su polla entre los pliegues de mi coño y comenzar a adentrarse. Sollozos son lanzados en su dirección, animándolo a ir más allá, a continuar.
“Dios, estás tan apretada”- pronuncia cuando la cabeza de su pene logra tocar mi fondo, disfrutando los espasmos que mi canal le proporcionan.
En un frenesí ocasionado por la sensibilidad que su miembro me genera, embisto mis caderas para acercar nuestros centros aún más y luego retirarme, provocando un extasiante vaivén. Los gemidos retumban en el silencio del salón, con la danza que nuestros sexos lideran al fusionarse.
“Estoy enamorado de vos, ángel, desde la primera vez que te vi”- dice al observarme con atención, aun penetrándome hacia la culminación.
Sorprendida por lo inaudito de la situación, una lagrima se cuela por mis ojos y rueda en su sendero por mi mejilla ante su confesión, una que aguardo hace meses.
Esteban la recoge, interrumpiendo su trayecto hacia mi cuello para besarme nuevamente, con renovada emoción.
Y ahora comprendes por qué perdieron la cabeza y pelearon sus batallas, y por qué yo he pasado toda mi vida tratando de ponerlo en palabras.
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jaquemuses · 3 months
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lindaa podes hacer uno de esteban kuku smut, me dio tierno, corte primera vez o algo asi, si no haces de él no pasa nada, yo entiendo
hola reina!! OBVIO que escribo para kuku, estaba esperando que alguien pida aaa te adoro !! hice esto recien, super rapidito, espero que te guste ♡
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𝜗𝜚⊹ ‧₊˚ petit-déjeuner
pairing: bf!esteban x gf!r
sinopsis: Esteban acaba de volver de su viaje a Venecia y estas dispuesta a recuperar todo el tiempo perdido.
content: age gap sin desarrollar (ambos +18), stablished relationship, smut sin plot (jiji), fingering, p en v, mentions of breeding, fluff, no se que más.
word count: 1.7k cortito y conciso.
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Hacía ya un día que Esteban había vuelto de su viaje a Venecia, donde asistió al prestigioso festival de cine. Lo habías extrañado, aunque te costara admitirlo incluso solo para vos misma. Tu cuerpo lo ansiaba.
Por eso, cuando escuchaste el familiar sonido del motor del auto apagándose en el garage, prácticamente corriste a lanzarte encima de él en cuanto entró por la puerta. Hizo a un lado su bolso para sostener tu cuerpo entre sus brazos mientras le llenabas de besos la cara.
Pasaron la noche entre copas de vino y pasta, compartiendo experiencias de Venecia, la gente que conoció, el éxito de la película y la felicidad de estar de vuelta en su queridisima Buenos Aires junto a vos. Esteban y vos llevaban once meses juntos, aunque los últimos meses habían sido caóticos debido a los rodajes, viajes y todo el trabajo de producción, dejando la vida sexual en segundo plano, sin embargo ambos tenían necesidades y estabas dispuesta a saciarlas.
Sabías que Esteban estaba cansado por el viaje, así que esperaste hasta la mañana siguiente para deslizarte desnuda en la cama que compartían. La luz matutina resaltaba los marcados rasgos de tu novio, y por un segundo pensaste, "¿Cómo puede tener una cara tan angelada?". Aunque Esteban ya estaba despierto desde que entraste a la habitación, mantuvo los ojos cerrados hasta que te subiste completamente a la cama y encima de él.
"Ah, bueno...", dijo, recorriendo con la mirada tu cuerpo y regalándote una sonrisa ladeada. Te mordiste el labio mientras comenzabas a restregarte contra él. Solo llevaba puestos unos boxers, así que frotaste tu cuerpo contra el suyo, disfrutando del calor de su piel.
"¿Estamos cariñosas hoy?", señaló con un tono burlesco pero dulce. Gemiste suavemente, besando ligeramente su muñeca cuando sentiste sus dedos entrelazándose en tu cabello.
"Estuviste lejos mucho tiempo", dijiste en un suspiro.
"Fue solo un mes, gorda."
"Mucho tiempo".
Esteban soltó una pequeña carcajada mientras te acomodabas sobre él, tus manos reposando en su pecho definido.
"Me debes algo", dijiste finalmente, mirándolo con ojos suplicantes.
Esteban arqueó sus cejas mientras sus manos se paseaban suavemente por tus muslos y costillas, a veces subiendo a tus pechos, acariciándolos con un poco de fuerza y bajando otra vez.
"¿Ah sí? ¿Y cómo puedo saldar la deuda?"
"Vos sabes perfectamente cómo, kuku."
"No, ángel, decime qué querés."
"A vos."
El mayor deslizó su pulgar por tu cadera, acariciándola con una sonrisa en su cara. "¿Sí? Pero si ya estoy acá, a mí ya me tenés hace mucho tiempo", refutó, haciéndose el desentendido.
Tu pecho estaba rojo de la vergüenza, sabías que te iba a hacer decirlo. "Quiero que me cojas", dijiste ahogando un gemido, tus caderas todavía moviéndose encima de su ya erecto bulto generando una fricción extasiante.
Esteban parpadeó ensimismado ante la vista que tenía delante suyo.
"¿Sí?"
"Sí, kuku, porfa", rogaste sobre su regazo.
"¿Cuánto?" volvió a preguntar, sus dedos estimulando tus pezones mientras se incorporaba lentamente. "Dios, te necesito adentro mío, Esteban, te necesito ya", exclamaste desesperada ante tantas preguntas.
El mayor soltó una risa, sus palmas sujetándote suavemente pero con firmeza.
"Está bien, preciosa, pero primero te quiero preparar."
"No, no, no, por favor, no hace falta."
"No es negociable, nena. Si quieres que te coja, primero te vas a tener que correr dos veces con mis dedos. Sino no hay trato", dijo, terminando de incorporarse y volteándote, quedando así en la posición en la que él estaba hace unos segundos atrás, su cuerpo por encima tuyo. Ambos sabían que tenía la fuerza suficiente para manejarte como quisiera.
Mordiste su brazo en respuesta, pero a él pareció no importarle mientras marcaba su camino hacia tus muslos con besos, así que simplemente te dejaste llevar. Después de todo, no te molestaba tener un par de orgasmos adicionales. Esteban siempre había sido hábil con sus manos y boca, pero después de tantos meses sin ningún tipo de contacto, cuando por fin sentiste sus largos dedos acariciando y estirando tus paredes empapadas, mientras su lengua jugaba con tu clítoris, llegaste a los dos orgasmos sin problema después de un par de minutos, casi rozando un tercero antes de gemir y arañarle los bíceps; tus uñas dejando marcas rojas en su piel.
"Ahora sí, tebi", dijiste sin aliento, tus piernas temblando por tus orgasmos recientes. "Por favor, no puedo más."
"Ahi va, bebé, esperaste todos estos meses ¿Qué te va a hacer unos segundos más?", murmuró coqueto, levantándose para que te sujetaras de sus hombros y te acomodaras encima suyo, tus rodillas seguían débiles, por lo que intentaste alinearte y sentarte encima de su polla con rapidez.
Sin embargo, él no te dejó apurarte y te fue ubicando lentamente encima de su duro miembro, entreteniéndote con un beso hambriento, su lengua introduciéndose en tu cavidad bucal mientras dibujaba círculos sobre tu sobreestimulado clítoris. Te estremeciste alrededor de él cuando sentiste cómo su punta se abría paso entre tu apretado interior, tan mojada que goteabas sobre su polla y sus muslos.
Cuando finalmente se hundió por completo, intentaste moverte de inmediato, deseando sentir cómo te destrozaba. Pero nuevamente te retuvo, retorciéndote y gimiendo, apretada contra él.
"Shh, disfruta un poquito", te dijo mientras presionaba besos y mordidas en tu hombro, tus uñas clavadas con fuerza en sus hombros ante la repentina intrusión y anticipación.
Cuando finalmente aflojó su agarre en tus caderas, inclinaste tu peso hacia adelante, apretándolo contra el borde de la cama, y bajaste las manos hacia su ancho pecho. Cambiaste el ángulo de manera que veías estrellas al sentir su polla tan dentro tuyo.
"Dios, kuku", dijiste en un gemido, con la voz temblando un poco mientras tus caderas empezaban a mecerse contra su pelvis. Él gimió, casi como alentándote, viendo cómo la luz del sol se filtraba por la ventana y daba contra tu cuerpo desnudo, sus palmas se encontraban ligeramente presionadas sobre tus muslos mientras su pene bombeaba en tu interior. Todo se sentía increiblemente bien.
"Dios amor, es como si hubieras sido creada solo para mí", balbuceó envuelto en el delirio del momento, y por un momento pensaste que sí;
estabas hecha solo para él.
El mayor guió tus caderas hasta encontrar un ritmo adecuado que te hacía rozar tu clítoris contra el suave vello rubio sobre su pelvis. Toda esta situación era mucho para vos, realmente mucho después de haber alcanzado el clímax dos veces, pero no paraste incluso cuando algunas lágrimas comenzaron a salir de tus ojos, escurriéndose por tus mejillas, siendo resaltadas por la suave luz del sol golpeando tu cara.
Su polla se sentía tan bien dentro tuyo, te llenaba de una manera exquisita. La punta de su miembro se curvaba contra tus paredes y rozaba perfectamente ese punto dentro tuyo. Gemiste y jadeaste ante tal estímulo mientras mordisqueabas distraídamente su cuello y clavículas y gemías su nombre en su oído.
Una de sus manos subió hasta uno de tus pechos, tomándolo en su boca, chupándolo y besándolo vorazmente mientras que la otra estimulaba tu clítoris con velocidad.
Lo montaste vigorosamente mientras sentías cómo tu tercer orgasmo amenazaba cada vez más con llegar. Tus caderas comenzaron a moverse de forma desincronizada cuando un gemido agudo se escapó de tus labios. Esteban entendió la situación al instante, por lo que tomando tus caderas, salió de tu interior y te volteó nuevamente, un quejido abandonó tus labios ante la falta de estímulo. Sin embargo, Esteban volvió a adentrarse en tu coño apenas terminaste de acomodarte en cuatro, con tus antebrazos apoyados sobre la cama y el culo alto en el aire, dándole una vista asombrosa a su parecer, lo cual lo incentivó a mover sus caderas de una forma lenta y seductora, sin embargo golpeando justo el punto adecuado.
"Amor! Por dios!", gritaste contra la almohada, saliva escapándose de tu boca hacia la sábana, tu clímax cada vez más cerca, "Por favor, que rico, seguí, seguí, justo ahí." lloriqueaste de placer, tu respiración agitada "M-mas fue-fuerte." dijiste fuera de si.
Te desmoronaste debajo suyo apenas treinta segundos después, temblando, colapsando sobre el colchón y apretando las sábanas en tus puños como buscando que eso te salve de la sensación tan abrumadoramente satisfactoria, tu espalda todavía arqueada para mantenerlo adentro tuyo. Él acarició tu espalda, suavizando sus estocadas mientras sentía cómo lo apretabas tan, tan fuerte.
"Amor", murmuraste después de un minuto, incorporándote un poco, luciendo completamente agotada.
"¿Listo?" preguntó, sacando su miembro de adentro tuyo a punto de ayudarte a levantar.
Negaste, girando tu cuerpo, quedando ahora boca arriba y volviste a abrir tus piernas, sabías que todavía faltaba él.
"Acabá", le dijiste mientras guiabas su polla hacia tu entrada una vez más, apretándote alrededor suyo y sonriendo maliciosamente cuando sus ojos se cerraron con fuerza ante la sensación. "Porfi, quiero que acabes antes de que vayamos a desayunar."
Él no esperó ni una palabra más y te sacudió fácilmente de arriba hacia abajo, penetrándote con intensidad, buscando su propia liberación y vos seguiste el ritmo felizmente, apretando tus paredes cada vez que se empujaba dentro tuyo, exprimiéndolo. Miraste ensimismada sus músculos tensándose y emitiste pequeños sonidos ante la sobreestimulación, llorando de placer y aferrándote a sus brazos, rasguñando los mismos.
Cuando él llegó al clímax, gemiste como si hubieras acabado de nuevo, inclinando la cabeza hacia atrás mientras sentías su cuerpo desplomarse encima del tuyo durante unos segundos.
"¿Eso era lo que querías?" preguntó con su respiración agitada, tus dedos acariciando sus claros cabellos mientras él presionaba suaves besos en tu mejilla.
"Mhmm."
"Dios, te extrañé tanto, preciosa", dijo incorporándose, saliendo de tu interior con delicadeza y presionando un beso en tus labios.
"Mhmm", repetiste, tus ojos estaban cerrados y tenías una sonrisa pintada en la cara. Esteban se rió por lo bajo, acomodando los cabellos que estaban en tu rostro detrás de tu oreja.
"¿Quieres ir a bañarte mientras hago el desayuno?" dijo acariciando tu mejilla con tanto amor que pensaste que podías derretirte ahí mismo. Consideraste la oferta, pero terminaste negando con la cabeza. "Bañemonos y después hacemos juntos el desayuno", dijiste mirándolo a los ojos. Esteban entendió enseguida a lo que te referías y depositó un beso en tu nariz.
"Bueno, vamos a bañarnos, el desayuno puede esperar."
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castawaycherry · 2 months
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Alguien cómo tú- Parte 2
Warnings: creo que nada? mínimo angst?
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*Una semana después*
Hace unos días Enzo te había mandado la información de la fiesta que estaba organizando, te habías dado cuenta que la fiesta era en su departamento y tus nervios crecieron, nunca habías ido al departamento de el pero te emocionaba mucho.
La fiesta era en dos días y le habías pedido a fran que te acompañara de compras ya que no habías empacado más que ropa de trabajo y ropa casual para descansar, el rubio felizmente accedió, en las dos horas que llevaban de compras ya te había escogido el vestido perfecto, era un vestido rojo que abrazaba tus curvas perfectamente y contrastaba con tu tono de piel y tu cabello oscuro, por un momento te olvidaste de los gustos de Enzo y pensaste que le podrías gustar.
Después de ir de compras fran y tu decidieron ir a comer a un lugar cerca del centro comercial y descansar un rato las piernas y hablar de como les había ido durante el rodaje y sobre la fiesta.
*El día de la fiesta*
Por fin había llegado el día de la fiesta y tu estabas muy emocionada por pasar un rato con los chicos fuera del trabajo ya que todos ustedes se habían vuelto muy cercanos por todo el tiempo que pasaban juntos.
Fran y tu habían quedado en llegar juntos al departamento de Enzo, sabiendo que a Enzo le molestaba la impuntualidad te vestiste y te arreglaste rápidamente viéndote una última vez en el espejo contenta con como te veias, antes de que pudieras pensar mucho el timbre de tu departamento sonó y saliste corriendo abriéndole la puerta a Fran y saludándolo felizmente
"Nena te ves preciosa, Enzo es un idiota si no le gustas" te dijo Fran con una sonrisa y tu te sonrojaste y suspiraste
"Pero si sabes que no soy su tipo Fran, claramente le gustan modelos y rubias y yo soy lo opuesto a eso" dices tristemente, Fran te miró y te acarició el brazo suavemente
"Tu solo concéntrate en divertirte y pasar tiempo con nosotros que sabes que todos te queremos mucho nena"
Le sonreíste débilmente y ambos se encaminaron al departamento de Enzo, cuando llegaron la fiesta ya había comenzado y se escuchaba la música y la risa de todos, eso te calmó y recordaste lo que te dijo Fran y decidiste aprovechar la noche lo mejor que puedas.
Ambos entraron al departamento de Enzo y todas las miradas se posaron en ti y escuchaste un silbido que sabías que provenía de la boca de Blas y te reíste yendo a saludar al menor y a todos los demás, menos a Enzo que no estaba por ningún lado.
"Está en la cocina" te dijo Esteban viendo tu cara de confusión buscando al hombre y señalando hacia donde estaba su cocina.
Le sonreíste suavemente y le agradeciste, rápidamente yendo a la cocina para saludarlo.
Llegaste a su cocina y lo viste guardando un par de cervezas en su refrigerador, traía puestos unos pantalones de vestir color vino y una camisa negra que se pegaba a sus músculos.
Te tomaste un segundo viéndolo antes de entrar y saludarlo pero en eso viste que el se volteó viéndote y sonriendo
"Hola nena! que bueno que llegaste" dijo abrazandote y ofreciéndote una cerveza la cual aceptaste con gusto
"Obviamente! no me perdería esta fiesta por nada del mundo, lo sabes", el hombre te sonrió encaminandose a su sala y tu lo seguiste.
Habían pasado ya unas cuantas horas y todos ya estaban borrachos y bailando a una canción de soda stereo sonando de fondo, tu viéndolos de lejos dado que no te gustaba bailar y Enzo se dio cuenta de eso y se acercó a ti extendiendo su mano
"Qué haces ahí tan sola nena, ven a bailar ándale" dijo haciéndote puchero sabiendo que no te podrías resistir
"Sabes que no te podría decir que no Vogrincic" le respondiste agarrando su mano mientras un escalofrío recorría todo tu cuerpo por el contacto con su piel.
Enzo y tu bailaron un buen rato, claro si se le puede llamar bailar a lo que estaban haciendo cuando de repente empezó a sonar una canción más lenta, no supiste que hacer hasta que Enzo te jaló hacia su cuerpo pegandolos a ambos.
"No te preocupes, tu solo sigue mis movimientos" te susurró cerca del oído causando otro escalofrío pasar por tu cuerpo.
Le hiciste caso al hombre y te soltaste siguiendo sus pasos y recargando tu cabeza en su hombro. Cuando acabo la canción te diste cuenta lo cerca que estaban sus cuerpos y rápidamente te separaste de el corriendo a su baño dejándolo un poco confundido y preocupado por si te había incomodado.
Enzo debatió en seguirte y después de unos momentos te siguió al baño y te encontró llorando en la puerta y su corazón se rompió viéndote así pensando en lo que podría haber hecho para causar tus lágrimas. En ese momento escuchaste sus pisadas y te secaste las lágrimas rápidamente.
"Perdóname hermosa no quise incomodarte"
lo viste parado enfrente de ti con una expresión triste y rápidamente le contestaste
"No! nunca me podrías incómodar, es solo.., olvídalo no es importante" le dijiste tragandote todas tus inseguridades
"Claro que es importante preciosa, no me gusta verte así" dijo tristemente
"Lo prometo Enzo no te preocupes"
Viendo que no querías hablar del tema ya no volvió a preguntar nada y sólo te abrazó y tu te derretiste en sus brazos.
CLIFFHANGER UNA DISCULPA, prometo que se va a poner más interesante pronto, esperen la siguiente parte mañana!
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anevoir · 6 months
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Vivo a base de poesía rota,
proveniente de mi mar de sueños;
también soy tazas amargas
y labial rojo.
Soy pedazos.
Descanso en nubes que anuncian tormentas.
Y me muevo,
tratando de avanzar,
sin aún saber que es lo que estaría bien.
Olas en mis cabellos y carbón en mis ojos.
Quizás me gusta vivir así:
todo importándome nada.
Y, si besarme quieres, compréndeme;
a veces quiero soluciones, a veces soy el detonante.
Sangre en mis manos y vino en mis labios;
he apuñalado mi corazón antes de que alguien más lo hiciera.
— Septiembre 12, 2023
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black-beauty-poetry · 4 months
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¿Qué tal si actuamos como si nos conociéramos por primera vez para después perdernos en la noche, como si estuviésemos buscando el fin del mundo?
Romántico, ¿eh? Escapar de la realidad.
El brillo de tus ojos sería la única luz que perseguiría cuando arribemos al Jardín de la Tullerías.
Una mirada tuya me haría levitar, y con uno de tus besos flotaría más alto que la Torre Eiffel.
Me enamorarías por millonésima vez ataviada con ese vestido rojo bajo las estrellas como si te hubiera creado el cosmos y fueras una constelación viviente, por lo que observarte sería contemplar una de las obras del Louvre.
Y aunque estuviéramos trastabillando en los callejones más sórdidos, nos sentiríamos elegantes detonando en carcajadas con botellas de vino a la mano, nuestros mejores trajes mancillados, fingiendo ser amantes adinerados que salieron de la Ópera Garnier sin rumbo fijo, sin nada que perder.
¿Y quién necesitaría entrar a la Catedral de Notre Dame teniendo a una diosa como tú a su lado?
Tener tu amor es un sentimiento prohibido. Me harías sentir como si te hubiera robado del Musée d’Orsay, con la misión de causar estragos junto a ti mientras bailamos como locos en la Plaza de los Vosgos.
Y allí me dirías «No me robaste, me salvaste. Porque a tu lado puedo liberar esta versión de mí que en otros amantes no encontraba la confianza de aflorar».
Sobre ti y sobre mí, se escribiría la novela del casanovas que conoció a una modelo cuya presentación esperaría culminar sólo para hacer el amor detrás de las luces de una medianoche en París.
Y no, no simplemente se trata de sexo.
A través de nuestra conexión quiero encontrar el significado de “La ciudad del amor”, y resolver si es cierto que uno puede amar hasta que la respiración se le corte.
-Dark prince
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las-microfisuras · 3 months
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Te llamarás silencio en adelante.
Y el sitio que ocupabas en el aire
se llamará melancolía.
Escribiré en el vino rojo un nombre:
el tu nombre que estuvo junto a mi alma
sonriendo entre violetas.
Ahora miro largamente, absorto,
esta mano que anduvo por tu rostro,
que soñó junto a ti.
Esta mano lejana, de otro mundo
que conoció una rosa y otra rosa,
y el tibio, el lento nácar.
Un día iré a buscarme, iré a buscar
mi fantasma sediento entre los pinos
y la palabra amor.
Te llamarás silencio en adelante.
Lo escribo con la mano que aquel día
iba contigo entre los pinos.
Eduardo Carranza
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caballero-de-libra · 8 months
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Pasión y odio en la peña
Era alguien que solía frecuentar con devoción atea cada espectáculo de la peña Ferrando, más aún si era el Día de la Canción Criolla: Hernán Pizarro. Él, robusto y de mediana estatura, era de aquellos que no se preocupaban por el mañana, pero tampoco se culpaban del ayer. Era el común ayudante de una oficina sin renombre ubicada en la Avenida Colonial. Era de aquellos hombres cuerdos, que no vivían a destiempo; hombres máquinas, que palpitaban al son de las industrias; hombres tropa, que obedecían a su General presente; hombres anónimos, hijos de su tiempo; todos ellos en el callejón de un solo caño, hombres del pueblo que saboreaban la Guerra Fría con vals de fondo, lacónicos y sedientos en la fugaz primavera de un octubre barranquino.   Aquel treinta y uno del mes morado, pasión perfumada de rojo y odio rancio, nubló su locuaz calma. Como si hubiera sido ayer, inesperadamente, Hernán se sumergió en un torbellino de ideas inconexas unas de otras, como ráfagas aventadas desde el firmamento. Perplejo y pálido, el rostro comenzó a pesarle toneladas y toneladas de infernal indignación a causa del encuentro. El cinismo de Rita le era, hasta ese entonces, aún desconocido. Ella, tranquilamente, sin fiebre ni gripe le reiteró: “¡Si no quieres problemas, pavo, aléjate! Tómate un viejo vuelo de las cuatro y márchate de mi sábado criollo”. Hernán seguía insistiendo con su presencia enredándose a sí mismo con sus propias palabras increpantes, sin mantener el guion de la cordura que acostumbraba tomar cada lunes por la madrugada. Para el pasmado Hernán, Rita no era Andrea, quien decía ser, pero tampoco era la Rita que conocía. Estaba viendo una extraña que no estaba con él, sino con otro a su lado. Ella se vistió de cosa, se camufló de mentira y no había nada peor para él que observar la mentira deambular por el lugar que más quería y a la persona que más amaba en su monótona vida. Rita conocía el estrecho mundo de Hernán. El joven amante de Rita, confiado en su amarillenta moral y hospitalidad áspera de cantina de neón, se acercó y lo miró fijamente a Hernán en tono amenazante, como un león ciego queriendo batallar para que no le arrebaten su presa. Hernán soltó unos improperios dirigidos hacia ambos forzando una explicación al respecto, pero sin éxito. Parecía un ebrio que nunca superó el desamor. La infame traición le recordaba a una amarga canción. El amante de Rita, atravesado por la mordaz verdad, le propinó unos golpes a puño limpio. Hernán, a punto de perder la cordura, olvidó quién era, olvidó su relación destrozada, olvidó cómo reaccionar y olvidó las llaves de su casa. Se retiró de inmediato de la peña, mientras su orquesta favorita afilaba los tambores y acariciaba las guitarras con el amor de las manos. Ya solo, metido en su auto, sin juez invisible que lo interrogara, su mirada opacó la luz de las farolas, una idea envenenada lo inspiró. De pronto, sacó un arma, era un fino revólver de la década de los años treinta, de ese que Al Capone empuñaría para el atraco del siglo, y acarició sus balas como si fueran los ojos de Rita.
Hernán Pizarro, aquella noche, no era más él, sino su sombra despertando por primera vez. Se vistió con una chaqueta marrón, un sombrero negro y guardó el arma con la intención de ocultarla. Regresó a la peña, se acercó sigilosamente hacia los músicos pidiéndoles gentilmente que interpreten «Pasión y odio» de Felipe Pinglo Alva y soltó unos billetes con olor a vino. Luego, caminó burlando las débiles luces de la peña hacia Rita y su amante, mientras ellos se besaban con los labios embarrados de vodka. Hernán, ahora cerca con voz torva, les dijo: “Disculpen, ¿A qué sabe el vodka?”. En eso, ambos voltearon la mirada en dirección a Hernán y, antes de responder, se escucharon dos disparos, suficientes para silenciar a cualquiera: la canción cobró sentido. Cayó su amada, salpicó la sangre y una copa manchada tiñó su mano. Hernán levantó la copa y la saboreó fríamente proclamando en sus adentros infame victoria. Ya no eres Andrea para él ni Rita, menos para mí.
Cuarto escrito de la serie "Micro-relatos".
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