So @xoxoemynn are joined to one another intertwined/on the same wavelength, and we’re talking about how it’s interesting that we haven’t heard anything from Rhys or Taika yet—or too much from the cast and crew as a whole really.
Now yes, it’s entirely possible that they’re just grieving and in shock like all of us are, and need time to process things and/or collect themselves.
But as Em pointed out, when Brooklyn 99 was cancelled, there were a few sad posts from cast and crew members, but one of the leads was oddly quiet.
Why?
He was too busy in the negotiation stage.
So what if, yall. Between Djenks winking with both eyes, and the radio silence, what if 🤡🤡🤡
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no quiero hacer otra ronda del bardo "Usamerican/American" pero estaba hablando con mis abuelos (los dos tienen +80 y son peronistas bien de izquierda) y estabamos hablando sobre historia y neocolonialismo y mi abuela decía "porque nosotros los americanos" refiriendosé exclusivamente a Latinoamérica, no a EEUU.
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Están las personas que te gustan de inmediato y luego las que al principio no sabes si te gustan o no: las interesantes, las intrigantes, las enigmáticas.
— G'
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Los hispanohablantes tenemos palabras viejísimas para referirnos a disidencias sexuales, tanto hombre como mujer: maricón y marimacho.
El registro más antiguo que se conserva de maricón pertenece a la Comedia Seraphina, (1517), cuya trama gira sobre el amor entre un hombre hacia dos mujeres y que recoge el habla popular de la España de su época en toda su vitalidad. En un pasaje de la Comedia, se menciona furtivamente que, si un hombre no se acuesta con mujeres, “lo tienen por maricón”, es decir, esa conducta resulta sospechosa e indeseable. Casi un siglo después, el diccionario de Covarrubias (1611) fue el primero en incluir una definición para maricón: “el hombre afeminado que se inclina a hacer cosas de mujer”. En el Diccionario de Autoridades (1734), el primero de la RAE, además de afeminado, maricón es definido como “cobarde”. Llama la atención que estos tres significados de maricón, es decir, el no interés por las mujeres (que puede implicar comportamiento homosexual), la expresión de género femenina y la cobardía, continúan con gran fuerza hasta nuestros días. Sin embargo, maricón no ha sido la única palabra para referirse a la homosexualidad masculina registrada en esta época. El mismo Diccionario de Autoridades incluye los términos bujarrón y puto –palabras de uso sumamente vigente hoy en día en Cuba y México respectivamente–, ambos definidos como el “hombre que comete el pecado nefando”. Inscrita en un discurso católico homofóbico, la palabra nefando significa “lo que nunca debe ser dicho o expresado públicamente” y la frase “pecado nefando” se refiere a la homosexualidad ya sea masculina o femenina.
Con respecto al origen de maricón, en su famoso diccionario etimológico, Corominas (1973) postula que deriva del nombre femenino María y registra otras palabras derivadas que expresan un significado similar, por ejemplo, marica, amaricado y amariconado. Es bastante probable que ese sea el origen de maricón, puesto que, en otras lenguas europeas, los diminutivos del María también tienen una forma idéntica a la de marica. Por ejemplo, en el griego, el nombre femenino Μαρία (María) tiene su diminutivo Μαρίκα (Marika) que también funciona como nombre propio para niñas y mujeres. Interesantemente la partida de nacimiento lexicográfico de maricón también es la de marimacho, que Covarrubias (1611) define como “la mujer que tiene desenvolturas de hombre”. Parece que, al igual que en maricón, la lógica de la inversión sexual se aplica a marimacho: la mujer que actúa como hombre (heterosexual) y que, por eso, se acuesta con otras mujeres.
[…]
Bajo el riesgo de caer en una falacia etimológica, es decir, el peligro de creer que el significado “más preciso o correcto” de una palabra se encuentra en sus usos más anticuados, considero que hay una continuidad entre el uso medieval y colonial de maricón y su empleo contemporáneo. Tanto hace siglos como hoy en día, un hombre es tildado de maricón no solo por comportarse femeninamente, sino también porque su afeminamiento implica ideológicamente que tiene relaciones sexuales con otros hombres. Complementariamente, los hombres no afeminados que tienen sexo con otros hombres no son insultados como maricones ni tampoco son etiquetados de alguna forma en particular (o cuando sí lo son, no en la misma proporción). Soy consciente de que alguien podría argumentar que esta lógica sexual mezcla dos fenómenos distintos: por un lado, la expresión de género –es decir, cómo cada persona se presenta socialmente en su hablar, su disposición corporal y su vestimenta, entre otros elementos que pueden indicar su masculinidad-feminidad– y, por otro lado, la orientación sexual —es decir, hacia qué género una persona siente atracción erótica y con quién mantiene relaciones sexuales. No obstante, el entendimiento que separa tajantemente las esferas del género y la sexualidad es moderno y proviene de discursos globales sobre diversidad sexual surgidos en el norte global hace unas décadas. Es común escuchar a activistas decir que el género no tiene ninguna relación con la orientación sexual y que, cuando un hombre tiene relaciones con otro hombre ambas partes deben ser consideradas y llamadas homosexuales o, incluso mejor, gays. Sin embargo, en las dinámicas de muchas subculturas sexuales en Latinoamérica, la palabra maricón tan solo es aplicable a una de las partes, el hombre femenino y que asume un rol pasivo en la relación sexual. Se puede decir que, en países como Perú, por ejemplo, coexisten en tensión dos lógicas sexuales, una global condensada en el término gay, y otra más local y arraigada donde lo maricón difumina los límites del género y la sexualidad. Por esta razón, no resulta asombroso que, en la ciudad de Lima, muchas mujeres trans –es decir, personas asignadas como hombres al nacer, pero cuya identidad de género es femenina– usen la palabra maricona para referirse unas a las otras. En contraparte, maricón es una palabra que incomoda a aquellos hombres homosexuales, activistas o no, que quieren desterrar de sus vidas, además del trauma homofóbico señalado líneas arriba, toda asociación con lo femenino y la transgeneridad.
—Maricón, Ernesto Cuba. Diccionario Latinoamericano de la Lengua Española
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