La penúltima vez que me rompieron el corazón fue en el 2021. Un año después empecé a buscar trabajo y tuve mucho cuidado de no encontrármela, porque la muy maldita se le ocurrió trabajar en una empresa de recursos humanos, lo que abría la enorme posibilidad de que mi currículum terminara en sus manos o peor: que me terminara entrevistando ella para algún puesto.
Mi estrés iba en aumento cuando veía que algunos llamados no dejaban claro cómo se llamaba la empresa de recursos humanos que había sido contratada por otra empresa que tampoco se mencionaba, eran demasiadas probabilidades de caer en sus garras que ya bastantes heridas me habían dejado. Sentía que cruzaba un campo minado y con los ojos vendados.
Así que en la tarea de buscar trabajo que ya de por sí para mi es un camino muy parecido a lo imposible, la dificultad crecía exponencialmente por mi nuevo autodiagnosticado TOC: no mandaba mi CV a ningún llamado gestionado por la empresa donde ella trabajaba, y por las dudas tampoco me postulaba si no dejaban claro qué empresas verían mis datos.
Obviamente no supe más nada de ella así que igual me ponía muy nervioso cuando me anotaba a cualquier puesto vacante porque la dama bien podría haber cambiado de trabajo y estar haciendo lo mismo en una empresa nueva, eso entraba en una zona oscura y desconocida para mí, fuera del alcance de mis recuerdos. Sentía que cruzaba un campo minado y con los ojos vendados mientras aviones pasaban bombardeando (desde el bosque circundante por supuesto me disparaban).
El tiempo pasó, yo no encontraba trabajo y mis opciones se acercaban peligrosamente a tener que enviar a cualquiera mi CV y aceptar cualquier cosa y tal vez cruzarme con ella. Afortunadamente me contrataron un mes antes de alcanzar ese punto crítico. Ya saben: la emperesa que a los 15 días de contratarme me avisaron que cerraban y a los tres meses se fundió. Si eso no es buena suerte ¿Qué es buena suerte?