Extraño el sonido de tu voz. La paz de sentirte en mis brazos, el calor de tu cuerpo al abrazarme. Tus besos tan dulces o tu aroma en mi cuerpo, después de estar contigo. Cuento los días para volverte a ver. Te espero con ansias.
La ciencia y la música. Todo lo que aparece en el vídeo es real, son experimentos de física que se podéis reproducir si queréis para comprobar que todo es verdad.
Retienes entre tus manos mi rostro y todo se llena de una calidez estática, de un melifluo sonido de quietud y a un mismo tiempo de alborozo.
Me quedo ahí, quieta, casi como en un sueño e inefable me siento flotando como si fuera una pompa de jabón, un globo o quizás una nube.
Sueño, sueño mucho mientras tu mano suave me acaricia y da vida a mis ilusiones y me hace sentir lo inconmensurable que puede ser mi vida entre tus manos, sabiéndome amada y aceptada en tu corazón, inquilina perenne de tu alma, pensamiento recurrente en tu memoria.
Me quedo así por largos ratos; y es que tú caricia, toque y roce, me mantiene viva, feliz, religiosa, permanentemente y maravillosamente enamorada.
Que no te detuvieras en el contorno de mis suspiros
Y que palpando por el aire el tacto de mi cuerpo, imaginaras a ciegas el sonido de mis palabras que, junto a las tuyas, pertenecen a la evidencia de lo que nos corroe.
«Preguntaría gustoso a los filósofos que fundan muchos de sus razonamientos sobre la distinción de substancia y accidente e imaginan que tenemos ideas claras de ello, si la idea de substancia se deriva de las impresiones de sensación o reflexión. Si nos es procurada por nuestros sentidos, pregunto por cuál de ellos y de qué manera. Si es percibida por la vista, debe ser un color; si por el oído, un sonido; si por el paladar, un sabor, y así sucesivamente sucederá con los otros sentidos. Creo, sin embargo, que nadie afirmará que la substancia es un color, un sonido o un sabor. La idea de substancia debe, por consecuencia, derivarse de una impresión de reflexión si realmente existe. Pero nuestras impresiones de reflexión se reducen a nuestras pasiones y emociones, ninguna de las cuales es posible que represente una substancia. No tenemos, por consiguiente, una idea de la substancia distinta de una colección de cualidades particulares, y no nos referimos a otra cosa cuando hablamos o razonamos acerca de ella.»
David Hume: Tratado de la naturaleza humana. El Cid Editor, págs. 48-49. Santa Fe, 1985.