Tumgik
#saga x afrodita
sirenicornio · 3 months
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Tarot Reading Shipp
Edición Saint Seiya
2. Saga X Afrodita 🌹🎭
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Hola a todos! Les traigo mi aportación para la Sagadite Week Express de éste año. En el cual se tratará de una lectura de tarot de dinámica de shipp. Muchas gracias a Naiya por hacer posible la dinámica y compartir mi trabajo 💙
Mientras practicaba mis tiradas de tarot, decidí preguntar algo poco común e inusual; la energía y dinámicas de alguna shipp ficticia, ya sea canónica o no. Y me lleve la grata sorpresa que fué demasiado certera. Así que decidí hacer análisis de varios parejas de Saint Seiya, con los resultados que me daba la tirada para saber su dinámica, energía y que nos revele algunos secretos de la misma.
Espero que les guste mucho! 🥀🥀 Comencemos!
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Primer Carta "¿Cómo es la relación?": Los Amantes
Segunda Carta "La conexión": Dos de espadas
Tercera Carta "Sentimientos de Afrodita": Rey de Copas
Cuarta Carta "Sentimientos de Saga": El Diablo Invertido
Quinta Carta "Debilidades": Nueve de Pentáculos
Sexta Carta "Fortalezas": La Justicia
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Primer Carta "¿Cómo es la relación?": Los Amantes
Antes de empezar con mi interpretación que si de por sí tiene un muy buen augurio; quiero comentar que cuando hago lecturas de shipps, siempre me sale ésta carta cuando la relación SI comparte un vínculo profundo y hay muchas señales de que sea romántico en caso de que la shipp no esté canonizada.
Contestando la pregunta de La relación entre Saga y Afrodita, nos sale la carta de Los amantes, representan la perfección, la armonía y la atracción mutua.
La relación que los dos amantes se han creado es muy fuerte y es a menudo el reflejo de una relación muy firme y estable, comprometida, es la conexión con un alma gemela, una relación muy íntima y cercana, tal como lo sería un matrimonio o una pareja muy sólida y unida. Esta carta representa la unión, las relaciones llenas de similitudes y con una fuerte comunión de valores.
No me sorprende en absoluto que haya salido ésta carta. Ya que sabemos que Afrodita es tremendamente leal a Saga, y por supuesto Saga confía mucho en Afrodita. Su relación está muy comprometida y unificada, donde la fidelidad entre los dos hacia sus convicciones esta muy marcada.
Una observación que quiero recalcar de esta carta. Es que también representa la dualidad. Cuando no hablamos de amor, representa la toma de decisión, tenemos dos opciones y debemos ir por un camino, por eso también trata sobre el balance y la armonía entre ambos lados del bien y del mal. La dualidad está muy presente en ésta lectura, no solo por Saga que representa el signo de la dualidad: Géminis. Si no también por Afrodita de Piscis, que su símbolo son dos peces nadando en direcciones contrarías, además de que ambos son signos mutables. Más adelante profundizaré en ésto. Por último, también ésta carta representa el signo zodiacal Géminis. (Así o con más coincidencias👀).
Segunda Carta "La conexión": Dos de espadas
Volviendo al punto anterior sobre la dualidad. En su conexión nos aparece la carta del Dos de Espadas que su significado señala que estamos ante la toma de una decisión y la dificultad de saber que hacer o que opción elegir. Las espadas representan la mente y el mundo de las ideas y los pensamientos, y en la carta se puede ver como la persona tiene vendada los ojos, representando la poca claridad y confusión que se tiene para escoger las opciones.
Todo ésto solo me hace pensar en Saga, ya que, ya sea por posesión o por enfermedad, Saga esta torturado mentalmente sobre su propia dualidad mental. Ya hablando sobre el plano de su conexión, me gusta mucho porque, aunque es un headcanon más que nada; Afrodita aceptaba a Saga en su totalidad, con su dualidad mental, con sus delirios, su lado bueno y su lado malo, aunque es algo frecuente en su dinámica el que Afrodita sigue del lado de Saga a pesar de saber toda la verdad. Al igual de que Afrodita a pesar de ser un caballero de Athena, tiene muchos matices, no es completamente "puro y bueno" pero tampoco es un total desalmado y cruel; incluso puedo decir que Afrodita mantiene un buen equilibrio entre sus polaridades.
Esta carta en un plano de relaciones indica que la conexión es abierta y equilibrada, en donde dos se convierten en uno, el trato es igualitario y justo.
¿Ya ven? Su conexión en general trata de una unión equilibrada, igualitaria y justa, donde se tratan abiertamente con total aceptación entre sus dos caras.
Tercera Carta "Sentimientos de Afrodita": Rey de Copas
Que bella carta nos salió aquí. El Rey de Copas representa a una persona que sabe gobernar sus emociones y las expresa con firmeza y asertividad, sin miedo a demostrar sus sentimientos y emocionalmente equilibrado. Para el área de las relaciones es una carta muy positiva pues nos habla de plenitud emocional, de una persona que ofrece sus sentimientos de la forma mas madura y sabia posible. Las copas en el tarot representan el mundo emocional y los sentimientos.
Afrodita esta completamente seguro y firme sobre sus sentimientos por Saga, y no solo eso, si no que es fiel y leal a sus sentimientos. Sus sentimientos de Afrodita hacia Saga son puramente de cariño, tolerancia, comprensión, atención amorosa y compasión.
Cuarta Carta "Sentimientos de Saga": El Diablo Invertido
El Diablo a menudo es una carta bastante fuerte y muchos la consideran de las peores que te pueden salir en una lectura, ya que representa el sufrimiento, las pasiones, la esclavitud hacia los instintos mas bajos; es todo aquello que nos aprisiona.
El diablo es nuestro símbolo de lo que es malo e indeseable. Desde nuestra perspectiva humana, vemos el mundo como una lucha entre la luz y la oscuridad. Queremos vencer lo malo para que prevalezca lo bueno. De hecho, lo bueno y lo malo no se pueden separar, al igual que no se puede separar una sombra de su origen. La oscuridad es simplemente la ausencia de luz, y es causada por errores que ocultan la verdad.
Pero está invertida, y cuando las cartas "negativas" están a la inversa, su significado se vuelve positivo casi siempre. Y al estar así, significa Liberación de todo aquello que nos esclaviza, y en éste contexto sería la Liberación de la dualidad en la que Saga se sentía aprisionado.
Me encanta que haya salido en ésta lectura. Porque los sentimientos de Saga con Afrodita es de pura gratitud por ayudarlo a liberarse de sus demonios interiores, por liberarlo de la prisión de su mente, por encontrar alivio de su yo oscuro. Y me parece interesante porque a menudo es un headcanon que tiene el fandom de la shipp, que a menudo Afrodita era una gran fortaleza para Saga, que a menudo velaba y veía por el total bienestar y beneficio del que era el Falso Papa (Hasta los astros y los espíritus confirmar headcanon 👀) La única fuerza capaz de vencer el mal es el amor Divino es una de las enseñanzas de ésta carta.
Algo interesante de observar en ésta carta, es que es la misma que la de Los Amantes (que también nos salió en esta lectura). Si pueden ver, tienen los mismos elementos, un hombre y una mujer en comunión, sin embargo, la diferencia radica, en quien es la persona que los está uniendo. Mientras que en la de los amantes es una figura angelical parecida a un ángel o incluso un Dios, quien une en ésta carta es el mismísimo Diablo, además de que están encadenados, aludiendo a una relación forzada.
Quinta Carta "Debilidades": Nueve de Oros
Personalmente fué un poco difícil para mí encontrarle algo malo a esta carta porque en general es una de las mejores cartas que te pueden salir, ya que nos habla de una plenitud perfecta principalmente material y terrenal en la vida, donde no existe carencia y hay goce y confianza. Así que para la pregunta que realice la interpretaré como si estuviera invertida.
Puede Indicar que la debilidad de ésta shipp es que se concentran demasiado en el trabajo que les impide disfrutar de la plenitud o el goce. Podría decirse de que a pesar del fuerte vínculo que comparten sigue siendo de instancia laboral, por lo que el trabajo está siempre primero.
Ésta carta también simboliza la belleza en todas las expresiones y la confianza en uno mismo. ¿Que entendemos por belleza? Algo armonioso que nos cause placer estético en una posición negativa indica una falta de armonía con el entorno y a una persona obsesionada con las apariencias, que quiere logros materiales, interesada y presumida.
Solo puedo pensar en Afrodita 😂 y su complicada relación con la belleza, al igual que su más grande ambición que es alcanzar el máximo poder.
Me llego a la mente la letra Money, Power, Glory de Lana del Rey, que creo que puede resumir perfectamente no solo su dinámica de relación si no éste punto en particular. Adjunto vídeo para los interesados 👀
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Sexta Carta "Fortalezas": La Justicia
La mayor fortaleza entre la relación de Afrodita y Saga es su lealtad para la justicia y la verdad. Comparten su visión de búsqueda por el orden y la aplicación de la ley. Muy cierto si tomamos en cuenta de que Afrodita cree en que el poder de la justicia solo puede ejercerla el mas poderoso y fuerte, por confía plenamente en Saga, pues es único apto para defender la tierra ante sus ojos.
Y de nuevo ésta carta nos habla de un balance y perfecto equilibrio entre dos personas. Una relación sincera, justa y equitativa. Para que se nos quede bien en la cabeza que su relación conjunta es así.
También me resuena mucho como Saga en el Videojuego Saint Seiya: Soldier's Soul, Saga se disculpa Afrodita por hacerlo sufrir, Afrodita le dice que no tiene porque sentirse mal porque él mismo eligió ese camino de luchar por la justicia en la que creía. Me da la impresión de que a pesar de haber estado viviendo una mentira, Afrodita siempre escogerá a Saga, porque para él, Saga es el camino de la justicia, y al luchar por la justicia, lucha por y para él.
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Y eso ha sido todo! Muchas gracias por leer. Espero les haya gustado, recuerden comentar si gustan y nos vemos en un próximo análisis 💞
PD: Por si a alguien le interesa o le da curiosidad, el mazo de tarot que he utilizado se llama Crystal Unicornios Tarot.
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theshiki · 4 months
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En Asgard hay pura gata rompehogares. Esos doraditos son papas casadas ctm
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saintseiya-zone · 2 years
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SSZ Secret Santa 2022 Wishlist
1. Jinbeizaki
Sagicorn (Aiolos/Shura or Sisyphus/El Cid), Episode Assassin Arthur/Shura (I bet no one would know so here it's wishful thinking) or fluff family things between Aiolos & Aiolia & Shura. Could be AU or canon.
2. Macarro Nii
Algún Marina, Poseidon o algo referente a ese arco
3. Sharkxym
Saga with my OC Sharky spending Xmas together at the Sanctuary. Doesn't have to be shippy romantic, but I do want them to be happy and close cute. Ref of her. 
4. Swan
Any thing with Ikki would be great honestly. I also have OCs that I can provide refs for and my biggest ships are RhadaKanon, IkkiPan, and HyoShun. If anything more's needed, I'm open
5. Leika-Kannon
Algo lindo de Kanon, no se exactamente que algo cute
6. Navysodas
Seiya, Aiolos, and Aiolia acting like a found family and doing Christmas activities together like decorating a tree or baking cookies pls and thank you 🥺🥺
7. DarkWolfKnight
My gift will be an artwork of Algol in a 1950s AU.
8. Codec
Shaina in an ugly sweater drinking hot cocoa
9. Midostree
Option 1: Sigh.... Sphinx Pharaoh doing whatever, it can be holiday related. Option 2: Milo & Aiolia hugging, kissing, holding hands, just them being happy or awkward cute.
10. Ganymede_Lorena
Shun o si se puede en ships, Seiya x Shun. Si es fanart podría ser algo con vibras de invierno, ambos tratando de estar cozy, aunque sin imágenes navideñas per se. Si es fanfic podría ser también Seiya x Shun. Ambos estando en la Mansión Kido, Shun ha estado estudiando duro para los exámenes de admisión a la escuela de medicina, y Seiya cree que necesita un descanso. También que sea algo en época de invierno aunque no necesariamente de setting navideño.
11. Octoj3lly
Wyvern Rhadamanthys or Cancer Deathmask beside an old fashioned lamp post, with a snowy forest kinda surrounding. At night of course.
12. Akiko_Kuro
I would like to have Thanatos and Hypnos just chilling together meanwhile hades and Pandora are talking together about their passion over a cup of hot chocolat 💪✨
13. PoisonDaimon
AAAAAAH- So what I would like is obviously everyone to have good holiday and give you the best of luck in attempting to do my gift and try your best. Here are the directions, you can pick one prompt below or mix them together, it is up to you. The prompts are: General: - practice for a first/important dance and the relationship (platonic or romantic) get closer - volunteering at a shelter to improve their resume and found themselves loving the working there but circumstances changed. (you can make it super angsty if you like) - a cooking class went wrong haha. - surprising someone with tickets of their favourite band concert and how it turn out. Christmas/Holiday specific (can interchange the terms) Prompts: - post-Christmas party chaos involved some arrests and a few fights (or anything resembles to chaos in a party) - a Christmas Carol parody/recreation (the one with ghosts of christmas past/present/future), it is to you to show if the character redeems or not. - A music war between any song of any genre of their choice and "All I Want for Christmas is you" in the shopping mall/Christmas mall/or anywhere public and big - I can't think anymore Christmas/Holiday hahahaha For the pairings/main characters/main focus, they can be platonic or romantic: - Kardia + Degel - Sisyphus + El Cid (El Kids can be considered) - Hades and the Twin Gods - ND Earth Signs trio (Ox, Shijima, Izo) - Regulus + Sasha - Mu + Aldebaran (Kiki can be considered) - The Aries family (Mu, Kiki, Shion) - Aioros + Shura (Aiolia can be considered in this if you wish) I wish you the best! Good luck 💗
14. Pegasus LauraNiko
Personajes de StS: Seiya, Koga, Ryuho, Camus, Afrodita, Saga. Mis Ocs: Todos ellos se encuentran en este hilo
15. Lady Heinstein
Hades y Gabrielle Persephone (mi personaje) bajo el muérdago
16. AngelosCrux
A fanwork featuring Hypnos with his wife Pasithea (my design) doing whatever the artist wants (surprise me! haha)
17. Lemonade Moon
1) Manigoldo de Cáncer tomando chocolate caliente con nubes mientras mira por la ventana ya que afuera está nevando. 2) Aiolia de Leo abriendo su regalo junto a su hermano y que su regalo sea unos guantes y una bufanda . Si es posible que sea bajo el árbol de navidad y con ropa a juego que lleven los 2.
18. QuixoticPrince
Characters and Ships: - Shuralia or Shurros - SisyCid - Any of those characters individually lol ^ Prompts: - Watching snow through a window - Being cozy reading/cuddling by a hearth or fire - mistletoe kisses... Mix and match however
19. Hazz
Opción 1- Saga y Aioros, en una dinámica festiva o fluffy :3 Opción 2- Shun (como prefieran tematizarlo <3 o recibiendo un regalo ;u;)
20. Yuunsoba
Tara y Shion, abrazados y abrigados debajo del muérdago, con ropas casuales o tradicionales del Tibet (o similares si se complican los detalles), Shion puede usar las túnicas de patriarca. (reference dump)  // PALETA DE COLOR para ropa de Tara // referencia de color para ambos (si esta ropa es más sencilla, se puede utilizar, solo agregar una capa para invierno o bufanda)
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sukoru-chan · 6 years
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AUTHOR: さんな
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yamsyeon · 4 years
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boys like boys
Prompt: Cumpleaños
Pareja: Milo x Aioria
Motivo: @miloshipfest
NO SÉ SI ALCANZO A JUGAR :(( voy a seguir subiendo igual porque tengo muchos empezados pero los exámenes no me permitían hacer nada, maldigo a todos y cada uno de los maestros.
No creyó que fuera mala idea una fiesta de cumpleaños, era algo divertido, y aunque no tuviera muchos amigos a los cuáles invitar, Kanon le aseguro que él se encargaría de llevar a todo los invitados, así que después de mucha insistencia terminó por aceptar.
El día designado se había vestido como cualquier otro día, Afrodita había suspirado cuando lo vió, y con un gesto de su mano y una mueca de desagrado dejo claros sus pensamientos antes de que Milo tuviera la oportunidad de preguntarle siquiera cómo se veía.
—Ay por Dios, eres un desastre. Cumples 20 años por favor, te ves como de 40.
—Gracias por tus alentadoras palabras.
El sueco se alzó de hombros para decir un "Es la verdad".
Después de varias —muchas— horas que Afrodita se tardó eligiendo un outfit "digno" para la ocasión, estuvo listo para encontrarse con Kanon y Deathmask, los cuales se compadecieron del infortunio de Milo, y como los mejores amigos que eran, se encargaron de decorar la espaciosa cochera. Y cerca de las ocho de la noche los invitados comenzaron a llegar.
—¿Quién es él?—preguntó Milo, acercándose a Kanon. No sé quejaba de que el 75% de invitados fueran desconocidos, sinceramente había un buen ambiente en el lugar, y la mayoría le había llevado aunque fuera un pequeño detalle, pero tenía el derecho de preguntar quienes eran los desconocidos en su propia fiesta.
—Es Aioria, el hermano menor de Aioros, novio de Saga—explicó el gemelo menor rápidamente.
Milo asintió varias veces en entendimiento y siguio adelante por los demás invitados. Había unas chicas de la escuela que reconocía de la clase de literatura, algunos amigos de Kanon, y unos cuantos chicos que no sabían cómo habían llegado allí.
El rubio regreso la atención a Aioria después de un rato, seguía igual de solo que la primera vez que noto su presencia, pero está vez tenía una rebanada de pastel en la mano.
—¿Aioria?—preguntó Milo cuando se acercó, solo como para asegurarse.
El ateniense levantó la vista rápidamente para luego sonreír.
—¿El cumpleañero?—cuestiono ahora él.
Milo soltó un pequeño ruidito parecido a una carcajada y se decidió a sentarse junto a él.
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Kanon no es que fuera malo con la bebida, pero tenía derecho a sentirse desorientado unas pocas veces, hace rato que intentaba encontrar el baño en la cochera que casi resultaba un terreno independiente de la casa por lo grande que era. Abrió unas cuantas puertas sin suerte, y si bien no encontró el baño, tuvo función en primer fila de los busqueos de Milo y Aioria, que estaban tan metidos en lo suyo que ni siquiera fueron concientes de la presencia del gemelo menor, quien, la verdad sea dicha, no era nada sutil en sus movimientos.
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Milo se acercó con una enorme sonrisa a su grupo de amigos, los cuales le lanzaron distintos tipos de miradas.
—Entonces—comenzó Kanon alargando innecesariamente las sílabas—. Tú y Aioria.
La sonrisa se cayó de su rostro inmediatamente.
—¿Nos vieron?
Afrodita suspiró mientras dibujaba varias expresiones que denotaban debate mental.
—En realidad, fue Kanon quien te vió y luego vino a contarnos.
Milo hizo un puchero.
—Apenas venía a platicarles—murmuró con decepción.
Los otros tres rieron, antes de que Deathmask fuera el siguiente en hablar.
—¿Entonces dónde está él?
—Me dijo que disfrutará de mi fiesta, que iba a esperar hasta que solo quedemos pocos—se apresuró a explicar Milo.
—Pues a mí me parece que se está llendo ya—señaló Afrodita, y Milo se giro justo a tiempo para verlo salir del lugar.
Deathmask soltó una risa la cuál acalló rápidamente cuando la palma de Afrodita conecto con su nuca.
—Callaté Death—susurró el sueco con molestia.
Milo comenzó a caminar hasta la entrada pero se detuvo a la mitad ¿Qué se suponía que iba a hacer? ¿Debería detenerlo? Terminó por suspirar y regresar hasta donde estaban sus amigos.
La fiesta siguió, pero Milo no tenía los mismos ánimos que cuando había iniciado. Y Kanon juraba que iba a golpear a Aioria por haberle arruinado el cumpleaños a su mejor amigo.
Cerca de las tres de la madrugada ya no quedaban muchas personas, quizás cerca de ocho, las únicas que Milo conocía personalmente, seguían comiendo frituras con rock noventero sonando a bajo volumen en el estéreo mientras hablaban de todo y nada. Hasta que el ruido sordo de la puerta siendo golpeada los interrumpió.
Creyendo que podía ser uno de los vecinos quejándose del ruido, Milo se levantó de su lugar en el sillón, debatiéndose si debía decir "Lo sé, lo sé, lo siento voy a bajar la música, disculpé" o "Es improbable que se escuché hasta su casa, váyase a la mierda" Pero no había ningun vecino molesto de brazos cruzados, en cambio Aioria estaba allí sonriendo.
—Sorpresa—dijo en voz baja con una sonrisa mientras extendía una caja forrada con un moño.
—Creí que te habías ido—respondió Milo mirándolo fijamente.
—Bueno, técnicamente sí me fui, pero ya volví, hola, toma tu regalo, y ten cuidado, es frajil—Milo aceptó la cajita por fin y sonrió.
—Gracias por esto, pero no era necesario.
—Me hubieras dicho eso antes de invertir dos horas de mi tiempo buscando algo para ti, resulta que las tiendas de regalos ya están cerradas a las dos de la madrugada.
Milo sonrió sosteniendo la caja frente a él.
—¿Esto es alcohol?
—No, es un conejito, claro que es alcohol—respondió Aioria con obviedad mientras rodaba los ojos.
—Gracias—respondió Milo con una sonrisa—. Ven, adentro.
El ateniense asintió, siguiendo a Milo hasta donde se encontraban los demás.
Todos vitorearon cuando los vieron volver juntos, Milo hizo una señal de triunfo detrás de Aioria que se ganó una risa por parte de los demás, y finalmente se acomodaron juntos en el sillón. La noche era joven, y tenían mucho tiempo para disfrutar, bueno, al menos hasta que la mamá de Milo apareciera y de forma muy amable (pasivo agresiva) mandara a todos a sus amigo a dormir a sus propias casas.
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yjrivas · 4 years
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Los robots han abandonados las industrias para plantarse como figuras humanoides de lo inalcanzable. Las ginoides, aquellas máquinas con figura femenina, han cautivado nuestra imaginación y seducido nuestros sentidos para ganarse un puesto protagónico en nuestros sueños del futuro. Estas doncellas engranadas, son la imagen de nuestra búsqueda de la perfección pero, ¿qué son las ginoides?¿Por qué son tan importantes para la ciencia ficción?
Las ginoides son máquinas que tienen la apariencia de mujer. También son conocidas como Fembot. No obstante, el prototipo de mujer artíficial no es algo que haya nacido en la ciencia ficción moderna, pues su creación se remonta al año 8 A.C., y pertenece a una de las obras maestras clásicas de la literatura latina: «Las Metamorfosis», escritas por el poeta romano Ovidio.
En la obra «Las Metamorphosis», específicamente en el libro X, Ovidio nos narra la historia de Pigmalión, antaño Rey de Chipre (actual República de Chipre) un hábil escultor que no deseaba casarse con ninguna mujer y por esto,  creaba hermosas figuras femeninas en la búsqueda de una perfección inalcanzable. En esa búsqueda, Pigmalión convirtió una pieza de mármol en una estatua femenina de gran belleza. Se dice que esta figura era tan bella que conquistó el corazón del propio Pigmalión y este, al ver la hermosa figura que había creado, la nombró Galatea. Por esta razón la Diosa Afrodita intervino y transformó a Galatea en una mujer de carne y hueso, confiriéndole el deseo a Pigmalión de la felicidad merecida.
Pigmalión et Galatea. Leon Gérôme en 1809. Encontrado en: http://mariac457.blogspot.com/
Pigmalión et Galatea. Leon Gérôme en 1809. Encontrado en: http://mariac457.blogspot.com/
Basándonos en nuestro actual concepto de mujer artificial, Ovidio señala a Afrodita, como la primera personalidad en dotar de movimiento, inteligencia y sentimientos a una figura humanoide artificial creada a partir del mármol esculpido por Pigmalión. De esta manera, Ovidio nos deja claro que la habilidad de dar vida, era algo propio de los dioses. Lo que cambiaría para siempre en el siglo XIX, a partir de la historia de la joven Mary Shelly: Frankenstein.
Las ginoides han sido protagonistas en grandes de historias de ciencia ficción; desde el relato gótico de terror de E. T. A. Hoffmann, «EL Hombre de Arena» (1817), donde un narcisita Nathanael se enamora de la hija del profesor Spalanzani, llamada Olimpia; pues ella puede mostrar el interés — en su poesía— que su prometida,Clara, no puede. Pero en esta historia, cargada de referencias a lo ominoso, Nathanael descubre una verdad monstruosa sobre Olimpia, que lo había mantenido ofuscado en una danza siniestra de gran negación.
Olimpia es descrita, a los ojos de Nathanael, como una mujer comprensiva, algo inanimada y rígida al tacto, de talle perfecto y con una mirada tan transparente en la que el mismo Nathanael podía reflejarse. Ella era marginada por su padre y excluida de la sociedad, por lo que la consideró su . No obstante, el protagonista de este relato, finalmente descubre que su amada, es en realidad una muñeca de madera (autómata), lo que lo lleva a la locura y finalmente a la muerte.
Posteriormente, en la novela de 1926 llamada «Metrópolis» escrita por Thea von Harbou, nos traslada cien años hacia el futuro (2026), a una megalópolis repleta de una fantástica belleza. Aquí, hay un científico llamado Rotwang, que es contratado por el Dictador de la ciudad, Joh Fredersen, para que sustituya, por una ginoide, a una rebelde llamada María que lucha por los derechos de los marginados en una ciudad segmentada en dos clases sociales antagónicas; la élite, que viven en la superficie; la clase obrera, que vive en el submundo y trabajan para mantener a la clase dominante.
La forma que tiene Rotwang de sustituir a María es través de una ginoide que es capaz de emular la apariencia, conducta e incluso los sentimientos de cualquier persona. No obstante, a pesar de incorporar la imagen de María en la fisonomía de la máquina, no serían los sentimientos ni la conduncta de una subersiva mujer del submundo los que Rotwang cargaría en la sinapsis de esta ginoide, sino los de su ex-mujer, llamada Hel, quien murió para dar a luz al hijo de su amante Joh Fredersen. Porque la verdadera intención de Rotwang es vengarse del dictador y de toda la ciudad.
Por otro lado, el cine nos ha seguido mostrando historias en esa continua carrera de antropomorfización de las máquinas. No obstante la historia de amor, entre una máquina y el hombre, parece repertirse una y otra vez pero en diferentes versiones y desde muchos puntos de vista. No obstante, esta característica de la ciencia ficción, evoca la fascinación del hombre por crear, a su imagen y semejanza, criaturas cybernéticas en una carrera para parecerse a Dios.
Existe una necesidad humana de construir las máquinas similares a nosotros en una versión moderna del Génesis, donde nosotros hacemos el papel del creador y la máquina, de la criatura. 
Si observamos detenidamente, las ginoides han evolucionado tanto, como lo ha hecho nuestro entendimiento de los materiales y la robótica, desde la misma piedra, la madera hasta encontrarnos con materiales mas robustos como el acero y la fibra de carbono.
En la saga de Blade Runner tenemos androides y ginoides que prácticamente son indistigibles de los seres humanos, las llamadas replicantes (máquinas destinadas a realizar trabajos pesados o como esclavos en colonias del espacio). La única forma de distinguir a un replicante de un ser humano es través de una entrevista o Test de Empatía que permite obtener las reacciones y  respuestas de los sujetos a una serie de preguntas; si el sujeto mostraba empatía, era un humano; si no lo hacía, era un replicante.
La ginoide destacada en la historia, es Rachael, una secretaria del ingenioso Dr. Eldon Tyrell, que contiene los recuerdos reales de la sobrina de su jefe, lo que la dota de emociones reales y por lo tanto, ella desconoce que es en realidad una replicante.
Rachael, al igual que Galatea u Olimpia, conquista el corazón del protagonista, en este caso, de un Blade Runner llamado Rick Deckard cuya función es identificar, rastrear y matar a los replicantes cuando llegan a la tierra, después de ser declarados ilegales debido a un botín. Al final de la historia ambos huyen. Posteriormente, en Blade Runer 2049, los replicantes no solo son legales, y necesarios, otra vez sino que pueden reproducirse. Se rebela que Rachael, murió al dar a luz a la hija de Deckard.
Hay otra historia, dotada de un escenario más creíble pero igualmente intrigante, donde la relación entre una máquina y un ser humano, son establecidos desde el inicio en una prueba a la inteligencia artificial, conocida como Test de Turing. Es en Ex-maquina (2015), está la ginoide Ava, que debe superar la prueba del programador Caleb Smith, para comprobar, que AVA efectivamente posee inteligencia artificial. Como en las historias anteriores, nace una relación sentimental entre Ava y Caleb pero todo se complica al descubrir que Ava en realidad nunca sintió nada por Caleb, sino que realidad odiaba a su creador, Nathan, por mantenerla encerrada para experimentar con ella. Ella, y otra ginoide, Yoko (una ginoide que era abusada sexualmente por su creador), asesinan a Nathan y encierran a Caleb. Solo Ava escapa al mundo exterior para mezclarse con los seres humanos e iniciar una nueva vida.
En otras historias, especialmente del subgénero Cyberpunk, encontramos películas como Alita, de Alita: Battle Angel (2019) donde las máquinas no son artificiales del todo, pues son humanos mejoradas con implantes cybernéticos; es decir, en realidad son Cyborgs. Y especialmente Alita, una cyborg superavanzada destinada para la batalla cuyo principal objetivo es matar al supremo gobernante de Zalem: Nova, luego de que este matara a su amante. Esto, en un escenario distópico con una distinción de clases similares a las encontradas en la novela Metrópolis.
No obstante, la recurrentes apariciones de las ginoides, cada vez mas perfectas y mas seductoras, en la ciencia ficción, parece reflejar una conducta sexista, desviando el objetivo de las ginoides como máquinas multitareas, hacia la explotación de la sexualidad. ¿Por qué necesitamos de las ginoides en la ciencia ficción? Después de María, en Metrópolis,todas las ginoides han sido creadas por hombres, para los hombres. En algunas historias son producto de la venganza (Metrópolis), en otras, una construcción basado en los gustos del sujeto, especialmente sexuales (Ex-Machina) para hallar la inteligencia en función en la interacción, donde, en unos de los diálogos entre Caleb y Nathan, se explica la razón de darle sexualidad a una máquina
Caleb: Tengo una pregunta. ¿Por qué le diste sexualidad? Una máquina no necesita género. Podría haber sido una caja gris.
Nathan: No, yo no estoy de acuerdo. ¿Puedes darme un ejemplo de consciencia de cualquier tipo, humana o animal, que exista sin una dimensión sexual?
—La sexualidad es una necesidad reproductiva evolutiva, sólo eso.
—¿Qué necesidad tiene una caja gris para interactuar con otra caja gris? ¿Puede darse la consciencia sin interacción? Además, la sexualidad es divertida. Si existe, ¿por qué no va a disfrutar?¿Quieres privarla de la oportunidad de enamorarse y follar?
Es cierto que una máquina no necesita de la sexualidad, a menos que su relación implique una interacción con una forma orgánica y requiera de esta conexión para impulsar su propia evolución porque estas criaturas son el arquetipo de la mujer perfecta en un mundo distópico.
La ciencia ficción, a pesar de brindar mundos que solo un novelero y fantaseador autor puede soñar, en realidad no se trata de un escape de la realidad, sino una persistencia de existencia de nuestra especie en un mundo en constante evolución.
Las ginoides, representan el lado femenino de una materialidad innegable, y le confieren a las historias, cargadas de conflictos y escenificaciones adversas, con la sutileza, la belleza y la delicadeza que solo el Deep Learning femeneizado, puede equilibrar, en un blucle de caos, armonía y sobretodo conexión.  
Lizz May 25, 2011
Luego que le hallamos robado el fuego a los Dioses para no necesitar intervención divina, la humanidad ha avanzado significativamente en el diseño de máquinas, cada vez más parecidas a los seres humanos, dotándolas de complejos códigos de programación en la que intervienen diferentes algoritmos que simulan el proceso mental del cerebro. 
Anteriormente, solo podíamos soñar con estas máquinas en la ciencia ficción. Hoy, la ciencia está por descubrir como hacer realidad que estas seductoras máquinas caminen e interactuen con nosotros, y aunque aun no hemos podido lograr copiar con códigos la compleja partícula del alma humana, de acuerdo a la robótica, no faltan intentos por lograrlo.
Referencias:
Maldonado, M. (Der Sandmann de E.T.A. Hoffmann o la Temporalidad de la Interpretación Literaria. Disponible en: https://institucional.us.es
Romo, M. (2004). El rostro de lo siniestro en “El hombre de la arena”. Disponible en: www.solromo.com
Mariac (2011). Pigmalión et Galatea. Disponible en: http://mariac457.blogspot.com
Viña, J. (2009). Metropolis. Disponible en www.elespectadorimaginario.com
Von Harbou, T. (1927) Metropolis. Traducción de Amparo García Burgos (Libro electrónico). 
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amusing-saint-seiya · 5 years
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Episodio 00
Como cuando el canon esta muy mal hecho y te da por armar tu propio recuento de los hechos, x, primera parte de 2.
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El santuario de Grecia, la base de operaciones de los santos aún se encontraba formándose poco a poco para prepararse para la llegada de Atenea, pues el periodo desde la última guerra santa contra el dios del Inframundo Hades estaba llegando a su fin.
los caballeros de oro y plata aún estaban formándose, siguiendo las instrucciones de sus maestros, así como diversas misiones encomendadas por el patriarca.  Entre ellos destacaban Saga y Aioros, que en este momento era los santos dorados con mayor experiencia, a pesar de ser los más sobresalientes eran sumamente distintos uno del otro.
Aunque se tenían respeto mutuo, sus creencias eran distintas, el ambiente de camaradería se volvía incluso hostil en ciertas situaciones, aunque esto se estaba volviendo una costumbre entre ellos.
-Saga, ¿volviste a bajar a Rodorio?, tu casa ha estado vacía durante un prologado lapso de tiempo – Le reprocha Aiolos en un tono algo molesto.
-Así es, considero más importante darles apoyo a las personas en apuros de Rodorio, que simplemente esperar en un templo vacío y perder el tiempo- le responde Saga con un tono calmado.
-Nuestra obligación es hacia Atenea, somos la última línea de defensa, debes actuar como tal, ayudarlos tanto hará que se hagan irresponsables y dependan siempre de nosotros.
-Aiolos, ¿Por qué te molesta tanto el que le brinde mi ayuda a quien lo necesita?, ¡Atenea no ha descendido y ya empieza a haber caos, nuestro deber es proteger la paz, me pides quedarme de brazos cruzados en mi templo, es ridículo!  -responde Saga algo agitado.
-No soy yo, es orden directa del patriarca, hasta que Atenea no descienda es nuestra máxima autoridad, debemos obedecerlo y poner el ejemplo- Le responde Aiolos con un tono serio.
-Esa rectitud inamovible te está volviendo irracional-Replica Saga en Tono molesto.
-Será mejor que me retire a mi propio templo y cumplir con el rol que se espera de mi- Dice Aiolos mientras se retira del templo de forma seria, sin mirar a Saga.
Después de que Aiolos se retiró, Saga siento una gran furia que intentaba contener, pero que termino por desatar en una de los pilares de su templo, sin haberse dado cuenta Afrodita y Mascara de la muerte están ahí, observando la escena de principio a fin.
-Ja, pensar que Aiolos te regaño de esa forma, si hubieras querido lo tendrías mordiendo el polvo a ese fanático hablador-le dice Deathmask en tono burlón a Saga.
-Tranquilo Saga, Aiolos es demasiado antipático, aun no comprendo porque es el favorito del patriarca, aunque nunca cuestiona nada, no suele interactuar con nadie, es bastante antisocial- replica Afrodita.
-Aiolos solo tiene ojos para Atenea y el patriarca, me molesta su posición neutral ante todo lo que no sean órdenes-Dice Saga mientras aprieta su puño.
-me pregunto si la llegada de Atenea es la respuesta ante la nueva guerra santa-Se cuestiona afrodita preocupado.
-Entiendo lo que sientes Afrodita, este mundo se está llenando de espíritus malignos, corrupción y muerte con la cercana llegada de Atenea, nuevamente estaremos envueltos en las guerras y los caprichos de los dioses-responde calmadamente Saga.
-Aiolos solo quiere tener su conciencia tranquila y no equivocarse, por eso sigue cada regla, nos ve por encima del hombro como si fuera perfecto, que desagradable-Dice Deathmask mientras hace muecas.
-Algún día, ya no viviremos bajo la sombra de los dioses y su desprecio por los humanos-Dice Saga, mientras cierra los ojos.
  Pasa la noche, Saga va a fueras del santuario a un lugar poco conocido a llevarle algo de comer a Kanon y a hablar con él, aunque se llevan bien con Kanon y le apoyaba, siempre le daba razones para darse cuenta de que algo en el santuario estaba mal, lo cual hacia a Saga cuestionarse todo lo que creía, la duda entre el bien y el mal, se volvía más y más presente, Saga pasaba noches sin poder dormir bien, porque no tenía una respuesta clara.
Saga comenzar a cuestionarse todo, incluso su propia existencia, pero los actos de Kanon, le daría otra perspectiva del mundo en que vivía.
-Repítelo nuevamente Kanon, ¿Qué hiciste qué? -Pregunta Saga a Kanon, mientras lo sujeta del cuello de su camisa bastante molesto.
-No te molestes, solo puse a prueba tus creencias y pareces estar en lo correcto –le responde Kanon de forma burlona.
-Poner en peligro a la gente no es un juego Kanon, existimos para preservar la paz y ayudar a las personas.
- ¿y dime Saga, alguien se detuvo e hizo algo?, a pesar de la cercanía con el santuario, el patriarca no hizo nada, ningún otro caballero dorado o plateado tampoco se molestaron en atender el asunto- le responde Kanon mientras se libera lentamente de Saga.  
-Solo yo estaba ahí…Pero-Menciona saga desalentado.
-Este maldito Santuario solo se interesa en el mismo, no en las personas, te aseguro que nada va cambiar cuando Atenea descienda, todos tus esfuerzos serán tirados a la basura, por este sistema corrupto-menciona Kanon algo molesto.
-Espero que realmente estés equivocado, Kanon- menciona mientras Saga se retira pensativo.
Pasaron un par de días y saga seguía pensando en lo que dijo Kanon, Saga se veía algo cansado y estresado por el asunto, incluso empezaba a tener pensamientos negativos hacia el patriarca y los santos que no hacían nada, saga se encontraba sumergido en sus pensamientos cuando le interrumpe Aiolos.
- ¿Te encuentras bien Saga?, te vez decaído últimamente-le pregunta Aiolos a Saga.
-Me encuentro bien, gracias, ¿Qué te trae por aquí? -le pregunta Saga a Aiolos.
-Escuche el rumor de que el patriarca Shion, pasaría su cargo a un santo de oro tan pronto descienda Atenea, y pienso recomendarte personalmente-le dice Aiolos a a Saga.
Saga, no entendía la actitud de Aiolos, no sabía si se estaba burlando de el por ser el favorito del patriarca, lo decía sinceramente o solo era una mala broma para provocarlo.
-Pense que tú estabas más interesado en suceder al patriarca-Le dice Saga a Aiolos con tono de sorpresa.
-En realidad no, no soy tan bueno interactuando con la gente como tú, y creo que ser patriarca es una responsabilidad enorme para mí, además, estar ocupado con todas las labores del patriarca me mantendría más alejado de Atenea y mi responsabilidad de santo de oro de lo que me gustaría.
Saga apenas y podía creer lo que escuchaba, ese sentido de justicia torcido e irreal poco humano de Aiolos lo desconcertaba, Saga sentía ganar de romperle el cuello a Aiolos y hacerlo tragar su propia lengua, de alguna manera se contuvo, ante tales revelaciones.
-Deja de bromear conmigo y regresa a tu templo-le dice Saga a Aiolos con un tono burlón.
-Lo digo en serio, te lo digo para que empieces a compórtate a la altura de la expectativa-le dice Aiolos mientras se retira.
Esa noche un incendio se propago por rodorio, campanas de alerta despertaron a Saga, que había podido dormir después de continuos días de cansancio, Saga se preparaba para auxiliar a los pobladores, pero fue detenido por el patriarca Shion que se encontraba en la entrada de su templo.
-Gran Maestro, debemos asistir al pueblo de Rodorio-le expresa angustiado Saga.
-No, no debemos hacerlo Saga, viene especialmente para aconsejarte, he podido sentir la duda en tu mente, y como te consume la preocupación-le habla Shion Calmadamente a Saga.
-Pero Maestro.
-Saga, debes dejar de llevarte por tus emociones, los problemas humanos no te conciernen, tu estas aquí para solucionar problemas de una magnitud que un humano no puede atender, sin tu presencia en el campo de batalla cuando se te necesite muchísimas más personas morirán que las que has ayudado hasta hora-le habla Shion a Saga, mientras saga se ve desconcertado.
-Gran Maestro, no lo entiendo, podemos ayudar y me pide permanecer tranquilo en este templo-responde Saga con molestia.
-Saga, te ordeno que no intervengas más, si lo haces te removeré de tu cargo y armadura-le ordena a Saga Shion.
Saga solo movió su cabeza con una furia indescriptible dándole a entender a Shion que lo comprendía, pero no estaba conforme, el Patriarca se marchó y Saga, sintió una furia incontrolable, apretó tanto su puño que empezaba a sangrar, Saga ya no veía al patriarca como en algún momento lo vio, ahora no lo veía más como una figura justa y de autoridad, lo comenzaba a ver como un tirano preocupado por mantener un culto basado en nada.
O eso pensaba hasta que llego el gran día, Atenea por fin descendió a los pies de la estatua en su templo, el patriarca reunió a todos los santos dorados y les presento a la diosa, pero Saga ya no sentía un aprecio o deseo por proteger esa criatura, tal y como había dicho Kanon, nada había cambiado, el cosmos del infante le empezaba molestar, era la materialización de todo aquello en lo que no creía, empezó a tener pensamientos de odio hacia la diosa a la cual se supone debía proteger.
Pero aún tiene una leve esperanza en lo que dijo Aiolos para reparar la inacción del santuario y la poca empatía hacia la gente, si se convertía en patriarca podía cambiar eso y ayudar de mejor manera a las personas, hacer la justicia que había desaparecido.
En ese momento Shion dio su anuncio de ceder su cargo a un santo dorado dentro de poco, Shion comenzaba a ver estrellas del mal aparecer y ya no poseía la fuerza y cosmos suficiente para seguir con su papel de patriarca, Saga se sentía esperanzado, solo debía comportarse hasta ese día, los demás santos dorados se sentían emocionados, todo parecía estar a favor de Saga, incluso Aiolos lo propuso abiertamente, pero lo peor solo estaba por iniciar.
El día del llamado llego, se solicitó la presencia de Aiolos y Saga, lo cual a Saga le pareció muy extraño, esperaba ver a todos los santos reunidos cuando el momento llegara, pero además de Aiolos y Saga, solo Afrodita, Deathmask y Shura se encontraban en el santuario, los demás habían regresado a su lugar de entrenamiento.
Contra toda Lógica, Shion eligio a Aiolos como su sucesor, mientras Saga solo sería su mano derecha, Saga no estaba nada contento algo dentro de el de pronto se rompió, y ya no podía mantenerse cuerdo, Afrodita y Deathmask se sintieron decepcionados por la decisión, y vieron como la justicia solo existía para beneficiar a algunos y que el esfuerzo, el poder, la dedicación y el auto-sacrificio no significaban nada.
De pronto una idea empezó a jugar en la mente de Saga, pero significaba caer en un limbo, en un área gris donde la justicia, el bien y el mal no tienen cabida, sin embargo, este acto sería considerado como extremadamente malvado, pero ya nada tenía sentido, así que Saga se reunió con Kanon para mantenerlo al tanto.
Después de terminar de hablar, Saga se sorprende de lo que escucha de Kanon.
-Saga, Matemos a Atenea y al patriarca y controlemos el santuario-le dice a Saga.
Saga entra en shock por lo que escucha, no sabe ni que contestar, su juicio, creencias, todo había contaminado a su hermano, era su maldad la que se proyectó en su hermano, esa era la respuesta, ni siquiera Saga lo sabía, Saga golpea a Kanon mientras se negaba a creer lo que pasaba.
-Repítelo nuevamente, ¿me sugieres que matemos a atenea y al patriarca y dominemos el santuario?, ¿has perdido la cabeza? -Saga contesta muy molesto.
-El patriarca eligió al estúpido de Aiolos, si yo te ayudo podríamos acabar con ambos fácilmente, nadie en el santuario sabe que somos hermanos, por fin podrías regir el santuario y mantener el orden, sé que tienes miedo a entregarte a hacer la maldad, pero estos en lo correcto-le dice Kanon con gran confianza.
Saga, se queda sin decir nada por un momento y lo considera, sucumbir ante la tentación o seguir ordenes sin sentido por el resto de su vida mientras ve como gente inocente sufre sin ser ayudada.
-Te conozco mejor que nadie, solo déjalo salir, se honesto contigo mismo, tienes el poder para hacerlo, no lo dudes, eres igual que yo.
-Basta!, no puedo permitirte seguir con esto-le dice Saga molesto mientras deja inconsciente Kanon.
Saga había tomado una decisión, pero no permitiría a Kanon cometer el mismo pecado que él, así que decide encerrarlo en Cabo Sunion.  Cuando Kanon despertó se encontraba dentro de la cárcel, de momento Kanon se sorprendió e intento hacer razonar a Saga, pero Saga tenía que hacer esto solo, mientras discutía Kanon con Saga, por primera vez dejo entrever su personalidad corrompida por los sentimientos de injusticia, odio y dolor de su mente atormentada que no lo dejaban vivir en paz.
Kanon rio y se sintió aliviado, lo entendió todo sin que Saga le dijera una palabra, él quería mancharse sus manos solo, solo debía resistir hasta que todo pasara, para que lo liberara, por fin Kanon se sintió más conectado con Saga.
Esa misma noche mientras Shion observaba las estrellas en Star hill, miro como una estrella maligna nacía, corrompida y llena de resentimiento, cuando se dio cuenta, ahí se encontraba Saga lo cual le sorprendió mucho, su corazón y mente estaban ahora divididas, justo como los indicios de su comportamiento de los últimos meses indicaban, sin duda había tomado la decisión correcta, o eso fue lo que pensó, momentos antes de morir a Manos de un Saga consumido por el resentimiento, furia y venganza.
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                Ciao a tutti amici, dopo aver ragionato sulla questione, lo staff ha deciso di aprire un sezione commissioni nella nostra pagina, potete chiedere più o meno ciò che volete purché rispettiate alcune semplici regole. 1- disegniamo esclusivamente in stile manga 2- non disegniamo alcun tipo di crack paring, ne het, ne yaoi, ne yuri, di seguito elencheremo le paring che potrete chiedere dal nostro fandom, per tutte le altre non c’è problema purché nel rispetto delle regole di cui sopra. 3- non disegniamo scene esplicite ne di sesso ne di violenza, non disegniamo splatter ne horror, insomma niente porno, budella o cose simili ^^ 4- concordiamo il soggetto prima, se avete idee particolari da cui trarre il disegno condividete eventuali soggetti foto ecc. ci sentiremo poi in corso d’opera per scelte del tipo abbigliamento colori e altro. 5- accettiamo commissioni per OC, soggetti fantasy, SF, cyber punk, avatar, ecc. se avete idee ben precise dateci dei soggetti da copiare oppure se non avete le idee chiare concedeteci carta bianca. 6- conoscete il nostro fandom, se le vostre richieste riguardano un fandom diverso da quello di saint seiya, vi chiederemo di fornirci immagini dettagliate dei personaggi che volete vengano rappresentati. 7- i costi li tratteremo in forma esclusivamente privata, contattateci via e-mail o su messenger di FB o tramite messaggio privato su tumbrl e DA in ogni caso saranno cifre pressoché simboliche, vogliamo offrire la possibilità a chiunque di commissionare qualcosa. EXTRA parte 1: I CHIBI… “Io adoro disegnare i chibi!!!!!” (nd Yanan) quindi potrete chiedere tutti i cibi che volete, sia di personaggi che di animali. EXTRA parte 2: I MEKA: vorrei saper disegnare i meka (nd Yanan) ma non sono in grado di garantire i risultati, quindi fossi in voi, non me li commissionerei ^^’ EXTRA parte 3: ANIMALI potete chiedere la trasposizione manga, anche chibi di tutti gli animali che volete. Un’ultima cosa, tempi di realizzazione e consegna, dal momento che questo non è il nostro lavoro, bensì una passione, e che, come sapete, stiamo già lavorando anche ad altri progetti, a cominciare dalla nostra fancomix, se deciderete di commissionarci qualcosa, dovrete avere moooolta pazienza e sapere da subito che i tempi di realizzazione e consegna potrebbero essere lunghi, se siete pronti ad aspettare non ve ne pentirete ^^ Bene ora è davvero tutto, non ho altro da aggiungere, aspettiamo le vostre proposte, non siate timidi Elenco delle paring che potrete commissionare dal nostro fandom: coppie het:    • Seiya x Shaina    • Shiryu x Shunrei    • Hioga x Erii    • Shun x June    •  Ikki x Esmerada    • Ikki x Pandora    • Radamantis x Pandora    • Saga x Saori    • Sigfried x Hilda    • Hagen x Flea    • Frodi x Lifia    • Titis x Kanon    • Jabu x Seika coppie yaoi:    • Hyoga x Shun    • Seiya x Shiryu    • Hyoga x Camus    • Milo x Camus    • Shura x Aiolia    • Aiolos x Aiolia    • Dohko x Shin    • Saga x Kanon    • Death Mask x Aphrodite       coppie yuri:    • Mii x Saori    • Shoko x Xialoing    • Kyoko x Shoko    • Elda x Katia    • Mayura x Marin    • Marin x Shaina    • Mayura x Olivia    • Shaina x Geist altre coppie:    • Sid  + Bud    • Ikki + Shun    • Mu + Kiki    • Sigmund + Sigfried    • Seiya + Seika    • Marin + Touma    • Hilda + Flea    • Milo + Aiolia    • Shaka + Aiolia    • Aiolia + Galan    • Aiolia + Lithos OC: gli OC li disegniamo in coppia con chiunque Hello to all friends, After thinking about the matter, the staff decided to open a commission section on our page, you can ask more or less what you want as long as you respect some simple rules. 1- we draw exclusively in manga style 2- we do not draw any kind of crack paring, ne het, ne yaoi, ne yuri, below we will list the paring that you can ask from our fandom, for all the others there is no problem provided that in compliance with the rules above. 3- do not draw explicit scenes of sex or violence, we do not draw splatter or horror, in short, no porn, guts or anything like that ^^ 4- agree the subject first, if you have any particular ideas from which to draw the design, share any photo subjects etc. we will then feel in the course of work for choices such as clothing, colors and more. 5- we accept commissions for OC, fantasy subjects, SF, cyber punk, avatar, etc. if you have precise ideas, give us some subjects to copy or if you do not have clear ideas, give us carte blanche. 6- you know our fandom, if your requests concern a fandom different from that of saint seiya, we will ask you to provide detailed images of the characters you want to be represented. 7- the costs will be treated exclusively in private form, contact us via e-mail or FB messenger or via private message on tumbrl and DA in any case will be almost symbolic figures, we want to offer anyone the opportunity to commission something. EXTRA part 1: CHIBI ... "I love to draw chibi !!!!!" (nd Yanan) so you can ask all the foods you want, both of characters and animals. EXTRA part 2: MEKA: I would like to draw the meka (nd Yanan) but I can not guarantee the results, so I was you, I would not commission them ^^ ' EXTRA part 3: ANIMALS you can ask for the transposition manga, also chibi of all the animals you want. One last thing, time of realization and delivery, since this is not our job, but a passion, and that, as you know, we are already working on other projects, starting with our fancomix, if you decide to commission something , you will need to be patient and know immediately that the time of realization and delivery could be long, if you are ready to wait you will not regret it ^^ Well now it's really all, I have nothing more to add, we wait for your proposals, do not be shy List of parings that you can commission from our fandom: het pairs:    • Seiya x Shaina    • Shiryu x Shunrei    • Hioga x Erii    • Shun x June    • Ikki x Esmerada    • Ikki x Pandora    • Radamantis x Pandora    • Saga x Saori    • Sigfried x Hilda    • Hagen x Flea    • Lifia  x Frodi    • Titis x Kanon    • Jabu x Seika yaoi couples:    • Hyoga x Shun    • Seiya x Shiryu    • Hyoga x Camus    • Milo x Camus    • Shura x Aiolia    • Aiolos x Aiolia    • Dohko x Shin    • Kanon Saga    • Death Mask x Aphrodite       yuri couples:    • Mii x Saori    • Shoko x Kialoing    • Kyoko x Shoko    • Elda x Katia    • Mayura x Marin    • Marin x Shaina    • Mayura x Olivia    • Shaina x Geist other couples:    • Sid + Bud    • Ikki + Shun    • Mu + Kiki    • Sigmund + Sigfried    • Seiya + Seika    • Marin + Touma    • Hilda + Flea    • Milo + Aiolia    • Shaka + Aiolia    • Aiolia + Galan    • Aiolia + Lithos OC: the OCs we design them in pairs with anyone Hola a todos los amigos, Después de pensar en el asunto, el personal decidió abrir una sección de comisiones en nuestra página, puede pedir más o menos lo que quiera, siempre y cuando respete algunas reglas simples. 1- Dibujamos exclusivamente en estilo manga. 2- No dibujamos ningún tipo de pareo de crack, ne het, ne yaoi, ne yuri, a continuación listaremos el paring que puedes pedir a nuestro fandom, para todos los demás no hay problema siempre que cumpla con las reglas anteriores. 3- No dibujes escenas explícitas de sexo o violencia, no dibujamos salpicaduras o horror, en resumen, no porno, agallas ni nada de eso ^^ 4- acuerde el tema primero, si tiene alguna idea particular de la cual dibujar el diseño, comparta cualquier tema de la foto, etc. Luego, nos sentiremos en el curso del trabajo por opciones tales como ropa, colores y más. 5- Aceptamos comisiones por OC, temas de fantasía, SF, cyber punk, avatar, etc. Si tienes ideas precisas, danos algunos temas para copiar o si no tienes ideas claras, danos carta blanca. 6- Conozca nuestro fandom, si sus solicitudes se refieren a un fandom diferente del de saint seiya, le pediremos que proporcione imágenes detalladas de los personajes que desea que se representen. 7- Los costos se tratarán exclusivamente en forma privada, contáctenos por correo electrónico o FB Messenger o por mensaje privado en tumbrl y el DA, en cualquier caso, serán cifras casi simbólicas. Queremos ofrecer a cualquier persona la oportunidad de comisionar algo. EXTRA parte 1: CHIBI ... "Me encanta dibujar chibi !!!!!" (nd Yanan) para que puedas pedir todos los alimentos que quieras, tanto de personajes como de animales. Parte 2 EXTRA: MEKA: Me gustaría dibujar el meka (nd Yanan) pero no puedo garantizar los resultados, así que fui usted, no los comisionaría ^^ ' EXTRA parte 3: ANIMALES puedes pedir el manga de transposición, también chibi de todos los animales que quieras. Una última cosa, el momento de realización y entrega, ya que este no es nuestro trabajo, sino una pasión, y que, como saben, ya estamos trabajando en otros proyectos, comenzando con nuestro fancomix, si decide encargar algo. , tendrá que ser paciente y saber inmediatamente que el tiempo de realización y entrega puede ser largo, si está listo para esperar no lo lamentará ^^ Bueno, ahora es realmente todo, no tengo nada más que agregar, esperamos sus propuestas, no sea tímido Lista de parings que puedes encargar de nuestro fandom: pares de het    • Seiya x Shaina    • Shiryu x Shunrei    • Hioga x Erii    • Shun x junio    • Ikki x Esmerada    • Ikki x Pandora    • Radamantis x Pandora    • Saga x Saori    • Sigfried x Hilda    • Hagen x pulga    • Frodi x Lifia.    • Titis x Kanon    • Jabu x Seika parejas yaoi    • Hyoga x Shun    • Seiya x Shiryu    • Hyoga x Camus    • Milo x Camus    • Shura x Aiolia    • Aiolos x Aiolia    • Dohko x Shin    • Kanon Saga    • Máscara de la muerte x Afrodita       parejas de yuri:    • Mii x Saori    • Shoko x Kialoing    • Kyoko x Shoko    • Elda x Katia    • Mayura x Marin    • Marin x Shaina    • Mayura x Olivia    • Shaina x Geist otras parejas:    • Sid + Bud    • Ikki + Shun    • Mu + Kiki    • Sigmund + Sigfried    • Seiya + Seika    • Marin + Touma    • Hilda + Pulga    • Milo + Aiolia    • Shaka + Aiolia    • Aiolia + Galan    • Aiolia + Lithos OC: los OC los diseñamos en parejas con cualquiera.
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camusxsaga · 5 years
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But home is nowhere… (Saga x Camus)
Sosteniendo el casco de la armadura de Géminis entre sus manos, Saga se preguntaba si por toda la eternidad su destino sería ese; tener dos caras, pintar una falsa fachada ante lo que realmente era. Fingir, actuar… ya se había vuelto muy bueno en ello.
 Primero fue obligado a hacerlo, a tomar el lugar del Patriarca y pretender por muchos años, tantos que hasta el mismo se llegó a creer su actuación. Luego, regresaba a la vida por tiempo limitado, cual oferta de autoservicio, para hacerlo otra vez, para herir a sus amigos, para traer más sufrimiento, para simular ser el villano de nuevo, sin que nadie tuviera consideración sobre que opinaba al respecto. Y ahora, una vez mas le era necesario, o al menos así lo pensaba, poner una máscara sobre su corazón. Para que nadie descubriera que de hecho sí había algo latiendo dentro de su pecho, y no sólo el gran vacío que las acciones del pasado habían dejado en él.
 -¿Puedo hacerte compañía?- preguntó el muchacho de cabellera azul verdosa, que con su elegante porte de siempre, acaba de hacer aparición en la colina desde la cual Saga, sentado sobre una gran roca, contemplaba el océano.
 Como respuesta, Saga asintió, pensando en lo innecesaria que la pregunta de Camus le había parecido. Después de todo, ¿no había sido él, su única compañía últimamente?
 Atena les había hecho un favor, que ellos realmente no apreciaban del todo. Los cinco que regresaran como traidores durante la lucha de Hades, vivían de nuevo. Deathmask y Afrodita más felices no podían estar. ¿Por que? La respuesta era muy simple; ellos le temían a la muerte. Sus infiernos habían sido mil veces peores que lo que uno se podría imaginar que esos dos merecían.  Así que ahora intentaban portarse… un poquito mejor.
 Shura también era otra historia. Al caballero de Capricornio igual le pesaban sus culpas. Pero él apreciaba la oportunidad de al fin ser capaz de proteger a Atena, de demostrar esa lealtad que en un pasado le fue impedida. Ahora sí se podía llamar orgullosamente, el caballero más fiel a su Diosa.
 Saga y Camus… su caso era diferente. Camus no tenía nada a que regresar en primer lugar. El nunca había tenido nada. Nadie.
 Claro, contaba con su fiel alumno Hyoga, con su amigo Milo, pero incluidos ellos, a todas las personas durante su vida las había mantenido a una prudente distancia. Nadie realmente conocía a Camus de Acuario. Y ahora poco quedaba digno de ser conocido, o al menos eso pensaba él.
 Saga por otro lado, simplemente no se sentía con la fortaleza necesaria para ser un caballero dorado. Había abandonado su tácito papel de líder, que ahora rebotaba entre Aioria y Mu, quienes dependiendo de la situación tomaban el mando. Pero él ya estaba muy cansado para eso. Era agotador ser torturado por la culpa diariamente, veinticuatro horas al día. Por que después de todo, ¿quien lo inició? ¿Quien los trajo hasta este punto? La respuesta era horriblemente obvia.
 Así que, siendo los más débiles, si así les quería uno llamar, Camus y Saga compartían su soledad con el único que sentían que remotamente los comprendía. O que al menos no intentaría insistir con que “siguieran con su vidas”.
 De manera que tal como ahora, sentados sobre esa roca y en absoluto silencio, era como estos dos pasaban la mayor parte de su tiempo, cuando no estaban completamente solos.
 ¿Y que hacían durante estos ratos? Hasta hace poco, Saga pensaba. A veces demasiado. Por mas que lo intentaba, no podía evitar que las mismas ideas se le vinieran a la mente, tantos “si yo hubiera…” lo estaban volviendo loco. Y dentro de todo, quizás la locura sería algo bien recibido por él, si lo ayudaba a olvidar.
 Camus por el contrario, buscaba al muchacho mayor por que en su presencia podía dejar a un lado lo que a él lo carcomía. Egoísta podría ser, pero en la cercana compañía de Saga, Camus encontraba consuelo de que él no fuera el único. De que el otro probablemente estuviera mucho peor.
 Hasta hace poco… pero ya no más. Recientemente, tanto que ni siquiera él sabía desde exactamente cuando, la presencia del enigmático muchacho de ojos azules le parecía a Saga extrañamente confortadora. Comprobándole sus erróneas ideas sobre lo que la compañía humana significaba.
 Él siempre había gustado de estar solo. Pero ahora se atrevería a decir que anhelaba los momentos que pasaba con el señor del hielo. Y por eso, por ese anhelo, que no atrevería todavía a llamar necesidad, Saga se preguntaba lo de hace rato, antes de que el otro llegara.
 ¿Podría pedir algo más que la silenciosa compañía, al dueño del perfecto perfil que ahora contemplaba a su lado?
 Sí, lo observaba sin inhibición… había volteado, retando a su razón, y ahora estudiaba ese inexpresivo rostro, en el que irónicamente descansaban los ojos más profundos que Saga hubiera visto jamás. Camus pretendía no notar el exceso de atención que Saga le estaba prestando, y seguía dirigiendo su vista al horizonte, a la línea donde dos azules muy distintos se unían para ver desaparecer al astro rey, mientras que su acompañante se preocupaba por aprender como cada rayo del sol que no tardaría en ocultarse, se reflejaba sobre la piel de Camus haciéndolo parecer una criatura de otro mundo, de algún universo fantástico cuyo camino Saga deseaba encontrar.
 -¡Muchachos, al fin doy con ustedes! Los estamos esperando para cenar.- dijo Milo al acercarse donde los otros dos habían logrado detener el tiempo. O al menos eso les parecía.
 -¡Hey, chicos! ¿Me escuchan?- preguntó el caballero de Escorpión, mientras les hacía señas moviendo las manos, en un intento de que los otros dos reaccionaran.
 Camus fue el primero en voltear y mientras lo hacía, cruzó miradas fugazmente con el que desde hace rato no le quitaba la vista de encima, lo que pareció sacar de su hechizo a Saga quien parpadeó un par de veces en confusión, antes de ponerse de pie y seguir a los otros dos que ya se adelantaban.
 Minutos después, se veía a todos los caballeros alrededor de la mesa del comedor donde siempre se reunían a cenar. Acomodados en el orden que su signo les marcaba, Saga se encontraba jugando su comida con el tenedor, mientras que Aldebarán a su lado se entretenía avorazado con su platillo, y a su derecha, se encontraba la silla vacía que correspondería a su hermano. Ponderando por un momento que sería de él, y sintiendo algo de celos ante aquél que pudo “escapar” y alejarse de aquí, y que seguro andaría por ahí recorriendo el mundo y buscando problemas, Saga dirigió una ultima mirada al asiento cuyo dueño lo había abandonado, para después comenzar a estudiar a cada uno de sus compañeros mientras todos se ocupaban en comer o platicar con el de al lado.
 Ninguno, como de costumbre, notaba que era cuidadosamente observado por el geminiano. Y si llegaban a percatarse lo disimulaban bien, pues ya todos se habían acostumbrado al extraño y antisocial comportamiento de Saga; a su mirada inquisitiva, a su eterna observación. Lo dejaban pasar, con la excusa de que era una “fase” y que pronto regresaría a su mismo ser de siempre. Pero… ¿acaso alguno de ellos conocía en realidad su “ser de siempre”? Probablemente no, pero aun así, esperaban que cambiara.
 El que no aguardaba por tal cambio, era Camus, quien sentado al otro lado de la mesa se encontraba atrapado entre la conversación de Afrodita y Milo. Éste último había pedido a Shura un canje de asientos para discutir con el dueño de la casa de Piscis sobre el precio por una docena de rosas. ¿Qué pensaba hacer con ellas el escorpión? Camus tenía una idea, pero realmente poco le importaba que Milo tuviera problemas en su meta por conquistar a Mu, pues ahora el acuariano estaba muy ocupado analizando el comportamiento de aquel con quien se sentía reflejado. Ese que recorriendo a todos con su investigadora mirada, finalmente llegaba hasta a él, y evidentemente se sorprendía de encontrarse con un par de ojos que lo observaban de vuelta, que le impedían seguir su camino hacia el resto de los presentes. Y así con sus ojos estancados en el rostro del caballero de Acuario, quien tampoco despegaba su mirada de Saga, pasaron interminables minutos, hasta que todos se empezaron a retirar.
 Cuando se dieron cuenta, eran los únicos que quedaban en el gran salón, donde apenas un suspiro hacía un eco terrible en el vacío que se había establecido. Finalmente levantándose de su asiento, Camus se despidió de Saga con una mirada… como si ya sus ojos no se conocieran lo suficientemente bien.
 -¡Camus, espera!- dijo Saga, al momento levantándose para rápidamente alcanzar al otro en la entrada del recinto.
 Camus detuvo sus pasos y permaneció inmóvil, incluso después de que escuchó la voz a sus espaldas.
 -¿Podrías acompañarme a mi Templo?-
 Lo había estado esperando. Sabía que eventualmente iban a llegar a este punto. La extraña relación que habían estado entretejiendo, tarde o temprano los llevaría a esta conclusión. Sin embargo le sorprendió que Saga se lo hubiera pedido así a partir de la nada.
 Sin tener razón para negarse, y sin querer ni siquiera encontrar una, Camus comenzó a bajar los escalones que conectaban las doce casas. Saga lo siguió manteniéndose a unos pasos detrás, todavía sin saber con certeza si Camus lo acompañaría a la tercera a la casa, o simplemente le ignoraría quedándose en Acuario. Pero esa duda pasó, cuando dejaron atrás el templo circular, y Camus guió el camino hacia Géminis.
 Al llegar, Saga, que era el único de los dos que usaba su armadura, se retiró las piezas y las acomodo en su caja. Todos los días la usaba, aunque estuvieran en tiempos de paz. El joven temía que sin ella, olvidara quien era. Así que siempre se le veía con el ajustado metal dorado protegiendo su cuerpo. Protegiendo su interior. Haciéndolo sentir más fuerte de lo que en realidad era. Se engañaba sólo a si mismo, pero por lo menos despertaba cada día, ¿no? No cedía a la tentación. Amanecía y respiraba. Sorprendiéndose cada mañana de lo curioso de esa pequeña acción. E inconscientemente, Saga suspiró.
 -¿No sientes la necesidad de olvidar todo? ¿No te gustaría que tus memorias fueran borradas?- preguntó a Camus quien había tomado asiento en el suave colchón de la cama de Saga. Ahí en ese oscuro cuarto, casi lúgubre, que no era visitado por muchos, estos dos se sentían cómodos. Resguardados por las sombras que les recordaban el eterno sueño de la muerte; ése que con tanta melancolía extrañaban.
 -No lo sé, quizás éste sea mi castigo…. vivir en un continuo infierno de vacío.- Su tono fue desligado, de una naturalidad inverosímil que rechazaba el verdadero significado de las palabras.
 Pero al menos Camus se encontraba en la misma situación que Saga. Entonces éste se sintió con la confianza de ser más directo.
 -¿Podrías hacerme un favor?-
 -Seguro.-
 -¿Podrías quedarte aquí esta noche?-
 La respuesta que obtuvo fue totalmente impactante para el caballero de Géminis, quien después de esperar varios segundos mientras el otro lo veía impasible con su fingida frialdad, fue testigo de cómo Camus se ponía de pie, y con lentos movimientos, sin abandonar nunca su gracia natural, dejaba caer los ligeros pantalones que usaba y se deshacía de la sencilla túnica que lo cubría.
 A Saga la imagen le pareció una etérea visión, completamente irreal. Algo sobre lo que él, no era merecedor de posar sus ojos. Esos ojos testigos de tanta maldad. Una maldad que había provenido dentro de sí mismo.
 Saga desvió su mirada al piso. Las pálidas losetas le parecían una vista más adecuada para las pupilas que lo que mas acostumbrados estaban a ver, era sangre… sangre y destrucción. Jamás habían tenido una imagen tan hermosa como la que se les presentaba en frente en estos momentos, y su capacidad de adaptación al cambio, era pobre. Así que evitando contemplar al muchacho que se acercaba con lentos, extremadamente medidos pasos, los ojos de Saga se entretenían contando las irregularidades del suelo.
 Más pronto de lo que él esperaba, Camus había llegado a su lado y ahora se encontraba a sólo centímetros de él. Podía sentir esos grandes ojos, que resultaban tan intimidantes, observándolo. Más bien, pareciera que mirándolo así, el chico menor intentara decirle algo.
 Teniendo clara idea de lo que Saga estaría pensando, y llegando a la conclusión de que esto no era un favor sólo para él, sino que también para sí mismo, Camus llevó su mano derecha a la mejilla derecha de Saga y lo obligó a enfrentarle, para que aquel intenso esmeralda desafiara al profundo azul. Pero ninguno ganaba; los dos sabían con certeza que todo lo habían perdido ya, hace mucho tiempo. Y con la resignación, o el alivio quizás, de que sólo se tenían el uno al otro y de que probablemente así sería de aquí en adelante, Camus interrumpió la lucha de miradas y bajó su rostro hasta que encontró el cuello de Saga, sobre el cual sus labios iniciaron una discreta danza que al otro hizo temblar.
 Las manos del que fuera alguna vez el orgulloso, frío e impenetrable caballero de la onceava casa, ahora liberaban a Saga de la prenda estorbosa que no permitía que hiciera contacto con los bien formados músculos de su pecho. Con éxito en la pequeña misión, Camus comenzó a recorrer la marcada piel de su compañero de armas, mientras éste último se limitaba a lanzar tenues quejidos al aire, con sus ojos cerrados, sin atreverse a nada más.
 Los labios de Camus que recorriendo la piel de Saga se estaban comenzando a hacer adictos a ella, pronto hallaron camino por su cuello hasta llegar a esa boca entreabierta y temerosa, que lo recibió sin poner objeción. Y ahora que sus dientes chocaban y sus lenguas finalmente se conocían, sólo quedaba pendiente conocerse a ellos mismos. Pero para eso tendrían tiempo…
 -Saga…- suspiró Camus una vez que se separaron.
 El dueño de aquel nombre no respondió, su mente perdiéndose de nuevo en lo absurdo de su presente realidad. Dejando de nuevo que sus remordimientos lo dominaran. Pero Camus no permitiría esta vez que Saga cayera de nuevo bajo las garras de su conciencia.
 -Yo también lo necesito.-
 Fue todo el incentivo que el otro requirió para tomar de nuevo los labios de Camus, en un beso bastante más enérgico que el primero. Y rodeando con sus brazos al que aparentara ser un frágil cuerpo, lo guió hacia la cama que desde hace rato esperaba ansiosa la presencia de ambos.
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  -¿Extrañas estar muerto?-
 Camus no abrió los ojos, aunque ya llevaba rato despierto, acostado de lado sobre la cama de su anfitrión. Y al escuchar la pregunta de Saga, quien descansaba a sus espaldas seguramente mirando el techo, no dudó en contestar;
 -Sí.-
 -¿Estoy loco, Camus? ¿Por querer regresar a esa sombría inconsciencia?-
 -No. Sólo eres un cobarde. Como yo.-
 -Tienes razón… Criticamos a Afrodita y Deathmask, por temerle a la muerte, pero ¿acaso no somos nosotros más patéticos, temiéndole a la vida?-
 No era realmente una pregunta destinada para ser contestada, pues ambos sabían que en sí misma encerraba una gran verdad.
 Por mas que sus amigos intentaran acercase, alegrarlos, convencerlos de que se unieran a la convivencia, Saga y Camus no se lo permitían. Por que seguir viviendo significaría tener que hablar, tener que sonreír, tener que poner a su corazón a trabajar de nuevo. Y para ellos, en su emocionalmente débil estado, eso se escuchaba como demasiado esfuerzo.
 -¿Tienes café?- preguntó Camus mientras se levantaba de la cama y comenzaba a buscar las prendas que la noche anterior había dejado en el piso.
 -No. Nunca me ha gustado. -
 -Hmm… -
 -Lo siento.-
 -Es mejor así… tengo que irme. Adiós Saga.- se despidió Camus al terminar de vestirse para enseguida salir de la habitación,
 -Adiós…- respondió Saga desde su lugar en la cama, donde permanecería por lo menos un par de horas más hasta que recordara que tenía un deber que cumplir.
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  A eso del medio día, el caballero guardián de la tercera casa abandonaba tal recinto para comenzar el ascenso por las largas escaleras que ya prácticamente conocía de memoria. En poco rato todos se reunirían en el templo del Patriarca para la comida. Así lo hacían tres veces al día, y ya que Kanon, que era el que siempre se ocupaba de mantener el refrigerador a tope, se había ido, ahora Saga se veía obligado a compartir esos momentos con sus compañeros. A menos que decidiera bajar al pueblo a comprar sus propios víveres. Pero para el que se había convertido en el apático ser que ahora cruzaba los escalones del Santuario, esa opción no parecía muy atractiva.
 Al llegar a Acuario se encontró con el único, aparte de él, que no estaba ya peleándose por la mejor presa de pollo en el comedor.
 Sentado en las escaleras de la entrada de su Templo, Camus esperaba algo. Lo que fuera. Cualquier cosa que lo obligara a sacudirse, a sentir. A levantarse de ahí antes de que se viera cubierto por las telarañas de su soledad. Y lo que llegó fue su… ¿amigo? ¿Compañero? ¿Amante?  Bah… simplemente, Saga.
 Aquel que la noche anterior le recordara que seguía siendo humano, que seguía estando vivo, y que por mas que quisiera eso no iba a cambiar, ahora se sentaba a su lado, a perder su vista igual que él en las casas más bajas que se observaban en la lejanía. Y a dejar que el silencio se acomodara entre ellos por varios minutos, hasta que a alguno se le ocurriera con que podrían ahuyentar al que últimamente los perseguía sin cuartel. Pero el silencio, su eterno cazador, permaneció un rato más…
 -Athena regresa mañana de Japón.- finalmente una onda de energía acústica proveniente de la garganta de Camus, inundó el estancado aire que los rodeaba.
 -Lo sé… ¿Tu alumno vendrá?- Aunque poco le podría importar la respuesta, Saga sintió la necesidad de decir algo.
 -Quizás.- respondió el caballero de Acuario, sin mucho interés en el asunto.
 Recostándose hacia atrás en el suelo, Saga cruzó los brazos detrás de su cabeza y contempló el tranquilo cielo pintado sobre él.
 -¿No has pensado en irte de aquí? ¿Regresar a Francia o a Siberia?-
 -No importa que me vaya o me quede, Saga. El lugar no es lo que determina como me siento.- La carga ya se hallaba atada a su espalda por una cadena irrompible. Saga lo entendía bien, aunque eso no mermaba la curiosidad de descubrir cosas fuera de ese Santuario, novedades que le distrajeran de si mismo.
 Ambos suspiraron resignadamente.
 -¿No vas a comer?- preguntó Saga al momento en que se puso de pie.
 -Supongo que sí.- respondió Camus, ante lo que Saga instintivamente le ofreció una mano para ayudarlo a levantarse. El otro la tomó sin agradecer ni darle más relevancia de la necesaria al gesto, y pronto ambos estaban en sus respectivos lugares alrededor de la mesa, abstraídos en sus propios mundos mientras los demás eran felices en ese que llamaban hogar.
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  Cuando el caballero de Géminis hizo acto de presencia en la casa de Leo donde ese día se reunirían todos a pasar la tarde, se encontró como siempre a todos sus compañeros perdiendo el tiempo en pláticas triviales, botanas poco saludables, bebidas embriagantes, y otras formas más de “sano” entretenimiento...
 En un largo sillón se sentaban varios de ellos, cantando arrítmicas sinfonías y sosteniendo vasos en sus manos. Otros estaban esparcidos por lo que era la sala de Leo, y Saga rápido localizó a Camus, ubicado de pie con la espalda contra una columna y no haciendo otra cosa más que esperar que el tiempo pasara, que el mundo colapsara, o que por lo menos esta fiesta a la que había sido obligado a venir llegara a su fin.
 Saga ya había dado los primeros pasos para ir en su encuentro, cuando fue adelantado por el caballero de Piscis.
 Afrodita insinuantemente se acercó al otro joven y le susurró algo al oído que hizo a Camus fruncir el entrecejo. Algo que evidentemente no lo hacía muy feliz.  Eso tranquilizó a Saga, pues mas le valía al acuariano no ser feliz. Al menos si no compartía su felicidad con él.
 ¿Y ese egoísmo? ¿Y esa actitud posesiva? Una noche con él ¿y ya se sentía su dueño?
 Ser feliz… ¿se lo merecía? ¿Después de todo lo que había hecho? Por supuesto que no.
 Felicidad. Que palabra mas fastidiosa, y Saga ya se estaba aburriendo de que su mente la repitiera tanto, así que dio vuelta en sus pasos encaminándose a las afueras del templo, cuyo dueño yacía alcoholizado en el suelo, soñando en cosas seguramente mucho más agradables de las que él soñaría jamás.
 -Saga.-
 No tenía que voltear para reconocer a Camus como el dueño de aquella voz que anoche, hallándose aquel poseído por el placer carnal, gritara su nombre para disfrute de sus oídos exclusivamente.
 -¿Tan rápido te vas? Creí que aguantabas más. –
 -No lo soporto. No soporto nada de esto.-
 Al sentir que Camus tomaba su mano, Saga se sobresaltó, y sin tiempo de recuperarse tuvo que seguir al que lo jalaba sin cuidado hacia la parte trasera del quinto templo del zodiaco.
 Cuando al fin llegaron al mal cuidado “patio trasero” de la casa de Aioria, Camus tomó a Saga por sorpresa, una vez más, al besarlo intempestivamente y empujarlo contra la pared. El caballero de Géminis se sobrepuso a la repentina acción, y rápidamente se puso al corriente y comenzó a recorrer el cuerpo de Camus con sus ávidas manos, mientras éste no dejaba de besarlo y perder sus manos entre sus largos y abundantes cabellos, con tantas ansias que llegó un momento en que Saga pensó que el otro lo ahogaría con esos codiciosos labios. Hasta que al fin Camus mostró misericordia y se separó de él un momento y un centímetro, solo lo necesario para que ambos acompasaran la respiración.
 -Aún la extrañas, ¿la muerte?-
 -Ya no tanto…- Saga respondió con agitado aliento, para un segundo después buscar de nuevo los labios del peliverde y abrazarse a su cuerpo con descontrolada desesperación.
 No importaba lo que sucediera a partir de entonces. Si se redimían juntos, si se hundían aun más en su miseria juntos.
La palabra clave era juntos. El resto, lo de menos.
 No se amaban, no se sentían capaces de amar, nunca lo habían hecho y ciertamente que no se animarían mutuamente a intentarlo.
 Pero a quien nada le queda por perder, la incertidumbre no le preocupa más.
 Font: http://www.geocities.ws/just_wont_shine/
FIN
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abyss-no-ishi · 7 years
Note
SS ask: 6, 7, 29 :P
Ultimate *Classic* Saint Seiya Question Post. Send me a Number!
6: OTP?
Mi otp suprema, aquella que enciende mi corazón en pasión ardiente, es mía y sólo mía, y como he hecho desde el minuto 0 me la guardaré para mí. Pero eso no significa que no tenga otras parejas que se elevan por sobre las demás a un nivel majestuoso y privilegiado, que jamás alcanza el nivel de aquella otra superior, pero igualmente no se desmerecen en absoluto (Esta pequeña aclaración no fue hecha con el propósito de hacer el típico llamamiento de atención de “Te digo algo pero no” para despertar la curiosidad ajena, sino más bien algo que necesito aclarar porque siempre que respondo este tipo de cosas siento que “miento” al nombrar alguna otra ship cuando yo sé que en mi corazón hay algo que le es superior en todos los aspectos.).
Pero en fin, sin desviarme más del tema, si bien este ask es sobre el clásico, meteré aquí mi crackship crossover con Omega, Saga x Paradox PORQUE ELLOS ME DAN VIDA, JODER. Y actualmente estoy muy pero que MUY hundida en ellos por motivos varios ahdkjashdkjashjkd ♥♥♥ 
7: Other ships?
PFFFF *saca una lista kilométrica* Saori x Seiya, Milo x Camus, Shaka x Mu, Afrodita x Shun, Afrodita x DM, DM x Shura, Shura x Aioros, Milo x Kanon, Milo x Aioria, Poseidon x Sorrento, Isaac x Hyoga, Aioria x Marin, Marin x Shaina, Rhadamanthys x Valentine, Baian x Io, Pandora x Rhadamanthys, Kanon x Rhadamanthys, Lune x Minos… y no sé qué más. Un LARGO etc, podría seguir un rato largo y eso sin meterme en spin off porque entonces no termino más xD
MILTISHIPPER PROBLEMS
29: Least favorite character?
Esta pregunta le hiciste únicamente para hacer la maldad y generar polémica (?) Bueno, no xD Emm.. No me gusta mucho decir esto pero tengo un fuerte e indestructible rechazo hacia Shiryu y conforme pasan los años esto no parece diluirse sino asentarse. 
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shuneii-san · 6 years
Text
Cita y media [One-shot]
FANFIC - SAINT SEIYA
Pareja principal: Saga X Mu X Kanon
Clasificación: +16
Idioma: Español
Género: Yaoi, One-Shot, Humor, Parodia, Romántico, Lemon.
Resumen:
Se dice que desde la era del mito existen unos valientes (y guapos) caballeros, ellos velan por la paz en el mundo. Es un trabajo duro, nadie lo niega. Muchos llegan a pensar que estos caballeros no poseen el tiempo para el diario vivir, pasear con la familia, citas románticas, entre otras cosas. El Santuario, hogar de los caballeros dorados; de entre todos los más poderosos. La distribución de las edificaciones se definió desde hace miles de años en el orden de los signos del zodiaco, desde el templo de Aries hasta Piscis. Cada templo tiene un guardián quienes no conocen "una vida normal". O eso sucedía con uno de nuestros guardianes hasta el momento en que se dio cuenta de que es posible enamorarse. Sin embargo, ¿quién dice que el amor es fácil? Un encuentro, sonrisas, confusión, una cita, un problema, doble cita, CITA Y MEDIA!
Notas:
Los personajes son obra de Kurumada-sensei. Espero que les guste.
Finalizado: Sí
El sol recién sale por detrás de las montañas y comienza a tocar con su calor los sagrados templos. Todos los caballeros dorados se encuentran durmiendo. O al menos la mayoría de ellos. Luego de que Athena librara las almas de sus queridos santos y les concediera una semana de vacaciones no tendrían fe que quejarse. Todos menos el querido carnero dorado. Ni Athena podría salvarlo de la causa de sus desvelos. El pequeño y muy emocionado Kiki, quien rebosa de alegría tras recuperar a su amado maestro se encarga de hacerle su nueva vida un tanto -muy- complicada.
-¡Maestro Mu! ¡Maestro Mu! He salido desde temprano para regar sus flores y traerle las más lindas- Sonríe extendiendo sus pequeños brazos entregándole a su maestro un ramo de pequeñas flores blancas cortadas con todo y raíz.
-¡Kiki! ¿¡Cuántas veces te he dicho que no entres al templo si estas sucio!? Debiste limpiarte al menos un setenta por ciento de toda la suciedad que cargas encima...- El lemuriano esta que hecha chispas. Ver a su pequeño pupilo con lodo hasta en las orejas no es, para nada, su espectáculo preferido.- Aparte Kiki... Explicame ¿por qué coño cortaste mis flores de manzanilla?- Con la yema de sus dedos acaricia su sien. Ese niño en verdad era dificil de tratar.
-¡Maestro! ¿Qué es eso del setenta por ciento? ¿Es alguna clase de multiplicación? El señor Camus me ayudó a repasarlas.- Coloca sus brazos tras su cabeza. Para luego acariciar su barbilla.- ¿A qué se refiere con "coño"? El señor Shura lo dice mucho cuando esta enojado. Y una vez pasando por el templo de Escorpio escuché al señor Milo hablando con Aioria de eso. Dijo que era lo mismo que la v...
-¡Cállate Kiki! Ve a tu habitación...- Y tal como el día anterior, el anterior al anterior y el anterior a ese; Mu hace un intento fallido de padre rudo e imponente. Bueno, no sé le puede castigar a un niño que inocentemente hace travesuras con tal de sacar una sonrisa al pelimorado. Como cuando cortó en pedazos la manguera con que Afrodita riega sus rosas, para crear el juguete de la trampa para dedos chino del que Dohko le habló; o cuando trajo libros de la biblioteca de Acuario y luego Camus vino con una apariencia no muy linda.... La librera "aparentemente" iba a caer sobre Kiki, corrió a rescatarlo pero a ultimo segundo él se teletransportó y todo le cayó al acuariano.
Quien hubiera pensado que luego de morir junto a sus compañeros, tendría una vida así; aunque hay algo que sigue inquietándolo desde hace mucho. A pesar de lo que los demás santos creen, Mu no es alguien que se exprese fácilmente. Mucho menos si de sus sentimientos se tratase. Cuando vio a quienes fueron sus compañeros resucitados formar parte del ejército de Hades, se sorprendió. No, no solo eso, sintió decepción. Y ese sentimiento fue mucho más fuerte hacia esa "persona especial". Quien lo vio crecer y que, cuando su maestro estaba en asuntos patriarcales se encargaba de él. Tiempo después, dio su vida junto a él; fundiéndose con el resto de sus compañeros en un solo ataque. Desde ese día, no le ha vuelto a ver.
-¿Dónde estarás?- Dice en un susurro mientras limpia el suelo que previamente ensució su pupilo.
-¿Por quién te precupas tanto, Mu?- Esa voz lo saca de sus memorias, hace rato que no escuchaba eso que, para él, era una melodía. Voltea para encontrarse con el portador de tal majestuosidad.
-Sa-Saga...- Su rostro se torna carmesí al ver al mayor recostado en el marzo de la puerta. Su espalda pegada al muro y sus brazos cruzados sobre el pecho. Sus piernas cruzadas se separan de la estructura vertical por unos diez centímetros, y un mechón de cabello azulado caía sobre el bronceado rostro. Su seriedad no ha cambiado.- No te había visto desde hace un tiempo...- Su mirada se desvía para seguir con su labor.
-Asuntos personales con Kanon.- Sería imprudente si alguien llegase a enterarse de lo que Saga ve en ese momento pero se podría decir que el carnerito es un verdadero pastelillo. Tales pensamientos hacen que Saga se sonroje, que indebido de su parte; verle el trasero a quien lo considera su hermano.
-¿Kanon es tu hermano gemelo, verdad? No tengo el gusto de conocerlo. Cuando llegué al santuario oía de él pero nunca lo ví.- Es cierto, Kanon solía ser algo distanciado puesto que su rencor por no ser elegido santo de Géminis lo cegó, y con los constantes viajes de Mu a Jamir... Era casi imposible que se conocieran.-...- El silencio llevaba ya un rato, decide dejar su labor para ofrecerle una taza de té a Saga, o algo para romper el hielo. Sinceramente, sentía incómodo.- Saga... ¿Te sientes bien? Estas completamente rojo.- Si tan solo lo supiera... Si tan solo pudiera imaginar que el griego tiene sentimientos para con él.-Dejame ir por un termómetro...- Articula al mismo tiempo que trata de ponerse de pie y así ayudar a su amigo. El piso aun húmedo no fue de mucha ayuda. Su pie derecho resbala y la gravedad causa que caiga de cara contra el lodo que aun no había sido limpiado. Todo su cuerpo totalmente manchado. Ahora era él quien necesita la ayuda.
-Jajajaja....- Que gentil de parte de Saga reírse en la cara sucia de Mu.- Ojalá y solo sea lodo.... Ya sabes, las gallinas de Aldebarán andan sueltas por allí...- No puede evitarlo, hasta es estómago le duele de tanto reír.- Ufff.... ¡Ya! Vamos a tu habitación Mu, tienes que cambiarte.
Y así con algo de ayuda de Saga, Mu logra llegar a su habitación. La cama al centro, una alfombra para realizar yoga, el armario, cientos de dibujos del pequeño Kiki pegados a lo largo del muro y una ventana desde la cual se puede ver al susodicho jugando en el patio trasero del templo.... Al parcer no obedeció la orden de su maestro de quedarse en su habitación.
Tan distraído estaba Saga viendo por la ventana que ni siquiera se percató de que Mu ya se estaba desvistiendo. Nuevamente le es inevitable fijarse en el lemuriano. Su torso al desnudo hace que su nariz se enrojezca casi al punto de un derrame nasal.
-¿Saga, te sientes bien? Creo que la fiebre regresó.- Con eso dicho se acerca más al peliazul.
-N... O... N-No... ¡No te acerques Mu!- Se siente atrapado, su cuerpo le juega sucio al intentar abrir la puerta. Es como si la manecilla se le resbalase, y sus piernas fuesen gelatina.
Athena escuchó su suplica, aunque no como se lo esperaba.
Una bola entra por la ventana, rompiendo uno de los vidrios en pedacitos pequeñitos; y dando justo en la cabeza de Mu, dejándolo inconsciente.
*Momentos antes en el patio trasero de Aries*
-¡Al maestro Mu le encantará el circuito de minigolf que construí! Que suerte que el señor Milo tuviera todos esos juguetitos con un agujero en el centro... Mi maestro me castigaría si hiciera agujeros en el patio. ¡Justo del tamaño de las pelotas! Aunque tuvieran un hilo... No es nada que una tijera solucione. Me pregunto, ¿Para qué usará el señor Milo todo esto? Y también... ¿Que era esa cosa larga y suave que vibraba? Creo que se lo preguntaré después a mi maestro.
Así es como Kiki decide probar su mini circuito, y a la vez se da cuenta que... Su puntería es pésima.
*Habitación principal del templo de Aries*
Se encuentra un casi consciente Mu en la cama y un muy preocupado Saga a su lado.
-¡Mu, despierta!- Cachetada número 1427... 1428... 29.... 30.
-¡Ya deja de pegarme, idiota!- Métodos drásticos, mismos resultados. Mu logra despertar, no solo con dolor de cabeza, también de mejillas.
Un silencio incómodo se produjo, ambos en la cama. Sus miradas se devoran sin que ellos siquiera lo imaginen. Mu decide ponerle atención a su instinto. Centímetro a centímetro. Sus labios comienzan a acercarse. Seria un mal momento para una interrupción...
El sonido del vidrio rompiéndose vuelve a resonar en la muy silenciosa habitación.
-¡No, en mi cabeza no!- En un acto involuntario se abalanza sobre su compañero en busca de refugio. Un escalofrío recorre todo su cuerpo cuando éste acaricia su espalda desnuda.
-¿En qué estábamos?- ¿A qué se refiere con eso? Ni él mismo lo sabe.
Sus labios se buscan, para luego encontrarse. Primero son besos fugaces que con. el pasar de los segundos se vuelven en unos muy apasionados. Sin saberlo, o sin querer aceptarlo; se necesitaban. Muy en el fondo, quizá no tanto, ambos estaban enamorados el uno del otro. Con los besos, las caricias llegaron. Saga masajea los rosados pezones de Mu, quien no lo piensa dos veces para soltar gemidos. Ambos sentados, uno frente al otro, acariciándose sin cesar en la cama del lemuriano. ¿Cómo habrán llegado a ese punto?
Las níveas manos del menor se escabullen bajo la playera del de piel bronceada quien en un arrebato bestial y con movimientos rápidos se coloca sobre el menor. Es pues, un espectáculo para él. Desde esa posición puede ver todas las reacciones de Mu. Su rostro sonrojado, gotas de sudor que ruedan sobre su muy caliente piel... En un dos por tres, se deshace de su camisa la cual queda tendida en el piso junto con el pantalón y ropa interior de Mu, que para su sorpresa ni se fijó cuando se lo quitó. Sus manos se apoderaron de su cuerpo. Una acariciaba con delicadeza los pequeños botones del lemuriano mientras, la otra se dedicaba a masturbarlo con movimientos rápidos. Sus bocas no fueron la excepción, ambas lenguas entraban y salían, rozaban y lamían. Saga con más practica que Mu. Tal vez hubiera sido mejor informarle antes a Saga que ese fue su primer beso y por lo tanto seguía siendo virgen... Por el momento se limitaba a rogar porque fuera gentil.
Un, dos, tres.... Los dedos de Saga preparan la entrada. Nuevamente sus movimientos colocan a Mu en una nueva posición. El pecho contra el colchón, las manos agarran la almohada, su cadera hacia arriba. Una excelente vista para Saga.
Dos griegos dedos invaden la boca de Mu quien los lame sin parar. Al separarse un fino hilo de saliva los une. Con los mismos dedos humedecidos por Mu lo penetra. La estreches no tiene comparación. Segundo a segundo la entrada dilata. Hora de bajar el pantalón y sacar a la luz del sol otra cosa.... No podía expresarlo en palabras, nunca antes se había sentido así con alguien. Ese deseo de poseerlo. Se hizo realidad.
Su erección entra en el menor quien no pudo contener un gemido de dolor. ¡Lo tenia dentro! ¿Ahora qué? Su interior se siente caliente. su vientre dolía... Pero ya no, fue solo un momento. Su interior se comprime dándole entender a Saga que ya esta listo. Da inicio el vaivén, sostiene a Mu por las caderas.
-N.. Nya...- Trataba de contenerse por el bien de su pupilo que, según él esta en la habitación de al lado.
-Di mi nombre....- Nuevamente esa voz, un poco más ronca. Verdaderamente le excitaba.
-Sa... Saga... Ah...- El sudor comenzó a aparecer, resbalaba por ambos cuerpos.
Uno, dos, uno, dos. Sale, empuja, sale, empuja. Ya se estaba acostumbrando. Fue una sorpresa cuando la mano de Saga comenzó a masturbarle nuevamente. La mirada se le nublaba, sentía que el momento llegaría.
Así fue. El clímax los alcanzó a ambos fundiéndolos nuevamente, esta vez en un orgasmo. Saga dentro y Mu sobre la sábana. El calor en su vientre se expandió por todo el cuerpo. ¡Qué sensación! Un ultimo beso selló la indirecta confesión de amor.
-Mu... Yo t- No era suficiente, quería una declaración directa.- te...
-¡Maestro Mu!- ¿Acaso Athena los odia tanto?
Como por arte de magia, al momento en que el pequeño entró todo parecía "normal".
-Mis pelotas de golf entraron por la ventana, ¿las ha visto?
-N-no....
-Maestro, ¿derramó leche sobre la cama?
-...-
-¿Por qué su ropa está tirada? EH... Esta ropa no es suya...
-Kiki... En este momento no me siento bien. Vete por favor.
-Ok. Solo saco mi pelotita. Creo que la otra estaba por la sala, ojalá la encuentre.
-¡Vete!
-¡Ya va! ¡Ya va! Usted es más gruñón que el abuelo Shion.- Y junto con una de sus pelotas sale corriendo.
-Mocoso de m...- Saga sale de debajo de la cama. No es un lindo lugar.
-¡Más respeto con tu hijo!- Salió de repente.
-¿¡Mi qué!?
-Nada.............- Debería de pensar dos veces lo que dice- Antes de que Kiki interrumpiera me decías algo.- Una sonrisa de ilusión se dibuja sen su rostro.
-Decía que... Bueno, es que... ¡Ah si! Lo que te golpeó fue una bola china. Ya sabes esos juguetes sexuales que usan las mujeres... ¡No es que yo los use! Solo digo... ¡Espero que te mejores!- Con eso sale corriendo de la habitación. No salio tal cual esperaba puesto que la atmósfera perfecta se había roto.
En ese momento no había nada más que pensar. Se sentía usado y luego abandonado de esa manera. Creía que ese acto había sido importante para ambos pero quizá lo fue solo para el pelimorado. Suspira y suspira, repasando las palabras de Saga. Parecía un experto hablando de juguetes sexuales y de mujeres. Ni pensar que fue uno de tantos, hombres y mujeres con los que Saga se había acostado. Mucho menos pensar que para el fue más que sexo. Fue "un acto de amor"
Lo que no sabia era que Saga nunca antes había poseído a alguien como lo hizo con él. En su vida pasada cuando su "otro yo" gobernaba el santuario, tuvo sexo con dos o tres doncellas. Sin embargo el "verdadero Saga" siempre se guardó para esa "persona especial".
-Olvide mi camisa... Por cierto Mu. ¿Quisieras acompañarme a la inauguración de un nuevo bar en Rodorio?- Su voz cambió, suena quebrada y su mirada evita la de Mu.
-Claro....
-Vuelvo en un momento, quisiera charlar contigo. Por cierto la salida sera a las siete. Te quiero listo.
Con eso nuevamente un ya calmado Saga sale del templo, con rumbo a la Sala del patriarca. Su deber es informarle al Patriarca que se quedara con Kanon en el templo de Géminis, algo ya pactado por ambos hermanos. Dejando atrás el pasado y construyendo un nuevo presente.
La audiencia con el patriarca tardó y Saga no logro llegar a charlar con Mu. Ahora tendría que declararsele en la "cita". Pero la tarde aun era joven para otros.
-¡Volviste!- El lemuriano salta de alegría al ver al gemelo cruzar por la puerta principal del templo.- Siéntate y charlemos.
Su ahora invitado decide acompañarle al salón.
-Tienes una casa muy linda, y eres muy amable. No esperaba una bienvenida así.- Verdaderamente se encontraba desconcertado, nunca antes había visto a aquel joven de cabellos lilas. Pero él era muy gentil. Tenia que admitir que era muy apuesto también.
-Sobre la salida. Iremos a un bar ¿no? Nunca antes e ido a uno, ¿qué atuendo debería llevar?
-¿Salida...?
-Lo olvidaste... - sus hermoso ojos ruedan en un acto de "qué descuidado".
-¡No, claro que no!- Sin saber que ocurría lo único qir quería, en ese momento, era saber más sobre aquel que sin conocerlo se ha portado tan bien con él. ¿Será el comienzo de un romance?- Mira, puedes llevar algo no muy formal... Algo azul realzaría el bello color de tu piel.- No fue pasado por alto que la actitud del gemelo había cambiado, al menos eso piensa Mu. Esa actitud le queda mejor. Podría decirse que se siente más seguro al charlar con el "nuevo Saga", ese que le dice algo tan sincero viéndolo a los ojos.
-Azul esta bien para mi. Gracias.- Sonríe tiernamente. Claro, que se siente más seguro, sin embargo no siente esa punzada en su corazón. Eso que sintió antes cuando lo vio recostado en la puerta del templo. ¿Por qué?
-Tengo que retirarme, te veré luego.- Hace una reverencia tomando entre sus manos la delicada mano de Mu y deposita un cálido beso en ella.
Queda solo nuevamente, con una gran confusión. ¿Que pasaba con Saga? El color de su cabello cambio pero más importante... La actitud. Si le gustaba que Saga fuese serio.... Pero verlo tan amoroso, era extraño. Quizá le gustase la nueva faceta de Saga.
La hora llegó, ya estaba listo. Una camisa azul claro y pantalones negros. No era muy formal pero tampoco era casual. La puerta de su habitación suena. Es Saga. Vestido de etiqueta y un gran ramo de rosas.
-Gracias por las rosas. Te... Te ves muy bien- Escinde su sonrojado rostro tras las rosas.
-Tu también... - su mirada se desvía. Otra vez el viejo Saga.
-Aunque me dijiste que no fuera formal, decidí ponerme algo neutro. Creo que cambiaste de parecer.
-¿Yo dije eso?
-Lo olvidaste.... Otra vez....
-Ehhhh. ¿Nos vamos?
La noche estrellada era preciosa. Toda la gente en Rodorio hablaba del nuevo bar. No les costó mucho entrar. El lugar era excepcional, un ambiente fresco y muy elegante. Algo nuevo. Nunca hubiese esperado eso. Parecía más un restaurante de cinco estrellas que un bar.
-Esta es nuestra mesa. Esperame mientras voy por alguien que nos atienda.
Los ojos de Mu viajaban por todo el lugar. Adornos de bambú estaban en el muro, buena iluminación, un escenario al frente y una joven cantando. Desde el otro lado puede observar a su acompañante quien lo saluda. Éste trae un clavel en la mano y un atuendo muy casual. ¿A qué hora se cambió?
No de balde esos dos eran gemelos. Kanon se dirige hacia una de las tantas personas que atienden. Piensa que es mejor ordenar y luego estar todo el tiempo con el guapo joven.
-Disculpe....- Ambos jóvenes hablan al mismo tiempo.
-Saga.
-Kanon.
-¿Qué haces aquí?
-Lo mismo pregunto yo...
-Tengo una cita con una persona genial, y ¿tú?
-¡Yo también! Felicidades... Te deseo lo mejor.
-Y yo a ti hermano. Sabes, a pesar que no le conozco tanto, creo que me gusta. Y mucho.
-Me enorgullezco de ti. ¡Al fin! El amor es algo bello. Por esa persona yo, seria capaz de todo- ¿Realmente capaz de todo?
-Digo lo mismo.
-Ven conmigo te presentare, él esta ansioso de conocerte.
Ambos hermanos se dirigen a la mesa donde un distraído Mu los espera. Y si.... Dejaron a la señorita que los atendería babeando por los apuestos gemelos.
-Mu, él es Kanon.
Lo siguiente seria algo muy enredado. Kanon golpea a Saga y Saga de vuelta a Kanon... Mu simplemente no sabe que sucede. ¿Estaria soñando? ¡Dos sagas! Digo... Kanon y Saga, peleando por él. Ahora no solo reñía una cita, si no dos... ¿una cita y media?
Y la velada solo estaba comenzando.
-¿¡Qué!? Deben de estar bromeado conmigo... ¡Exijo ver las camaras, ya sé que es un reality show! ¡Athena, por qué me odias tanto! Un momento... ¡Dejé a Kiki solo!
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saintseiya-zone · 3 years
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2021 SSZ Secret Santa
1. Rogercat "I promise to deliver my Secret Santa gift no matter what" I would like my own gift to be something set in the Lost Canvas, like a drawing of Aspros and Defteros meeting Sasha together and them being presented for her as the Gemini Saint, or Sasha bonding with the Gold Saints prior to the Holy War
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2.  @SHaRKxym I promise to deliver my secret Santa gift no matter what! I want something with Saga and my Saintsona please
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3.  @quixoticPrince “I promise to deliver my secret Santa gift no matter what” I would love anything with Shura, Aiolia, Aiolos, or any of the bronzes. I also love TLC (Manigoldo, El cid, and Sisyphus are my favorites from that) and episode GA though I understand if the last one is difficult to work with ^^;
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4.  @nnarukamii I promise to deliver my Secret Santa gift no matter what! 1. Shion and Dohko 2. Shaka and Mu 3. Aphrodite and Deathmask 4. Yato 5. Manigoldo 6. Any of the bronze saints (both original or Omega) And with the first three pairs for future reference they can be either platonic or romantic!
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5.  @D_Artemi I promise to deliver my Secret Santa gift no matter what Wish list: Santa dearest, for this year I'd like either of the following; - A Dohko in a sexy christmas costume, could it be Santa, Reindeer, Snowman, or anything you'd see fitting. - Sextant Luna and Nero Prietess from StS Awakening in a cute christmas date. - If my Secret Santa has OCs, having them interacting with mine in a holiday scenario  I would also love it. (Reference https://i.imgur.com/h1xvUxx.jpg) But do not feel restricted by that, If you have something cutesy in mind please feel free to go with it! I can understand both Spanish and English in case the present happen to be something written, Thanks you so much in advance, happy holidays!
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6.  @PegasusLauraNK "Prometo entregar mi regalo de Amigo Santa sin importar que pase" Personajes que les gustaría en el regalo: · Camus · Afrodita · Saga · Albafica · Kardia · Shura · Seiya · Elyn (OC. Piscis Australis)
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7.  @SaintSeiya_Info I promise I'll deliver the gift no matter what. I'll be good with any Saint Seiya character, not OCs!
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8.  @Toshcomehomepls Prometo entregar mis regalos sin importar nada!! Sobre los personajes que me gustaría que incluyeran en mi regalo, están June, Marín y Shaina!!
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9.  @Xenotechnophile I promise to deliver my secret Santa gift no matter what. :) I speak inglés y español to make things a little easier. I would love anything with Andromeda Shun and Cygnus Hyoga!
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10.  @Gurinpengin Prometo entregar mi regalo a mi Amigo Secreto sin importar que pase. Personajes: Degel de Acuario, Kardia, Cain/Abel de Géminis, Ecarlate, Orfeo, Lune (no necesariamente todos )
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11.  @KatyaBoreal Y prometo entregar mi regalo de Amigo Secreto sin importar qué pase. Me gustaría de regalo: un Seiya, Miho, Marín, Aioria o a Camus.
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12.  @midostree I promise to deliver my secret santa gift no matter what. This are ideas for both Fan art and Fic. - Individual characters: Pharaoh, Milo Deathmask -- Ideas: wearing Christmas hat or sweater and drinking wine or blushing/surprised receiving a christmas gift - Fav Pairings/ships: Milo x Aiolia. Orphee x Pharaoh. Aiacos x Pharaoh. Pharaoh x Pandora (more platonic-friendship.) Aldebaran x Dohko. -- Ideas: frenemies discussing. Casual day. shopping. Person A protecting person B. person A finding that person B is kind of cute. Subtle flirting. A holding B before B falls.
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13. @AngelosCrux I promise to deliver my secret Santa gift no matter what. I would like characters from Dark Wing, especially Theseus and Charlotte doing seasonal stuff. My Secret Santa can do seasonal stuff, fluff or anything he/she wishes I'm open to surprises ;)
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14. @elcadejos_art I promise to deliver my secret santa gift no matter what. My request: Alioth Fenrir and my OC Artica enjoying hot chocolate together (Xmas-themed, it is a welcomed plus if Artica is wearing reindeer antlers)
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camusxsaga · 5 years
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Final Straw (Saga x Camus)
Final Straw. 01:
  El sol, siguiendo la aburrida rutina de siempre, comenzaba a ocultarse ya. Para muchos de los jóvenes reunidos en el coliseo, eso significaba una promesa de pronto descanso. Después de horas de arduo entrenamiento, caballeros de todo rango que realizaban sus prácticas en el mencionado lugar ansiaban por la esperada hora en que los deberes oficiales del día terminarían y podrían retirarse a sus respectivos habitáculos.
 Sin embargo, había un muchacho en especial que rogaba al astro rey para que permaneciera iluminándolos un rato más. Sabía que sus peticiones eran ridículas. Una estrella sin vida no lo escucharía. Así que al notar los últimos rayos dorados que se ocultaban tras el horizonte, Camus comenzó a idear nuevas y originales maldiciones, distintas a las del día anterior, para declamárselas a la luna que pronto haría acto de presencia en el firmamento.
 El cielo… hacía allí veía, perdiendo sus añiles ojos en aquel otro azul bastante más claro que lo cubría todo. No necesitaba ni quería voltear, para sentir la penetrante mirada que lo estudiaba sin disimulo a varios metros de donde él entrenaba con sus compañeros.
 Como todos los días, ahí estaba. Igual que la rutina que el sol adoptaba al ocultarse a diario, ahí estaba él. Siempre era así; bajaba hasta el coliseo con el pretexto de supervisar los entrenamientos, pero Camus, sabía mejor que eso. Sabía que sólo venía para verlo a él. Al parecer tenerlo a su disposición cada noche no le bastaba. Y ahora, ni siquiera le dejaba vivir sus días como un muchacho normal. Al parecer no le era suficiente con el dolor que le causaba cada vez que la luna saludaba. ¿Tenía que bajar ahora y provocar que sus rodillas temblaran de temor ante lo que la noche prometía?
 -¡Camus!-
 El distraído chico sólo se dio cuenta gracias a la preocupada mirada de su compañero de entrenamiento, de que sin notarlo había descuidado su defensa y recibido una de las agujas escarlatas de Milo, el caballero de escorpión. Éste último se acercaba ahora rápidamente a asegurarse de que se encontrara bien. Sus grandes y brillantes ojos turquesas lo miraban con preocupación al inclinarse sobre su derrotada forma que yacía en el piso.
 Había caído al suelo, había recibido una aguja escarlata justo en el pecho, pero el dolor no era tanto, nada comparado con lo que le esperaba esta noche.
 -Estoy bien…-
 Milo ayudaba a Camus a ponerse de pie, y en ese momento, con una sencilla y tácita orden del Patriarca, quien tan sólo levantaba su mano a la distancia, el entrenamiento llegaba a su fin, y todos los jóvenes caballeros comprendían que era hora de regresar a sus respectivos templos. Pero no era así para el guardián de la onceava casa. Él, como lo hacía desde hace tiempo, tendría que ir a la cámara superior del Santuario, a los aposentos de Arles, quien ahora dirigía la brillante e intimidante máscara que cubría su rostro hacia él, antes de retirarse escoltado por su procesión de guardias.
 Un definido grupo de ocho muchachos se separaban de los muchos otros pertenecientes a rangos más bajos, y se alejaban del sitio dirigiéndose a los doce templos. Los caballeros dorados, excluyendo al fallecido traidor de Sagitario, los ausentes Libra y Géminis, y el joven de Aries que tampoco habitaba en el Santuario, subían todos juntos, la mayoría entablando triviales pláticas mientras poco a poco uno por uno se iba quedando en su respectiva casa.
 Camus intencionalmente permanecía varios pasos atrás del resto, mientras suspiraba y subía cada escalón con increíble pesadumbre en sus pasos, deseando, como cada vez, que éstos fueran eternos. Que nunca alcanzara el maldecido lugar. Pero no, ya debería de saber que eventualmente pasaría de largo su templo, sin ni siquiera poner un pie dentro. Que continuaría subiendo, y que en poco rato llegaría. Que los guardias ignorarían su presencia, y que Arles lo esperaba impaciente en su cámara personal.
 Porque para su fatídica suerte, el día que piso el Santuario recién convertido en caballero de Acuario, presentándose ante el Patriarca para tomar su puesto como legítimo guardián de la onceava casa, el hombre que regía el sagrado lugar quedó completamente prendado de la particular belleza del jovencito de los glaciales ojos, y no dudó en apropiarse de él con todo lo que el significado de la palabra implicaba. Robarle su inocencia y destruirlo día a día. Convirtiéndolo en nada más que un juguete a su disposición. Obligándolo a abstraerse de todo, incluso de si mismo, hasta lograr que adquiriera la asocial personalidad por la que ahora tenía tanta fama.
 Pero no siempre había sido así. El muchacho que llegó aquella vez al Santuario era alguien de cálida sonrisa, expresiva mirada, y amable corazón. Tales atributos, fueron su ruina. Pues el hombre a cuyas habitaciones entraba ahora, quería esos labios, esos ojos, ese cuerpo, sólo para él.
 No fue la nieve de Siberia lo que lo tornó en ese inexpresivo ser que repudiaba los aduladores comentarios de algunos de sus compañeros. Fueron las acciones de ese hombre, cuyo cosmos emanaba poderoso desde el otro lado de la imponente puerta por la que tantas veces había cruzado. El umbral de su realidad. Aquí lo había perdido todo, aquí recordaba su situación. Durante el día, podía pretender olvidarlo, pero la noche llegaba sin excepción, siguiendo el ciclo solar, y le recordaba quien era en realidad; nadie. O al menos esa era la única respuesta a la que Camus concluía.
 ¿Defenderse? Lo había intentado en un principio, mas cualquier resistencia era fútil. Además de la fuerza física con la que su captor contaba, no podía oponerse a los juegos mentales a los que lo sometía. Porque Arles no sólo se complacía con gozar de su cuerpo, ese cuerpo que antes de él nadie había tocado, y cuya pureza su dueño resguardaba como algo muy valioso. Tiempo pasado.
 Además de poseerlo físicamente, Arles parecía regocijarse al manipularlo con sus palabras. Palabras que Camus a veces decidía creerle, en busca de un patético consuelo. Así, Arles se la pasaba repitiéndole constantemente falsos “te amo”, diciéndole que era un ángel cuyo cuidado solo podía confiársele a alguien tan poderoso como él, que su destino era ser adorado por su persona, y que debería sentirse feliz y afortunado de haber sido elegido para sus especiales funciones; que era la persona más hermosa de la tierra, y que estaría a su lado por siempre…
 Eso último, era lo que más le asustaba.
 Entrando a las habitaciones, sabía como proceder. Arles evidentemente se encontraba en las albercas contiguas, tomando sus muy acostumbrados baños. Camus se deshizo de su ropa de entrenamiento y la reemplazó con una fina túnica destinada para su exclusivo uso, que descansaba sobre la gran cama donde dormiría, si es que llegaba a conseguir dormir un poco esta noche.
 Mientras se cambiaba sus ropas no podía evitar, al observar brevemente su cuerpo descubierto, preguntarse, ¿por qué Arles lo había elegido a él? No tenía nada de especial… de hecho, ese adjetivo lo sentía demasiado lejano para que fuera adjudicado a alguien como él.
 Examinándose, acariciando con cuidado sus brazos, notaba lo enfermizamente pálida que era su piel… y si llevaba su mano a la cabeza, podía deslizar sus dedos fácilmente entre los lánguidos cabellos, que caían lacios y sin vida. Otros de sus compañeros, su amigo Milo por ejemplo, él sí que era hermoso, con su bronceada tez y su ligeramente ondulada melena. Y esos ojos que intimidaban a la vez que cautivaban. Mientras que los suyos, carecían completamente de vida. Fríos, vacíos, tal como él.
 Afrodita era otro buen ejemplo; él siempre se preocupaba por presumir y acentuar su natural belleza, la cual era innegable al posar los ojos sobre aquella piel cuya apariencia recordaba a la porcelana, sus sedosos cabellos y sus refinadas facciones completaban el perfecto cuadro. Tantos otros… ¿por qué tuvo que ser él, en quien Arles posara su lasciva mirada?
 El mencionado hombre interrumpía repentinamente el auto-estudio que Camus llevaba a cabo, al entrar a la habitación. Al voltear, el chico notaba que usaba una túnica más sencilla a la que caracterizaba a la vestimenta del Gran Patriarca, y que tendía a ponerse al salir de sus baños. Sin embargo, aun permanecía la inexpresiva máscara sobre su rostro.
 ¿Inexpresiva? Camus corrigió su previo pensamiento; Inexpresivo era lo último que ese artefacto era. Al contrario, emanaba malicia y lo hacía temblar de sólo fijarse en lo que simulaban ser ojos… esas dos órbitas color sangre, bajo las cuales, sabía que se ocultaban pupilas del mismo tono, y que lo miraban con igual perversidad.
 El hombre, notablemente más alto que él, se acercaba para extender su mano y recorrer con largos dedos el marco de su joven rostro, antes de atraerlo por la cintura hasta que sus cuerpos hacían contacto.
 Camus apretó los párpados al notar como aquél que se supone debía representar la más suprema justicia, se inclinaba con la intención de besarlo, más justo antes de que lo lograra, de los temerosos labios del caballero de Acuario salía una idea en la que apenas segundos atrás estaba ponderando, y por la que quizás al expresarla, se arriesgaba a un par de bofetadas.
 -Señor, hay otros mucho mas hermosos que yo… tal vez usted quisie--
 Una sonora e incrédula carcajada emitida de lo más profundo de la garganta de Arles inundaba pavorosamente el cuarto de altos techos donde el par residía, interrumpiendo sus palabras.
 Camus agachó la mirada, sintiéndose sumamente avergonzado. Él mismo no podía creer lo que estaba diciendo, realmente no deseaba que nadie más pasara por esto, pero tampoco lo quería para él, y egoístamente admitía que preferiría que cualquier otro estuviera en su lugar.
 -¡No digas tonterías, Camus, por todos los Dioses, mírate!- exclamó Arles una vez que su risa de disipó, y jalaba a Camus bruscamente del brazo para hacerlo caminar hasta quedar frente al gran espejo que adornaba una de las paredes de su habitación. Accesorio que al chico peliazul no le parecía nada inapropiado, tratándose del hedonista y ególatra Patriarca.
 Arles lo sostuvo de los hombros, manteniéndolo de pie en su sitio para que observara su reflejo al frente, mientras él admiraba embobado la misma imagen, permaneciendo a espaldas del chico.
 -Mírate…- el tono de antes había cambiado a uno mucho mas sugestivo. Camus sabía que esta vez, él había sido el detonador de lo que vendría
 Sin previo aviso Arles lo despojó de su túnica, rasgándola irreparablemente durante el proceso, dejándolo completamente desnudo. Alcanzaba una de sus manos para recorrer la blanca piel del tórax del muchacho, sin dejar de ver enajenado su reflejo, repitiendo lo mismo una y otra vez…
 -Mírate...-
 Camus no podía hacer tal cosa, al contrario, bajaba su mirada ante la imagen que se pintaba frente a él. Verse, era lo ultimo que deseaba. Ese cuerpo que Arles tan entusiasmado le insistía en apreciar, era lo que lo había metido en este infierno para empezar. Lo odiaba. Se daba asco, se despreciaba y mirarse era algo que no necesitaba.
 Sin embargo, la petición de Arles era más para sus propios ojos libidinosos, que para el jovencito al cual ahora, pasando un brazo por detrás de su piernas y sosteniendo con otro su espalda, levantaba ágilmente del suelo, para enseguida comenzar a caminar cargando el liviano peso hasta su cama.
 Lo colocaba con delicadeza sobre el criminalmente grande colchón, cuyo mullido material se hundía exageradamente ante el cuerpo que le era depositado encima.
 Pero por más cómoda que fuera la cama en la que se encontraba, Camus se sentía todo menos confortable. Todo su ser gritaba en resignado terror al ser testigo de como la intimidante figura de Arles se cernía sobre él cual oscura noche, retirándose su máscara para arrojarla a un lado, y dejándolo apreciar esos ojos inyectados en sangre que lo afligían tanto en la vida real como en sus pesadillas, así como la grisácea caballera que enmarcaba el afilado rostro y caía cosquilleando el suyo, semejando nubes de tormenta que avisaban del torrente de lágrimas que amenazaban por caer de sus ojos en cualquier instante.
 Y entonces esos ojos, los cuales en cualquier momento la cobardía le obligaría a cerrar, se detenían a estudiar la apariencia de aquél que le sonreía sardónicamente y cuyas manos comenzaban a explorar ya su cuerpo, enviándole desagradables escalofríos cada vez que los insensibles dedos hacían contacto con su piel. Camus estaba seguro de que él era el único que conocía su rostro. Más imposible sospechar que fuera un impostor. Él nunca conoció al desaparecido Saga de Géminis, así que no tenía con quien comparar al monstruo que con sus agresivas caricias lo clamaba como una más de sus propiedades. Nunca nadie había visto el rostro del Patriarca, y así, Camus, vivía engañado como todos.
 Lo absorto que había quedado estudiando esa fisonomía que le asustaba e intrigaba en igual medida, fue interrumpido al sentir como la mano de Arles alcanzaba a tocar la fresca herida que Milo le dejara durante el reciente entrenamiento. El hombre mayor hundía sus dedos en el lastimado lugar obligándolo a gemir de dolor.
 -Lo castigaré.-
 Camus sabía que no lo haría. Sabia que Arles sólo hablaba por hablar. Jamás haría algo que sacara a la luz esta situación. Y hacer eso, castigar a Milo por una simple herida propinada en un combate de entrenamiento, seria una tontería bastante obvia. Así que Camus ni siquiera se molestó en decir algo para tratar de evitar el “castigo” que Arles prometía para su amigo. Pues sabía que jamás se lo daría.
 El mismo Patriarca se olvidaba velozmente del detalle que marcaría la suave piel de su muchacho por un buen tiempo, y dejando atrás la indignación que eso le causaba, comenzó a utilizar sus labios y manos para como cada noche, besarlo y tocarlo, hacerlo suyo, recordarle que ya lo era. Pero Camus, por más que quisiera y lo intentara, no podría olvidar tal cosa.
 Al principio hipócritamente Arles lo trataba con cierta delicadeza, sin embargo, Camus sabía de antemano lo poco que sus “buenas” intenciones duraban, pues una vez que la pasión lo dominaba, se olvidaba por completo de su comodidad y no le importaba nada más que la obtención de su propio placer, aunque fuera de violentas y perversas maneras.
 Lo único que a Camus le quedaba por hacer, era cerrar los ojos y esperar… esperar… esperar. Aspirar ilusamente a que a la mañana siguiente todo resultara haber sido un sueño. Ese era su deseo de todas las noches, y aun inocentemente albergaba la esperanza de que llegara a convertirse en realidad.
 Sin embargo la realidad lo golpearía bruscamente cuando despertara a la frescura del alba, sintiendo todo su cuerpo palpitar ante el brusco trato al que había sido sometido la noche anterior. Arles ya no se encontraba con él, lo cual Camus agradecía. Y sin más, se vestía rápidamente, ignorando los quejidos de sus músculos que se negaban a cooperar al movimiento.
 Una vez que estaba listo, prácticamente huía a toda velocidad del Templo del Patriarca hasta llegar al suyo. Nadie preguntaba, si es que alguien se daba cuenta, que hacía tan temprano con el regidor del Santuario. Porque simplemente pensar en que algo extraño estaba pasando, era demasiado increíble para siquiera imaginarlo. El guardián de la doceava casa de vez en cuando lo veía pasar apresurado, mientras él, como cada mañana acostumbraba, regaba sus preciadas rosas. Pero ninguna importancia le daba al hecho de que al caballero de Acuario le gustara ejercitarse subiendo y bajando escalones. Y lo desechaba como una más de los extraños hábitos de su especial compañero.
 Al llegar la tarde, a Camus se le observaba leyendo envuelto por la tranquila soledad de su Templo. Era un libro de filosofía que su Maestro le regalara cuando entrenaba en Siberia. Sólo se entretenía en esta sencilla tarea, porque no deseaba salir y encontrarse con sus compañeros, los cuales bien sabía que estaban teniendo una amigable reunión en el templo de escorpión. Pero para su desgracia, el guardián de mencionado templo había ido a buscarlo y ahora le insistía, por no decir rogaba, que lo acompañara. Camus aceptó y con un profundo suspiro siguió a Milo durante el camino a Escorpión. Después de todo, se supone que debía de aparentar algo de remota normalidad, así que tendría que aguantar unas cuantas horas de insustancial conversación con sus compañeros.
 Sin embargo eso resultó tarea imposible. No pudo permanecer más que unos cuantos minutos rodeado de la envidiable alegría que todos emanaban y se vio obligado a salir del recinto, encontrándose con que el sol ya comenzaba a ocultarse. Trayéndole las mismas sensaciones de temor e impotencia que siempre le proporcionaba esta hora del día, sabiendo que al igual que el sol, pronto sería hora de retirarse para él también.
 Milo lo siguió al notar su ausencia y lo encontró sentado en la entrada del templo, mirando concentrado el horizonte, con sus pensamientos perdidos en Athena sabría que cosas.
 -Camus… ¿puedo preguntarte algo?- el chico menor giró a ver a Milo brevemente tan sólo para comprobar que se sentaba a su lado antes de continuar su interrogatorio, sin ni siquiera esperar una confirmación que le indicara que podía seguir.
 -¿Por qué eres tan tímido?... Siempre alejándote de todos. Yo sé que en realidad no eres tan frío como dicen… ¿por qué nunca convives con nosotros? Siempre tengo que prácticamente arrastrarte para que nos acompañes, así como ahora.- Milo inquiría apocadamente, con la incertidumbre de cual sería la reacción de su amigo, quien permaneció impávido por varios minutos, contemplando el cielo que se pintaba de rojizo con los últimos rayos del sol.
 Cuando al fin se puso de pie, respondió dirigiéndole una penetrante mirada;
 -No estamos aquí para divertirnos. Nuestra misión es servir a la Diosa Athena, y nada más que eso importa.-
 La firme voz sólo expresó esa conclusión, antes de que su dueño diera la vuelta y se retirara dejando a un incrédulo Milo viéndolo partir. Observándolo mientras le daba la espalda y subía con lo que parecían ser seguros pasos los escalones a los templos superiores.
 Ese muchacho le intrigaba tanto… sin embargo, jamás podría tener idea de lo que se ocultaba detrás de esa triste mirada. Porque, sí, Milo lo notaba; era triste, infinitamente… no era fría o insensible como algunos lo clamaban. Como algunos decían que tan solo con clavarte esos profundos azules te lograba congelar. Eran simplemente unos bellos ojos que algo luchaban por ocultar, y Milo deseaba ansioso saber de qué se trataba.
    Final Straw.02:
  ¿Qué hacer contra una fuerza que te somete y supera en infinitos múltiplos a la tuya? ¿Cómo evitar rendirte ante la voluntad de un demonio que te eligió a ti como herramienta para llevar a cabo sus oscuros planes, sin dar importancia a tu disposición para participar en tales abominaciones, y contra el cual, no tienes ni la más mínima posibilidad de victoria? ¿Cómo luchar contra una realidad, que para empezar resulta tan difícil de aceptar como tal?
 Probablemente las dos siluetas que compartían la gran cama de dosel, pieza central de las lujosas habitaciones del Gran Patriarca, se preguntaban exactamente lo mismo, aplicándolo a sus respectivas situaciones.
 Las dos largas cabelleras azuladas, de distinto tono más comparable hermosura, se entremezclaban al extenderse sobre las almohadas en las cuales las cabezas de sus dueños reposaban. Abandonando el mundo de los sueños tan sólo segundos atrás, ambos luchaban por abrir los ojos, deseando encontrarse con una realidad distinta a la que se les presentaba hace algunas horas.
 Desafortunadamente, para ninguno de los dos fue éste el caso. Aunque sí que había algo diferente esta noche…
 Camus despertó, mucho antes de que la mañana llegara, para encontrarse sorpresivamente rodeado por dos fuertes brazos que lo apresaban con poderío, en lugar de hallarse solo sobre la enorme cama, como generalmente era el caso. Se sentía tan cálido el cuerpo que hacía contacto contra su espalda, bastante más grande que el suyo, que por un momento, Camus se sintió seguro, protegido… por un instante, sintió el impulso se acurrucarse aun más entre la seguridad de ese abrazo… pero entonces recordó quien era el dueño de dichos brazos.
 Intentando liberarse de inmediato del agarre, se dio vuelta para encarar a Arles. Pero ese que lo veía con infinita melancolía en sus ojos, y le sonreía con desmesurada tristeza en esa ligera curvatura de sus labios, no podía ser el mencionado Patriarca...
 El hombre, al que todavía Camus no asimilaba a identificar como Arles, aun lo rodeaba con sus brazos; no lo había dejado escapar por completo. Lo miraba con tanta dulzura… y si sus ojos no lo engañaban, parecía estar a punto de llorar.
 Esa persona no era Arles... lucia casi idéntico, pero… no, no podía ser él… Arles jamás acariciaba su rostro como este hombre lo estaba haciendo, jamás lo atraía a su pecho y lo abrazaba así, de una manera que destilaba sincero cariño, y que lo obligaba a corresponder el abrazo y sentirse libre de llorar, tal como el hombre mayor lo estaba haciendo ya. ¿Estaría soñando? Este cambio tan inesperado… no sabía que pensar de ello… así que simplemente cerró los ojos y se dejó abrazar por el consolador cuerpo que se aferraba a él con fervor.
 Saga lo dejó dormitar sólo unos minutos. No tenía tiempo que perder. Limpió sus propias lágrimas con el dorso de su mano y después llevó ésta misma a rescatar el rostro de Camus que se enterraba contra la piel de su pecho, tomándolo de la barbilla gentilmente y obligándolo a que lo mirara. La voz que emanó de esa garganta, también se escuchaba diferente a la que el joven caballero de Acuario estaba acostumbrado; ésta no le hacía temblar.
 -No permitiré que te lastime más. Vete…-
 Camus no podía despegar su llorosa mirada de Saga, intrigado, con un brillo de confuso esperanzamiento en sus ojos.
 -¿Qué?- preguntó apenas en un susurro.
 -Vete. Ahora.-
 Camus obedeció y con inseguridad se levantó de la cama y comenzó a vestirse. El hombre a quien Camus todavía no aceptaba fuera el Gran Patriarca, dio la vuelta sobre su costado dándole la espalda. Saga no quería verlo, no quería tentar a aquel que dormía brevemente en su interior. Así que esperó, privándose de la vista del hermoso muchacho, sin girar su cuerpo, ni siquiera abrir sus ojos, hasta que éste se retirara.
 Una vez que Camus se hubo vestido salió a toda prisa del lugar sin mirar jamás atrás. No sabía porqué corría, era algo tonto, pero siempre lo hacía, como si esta misma noche no iba estar de regreso ahí.
 Saga se levantó al escuchar la puerta cerrarse a sus espaldas, y se acercó a su escritorio para redactar rápidamente un improvisado mandato. En el instante que escribió el punto final, no perdió ni un segundo para vestirse, colocándose su máscara y atuendos típicos, e inmediatamente salir de sus habitaciones y entregarle la ordenanza al primer guardia que cruzó su camino con la clara y rígida indicación de que se le entregara al caballero de Acuario a la mañana siguiente, sin ninguna excusa.
 Regresó a su recámara y se quitó la máscara de nuevo. La repudiaba tanto que tuvo que aguantar las ganas que tenía de pulverizarla. Acostándose sobre la cama, cerró los ojos, a sabiendas de que éstos ocultarían su verdadero color esmeralda por un buen rato a partir de ahora.
 Durmió, como él mismo por algunos momentos, hasta que fue enviado de nuevo a lo más recóndito de su consciencia, como mudo espectador de todo lo que su cuerpo, ajeno a su voluntad, creaba, o mejor dicho, destruía.
 Todo lo que Arles hacía era eso; destruir. Hasta ese dulce muchacho; Camus, tuvo el mismo destino. Pero Saga no quería pensar ahora en él, la culpabilidad era demasiada… había tratado de servir de cierta ayuda, pero dudaba que cualquier cosa que hiciera pudiera reparar el daño inflingido. Más tiempo para lamentarse no tuvo el caballero de Géminis, pues fue obligado por su maligna contraparte a regresar al eterno encadenamiento al que era sometido en su interior, y del cual en excepcionales ocasiones como la reciente, podía escapar.
 -
 Camus no entendía lo que acababa de suceder hace algunas horas. El comportamiento de... Arles… había sido demasiado extraño, y ahora, esta carta que un guardia le acababa de hacer entrega hace unos minutos, ¿qué podría decirle en ella?
 Cuando al fin se decidió a abrirla, tomó asiento en su cama y desenrolló el pergamino con sumo cuidado. Comenzó a leer lo que se notaba como una apresurada escritura, que la hacía un poco difícil de entender en algunas partes. Pero el contenido en general, era bien claro. En la nota decía que se le enviaba fuera del Santuario para la preparación de un aprendiz, que él mismo reclutaría. Que escogiera el lugar de entrenamiento deseado y lo mantuviera herméticamente oculto de todos. Que ni siquiera se despidiera de nadie. Simplemente que desapareciera. Camus sin dudarlo, obedeció.
 Y aunque no mostró hesitación en seguir aquella orden, en dejar atrás al Santuario, a sus compañeros, sin ni siquiera un adiós, siempre le mantuvo intrigado el porqué de esa decisión por parte de Arles. Él no era un ser compasivo, sus intenciones jamás eran buenas. ¿Se habría aburrido de él? Los motivos de sus acciones despertaban su curiosidad. Pero no renegaba de la oportunidad de terminar con todo aquello.
 Y así, durante los últimos años de su corta vida, pudo escapar, brevemente. Se refugió en el que había sido su propio lugar de preparación para convertirse en caballero; Siberia, mientras entrenaba a sus alumnos. Pero aquello no terminó muy bien tampoco… al parecer, la tragedia lo perseguía.
 Camus no sabía si carcajearse ante su maldecida suerte. Ya no esperaba nada más. Y al regresar al Santuario, para su poca sorpresa, el Patriarca requería de su presencia. Al día siguiente el Santuario sería atacado por un grupo de muchachitos; entre ellos se encontraba su alumno. Y tal era la razón por la que había vuelto. Quería poner a prueba a Hyoga, asegurarse de que no lo imitara en su debilidad, y planeaba lograrlo por todos los medios que estuvieran disponibles.
 Pero ahora, apenas al pisar el templo que había dejado abandonado por años, un guardia llegaba corriendo a informarle que el Patriarca lo llamaba. Y él acudió.
 Pisó las alfombras que le traían familiares sensaciones tan sólo al colocar los pies sobre ellas, dejando a sus zapatos hundirse milimétricamente en el afelpado material. Bajó su mirada para concentrarse en como las pequeñas fibras se levantaban cual escobetas alrededor de sus suelas. De pronto, su inocente distracción fue interrumpida por una grave y terriblemente conocida voz.
 -Camus, que gusto verte. ¿Dónde te escondiste todos estos años?-
 Irguiéndose para aparentar mayor altura, en un inconsciente gesto por simular una seguridad con la que no contaba, Camus volteó hacia donde la voz había provenido. Arles salía de sus termas, aun escurriendo agua y cubriéndose precariamente con una toalla que apenas si se sostenía enrollada alrededor de su cintura. Ahora que lo veía, no aparentaba ser tan grande como Camus recordaba. Aun lo sobrepasaba por varios centímetros, pero la imagen en su memoria era exagerada comparada con la que veía ahora.
 La altura del hombre era lo que menos importaba. Si Camus se atrevía a admitirlo, lo intimidaba de igual manera. Su piel se enchinaba de sólo notar que se acercaba, luciendo en todo momento una maliciosa sonrisa en el rostro. Se detenía a un par de pasos de él, y levantaba una ceja impaciente por una respuesta a su reciente, y aun incontestada pregunta.
 -Siberia.- Camus lanzó la palabra con mayor temblor en su voz de lo que le hubiera gustado.
 -Te sentaron bien los días sin sol.- decía Arles recorriéndolo de pies a cabeza con su lujuriosa mirada, sin molestarse en disimular su interés. Pues no tenía porque hacerlo. Para ambos presentes era obvio y conocido lo tanto que le agradaba el físico que tenía enfrente.
 Ahora, hecho un hombre, con sus habilidades y poderes crecidos hasta lo ilimitado, Camus podría intentar resistirse, defenderse, ¿atacar al Patriarca? Tal vez… pero no lo hizo.
 Permitió que Arles se acercara y lo besara, mordiendo sus labios y reclamando la ausencia de los pasados años al intentar ahogarlo con la lengua que parecía pretender infiltrarse hasta su garganta. Se permitió prácticamente desvanecerse entre sus brazos mientras lo arrastraba a la cama, la cual recibía su peso hundiéndose debajo de él, aun más que cuando era un ligero chiquillo. Lo dejó que se apropiara de su cuerpo una última vez, la noche antes de su muerte. De su muerte física, tan solo. Pues su alma había quedado desolada de todo soplo de vida desde hacía mucho tiempo. Permitió mientras lo hacía, mientras lo destruía una vez más, que lo torturara con odiosas palabras…
 -¿Sabes porque no te resistes? Porque igual me deseas. He dejado mi sello en tu piel, y tus entrañas gritan por regresar a su único dueño. Tú me necesitas, por más que digas repudiarme. Soy parte de ti, y eres demasiado débil para poder negarlo. Para poder negarte a mí.-
 Amaneció. Camus se levantó de la cama con sólo una idea clara dentro su aturdida mente. Se dirigió hacia el trono del Patriarca con sigilosos pasos. Sabía del objeto que guardaba, casi atesoraba ahí oculto. Era una llamativa daga dorada. Aprovechó que aquel hombre todavía dormía y la buscó.
 No le fue difícil encontrarla, y al sacarla de su cofre protector, la envolvió en ambas manos y la atrajo a su pecho, cerrando los ojos y sonriendo brevemente, como si acabara de encontrar la respuesta a sus ruegos. Con el objeto en mano, regresó a la habitación y se puso de pie frente al gran espejo que ahí se recargaba en la pared. Esta vez no le importaba verse, esta vez quería asegurarse de no fallar. De caer inerte al suelo.
 ¿Directo al corazón? No…qué tal si no profundizaba lo suficiente. A la garganta, sí, más seguro. Llevó la afilada punta hacia su cuello, listo y decidido a acabar con todo de una vez.
 ¿Todo? ¿Cual todo? No le quedaba absolutamente nada. Su dignidad, esa ya hace tiempo la había perdido. Y lo peor era que poco había luchado por ella. Se había entregado a las garras de Arles como un cachorro extraviado que no conoce ni sigue más aroma que el de su dueño, aunque éste lo reciba a golpes por haberse perdido.
 Tal vez Arles tenía razón. Tal vez ya se había acostumbrado. Tal vez él y sólo él tenía la culpa de todo al permitirse ser una víctima. Al no recopilar el coraje suficiente para cambiar su papel. Para en lugar de quitarse la vida, terminar con la existencia de aquél que aun dormía sobre la cama. Y así aprovechaba a librar al mundo de un innecesario mal. Pero matándolo a él, no borraría sus recuerdos. Esta era la única manera de olvidarlo todo. Para siempre.
 Una gruesa lágrima caía por su mejilla. De alegría en verdad. Lo debió hacer hace mucho tiempo. Pero bien dicen que es mejor tarde que nunca...
 En el caso de Camus, sería nunca. Al menos, no por ahora.
 La daga cayó haciendo un estrepitoso ruido metálico contra el piso, al soltarse de sus dedos. De pronto, y sin darse cuenta como ni en que momento había sucedido, se encontraba rodeado por dos conocidos y repudiados brazos, que lo abrazaban por detrás, y dos grandes manos se encontraban sosteniendo firmemente sus muñecas, tras haberle obligado a detenerse y soltar el arma que le prometía al fin paz.
 Las manos lo tomaron de sus brazos con un fijo agarre, enterrando los dedos en su piel y lastimándolo al proceso de girarlo para que el dueño de dichas manos lo encarara. Una severa mirada se fijaba con la suya. Pero no era la mirada escarlata de Arles. Eran esos ojos esmeraldas que alguna vez conociera una mañana hace varios años. Y que ahora lo miraban a modo de reproche, mientras una quebradiza voz le reclamaba;
 -¿Por qué lo permites? Yo soy débil, no puedo contra él, pero tú... ¿por qué lo permites?-
 Los ojos de Camus se llenaron de lágrimas. Confusión era lo que definiría su estado mental en estos momentos. Esta extraña faceta de Arles que se le había presentado a él en sumamente breves ocasiones, lo hacía rabiar aun más.  ¿Que cómo lo permitía? ¿Qué podría hacer para evitarlo? ¿Contarle a todos sus compañeros, detener la inminente batalla dejando al descubierto la maldad del Patriarca al cual servían? Sí, eso hubiera sido inteligente. Pero requería demasiado valor, del cual Camus, no se sentía capaz de construirse.
 No podía consentir que nadie supiera que el admirado y respetado caballero de Acuario no era más que un juguete al servicio del Patriarca. Moriría por lo menos con un falso orgullo sobre su tumba. Lo cual llevaba a otro punto muy importante; egoístamente, no quería evitar esa batalla. Por supuesto que no lucharía para defender el Santuario, eso no le podía importar en lo más mínimo ahora... pero tal vez, podría aprovechar la oportunidad de un enfrentamiento para adquirir un boleto de ida y sin retorno al otro mundo.
 Tampoco sería el único que no haría nada por impedir que el corrupto Patriarca llevara a cabo todos sus egoístas y despiadados caprichos. El caballero de Libra bien conocía la situación, el de Aries, algo sospechaba. No era por nada que se mantuvieran alejados del Santuario, a poco limite de ser considerados traidores. Así que realmente, su egoísmo tenía consuelo.
 Se libró del aprisionamiento de ése hombre que lo asustaba aun más que el propio Arles de siempre, y salió de allí sólo deteniéndose un breve momento para recoger sus ropas. Se vistió en la cámara contigua con asombrosa rapidez, y abandonó el Templo del Patriarca con la ilusión de no volver a pisarlo jamás. Mientras en su habitación, Saga se agachaba para recoger la caída daga, y tenía que verse a obligado a cerrar los ojos brevemente para evitar la tentación de atravesarse su propio corazón. Arles le facilitó las cosas. Ahora, el hombre de grises cabellos regresaba tranquilamente la daga a su sitio y se disponía a comenzar lo que sería un muy interesante día.
 Interesante… Camus no sabía si esa palabra aplicaba, lo único que sabía con certeza, era que el momento en que su propio alumno lo congelaba hasta la muerte, superándolo en sus poderes, fue el segundo más feliz de su mísera existencia. Al fin, podía olvidarse de todo. Ya no le importaba mas nada, ni él mismo, ni mucho menos Arles, quien moría tan sólo horas después, sin que él se enterara, ni realmente le importara.
 Pero el alivio de Camus, proporcionado por la insensibilidad que trae consigo la muerte, duraría muy poco; demasiado poco. Porque después de todo, la voluntad de los Dioses, por no decir caprichos, son más fuertes que el simple deseo por la necesidad de paz, de un joven mortal. Y cuando sus ojos volvían a apreciar figuras; oscuras siluetas cercanas, y sus pulmones se volvían a llenar de aire, no pudo evitar maldecir una vez más, a aquella luna que brillaba triunfante y burlona en el cielo estrellado de la que sería indisputablemente una lúgubre noche.
  Final Straw.03:
  Suspiro. El primero de una nueva y temporal vida. Cualquiera se sentiría regocijado ante la oportunidad de sentir como el aire expande los que hasta hace segundos fueran unos colapsados pulmones.
 Cualquiera, menos los integrantes del pequeño grupo que se reunía cerca del Santuario. A punto de atacar el lugar que durante sus pasadas vidas se dedicaran a proteger.
 Camus mantenía un bajo nivel entre los presentes; era su naturaleza el tratar de evitar toda innecesaria atención hacia él, y lo hacía con maestría, dejando el diálogo y los discursos motivacionales para los dos hombres mayores.
 Y entonces se dio cuenta de algo; todos eran mayores que él. Él era el más joven de los que conformaban el grupo. Eso lo hacía sentir extraño… triste… como si el haber muerto a tan temprana edad fuera motivo de vergüenza. Así se sentía, y desconocía la razón de tal pesar. Pero a nadie le importaban esas cosas ahora. Ahora debía poner atención y estar alerta.
 Dirigiendo al grupo se encontraba el hombre que les había explicado los objetivos de esta particular misión; el antiguo Patriarca. No el que una vez Camus conociera, claro. Eso resultó ser una farsa, tal como el peliverde había explicado. Resulta que aquél había sido un pobre poseído por un ambicioso Dios y que dio fin a su propia vida para terminar con todo el mal que había causado.
 Mas temprano, Shion había defendido a Saga mientras explicaba lo sucedido en aquella batalla contra los caballeros de bronce. Camus no podía creer lo que sus oídos escuchaban, ni tampoco aceptaba lo que Shion le decía. ¿Que este hombre, de dura expresión y melancólicos ojos, tenía que ser perdonado? Camus sintió verdaderas ganas de reír ante lo ridículo de la situación. Shura por otra parte, estuvo a punto de rebanar al geminiano, pero el rejuvenecido Shion se lo impidió. No les quedaba otra que obedecer y aceptarlo, si querían continuar con éxito esta encomienda.
 Ahora resultaba que todos estaban juntos en esta tarea, como los compañeros de armas que eran. ¿Y quien se encontraba justamente a su lado mientras se adentraban al Santuario? Saga, el que alguna vez hace muchísimo tiempo fuera el caballero dorado de Géminis. Y el que alguna vez, acabara con todo rastro de humanidad en su persona. Por que al fin acabo, había sido él. Fueron esos labios los que recorrieron su piel infinidad de veces haciéndolo temblar de terror, fueron esas manos las que exploraron rincones de su cuerpo que él consideraba sagrados. Fue ese cuerpo el que muchas veces ultrajó al suyo. Camus no podía encontrar otra manera de verlo.
 Y ahora, se le exigía que pusiera todo eso en el pasado y actuara con profesionalismo. Que luchara a su lado y se cuidaran uno al otro las espaldas. ¿Cómo demonios iba a hacer eso? Si uno de sus mayores e incumplidos deseos era que el maldito hubiera perecido bajo su puño, y no por sus propias manos.
 Saga no se atrevía ni a mirarlo. Camus no sabia que pensar. En el fondo estaba consciente de que ese no era mas Arles. Pero… ¿cómo evitar la sensación de alarma que recorría su piel al solo verlo? ¿Las condicionadas reacciones ante su sola cercanía? ¿Cómo evitarlo?
 Tenía que ser objetivo. Terminaría esta misión y todo volvería a ser de nuevo reconfortante oscuridad. Olvidaría otra vez. Tan sólo tenía que esperar un poco, caminando al lado de este hombre que con valor sacado de Atena sabrá donde era capaz de mantener su frente en alto durante todo el tiempo.
 ¿Sería que no sentía remordimientos? ¿De dónde lograba construirse esa admirable templanza? Intrigante… tan intrigante como el hecho de que hubiera tomado el tácito título de líder una vez que Shion los dejó seguir adelante solos. Para la opinión de Camus, este tipo se estaba adjudicando un papel que no le correspondía. Ni siquiera debería ser partícipe en esta misión. Probablemente él en verdad quería acabar con la vida de Atena y terminar lo que no pudo en su pasada vida. Quizás eso era lo que movía a seguir, a continuar irradiando coraje y decisión en sus acciones. Sed de venganza… de concluir lo que dejó incompleto…
 Dentro de todo, Camus sabía que pensaba tonterías, pero si no ocupaba su cerebro en eso, entonces el miedo se apoderaría de él. Y se había propuesto a sí mismo, hacía tan sólo un par de respiros, que no volvería a sentir miedo jamás. Aunque ese ‘jamás’ fuera sólo un rato.
 Sin embargo Camus no podría saber que la única razón por la que Saga mantenía su mirada al frente y en alto, era para no verlo a él, ni siquiera por el rabillo del ojo. Saga tenía la corazonada de que tan sólo una fugaz visión de esa cabellera verdiazul le haría sentir que sus rodillas se doblarían en cualquier momento. Únicamente una rígida mirada de aquellos penetrantes ojos lo haría sudar frío. Le temía, en verdad le temía. Temía apreciar el dolor que verlo vivo le causaba a sus ojos. Por que era obvio, que la impresión había sido demasiada. Para ambos, pero mucho mayor debió ser para aquel pequeño.
 Pequeño no sería la palabra adecuada para describirlo ahora, pero esa palabra elegía la mente de Saga para referirse a él. Por que así le gustaría verlo de nuevo. Le gustaría que la inocencia e ingenuidad de los ojos brillantes que él alguna vez conociera nunca hubieran desaparecido. Y que la tensa línea que configuraban sus labios ahora, volviera a curvarse alegremente de nuevo, como en aquella ocasión; la primera vez que estuvo ante su presencia, el día que lo conoció, cuando se le dio oficialmente el titulo de guardián de la casa de Acuario.
 Recordaba su emoción, la gran sonrisa que no pudo evitar al saberse formalmente un caballero de la orden Ateniense. Lo recordaba bien… porque eso, los recuerdos, permanecían notoriamente vívidos en su cabeza. Cada uno de ellos. Y tal como aquella memoria a la que de vez en cuando acudía para alegrar a su débil corazón, también tenía otros momentos, mucho más oscuros, resguardados en los confines de su mente. 
 Como aquella noche… la fecha, no la recordaba, la hora exacta tampoco, sólo recordaba que había oscurecido, y que Arles lo había llamado. Él había acudido, y se le notaba tan entusiasmado… probablemente pensando que se le sería asignada alguna muy importante misión, o que se le felicitaría por su extraordinario desempeño.
 Esa fue la última vez que las hermosas órbitas azules que adornaban aquel blanco rostro resplandecerían de alegría. Por que de ahí en adelante, lo único que las haría brillar serían las saladas lágrimas que inundarían sus ojos con despreciable hábito.
 Saga lo recordaba terriblemente bien, con una perturbadora claridad que resultaba casi inverosímil; cada temerosa mirada, cada entrecortado suspiro de desasosiego, cada inflexión de su delicada voz, cada beso robado, cada caricia no consentida, cada movimiento del pequeño cuerpo que se retorcía desesperado debajo de él, cada sollozo, cada ruego para que se detuviera, sin poder ser él capaz de hacer tal cosa, por más que quisiera… sin ser capaz de poner un alto al dolor inflingido, y sin poder evitar encontrarse a la mañana siguiente, con la vacía y perdida mirada de un chico que jamás volvería sonreír.
 Saga tuvo que acordarse de respirar. Parpadeó para eliminar la humedad que se concentró en sus ojos, y permaneció estático, tratando de hallar su compostura. Por un momento, al recordar aquello, se sintió desfallecer. Se sintió de nuevo… Arles.
 Tuvo el breve impulso de voltear a ver a Camus. De arrodillarse frente a él y humillarse pidiéndole perdón. No, ni siquiera eso… ¿cómo pedirle perdón a esa criatura? Nada que dijera, nada que hiciera podría reparar el daño causado. Y ahora, no tenía tiempo para eso. Ahora estaba en medio de una importante misión. Pero después tampoco tendría oportunidad, aunque quizás eso sería mejor… No, no quería morir de nuevo con ese peso sobre su impura alma. Era tan injusto… las acciones las cometió otro, y sin embargo, la culpa la tendría que cargar por siempre él. Saga suspiró, mientras corregía el previo pensamiento; no por siempre. Sólo unas cuantas horas más.
 Saga no era el único que deseaba que los segundos corrieran con rapidez. Cada uno de sus compañeros tenía miles de demonios internos torturándolo. Y todos sabían que no sería su fuerza física ni habilidades sobrenaturales lo que determinaría si saldrían airosos de esta batalla o no. Más que eso, sería la fortaleza emocional que tendrían que recopilar para soportar los difíciles sucesos que vendrían. Y luego, ser recordados por siempre como los peores traidores. Más deprimente su situación no podía ser.
 Pero como antes lo habían hecho en muchas otras ocasiones, superarían esto. Caminarían a través de los doce templos, de los propios también, trayendo un dejo de muerte y decepción para el que cruzara e intentara detener su camino. Pero al final, lo lograrían.
 Verían morir a apreciados amigos, serían testigos de la aparente victoria de los espectros. Recurrirían a técnicas prohibidas tan sólo para alcanzar el templo de Atenea con apenas un débil soplo de vida en sus reciclados cuerpos. Pero al fin y al cabo, todo resultó como debía ser.
 Y durante el arduo camino hacia arriba, Camus incluso llegó a agradecer el hecho de que Shaka lo dejara ciego, pues podría sortear encontrarse más con esa mirada que le traía tantos recuerdos, que revolvía tantas cosas en su interior. Aunque Saga jamás lo volteaba a ver, pero mejor ahorrarse el riesgo… podía de esa manera, seguir al líder del trío que permaneció en pie hasta el final, sin tener que verle la espalda constantemente, y así, pretender que caminaba solo.
 Y entre otras cosas, podía también escaparse de apreciar la desilusión en los ojos de Milo; aquél muchacho que parecía apreciarlo bastante, y que apenas podía creer verlo convertido en un traidor.
 Igualmente se evitó ser espectador de la muerte de Atena. No pudo ver las lágrimas en los ojos de sus amigos, y tan sólo fue testigo auditivo de lo que ocurría a su alrededor. Podía pretender que escuchaba la cinta sonora de una película. Todo resultó bastante conveniente al final. Volvió a morir en la compañía de su alumno Hyoga, quien parecía admirarlo en demasía. Camus no encontraba tal admiración justificada, pero la agradecía. Y más agradecía que esas doce horas hubieran llegado a su fin, y con eso, la temporal vida que le fue regalada.
 Su cuerpo se desvanecía lentamente, al igual que los de sus compañeros. Shura… Saga… todos morían de nuevo.
 Y que alegría traía eso a su corazón. El cual apaciguaba su ritmo, segundo a segundo, hasta que se silenciaba por completo. Paz y quietud por lo que se sintieron apenas como unos fugaces instantes.
 Y luego, de nuevo la luz. Una luz que odió al instante en que el resplandor cegó sus ojos, y que le traía una esperanza que él no deseaba albergar. Ya no quería seguir con esto. Ya no quería que el aire entrara y saliera de su nariz, manteniéndolo vivo. Ya no quería que sus cansados ojos apreciaran más colores. Y menos aun, quería darse cuenta al despertar, de que se hallaba en la comodidad de su templo. Como si todo hubiera sido un simple sueño.
 Pero pensar eso era completamente irreal. Lo que si era real, eran los punzantes latidos de su corazón que a cadencioso ritmo impulsaban la sangre por sus venas. Era un constante dolor, ese que provocaba el fastidioso palpitar. Una aguda opresión en el pecho que le recordaba constantemente que estaba vivo, y que desgraciadamente, poco tenía por que vivir.
 ¿Que le quedaba? ¿Que podía ser peor que esto? Seguramente él estaba vivo también… y tendría que verlo en algún momento, y volver a sentirse el asustado chiquillo que siempre había sido en su presencia… no lo podría soportar. Era buen actor, pero no podría fingir haberlo olvidado todo. Si tan sólo ahora, con el familiar cosmos que se acercaba, y sabía que no era amenaza para él, no se sentía ni siquiera capaz de ponerse de pie.
 -Camus, me da gusto verte de nuevo…-
 Milo llegaba saludando con su brillante sonrisa, y se acercaba para tomar asiento a su lado en la cama. Al verlo, Camus se preguntaba; si ni siquiera era capaz de sonreírle de vuelta al alegre caballero de escorpión, ¿cómo se enfrentaría al complicado Géminis? No ansiaba por descubrir la respuesta…
 Fuera de la evidente felicidad que el joven de apiñonada piel exudaba, el ambiente general en todo el Santuario era uno que sólo se podía describir como fúnebre. Todos parecían apenas estar asimilando la nueva situación, ambientándose a sus recién adquiridas vidas, aprendiendo a respirar de nuevo. Agradeciendo, o en algunos casos, maldiciendo la exagerada amabilidad de su Diosa. Camus pertenecía definitivamente a los del segundo grupo.
 No sólo él. Cierto joven, a gran cantidad de escalones abajo, también acababa de despertar sorpresivamente sobre su cama y lloraba su mala suerte amargamente.
 Llevaba una mano a su rostro, tan sólo para comprobar que sobre la piel de sus mejillas escurrían cálidas lágrimas. Miró sus dedos que ahora brillaban graciosamente debido a la salinidad que retiraron de sus pómulos. Los observaba curioso, mientras los giraba levemente para que la luz reflectara contra la tímida humedad en distinto ángulo y brillara así de diferente manera. Saga presentía, que en esta nueva vida, este brillo, estas lágrimas, serían un factor constante y común para él.
 El caballero de Géminis permanecía acostado sobre su cama, explorando con su desesperanzado cosmos los alrededores. Su hermano gemelo se hallaba en el cuarto contiguo; él también había sido traído de vuelta. Eso lo alegraba en cierta medida… pero por otra parte, sólo alargaba la lista de personas a quienes había lastimado y con las cuales tendría que enmendarse.
 Una lista interminable, pero que cierto nombre en particular encabezaba. Saga sabía, que si planeaba encontrarle utilidad a esta recién adquirida existencia, tendría que hacerlo bien. Esta vez no se permitiría más errores. Y aunque sintiera que esos gélidos ojos le perforaban el corazón, se atrevería a verlos, a disculparse con su dueño y a agachar la cabeza entregándole su vida, para que dispusiera de ella como deseara. Y si a Saga le permitían una opinión al respecto, que fuera de preferencia, dándole fin.
  Final Straw.04:
  Iluminado una vez más por los inclementes rayos de sol, el Santuario cobraba vida de nuevo. Y aunque muchos templos sufrían terribles daños ocasionados por la reciente batalla, el claro cielo que cubría la montañosa zona prometía gran esperanza para el futuro. Una nueva etapa comenzaba, y todos estaban juntos de nuevo. A salvo. Vivos.
 Cuanta felicidad… cuanta perturbadora felicidad podía ser percibida en este lugar. Era notorio el pacífico ambiente de los alrededores, mientras un par de amigos caminaban subiendo los extensos escalones hasta el templo de Atena, donde todos se reunirían por primera vez en sus nuevas vidas.
 Camus avanzaba al lado de Milo, quien lo había ido a buscar esa mañana, y  desde entonces el griego no dejaba de sonreír y expresar el gusto que sentía de que todo volviera a comenzar. Y de que Camus estuviera vivo. De cómo lo había extrañado, y de lo mal que se sintió cuando creyó que era un traidor. De la alegría que lo inundaba al saber que eso no era cierto, y que ahora estaba bien, y respirando de nuevo.
 Camus no era tonto. Sabía, porque era fácilmente perceptible, que Milo no buscaba su compañía porque fuera un gran conversador. Desde que eran adolescentes, el caballero de escorpión siempre había mostrado un infundado interés y preocupación por él. Y no era difícil adivinar, al fijarse en esos grandes ojos turquesas que lo veían atentamente en espera de una respuesta a su reciente comentario, que ese chico albergaba cálidos sentimientos hacia él.
 -¿Camus, me escuchaste?-
 Camus asintió. En realidad no había escuchado, no tenía idea de lo que Milo le había dicho, pero el mencionado simplemente continuó hablando de esto y aquello. Camus no ponía mucha atención; se encontraba absorto ante la aparentemente inagotable energía de su amigo.
 Amigo… que extraña palabra la que eligió para definir su relación. ¿En realidad eran amigos? Quizás Milo podía ser considerado su amigo, pero él, ¿podía ser considerado amigo de Milo? No hacía nada que lo demostrara como tal. Jamás iniciaba una conversación, jamás lo buscaba, y apenas si mencionaba palabra durante sus pláticas. Pero sabía con seguridad que aquel siempre estaría dispuesto a ayudarlo en cualquier cosa que necesitase y a brindarle su compañía para ahuyentar la soledad.
 Quizás sí eran amigos. Pero Camus sabía que no serían nada más. Si sus sospechas estaban en lo correcto, y Milo sentía algo especial por él, y decidía a actuar conforme a eso… con toda la pena del mundo tendría que rechazarlo. Pero no debía estar pensando en esas cosas cuando todo era sólo una posibilidad. Ahora tenía que concentrarse en controlar la repentina alteración que atacaba sus sentidos al percibir un poderoso y familiar cosmos dentro del templo de Athena.
 Habían muchas esencias mezcladas, todos los cosmos de sus compañeros, pero ése, ése en especial, le provocaba ignorar al chico de al lado por completo, aun más de lo que ya de por si lo hacía. Ahora el guardián de la octava casa ya no caminaba junto a él. O al menos, Camus no se daba cuenta, mientras subía los escalones con gran pesar pero a la vez cierta curiosidad que no podía negar. Una inexplicable ansiedad por entrar donde todos los esperaban. 
 Sin embargo Milo continuaba a su lado, e ignorante de los agitados pensamientos de Camus se limitaba a seguir su insustancial monólogo. Sólo parloteaba sin poder detenerse porque se sentía increíblemente nervioso. La euforia era demasiada al tener a Camus a su lado en estos momentos. De jóvenes, siempre se había sentido atraído e intrigado por el caballero de Acuario y cuando éste murió, fue como si el mundo se derrumbara para Milo. Entonces supo que durante los años que compartieron como amigos, Camus había llegado a significar mucho más que eso para él. Sin embargo para cuando se dio cuenta de tal cosa, ya era demasiado tarde.
 Cuando Camus regresó de Siberia apenas si se cruzó con él, y luego durante esa batalla, su cosmos había dejado de brillar para siempre, trayendo a Milo una sensación de que el corazón se le salía del pecho ante la impotencia y dolor que el saberlo muerto le causaba. Por eso esta nueva oportunidad lo llenaba de una incontrolable alegría. Sabía que las posibilidaded de que Camus correspondiera sus sentimientos eran casi nulas, pero él lo intentaría, porque no dejaría escapar de nuevo a ese ángel de triste mirada que lo hechizaba y dejaba sus sentidos fuera de control.
 Pero a Milo no le importaba sentirse así; enajenado e hipnotizado por el francés. Le gustaba ese hormigueo que recorría sus entrañas ante su simple presencia, ese salto que su corazón daba cuando se hacía merecedor de una sola mirada de su parte. Deseaba que él también sintiera lo mismo al verlo, pero Milo era realista, y sabía que Camus era una persona complicada y que sería difícil llegar a su corazón. Sin embargo estaba decidido a que con perseverancia lograría descifrar el camino.
 Ensimismado como iba, Milo apenas se dio cuenta que Camus se le había adelantado y ya entraba al Templo de Athena. Corrió la breve distancia para alcanzarlo y ambos pusieron pie en el recinto al mismo tiempo. Se encontraron con la impresionante imagen de la Diosa ocupando el lejano trono al que guiaba un extenso salón a lo largo del cual los caballeros dorados se apoyaban con una rodilla en el suelo, en símbolo de respeto. Milo y Camus tomaron cada uno su lugar en una de las dos filas.
 Justo frente a ellos se encontraba la primera mitad de los guardianes de las casas zodiacales; ambas filas enfrentándose y enmarcando la alfombra por la cual la reencarnación de la Diosa Athena ahora caminaba con ligeros pasos.
 Camus mantuvo la misma rígida posición mientras esperaba que Atena alcanzara el otro extremo del salón, pasando entre ellos y dedicándole a cada uno significativas miradas. Saori permanecía de pie en el centro de las dos hileras de fieles servidores y comenzó a darles la bienvenida, agradecerles, motivarlos, y muchas otras cosas a las que Camus no prestó atención. El discurso de la Diosa era importante, pero más importante ahora era no sufrir un ataque nervioso al saberse observado por la persona dueña de aquél cosmos que hace unos minutos lo obligara a adelantarse en el camino hasta aquí, dejando a Milo atrás.
 Se encontraba enfrente de él en un cerrado ángulo agudo a su izquierda, y Camus podía sentir como aquella mirada se fijaba sobre si, con pobre disimulo. ¿Qué derecho tenía de hacer tal cosa? ¿Qué pretendía con eso? ¿Que recordara a Arles, que recordara como aquel hacía lo mismo, mirarlo sin recato, sin importar que todos se pudieran dar cuenta? Lo peor de todo, era que no había nadie a quien acudir, porque nunca nadie se daba cuenta…
 Y sí, Saga lo observaba con detenimiento, pero su intención era todo menos hacerlo sentir incómodo. Su mirada buscaba a Camus durante todo el tiempo que duró la reunión, y aunque sabía que se arriesgaba con eso a obtener un mortal vistazo de aquellos profundos mares, ahora la meta que dominaba sus acciones, lo que ansiaba, era que aquel quien fatigosamente lo evitaba lo volteara a ver a los ojos para que pudiera leer en los suyos el sincero arrepentimiento que en forma de palabras le expresaría en la más próxima oportunidad.
 Pero siendo sincero consigo mismo, Saga no tenía idea de qué le iba a decir, de si sería siquiera capaz de expresar palabra alguna cuando se encontrara solo ante su presencia.
 Una vez terminado el monólogo de la Diosa, todos celebraban brevemente con un sencillo brindis. Camus se encontraba siendo silencioso participante en una conversación orquestada por Milo y Aioria. Y el resto se entretenía en lo mismo, formando pequeños grupos que platicaban por unos minutos para después dispersarse y formar unos nuevos con distintos integrantes. Pero Camus nunca se separaba de Milo.
 Siempre lo seguía a donde quiera que éste fuera, tal cual sombra. Claro, manteniendo su porte y frivolidad todo el tiempo, enmascarando esa necesidad de acompañar al escorpión.
 Saga se preguntaba si entre ellos dos habría algo más que amistad. Recordaba que de pequeños a Camus sólo se le observaba en compañía de aquel griego, y ahora por alguna razón permanecía cual guardaespaldas a su lado.
 El caballero de Géminis perdió la vista por un momento del hermoso francés para concentrarla en la copa que sostenía, y que aun estaba casi llena. Hasta eso lo hacía sentir culpable; deleitarse con su cálido sabor. Sentía que no lo merecía. Que no merecía nada de esto. Ni el perdón, ni la nueva oportunidad, ni el estar posando sus pecadores ojos sobre el caballero de Acuario.
 Porque aquella simple acción le traía sentimientos que no deseaba. Era como si una necesidad intrínseca lo obligara, tal como ahora, a levantar su mirada de nuevo y apreciar como Camus tomaba un sorbo de su copa con la elegancia y delicadeza que siempre lo caracterizaban.
 Saga sabía que se estaba metiendo en algo muy peligroso. No, demasiado tarde. Desde hacía mucho tiempo ya había tocado el fondo de ese hoyo negro y ahora se sentía incapaz de poder salir. Lo pudo negar durante la breve batalla contra Hades, pudo desviar sus ojos de él porque tenía cosas que se suponía eran más importantes distrayéndolo. Pero ahora no podía negarlo más, porque era bien consciente de todo. Era bien consciente de que una egoísta parte de su ser no sólo buscaba perdón de aquel hombre.
 De que ese fuego en su interior no era causado por el efecto del vino que tomaba, sino por ver al acuariano en compañía de aquel escorpión contra el cual sabía que jamás podría competir.
 Ante el previo pensamiento, Saga tuvo que apoyar su mano sobre una cercana columna, para evitar irse de bruces por la impresión.
 -Saga, ¿te pasa algo?- preguntó Kanon, quien permanecía a su lado todo el tiempo, al parecer aun demasiado reacio a socializar con los demás.
 El gemelo menor se acercó y le retiró la copa, riendo para sus adentros por el poco aguante que su hermano presentaba ante la bebida. Media copa y ya se estaba cayendo.
 -No, no pasa nada…- Saga se reincorporó, irguiéndose de nuevo por un segundo, tan sólo para recargar su espalda sobre la mencionada columna, cruzar los brazos y regresar a sus reflexiones. Un par de segundos en silencio, y preguntó:
 -Kanon… ¿tú crees yo en verdad merezca perdón…?-
 Kanon engulló de golpe lo que quedaba de la bebida de su hermano y permaneció sosteniendo la vacía copa mientras lo imitaba adquiriendo la misma postura, al lado de Saga, chocando sus hombros.
 -Si no es así, no quiero ni siquiera ponderar en mis posibilidades.- respondió soltando una débil risa que Saga contestó a su vez sonriendo limitadamente.
 A Saga le sorprendía el amistoso comportamiento que Kanon presentaba con él, de verdad que su hermano parecía una persona distinta. Y bueno, el mismo caso era para ambos gemelos. Saga se preguntaba si Camus lo comprendería. Si lograría entender que no era el mismo de antes.
 Deseaba que así fuera por que si no entonces tendría serios enredos con los cuales lidiar. Sabía que era ingenuo de su parte siquiera pensarlo, pero esos celos que se despertaron hacía solo unos momentos y cuya inesperada aparición lo hicieron perder la compostura, le traían la última confirmación a algo que en el fondo ya sabía desde hacía mucho tiempo.
 Él lo quería... mucho más que eso; lo había aprendido a amar desde que era un pequeño, sufriendo bajo sus propias acciones. Fue una compasión que creció rápidamente hasta convertirse en un sentimiento mucho más fuerte. Originada por la simple confianza que de alguna manera se tenían; nadie lo conocía mejor, y estaba seguro que de igual manera, el único que conocía a Camus de Acuario, era él, que había sido testigo pasivo de todo el sufrimiento que tuvo que aguantar durante su corta vida.
 Y tal como Arles, Saga mismo había caído en el encanto de ese especial muchacho. Había desarrollado un cariño hacia él que aumentó sus dimensiones desmesuradamente y cuyas consecuencias no quería ni siquiera imaginar.
 Saga se sentía la escoria más vil del planeta en esos momentos. No se creía digno de quererlo, pensaba que se comportaba justo como Arles al siquiera sentir esto por él. No era mejor que aquel loco. Igual lo deseaba, igual quedaba embriagado por su innegable belleza… Quizás él mismo fue el culpable de todo. Quizás sus sentimientos hacia el chico fueron los que desataron o por lo menos afianzaron esa enfermiza fijación que Arles tenia con él. Saga cerró los ojos con fuerza ante la sola posibilidad, tratando de ignorarla.
 Gracioso como todo en un minuto se había complicado en creces. Esa mañana se levantó con la difícil pero firme intención de ofrecerle disculpas. Y ahora, en cuestión de segundos, aquella tarea se había convertido en algo mucho más arduo de llevar a cabo. Porque, ¿cómo expresar tu arrepentimiento por todo aquello, a la vez que confiesas los sentimientos que te dominan? Y que al fin al cabo te siguen atando a esa persona, cuando aquella lo más seguro es que quiera alejarse a años luz de distancia de ti.
 Saga sabía que Camus lo mataría.
 Y a Camus no le faltaban ganas de hacerlo, sobre todo ahora que huía a su mirada, siguiendo a Milo por todas partes en un fútil intento de sentirse seguro, de creer que éste le proporcionaba cierta protección contra aquel que lo veía con un intenso brillo en sus ojos.
 Camus trataba de aparentar imperturbabilidad, pero en su interior sus emociones eran un desastre, necesitaba salir de aquí pronto, alejarse de aquella mirada, olvidarse de que ese hombre existía. Porque al tenerlo cerca aquel temor que se prometió nunca volver a sentir afloraba de nuevo con la facilidad que trae la costumbre. No podía esperar a que esta insulsa reunión terminara y por lo tanto, agradeció a los cielos cuando Athena anunció que se retiraba a sus aposentos, indicando con ese acto que la convivencia llegaba a su fin.
 Salió con apresurados pasos del lugar sin despedirse de nadie, sin esperar a Milo que le miraba de reojo mientras finalizaba la plática con Aioria y se  preocupaba notablemente ante la repentina huida a la que su amigo hacía protagonismo.
 Milo no fue el único en notar la salida del francés. ¿Como podría ser él único si había alguien más que durante todo el tiempo no le había quitado la vista de encima? Y ese alguien ahora se despedía de su hermano para ir tras el que acababa de salir por la puerta. Claro que él no se veía tan desesperado. Saga mantenía la seguridad en cada paso que daba, siendo un misterio para él mismo como lograba hacer tal cosa pero agradeciendo esa aparente calma y fortaleza que su cuerpo siempre destilaba.
 Y así, firmes, seguían siendo sus pasos hasta que lo llevaron al Templo de la vasija, en donde su dueño acababa de entrar en busca de aliviante soledad y silencio y el cual era interrumpido por la persona menos adecuada.
 Camus se encontraba apoyando su brazo sobre una de las columnas y a la vez recargaba su frente contra la flexionada extremidad, escondiendo su rostro de cualquiera que lo quisiera ver, en este caso, del hombre que se acercaba a sus espaldas.
 Saga caminaba con precaución. No podía predecir cuales serían las reacciones de Camus, ni siquiera podía predecir las suyas. Ante la presencia de este muchacho perdía toda compostura y simplemente se hallaba tratando de luchar contra esta súbita explosión de sentimientos que lo atacaba en su interior, dejando muy poco espacio para los pensamientos racionales.
 Y demostrando tal cosa, era que Camus ahora podía sentir un ligero peso depositarse delicadamente sobre su hombro.
 Y tan sólo con eso, parecía que el tiempo no hubiera pasado. Porque ese temor, ese miedo contra el cual luchaba tanto, aparecía de nuevo para obligarlo a que sus pestañas hicieran contacto, y se humedecieran tratando de controlar las lágrimas que súbitamente decidían avergonzarlo en ese momento.
 Pero no tenía nada que temer, ¿o sí? Arles estaba muerto. No tenía nada de que preocuparse. Y no podía seguir de esta manera, así que encararía a este hombre, daría la vuelta hasta quedar frente a él, sacudiendo esa mano intrusa de su hombro en el proceso.
 Y cuando esas miradas finalmente se enfrentaron, retando a la otra por ver quien lograba acumular mayor cantidad de lágrimas en sus ojos, ninguno de los dueños supo que hacer. Realmente no tenían nada que decirse. Todo lo sabían ya. Camus sabía que Saga pretendía enmendarse, Saga sabía que Camus lo odiaría por siempre, y que jamás lo perdonaría. Entonces este encuentro carecía de todo sentido. Pero ahora que estaban aquí, uno frente al otro, algo tenían que decir.
 -Camus… -Saga dio un paso al frente. - Yo... vine a pedirte perdón. Sé que ni siquiera merezco eso pero, necesito decírtelo, lo siento tanto… y…-
 -¿Lo sientes? ¿Quieres que te perdone? ¡¿Cómo te atreves siquiera a buscarme!?- Camus interrumpió con una bravura que ni él mismo se esperaba, pero es que no aguantaría ese tono arrepentido de Saga. Eso era algo que él no quería escuchar, y que aquél no era digno siquiera de utilizar en su voz. - Si yo tengo que vivir torturado por esos recuerdos, tú puedes por lo menos hacer lo mismo. Así que perdón de mis labios no obtendrás.-
 Saga se esperaba todo esto. Pero su consciencia lo obligaba a seguir. Era extraño, que Camus pareciera ser capaz de vivir con esos recuerdos, mientras que él no se sintiera apto para hacer tal cosa, cuando la víctima indisputable de todo esto había sido aquél.
 -Lo sé… sé que jamás me perdonarás… pero no puedo quedarme de brazos cruzados pretendiendo que nada pasó. Yo fui la herramienta que causó tu sufrimiento, y debo cargar con mi culpa, pero necesito saber que… tú estas bien… –
 -¿Bien? ¿¿¡¡Bien!!?? … no te puedo creer… ¿cómo…?- Camus no hallaba palabra coherente para continuar expresando su incredulidad, así que sólo comenzó a carcajearse como desquiciado, con una vacuidad en sus risas, que a Saga le erizaba la piel. 
 El mencionado no quería seguir escuchando los aterradores sonidos que provenían de esa garganta… le calaban hasta el alma con su frialdad. Esto era lo que no quería… lo que lo lastimaba de manera irreparable; el ver a Camus convertido en este ser desprovisto de todo sentimiento, de todo amor, hasta para sí mismo.
 Saga hizo lo único que tanto su mente y cuerpo se pusieron de acuerdo en hacer, y dando un paso más levantó sus brazos hasta que rodearon la refinada forma de Camus, atrayéndolo para un abrazo que hacía poco para sanar sus penas, pero que por lo menos acallaba al hombre más joven, quien sorprendido por el acto, no reaccionó.
 -Dioses, Camus… lo siento tanto…- Saga abrió su boca para susurrar, pudiendo saborear durante el proceso, una gruesa lágrima que acababa de rodar por su mejilla, y ahora se mezclaba con las recién dichas palabras, llenándolas de una tristeza infinita, mucho mas de la que ya de por sí cargaban.
 El silencio reinó por unos minutos. Camus permaneció inmóvil mientras el hombre mayor lo abrazaba y repentinamente comenzaba a temblar contra su cuerpo. Camus no se esperaba esto. Presentía como algo obvio el que Saga lo buscara e intentara disculparse en algún momento. Pero jamás pensó que haría algo como esto… ¡¿Cómo se atrevía a tocarlo!?
 Saga sabía de igual manera, porque sus pensamientos eran sorprendentemente claros mientras sucumbía a sus sollozos, que esta no era la manera correcta de proceder… que estaba siendo demasiado precipitado. Pero cuando vives por años atrapado en los confines de tu propio ser esperando una oportunidad para salir, la paciencia se te agota. Y ahora, sabiéndose regidor de sus propias acciones, sabiendo que cada segundo contaba, no podía evitar seguir estos primarios impulsos y abrazar al muchacho con increíble fuerza, tanto que Camus estaba seguro que escucharía sus huesos crujir en cualquier momento; que tales formaciones óseas cederían ante los potentes brazos que lo apresaban…trayéndole muy familiares sensaciones… recuerdos de esos mismos brazos que lo despertaran una mañana hace muchos años, proporcionándole un muy necesitado escape…
 Y también conocía a esos ojos que alguna vez lloraran a compás de los suyos, y ahora derramaban lágrimas en solitario sobre su hombro. Y entonces, la locura que había luchado momentos atrás por poseerlo, se comenzaba a apaciguar al ritmo de los desconsolados suspiros de Saga.
 Pero esto no era posible… Camus no podía permitirse tener compasión por él. No podía porque entonces, ¿Qué le quedaría? ¿A quién odiaría? ¿A quién culparía por sus recuerdos? No había nadie más… sólo estaba Saga. Y sobre Saga descargaría todo.
 Con ese pensamiento en mente, Camus recuperó el control sobre sus brazos y empujó al gemelo con fuerza lejos de él, dando unos cuantos pasos hacia atrás para incrementar aun más la distancia entre ellos.
 Saga se disponía a anular ese espacio una vez más. Pero una presencia ajena que se adentraba al templo lo detuvo. Y no tuvo que esperar mucho más para ver como Milo de Escorpio se dejaba ver, y se notaba ligeramente sorprendido al encontrarlos a ambos solos, y aparentemente en medio de una acalorada discusión.
 Saga intuyó que este era el momento adecuado de su retirada. Y lo hizo sumisamente, tras encontrar su mirada brevemente con los ojos turquesas de Milo, que lo veían algo confundido, y después despedirse de los hermosos azules de Camus, que eran adornados por dos partidas cejas que se fruncían en espera de que desapareciera. Sin más, Saga se retiró.
   Final Straw.05:
  -¿Interrumpí algo?- fue la tímida pregunta proveniente de los labios de Milo al analizar la situación que se había encontrado al llegar al templo de Acuario.
 -Nada que no haya merecido ser interrumpido.- respondió Camus, finalmente apartando la vista de la puerta por la que Saga había desaparecido segundos atrás, y dirigiendo su mirada al recién llegado Milo,  cuya intervención agradecía en desmedida, claro, sin expresárselo jamás a aquél.
 -Estás molesto… ¿Qué sucedió?.-
 -Nada, Milo. No quiero hablar de eso.-
 -Sabes que puedes confiar en mí.- insistió Milo.
 Camus sentía un dolor de cabeza aproximándose por el tono e intención de esas palabras, así que para evitarlo no rompió la dura expresión de su rostro, por más amable manera en que el otro se dirigiera a él.
 -Si hubiera algo que confiar, te lo diría. No sucede nada. – Dijo Camus, provocando que la mirada de Milo bajara brevemente a contemplar el piso, antes de volver a mirar a Camus al escuchar de nuevo su voz;
 -¿Viniste por alguna razón?-
 -Bueno, noté lo apresurado que saliste del templo de Athena, sólo quería saber si todo estaba bien.-
 -Ya lo sabes.-
 Cualquiera hubiera desistido ya de algún intento de plática con Camus en estos momentos, en los que evidentemente no se encontraba de humor para tal cosa, pero Milo no era cualquier persona, y el tono indiferente y despectivo de Camus al que estaba tan acostumbrado, no lo intimidaba.
 -Sí… y quería preguntarte algo más.- continuó Milo, sin poder evitar un leve sonroje en sus mejillas. Al notar esto, Camus arqueó una ceja.
 -Yo… bueno, los muchachos piensan bajar al pueblo esta noche, a divertirnos un rato. Quería asegurarme de que tú irías.-
 -Lo dudo.-
 -Sabes que no dejaré de fastidiar hasta que me digas que sí nos acompañarás.-
 -Sí, desgraciadamente lo sé…- Camus llevó las yemas de sus dedos a la sien, mientras Milo sonreía ante las palabras de derrota.
 Camus no tenía ganas de estar lidiando con Milo ahora. Y al fin y al cabo, tal como él había dicho, terminaría aceptando ir, así que se ahorró un rato de insulso diálogo accediendo a su petición de una vez por todas.
 -Está bien, Milo. Iré.-
 -Genial, pasaré por ti así que no intentes esconderte.-
 Y tal como advirtió, justo cuando apenas la luna se asomaba para presumir su pálida belleza a las envidiosas estrellas, se podía apreciar la silueta del caballero de escorpión en las puertas del templo de Acuario, esperando al dueño de éste, quien apenas salía.
 Juntos se dirigieron al definido lugar en donde todos los caballeros dorados habían decidido reunirse esa noche. Dentro de dicho bar, tales servidores de la Orden Ateniense se podían observar dispersados en varias mesas.
 En una en particular, se le veía a uno de los guardianes de la casa de Géminis pasando un muy buen rato. Kanon aparentaba estar mucho más adaptado al ambiente y ahora bebía y bromeaba con algunos de los chicos con quienes compartía la mesa. Saga se sentaba al lado de su hermano, haciendo caso omiso a lo que el resto hablaba.
 La ansiedad que lo corroía desde que despertó esa mañana seguía presente en su organismo, y ahora trataba de disiparla ahogándola en considerable cantidad de bebidas alcohólicas que llevaba consumiendo desde que pisó el lugar. Su gemelo lo vigilaba de reojo, y cuando Saga se proponía a tomar un nuevo sorbo de su recién pedido trago, Kanon decidió tomar cartas en el asunto.
 -Saga, acuérdate de lo que te pasó en la mañana. No quiero tener que cargarte de regreso al Santuario.- dijo Kanon antes de regresar su concentración al chiste que Shura contaba.
 Saga escuchó y dejo su trago sobre la mesa, pero más que por la advertencia de su hermano, fue debido al robo de su atención por parte de aquél que fuera el mismo culpable de esa perturbación que lo atacara más temprano ese día, y de la cual Kanon temía repetición. Y al parecer sí existían muchas posibilidades de que algo así pasara de nuevo, pues sus sentidos volvían a nublarse de igual manera gracias al hechizo que Camus había invocado sobre él.
 El mencionado caballero de Acuario acababa de entrar al local acompañado de Milo. Al primer paso Camus dio un vistazo exploratorio a todo el lugar hasta marcar la localización de Saga, y se aseguró de escoger una mesa que estuviera fuera del alcance de la vista del mencionado.
 Así, tomó a Milo de la muñeca hasta arrastrarlo a donde Deathmask y Afrodita se encontraban sentados. Les hicieron compañía durante el rato que Camus aguantó en ese sitio, lo cual no fue mucho. Aunque no contaba con los penetrantes ojos de Saga posados sobre él, tenía el presentimiento de que sus pensamientos sí los ocupaba, y eso lo ponía incómodo de igual manera. Así que haciendo caso a su justificada paranoia se despidió de Milo y los otros con el pretexto de un dolor de cabeza y emprendió el camino de regreso al Santuario. Milo se había ofrecido a acompañarlo pero estaba en medio de un duelo de pulsos con Deathmask y ante todo debía defender su honor, o al menos eso fue lo que Camus dijo al insistir en que se quedara.
 Unos minutos después Saga se levantó de su asiento con la encomienda por parte de sus acompañantes de mesa, de ir a buscar una nueva ronda de cervezas. Pero al encontrarse esperando dichas bebidas en la barra, aprovechó la oportunidad para buscar a Camus, quien sabía se encontraba en el lugar intencionalmente alejado de él. Sin embargo cuando localizó a Milo riendo en una mesa junto con los caballeros de Cáncer y Piscis, Saga supo inmediatamente que Camus había regresado al Santuario. Pues si estuviera aquí sería seguro que se encontraría en compañía del escorpión.
 Saga comprobó sus sospechas como ciertas al percibir la ausencia del gélido cosmos, y ni siquiera esperó las bebidas que le habían sido encargadas para comenzar a dar los pasos que lo sacarían del lugar y lo guiarían hasta el Santuario de Athena.
 -
 Camus acababa de llegar a su templo y se disponía a arrojarse sobre su cama para dormir con la esperanza de que el mañana nunca llegara, cuando un cosmos que se acercaba velozmente le forzó a ponerse de pie y dirigirse a la entrada para defender su Templo del intruso, cuya presencia era más que desdeñada.
 -¿Qué haces aquí?- preguntó el guardián de Acuario a un jadeante Saga que terminaba su exhaustiva carrera en los últimos escalones de la entrada a la onceava casa.
 -Creo que tenemos una plática pendiente.- dijo Saga una vez que su respiración se normalizó permitiéndole hablar con claridad.
 Camus lo barrió con su mirada de arriba abajo despreciativamente, fijándose un segundo más de lo necesario en sus ojos, analizándolos, como si estuviera con eso intentando confirmar sus intenciones.
 -Pasa.-
 Saga siguió a Camus, quien ya le había dado la espalda y se adentraba al templo. Los pasos del gemelo eran inseguros mientras estudiaba los rincones del intimidante recinto, cuya presente oscuridad aumentaba su ya de por si inhóspito espíritu.
 Al llegar al centro del amplio cuarto principal, Camus dio la vuelta, congelando a Saga en sus pasos por un instante cuando éste se vio testigo del inmutable semblante que el hombre más joven había adquirido, y del cual no debería de sorprenderse, siendo tan típico de él. Más aun así lo molestaba a sobremedida.
 -Habla.-
 La palabra resonó contra las altas paredes, perdiéndose en el eco de una orden que Saga se sentía incapaz de obedecer. Tal como esta mañana, los discursos que practicaba en su mente constantemente en espera de un buen momento para declamarlos, se esfumaban dejándolo abandonado a su pobre habilidad de improvisación.
 Así, sin poder mencionar palabra, Saga sencillamente se acercó hasta detenerse a la prudente distancia en que sabía que podía alcanzar el rostro de Camus con sólo extender su brazo hacia el susodicho.
 Y con ése conocimiento en mente, levantó su mano e hizo el débil intento de tocar la mejilla de Camus, pero el ojiazul no tardó en girar su alterado rostro fuera de tal alcance, indignado por la osadía del geminiano.
 El rechazado brazo de Saga regresó entonces a descansar sin vida contra el costado de su cuerpo.
 Camus volteó hacia él de nuevo y suspiró cansadamente.
 -Saga… si no tienes nada que decirme, vete. Déjame en paz.-
 Camus sabía que lo que pedía era algo iluso. Paz no sería precisamente lo que lo acompañaría en su soledad; pero por lo menos tampoco lo sería la agitación que se presentaba al encontrarse frente a Saga.
 -Lo haría gustoso, Camus… si tan sólo yo pudiera eliminar esto…- indicó Saga llevando una mano hasta su pecho, dejando descansar la extendida palma sobre el particular sitio donde un rítmico sonar era fácilmente perceptible.
 -¿Me odias por esto?... Sé que me aborreces por lo que sucedió en un pasado. Pero igual que aquello, esto no es mi culpa… - continuó explicando Saga, dando énfasis a sus palabras al convertir en un puño la mano que cubría su pecho, y que ahora golpeaba contra éste en muestra de su frustración.
 Camus lo observaba imperturbable, o al menos eso aparentaba, mientras que Saga podía ya sentir una excesiva humedad alrededor de sus pupilas. Y quemaba. Las lágrimas quemaban sus ojos con una imprudente calidez.
 Y envidiando la frialdad que el muchacho que tenía enfrente emanaba, e intentando conseguir algo de ella, Saga se inclinó, y tras un rápido movimiento Camus pudo sentir un contacto no autorizado sobre su boca infringido por los labios del gemelo, que con débiles movimientos rogaban por una aceptación, a la vez que su lengua insistía ansiosa por hallar entrada… la cual irremediablemente le fue concedida.
 Camus dejó pasar aquella trasgresión, dándole a Saga libre acceso al interior de su boca, tratando de no analizar lo que estaba sucediendo y cerrando los ojos al sentir las manos de Saga sobre su cintura, atrayéndolo, profundizando más el beso al mismo tiempo.
 Saga simplemente ya no podía pensar; la lógica era una bizarra y utópica fantasía para él ahora que probaba la embriagante dulzura de esos delicados labios, que lo privaban de toda realidad.
Pero la culpabilidad, la culpabilidad que siempre, sin importar su estado de ánimo, si estaba despierto o dormido, siempre, absolutamente siempre, hasta en sus sueños, lo perseguía, aparecía imprudentemente en este instante obligándolo a despegar sus labios de los de Camus y dar un repentino brinco hacia atrás con la alarmante preocupación en sus ojos de un niño que ha sido descubierto en plena travesura.
 Y como todos los niños traviesos, Saga sabía que había hecho mal. Se arrepentía, sí, pero no podía aguantar a repetir su fechoría porque egoístamente deseaba sentir ese cosquilleante burbujeo en su interior otra vez, y la reprobante mirada de la víctima de su mala acción, sólo servía para impulsarlo a hacerlo de nuevo.
 Tal víctima, lo veía intimidándolo con sus profundos ojos, en los cuales Saga podía leer claramente la confusión de Camus, la muda interrogante demandando una explicación ante lo que acababa de hacer. Saga no supo como responder excepto acercándose de nuevo y rozando sus labios contra la entreabierta boca de Camus, esperando que éste fuera quien le exigiera más esta vez. Y Camus lo hizo, desapareciendo el milímetro de insignificante distancia que separaba sus rostros, y dejando que el beso se consolidara.
 A partir de este punto todo lo que los movió y guió sus acciones fue simple instinto irracional, y la plática pendiente que Saga reclamaba hacía sólo unos minutos se retrasaría unas cuantas horas más, al menos hasta la mañana siguiente, porque esa noche hablar sería lo menos que harían.
 Demostrando como cierta tal predicción, en segundos ya se les podía ver a ambos sobre la cama, sus ropas descansando en el piso de la habitación de Camus y el cuerpo de éste siendo besado y explorado sin tregua por los labios de Saga.
 Éste último no había subido a Acuario con esto en mente. Él mismo se preguntaba si deseaba acaso la muerte… quizás así era, tal vez subconscientemente buscaba que Camus lo matara, congelándolo y dando así fin a este embrollo.
 Simplemente las razones que mandaban sus acciones eran demasiado complicadas hasta para él de comprender. Tan sólo obedecía ciegos impulsos nerviosos que sin embargo no parecían proceder del centro neurológico en su cabeza, sino de algún lugar resguardado en lo profundo de su cavidad torácica. Sí, esa maldecida cosa palpitante era la culpable de todo…
 Camus por su parte, se encontraba en un caso parecido, enteramente dominado por los escalofríos que recorrían su cuerpo por completo, marcando cuales serían sus acciones, y en este momento, sus acciones serían simplemente abandonarse a disposición de Saga quien parecía no necesitar asistencia en la tarea que llevaba eficazmente a cabo.
 Y así, dejando su cuerpo a la merced del hombre mayor, Camus sólo podía ir registrando con cierto éxito en exactitud todo lo que pasaba, cada punto que Saga tocaba y besaba, regresando a sus labios constantemente, como para asegurarse de que estaba con él en esto… percibió perfectamente de cuando introdujo un hábil dedo dentro de él, y de como iba aumentando la cantidad de estos pasando cierto tiempo… moviendo, molestando, masajeando, trayendo inusuales sensaciones que hasta ahora no conocía, porque Arles nunca hacía esto. Arles no le provocaba lo que Saga lograba tan sólo al tocar cierto punto en especifico dentro de su cuerpo. Arles no tenia miramientos ni condescendencias para con él. Y abstraído en esas comparaciones, Camus estuvo a punto de saltar de la cama al darse cuenta sorpresivamente de que Saga comenzaba a estimular su miembro con la lengua, para después tomarlo en su boca y dejarlo entrar hasta su garganta.
 Camus simplemente no entendía. A esto no había que temerle… esto se sentía tan acertado… tan bien…
 Igual de adecuado fue el momento en que Saga decidió unir sus cuerpos, abriéndose camino cuidadosamente dentro de él… Camus era consciente de que ya había experimentado aquel dolor, pero ahora era tan diferente… ahora los rítmicos vaivenes del cuerpo de Saga le hacían olvidar tal inicial incomodidad, y hacerlo creer que de verdad, este no era el mismo hombre que tantas veces se adueñara de su cuerpo de similar manera.
 Aunque similar no era la palabra adecuada; esto era todo menos parecido a lo que en su adolescencia sintió. Era como una primera vez que se retrasó con múltiples y fallidas salidas en falso. Y también era como una primera vez para Saga, que a tierna edad fuera controlado por el monstruo que ocasionó todo el dolor y sufrimiento que los trajo hasta este punto. A este momento en donde los jovencitos que perdieran voluntad sobre sus vidas hacia ya tantos años, volvían a reclamarla juntos.
 Sin embargo, Camus seguía torturándose con interrogantes, porque estas emociones, estos estremecimientos de su cuerpo, por más gozo y placer carnal que le provocaran, no lo dejaban de asustar en desmesura. Tan maravillosas sensaciones no eran correctas, no para alguien como él.
 Y menos adecuado era que quien se las proporcionaba fuera el mismo protagonista de sus más terribles pesadillas, de sus más pavorosos recuerdos, a quien dirigía todo su odio y frustración y que sin embargo ahora lo hacía gemir sumiso bajo sus acciones.
 Camus no quería que esto fuera así. No quería terminar deseoso por más cuando todo esto llegara a su fin. No quería recordar a la mañana siguiente lo débil que había sido, lo fácil que había accedido a estas caricias… estas malditamente amables caricias…
 Pero con todo y esos deseos, Camus fue incapaz de detener lo que estaba pasando, y tampoco fue consciente de mucho más; todo había sucedido dulcemente lento pero al terminar, daba la impresión de haberse dado lugar en el transcurso de un fugaz parpadeo.
 Y con esa pequeña acción, con el despegar de sus pestañas, y al dejar a sus ojos apreciar la luz de la mañana, millones de inseguridades azotaron contra la indefensa mente de Camus. El pánico se apoderó de él al recordar lo que había ocurrido… al ver a Saga durmiendo pacíficamente a su lado.
 No podía creerlo. ¿Cómo había caído de nuevo en lo mismo? Las palabras de Arles retumbaban en su cabeza, aturdiendo su razón…
 He dejado mi sello en tu piel, y tus entrañas gritan por regresar a su único dueño…
 Camus atacó la piel de sus brazos con las uñas de sus dedos de manera rabiosa, hasta hacerlos sangrar. Se levantó de la cama y corrió al baño, en donde abrió la regadera a la vez que dejaba a la bañera llenarse. Una vez que logró eso, se sumergió por completo en el refrescante líquido transparente en busca de alivio, tanto para las recién infligidas heridas, como para su atormentada mente. Sin embargo, la grave voz lo seguía persiguiendo…
 Tú me necesitas, por más que digas repudiarme. Soy parte de ti, y eres demasiado débil para poder negarlo. Para poder negarte a mí…
 La tentación de permanecer más tiempo sin respirar de lo que probablemente soportarían sus pulmones era demasiada. Quedarse unos minutos más bajo el agua podría traerle al fin una muy deseada liberación, sólo tenía que esperar un poco más y ya podía comenzar a sentirlo… la falta de oxigenación nublaba sus pensamientos y la voz finalmente se dejaba de escuchar.
 Pero como en alguna anterior ocasión, aquel que siempre lo arruinaba todo volvería a truncar sus planes, llegando a un repudiado rescate, levantándolo súbitamente de los hombros hasta dejarlo sentado, rodeado por el agua que se teñía ligeramente rojiza por la sangre que había emanado de las superficiales heridas de su piel.
 Camus abrió los ojos y boca de golpe y al máximo, atrapando una gran bocanada de aire cuya necesidad se había estado negando a aceptar. Tosió repetidas veces en lo que sus pulmones reclamaban su imprudencia, y no necesitaba ver el rostro que se ocultaba contra su hombro y que una oscura cabellera azulada cubría, para saber que era Saga quien lo abrazaba fuertemente y quien ahora balbuceaba desesperadamente contra su piel entre que daba torpes besos a su cuello.
 -Perdóname... fui un estúpido, yo no quería que esto pasara. Pensé que podría demostrarte que yo era distinto… lo siento, pero por favor, no vuelvas a intentar algo así de nuevo… no podría vivir sabiendo que fue mi culpa… no podría vivir sin ti… -
 Las palabras hubieran enternecido a cualquiera. Pero no a Camus de Acuario. Quien sólo lograba pensar, que las promesas de Arles parecían insistir en cumplirse… Le había amenazado con permanecer a su lado por toda la eternidad. Y al parecer, contra todos sus intentos por evitarlo, planeaba hacer tal cosa realidad.
 Final Straw.06:
  ¿Cómo alguien podía hacer tal cosa; dañar a un ser tan hermoso, tan perfecto, tan inocente? Saga no lo comprendía, y menos comprendía que tal daño fuera uno auto inflingido, por el mismo dueño de esa blanca piel que ahora mostraba pequeñas marcas que jamás debieron existir, pero que sólo eran un débil reflejo de las verdaderas heridas que lo lastimaban en su interior.
 Sin querer descubrir las razones que habían llevado a Camus a intentar terminar con su vida, una vez más, pero siendo consciente de que él había tenido mucho que ver, Saga se limitaba a abrazarlo con fuerza, por interminables minutos hasta que su llanto cedió y recordó que más que nada, más importante que su propio sentir, se encontraba el deber de proteger a la criatura que permanecía estática entre su abrazo. Así que se proponía levantar a Camus de la bañera, cuando éste finalmente reaccionó poniéndose de pie en un solo movimiento y alejándose de Saga.
 -¡Suéltame! ¡Vete de aquí!-
 -Pero, Camus…-
 -¡No quiero verte!- Camus salió del baño hacia su habitación donde recogió la ropa de Saga y se la arrojó a éste cuando apenas salía del baño, sólo segundos después.
 -Pero… anoche...-
 -Eso no ha sido nada. Un error… el último de muchos. El punto final a todo esto.-
 Saga admiraba la capacidad que Camus poseía para recuperarse tan rápido de algo que debió desconsolarlo a sobremanera, tanto que probablemente si él no hubiera despertado, notado su ausencia y escuchado el agua corriendo, éste caballeo de Acuario que tan decidido se plantaba frente a él, no estaría respirando ahora.
 Y no podía aceptar las palabras que recién le dirigía. Aunque que lo hirieran, aunque le hicieran sentir como lo más bajo y le dieran una puñalada más a su ya de por sí endeble corazón al escuchar de la boca de Camus que lo que sucedió anoche y que a él resultó como una experiencia reparadora para su afligida alma, a aquel le haya parecido como no más que lo que sufría con Arles, otro suceso que no debió llevarse a cabo, algo de lo que se arrepentía y que no había significado nada para él, más que tal como decía, un error.
 ¿Pero, sería sincero? Saga se negaba a creerlo… ¿por qué lo aceptó entonces? Camus sabía, y si no, debería saberlo, que por más aturdido que Saga se encontraba por sus sentimientos, por las emociones que insistían en despertarse todas a la vez, que si en algún momento hubiera mostrado signos de querer que aquello se detuviera, el gemelo no hubiera dudado en hacerlo… pero Camus nunca insinuó nada…
 -Ni siquiera tú te engañas. ¿Qué es lo que quieres, de verdad? Dímelo, pídeme lo que sea, lo que sinceramente tu corazón desee.-
 Camus no tuvo que meditar mucho su respuesta.
 -Aléjate de mí. No me mires. No me hables. Pretende que no existo. Yo haré lo mismo contigo…- le dio la espalda, llevando una mano sobre sus cansados ojos. Cansados de ver, de percibir, de apreciar el dolor escrito en el rostro de Saga, y en el propio, en la aflicción que podía notar en ese pálido rostro todas las mañanas en el espejo y que aunque tratara de ocultarla, bien sabía que ahí continuaba. Camus hizo nota mental de romper ese pequeño espejo del baño más tarde.
 -Camus, yo… no creo poder hacer eso…- Saga bajó la mirada y suspiró profundo. De todas las cosas que Camus le podría haber pedido, ésta era la más difícil… dejarlo solo… quedarse solo… eso sería fatal, para ambos.
 -¿No crees poder? ¿Que hay tan difícil en el hecho de ignorarme? ¿No acabas de decir que harás cualquier cosa que yo te pida?-
 -Sí… pero eso que me pides, ignorarte... eso es imposible, Camus. Imposible…- dijo débilmente Saga, esbozando una triste sonrisa, al momento de levantar su mirada hacia Camus, quien daba la vuelta enfuriado por su actitud.
 -¡¿Entonces dime de qué demonios se trata todo esto?! ¿Qué acaso Arles te dejó su obsesión por mi como recuerdo? ¿Por qué no simplemente me dejas en paz? ¿Por qué insistes en estar cerca de mi…?-
 -Porque si no lo hago, me volveré loco. Tal vez tengas razón, tal vez dejó estos sentimientos, o aun peor, tal vez yo siempre los albergué. Elige la opción que quieras, pero trata de entenderme. Yo… ya no soy aquel hombre, ahora finalmente soy yo, Saga, y no puedo evitar lo que siento, pues gracias a Atena ya no tengo a aquel demonio reprimiéndome. ¿Y sabes una cosa?… no, Arles no es el culpable de esto, porque él no sentía nada por ti, simplemente te deseaba como el objeto de entretenimiento que eras para él pero yo no quiero que tú pienses eso de mí… ¡no quiero que me compares con él!... Lo odio, tanto como tú… y no puedo aceptar, porque constituiría mi muerte,  que ese odio que yo siento por él, sea similar al que tú sientes por mi… dime que no es así, Camus…-
 El aludido permaneció en silencio, inmóvil cual estatua mientras Saga le arrojaba todas esas palabras, cada una cayendo como bomba nuclear en su centro receptor de lenguaje. Cada una siendo algo que no quería escuchar. Y menos, contestar.
 -Vete.- automática y fácil salida a esta conversación, en la que no deseaba verse involucrado.
 Pero por más simple que fuera la respuesta de Camus, ésta aturdió a Saga como nada más. El hecho de que Camus ni siquiera se dignara a responder a lo que había sido una confesión de todo, de su amor, de sus inseguridades, palabras que había dejado escapar sin reflexionarlas, que eran totalmente honestas… y él le respondía con un escueto “Vete”.
 Saga obedeció. No le quedaba más que hacer. No se sentía capaz de formular ninguna contestación, ninguna objeción, algo que le permitiera quedarse… Así que sencillamente, se fue.
 -
 Milo despertó casi al medio día, gracias a la desvelada de anoche. Y la cual no se volvería a repetir. No debió ser tan descuidado, pues hoy sería un día importante, y debía estar con todos sus sentidos descansados si pensaba atreverse a invitar a Camus a salir, solos, esta noche.
 Ayer, Camus se había retirado diciendo que un repentino dolor de cabeza lo había invadido. Hoy, Milo tenía como primer pendiente del día subir a Acuario para asegurarse de que su amigo estuviera bien. Hasta le llevaba unas aspirinas que logró encontrar en su cajón de medicinas y que si hubiera revisado la impresión en el paquete hubiera notado que estaban caducas.
 Pero eso al fin y al cabo no importaría porque Camus le insistiría que no había necesidad de tal cosa, que hoy se sentía mucho mejor, aunque eso fuera una total mentira. La cual Milo, sin mas remedio creyó.
 El mencionado caballero de escorpión tomaba asiento en la cocina de Acuario, donde el dueño de tal templo se encontraba preparando la comida, e increíblemente lo había invitado a quedarse para tal evento. Milo estaba más que emocionado, pues aunque sólo fuera común amabilidad lo que originaba el gesto de Camus, aun así le proporcionaba un poco más de valor para arriesgarse a realizar su petición.
 Y cuando finalmente terminaron de degustar el platillo que el francés había preparado, Milo decidió hablar.
 -Camus… yo… bueno… ¿me preguntaba si tienes planes para esta noche?-
 Camus regresaba la atención a su vaso de agua, cavilando un poco antes de responder. Sabía bien a donde quería llegar Milo. ¿Qué debía hacer? ¿Darle alas? ¿Permitirle que intentara conquistarlo? Camus debió admitir que la idea de que Milo sintiera algo por él lo halagaba bastante, pero sabía que jamás podría corresponder los sentimientos de su amigo. Simplemente para él, Milo no era más que eso, un amigo. Sin embargo…
 -No, realmente no tengo nada que hacer.- respondió fingiendo despreocupación.
 -Perfecto, porque verás yo… había venido con la intención de invitarte a salir, tú y yo solos, sin los chicos, y pues…- Milo había comenzado a dudar de la inteligencia de sus actos, al notar como Camus no mostraba la más mínima reacción, ni sorpresa, ni siquiera disgusto; nada.
 -De acuerdo.-
 -¿Qué?-
 -Saldré contigo.-
 Brincar del asiento como resorte fue el primer impulso del que Milo se vio presa, más lo reprimió para en lugar de eso reflejar su sentir con una gran sonrisa sin la cual no se le vería por el resto de la tarde. Incluso hasta en la noche, cuando fuera a buscar a Camus para bajar a cenar al pueblo, éste se preguntaría si a Milo no le dolería ya la mandíbula de tanto sonreír, pero a Acuario no le quedó otra opción que hacer lo mismo y recibirlo con un ligero levantamiento de la comisura de sus labios, impresionándose de ver que la sonrisa de Milo aumentaba de amplitud aun más al notar su gesto.
 La velada, por más ruborizado que Milo se pusiera a cada rato, pasó sin incomodidades, pues después de todo no eran dos extraños en una primera cita, sino amigos que salían con la intención, al menos de uno de ellos, de llevar tal relación a otro nivel.
 Cuando regresaron al Santuario Milo se atrevió a invitar a Camus una copa de vino, a lo que éste accedió, quedándose en Escorpio más que sólo de paso. Se sentaron un rato en la sala para platicar de una que otra cosa en lo que terminaban sus bebidas.
 Y cuando Milo notó que a la copa de Camus faltaba muy poco para vaciarse, el instinto de retenerlo ahí por más tiempo lo llevó a alcanzar con su mano la larga cabellera, y juguetear un par de mechones tímidamente entre sus dedos.
 Camus suspiró casi imperceptiblemente, más no hizo nada por evitar que Milo continuara con la exploración de su cabello. El griego tomó esto como pauta para acercarse más a Camus, y pronto llevar la mano que se enredaba en su pelo, hasta la tersa mejilla.
 Camus volteó a mirar a Milo, quien parecía totalmente hipnotizado, y el mismo Milo se preguntaba si lo que parecía haberlo embriagado había sido el vino, o la impactante belleza de Camus, quien sólo lo veía con ojos apagados. Lo que fuera que haya sido, llevó al inevitable resultado; Milo acercó lentamente su rostro al de Camus, mientras continuaba acariciando el pálido rostro, y el otro se preguntaba si debía hacer algo para evitar que Milo…
 Un segundo y ya era demasiado tarde, Milo lo había besado. Lo continuaba besando, y Camus anémicamente respondía, sintiendo unas inmensas ganas de sollozar, una súbita opresión en su pecho cuya razón de ser le era inexplicable.
 ¿Sería el tierno beso de Milo, lo que lo hacía sentir así? ¿el no sentirse merecedor del amor que evidenciaba por él? Camus pensaba que eso era tonto. En cualquier caso debía alegrarse de ser amado por alguien, de que ese alguien fuera completamente merecedor a que él respondiera con el mismo sentimiento. Sin embargo, tal cosa le parecía imposible de llevar a cabo, incluso si lo intentaba. Porque amar a Milo no debía ser difícil, era una maravillosa persona, un maravilloso amigo… un muchacho que se merecía mucho más…
 Milo se sintió de que Camus no renegara su beso, que aceptara la mano que llegaba a su cintura, y que no le molestara ser delicadamente empujado hacia atrás hasta quedar acostado a lo largo del sillón. El griego adquiría coraje con cada segundo que pasaba y que Camus continuaba aceptando las tímidas caricias que daba sobre la ropa, incentivando a sus manos para aumentar en atrevimiento hasta aventurarse bajo la tela del suéter que el acuariano portaba, y comenzar a explorar los músculos que tal prenda escondía.
 De igual manera, los labios de Milo ahora alcanzaban el cuello de Camus, marcándolo con besos que aumentaban ansiosos a cada instante. Camus sabía que no debería permitir que Milo continuara, pero si esto era lo que su amigo quería, Camus trataría de dárselo… tal vez no lo podría llegar a amar, pero era un favor que valdría la pena si podía seguir viendo sonrisas en los labios de Milo, que lograban alegrarlo también a él en cierta medida.
 No le sería tan difícil entregarse a Milo, al fin y al cabo que su cuerpo ya no significaba nada para él. Ya no lo valoraba con la importancia que debería hacerlo. Así que no le costaba nada prestárselo a su amigo para satisfacer en parte sus deseos. Se lo debía, por todo lo que Milo hacía por él, por el injustificado amor que le profesaba.
 Entonces, ¿por qué le estaba costando tanto trabajo alcanzar la espalda de Milo y tratar de imitar sus caricias?… ¿por qué era de pronto una titánica tarea el simple movimiento de arquear su cuello hacia atrás para darle a los labios del muchacho mayor acceso a su piel? ¿Por qué no podía hacer otra cosa que permanecer quieto y cerrar los ojos, rogando para que no salieran las lágrimas?
 Milo notó lo tenso que Camus se había puesto, y detuvo sus atenciones para mirar su rostro.
 -¿Estás bien?-
 -Sí…- mintió Camus, tratando de esbozar una sonrisa. Pero era tan falsa, tan triste, que Milo tuvo que levantarse y permitirle al otro hacer lo mismo, para permanecer ambos sentados de nuevo tal como antes de que todo iniciara.
 Milo recargaba sus codos sobre sus rodillas, entrelazando los dedos de sus manos, reflexionando con la cabeza gacha, y llegando a la acertada conclusión de que Camus había permitido sus avances por una equivocada razón a la que él se imaginaba.
 -Pensé que con esto te conformarías…- murmuraba Camus, fijando su vista en el perfil de Milo, quien sonreía ante sus palabras como si hubieran sido la mayor tontería del mundo.
 -No, Camus, yo te quiero a ti; toda tu persona, incluyendo tu interior. No quiero que me regales tu cuerpo por una noche si no significará nada para ti.-
 -Entonces… me iré. Lo siento, Milo.- Camus se puso de pie con la firme intención de desaparecer de ahí. Ver la pena que había provocado en Milo le causaba una terrible culpabilidad, al saber que aquel no se merecía para nada lo que le estaba haciendo.
 -Camus…-
 -Perdóname. No debí esperanzarte.- Camus dijo al llegar a la puerta, dándole la espalda a la débil voz. Voltear y apreciar la acongojada mirada de Milo, era algo que no podría soportar, así que salió del templo de Escorpión con la mayor velocidad que sus pies le permitieron.
 Camus regresó a Acuario. Subiendo los mismos escalones que ya tenía perfectamente grabados en su memoria. Y que había aprendido por repetición, por numerosos ascensos que jamás llevaban a un buen sitio. Pero ¿qué tanto más le quedaba por hacer? La pequeña posibilidad de felicidad que se le presentó hoy, la había rechazado.
 Como desearía estar enamorado de Milo... poder corresponder sus sentimientos con creces... Camus estaba seguro de que si tal fuera el caso, él podría dejar todo atrás. Milo podría hacerlo olvidar, podría comenzar una nueva etapa de su vida, olvidándose de Arles, de Saga, de todo.
Pero Camus no se engañaba ni a sí mismo… dudaba que ni siquiera con una lobotomía lograría que su cabeza dejara de proyectarle escenas de su pasado, reviviendo todo una y otra vez. ¿Sería su culpa? ¿De verdad sería su culpa? ¿Por qué no simplemente lo dejaba todo atrás, giraba en sus talones, regresaba donde Milo y se abandonaba a sus amables brazos en espera de algo mejor?
Arles definitivamente había tenido la razón.  Estaba tan acostumbrado a este caos mental que ya no quería salir de él; la paz probablemente sería algo que lo perturbaría aun más, y quizás por eso le era tan difícil alcanzarla, porque una vez logrado eso, ¿qué tal si extrañaba el sufrimiento de antes? Si comprobaba en realidad que dentro de si, gustaba de ser este torturado individuo al que nadie podía acercarse, cuyo destino era estar siempre acompañado de la soledad, y sus pensamientos, los cuales nunca eran invitados agraciados.
Sí, pensar hacía daño. Eso Saga lo acababa de comprobar después de pasar todo el día encerrado en su habitación, reflexionando en los sucesos de la mañana y de la noche anterior... todo dejándolo con un agridulce sabor, porque no podía negar que tener a Camus entre sus brazos sería un recuerdo que atesoraría por el resto de su vida. Más el extasíe que tales sucesos le trajeron, fue barrido por el rechazo al que se vio víctima esa misma mañana, y que lo había mantenido en un estado de incredulidad total, obligándole a permanecer ahí entre cuatro tristes paredes tratando de hallarle sentido a su presente situación.
 ¿Había sido ingenuo de su parte, el despertar esa mañana esperando ver a Camus durmiendo abrazado a él, quizás? ¿Había sido inocente al pensar que todo sería miel sobre hojuelas a partir del beso de anoche? Tal vez, sí... pero ahora que sus esperanzas se habían esfumado casi por completo, sólo le quedaba una cosa por hacer, y liberado de tales esperanzas que nublaban su razón, ahora podía ser completamente consciente y realista acerca de lo que tenía que llevar a cabo.
 Así que Saga se puso de pie y abandonó la casa de Géminis, en donde su hermano dormía desde hace un buen rato. Todos en el Santuario descansaban ya, pero aun se apreciaba la silueta del guardián de la tercera casa subiendo templo por templo, hasta alcanzar su meta en Acuario.
Al llegar a dicha casa, Saga inspeccionó los alrededores hasta asegurarse de que Camus estaba de hecho durmiendo en su habitación. Suspiró aliviado y tomó asiento en el piso, recargando su espalda en la puerta de la recámara del dueño del templo circular. Cerró los ojos, pero hoy no dormiría. Hoy, y a partir de ahora, vigilaría el sueño del joven francés, asegurándose de que no volviera a intentar una locura como la que se le había ocurrido ese mismo día al despertar.
Sin embargo, Camus fue alertado por el cercano cosmos de Saga, y despertó en medio de la noche, se levantó y caminó con suspicacia. Sabiendo que había un intruso cercano, y sospechando de quien podía tratarse, abrió la puerta de su cuarto. Ver a Saga merodeando por ahí no le hubiera sorprendido, pero encontrar que éste casi se va de espaldas cundo abrió la puerta, lo tomó completamente de imprevisto.
-¿Qué haces aquí?-
-Yo...yo... tú sigue durmiendo, yo no molestaré...-  Saga tartamudeó mirando hacia arriba al rostro de Camus, pues prácticamente había caído hacia atrás chocando contra las piernas del mencionado.
 Al ver el ceño fruncido del muchacho, Saga rápidamente se puso de pie para jalar él mismo la perilla de la puerta y dejar a Camus encerrado en total confusión dentro de su habitación, preguntándose qué hacer… ¿Salir y gritarle a Saga que se fuera? ¿Dejar pasar su extraño comportamiento y olvidarse de él, volver a dormir?
 Camus no comprendía que podía pretender Saga al permanecer durmiendo afuera de su habitación. Quizás tenía curiosidad por descubrirlo, quizás por eso lo dejó quedarse ahí y regresó a la cama.
 Quizás al abrigarse con las sábanas, fue la gracia del reciente recuerdo del sonrojado rostro de Saga al verse torpemente descubierto, lo que obligó a Camus a esbozar una leve sonrisa, antes de cerrar los ojos. Y quizás el saberse protegido por Saga de Géminis, uno de los caballeros más poderosos de la orden, fue lo que le permitió a Camus conciliar el sueño con asombrosa rapidez esa noche.
 Final Straw.07:
  Mío… mío… mío...
 Un ahogado grito y dos ojos inundados de lágrimas permitían a la soledad de la habitación apreciar su brillo. Su sueño había comenzado pacífico, demasiado como para ser cierto, e irremediablemente, la tranquilidad se convirtió en alarma, en agitación, al recordar… recordar, siempre recordar…
 Camus recogió sus piernas, flexionándolas contra su tórax y abrazándolas, sintiéndose ridículo al llorar como lo estaba haciendo, como un niño pequeño… como el niño que había visto en su memoria, que su traicionero inconsciente le hizo ver, cual si estando despierto no se lo mostrara lo suficiente.
 Miró alrededor de su habitación. Se encontraba solo, y sin embargo, eso no lo aliviaba. Trató de ver a través de la ventana, quizás la noche hoy no estaba estrellada, quizás la luna también estaba sola; eso lo podría consolar un poco… pero desde su lugar en la cama no pudo apreciar al brillante satélite.
 Sus ojos continuaron recorriendo el lugar y al encontrarse con la puerta entreabierta del baño, un escalofrío recorrió su piel, casi como si a propósito su cuerpo hubiera querido reprenderlo. Entonces observó sus brazos, que se descubrían ante la arrugada manga de su pijama, pero no fue capaz de verlos por mucho tiempo más, y prefirió cerrar los ojos, ser aun más consciente de la humedad que ahí se contenía.
 Se permitió ver de nuevo, fijando su vista en la puerta de su habitación. Mirándola con cierto esperanzamiento, un anhelo que lo hacía sentir culpable. Si se levantaba y daba unos pasos, ya no estaría sólo. Pero no quería desear la compañía que se le prometía, así que no hizo tal cosa, y dejó a su llanto continuar.
 Saga sin embargo, había escuchado su exclamación al despertar, se había puesto de pie y acercado el oído a la puerta, tratando de darse una idea de que había pasado. No había aguantado más la incertidumbre y ahora la abría, empujándola lentamente, haciéndola chirriar.
 Camus contenía su respiración por un instante, observando atentamente la silueta que se adentraba, y que aunque era difícil de distinguir en la oscuridad, le resultaba inconfundible. Lo pudo apreciar mejor cuando con lentos pasos se acercó, con cautela, cual uno se acerca a un animal herido, con el propósito de ayudarle pero sabiendo que en cualquier momento puede intentar huir asustado.
 Camus veía, entre lo que las lágrimas le permitían, la amable mirada que Saga le dirigía, la amable sonrisa que intentaba tranquilizarlo, la amable mano que alcanzaba su mejilla acariciándolo con timidez, provocándole una sensación causante de que un sollozo se atorara en su garganta, antes de que muchos más comenzaran a salir de manera incontrolable.
 Sin pensarlo, sin querer razonarlo, Camus se impulsó hasta quedar arrodillado en la cama, y rodeó el cuello de Saga con sus brazos, hundiendo el rostro sobre su hombro, todo en un instante, sorprendiendo al mayor por la repentina acción. Saga tardó unos segundos en acertar e igualmente abrazarlo, colocando sus manos sobre la espalda que se sacudía sin remedio y pudiendo sentir el cálido líquido que emanaba de los ojos de Camus humedecer la piel de su cuello.
 Saga esperó, respirando el dulce aroma de los cabellos entre los cuales su nariz gustaba de bucear, manteniendo sus manos fijas sobre la espalda de Camus, cerrando los ojos y esperando a que se calmara, a que seguramente lo corriera de la habitación una vez que su momento de descontrol hubiera pasado.
 Y Saga supuso que tal evento se daría muy pronto, pues el llanto de Camus ya comenzaba a rescindir, cambiaba también la posición de sus manos, hasta dejarlas descansando sobre sus hombros, y levantaba su rostro tan sólo un poco, para después volverlo a agachar, y poner sus labios en contacto contra la piel de su cuello.
 Saga permaneció inmóvil, tratando de asegurarse de que Camus en realidad lo había besado, y sintiendo sus entrañas retorcerse al sentir que lo hacía de nuevo, un par de veces más, en el mismo sitio y se detenía, recargándose sobre su hombro, con ojos cerrados y una respiración finalmente acompasada.
 Ahora la que se aceleraba era la de Saga, quien mudó sus manos hasta la estrecha cintura de Camus, a quien entonces se le oía suspirar, para justo después dejarse caer lentamente hacia atrás, atrayendo a Saga consigo para sentir el reconfortante peso sobre él. Tener así la que seguramente era una confusa mirada estudiando su rostro, en donde los cerrados párpados no permitían apreciar unos ojos que no querían admitir lo que su dueño estaba haciendo.
 Sólo se necesitó una débil caricia sobre la mejilla de Saga para que éste diera inicio a todo. A todo lo que ambos parecían necesitar, y de lo que sin embargo, uno de ellos renegaría a la mañana siguiente.
 A la mañana siguiente en que Saga despertaría para encontrarse solo en la cama. En que sin más remedio se iría desprovisto de la oportunidad de siquiera ver al dueño de tal templo, quien desde varias horas antes del amanecer caminaba entre los cercanos bosques reviviendo en su memoria lo sucedido apenas horas atrás, y deseando que jamás volviera a pasar.
 Y que sin embargo volvería a suceder. Esa noche, y las que vendrían, Saga regresaría a la onceava casa, y Camus dejaría la puerta de su habitación abierta; ambos interpretarían un guión sin palabras que al día siguiente pretenderían haber olvidado.
 Y así permitirían pasar las semanas, tanto que ya para nadie era secreto que Saga pasaba las noches en Acuario. Lo que a todos extrañaba, era que aparte de tales rumorados hechos, Camus y Saga no daban indicios de estar involucrados sentimentalmente de ninguna manera.
 Milo deseaba creer eso, se aferraba a que existiera otra razón que explicara porque podía ver a Saga pasar por su templo temprano al amanecer, bajando hasta Géminis, todos los días. El guardián de escorpión había continuado su amistad con Camus, ambos pretendiendo que nada inusual había pasado, pero sus sentimientos por el acuariano aun no se disipaban, y el saber que Camus prefería a Saga, irreparablemente lo lastimaba.
 -Milo.-
 El aludido volteaba su rostro al escuchar llegar a Camus, a quien había invitado para comer en su templo, con la intención, además de contar con su preciada compañía, de averiguar de una vez por todas si él y Saga tenían algún tipo de relación más allá de la amistad.
 Cuando Camus alcanzaba a Milo en el comedor, éste tomaba asiento a su lado y comenzaban la comida sin más complicación. Milo continuamente dirigía su mirada a Camus, lo estudiaba y desgraciadamente comprobaba, que su corazón aun aumentaba de ritmo ante su cercanía. No quería incomodarlo, quería que todo esto pasara, seguir adelante, olvidarse de este enamoramiento, pero Milo comprobaría que no sería tan fácil. Que cuando Camus volteara a verlo extrañado de su súbito ensimismamiento, Milo se acercaría repentinamente y lo besaría, sosteniendo su rostro entre las manos, mientras se apoderaba de esa boca a la cual soñaba como suya y de nadie más.
 Una vez superada la sorpresa inicial, Camus lo apartó delicadamente, no queriendo rechazarlo con brusquedad, pero empujándolo con la mínima firmeza que le indicaría a Milo que más deslices como éste no le permitiría.
 -Lo siento… no debí…- Milo agachaba su mirada, avergonzado. Camus no deseaba hacerlo sentir culpable, porque entonces él se sentiría peor, así que intentó despedir el tema dándole poco valor.
 -Tranquilo, Milo.-
 El joven suspiraba un par de veces, antes de atreverse a hablar, y arriesgarse a que Camus esta vez sí se molestara con él por su indiscreción.
 -Camus, yo no te importunaré más, pero… quería saber... – Milo pausaba y se encontraba con la mirada de Camus, aunque tal acción le costara un increíble esfuerzo. -He notado salir en las mañanas de tu templo, a Saga... ¿tú y él…?-
 -Él no es nada para mí. Eso… no significa nada.- Camus no sabía porque contestaba. A Milo no le incumbía lo que fuera de su vida, y sin embargo, le respondió, manteniendo siempre su falsa seguridad.
 -Entonces… ¿por qué…?-
 Esta vez fue Camus quien suspiró profundamente, deseando que Milo dejara esas interrogantes que seguramente sólo le proporcionaban dolor con las respuestas.
 -No lo sé, Milo. No sé porque lo dejo entrar a mi cama cada noche. Tampoco sé porque no pierde sus esperanzas conmigo… Él dice quererme. Así como tú me hablas Milo, así me habla él. Pero yo no puedo escuchar a ninguno, ¿me entiendes? Y tú… yo no quiero dañarte, si lo que deseas es lo que él obtiene de mí, eso te lo puedo dar…-
 -No digas esas cosas. Yo quiero mucho más de ti que sólo sexo. Y no entiendo como él si dice quererte---
 -Me tengo que ir.- interrumpió Camus, levantándose rápidamente. Milo no tenía por que estar escuchando todo lo recién dicho, tanto como él no quería escuchar las palabras de Milo.
 -Perdóname, Camus, no quise enfadarte.- se apresuró a decir Milo, a la vez que se ponía de pie.
 El caballero de Acuario agitaba una mano en el aire restándole importancia a la situación, antes de darle la espalda y dirigirse a la salida.
 -Te veré luego.-
 Y tras esas palabras, Milo lo veía partir decepcionado, pensando en lo recién sucedido… Lo que había dicho Camus, esa breve explicación que había dado sobre su relación con Saga, todo escapaba a su comprensión. No le hallaba sentido... ¿Por qué estar con alguien cuando no lo amas? Pero si eso era lo que Camus necesitaba, o quería, Milo tendría que aceptarlo resignadamente. Y desearle lo mejor a quien estaba seguro que todavía ocuparía su corazón y pensamientos por un buen rato más…
  -
  Mientras subía de regreso a su Templo, acompañado por el sol que también se escondía, Camus reflexionaba sobre lo que para él tampoco tenía sentido.
 El podría ser feliz con alguien como Milo. Pero por su culpa no podía, por que lo ataba por invisibles e irrompibles cadenas… porque ahora, aunque le costara admitirlo, ansiaba su llegada cada noche, ansiaba que le hiciera sentir de esa manera, aunque a la mañana siguiente siempre se arrepintiera de haberlo permitido.
 Y siempre se encontrara con la decepción en los ojos de Saga al darse cuenta que de nueva ocasión no lo había conseguido. No había conseguido que sus caricias llegaran hasta su corazón. Pero Camus sabía mejor que eso. Sabía que Saga había logrado esa victoria probablemente desde la primera vez que estuvieron juntos, pero jamás se lo haría saber. Porque no quería ver una sonrisa en su rostro.
 Las repudiaba; esa patética manera de expresar alegría y felicidad, como si tan sólo curvando los labios todo estaría bien… Las aborrecía, y no quería ver una en el rostro de Saga, porque entonces lo odiaría aun más. Ya no estarían a un mismo nivel sufriendo por igual. Y entonces, tal como con Milo, tampoco podría estar con él. Porque ¿para qué hacerle compañía a alguien cuando lo único que harás será opacar su felicidad?
 De esta manera, con esta enfermiza relación, podían seguir juntos. Lastimándose el uno al otro, pero en mutua y consoladora compañía. Aquel lo hacía con el amor que le profesaba, y que Camus cruelmente desdeñaba, y éste con la indiferencia que le demostraba. Y que más falsa no podía ser. En pocas palabras, antes eran las noches las que no soportaba. Ahora eran los días.
 El segundo involucrado en la situación, Saga, no podía dejar de preguntarse, ¿por qué continuaba con esto? Su hermano había inquirido en el tema también, esa mañana al verlo llegar, preguntándole cual era la necesidad que tenía de acudir todas las noches con el acuariano, para sólo regresar ahí y encerrarse todo el día, muchas veces a no hacer otra cosa que derramar las lágrimas que por muchos años tuvo que guardarse. Kanon lo notaba, lo percibía en su abatido cosmos, pero Saga no sabía como explicarle, su hermano jamás lo entendería, si para él mismo era tan difícil de comprender.
 Simplemente no podía dejarlo, la razón era algo que lo superaba. Necesitaba estar a su lado, aunque aquel sólo le permitiera unas cuantas horas en las que soportaba su compañía. Pero eso era mejor que nada, y si Saga no iba... si dejaba de cuidarlo… Camus sería capaz de cualquier cosa.  
 En el día Milo se la pasa revoloteando a su alrededor, Saga era consciente de eso. Pero en la noche, ¿Quién lo vigilaba? ¿Quién se aseguraba de que al despertar de sus pesadillas no recurriera al medio más cercano que tuviera al alcance para acabar con su vida? ¿Quién intentaba ayudarlo a olvidar aunque fuera por un momento? ¿Quién trataba de hacerle entender, que no todo es vacuidad? Saga se había adjudicado esa tarea, porque él era culpable de que Camus se sintiera así, y porque lo amaba… y era su deber protegerlo…
 No dudaba que alguien más pudiera hacer un mejor trabajo… alguien como Milo, quizás. Pero Camus no quería al guardián de escorpión… de igual manera Saga dudaba que lo quisiera a él, pero algo le impedía dejarlo… era la manera en como lo abrazaba cuando hacían el amor, como se aferraba a su espalda con desesperación, como si no quisiera que se fuera… quizás lo hacía sólo dominado por el momento, pero ese “quizás” daba lugar a una duda razonable, que le traía a Saga cierta esperanza.
 Y por esa duda era que volvía a estar ahí, esperando a Camus en la sala de su casa, concentrado en el porqué de insistir si parecía tan inútil, pero abandonando todos esos pensamientos cuando escuchaba al francés entrar.
 Camus pasaba sin dirigirle una mirada, pero bien sabía que se encontraba ahí. Se retiraba a su habitación, dejando la puerta entreabierta a propósito, silenciosamente invitándolo. Saga no había podido rechazarlo. Hasta ahora.
 Quería que Camus supiera que para él significaba mucho más que un acto físico, el cual ni siquiera podía disfrutar al saber de la indiferencia del otro. Al saber que solo simbolizaba para él un rato de bienestar carnal y nada más.
 Saga esperó unos minutos, notó que Camus apagaba la luz de su habitación. Estaba en una difícil encrucijada. Entrar, ilusionarse como todas las noches, decepcionarse a la mañana siguiente. O retirarse, confiar en que Camus estaría bien, y averiguar de una vez por todas si aquel lo necesitaba tanto como él lo hacía.
 Tomando una decisión, abandonó la casa de Acuario tras dirigir una última mirada a la puerta de la habitación, donde Camus era consciente de su partida.
 Y el francés sintió una desmedida rabia al percibir que aquel cosmos se alejaba. No debería importarle. Saga no era nadie para él. Una simple compañía. Pero eso que el geminiano pretendía, no se lo iba a permitir.
 Camus se levantó de su cama y emprendió su camino hasta la tercera casa; en dado caso, él sería quien daría fin a todo esto.
 Final Straw.08:
   Sobre una cama, rodeado de cuatro muros, en absoluto silencio, Saga comprobaba por la incontable ocasión el doble filo de lo que se llama soledad.
 A veces, esos momentos en los que sólo estas tú, son más que apreciados, al menos para alguien como él pues podía pretender que nadie más existía, que esos remordimientos que rondaban en su mente demandando su completa atención, no eran más que remanentes de pesadillas. Que nada había ocurrido y que ahí, solo en su habitación, el tiempo pasaba rápido, sin tener que ver los rostros de aquellos a los que en un pasado tanto dañó.
 Pero en estos momentos la soledad que rodeaba a Saga sólo era indicadora de su poca valía. De que nadie lo necesitaba.
 Acomodándose sobre su costado, Saga observaba entre recién emergidas lágrimas como su mano acariciaba la delicada textura de las sábanas que cubrían su cama, estudiando las uniformes fibras cuidadosamente, preguntándose cual era la necesidad de que las yemas de sus dedos fueran tan exitosas en su tarea de percibir. Cual era la necesidad de sentir, si al fin y al cabo, todo terminaba así; en lágrimas, en soledad, en muerte si uno era afortunado.
 Pero ese no sería su caso, al menos no ahora, pues Saga sabía de su mala estrella, esa que guiaba sus pasos siempre por el camino errado, la que le hacía girar en la curva equivocada y siempre escoger el trayecto que no dirigía a ninguna parte. Y que le había hecho involucrarse en la situación que lo tenía así ahora, pensando en todas estas cosas que no hacían más que hundirlo más en la miseria que de por sí eternamente lo inundaba.
 Pensando, en lo estúpido que había sido al siquiera albergar la esperanza de que Camus algún día llegara a perdonarlo, y ahora, algo por lo que se carcajearía sino fuera porque se encontraba demasiado cansado; corresponderle.
 En lo ingenuo que era suponer que aquel lo vendría a buscar. ¿Y decirle qué? Lo que Saga imaginó era tan ridículo, que enterró esos pensamientos sin ni siquiera dejarlos aflorar.
 Pero… quizás todavía había tiempo, tal vez podía regresar a Acuario, posiblemente Camus lo recibiría… o aun más posible era que el menor aprovechara esto para darle fin a lo que apenas se le pudo llamar relación. Y a lo mejor eso sería más conveniente, a la larga. Dejarlo en paz, dejarlo ser feliz, o al menos desear que lo fuera.
 Saga permitió a sus ojos apaciguarse bajo la oscura protección de sus párpados, cerrándolos con fuerza, tratando de obligarse a dormir, y dejar de pensar. Dejar de darle vueltas al hecho de que Camus no vendría, de que nadie vendría.
 Pero para sorpresa de Saga, un sonido familiar, pero nada esperado, irrumpió en el silencio que le hacía compañía. Se levantó rápidamente, más fue incapaz de hacer otra cosa al ver que Camus entraba, cerrando la puerta tras él, y se le plantaba enfrente notablemente enfuriado.
 Y sí, Camus estaba furioso, herido, indignado. ¿Cómo se atrevía Saga a hacerle esto? ¿Ahora lo dejaba? Después de traerle esto, esta necesidad, ¿lo dejaba? ¡¿Quién demonios se creía?!
 Saga ignoró la mirada rabiosa que aquel le dirigía y dominado por su emoción, se acercó para abrazarlo, a lo que el otro se mantuvo para su poca sorpresa inmóvil. Pero eso no fue impedimento para que el mayor comenzara a besarlo, explorando su cuello con el desesperado frenesí que la alegría de verlo ahí le traía.
 Aunque era obvio que Camus estaba enfadado. ¿Enfadado, porque se había ido? ¿Lo quería de vuelta? Por alguna razón lo había venido a buscar… Saga no cabía en su euforia, y embargado por ella comenzó a desvestirse y desvestirlo a él con agilidad, atrayendo aquel perfecto cuerpo contra el suyo, besando la deliciosa piel, grabando los patrones de ésta con sus dedos, tal como hace minutos hacía con la sábana. Pero ahora agradecía el ser capaz de memorizar la increíble exquisitez de la piel de Camus, quien permanecía indiferente a todo lo que el otro hacía, hasta que finalmente lo alejó, empujándolo de sí, encarándolo con una mirada de… ¿resentimiento? ¿dolor? ¿ira? Saga no sabía interpretarla…
 -¿Por qué lo hiciste?- la quebradiza voz tomó a Saga por sorpresa; Camus se sentía… ¿lastimado?
 -¿Por qué despertaste todo esto en mi interior, si al fin y al cabo lo ibas a dejar abandonado?-
 Saga dio un paso, con la intención de acercarse, de tomarlo de nuevo entre sus brazos, de explicarle…
 -¿Pero es que no lo entiendes? Yo---
 -No. Ni siquiera lo digas. Tuviste razón al dejarme hoy. Necesito que esto se detenga. Tengo que ponerle fin ahora, porque mientras más lo demore más difícil será…-
 Saga lo miró compasivamente, colocando sus manos sobre los brazos de Camus, antes de musitar acercando su rostro al del menor;
 -Si realmente no quieres, no tiene porque terminar.- Se inclinó para posar sus labios cautelosamente sobre su mejilla. - No tienes porque temerme, Camus…yo jamás te lastimaré de nuevo... antes de eso me mato…-
 Una llama se encendió en las entrañas de Camus ante las palabras de Saga. Era un poco demasiado tarde para que le viniera con esas cosas. Ya le temía, ya lo había lastimado. En una fracción de segundo, Camus flexionó los dedos de su mano formando un hermético puño que fue arrojado con fiereza contra el rostro de Saga, quien perdió el equilibrio viéndose obligado a dar unos cuantos torpes pasos hacia atrás para recuperarlo, a la par que llevaba una mano a su mejilla en el lugar donde había sido atacado. Miraba a Camus completamente perplejo por el inesperado comportamiento que presentó, y que presentaba ahora, al acercarse de nuevo a él listo para acertarle otro golpe en la cara que esta vez lo obligó a caer al suelo. 
 -¡¡Hubieras pensado en eso mucho antes, maldito!!-
 Camus lo levantó, sosteniéndolo bruscamente de sus cabellos aun cuando ya lo tenía de pie frente a él. Manteniendo sus rostros a cercana distancia, le dirigió una penetrante mirada, que presentó gran contraste con los confundidos ojos de Saga, cuyos labios ya escurrían un dejo de sangre, y cuyo entrecejo se contraía en desconcierto.
 Camus dio por terminado el cruce de sus ojos, pues nada que viera en aquellos profundos esmeraldas iba a calmar la desesperanza que lo movía a arrojar a Saga sobre la cama, golpeándolo esta vez en el abdomen, a la vez que caía sobre él. Se levantó hasta quedar apoyado sobre sus rodillas entre las piernas de Saga, quien apenas se recuperaba de la impresión e intentaba incorporarse en la cama. Camus no se lo permitió, y estiró los brazos hasta alcanzar su cuello, al cual comenzó a apretar entre ambas manos con fuerza, evitando las intenciones que Saga tenía de levantarse.
 La nariz y boca de Saga luchaban por aire, más no por eso intentaba quitarse a su atacante de encima. Viéndolo, dentro de su nublada visión, Saga era consciente de que  Camus no necesitaba decirle nada como explicación a lo que estaba haciendo; con esa rabiosa mirada le expresaba todo, con esos dedos que parecían querer encarnarse en la piel de su cuello le demostraba su sentir. Saga cerró los ojos aceptando la voluntad de Camus cualquiera que fuese. Éste, al notar que el otro no intentaría detenerlo y probablemente se dejaría matar si eso quería él, soltó ese cuello que seguramente terminaría marcado del duro apriete al que estuvo sometido, y ahora sus uñas se aferraban en torno a los muslos de Saga, obligándolo a separar las piernas.
 Saga abrió los ojos en asombro, sólo un instante al sentir que Camus sostenía con fuerza sus caderas, teniéndolos que cerrar un segundo después por el seco dolor que aquel le provocó al forzar su entrada violentamente en el cuerpo del mayor. Saga gemía entre suspiros ahogados ante el agresivo trato al que Camus lo estaba sometiendo, embistiéndolo con fuerza, desgarrándolo y haciéndolo sentir como si lo fuera a partir en dos con sus frenéticas arremetidas. Más se lo permitió. Permaneció simplemente apretando las sabanas entre sus puños y chocando sus dientes en un intento de darle una vía de escape al dolor, mientras el otro se ensañaba con él, desquitando la súbita cólera que lo había poseído.
 Saga no sabía porque Camus lo hacía… ¿Sus palabras lo habían ocasionado? No comprendía lo que  pretendía con esto el dañado muchacho, ¿buscaba venganza, quizás? Saga no estaba seguro. Si así fuera, ¿Por qué Camus lloraba entonces? ¿Por qué después caía sobre su pecho, derramando inagotables lágrimas y liberando incontrolables sollozos?
 El peso que temblaba sobre él lo conmovió como todo lo que tenía que ver con ese muchacho de apagados ojos azules, y Saga no pudo evitar el impulso de abrazarlo, acto que sólo ocasionó que el llanto del chico se incrementara. Pero Saga no lo dejó ir, y el otro tampoco intentó escapar.
 Pretendiendo que el latente dolor en su cuerpo no era más que producto de su imaginación, Saga se permitió cerrar los ojos, quizás con la esperanza de que Camus lo imitara y se entregara a un consolador rato de sueño. Y mientras acariciaba débilmente la espalda del mencionado, Saga no estuvo al tanto de cuanto tiempo pasó, hasta que por fin Camus dejó de sollozar y de nuevo el silencio hizo protagonismo dentro de las penumbras de la habitación.
 Saga no quería ponderar en cuales habrían sido los últimos pensamientos del joven antes de cerrar los ojos porque sabía que jamás los descifraría, ni entendería, pero estaba muy consciente de cuales eran los suyos, y los expresó en un débil susurro.
 -Te amo.-
 Para terror de Saga, el preciado cuerpo que hasta hace segundos reposaba sobre él se removió repentinamente, poniéndose de pie y alejándose todo lo que le fue posible en primera instancia de la cama. Saga pensó que Camus estaba dormido, sólo por eso se había permitido el lujo de mencionar tales palabras, pues sabía que a aquel no le gustaría para nada escuchar eso saliendo de sus labios. Y no se había equivocado en tal suposición.
 -¡Cállate! ¿¡Cómo te atreves a decirme eso!?-
 Camus no perdió mas su tiempo y salió de ahí a toda velocidad, incrédulo a lo que Saga había dicho, porque simplemente, no podía ser verdad… ¿por qué alguien lo amaría a él?... Milo, Saga, ¿por qué se empeñaban en esa tontería? ¿Por qué no simplemente lo dejaban en paz? Él no quería nada de esto… no sabía como comportarse ante esto, lo sentía tan fuera de lugar y lo único que su cerebro le ordenaba, era “huye”.
 Y así lo hizo; corrió, sin un rumbo fijo, sin importarle que la lluvia comenzara a caer sobre su descubierta piel, sin importarle que sus pies se lastimaran al pisar alguna roca que sus ojos no notaban entre la negrura de la noche y la distorsión que las lágrimas causaban. Hasta que finalmente, entre la seguridad de algún lugar del bosque que en estos momentos no reconocía, se dejó caer al suelo.
 Ignorando el dolor que sentía al movimiento, Saga se levantó en busca de Camus, dándose apenas tiempo de colocarse sus pantalones y tomar la capa que descansaba cercana sobre su armadura, antes de salir corriendo a toda prisa, tratando de seguir el afligido y apenas perceptible cosmos que se alejaba, que se perdía entre la frondosa vegetación, hacia donde el guardián de Géminis se dirigió.
 Una vez ahí, no demoró en encontrarlo, hincado en el suelo, su espalda encorvada y su rostro escondido entre sus manos, mientras sus hombros se sacudían violentamente. Saga suspiró al acercarse, y al llegar se arrodilló frente a él y  lo tomó firmemente de los brazos para obligarlo a ponerse de pie. Una vez logrado eso, lo cual no fue difícil ante la falta de objeción por parte de un cabizbajo Camus, Saga utilizó la capa que había traído para rodearlo con ella y protegerlo de la lluvia.
 -Camus, regresemos… te hará daño.- musitó Saga, apenas audible entre el murmullo de la lluvia que los empapaba.
 Camus soltó una sarcástica risa; por supuesto que no le haría daño, Saga mismo debía saberlo. Estas gotas frías, eran lo más cercano a un alivio que encontraría; al caer sobre su piel, su baja temperatura lo entumecía y le permitía por un momento dejar de sentir. Transformarse en el verdadero témpano de hielo que todos le creían ser, y en el cual, realmente deseaba convertirse.
 Pero aun le faltaba mucho para eso, pues todavía su corazón se empeñaba en impulsar la cálida sangre por sus venas, y aumentaba el ritmo de su tarea, subiendo la temperatura de su cuerpo en contra de sus deseos al sentir que Saga lo envolvía entre sus brazos, rodeándolo sobre la capa que ahora lo cubría desde la cabeza. El gemelo lo atraía contra él, y entonces Camus podía escuchar sus latidos contra el oído que se recargaba en su pecho, e interpretaban una relajante pieza musical que lo adormecía y reconfortaba.
 Sin ser inesperado para ambos, el cuerpo de Camus se dejó ir lánguido entre los fuertes brazos que lo sostenían. Todas sus energías físicas y mentales lo habían abandonado. Y ahora a Saga no le quedaba otra opción más que levantarlo entre sus brazos y llevar ese ser desprovisto de todo anhelo de vivir de regreso a la seguridad del templo, donde una vez allí lo colocó delicadamente sobre la cama, para tomar lugar a su lado, y observarlo.
 Camus permanecía inmóvil, apenas parecía presentar vida, los pesados párpados cubrían a medias sus ojos y sus húmedos cabellos se pegaban a la piel de su rostro. Saga acercó una mano para retirarlos, imitando la misma acción con los suyos un instante después, pues habían caído hacia su frente debido al movimiento. Dio un par de minutos a que una calmada atmósfera se estableciera, permaneciendo acostado junto a Camus, hasta que decidió hacer algo para que las acciones de aquel pasaran de uno que otro suspiro ocasional.
 Incorporándose sobre sus codos, se acercó a mover la capa en la que aun Camus se enrollaba, y lo descubrió parcialmente. Acarició la fría piel de su pecho con una mano, observando concentrado y sintiendo maravillado la textura que las gotas de lluvia proporcionaban a la que ya de por si era una tersa y suave tez. Un instante después, sus labios reemplazaban a las yemas de sus dedos y comenzaban a recorrer la piel de ese tórax con pequeños besos. Pero Camus no mostraba reacción ante sus acciones. Y eso no era lo que Saga quería. Así que se detuvo y regresó a acomodarse a su lado para simplemente abrazarlo, mientras el otro permanecía con esos ojos, más cerrados que abiertos, contemplando con una mirada perdida la lejana pared y evitando al hombre que tenía al lado a toda costa.
 Dándose por vencido y recordando el obvio hecho de que estaban completamente empapados y era una fría noche, Saga se levantó brevemente a buscar una cobija del armario, la cual utilizó para cubrir a Camus y a él mismo.
 -No. Me gusta el frío.- dijo Camus, rechazando el objeto protector.
 Saga no insistió y él también se destapó, acto que extrañó a Camus, despertando su curiosidad.
 -¿Qué haces?-
 -Quiero saber porque te gusta tanto el frío.-
 -¿Quieres saber?- Preguntó Camus en un tono cuyo significado escapaba a la comprensión de Saga, mientras giraba su cuerpo para quedar ambos de costado, uno frente al otro.
 Camus tomó una de las manos de Saga, la cual aun se sentía fresca por la reciente lluvia que la bañó. El gesto sorprendió al mayor, quien no lo rehusó. Camus encendió su cosmos, transmitiéndole a Saga súbitos escalofríos que lo hicieron dar un respingo, mientras que toda su piel se erizaba ante la repentina caída de temperatura que no se detuvo; Camus continuó bajando la temperatura y Saga podía sentir claramente una gélida corriente recorrer su cuerpo, internándose en él.
 Camus no se iba a detener; si Saga quería saber la razón de su gusto por el frío, lo sabría. Y sí, minutos después Saga ya estaba comenzando a crear conclusiones en su adormilada mente. ¿Sería este embotamiento lo que Camus encontraba tan seductivo? ¿Este entorpecimiento de los sentidos? ¿Esta falta de sensibilidad?
 Porque así era para la aturdida percepción del geminiano; sabía que Camus aun tomaba su mano pero sus congelados dedos ya no la podían sentir. Lo único de lo que estaba seguro, era de que había tanto frío… Y desde hacía rato ya había comenzado a tiritar. Sus labios ardían de resequedad, y su lengua salió torpemente a tratar de humedecerlos, aunque el mencionado músculo casi sucumbe a los vibrantes dientes.
 Camus observaba abstraídamente sus reacciones. Lo hallaba entretenido; la manera en que Saga luchaba por mantener los ojos abiertos, por no sucumbir a la evidente hipotermia que lo comenzaba a clamar; sus pestañas superiores se unían con las inferiores sólo un instante antes de separarse de nuevo, y tras unos segundos volverse a unir. Era casi hipnotizante, ese pequeño ritual, y a Camus le parecía fascinante ser el causante de ello.
 Además, quería ganar. Deseaba que algo para variar fuera como él quisiera, y en estos momentos quería que esos ojos se cerraran, que se rindieran a su voluntad. Así que bajó aun más la temperatura, hasta que se pudieron apreciar débiles escarchas formándose en las húmedas puntas de los cabellos de Saga.
 Éste último ya sólo era apenas consciente de lo que estaba pasando. Sentía que una inexplicable fatiga lo clamaba, tentándolo a cerrar por completo los ojos y dormir. Algo le decía que no debería dejarse caer en la inconsciencia, pero Camus estaba a su lado, nada malo podría pasar, ¿cierto?...
 -Cam…-
 Ante la arrastrada voz de Saga que trataba infructuosamente de pronunciar su nombre, Camus parpadeó, liberándose de su enajenación y hallándose brevemente confundido por la situación que se le presentaba. Bajó la mirada hacia los dedos que se engarrotaban a su mano. Estaban a punto de congelación, inertes entre sus propios dedos. ¿Qué había hecho? ¿Por qué de pronto Saga guardaba silencio?
 -Saga…- Camus llamó al inconsciente muchacho mientras se incorporaba para sentarse en la cama. Dándose cuenta de lo que su imprudencia había causado, tomó las manos de Saga entre las suyas y comenzó a frotarlas un intento de proporcionarle calor.
 -¡Saga!- alcanzó la cobija que yacía a los pies de la cama y lo cubrió con ella. Se levantó a buscar otras más del armario y repitió el procedimiento, pero Saga aun no despertaba y Camus se comenzaba a desesperar. Llevó sus manos hacia el pálido y húmedo rostro, y lo acarició furiosamente, tratando de eliminar el frío que dominaba en esa suave piel.
 -¡Saga, despierta!-
 Se tranquilizó un poco al notar que aun respiraba, pero Camus sabía que había llegado demasiado lejos con su “demostración”. Podría haber matado a Saga. Pero… ¿no era eso lo que muchas veces había deseado en sus sueños? ¿Entonces por qué estaba tan asustado?
 Se inclinó para susurrarle al oído, aunque el otro no lo pudiera escuchar…
 -Saga, yo no quería…- hizo una pausa para cerrar los ojos y resoplar frustrado. –Despierta…-
 Dejó a su oído en paz y levantó su perfil de entre la húmeda cabellera, lo suficiente para admirar el rostro del hombre mayor. Camus se sintió terriblemente culpable ante lo que vio, pues sabía que él había ocasionado la terrible palidez que caracterizaba las facciones de Saga, y que esos labios entreabiertos tiritaban por su sola culpa.
 Un repentino impulso lo llevó a inclinarse sobre él, y hacer algo que Camus negaría si en un futuro se lo preguntaban. Algo relativamente sencillo y que sin embargo le costó un gigante esfuerzo; simplemente, lo besó… Un beso firme, sobre unos labios inmóviles, cuya falta de respuesta provocó un agudo dolor en su pecho.
 Abandonó la boca del gemelo y acomodó las cobijas para arroparlo mejor. Él mismo se acostó bajo ellas y acercó su cuerpo al de Saga. Posteriormente, y con un increíble cuidado, como si fuera una acción que con cualquier mínimo error de cálculo detonaría una bomba, pasó un brazo a través de su pecho sobre el cual después recargó su cabeza, dejando caer el peso con suma lentitud. 
 Ahí, bajo esos músculos que configuraban el tórax del hombre mayor, Camus podía escuchar un regular latido palpitar con cierta discreción. Notó también que su piel comenzaba a adquirir una tranquilizadora calidez, apaciguando el agitado pulso de Camus, quien suspiró aliviado al llegar a la conclusión de que Saga estaría bien. Paso siguiente, cerró los ojos y permaneció abrazándolo, mientras se permitía a sí mismo dormir.
  Final Straw.09:
  Con inmensa dificultad Saga abría sus párpados para que sus ojos hicieran contacto con la tenue luz que brindaba la mañana. Parpadeaba un par de veces para poner su mente en claro después del profundo sueño al que sucumbió anoche, y una vez que se dispuso a moverse, las conexiones nerviosas que apenas mostraban función le hacían consciente del dolor que invadía todo su cuerpo, así que desistió de las endebles intenciones que tenía de levantarse. Tragó saliva para tranquilizar a su reseca garganta, tratando de ignorar la incomodidad en su lastimado cuello ante tan simple acción, y cerró los ojos de nuevo, dándose cuenta del extraño malestar general que lo invadía. También notó otra cosa; un cuerpo que se recargaba parcialmente sobre el suyo, y cuya presencia le era más que sorpresiva, sobre todo al recordar de quien debía tratarse.
 Saga abrió los ojos de nuevo, y sí, tal como lo suponía, esa cabellera verdiazul sólo podía pertenecer a una persona; al culpable de sus heridas físicas y de su exhausto corazón.
 Llevando una mano hasta los finos cabellos, comenzó a acariciarlos y enredar sus dedos entre los manejables mechones, aun sin poder creer como real, el hecho de que Camus estuviera ahí, de que se hubiera quedado con él, de que durmiera apoyado contra su pecho, y de que una de sus manos descansara sobre su abdomen. Sin embargo, por más que los motivos de su estadía le intrigaban, Saga no quería que despertara y se alejara de él, así que retiró su mano para dejarla descansando segura sobre la cama, mientras mantenía su cuerpo lo más inmóvil posible para evitar que el joven abriera los ojos.
 Lo que Saga desconocía, era que Camus llevaba ya un buen rato despierto, negándose a aceptar que la mañana ya estaba ahí. Había permanecido quieto en su sitio con la inocente intención de detener el tiempo, para que Saga no abriera jamás los ojos, y así pudiera permanecer a su lado sin que el otro se diera cuenta de en realidad cuanto lo necesitaba.
 Pero ahora aquel había despertado y pronto notaría que él ya no dormía más. Así que era hora de levantarse y pretender amnesia a lo sucedido anoche.
 Saga maldijo en sus pensamientos al sentir que Camus se movía, que quedaba sentado y frotaba sus ojos antes de voltear a verlo, tratando de ocultar, pero siendo perfectamente notable para Saga, el relampagueo de culpabilidad que se encendía brevemente en su mirada al observar las marcas amoratadas que había dejado sobre su cuello y rostro.
 Camus retiró la vista de Saga para acercarse al borde de la cama y finalmente ponerse de pie, buscar su ropa y vestirse, mientras el otro hacía lo mismo instantes después, dándose cuenta al quitarse las cobijas de encima, de la exagerada cantidad de éstas.
 -Camus… ¿qué pasó?- preguntó Saga, haciendo hincapié en las mencionadas cobijas.
 Camus arqueó una ceja, pausando en su tarea de vestirse, sosteniendo su camisa entre las manos, al preguntar;
 - ¿No lo recuerdas?-
 -Sólo recuerdo que había mucho frío, y… tenía mucho sueño…- decía Saga tratando de conmemorar los sucesos de la previa noche, que a partir de donde había explicado, eran en su mayoría borrosas imágenes.
 -Hm.- fue toda la respuesta de Camus antes de colocarse la última prenda de vestir que le faltaba y dirigirse a la salida de la habitación.
 Saga consideró por un momento ir tras él, pero se contuvo de hacerlo sabiendo mejor que nadie que al verdadero Camus sólo lo encontraría cuando asomara la luna. Si es que lo iba a buscar esa noche… sí, claro que iría; después de despertar a su lado no podía darse el lujo de renunciar a eso tan fácilmente. Además, Camus se había quedado con él anoche, y eso debía significar algo.
 Y mientras Saga luchaba buscando esperanzas que lo mantuvieran ligado al caballero de Acuario, el hermano gemelo del primero, Kanon, mantenía también una desesperada búsqueda entre los cajones de la vitrina de la sala anhelando encontrar por lo menos una aspirina, aunque estuviera roída por los ratones, pero necesitaba algo que le quitara el ensordecedor dolor de cabeza con el que había amanecido después de la borrachera de la noche anterior. Él no era el único en tales condiciones, el resto de los muchachos sufrían parecidos suplicios esta mañana, pero si Saga se enteraba, después de lo que él le advirtió sobre la bebida la vez pasada, le daría un interminable sermón.
 Su tarea se vio inesperadamente interrumpida por unos pasos que se escuchaban cercanos. Al prestar atención, pudo identificar al causante de tales sonidos. Camus de Acuario se acercaba, pasando a su lado como si nada, con predecible dirección hacia la salida.
 –Camus…- éste tan sólo le dirigió un breve vistazo para después ignorar su presencia.
 A Kanon le sorprendía verlo allí, pues siempre era su hermano quien acudía en su búsqueda todas las noches. La curiosidad lo llevó precisamente hasta la habitación de Saga, a quien encontró recién terminado de vestir, y con un terrible semblante.
 -¿Saga, qué sucedió?- inquirió Kanon, acercándose a su hermano, que de igual manera daba unos cuantos pasos hacia la puerta.
 -Nada.-
 -¿Nada? ¿¡Como que nada!? ¿Y ese moretón en tu mejilla, y esas marcas en tu cuello? ¿Fue el idiota ese? ¿¡Como se lo permitiste!?-
 -¡¡No pasó nada, Kanon!!- el menor de los gemelos se sobresaltó un poco y guardó silencio.
 -Siento haberte gritado… -Saga le dio la espalda a su hermano y llevó una mano a su cabeza, la cual súbitamente amenazaba con un sordo palpitar.
 –Kanon... retírate por favor, me gustaría estar solo…-
 Kanon suspiró profundamente antes de seguir los deseos de su hermano y abandonar el cuarto, cerrando la puerta tras él. Dirigiéndose a su propia habitación, Kanon ponderaba en lo reciente; era obvio que Camus maltrataba a su hermano, y si no siempre lo hacía físicamente, lograba el mismo efecto con su actitud. Ganas le sobraban de ir a decirle a aquel francés engreído un par de cosas, pero sabía que Saga no apreciaría eso para nada. Y él ya se había rendido en la imposible tarea de tratar de comprender a su gemelo, así que optó por dejarlo tomar sus propias decisiones; algo a lo que Saga al parecer no estaba muy acostumbrado tras haberse visto privado de tal lujo durante un extenso fragmento de su vida.
 Y sin embargo, Saga aun no se sentía libre de decidir. Algo ajeno a él le provocaba ansiar la llegada de la noche, aunque fuera para ver aquella fría mirada mientras su hermoso dueño le decía que ya no lo quería volver a ver. Pero realmente, poco importaba lo que Camus hablara, pues él mismo parecía hacerse sordo a sus propias palabras… ¿Cuantas veces ya le había dicho que no regresara, que todo había terminado? Era de cierto consuelo para Saga que aquel pareciera no poder mantenerse alejado de él, que estuvieran en una misma situación, aunque fuera por distintas razones. Porque no dejaba de intrigarle el motivo que llevaba a Camus a aceptar su presencia a ratos, incluso a buscarla, mientras que en otros la repudiaba. Era un chico tan perdido, tan confundido… Saga deseaba ayudarlo, aunque a veces temía que con sus acciones estuviera haciendo todo lo contrario.
 Definitivamente necesitaban apagar sus neuronas por un rato; cavilar tanto en un mismo asunto a cuya conclusión ni siquiera quieres llegar era simplemente pérdida de tiempo, y Camus en estos momentos no deseaba que el tiempo pasara, porque a cada minuto el sol cambiaba su posición, atravesaba el cielo con aparente despreocupación y pronto dejaría de verse tras aquel risco hacia el cual el francés miraba desde la entrada de su Templo. Eso significaría que tal vez Saga vendría. No tal vez, con toda seguridad estaría ahí antes de que la primera estrella fuera apreciable en el oscuro manto que cubriría al firmamento en poco tiempo.
 Y hoy, no quería verlo, porque sabía que de nuevo no podría rechazarlo y le costaría demasiado esfuerzo mantener su distante fachada después de lo ocurrido anoche… por la culpabilidad que sus actos le traían, y de los cuales en verdad se arrepentía. Pensó que quizás lastimando a Saga se sentiría mejor, pero aquello no le trajo ningún alivio. Y luego aquel, casi muriendo por su descuido... eso lo había inquietado demasiado. Y no le agradó la sensación; en toda su vida nunca se había preocupado por nadie de esa manera, y era algo que no quería volver a sentir.
 ¿Pero cómo adivinar lo que le esperaba al lado del enigmático Saga? Enigmático, así era él… porque al menos para Camus era muy difícil comprender las razones que aquel tenía para, según como decía, “amarlo”. Aun más importante que eso… “¿al lado de Saga?” ¿Por qué se estaba cuestionando tales tonterías? Tales posibilidades de que la compañía que el peliazul le brindaba se alargara indefinidamente…
 Esto tenía que terminar tarde o temprano, porque… sería el último de los colmos que aceptara a Saga por completo como parte de su vida, si fue él quien convirtió tal existencia en un vacío en primer lugar.
 Frustrado ante sus propias reflexiones Camus dio la vuelta y se adentró al templo, hacia su habitación, a sabiendas de que el otro ya venía, que sus pisadas resonarían en el amplio recibidor y que se haría camino entre las columnas que sostenían el alto techo del lugar hasta hallar la puerta que lo dejaría pasar al cuarto donde él se encontraría.
 Saga localizó a Camus sentado en el borde de su cama, de perfil a él, mirando sus rodillas, sobre las cuales Saga colocó las manos al momento que se hincaba en el suelo frente a él. Alcanzó con una mano su barbilla, levantando su rostro, pero Camus cerró los ojos antes de que el otro intentara leer algo, cualquier cosa, en su mirada.
 Saga suspiró antes de acercarse y comenzar a besar la línea que definía la mandíbula de Camus, mientras que su mano alcanzaba ahora la nuca de éste, moviendo el delicado cuello a su voluntad, y hallando demasiado tentador el llevar sus labios hacia allí. Lo hizo y recorrió con besos hasta llegar a sus hombros, los cuales entonces se encargó de descubrir moviendo la delgada tela que los protegía, deslizando la prenda por la longitud de los delgados brazos.
 Continuó besando el ahora descubierto pecho, mientras se retiraba su propia ropa, sin apresurar nada, pensando mientras tanto en lo mucho que le molestaba que Camus siempre actuara como un muñeco sin vida… lo hacía sentir como si estuviera aprovechándose de él, cuando bien sabía que el otro solo lo hacía por no sentirse culpable de desearlo de igual manera. Pero aun así, a Saga le parecía injusto que Camus le hiciera creer con su comportamiento que era el único de los dos queriendo lo que sucedía.
 Más ya se había acostumbrado, así que continuó, hasta quedar acostado sobre él acariciando cada parte de su cuerpo. Un cuerpo que nadie más que Saga había visto en las presentes condiciones y que nadie más adoraba de la manera en que él lo hacía.
 Camus luchaba por no dejar escapar los débiles gemidos que tan sólo el contacto de las manos de Saga sobre su piel le provocaba pronunciar, aunque tarde o temprano siempre terminara expresando de manera vocal los efectos que las caricias del otro tenían en él…
 Sin embargo, esa noche Camus decidió que no deseaba llegar más lejos… porque hoy estaba sintiendo demasiado… además de los acostumbrados escalofríos y estremecimientos, muy dentro, mucho más adentro, las sensaciones se incrementaban, dejando de ser algo físico para convertirse en algo mucho más inusual, que involucraba a su mente y su corazón, y lo cual no se sentía listo de afrontar.
 -Detente…-
 Saga obedeció, levantando su rostro para encontrarse con dos ojos azules que se abrían en exceso, más oscurecidos de lo normal, reflejando sentimientos al por mayor… tantos, que no los pudo identificar.
 -Hoy no…- la temblorosa voz terminó su petición.
 Saga no sabía que hacer... más bien, no sabía que pensar, pues lo que haría sería sencillo; se levantaría permitiendo que Camus alcanzara una almohada sobre la cual recostaría su cabeza, acomodándose en ovillo con la intención de dormir; vería como cerraba los ojos con demasiada fuerza, tanto que era imposible que conciliara el sueño de tal manera; se quedaría de pie ponderando en lo que esto significaba, y finalmente tímidamente preguntaría:
 -¿Me puedo… quedar?-
 Camus tardó unos segundos en asentir débilmente, pero al fin y al cabo lo hizo, dándole con esa simple acción la autorización necesaria a Saga para que tomara lugar sobre la cama, acostándose a sus espaldas, rodeándolo con sus brazos y acercando el rostro a su cabellera, siendo el cálido aliento del geminiano perfectamente perceptible para la piel de su nuca.
 La regularidad de la tranquila respiración de Saga le pareció a Camus extremadamente relajante, y tras unos minutos su cuerpo se dejaba de tensar para entregarse al abrazo del otro, recargando la espalda sobre el tórax de aquel que entonces lo apresaba con más fuerza entre sus brazos, antes de acercarse para susurrar en su oído;
 -Eres… muy especial.-
 Las mejillas de Camus, contra sus deseos, adquirieron un leve tono carmín; las palabras de Saga aumentaban esa nata timidez que siempre luchaba por hacer pasar ante los demás como desentendimiento o indiferencia.
 -No es verdad.-
 -¿Que no?- Saga soltó una débil risa de incredulidad. - Para mí sí.- concluyó antes de comenzar a mover sus dedos sobre el estómago de Camus, jugando alrededor de su ombligo, logrando que para éste el hecho de permanecer inmóvil fuera extremadamente difícil.
 Más bien, imposible; Camus se contoneó discretamente contra Saga, el cual sintió a sus ojos rodar hacia arriba ante lo que tal simple acción le provocaba.
 -Creí que hoy no querías…- habló con ronca voz.
 Camus repitió el movimiento de sus caderas, como indicación tácita de que había cambiado de opinión.
 Saga no puso objeciones y comenzó a imitar los oscilantes movimientos del menor. Estableciendo ambos un acompasado ritmo, continuaron balanceando sus cuerpos, provocando que rápidamente la temperatura de éstos aumentara y las inspiraciones se hicieran mas profundas por la necesidad de aire que los invadía. Saga besaba los hombros y espalda de Camus, y éste ladeaba la cabeza para permitirle un mejor acceso a su cuello, mientras sus manos se aferraban a la almohada más cercana. En contraste las de Saga no dejaban de recorrer el cuerpo del menor, haciendo para éste imposible de negar la excitación que tales caricias, aunadas al rígido miembro que sentía rozándose contra él, le causaban.
 Para la aturdida percepción de Camus, las manos de Saga parecían estar a la vez sobre todo su cuerpo; un momento las sentía acariciando sus piernas, cuando al siguiente instante se deslizaban por sus brazos, tocaban su pecho, estimulaban a sus pezones, bajaban hasta su abdomen y recorrían su cintura para llegar a su espalda, la cual también estudiaban con dedicación antes de que finalmente una de esas mágicas manos avanzara hacia abajo hasta alcanzar la estrecha abertura dentro de la cual los hábiles dedos del mayor comenzaron con sus estimulantes maniobras. Con maestría lograron que Camus se retorciera incómodo y se reacomodara constantemente contra el pecho del otro.
 Saga no despegaba ni un segundo sus labios de la suave piel de Camus, ya fuera de su espalda, o del cuello en cuya garganta surgían sonidos que deleitaban de incomparable manera a su sentido del oído.  Sorpresivamente, además de balbuceos ininteligibles, Camus tenía algo que decir…
 -Perdón… por… lo de anoche.- habló entre acelerados jadeos.
 Saga realmente no le guardaba resentimiento por lo sucedido, pues presentía que había servido de catarsis para el joven ojiazul, y si al menos le había ayudado a liberarse de algunos demonios internos, entonces podría olvidarlo y pretender que nunca pasó.
 -¿Me escuchaste?-
 -Sí…-
 Considerándolo como el momento adecuado, Saga se introdujo en él con suavidad. Camus apretó aun más los ojos que siempre permanecían cerrados, intentando con ello apaciguar el dolor que sabía pronto pasaría. Saga aceleró tal evento alcanzando con su mano el miembro de Camus, friccionándolo contra los dedos que lo envolvían, a la par que comenzó a mover sus caderas de nuevo en un lento vaivén. Y así, a un ritmo acompasado, sin prisas ni descontroles, unían sus cuerpos una vez mas, siendo muy conscientes de cada pequeña sensación, de cada mínima acción, sensatos de que cuando amaneciera no podrían pretender olvidar algo como esto. O más bien, no querrían.
 Tras unos minutos de calmadas embestidas, que eran recibidas con adecuadamente débiles quejidos, Saga comenzó a aumentar el ritmo de sus movimientos al sentir que alcanzaba su orgasmo, reflejando el increíble sentir con graves sonidos guturales que emanaban de su garganta, mientras que Camus gemía lastimeramente al saberse también cercano de llegar al clímax.
 Presentando un efecto similar al que los gimoteos del menor habían tenido sobre Saga, el sentir al hombre mayor regarse dentro de él fue suficiente para que el miembro de Camus imitara al del otro y empapara en calidez a la mano que lo sostenía.
 Saga permaneció en su interior unos momentos más, hasta que Camus decidió girar su cuerpo para quedar frente a él. Saga se inclinó para besarlo, reclamando aquellos labios con cierto retraimiento, como si en realidad no le pertenecieran. Camus alcanzó una mano hasta la nuca del otro y profundizó el beso, dejando a sus lenguas enredarse, tal como sus piernas lo hacían también, ahora que Saga colocaba una mano en la cintura de Camus y lo atraía contra él, moviendo después esa mano hasta la frágil espalda del acuariano, quien entonces pasaba sus brazos por debajo de los de Saga para rodearlo de igual manera.
 Tras unos cuantos profundos suspiros, la voz del menor se volvía a escuchar, en un tono casi inaudible;
 -Tengo miedo.-
 -¿Miedo? ¿De mí?- inquirió Saga, con un evidente dejo de alarma en su voz.
 -N-no…- titubeó Camus, permitiendo a sus ojos abrirse y concentrando su mirada en los definidos músculos del brazo de Saga, que pasaba cerca de su rostro.
 -Yo no dejaré que nada te pase. Lo sabes, ¿no es cierto?-
 Camus asintió inseguramente.
 -Entonces, ¿de qué tienes miedo, pequeño?-
 Saga acarició su cabello para animarlo a hablar, más Camus simplemente se alzó de hombros, pues desconocía la razón de su temor, desconocía hasta la razón de porque lo había expresado en palabras. Agachó aun más la cabeza, evitando a toda costa la inquisitiva mirada de Saga. Pensando mientras tanto, que lo que decía aquel era verdad… ‘un pequeño’, eso era con él; o al menos así se sentía en su presencia; indefenso, pero irónicamente protegido. Era libre de llorar a sabiendas de que aquel no lo juzgaría, de que lo comprendería, de que como muchas veces antes, compartiría sus lágrimas.
 -Aparte de miedo… ¿sientes algo más?- preguntó Saga, colocando una mano sobre su mejilla, para levantarle rostro.
 Camus permaneció un momento abstraído en los brillantes ojos de Saga, siempre nostálgicos, pero no por ello menos hermosos e hipnotizantes, meditando sólo un instante, no más porque no deseaba encontrar la respuesta a aquella pregunta.
 -No sé… no sé… - respondió negando desesperadamente con la cabeza, reflejando la sensación de impotencia que lo arrollaba al no sentirse con el suficiente valor como para buscar una réplica adecuada a la pregunta de Saga. - ¡No sé!-
  -Tranquilo, está bien… - Saga se inclinó para besar su frente, a lo que Camus reaccionó cerrando los ojos.
 Si lo admitía, más que no saber, era una negación para sí mismo. Un intento de engañar a la realidad, de suprimir los verdaderos sentimientos que aunque no le resultaban familiares, conocía por instinto de que se trataban; ese mismo instinto que lo llevaba a acurrucarse más contra Saga, sujetarse a su espalda y hacer más cercano el contacto contra su cuerpo, como queriéndose fundir en uno sólo con él.
 ¿Sería posible, que el hombre que alguna vez lo destruyera, pudiera ser el mismo que lo ayudara a reencontrarse de nuevo?…  la mente de  Camus se aferró a aquel deseo, al igual que sus brazos afirmaron el agarre alrededor del cuerpo de Saga, quien se limitó a continuar siendo su compañía durante lapsos como estos. Sin embargo ahora era una compañía más significativa, finalmente aceptada como necesitada, apreciada enormemente por el menor de los dos, aunque éste jamás utilizara el leguaje hablado para agradecerla.
 Y de esa forma el tiempo volvió a hacer de las suyas, y ellos continuaron con sus rutinarios encuentros nocturnos, en los cuales a veces no hacían otra cosa más que hablar; del presente, a veces del pasado, pero nunca tocaban el futuro. Apreciaban demasiado el momento actual como para anhelar por algo mayor.
 Quien aun mantenía ciertas esperanzas en alto era el joven guardián de escorpión, que cierta tarde acompañaba a Camus hasta su templo después de que la mayoría de los caballeros pasara el día en animada convivencia en la casa de Tauro.
 Detenían su camino en la entrada. Camus se volteaba para despedirse de aquel chico que continuaba brindándole su amistad, pero que todavía anhelaba por algo más, demostrándolo con el diálogo que ambos habían sostenido durante el trayecto hasta aquí, en el que Milo le recordaba, como si el otro ya hubiera olvidado, los sinceros sentimientos que despertaba en él.
 Camus pensaba que Milo era extraño; en momentos como estos parecía aceptar su rechazo y sin embargo dentro de un par de días estaría ahí de nuevo intentándolo otra vez. Era algo que se estaba convirtiendo en una costumbre que a Camus disgustaba a sobremedida.
 -Solamente… déjame preguntarte una cosa.- pedía Milo, prometiendo que no haría más tentativas por alcanzar su corazón. - ¿Recuerdas el ofrecimiento que me hiciste?... ¿Todavía está en pie?-
 Camus agachó el rostro, avergonzado, apenas atreviéndose a negar con débiles movimientos de su cabeza. No. Sinceramente no deseaba que Milo le pidiera ese favor. No ahora.
 Milo ya lo presentía de antemano, y la actitud de su amigo le traía una importante confirmación a sus temores; Camus estaba enamorado de Saga… y con eso, toda posibilidad con el francés se perdía.
 -Está bien, sólo quería estar seguro de algo...- Milo forzó una sonrisa que perturbó a Camus desmesuradamente, al ser consciente de la falsedad de ésta. No le gustaba herir al muchacho de ojos turquesas, y deseaba más que nada que tal como indicaban su decepcionada mirada y su ligeramente encorvada espalda al dar la vuelta y alejarse de ahí, que de verdad se hubiera rendido. Que permaneciera siendo el buen amigo que siempre fue para él.
 Camus suspiró, antes de adentrarse a su templo, atravesarlo y llegar a la salida, donde tomó asiento en el primer escalón. A lo lejos, veía llegar a quien…¿esperaba?
 Tal individuo bajaba raudamente los escalones hasta pisar Acuario. El metal de su armadura, la cual sorpresivamente portaba, resplandecía con un cegador efecto contra los últimos rayos del sol, mientras una ligera brisa jugaba con la larga cabellera azulada.
 Camus pocas veces lo observaba con verdadero interés como lo estaba haciendo ahora, y por más indiscutible que fuera el hecho de que Saga era un hombre muy apuesto, parecía que el ojiazul apenas se acababa de dar cuenta de tal evidente cuestión. Bajó su mirada temiendo que un indiscreto sonroje de sus mejillas lo traicionara, pero actuó demasiado tarde pues su rostro ya presentaba pruebas de cual era la índole de sus pensamientos. Al ver que el otro se aproximaba, deteniéndose hasta quedar frente a él, Camus ideó un tema de conversación antes de que aquel tuviera tiempo de notar su ruborizada fisonomía.
 -Te ves extraño con la armadura. Hacía mucho que no la usabas.-
 -Sí, bueno, prefiero dejársela a Kanon... además, a él le gusta lucirse con ella. Pero hoy tuve una reunión con Athena y no podía presentarme informalmente.-
 -¿Para qué te quería?-
 -Está pensando en quien asumirá el puesto de Patriarca.- dijo Saga, volteando hacia el huidizo astro rey, que cobardemente se escondía en el horizonte.
 -¿Te lo ofreció?-
 -No fue muy directa, pero lo insinuó. Creo que deseaba ver mi reacción antes de proponerlo explícitamente.- Saga concentró sus ojos en sus propias manos, pretendiendo estudiarlas por algún inexplicable motivo, siendo movido puramente por la incomodidad que hablar del asunto le provocaba.
 -Si te lo ofreciera, ¿aceptarías?- Camus no podía ocultar el interés que tenía en el tema. Más bien, el recelo que las palabras de Saga despertaban en su interior.
 Como si hubiera leído su mente, el mayor continuó;
 -No lo sé… no ansío verme en esas vestimentas de nuevo.-
 -Yo tampoco…- Camus inclinó la mirada, intentando que los malos recuerdos desaparecieran tan rápido como habían surgido.
 Saga dio unos pasos y se sentó a su lado, dando fin al sombrío momento.
 - Además, es mucha responsabilidad. Yo… me siento agotado, ¿sabes?- Camus asintió, comprendiendo perfectamente a lo que Saga se refería, y aunque sabía que nada tenía que ver con debilidad física, respondió de una manera muy generalizada;
 -Pues… descansa.-
 La obvia propuesta de Camus era tan simple como inesperada. Y en conjunción a esa franqueza, la mirada que ahora se levantaba y volteaba a fijarse sobre Saga, se veía más clara que nunca, cual cielo recién despejado cuyas nubes tormentosas acababan de abandonar, dejando apreciar su original claridad rebosante de belleza.
 Saga siguió la proposición y literalmente descansó, acostándose para apoyar su cabeza de lado sobre el regazo de Camus, quien entonces tensaba su cuerpo por un instante, colocando sus manos firmes sobre el suelo, antes de meditar brevemente y llegar a la conclusión de que ese no era el lugar adecuado para ellas en esos momentos. Así que cautelosamente llevó una mano hasta la espalda de Saga, quien al contacto perdió todo interés que hasta ahora mostraba por el sonrojado sol que amenazaba con ocultarse en la lejanía, y dirigió la atención de todos su sentidos al muchacho que atrás de él parecía estar lidiando una batalla campal y no se decidía a hacer el próximo movimiento, a dar el siguiente respiro que mantenía aguantado en su pecho.
 Finalmente, esa mano llegó hasta el hombro de Saga, donde dio un apenas perceptible tirón. Saga no necesitó más para girarse y quedar boca arriba, admirando el rostro que lo veía con cierta confusión.
 La mano de Camus quedó descansando inmóvil sobre el pecho de Saga, antes de que éste la tomara entre la suya, mientras su otra mano se levantaba para alcanzar la mejilla de Camus, quien no dejaba de fruncir el entrecejo en perplejidad ante sus propios actos. Los dedos de Saga acariciaban su piel con sutileza, y ante el cálido toque Camus reaccionó buscando más, inclinando su rostro contra la palma de la mano de Saga quien al parecer maravillado por eso, repentinamente sonreía, dejando a sus ojos brillar de una manera que Camus jamás había tenido oportunidad de apreciar…
 ¿Tanto le alegraba a aquel, el simple hecho de que aceptara su cariñosa caricia? ¿Por qué? Ese tipo de contacto no era nada desconocido para ninguno, ya que por alguna razón el geminiano gustaba de estudiar sus facciones, y Camus desde algún tiempo se lo permitía con libertad.
 Entonces, ¿qué era lo especial en esta ocasión? ¿Que sucedió antes de tiempo, cuando el sol aun tenuemente brillaba? No… ¿Qué él ladeó su cabeza en necesidad de seguir sintiéndolo? Ni siquiera eso; si Camus pudiera ver a través de los ojos de Saga, notaría la particular chispa que brillaban en los suyos; un fulgor que Saga creyó por siempre extinto para nunca volverse a encender, pero que ahora, si sus pupilas no lo engañaban, era nuevamente apreciable en la mirada del francés y constituía la razón de su súbito regocijo.
 Pero Camus era ignorante a lo que ocurría en la mente de Saga. Ambos se tenían mutuamente hechizados por los pequeños cambios que acababan de notar en el otro. Y además de esas centelleantes esmeraldas a las que parecía estar observando por primera vez, de igual manera Camus recién conocía a aquellos blancos dientes que se asomaban tras unos curvados labios, a los cuales nunca antes había atestiguado actuar de esa manera. El semblante entero de Saga le parecía inusual… ¿estaba… feliz? ¿Y él lo había causado?
 Vaya cosa rara, Saga le sonreía. Y lo más extraño de todo, era que eso no hacía que lo odiara, ni siquiera que lo envidiara. Esa imagen no le molestaba para nada. De hecho, y si no se mentía a si mismo… hasta le agradaba, hasta lo abordaba la tentación de imitarlo. Y tras unos segundos, finalmente se rendía a ésta, reflejando en sus propios labios el mismo júbilo que Saga expresaba en los suyos, y que ahora Camus no sólo hacía notar en un gesto… sino que de verdad sentía.
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 FIN
Font: http://www.geocities.ws/just_wont_shine/
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sukoru-chan · 7 years
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fanfic   “Problemas domésticos”
¡Joder! —blasfemo Milo cuando Aioria le propino un puñetazo en la nariz. —¿Milo? ¿Afrodita? ¿Qué hacen aquí? —pregunto frotando sus adormilados orbes verdes.—No hay luz en el Santuario.—respondió Piscis. —¿Y a mí qué?—gruño el rubio volviendo a resguardarse bajo sus cálidas sábanas, las cuales fueron lanzadas al piso por Escorpio. —��Quieres otro golpe?—siseo Aioria. —¡Sera muy fácil!—espeto Milo.—Sera muy difícil!—contesto Leo.—Lamento interrumpir su pelea marital.—ambos griegos fulminaron con la mirada al sueco.—Pero necesito electricidad.  —Ni que fueras celular.—se mofo Leo.—Para mi cabello, algunos nos preocupamos por nuestra apariencia, aunque ustedes al ser tan feos.—Aioria y Milo respingaron ofendidos.—Entiendo que no se interesen en su físico, nadie más ha de hacerlo.—les sonrió altivo.—Lo que el rarito quiere decir.—exclamo Milo.—Es que necesitamos que funjas como generador.—Aioria chasqueo la lengua.—No se van a ir hasta que lo haga ¿Verdad?—ambos atenienses negaron con la cabeza, el rubio suspiro resignado; en pocos minutos, Leo imbuyo las instalaciones eléctricas de las Doce Casas con energía.
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¿¡Que no puedo valerme por mi misma!? ¡Ja! Ya lo veremos.—Athena hablaba en voz alta y a nadie en particular. Abriendo la puerta de un puntapié, se internó en territorios desconocidos. —¿Mi señora, necesita algo?—pregunto una doncella al notar la presencia de la adolescente.—En efecto, quiero lavar o barrer, tal vez cocinar. ¿Qué hace falta por hacer en la Sala Patriarcal?—inquirió escaneando los artículos de limpieza. —¿Eh?—atino a decir la mujer.—Olvídalo, lo descubriré yo sola.—su búsqueda la llevo al cuarto de lavado. —¡Aja! Lavare la ropa.—celebro tomando una docena de sus vestidos para atorarlos por la fuerza en una de las lavadoras. Roció las prendas con dos bolsas de detergente y vertió una cantidad desconocida de agua, cerro la tapa y luego de pulsar todos los botones logro encender el electrodoméstico.—Bueno, ahora a esperar.—se colocó los audífonos de su iPhone para disfrutar de sus canciones favoritas…
*45 minutos de kpop mas tarde*
Athena pauso la canción actual al sentir algo húmedo en sus piernas. —¡ Aaah!—era espuma y agua jabonosa, corrió a la puerta pues la lavadora amenazaba con hacer erupción. Se resbalo y cayo múltiples veces, pero logro llegar a la salida; al girar la perilla. —¡No! Está cerrada!!—comenzó a golpear la puerta desesperada, la lavadora se sacudió violentamente. —¡Auxilio! ¡Niña millonaria en peligro! — ¡Boom! Athena quedó sepultada bajo su ropa y burbujas…
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Pobre de mi alumno.—se lamentaba Dohko mientras observaba un par de jeans de mezclilla rotos.—Mira nada mas con lo que se viste.—le comento a Shion.—Mu tiene unos en igual estado.—respondió el Patriarca.—Creo que los voy a remendar!—tomo aguja e hilo e inicio con la compostura.—Tu deberías hacer lo mismo.—le aconsejo a su mejor amigo, Shion asintió lentamente, luego negó.—Mu ya es un adulto y el Sumo Sacerdote no zurce ropa!—alego dejando a solas al castaño quien arruinaba los pantalones favoritos de Shiryu.
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Shaka se adentró en las habitaciones privadas de Géminis, los gritos de sus custodios llegaban hasta el jardín de los sales gemelos, imposibilitando a Virgo de meditar. — Por el amor de Athena podrían… callarse?—frente al rubio se encontraban Saga y Kanon portando uniformes de hockey, incluso sus rostros estaban protegidos por cascos. —¡Shaka! ¡Mi buena amigo!—Saga se aproximó al hindú con inusual jubilo. —¿Me podrías hacer un favor?—“Ya decía yo, que era raro que fuese amigable conmigo” pensó el de mirada celeste.—Depende, si es algo inmoral, ilegal o humillante, la respuesta es ¡No!—contesto entornando sus bellos ojos azules.—Nada de eso Shaka.—se les unió a la conversación Kanon.—Solo queremos que te hagas cargo de un invitado no deseado.—lo condujeron hasta el baño.—Oh! Entiendo, son aracnofobicos. —Saga se golpeó el pecho con la palma visiblemente dolido.—¡Como te atreves! Yo no desprecio a nadie por sus inclinaciones sexuales, es más, todos saben lo mucho que estimo a Afrodita.  –Dije aracnofóbicos, no homofóbicos y hasta donde yo sé Piscis es hetero.—replico Shaka con semblante sereno.—¿Vas a matar a la araña o no?—bramo el gemelo menor impaciente. —¡No! Como budista yo respeto la existencia de todo ser vivo, lo más que puedo hacer por ustedes es sacarla del templo.—lo gemelos asintieron complacidos. —¡Hazlo!—exclamaron en coro, depositando en sus manos una red para mariposas. —¿Tengo una pregunta?—inquirió subiendo sobre el inodoro. —¿Que le sucedió a Milo y a Aioros?—Escorpio yacía sobre la bañera con restos de una escoba en la cabeza y Sagitario estaba tirado en un rincón con la cara verduzca y la lengua de fuera.—Intentamos matarla a escobazos y falle algunos golpes.—contesto Kanon avergonzado.—Aioros se intoxico con el insecticida, el muy sonso lo disparo al revés.—añadió Saga sin despegar la mirada de la red que se acercaba peligrosamente a la araña. Shaka logro capturarla, pero al bajar resbalo y la lanzo sobre el gemelo mayor. —¡Ah!—grito corriendo en círculos y agitando los brazos. —¡Quítenmela, quítenmela!—Kanon lanzo un bofetón pero la araña salto y el golpe lo recibió su hermano. —¿Dónde está?—pregunto el ex general marino angustiado, sin importarle que casi le volaba los dientes a Saga. —¡Allá va!—indico Saga apuntando al suelo. —¡Písala!—ordeno Kanon a su igual. —¡Eso no!—intervino Shaka dejando sin el sentido del tacto a los gemelos; ello le permitió salvar a la inocente e inofensiva criatura, pero olvido regresarles la habilidad de moverse a sus hermanos de armas, las horas que tardaron en recuperar tal sentido le sirvió a Shaka para meditar.
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Otro fic mas *v* soe tan feliz!! XD gracias x los likes x tomarse el tiempo de leer mis fics y por seguir mi blog ;D
Lo que hizo Dohko lo base en algo que le paso a un conocido; su abuelita vio sus jeans rotos y dijo: pobre de mi nieto voy a coserlos XD y cuando él kizo usarlos ya no cupo en ellos lol; dato curioso por si nadie lo ha notado…
Kanon: y además seguro ni les imxta >v>
Sukoru: eso también e.e XD uso a Athena para proyectarme en los fics, como su adicción x los chocolates o el gusto en música x3
Ultima nota del autor: amo a la fauna y flora y aunque sea ficticia la araña, no permitiría que le mataran *-* love ya Shaka♥
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sukoru-chan · 7 years
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fanfic       Elevador
Athena está harta de los lloriqueos de sus guerreros; sobre todo porque siempre se trata de la misma queja: Que pusiera un elevador en las doce casas.
Así que, la diosa de la sabiduría ha decidido ponerle fin al asunto, dándoles gusto a sus queridos subordinados…
Kanon y Saga salieron del tercer templo con su usual ambiente fraternal entre ellos. —¿Cómo pudiste mentirme Kanon?—exclamo claramente indignado el arconte de Géminis.—Le miento a todo el mundo, ¿Por qué te crees tan especial? – contesto fastidiado el gemelo menor resoplando y cruzándose de brazos frente a las puertas del ascensor. —¡Soy tu hermano!—replico Saga pulsando el botón para “llamar” el elevador.—Eso solo te hace más vulnerable.—explico Kanon ingresando a la estructura metálica seguido muy de cerca por su igual. —¡Buenas tardes!—les saludo sonriente Mu. —¡Que tienen de buenas!—ladro el gemelo mayor.—Ignóralo.—aconsejo el ex general marino.—Esta molesto porque le dije que ya no había agua en el tinaco y no se pudo bañar por cuarta vez en el día.—el lemuriano expandió sus verdes orbes asintiendo lentamente, procesando la información recibida. El timbre que indicaba que las puertas del ascensor volverían a ser abiertas sonó nuevamente. De los límites de Leo surgieron Camus, Milo y Afrodita. —¿No crees que exageramos?—inquirió el griego al sueco.—Recuerda que no lo hacemos por nosotros.—declaro Piscis solemne.—Sino por las mujeres del mundo.—el francés ya tenía la frente enrojecida por golpearse incontables veces con la palma por tantos disparates que sus amigos metrosexuales decían.—De compras ¿eh?—comento Kanon dedicándoles una sonrisa burlona.—Nuestras fans no pueden vernos con las mismas garras todos los días.—informo Milo entregándole una de tantas bolsas que llevaba.—Te traje esto.—el gemelo menor miro a su hermano, luego tomo el regalo. —¿Gra...cias?—la carcajada de Saga estremeció el elevador.—A Saga no le trajimos porque sabemos que le pesa la ropa.—eso acabo con el ataque de risa. ¡Ding! El ascensor volvió a detenerse, esta vez en el templo de Virgo.—Si mi amor, no mi amor, claro mi amor.—con estas palabras Aioria entraba al elevador junto con Aioros y Shaka.—Estaré ahí sin falta.—Leo mando un beso antes de terminar con la llamada.—Si algún día me ven actuar así, mátenme por favor.—Aioria se encogió de hombros antes de replicar.—Que fea es la envidia, yo que culpa tengo de que nadie te apetezca Shaka.—el ojiazul estaba por contestarle cuando alguien grito. —¡Detengan el ascensor!—Mu atajo una de las puertas; Aldebarán, Dohko, Shura y Death Mask casi realizan un clavado para abordar.—Uff! Por poco y no lo logramos.—exclamo aliviado el italiano.—Me alegra que Athena haya mandado a instalarlo, así ya no tenemos que salir horas antes para cada reunión.—añadió Libra. —Solo desearía que no fuera tan estrecho.—dijo Saga, quien era triturado entre los muros y el peso de Kanon y Camus.—El tamaño no es el problema.—explicaba Afrodita abrazando su costosa ropa contra sus pectorales, no se fuera a ensuciar o arrugar por culpa de sus camaradas.—Estamos excediendo el número de pasajeros.
—¿Quién lo dice?—pregunto Milo incrédulo.—El cartel a tu izquierda.—gruño Shaka mientras intentaba que el hombro de Aioros dejara de encajársele en la garganta. De pronto, el elevador se cimbró, las luces parpadearon. Y ya no avanzo. —¡Mu! Aprieta… el… botón.—pidió con esfuerzos Shura pues estaba siendo asfixiado contra la espalda de Aldebarán. El ariano pulso repetidamente cada botón, pero nada ocurría.—¡No sirve de nada!—se quejó golpeando con el puño el panel. La iluminación tintineo una vez más y el elevador reanudo su ascenso. —¡Vaya Mu, eres un…—el halago de Aioria fue interrumpido. —¡Idiota!—declaro abrazando a su hermano, pues la estructura metálica comenzó a caer a una velocidad vertiginosa. —¡¿Vamos a morir?!—repetía incesante Aldebarán sin dejar de atiborrarse la boca de comida. —¡¿Y a ti se te ocurre tragar?!—espeto Kanon.—Mejor a que intente usarme de ¡amortiguador! —argumento Saga esforzándose por evitar que su gemelo no lo escalara.—Yo Dohko de Libra, en  pleno uso de mis facultades mentales y a mis 18 sensuales años, heredo todos mis bienes al Patriarca Shion.—el castaño escribía su última voluntad en su celular. —¿A Shion? ¿Y porque no a Shiryu?—inquirió DM aferrándose hasta con los dientes a las paredes.—Ummm, tienes razón, además Shion ya tiene mucho. —Dohko comenzó a editar su testamento. —¡Mu, Saga! No sean tarados, traspórtennos fuera de aquí.—grito Piscis.—El tarado lo será ¡otro!     —¡Conmigo no te metas!—rugió Aioros, Saga revoleo los ojos antes de continuar.—Lo que quise decir, es que el cosmos de Athena reviste el Santuario, ese tipo de técnicas no sirven.—El elevador se detuvo en seco, mandando al suelo a los trece atenienses. Aunque adoloridos y golpeados, la orden dorada se repuso del impacto casi de inmediato.—Es ahora o nunca. ¡Escapemos!—exclamo Aldebarán abriendo las puertas, para su infortunio al hacerlo se toparon con los muros de piedra de alguno de los templos. —¿Lo rompo?—cuestiono el brasileño imbuyendo su puño de cosmos. —¡No! Piensa en los problemas que tendremos con Athena, con Shion, con Athena!!—la piel se le erizo a más de uno al recordar los métodos de castigo de la deidad. —¿Entonces?—se cruzó de brazos.—¡Ay mi ojo!—chillo Shaka, pues el codo de Tauro lo pico.—Total que raramente los usas Shaka.—comento Milo despreocupado. —¡El techo!—apunto con su índice Mu.—Tiene una escotilla, ¡escalemos! —Podría ser muy peligroso.—dijo Kanon con seriedad.—Yo me ofrezco para ir primero.—una ovación grupal se inició, acompañada de varios “Oh”.—Serán mensos.—Mascullo Saga.—¿¿No ven que lo hace para salvarse antes que nosotros??—múltiples respingos llenaron la estructura metálica, Aldebarán quiso regresarlo jalándolo por un pie, pero Kanon ya estaba lejos de su alcance para entonces.
Y así, los trece caballeros lograron burlar a la muerte una vez más, y no por haber logrado escapar del dichoso elevador. Sino por llegar a tiempo a la reunión con Athena y Shion.
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Apenas hice cuentas y…. resulta que llevo casi 40 fics publicados ;--; soy tan feliz!
La primera vez que me aventure a hacerlo, francamente creí: de un fic no paso e.e XD
Y con respecto a este fic, solo me resta decir, que use la info de: solo puedes cruzar el santuario a pie o en este caso elevador, pues el gran cosmos de Athena lo protege, xke si no se hubiera resuelto el problema demasiado fácil n.n
Hasta otro fic… si es ke se me ocurre otro :D gracias x los likes y por su tiempo
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sukoru-chan · 7 years
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fan fic    “Patriarca”
¡Fue una tarde inolvidable!—exclamo con júbilo la amazona de Águila al caballero de Leo.—En tu compañía no podría ser de otra forma.—respondió Aioria, antes de tomarla por la cintura y estrecharla contra su cuerpo. Su rostro se inclinó en el ángulo perfecto, para poseer los ahora desprotegidos labios de la peli roja. —¿Ese no es Aioros?—inquirió Marin señalando con su índice a espaldas del griego.—A de ser.—resto importancia al comentario intentando besarla.—Creo que deberías voltear.—sugirió la ateniense al observar como lo sujetaban entre varios santos de oro, mientras Saga y Kanon le colocaban una camisa de fuerza. —¡Se lo están llevando!!—la guerrera lo obligo a mirar hacia la horda iracunda que cargaba a Sagitario a rumbo desconocido. —¿¡Pero que  carajos?—el rubio entorno sus orbes verdes y se despidió rápidamente de su amada, para caminar a paso veloz  hacia sus hermanos de armas.
—¡¿Que creen que hacen?!—rugió el arconte de Leo, los santos de Athena lo miraron por largos segundos, antes de actuar de la forma más madura y lógica posible. —¡¡Corran!!—grito Death Mask, al instante la orden dorada salió disparada, dejando al ojiverde comiendo polvo…
—¡Rápido, láncenlo aquí!—ordeno Shaka abriendo la puerta; las paredes de aquella habitación estaban acolchonadas, como el clásico cuarto de un manicomio.—¡Ah! ¡Con que pensaban encerrar en un futuro!—bramo Saga cruzándose de brazos.—¿Qué te hace pensar eso?—replico Afrodita “ofendido”.—No lo sé… tal vez el letrero luminoso que dice “Para crisis mentales de Saga”.—y así otra ronda de gritos y discusiones sin sentido se inició. En el calor del momento tiraron al piso a Aioros, quien adolorido y maltrecho se arrastró como gusano alejándose de sus captores. —¡Aioros nii-san!—Aioria llego a auxiliarlo. —¿Qué paso? ¿Por qué te llevaban? ¿Qué pensaban hacerte? ¿Cuándo piensas perder tu virginidad?
—¡Cállate para que pueda explicarte!—dijo exasperado el castaño.—Yo solo quería hacer del Santuario un lugar mejor…
*Flash back*
—Que flash back, ni que Shion bailando el gagnam style.—interrumpió Saga colérico.—Nosotros te diremos lo que tú “hermanito” hizo.—vocifero Aldebarán.—Cambio el agua de mi bañera por silicón y la ropa se me quedo ¡pegada!—grito enardecido Géminis.—Porque eres un impúdico y desvergonzado. Tengo quejas de todos los guerreros por ese motivo.—Saga miro feo a sus amigos y gemelo. Ellos desviaron la mirada silbando.—¡Me entablillo los brazos!—se quejó Shura.—Porque la condenada Excalibur que llevas en ellos, descuartiza todo a su paso, ya se te olvido que me mataste con ella hace 14 años?—el español carraspeo incómodo. —¡El muy maldito me ataco sin razón!—replico Death Mask. —¡Mentira! Use la espuma del extinguidor para enjabonarte la boca y la manguera de la pipa para enjuagarla.—el italiano tomo de la camisa a Aioros. —¿Insinúas que apesto?—Sagitario negó con la cabeza.—No, pero eres muy malhablado . Y dicen que a los groseros se les debe lavar la boca.—el rostro de Cáncer se tornó rojo por la ira.—¿Yo grosero? ¡Estás bien pend***! ¡Soy la persona más educada, en esta mier** de Santuario!
*Varias palabras altisonantes después…*
—¿A ti que te hizo Aldebarán?—el brasileño se abrió paso fácilmente entre sus camaradas, (los empujo y pateo).—Casi nada.—exclamo sarcástico.—Sello mi refrigerador y alacena usando decenas de sellos de la gran Athena… no he comido nada en ¡media hora!—Aioros tomo la palabra.—Necesitas bajar de peso Alde, por eso lo hice… está bien que tu constelación sea un toro, pero ¡no debes parecer uno por ello!—Kanon, Mu y Shaka detuvieron a Tauro de asesinar al griego.—Afrodita tu turno de quejarte.—profirió Aioria cansado, empezaba a comprender al viejo (Shion).—No me hizo nada, solo me uní a la revuelta por aburrimiento.—el ojiverde revoleo sus orbes.—Y a ti Kanon?—el de cabellera añil saco la lengua… y un fajo de billetes.—Saga me pago para atrapar a Aioros, ya saben, yo no hago nada… a menos que gane algo.—sonrió orgulloso.—A mí me prohibió dormir… di-digo meditar.—dijo Shaka indignado.—Umm ¿y a ti?—señalo a Mu con un ademan.—A mí me gusta el chisme, por eso me uní al bulliyng.  Por cierto, ya se enteraron que Athena vende fotos nuestras a las fans?—la orden dorada quedo boquiabierta, al mismo tiempo que negaban efusivamente agitando sus cabelleras.—Pues como lo oyen, tiene cámaras escondidas en cada templo y.—Aioria le tapó la boca. — ¿Alguien más tiene quejas?—los tres santos restantes alzaron su diestra.
Resulto que Aioros había ordenado a Camus congelar de la cintura para abajo a Milo, pues este no dejaba de perseguir a las doncellas. Obligo a Dohko a cuidar que el francés no leyera, en su lugar debía socializar. Y Milo debía lanzar una “Aguja Escarlata” a Libra cuando este iniciara con sus relatos aburridos de “sus tiempos de juventud”. —¿Ahora entiendes Aioria?—exclamo consternado y dolido Aioros.—Todo está muy claro.—Leo poso sus palmas en los hombros de su hermano.—Llévenselo.—la orden dorada lo levanto y camino al cuarto para locos.—¡Esperen!—Aioros le miro esperanzado.—No olviden dejarle pan duro y agua… y una bacinica para sus necesidades.—agrego corriendo en dirección a la zona habitacional de las amazonas. Tal vez no era muy tarde para que Marin le diera unos cuantos besos…
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Muchas gracias x darle a mi fic de su valioso tiempo nOn
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