Tumgik
#oskar/eli
Text
VAMPIRES!
Now that I have y’all’s attention...
Tumblr media
LET THE RIGHT ONE IN IS COMING TO THE BAY AREA!
I know my reach is very limited on this hellsite, but to all my California followers: Please come out and support this vampiric theatrical masterpiece at Berkeley Repertory Theatre! I can tell you that, as a vampire fan, this show is an absolute delight. It captures the tenderness and brutality of the film and infuses it with the power of live theatre. It’s terrifying and beautiful and just an absolute masterpiece of theatre. The actors are incredible, the set is jaw-dropping (we have a full-size FOREST and JUNGLE GYM on stage y’all!), we have a dedicated Blood Crew for when things get bite-y. It’s just a really awesome time!!!!
Aaaand now we get to the sales-y part! If you are in the Bay Area and want to see this production, I made a code just for you! If you go to our page here and enter the code RIGHTONEIN, you get 20% off your tickets!
Tumblr media
If you have questions, or if the price is still out of your range, feel free to hop into my DM’s and I will do my darndest to help get you to this show!
Photos by Manuel Harlan/ArenaPAL Rebecca Benson in Let the Right One In
59 notes · View notes
filmmakerdreamst · 4 months
Text
youtube
11 notes · View notes
tma-thoughts · 9 months
Text
Exactly one person told me to post more let the right on in art and i just got to this part in the book so
Tumblr media
22 notes · View notes
Text
Hey! Hi! It’s been a hot second but if any of you Coven Pod listeners are in California and looking for some goth girl summer fun, do I have news for you! LET THE RIGHT ONE IN is at Berkeley Rep theatre May 20-June 25 and you can grab tickets here with promo code RIGHTONEIN 🧛🏻‍♂️🩸
See you at the theatre!
20 notes · View notes
femmesandhoney · 7 months
Text
also while just generally reading up others views on the movie i kept seeing a few call it a "q*eer" coming of age film and those people are dumb as fuck bc no it's not
6 notes · View notes
hotvampireadjacent · 2 years
Text
Tumblr media Tumblr media
“Her voice sounded suspicious, hard. Oskar hurriedly said ‘you already have a guy at your school’
‘No, I don’t…. But Oskar, I can’t. I’m not a girl.”
Oskar snorted. ‘What do you mean? You’re a guy?’
‘No,no’
‘Then what are you?’
‘Nothing’
‘What do you mean ‘nothing’?’
‘I’m nothing. Not a child. Not old. Not a boy. Not a girl. Nothing.’ - let the right one in, John Lindqvist
62 notes · View notes
wingzemonx · 10 months
Text
Resplandor entre Tinieblas - Capítulo 141. Nuevo Truco
Tumblr media
Resplandor entre Tinieblas
Por WingzemonX
Capítulo 141. Nuevo Truco
Lily siguió moviéndose desesperada por aquel paraje cubierto de neblina, siendo acosada por los sonidos del combate de las dos bestias a escasos metros de su espalda. Atrás ya habían quedado los árboles y el resto de la vegetación, y había prácticamente caído en lo que parecía ser una desolada área de juegos; con sus toboganes, columpios, barras e incluso una caja de arena.
—¿A dónde crees que vas? —le gritó la voz de Emily detrás de ella con sorna—. ¿No has entendido que no hay a dónde huir, tontita?
Lily la ignoró y se movió rápidamente hacia los juegos. Se metió presurosa debajo de uno de los toboganes, sentándose en la tierra y ocultándose de la vista de sus perseguidores. O, quizás no de todos.
—Oh, vamos, ¿cuánto en verdad crees que podrás esconderte aquí? —le susurró Emily de pronto, que prácticamente se había materializado a su lado. Lily se sobresaltó sorprendida por su presencia.
—¿Por qué eres tan molesta? —le cuestionó Lily, exasperada.
—Pregúntatelo a ti misma —rio Emily, divertida—. Soy parte de tu sueño, duh. Pero ya en serio, si crees que este sencillo escondite te protegerá de esos dos, pues…
Si acaso pensaba decir más, no tuvo oportunidad pues en ese momento el estruendo de las dos criaturas acercándose cruzó el aire, retumbando en sus oídos. Lily extendió su mirada, y pudo ver los enormes cuerpos del lobo y la serpiente surgir de la niebla, forcejando entre ellos hasta caer contra el área de juegos, aplastando unos columpios en el proceso.
—Maldita sea —soltó Lily al aire, y salió rápidamente de su escondite para volver a correr. Sin embargo, en cuanto puso un pie fuera del área de juegos, se encontró de frente con una reja de malla de acero, con la que casi se estrelló de narices—. ¿Qué? ¡No!
Tomó la reja entre sus dedos y la sacudió, como si en verdad pensara que podría derribarla con tan sólo intentarlo, pero por supuesto sin obtener ningún resultado. Comenzó a correr a un lado de la reja, buscando en donde terminaba, pero parecía no haber un fin. Era como si rodeara toda aquella zona, sin siquiera una mísera puerta de acceso.
—Ay, qué mal —pronunció Emily con tono calmado, andando detrás de ella—. A la otra diseña mejor tu sueño, querida.
—¡Cállate! —le gritó furiosa. A su grito le siguió de inmediato el intenso rugido de una de las criaturas que luchaban a la lejanía. O, quizás, no tan lejos en realidad.
Desesperada, comenzó a intentar escalar, colocando sus dedos y la punta de sus pies en los agujeros de la reja. No tenía idea de que tan alta era, pero a pesar de haber subido al menos un par de metros, no lograba ver el final. ¿Acaso se alargaba hasta el maldito infinito?
Su pie se resbaló al intentar meterlo en uno de los agujeros, y su cuerpo entero se precipitó hacia el suelo. Cayó sobre su costado derecho, golpeándose fuerte el hombro. Dejó escapar un fuerte alarido de dolor al aire, pues sueño o no, aquello se sintió bastante real.
—Te dije que si te lastimabas te iba a doler de verdad —comentó Emily con falsa tristeza, de pie a su lado.
Lily gimoteó, soltó un par de maldiciones (la mayoría no las conocía antes de comenzar a convivir tanto con Esther), e intentó ponerse de pie con bastante esfuerzo de por medio. Los sonidos de golpes, rugidos, destrozos y arañazos de la pelea entre los dos monstruos retumbaban en el aire. En un momento, logró captar como todos estos se acrecentaban de golpe, un rugido más fuerte que todos lo demás sobresalió, llegando a parecerse más a un intenso grito de desesperación. Luego, un sonido grotesco húmedo de carne machucada, algo grande rompiéndose como un tronco, y entonces… nada.
Todo se sumió de un momento a otro en absoluto silencio. Y eso no hizo más que alterar aún más a Lily.
La niña se puso rápidamente de pie y se giró en la dirección que había escuchado por última vez los sonidos. Por unos momentos no vio más que pura neblina, ni escuchó nada más. Un temblor le recorrió la espalda, y un sudor frío le impregnó la frente, mientras aguardaba.
Y entonces la vio, esa sombra negra aproximándose, materializándose centímetro a centímetro entre la neblina, hasta que Lily fue capaz de identificar íntegramente su forma: alargada, delgada, de cabeza ancha y ojos rojizos. Era la serpiente. Y no había rastro alguno del lobo.
—No —susurró Lily despacio, incrédula. Retrocedió rápidamente, claramente asustada, hasta que su espalda chocó directamente contra el cuerpo de Emily.
—Creo que tenemos un ganador —pronunció aquella visión con tono festivo, y rápidamente la tomó firmemente de sus brazos con ambas manos.
—¿Qué haces? —exclamó Lily, confundida. Se zarandeó intentando liberarse de su agarre, sin conseguirlo.
La serpiente siguió avanzando hacia ellas, lentamente.
—Ven y reclama tu premio, grandote —comentó Emily en alto.
Aquel monstruo siguió acercándose.
—No, no, no… —masculló Lily, apenas logrando darle forma a sus palabras.
—¿Qué pasa? —murmuró Emily despacio, agachando su cabeza hasta colocarla a un costado de su oído, y poder entonces susurrarle en voz baja—: ¿No se supone que no le tienes miedo a nada?
Lily no respondió. Su atención estaba fija únicamente en el horrible monstruo erguido ante ella, preparándose para engullirla entera como había sido su deseo dese un inicio…
— — — —
Esther se irguió con cuidado, apoyándose en el mueble de recepción, prácticamente con su cuerpo pegado contra éste para poner la mayor distancia entre ella y Owen; o lo que fuera aquello que tenía la apariencia del hombre al que le había metido tres tiros en el pecho, y luego visto como Eli le rompía el cuello. Éste la observaba desde su posición, con su postura relajada, y sus ojos totalmente carentes de alguna emoción clara que Esther pudiera descifrar. Casi parecía una simple estatua de cera, y por unos momentos de hecho se mantuvo tan inmóvil como una.
—¿Cómo es posible? —masculló Esther, con la mayor firmeza que la impresión del momento le permitía—. Tú estabas…
—¿Muerto? —exclamó Owen, cortándola. Soltó luego una perturbadora carcajada, pero no tanto como la sonrisa que se congeló en sus labios al instante siguiente—. Creo que ya lo estaba desde hace mucho —señaló, mientras se acomodaba sus anteojos con una mano—. Sólo que no me había enterado.
Esther en un inicio no comprendió a qué intentaba referirse con aquello. Recordó poco después lo que Eli le había comentado con respecto a que, a veces, lo que ella llamaba la “infección” no se activaba en algunas personas hasta que éstas morían. ¿A eso se refería? ¿Acaso ya estaba infectado desde hace tiempo sin que lo supiera? La inquieta mente de Esther comenzó a imaginarse las diferentes formas en las que ese contagio pudo haberse dado, y ninguna era una imagen del todo agradable para tener en la cabeza.
La expresión de Owen se endureció de pronto, y al momento comenzó a avanzar lentamente hacia ella.
—¿Dónde está Eli? —le cuestionó con tosquedad.
—¿Y yo cómo voy a saber? —masculló Esther con una sonrisa burlona, al tiempo que retrocedía lentamente, arrastrando sus pies por el suelo.
En cuanto lo vio conveniente, se dio media vuelta y corrió en dirección a la puerta trasera de la recepción, aquella que daba al patio central. Sin embargo, de un segundo a otro el cuerpo de Owen se movió a una velocidad increíble, alcanzándola antes de que pudiera siquiera tocar la puerta. La tomó de su brazo derecho, apretándolo como fuerza entre sus dedos, lo que por supuesto le provocó un fuerte dolor. La alzó entonces en alto del brazo, separando sus pies del suelo lo suficiente para que su rostro quedara a la altura del suyo. No le costó ningún esfuerzo hacerlo; como si la mujer no pesara ni un kilo.
—¿Crees que te puedes hacer la bromista conmigo? —escupió Owen con rabia—. Ya no soy el mismo de anoche.
—A mí me pareces el mismo imbécil —le respondió Esther, ofuscada. Y a pesar de su incómoda posición, logró alzar el puño de su brazo libre, estampándolo contra la cara de Owen con la suficiente fuerza para romperle el cristal de su lente derecho.
Owen gruñó, pues uno de esos trozos de cristal le había provocado un largo corte en su ceja. Arrojó a Esther con tanta fuerza contra el suelo, que su cuerpo incluso rebotó un poco contra éste. Se golpeó principalmente en la nariz, que comenzó a sangrarle, y en su pecho, sacándola casi todo el aire. No había siquiera intentado levantarse cuando Owen le propinó un fuerte puntapié en su costado, arrojándola hacia el frente, estrellándola contra una de las sillas de la sala de espera, rompiendo está con la fuerza del impacto.
Esther se quedó unos segundos en el suelo entre los resto de la silla, adolorida y aturdida por todos los golpes. Pasó una mano por su nariz, limpiándose la sangre con el dorso de su mano, y giró como pudo su cuello en dirección a Owen. Éste se estaba retirando por completo los anteojos, tirándolos al suelo con brusquedad. Pasó una mano por su ceja, contemplando poco después sus dedos cubiertos con su sangre. Los contempló fijamente unos segundos, como si se tratara de lo más fascinante o raro que hubiera visto en mucho tiempo. Y de pronto, acercó los dedos su boca, comenzando a lamerlos y chuparlos con algo de apuro.
Esa definitivamente no era una imagen agradable de ver.
Esther intentó pararse, pero en cuanto se sentó un dolor punzante en su costado la inmovilizó un momento. Al girar su mirada en ese punto, logró ver un largo y puntiagudo pedazo de madera de la silla, que se le había clavado.
—Mierda —masculló despacio.
Tomó entonces el pedazo de madera con ambas manos, y se lo retiró de un fuerte tirón. El dolor salió de ella en la forma de un fuerte chillido, pero luego de eso logró menguar. Cuando se giró de nuevo hacia Owen, éste la contemplaba desde su posición, al parecer hasta cierto punto fascinado. Y Esther se maldijo a sí misma, pues lo único que logró pensar era lo realmente apuesto que se veía en esos momentos sin sus anteojos.
—¿Qué demonios eres con exactitud? —inquirió el hombre de barba con frialdad—. No eres un vampiro, pero tampoco eres una niña, ¿verdad?
No podía llegarse a una conclusión más lógica que esa. Igual Esther no le dio el privilegio de una respuesta. En su lugar, comenzó de nuevo a levantarse, presionando la herida de su costado con una mano. Sentía como poco a poco se iba curando, pero no lo suficientemente rápido. Su otra mano, mientras tanto, se dirigió al arma oculta en su espalda.
—Da igual —pronunció Owen en alto, pero de seguro aquello era más para sí mismo.
Se movió entonces con la misma velocidad de hace un rato, reapareciendo casi en un parpadeo justo delante de Esther. Ésta se hizo hacia atrás e intentó jalar su arma hacia adelante, pero no fue lo suficientemente rápida. Owen la tomó con una mano de su cuello, volviéndola a alzar, mientras con la otra agarraba firmemente la muñeca de la mano que tomaba al arma, apretándola tan fuerte que Esther sintió sus huesos crujir. Sus dedos se abrieron por sí solos, y el arma se escapó de ellos hacia el suelo.
Una vez desarmada, Owen la tomó y la agitó hacia un lado, pegándola contra el muro con tanta violencia que la parte trasera de la cabeza de Esther se golpeó contra éste, y la mujer sintió al instante siguiente el líquido caliente resbalando por su nunca.
—Ahora respóndeme —exigió Owen mientras la sostenía contra la pared—. ¿Dónde está Eli?
Esther hizo el intento vano de forcejear, pero lastimosamente tuvo que darse cuenta de lo realmente débil que se encontraba tras la pelea de la noche anterior, más todo el ajetreo de ese día, sumado a lo poco que había podido comer y descansar. Ciertamente no estaba en su mejor condición, y aunque lo estuviera de seguro no habría podido hacer mucho contra un hombre grande que le doblaba en tamaño y peso, mucho menos con esas monstruosas habilidades de vampiro.
A pesar de su penosa situación, Esther se las arregló para alzar su mirada desafiante hacia su captor, y con una sonrisa burlona responderle:
—La maté… La arrojé al sol y se prendió como una hoguera…
Los ojos de Owen se abrieron grandes, estupefactos ante aquella posibilidad.
—Mientes —declaró con voz carrasposa, su rabia claramente a punto de estallar. Pero eso no la intimidó.
—Sal al patio, y puede que aún veas sus cenizas esparcidas por la nieve —murmuró mordaz, acrecentando aún más el enojo de Owen.
—¡Mientes! —espetó el hombre con ferocidad. Alzó entonces el cuerpo de Esther aún más alto, la agitó en el aire, y la estrelló de espaldas contra el mueble de la recepción haciendo que éste crujiera. Colocó su cuerpo sobre ella, prácticamente agazapándose encima del mueble para someterla.
Esther abrió los ojos, y contempló el rostro de aquel apuesto hombre, flotando en el aire a unos centímetros sobre el suyo. Su mano seguía firme contra su cuello, a sólo un poco más de fuerza de comenzar a estrangularla. En otras circunstancias, aquello podría resultarle incluso excitante.
—¿Por qué estaría yo viva si no es así? —soltó de pronto con la mayor calma posible. La incertidumbre y la duda se hicieron visibles en la expresión de su captor.
Owen se alzó un poco, contemplándola en silencio. Pareció a simple vista algo más tranquilo, pero Esther presintió que aquello no era para nada el caso. Desde ahí podía percibir como su mente se aceleraba, imaginando todas las diferentes formas en las podría despedazarla ahí mismo, con sus propias manos.
La soltó de pronto, pero no fue por mucho. Rápidamente con una mano la tomó de su cabeza, ladeando está hacia un lado, mientras la otra la colocaba en su hombro, jalándolo hacia abajo con todo y su chaqueta. De esta forma, dejaba claramente expuesto el costado derecho del delgado y pálido cuello de Esther, y sus venas palpitantes.
—Siempre quise saber cómo se sentía hacer esto —murmuró Owen de pronto, abriendo grande su boca, lo suficiente para que Esther pudiera ver por completo los largos y afilados colmillos que sobresalían del resto de su dentadura. Los colmillos que perforarían con suma facilidad su piel y carne para alimentarse de ella.
Y aquella horripilante visión en verdad espantó a Esther. Comenzó a forcejar con más desesperación que antes, pero siendo incapaz de apartar ni un centímetro las pesadas y fuertes manos de Owen. El hombre se inclinó hacia ella, dirigiendo su rostro hacia el cuello sin menor miramiento. Esther apretó con fuerza los ojos, esperando la inevitable mordida. Pero antes de que los colmillos la alcanzaran, la voz de una tercera persona los interrumpió.
—¿Oskar? —susurró la pequeña intrusa, desde el umbral de la puerta trasera.
Ninguno de los dos se había dado cuenta de su presencia, pero rápidamente se giraron en su dirección, contemplando la delgada y desalineada figura de Eli. Detrás de ella, era apreciable que el sol aún no había bajado del todo, pero al parecer sí lo suficiente para que se atreviera a salir de su escondite. Esther no pudo evitar echar un vistazo a sus muñecas, que se encontraban rojas por el roce de las sogas, pero en especial por el esfuerzo que había significado romperlas.
«Así que en verdad sí habría podido romperlas en cualquier momento…»
Por su parte, la niña vampiro los contemplaba azorada, con sus ojos bien abiertos, fijos en especial en su amigo.
—Eli —masculló Owen, o más bien Oskar, sorprendido. Rápidamente se olvidó de Esther, apartándose de ella de un salto, dejándola ahí de espaldas contra el mueble de recepción. Su sorpresa se convirtió rápidamente en alivio—. Eli, estás bien…
Eli no dijo nada de momento. Solamente comenzó a avanzar lentamente en su dirección. Oskar se agachó rápidamente, pegando una rodilla al suelo. Eli se paró justo delante de él, quedando sus rostros a la misma altura, uno frente al otro. La niña alzó tímidamente una de sus manos, posándola dulcemente sobre la mejilla del hombre. Éste cerró sus ojos, y pegó su rostro aún más contra la palma de la pequeña mano. Sin embargo, los volvió a abrir casi de inmediato, notándose sorprendido.
—No puedo sentirte —murmuró despacio—. No como antes…
—Ay, Oskar… —susurró Eli, agobiada por un profundo pesar—. ¿Qué te he hecho?
El hombre de barba negó frenético con la cabeza.
—Oye, está bien, todo está bien —pronunció con firmeza, tomando el pequeño rostro de la vampiro entre sus manos con suma delicadeza—. Soy yo, mírame. Volví.
Sus labios se estiraron en una amplia sonrisa que intentaba sobre todo parecer alegre. Eli, sin embargo, claramente no compartió el sentimiento.
—¿Cómo pasó? —susurró la vampiro, confundida—. Yo… yo te…
—No estoy seguro. Pero no importa, ¿o sí?
Oskar tomó en ese momento las manos de Eli entre las suyas y las acercó a su rostro, recorriendo sus palmas y sus dedos delicadamente con sus labios. Igual que el roce en su mejilla, apenas lograba percibir su piel contra él, como si lo hiciera por encima de varias prendas de ropa. ¿Así era como ella sentía? ¿Tan superficialmente? ¿Tan gris…? Pero eso no importaba. Lo único que le interesaba era que ella estaba ahí, y él también.
—Ahora podremos estar juntos, por siempre —declaró con desbordante alegría—. Cazar juntos, alimentarnos juntos… empezando por esa pequeña zorra.
Al pronunciar aquello, se giró a mirar sobre su hombro en dirección a Esther. Ésta se había bajado de encima del mueble, e intentó aproximarse lentamente hacia donde su arma había caído, aprovechando que ambos estaban distraídos; o, al parecer, no tanto como ella creía.
—Ni se te ocurra moverte ni un centímetro más —le amenazó Oskar—. O veremos que tanto puedes curarte con un cuello roto.
Esther sabía por experiencia propia que podía hacerlo, pero igual no tenía deseos de tentar a su suerte más de la cuenta. Apenas y había logrado lidiar con una de esas criaturas la noche anterior; enfrentarse ahora a dos, y en el estado en el que se encontraba en esos momentos, no era su escenario ideal ni de cerca.
—Oskar —susurró Eli despacio, tomando en ese momento el rostro de su amigo con dulzura entre sus manos, acariciándolo con delicados roces—. Mi hermoso, hermoso, Oskar —pronunció en voz baja. Se inclinó entonces hacia él, besándolo con cuidado en su frente, haciendo poco después lo mismo en cada uno de sus parpados, en su nariz, y mejillas. El hombre cerró sus ojos, intentando sentir lo mayor posible los apenas apreciables roces de los pequeños labios de Eli contra su rostro—. Siempre quise que esto ocurriera. Que tú y yo pudiéramos estar juntos por siempre; para siempre. Sin que nada ni nadie se interpusiera. Sólo nosotros contra el mundo entero…
Eli se dirigió en ese instante directo a los labios de Oskar, presionando los suyos contra ellos con mayor fuerza que los besos anteriores. Aquello resultó en una sensación mucho más viva para Oskar, que la rodeó rápidamente con sus brazos, atrayéndola contra él. Ambos se fundieron en aquel profundo, y hasta cierto punto apasionado beso, ante la mirada incrédula de Esther. Aunque en realidad no estaba del todo sorprendida de enterarse de que ambos tenían ese tipo de relación.
De pronto, sin embargo, se le ocurrió que quizás aquello pudiera ser algo diferente a lo que se veía a simple vista, pues el recuerdo del otro beso que había presenciado en la habitación con Lily se le vino a la mente.
Eli y Oskar se separaron tras unos segundos. Ambos abrieron los ojos al mismo tiempo, y contemplaron con atención al otro. Y aunque el rostro de Oskar radiaba de emoción y alegría, fue evidente incluso para él el sentimiento frío, totalmente apartado, que acompañaba a Eli.
Justo como Esther había adivinado, aquel beso había sido con más intención que sólo ser un acto de pasión o de amor. Había sido un intento de Eli para echar un vistazo al interior del alma de su amigo, y ver lo que ahí se ocultaba. Y lo que vio, bien o mal, confirmó lo que se temía desde el momento en que lo vio.
—Pero eso nunca podrá ser —sentenció con dureza, tomando por sorpresa al hombre delante de ella.
Sin dar alguna otra explicación, Eli se apartó rápidamente, jalando su brazo derecho hacia atrás, y al instante siguiente empujando su mano con tremenda fuerza hacia el frente, directo al lado izquierdo del pecho de Oskar. La fuerza y velocidad que llevaba deberían ser más que suficientes para atravesar su carne y hueso, e ir más allá hasta su corazón, y así destrozarlo con sus propias manos. No sería la primera vez que lo hiciera; ni siquiera la primera vez que lo hiciera contra el cuerpo de uno de sus amigos.
Sin embargo, quizás había subestimado lo débil que se encontraba debido a sus heridas, falta de sangre y sueño. Pues no fue capaz de alcanzar su objetivo lo suficientemente rápido, antes de que la mano izquierda de Oskar se alzara, prácticamente por sí sola como un reflejo ante el inminente peligro, y se cerrara como un grillete fuerte en torno a su muñeca. Su mano se detuvo en seco, con sus dedos presionándose contra la tela de la chaqueta del hombre, pero a milímetros de alcanzar su piel.
Oskar se giró a mirar la mano de Eli contra su pecho, horrorizado al instante por aquella imagen. Rápidamente la empujó con su otra mano hacia atrás, haciéndola deslizarse un par de metros lejos de él, hasta que su espalda chocó de lleno contra el muro. Luego se paró y retrocedió alarmado, asustado, y algo asqueado.
—¡¿Qué… qué estabas tratando de hacer?! —exclamó en alto, presionando sus dos manos contra el área de su corazón—. ¿Acaso querías…? ¡¿Cómo pudiste?! ¡¿Por qué?!
—Porque tú no eres Oskar —respondió Eli con tosquedad, alzando su mirada sombría hacia él—. Ya no más. Oskar murió anoche. Tú no eres más que un cadáver, movido por la infección como una vil marioneta. Justo como le pasó a Hakan…
—¿Qué tontería estás diciendo? —soltó el hombre de barba con mofa, aunque la rabia volvió rápidamente a apoderarse de él—. ¡Por supuesto que soy yo! ¡¿Qué no me ves?!
Eli se quedó callada, e incluso su mirada se desvió por instinto hacia otro lado; lejos de la horripilante imagen de su viejo amigo que se erguía ante ella. Esto a Oskar no hizo más que exasperarlo aún más, por lo que se le aproximó apresurado y la tomó violentamente de su brazo, alzándola de un jalón.
—¡Mírame! —le exigió con agresividad, sonando casi como un rugido.
Eli soltó un agudo gemido de dolor. Oskar la alzaba tan alto que tenía que pararse en las puntas de sus pies.
—Oskar… me lastimas —masculló con un tono empapado de sufrimiento, y eso pareció despertar algo en Oskar pues de inmediato abrió su mano para soltarla. El cuerpo delgado de la vampiro se desplomó al suelo, sin fuerzas.
—No quise hacerlo —pronunció Oskar, su voz casi templando por la preocupación y la vergüenza—. Tú… ¡Tú me fuerzas a hacerlo! ¿Por qué me haces esto…?
Esther, que había estado contemplando todo aquello con una curiosa combinación de fascinación y aprensión, aprovechó ese momento en el que claramente la atención de ninguno de los dos estaba en ella para lanzarse de lleno hacia el arma en el suelo a unos metros. Su movimiento brusco jaló de inmediato la atención de Oskar, que giró su cuello como un látigo hacia ella, en el momento justo en el que su mano se aproximaba al mango del arma.
Oskar se precipitó hacia ella con increíble velocidad. Esther, en el suelo, se giró de lleno hacia él, apuntando con su arma. Su dedo presionó el gatillo, pero no logró hacerlo por completo antes de que Oskar desviara el cañón con un manotazo hacia un lado, y la bala saliera disparada directo contra el techo. De un golpe más, Oskar logró arrebatarle el arma de las manos, y el tercero lo propinó directo en el costado derecho de la cabeza de Esther, haciendo que su cuerpo entero se precipitara contra el piso.
No la dejó ahí. Pues antes de que intentara recuperarse, Oskar la tomó de su nuca, la alzó y le restrelló la cara contra la pared, provocando el sonido pastoso de algo quebrándose. Eli incluso tuvo que desviar su mirada hacia un lado para no ver aquello.
Esther siguió consciente tras ese horrible golpe, pero apenas. Su nariz estaba rota y sangraba abundantemente al igual que su labio. Su mirada estaba borrosa, incapaz de centrarla en absolutamente nada. Sus brazos y piernas colgaron flácidas, estando únicamente sostenida por la fuerte mano de Oskar en su nuca. El nuevo vampiro la giró hacia él, y contempló con curiosidad su rostro magullado. La acercó más a su rostro, y sin miramiento comenzó a recorrer su lengua por el mentón, mejilla y nariz de Esther, lamiendo con bastante apetito la sangre que brotaba de ella. A pesar de su estado, Esther percibía sin problema la sensación húmeda de su lengua, así como su aliento o el olor mismo de su piel. Sin embargo, le fue imposible reaccionar o hacer algo para detenerlo, si acaso en verdad quería hacerlo.
Una vez que terminó de saborear ese pequeño bocado, Oskar se relamió sus labios, y luego se los limpió con la manga de su chaqueta. Se viró de regreso hacia Eli, aun teniendo el pequeño cuerpo de Esther bien sujeto. Eli se encontraba de rodillas en el suelo, con su mirada agachada y sus cabellos oscuros cayendo sobre su rostro.
—Siempre dijiste que esto era como una maldición —indicó Oskar, llamando su atención—. Pero… esta nueva fuerza que recorre mi cuerpo es increíble. Este poder, estas sensaciones. Puedo verlo todo, oírlo todo, olerlo todo. Ya no siento temor alguno. Es como si estuviera vivo por primera vez. No me digas que tú no sientes lo mismo.
Eli siguió sin responder. La dureza con la que lo veía resultaba casi dolorosa
—Lo que necesitas es alimentarte —señaló Oskar, indiferente. Comenzó entonces a caminar hacia ella, prácticamente arrastrando a Esther por el suelo. Ésta intento tomar la poderosa mano que la oprimía para librarse de ella, pero sus débil y delgados dedos no lograron mucho.
Una vez de pie frente a Eli, Oskar alzó a Esther, y luego la azotó contra el suelo para que quedara pecho a tierra.
—Te sentirás mucho mejor en cuanto des un primero bocado.
Colocó una mano atrás de la cabeza de la mujer, empujándola contra el piso, haciendo que su mejilla se apretujara contra éste. Con la otra jaló la chaqueta y el cuello del vestido de Esther hacia un lado, casi rasgándolo, dejando totalmente al descubierto su cuello justo enfrente de Eli.
—Anda, sabes que quieres —ronroneó Oskar, sonando casi como una coqueta provocación.
Los ojos de la vampiro se abrieron grandes, incapaces de ocultar el hambre y el anhelo que aquello imagen le provocaba. Oskar sonrió complacido al notarlo.
— — — —
La serpiente se fue abriendo paso en la neblina, hasta erguirse portentosa y fuerte ante Lily, tan alta como un edificio. Aun teniéndola tan cerca y no oculta en la niebla como hasta ese momento, seguía siendo sólo una masa negra volátil y ambigua, sin ninguna característica distinguible más allá de sus brillantes ojos rojizo, que Lily sintió clavados enteramente en ella. Podía sentir además vívidamente el hambre y el ansía con la que aquella cosa la miraba, deseosa de devorar cada milímetro de su ser, sin que ella pudiera hacer nada para evitarlo.
«Esto no es real» se dijo a sí misma mientras forcejaba contra las manos de Emily que la seguían sujetando con fuerza de los brazos. «Esto es sólo un sueño, una ilusión. ¡Nada esto está pasando!»
Y en parte estaba segura de que así era, pero igual lo estaba que, aun así, en verdad poco importaba. Y por más que lo repitiera, aquello sí era de cierta forma real. Al menos lo suficiente como para que el miedo que la carcomía estuviera más que justificado.
Nada de eso tenía sentido para ella. ¿Cómo podía todo eso ser real si era un sueño? Y encima era su sueño, un espacio en el que ella siempre había tenido el control absoluto de todo lo que ocurriese. ¿Cómo podía esa cosa hacer lo que le diera la gana, reptando por su cabeza como si fuera suya?
«¿De eso trata esto?» pensó, lo mejor que su mente atormentada le permitía. «¿Todo esto ahora es tuyo? ¿Yo soy tuya? ¡¿Qué maldita porquería es ésta?!»
¿Qué era lo que le pasaría si esa serpiente o lo que fuera la comía como tanto lo deseaba? ¿Qué era lo que quedaría en su lugar…? ¿Esa cosa se apoderaría por completo de todo lo que la hacía ser ella?
¿Y qué era eso que la hacía ser ella, en realidad? Emily había dicho que la otra criatura, el lobo era su verdadero ser, aquello que había llegado a ese mundo dentro de ella desde el momento mismo de su nacimiento. Y en ese instante, estando su cuerpo prácticamente petrificado ante la inminente amenaza de aquella serpiente, la mente de Lily comenzó a recorrer sus memorias más arraigadas y guardadas. Cada momento en el que, aun no teniendo a nadie a su alrededor, sabía que no estaba del todo sola. Siempre estaba presente esa pequeña presencia, haciéndola saber cosas que no debería, convenciéndola de hacer lo que normalmente no se le hubiera ocurrido, dándole las fuerzas para hacer lo que no habría podido lograr en otras circunstancias.
Estuvo con ella cuando se encontraba atrapada en aquel horno, indicándole que todo estaría bien; que todo era parte del plan. Estuvo en ella cuando el vehículo de Emily se precipitaba al río, diciéndole qué debía hacer. Cuando Esther le disparó, cuando Samara le hizo aquello a su pierna, cuando aquel sujeto la molestó en la fiesta, cuando Damien casi la estranguló… incluso cuando aquella niña la había mordido (logró recordarlo en ese instante). Eso siempre había estado con ella, de alguna u otra forma.
Pero para Lily aquello no era en realidad una persona, mucho menos un enorme lobo, susurrándole palabras al oído. Eran simples pensamientos, un instinto primario que siempre había pensado que simplemente era parte de ella. Pero siempre, quizás de forma inconsciente, había intentado mantenerlo algo apartado de ella, a una distancia segura, como detrás de una puerta de madera a través de la cual pudiera escucharla, pero nada más. Y Lily siempre había tenido la opción de abrir esa puerta y dejar que aquello entrara, que se sentar a su lado, que la viera a los ojos, que su voz se volviera mucho más nítida y tangible.
Pero nunca lo había hecho. Tener esa puerta cerrada siempre le había resultado más cómodo y seguro, ya que… sí, le tenía hasta cierto punto miedo a lo que se ocultaba al otro lado; ahora podía admitirlo con mayor claridad.
“Todos le tienen miedo a algo.” Le había dicho Doug, el psiquiatra amigo de Emily. “Trabajando en nuestros miedos, conquistándolos, es como mejoramos. Así que quiero que me digas: ¿qué te da miedo?”
Y Lily recordaba claramente cuál había sido su respuesta: “Yo.”
Le temía a lo que estaba del otro lado de la puerta, a su verdadero ser. Temía en lo que podría convertirse, en lo que podría provocar. Pero ya no más…
“Trabajando en nuestros miedos, conquistándolos, es como mejoramos.”
—Levántate —pronunció de pronto—. ¡Levántate! —gritó con fuerza al aire, mientras permitía al fin que la puerta se abriera por completo—. ¡¡Levántate!!
La serpiente abrió grande sus fauces, soltando un agudo y estruendoso siseo al aire, y se abalanzó de golpe hacia Lily. Su quijada estaba totalmente abierta, lista para engullirla de un sólo y certero mordisco. Pero un instante antes de que lograra alcanzarla y cerrar su boca en torno a ella, algo la jaló reciamente hacia atrás, haciendo que el cuerpo entero de la criatura se precipitara al suelo con un fuerte estruendo.
El cuerpo entero de la serpiente fue arrastrando de regreso hacia la neblina mientras gimoteaba, perdiéndose de nuevo de su vista. Aun así, Lily mantuvo su mirada quieta, observando el punto justo en que había desaparecido. Los rugidos y los ajetreos volvieron a hacerse presentes, y discretas siluetas comenzaron a hacerse notar entre la niebla, forcejeando entre sí. El estridente bramido de uno de ellos hizo retumbar el escenario entero, seguido después del distinguible sonido de carne siendo perforada, arrancada y aplastada. Era un sonido grotesco, pero al mismo tiempo hipnótico.
Todo duró sólo unos cuantos segundos, y luego todo volvió a sumirse en silencio como antes. Pero en esa ocasión Lily no supo identificar si ese silencio era angustioso como el anterior, una buena señal, o quizás algo muy diferente.
—Bien hecho, pequeña —escuchó que Emily pronunciaba a sus espaldas con orgullo; el orgullo desbordante de una madre. Sus manos la soltaron en ese momento, y Lily se giró por mero reflejo sobre su hombro. Emily ya no estaba ahí detrás de ella, y no había rastro alguno de a dónde se había ido.
Lily se viró de nuevo hacia el frente, aguardando y observando paciente hacia la neblina, hasta que de nuevo una enorme silueta negra comenzó a moverse, aproximándose en su dirección. Su forma ya no era la alargada de la serpiente, sino una incluso más enorme que la del lobo; como la sombra de una gran montaña proyectándose.
Lily se puso tensa, expectante sobre lo que se avecinaba. Sin embargo, lo que surgió de entre la niebla no fue el enorme lobo que esperaba, sino una figura mucho, mucho más pequeña.
—¿Qué? —pronunció Lily, sorprendida al ver la apariencia de aquel ser. Y mientras más se aproximaba hacia ella con ese paso tranquilo, casi juguetón, más verificaba que su primera impresión había sido la correcta.
Era ella, o más bien algo con una apariencia bastante similar a la suya; su misma estatura y complexión, con sus mismos rasgos, su mismo cabello castaño largo y suelto cayendo a sus espaldas. La diferencia, sin embargo, era que la piel de su rostro era totalmente pálida, tan blanca como la neblina o incluso más, además de que unas marcas negras similares a venas recorrían sus mejillas y su frente. Pero la mayor diferencia eran sus ojos, que eran totalmente negros, sin pupila, cornea, iris ni nada. Sólo eran dos grandes agujeros totalmente negros, decorando ese rostro pálido, casi muerto. Pero la sonrisa confiada y juguetona que se dibujaba en sus labios… esa ciertamente sí le era familiar.
—¿Ya dejemos al fin de lloriquear, Lilith? —masculló aquel ser, sonando en su cabeza como su propia voz interna, mientras caminaba a su lado y la observaba sobre el hombro. Lily la siguió con la mirada mientras caminaba a su alrededor.
—¿Eres el lobo? —susurró despacio, desconcertada—. ¿Eres… yo?
—Creí que ya lo habías entendido —susurró con voz burlona aquel ser con su cara—. ¿En serio necesitas que te lo explique?
Lily no respondió, pero en su interior supo que no era necesario. Ella lo comprendía, o al menos casi todo, pues aún había un único punto que no le quedaba del todo claro.
—¿Qué soy? —soltó Lily con voz firme—. ¿Soy en verdad un demonio?
—¿Quién sabe? —respondió risueña aquel ser, encogiéndose de hombros—. Demonio, monstruo, abominación… Son conceptos bastante ambiguos, creados por los humanos para nombrar a todo aquello que les asusta. Y tú, eres la materialización de todos ellos, capaz de descubrir el ideal de Infierno de cada individuo, y hacer que lo viva en carne propia. Así que, ¿en verdad importa si eres humana, demonio… u otra cosa?
—A mí me importa —inquirió Lily, aunque no sonando del todo convencida—. ¿Para qué viene a este mundo entonces? ¿Qué se supone que debo hacer?
—No tengo idea —rio aquel ser—. No sé mucho más de lo que tú siempre has sabido en el fondo de tu ser. Yo soy tú, después de todo. Y esto es sólo un sueño. Pero el mundo de allá afuera te espera, y definitivamente aún hay mucho que debes hacer.
El ser se detuvo justo enfrente de ella, encarándola muy cerca, a sólo unos cuántos centímetros de separación entre sus narices. Desde esa distancia, Lily pudo ver de más los dos pozos sin fondo que eran sus ojos.
—Basta de charla —declaró el ser con elocuencia—. ¿Lista para continuar con lo que sigue?
—¿Qué es lo que sigue? —susurró Lily, confundida.
El ser sonrió, divertida.
—Eso también ya lo sabes… Es hora de que te quites tus ataduras y… “mejores”…
Lily guardó silencio unos instantes, reflexiva.
—Entiendo… Adelante, entonces.
De un parpadeo a otro, la niña delante de ella, se transformó de nuevo en aquella inmensa figura negra con forma de lobo. Lily la observó fijamente desde su posición, pero no sintió miedo alguno en realidad. Si acaso había alguna sensación que la acompañaba, esa podía ser curiosidad. Curiosidad por saber lo que vendría.
El lobo abrió grande sus fauces y arremetió contra Lily, atrapándola y envolviéndola entera en la oscuridad.
— — — —
Recostada en la cama de la habitación 303, los ojos de Lily se abrieron de golpe, siendo jalada abruptamente al mundo real. De inmediato se sintió incapaz de respirar, como si tuviera algo atorado en la garganta que se lo impidiera. Se sentó rápidamente en la cama, se inclinó hacia un lado y comenzó a toser con fuerza. Tras unos segundos de insistencia, comenzó a vomitar, soltándolo todo en la alfombra. Pero no era un vómito común, y no sólo por su cantidad, sino porque lo que salió de su cuerpo fue un líquido espeso y oscuro como alquitrán, que pudo sentir como le quemaba mientras le subía por la garganta.
Una vez que todo pareció salir, Lily permaneció sentada en su sitio, respirando agitadamente intentando recobrar el aliento. Se limpió la boca con la manga de su chaqueta, e inevitablemente desvió su mirada hacia el charco oscuro y maloliente que se había formado en el suelo entre las camas. Para su horror, vio en el centro de éste algo sólido, alargado y deforme, como la cola magullada de alguna rata. Lo que fuera, tras unos segundos a Lily le pareció ver claramente cómo se movía, como si un espasmo lo recorriera de punta a punta.
Se sobrepuso de golpe a la debilidad de su cuerpo, y empujada por el mero instinto se puso de pie y salto hacia el charco, estampando la suela de su bota al menos diez veces contra aquella cosa, hasta que todo lo que quedó fue una plasta grumosa flotando en aquel líquido oscuro.
—Qué… asco… —soltó en voz baja, sintiendo casi como si el sólo hecho de hablar le resultara agotador.
Se dirigió tambaleándose hacia el baño del cuarto. Se apoyó en el lavabo firmemente con sus dos manos para evitar caer, y abrió por completo la llave de agua. Tomó algo del líquido en su mano, y la llevó a su boca repetidas veces, enjuagando y escupiendo, hasta que aquel molesto sabor ácido desapareció lo más razonablemente de su boca. Se echó justo después agua en la cara para lavársela, y ya para ese punto comenzaba a sentirse mejor.
Al alzar la mirada, sus ojos se enfocaron en el espejo delante de ella, y en su propio reflejo. Su cabello era una maraña sin forma, su cara estaba notablemente pálida, y unas marcadas ojeras decoraban sus ojos. Pero pese a todo, debía aceptar que se veía bien. A simple vista no parecía haber nada diferente en ella, pero… podía sentir que eso no era del todo cierto. Algo había cambiado, algo profundo. Podía sentirlo tan vívidamente como los latidos de su propio corazón.
De pronto, su vista se desvió sólo un poco hacia un lado, centrándose fugazmente en el reflejo en el espejo de la silueta negra en el rincón, y en sus brillantes ojos que la veían de regreso. Lily se sobresaltó y su respiración se cortó. Sin embargo, al siguiente parpadeo, aquella silueta desapareció, tan rápido como había aparecido.
Se talló la cara con la mano húmeda, e intentó despejar de su cabeza la repentina sensación de alerta que aquel desliz le había provocado. Aunque, por otro lado, eso le había ayudado a aclarar la mente y recordar mejor lo que había ocurrido antes de desmayarse: el área de juegos, el baño… esa mocosa encima de ella, la herida de su cuello…
«Mi cuello» pensó sorprendida, y reparó en ese momento en el vendaje que le rodeaba dicha área.
 Comenzó rápidamente a retirarse las vendas para echar un vistazo debajo de ellas. Su costado se veía amoratado, pero en el centro de aquella mancha purpurea sobresalían dos heridas punzantes, circulares y rojas.
«Esa perra era un vampiro» concluyó una vez que su mente estuvo lo suficientemente clara. «Un vampiro me mordió… como en las leyendas. Entonces, ¿la serpiente era…?»
Mientras pensaba en todo aquello, lo último que había presenciado antes de perder la consciencia se volvió claro en su mente: aquella habitación, ese hombre de barba muerto, aquella chica… y Esther.
Volvió presurosa al cuarto y miró a su alrededor, esperando ver a Esther en algún lado. Pero aunque el cuarto era claramente muy parecido al que les habían asignado al llegar, no tardó en darse cuenta de que no era el mismo. Y no había rastro alguno de su compañera de viaje.
Divisó entonces un pedazo de papel sobre el buró, por lo que rápidamente se acercó a él y lo tomó. El mensaje en éste era corto:
Seguiré mi camino hacia donde habíamos dicho. Si sobrevives, puedes seguirme, volver a tu casa, o hacer lo que quieras.
E.
Lily releyó la carta un par de veces y luego alzó su mirada pensativa hacia un lado; en dirección a la ventana del cuarto, en ese momento con la cortina cerrada. Y tras un rato de observar en silencio hacia ese mismo lado, lo tuvo bastante claro. Esther no estaba en realidad muy lejos de ahí.
— — — —
Eli se aproximó hacia donde Esther yacía en el piso, hasta colocarse a su lado, con su rostro suspendido sobre su cuello. Oskar la seguía sujetando con firmeza, expectante e incluso emocionado porque hiciera lo que debía. Los labios de Eli se separaron, dejando a la vista sus letales colmillos, que se alargaron hasta casi sobresalir por completo de su boca. Esther, debido a su posición, no lograba verla, pero de alguna manera podía sentirla. Era como un molesto, casi doloroso cosquilleo en la piel expuesta de su cuello, como si aquellos filosos colmillos ya la estuvieran rozando.
Podría intentar forcejar, seguir peleando, pero la verdad era que su cuerpo carecía de cualquier tipo de fuerzas. De hecho, su mente se inclinaba más a la inconsciencia tras aquellos últimos golpes, y por un momento deseó poder desmayarse a voluntad. Y así no sentir nada, y que pasara lo que tuviera que pasar.
Eli dejó escapar de pronto un agudo y disonante chillido, como el de algún tipo de animal rastrero. Esther se preparó para sentir sus colmillos penetrándola, pero de nuevo aquello no ocurrió como lo esperaba.
La figura de la pequeña vampiro saltó de pronto desde su sitio, no hacia Esther sino directo hacia Oskar. Se agazapó a éste con sus piernas y brazos, aferrándose a él con todas sus fuerzas. El hombre de barba se sobresaltó, confundido. Retiró sus manos rápidamente de Esther, y se paró. Antes de que pudiera enderezarse por completo, Eli clavó enteros sus colmillos en el costado izquierdo de su cuello, desgarrando por completo su carne en el acto.
Oskar gritó a todo pulmón lleno de dolor y confusión. Por mero reflejo tomó el pequeño cuerpo que lo aprisionaba con ambas manos y comenzó a empujarlo para apartarlo de él. Eli, sin embargo, se sujetó aún más fuerte, al tiempo que succionaba y bebía con desesperación de su cuello. Oskar se tambaleó por todo aquel espacio, rebotando por las paredes, dejando rastros de sangre pintados por ellas. En su desesperación, sus puños se cerraron, y por mero reflejo propinó un fuerte golpe a un costado de la cabeza de Eli. El impacto fue tan fuerte que la cara de la vampiro fue prácticamente arrancada de la parte que había aprisionada con sus colmillos.
Una vez que tuvo su cuello libre, y Eli estuvo aturdida por el golpe, la tomó de nuevo con sus manos y ahora sí pudo apartarla de él, para luego arrojarla con violencia al suelo. El pequeño cuerpo de la vampiro azotó contra éste, y rodó un par de metros hasta quedar boca abajo, agitada y apenas consciente.
Oskar presionó una mano contra la herida de su cuello, que para cualquier otro ser vivo hubiera sido de seguro mortal. Llevó su mano frente a su rostro, mirando incrédulo su palma totalmente roja. En verdad lo había hecho; Eli deliberadamente lo había mordido. Pero eso no había sido como la noche anterior que él se había ofrecido a ella por completa voluntad; ella había intentado asesinarlo.
—Tú… —masculló con voz carrasposa, alzando su mirada iracunda hacia donde yacía. La rabia se apoderó de él, y rápidamente se aproximó hacia ella—. ¡¿Cómo pudiste?!
Alzó en ese momento su pie, golpeándola con todas sus fuerzas en su costado. Eli pudo sentir como sus costillas se rompían por el impacto. Soltó un fuerte alarido al aire, pero no tuvo ni un segundo para intentar recuperarse. Oskar rápidamente la tomó del cuello, apretándola con sus dedos y la alzó de un jalón para encararla de frente. Eli lo miró de regreso con ferocidad, su cara manchada por segunda vez con la sangre de su querido amigo.
—¡Luego de todo lo que he hecho por ti! —espetó Oskar, inundado de coraje y de odio—. Dejé mi vida entera, a mi madre, mi país, ¡todo por ti! ¡Porque te amaba! Porque creí que tú me amabas…
Eli no respondió nada, y ese silencio resultó aún más doloroso.
Algo lo distrajo un instante. Por el rabillo del ojo, pudo notar como el cuerpo de Esther comenzaba a arrastrarse con debilidad hacia la puerta del patio, apoyándose en el suelo con sus manos y codos. Oskar soltó a Eli con brusquedad, dejándola caer al suelo. Se giró de inmediato hacia Esther, y antes de que lograra llegar a su cometido, le plantó de forma contundente la planta de su pie contra su espalda, presionándola como una prensa contra el suelo. Esther se quedó estática en su sitio, incapaz de seguir avanzando. No gimió ni dio seña alguna de dolor por la sensación de aquel pie aplastándola, más allá de una mueca en su rostro.
—Eres bastante resistente —indicó Oskar, y al segundo siguiente comenzó a mover su pie de un lado a otro sobre su espalda—. En otras circunstancias admiraría tu notable deseo de vivir, y hasta consideraría brindarte el don que acabo de obtener, en parte gracia a ti. Pero de ninguna manera te daré la oportunidad de ser como nosotros. En lugar de morderte, te partiré en dos y beberé lo que brote de ti…
—No, Oskar —exclamó Eli con debilidad a sus espaldas. Estaba en esos momentos incorporándose, apoyándose en la pared más cercana—. No lo hagas…
—¡¿Por qué no?! —espetó Oskar furioso, girándose hacia ella—. ¿Por qué te empeñas tanto el protegerla después de todo lo que nos ha hecho?
—No lo hago por ella —aclaró Eli con mayor firmeza—, sino por ti. Tú… no eres así. No eres un monstruo como yo…
—¿Qué dices? —bufó Oskar, soltando entonces una sonora risotada sarcástica—. ¿Qué no soy un monstruo? ¿Sabes acaso a cuánta gente he matado por ti todos estos años? ¿Has llevado al menos la cuenta de cuantos hombres, mujeres, niños, ancianos he colgado de cabeza y cercenado sus gargantas para poder llevarte su sangre? ¿Cuántos cadáveres he tenido que esconder, quemar o enterrar? Y todo lo hice por ti, Elias… Me convertí en un monstruo mucho antes que esto, sólo por ti…
Esther desvió su mirada ligeramente hacia atrás, mirando un tanto confundida al hombre que la pisoteaba.
«¿Elias…?»
Por su parte, Eli no tuvo otra alternativa que agachar su mirada, avergonzada por las palabras de reclamo de su joven amigo. Ya que ella sabía, después de todo, que eran ciertas.
—Lo sé —susurró tan bajo que si no fuera por el oído agudizado, de seguro Oskar no hubiera sido capaz de escucharla—. Y lo siento…
Un fuerte golpe hizo retumbar las paredes de toda la recepción, poniendo en alertar a todos. Un segundo después, miraron atónitos como la puerta trasera que daba al patio salió volando de su marco, arrancada de sus bisagras, y se dirigió como un proyectil directo hacia Oskar. Éste tuvo que reaccionar haciéndose rápidamente hacia un lado, retirando su pie de la espalda de Esther. La puerta siguió de largo delante de él, estrellándose contra la pared y prácticamente estampándose contra ésta.
—¿Qué demonios…? —masculló Oskar atónito. Él, al igual que Eli, y Esther en el suelo, se giraron hacia el agujero en el muro donde hasta hace unos segundos se encontraba la puerta. Y los tres pudieron ver claramente como una pequeña figura entraba con suma tranquilidad por él, plantando sus pies con firmeza.
La niña recién llegada recorrió su mirada rápidamente por el cuarto, esbozó una amplia sonrisa alegre, y extendiendo sus brazos a los lados exclamó el alto y con voz cantada:
—Cariño, ya llegué.
—¿Lily? —susurró Esther, atónita, intentando alzar su torso del suelo apoyada en sus brazos. Era sin lugar a duda ella, pero… por un motivo, no estaba del todo segura.
—¿Estás viva? —exclamó Oskar, confundido.
Lily giró de inmediato su atención hacia él, observándolo con más detenimiento.
—Tú también… o algo así.
Esther se apoyó como pudo en sus rodillas para intentar alzarse, pero sólo logró llegar hasta ahí. Levantó su rostro, mirando con aprensión a Lily. Algo no estaba bien, podía sentirlo.
—¿Acaso tú…? —susurró en voz baja, haciendo que Lily se virara hacia ella. Al sentir esos ojos fríos posados en ella, una sensación más agobiante le recorrió el cuerpo entero—. ¿Ahora eres…?
No terminó su pregunta, pero ésta quedaba bastante implícita. La sonrisa en los labios de Lily se ensanchó aún más hacia los lados, tomando incluso una forma casi grotesca.
—Así es —susurró en voz baja, intentando a toda vista que sonara enigmática—. Ahora… soy… un horrible… ¡vampiro!
Alargó en ese momento su rostro en su dirección abriendo su boca grande para enseñar un par de largo y filosos colmillos, así como el brillo rojizo y letal de sus ojos. Esther se sobresaltó sorprendida por esto, haciéndose hacia atrás e irremediablemente cayendo de sentón al suelo.
Lily soltó una aguda carcajada, y de un parpadeó a otro los colmillos y los ojos rojos se esfumaron. Había sido sólo una ilusión.
—Es broma —indicó, agitando una mano despreocupada en el aire—. Estoy bien.
Esther parpadeó, confundida. Hasta hace menos de una hora estaba agonizando en una cama… ¿y ahora entraba ahí a hacer bromas?
—¿Derrotaste a la infección? —pronunció Eli, totalmente atónita.
Ella podía sentirlo sin lugar a duda con tan sólo verla: una de las dos criaturas que había visto al entrar en ese espacio de su mente se había ido. Pero… ¿y la otra?
—Es imposible —declaró, escéptica.
—¿Qué más da? —dijo Oskar con voz amarga—. Sólo es más alimento.
Comenzó entonces a caminar presuroso hacia aquella niña. Lily se giró lentamente hacia él, notablemente calmada. Lo miró fijamente mientras se le aproximaba, y cuando estuvo lo suficientemente cerca soltó con voz apacible y clara:
—Si fuera tú no me acercaría más, cerdito…
Oskar se detuvo por completo al escucharla, estupefacto en especial ante esa última palabra.
—¿Qué dijiste? —le cuestionó con brusquedad. Lily se limitó a sólo mirarlo en silencio, sonriente.
Aquella mirada por algún motivo no hizo más que exasperarlo más, y por mero reflejo se lanzó hacia ella con la intención de taclearla, tirarla al suelo, y desgarrarle su cuello con sus colmillos, asegurándose de que no volviera levantarse otra vez. Sin embargo, para su sorpresa, su cuerpo terminó chocando con mero aire, precipitándose justo después de narices al piso. Pero lo extraño fue que no chocó contra el duro suelo laminado, sino que su cara se hundió de lleno contra la nieve.
Se irguió presuroso, apoyándose en sus rodillas, y pasó su mano rápidamente por su rostro para quitarse los rastros de nieve de la cara. ¿Cómo había pasado eso? ¿Se había salido por la puerta sin que se diera cuenta?
Y de pronto, pudo percibir algo extraño. La sensación de su mano contra su rostro, no estaba bien. Y cuando logró abrir los ojos y echarle un vistazo, vio por qué: tenía puestos unos guantes oscuros de tela. Pero, él estaba seguro de que hace un segundo no estaba usando guantes. Y eso no era todo, pues la forma de la mano que se ocultaba bajo el guante también le resultó ajena; era más pequeña, y algo regordeta.
No era lo único fuera del lugar. Al alzar su rostro y echar un vistazo alrededor, se dio cuenta que no estaba en la recepción, tampoco en el patio. Estaba de rodillas en la nieve frente a un edificio, que le resultó dolorosamente familiar. Estaba en el patio central de un complejo de departamentos; su complejo de departamentos. A su diestra se encontraba la estructura de tubos, la misma en la que hace muchos años recordaba haber visto a Eli por primera vez, y a su izquierda aquel árbol que solía usar a veces como su víctima sustito para probar su navaja, imaginando que era Conny Forsberg o alguno de sus estúpidos amigos. Todo estaba tal y como lo recordaba la última vez que lo vio… hace treinta y seis años…
«¿Qué carajos es esto?» pensó confundido y claramente alterado.
Escuchó pisadas en la nieve, pesadas y numerosas, a sus espaldas. Se paró y se giró rápidamente, y entre las sombras del patio contempló como surgían varias figuras, al menos unas diez, de diferentes tamaños y formas, pero todas en general parecían tener la complexión de niños. Todos usaban chaquetas, gorros, bufandas y guantes. Sin embargo, sus rostros eran como sombras nebulosas, de las que Oskar sólo lograba distinguir un par de ojos enteramente blancos, que aun así podía sentir que lo miraban solamente a él mientras avanzaban en su dirección.
Oskar retrocedió por reflejo. La manera en la que se acercaban denotaba hostilidad. Y conforme más se acercaron, pudo notar que en sus manos cargaban tubos de PVC y palos de madera. Pero lo otro que llamó su atención era que, a pesar de que claramente todos eran niños, le parecieron de su misma estatura o incluso más altos.
—Aléjense —demandó Oskar con fuerza, y se sorprendió de la voz que surgió de él; más aguda, temblorosa, cobarde… La voz de un niño de doce años muerto de miedo.
Las figuras siguieron avanzando hacia él, y en cuanto la primera estuvo lo suficientemente cerca, alargó la vara que traía consigo, y le propinó un fuerte latigazo en su mejilla. Oskar sintió como su piel se abría por el fuerte golpe, dibujándole una larga línea rojiza en dicha área.
Llevó su mano a su mejilla, presionándola, y comenzó a retroceder con más desesperación a trompicones. Otro de aquellos niños lo golpeó con fuerza en su brazo derecho, provocándole un dolor intenso. Pero no tanto como el tercer golpe, que le dio directo en el costado derecho de su cabeza, destrozándole el oído.
Oskar gimió de dolor, y se precipitó al suelo sobre su costado. Las figuras comenzaron a rodearlo, y sus sombras lo engulleron rápidamente.
—Chilla como cerdo —pronunció en alto uno de ellos, sonando con un intenso eco. Al instante siguiente arremetió con su arma contra él, y los demás le siguieron. Todos comenzaron a golpearlo al mismo tiempo en diferentes partes de su cuerpo. Oskar no pudo más que hacerse ovillo en el suelo, intentando cubrirse inútilmente con sus brazos—. ¡Chilla como cerdo, mariquita!
—¡Basta! —gritó Oskar con todas sus fuerzas, alzándose de golpe con los ojos cerrados, y extendiendo su mano con la intención de tomar a alguno de sus atacantes. Su mano en efecto tomó algo, pero al abrir sus ojos le sorprendió ver que estaba de nuevo en la recepción del hotel, y su mano de adulto estaba firmemente aferrada a la chaqueta de aquella niña que acababa de entrar, que lo miraba de regreso con indiferencia—. Tú… ¿qué me hiciste?
—Aún estoy comenzando —susurró Lily con tono confiado, Oskar pudo percibir como algo intentaba penetrar de nuevo en su cabeza, casi como si fuera de forma física.
Apretó sus ojos, e intentó bloquearse, repelerla por completo. Lily lo percibió, similar a lo que aquella otra chiquilla había intentado la otra noche. Pero estaba preparada para ello.
—Eso no funcionará ahora —declaró con sorna, y entonces empujó con aún más fuerza, rompiendo en pedazos ese muro que intentaba colocar entre ambos.
Oskar fue arrojado de golpe de regreso a la misma ilusión, cayendo de espaldas en la nieve mientras todas aquellas figuras de niños lo golpeaban con mayor intensidad. Podía sentir como le laceraban la piel y le rompían los huesos, sin que él pudiera levantarse siquiera.
—¡Chilla como cerdo! —gritaban como un rugido—. ¡Chilla!
Mientras él se hundía más y más en aquella pesadilla, Lily observaba complacida a su lado como se retorcía y gimoteaba en el suelo, envuelto en sus brazos temblorosos. Tras un rato, notó por el rabillo del ojo que Esther se le acercaba por un lado, cojeando, con una mano aferrada a su costado mientras la otra colgaba a su lado, pero sujetaba firmemente entre sus dedos su arma de fuego perdida.
—Te ves horrible —señaló Lily, hiriente.
—No tanto como se verá este imbécil —declaró Esther con ofuscación en su voz. Caminó entonces hacia Oskar, y apunto su arma directo hacia su cabeza. Su intención era vaciarle el cartucho entero hasta llenarle su cabecita de agujeros, y ver si después de eso aún podía levantarse.
—¡No! —escucharon como Eli gritaba a todo pulmón, y en un abrir y cerrar de ojos se lanzó hacia Oskar, cubriéndolo lo mejor posible con su cuerpo, sirviendo de escudo contra el inminente disparo.
Esther la miró confundida.
—¿De qué maldito lado estás? —le cuestionó con irritación. Aquello resultaba confuso, si hace un momento estaba más que dispuesta a matarlo ella misma.
—¿Qué esperas? —exclamó Lily a su lado, impaciente—. Dispárale a esta perra, o lo haré yo.
Lily hizo el ademán de querer quitarle el arma, pero Esther rápidamente jaló su brazo hacia un lado, alejándola de ella.
—Espera un segundo, ¿quieres? —le respondió de forma tosca. Lily no entendió a qué venía eso, pero le hizo caso.
—Oskar —murmuró Eli con suavidad, sacudiendo un poco a su amigo que lloraba y gemía. Él no reaccionó en lo absoluto.
Eli lo observó con pena. Destruirle la cabeza a tiros no iba a matarlo, sólo haría que terminara como un zombi sin consciencia, siendo movido únicamente por los deseos de la infección que lo carcomía; como había pasado con Hakan. Oskar no merecía terminar así; no se merecía nada de lo que le había pasado, incluida la desgracia de conocerla. Lo único que podía hacer era intentar terminar con aquello lo más rápido posible, el último acto de amor que podía hacer por él.
Alzó un brazo en el aire, estirando sus dedos. Sus garras se alargaron, convirtiéndose prácticamente en letales cuchillas. Un movimiento rápido y perforaría su pecho, atraparía su corazón y se lo arrancaría, con todo y el núcleo de la infección que ahí yacía. Eso debía bastar para al menos inmovilizarlo, hasta conseguir la manera de prenderle fuego al cuerpo.
De pronto, antes de que pudiera realizar su letal ataque, Oskar alzó abruptamente su mirada, y sus ojos casi desorbitados se fijaron en ella. Y lo que vio en ellos fue algo totalmente apartado de la mirada cálida y amable que siempre había visto en su querido amigo, incluso en su último momento de vida. Lo que la miró de regreso a través de esas dos ventanas azules, profundas como pozos sin fondo, era otra cosa totalmente distinta.
—¡Aléjate! —gritó Oskar de pronto, y rápidamente agitó un brazo en el aire, golpeándola con fuerza y arrojándola precipitadamente contra la pared.
Esther se sobresaltó al ver esto, y rápidamente alzó su arma. Sin pensarlo dos veces disparó tres veces, pero Oskar reaccionó rápidamente, saltando hacia los lados para esquivar cada uno de los disparos. Se dirigió entonces a gran velocidad hacia la puerta principal, atravesando con el cuerpo entero el cristal de ésta hacia el exterior.
—¡Oskar! —gritó Eli alarmada, e intentó ponerse de pie para seguirlo. Sus piernas sin embargo le fallaron debido todas sus heridas, y terminó desplomándose de narices al suelo.
Quien logró avanzar con mayor solidez hacia la puerta fue Esther. El frío del exterior le goleó la cara en cuanto se paró en el agujero de la puerta. Con pistola en mano, se asomó hacia afuera, pero no logró percibir nada más que la oscuridad de la carretera. El tal Owen u Oskar había desaparecido.
Soltó una maldición silenciosa, y luego pateó algunos de los cristales rotos en el suelo. Lily no tardó mucho en llegar y pararse a su lado, mirando también hacia la noche, aunque con bastante más calma.
—¿Lo soltaste apropósito? —le cuestionó Esther, exasperada. Era una deducción evidente, pues de un momento pasó de estar ahí tirado sumido en su pesadilla, a pararse y salir y corriendo.
Lily sonrió y se encogió de hombros, indiferente.
—Para ver qué le hacía a esa impertinente harpía.
—Pues felicidades, se escapó —exclamó Esther, apuntando a la carretera con su arma—. Y te puedo asegurar que no será la última vez que lo tengamos prendado de nuestros cuellos.
—Pues ya ni modo —exclamó Lily con tono hiriente. Se giró entonces sobre sus pies e ingresó de nuevo al interior del edificio. Esther resopló y la siguió, resignada.
—Estás bastante normal, o lo que para ti es normal, considerando que hasta hace poco estabas muriéndote, convirtiéndote en vampiro, o lo que sea. ¿Tienes idea de lo que tuve que pasar por aquí mientras tú dormías tranquilamente?
—¿A eso le llamas dormir tranquilamente? —le contestó Lily con dejo defensivo—. No tienes ni idea de la locura de sueño que tuve.
Ambas se encontraron irremediablemente de nuevo con Eli, que seguía sentada en el suelo con su cabeza agachada, aunque cuando las tuvo justo frente a ella alzó su mirada hacia ellas, notándosele desafiante.
—Y todo por tu culpa, Abby o cómo te llames —carraspeó Lily con marcada molestia. Eli se mantuvo inmutable.
—¿Qué le hiciste a Oskar? —preguntó la vampiro con voz serena.
—¿Lo de hace rato? —susurró Lily, señalando con su mentón hacia donde Oskar había estado tirado, lloriqueando como un bebé—. Lo mismo que te haré a ti por haberme mordido, bruja. Y en esta ocasión no te será tan fácil dejarme fuera. Aunque tal vez debería perdonarte, y además  agradecerte, pues si no fuera por eso no habría sabido que podía hacer todas estas cosas interesantes… Nah, definitivamente no haré tal cosa.
Lily se paró firme delante de ella, mirándola hacia abajo, imponente. Su mirada de agudizó, centellando de ira, pero también de emoción.
—Dime, ¿cuál es tu idea de cómo es el Infierno?, ¿eh? —le preguntó con voz grave, aunque algo juguetona—. Porque te haré vivirlo en carne viva.
Eli se mantuvo serena, e incluso logró sostenerle la mirada sin mucho esfuerzo. Y manteniendo su máscara de hielo inamovible, le respondió con voz fría y ausente:
—Yo ya vivo en él…
Lily esbozó una media sonrisa al escuchar esa respuesta. Comenzó entonces a enfocar su mente, a proyectarse en la de Eli para indagar en lo más profundos de sus miedos. Una parte de ella se sentía preocupada por lo que podría encontrar ahí dentro, pero al mismo tiempo estaba intrigada. ¿Cómo funcionaría la mente de un ser como ese? ¿Su castillo mental sería como el de Mabel, quizás? Lo descubriría muy pronto…
—Espera —pronunció Esther de pronto, apoyando una mano en su hombro. Lily volteó a verla, impaciente.
—¿Qué?
—No lo hagas —le contestó con seriedad—. No todavía.
—¿Por qué no?
—Aún nos puede ser de utilidad. Y… —Esther miró de reojo a Eli, que las observaba en silencio desde el piso—. Creo que se lo debo. Me salvó la vida hace un momento, aunque lo que no entiendo es por qué.
Observó en silencio a la susodicha, esperando que se dignara a dar alguna respuesta, pero no fue así. Siguió en silencio, aguardando.
—Pues yo no le debo nada —respondió Lily con brusquedad, quitándose la mano de Esther del hombro con un manotazo—. ¿Recuerdas esto? —añadió señalando la fea herida expuesta de su cuello—. En verdad no sabes el suplicio por lo que tuve que pasar por su culpa.
—Y por eso tendrás el privilegio de hacer con ella lo que quieras —le respondió Esther con un tono gentil, bastante disonante—. Pero no ahora.
—Como quieras —bufó Lily molesta, y se dirigió entonces a una de las sillas de espera aún de pie, dejándose caer de sentón en ella.
Esther se giró de nuevo a Eli. El desafío en su expresión se había esfumado, y ahora parecía en efecto más una niña, aliviada de no recibir un castigo, pero aún preocupada por lo que había hecho.
—Gracias… —susurró despacio sin mirarla.
—No agradezcas tan pronto —indicó Esther con severidad—. Sólo retrasé lo inevitable.
La dejó de momento ahí en el suelo y se alejó de ella. Si era lista, podría salir corriendo en ese momento por la puerta rota, y desaparecer al igual que su amigo. Eso en efecto les ahorraría muchos problemas. Sin embargo, Eli no parecía tener intención alguna de huir, y en su lugar se quedó ahí en el suelo como si esperara que le dijeran que podía pararse.
«Quizás nos sirva como mascota» pensó Esther, divertida.
Se aproximó entonces a dónde Lily se había sentado. La niña de Portland miraba con aburrimiento y molestia hacia el muro. Aunque de cierta forma parecía estar muy fija en una de las manchas de sangre que Esther había dejado en la pared con su pelea con Oskar, si podía llamarla de esa forma.
—Oye, ¿estás bien? —le preguntó con voz seria, notándose ligeramente preocupada.
Lily se giró a mirarla, y le sonrió de esa forma prepotente que Esther bien le conocía, y tanto le molestaba.
—¿No me veo bien? —le respondió de forma juguetona.
—Te ves… diferente. ¿Qué fue lo que te pasó?
—No lo tengo muy claro aún —contestó Lily, enigmática, parándose de la silla de un salto ágil—. Pero sí, me siento diferente. Al parecer lo que estuvo dormido dentro de mí al fin despertó, y mis poderes ahora son mucho más grandes que antes.
—¿Des… pertó? —murmuró Esther, incapaz de ocultar la inquietud que esas palabras le causaban.
—De hecho —exclamó Lily en alto, girándose por completo hacia ella—, creo que aprendí un nuevo truco. ¿Recuerdas cuando dijiste que necesitábamos un adulto para pasar más desapercibidas? Pues bueno…
Retrocedió entonces un par de pasos, haciendo una prudente distancia entre Esther y ella. Estiró sus brazos hacia los costados, cerró los ojos, y entonces… Esther no sabría bien como describir lo que pasó a continuación. Fue como si el cuerpo entero de Lily se estirara y deformara hacia los lados y hacia arriba, aunque también parecía como si “algo” estuviera moviéndose dentro de su piel, estirándose para intentar salir al exterior. Lo que fuera, resultaba algo difícil de ver, pero aun así Esther no desvió su mirada ni un instante. Incluso Eli en ese momento se había puesto de pie, y se aproximó hasta pararse a un lado de Esther, contemplando también confundida tan extraño fenómeno.
«¿Ella también lo ve?» dedujo Esther, sorprendida. «¿No es una ilusión?»
O al menos no una como las que había visto anteriormente.
El proceso sólo duró unos cuantos segundos, y cuando terminó, el resultado final fue ciertamente interesante. Ante ellas se encontraba ahora una chica alta y delgada, posiblemente en sus veintes, de larga cabellera castaña, ojos grandes claros, rostro delgado, y usaba una versión para adulto de la misma ropa exacta que Lily usaba. De hecho, toda ella, su rostro, sus ojos, su cabello… todo era una versión veinteañera de Lily Sullivan.
La chica sonrió divertida mostrando sus dientes, de la misma forma exacta que Lily lo hacía. Y Esther lo tuvo claro: esa chica era Lily. Pero no sólo eso, pues en efecto tuvo la certeza de que aquello era más que una simple ilusión.
—Creo que resolví nuestro problema —comentó la Lily adulta, sonando incluso su voz distinta—. ¿Qué te parece?
Esther tardó en poder reaccionar para darle una respuesta. Cuando logró salir de su impresión, lo primero que hizo fue esbozar una amplia sonrisa llena de maravilla. Y por último, pronunciar un escueto pero sincero:
—Genial…
FIN DEL CAPÍTULO 141
Notas del Autor:
Y aquí queda de momento este pequeño nuevo arco de Esther y Lily viajando, y al parecer peleando con vampiros. ¿Qué les pareció el regreso de estas dos? ¿Y qué les pareció la introducción de Eli y Oskar? Como ven me tomé varias libertadas en la caracterización de ambos, pero siento que encajaron bien con el tono de la historia. Y por supuesto, no será la última vez que veamos a cualquiera de los dos. Sin embargo, ahora nos toca viajar a otro rincón de este mundo, y a ver a otros personajes. Estén pendientes pues lo que viene a continuación será explosivo. ¡Nos leemos!
2 notes · View notes
fugitoidkry · 1 year
Text
The post about Carrie and the elimination of her fatness from the movies adaptations even tho it is a pretty important element of her characterization, also reminded me of the awful American remake of "Let the right one in" that also deleted the queerness from Elias/Eli characterization, missing completely the point of the book by doing so.
6 notes · View notes
reptiliton · 1 year
Text
Tumblr media
Good catch, Eli!
3 notes · View notes
xenobites · 2 years
Text
Let the Right One In is such a good movie like all the themes of isolation and queer coding and love and friendship and chosen family!!! i eat it up every time 
4 notes · View notes
queen-beefcake-sqx · 2 years
Text
I just learned Showtime is doing a horribly butchered version of Let the Right One In and I am inconsolable. it looks so bad.
3 notes · View notes
filmmakerdreamst · 4 months
Text
"To one side behind the family, there were two people who happened to be caught in the camera flash. One was Oskar Eriksson, and the other was a slender girl with long, black hair. In spite of the fact that the photograph must have been taken immediately after his disappearance, Oskar had changed his hairstyle; it was cut short in a way that was more fashionable among young people today. I remembered him as a chubby child, but the boy in the picture was considerably slimmer, and as he had been caught on the run, so to speak, he actually looked quite athletic. I looked at the enlargement again, and Stefan's story about what happened in Karlstad came back to me. There was something vaguely menacing about the way the two children were moving behind the smiling, unsuspecting family. Like predators. Then I spotted something that made me gasp. The father of the family was holding a mobile phone, and not just any mobile phone, but an iPhone. How long had they been around? A year? Two years? I turned the photograph over and read the words in the bottom hand corner Barcelona, September 2008 The photograph had been taken barely a month ago." - Let the Old Dreams Die
5 notes · View notes
deanwinchesterf · 2 years
Text
love reading normie books
3 notes · View notes
le-amewzing · 2 years
Text
the first season
Such a dark movie and yet Oskar and Eli's bond shines so brightly amidst it all. :')
Fic: "the first season" [FFN] [AO3] [pfio]
Pairings/Characters: Oskar Eriksson/Eli, with a minor OC
Rating: light T
Words: ~3,330
Additional info: romance, friendship, light angst, fluff, 3rd person POV
Summary: Eli is wary as she and Oskar start a new life on the run. But, Oskar thinks, her list of worries ought to be a short one.
      The train clambers along, and Oskar gives in with every clink and clank, letting his body adjust to the mechanical jostling with every mile the machine puts between them and Blackeberg. It's not as noisy a ride as it could be, but it's not quiet, either. Sometimes he frets that he misses something Eli says when they hit a particularly bumpy section of track.
      He taps against the chest hiding her, just a few short raps: Okay?
      He has to lean forward and strain his ears with the train moving, but Eli's soft knocks come from within: Yes. Bored.
      Oskar smiles and stifles a laugh. He wonders if this is the longest Eli's ever been boxed up…anywhere. He makes a mental note to ask her when he can, when it's safe to do so.
      That leads him to his next thought, wondering when they'll both have a chance to stretch their legs. They left his hometown quickly and have been traveling for half a day so far, heading west. He bought his ticket himself, yes, but he's waiting on Eli's guidance for when they ought to get off.
      Vivid memories of last night flash through his mind's eye. Oskar's blocked out the worst of it—what he remembers of the violence, anyway, because Eli kept him from seeing too much of what she did to Jimmy and the others—but there are things he'd rather not forget.
      Eli pulling him out of the red-blooming water.
      The silence of the pool save for the droplets rolling off him as he shivered with fright at what Conny's brother had attempted.
      Feeling safe as Eli led him by the hand out of there.
      Oskar having one shining moment of brilliance, knowing that incident would change everything, and deciding to rend his jacket with Jimmy's knife, his hand shaking around a hilt already slicked with crimson and then passing the fabric to Eli so she could soak it in blood. "So they think I'm dead, too," he said.
      And Eli's slight shrug and nod before ducking back to the pool while Oskar quickly dried and dressed in the locker room before the mad dash home to gather a few necessities and whatever Eli would need.
      Because, of course, there's nothing for them in Blackeberg anymore.
      Eli's been relieved but markedly quiet since Oskar made his decision to go on the run with her, and he hasn't put his finger on why just yet. Her only instructions at the station were to avoid the city—"Especially since you have distant relatives in Stockholm," she pointed out last night—and so he selected tickets for Karlstad, the furthest west a ticket he could buy at the time. The irony makes him chuckle darkly. Karlstad, known for its sun…and here he is, bringing a vampire right to the middle of that warmth.
      With so much of the day behind them, the daylight evaporates. The train's stops mean a dwindling crowd, and Oskar peeks out in the aisle, checking once, twice, three times before tapping on the chest: All clear.
      Eli doesn't emerge right away. She waits until the train rolls into the station at Karlstad properly before climbing out. Then she stretches her limbs like a cat woken from its nap and occupies the bench across from Oskar. "We will switch trains soon."
      Oskar pulls his spare scarf from his knapsack and leans forward, making one loop around Eli's neck and knotting it gently above where her heart doesn't beat. "Is there a destination you have in mind?"
      She toys with the ends of the scarf. They both know she doesn't need it, but Eli's still getting used to Oskar's gestures of kindness. "Oslo," she breathes.
      He blinks in surprise. "Over the border?" He panics. He abandoned his identification at home—what use for it does a [supposedly] dead boy have?
      Eli cocks her head to one side, unaware of these concerns. "Let me handle the details," she says.
      …truth be told, that does set Oskar at ease. Eli is the one person he trusts absolutely in this world, and he smiles, because he knows she'd disagree with him referring to her even as a "person."
      When the conductor calls for the train to empty in Karlstad, Oskar and Eli leave together, as if they boarded together, just a regular pair of young Swedes, perhaps visiting family for a long weekend. But Oskar follows Eli's lead, dodging the ticket counter this time and ducking under the watchful eyes of security and ticket collectors, entering a Norway-bound train from the back of a cargo-laden carriage.
      Oskar, still human, will never be as fast as Eli, and he almost misses the ledge when they hop aboard during their one chance when the security shift changes. Thankfully, Eli's already lugged her chest and thrown it in back, and she grabs Oskar's back with one hand and his bag with the other, hauling both inside and sliding the door behind him quietly shut. "At least no one is chasing us this time," he says, breathless, a laugh half escaping him.
      But Eli's dark eyes flash at his ill-timed joke, and she peeks out the door before locking it and settling down in front of it. She remains rigid as a stone statute even when the train whistle blows and they start chugging along.
      Oskar frowns and comes to sit beside her. Eli won't move, but he reaches out anyway, covering her clenched fist with his hand, wrapping his fingers around her fist, for himself perhaps as much as for her.
      Stowing two waifs away in a cargo carriage works. It's something out of the books Oskar read growing up, and he's amazed by Eli's plan to bury him deep beneath mildewed sacks while she hides under layers of cloth in her chest, but they cross the Swedish–Norwegian border that night. Either Eli's plan is just that brilliant or they have immense luck with a lazy inspector too tired to do a proper sweep, but Oskar and Eli arrive in Norway with none the wiser.
      After the border check, Eli unearths Oskar and they return to their watch by the door. Eli is as alert as ever (Oskar tries not to think why she's so energized, that she should be sated for a long while after how she left his bullies), but Oskar's eyelids droop. A few minutes after returning to their chilly spot on the floor in front of the door, his head lolls, and he lists to the left, propped up by Eli's icy shoulder.
      "… Oskar."
      He doesn't want to wake yet.
      "Oskar." Eli shakes him, gently.
      He rubs his eyes and glances behind him. "It's light out," he notices.
      Eli gets to her feet. "You needed to sleep, but now we need to leave."
      "The train's still moving, Eli!"
      She drags her chest towards the door and tosses him his bag. "The train is slowing down," she corrects. "This station is bigger than Karlstad. We can't be here when the train pulls in."
      Oskar furrows his brow. "Eli, you can fly—but I can't," he reminds her.
      That stops Eli in her tracks. Her dark curls bounce as she turns and studies him anew, reminded of his mortality. Then she paces back and forth in front of the door. "…we go the moment the train slows enough. Yes?"
      He nods, and Oskar stands, too, and he rubs Eli's arms reassuringly, even pulls her into a brief hug.
      When the din grows outside as the train ambles into the station, that's their signal. Eli unlatches the door and tosses her chest and his bag out; their luggage goes tumbling. Then she turns and holds her hand out for him.
      "Is it safe?"
      "I can fly," she quips, and there's a hint of mirth in her dark, glittering eyes, having the chance to use his own words against him.
      Oskar places his hand in hers, lets Eli pull him close, and closes his eyes. But this time it's not so terrifying, what he's not seeing. There's no metallic scent of fresh blood in the air or eerie silence. There's the awful mechanic cacophony of the train as it fades behind them and the scent of the crisp Oslo air that fills his lungs and runs its fingers through his hair as Eli takes her leap.
      She lands, hard and heavy, just outside the train tracks. "Oskar, you can open your eyes," she tells him when she helps his feet find the ground.
      He does and finds their belongings maybe twenty yards away. He jogs after his bag, still a distance away when Eli's already caught up to her chest.
      "We'll go around the city from here on out," she calls to him.
      Oskar frowns and hustles to her side. "Why avoid the city? No one would ever suspect us in Oslo."
      "Two children show up on their own? Of course they would." She glances at him. "Your picture might hit the papers soon, if it hasn't already."
      He doesn't remark. Oskar thinks fondly of the few good times he had with his father, but they're exactly that—few. He loved his mother…but there's only so much love a busy woman can spare even for her only child. "My parents won't search for my body," Oskar says, morosely, confidently.
      Eli walks silently beside him.
      "So who are we running from, Eli? Not my parents. Not the Håkans or Connys or Jimmys of the world." He says it, and he knows it to be true.
      There's nothing for them in Blackeberg anymore.
      But Blackeberg expects nothing of them anymore, either.
      If Eli has a rebuttal, she keeps it to herself. She remains apprehensive and walks half a step ahead of Oskar, as if on the lookout for precisely one of the threats he listed…but she also looks back at him every few yards, as if borrowing some strength from the smile he has only for her.
      Oskar has a limited amount of kronor, and he wants to use it sparingly. Even more so, he thinks they should cash in on Eli's treasures only when they absolutely need it. This means a few changes, their first several days in Norway.
      First, on the off chance Eli's suspicions prove right, Oskar makes the decision to cut his hair. His fair looks and dark eyes fit in well with Oslo, of course, but it's going out of style around here, boys having hair his length; Conny and his gang weren't the only ones wearing their hair short like Americans these days.
      He doesn't carry a pocket knife, and they don't have scissors amongst their emergency supplies, so Eli slips in and out of a well-to-do house in a nice-looking neighborhood one afternoon when no one's around. Oskar waits nervously behind the family's spare car, left parked in their driveway, but Eli returns without issue.
      They go to the bathroom in a nearby public park, where Oskar can dampen the ends without catching a chill. He frowns at his reflection in the mirror, though, while Eli stands guard at the door. It will be a long while before he sees this boy again, he thinks, and he gives a lock by his ear a tug.
      Eli spooks him, appearing in his shadow and reaching up to brush his hair back from his face. But she cups his cheek in her palm.
      Oskar smiles against her cool skin. "I'll be quick," he promises.
      Then, she's back at the door.
      Many snips and ten minutes later, and Oskar thinks he's made a mistake. How do people do this for a living?! He's given himself chopped-up hair and— He yanks his hat on, red-faced, and rushes back to Eli, shoving the scissors into her hand. "Please, just return these."
      Eli furrows her brow and does. She only sees later the disaster he made of his once-beautiful hair. But Eli's smile isn't patronizing, just sympathetic. She runs her hands over the close crop in spite of his moping and presses a small, soft kiss to his large forehead, wide open now with most of his fringe gone.
      With his looks changed…a little…next is the matter of food and shelter.
      Oskar packed a few days' worth of food and a water bottle when they left, and he's been sipping the water sparingly, but it's still halfway gone. His food? That will run out tomorrow.
      He and Eli wander the streets, heading out each morning after finding a safe spot to stow her chest and his bag, and search for necessities. Their biggest problem is that, even in the outskirts of Oslo, everywhere is so lived-in, so there's no room for them.
      And that's how the first week goes, living on the streets. Search for shelter, day in and day out. In the meantime, Oskar lives off scraps, no longer picky about garbage when he sees the barely touched things restaurants will throw out—and, sometimes, Eli will sneak into a store or home and get something fresh for him, just because, especially after she's found a "scrap" of her own to feed on.
      The first week was hard, but the days blend into weeks and slowly build into a month, and it does get easier.
      They find an old, two-story building along the Alna River towards the end of their second week. Made of stone with wood accents around the entryway and window frames, the signs plastered all over the façade decree the building abandoned and waiting action from the local government, to determine whether this ancestral home is historical. Until then, everyone is to KEEP OUT, as said in big, black, bold letters.
      Oskar traces his fingers over the large sign on the door. His pale fingertips come away caked in dust and grime. "No one's been here in a long while," he states.
      "It's perfect," Eli decides.
      Well, for a vampire who doesn't need much, it must be. For Oskar, it's simply shelter. It doesn't provide much warmth; there are no lights and no sources of heat, though there's an old stove with a vent leading outside that might be useful still. If only he had an axe to chop wood and matches to light a fire.
      But they make do. Eli familiarizes herself with the layout of their new home, constantly walking both floors during the daytime and walking the perimeter at night.
      Oskar, not wanting Eli to shoulder their entire burden, ventures out into the nearby neighborhood, his hat still pulled snugly, just in case. This house is too far from the streets for them to keep living off scraps, so he walks through the closest lanes, perusing the faces of those who live here.
      "Oi!"
      He freezes for a second and slowly turns towards the source of the voice. Worse still is that that voice goes with a set of eyes staring directly at him. "Y-Yes?" he calls back.
      The grandmotherly woman—with stone-colored hair grayer than his and Eli's new home—smiles warmly at him. "Ah, Swedish, yes?" she says, hearing his word and accent.
      Oskar swallows a lump of anxiety. Then he plasters on a smile and jogs across the street to the woman. "Yes, Swedish," he answers.
      "I thought so! You are the Svenssons' nephew, yes? From up the street? Olga told me all about you." She grins; some of her teeth are missing. Still, she seems harmless.
      Oskar plays along. "Yes, Auntie Olga. I just arrived."
      "Oh, how lovely! Ooh, stay right here—I have something for them." She toddles back into her house, leaving Oskar wide open for anyone else's scrutiny.
      He bites his lower lip and glances left, right. But no one comes to see about the commotion.
      The little old lady returns, holding out the bag for Oskar with a bright smile. Then her smile dims, and she squints at him. "Who are you?"
      Oh. She's senile. Internally, Oskar scolds himself for even thinking of taking advantage…but his circumstances have changed. Now, he holds out an arm to her, which she takes. "I'm the Svenssons' nephew, ma'am. You know?" He points. "From up the road?"
      She nods sagely. "Ah, yes, yes, yes. Olga told me all about you. Here, take these. It's all homemade, but it's not all sweets." She pinches his arm and laughs when he yelps. "Good thing, too! You're all skin and bone, boy!"
      Despite her strange behavior, he smiles, grateful for her kindness. "Yes, I know. But I will eat well," he quips, hefting the bag of edible gifts. He hesitates. "Um, would you like some help back inside?"
      "Goodness, no! But what a kind boy. Stop by and say 'hello' whenever you like while you're here, all right?"
      Oskar nods and watches until she heads back in, safe and sound. "Yes, ma'am, I will."
      Pretending to be the Svenssons' nephew is easy, since Old Lady Nansen gives Oskar all the details he needs to become Hans Svensson whenever they meet.
      "But I don't like preying on her kindness," he confides in Eli one night.
      "Is it like that?" Eli asks.
      Oskar stares at the light of the broken camp light Nansen gave him. It's still usable with batteries; it's just that the thick glass protecting curious fingers from the filaments inside has cracked. "It feels like it. She gives me gifts all the time, and I've been pretending to be this boy who I don't even know if he exists for more than a month."
      Eli sits beside him and nudges his arms, which have stopped. She nods at him, and he resumes spooning some of the canned food—another Nansen gift—into his mouth.
      "…at least, it doesn't feel good."
      "Oskar, did you talk with her, hoping to get something from her?"
      "…no."
      "Do you spend afternoons with her, listening to her stories, because you want something from her?"
      He shrugs. But, really, he doesn't.
      "Is it a bad thing, to run errands for her, for kronor and sweets and small gifts that you don't expect or ask for?"
      His face flushes. When phrased that way, then, no, it doesn't sound predatory at all. "There's no way for a twelve-year-old boy to make a living," he points out, though his usual reminder that he'll be thirteen soon dies on his lips.
      "Living and surviving are two different things," Eli says, resting against his left arm. "But I understand."
      Oskar sets his food aside and peers down at her. "You do?"
      "I don't want to hurt people, Oskar. I do what I have to, to survive."
      He mulls that thought over. It occurs to him that, such as in the case of rescuing him back home, perhaps sometimes "want" and "need" are the same thing… His mind wanders back to his new benefactor. "Grandmother Nansen is kind, as if she were my own grandmother…as if I'm one of her family," he muses aloud.
      Eli tenses.
      "But…I don't think I could live here forever." It's a two-sided opinion. He can't bear the thought of being found out by Nansen's neighbors.
      But, more importantly, there's his promise with Eli.
      He tugs Eli's nearer hand under the blanket wrapped around him, threading her cold fingers with his, determined that one day she might catch some of his warmth. "So, Eli, where to next?"
      Eli picks her head up off his shoulder and stares at him. "You don't like it here?"
      He smiles. "It's nice. But you said we can't stay anywhere for too long, and I think I understand that now."
      She takes a breath. "Oskar…"
      He rests his forehead against hers. "One day, one week, one month, one year from now…I'll still be by your side, Eli, no matter what."
      And, for the first time during their first season in this new life, Eli looks as if she has a little of that warmth in her, no longer shouldering the weight of the world alone.
Done for the 5, 10, 20, 50, 70, 100 Fandoms Challenge as well as the If You Dare Challenge (for prompt #13: time goes by) in the HPFC forum on FFN. I…rly love the 2008 movie, okay. I confess, the book (and short sequel) are still on my to-read list, but mostly bc I've read the synopsis and I've gotta steel myself for that, *lol*. But I've seen both the 2010 remake and the 2008 original, and the 2008 Swedish film just sticks with me so much, primarily bc of the performances of Kåre Hedebrant and Lina Leandersson/Elif Ceylan. I'm not sure that I'd rly want a straight-up sequel movie for the 2008 film, but just a short piece detailing their initial struggles…which led me to write this. I was fortunate to catch the movie on cable several weeks ago, reminding me of my fondness for these two and my hurt over their struggles. I genuinely think they'd be all right, under these circumstances. :') Especially given…in 1982, according to what I could find, it appears that high-speed railways hadn't arrived in Sweden yet (they came in the late 1980s/early 1990s, maybe?), so the first leg of their journey taking so long is plausible. And! Smthg I already knew: The use of DNA in forensics didn't come into use until the late 1980s, so Oskar and Eli's stunt with soaking one of his belongings to imply his death (minus a body) is also plausible. One just wonders how hard his family and the local police would look for him before jumping to conclusions (esp given the atmosphere of those charries in the movie). Lastly…the timing just worked out that this was ready ahead of Halloween! X'D Ah, well. Idr the last time I wrote anything with vampires, *lol*.
Thanks for reading, and feel free to leave an anon/unsigned review via the FFN link or comment via the AO3 link at the top of the post, especially if you enjoyed this!
~mew
1 note · View note
photodumppps · 4 months
Text
Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media
“Be me, for a little while.” - Eli from Let the Right One In (2008)
1 note · View note
Text
why is chucky s3e2's title referencing my favorite book i'm going to kill them
0 notes