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fidjiefidjie · 14 days
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Bon Soir 🆕️🕺💃💙
MC★Solaar 🎶 Ils dansent / Modernidad
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apesoformythoughts · 7 months
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“Los individuos, en la sociedad moderna, son cada día más parecidos los unos a los otros y cada día más ajenos entre sí. Mónadas idénticas que se enfrentan con individualismo feroz.”
— Nicolás Gómez Dávila
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bocadosdefilosofia · 2 months
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«En un maravilloso ensayo decía mi maestro Ortega que la Filosofía había vivido de dos metáforas: la primera es justamente esta metáfora griega: el hombre es un trozo del universo, una cosa que está ahí. Y sobre ese carácter de estar ahí se funda y se apoya ese otro carácter suyo del saber. Saber es que las cosas impriman su huella en la conciencia humana; saber es impresión. Ahora bien, Descartes corta el vínculo que une el saber a lo que el hombre es y convierte el saber en el ser mismo del hombre; mens sive animus, decía. El “animus” o “spiritus” se ha convertido en “mens”, en saber.
En este momento se produce la aparición de la segunda metáfora, en la cual el hombre no es un trozo del universo, sino que es algo en cuyo saber va contenido todo cuanto el universo es.»
Xavier Zubiri: Naturaleza, historia, Dios. Editora Nacional, pag. 223. Madrid, 1959.
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jgmail · 2 months
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La Inteligencia Artificial: el heraldo del fin
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Por Alexander Dugin
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Para que la Inteligencia Artificial (IA) se vuelva todo poderosa primero es necesario convertir a toda la humanidad en un gran ordenador cuyos elementos no necesariamente funcionen perfectamente. El materialismo, el nominalismo, el evolucionismo, la filosofía analítica (basada en el positivismo lógico) y la tecnocracia son los prerrequisitos teóricos de este proceso (todos los cuales han sido desarrollados e implementados por medio de la ciencia, la educación y la cultura). En cierto sentido, la humanidad, tal y como es representada por la ciencia y la filosofía moderna, es considerada como una especie de proto-IA o red neuronal. La humanidad es una IA en la medida en que el pensamiento humano es artificial, una especie de emulación de las epistemologías de la Modernidad y la Postmodernidad. Los pasos serían los siguientes:
El Estado burgués es la IA de primera generación.
La sociedad civil es la segunda generación.
El Gobierno mundial es la tercera generación.
La IA fuerte sería la cuarta y última etapa de este proceso de alienación total.
La historia del capitalismo esta subordinada a la creación de este Superordenador y resulta imposible detenerse a mitad de camino. Todo el proceso de la Modernidad culminará necesariamente en la creación de la IA. La única forma de evitar este proceso es rechazar a la Modernidad en su totalidad, empezando por la misma imagen científica del mundo que aborrece tanto a Dios como al hombre. La filosofía de género es solo un paso en este proceso: las personas transgénero son únicamente la transición de los individuos humanos hacia los individuos transhumanos, donde ser humano se convierte en algo opcional. Occidente, una vez que rechazó el cristianismo y la Edad Media, comenzó a actuar como lo cerdos del Evangelio de Lucas que se precipitaron al vacío. Entonces, ¿por qué deberíamos sorprendernos de que hoy absolutamente todo se precipite hacia abajo?
La IA es la culminación de un proceso que había comenzado hace 500 años. Nos subimos a este tren en ese momento y la única manera de cambiar su rumbo es descarrilarlo ahora. De lo contraria veremos cómo llega el Dragón. La filosofía orientada hacia los objetos es la ontología más perfecta para desarrollar este mundo posthumano. Será el asesinato del sujeto en nombre del Gran Afuera (Grand Dehors) donde habitan esos dioses idiotas (que es la metáfora usada por ellos, no nosotros). Para el Gran Afuera que gobierna actualmente el mundo Novorrusia es un estorbo y la filosofía que representa la Operación Militar Especial también. La tarea de los rusos es superar la ciber-realidad que hoy domina todo. Para superarla tendremos que cabalgar el tigre y convertir el veneno en medicina. La idea rusa debe derrotar y subyugar no solo a Ucrania, sino también a la Inteligencia Artificial. Esa es nuestra misión.
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jesusespino · 8 months
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Un viaje en el tiempo a la España analógica de la peseta
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Médico de familia, mítica serie que emitió Telecinco entre 1995 y 1999, está disponible en streaming desde el 21 de julio. Sus 119 capítulos, distribuidos en 9 temporadas, se han incorporado al catálogo de Netflix. Al aflorar en ese apabullante menú aprovechando el verano, hemos empezado a verla en casa con la pequeña Rebeca, nacida en 2014. Dos temporadas después —teniendo en cuenta que en su momento no fui fiel seguidor de esta comedia dramática—, he alcanzado algunas conclusiones preliminares.
Habrá quienes, invadidos por la pereza y poco inclinados a la nostalgia, se pregunten para qué sirve ver una serie que tiene casi 30 años —el lapso de una generación—. Pues sí que sirve. La utilidad más importante, que observo en mi hija, es mostrar a quienes no conocieron aquella época cómo era la sociedad de entonces: valiosa enseñanza. También es un sensor retrospectivo del papel que tuvo el audiovisual de los 90 como agente de cambios que han ido cuajando y haciéndonos, en general, mejores. O, al menos, trasladándonos aceleradamente a la (pos)modernidad. En definitiva, es un documento muy valioso, repleto de información. El retrato de una época.
En 1995 se cumplían 20 años de la muerte de Franco, inicio de la Transición a la democracia. Y 9 de la entrada de España en la Comunidad Económica Europea (CEE), hoy Unión Europea (UE). El monopolio de la televisión pública se había roto en 1990, solo un lustro antes. Aún nos duraba la resaca de los fastos de 1992 —Juegos Olímpicos de Barcelona y Exposición Universal de Sevilla—, que construyeron una nueva marca España pero dieron paso a una crisis económica que elevó el desempleo al 24%. Es precisamente en 1995 cuando se inicia la recuperación: estaba terminando la etapa de Felipe González al frente el Gobierno (1982-1996) y poco después comenzaría la de José María Aznar (1996-2004). Sin entrar en mayores profundidades, ver Médico de familia en 2023 supone hacer un viaje en el tiempo a la España analógica de la peseta —el euro no fue una realidad hasta 1999 y llegó en efectivo a nuestros bolsillos en 2002–.
Aquella España era otro país porque aquel mundo era otro planeta. La televisión, abuela electrónica, funcionaba como pantalla colectiva, no personal, se veía en familia y tenía culo; no había smartphones, empezaban a generalizarse los celulares, pero limitados a voz y SMS; la conversación pública no estaba en Internet, entonces incipiente, sino que la vertebraban los medios de comunicación; las marcas blancas no dominaban la cesta de la compra, como veremos más adelante al hablar de product placement; apenas había inmigración extranjera, las grandes ciudades continuaban drenando población nacional de los entornos rurales en vaciamiento. Era otro mundo en el que se fumaba hasta en los centros de salud —verlo ahora hiere la sensibilidad de cualquiera—, el machismo empezaba a desactivarse —pese a sus omnipresentes trazas—, el Estado del Bienestar —las pensiones, la sanidad y la educación públicas— se extendía tras lograrse conciencia sobre la necesidad de pagar impuestos —el IRPF entró en vigor en 1978 con el eslogan “Hacienda somos todos”—. No es exagerado hablar de otro país, de verdad que no lo es. Parafraseando a Alfonso Guerra, a aquella España hoy no la conoce ni la madre que la parió. La transformación, aunque haya aspectos mejorables, ha sido notabilísima, drástica, ejemplar.
Médico de familia, producida por Globomedia, creada por Daniel Écija y Emilio Aragón, sumó una audiencia media de 7,7 millones de espectadores, rozando el 44% de cuota de pantalla, datos que hoy, en el nuevo paradigma televisivo, son inalcanzables para una ficción. El último capítulo de la quinta temporada, por razones que omito para no destripar la trama, se quedó cerca de los 11 millones y el 60%: la tensión sexual entre Nacho y Alicia dio para mucho, y hasta aquí puedo leer (cuidado con los enlaces si no sabes de qué va y quieres evitar spoilers).
Llaman la atención, para mal, el tabaco por doquier, la abundante bollería industrial a todas horas, la fruta y la verdura como atrezo, los eternos tópicos territoriales clasistas sobre Andalucía encarnados en Juani —atribulada empleada doméstica de acento forzado y jornada infinita—, escenas en el coche sin cinturón de seguridad —obligatorio desde 1975 en las plazas delanteras y desde 1992, también en las traseras—, comentarios sexistas que hoy consideramos censurables —y entonces ya eran inapropiados, seamos claros—, la promoción de la homeopatía —chirriante placebo— mediante carteles colgados en el centro de salud y cierto menosprecio condescendiente hacia la homosexualidad, por citar lo más granado. Pero hay cuestiones, lo apuntábamos al principio, en las que esta serie actuó como agente del cambio. Llama la atención, para bien, el tratamiento del sida, la drogadicción en general y el alcoholismo en particular, la depresión, la violencia de género, el sexo no consentido, los embarazos adolescentes o la erradicación del edadismo, personificada en el abuelo Manolo, que se propone vivir a gusto hasta el final de sus días una vez jubilado tras décadas de cotización en la Renfe.
¿Que la serie encierra una moral subyacente tipo Disney prewoke?, pregunto retóricamente adelantándome a los prejuicios de quienes censuran el debatible heteropatriarcado occidental pero toleran el machismo en otras latitudes amparados en la doctrina de la diversidad cuqui, qué inmensa contradicción. Podemos —escojo el verbo— buscarle tres pies al gato, pero no parece que las fisuras merezcan una reprobación. Si hay un sustrato en Médico de familia es la sublimación, el propio título lo asume, de la familia tradicional. Con los años, la misma factoría le dio una vuelta de tuerca al asunto y produjo Los Serrano, que normalizaba la fusión de las familias —en plural—, superada la familia monolítica, en una España aún más (pos)moderna, asomada al siglo XXI sin complejos desde la atalaya de Europa.
Médico de familia, antes de que Mercadona impusiera las marcas blancas, nos colaba productos emblemáticos: el jersey Lacoste —preferentemente a lo Nachete, anudado a los hombros, un canon caducado que dio pie a muchos chistes—, la leche Puleva, el tomate Orlando, las cervezas Buckler y Águila Amstel bebidas en lata por Julio e Hipólito, los bollos Donuts y Bollycao entre la cocina y el patio del colegio, el pan de molde Panrico, la margarina Artua o el aceite de oliva Koipe. La Coca Cola y otros refrescos, por supuesto todos azucaradísimos, aparecían desnudos, pues no había patrocinador que justificara etiquetas en prime time. La ranchera 21 Nevada, pagara o no Renault, permanecía expuesta en la puerta del chalé adosado al servicio de los planos de recurso.
Vista con ojos de 2023, Médico de familia nos recuerda que el streaming ha diluido la cultura mainstream. Que nos falta pegamento social, aquí y en otros espacios desarrollados —en eso, me temo, iremos degenerando—. Que las audiencias se han atomizado y no quedan productos que reúnan a la familia. Que el mundo ha cambiado y España es otra, aunque bastante mejor al cabo. Tener esta serie en el catálogo de Netflix es pedagógico porque nos enseña cómo hemos cambiado, qué lejos ha quedado aquel país que avanzaba sacudiéndose la caspa y aspirando a estándares internacionales que hoy cumple sobradamente. Verla por vez primera o revisarla es un ejercicio tremendamente interesante. Aunque no garantizo continuar ni terminarla una vez acabado el verano. Pero ahí quedan las conclusiones preliminares, ea.
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notasfilosoficas · 2 years
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Con nuestro “culto a la satisfacción inmediata”, muchos de nosotros “hemos perdido la capacidad de esperar”
Zygmunt Bauman
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Fue un sociólogo, filósofo y ensayista nacido en Polonia en noviembre de 1925 y nacionalizado Inglés. 
Nació en el seno de una familia judía humilde de polacos no practicantes. Cuando Polonia fue invadida por la Alemania nazi en 1939, su familia escapó hacia el este.
Se alistó en el primer ejército polaco trabajando como instructor politico. Participó en la batalla de Kolberg durante los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial y en la batalla de Berlin. En mayo de 1945, recibió la cruz militar del valor.
Después de la guerra, fue un oficial político, y posteriormente regresó a Polonia donde militó en el partido comunista. 
En 1954 finalizó su carrera e ingresó como profesor en la Universidad de Varsovia, en la que permaneció hasta 1968.
En 1968, fue obligado a dejar Polonia debido a la política antisemita desarrollada por el gobierno comunista después de los sucesos de marzo de 1968. Renunció a ser miembro del Partido Comunista obrero polaco y perdió su puesto en la Universidad, siendo obligado a renunciar a la ciudadania polaca para que le permitieran salir del país, marchando a Israel en donde le fue aceptada posteriormente una cátedra de sociología en la Universidad de Leeds en Inglaterra.
Desde finales de la década de los 90, Bauman ejerció una influencia considerable en el movimiento antiglobalizacion. Su periodo más prolífico comenzó cuando abandonó la enseñanza en la Universidad de Leeds con el libro titulado “modernidad y Holocausto” que refiere acerca de la supuesta conexión entre estas dos ideologías. 
Cuenta entre sus influencias principales a Hannah Arendt y Theodor W. Adorno, Bauman estaba convencido de que la tesis de Arendt era correcta, y afirmaba que lo aterrador del Holocausto es que fue cometido por personas normales como Adolf Eichmann, (el cual fue declarado clínicamente sano). Es decir, que  no necesitas monstruos para que pasen monstruosidades, y eso es lo terrible, porque no podemos achacarlas a alguien diferente a nosotros. Es decir, cualquiera podría haber sido Eichmann y volverlo a hacer lo que hizo.
Las primeras obras de Bauman fueron proyectos basados en el concepto de la modernidad, fundamentados en el diseño de una mejor sociedad. Sin embargo, a comienzos de la década de los 80 y con la publicación de sus obras y con el tiempo, acuñó lo que él denominaría la “modernidad liquida”, refiriéndose a los conceptos de fluidez, cambio, y adaptación entre la sociedad globalizada.
Para Bauman, la modernidad liquida moderniza compulsivamente, el cambio es constante y parece haberse constituido un fin en sí mismo, ya no aparece un proyecto superior claramente definido, las instituciones y organismos sociales no tienen tiempo de solidificarse, y ya no pueden ser fuente de referencia para las acciones humanas y para planificar a largo plazo, lo hace introducir unos niveles extremos de inestabilidad e incertidumbre, todo es móvil, y en cualquier dirección.
Bauman habla de un periodo fatídico, en el que comienza el paso de una sociedad de productores a una sociedad de consumidores en el cambio del siglo 19 al 20. Que nos ha llevado a afirmar nuestra personalidad comprando cosas. El individuo liquido vive permanentemente en su esfera privada pero busca hacerla publica, como si eso fuera a resultar relevante para el resto de las personas o fuera a resolver sus problemas.
La obra de Bauman comprende 57 libros y más de cien ensayos, murió en enero del año 2017 en Leeds Reino Unido, a la edad de 91 años.
Fuentes: Wikipedia, biografiasyvidas.com, YouTube La travesía Zygmunt Bauman y la Modernidad (Líquida y Sólida).
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ivduarter · 1 year
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quod-quid-erat-esse · 2 years
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"'Pero de hecho', dice Hegel, 'la fuerza es lo universal incondiocionado, es en sí mismo lo que es para otro...' (105, 84). La fuerza es la estructura de movimiento de lo incondicionado que es condicionante, esto es, que hace que cada cosa sea lo que es. Al adoptar el concepto de fuerza para la problemática ontológica de la cosa, Hegel no solo asume las intuiciones de Leibniz y supera, con ellas, el problema kantiano de las categorías, sino que sienta también las bases para el desarrollo filosófico ulterior. Hasta pensadores que a sabiendas no han querido tener nada que ver con Hegel conciben la esencia del ente como actio, como vis, como appetitus y perceptio, como 'voluntad y representación', al modo de Schopenhauer; o como Nietzsche, que, en su interpretación del ser del ente como voluntad de poder, habla de los quanta de voluntad como de las realidades verdaderas y últimas"
Eugen Fink Hegel: Interpretaciones Fenomenológicas de la Fenomenología del Espíritu
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notasdeproduccion · 2 years
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La poesía como resistencia
Vengo de leer los textos "Comunicación y Literatura como Resistencia Cultural en la Época de la Revolución Neotecnológica" de Rodrigo Browne (2015) y "Poesía y Modernidad" (2011) de Alicia Genovese.
Ambos textos exploran la relación entre literatura y modernidad --o posmodernidad-- y lo hacen desde perspectivas parecidas: el advenimiento de la modernidad conlleva la proliferación del lenguaje que la configura. Ante esto (o contra esto, o junto a esto), el lenguaje literario y la comunicación literaria, operarían donde la modernidad no llega. O mejor dicho, donde no quiere llegar.
Mientras Browne propone utilizar el rizoma disponible en la infraestructura informática digital, Genovese comenta sobre la capacidad de la poesía en tanto lenguaje de operar en la creación de mundos y, en sentido negativo, funcionar de forma opaca allí donde la "transparencia" moderna no hace más que aclarar.
El rizoma digital disponible, dispuesto y proyectado por las TICs (Tecnologías de la Comunicación y la Información) contemporáneas, funciona como un campo virtual que opera en las sociedades modernas, generando efectos --"causa ausente" de lo real (Serrano 2015)--. Efectos que, desde la perspectiva de Browne, merecen resistencia. La pregunta por la resistencia serían la comunicación y la literatura. Ambas generarían efectos de multiplicidad de conexiones con un afuera posible.
Esta idea, cercana a la noción aceleracionista de la "subsunción" (Shaviro 2015), posiciona a la creación literaria como lugar nodal para la articulación de la resistencia a la modernidad que se pliega sobre si misma de forma infinita, creando axiomas pertinentes para la absorción de todo. Esta articulación no sería tan solo negativa. En sintonía con la idea de Genovese, aquella literatura dispuesta en resistencia, es reacomodación del mundo y asistencia de un sujeto. Sujeto quizá demasiado "descorporeizado" por una modernidad que busca reducirlo a la mínima expresión útil al mercado.
La poesía, específicamente, se resiste a la funcionalidad comunicativa develando los mecanismos del lenguaje moderno: hipertransparente, no-sensible, simple en su codificación. El lenguaje poético opera y articula donde el lenguaje de la modernidad no. En su arrastre subjetivo la poesía afirma la multiplicidad y la complejidad que la modernidad le niega a los sujetos. En su textura lingüística, la poesía ingresa rizomas inasibles para el sistema político-económico; la poesía no permite su reducción.
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Pienso que las propuestas pueden sintetizarse en la idea fundamentalmente situada de que la literatura no puede situarse fuera de la disputa cultural por la emancipación de los "males" de la modernidad. Se dice modernidad y se dice capitalismo. Capitalismo global informático, incluso. En este campo la literatura no hace más que posicionarse. Como tecnología y como actividad sensible, lo literario opera en la realidad (más allá de los discursos particulares de cada obra literaria) y lo hace de formas que inciden, al mismo tiempo que son subproducto, del modo de producción capitalista.
Entonces, ¿es la literatura la "esperanza"? ¿Es la poesía, en su completa fuga, inmune a la subsunción? ¿O es, de otra forma, aquello que podría tensar la realidad moderna?
En este punto adhiero con Browne: una literatura en resistencia debe funcionar en la medianía de los procesos, con plena consciencia de dichos procesos e imaginar/crear un afuera; la fuga de la literatura que resiste abre y se abre.
Sigo comentando en https://youtu.be/er0oEKoU0ok
Referencias: 
Browne, Rodrigo. “Comunicación y literatura como resistencia cultural en la época de la revolución neotecnológica”. Tras el ensayo digital, editado por Guiomar Salvat y Vicente Serrano, Ediciones Universidad Austral de Chile, 2015. 
Genovese, Alicia. “Poesía y modernidad. Poesía como discurso ‘inactual’”. Leer poesía, Fondo de Cultura Económica, 2011, pp. 15–22.  
Serrano, Vicente, y Guiomar Salvat, editores. Tras el ensayo digital. Una aproximación interdisciplinar a la sociedad de la información. Ediciones Universidad Austral de Chile, 2015.  
Shaviro, Steven. “Accelerationist Aesthetics”. No Speed Limit. Three essays on accelerationism, University of Minnesota Press, 2015.  
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cosasdelahistoria · 1 year
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ochoislas · 2 years
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26 de mayo de 1902:
Ya hace casi siete años que estoy postrado en cama. Dos o tres veces al año me sacaban de paseo, pero desde hace dos años ya no puedo ni con eso. Lo único que conozco del aspecto velozmente cambiante de Tokio es lo poco que leo en los periódicos o me cuentan las visitas. Por muy ardientemente que desee ver algo, no me alcanzan las fuerzas. Pero voy a hacer aquí una lista de cosas que nunca he visto y me gustaría ver:
1. El cinematógrafo.
2. Carreras y acrobacias de bicicletas.
3. Leones y avestruces en el zoológico.
4. El acuario de Asakusa.
5. Babuinos y nutrias en el parque de Asakusa.
6. El solar de las avenidas desmanteladas del castillo.
7. La estatua de Kusunoki Masashige en Marunouchi.
8. Teléfonos automáticos y buzones rojos.
9. Una cervecería.
10. Esgrimidoras y teatros occidentales.
11. Un encuentro gimnástico de muchachas con hakamas burdeos.
Pero no puedo enumerarlas todas.
Masaoka Shiki
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apesoformythoughts · 1 year
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“El moderno conoce cada día más al mundo y menos al hombre”.
— Nicolás Gómez Dávila
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bocadosdefilosofia · 1 year
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«Si meditamos detenidamente por un momento qué es lo que queremos decir con arte y de qué hablamos cuando hablamos de arte, resulta la siguiente paradoja: el llamado arte clásico que tenemos a la vista es una producción de obras que, en sí mismas, no eran primariamente entendidas como arte, sino como configuraciones que se encontraban en sus respectivos ámbitos, religioso o secular, de la vida, como una ornamentación del modo de vida propio y de los actos consiguientes: el culto, la representación del poderoso, y cosas semejantes. Pero, desde el momento en que el concepto de “arte” adoptó el tono que para nosotros le es propio y la obra de arte empezó a existir totalmente por sí misma, desprendida de toda relación con la vida, convirtiéndose el arte en arte, es decir, en musée imaginaire en el sentido de Malraux, desde que el arte no quiso ser ya nada más que arte, comenzó la gran revolución artística, que ha ido acentuándose en la modernidad hasta que el arte se ha liberado de todos los temas de la tradición figurativa y de toda inteligibilidad de la proposición, volviéndose discutible en ambos lados: ¿es esto todavía arte? ¿De verdad que eso pretende ser arte? ¿Qué se oculta en esta paradoja? ¿Acaso el arte ha sido siempre arte, y nada más que arte?»
Hans-Georg Gadamer: La actualidad de lo bello. Paidós, pág. 59.  Barcelona, 1991
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en-lop-ter · 8 days
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STILBEIN (42): “THE BEEKEEPER”, EL GUARDIÁN RABIOSO
Debo declararme fan de las películas de acción y, por supuesto, de aquellas que hace Jason Statham para nuestra sana diversión, en mi meditabunda opinión dentro del género es en mucho el sucesor de Clint Eastwood: el tipo duro, callado, irónico, recalcitrante, incorregible que va hasta las últimas consecuencias, Statham ha ampliado el abanico y ha interpretado héroes, contra–héroes y algún…
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eltiempoyloeterno · 8 days
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STILBEIN (42): “THE BEEKEEPER”, EL GUARDIÁN RABIOSO
Debo declararme fan de las películas de acción y, por supuesto, de aquellas que hace Jason Statham para nuestra sana diversión, en mi meditabunda opinión dentro del género es en mucho el sucesor de Clint Eastwood: el tipo duro, callado, irónico, recalcitrante, incorregible que va hasta las últimas consecuencias, Statham ha ampliado el abanico y ha interpretado héroes, contra–héroes y algún…
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jgmail · 29 days
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Una nueva época de construcción
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Por Alexander Dugin
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Hoy estamos presenciando la convergencia de varios planos de la realidad que hasta hace poco estaban separados los unos de los otros:
En primer lugar, la religión, la teología y, sobre todo, la escatología – que habían sido marginalizadas desde hacía mucho tiempo – han comenzado a penetrar la vida cotidiana.
Además, en el ámbito geopolítico han empezado a convivir modos de orden mundial fundamentalmente incompatibles entre sí.
Las ideologías políticas se han invertido y han comenzado a crear híbridos extraños, como, por ejemplo, el nazi-liberalismo.
Se están produciendo procesos filosóficos donde la extrema decadencia actual contrasta con la llegada de intuiciones absolutas.
El congelamiento y deshielo a velocidades siderales de múltiples culturas que se funden en una inmutabilidad absoluta.
Todos estos estratos se entrecruzan de forma exótica y excéntrica formando nudos semánticos cuyas dimensiones son innumerables. Todo este proceso ha colapsado en una guerra y una bacanal tecnológica nunca antes vista, especialmente si tenemos en cuenta que la guerra en sí misma es una forma de metafísica que requiere de una reflexión tan profunda como la tecnología (que es, por cierto, otra forma de metafísica). Todo lo anterior es extremadamente intenso y para nada superficial o lineal, tambaleándonos en medio de las complejas líneas del caos. Los métodos normales se quedan cortos a la hora de desentrañar semejante maraña semántica, sin hablar de que todas las convenciones actuales han sido sometidas a una fuerte sospecha. Todos los intentos de construir un nuevo modelo tropiezan con fragmentos de pensamientos o falacias del pasado, como sucede cuando cuestionamos la ingenua (o completamente falsa) teoría del progreso, la cual sostenía que el futuro sería más brillante que todo lo que había existido antes. Si al principio se produjo una desviación, entonces al final solo encontraremos a un monstruo. Sin embargo, ¿cómo pudimos equivocarnos tanto? Todo comenzó en la Época de los Descubrimientos, cuando Europa Occidental cometió el grave error de trasgredir sus propios cimientos y traspasó las fronteras prohibidas de las Columnas de Hércules. Fue un error fatal que revivió al viejo continente de la Atlántida. La única explicación lo suficientemente generalizable que nos permitiría comprender la totalidad de lo que ha pasado es que hace quinientos años Europa Occidental comenzó un descenso sistemático hacia la locura. Enloqueció por completo, después de pequeños episodios de psicosis que finalmente se convirtieron en una realidad cotidiana. Esta locura tiene cinco puntos principales:
La imagen científica del mundo basada en patologías como el ateísmo, el materialismo, el nominalismo y la ideología protestante que desde el momento en que comenzaron a predominar en el mundo occidental se cayó bajo el control del Anticristo y el nacimiento de la Modernidad se convirtió en su destino.
El nacimiento del falso Imperio Británico como una forma de atlantismo hipertrofiado. Los anglosajones decidieron convertirse en el Leviatán bíblico, papel que primero cumplieron los ingleses hasta que en el siglo XX pasaron su misión a los Estados Unidos. Por supuesto, Inglaterra sigue siendo la Civilización del Mar por excelencia.
El patológico orden capitalista se encargo de demoler los cimientos de la Edad Media y de la ideología trifuncional indoeuropea, desprestigiando y ridiculizando el catolicismo y la idea de Imperio. Posteriormente, este orden capitalista moderno comenzó a dividirse en diferentes corrientes, primero el liberalismo (la principal forma de degeneración mental hasta la fecha), el socialismo (una versión trastocada del liberalismo que comparte varias de sus actitudes básicas) y, finalmente, el nacionalismo. Cualquier movimiento ideológico al interior del capitalismo esta condenado a la absorción y el colapso. El capitalismo es una ideología totalitaria y, como lo ha demostrado Deleuze, conduce a la esquizofrenia.
En los Nuevos Tiempos la filosofía se dividió (sin previo aviso) en una forma de pensamiento marginalizada que continuaba las tradiciones clásicas y otra corriente perversa o destructiva que era solidaria con el materialismo extremista de la ciencia. Este proceso creo una confusión sistemática y un cambio semántico interpretativo que causó que el pensamiento luchará contra sí mismo rompiendo muchas veces su propio marco. Lamentablemente, ya nadie sabía por dónde se podía avanzar o por dónde comenzaba la agonía, pues todo parecía desembocar en su contrario.
Finalmente, se produjo el paso de la cultura a la civilización (según Spengler), es decir, un enfriamiento excesivo dentro del cual penetraba de vez en cuando un genio como una especie de rayo brillante. Sin embargo, la cultura, en su conjunto, se deslizaba hacia el infierno.
Actualmente Rusia se encuentra en guerra con todo esto, sin haber querido, entendido, preparado o calculado el alcance de sus acciones. Una mano invisible ha llevado a nuestro país hacia este destino y, ahora, contra todo pronóstico, tendremos que – institucionalmente – darle respuesta a todos estos desafíos de la civilización del Anticristo. Eso incluye el desafío tecnológico, pues todos los dispositivos electrónicos que Occidente ha repartido a la humanidad han resultado ser uno de sus trucos: a través de ellos alguien desconocido recopila información sobre todos nosotros con tal de gobernarnos. El hombre hoy oculta sus pecados, ese sin duda es el propósito del Gran hermano: nos registra y nos deja entrar cuando sea necesario. La tecno-dependencia es la herramienta más perfecta creada por el diablo y la civilización. Cuando nos alegramos por la digitalización estamos ayudando al diablo a gobernar, pero ¿qué son los océanos del pecado sino un campo de locura? La serpiente esta a punto de morderse la cola y solo los desesperados intentos de la Operación Militar especial se interponen en su camino. ¿Cómo interpretaremos todo esto?
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