EL MOLINERO
Al viejo molinero del molino negro,
una tarde de invierno lo enterraron,
con frío rugoso y afilado cierzo,
en campo de cenizas y cicutas.
Su falsa claridad vibraba el día
contra la pala del sepulturero;
rondaba un perro cerca de la fosa
que a cada resplandor ladraba.
La pala, paletada a paletada,
variando como un espejo,
relucía y se hincaba y mordía
la tierra violentada.
Cayó el sol bajo las dudosas sombras.
A contraluz del cielo, un insecto
parecía el sepulturero, enorme,
luchando contra el miedo;
la pala entre sus manos temblaba,
se esborregaba la tierra,
y por mucho que hacía, nunca colma,
la fosa ante sus ojos
igual que la noche se ensanchaba.
Allá abajo en el pueblo,
nadie prestó dos sábanas al muerto.
Allá abajo en el pueblo,
nadie dijo una plegaria.
Allá abajo en el pueblo,
nadie dobló campanas por el muerto.
Allá abajo en el pueblo,
nadie quiso clavar el ataúd.
Y las casa y cabañas
enfrente del cementerio,
por no ver, cerraban todas
los postigos, calle abajo.
Y se sintió el sepulturero solo
delante del difunto sin mortaja
por quien todos llevaron el odio
y el temor en las venas.
Sobre su mota murria de tarde,
el viejo molinero del molino negro,
vivió antaño conforme
con la extensión y el espacio
y el frenético vuelo de las tormentas
asidas a la tralla del viento nortizo;
su corazón había escuchado despacio
lo que las bocas de oro y de sombra
de los astros revelan
a quienes atienden lo eterno;
el yermo gris de sobrias bermejuelas
lo había cercado del misterio
donde las cosas despiertan al alma,
le hablan y la aconsejan;
los grandes flujos que lo animado atraviesan
trasfundieron su espíritu con brío,
tanto que en su alma aislada y profunda
sintió el simple, leudar el mundo entero.
Ni los más viejos sabían
de cuando, lejos del pueblo,
pervivía allá arriba,
las carreras y el vuelo avizorando
de lumbres en las nubes, y sus signos.
Intimidaba por el silencio
con que había, callado,
tejido su existencia;
aún más intimidaba
por los dorados ojos
de su molino, abiertos en la noche.
Y no habría sabido nadie
de su agonía, luego su muerte,
de no ser por las cuatro alas
que a lo desconocido aspaba,
como perennes súplicas,
que un día amanecieron
para siempre inmóviles,
detenidas y negras,
como cruz sobre sino.
Olas de sombra, en turbamulta,
subir veía el sepulturero,
y las cerradas ventanas del pueblo
difuminarse y desaparecer.
La universal desazón
pobló la soledad de gritos;
rebozado en pardo y negro
pasaba el viento como un tal;
de enemigos confines cuanto es vago
se concretaba en afiebrados roces,
hasta que, con espanto en los ojos,
tirando la pala a un lado,
multiplicados brazos de la noche
tras él, amenazantes,
como un ladrón salió corriendo.
Entonces,
fue total el silencio en lo vasto,
se agigantó en la tierra abierta el hoyo,
y ya nada se movió;
y sola la insaciable llana
resorbió en su inmensidad
de nortada y de sombra
aquel muerto
cuya vida inconmensurara
su misterio, exaltándola al infinito.
*
LE MEUNIER
Le vieux meunier du moulin noir,
On l’enterra, l’hiver, un soir
De froid rugueux, de bise aiguë
En un terrain de cendre et de ciguës.
Le jour dardait sa clarté fausse
Sur la bêche du fossoyeur ;
Un chien errait près de la fosse,
L’aboi tendu vers la lueur.
La bêche, à chacune des pelletées,
Telle un miroir se déplaçait,
Luisait, mordait et s’enfonçait,
Sous les terres violentées.
Le soleil chut sous les ombres suspectes.
Sur fond de ciel, le fossoyeur,
Comme un énorme insecte,
Semblait lutter avec la peur ;
La bêche entre ses mains tremblait,
Le sol se crevassait
Et quoi qu’il fît, rien ne comblait
Le trou qui, devant lui,
Comme la nuit, s’élargissait.
Au village là-bas,
Personne au mort n’avait prêté deux draps.
Au village là-bas,
Nul n’avait dit une prière.
Au village là-bas,
Personne au mort n’avait sonné le glas.
Au village là-bas,
Aucun n’avait voulu clouer la bière.
Et les maisons et les chaumières
Qui regardaient le cimetière,
Pour ne point voir, étaient là toutes,
Volets fermés, le long des routes.
Le fossoyeur se sentit seul
Devant ce défunt sans linceul
Dont tous avaient gardé la haine
Et la crainte, dans les veines.
Sur sa butte morne de soir,
Le vieux meunier du moulin noir,
Jadis, avait vécu d’accord
Avec l’espace et l’étendue
Et le vol fou des tempêtes pendues
Aux crins battants des vents du Nord ;
Son cœur avait longuement écouté
Ce que les bouches d’ombre et d’or
Des étoiles dévoilent
Aux attentifs d’éternité ;
Le désert gris des bruyères austères
L’avait cerné de ce mystère
Où les choses pour les âmes s’éveillent
Et leur parlent et les conseillent ;
Les grands courants qui traversent tout ce qui vit
Étaient, avec leur force, entrés dans son esprit,
Si bien que par son âme isolée et profonde
Ce simple avait senti passer et fermenter le monde.
Les plus anciens ne savaient pas
Depuis quels jours, loin du village,
Il perdurait, là-bas,
Guettant l’envol et les voyages
Et les signes des feux dans les nuages.
Il effrayait par le silence
Dont il avait, sans bruit,
Tissé son existence ;
Il effrayait encor
Par les yeux d’or
De son moulin tout à coup clairs, la nuit.
Et personne n’aurait connu
Son agonie et puis sa mort,
N’étaient que les quatre ailes
Qu’il agitait vers l’inconnu,
Comme des suppliques éternelles,
Ne s’étaient, un matin,
Définitivement fixées,
Noires et immobilisées,
Telle une croix sur un destin.
Le fossoyeur voyait l’ombre et ses houles
Grandir comme des foules
Et le village et ses closes fenêtres
Se fondre au loin et disparaître.
L’universelle inquiétude
Peuplait de cris la solitude ;
En voiles noirs et bruns,
Le vent passait comme quelqu’un ;
Tout le vague des horizons hostiles
Se précisait en frôlements fébriles
Jusqu’au moment où, les yeux fous,
Jetant sa bêche n’importe où,
Avec les bras multiples de la nuit
En menaces, derrière lui,
Comme un larron, il s’encourut.
Alors,
Le silence se fit, total, par l’étendue,
Le trou parut géant dans la terre fendue
Et rien ne bougea plus ;
Et seules les plaines inassouvies
Absorbèrent, en leur immensité
D’ombre et de Nord,
Ce mort
Dont leur mystère avait illimité
Et exalté jusques dans l’infini, la vie.
Émile Verhaeren
di-versión©ochoislas
1 note
·
View note
Cuánto tiempo podemos esperar?
Cuando pienso en ti, subo al cielo y caigo al precipicio, y suena cliché pero así lo siento, y no tiene nada que ver con lo prohibido o con algo malo que hayas hecho, simplemente, es que cada vez que veo nuestra realidad, mi corazón se rompe, se quebra, siento como sus partículas en mi pecho se desgarran.
Y te amo,eso es lo peor, que no puedo dejarte, que estoy en un dilema, no entiendo si eres solo una idea o si eres el amor de mi vida, no sé si todo lo que vivo ahora, valdrá la pena cuando te conozca, o si cuando te sienta, termine la fantasía y todo se vaya a la mierda, cuánto tiempo podré esperar?, cuánto o que tiene que pasar para que te dejé ir, tiene esto futuro?, Te amo tanto como para sufrir como sufro ahora?. No sé que hacer ya contigo, solo quiero que esto termine...
Dejar de pensar y sentir que nada de esto me aflige, que nada me puede hacer daño y que pase lo que pase estaré y estaremos bien.
0 notes