Tumgik
#Sabía que me estabas mintiendo
Text
Me dejé llevar por la dulce ilusión de un amor
La peor de las mentiras fue la que me conté a mí mismo.
Sabía que me estabas mintiendo, pero aun así, decidí creerte.
Me dejé llevar por la dulce ilusión de un amor que se sustentaba en la mentira y, como resultado, la verdad en mi interior se desvaneció.
Me cegué al ignorar la voz de mi propia conciencia y, en su lugar, me dejé guiar por la esperanza de un futuro juntos que, en realidad, no existía.
Fue así que aprendí que, a veces, es en nosotros mismos donde la mentira más cruel se aloja.
Solo cuando escuchamos a nuestro corazón herido, podemos encontrar la verdad que se esconde en lo más profundo de nuestro ser.
Tumblr media
ℜ𝔬𝔰𝔞🖤
7 notes · View notes
voglatte · 3 months
Note
solo paso por aquí para hacerte un request pero tambien aprovecho de mencionar que AMO tus vibes y tu escritura y me encantaría leer más de esteban si lo escribes tú. Lo que se te ocurra, ojalá y una declaración o algo de ese tipo.
⊹ ┊CONFESSIONS ꒱ .゚
Tumblr media
↷ ˊ- pairing: esteban kukuriczka x f!reader.
warnings: ninguno, fluff, slight angst, smoking.
summary: esteban es tu amigo de muchos años y se da cuenta lo que realmente siente por ti.
• dani’s typing… ! no hay mucho que decir, solo que disfruteeen.
Tumblr media
esteban nunca supo cuando fue que te empezó a ver con ojos diferentes, ya no era la mirada que le dabas a una amiga, era la mirada con la que veías a la chica que te gustaba.
tampoco supo cuando empezó a sentir esas cosquillas en su estómago cada vez que lo abrazabas y tú aroma a frutos secos se mezclaba con el aire o cuando tus brazos rodeaban su cuello para abrazarlo.
ahora todas las venas de su cuello se marcaban a la hora de salir y ver que algún chico que no era el se acercaba a ti, ofreciéndote un trago que rechazabas con amabilidad o contándote algún chiste que hacía relucir tus pequeñas carcajadas.
pero la gota que a la final derramó el vaso fue la noche donde saliste con sus amigos del cast, al ver como su nuevo amigo te empezaba a hacer ojitos y viceversa, no pudo aguantar mucho y sin saberlo estaba tomando distancia contigo.
las estrellas ya adornaban el cielo y la fría brisa golpeaba en ambos rostros, los dos estaban en un banco fumándose cada uno un cigarrillo dejando ver una nube gris que salía de sus bocas.
“¿qué onda, kuku?” parecía no haber entendido tu pregunta por lo cual dió otra calada al cigarrillo y subió sus hombros asintiendo.
“bien” seco y sin ninguna dulzura en su voz.
era raro sentirlo tan distante de ti, siempre se la pasaban riendo o hablando de cualquier cosa pero nunca se sintió tan vacío como en ese momento.
“dale che, estás raro desde hace dos semanas” botaste lo que quedaba del cigarro pisándolo cuando cayó al suelo.
esteban no dijo nada, como si estuviese pensando lo que en realidad iba a decir.
“¿qué te traes con fran?” otra vez ese tono que te empezaba a molestar más si estaba empleándolo contigo.
“¿uh? ¿de que hablas vos?” no estabas entendiendo a donde iba con eso así que decidiste buscar una mejor postura en el banco donde estaban sentados.
“dale, no te hagas la boluda” rodó sus ojos marrones . “el otro día se andaban haciendo ojitos, se notaba a kilómetros” bufó.
“no hay nada kuku a penas nos conocemos” restaste importancia porque no era mentira.
ese día conociste a sus nuevos compañeros de la película en la que iba a trabajar esteban y todos eran buena onda por lo que te llevaste súper bien con ellos, pero con el que más congeniaste fue con fran ya que tenían gustos similares.
“ya deja de mentir” sus orejas estaban calientes, la razón era simple él creía que le estabas mintiendo.
“¿qué? ¿por qué mentiría según vos?” alzaste la voz un poco más de lo que te hubiese gustado. “a ver, los dos nos llevamos bien y eso es todo” tu tono se había tornado seco.
“che, lo mejor es que me vaya” sacudió sus pantalones mientras se ponía de pie sin dirigirte la mirada.
“¿qué? esteban deja de comportarte como un inmaduro y dime en realidad que te pasa” no querías llegar a discutir porque muy poco lo había hecho y por cosas muy tontas.
“estoy cansado, hablamos” sus pies lo llevaron a dirección contraria alejándose cada vez más de ti, dejándote con la palabra en la boca.
——————————————————————————
habían sido semanas infernales para esteban y para ti, no sabían que estaba pasando en la vida del otro desde que él decidió retirarse, dejándote sola en la oscuridad de la noche.
muchas veces pensabas en enviarle un mensaje pero después se jodía todo al recordar que no fuiste tú la que se comportó mal de los dos.
sabías que le iba a tomar tiempo así que le diste su espacio cosa que no sabías pero que él en realidad agradecía, no sabía cómo respondería las preguntas que le hicieras.
seguramente soltaba todo de una y la idea tampoco era quedarse sin tu amistad que era lo que más apreciaba. pero al mismo tiempo estaba consiente que quería algo más que una amistad contigo, necesitaba sacárselo de encima.
——————————————————————————
era de noche, la televisión de tu pequeño apartamento alumbraba tu cara mientras te refugiabas en tus mantas.
de la nada un sonido seco en la puerta te hizo sobresaltar, no tenías ni idea de quién podría ser más a estas horas de la noche con el frío que hacía.
con pies descalzos decidiste encaminarte y abrir la puerta con cuidado y ciertamente no esperabas ver a la esbelta figura de tu amigo con todo el cabello alborotado y ojos tristones.
“¿esteban?” dijiste sorprendida, escuchaste un “si” y lo dejaste pasar enseguida.
no ibas a negar que se veía muy guapo con el buzo que traía y sus jeans rotos en las rodillas, aún así tu mente fue a parar en otra cosa. te preguntabas que hacía tu amigo en el medio de la sala mientras te miraba con sus ojos bambi.
“sentate por favor ¿querés algo de tomar?” el simplemente asintió con la garganta seca, hasta la sentía raspar.
enseguida le ofreciste un vaso con agua helada cosa que lo alivió para tomársela de un solo sentón, de ahí nadie hablo por unos cinco minutos esperando que alguno rompiera el incómodo silencio.
“disculpame, nena” su voz sonaba un poco ronca y cansada. tu solo lo miraste esperando que continuara, cosa que lo hizo ponerse nervioso. “no quería tratarte así, sabes que sos una de las cosas mas importantes que tengo en mi vida” sus grandes ojos miraban a los tuyos con ahora un brillo peculiar que no habías visto.
“no me gustó como me hablaste” señalaste. “además solo quería saber lo que te pasaba a vos” sonaste un poco herida.
“lo sé, muñeca” su mano se estiró colocando un mechón de tu cabello detrás de tu oreja. “lo siento, sé que vos te preocupaste por mi” dejó su mano arriba acariciando el lóbulo de la misma.
“entonces ¿me vas a decir que te tenía tan tenso?” disfrutaste de sus suaves caricias.
tragó duro haciendo mover su manzana de adán y mordió su labio inferior, buscando las palabras correctas que aunque había repasado un millón de veces antes de tocar la puerta, toda su mente estaba en blanco.
“yo…” lo mirabas a la expectativa pero sin presionarlo. “me gustas, muñeca” así corto y simple lo dijo, sintiendo un peso menos de encima pero nervioso por tu respuesta. “desde hace mucho que me estoy dando cuenta que en realidad me gustas y no me sentía con ganas de decírtelo hasta ahora por miedo a estropear lo bonito que tenemos” su voz ahora baja decía.
ahora la que tenía la garganta seca eras tú, no esperabas que te dijera eso pero no era impedimento para que el corazón te bombardeara de forma frenética, creías que se te iba a salir del pecho.
tus manos sudando en tu regazo y tus mejillas encendidas con un color rosado característico del sonrojo.
“kuku… yo” aclaraste tu garganta para soltar una risa nerviosa que lo hizo relajar los hombros un poco, ya le dolía el cuerpo de tan tenso que estaba.
“también me gustas” susurraste sin llegar a ver esos ojos marrones que te gustaban y te parecían la octava maravilla del mundo.
un chillido retumbó en el apartamento cuando esteban jaló con sus largos brazos tu cintura haciéndote sentar en su regazo mientras sus labios hacían contacto con tus cachetes repetidamente.
reíste sintiendo el pecho lleno de muchas mariposas, tú cuerpo parecía flotar como si estuvieses en un sueño, todo parecía irreal.
“preciosa, hermosa, divina” repetía esas mismas palabras sin parar con los besos.
su mirada ya no estaba tristona y podías observar su sonrisa tan linda que hacía sus ojos achicarse un poco, tus manos separaron su rostro del tuyo acariciando su pequeña barba creciente y conectaste su boca con la tuya. se sentía tan bien tener ese contacto con esteban y habías esperado mucho para que pasara.
“creí que me ibas a rechazar” rió cuando se separó de tu boca.
“no, nene. si supieses que andaba loca por vos desde antes, también tenía miedo de dañar la amistad” negaste, dejando un pico en sus labios.
“sos hermosa, te amo” escondió su rostro aspirando el dulce aroma de frutos rojos característico de ti y sonrío.
había esperado de todo menos lo que estaba pasando, pero ahora que te tiene en sus brazos no te iba a dejar ir y te iba a demostrar lo mucho que era merecedor de tu amor.
———————————————————————————
by ﹫ VOGLATTE ╱ bueno amo escribir fluff del kuku y bueno aquí otro fic del nene .ᐟ
255 notes · View notes
elsareyblog · 8 months
Text
YSBLF AU: Betty y Nicolás van a un hotel mientras Armando los sigue. Parte 2.
Tumblr media
Y ahí se encuentra Armando frente a la habitación 335. Acerca el oído a la puerta, no se escucha realmente ningún sonido, pero él cree que sí. Siente besos a través de la pared y caricias en lo profundo de su cabeza. No puede soportarlo más.
Ahí se encuentra Armando... a punto de perder la cabeza.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Nicolás se sienta en una sillón que hay al costado de la habitación apenas entra y mira su celular. "Ay perdóname Patty, pero esto es más importante en este momento. Te compensaré, lo prometo." Acaricia su chequera.
Betty lo mira mientras se sienta en la cama con las manos juntas. Suponía que iba a estar ahí un rato medianamente largo y luego iban a salir. Seguramente para encontrarse con Armando en su casa, listo para reclamarle explicaciones que ella no le iba a dar a menos que él diera las suyas.
Beatriz se da cuenta que le duele la mandíbula después de haber estado apretando los dientes toda la noche. Una parte de ella desconoce lo que puede llegar a hacer Armando, pues la forma en la que estaba manejando todo no era propio de él. Es decir, nunca lo vio así con Marcela, haciéndole la clase de escenas y planteos que le estaba haciendo a ella. Claro que, Marcela no tenía embargada a Ecomoda, esa era su fuente de desesperación, no?
En medio de sus pensamientos y cortando a Nicolás justo antes de decir algo, se sienten fuertes golpes en la puerta.
"¿Lo va a hacer aquí? ¿En medio del hotel?" Ella abre los ojos, de repente dándose cuenta que quizás todo iba a ser peor de lo que, hasta ese momento, había imaginado que sería.
_ ¡Betty, su jefe ya está aquí! ¿Qué quiere que haga? ¿Le abro? - Le dice Nicolás en voz baja.
_ Ni se le ocurra, Nicolás. ¿Quién sabe qué es capaz de hacer acá? Nooo. - Niega con la cabeza. - Que espere a que salga. ¿Qué van a decir las personas de las otras habitaciones? Está loco si piensa que le voy a abrir para que empiece a gritar como loco.
_ Pero Betty, de todas formas no creo que se tarde mucho en grit...
_ ¡Beatriz Pinzón Solano! ¡Sé que está ahí con Nicolás! ¡Ábrame la puerta o la tiro abajo! - Comienza a bramar Armando Mendoza.
Intentó abstenerse a golpear solamente, para que lo dejaran entrar y enfrentar la situación. Pero el hecho de que lo ignoraran y se quedaran adentro haciendo quién sabe qué, seguramente hasta riéndose de él, lo hicieron perder los estribos fácilmente.
_ ¿Don Armando? - Preguntó Betty en voz alta, fingiendo demencia. - ¿Qué hace aquí, Don Armando?
_ Ábrame Betty o no respondo. - Esta vez su tono es casi una súplica.
Nicolás se incorpora, se arregla la ropa y el pelo rápido. Se arremanga la chaqueta y la camisa.
Beatriz toma una respiración profunda y se dispone a abrir la puerta.
_ ¿Qué pasa, Don Armando? - Mira su rostro fúrico, rojo y tenso. Nunca lo había visto así. Un escalofrío recorrió su cuerpo, signo del miedo que estaba empezando a sentir.
_ ¿Cómo que qué pasa, Beatriz? ¡Los vi en Le Noir juntitos! - Armando dirige su mirada por primera vez a Nicolás con desprecio. - ¡Sabía que me estaba mintiendo! Todo este tiempo le he estado diciendo sobre usted y este... este tipo. ¿¡Y ahora cómo me lo niega, a ver?! Cuando está a punto de acostarse con ese estúpido, ¡no puedo creer que me esté haciendo esto! Encima en el mismo hotel en el que... - Se corta, sin poder seguir hablando.
Por un microsegundo, Betty cree en el tono atormentado de Armando. Pero no es mucho hasta que se apodera la ira en ella también. ¿Quién se creía para hacer estos planteos y con tanto cinismo? ¿Cómo puede llegar tan lejos, fingiendo celos con tremendo descaro?
Sin embargo, contiene el enojo que siente para seguir la pantomima.
_ Pero, ¿qué estamos haciendo, Doctor? Simplemente vinimos a descansar un rato, para no estar en mi casa como siempre. Mire, estamos vestidos, ¿no? - Betty apunta con sus manos a ambos.
Nicolás no puede evitar sonreírse un poco al ver a su mejor amiga en ese plan. Le sale como un reflejo. Un reflejo que no le pasa desapercibido a Armando.
_ ¿De qué se ríe, ah? - Se dirige plenamente hacia él, dándole la espaldas a Betty. - Ah claro, debe ser divertidísimo para usted hacer esto.
Con cada palabra, acerca un paso más hacia él a la vez que lo mira fijamente. Nicolás espera a que siga hablando.
_ Canalla sinvergüenza. - Escupe entre dientes. - Está loco si cree que lo voy a dejar ponerle un dedo a Beatriz y quedarse con mi empresa.
_ ¡El canalla aquí es usted! - Contesta Nicolás, con desagrado, sin bajarle la mirada. - Y no se meta, que si Betty quiere que no la toque, no lo voy a hacer. Pero no puedo hacer nada si sí quiere, ¿no cree?
Betty escucha a su mejor amigo y se queda pasmada. No esperaba que le respondiera así. ¿Se le ha ido la olla también?
47 notes · View notes
kiev-marz · 6 months
Text
Ella estaba su derecho, no estaba siendo egoísta, ni tampoco mala.
Pero yo estaba muy enamorado de ella y no estaba siendo correspondido,
Y creeme no es culpa suya.
No puedo obligarla qué sienta los mismo que yo,
yo no podria decirle que no siento nada por ella, porque me estaría mintiendo.
Claramente la amo y quisiera verla dia y noche, haría lo que fuese por ella
Es complicado porque yo sabía que esto era así...
Pero la quería tanto que daba igual porque ya fueran 5 o 10 minuto significaba más que 24 horas qué con cualquier otra persona.
Esa sensación no la había sentido nunca .
Estaba completamente enamorado.
No importa lo que pase siempre voy a estar a su lado.
No importa lo que decida, no importa que actos o pecados haya cometido no me iré de su lado.
15 notes · View notes
Text
Tumblr media
Mi marido mentía acerca de todo.
Dinero, reuniones, amantes,
el lugar de nacimiento de sus padres,
la tienda donde compraba las camisas, la ortografía de su apellido.
Mentía cuando no era necesario.
Mentía cuando ni siquiera era conveniente.
Mentía cuando sabía que sabían que estaba mintiendo.
Mentía cuando mentir rompía sus corazones.
Mi corazón. El corazón de ella. A veces me pregunto qué pasó con con ella.
La primera.
Hay algo de filo nuevo y ardiente en la primera infidelidad conyugal.
Taxis para arriba y para abajo.
Lágrimas.
Grietas en la pared que recibe el golpe.
Luces encendidas hasta altas horas de la noche.
No puedo vivir sin ella.
Ella, la palabra que estalla.
Luces todavía encendidas de mañana.
Anne Carson, La belleza del marido
8 notes · View notes
entremirada · 8 months
Text
Tumblr media
Mi marido mentía acerca de todo.
Dinero, reuniones, amantes,
el lugar de nacimiento de sus padres,
la tienda donde compraba las camisas, la ortografía de su apellido.
Mentía cuando no era necesario.
Mentía cuando ni siquiera era conveniente.
Mentía cuando sabía que sabían que estaba mintiendo.
Mentía cuando mentir rompía sus corazones.
Mi corazón. El corazón de ella. A veces me pregunto qué pasó con con ella.
La primera.
Hay algo de filo nuevo y ardiente en la primera infidelidad conyugal.
Taxis para arriba y para abajo.
Lágrimas.
Grietas en la pared que recibe el golpe.
Luces encendidas hasta altas horas de la noche.
No puedo vivir sin ella.
Ella, la palabra que estalla.
Luces todavía encendidas de mañana.
Anne Carson, La belleza del marido. Traducción de Ana Becciu.
Anne Carson (Toronto, 21 de junio de 1950) es una poeta canadiense en lengua inglesa, ensayista, traductora y profesora de literatura clásica y comparada en la Universidad de Míchigan. Considerada por la crítica literaria como la poeta viva más importante de las letras anglosajonas. En 2020 fue galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Letras
https://www.facebook.com/search/top?q=adriana%20hoyos&locale=es_ES
8 notes · View notes
pedripepinillo · 1 year
Text
Tumblr media
“no te perdono” con gavi:
advertencia: lectora fem y celos.
odiabas discutir con tu novio. odiabas todo lo que tenía que ver con gritos y reclamos porque venías de una familia disfuncional y lo único que querías en tu relación era paz y armonía.
con pablo todo había sido miel sobre hojuelas al principio, luego cuando agarraron más confianza las discusiones se hicieron presentes cada vez con más frecuencia.
ahora discutían porque, según tu novio, te habías comportado demasiado cariñosa con un chico del staff. pero vos solamente habías sido amable, y odiabas los celos enfermizos que pablo podía llegar a tener.
“por favor no me grites, podemos hablar como personas civilizadas, pero no hagas una escena, por favor.” pediste con las manos en la cabeza, te habías comenzado a estresar.
“no me pidas que no arme una escena porque justamente eso es lo que estabas haciendo con ese cabrón, ¡una puta escena!” te reclamó pablo, su rostro estaba rojo de enojo, y habías empezado a sentir miedo.
no sabías de lo que era capaz.
“solo estaba siendo amable, tengo derecho de hablar con quien yo quiera sin que te pongas celoso, nunca te he dado razones para dudar o desconfiar de mi, sabes que te amo y…”
te interrumpió en seco. “¿acaso me amas? ¿alguna vez te importé? ¿tienes derecho a andar de puta por ahí?”
no podías creer lo que estabas escuchando. nadie nunca te había hablado de esa manera, y ahora comenzabas a enojarte tú también. sabías que en las relaciones había límites, pero pablo ya había cruzado todos.
“¿qué mierda te pasa? no eres nada, no eres nadie para hablarme de ese modo.” tu dedo se presionó contra su pecho en un reclamo molesto.
pablo apartó tu mano con fuerza, y por un momento te sentiste agredida.
“te hablo como yo quiera, eres mi novia y no tienes permiso de estar de puta con un tipo que ni siquiera conoces, respétame, soy tu jodido novio, joder.” comenzó a hablar más fuerte.
pensaste que entonces, los vecinos podrían escucharlos pelear.
“no necesito tu permiso, yo hago lo que yo quiera, y si me vas a hablar de ese modo entonces no te voy a escuchar. ¿te vas o me voy?” querías llorar, sabías que hacerte la fuerte no iba a durar mucho.
mierda, eran años de relación, estaban juntos desde el secundario y pablo nunca antes se había comportado de esa manera tan detestable.
pero pensabas entonces que nunca realmente dejas de conocer a las personas.
“mejor me voy, ya no te quiero ver, no quiero decir algo de lo que me vaya a arrepentir después…” dijo, y vos alzaste las cejas en incredulidad.
“creo que ya has dicho mucho, ¿no te parece? se acabó pablo, y yo soy la que se va. terminamos.”
caminaste hasta la puerta de entrada para abrirla, pero una mano fuerte te detuvo. quisiste liberarte del agarre pero era muy pesado. volteaste para encontrarte con el rostro confundido y triste de tu ahora ex novio.
“sé que estás mintiendo, no podemos terminar así” pensabas que era un jodido hipócrita. tan solo te estaba manipulando.
“debiste pensar en eso antes de llamarme puta.”
pablo estaba reaccionando a todo lo que había dicho mientras estaba enojado. tenía el mal hábito de no pensar antes de hablar. ¿realmente te dejaría ir tan facil?
de verdad te amaba, siempre lo hizo, pero no podía seguir explotando con vos cada que le pareciera conveniente.
“no fue mi intención, estaba molesto.” dijo aún en un tono fuerte pero más calmado que antes.
“no me importa, adiós.” dijiste, no querías escucharlo. querías salir de la casa lo más antes posible. joder, te dolía con el alma dejarlo, lo llegaste a amar de una manera inimaginable, pero ahora sabias que eran malos el uno para el otro, que realmente jamás debieron estar juntos.
solamente se hacían daño.
“no pensé que te fuera a lastimar tanto, lo siento, por favor perdóname.” sollozó. ahora sabías que iba a llorar para hacerte sentir mal, para hacerte ver como la mala del cuento.
estabas incrédula. ya no caerías ante sus chantajes, ya no más.
“¿cómo pensaste que eso no me lastimaría? pablo, siempre te di mi confianza y mi lealtad, y tu te molestas conmigo hasta por decirle buenos días a un pibe, eres malo para mi, no debemos estar juntos.”
pablo había comenzado a llorar silenciosamente, estaba rojo de la rabia y apretaba sus puños con fuerza. tenías miedo de que se volviera violento con vos, pero te aguantaste y seguiste firme.
“por favor, perdóname, te prometo que voy a cambiar…”
lo interrumpiste con el sonido del picaporte abriéndose.
“no te perdono, ya no te creo.”
48 notes · View notes
eldiariodelarry · 1 year
Text
Clases de Seducción II, parte 16: Culpa
Temporada 1
Temporada 2: Parte 1, Parte 2, Parte 3, Parte 4, Parte 5, Parte 6, Parte 7, Parte 8, Parte 9, Parte 10, Parte 11, Parte 12, Parte 13, Parte 14, Parte 15
Sebastian y Matias tomaron un móvil del ejército que los estaba esperando en el aeropuerto de Arica para transportarlos hasta el regimiento.
Olivares ya no insistía en sacarle tema de conversación a Sebastian, y él lo agradecía. Sabía que después de todo lo que habían conversado, habían llegado a tal confianza entre ambos que los silencios ya no eran incómodos.
Al llegar al regimiento, Matias se presentó como el escolta de Sebastian, y los hicieron pasar a ambos a la oficina del Capitán Guerrero.
—¿Lo hizo pasar muchas rabias, Cabo? —le preguntó el Capitán a Olivares.
—No, Capitán —respondió con sinceridad Matías—. Él sabe que cometió un error, y está arrepentido.
Sebastian levantó la ceja levemente, sorprendido por las palabras de Matias, porque claramente estaba mintiendo: de lo único que estaba arrepentido era de haberle creído a su padre.
El Capitán resopló sonoramente, en señal de incredulidad ante las palabras de Matias, y miró directamente a los ojos a Sebastian, quien ya había recuperado su semblante inexpresivo.
—¿Es cierto eso, soldado? —le preguntó directamente.
Sebastian se demoró una milésima de segundo más de lo necesario para sonar convincente.
—Si, capitán —respondió finalmente.
—Parece que el pequeño paseo no le sirvió para sacar la voz de hombre y hablar fuerte, Guerrero —comentó con sarcasmo el capitán.
—Está cansado —lo defendió Matias—, no ha dormido nada desde hace dos días, me comentó.
—Bueno, se habría evitado ese problema si no se hubiese arrancado —argumentó con lógica el Capitán—. Como sea, muchas gracias por su servicio, Cabo Olivares —agregó, a modo de cierre de la conversación para despedir a Matias, y luego se dirigió a Sebastian—. Y usted, Guerrero, vaya a las barracas a darse una ducha y a vestirse. Lo espero en la armería en cinco.
Sebastian obedeció al capitán, y salió de su oficina apurando el paso. Al cabo de unos segundos se percató que el capitán no venía detrás de él y caminó con normalidad hacia las barracas.
—Oye —Sebastian escuchó la voz de Matias acercarse a él por la espalda—. Recuerda guardar bien lo que te pasé —le dijo, dándole unas palmaditas fraternales en el hombro, mientras disimulaba la falta de aliento.
—Gracias —Sebastian no atinó a decir nada más. Estaba abrumado por la amabilidad y empatía de Matías.
Olivares le sonrió, como indicándole que era lo mínimo que podía hacer, y luego dio la media vuelta y se fue.
Sebastian dio un suspiro de alivio, al saber que no estaba totalmente solo en el mundo. Aun había gente buena que valía la pena conocer y potencialmente a futuro poder llamar amigos.
Siguió caminando hasta llegar a las barracas, donde se dirigió rápidamente al baño para lavarse la cara y mojarse el pelo, y luego se fue al dormitorio, abrió su casillero y sacó su ropa de militar, aprovechando en el momento de guardar disimuladamente el celular que le había pasado Matías, envolviéndolo con un par de calcetines limpios. Se vistió rápidamente y al salir del dormitorio para dirigirse a la armería se cruzó con Andrés, quien lo saludó con alegría.
—¿Dónde estabas? —le preguntó, dándole un abrazo.
—Fui a comprar cigarros —respondió con sarcasmo.
Andrés se rió.
—Qué bueno tenerte de vuelta —le dijo el muchacho—. ¿Llegaste con Javier? —Sebastian negó con la cabeza—. Uy, su castigo va a ser más pesado entonces.
Como si a Sebastian le hubiese hecho falta ese comentario. El recordar que su amigo probablemente no volvería, y que tenía todo un castigo por delante, por su ausencia de dos días del regimiento le hizo revolver el estómago.
—Oye, hay algo que tienes que saber —le dijo Andrés, pero Sebastian no tenía ganas de seguir con la conversación.
—Sorry, Andrés, ¿podemos hablar después?, el capitán me está esperando —le dijo Sebastian, y sin darle tiempo para responder, se alejó del lugar.
Al llegar a la armería, estaba el capitán Guerrero junto a Ortega esperándolo.
—Guerrero, llega justo a tiempo —le dijo el capitán, con sorpresa, provocándole una leve sonrisa de satisfacción a Sebastian—. Sígame.
El Capitán comenzó a caminar por el amplio terreno del regimiento, sorprendiendo a Sebastian, que pensó que lo encerrarían en la armería a contar casquillos nuevamente, como la vez anterior.
Caminaron hasta una de las torres de vigilancia, que en la base tenía una puerta de metal cerrada con un candado. El Capitán le indicó a Ortega que abriera el candado y Sebastian esperó ansioso a ver qué había dentro.
Al abrir la puerta, desde donde estaba de pie, Sebastian solo vio profunda oscuridad, hasta que Guerrero iluminó una parte del interior con su linterna.
—Bienvenido a su dormitorio —le dijo el hombre, mientras alumbraba específicamente un viejo catre metálico sin colchón ni sábanas, con solo una gruesa malla de resorte del mismo material para soportar su cuerpo.
Aparte del catre, Sebastian solo pudo divisar que tanto el suelo como la pared eran de un color gris cemento, sin pintar.
Sebastian no dijo nada, e intentó mantener una expresión seria en el rostro.
—Aquí tendrá mucho tiempo para pensar en lo que hizo —comentó Ortega, y Sebastian lo odió por eso.
Lo que menos quería era pensar en todo lo que había pasado en las últimas 48 horas, el haberse escapado, con el único propósito de ver a Rubén, el enterarse que había tenido un accidente, y ser obligado a volver sin poder saber su estado. De todas maneras, aunque no lo quisiera, sabía que iba a pensar en todo eso durante la noche.
Guerrero le hizo una seña con la mano para que Sebastian ingresara a la habitación, y él obedeció. Cruzó el umbral de la puerta intentando acostumbrar la vista para descifrar qué más había dentro, pero la oscuridad se apoderó de todo el lugar rápidamente cuando Ortega cerró la puerta, y Sebastian solo pudo escuchar el candado cerrarse al otro lado.
Caminó lentamente en dirección hacia donde estaba la cama y se quiso sentar, sobresaltándose levemente al sentir el frío metal del catre. Dio un suspiro, y decidió tratar de descifrar qué más había en esa habitación. Volvió hacia la puerta y desde ahí comentó a caminar con ambas manos apegadas a la pared a modo de guía.
El corazón le dio un vuelco cuando sintió un chirrido al llegar a una de las esquinas del lugar. “Ratas”, pensó Sebastian, con un escalofrío recorriéndole la columna, justo en el momento que sintió que algo pasó por encima de su mano derecha, caminando por la pared hacia el suelo.
Sebastian dio un salto y se alejó lo más rápido que pudo de la pared, sacudiendo las manos y tratando de ubicar el catre, donde se recostó en posición fetal y con el corazón latiéndole a mil por hora, y con lágrimas cayéndole por los ojos, las que no tardaron en desencadenar un llanto real.
Rubén despertó con un profundo dolor en la mayor parte de su cuerpo. Apenas podía mover la cabeza gracias al cuello ortopédico, el que no evitaba que le doliera, y simplemente agregaba una gran incomodidad a su estado.
Pasó una pésima noche, entre dolores y sueños raros, no pudo conciliar el sueño como habría deseado para descansar de todo lo malo que había pasado en las últimas horas.
Se levantó a duras penas y salió de su habitación hacia el comedor, donde su padre estaba tomando desayuno con Darío, quien había llegado esa misma mañana desde Santiago.
Su hermano tenía los ojos llorosos y sonrió aliviado al verlo despierto. Darío se levantó con ímpetu y le dio un largo abrazo.
—¿Estás bien, enano? —le preguntó Darío, mirando cada moretón en las zonas visibles del cuerpo de Rubén, quien asintió, y usó toda su energía para esbozar una sonrisa—. No sabes lo asustado que estuve —le dio un abrazo con suavidad.
Rubén quiso decir alguna palabra para bajarle el perfil a todo el asunto, pero sabía que no tenía cómo, y que sería un estúpido por intentar hacerlo. Simplemente trató de responder con optimismo.
—Tranquilo, que al menos a mi no me pasó nada —dijo finalmente, algo avergonzado al saber que el regalo que le había hecho su padre había quedado prácticamente inutilizable.
Rubén se fue a servir un poco de cereal con leche fría, y se percató de la expresión de Darío, que tenía una actitud de querer ayudarlo, pero tampoco quería agobiarlo con su ayuda. Al menos eso intuía Rubén, y en el fondo lo agradecía. No quería que lo vieran como alguien frágil en ese momento. Seguía siendo funcional.
Mientras comía en silencio, pensó en el sueño que había tenido la noche anterior: “Vengo por Sebastian”, la frase en boca de una voz masculina que se repitió en sus sueños durante toda la noche.
Estaba seguro que el sueño estaba condicionado por la noticia que le había entregado su padre. Le había dicho la noche anterior antes de dormir que Sebastian lo había ido a saludar para su cumpleaños, pero ya había vuelto al regimiento, según lo que había dicho el padre de su amigo.
A pesar de todo, la frase de su sueño le generaba una sensación preocupante, como si ese “vengo por” fuese una especia de búsqueda para matar.
—Voy a ir a la casa del Seba —comentó Rubén, a ninguno en particular, tras llevarse a la boca la última cucharada de cereal.
Su padre levantó la vista, pero no dijo nada para impedirlo, aunque Rubén sintió que quería hacerlo. A pesar de lo que Jorge le había dicho, Rubén esperaba que el padre de Sebastian le hubiese mentido, y que en realidad Sebastian estaba en ese momento en su dormitorio, aun indeciso si ir a verlo finalmente o no.
—¿Quieres que te acompañe? —le ofreció Jorge.
Rubén negó con la cabeza, aunque luego dudó de su respuesta, al pensar que no sabía cómo podría moverse por un trayecto tan largo con muletas. Apenas sabía cómo usarlas.
Finalmente se mantuvo firme con su respuesta. Se las ingeniaría.
Prefería ir solo, y no interactuar con Sebastian frente su padre o su hermano.
Quería mucho ver a Sebastian. Deseaba verlo con todas sus fuerzas, pero casi todas esas ganas de verlo eran para enfrentarlo, para gritarle por haberse marchado en la forma que lo hizo, por haber terminado con su amistad de toda la vida por razones estúpidas y sin sentido, y por haberlo dejado sufriendo su partida, quitándole todos los buenos pensamientos que pudo haber atesorado de no haberse marchado de esa forma.
Rubén salió de la casa en dirección al domicilio de su mejor amigo, mientras Darío lo observaba desde la reja.
Al llegar a la casa de Sebastian, después de andar a duras penas con ambas muletas, abrió la reja aparatosamente y se acercó a golpear la puerta de entrada, como hacía siempre.
—Rubén, qué sorpresa —lo saludó el padre de Sebastian, con un muy falso tono cordial.
—¿Está Sebastian? —preguntó Rubén, esbozando una sonrisa a modo de saludo.
—Sebastian está en el regimiento, en Arica —le contó el padre.
—Mi papá me dijo que estuvo aquí el otro día —desafió Rubén. No iba a aceptar que le mintiera.
—Si, estuvo aquí antenoche —admitió el hombre—, pero como se había arrancado del regimiento, lo vinieron a buscar y se lo llevaron. Ayer vino tu papá y le conté lo mismo.
Rubén sintió una impotencia enorme. Después de haber estado tan cerca de verlo y de decirle todo el rencor que había guardado por meses, Sebastian se había marchado nuevamente.
—¿Y como supieron que estaba acá? —interrogó Rubén, algo molesto.
El padre de Sebastian soltó una risita burlona y despectiva.
—Es protocolo del regimiento ir a buscar a los que se fugan a sus domicilios particulares —argumentó.
Rubén se mordió el labio por la rabia. Tenía sentido lo que había dicho el padre de Sebastian. Y realmente no tenía pinta de que estuviera mintiendo. No le daba la impresión de ser una especie de psicópata que tendría a su hijo encerrado en algún dormitorio de la casa, atado de pies y manos y con una mordaza en la boca.
—¿Y no dejó nada para mí?, ¿ningún recado? —preguntó Rubén, aferrándose a la última esperanza que le quedaba para tener algún tipo de contacto con Sebastian.
—Nada —el hombre se encogió de hombros y negó con la cabeza.
Rubén miró fijamente a los ojos al padre de Sebastian, intentando buscar alguna señal de que estaba mintiendo, pero finalmente tras largos segundos de silencio, aceptó la realidad.
—Gracias —dijo finalmente Rubén, asumiendo que su mejor amigo ya no estaba en la ciudad, y ya era imposible hablar con él.
Dio media vuelta y salió a la calle nuevamente rumbo a su casa, con una velocidad bastante imprudente para haber recién empezado a andar con muletas, lo que le provocó un tropiezo mientras iba cruzando la calle, cayendo de bruces al asfalto.
—Cresta —murmuró con rabia, tomando una de sus muletas y lanzándola con fuerza lo más lejos posible.
Le dolía todo el cuerpo y estaba ahí tirado en mitad de la calle, humillado, solo.
Se quedó tirado por largos segundos, mirando el cielo despejado, intentando vencer las ganas de llorar por la rabia. Cuando pudo dominar sus emociones se puso de pie, tomó la muleta que tenía a su lado, y con dificultad se fue a buscar la que había lanzado lejos, que se había torcido por el golpe.
Al voltear la esquina de su casa, vio a Darío que lo seguía esperando, y no le dijo nada, solo sonrió aliviado al verlo regresar en buen estado.
Felipe salió de clases al mediodía y se fue rápidamente a la clínica donde sabía que estaba internado su padre.
Tenía un profundo sentimiento de culpa después de todo lo que había pasado, el accidente de Rubén, las discusiones que habían tenido, y por último la llamada que había hecho para que fueran a detener al amigo de Sebastian, evitando por todos los medios que Rubén tuviera algún tipo de contacto con su mejor amigo.
Intentó convencerse por mucho rato que lo había hecho por el bien de su pololo. Esa persona era un total desconocido, y su presencia en el hospital donde estaba internado Rubén podría significar un riesgo para él.
Sin embargo, muy en el fondo, tenía claro que lo había hecho por celos y egoísmo. Rasgos que no eran propios de él, o al menos eso prefería creer, así que se propuso tomar las acciones necesarias para enmendar las causas que le habían provocado actuar de la forma que lo había hecho últimamente, y determinó que la principal razón era la relación con sus padres.
Tomó la micro con premura al cruzar la calle de su liceo para no darle tiempo a la posibilidad de arrepentirse.
Se bajó de la micro a dos cuadras de la clínica, porque sabía que en esa calle vendían ramos de flores, ideales para subirle el ánimo a los pacientes que permanecían ingresados en el centro de salud.
Recorrió varios puestos donde vendían flores, sin poder decidirse por ninguna. Las encontraba todas muy bonitas, ideales para llevarle a su padre, pero no era capaz de comprar alguna. Sabía que su inconsciente estaba aplazando el momento de verlo, y abriendo la posibilidad de desistir de su decisión, y sin quererlo Felipe lo estaba permitiendo.
Pero fue fuerte. Y se mantuvo firme con su decisión.
Compró un ramo de margaritas sin importarle mucho el precio, y se dirigió con determinación hacia la clínica.
Al cruzar las puertas de acceso la duda se apoderó de él al no saber dónde estaría su padre. No tenía detalles del piso, habitación o unidad en la que se encontraba. Esa pequeña duda hizo tambalear su determinación, proponiéndose ir mejor otro día, cuando supiera exactamente dónde estaba.
No.
Iba a ingresar ese mismo día, en ese mismo instante.
Se acercó al mesón de recepción, procurando mantener una actitud segura.
—Buenas tardes, ¿sabe cómo puedo encontrar la habitación de mi padre? —le preguntó a la señora al borde de la tercera edad que atendía el mesón.
—¿Cuál es el nombre de su padre? —le preguntó la mujer, con atención.
—Guillermo Ramirez —respondió Felipe.
Le pareció raro decir el nombre de su padre en voz alta, considerando que era el mismo nombre que tenía él de nacimiento. Un nombre que hace años se había prometido enterrar y olvidar.
Después de un par de tecleos en el computador que tenía la señora en el mesón, y un par de llamados telefónicos para contactarse con la unidad, le indicó a Felipe que su padre estaba en el quinto piso, ala sur, habitación 510.
Felipe agradeció la amabilidad de la señora, y caminó con paso decidido hacia las escaleras, prefiriendo esa via en lugar del ascensor porque le daría más tiempo para pensar.
Subió peldaño a peldaño, tomándose su tiempo, con la mente dándole vueltas al hecho de que estaba a punto de ver a su padre voluntariamente, después de todo lo que había pasado. Pensaba que ya había dado por olvidada a su familia, o ex familia en ese caso, que ya había cortado todo tipo de conexión con ellos a raíz de la forma en que lo habían rechazado. Pero se dio cuenta que estaba muy equivocado, inconscientemente seguía teniéndolos presente en su interior, por mucho que odiara la idea.
Llegó al quinto piso y comenzó a recorrerlo sin mucho apuro, mirando las señales al costado de cada puerta para ver qué numero de dormitorio tenía, hasta que encontró la que buscaba: 510.
Felipe se asomó al dormitorio y notó que en el interior habían dos camas separadas por una cortina plástica. En la cama que estaba más cerca de la puerta había un anciano acompañado de quien seguramente era su esposa: ambos hablaban en bajo volumen tomados de la mano, y en sus miradas conectadas entre sí se podía apreciar el infinito amor que se tenían.
La segunda cama, que estaba al otro lado de la cortina y junto a la ventana, Felipe no veía quien la ocupaba y quien se encontraba de visita, pero estaba seguro que era la cama de su padre. De hecho, no había otra alternativa, ya que era el dormitorio que le había indicado la señora del mesón.
Ingresó a la pieza, saludó a la pareja de ancianos con cortesía, y caminó con paso decidido hasta la otra cama, donde había un hombre sumamente delgado y demacrado recostado de espaldas: era su padre.
Felipe quedó impactado por el aspecto físico que mostraba su padre, y el cambio radical que había tenido desde la última vez que lo había visto hace un par de semanas. La piel del rostro le marcaba la forma del cráneo, como si ya no tuviese nada de materia grasa para darle forma al rostro.
El hombre estaba acompañado de la madre de Felipe, un hombre de lentes ópticos vestido con pantalón de tela, camisa blanca y chaleco de lana (a quien Felipe no conocía, pero suponía quién podía ser), y una mujer que usaba una blusa floreada y pantalón de color café.
—Hijo —dijo su padre al verlo, con una leve expresión de sorpresa—, viniste.
Felipe asintió con seriedad, mientras su madre se ponía de pie para acercarse a él.
El hombre desconocido se aclaró la garganta para llamar la atención.
—Mucho gusto, soy el Pastor Ortiz —se presentó el hombre—, y ella es mi esposa, Marta.
Felipe asintió serio, incómodo por la presencia de aquel hombre que se quiso presentar antes de permitirle hablar con su propia madre.
—Yo soy Felipe —dijo sin dar más detalles, y por la reacción del pastor, que se esforzó por ocultar su cara de desagrado, Felipe se dio cuenta que sabía perfectamente quien era él: el hijo homosexual.
—Marcela —dijo el pastor dirigiéndose a la madre de Felipe—, creo que, para asegurar la salvación de Guillermo, es mejor evitar el contacto con las fuentes de pecado.
—¿Qué? —preguntó molesto Felipe.
Había entendido perfectamente qué había querido decir: Él era a los ojos de ellos la fuente de pecado, que podría poner en riesgo el destino celestial de su padre si es que se atrevía a perdonarlo.
La madre de Felipe se volteó a ver a su esposo sin decir una palabra. Después de unos segundos de comunicación no verbal, la mujer se volvió a sentar en la silla contigua a la camilla sin mirar a los ojos a Felipe.
—¿Esto es en serio? —preguntó enfurecido Felipe—, ¿y quien chucha se cree que es usted para venir a decidir a quienes puede ver o no mi papá?
—Es el Pastor jefe de la Iglesia…
—Me importa un pico que sea el mismísimo Papa —Felipe interrumpió a su madre—. El viejo se está muriendo.
—Guillermo, compórtate que tenemos visitas —lo retó su madre poniéndose de pie nuevamente, refiriéndose al pastor y su esposa—. Es un sacrificio que debemos hacer por la salvación de tu padre. No puedo creer que seas tan egoísta…
Felipe estaba sin palabras. Tenía un nudo en la garganta tan fuerte que le provocaba dolor físico, y pensó que incluso podía ser visible para los demás. Miró a su padre quien le devolvía la mirada triste, pero resignado.
—¿Yo soy egoísta? —desafió a su madre con sus propias palabras—, ¿eres tan cara de raja de decirle eso al hijo que abandonaste cuando tenía quince años?
—Tu sabes que lo que insistes en hacer está mal —argumentó la mujer.
Felipe miró fugazmente al pastor, quien tenía una mueca de satisfacción en el rostro, como si se sintiera orgulloso de lo que estaban haciendo los padres de Felipe.
—¿Y tú no piensas decir nada? —le preguntó a su padre, quien simplemente se encogió de hombros.
—Hijo, no me quiero ir al infierno —se excusó el hombre.
Con esas palabras Felipe sintió como una puñalada en el pecho. No podía creer que, después de todo lo que había pasado entre ellos, y ahora con la enfermedad de su padre, siguieran prefiriendo sus creencias por sobre su propio hijo.
La situación le provocaba mucha pena, pero se obligó a no llorar, y producto de reprimir esa emoción, la furia empezó a dominar su estado de ánimo.
—Lo único que queremos es que recapacites —intervino su madre
Felipe no quiso escuchar más a su madre, y la interrumpió acercándose a su padre, evitando el bloqueo de su madre.
—Deseo de todo corazón que te vayas al infierno —le dijo a su padre, mirándolo a los ojos, lleno de furia—. Tú y todos ustedes —se dirigió a todos los presentes.
El rostro de su padre se desfiguró por la pena, mientras que su madre se llevó las manos a la boca sin poder creer lo que su hijo había dicho.
Felipe salió de la habitación con el ramo de flores en la mano, pero se devolvió casi de inmediato para entregárselo al compañero de cuarto de su padre.
—Espero le guste —le dijo al desconocido, con un tono bastante agresivo.
La anciana estiró la mano para recibir las flores.
—Muchas gracias, hijo —le dijo la mujer, con expresión de lástima, mientras que el anciano dijo lo mismo, pero apenas audible.
Felipe no dijo nada más, bajó la mirada y se marchó.
Bajó corriendo las escaleras, para alejarse de ahí lo más rápido posible. La rabia y la pena lo estaban inundando y no quería llorar ni liberar la furia con violencia.
Salió de la clínica chocando con la gente a su paso, todo con el afán de abandonar el lugar con rapidez, como si acabara de plantar una bomba y necesitara arrancar antes de que explotara.
Hizo parar la primera micro que vio pasar en la calle, y se subió sin importarle el recorrido.
Felipe pensó que era una pésima persona, y sobre todo un pésimo hijo. Desearles el infierno a sus padres era lo peor que podría haberles dicho. Se arrepintió casi de inmediato por haberlo dicho, pero la rabia fue más fuerte.
“Merezco que me pasen todas las cosas malas de mi vida” pensó. Por eso sus padres lo habían abandonado. Tuvieron buen ojo, él no era una buena persona, por mucho que había intentado ser un joven maduro y bueno, simplemente su maldad era demasiado grande para permanecer oculta, que incluso llegó a manchar su relación con Rubén.
Felipe se bajó de la micro lo más cerca posible de la casa de Rubén. Tenía que verlo. Necesitaba verlo.
Con el corazón acelerado y la respiración entrecortada, caminó más de diez cuadras hasta la casa de su pololo y gritó desde la reja para anunciar su llegada.
—Vengo a ver al Rubén —le dijo Felipe a Jorge apenas salió a abrir la puerta.
—El Rube está durmiendo —le dijo su suegro—. Y la verdad dijo que no quería ver a nadie.
Felipe se sorprendió por lo que escuchaba.
—¿En serio? —preguntó, intentando ocultar su decepción—, ¿incluso yo?
Jorge asintió.
—Necesita descansar —le explicó Jorge—, descansar de verdad, después de lo que pasó.
Felipe asintió resignado.
—¿Te puedo pedir un favor, Jorge? —le preguntó Felipe, sintiendo unas ganas incontrolables de gritar por la impotencia—. ¿Me avisas cuando Rubén esté listo para recibir visitas, para venir a verlo?
—Por supuesto Felipe —respondió su suegro.
—Y otra cosa —Jorge escuchó atento—. Dile al Ruben que lo amo.
La ultima palabra salió un poco débil, quizás por el hecho de que nunca se la había dicho a Rubén, o porque sentía que las energías de su cuerpo se estaban acabando, pero una cosa era segura: realmente lo sentía.
Felipe se dio media vuelta y comenzó a caminar resignado a su realidad. Su pololo no quería verlo, justo en el momento que más lo necesitaba. Aceptó su destino, por la culpa que sentía por haber actuado tan mal en el último tiempo. Estaba pagando todo el daño que había hecho.
Después de enterarse que Sebastian había vuelto al regimiento, Rubén se sintió aun más desganado de como ya se sentía antes.
“Me voy a acostar, estoy cansado” le había dicho a su hermano después de explicarle que no había podido ver a su mejor amigo.
Su energía solo le permitió fingir buen ánimo para su hermano y su padre, pero por eso mismo evitó mantenerse en el comedor conversando con ellos.
Se acostó en la cama mirando el cielo raso de su dormitorio, pensando en lo poco oportunos que habían sido todos los hechos ocurridos los últimos días.
Intentó convencerse que, quizás había sido para mejor: después del accidente sentía un impulso incontrolable de complacer a los demás, de mantener una fachada de optimismo y vibras positivas, producto de la culpa y vergüenza que le provocaba haber tenido el accidente. No quería mostrarse deprimido o pesimista frente a su padre o hermano, y tampoco quería hacerle sentir a su pololo que había sido su culpa.
Pero con Sebastian era distinto. Quería que supiera lo molesto que estaba con él por la forma en que se había marchado, lo mucho que había sufrido con su partida.
Cuando despertó de una siesta de un par de horas, Rubén le dijo a su padre que no quería ver a nadie. Se sentía cansado física y mentalmente por todo lo que había pasado últimamente: sus peleas con Felipe, el accidente, la pérdida del automóvil en que su padre había trabajado por años. Por eso mismo necesitaba estar solo.
—Necesito descansar bien —argumentó Rubén, y su padre sin agobiarlo a preguntas aceptó su decisión.
—Igual quiero que sepas que estamos para lo que necesites —le hizo saber su padre.
Rubén siguió acostado en su cama, soportando los dolores que seguía teniendo en todo el cuerpo, y sintiendo ansiedad cada vez que pensaba que quizás esa posición en la que estaba acostado le podría hacer quizás más daño que bien.
Sebastian escuchó la puerta del dormitorio abrirse de par en par. No había dormido prácticamente nada, escuchando demasiado cerca los chirridos de lo que pensaba eran ratas, e intentando aguantar el frío que hacía en ese lugar.
El cielo aun estaba oscuro así que supuso que aún era más temprano de las seis de la mañana.
—Soldado Guerrero, puede ir a las barracas a asearse —le indicó Ortega, de quien solo divisó su silueta.
Sebastian se levantó y sin responderle salió del lugar y se dirigió a las barracas, donde sus compañeros seguían durmiendo. Pasó al baño a lavarse las manos y la cara, y luego se fue a recostar a su antigua cama, para ver si podía recuperar algo del sueño perdido. Sin embargo, apenas apoyó la cabeza en la almohada, las bocinas comenzaron a sonar dentro del dormitorio anunciando la hora de levantarse.
Se levantó nuevamente y vio que todos sus compañeros hacían lo mismo que él, con mucho más ánimo. Miró hacia la cama de Javier, que obviamente estaba vacía, y sintió un poco de pena al recordar que no estaba ahí con él. Luego miró hacia donde dormía Simón y se dio cuenta que tampoco estaba ahí. Se preguntó qué le había pasado, y asumió que estaba en la guardia nocturna, y que se sumaría al resto en la formación de la mañana, pero no apareció.
—Tuvo un ataque de pánico, creo —le respondió Andrés cuando Rubén preguntó dónde estaba Simón.
—¿Cómo?, ¿Tuvo uno?, ¿o crees que tuvo uno? —presionó Sebastian para obtener una respuesta concreta.
—Es que nunca supimos qué pasó. Una noche le tocó hacer la guardia, como casi siempre, y al otro día ya no estaba. El capitán dijo que fue un ataque de pánico, pero en verdad varios dudan que haya sido eso.
—¿Y tú qué crees que le pasó? —Sebastian quiso saber su opinión.
—Yo creo que el Capitan nos dijo la verdad —respondió Andrés, y Sebastian pensó que su opinión era bastante predecible.
Sebastian no le preguntó a nadie más al respecto porque simplemente no tenía ganas de hablar con nadie. Sentía que todo su mundo se estaba desmoronando lentamente: estaba solo en el regimiento, con la incertidumbre del estado de salud de Rubén, y ahora con el desconocimiento de la situación de Simón. Solo esperaba que tanto Rubén, como Simón y Javier estuvieran bien y a salvo.
A pesar de todo, su preocupación por Rubén era lo principal. Sabía que había tenido un accidente automovilístico con potenciales consecuencias mortales, mientras él estaba encerrado en el regimiento.
Se escabulló hacia el dormitorio en las barracas todas las veces que pudo durante el día para revisar el celular que le había pasado Matías, en busca de algún mensaje con novedades sobre Rubén.
—Hasta que volvió La Novia Fugitiva —comentó Julio a las espaldas de Sebastian, haciendo que se sobresaltara.
Eran cerca de las seis de la tarde, y la hora de la cena se acercaba.
Sebastian se dio media vuelta y vio a Julio, Luis y Mario mirándolo desde la puerta del dormitorio, que acababan de cerrar tras ellos.
Se puso nervioso. Había evitado hablar con ellos durante todo el día porque no los soportaba: eran unos matones homofóbicos que ni siquiera se esforzaban en ocultarlo.
—¿Qué pasó?, ¿te comieron la lengua los ratones? —le preguntó Julio, buscando una respuesta, provocando las risas forzadas de sus dos amigos.
Sebastian se puso serio y no respondió, se dio media vuelta dándoles la espalda, guardó el calcetín con el celular en el fondo del casillero, y luego cerró la puerta de su casillero.
Se volvió para salir del dormitorio, pero el trío de idiotas estaba a menos de metro y medio de distancia de él, sobresaltándolo porque ni siquiera había escuchado sus pasos acercarse.
—¿Qué tenías ahí? —preguntó Mario con prepotencia.
—¿Qué te importa? —respondió Sebastian, sintiendo una breve ráfaga de euforia.
“No son más que tres pobres idiotas que hablan mucho pero no hacen nada. Perro que ladra no muerde”, se decía Sebastian en su mente.
—Esas no son formas de responder —le dijo Julio acercándose, y Sebastian aprovechó la oportunidad para evadir el contacto físico y pasó por su lado, derecho hacia la puerta—, ¿o acaso quieres terminar como la Simona?
El corazón se le detuvo a Sebastian. Las palabras de Julio indicaban que la ausencia de Simón se debía a que le habían hecho algo. La rabia se apoderó de sus impulsos, y se acercó rápidamente para enfrentar a Julio.
—¿Qué le hiciste a Simón? —le preguntó, quedando a escasos centímetros del rostro de Julio.
Los tres matones soltaron una risa burlesca.
—¿Qué crees que le hicimos? —le preguntó con sorna Luis.
—Es interesante igual lo vulnerable que queda la gente cuando se les va su guardaespaldas —comentó Mario con sarcasmo.
—Cuando los maricones se quedan sin defensores, es súper fácil sacarles la chucha, a tal nivel que son físicamente incapaces de decir qué pasó realmente —añadió Julio.
Sebastian se imaginó a Simón internado en un hospital, completamente desfigurado, imposibilitado de hablar.
El corazón se le aceleró tanto que pensó que los matones lo escucharían desde la distancia en que estaban. Su cuerpo temblaba de terror, y quedó completamente paralizado, incapaz de responder, o de siquiera aventar un golpe a alguno de los abusadores.
—Así que ten harto cuidado, princesa —continuó Julio, dándole una palmada agresiva en el trasero a Sebastian, que se mantenía inmóvil—, porque en cualquier momento te toca a ti.
Sebastian se mantuvo dándole la espalda a la puerta, escuchó cómo la abrían para salir, y el murmullo de las voces lejanas de los demás soldados entró de forma casi inmediata.
Bajó la cabeza, y miró sus manos que estaban empuñadas y le ardían. Las levantó tembloroso, mientras lágrimas de impotencia y miedo caían por su rostro. Abrió los puños y las palmas las tenía bañadas en sangre. Había presionado con tanta fuerza que se había herido con sus propias uñas.
Se dio media vuelta para mirar hacia la puerta, para comprobar que Julio, Luis y Mario ya se habían ido: efectivamente se habían marchado, y él se encontraba completamente solo.
Tumblr media
36 notes · View notes
nekoannie-chan · 1 year
Text
¿Qué pasó?
Tumblr media
Pareja: Michael Morbius y lectora.
Palabras: 542 palabras.
Sinopsis: Descubriste que has estado muerta por un mes, únicamente porque has estado en confinamiento en la casa de tu mejor amigo. ¿Él te mató?
Advertencias: La lectora está muerto, vampirismo, mención de sangre.
N/A:  Esta es mi entrada para Summary Challenge con la sinopsis #11.
        Si te gusto por favor vota, comenta y rebloguea.
No doy ningún permiso para que mis fics sean publicados en otra plataforma o idioma (yo traduzco mi propio trabajo) o el uso de mis gráficos (mis separadores de texto también están incluidos), los cuales hice exclusivamente para mis fics, por favor respeta mi trabajo y no lo robes. Aquí en la plataforma hay personas que hacen separadores de texto para que cualquiera los pueda usar, los míos no son públicos, por favor busca los de dichas personas. La única excepción serían los regalos que he hecho ya que ahora pertenecen a alguien más. Si encuentras alguno de mis trabajos en una plataforma diferente y no es alguna de mis cuentas, por favor avísame. Los reblogs y comentarios están bien.
DISCLAIMER: Los personajes de Marvel no me pertenecen (desafortunadamente), exceptuando por los personajes originales y la historia.
Anótate en mi taglist aquí.
Otros lugares donde publico: Ao3, Wattpad, ffnet, TikTok, Instagram, Twitter.
También lo puedes leer en Ao3 y Wattpad.
Tags: @sinceimetyou​ @black23​ @unnuevosoltransformalarealidad​ @azulatodoryuga​
Tumblr media
Te levantaste aturdida, ¿cómo habías llegado al sofá? Recordabas haber estado durmiendo en la cama, alguien tocó la puerta… ¿Quién había sido?
De ahí no podías recordar nada, todo era borroso, pero tampoco sabía que debías de hacer, ¿qué hacías cada día?
¿Cuál era tu rutina? No podías recordar nada de eso, ¿acaso tuviste un accidente? ¿Te habías golpeado la cabeza?
Tal vez deberías de ir a un médico, cuando tocaste la perilla de la puerta fue como si te diera una descarga, a los pocos segundos la puerta se abrió y Michael entró, notaste que él se veía pálido, más de lo normal.
—Hola —lo saludaste, él te sonrió—. No… no recordaba que fueras a venir.
—Te mandé un mensaje de texto, quizás no lo viste porque no me contestaste.
—Sabes tuve un sueño rarísimo —comentaste.
—¿Cuál? —Michael preguntó, intentando ocultar su nerviosismo evidente.
—¿Estás bien?
—Si, solo algo cansado, ya sabes, lo de siempre.
—¿Te has tomado todos tus medicamentos?
—Claro, pero dime, ¿qué te pasó?
—No recuerdo como llegué al sofá.
—Tal vez caminaste dormida.
Extrañas cosas siguieron pasando durante las siguientes semanas, situaciones raras, era como si no pudieses salir de su departamento, de igual manera notabas algunos cambios en Michael.
Aunque le preguntaras lo que le pasaba, él evitaba el tema, incluso a veces podías notar culpa en su mirada, necesitabas también averiguar qué era lo que le pasaba a tu mejor amigo, lo conocías muy bien, desde que eran adolescentes.
En una de las ocasiones viste el calendario, había pasado un mes desde la primera vez que algo extraño había ocurrido, pero esta vez algo diferente pasó, ibas entrando a su recámara cuando te pareció ver un rastro de sangre; sin embargo, cuando te acercaste no había nada.
Luego viste el reloj, en un par de minutos Michael llegaría, también te parecía extraño que no recordaras donde era tu propia casa, estabas segura de que no vivías con él, realmente había muchos cambios en él, por lo que era momento de confrontarlo.
Esperaste el momento adecuado después de que él llegara, esta vez no había escapatoria.
—Michael, necesito saber la verdad, no pienso detenerme hasta que me digas que está pasando —dijiste.
No obstante, él tuvo una reacción que no esperabas, comenzó a llorar y a pedirte perdón, lo miraste sin comprender, ¿por qué se había puesto así?
—Lo siento, no era mi intención, yo no quería, no estoy muy seguro de lo que pasó.
—¿De qué hablas? No estoy entendiendo nada —pusiste tu mano sobre su hombro.
—Te he estado mintiendo, probé mi experimento en mí y… una de esas noches en las que tuve uno de los cambios, no tenía sangre artificial e… iba a salir a cazar y tú llegaste, intenté ocultarme para que no corrieras peligro… pero no me pude controlar… lo siento…
Él te había matado sin querer, aún no controlaba su parte vampírica y te habías convertido en una de las víctimas y ahora estabas atrapada en su departamento y él tenía una culpa que no se podría quitar, ya que no había forma de remediar lo ocurrido.
14 notes · View notes
entropic-mind · 6 months
Text
Todo son palabras y sistemas, vectores e inferencias. El amor se ha vuelto ajedrez y yo siempre sufrí en las matemáticas. pasa el tiempo cuando me llamas, me pides, y según me imploraste. Adoraba la simpleza, pero la simpleza compleja de amar un te amo, agradecer a las flores y al campo imaginario. Total, quien dijo que no vendría a ser algún día ¿. aceleraste, no necesitaba esto, en la falta de admisión de tu aburrimiento fui presa del problema, pero la sed fue de ambos, carajo los dos seguimos juntos como una bala en el espacio. Es sufrido, yo volteo a ver y, te acuerdas del 2024 ¿o cuando decías que te ibas a morir. Estaba dispuesto a que mueras. Y sabía que mi dejadez habría curado el amor con años, yo sabía que el momento nacería con calma como la vida misma. ¡Y esto en cambio es un tren, eres tan distinta! Mientras yo estoy mintiendo y soy el sueño de mis catorce años, fantasía por la que habría llorado al ver llegar a su largo tiempo, como las cosas imposibles que suceden, lentamente.
2 notes · View notes
t4dlat · 1 year
Text
#INTERVENCIÓN 11:                 𝘂𝗻 𝗮𝗺𝗶𝗴𝗼 𝗱𝗲 𝗼𝗿𝗼    
Tumblr media
 ↳ @lacupulaint​ 
hundido en la silla, su atención pasea por los distintos cuadros colgados en la sala. con el pulgar derecho rasca dorso de dedo anular, impaciente, hay cierto resguardo en el recordatorio de que no es el único sometido a un análisis psicológico. pasar desapercibido y concluir rápidamente con el intercambio, imagina, no puede ser un objetivo difícil de cumplir. 
...
— ¿cómo te sientes en este momento?
— eh. bien, normal —sostiene la mirada por tres segundos, suficientes para comprender que  respuesta no alcanza para convencer a la persona del otro lado. se reincorpora y relame apenas sus labios, disponiéndose a llenar los silencios:—. un poco hambriento, en realidad. no sabía que me llamarían hoy, así que estaba justo por ir a almorzar.  
— es un poco tarde. —la sonrisa del otro lado le hace pensar que lo está haciendo bien, que falacia contribuye a su causa.
— ah, sí. soy estudiante de artes, tenemos horarios distintos al resto de los mortales. —en especial por su dispersión e irresponsabilidad académica. sus labios se surcan también, mas mirada lo traiciona y viaja hasta el reloj de pared. la terapeuta parece no pasar por alto aquél detalle, y hace unas anotaciones en su libreta. 
— entiendo, pero es importante que nos hagamos un espacio para conversar. sobre ti, sobre lo que quieras contarme, sobre los últimos acontecimientos ocurridos en alabaster...
— ¿sobre lo de anastasia? —había escuchado que las entrevistas sondeaban aquél incidente, por lo que no espera una contestación para continuar hablando:— porque yo no la conocía —hay mentira y verdad en su respuesta. no recuerda más de un intercambio con ella, y aunque tuvo palabras que no fueron intrascendentes para él, no afirmaría que la pérdida haya sido un golpe particular hacia él—, tampoco a jack, ni jean... por eso no le veo mucho sentido a todo esto. —su espalda vuelve a caer contra el respaldo, lo rodean aires de desgano.
— no necesariamente debemos hablar sobre ellos, estoy aquí para ayudarte.
su mirada vuelve a viajar hacia el reloj de pared, en un movimiento tan fugaz como inconsciente.
— ¿podrías nombrar una o más emociones recurrentes en las últimas semanas?
separa los labios para contestar, pero le toma unos segundos identificar una respuesta. lleva la vista hacia los cuadros, uno de tonos azules y verdes es el que le otorga refugio. él habría usado tonos grises en este momento, en eso piensa:— no sé, cansancio. me anoté a cuatro asignaturas. —dos que ya había cursado.
— ¿tienes apoyos dentro de alabaster? —un asentimiento lento contesta la pregunta, y ante las nulas intenciones que el estudiante exhibe a la hora de añadir más palabras, linda wallace lo alienta a hablar:— ¿podrías nombrarlos?
la observa y uno de sus hombros se alza al instante, gracia invade de pronto:— tengo amigos, si es lo que quieres saber. hay muchas personas a las que podría recurrir si algo sucediera. 
— y eso... ¿con qué tanta frecuencia sucede? 
hay dos segundos de letargo, los finaliza trasladando su mirada a la pared y luego al reloj que parece moverse en cámara lenta:— no sé. repito, si necesitara hablar con alguien, tendría a quién acudir. —que vuelva a escribir intensifica su impaciencia. no cree estar mintiendo, no se trata de que considere que las personas a su alrededor no estarían dispuestas a dar una mano — — y sin embargo, no logra dar con un nombre al que haya pensado en dirigirse cuando, por ejemplo, el regreso a su hogar lo sobrepasó anímicamente. atribuye ese hábito a la (falta de) costumbre.
— ¿sientes que te cuesta confiar en los demás?
inhala aire con profundidad. la impaciencia causó que intensifique el rasguño en falange derecha al punto de que se provoca una herida pequeña, la cual esconde guardando las manos en las mangas de su buzo. sus movimientos no lucen como mucho más que un desperezamiento:— no, para nada.
la terapeuta hace algunas anotaciones, tensando sus labios en una fina línea antes de volver a mirarle. por un momento, el menor piensa que la entrevista está a punto de terminar, sin embargo, lo sorprende una nueva pregunta:— ¿te preocupa algo en este momento?
interrogante llega tan de imprevisto que provoca un instante de duda. taddeo se pregunta, apenas por ese momento en el que se sostienen la mirada, si la terapeuta está capacitada para lidiar con una respuesta genuina. si se quedaría callada de saber que no logra dar con un norte, y que jugar a que esa incertidumbre no existe a veces acaba con todas sus energías — — que el futuro le aterra, motivo por el cual sabotea cada cimiento en su presente, que ya no ahoga su consciencia para olvidar preguntas sin respuesta, ahora le gusta el estado al que se empeña en regresar ( al menos, disfruta el durante, porque el paso del tiempo no supo mejorar la sensación de auto-rechazo que nunca falta por la madrugada ). se pregunta qué diría si hablara, si tendría una receta para no extrañarse a sí mismo, para regresar el tiempo a la persona que era antes de que las leyes universales desencadenen una secuencia de malas decisiones que cayeron, una tras otra, como piezas de dominó, o quizás si sabría volver al momento posterior para lidiar con sí mismo de otra forma, sin conocer los beneficios de no verbalizar sus malestares, quizás si no habría experimentado lo sencillo que era avanzar sin dar entidad a que él también padecía el quiebre en seno familiar no habría confundido resiliencia con sanar, tal vez habría sido el momento ideal para permitir esos aires infantiles que, paradójicamente y en banales situaciones de su día a día, no tiene problemas para enseñar. vuelve a mirar el cuadro en la pared, y piensa en que ya sabe todas las respuestas que pueden darle. y tal como en el pasado, no desea escucharlas de alguien más. llena sus pulmones de aire y lo suelta un instante después, hastiado. hace una mueca de labios, y acaba sonriendo cuando una ocurrencia surge en su mente:— ahora mismo... no encontrar en la cafetería ningún muffin de los que me gustan. esos de... chips de chocolate, ¿sabes a cuáles me refiero? — — perdón... intento concentrarme, en verdad, pero es que se está haciendo un poco tarde y no hay mucho más que tenga para compartir.
11 notes · View notes
Text
Cartas de un infiel 1
El motivo de esta sesión es educativa. Es enseñar lo que ocurre en la mente de una persona infiel, es para comprender la psicología detrás. Para sosegar la ansiedad de los preocupados porque al final, nada de eso importa.
No era que no te amara, claro que te amaba. Al terminar y salir de ahí estaba pensando en que tenía que ir a verte. Sequé mi cabello, el sexo había sido malo... Pero el olor del jabón y la adrenalina al salir de ese edificio fue muy satisfactorio como la de otras veces. Entonces caminé con la otra persona, es gracioso porque cree que puede jugar el rol de novios cuando no lo es, cómo odio que me den besos apasionados en público. Aparté sus manos de mi. Cuadras antes de llegar a tu casa, ya no olía a otra colonia, tenía un cambio de ropa limpia, mis piernas dolían un poco y notaste un poco de voz baja cuando me hablaste, me abrazarte y por mi cabeza pasó... He sido descubierto pero no, luego sonreiste y sabía que todo estaba bien. Una parte de mí ya no queria seguir mintiendo pero otra parte, una pequeña parte exigía sentirme más deseado. Sin embargo, siempre viene el retroceso, el sentirme mal y tener un poco de remordimiento... Pero ¿Qué más daba? Estaba acostado disfrutando de tu perfume, te tenía y no quería irme, quería acostarme en ti y creer que podía detener cuando yo quisiera.
Tumblr media
7 notes · View notes
Text
Tumblr media
Mi marido mentía acerca de todo.
Dinero, reuniones, amantes,
el lugar de nacimiento de sus padres,
la tienda donde compraba las camisas, la ortografía de su apellido.
Mentía cuando no era necesario.
Mentía cuando ni siquiera era conveniente.
Mentía cuando sabía que sabían que estaba mintiendo.
Mentía cuando mentir rompía sus corazones.
Mi corazón. El corazón de ella. A veces me pregunto qué pasó con con ella.
La primera.
Hay algo de filo nuevo y ardiente en la primera infidelidad conyugal.
Taxis para arriba y para abajo.
Lágrimas.
Grietas en la pared que recibe el golpe.
Luces encendidas hasta altas horas de la noche.
No puedo vivir sin ella.
Ella, la palabra que estalla.
Luces todavía encendidas de mañana.
Anne Carson, La belleza del marido. Traducción de Ana Becciu.
Anne Carson (Toronto, 21 de junio de 1950) es una poeta canadiense en lengua inglesa, ensayista, traductora y profesora de literatura clásica y comparada en la Universidad de Míchigan. Considerada por la crítica literaria como la poeta viva más importante de las letras anglosajonas. En 2020 fue galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Letras
4 notes · View notes
soniianikool · 11 months
Text
Misty había terminado con los retadores , así que decidió nadar un poco pero al entrar a su casa sus hermanas le dieron una increíble y disgustada noticia.
— Misty cariño necesitamos hablar — dijo Daysi mientras la sentaba en el sofá chico.
— de que trata y sin rodeos.
— nosotras tenemos una maldición lo cual nosotras ya pasamos por eso hace 5 años ahora te toca a ti — dijo la peliazul
— la maldición es que si no encontramos a alguien que nos ame de verdad y nosotros a él podríamos correr el riesgo de desaparecer como la espuma en el mar.
— es en serio? Creen que me tragare eso?
— no estamos mintiendo Misty , dentro de tres días empezarás a sentirte mal o débil ya lo veras.
Misty nomás se rió , se levantó y se fue a su habitación a cambiarse para nadar un poco en la piscina.
Estuvo pensativa, la verdad cuando le dijeron esta vez no tenían ni una pizca de burla ni nada, tenían pura seriedad, así que salió de la piscina, se enreda una toalla y regresa a la casa.
— Daysi , cuánto tiempo tengo.
— no se sabe hermanita, solo tienes que tener prisa.
Misty suspira lentamente y se va a su habitación y se dejó caer en la cama, la verdad siempre quiso a Ash más no estaba segura de amarlo, tampoco tuvo intención de buscarlo.
Pasaron los tres días y Misty había perdido fuerza y un poco de habilidad, ese día Gary fue y la invitó a un crucero junto con Tracey , en ese crucero iba a ir Ash y Serena, según le dijo Tracey, ella acepto gustosa al saber que su amor infantil iría también.
Por otra parte Daysi no se negó ya que ella quería y pensaba, o más bien veía que sería la gran oportunidad de amar y ser amada para que se salvara, al día siguiente empacó poca ropa y trajes de baño y salió afuera de su casa donde Gary la esperaba junto con Tracey y Daysi ya que ella también fue invitada.
Subieron al barco y a Misty se le iluminó la cara al ver a Ash pero no sé sabía si era por gusto de ver a su amigo después de años o no sabía ni que, pero eso no evito el querer correr a abrazarlo dejando a Serena un poco molesta.
Daysi y Tracey se fueron a su habitación , Misty al suyo y Gary igual, después la pelirroja salió en traje de baño y seguido de ella Gary, el chico se sentó junto a Ash y Misty empezó a ponerse bronceador.
Ambos chicos se quedaron totalmente embobados al ver la hermosa figura de la pelirroja, desde su hermoso rostro hasta sus bien torneadas piernas.
— no lo había notado pero Misty es hermosa — dijo Ash sin dejar de mirarla.
— tienes razón Ash , es hermosa sin duda — dijo Gary bastante sonrojado y nervioso.
Misty se quedó sentada con los pies dentro de la piscina del barco, seguia tan pensativa que no se percató de que dos chicos atractivos la miraban.
Pasando los días , Misty y Serena se hicieron amigas , aunque Serena estaba un poco celosa de la pelirroja. Misty no acostumbraba a tomar mucho sin embargo un día lo hizo , junto a Gary y Ash Misty tomo champagne y se puso un poco ebria( bueno mucho) y serena se fue temprano a su habitación.
Se tiró al piso y Gary se tiró junto a ella y se la recargo hacia el y la acomodo en su hombro, Ash por instinto de celos se fue hacia ellos y agarró a Gary del cuello de la camisa sin importarle que Misty cayera al piso pero seguía adormilada.
Gary con ese acto se molestó y se soltó del agarre de Ash y se acercó hacia la pelirroja y la levantó cargándola tipo princesa y ella se aferró al cuello de el. Antes de que retirará del bar Ash lo detuvo.
— la quiero Gary.
— yo también la quiero Ash no sé si igual, menos o más que tú pero la quiero.
Fue lo único que dijo y se retiró con Misty a su habitación, como la habitación de la pelirroja tenía clave. Gary la llevo al suyo  acostandola en su cama y el en el sillón.
Al día siguiente ambos rivales se quedaron de ver un poco retirados de los demás, empezaron a hablar bien, luego discutieron.
— tu te fuiste a ganar las ligas pokemón! Te olvidaste de ella y ni la llamabas, ahora que se unió a mi te aferras a estar con ella Ketchum, nunca aceptas  perder lo más valioso verdad!
— no aceptare el perderla, me gusta desde los diez años y llevo más tiempo en conocerla que tú! Así que no te hagas el importante Oak!
— y tu te crees importante? Sabes lo que le gusta y disgusta, su color , comida, bebida y postre favorito? Su mayor temor y alegría? Has estado con ella cuando un retador le vence? Ni siquieras conoces la palabra querer !
— solo te diré una cosa, tu sabes quién estuvo en su corazón desde siempre ? Y tal vez siga ahí, como dicen el primer amor nunca se olvida — esto último lo dijo con una cara de burla hacia Gary haciéndolo bajar la mirada pensativo y triste.
Misty cada vez se sentía más débil , Daysi lloraba y se armó de valor y junto a Ash y a Gary para decirles lo que le sucedía.
— chicos no es por nada, y no es por obligarlos o presionarlos pero mi hermana menor desaparecerá en muy poco tiempo, tal vez cuestión de horas.
— a qué te refieres Daysi! — dijeron los dos exaltados y preocupados.
— sii , si ella no encuentra a alguien que la ame de verdad y ella a él desaparecerá pero sin antes caer inconsciente y poco a poco desaparecerá como si la borrarán del mundo.
— no te preocupes Daysi— dijo Ash un poco alegre — yo solucionare eso!
— tu la amas de verdad Ash? Pero ella te debe amar a ti también.
— estoy seguro de que si! Ya lo veras!.
Ash corrio hacia donde estaba Misty y la vio sentada en el piso mirando el atardecer, se agachó para quedar como ella y la beso desesperadamente y ella sorprendida trato de corresponder, pero se le dificultaba mover los labios al ritmo del maestro pokemón.
Al separarse ella sonrio y le dijo " te quiero mi mejor amigo" y cayó inconsciente al suelo dejando a Ash con un dolor en su pecho y terminar llorando.
Gary no lo soporto más y se dejó caer de rodillas ante el cuerpo inconsciente de Misty al verla brillar como un diamante para desaparecer, Daysi le hablo a Ash.
— ese amor no era genuino Ash.
— si lo era — dijo sin dejar de llorar.
— pero ella no te correspondió a ti, no te amaba.
— lo se me dijo mejor amigo.
— aún no desaparece chicos! Tal vez aún haya oportunidad de salvarla — dijo Tracey mirando con dolor el cuerpo de su amiga-cuñada.
— aunque me duela, Gary .... Besala.
— de verdad?
— hazlo , eres su única esperanza.
Gary se acercó más al cuerpo de Misty, levantó un poco su cabeza y la beso dulcemente y con tranquilidad, poco a poco el brillo que tenía Misty en su cuerpo fue desapareciendo conforme duraba el beso y Misty despertó lentamente.
— Gary?
— Misty! Me alegra que sigas aquí con nosotros!
— lo supe desde un principio , eras tú! A ti te amo de verdad y por lo que veo tu a mi también! —dijo Misty feliz y  Gary la volvió a besar con un poco más de intensidad.
— para ser sincero yo también crei que era Gary el que la salvaría, lo supe desde que Daysi me contó lo que le sucedería a Misty, por eso sugerí el crucero para que si no llegara a funcionar al menos Misty se iría pacíficamente, aunque me hubiera dolido el alma que desaparecieras — dijo Tracey con una sonrisa y una lágrima de felicidad rodo por su mejilla derecha.
Ash miraba la conmovedora escena un poco triste pero a la vez feliz por su mejor amiga, se creyó perdido en el amor pero Serena llegó y tomo su hombro sonriéndole y fue cuando vio que tenía una pizca de esperanza si se daba la oportunidad con ella.
Esa misma noche, Misty abandonó su habitación para irse a la de su ahora " novio" dónde pasarán su primera noche juntos.....
2 notes · View notes
dreadreadrea · 1 year
Text
Tortitas sin descuento
El último viernes tuve un día productivo en la facultad, cosa que últimamente no pasa. Pero había cosas que hacer y me obligue a hacerlas, bueno, Lucia Catacaldos también me obligo un poquito. Era un viernes que me hacia especial ilusión, para que mentir, por eso intente desanimarme mentalmente. Puede sonar fatal, pero hacedme caso, cada vez que me ilusiono tengo que empezar a pensar en negativo, porque mi vida suele tirar por el lado contrario. Tampoco es que pueda decir que mi vida es una completa mierda, porque entonces estaría mintiendo, la verdad. Solo que me estoy empezando a conocer ahora, y he descubierto que suelo dividirme en dos ante eventos especiales en mi vida. El lado positivo y el lado negativo, y me suelo constituir por el positivo, así pasa que luego la vida hace lo que hace y puedo sentir la parte negativa partirse el culo a mi propia costa. Tampoco es que sea un drama, a ver…solo que jode bastante, la verdad. Además, últimamente, mis corazones han acertado, las corazonadas mayormente negativas, así que suelo hacer caso nulo a los consejos de mis amigas, eso sí, siempre con una sonrisa y un corazón al final de los mensajes.
Pude sentir el eco de risa diabólica dentro de mi nada más ver la gente reunida en el Rugby, mi lado negativo había vuelto a ganar y se divertía…también pudo ser la Catacaldos, que fue también testigo de los integrantes de la mesa y sabía que me dejaba sola ante la adversidad, ella tenía que irse a celebrar un cumpleaños. Podría haberle pedido ir con ella, a ver a sus amigos pijos que me caen demasiado bien, pero ese viernes estaba abierto a muchas posibilidades, estaba obligada a traer a Michelle, que está en su fase sociable y la pobre se aburre en turismo (también te digo que normal) y Estefanía tenía intenciones de apuntarse. Además, también cavia la posibilidad de ver a Lucas, pero eso es otra historia y ese viernes al final no lo vi. El panorama que vi nada más acercarme era una mierda, estaba Sarapia…con Meri…y tres chavales más, dos de ellos que conocía, el tercero era nuevo. En otro contexto, no me importa conocer chicos, pero cuando están alrededor de Sarapia, sé que va a ir mal. Porque eso significaba que eran heterosexuales básicos que mojaban los calzoncillos por la primera chica guapa que le pidiese hora.
Sarapia tiene una especie de aura de líder y ella siempre da prioridad a las personas cuyo pito puedan ser placenteramente introducidos en un chocho (entiéndase que lo de placenteramente se refiere al placer masculino).
Ninguno movió el culo para dejarme sitio, bueno, el desconocido si, el desconocido era muy mono…los otros dos imbéciles, que me conocían, no movieron el dedo. Los heteros son una mierda en ese sentido, como no tienen intenciones de meterte el pito pues no son capaces de hacerte el más pequeños de los favores. Al otro lado de la mesa había gente que sí me gustaba, Gema (que ese día tenía la voz muy graciosa porque está constipada), Sara Pardo, Marta Pómulos Redonditos, y Edu, sí, he decidido añadir a Edu al grupo de gente que me cae bien, porque ahora estamos los dos igual de desmotivados con la carrera, le hecha cara a las cosas y me levanta en el aire como si fuese una niña pequeña o una chica delgada, y lo echaba de menos. Paniqueé un rato, necesitaba a más gente, a mis chicos heterosexuales de confianza, pero ninguno estaba allí y la mesa era una constante de retroalimentación entre Sarapia y Meri haciéndose las mejores amigas que iban de chico en chico. Que no me parece mal que estén siempre con chicos, si ellas tienen ese mal gusto allá ellas. No, lo que molesta es que para ella no existen las amistades mixtas, y cada interacción que tienen con un chaval hetero parece una señal clara de querer practicar el coito. Y llega a un punto de vergüenza ajena cuando las ves hablar de gente totalmente normal que días antes también ha interactuado un mínimo contigo, y te das cuenta de que ambas pelean por llamar la atención de una mesa donde los únicos capaces de sorprenderse por esa información eran esos chavales, que por cierto, de fiesta son un coñazo, unos siesos que lo flipas. Entonces sufri al pensar que iba a comer con una charla tan coñazo y vergonzosa que pensé que se había quedado en los patios de la ESO. Menos mal que me aviso Michelle para que la recogiese, y menos mal que Marta me acompañó. No quedamos títere con cabeza en el camino, hicimos un amplio análisis psicológico entre las larguísimas esperas para los semáforos. Al llevar a Michelle los chavales se habían ido, había poca cola y Candela (mi preciosa niña Candela) había venido con Chamo, uno de mis heterosexuales de confianza. Me pedí la hamburguesa clásica y decidí ese día que nunca más me pediría otra cosa, ignorando la opinión (opinión de mierda…) de Marta. Estaba buenísima, cojones… Comer solo comimos Chamo y yo, aunque el devoró la suya en lo que yo le daba los primeros sorbitos a mi bebida. Se quedó con hambre, pero no era mi culpa, yo estaba con mi comida. También le pague a Marta su bocadillo, y un tinto de verano, porque le debía dinero, pero creo que ahora es ella quien me debe a mi dinero… Al rato vino Fani, y aunque temí un poco su visita, tuvo un buen día. Supe que estaba a gusto por tres cosas: había salido de la universidad y había decidido quedarse a socializar un poco, porque los de su clase de diseño son super siesos, son como los de bellas artes, pero empollones; sabía que volvería en metro en compañía por muy tarde que volviésemos a casa; estaba Chamo. Si le preguntas, negara de forma exagerada que no le gusta Chamo, pero sé que no le importaría si Chamo se levantase de su silla, morros llenos de hamburguesa, y la cogiese en brazos y le plantase un beso intenso en los labios. Pero nunca lo admitiría. Yo lo sé porque muestra demasiado interés cada vez que tengo un mínimo roce con él. Que si he estado con Chamo este finde, que persona le gusta a Chamo, como es la casa de Chamos, como conocí a Chamo (esa historia esta guay, pero es otro tema), que, si Chamo se acordaba de ella, si porque no me lio con Chamo…Aunque parece que todos quieren que me lie con Chamo, siempre gente que no le conoce en persona, incluido mis padres. Hombre, no me han dicho eso en concreto, pero cada vez que le menciono (porque los planes los suele mover el) me dicen que parece majo, o que se le ve muy lindo en las fotos. Tampoco les culpo, Chamo es un chaval especial, se merece una buena descripción, pero ahora seré breve: ojalá fuese mi marido, pero se ve que no estamos destinados. Me volvería más insegura de lo normal con él, no por él, sino por mí. Es demasiado puro, demasiado tierno, y me ve como una figura autoritaria del humor, así que me suele mirar cada vez que hace un chiste, y suelo reírme, porque yo me rio mucho, pero más se ríe el conmigo. Le adoro, la verdad, me ha dado total derecho a meterme con él y lo aprovecho queda demasiado. Eso sí, me ponen de celestina con él, y solo Marta ha sido capaz de decir que le parece muy feo “¿Y qué pasa si a ti te gusta Chamo? En eso no piensan” dijo un día. Me emocione un poco, era la única que lo había visto así, porque, aunque no me gustase, a ninguna le hacía gracia que me gustase y me metían en medio de sus dramas…Además, a mí se me da fatal ser celestina, porque tengo información, pero la gente no se pone de acuerdo y después me la lían. El caso, es que el viernes vi a Estefanía sonriendo sin parar cada vez que hablaba con Chamo y me hizo más gracia que otra cosa. Se animo a jugar al voleibol y todo, con calcetines en la arena mojada…Encima ella y Michelle se pusieron a poner papel, no por dentro de los calcetines, sino por fuera…a veces me planteo si acaso seré yo la persona más lista del mundo porque me niego a creer que la gente sea tan tonta a veces…Estuvo jugando con los bohemios, aquellos que supuestamente no aguantaba. Aquella tarde me volvió a hacer la luz de gas diaria, cuando me metí con ella por jugar con los bohemios me dijo “tía, yo nunca te he dicho que me cayesen mal, solo que no me llevo con ellos”, esa misma mañana me dijo que una de ellas le parecía “anti morbo total” y me hizo jurar que no se lo diría a nadie, asique para ella aquello era un insulto supremo, pero bueno, eso es otro tema. Nos fuimos a por torturas, el mejor momento de la tarde, el esperado. Aunque tuvimos bajas, Gema, Sara Pardo y Edu tiraron milla, afortunadamente, Sarapia y Meri también. Otra cosa que me da rabia es que Sarapia quiere estar siempre en todos los grupos y luego no hace ni el huevo por nadie. Siempre ve el salir de fiesta un plan más agradable que el estar en compañía de gente a la que supuestamente adora. Y lo que realmente quiere es buscar a un tío, para decir al día siguiente que “se ha comido a dos tíos” o mierdas así mientras que a mí lo único que me preocupa es ver al hombre de la voz bonita de las taquillas, hermana, cállate…Creo que intenta evitar sus verdaderos problemas a base de crearse otros nuevos, problemas donde realmente si tiene algo de control y si se le va de las manos solo tiene que bloquear o eliminar el chat, problemas de hombres blancos heterosexuales, como los suelo llamar yo. Lo peor de todo lo que hace Sarapia es que es una notas, ósea, que te tiene que arrastrar a todas partes, luego es la primera en ignorarte cuando necesitas algo de ayuda, y hace de gurú moral cuando ayer pidió el Instagram de un chaval aleatorio cuando tiene detrás a un chaval con el que se está liando y que se ve que la respeta un mínimo. Pobre chaval, a Candela le ha pasado lo mismo y ha cortado con él, que es lo que hay que hacer, de lo contrario le estaría utilizando. Y es que la Sarapia luego es una cabrona con el tema de amigas y chicos, pero ese es otro tema. En el Vips nos pedimos las tortitas por un descuento que no terminamos usando y estaban demasiado deliciosas. Fuimos a Moncloa andando, idea de alguien que sorprendentemente no era Chamo. En el camino hable con Marta, que me contó que Lucas tuvo una mala novia hace poco así que a lo mejor le viene bien eso de que quiera pasar mi vida entera a su lado (nótese la exageración por favor…) y luego se le olvido toda nuestra charla en la merienda, es tonta la pobre… Mi momento favorito fue aquel donde decidí hacer una foto al grupo. Y es que me encantaba nuestro escenario, en una mesa enorme y redonde, me había tocado la parte del sofá, era todo rojo oscurito, con luces de navidad y Moncloa en un viernes, gente que me caía bien charlando en una conversación común y necesitaba restregarlo por Instagram. Así que, como ya he quedado establecida como “Tita Andrea” en el grupo pues cumplí con mi role e hice unas fotos horribles. Subí dos, una que eligió Chamo porque no se veía tan mal, y otra que subí yo porque salía yo y encima salía guapa. Solo Michelle las resubió, mi niña, como la quiero. Los demás me regañaron. Les conté lo de Lucas, desde el principio, porque Estefanía no lo sabía, y le dije que no se lo había contado a casi nadie (cosa que Chamo casi estropea porque va y suelta “pero eso ya nos lo constaste, ¿no?” NO, CHAMO, NO, CALLATE), y les conté información nueva. Todos me dijeron que seguramente le guste de vuelta, y Marta iba a dar su opinión, pero decidió quedarse callada, prefiriendo no ilusionarme, pero si me dijo que movería hilos, que le diese tiempo. Siempre me pasa, que me pasan cosas interesantes los viernes y me paso el fin de semana inquieta para que terminen ocurriendo cosas un jueves. Y luego me vuelvo la persona menos productiva del mundo… Michelle también nos habló de su enamoramiento con uno de su clase. Lo suyo era más gracioso, porque el chico este le presento a un amigo, y este amigo está detrás de ella, y ella educadamente pasa de él. El chaval que sí que le gusta si muestra interés, da algunas señales de al menos querer ser amigo suyo, y llegó incluso a preguntarle aquella tarde que, si estaba por la zona, a lo que ella contesto que si Y LA DEJÓ EN VISTO. En fin, yo le dije a mi niña que eso es que lo habría abierto sin querer y se le había pasado contestar. Que rabia, con lo mona que es Michelle…tan lista. No académicamente lista como Estefanía, no, lista de que las pilla todas al vuelo. Esta siempre aprendiendo algo por su cuenta, no me deja vacilarla porque sabe perfectamente por donde voy a tirar, pero me gusta porque se ríe igualmente y nunca me ha hecho sentir mal en la vida. Le da la importancia perfecta a las cosas y cuando suspendí el examen de la RESAD me llamo por teléfono, ofreciéndome dar un paseo para consolarme. O me escribió para saber si mi amiga Luna estaba bien aquel día que la obligue a salir de su zona de confort. Creo que son cosas que la gente con hermanos sabemos hacer, endurecernos la piel, saber lo que realmente importa y donde están realmente los límites, (Fani no tiene hermanos, por cierto) y creo que por eso nos llevamos tan bien, porque tenemos dinámica de hermanas con poca diferencia de edad, que es una dinámica diferente a las hermanas con diferencia de edad, hacedme caso… Estuvimos mínimo dos horas sentadas, al irse Candela a su casa antes, pude sacar un tema que estaba deseando sacar. A Candela le gustaba Chamo, pero no iba a hacer nada porque estábamos todos en el mismo grupo de amigos y hacia muy poco, ya estuvo en la misma situación y acabo regular. Y Candela quería (y a la vez no quería) averiguar si el acercamiento que notó de parte de Chamo era porque le devolvía el sentimiento de la misma intensidad. Gema me había dicho que Chamo le había dicho que si, así que le pregunté a Chamo que, si iba actuar al respecto, nunca mencioné lo que Candela me había confesado. Resulto ser información falsa la información que me dio Gema. Chamo se encontraba borracho y solo había mencionado que Candela era tan guapa que se veía capaz de liarse con ella, no más. Mas tarde regañe a Gema por Instagram, pero en aquel momento agradecí haber mantenido mi bocaza callada toda la semana. Salimos del Vips y tuvimos la intención de entrar al Chapandaz, una gran pérdida de tiempo. Fuimos en fila, dejando que los de seguridad mirasen nuestras bolsas. Chamo tuvo que dejarse registrar a fondo, tenía una bola de vóley y una gran botella que en su momento había llevado agua. A mí me cotillearon mi ovillo de lana y se rieron de él. Me molesto bastante y me justifique con un “ha sido un día muy largo”, le hizo gracia al chaval, pero seguía algo molesta, y más molesta me quede cuando detrás de mi iba Jaime al que dijeron “con chándal no se pasa, lo siento”, asique, cargándonos un poco en los muertos de todos, volvimos a subir para arriba. Terminamos en el Taco Bell, un sitio infernal a mi parecer. Chamo fue capaz de pedirse un menú de diez pavos después de las tortitas, y encima se había comido los restos que no querían el resto de la mesa…Es de INEF, también os digo, lo quema todo solo con respirar. Lo único que nos quedaba hacer era criticar a los bohemios, pero hablamos más de los líos de esta gente antes que de ellos, y me entretuve en ir al baño cada vez que alguna me lo pedía (la gente siempre intentaba abrir una puerta claramente cerrada, en fin…) y en mirar a Fani, haciéndole preguntitas a Chamo con brillo en los ojos. También estuve un rato gorroneando patatas. Nos despedimos de Marta primero, y después nos despedimos de los Chamo y Jaime en el metro. El viaje en metro se constituyó de una charla donde volvía a quejarme de Sarapia y Meri, tema que a Estefanía nunca le cansaba, y Michelle escuchaba y se reía de mi desesperación en bajito. Les enseñe mejor quien era Lucas y casi me pasó mi parada. También nos pusimos a trastear con filtros de Instagram y me despedí de Fani apresuradamente. El camino de tres minutos a casa fue horrible, no me iba la música y me quedé sin escuchar mi canción de Lana del Rey del día. Terminé el día tres horas después, no recuerdo que estuve cotilleando en el móvil hasta tan tarde, seguramente edits de Ewan Michelle…
8 notes · View notes
eldiariodelarry · 2 years
Text
Clases de Seducción II, parte 12: Comunicación
Temporada 1
Temporada 2: Parte 1, Parte 2, Parte 3, Parte 4, Parte 5, Parte 6, Parte 7, Parte 8, Parte 9, Parte 10, Parte 11
Rubén se despertó pasado el mediodía. No había escuchado las veces que su padre había abierto la puerta de su habitación para asegurarse que estuviera bien, así como tampoco sintió la vibración de su celular al recibir los mensajes de texto que le había enviado Felipe.
Se levantó y salió de su habitación hacia el living de la casa, y se dio cuenta que su padre estaba en el patio, trabajando en algún nuevo arreglo para el Chevrolet Aska que tanto trabajo demandaba.
Sintió el impulso de salir al patio y pedirle a su padre que dejara de trabajar, que entrara a la casa y descansara el fin de semana completo, y que estuviera con él, apoyándolo emocionalmente. Sin embargo, no lo hizo. Se dirigió a la cocina, se sirvió un bowl de cereal de chocolate con leche fría, y se sentó a comer viendo la televisión en el living.
Tenía cierta angustia, después de lo ocurrido la noche anterior. Si bien, no había peleado con Felipe, sí se sentía un poco traicionado al verlo besando a Gabriela. Sabía que no tenía razón de ponerse celoso, después de todo, Felipe era completamente gay (por lo que él sabía), pero igualmente, un beso era un beso, y se sentía fatal por eso, así como se sentía mal por haber besado a Tomás días atrás.
El seguir dándole vueltas en la cabeza al hecho tampoco lo ayudaba mucho. Cada vez que lo recordaba, el beso de Felipe con Gabriela se volvía más y más fogoso, como una especie de juego del teléfono en su propia cabeza, donde el recuerdo se desvirtuaba hasta prácticamente creer haber visto a su pololo a punto de tener sexo con Gabriela.
Después de comer fue a su dormitorio y tomó su celular.
“Dónde estás?”, “Rubén, no te encuentro”, “Llegaste bien a tu casa?”.
Decían los primeros mensajes de Felipe, que se intercalaban con llamadas perdidas.
“Llegué bien, no te preocupes” escribió Rubén, y presionó el botón verde que decía “enviar”, sin embargo, a los segundos le llegó un mensaje de texto indicándole que no tenía saldo suficiente para enviar el mensaje.
No le importó.
Jorge, el padre de Rubén entró por la puerta de la cocina a la casa y vio a Rubén de pie en el marco de la puerta de su dormitorio, con el celular en la mano.
—Hasta que por fin despertó —exclamó con sarcasmo.
Rubén levantó la mirada, y esbozó una sonrisa a modo de saludo.
—¿Dormiste bien? —le preguntó su padre.
—Sí —mintió Rubén—. Creo que descansé bien.
—Te llamó el Pipe más temprano —le contó su padre.
—Ah, ¿si? —Rubén intentó disimular su sorpresa—, ¿qué quería?
—Quería saber si estabas bien —le contó su padre, mirándolo con suspicacia.
Rubén se puso nervioso. Intentó disimularlo, aunque sabía que no podía engañar a su padre.
—¿Estás bien, hijo? —le preguntó su padre directamente, con preocupación.
—Si, estoy bien —respondió Rubén de inmediato, con una sonrisa—. Es que anoche no me sentía bien, y por eso me vine temprano —de alguna forma, no estaba mintiendo, y sin saberlo, estaba confirmando la coartada de Felipe.
Jorge sonrió aliviado con la respuesta de Rubén.
—¿Quieres que te prepare algo?, ¿una limonada? —le ofreció su padre.
Rubén negó con la cabeza, sonriendo.
Cuando su padre volvió al patio a seguir trabajando, Rubén decidió ir al cementerio a ver a su madre. Consideró invitar a su padre, pero sabiendo que siempre se permitía ser extremadamente vulnerable con ella, pensó que era mejor estar solo. No quería que su padre supiera todo por lo que estaba pasando.
Rubén tomó una ducha y luego se alistó para ir al cementerio. Hace meses no iba a verla, porque sentía que al hacerlo iba a recordar todas las veces que había ido con Sebastian, su mejor amigo, que lo acompañaba incondicionalmente cada vez que él se lo pedía.
No se equivocó.
Cuando iba en la micro, recordó todos los viajes hacia el cementerio que había hecho con su mejor amigo, quien incluso si hacían el recorrido en silencio, le hacía sentir su compañía, que no estaba solo.
Rubén se bajó de la micro y compró un ramillete de claveles en la entrada. Ingresó al cementerio y se dirigió con parsimonia hasta donde se encontraba la lápida inscrita con el nombre de su madre.
De su mochila sacó una botella con agua de la llave y un paño que usó para limpiar la lápida. Eliminó las flores que estaban ya marchitas en el sencillo florero transparente y puso dentro los claveles recién comprados, para luego verter el agua de su botella desechable.
Se arrodilló de frente a la lápida y cerró los ojos, aguantando las ganas de llorar.
—¿Qué estoy haciendo, mamita? —murmuró en voz baja.
Continuó con los ojos cerrados por un buen rato más, mientras el mentón le temblaba, luchando por contener el llanto.
Rubén sentía que su vida se había transformado en un enredo desagradable. Desde la partida en malos términos de Sebastian, su mejor amigo, hasta las últimas peleas con su pololo Felipe, con ciertos eventos que no se atrevía a calificarlos de infidelidades, pero se sentían como tal; pasando, además, por sus problemáticas relaciones sociales en la universidad, donde se había peleado incluso con Marco.
A ratos realmente pensaba que, si finalmente se aislaba de todo el mundo, probablemente podía neutralizar toda la negatividad en su entorno. Ya no estaría él molestando con sus peleas, malas actitudes y celos. Le bastaba ver como su pololo se veía radiante cuando estaba con sus amigos, y cómo cambiaba su semblante cuando estaba con él.
Y lo peor de todo: la forma en que se había marchado Sebastian, completamente superado porque había sido un pésimo amigo, decía bastante.
La única que seguía a su lado sin ningún tipo de conflicto era Catalina, pero aun así, sentía que la estorbaba cada vez que le contaba todos sus problemas.
Rubén sintió la suave brisa en su rostro, enfriando la humedad que habían dejado un par de lágrimas derramadas, caídas a pesar de toda su fuerza de voluntad.
Después de varios minutos, abrió los ojos. Se llevó los dedos a los labios, y transmitió un beso a través de ellos al nombre de su madre en la lápida.
Se puso de pie, recogió sus cosas, y caminó de vuelta hacia la entrada del cementerio, con una sensación muy amarga, a diferencia de sus visitas anteriores, cuando se marchaba aliviado, con optimismo.
Tomó la micro camino hacia el centro comercial, ya que le tocaba turno en el cine esa tarde.
Al ingresar al mall, se topó de frente con Felipe, quien al verlo se puso nervioso.
—¿Cómo estás? —le preguntó, algo incómodo.
—Bien —respondió Rubén, sucintamente, aguantándose las ganas de llorar y gritarle por lo que había hecho la noche anterior.
—Te busqué —le dijo Felipe, como buscando las palabras con las que era mejor expresarse.
Rubén lo sentía raro. Felipe siempre había sido bastante elocuente a la hora de expresar una idea, a pesar de que por lo general hablaba poco.
—Si sé —le respondió Rubén—. Vi tus mensajes. No me quedaba saldo.
Felipe lo miró con expresión de premura, como ansioso por decirle que podía haberle avisado por otras vías que estaba bien.
—Me alegra ver que estás bien —le dijo Felipe, acomodándole el cuello de la polera del cine, que Rubén se la había puesto en la micro de camino al centro comercial.
Rubén sonrió, como un acto reflejo por el gesto de su pololo.
—Perdón por… no avisarte —se disculpó—. Estaba con la cabeza en otra parte.
Felipe asintió, y bajó la mirada.
—¿Podemos vernos cuando termines? —le preguntó Felipe.
—Si, obvio —le dijo Rubén, sintiendo algo de alegría en su interior—. Termino a las diez hoy.
—Ya. Te paso a buscar —programó Felipe, con entusiasmo.
—¿Y vamos a mi casa? —ofreció Rubén.
Felipe pensó unos segundos antes de responder.
—Bueno —le dio un fuerte abrazo a Rubén y luego ambos se despidieron.
Rubén pasó todo el resto de la tarde y el inicio de la noche trabajando. Esa semana se había estrenado Thor, así que el cine estaba repleto con clientes llenando las salas para ver la nueva película, sin permitirle a Rubén mucho tiempo de descanso.
—¿Estás bien? —le preguntó Catalina a Rubén cuando subieron al estacionamiento a sacar la basura que ya llevaban acumulada hasta esa hora tras la alta afluencia de público—. Te noto apagado.
—No sé —respondió Rubén, tras pensar varios segundos qué decir.
—¿Qué te pasó? —Catalina lo miró seria, tras tirar una de las grandes bolsas de basura al contenedor.
—Anoche vi al Felipe besando a la Gaby, mi compañera de la u —le contó Rubén, desganado.
A Rubén le costó descifrar la expresión del rostro de su amiga, que seguramente reflejaba sus pensamientos.
—¿Por qué hizo eso? —le preguntó finalmente, y Rubén se encogió de hombros—. ¿No le preguntaste?
—No hemos hablado. Anoche me fui de la disco cuando los vi. No quise hablar con nadie más —le explicó Rubén.
—Pero Rube… —Catalina seguía pensando en qué decir—. Yo habría hecho un escándalo. En realidad no —lo pensó mejor—. Si viera al Marco besando a otra mina, me pondría muy celosa, estaría furiosa —pensó en voz alta—, pero no es tu situación. Es como si viera a Marco besando a otro hueón, y francamente no me molestaría para nada —se rio al imaginarse la posibilidad de que eso pasara.
—Cata —le llamó la atención Rubén.
—Lo siento, Rube —Catalina volvió al planeta tierra—. ¿Cómo te sientes con eso?
—La verdad no sé cómo sentirme —respondió Rubén tras dar un suspiro—. Independiente que haya besado a una mina, me siento pésimo, es como si me estuviese siendo infiel, pero no puedo decirle nada.
—¿Por qué? —preguntó Catalina, pero rápidamente captó la indirecta. No dijo nada y esperó a que Rubén se explayara.
—Hay algunas cosas que no te he contado —comenzó a decir Rubén—. Te había dicho que él estaba un poco… no sé si distante es la palabra, pero hace tiempo que no teníamos sexo —Catalina asintió, reconociendo que recordaba esa última conversación.
Rubén procedió a contarle los últimos sucesos de su relación con Felipe, la tarde que lo fue a ver a su casa y tenía los moretones por la pelea que había tenido en el liceo, la forma en que le dijo que no quería estar con él en ese momento, y la “reconciliación” que tuvieron la mañana siguiente, después de que Rubén se había drogado con Tomás, y lo había besado.
—Me retracté y le dije que era mentira lo del beso, cuando él me explicó que lo que había dicho también era mentira —concluyó su relato—. De verdad preferiría que me hubiese seguido mintiendo, así yo no hacía esa estupidez de mentirle después.
—Rube, siento mucho que estés pasando por esto —comenzó a decirle Catalina—, pero creo que lo más importante es lo que siempre te he dicho: la comunicación. Conversen, cuéntale todo cómo te sientes, y cuéntale esa estupidez del beso con Tomás.
—¿Estupidez?
—Si, es una estupidez —le dijo convencida Catalina—. Estabas voladísimo y lo besaste y punto. No lo hiciste porque te atrae física o emocionalmente. Simplemente fuiste estúpido —Rubén no le respondió nada, así que Catalina suavizó el tono—. Y también fuiste estúpido al mentirle.
—Es que… —Rubén dio un suspiro—. No quiero pelear más con él por mi culpa.
—¿Por qué va a ser tu culpa si pelean? —Catalina soltó una risita.
—Porque la última vez que habíamos peleado me dijo, que el dejar de pelear solo dependía de mí.
—Pero qué imbécil —exclamó molesta, cerrando con fuerza el contenedor de basura—. ¿Por qué te dijo eso?
—Porque me había enojado cuando prefirió ir a la casa de Alan y sus amigos en vez de ir a carretear conmigo.
Catalina caminó de vuelta hacia la puerta de entrada con Rubén siguiéndola.
—Qué imbécil —volvió a murmurar—. Diciéndote eso lo único que hace es poner una barrera entre ustedes. Tú vas a evitar hablar con él para no pelear mientras él puede hacer lo que quiera. O incluso, si él está en tu misma posición y quiere hablar, no va a poder hacerlo porque tú mismo vas a evitar esas situaciones para no sentir que estás provocando una pelea.
—Bueno, quizás lo dijo sin pensarlo o algo —comentó Rubén.
—No lo justifiques, Rube. Tú sabes lo inteligente que es Felipe. Si lo dijo fue por algo.
—¿Crees que deba terminar con él? —preguntó Rubén.
—No, no —respondió de inmediato Catalina—. No aun al menos. Debes hablar con él, sobre esto, sobre todo lo que me dijiste. Hazle saber cómo te sientes. Si él insiste que todos sus problemas son por tu culpa, lamentablemente tendrás que replantearte la relación.
Catalina abrió la puerta de ingreso al cine, dejando a Rubén con una sensación extraña.
—Vamos, que el Jona debe estar necesitando ayuda en la boletería —le dijo Catalina, sosteniéndole la puerta a Rubén para que ingresara.
Cuando el reloj marcó las diez de la noche, Rubén simplemente dejó lo que estaba haciendo y fue a buscar sus cosas, completamente agotado.
Salió del cine, y Felipe lo estaba esperando al pie de la escalera mecánica, en las terrazas. Rubén lo encontraba bastante tierno cuando estaba con su ropa del trabajo, lo que le llamó la atención porque pensó que estaba terminando su turno cuando se encontraron en la tarde.
—¿Llegaste hace mucho? —le preguntó Rubén después de saludarlo con un beso en los labios, como hacía siempre.
El estrés del trabajo lo había hecho olvidar momentáneamente todo lo que tenía pendiente conversar con él.
—Si, me llamaron a cubrir a un compañero, así que me devolví. Terminé hace media hora —respondió Felipe.
Felipe le tomó la mano a Rubén y fueron a tomar la micro.
Rubén notó que Felipe estaba raro. Evitaba hacer contacto visual y hablaba mucho más de lo que acostumbraba. Él por su parte, también estaba nervioso por tener la conversación que Catalina le había recomendado, y que realmente necesitaba tener.
Cuando se bajaron de la micro, Rubén siguió notando la actitud de su pololo, como si estuviese conteniendo mucho nerviosismo.
Esperó a llegar a la casa para preguntarle si pasaba algo, pero no pudo hacerlo porque estaba su padre en el living viendo un partido de fútbol en el cable, que por la hora que era, Rubén supuso que era una repetición.
La pareja saludó al padre de Rubén, quien empezó a comentarle a Felipe sobre el partido que estaba viendo.
Rubén por su parte, al no manejar el tema, se fue a la cocina a preparar algo para comer.
Hizo tres sándwiches con queso y jamón, preparó una fuente con papas fritas y sacó un par de cervezas para Felipe y para su padre, mientras él se sirvió un vaso de jugo en caja.
Se sentó en el sillón al lado de Felipe, que seguía comentando entusiasmado el partido con su suegro.
Rubén notó que su pololo se veía más relajado, sin los signos de nerviosismo que alcanzó a vislumbrar antes de llegar a la casa.
Felipe deslizó su brazo por detrás del cuello de Rubén y le acariciaba el cabello y el lóbulo de la oreja a ratos. Con ese gesto, Rubén se relajó tanto que se quedó dormido al rato, sin alcanzar siquiera a darle un mordisco al sándwich.
A la mañana siguiente cuando despertó, Felipe dormía a su lado en la cama. Se veía completamente plácido, con una leve sonrisa, como si estuviera soñando algo agradable.
Rubén le acarició el brazo, y luego se acercó a Felipe y apoyó la cabeza en su pecho. Como un acto reflejo, Felipe aun dormido se acomodó para abrazarlo, y en esa posición, sintiéndose de alguna forma protegido, Rubén volvió a quedarse dormido.
Cuando despertó nuevamente, Felipe se estaba despidiendo de él, porque tenía que ir a trabajar.
—¿Tan temprano? —le preguntó, aún desorientado.
—Son casi las doce —se rió Felipe, mostrándole su celular.
Rubén se dio cuenta de lo agotado que había quedado después de la jornada del día anterior en el cine.
—¿Nos vemos más tarde? —le preguntó Felipe, y Rubén asintió, provocando un esbozo de sonrisa en el rostro de su pololo.
Rubén sintió cierto alivio por no haber tenido la conversación. En el fondo sabía que tenía que preguntarle por último de qué se trató el beso con Gabriela, pero temía tener que contarle de su beso con Tomás, y hablar de cómo se sentía, y finalmente terminar peleados por su culpa, por ser inmaduro emocionalmente. Además que todo ocurriera muy cerca de su padre le daba mayor ansiedad.
Ese día no se volvieron a ver, ya que Felipe terminó su turno tarde en la heladería y al otro día tenía clases temprano en el liceo, lo que se repitió a lo largo de la semana.
Felipe apenas terminaba sus clases en el liceo se iba a la heladería a cubrir turnos hasta el cierre del local, sin dejarle tiempo de ver a Rubén, que apenas lo podía ver cuando ambos coincidían en sus respectivos trabajos, pero Rubén terminaba mucho antes que Felipe.
El martes Rubén llegó temprano a la universidad, así que se sentó afuera de la sala a esperar que llegara la profesora, y al rato llegó Constanza, su compañera con cierta afición para las relaciones públicas.
—¿Escuchaste los rumores? —le preguntó ella, sin saludarlo ni mirarlo a los ojos, casi como si no quisiera que alguien más supiera que estaban hablando.
—¿Qué rumores? —preguntó Rubén, intrigado.
—Esta semana se vota si nos vamos a toma —le dijo ella, algo angustiada.
—Buena, así nos evitamos estudiar para la prueba de cálculo de la otra semana —bromeó Rubén.
—No seas tonto, Rodri —le espetó ella, errando en su nombre—. ¡Vamos a perder todo el año por culpa de los flojitos que no quieren venir a clases!
Rubén se rio por su reacción.
—No vamos a perder el año. Como máximo vamos a estar una semana sin clases y volveremos.
—Se nota que no has visto las noticias —exclamó molesta, y se puso de pie al momento que venía llegando el resto de sus compañeros.
Rubén se quedó pensando en que al menos si se iban a paro, la próxima semana podría tener su cumpleaños libre y celebrarlo como quisiera, sin tener que dedicarle horas al estudio. Obviamente no pensaba realizar una fiesta de cumpleaños, pero la idea de tener el día completo para él mismo le agradaba.
Primero llegó Marco conversando con Lucas y Tomás, y al rato llegaron Bárbara junto a Gabriela.
Gabriela saludó a Rubén con normalidad, como si nada hubiese pasado. Su actitud descolocó a Rubén, y lo puso de muy mal humor, sobre todo porque él mismo la saludó de vuelta y no le dijo nada respecto a Felipe.
—¿Qué onda? —le preguntó Marco a Rubén más tarde, a la hora de almuerzo, tras notar la cara de desagrado de su amigo.
—¿Qué onda de qué? —Rubén se hizo el tonto.
—Que por tu cara da la impresión que te dijeron que estás reprobando todos los ramos y tendrás que venir a clases todos los domingos de por vida para pasar —intervino Lucas.
Rubén se rio por la descripción de Lucas. Los tres estaban sentados en la misma mesa del casino a la hora de almuerzo, mientras Gabriela, Barbara y Tomas seguían en la fila.
—No es nada —respondió finalmente—. Es sólo que… olvídenlo.
Rubén no se pudo decidir entre querer contarles y ocultar lo que había ocurrido la noche del viernes. Pensaba que Marco probablemente ya sabía (considerando que era muy amigo de Roberto, y que además estaba en la discoteca), pero al parecer no.
—¿Qué opinan de Gabriela? —les preguntó finalmente.
Marco y Lucas se miraron extrañados.
—Es… simpática —respondió Marco.
—Me cae genial —dijo por su parte Lucas.
—¿Qué harías si algún amigo tuyo besa a la Cata? —le preguntó Rubén a Marco, y luego se dirigió a Lucas—, ¿o a tu pololo?
—Dejaría de ser mi amigo, de inmediato —respondió Lucas, bromeando—. Igual depende del contexto.
—¿Hay algún contexto justificable? —preguntó sorprendido Rubén—. Si lo hacen a escondidas tuyo da lo mismo el contexto.
—Bueno, entiendo entonces que la Gaby se comió a Felipe, ¿es así? —dedujo correctamente Marco, sorprendido.
Rubén no confirmó la suposición de Marco, y en su lugar se quedó pensando que lo mismo que le había hecho Gabriela, se lo había hecho él a Lucas.
—No, olvídenlo —negó finalmente Rubén, intentando retractarse.
—No hueí —dijo Lucas—, ya la soltaste, así que cuenta todo. Cuándo, dónde y cómo fue.
—No pasó nada, ya les dije —respondió Rubén justo cuando llegaban Gabriela con Barbara y Tomas a sentarse con ellos a almorzar.
Rubén se quedó en silencio todo el rato que compartieron la misma mesa en el almuerzo, terminó de comer rápidamente y luego se paró con la excusa de ir al baño, pero se llevó todas sus cosas.
Salió del casino y se dirigió al estacionamiento que se encontraba a la vuelta, y pensó que le vendría bien ser fumador para al menos tener una excusa para estar ahí solo.
Se sentó en el borde de la acera y se quedó ahí de brazos cruzados por un par de minutos.
—No voy a dejar que te vayas así sin contar todo el chisme.
La voz suave de Lucas sobresaltó a Rubén que se estaba acostumbrando al silencio.
—Eso, y no me apetecía estar en la misma mesa que una potencial roba maridos —agregó.
Rubén se debatió unos segundos si contarle o no, pero finalmente se dio cuenta que no tenía alternativa. Lucas no lo dejaría tranquilo hasta saber la verdad.
—El otro día en un carrete de la UA, la Gaby besó a Felipe —le contó finalmente Rubén, ante la sorpresa de Lucas.
—¡Malditos! —exclamó Lucas—. Supongo que lo pusiste de patitas en la calle.
—¿Qué?, no —se rió Rubén, ante la idea hipotética de que podía vivir junto a Felipe.
—No me digas que sigues como si nada con él.
—No hemos tenido la oportunidad de hablar al respecto —se justificó Rubén—. Aparte no es el punto de la conversación.
—A mí si me hacen eso, no le hablo nunca más, a ninguno de los dos —dijo con total seriedad Lucas.
Rubén se sintió culpable al escuchar las palabras de Lucas, sabiendo que él había hecho lo mismo, besando a su pareja Tomás hace unas semanas.
—Lu… —le dijo Rubén, recordando como le decía Tomas—. ¿Te puedo llamar así?
—Obvio, ese es mi nombre —aceptó Lu, con un brillo de alegría en su mirada.
—No soy quién para criticarla —admitió, empezando a sincerarse—. He estado en la misma situación que Gabriela.
Lu lo miró y sonrió.
—No seas tonto —le dijo riéndose—. Todos hemos sido ella en algún momento, sabiéndolo o no, pero no por eso vamos a dejar que nos hagan daño.
—Supongo que tienes razón —coincidió Rubén, para no seguir con el tema.
—Yo sé que besaste al Tomy —le dijo de repente.
Rubén lo miró sorprendido, buscando en su cabeza las palabras correctas para disculparse, ante la risa tímida de Lu.
—Tranquilo, él me contó —Lu le puso la mano en el hombro a Rubén para tranquilizarlo—. También me dijo que te contó sobre lo nuestro.
—Lo siento —se disculpó Rubén—. Si hubiese sabido que tenían algo serio te juro que no lo habría besado.
—No te preocupes. De hecho, incluso yo no tengo claro si quiero formalizar una relación con él —se sinceró.
—¿Por qué? —preguntó sorprendido Rubén.
—No sé —Lu dio un suspiro—. Me da miedo que se enamore de una idea de mí, que finalmente no llegue a ser lo que él espera.
Rubén tenía muchas preguntas en mente, pero no quería agobiar a Lu.
—Bueno, por lo que he podido hablar con el Tomy, después del beso —agregó Rubén—, me dio la impresión de que está dispuesto a jugársela por ti, sin importar nada.
Lu miró a Rubén a los ojos y sonrió con timidez, agradada por las palabras que acababa de oír.
—¡Ahí están! —les gritó Marco, apareciendo desde el costado del casino—. ¡Apúrense que vamos a llegar atrasados a clase!
—Después seguimos hablando sobre la Gaby-situation —le dijo Lu, tomándolo del brazo para ayudarlo a pararse—. Y gracias, Rube, por llamarme por mi nombre.
—Es lo mínimo que puedo hacer —dijo Rubén, sin entender del todo la frase.
Lu le dio un fuerte abrazo, demostrando su profunda gratitud, y luego ambos se reunieron con el grupo y se dirigieron a la clase.
Rubén no tuvo oportunidad de hablar con Gabriela antes de que anunciaran que su universidad de iría a paro para apoyar las demandas de los estudiantes universitarios a nivel nacional, y realmente tampoco tuvo ganas de hablar con ella después de eso.
La idea de tener varios días libres le entusiasmaba mucho, pero tampoco era que tuviera muchos panoramas posibles. Un día se juntó con Catalina y Marco en una cafetería en el centro para conversar.
—¿Y ya tienes pensado qué vas a hacer para tu cumpleaños ahora que están en paro? —le preguntó Catalina—. Me imagino que vas a tirar la casa por la ventana.
—No, nada que ver —se rio Rubén.
—No seas fome, Rubencio —intervino Marco—. Son tus dieciocho años, ¡tienes que hacer algo memorable!
—Supongo que haré algo piola en mi casa —se encogió de hombros—. Pedir unas pizzas y ver algunas películas.
—Bueno, si me invitas, yo feliz veo películas comiendo pizzas contigo, Rube —le dijo Catalina, con su habitual sonrisa encantadora.
—Qué fome —murmuró Marco, ante la mirada reprobadora de Catalina y Rubén—. ¡Es broma! —se retractó riendo, evitando que lo retaran—. Mi mami va a estar en Arica visitando a mi tía la otra semana, por si quieres hacer algo en mi casa —le ofreció a Rubén—. A pesar de que no vas a hacer un mega carrete, pero por si quieres estar más cómodo, no sé, sin tu viejo presente.
Rubén evaluó la sugerencia y terminó aceptando. Era verdad que en presencia de su padre no se iba a sentir tan relajado conversando ciertos temas con sus amigos, o consumiendo alcohol incluso.
—¿Vas a hablar con Felipe antes de tu cumpleaños? —le preguntó Catalina en privado, aprovechando el momento en que Marco se paró para ir al baño.
—Tengo que hacerlo —respondió Rubén con convicción.
—No puedo creer que no hayas hablado con él aun —murmuró ella.
—De verdad no hay tiempo. Se las ha pasado trabajando en todos sus tiempos libres —explicó Rubén.
—¿Tendrá alguna deuda que pagar o algo? —pensó Catalina.
—Prefiero pensar que está juntando plata para comprarme un regalo —bromeó Rubén.
—No te ilusiones con eso, porque cuando llegue con una foto en un marco hecho con fideos pegados con cola fría puede que te decepciones.
Rubén se rio.
—Sea lo que sea que me regale lo voy a apreciar.
Si bien a Rubén le daba miedo la posibilidad de hablar con Felipe seriamente sobre todo lo que había ocurrido, y la posibilidad de generar una nueva pelea, la forma en que no habían tenido tiempo de conversar desde aquella noche lo mantenía en una comodidad tensa. Sabía que tenía eso pendiente, pero prefería mantenerlo así.
Sin embargo, tenía clarísimo que tenía que hablar con su pololo antes de su cumpleaños, para evitar tener ese tema pendiente y no sentirse incómodo.
“Estudiantes de todo el país se movilizan exigiendo que la educación superior sea completamente gratuita y de calidad” se escuchaba el titular del noticiero en la televisión. El resto de la noticia fue ahogado por el ruido ambiente.
Sebastian siguió hojeando un ejemplar de Condorito, que calculaba ya había leído al menos unas cinco veces desde que había llegado al regimiento.
Se sobresaltó al escuchar los gritos de celebración de Simón, que al parecer acababa de ganar una partida de pool contra Javier.
Sebastian les sonrió, fingiendo entretención, y luego tomó otro ejemplar de Condorito, que calculaba sólo había leído dos veces antes.
—¿Qué hueá te pasa? —le preguntó Javier acercándose a él, dándole una palmadita en la cabeza.
Sebastian no respondió su pregunta.
—¿Te quedan? —le preguntó de vuelta Sebastian, en vez de responder.
Javier sin responder tampoco, le hizo una seña para salir al aire libre.
Sebastian se puso de pie y siguió a Javier, que había entendido su pregunta.
Caminaron en la frialdad de la noche hasta el macetero de cemento en el que fumaban todos los días.
Javier le extendió la cajetilla a Sebastian, para que sacara un cigarro, y luego prendió un fósforo para que lo encendiera.
—La otra semana es el cumpleaños del Rube —le contó Sebastian, respondiendo a su pregunta, después de dar la primera bocanada al cigarrillo.
—¿Primera vez que están separados para su cumple? —le preguntó Javier, encendiendo su cigarro.
Sebastian asintió.
—Cumple dieciocho ahora —le contó, emocionado.
A pesar de los meses que llevaba separado de Rubén, su amor por él no había disminuido, y mucho menos desaparecido.
—¿Qué harías si lo ves? —le preguntó Javier—, digo, considerando como te fuiste.
—Lo agarraría a besos —respondió Sebastian, con los ojos cerrados y una sonrisa soñadora, imaginándose el momento—. Lo besaría y le pediría perdón —agregó, abriendo los ojos.
—Vamos a Antofa a decirle Feliz Cumpleaños entonces —propuso Javier, como si no fuera gran cosa.
—¿Cómo vamos a ir, hueón? —preguntó Sebastian, botando humo por la boca.
—Nos arrancamos, vamos a ver a tu Rubén, y después volvemos —explicó Javier—. ¿Qué nos van a hacer aparte de castigarnos?
Sebastian miró fijamente a Javier, para comprobar que hablaba en serio.
De verdad hablaba en serio.
La respuesta de Sebastian fue una sonrisa cómplice, e inmediatamente su mente empezó a idear planes para lograr escaparse.
Tumblr media
39 notes · View notes