Tumgik
paxacutic · 4 years
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BUJO
Premisa: Te despiertas con dolor de cabeza, vas al trabajo y todos están sorprendidos de verte, te dicen que has estado desaparecido por 3 años
Tiempo: 4 horas con 4 segundos
Mientras se disipaba la neblina de mis ojos al amanecer, trataba de descifrar una serie de números escritos en la pantalla de mi teléfono, no lo tenía registrado y el mensaje que había llegado unos 40 minutos antes leía: “sé que dijimos que nunca más, pero necesito que lo hagamos una última vez”. Limpie mi rostro y me encontré con la ausencia de Verónica a mi lado, hasta su olor se había ido antes de que yo me despertara, cada día siento que se lleva tajos más grandes de sí misma, aunque su ausencia me permitió volver a leer aquel mensaje con más calma.
Traté de recordar ese orden particular de números añadidos a algún contacto que pudiera haber borrado en los últimos meses mientras entablaba mi amistad y ahora relación con Vero, pero nadie me venía a la mente, al menos nadie que mereciera una segunda oportunidad. Al borrar el mensaje pude ver la hora y tiré mi celular a un lado para poder revolcarme en la miseria de que la alarma había sonado 45 minutos antes y ya no había tiempo para el desayuno.
 Tome una ducha revoloteando entre el afeitado, el cepillado y el colirio en los ojos para sustituir superficialmente la taza de café que podría calmar este dolor de cabeza que no me deja pensar. Llegaría a la oficina y luego de los saludos respectivos iría a calentarme una taza en el microondas… no debí borrar el mensaje, pude haber averiguado quien era, seguro era un numero equivocado, pero igual, a lo mejor esa persona piensa que el verdadero receptor la está ignorando y no es justo, no debí borrarlo, y ¿si era para mí?, Verónica se ha vuelto una rutina agotadora de fingir interés en sus insignificancias extrapoladas por tanta carencia afectiva… Quizá pueda encontrarlo en alguna carpeta de mensajes borrados, y llamo al número, solo por ayudar, solo por sacar de dudas a esa persona.
 Me tiré encima la camisa blanca y la corbata amarilla de los martes, me pareció curioso que el olor a naftalina hubiera penetrado tanto mi ropa desde la última ronda de lavandería hace solo dos días y tuve que pasarle un pañito húmedo a mis cuatro pares de zapatos para quitarles el polvo que opacaba ese brillo aplicado religiosamente los domingos. Hice el chequeo correspondiente en cada uno de mis bolsillos para que no se me olvidara nada en el apuro del retraso, cartera en el bolsillo derecho del pantalón, pañuelo que hace juego con la corbata en el interno del saco a la derecha, tome mi cuaderno de apuntes y revise el celular por mensajes que me dieran pistas de la rutina del día, la pantalla estaba iluminada por un número desconocido y sus 4 llamadas perdidas, ¿es ella, o es un el?, ella seguramente, aunque “necesito que lo hagamos una última vez” suena más a él, a hombre intenso pidiendo una última oportunidad para un polvo de lastima, más tarde le escribo, en la hora del almuerzo, a lo mejor le saco un buen rato a todo esto.
 Encontré dos mensajes relevantes, uno de mi padre pidiéndome dinero para comprar sus pastillas y uno de Vero diciéndome con su versión pegajosa del amor que no olvidara la harina de trigo, ayer no la anoté, así que la había olvidado, pero escribí ambas peticiones en mi diario del día, guardé el celular en el bolsillo interno a la izquierda de mi saco y el diario con mis tareas en el izquierdo del pantalón junto a mi bolígrafo y su tapa.
  Revisé que todo excepto la nevera estuviera no solo apagado si no desenchufado y salí tan rápido como pude sin agitarme demasiado.
 En el camino le escribí a Vero, guardada entre mis contactos simplemente como Amor, me sentí tentado como tantas otras veces a cambiar ese calificativo a su nombre de pila, quizá eso haga que el final sea más sencillo, cuando se vaya no tendré que cambiarlo, y cuando venga la siguiente no tendré que explicarle por qué en lugar de crear el contacto “amor” solo modifique los datos, no quiero dejarla, eso sería demasiado ruido, quiero que se vaya, que tome la decisión propia de recoger sus maletas e irse un día dejando solo una nota de adiós firmada dramáticamente con un par de lágrimas, pero su baja autoestima le permite aguantar tantos abusos y además se culpa por ellos, ha sido imposible zafarme de esto, pero pensare en eso cuando la cabeza deje de dolerme, después del café, por ahora un mensaje de buenos días será suficiente, y un “te extrañe esta mañana cuando me desperté y no estabas a mi lado”, a ella le gustan esas cosas, yo las encuentro innecesarias, quizá sea esa la razón, quizá por eso termine de irse, quizá sería mejor si borro esa última parte.
 Al entrar al vestíbulo saludé de nombre a algunas personas que no me regresaron la cortesía y algunas otras me saludaron de una forma tan efusiva que me pareció exagerado. Me tuve que detener en la entrada de la oficina cuando mi tarjeta magnética no me dio el acceso, y fue una mujer joven que no había visto antes quien con una sonrisa amable y un carnet igual al mío me invito a pasar antes que ella. Le agradecí el gesto con una sonrisa y la típica línea de “cuando uno anda más apurado…”.
 Los pasillos me eran familiares pero las cámaras de seguridad no, había algunas decoraciones que no recordaba y tantos rostros nuevos que por un momento pensé haberme equivocado de piso. Continúe mi recorrido hasta el cubículo a la izquierda del medio donde iba a pasar las próximas 8 horas de mi vida y al llegar había un hombre de pie recostado de mi escritorio mientras hablaba con la vecina del cubículo contiguo, le pedí disculpas y el me ofreció ayuda, le pregunte que si había algo malo con mi computadora y el hombre dijo que no, entonces le pedí permiso para poder sentarme y este me respondió que no podía sentarme allí porque ese era su puesto de trabajo, sonreí buscando alrededor a alguien que pudiera aprobar el humor en la situación pero solo vi un mar de rostros apáticos.
 -              ¿nos cambiaron de puestos?
 Pero aquel hombre respondió que no sabía que decirme, que él había estado sentándose en ese puesto por… y miraba a su vecina de cubículo… ¿dos años? Y ella asentía con cada palabra. Puede ser el dolor de cabeza o la falta de café, miré alrededor para ubicarme mejor y reconocí la vista a mi derecha, los edificios más altos donde seguro había gente con mejores trabajos que el mío y mejores sueldos que el mío y con vidas menos aburridas que la mía. Y pude ver que aquel hombre entro en modo defensivo cuando dejo de recostarse del escritorio y se paró pecho a pecho frente a mí, una avalancha tibia comenzó a recorrer mi cuerpo desde el abdomen en todas direcciones y sentí el impulso de cerrar mis puños. En lugar de eso, abrí mis palmas a la altura de mi pecho y hacia el.
 -              No hay problema – le dije manteniendo un tono amable – voy a recursos humanos para que me digan que fue lo que pasó, no hay problema.
 La oficina de recursos humanos estaba al final del pasillo, detallé a cada persona y cada conversación sin escuchar familiaridad en ninguna de esas voces o rostros, pero supe que estaba en el lugar correcto porque reconocía las oficinas donde entraba a robarme grapadoras y mouse pads solo para sentir ese aventón de energía en la boca del estómago que nunca pude descifrar, pero tenía el encanto incomodo de insertar un hisopo profundo en mi oído.
 Aún estaba cerrada, antes de seguir dando vueltas preferí ir directo al área del comedor, me tomaría una pastilla y una taza de café, seguramente es un error mío, siempre se me olvida todo, por eso me gusta usar los diarios, cada vez que necesito hacer memoria solo tengo que revisarlos, año, mes, día, todo está ahí, al punto de que si no los tuviera guardados desde hace más de 10 años estoy seguro que no recordaría lo que paso ayer.
 Tomé una pastilla para el dolor de cabeza con un poco de agua en vaso de papel y me senté a masajear mis sienes con los ojos cerrados esperando que el café diera sus vueltas respectivas durante un minuto en el microondas, y un dolor que tiño la oscuridad de mis ojos cerrados con rojo se apodero de mi al sentir una palmada en el hombro derecho, solté un quejido y encontré colgada en el aire la disculpa de una voz que por fin sonaba familiar.
 -              Coño disculpa ¿Tatuaje nuevo?
 -              ¿Cómo? - Le respondí a Henry, es quien maneja Recursos Humanos, seguramente estaba en el baño aprovechando el momento en que todos están socializando en sus cubículos para estar solo en su templo
 -              En el hombro ¿o es alguna lesión?
 -              No, no sé, pero me desperté con un dolor de cabeza horrible y ahora me duele el hombro
 -              ¿Y aquí vienes a liberar la tensión?
 Ambos sonreímos pero dudo que haya sido por las mismas razones, cuando sonó el pitido del microondas le ofrecí café pero no acepto, le hable sobre el hombre sentado en mi puesto de trabajo y Henry me contesto que sí, que era “Marquitos”, y cuando le pregunte que hacía “Marquitos” en mi puesto de trabajo, Henry me contesto “tu trabajo, pero mejor”, y mientras soltaba una de sus risas corporativas sentí la vibración de mi celular iluminado con un “Número desconocido, 9 llamadas perdidas”, me apresure a escribir un mensaje de respuesta diciendo simplemente “Numero equivocado”, quise aclarar lo del tal Marcos estaba haciendo mi trabajo pero Henry hablo antes que yo.
 -              ¿Qué has hecho últimamente?
 -              ¿Ultimamen…? - - ¿desde ayer? – y sentí que mi tono no fue tan amistoso en esa última parte
 -              Si bueno, últimamente, o... ¿Qué vienes a hacer por aquí? ¿andas buscando trabajo?
 Por su expresión, seguramente levante la voz, el dolor de cabeza empeoraba y aquella lava que parecía recorrer mi cuerpo en calma apilaba unos vapores que presionaban contra mis cuerdas vocales, quería gritarle y sabía exactamente que decirle, con el pulso firme me lleve las manos al rostro y sin mirarlo directamente intente hablar en el tono más monótono que pude.
 -              ¿Me botaste y la manera de decírmelo es poniendo a otro a trabajar en mi puesto sin avisarme? – pero seguramente levante la voz…
 Henry buscaba en mi mirada algo que le diera continuación a nuestro intercambio amigable, pero lo que hallo fue una ira creciente que perfumaba el ambiente en bilis y cianuro, se puso de pie y me lanzo una de sus sonrisas condescendientes y me hizo la sugerencia de que me terminara el café y que cuando me calmara un poco pasara por su oficina, antes de irse me dijo que era un placer volverme a ver mientras me extendía la mano, le regrese el gesto sin levantarme del asiento.
 Pasaron unos 10 minutos y volví a revisar mi teléfono
 [No es un numero equivocado, Víctor, ¡te necesito!]
 Bueno, sea quien sea sabe mi nombre
 [Quién es?]
 Deje el teléfono en la mesa esperando la respuesta y presioné mis ojos con los pulgares para disipar el efecto que la luz blanca tenía sobre mis ojos sensibles. No hubo respuesta inmediata, respire profundo y me dirigí a la oficina de Henry y por allá a lo lejos escuche otra voz familiar llamando mi nombre
 -              Víctor!
 Y me preguntó que como estaba en medio de un abrazo fuerte, ella había empezado hacia unos meses y me toco a mi enseñarle donde estaba cada cosa en la oficina, los nombres, lugares cercanos para comer, nunca hemos entablado conversación fuera del entorno laboral, pero parecía muy feliz de verme, preguntó que cómo estaba, que cómo me había ido, que en qué andaba y yo trataba de responder con una sonrisa y un “bien, bien, todo bien” a cada una de sus preguntas que incrementaban exponencialmente mi propia duda de estar en el lugar correcto, hasta que se me ocurrió preguntarle…
 -              Vicky, ¿hace cuánto que no nos vemos?
 El frio que recorrió mi espina encontró un aliado en la vibración del celular en mi pecho y aquel número desconocido
 -              Cómo… ¿3 años? Más o menos.
 Me aleje de ella con la excusa de tener que atender la llamada entrante y la promesa de pasar a verla antes de irme, deslice el circulo en la pantalla hacia el icono verde y escuche un apresurado
 -              ¡No vayas a colgar!
 Era una ella, ¿quién eres? Fue la pregunta más apropiada pero nuevamente el dolor punzante en mi hombro fue alborotado por una palmada de saludo, esta vez me doblé del dolor y escuché a Henry nuevamente disculparse
-              ¡Coño marico es que se me olvida!
 -              Tranquilo – diciéndole también a la mujer al otro lado del teléfono que no iba a colgar, que me esperara un momento
 -              ¿Todo bien? - Cuestiono Vicky con mas preocupación que duda
 -              Si, dame chance y voy al baño a ver qué es lo que tengo en el hombro que me duele tanto, ya vengo
 Frente al espejo prístino de aquel baño con luces automáticas y lavamanos con sensores de movimiento, pude ver los vasos rotos que el colirio no pudo disimular en mis ojos, enjuagué mis manos hasta que estuvieran lo suficientemente frías para pasarlas por el rostro y cuello secándolas con el pañuelo amarillo antes de recoger el teléfono a un lado del lavamanos y continuar con la conversación
 -              Aquí estoy
 Dijo mi nombre completo seguido de la dirección exacta de mi apartamento, describió mi cabello castaño hasta el último detalle del corte barato, el marrón de mis ojos con una precisión pantone y mis comidas favoritas dependiendo del humor y la ocasión. Yo iba quitándome el saco y aflojando la corbata hasta notar una forma diminuta de X en puntillismo que había penetrado la tela de mi camisa blanca. Desabroché suficientes botones para poder llegar a distinguir claramente una serie de diminutos puntos equidistantes en mi espalda cruzados con una X, todos menos uno. Con el pañuelo húmedo limpié la sangre del penúltimo que estaba tan fresco, hinchado y mal curado que no pudo haber tenido más de 24 horas en mi piel, solté un quejido de dolor inesperado y ella al otro lado del teléfono se detuvo.
 -              ¿Paso algo?
 -              Tengo… algo en la espalda
 -   Los tatuajes – respondió ella sin dudar un segundo. Sin perder detalles en como tenía tanta información sobre mi le pregunte cuales eran sus intenciones
 -              Hoy no sabes quién soy, pero ayer lo sabias, y tienes que venir porque necesito que seas quien eras ayer
 El silencio era la única respuesta aceptable en ese momento y ella seguía insistiendo, llamándome por mi nombre, mi nombre que sonaba tan extraño en esa voz que no había escuchado jamás y al darle mi mejor discurso de “no sé quién eres o que quieres, pero si me vuelves a llamar voy a llamar a la policía” ella interrumpió para decirme
 -              Tus diarios, los tengo todos
 -              ¿Cuáles diarios?
 -              Los que has estado llevando durante los últimos 3 años – respondió cortante y segura – no tienes que creerme a mi Víctor, pero puedes creerte a ti mismo
 Salí corriendo del baño y hacia la puerta, el vestíbulo, la calle, el metro, mi casa. No supe si le conteste a Henry su comentario de “que no vuelvan a pasar 3 años…” y le escribí a Vero un mensaje de “dónde estás?” seguido de otro preguntándole si había recibido alguna llamada extraña el día de hoy. Subí a revisar mi caja de diarios pasados, todos estaban allí, semana a semana, mes a mes, año a año, mis rutinas, mis canciones descubiertas, mis metas logradas y las que fueron dando paso a cosas que requerían menos esfuerzo y compromiso, la pantalla de mi teléfono aun brillaba con el “Número desconocido, 15 llamadas perdidas” y en la numero 16 conteste
 -              Todos están aquí, mis diarios, no falta ninguno
A lo que ella respondió con un simple y lapidario
 -              Revisa las fechas – y colgó
 Estaban ahí todos, 2010, 12 meses, 2011, 12 meses, 2012, 2013, 2014, 15, 16 y 2017 con sus 7 meses hasta el presente que es el octavo, no falta uno solo, agosto 2017 leí en la portada del que estaba usando en ese momento, comprar harina de trigo y transferirle a papá, no hay error, yo no cometo errores, para eso son los diarios.
 Tomé nuevamente el teléfono para llamar a aquella mujer y poner en evidencia su error cuando en la pantalla de bloqueo pude leer la fecha y la hora de hoy, 10:45am, martes 7 de abril, 2020.
 Mi estómago se hizo un nudo que se deshizo al instante en un líquido frio y denso que congeló todo rastro viscoso de lava hasta la planta de mis pies, 3 años, 2017 al 2020, 3 años, debe ser un error, pero al encender la computadora me lo confirmó, intente llamar a Verónica, pero en el momento volvió a brillar mi pantalla con aquel “número desconocido”, que comenzó a recitar:
Agosto 2017, Quiero tomar toda esa amalgama de pensamientos que me invaden y exteriorizarlos.
 Y continuó:
 Entrenamos nuestras mentes para perdonar, para aceptar, para olvidar. Pero yo, yo no tengo nada que olvidar, que perdonar, pero si mucho que aceptar, he estado vigilado desde siempre, padres, maestros, jefes, cuya autoridad me ha mantenido caminando por esta línea recta de moralidad, la estabilidad y la normalidad. A tal punto que cuando ellos no están me vigilo yo mismo con sus propios métodos, sin voz ni decisión sobre mi propia vida ni mis propios actos, tomando cualquier oportunidad por insignificante que sea para darme una pequeña dosis de lo que podría ser. Pero de ahora en adelante, lo que podría ser, ¡será!
 Y concluyó diciendo:
 -              ¿Suena a algo que escribirías tú?
 Inmediatamente partí a la dirección que me había dado, me tomó poco más de hora y media encontrar el lugar y otra hora y media antes de armarme de valor para entrar en aquel edificio que albergaba el apartamento 11-B con vista al oeste.
 Cuando abrió la puerta me sorprendió su fragilidad, no más de 26 años, delgada, cabello recogido, en shorts y franela de pijama. Entré en silencio asegurándome de no ver alguna sombra extraña o escuchar algún sonido que indicara la presencia de un tercero, ella cerró la puerta detrás de mi sonriendo “no hay nadie” dijo mientras leía mis pensamientos como si hubiese entrado en un lugar familiar para ella. Se presentó como Adriana, aunque sospeche que no era su nombre verdadero, me ofreció café a lo que me negué pidiéndole de inmediato que me mostrara los diarios si no era problema, apuntó a un pasillo a la derecha que conducía a uno más breve que se bifurcaba en dos cuartos, uno usado como habitación y el otro como estudio.
 Entré en el estudio y me acerqué a una caja endeble llena páginas y páginas en orden de días, meses y años, a veces incluso horas, páginas y páginas enteras de narrativa intensa que detallaba desde el color de ojos hasta las medias de personas que nunca había conocido, la lectura de labios de conversaciones que nunca había tenido y canciones para armar playlists sugerentes que me hicieran entrar en el humor y la conciencia de aquellos personajes.
 Encontré de mi puño y letra palabras que destilaban sangre y una crueldad sin límites. Mientras ella me explicaba, yo estaba maravillado con aquel sistema que aún no entendía, pero mi naturaleza de hábitos sentía orgasmos al ver las calificaciones de 0 a 5 estrellitas debajo de cada nombre inédito en la portada, “Sancho” se leía en uno, 3 estrellas, “Homero” en otro, 2 estrellas. Adriana me explico que la calificación era dictada por el nivel de dificultad y disfrute del proyecto, 1 estrella era una experiencia vacía y demasiado fácil, 5 estrellas eran ideales, pero según ella solo lo logramos una vez. todos estaban identificados por numero en la parte de atrás, encontré niveles de sadismo y tortura que devengaban en una corriente de éxtasis catártico al centro mismo de mi sexo, y entonces, ella.
 Ella que venía a limpiar el desastre, ella que venía a degustar en donde fuera y en cualquier entonces aquel torrente de excitación enfermiza que deslizaba en su lengua despertando cada una de las papilas gustativas de su morbo, ella con sus ojos inmensos que hiperventilaba y sufría taquicardias de gusto al ver como yo terminaba una vida tras otra después de que su encanto de sirena en tierra las atraía, ella que disfrutaba saber que yo era capaz de hacerle esas cosas a cualquier persona, incluyéndola, ella que me pedía que la ahorcara como en el diario de septiembre del 2018 que tenía una calificación de 4 estrellas, ella que me pedía que me riera mientras la dejaba amarrada a la cama, llorando, cubierta de mi saliva y su sangre, supurando en hematomas y quemaduras de cigarrillo como en mayo del 2019 con calificación de 3 estrellas, ella que me pedía que le pusiera el cuchillo entre las piernas y la dejara sentir el filo rozando su piel como en febrero del 2018, ella que quería vivir en la incertidumbre de si la muerte le permitiría renacer una vez más entre mis brazos.
 Era yo en todas y cada una de esas líneas, ese yo que finalmente podía leer sus propias vísceras para complacerlas en cada capricho, era yo en cada página, y me perdí tanto en la lectura que devore casi la mitad de los diarios en la caja antes de poder reaccionar y hacer una cuenta mental, hay solo 19, dijiste que eran 3 años, 3 años son 36 meses, y ella me contesto que en total habían 28, de esos 28 solo 27 estaban terminados, pero que las condiciones nunca fueron ideales para el numero 28, por eso a tu ultimo puntito en la espalda le falta la X
 -              ¿Pero y donde están los demás? ¿Dónde está el numero 1? – sentía ese aventón enérgico mezclado con el vapor acumulándose en la parte de atrás de mi garganta
 -              Vienen en camino
 Me quiero quedar con ellos, todos y cada uno de ellos, los quiero, son míos, y quiero el número 1, quiero saber cuál fue esa experiencia de 5 estrellas que nunca pude repetir con nadie más, Adriana no puso objeción alguna, pero si una condición, yo tenía que convencer al hombre que venía en camino de dármelos, pues él los quería también.
 En lo que a mi concernía todo aquello era ficción, pura ficción, yo no soy capaz de esas cosas, no tengo en mi la falta de humanidad para arrancarle la yugular a un hombre de un tajo con mis dientes solo porque el azar lo puso ese mes frente a Adriana y este cometió el pecado mortal de devolverle una sonrisa, yo no soy esta persona descrita en los 19 diarios. Pero ella insista que sí con una sonrisa de calma y me invito a seguir leyendo mientras iba a preparar café.
 -              Pero ¿cómo es que no recuerdo nada de esto?
 -              Para eso son los diarios, escribes para recordar, si no los tienes no recuerdas
 Fue entonces cuando sonó el timbre, Adriana responde a la puerta y escucho un intercambio de voces que se fueron intensificando y fluctuaban entre una conversación íntima y una discusión de la que no quieres que tus vecinos se enteren. Entre la duda de si debía salir o esperar algún tipo de señal me volví a desaparecer en la lectura de aquellos códigos, un signo para tareas pendientes, otro para tareas no completadas, había formas de conectar eventos con un simple trazo, debí estar realmente inspirado para lograr semejante simplicidad, entonces la discusión dominada por el hombre llamado Cristian empezó a ser más evidente, al igual que sus razones, él estaba fraguando un chantaje por los diarios, y Adriana no se los iba a dar, todos queríamos aquel material, el para explotarlo, ella para fantasear y yo para conocer de lo que soy capaz, traté de absorber cada línea disponible a mis ojos antes de que la inminente acción se hiciera obligatoria, y tuve que estar de acuerdo con aquella voz que se colaba por los espacios voyeristas entre el marco y la puerta cuando dijo “no sé cómo eres capaz de semejantes cosas y además de protegerlas como si fueran sagradas”.
 Adriana trataba de distraerlo negociando, la mitad para ti y la mitad para mí, 24 y 24, pero Cristian no aceptaba, era todo o la policía, y pude escuchar a Adriana cuando le dijo en voz fuerte y clara “¡Ay está bien Coño! ¡Llévatelos todos! Están aquí en el estudio, ven”
 Y entendí su plan, como siempre, ella los atrae, yo… me encargo de lo demás
 El dolor de cabeza había desaparecido por completo, mis ojos podían detallar un cabello a 20 kilómetros, sentía cada paso que daban en mi dirección y la compresión y expansión de sus pulmones inhalando y exhalando lo que él no sabía eran sus últimas bocanadas de aire.
 Lleve mi mano al bolsillo izquierdo del pantalón y le quite la tapa al bolígrafo, la boca de mi estómago se había abierto hambrienta y salivaba tanto que tuve que usar la manga de mi camisa para limpiarme la barbilla, podía sentir la sangre hirviendo desde la planta de mis pies llenando de un vapor que escapaba de mi cuerpo a una velocidad inmedible por cada uno de mis poros. Pasó solo un segundo desde que la mano de Adriana giro el pomo en la puerta hasta que mi bolígrafo azul estuvo clavado a la derecha de la tráquea de Cristian, que sacaba la lengua y abría sus ojos hasta que se desorbitaron de sus cuencas, que giraba sobre su propio eje tratando de coordinar sus manos para quitar aquel objeto que era mi emisario para robarle la vida. Mi espalda estaba contra el muro y la duda desapareció de mí, puse mi mano en su frente mientras Adriana expectante mordía sus labios y lengua exhalando como un toro sobre estimulado antes de la faena, lo lleve contra el muro y ante su intento de pelear solo tuve que esquivar sus manos torpes, retire el bolígrafo de un tirón y volví a insertarlo del otro lado de su tráquea, los orificios excitados por el aire apresurado tratando de llegar a ninguna parte expedían chorros de sangre que se achicaban y se agrandaban como el espectáculo de una fuente, boqueaba y sentí su temperatura cambiando en la palma de mi mano, sus labios transitaron del blanco al morado y sus ojos se perdieron en algún lugar detrás de su cabeza, lo deje caer y mientras su cuerpo inerte se derramaba a mis pies. Le die a Adriana
 -              los quiero todos
 -              te hago la última X si me dejas el 28 –respondió- yo puedo terminar de escribirlo
 Al llegar a mi apartamento, sin terminar de limpiarme de lo que había sucedido un par de horas antes y temiendo que la mañana se vuelva a robar mis recuerdos, saque los 27 tomos y los tiré sobre la cama buscando desesperadamente primero, di vuelta a cada uno para buscar el número que los identificaba hasta que, al fin, allí estaba, aquella descripción que mi cuerpo ansiaba, salte directamente a la última página para leer:
 No pensé que fuera tan sencillo, escribirle después de 7 meses para pedirle que habláramos con aquel cliché de que teníamos que cerrar ese ciclo definitivamente. Llegó a mi apartamento y entro a la habitación, Vero esperaba detrás de la puerta…
 Cerré el diario inmediatamente y escrito en bolígrafo azul sobre un desgastado cartón amarillo, en mi puño y letra, y con calificación de 5 estrellas, estaba aquel nombre que había resumido simplemente a la palabra “Amor”.
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paxacutic · 4 years
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the mood, the feels...
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Mis ojos han visto cosas que mis manos tienen prohibido conservar.
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Bonus Track: Get Out
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Fotomanipulacion Salto Ángel
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Hoy te busqué En la rima que duerme Con todas las palabras
Si algo callé Es porque Entendí todo Menos la distancia
Desordené átomos Tuyos para hacerte Aparecer
Un día más, un día más
Arriba el sol Abajo el reflejo Ve cómo estalla mi alma
Ya estás aquí Y el paso que dimos Es causa y es efecto
Cruza el amor Yo cruzaré los dedos
Y gracias por venir Gracias por venir Adorable puente Se ha creado entre los dos
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paxacutic · 4 years
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Diseño de logo
para el Segundo Aniversario de La Corporación de la Juventud Productora
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