Tumgik
diamantar · 2 months
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PEDIDOS ABIERTOS: HANNIBAL
REGLAS
Un pedido por mensaje y, obviamente, deben decir con quién o quienes lo quieren.
Es obligatorio entregarme una situación o sinopsis, así es más fácil y rápido escribirlo.
Pueden darme nombre y cualquier otro tipo de característica que deseen para su protagonista, las personalizaciones son aceptadas.
Deben votar, como mínimo, el apartado donde publico lo que pidieron. En caso contrario, se les prohíbe solicitar algo más en cualquier futura tanda.
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CONTENIDO
En género y temática acepto todo: fluff, angst, poliamor, A/B/O, vampiros, etc.
Después de tantos años de escribir estoy ligeramente exhausta de redactar smut y puede que no adentre demasiado si piden aquello, aunque dependerá de la inspiración del momento.
Escribo HanniGram, pero debe ser en relación con el protagonista de su creación, no escribo ships por sí solos.
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No sé cuánto dure esta etapa con HANNIBAL, pero al menos espero expandir la comunidad en español, ¡los espero! ♡
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diamantar · 2 months
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PERLA EN BRUTO
→ Laenor Velaryon x fem!OC
✦ Sinopsis: Gracias a los rumores en Marcaderiva, la recién casada inmediatamente desiste en crear una verdadera relación con su esposo.
Por otro lado, el corazón de Laenor puede que los lleve a nuevos puertos.
✦ Advertencias: Matrimonio arreglado / Fluff
✦ Palabras: 2407
✦ Pedido: Si, de Wattpad.
✦ Nota: ¡Comentarios, likes y reblogs son muy apreciados! ♡
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Erguida junto una de las ventanas del largo pasillo, Rhaenyra observó junto a su mejor amiga como un joven hombre de plateados cabellos reía y posaba un brazo en los hombros de otro muchacho. Ambos tenían las ropas desarregladas y mojadas, claramente volviendo de pescar por las pesadas bolsas de arpillera que sostenían.
—¿Aquel es…? —intentó preguntar la Targaryen.
—Joffrey, el amante —asintió, enseguida suspirando aliviada—. Me alegra que regresaran bien.
—No pareces molesta —reconoció intrigada.
—Prefiero vivir sin amargura —inclinó la cabeza y cruzó los brazos hundiéndose en pensamiento—. Antes del casamiento me advertiste de sus preferencias y pude imaginar el futuro que tendría, así que no es impactante. Además Laenor es increíblemente considerado y amable, tengo suerte de poseer un buen amigo como esposo.
—Desearía tener tu positividad —murmuró Rhaenyra en el proceso de colocar el peso en la cadera izquierda.
—Cuando oyes que hay hombres que golpean, humillan y abusan, ¿cómo podría quejarme? —volteó el rostro con una sonrisa—. ¿Tu padre sigue presionando en que encuentres esposo?
—Cada día. Puede que no lo diga, pero cuando me mira veo la esperanza, ese brillo que suplica que me apresure y reafirme mi herencia al trono —cerró los ojos y abatida la abrazó en busca de consuelo—. Extraño cuando vivías en el castillo como mi dama de compañía, aquellas épocas eran felices.
—Lejos de responsabilidades, cuando las obligaciones irían a un hermano varón que te dejaría libre de hacer lo que quisieras —explicó sabiendo muy bien la verdad atrás del asunto.
—¿Por qué puedes leer a las personas tan bien? —preguntó mientras se alejaba y la sostenía de la cintura, una ligera expresión de berrinche pintando su rostro.
—Te conozco, nada más.
Enganchando brazos abandonaron el puesto y fueron hacia las escaleras principales del castillo. Descendieron y en el camino señaló a la invitada ciertas decoraciones que podrían llamarle la atención, en abajo encontrándose con su suegra y los hombres.
—¿Consiguieron la cena? —bromeó Rhaenyra viendo lo que transportaban.
—Princesa —reverenció Jofrrey mientras Laenor se acercaba animado y tomaba la mano de su esposa.
—Lamento la tardanza, el mar estaba agitado.
—Sé que no hay nadie mejor en el agua que los Velaryon, sin embargo, me preocupé al ver que nubes cubrieron el cielo —dijo afectuosa, tanta cercanía casi quemando las fosas nasales por el olor a pescado.
—Deberían asearse, la peste quedará en nuestras ropas —quejó la joven Targaryen moviendo una mano frente la nariz.
—Tomen la ganancia y preparen los baños —ordenó Rhaenys a los sirvientes presentes.
—Conseguí tu favorito, así que pediré que cocinen el plato que te gusta —informó Laenor antes de alejarse, expectante apreciando la reacción complacida de la chica.
—Gracias, aguardaré ansiosa la cena —prometió inclinándose a besarle la mejilla.
Aquellos gestos eran pan de cada día para mantener las apariencias, aunque el muchacho no dejaba de poner expresión sorprendida cuando en soledad solía poner distancia. Secretamente adoraba ver las reacciones desprevenidas e inocentes, suponía que el afecto le daba timidez, porque entendía que ella no era de preferencia.
—Iré a asearme y continuaré con estudios pendientes, nos vemos en unas horas —despidió el príncipe inclinándose a besarle el dorso de la mano.
Asintiendo y dejándolos libres, Rhaenyra apretó el agarre y la llevó fuera del castillo ignorando como el Caballero Lonmouth codeaba a Laenor y sonreía burlón.
Soportaron el viento y caminaron una considerable distancia hasta la guarida de los dragones, donde la heredera intentó que se familiarizara con Syrax.
—Adora que la acaricien aquí —señaló un grupo de escamas cerca de la barbilla.
—No estoy acostumbrada a pasar tiempo con ellos —comentó en señal de que prefería irse, especialmente cuando Bruma y Meraxes se unieron a la reunión.
—Temer es impropio de una mujer casada con un descendiente Targaryen, los dragones deberían ser aliados y no extraños.
—Fácil decirlo —regañó tocando con duda a la dorada criatura.
—Me ofende que Laenor no se encargara de acercarte a Bruma, es lo mínimo que podría hacer como esposo. ¿Qué pasaría si un día deben huir y su dragón no te acepta?
—Respeta que prefiero mantener distancia, son… mucho para mí.
—La actitud que posees tampoco es adecuada —chasqueó la lengua.
—¿Por qué no buscamos a Laena? —retrocedió empezando a mirar la salida de la cueva con anhelo.
Rodando los ojos, Rhaenyra bufó y la siguió de vuelta. Entre muros se escudaron y aguardaron a la cena, donde la femenina disfrutó lo que el joven Velaryon pescó para ella.
—¿Te gusta? —preguntó expectante después de los primeros bocados.
—Es excelente, gracias por conseguirlo —asintió cubriendo su boca al aún deber terminar de tragar—. Lo aprecio mucho, hacia bastante que no probaba esto.
—Me encargaré de generar reservas, es época —sonrió complacido agarrando el tenedor y continuando la degustación.
—Eres el mejor —halagó contenta enfocándose en los distintos platillos, aunque debajo de la mesa le apretó la rodilla como último agradecimiento.
Laenor apenas se removió en el asiento y miró el mantel con un ligero escalofrío, la zona tocada quedando sensible por largo rato. Laena miró de reojo y Rhaenyra inclinó la cabeza en confusión ante las pequeñas reacciones del chico, aunque terminó por encoger los hombros y conversar con la Velaryon sentada al lado.
—Esta noche… —empezó a decir en tono bajo—. ¿Podrías venir a mis aposentos?
El requerimiento la hizo ahogar y rápido agarró la copa, al beber aliviando el nudo de comida.
—¿Estás bien? —preguntó Corlys.
—Si, lo siento, tragué demasiado rápido —mintió, aunque la pena de interrumpir la cena era real.
—Con cuidado, el pescado no huirá al mar —rió inclinándose a agarrar pan.
Aguardó unos momentos a que el ambiente se estabilizara y luego miró a Laenor, el cual lucía como quien cometió un error. Disimulada llamó su atención y nervioso él aguardó respuesta, con una simple señal informando que iría.
—La noche se podrá fría, usa más ropa —recomendó el muchacho intentando cambiar de tema y huir del momento.
Dándole el espacio que claramente necesitaba, fingió enfocarse en lo servido y silenciosa consideró las distintas posibilidades. Rara vez compartían tiempo fuera del dominio del sol y la sospechosa actitud de Laenor ayudaba a generar las más extrañas ideas, aunque su instinto tenía el particular presentimiento de que nada malo ocurriría.
El tiempo pasó y finalmente tuvieron permiso de levantarse de la mesa, la cena quedando terminada. Abandonaron el salón e intercambiaron palabra con las jóvenes hasta que fueron a sus propias habitaciones, una vez solos él amagando a iniciar conversación cuando Joffrey surgió de las sombras.
—Lamento interrumpir, pero, ¿sería posible robar un poco de su tiempo? —preguntó en referencia al Velaryon.
—¿Puede esperar a mañana?
—No sería lo mejor —reconoció, entonces realizando una pequeña expresión que pareció alertar al hombre de a qué se refería.
—Iré por abrigo y te buscaré en unos momentos, así que hablen —sonrió comprensiva, rápido entendiendo que no debía estar allí.
—Gracias, señorita —reverenció Joffrey.
—Esperaré —aclaró Laenor no queriendo que malinterpretara y abandonara el plan inicial.
Sonriendo cortés los dejó y fue en dirección a donde dormía, una sirvienta hallándola en el camino y siguiéndola.
—Necesito un abrigo, pero nada exagerado —mencionó viendo que la chimenea estaba prendida y la cama aguardando a que la usara.
—Disculpe la intromisión, pero, ¿planea salir? —inquirió yendo al gran armario postrado en un rincón.
—Visitaré a mi esposo.
Evitó mirarla y revisó los libros en el escritorio, el ambiente cambiando a numerosas emociones al aquella ser la primera vez que iría desde la ceremonia matrimonial. Silenciosa levantó los brazos y dejó que la femenina la deslizara dentro de la piel, la nueva capa protegiéndola de los fríos muros. No era usual en ese sector, pero recordaba el camino de cuando Rhaenys le enseñó el lugar, y cuando llegó no le sorprendió hallar al Caballero Lonmouth saliendo de la habitación del príncipe.
—¿Llegué temprano? —preguntó casual manteniendo las manos escondidas en las largas mangas.
—Para nada, querida, ya terminamos de conversar —sonrió Laenor luciendo relajado.
—Gracias por otorgarme este momento. Tengan buena noche —deseó empezando a retirarse.
Nuevamente solos, miró al Velaryon y este hizo un movimiento que la invitaba a ingresar. Por primera vez puso pie en los aposentos del heredero de Marcaderiva y enseguida absorbió cada detalle, especialmente la caña rota que colgaba enmarcada en una pared.
—Recuerdo de mi primer gran pesca, tuve el botín pero acabó con mis instrumentos.
—Debió ser un animal gigante.
—Absolutamente, terminé utilizando una lanza para obtener el enorme pez una vez que se quebró la madera.
—¿Continúas buscando desafíos?
—En lo posible. La adrenalina que aparece cuando surge el tire y afloja revitaliza el espíritu. Es una buena sensación, mejora mi humor cuando un supuesto día ordinario trae tal sorpresa.
—Has pasado mucho tiempo en el mar durante las últimas semanas, ¿has hallado aquella agitación? —indagó queriendo entender lo que le gustaba.
—A decir verdad… De eso te quería hablar —aclaró la garganta regresando a la actitud tímida de la cena.
—¿Qué pasó?
Laenor inspiró y volteó a buscar una bolsa de terciopelo azul, cordones dorados cerrando el extremo que no estaba cocido.
—Últimamente mis viajes no son a razón de un reto marítimo, más bien a causa de un duelo personal.
—Lamento no entender a qué te refieres —cruzó los brazos e inclinó la cabeza, ocasionalmente viendo el objeto que sostenía.
—Nuestro matrimonio es un arreglo, pero en estos meses he desarrollado afecto por ti. Sé que no hemos pasado demasiado tiempo juntos y parece irrazonable, aún así… apreciaría que consideraras mis sentimientos y pudiéramos tener una mejor relación —explicó intentando ocultar el pánico que le daba expresarse en voz alta.
Anonadada dejó de pestañear y por unos segundos su mente se apagó, al reaccionar pareciendo que hubiera despertado de un sueño.
—Me tomas desprevenida —sacudió la cabeza aún intentando ubicarse en el presente.
—Entiendo que estas emociones pueden incomodarte y representar un problema...
—No es eso —interrumpió—. Desde el inicio evité imaginar un panorama como este por… um… lo que se dice de ti.
—¿Rumores? ¿Cuáles? —frunció el ceño.
Verdaderamente esperaba que él supiera y no tuviera que decirlo, pero la fortuna no estaba de su lado y lamentó introducir el tema.
—Antes que nada, lo que menos quiero es ofenderte o ser irrespetuosa —aclaró, el labio inferior temblando en evidentes nervios.
—Está bien, solo quiero saber.
—Oí en varias oportunidades que… tienes interés por… los hombres —murmuró dubitativa, inconscientemente dejando de cruzar los brazos y yendo a jugar con sus dedos—. Especialmente Joffrey.
El joven quedó estupefacto y entreabrió la boca mientras distintos colores lo pintaban, incluso debiendo voltear para recomponerse.
—No pensé que tales palabrerías llegarían a ti.
—Lo siento, aquella es la razón por la que he preferido mantener distancia. No deseaba entrometerme y ponerte en una posición incomoda, mientras pudiéramos sustentar las apariencias… todo estaría bien.
—Aprecio la consideración, solo es impactante tener que hablar de eso ahora —suspiró enfrentándola de vuelta, las mejillas aún estando sonrosadas.
—Estamos en completa privacidad, no hay mejor momento para aclarar nuestra situación —animó aferrándose rápido a la oportunidad de eliminar cada duda existente.
—Tienes razón —asintió esforzándose en relajar la postura, acto seguido inspirando profundo y cerrando los ojos—. Desde joven he tenido curiosidad por mi mismo género, y al crecer entendí que siento más atracción por los hombres que las mujeres.
—¿Entonces Joffrey es...?
—No —rechazó rotundo—. Poseemos preferencias similares y debido a eso surgieron rumores, pero es mi mejor amigo.
La femenina asintió aún sospechando, aunque por el momento decidió creerle al ser un buen muchacho que merecía confianza.
—Dijiste que desarrollaste afecto por mí, ¿qué significa? —indagó cruzando nuevamente los brazos.
Laenor entró en calor y tantas emociones en tan poco tiempo lo dejaron mareado, hasta el punto de casi pedir un descanso para sentarse.
—Me gustas, física y emocionalmente —contestó, ansioso sintiendo un nudo en el pecho—. Llegué al punto donde no podía pretender más y por eso planeé confesarme.
—¿Pensaste este momento? —elevó ambas cejas.
—Si, debido a eso Joffrey quería hablar conmigo —miró la bolsa aterciopelada—. Quería obsequiarte algo realizado, en su gran mayoría, por mí. Durante semanas fui al mar para conseguir los materiales y cumplir con las especificaciones del artesano.
—Tomaste muchas molestias —dijo apenada y, por alguna razón, ligeramente culpable.
—Fue un placer, además de mi idea —sonrió antes de ofrecer el paquete—. Se suponía que Joffrey buscaría el trabajo y lo dejaría en mi habitación, pero las sirvientas cerraron con llave y no pudo ingresar.
—¿Por eso apareció luego de la cena? —preguntó mientras agarraba la felpa y apreciaba que guardaba una firme caja en el interior.
—Exacto. Debía darme el regalo antes de que te trajera aquí y liberara mis sentimientos.
Sin comentar más quitó la suave bolsa y reveló una preciosa madera tallada. Analizó y tocó los relieves antes de levantar la tapa, inmediatamente abriendo bien los ojos.
—¡Un collar de perlas!
—Imagino que no será el primero que tienes, pero esperaba que poseyeras algo que al usarlo te recordara a mí.
—Debió ser difícil encontrar tantas ostras con nácar… Gracias, me encanta —acarició las blanquecinas esferas, pronto tomando la pieza y dejando el resto de lado.
—¿Te ayudo? —ofreció emocionado de que lo luciera.
Asintiendo, ella quitó el adorno que ya le decoraba el cuello y volteó dejando que él pusiera el regalo. La sonrisa que la pintaba permaneció mientras comprendía la extensión de sus acciones, como también la consideración de pescar su carne favorita y otros pequeños gestos que hasta entonces no pensó que tenían especial intención.
—Usaré el espejo —avisó yendo hacia un muro.
—No es porque participara en crearlo, pero se ve bien—comentó mientras se aproximaba y quedaba parado atrás.
—Puedes estar orgulloso, es precioso —halagó viéndolo por el reflejo, entonces apenas dejándose caer y chocando con su pecho.
Laenor tensó el cuerpo, aunque rápido utilizó una mano para sostenerla de la cintura y evitar que se alejara.
—No espero una respuesta inmediata a mi confesión, pero, ¿podrías considerar que seamos una pareja de verdad?
—Unicamente si logramos compartir tiempo de calidad, me gustaría conocerte a fondo.
—Absolutamente, es todo lo que quiero —respondió, sus cejas juntándose de tal manera que lo hacían ver como un cachorro desesperado.
Sonrió ante la sinceridad y giró el rostro, así besando la mejilla más cercana en una silenciosa promesa de un magnifico futuro juntos.
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diamantar · 2 months
Note
Puedes hacer algo sobre Lucerys Velaryon x tía targaryen reader/oc (como prefieras) 🙏. Dónde ambos se casan para calmar la rivalidad entre sus familias pero no les importa por que estaban enamorados y tienen a su primer hijo ( me gustaria que Rhaenyra y Alicent estén contentas por compartir nieto a pesar de la rivalidad entre ambas ) :3 💕
¡Con gusto! Me disculpo por haber tardado en responder, tuve bloqueo de escritor y me atrasé horrible con los pedidos, pero enseguida lo agrego a la lista ♡
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diamantar · 2 months
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OPORTUNIDAD
→ Viserys Targaryen x fem!Stark!OC (ft. Daemon Targaryen)
✦ Sinopsis: En un matrimonio arreglado las infidelidades son plato de cada día, aunque jamás consideró tomar aquel camino hasta que entabló relación con el hermano de su esposo.
✦ Advertencias: Matrimonio arreglado / Infidelidad / Angst.
✦ Palabras: 2415
✦ Pedido: Si, de Wattpad.
✦ Gif: ladydostoevsky
✦ Nota: ¡Comentarios, likes y reblogs son muy apreciados! ♡
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Apenas había cumplido quince años cuando en una nubosa mañana de invierno se convirtió en esposa de Daemon Targaryen, ambos brillando de pies a cabeza en un intento de ocultar el fastidio. En retrospectiva, aún no entendía como pensaron que unirla a él era una buena idea, especialmente cuando lo conocía desde pequeña y siempre expresó lo que le disgustaba. A su parecer no era más que un bruto irresponsable que vivía para seguir impulsos, apenas salvándole el hecho de que era un excelente guerrero. Lloró cuando supo que estaban comprometidos, pero las mujeres de la familia Stark ferozmente reprendieron el capricho por ser “una gran oportunidad”.
La primera vez que pensó bien de Daemon fue durante la noche de bodas, donde el joven fue excepcionalmente compresivo con su terror al coito y se encargó de fabricar una elaborada escena para engañar al resto. Arrugó las sabanas, punzó su muslo para dejar sangre como prueba de la penetración y acomodó las ropas de ambos en el suelo, luego de casi dos horas saliendo y dejando que los mayores encontraran la farsa. Numerosas damas la cubrieron con una bata y él permaneció en un rincón junto a Viserys, en solo unos minutos ganándose su profundo agradecimiento.
Desde ese día comenzó a verlo en una nueva luz, de pronto abriéndose y dejando que rompiera la barrera que había creado entre los dos. Halló en él un buen confidente, una persona que la acompañaba en la cama y no la forzaba a cumplir con las reglas de la realeza en el desespero de tener un hijo. Entendió su actitud y la resistencia a la autoridad, el deseo de vivir libre y no permitir que alguien más lo obligara a tomar un camino que no quería.
Por unos cuantos meses pensó que Daemon era mejor de lo que parecía y de a poco cayó por sus encantos, especialmente cuando Aemma Arryn le informó que, según Viserys, él se enamoró apenas la vio bajar del carruaje que la trajo de Invernalia. La idea de formar familia empezó a ser un concepto atractivo y le emocionaba salvarse de tener que vivir infeliz junto un hombre que no la quería, pero la fantasía de cristal pronto se convirtió en añicos.
Bien sabía de la predilección de su esposo por el vino y nunca cuestionó que saliera a beber hasta altas horas, ya que era una actividad que realizaba desde antes de que se casaran. Aún así, a pesar de que debió haberlo imaginado, la noticia de sus frecuentes visitas a la Calle de la Seda le congelaron el corazón. El poco amor que surgió se esfumó y rápidamente recordó porqué nunca debió ignorar el instinto que desde niña le gritó que Daemon no era el indicado.
Los muros crecieron más altos que nunca y el hombre se sumió en los placeres, ni siquiera intentando superar la fría cordialidad con la que lo trataba. Las pocas veces que dormían juntos él caía rendido luego de tanto alcohol y algunos integrantes del Consejo Privado empezaban a agitarse por la falta de embarazo. Aquellos hombres tenían demasiada habilidad en arruinarle el día y más de una vez deseó que los lobos de su familia los destrozaran, pero, como siempre, debió callar y aguantar en silencio.
Soportó rumores y miradas hasta que un inesperado aliado apareció, Viserys siendo una brisa fresca entre tanto humo que la ahogaba. Con sonrisas apenadas y tímidas se acercó en absoluta comprensión, ya que él vivía los mismos disgustos con la presión de tener un sucesor varón. Al oírlo se sintió entendida y con el paso del tiempo aprendió que era alguien de fiar, ya que ninguna confidencia resonó en los pasillos de la Fortaleza Roja.
El vacío de atención y compañía finalmente fue llenado por el Rey, el cual le enviaba cartas cuando no podían pasear por los jardines o ir a la recamara de alguno a conversar. Mentalmente quería controlar la esperanza cuando ambos estaban casados y él tenía una esposa que se desvivía para cumplir las demandas de un heredero, pero el brillo en los ojos de Viserys no lo hacía fácil.
Por su parte, Daemon, seguía igual de perdido en los placeres de la ciudad y apenas hablaba en las pocas mañanas que llegaban a despertar al lado del otro. De todos modos, a años de la boda y sin aún tener sexo, logró dar a luz a un sano y hermoso niño rubio de grandes ojos violeta.
Rhaegar Targaryen existía para enamorar a quien cruzara camino con él, sonrisas de blancas perlas apareciendo entre un aura gentil y brillante. La personalidad distaba mucho de “Lord Lecho de Pulgas”, tanto que los ancianos que llegaron a conocerlo desde la cuna insistían que parecían opuestos, y oír esas declaraciones solo la aliviaban al no querer que Daemon lo influenciara. Sabía que lo mejor era que todos dijeran que se parecía a él, que así la infidelidad pasaría desapercibida, pero siempre podría anunciar que esas diferencias venían de su parte de la familia.
Viserys mantenía la fachada a pesar de saber la verdad, en el inicio amargura llenándolo al tener un hijo que no podía celebrar. Finalmente tenía lo que tanto deseó y estaba obligado a mantenerlo en las sombras, aunque culpabilidad frenó cualquier fantasía cuando Aemma falleció dando a luz. Se suponía que pasarían varios días celebrando, pero cada acto cesó ante la noticia de que el nonato, Baelon Targaryen, tampoco sobrevivió las primeras horas de vida.
Ambas muertes fueron un golpe terrible y, como era de esperar, Daemon no tuvo mejor idea que escapar a la Calle de Seda y nombrar al pequeño como el “Heredero por un Día”. Ebrio y poco cuidadoso no imaginó que la voz correría, y mucho menos pensó que a primer hora del amanecer Otto Hightower comunicara la falta de respeto a un Viserys emocionalmente herido.
—Señorita Stark, el Rey la solicita.
Monótona e impasible, la sirvienta aguardó mientras bajaba la taza de té y asombro pintaba cada músculo facial.
—¿Ha dicho por qué? —preguntó en el proceso de limpiar cualquier resto de desayuno en los labios.
—No, solo que la acercara lo antes posible al Salón del Trono.
Un incomodo sentimiento le cerró el estómago y provocó una breve ráfaga de nauseas, todo de aquella invitación siendo diferente a los encuentros que hasta ese momento tuvieron.
—De acuerdo, iré.
Inspiró profundo en el proceso de levantarse y dejó que los pies la guiaran, en la puerta recibiéndola un guardia y dejando que ingresara. Avanzó por el enorme espacio apreciando al hombre, el cual vestía de negro y se hallaba sentado con expresión tensa.
—Majestad —saludó antes de reverenciar, fielmente ajustándose a las etiquetas al haber personal militar presente—. Vine tan rápido como pude, ¿en qué puedo ayudarle?
Conectando miradas, pudo notar como sus ojos se suavizaban un momento antes de regresar a un sentimiento oscuro.
—Desde que te he conocido has sido alguien de confiar y no planeo someterte a interrogatorio porque sé la clase de persona que eres… —realizó una breve pausa por la incomodidad de tener que actuar tan distante—. Pero me veo en obligación de preguntar, ¿sabes dónde estuvo Daemon anoche?
—Lamento no tener información que sea de ayuda, pero desconozco las actividades de mi esposo —contestó presionando y frotando los labios en un breve gesto de ansiedad.
—Es de común saber que mi hermano escapa a las responsabilidades, así que entiendo la ignorancia.
—¿Ha sucedido algo, señor? —preguntó con piel erizada en anticipación.
Viserys se removió en el trono y encajó la mandíbula en enojo, un gesto que la asustó al ser muy poco usual.
—Bajo el manto de la oscuridad, Daemon, escapó a un burdel a beber y hundirse con gente cuestionable a faltar el respeto de mi hijo fallecido —explicó elevando la voz en cada palabra—. Lo coronó “Heredero por un Día” y pasó cada rato libre lejos de su familia, ¡ni siquiera consolando a Rhaenyra!
Palidez la pintó de la impresión y colocó una mano en el pecho por el grave error, inmediatamente amagando a disculparse hasta que recordó que no fue error suyo.
—Realmente me deja estupefacta… esto es… no sé… —bajó la cabeza con el corazón sumamente acelerado.
—Daemon ha sido llamado y está de camino a recibir castigo —informó en tono normal evitando generarle estrés—. Como dije, sé la clase de persona que eres y tendré consideración por la gran alianza con tu familia, pero debes estar presente para saber cómo quedará la situación.
—Por supuesto.
Claramente preocupada esperó a un costado y sintió fugaces miradas de Viserys, al ceder apreciando que intentaba tranquilizarla con un lenguaje corporal amable. Emitió una pequeña sonrisa y regresó a mirar el suelo, entonces la puerta abriéndose y enseñando al Targaryen en juicio. Brevemente se miraron y luego observaron al Rey, el cual enderezó la espalda e inmediatamente empezó a tratar el desacato.
—Fue mi manera de llevar el infortunio, cada uno actúa de manera distinta —excusó en tono bajo, definitivamente tomándolo desprevenido que lo dicho llegara a la Fortaleza Roja.
Juntando las manos al frente se contuvo de negar ante el carácter de Daemon, especialmente cuando empezó a pelear por su posición en la Corte Real.
—¡Suficiente! He aguantado, he intentado comprenderte y razonar, pero ya no más —gritó Viserys completamente harto—. Toma tu dragón y abandona Desembarco del Rey, vete y busca en otras tierras como ser un hombre decente.
Aquella sentencia de destierro fue inesperada y la femenina los miró intentando dilucidar donde quedaba ella, un tema que el Targaryen menor también consideró.
—¿Harás que deje a mi esposa e hijo?
—Nunca estás con ellos y apenas cumples tus deberes, ¿ahora te preocupa mantener la farsa?
La selección de palabras la congeló de pies a cabeza y por unos momentos dejó de respirar mientras veía al regente con susto.
—¿Te atreves a difamar cuando apenas puedes ser Rey? Es hipócrita señalar cuando tampoco llegas al estándar —frunció el ceño conteniéndose de acercarse, porque sabía que los guardias lo sacarían de la habitación.
Viserys calló un momento e inspiró intentando mantener compostura, entonces mirando a la mujer que secretamente amaba y notando la oportunidad que se presentaba.
—No solo abandonarás estas tierras, Daemon, sino que también anularé tu matrimonio. Te irás y serás libre de revolcarte con cuanta prostituta quieras, pero no ensuciaras más el nombre y la cama de la dama que todos los días ha soportado tu indecencia.
—¿Cómo? —preguntó con un cambio de expresión que erizó los cabellos, los guardias en la habitación preparándose ante la amenaza.
—Una mujer proveniente de la casa Stark no debería vivir en tales condiciones, con un hombre incapaz de valorarla —aseguró al tiempo que inflaba el pecho y elevaba el mentón—. Cuidaré de ella y criaré a Rhaegar como el heredero legitimo al trono que es.
Exponer la verdad le estrujó el corazón en angustia y miedo, inevitablemente soltando un quejido mientras se le humedecían los ojos.
—¿Qué has dicho? —preguntó incrédulo y sin pestañear, al ver la reacción femenina su cuello y nuca tomando color por la furia—. ¿¡No es mi hijo!?
—Lo siento, p-pero nosotros nunca… consumamos el matrimonio —explicó juntando ambas manos en el pecho.
—¡Mientes!
—Las pocas noches que no estabas hasta la mañana en los burdeles llegabas absolutamente ebrio y perdías la conciencia apenas tocabas la almohada —jadeó con el labio inferior temblando.
—¿¡Entonces la solución fue refugiarte en mi hermano!?
—¡Arruinaste el poco amor que te tuve! —defendió exasperada—. Llegué a ver lo bueno en ti hasta que me cambiaste por la Calle de Seda, quise que nos acercáramos y…
—¡Calla! —interrumpió yendo decidido a hacerle quién sabe qué.
—¡Deténganlo! —ordenó Viserys poniéndose de pie, los guardias inmediatamente agarrándolo y alejándolo—. Ya has hecho demasiado daño, no permitiré que lastimes a mi futura esposa.
—¡Desgraciado! —gritó al tiempo que forcejeaba, el movimiento haciendo las armaduras tintinear.
—Sáquenlo, no dejen que siga un día más en Desembarco del Rey.
Asintiendo pequeño, los dos hombres que agarraban al Targaryen empezaron a arrastrarlo fuera del salón. Maldiciones y promesas de retribución retumbaron en las paredes hasta que estuvo lejos, el ambiente siendo pésimo hasta que Rhaenyra apareció con mirada humedecida.
—Crucé a Daemon y dijo… —apretó los labios y tragó intentando no derrumbarse—. ¿Es verdad? —inquirió a pesar de que sabía la respuesta por el aspecto de ambos.
Viserys dudó un momento antes de recordar la confianza que lo llevó a revelar el secreto, firme bajando los escalones del trono.
—Si, Rhaegar es tu hermano.
La noción del parentesco envió un desagradable escalofrío en Rhaenyra, quien tenía la herida de su madre y hermano al rojo vivo. Miró a la mujer y limpió una lagrima rebelde antes de cerrar ambas manos en puños.
—Felicidades, engendraste al próximo Rey —jactó dolida en el proceso de girar y dirigirse a la puerta.
—No fue con ese propósito, ¡amo a tu padre! —declaró desesperada, pero la joven siguió sin mirar atrás.
—Vigilen la entrada —indicó el regente al personal presente, cada uno saliendo y cerrando la puerta para cuidar desde el exterior.
Ambos voltearon al otro y relajaron los hombros, Viserys abriendo los brazos y encerrándola entre ellos.
—Impulsivo, lo que hiciste no tuvo preparación —reclamó contra su pecho, desesperada agarrándolo de la ropa.
—Ciertamente, pero tomé la oportunidad cuando se presentó —explicó al tiempo que la consolaba con delicadas caricias—. Si lo planeábamos habríamos estado mejor mentalizados, pero las reacciones no hubieran cambiado.
—Puede ser… —suspiró insegura, aunque en lo profundo sabía que tenía razón.
—En poco el impacto pasará y podrás disfrutar de finalmente ser libre.
—La gente juzgará por los pasillos —soltó las telas para colocar ambas manos en el pecho de Viserys.
—Nadie es libre de la opinión ajena, pero serás reina y eso te ahorrará varios problemas.
La noción del rol que cumpliría en el futuro le aflojó las rodillas, sin embargo logró aguantar y mirarlo a los ojos.
—¿En serio me harás tu esposa?
—Absolutamente, es momento de elegir con quien compartir mis días —dijo mientras iba a sostenerla de la mejilla—. Te amo, estoy ansioso de vivir contigo y criar en conjunto al pequeño Rhaegar.
—Nuestro hijo —murmuró poniendo una mano sobre la de él.
Cansados y abrumados compartieron un beso amargo por el mal momento vivido, pero un trasfondo dulce otorgaba la fuerza que necesitaban para soportar y luchar por la felicidad.
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diamantar · 5 months
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ENCANTADORA
→ Aemond Targaryen x fem!OC
✦ Sinopsis: La Reina compromete a su tercer hijo con una dama de excepcional timidez y éste descubre un nuevo lado en él.
✦ Advertencias: Matrimonio arreglado / Fluff / Sugerente.
✦ Palabras: 1979
✦ Pedido: Si, de Wattpad.
✦ Nota: ¡Comentarios, likes y reblogs son muy apreciados! ♡
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Primavera fue la estación donde Alicent los presentó, por semanas oyendo que la dama seleccionada para nupcias era excepcionalmente bella, educada y provenía de una respetada familia. Halagos llovían para aquella ignota que solo conocía a través de su madre, quien había sido la única en conocerla cuando él viajó a fortalecer lazos políticos.
La idea del matrimonio no le agradaba como tampoco le disgustaba, ya que desde joven sabía que en algún momento sucedería. De todas maneras, aquella mentalidad lista para asumir las responsabilidades se debilitó una vez que fue deformado por Lucerys Velaryon. En la Fortaleza Roja las damas y caballeros susurraban sobre su apariencia y más de una vez oyó como prometían que nadie podría amarlo, así que la expectativa del rechazo de una mujer que juraban que era hermosa lo incomodaba de sobremanera.
Desde el inicio tuvo la guardia alta, pero los muros cayeron en la primer cena de celebración del compromiso. La femenina era fiel a las descripciones y aquellos ojos que lo miraron expectantes, casi suplicantes de que fuera buena con ella, lo destruyeron por completo. Rápidamente quiso conocerla en profundidad, sin embargo, mantuvo carácter y cordialidad ante las miradas inquisitivas.
En el transcurso de la noche intentó conversar y relacionarse, pero fue en vano al solo recibir respuestas cortas y nerviosas. La idea de ser despreciado generó mal gusto y le torció el estómago, aunque pronto concluyó que su prometida era extremadamente tímida al juntar las obvias señales: mejillas y orejas ruborizadas, mirada gacha y voz temblorosa.
—Oí que tú y tu familia llegaron esta tarde, debes estar cansada, ¿verdad? —insistió ahora que los padres de ambos estaban sumidos en una conversación que no le interesaba.
Con un rostro igual al de un animal acorralado, ella le miró y asintió.
—Si, pero no es problema… Quería verte lo antes posible —sonrió torpe tomando aún más color, sin dudas notándose el esfuerzo de esa confesión.
Aemond contuvo el aliento e intentó descubrir si mentía a pesar de que esas palabras lo entibiaron.
—He oído muy buenas cosas de ti, también deseaba encontrarte en persona.
—N-No hay demasiado en realidad… —negó apenada juntando las manos en el regazo.
—Solo es cuestión de conocernos.
Fiel a esas palabras, el Targaryen tomó acción y procuró que pasaran tiempo en actividades simples para no abrumarla con la intriga que trataba de mantener a raya. Existían días donde no podían encontrarse y sabía que la joven era comprensiva, pero apreciaba que, tanto como él, lamentaba no poder al menos conversar unos minutos.
Las semanas pasaron y ella empezó a acostumbrarse, los titubeos siendo menos frecuentes y logrando mantener contacto visual de forma prolongada. Desayunaban o tomaban el té con Alicent antes de partir a sus propias caminatas, un día enlazando brazos y dando comienzo al contacto físico. Podía sentir la tensión a través de las telas y como los pómulos tomaban color cuando flexionaba los músculos o la acercaba más, así que empezó a hacerlo conscientemente. Verla avergonzada provocaba emociones nuevas en él, hasta el punto donde debía esforzarse en ocultar el deseo que surgía.
Acciones simples como tomarla de la cintura y acomodarle el cabello se convirtieron en caricias en las caderas y roces por el cuello, incluso comenzó a besar su mano en saludos y despedidas. El aroma y suavidad de aquella delicada piel lo alcanzaba en lugares poco usuales, la impaciencia por finalmente estar casados dejándolo asombrado.
—La semana que viene es nuestra boda.
Aemond salió del mundo imaginario y observó la femenina mirar hacia abajo, el tono mortecino denotando que algo le inquietaba.
—¿Posees segundos pensamientos?
—¡En lo absoluto! —saltó veloz con expresión inquieta—. Has sido tan bueno y respetuoso conmigo, jamás consideraría o…
—Lo sé, entiendo —interrumpió al notar que se estaba agitando, la mano libre yendo a acariciarle la mejilla—. Entonces, ¿qué te perturba?
Inspirando profundo y calmándose, ella juntó coraje y tensó el agarre mientras acortaba ligeramente la distancia.
—Temo hacer el ridículo.
La confesión lo divirtió e hizo que sonriera ligero, enseguida ganando el impulso de estrujarla por lo adorable que era.
—Hace dos semanas que comenzamos a practicar la ceremonia, no hay nada que pueda fallar.
—Siempre existe la posibilidad —frunció los labios—. Además lo habrás notado, pero tampoco soy la mejor anfitriona…
—Estaré a tu lado a cada momento así no tendrás que agobiarte con los invitados, haré la charla cuando vengan a darnos sus bendiciones —consoló al tiempo que acariciaba la mano que reposaba en su brazo.
—Gracias —suspiró aliviada, aunque luego lució culpable—. Ojalá pudiera ayudar, mi timidez es un impedimento social desde pequeña.
—Doy fe de que es posible cambiar si quieres —asintió firme pensando que él era la prueba viviente de aquello—. Personalmente pienso que… eres encantadora, pero puedo ayudarte a de a poco ganar nuevas habilidades que te hagan sentir cómoda.
—¿No sería tedioso? —elevó ambas cejas en ligera incredulidad.
—Acompañarte es uno de los pocos placeres que tengo, por lo que extender nuestro tiempo juntos suena maravilloso.
—¿Siempre hablas así? —ocultó el rostro con un breve movimiento de cabeza.
Aemond paró el lento caminar que tenían y deshizo el enganche para inclinarse.
—Solo contigo —prometió antes de besarle el dorso de la mano, casi jurando que podía oír la sangre bullir por la galantería.
Lentamente se alejó y la miró a los ojos, el rubor que tanto adoraba tomando terreno sin ánimos de retroceder. Silencio los reinó mientras la brisa bailaba alrededor, con un cosquilleo apreciando como las pupilas femeninas por un segundo lo miraron a los labios. El Targaryen tensó la mandíbula a causa de la tentación e irguió la espalda indicando que la acompañaría al dormitorio, al despedirse intercambiando vistazos repletos de deseos ocultos.
El día de la boda arribó entre festividades y él no tardó en notar como, su ahora esposa, ocultaba el hecho de que estaba absolutamente abrumada. Sonreía y asentía liberando algunas palabras, pero se hallaba a tope de capacidad y solo podía respirar cuando los cercanos tomaban el control.
—Bailemos y luego quedémonos en la mesa, pronto todo terminará —prometió esperando que aquello la alentara.
—De acuerdo —aceptó mirando alrededor con punzante estrés.
Se movieron al centro de la pista mientras los invitados abrían paso, manos encontrándose y comenzando a moverse al ritmo de la música. La observó y analizó hasta que intentó distraerla, en un punto advirtiendo que ni siquiera sus roces la afectaban por el aturdimiento.
—¿Princesa? —llamó acunando una mejilla, por primera vez usando un apodo cariñoso.
—¿Aemond? —preguntó confundida saliendo del ensimismamiento, por primera vez desde la ceremonia tomando verdadera conciencia del masculino.
Rara vez las bodas era momentos de celebración para los protagonistas, pero el ahogo en ella lo preocupó.
—Nuestro momento aquí ha terminado, retirémonos.
—¿Podemos? —indagó esperanzada amagando a buscar a Alicent por confirmación, pero él la retuvo.
—Somos los festejados pero todos están ebrios y divirtiéndose con los suyos, no nos extrañarán.
Agarrándola de la mano y entrelazando los dedos, abrió camino y la sacó del salón.
—¿Dónde vamos?
—Mi habitación —respondió sabiendo que la propuesta despertaba una nueva inquietud.
Los pasillos se vaciaron por completo a medida que avanzaban por distintas alas, en un punto él agarrando parte del vestido y ayudándola a subir escaleras.
—Nunca estuve en este sector del castillo, será la primera vez que conozca… donde descansas.
—Espero no decepcionarte, mantengo la decoración al mínimo —dijo con fingida calma.
—Lo dudo, eres excepcional.
—Pronto lo descubriremos —tragó con dificultad apretándole la mano.
Frenaron ante una gruesa y oscura puerta, la cual Aemond abrió antes de animarla a ingresar primero. La observó atento y apreció como sus maquillados ojos iban a distintas partes del espacio, intrigados absorbiendo aquel territorio foráneo.
—Es acogedor, disfruto los colores —admitió conforme, inconscientemente jugando con los dedos.
El Targaryen realizó un sonido y acortó la distancia, entonces logrando contacto visual y apreciando los pensamientos del otro.
—Puedes tomar asiento, si quieres —ofreció señalando los dos sillones individuales frente la chimenea.
—Mmm… —inspiró dubitativa y torció fuerte las manos—. ¿Podría pedirte un favor? —preguntó, en un parpadeo ambas orejas quedando en llamas.
—Lo que sea —respondió, un nudo en el estómago comenzando a formarse.
—¿Me ayudarías con la ropa? Han pasado muchas horas y estaría más cómoda con menos encima.
Aemond aguantó la sorpresa y encajó la mandíbula, antes de darse cuenta yendo a posición y trabajando en los botones de encaje. Deshizo uno por uno mientras analizaba el fino trabajo, pero pronto toda la atención fue a ella y la forma en que intentaba no temblar. Admiró el cuello y como los pequeños cabellos se mantenían erizados, al terminar tentativamente tomándola de las caderas y admirando como la piel reaccionaba. Trazó círculos con los pulgares e, incapaz de contener el impulso, se inclinó a besar la nuca cayendo en inmediata embriaguez por el dulce aroma.
—Eres hermosa —ronroneó en el proceso de deslizar las manos al frente.
—¿D-De verdad?
—Absolutamente —confirmó dejando otro beso en la zona y volteándola.
Cuidadoso elevó una mano y la acarició en el rostro, fascinado observando como la piel se pintaba en cada roce.
—Aemond...
—No haremos nada que no quieras —murmuró aferrándose a la poca claridad mental que le quedaba.
Aguardó una respuesta y, para su sorpresa, la femenina se inclinó a besarlo.
—¿Desear que me toques es incorrecto?
El planteo envío un nuevo tipo de emoción y perdió el aliento durante unos segundos, pero con calma liberó cualquier inseguridad.
—Avisa cuando algo esté fuera de límite.
Tomando parte del vestido y bajándolo, la noche de bodas dio comienzo entre movimientos indecisos y nerviosos. Aemond imitó a su esposa e hizo lo mejor posible en mantener la compostura, pero la forma en que respiraban demostraba la aceleración.
Exploró cada sector de piel que revelaba y quemó en la memoria toda reacción, nebulosa llenando la mente ante los sonidos y agarres de la femenina. Recorrió la extensión de la columna y acunó el vientre bajo, donde inspiró profundo ante el gemido que llegó a sus oídos.
—Vamos a la cama —pidió tomándolo por los hombros.
Aemond salió de la embriaguez y asintió llevándola a la comodidad del colchón. Quitó sus propias prendas y se colocó encima, brevemente buscando algún signo de arrepentimiento antes de seguir. El momento parecía irreal, luego de tantos meses de adorar como cada acción los aceraba finalmente su turno de caer había llegado.
Perdido en el momento, fue completamente consciente de lo dicho y hecho cuando bajó del éxtasis. Lanzó el pelo hacia atrás y aligeró el agarre en la cintura femenina, quien, a su vez, se recuperaba del placer. Al verse la realidad de lo acontecido inevitablemente los puso en un ambiente extraño al ninguno ser especialmente experto en cuestiones de sabanas.
—¿Estás bien? —preguntó Aemond rompiendo el silencio.
—Si… ¿Tú? —contestó evitando ahondar en los detalles de lo que experimentaba física y emocionalmente.
—También —asintió en el proceso de analizar como brillaba a la luz del fuego y las velas.
La femenina sonrió y bajó la mirada de manera pensativa, él recorriendo su rostro mientras quitaba cualquier cabello rebelde que pudiera molestarle.
—Desde la cena de presentación has sido gentil y considerado conmigo, incluso esta noche has tomado todas las precauciones por mí, así que… gracias. Estoy feliz de ser tu esposa.
El corazón de Aemond se estrechó y con profundo cariño la besó, el intercambio siendo lento y lejano a la agresividad pasional de hace unos momentos. Definitivamente no era el mejor con las palabras y todo este tiempo vivió de empujarla a reaccionar con supuestas acciones inocentes, pero lo conmovía que hubiera podido ver más allá y notar que realmente deseaba cuidarla.
Sinceramente no importaba ante quien debería arrodillarse para agradecer que el mundo los encontrara, pero la dama que en primavera conoció lo tendría del corazón hasta el último aliento.
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diamantar · 7 months
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DORADO Y ROJO
→ Rhaenyra Targaryen + Daemon Targaryen x fem!OC [Haella Targaryen] (ft. Aegon Targaryen)
✦ Sinopsis: La posibilidad de ser feliz finalmente aparece luego de insufribles años de matrimonio con Aegon, pero, ¿superará el miedo a las consecuencias?
✦ Advertencias: Incesto / Diferencia de edad / Matrimonio arreglado / Engaño / Violencia / Angst / Confort.
✦ Pedido: Si, de Wattpad.
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—¡Haella! ¿Dónde está Aegon?
Frenó ante la voz de su madre y giró, rápidamente notando el manojo de nervios y ansiedad que era.
—Durmiendo. Intenté despertarlo, pero me echó vociferando maldiciones —suspiró profundo—. La resaca es intensa y aún no he visto a los niños, iba a ordenar que alguien se ocupara de él.
Alicent mordió el interior de la mejilla izquierda y negó, la actitud del Targaryen siendo extremadamente decepcionante y común.
—Yo lo hago, tu sigue y fijate que todos estén listos.
—Entendido.
Separándose, la joven colocó una mano sobre el estómago y cerró los ojos aplicando distintos ejercicios de respiración. En breve la herencia de Lucerys Velaryon sobre Marcaderiva sería cuestionada y todos quienes quisieran reclamar el trono estarían presentes, incluyendo los partidarios y representantes de cada opción. Aquello definitivamente incluía a Rhaenyra y Daemon, los cuales escuchó que llegaron al amanecer.
El simple hecho de saber que las personas que realmente amaba, con quienes hubiera deseado compartir su vida, ocupaban la Fortaleza Roja la hacía temblar. Eternos, tortuosos y angustiosos años pasaron desde que los vio, tanta vigilancia y embarazos impidiendo que pudiera escapar a Rocadragón a al menos pasar una noche con ellos. Cartas y regalos fue el único intercambio que lograron, aunque el mantenerse lejos le provocaba inmenso temor. Ser madre y la progresión de edad marcaron grandes cambios físicos, además que al no estar junto a ambos era fácil que la olvidaran y dejaran de querer… ¿Seguirían anhelando por ella una vez que la vieran?
Sacudió la cabeza y evitó arrancarse la piel alrededor de los dedos, directamente ingresando a la habitación donde sus dos hijas menores descansaban. Sonrió al verlas despiertas y desayunadas, las sirvientas vistiéndolas con finas ropas mientras jugaban con muñecos.
—Buen día —saludó absolutamente amorosa inclinándose en medio para abrazarlas—. ¿Durmieron bien?
—¡Si, e incluso soñamos lo mismo! —respondieron al unísono, según Mellos siendo una característica común en gemelos y gemelas
—¿De verdad? ¿Qué fue? —preguntó genuinamente interesada, en el proceso buscando un broche de cabello a cada una.
—¡Volábamos!
—¡En la noche!
—¡Sobre dragones!
—¡Contigo!
El canturreo intercalado y organizado sorprendió a todas las presentes, Haella inclinando la cabeza por el extraño panorama que planteaban.
—¿Disfrutaron el paseo? —siguió el juego sintiendo ligera pena al ninguna de ellas poseer un dragón.
—¡Mucho! ¡Dorado y rojo! —exclamaron, y eso le hizo fruncir el ceño al no tener razón.
Inspirando y encogiendo los hombros, dio breves indicaciones a las sirvientas y partió a la recamara de su hijo mayor, el cual empezaba a salir cuando llegó.
—Buen día, ¿cómo estás? —preguntó pellizcando suave su mejilla derecha.
—Se supone que es mi jornada libre, ¿por qué tengo que despertar temprano? —refunfuño con el ceño fruncido.
—Lo siento, mi amor, como príncipe hay responsabilidades que debes atender —inclinó la cabeza reconociendo la frustración—. En compensación trataré que mañana tengas menos clases.
—¿De verdad? —inquirió dubitativo, pero el semblante ya cambiaba a uno esperanzado.
Haella le guiñó un ojo y lo abrazó por la espalda para que caminara con ella, en calma admirando uno de los jardines internos hasta que notó a Joffrey pasear junto una niñera. El corazón dio un vuelco y rápido buscó por Rhaenyra o Daemon, pero no encontró a ninguno en las cercanías.
—Vamos al salón principal, nos esperan.
Sin hablar demasiado llegaron y ambos titubearon un momento por la multitud que esperaba el inicio de la audiencia. Los llegados de Rocadragón no estaban presentes, así que con más calma avanzó hacia su abuelo y hermanos.
—¿Dónde está Aegon? —preguntó Otto mientras Helaena sonreía y saludaba al niño.
—Intenté despertarlo… —murmuró levantando la manga del vestido y enseñando rojizos rasguños—. Madre fue hacerlo ella misma.
Disgustado por la noticia, el Hightower asintió y les dejó para ir con el resto del Consejo Privado.
—Asumo que te defendiste y también lo golpeaste un poco, ¿verdad? —inquirió Aemond inclinándose a hablarle al oído.
—Como siempre —suspiró cansada, y él soltó una corta y seca risa.
—Esperemos que llegue a tiempo.
Sin decir más giró el rostro y descubrió que Vaemon Velaryon y Rhaenys Targaryen ya estaban allí. Una de las hijas de Laena se mantenía de pie junto a la rubia y por un segundo conectaron miradas, cortésmente realizando un pequeño asentimiento.
—Están aquí —dijo Helaena en alivio manteniendo ambas manos sobre los hombros de su sobrino.
Alicent y Aegon ingresaron tensos y con expresiones agrias mientras las gemelas revoloteaban igual que mariposas. Risueñas y extrovertidas, saludaron a cada persona y ganaron sonrisas ante tan encantadora actitud, el rubio siendo incapaz de sacudir la resaca e imitar un mínimo a las pequeñas.
—Esposa —saludó al llegar e inclinarse a besarle la mano.
—Esposo —respondió indiferente al saber que madre le había obligado a mostrar respecto.
Tomaron posición y Haella se encargó de mantener a las jóvenes entretenidas junto a breves ayudas de Aemond, inevitablemente tensándose cuando Alicent murmuró que Rhaenyra había llegado. Sumamente nerviosa miró a la entrada y observó como toda la familia ingresaba, la mencionada estando a la cabeza junto a Daemon. Verlos le quitó el aliento y sintió la cabeza ligera, por un momento perdiendo balance y dando un paso en falso.
—¿Qué te sucede? —preguntó Aegon con cierto enfado.
—Me marea tu peste a alcohol —respondió en mismo tono, y él chasqueó la lengua evitando pelear.
Los niños que tanta polémica traían crecieron en bellos jóvenes, especialmente Jacaerys que mantenía la espalda recta y orgullosa ante cualquier mirada desdeñosa. Por su parte, el hermano del Rey usaba el cabello por los hombros y era un estilo nuevo que hasta ese entonces jamás había atestiguado, Rhaenyra manteniéndose tan hermosa como la recordaba.
Acelerada y con el estómago estrujado, giró la cabeza y prefirió ver como su abuelo se sentaba en el Trono de Hierro. Cada presente lo miró y oyó como este anunciaba que representaría al Rey, la pobre salud de Viserys siendo ningún un secreto para quienes vivían en el castillo.
—Dorado y rojo —murmuró la menor de las niñas, y la otra asintió.
Haella hizo un pequeño sonido para que mantuvieran silencio y sorprendida aguantó el aliento cuando encontró los violáceos ojos de Rhaenyra. Detuvo cualquier movimiento y la vio caminar al centro del pasillo dispuesta a comenzar la audiencia, los irises brillando al reconocerla. Quebraron conexión cuando enfrentó al Hightower, bonitos y definidos labios separándose a decir unas pocas palabras cuando fue interrumpida.
Ante la incredulidad de cada presente, Viserys apareció dispuesto a zanjar él mismo el asunto de Marcaderiva. Encorvado y absolutamente débil avanzó con la Escolta Real mientras Alicent quedaba muda de la impresión y Aemond liberaba un suspiro frustrado. Haella, que de por sí estaba abrumada, perdió aún más sentido de la realidad cuando Daemon avanzó y ayudó a su hermano llegar al trono. Le colocó la corona que había caído y al regresar aprovechó a analizarla, en un parpadeo logrando que rubor la dominara al elevar una ceja y darle un vistazo de arriba a abajo.
Avergonzada rompió nexo y con susto notó que Aemond y su madre observaban. Tragó perdiendo capacidad de funcionar normal y prefirió fijarse en Aegon, el cual ignoraba los detalles y simplemente veía a Rhaenys tomar palabra en símbolo de su esposo.
—Mamá —llamó la mayor de las gemelas, la cual alzaba los brazos con aura suplicante.
Sintiendo pena de antemano por su cintura, Haella la tomó en brazos y la apoyó en una cadera. Con caricias suaves dejó que descansara la cabeza en el cuello y dormitara mientras la Targaryen anunciaba que sus nietas y nietos se hallaban comprometidos, fortaleciendo así el derecho de Lucerys en Marcaderiva.
Alguien maldijo por lo bajo y apreció la desganada expresión en Alicent, la cual miraba el suelo en derrota mientras Vaemond tomaba protagonismo de la situación. El enojo y la agresividad con la que hablaba tensó a más de uno, Aegon pareciendo salir del aburrimiento ante el espectáculo.
—¿Te diviertes? —preguntó por lo bajo a su esposo, el cual sonrió.
—Amanecer tal vez no fue mala idea.
Nuevamente evitó poner los ojos en blanco y con preocupación apreció el estrés en Rhaenyra, tantas emociones definitivamente siendo perjudicial para su embarazo. Rápido buscó a Daemon y este hizo lo mismo, sin palabras compartiendo pensamiento en que el hombre definitivamente era un problema.
—¡Esos niños no son verdaderos Velaryon! —exclamó a todo pulmón, el salón cayendo en profundo silencio—. Ciertamente tampoco familia mía.
Haella inspiró profundo y deseó estar en cualquier lugar en vez de allí, la asustada expresión de Lucerys incentivando el fastidio.
—Es suficiente —contestó Rhaenyra tratando de finalizar la escena.
—No veré años de tradición terminar en favor de estos… —detuvo la frase y volteó hacia la heredera al Trono de Hierro decidiendo si continuar o no.
—Dilo —animó Daemon en tono bajo y amenazante.
Alicent y Otto apenas se movieron por la expectativa, de reojo notando que Helaena era la más incomoda del grupo.
—¡Bastardos! —gritó, enseguida una fina sábana de murmullos cubriéndolos—. Bastardos engendrados por una puta —añadió marcando con fuerza cada palabra, cualquier resentimiento escapando de él en ese momento.
Todos los cabellos de Haella se erizaron y detestó que sus hijos atestiguaran tal falta de respeto, entonces Viserys poniéndose de pie y desenfundando la daga que cargaba.
—Tendré tu lengua por eso —anunció entre respiraciones laboriosas.
Una sensación electrizante los recorrió y rápidamente abrazó más a la niña en brazos, entonces mirando a Daemon y notando que tomaba el mango de Hermana Oscura.
—¡Cierren los ojos! —ordenó desesperada usando el brazo libre para hacer que voltearan.
Apenas logró que se enfoquen en ella cuando la espada cortó la cabeza de Vaemond a la mitad, jadeos resonando mientras alrededor todos saltaban en sorpresa. Alicent tomó a su nieto y se aseguró de que no viera, la menor de las gemelas gritando y haciendo que Otto se ocupara de ella.
—Puede quedarse con la lengua —anunció el Targaryen viendo los restos y el reguero de sangre.
Haella retrocedió y llamó a las niñeras para que le ayudaran a llevarse a los niños, explícitamente indicando que evitaran el cadáver. Pasaron por detrás del publico e intentó consolar a los jóvenes, sin frenar llevándolos a su habitación y usando todo el tiempo necesario para estabilizarlos.
Alicent llegó a la hora y anunció que se realizaría una gran cena familiar según la orden de Viserys, con cariño otorgando caricias a los pequeños mientras le echaba miradas extrañas.
—¿Qué sucede? —preguntó al no lograr descifrar lo que pensaba.
—Durante la audiencia Daemon y Rhaenyra no dejaban de mirarte.
—¿En serio? —frunció el ceño fingiendo desentender—. Ciertamente conectamos un par de veces, pero no noté que se fijaran demasiado.
—De joven solías llevarte bien con ellos —comentó mientras juntaba las manos al frente.
—Sucedió hace mucho, prácticamente son desconocidos —mantuvo la calma incluso si el corazón empezaba a agitarse.
—Evita relacionarte, no traen más que peligro y deshonra.
—Por supuesto —asintió firme y solemne.
La Hightower se conformó e invitó a los niños ir a sus propias habitaciones para almorzar, bañarse y dormir hasta la hora de la reunión.
—Nos vemos luego, también descansa.
—Cuídate, madre.
Quedando a solas al llevarse a todos del cuarto, suspiró pesado y se recostó procesando las emociones del día. Ver a quienes amaba después de tanto tiempo la llenaba de un doloroso anhelo, ya que sabía que no podría estar con ellos y de por vida viviría atada a Aegon.
—Señorita, ¿desea comer?
Brincó del susto y respondió afirmativo a la sirvienta al otro lado de la puerta, la cual ingresó con una bandeja.
—Prepara la tina, cuando termine me asearé.
—Excelente —asintió mientras arreglaba el escritorio y llenaba la copa de vino.
Con poco apuro se alimentó mientras las femeninas arreglaban la ropa que vestiría, al tragar añadiendo que seleccionaran un camisón al también aprovechar a dormir antes de la gran cena.
Apenas finalizó ingresó al agua y dejó que su dama de mayor confianza le lavara el cabello, ausente dejando los minutos pasar hasta que tembló por el frío. Salió y aplicó las fragancias que más disfrutaba, con libro en mano sentándose junto al fuego e intentando que los mechones se secaran antes de acostarse.
La relajación del baño fue mayor al esperado y el quiebre de una madera ante las llamas la despertó, torpe levantándose y yendo a refugiarse en las sábanas. La baja temperatura de la telas le erizó la piel hasta que una vez más se deslizó en la inconsciencia, durante horas logrando ignorar el mundo cuando pequeños roces la obligaron a regresar. Frunció el ceño y movió el rostro al percibir toques cerca de los labios, entonces apreciando una mano que se perdía en el cabello y la mimaba.
—¿Aegon? —preguntó sumamente confundida por la delicadeza y el cariño, aunque el aroma a flores fue una clara señal de que no se trataba del mencionado.
Un pequeño sonido a mofa la alertó y entreabrió los parpados, así notando que el sillón junto la chimenea estaba volteado y alguien lo ocupaba.
—Esperamos no decepcionarte.
Inmediatamente se incorporó y al frotar los ojos encontró a Daemon viéndola con una mueca traviesa y las piernas cruzadas, mientras que Rhaenyra sonreía sentada al borde de la cama.
—¿Qué…? —preguntó torpe por el sueño.
—Desapareciste y no recibimos señales de que quisieras vernos, así que te buscamos.
—Los niños quedaron asustados y luego recibí advertencias… No quería levantar sospechas.
—¿Cuál de los Hightower? —preguntó el hombre inclinando la cabeza.
—Mamá.
—¿Con qué palabras nos halagó? —indagó enarcando una ceja.
Suspirando y rodando el cuello, permitió que Rhaenyra la tomara de la mano y le acariciara con el pulgar.
—Recordó que nos llevábamos bien y aconsejó que mantuviera distancia, ya que al perecer traen peligro y deshonra —confesó, y al decirlo la incomodidad le calentó las orejas.
—Si se preocupara tanto por ti no te hubiera casado con Aegon —retrucó venenoso tensando la mandíbula.
—Al menos estando con él pudo seguir viviendo aquí y tener la ocasional oportunidad de verlos.
—¿Has deseado por nosotros? —preguntó la femenina en tono gentil.
Haella encogió los hombros y miró la pared sin saber que decir, especialmente al desconocer donde paraba la relación de los tres.
—Tal vez.
—Eres imprecisa —presionó Daemon apoyándose en uno de los brazos del sillón.
—Las circunstancias han cambiado desde la última vez que estuvimos juntos.
—Tus cartas enseñaban cariño y añoranza, ¿acaso has cambiado? —indagó Rhaenyra inclinando la cabeza y viéndola atenta—. ¿Tienes a alguien más?
—¿Disculpa? —preguntó sorprendida elevando ambas cejas y dejando los labios entreabiertos.
—Por experiencia sé lo que es estar en un matrimonio incompatible y como la calidez de otros brazos reconfortan cuando estás lejos de quien quieres.
Por unos momentos olvidó cómo hablar y dejó los labios entreabiertos, pero finalizó por negar con la cabeza.
—Mi hermano ciertamente no es el esposo que hubiera deseado, pero tampoco busqué un amante, tengo hijos a los que no quiero perjudicar con mis acciones.
—Aegon, en cambio, puede hacer lo que quiera —acotó Daemon.
—Por mi que continúe, lo que sea para evitar compartir cama con él —bufó alterando de actitud y luciendo más vívida que antes.
—¿Te trata bien? —preguntó Rhaenyra sentándose mejor ante el repentino cambio.
—Apenas nos vemos y cuando interactuamos terminamos peleando, ¿quién pensó que casarme con mi gemelo sería buena idea? —gruñó echándole una mirada al hombre y viendo que sonreía.
—Me sorprende que pudieran engendrar.
—Un cometido que no hubiéramos podido lograr sin alcohol, aunque Aegon vive ebrio —rodó los ojos al tiempo que inspiraba profundo—. Agradezco que esas ocasiones no sean más que recuerdos vagos bajo el mareo de la bebida.
—¿No han dormido juntos desde las gemelas? —indagó el mayor afilando la mirada, cada detalle que pudiera obtener siendo oro.
—El día que nacieron hubo un momento donde pactamos que nuestras obligaciones como pareja finalizaron. Tres hijos son suficientes.
—Por lo que, ¿en estos últimos dos años solo has encontrado consuelo en ti misma?
—¿Viniste a ser un pervertido? —regañó con mejillas sonrosadas.
—Ciertamente no —intervino Rhaenyra mirando a su esposo en regaño.
—¿Entonces cuál es la intención?
—Salvarte —respondió la Targaryen con una postura que captó la atención de ambos—. Consideramos que lo sabes, pero eres importante para nosotros y nos encantaría que viviéramos juntos.
Haella elevó ambas cejas y retrocedió unos centímetros, en blanco viéndola sin ser capaz de pensar.
—¿Cómo? —frunció el ceño como si hubiera expresado algo incoherente.
—Imaginar tu estadía aquí, compartiendo tu vida con alguien como Aegon… Deseamos estar contigo, las cartas no son suficiente.
—Nunca lo fueron —añadió Daemon ajustado posición y jugando con un anillo—. Un pedazo de pergamino jamás podría reemplazar tu presencia.
Nerviosa y halagada amagó a sonreír, pero la implicación de tales deseos empezaba a oprimirle el pecho.
—Suponía que el interés en mí se borraría con el pasar de los años. Siendo sinceros, ¿no soy más que un juguete que quitarle a los Hightower?
El miedo a ser un capricho resistía incluso cuando ambos vivían en la Fortaleza Roja, donde recién encontraba el amor e idealizaba una vida de fantasía. Conocía el desagrado entre Otto y Daemon al igual que la antigua relación entre Rhaenyra y su madre, por lo que no podía evitar formular negativas teorías.
—Por supuesto que no —contestó la mujer, en el ceño fruncido notándose la ofensa de que pensara así.
—Espero que entiendan mi inseguridad —aclaró rápido—. Ustedes han podido estar juntos y crear una familia mientras yo formaba otra vida que solo conocían a través de cartas. No es lo mismo.
—Ciertamente —coincidió Daemon al tiempo se ponía de pie—. Aunque debes recordar que nosotros nos unimos luego de años distanciados, apenas sabíamos del otro y aún así quemábamos en añoranza, ¿por qué sería distinto contigo?
Un extraño calor surgió en el pecho de Haella y bajó la mirada, inconscientemente mordiendo el labio inferior ante la realización de que realmente era apreciada por las personas que amaba. Rhaenyra acunó una de sus mejillas y sonrió reconfortante, enseguida inclinándose a besarla de manera suave y tentativa. La joven sintió la consideración y correspondió en señal de que el acto era de agrado, logrando que ella sonriera y la acariciara con el pulgar en el proceso de separarse.
—¿Puedo asumir que nuestros sentimientos son los mismos? —preguntó complacida.
—Absolutamente —asintió pequeño con la piel erizada en nervios y excitación.
La cama se hundió y Haella miró al hombre, la intención en su mirada siendo clara y evitando palabras cuando era su turno de poseerla. El momento fue absolutamente diferente y liberó un pequeño jadeo al sentir que una mano iba a sostenerla entre el cuello y el mentón, la intensidad y dominación surgiendo desde el inicio incluso si no era especialmente agresivo.
—Espera… —murmuró apenada y conmovida en sensaciones poco usuales.
—¿Por qué? —preguntó fingiendo desentender mientras con los labios recorría zonas de piel cercanas y sensibles.
Rhaenyra sonrió disfrutando de lo fácil que se avergonzaba y bajó las pupilas a la única tela que la cubría, en eso mirando rápido la puerta cuando golpearon por entrar.
—¿Ha despertado, señorita?
El tono de la sirvienta congeló a la joven y rápido empalideció ante el peligro de ser descubierta, desesperada mirándolos y apreciando como ambos se elevaban.
—Nos vemos en la cena —murmuró la femenina mientras Daemon asentía y la tomaba de la cintura.
Se acercaron a uno de los muros en el proceso que Haella buscaba un abrigo, asombrada documentando como desaparecían a través de un pasaje secreto.
—Puedes entrar —anunció fuerte, entonces una mujer de mediana edad ingresando.
—Es hora de comenzar con los arreglos.
La Targaryen asintió e indicó que comenzaría lavándose el rostro, después de eso entregándose a que la embelleciera. El vestido verde oscuro abrazó su cuerpo y brilló en combinación con el collar y los aretes de diamante, luego las experimentadas manos dirigiéndose a trenzar el cabello de manera que su cuello y hombros quedaran despejados.
—¿Terminado? —preguntó cuando revisaba los últimos detalles.
—Si, Princesa —asintió dejando que se viera.
La imagen en el espejo realmente no importaba cuando era un panorama conocido luego de tantas veces que debió lucir femenina y formal, por lo que eligió dejarlo e ir por sus hijos. Conociendo que las gemelas pasarían la velada en la guardería, directamente fue por el mayor y sonrió al verlo con un traje nuevo.
—Te ves esplendido en el obsequio de tu abuelo —sonrió encantada tocando la felpa negra del saco.
—Gracias —respondió seco por la timidez, aunque en silencio apreciaba como las prendas le favorecían.
En breve salieron y fueron al salón, donde prácticamente toda la familia se encontraba hablando. Ambos miraron y dudaron a que grupo acercarse, y la idea de ir con Aemond quedó descartada ante la expresión seria y agría que cargaba.
—Buenas noches, madre —saludó cuando Alicent cortó distancia.
Ella sonrió estresada y miró al joven halagando la manera en que lucía, entonces dos sombras aproximándose y tensándolas al saber que era la pareja Targaryen que más las sacudía. Rhaenyra rompió hielo con amable formalidad y la Reina le imitó, Daemon manteniendo su pequeña sonrisa usual hasta que se fijó en el joven.
—En la tarde te he visto entrenar con espada —comentó de manera desinteresada inclinando la cabeza, casi intentando lucir amigable.
—Ah, lamento no haber notado su presencia —respondió ligeramente intimidado tratando de mantener la cortesía.
—Parecías realmente adecuado, ¿te agrada?
—Disfruto de las actividades físicas.
—Posees habilidad, me gustaría practicar contigo en la siguiente oportunidad.
—S-Sería un honor —asintió nervioso poniendo la espalda recta.
Daemon miró a Haella y ella sonrió educada intentando no levantar sospechas.
—¿Imagino que las niñas estarán en su propio espacio al igual que Joffrey? —inquirió Rhaenyra.
—Correcto, aún son muy jóvenes para pasar una cena entera sin levantarse, llorar o corretear.
—Deberíamos hacer que pasen tiempo juntos, seguro disfrutarán la compañía del otro —opinó Daemon mirando a su esposa por aprobación, la cual sabía que tendría—. Estrechar la familia, como Viserys desea.
Alicent carraspeó y asintió indicando que en la próxima visita se ocuparían de aquello, acto seguido llamando a Aemond y haciendo que ocuparan la mesa. Cerca de su hermano, ignoró la mirada de éste y sonrió cuando Helaena llegó, aunque la calma duró poco cuando Aegon apareció.
—Esposa —suspiró, y con pesadez se sentó al lado.
—Esposo —contestó analizando si ya estaba ebrio o no—. Reconoce la presencia de tu hijo —regañó.
El Targaryen elevó las cejas desprevenido y miró al joven forzando una mueca extraña, sin palabra estirando un brazo y dándole unas palmadas en la mejilla. Alicent ganó alivio al ver que se encargaban de mantener las apariencias, fugaz fijándose en los invitados antes de que la Guardia Real abriera las puertas. Sobre un trono movible, los hombres más fuertes cargaban el dañado cuerpo de Viserys entre elegantes ropas, joyería y una máscara que ocultaba mitad de su putrefacto rostro.
—Tomen asiento y disfruten —anunció una vez que lo acomodaron en la cabecera.
Cada uno hizo caso y, en un acuerdo silencioso, evitaron las rivalidades manteniendo buen carácter. De todas maneras, Aemond, parecía poseer dificultades y frío escaneaba los jóvenes de Rhaenyra, en especial a quien fue responsable de herirlo de por vida.
Haella, consciente de la sed de venganza, vigiló hasta que Lucerys soltó una baja risa al los sirvientes poner un gran cerdo cocido cerca de su hermano. Apretó los labios ante el recuerdo de la cruel broma que le jugaron de niño y apreció la furia surgir desde lo profundo del Targaryen. Suspiró en derrota conociendo que de alguna manera cobraría aquella burla y nerviosa recurrió al vino, con copa en labios mirando a Daemon y casi atragantándose cuando él le guiñó un ojo. Rápido analizó alrededor y disimulada carraspeó por el líquido que se desvió hacia el conducto pulmonar, entonces Viserys tomando palabra y dando un prolongado discurso donde exponía la felicidad de tenerlos reunidos. El inquebrantable deseo de ser una gran familia unida persistía y la mayoría de los presentes bien sabía que aquello no progresaría, aunque por un momento la fantasía pareció convertirse en realidad cuando Rhaenyra y Alicent intercambiaron cándidas palabras.
Los jóvenes se miraron desconcertados y Haella buscó descifrar las emociones de su abuelo, aunque, para gran sorpresa, este ya le veía e hizo un gesto a que interviniera a romper el momento de reconciliación. Con la mente nublada al no querer la atención de la mesa sobre ella, inquieta agarró la copa y arrastró la silla hasta apoyarse en ambos pies.
—Me gustaría decir algunas palabras —anunció en tono acelerado, con ligero temblor aguantando la necesidad de colocar una mano sobre el pecho—. Quiero brindar por esta cena compartida entre seres queridos, especialmente a mis adorados padres —realizó una pequeña pausa de respecto, a lo que ambos asintieron complacidos—. Festejo este gran reencuentro familiar y dedico este vino a desearles prosperidad… Especialmente a mi esposo e hijos, para que siempre estemos sanos —miró a Aegon, el cual estaba absolutamente desconcertado.
Avergonzada regresó a la silla y evitó prestar atención al resto, ansiosa bebiendo hasta terminar la jarra más cercana.
—Nunca ingieres tanto alcohol, ¿qué sucede? —preguntó su gemelo analizándola como pocas veces.
—Hoy poseo el gusto, nada más —encogió los hombros como si no fuera importante.
El rubio guardó silencio y pensó por largos segundos, finalmente inclinándose a hablarle al oído.
—Las únicas veces donde te embriagaste fue cuando compartimos aposentos, ¿ver tantos niños pudo haber despertado un nuevo deseo de ser madre? —susurró al tiempo que una mano iba sostenerla del muslo.
Haella no pudo evitar la expresión de espanto y rápido volteó, sus rostros quedando a pocos centímetros.
—Pensé que teníamos un acuerdo.
—Si lo deseas puedo hacer el esfuerzo —aseguró, por un segundo viéndole los labios.
La implicación la dejó sin palabras, especialmente porque fielmente creía que compartían el disgusto romántico y sexual por el otro.
—Estamos en publico —regañó regresando a mirar su plato con las mejillas ligeramente coloradas.
—¿Entonces debo proponer un nuevo heredero cuando nos hallemos a solas? —inspiró apretando la tierna carne bajo el vestido.
Sin dudar agarró la mano y con disimulo la quitó echándole una rápida mirada a Alicent, la cual ya estaba viéndolos con aire severo por el comportamiento del masculino.
—Tres hijos están bien, ni pienses en visitar mi habitación.
—Sería un desperdicio cuando estás a unas copas de no recordar la noche, sabes que madre estaría complacida con otro nacimiento.
Haella realizó un sonido seco y lo pellizcó por debajo de la mesa, a lo que Aegon saltó gracias al dolor y por el momento desistió. Enseguida miró a Rhaenyra y ella brevemente enarcó una ceja ante la escena, apenada evitándola y preguntándose cuándo el evento terminaría. Aguantó y se enfocó en su hijo hasta que Viserys comenzó a sentirse mal, en silencio viendo como los guardias lo retiraban y sintiéndose aliviada de que todo estuviera llegando a fin.
—También deseo brindar —soltó Aemond poniéndose en pie ahora que el Rey no estaba.
—Hermano —suspiró por lo bajo arrugando el ceño en preocupación, aunque Aegon sonrió y agarró el vino a sabiendas de que el espectáculo estaba por comenzar.
Contuvo el aliento en cada palabra que el Targaryen soltó hasta que los cabellos se le erizaron cuando sutilmente llamó “bastardos” a los hijos de Rhaenyra. El primero en reaccionar fue Jacaerys y tal reacción solo logró que Aemond lo provocara más, por lo que en menos de un parpadeo una batalla comenzó.
—¡Hijo, atrás! —exclamó Haella agarrando al joven de los hombros y llevándolo contra una pared alejada—. ¡Aegon! —llamó indignada cuando este fue contra Lucerys al ver iba a entrometerse en la pelea.
Helaena, desorientada y asustada, fue con ella y ayudó a proteger al joven atestiguando como Rhaella retenía a su gemela de ir a defender a Jacaerys. La Reina no tardó en levantarse y regañarle mientras los guardias presentes iban a retener a los Velaryon, aunque lograron zafarse y amagaron a arremeter hasta que Daemon intervino. El salón cayó en silencio y el mayor, relajado y con aire de superioridad, lo enfrentó mostrando una ligera mueca de animo a que siguiera con esa actitud ante él.
—Suficiente, todos fuera —ordenó Rhaenyra a los jóvenes, quienes inspiraron profundo e hicieron caso tratando de calmarse.
Aemond perdió la sonrisa y sostuvo la mirada analizando sus posibilidades, la confianza lentamente descendiendo y prefiriendo pasar de él e irse.
—¿Están bien? —preguntó Alicent analizando a su nieto y dos hijas, el trío asintiendo—. Mejor vayan a los aposentos y traten de… superar este día.
Haella mordió el interior de la mejilla y contuvo el enojo al ver a Aegon, el cual pareció sentir la furia y prefirió retirarse luego de echarle un vistazo. En segundos lo siguió en compañía de Helaena y juntas fueron a dejar al joven en su habitación, donde un sirviente lo ayudaría con las ropas y prepararía el lugar para que tuviera un buen sueño.
—Descansa, hermana —habló la mayor dándole un pequeño abrazo.
—Nos vemos mañana —despidió, con ligera prisa desapareciendo hacia el sector donde vivía.
Inspiró profundo y los eventos del día pasaron como una novela que prefería olvidar, pero entonces recordó el momento compartido con Daemon y Rhaenyra. Inconscientemente puso una mano en el estómago por las repentinas cosquillas y negó por como tenerlos en mente cambiaba su humor en un segundo.
Al llegar cerró la puerta y miró la cama donde horas atrás compartió besos con quienes amaba, de pronto la propuesta de vivir con ellos golpeándola como un coletazo de dragón. Deseaba, sinceramente deseaba una vida de ensueño y romance, pero el miedo a las repercusiones la frenaban de siquiera considerar abandonar el castillo.
En la mañana fue difícil verlos partir y el vacío que la llenó le hizo querer nunca haberlos cruzado, porque ahora los añoraba muchísimo más. Tener que seguir la rutina fue difícil y solo pudo mantener buena cara ante sus hijos, pero interactuar con Aegon, Aemond, Alicent u Otto fue más difícil que antes. Los muros se sentían huecos y congelados hasta que notó que era un reflejo de ella y la gente que la rodeaba, el fuego no existía en aquel lugar y la pequeña llama que poseía se extinguía en cada día que pasaba.
—Madre —llamó el mayor de los niños entrando con cuidado a la habitación—. Mamá… ¿Estás bien? —insistió al ella seguir mirando por la ventana de manera ausente.
—Hijo —susurró saliendo del trance y acercándose, inmediatamente yendo a acariciarle el cabello y la mejilla.
—¿Te sientes mal? Apenas has salido a pasar tiempo con nosotros —frunció el ceño intentando que el labio inferior no temblara.
—Lo siento, mi amor —disculpó rápido entendiendo que ya no era capaz de esconder el sufrimiento—. He estado sintiéndome un poco rara, nada más.
—¿Has visto a los sanadores? —preguntó aún preocupado.
—No es algo que ellos puedan solucionar, pero haré lo mejor para volver a la normalidad —prometió, porque lo que menos quería era generarle ansiedad a los pequeños.
—¿Qué es lo que tienes?
Torciendo la boca y pensando como abordar el tema, lo invitó a sentarse en la punta de la cama con ella.
—La vida aquí… El castillo… No me hace muy feliz —confesó simple sin ahondar en los detalles—. Pienso que podríamos vivir mejor en Rocadragón, amaría que tú y tus hermanas tuvieran gente de su edad para jugar, aprender e interactuar.
—Pero… ¿Papá, la abuela y el resto? —inclinó la cabeza en confusión.
—Seríamos solo nosotros cuatro —sonrió con pena apretando los labios con fuerza—. Ellos no tienen intenciones de estar contentos o sanar; las reglas, el rencor y lo que los demás piensan es más importante que el bienestar general.
Él bajó la mirada al regazo y luego a otras partes de la habitación, claramente analizando y llegando a dudas y conclusiones.
—¿Qué sucede si no voy? ¿Te irás igual? —inquirió amagando a conectar miradas, pero no fue capaz por los nervios.
—Jamás te dejaría, no deseo que sufras o te falte a quien recurrir cuando las obligaciones sean demasiado para ti. Eres mi hijo, lo que más amo, no podría abandonarte.
Increíblemente aliviado, el joven la abrazó y permanecieron en silencio hasta que llamaron a la puerta. Ambos miraron y se pusieron de pie cuando oyeron la voz de Ser Criston, por lo que rápido permitió que entrara después de la Reina. La tensión en ambos fue lo primero que notó, especialmente la expresión estresada, ansiosa y nerviosa de la mujer mientras frenaba y suspiraba pesado.
—Con el mayor pesar vengo a informar que Viserys ha fallecido.
—¿Qué? —preguntó Haella, inmediatamente sintiendo una roca en el corazón.
—Sucedió en la madrugada, los sanadores no han podido hacer nada al respecto.
Los ojos picaron y soportó la angustia para consolar al menor, el cual de por sí estaba triste y aturdido por la conversación anterior.
—¿Cuándo será el entierro? —habló en tono contenido.
—Pronto lo anunciaremos, primero debemos organizar la ascensión de Aegon como Rey.
—¿Cómo? —frunció el ceño y apreció como los oídos empezaban a zumbar por la catarata de noticias.
—Era el deseo de tu padre, lo confesó hace pocos amaneceres —afirmó antes de acercarse y tomarlos de un hombro—. Lamento la pérdida, me encargaré de que todo esté bien.
—¿Has avisado a Rhaenyra y Daemon?
Esos nombres la tensaron y apretó los labios, un destello de culpa brillando en el marrón de los irises.
—Enviaré una carta una vez que todo esté asentado.
La declaración encendió la preocupación en Haella y evitó pronunciar palabra, así quedando nuevamente a solas con el niño.
—El Reino está por cambiar y será inestable… Ambos deben saber que tu abuelo ha fallecido —empezó a decir apretándolo más contra ella—. Hijo mío, ¿me acompañarás a Rocadragón?
—Si, mamá —confirmó al tiempo que escondía el rostro en su vestido, lágrimas mojando la tela.
—Gracias.
Desde esa mañana el plan de mudanza comenzó y ambos mantuvieron las apariencias, en secreto armando el viaje y lo poco que podían llevar considerando que volarían. Fue un proceso rápido considerando que la muerte de Viserys no se podía ocultar demasiado tiempo, así que dos dos días después, en plena noche, tomó a los niños.
—¿Qué haces? —preguntó el mayor mientras sostenía a una de las gemelas.
—Abro un pasadizo, el castillo esta repleto de ellos —murmuró mientras empujaba a un costado y movía la pesada pared—. Mira donde pisas, ten cuidado —indicó estirando los brazos a tomar a la niña mientras la otra colgaba a su espalda en un amarre.
Bajaron escalones y cruzaron pasillos hasta casi perderse, entre laberintos hallando la salida y abandonando la Fortaleza Roja para atravesar la ciudad tapados de pie a cabeza. La actividad nocturna deslumbró a los jóvenes, aunque las acciones moralmente cuestionables y gritos les pusieron los cabello de punta.
—¿Falta mucho? —preguntó el muchacho sintiendo los pies cansados, con dificultad cargando un par de mochilas.
—Un poco más, pronto estarás volando —explicó agitada cambiando de brazo a la menor.
Con sudor e incertidumbre mantuvo el optimismo incluso si dudaba de poder ejecutar la huida, con temor saludando al guardia nocturno e indicando que trajera a la bestias. Miró alrededor intentando dilucidar cuantos testigos existían, pero parecían ser los únicos entre las tenues antorchas del amplio lugar. El rugido de su dragón le erizó los cabellos e hizo que mirara por uno de los pasillos, donde una gran cabeza anaranjada se asomó de manera lenta y adormilada.
—Enseguida traigo al pequeño, Princesa —avisó una vez que el cuidador estuvo lo suficientemente cerca.
—Prepara las cadenas de vuelo asistido, daremos un paseo en conjunto —ordenó suave estirando la mano libre a acariciar las gruesas escamas.
Asintiendo y desapareciendo de nuevo, Haella indicó al primogénito que le ayudara a subir y atar a una de las gemelas y las pertenencias en la montura. Ajustaron los seguros y revisó que la menor a su espalda estuviera bien, al terminar colocándose los guantes de piel mientras el entrenador se acercaba con un energético y joven dragón. El hombre conectó a las dos criaturas con una gruesa cadena y en Alto Valyrio los llevó fuera del edificio, en el proceso la Targaryen dándole indicaciones al menor de cómo volar al ser el primer viaje largo que experimentaría.
La brisa nocturna golpeó su rostro e hizo que inspirara profundo, al cerrar los ojos obteniendo un momento de paz hasta que tomaron posición. Miró al guardia y él le devolvió el vistazo entre dudas, aunque realizó un gesto de cortesía y ocultó las sospechas en una cabeza gacha.
—Estoy listo —avisó el niño apretando las riendas y enderezando la espalda.
Haella observó el cielo y finalmente dio señal de vuelo, el dragón dando largos pasos antes de ganar altura. Mordió el interior de una mejilla y evitó girar a ver lo que abandonaba, lagrimas perdiéndose mientras las luces en Desembarco del Rey se volvían pequeñas. Las prendas se humedecieron al ingresar al techo de nubes y contuvieron el aliento hasta atravesar la sofocante oscuridad, enormes y brillantes estrellas recibiéndolos una vez libres. Estiraron el cuello y admiraron los astros ante la significativa diferencia, por un momento tentados a estirar las manos y comprobar si eran capaces de tocar tal belleza.
—Bonito, ¿verdad? —preguntó a las gemelas también mirar.
Respondieron positivamente y el viaje continuó en absoluta paz, el tumulto sucediendo en secreto dentro del corazón de la Targaryen ante el peligroso e incierto futuro que sus acciones generarían.
Con nariz, mejillas y dedos congelados, todos apreciaron los primeros rayos del sol y cerraron los ojos disfrutando del suave calor. La niebla en el horizonte de a poco se hizo visible y anunció la proximidad al destino, finalmente apreciando el castillo de Rocadragón.
—¿¡Dónde aterrizamos!? —preguntó el niño con nervios ante el nuevo desafío.
—Volemos alrededor un par de veces hasta que los guardias nos vean y den aviso de llegada, luego nos guiaré a un área abierta para descender con comodidad.
Haella los llevó a las torres de vigilancia y enseguida observó como dos arqueros corrían escaleras abajo. Complacida admiró la estructura y sorprendida jadeó cuando una serpentina sombra los cubrió, de pronto un rugido a su izquierda haciendo que encontrara a Syrax planeando.
—Dorado y rojo —murmuraron las gemelas.
Inmediatamente frunció el ceño y elevo el mentón para ver a Caraxes analizarlos, en el proceso realizando particulares sonidos de bienvenida.
—¿Cómo…? —empezó a preguntar al ciertamente atinar con los colores, la frase siendo recurrente desde la primera vez que la dijeron.
Un escalofrío la recorrió y consideró que sus hijas fueran soñadoras en vez de jinetes, una cuestión que en ese momento no podía analizar a pesar de que la descolocó: ¿desde cuándo sabían que terminarían en el otro lado de la familia?
En pocas ordenes empezó a bajar y con cuidado vigiló a los inexpertos, los cuales lograron tocar tierra y parecieron aliviados de finalmente dejar el cielo. La estabilidad la mareó y cerró los ojos notando, por primera vez, el cansancio y el dolor corporal que la torturaba. Con las articulaciones endurecidas, lentamente liberó los seguros de la montura hasta que el eco de su nombre cortó la calma. Adrenalina la llenó y buscó la fuente del llamado, el largo y rubio cabello de Rhaenyra sacudiéndose en el viento mientras se acercaba.
Sonriendo y sintiendo nada más que verdadera felicidad, se puso de pie y averiguó la manera de bajar a las niñas de manera segura hasta que Daemon surgió en el panorama. Él sonrió complacido y ella perdió el aliento, enseguida estirando los brazos y entregándole a una de las niñas antes de que le ayudara a bajar.
—Finalmente elegiste —comentó una vez que la tuvo en frente.
—Si… —dudó al recordar las razones que finalmente la hicieron escapar.
—¿Qué sucedió? —tensó el ceño y analizó las pequeñas expresiones.
—Haella —nombró Rhaenyra antes de encerrarla en un abrazo, sobre el hombro viendo a la pequeña que llevaba colgada.
Cerró los ojos ante el reconfortante contacto y con fuerza contuvo las lagrimas, la emoción mezclándose en ansiosa tristeza por las noticias que entregaría.
—Lo lamento —habló ahogada escondiendo el rostro.
Rhaenyra la estrechó con más fuerza antes de mirar preocupada a su esposo, el cual se acercó intentando consolarla.
—Sea lo que sea, lo superaremos juntos —prometió Daemon acomodándole el cabello en un gesto cariñoso.
Abrumada asintió y entre lagrimas apreció la cercanía, aquellos cuerpos enseguida enseñando que ellos eran su verdadero hogar.
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diamantar · 8 months
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REINA OSADA
→ Daeron Targaryen x fem!OC [Visenya Targaryen]
✦ Sinopsis: Portando un nombre lleno de historia, Visenya armará su propio mundo junto a la persona indicada.
✦ Advertencias: Incesto / Diferencia de edad / Matrimonio arreglado / ¿Lesiones consensuadas?
✦ Palabras: 1557
✦ Pedido: Si, de Wattpad.
✦ Nota: ¡Comentarios, likes y reblogs son muy apreciados! ♡
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Alicent inspiró profundo y juntó toda voluntad existente para no arrancarse la piel alrededor de las uñas, a paso ansioso recorriendo sus aposentos en una espera insoportable. Demasiados pensamientos la atormentaban y no podía imaginar que el plan ideado no saliera a favor, especialmente cuando le otorgaría poder en varios aspectos.
Ser Criston, que bien sabía lo que sufría, ni siquiera pidió permiso al abrir la puerta y enseñar al tercer hijo de la Reina.
—Aemond, me han dicho que solo Vhagar ha regresado, ¿que sucedió? —preguntó preocupada, ambas pupilas cayendo en la carta sucia y arrugada que cargaba—. ¿Es de Daeron?
—Pide sinceras disculpas por no venir él mismo, pero envía una nota para esclarecer su ausencia.
La Hightower agarró la misiva casi con miedo, durante unos segundos guardando silencio antes de enfocarse en el príncipe.
—Lo viste, ¿verdad? —indagó tragando con dificultad—. ¿Estaba con ella?
—Correcto —asintió, por un segundo amagando a sonreír.
Tan pequeño y veloz gesto paralizó a la mujer, que olvidó pestañear y rápidamente destruyó el sello para leer las palabras del menor.
—Esto es… —dejó los labios separados en incredulidad.
—Lo que deseabas.
Ante la confirmación cerró los ojos y lanzó la cabeza hacia atrás agradeciendo tal fortuna, aliviada prefiriendo sentarse frente al escritorio.
—Un dragón criado entre águilas, es ideal —comentó poniendo una mano en el pecho y sintiendo las pulsaciones regresar a la normalidad—. La hija menor de Aemma nos dará gran ventaja.
—¿Segura de que estará de nuestro lado en las discusiones por la herencia al trono?
—No, pero no se ha criado aquí y no es cercana a Rhaenyra, podemos dirigirla a nosotros
—Recuerda que es conocida por justamente ser alguien difícil de manipular.
—“La reencarnación de Visenya” —suspiró jugando con una pluma sin tinta—. Ciertamente sabían que hacían al nombrarla como la hermana de Aegon el Conquistador, porque nació con el carácter de ella.
—¿Crees poder manejarla? —enarcó una ceja, porque había visto a la mujer y reconocía que era una oponente fuerte.
—Tal vez no, pero Daeron…
—Es inesperado que se conocieran y forjaran tan buena relación.
Alicent asintió y observó el celeste cielo, ausente ordenando la mente antes de hablar.
—Como tu hermano, Visenya fue enviada joven a su segunda casa. Los Arryn estaban encantados de recibir a una de las nietas de su única hija de descendencia Targaryen, especialmente cuando Vermithor la seguiría. Desde joven ha mostrado carácter dominante y una actitud inclinada hacia la batalla… Ha terminado por sí misma decenas de rebeliones y forjó una enorme fortuna a partir de ellas, es el gran orgullo de ambas familias —resumió a punto de negar maravillada—. La opinión publica es increíble, algunos hasta la ven como una reina del pasado que surgió a guiarlos y protegerlos.
—¿Padre aceptará el casamiento cuando podría utilizarla para reforzar lazos? He oído que hay varios interesados.
—Viserys no dudará mientras exista la posibilidad de una reconciliación familiar, celebrará la propuesta —bufó como si aquel fuera el menor de los problemas.
—Al menos no deberás preocuparte por de Daeron, él está sumamente encantado con nuestra hermana.
—Así parece —dijo en volumen bajo y levantando la carta—. Pensar que se conocerían cerca de Antigua para sofocar un batallón de bandidos… Los Dioses están de nuestro lado.
—¿Necesitas más de mí? —preguntó al apreciar que la conversación terminaba.
—No, has hecho bien, descansa que es mi turno de hablar con el Rey.
La mujer inspiró a gusto con el desarrollo de los eventos y por largos segundos disfrutó aquella victoria, con renovada energía agarrando la carta y partiendo hacia su esposo.
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El humo escalaba hasta el cielo en torres grises que desde kilómetros anunciaban peligro, los numerosos focos de fuego aún ardiendo entre escombros y cadáveres. La brisa llevaba el aroma a carne quemada hacia la zona contraria al campamento, aunque la única femenina en pie estaba segura que su ejercito ya adivinaba qué había hecho.
Vermithor brillaba ante el reflejo del sol y estiraba las alas en una pose sumamente relajada, la Targaryen quitándose el casco y dejando las mechas ondear en naturaleza. El panorama repleto de cenizas la llenó de orgullo y elevó el mentón en satisfacción, otro grupo de inútiles agregándose a la lista de conquistas. Torció el agarre en la espada que cargaba e inquirió si así fue como se sintió Aegon I, el deseo de sentir tal grandeza y obtener toda tierra posible enviando escalofríos que casi la hicieron jadear.
Un rugido la sacó del ensimismamiento e hizo que sonriera pequeño, de pronto el cielo cubriéndose y sellando en la tierra una forma que bien identificaba. Vermithor observó y rezongó, de manera que ella estiró el cuello y apreció el destellante azul metálico del joven dragón. Conectó breves miradas con el jinete e inclinó la cabeza en desafío, desde el inicio señalando que no se arrepentía de lo cometido.
—¿No pudiste esperar?
El reclamo llegó apenas aterrizó y Visenya enfrentó al atractivo adolescente con una mueca traviesa.
—Adelanté el trabajo —respondió indiferente—. ¿Por qué mover y agotar al resto cuando puedo encargarme sola?
Daeron torció la boca y acortó la distancia quitándose el casco, objeto que tiró a lo que quedaba de pasto.
—Los eventos no siempre saldrán a tu favor, ¡podrías morir!
—Admite que estás enojado porque no te llamé para la diversión —rió sin tomarlo en serio.
Frunciendo el ceño y sosteniéndola del rostro, el aire alrededor del chico cambió.
—Nunca vuelvas a dejarme atrás, pensamos y atacamos juntos, ¿entendido? —ordenó en tono bajo y severo.
—Daeron el Osado es un título apropiado viendo que tienes el atrevimiento de amonestarme —gruñó entre dientes—. Congeniamos y calibramos de manera espectacular, ¿pero piensas que te permitiré controlarme?
—Anhelo cuidar y proteger a mi futura esposa, ¿acaso es una locura lo que pido?
El término empleado la descolocó y provocó que contorsionara el rostro, con labios apretados observándolo como si fuera un desquiciado.
—¿Qué has dicho?
Liberándola despacio, Daeron retrocedió y buscó entre su armadura un papel doblado.
—Es una carta de padre para ambos, pensaba leerla contigo hasta que descubrí que volaste sola a pelear.
Visenya agarró y leyó, progresivamente enseriándose y perdiendo cualquier expresión que señalara lo que pensaba. Rápidamente mojó los labios y le miró, en un puño sosteniendo el decreto y enfrentándolo de una manera casi intimidante.
—¿Qué piensas de esta decisión?
Daeron se arrodilló en una pierna y colocó la mano derecha sobre el corazón.
—Contraer matrimonio contigo será el honor más grande de mi vida.
La mujer desenfundó la espada y lo apuntó, lento y casi sin pestañear admirando como él intentaba descifrar sus próximos movimientos.
—Palabras bonitas no comprarán mi corazón —habló, en el proceso colocando la punta del metal en el centro del cuello.
—Lo sé, pero mi alma se desvive por ti, esa es la única verdad.
Visenya inclinó la cabeza y bajó la mirada a la tierna piel que amenazaba, de pronto rodeándola un aura casi exótica.
—¿Sabes de la tradición valyria o solo conoces la Fe de los Siete?
—Yo… —dudó un momento intentando recordar algo que pudiera haber leído.
—Silencio, el titubeo solo confirma la ignorancia —interrumpió dando un paso más—. Eres joven y tu futuro brilla, pero soy mayor y mi reputación aplasta la que posees. ¿Serás capaz de conquistar el mundo conmigo?
El Targaryen tragó y saltó al sentir como la espada le lastimaba, con el corazón acelerado admirándola desde abajo mientras el viento y el sol la coronaban como la poderosa reina que era.
—Te pertenezco —respiró tembloroso, la tensión provocando cosquillas en su vientre—. Viviremos, amaremos, procrearemos, arrasaremos y construiremos juntos, desde que te conocí no ha existido nadie más que tú.
Visenya inspiró lento y profundo, despacio bajando la espada y yendo a arrodillarse frente a él. Tiró el arma a un costado y colocó ambas manos en el pecho contrario, suave descendiendo hasta encontrar la daga y tomarla en posesión.
—¿Qué…?
—Un pacto de sangre —aclaró mientras le agarraba el mentón y acercaba el filo al labio inferior—. A partir de hoy eres completamente mío, Daeron.
Observándose a los ojos, él apenas se movió cuando ella realizó un pequeño corte. Aguantó el dolor y el ardor para tomar el puñal y entender que era su turno de actuar.
—Visenya… —llamó casi en trance, una neblina mental jamás experimentada llevándolo a sensaciones que hasta ese momento desconocía,
—Estoy aquí —contestó mientras lo abrazaba por la cintura y formaba una sutil mueca cariñosa.
El muchacho respiró pesado y acunó una mejilla antes de cortar la tierna piel, el suspiro que ella liberó sacudiéndolo hasta los huesos. Soltó el arma y sin perder un segundo acortó la distancia, finalmente probando los labios que tantos meses deseó consumir. La Targaryen se entregó al contacto y un gemido quedó ahogado cuando él usó la mano libre para tomarla del cabello, el calor del sol quemando como si estuvieran fundiéndose en fuego.
—¿Me amas como te amo a ti?
—Soy tuya, Daeron, de nadie más —murmuró inclinándose a descansar en uno de sus hombros—. Juntos haremos historia.
Sintiendo que la estrechaba y casi le quitaba el aire, Visenya observó las resplandecientes escamas de Vermithor y tembló de emoción ante la idea de cumplir cada sueño y objetivo al lado del Targaryen.a
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diamantar · 1 year
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FARO VERDE
→ Otto Hightower x fem!OC (ft. Daemon Targaryen)
✦ Sinopsis: El matrimonio con el Príncipe Targaryen parecía perfecto hasta que enfrentó la terrible realidad, ¿en que manos caerá su dañado corazón?
✦ Advertencias: Engaño / Angst / Confort / Diferencia de edad.
✦ Palabras: 2704
✦ Pedido: Si, de Wattpad.
✦ Nota: ¡Comentarios, likes y reblogs son muy apreciados! ♡
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La congoja que inundaba la habitación pesaba en el pecho de quienes eran testigo del sufrimiento ajeno, los escasos presentes guardando silencio mientras la única mujer explicaba qué la tenía tan mal.
—Por favor —suplicó, desesperada arrodillándose y agarrándole las manos—. No puedo seguir con él, no cuando me traicionó así.
—¿Estás segura de tus acusaciones? —preguntó con el entrecejo fruncido en negación e incomodidad.
—¡Los encontré juntos! —exclamó, enseguida respirando más fuerte—. Daemon y la Princesa me han clavado un puñal por la espalda, siempre los he tenido en alta estima... ¿Cómo pudieron hacerme esto?
Viserys apretó los labios y tragó con dificultad.
—Lo que estás pasando es desgarrador, pero has consumado el matrimonio... ¿Quién aceptará tu mano en tales condiciones?
—No necesito volver a casarme, ¡solo no quiero estar con él! —explicó frustrada y atemorizada de que no anulara la unión—. ¿De verdad debo seguir a su lado mientras folla y embaraza a Rhaenyra?
La crudeza de la realidad provocó que los integrantes del Consejo Privado intercambiaran miradas y Viserys deseara desaparecer.
—Ciertamente es un panorama desfavorable —interrumpió Otto Hightower.
Ambos se enfocaron en él y la joven intentó limpiar las lagrimas que no paraban de caer.
—Explícate —ordenó el Rey esperando que su reflexión lo guiara mejor.
—La señorita ha realizado sus deberes de esposa con suma excelencia, no hay razón para que el resto la avergüence cuando regrese a la soltería. En cambio, Daemon ha quitado la virtud de Rhaenyra sin estar en nupcias y eso podría significar un problema para su imagen como heredera al trono —manifestó—. Además, con el mayor de los respetos, la inconsistencia del Príncipe es de publico conocimiento y dudo que su nuera vaya a ser la parte condenada en caso de aprobar el divorcio.
Viserys inspiró profundo y ella ganó esperanzas, a los segundos Mellos tomando palabra.
—Conozco gente que estaría gratamente interesada en incluir tan excepcional dama a su linaje, además que resolver ésta cuestión nos permitirá avanzar al problemático enlazamiento entre Daemon y Rhaenyra.
El espacio quedó en silencio y todos aguardaron la decisión final, el Rey mirándola y tomándola de la mano.
—¿Estás segura?
—Si.
Viserys inspiró profundo, le dio un apretón y asintió resignado.
—Queda en paz, porque tu matrimonio ha terminado.
La liviandad fue inmediata y por un segundo creyó que colapsaría de alivio.
—Gracias, muchísimas gracias.
Borrando los restos húmedos en ambas mejillas, pidió disculpas por la actitud bochornosa que enseñó y abandonó el salón de reuniones luego de una pronunciada reverencia. Caminó a su habitación con una gran mezcla de emociones, pero le alegraba pensar que no estaba perdida a vivir junto un hombre que no la apreciaba.
—¿Qué hacías allí?
La voz del Targaryen le congeló hasta los huesos, pero la furia y el dolor borbotaron su sangre y evitaron que volteara a verlo.
—Déjame, no quiero nada contigo.
—¡Alto! —gruñó, en un par de zancadas logrando agarrarla del brazo.
Forzada a detenerse, lo miró con un enojo imposible de esconder.
—Suéltame.
—¿Qué hablaste con mi hermano?
—La idea de mantenerme con un infiel tan retorcido es inaguantable, así que corté nuestra relación —contestó entre dientes, en secreto deseando ser capaz de destrozarlo hasta que nada quedara de él.
—¿Pediste la anulación? —preguntó incrédulo, por largos segundos olvidando como pestañear—. ¿Estás demente? No conseguirás nada mejor que un Targaryen.
—¿Qué importa? Prefiero la soltería antes que sigas haciendo un bufón de mí.
—Rhaenyra fue algo del momento, ¿abandonarás nuestra relación por eso?
—Te respeté y adoré, pero preferiste quebrar mi confianza y eliminar nuestro futuro… Jamás tendré segundos pensamientos, ¡eres basura!
Daemon la tomó de los hombros y acortó la distancia, la oscura mirada que cargaba hablando por sí sola.
—Si me abandonas nunca volveré contigo, incluso si suplicas tirada en el suelo.
—Preferiría morir —aseguró liberando todo el veneno que cargaba.
—Arrepiéntete —ordenó encajando la mandíbula.
—Incluso si amenazas con tirarte desde tu lagartija roja, en la vida regresaré contigo.
—¡No olvides con quien estás hablando!
—¡Un degenerado pervertido! —respondió, nuevamente intentando liberarse—. Es turno de Rhaenyra de soportar tus caprichos, ¡ahora soy libre!
Daemon perdió cualquier gramo de decencia y empezó a llevarla a una zona desolada, ella pensando en gritar cuando oyó la inconfundible marcha apurada de los guardias del castillo. Torció el cuello y apreció como un grupo de cuatro hombres armados trotaban en su dirección, por lo que Daemon frunció el ceño y aguardó a descubrir que querían.
—El Rey solicita su presencia —anunció Ser Harrold.
—¿Por qué?
—Sabrá una vez que lo vea.
Torciendo el rostro en una mueca que que preocuparía a más de uno, el Targaryen soltó a la femenina y enfurecido los siguió. Desaparecieron por unas escaleras y ella jadeó expulsando el aire que guardaba gracias al miedo y la tensión. Colocó una mano en el pecho y trató de soportar el agobio, pero sus piernas flaquearon y debió apoyarse en uno de los muros.
—¿Señorita?
Exaltada volteó y enfrentó a la Mano del Rey, el cual tenía las palmas juntas y le miraba de forma indescifrable.
—Señor Hightower, ¿necesita algo?
—No realmente, pero atestigüe el encuentro con Daemon y me preocupé por su bienestar.
—El divorcio fue aceptado, pero es una situación difícil —confesó con una sonrisa amarga.
—Solo puedo imaginar la deslealtad que sufre.
—Concluyo que no actuó con intención de favorecerme, pero agradezco sus palabras hacia el Rey, ayudaron enormemente a conseguir la separación.
—Realizaba la función acorde a mi trabajo, pero debo admitir que… —dudó en terminar.
—¿Hm? —frunció el ceño y entrecerró los ojos.
—Usted es de la poca realeza con modales y sentido de la responsabilidad, así que apoyé el matrimonio con Daemon pensando que el Principe podría aprender y centrarse, pero ahora entiendo que fue un error. Una dama como usted no debe desperdiciarse en un hombre como él.
—Gracias —encogió los hombros, aunque fue incapaz de sonrojarse por la tormenta que pesaba en su corazón.
—Lamento si fue inapropiado —indicó de inmediato bajando la cabeza.
—Para nada.
—En todo caso, conozco una buena receta de té que Alicent solía pedir en sus momentos más difíciles. Si necesita ayuda o distenderse, puede contar conmigo.
—Aprecio la oferta, lo tendré en cuenta.
Utilizando saludos formales, Otto se retiró y la femenina quedó sola oliendo la estela de su perfume. Ligeramente ausente al procesar lo sucedido en el día, miró una puerta cercana y frotó los labios en ansiedad.
—¡Señor Hightower! —llamó de golpe, con prisa intentando alcanzarlo.
—¿Si? —frenó sorprendido con las cejas ligeramente elevadas.
—¿Tiene tiempo? Ahora sería un buen momento para degustar aquella formula especial.
—Por supuesto.
Interesada en compartir la tarde con alguien quien parecía reconocer lo que valía, lo acompañó al ala donde el Consejo Privado residía. La habitación era amplia y no enseñaba nada fuera de lo normal, y desde ese día se convirtió en un espacio habitual al disfrutar de la serena compañía de la Mano del Rey. Las diferencias con su exesposo eran abismales y estimaba el cambio de aire, especialmente cuando Daemon le enviaba cartas desde el exilio debido a la transgresión de límites con Rhaenyra.
Meses pasaron y los viajes a la recamara Hightower aumentaron significativamente, de a poco forjando una relación que terminó en sentimientos mutuos. Ninguno esperaba enamorarse del otro cuando procuraban mantener y resguardar el compañerismo ganado, pero señales fueron dadas y finalmente expresaron sus sentimientos.
La relación empezó suave manteniendo el carácter que desde un inicio los unió, con la excepción de que ahora incluía citas, regalos y un contacto más cariñoso e intimo. Viserys, al enterarse, otorgó su bendición y la Fortaleza Roja fue el centro de festividades cuando anunciaron la boda.
A decir verdad, al día de unión llegar, muchos temían la aparición del errático Targaryen. Los cielos fueron observados y la casa Hightower envió su propia gente para evitar interrupciones, pero la misma Rhaenyra, amarga y triste por la indiferencia de Daemon hacia ella, decidió volar y mantenerlo lejos de Desembarco del Rey.
El agasajo sucedió rodeados de alcohol, risas y baile, Otto encargándose de ganar la simpatía de sus suegros y hallando que estaban complacidos por su personalidad y posición. Tal vez no fuera un príncipe, pero era la Mano del Rey y el padre de la actual reina, aunque debido a eso la luna de miel fue corta al tener que cumplir con grandes obligaciones.
De a poco encontraron una cómoda rutina y la recién casada logró forjar una buena e inesperada relación con Alicent, quien la acompañó y ayudó enormemente con su experiencia cuando quedó embarazada. La gestación y el parto en sí no fueron fáciles, padre e hija encargándose de que tuviera lo mejor para que el evento pasara a salvo, sorpresivamente un segundo bebé siguiendo al primero y terminando el alumbramiento en mellizos de distinto sexo.
—¡Qué bendición! —exclamó la sirvienta más antigua de Otto.
—Ciertamente un milagro —coincidió preparando los brazos y recibiendo al recién nacido.
—¿Están bien? —preguntó la inaugurada madre entre ojos cansados.
—Perfectos, por el momento no hay nada de que preocuparse —tranquilizó Mellos observando que la beba respiraba acorde a lo deseado—. Tenga —indicó al inclinarse y entregarle la primogénita.
Momentos después la puerta se abrió y Alicent hizo acto de presencia, los empleados reverenciando mientras ella observaba a los protagonistas.
—¿Cómo se encuentran?
—Sin problemas —sonrió la femenina.
—Dos nuevos integrantes, informaré a Lord Hightower de la magnifica noticia —habló la Reina acercándose a la cama—. Descansa lo que debas, una vez que estés recuperada organizaré un banquete.
—Muy amable, gracias —asintió en afecto y ella le otorgó una pequeña caricia.
Otto intercambió breves palabras con su hija y luego fue a sentarse en el colchón, el matrimonio observándose y prácticamente diciendo todo con la mirada.
—Jamás imaginé ser padre a esta edad, pero formar una familia contigo es sumamente grato —confesó en voz baja evitando oídos curiosos.
—Se supone que traer hijos es mi deber, pero no se siente así cuando deseas tenerlos… Especialmente con el hombre que amas —contestó, la sensibilidad del momento provocando que se le humedecieran los ojos.
—Te amo —respondió mientras le sostenía la mejilla, su personalidad impidiendo que fuera más expresivo con gente alrededor—. Cuida de ti, yo me encargaré de velar por ustedes.
Apreciando la preocupación y dedicación, se enfocó en los mellizos que fueron enormemente celebrados, los hermanos de la regente consorte recibiendo numerosos regalos desde Antigua. Ropa, juguetes y joyas verdes circundaban las cunas en una clara declaración de a que casa pertenecían, el Principe Targaryen no soportando la noticia de aquellos nacimientos y quebrantando el destierro para buscarla.
Pocos sabían de su paradero desde el exilio y su aparición sacudió el pacifico mundo que la femenina logró construir, el hombre silenciosamente interceptándola en un corredor de la Fortaleza Roja.
—¿Es verdad? ¿Has engendrado la semilla de ese hombre?
—¿Qué haces aquí? —frunció el ceño en el proceso de retroceder, susto empezando a dominarla.
—¡Responde! —ordenó, desde el inicio no teniendo una pizca de simpatía—. ¿Te casaste y ahora das a luz?
—No te incumbe, no eres nadie en mi vida.
—¡Soy tu…!
—¡Exesposo! —finalizó la frase en pura exasperación.
Daemon se acercó y una vez más la retuvo agarrándola de los brazos, ella no pudiendo zafar incluso si lo intentaba.
—Te he escrito y enviado obsequios, abrí mis sentimientos y enseñé todo mi arrepentimiento, ¿cómo puedes hacer esto? Nuestro destino es estar juntos.
—¿Mi falta de repuesta no dio a entender que ya no me interesas? ¡No te amo, no te quiero y tampoco te deseo!
—¿Piensas que esa mierda Hightower puede satisfacerte?
—Es todo lo que he querido y más, tenemos una familia hermosa y cada día agradezco no haber quedado embarazada de ti —escupió con malicia esperando hacerle el mismo daño que él le hizo.
La confesión lo empalideció e provocó que aflojara el agarre, la femenina temiendo por el destello de locura que surgió desde la profundidad de sus pupilas.
—¡Daemon!
El grito los petrificó y torcieron la cabeza a ver como Rhaenyra se acercaba entre mejillas sonrosadas y ojos húmedos.
—No ahora... —suspiró el mayor.
—¿Por qué no avisaste que vendrías? —reclamó indignada tomándolo del brazo y acercándolo a ella, sin darse cuenta permitiendo que la mujer se liberara y generara una buena distancia.
—Regresé a comprobar cierta información, no a hacer sociales —respondió áspero vigilando su verdadero objetivo.
La Princesa miró a la chica y contorsionó la cara en resentimiento, pero se enfocó en el hombre.
—Apenas me envías cartas y sigues con tus aventuras nocturnas, ¿acaso ya no te atraigo? —preguntó en un estado completamente vulnerable—. Dijiste que me amabas y estaríamos juntos según nuestra tradición, ¿por qué la sigues buscando?
Daemon puso los ojos en blanco y respiró exasperado, la nueva dama Hightower decidiendo que ese era un drama que no le correspondía. Giró y se retiró con el mentón en alto, aunque debió recurrir al trote cuando oyó que la Targaryen tenía dificultades para mantenerlo con ella.
—¡Ser Criston! —llamó al verlo patrullar en un cruce de pasillos.
—¿Qué ocurre? —preguntó preocupado y olvidando las cortesías ante el claro estrés.
—Daemon ha regresado, está en el castillo —jadeó, las palabras encimándose por el apuro—. Pude escapar ante la intervención de la Princesa, pero es una amenaza para la Fortaleza Roja.
—Póngase a cubierto, daré aviso —asintió solemne escoltándola un par de alas antes de tomar otro camino.
Con angustia fue a sus aposentos y verificó la seguridad de los niños antes de encerrarse con las institutrices. Por seguridad bloquearon la puerta y aguardaron a noticias, las amables mujeres logrando tranquilizarla y distraerla mientras alimentaba o jugaba con los mellizos.
Las horas sucedieron y el atardecer se convirtió en crepúsculo, para ese punto el nerviosismo estando muy bien instalado incluso si ninguna hablaba de la cuestión. Intercambiaron miradas y una de las femeninas se levantó a encender las velas antes de que la noche cayera, en eso saltando y liberando sonidos de sorpresa cuando golpearon la puerta.
—¿Quién es?
—Ser Harrold —anunció potente a través de la gruesa madera—. El castillo es seguro, pueden salir.
Con un nuevo aire de esperanza, las damiselas destrabaron la puerta y observaron que la Mano del Rey también aguardaba.
—¿Cómo estás? —preguntó al acercarse y buscar alguna herida visible.
—Bien, no pudo hacer mucho —sonrió suave encogiendo los hombros y meciendo a la niña entre brazos.
Otto presionó los labios y observó al resto, quienes comprendieron que debían irse y darles privacidad.
—Viserys ha mantenido el exilio, no apreció el traspaso y el estado angustiado en el que halló a Rhaenyra —avisó en el proceso de sentarse a su lado.
—La Princesa cuestionaba el interés en mí y la indiferencia hacia ella… Daemon se ha convertido en un hombre imposible de entender.
—A pesar de que te has casado con él, he lidiado con el Targaryen más tiempo que tú —suspiró agotado de solo recordar todas las discusiones que tuvieron—. Una vez que posee lo que desea se aburre, la caza ha terminado y continua con otra, pero no soporta cuando lo conquistado se escurre de sus manos.
—Tiene sentido… Aún así quiero dejarlo en el pasado y mantener a cualquier dragón al margen de nuestra familia —confesó antes de verlo decidida—. Hoy nuevamente confirmé que eres lo que la vida guardaba para mí. No puedo predecir si será un camino fácil, Daemon terminó siendo un absoluto fracaso, pero no me arrepentiré de haberte elegido.
Otto la abrazó por la espalda y la acomodó contra él, lentamente acariciando su brazo.
—No soy perfecto, pero como mujer, madre y esposa te respetaré. Siempre he sido así y no cambiaré contigo.
Sonriendo pequeño y complacida, recordó como el Hightower siempre mantuvo en alto a su antigua pareja y no dudaba en saltar a defenderla si alguien la deshonraba. Quienes más tiempo trabajaban en el castillo sabían cada detalle, así que enterarse de aquel factor participó mucho a la hora de entregarse a él.
Gustosa bajó los parpados y se acurrucó, el beso que recibió en la cabeza sellando su amor hacía el hombre y la familia que formaron.
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diamantar · 1 year
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RESCATE
→ Aemond Targaryen x Targaryen!OC [Eleany Targaryen]
✦ Sinopsis: Eleany desciende a lo profundo de lo prohibido para salvar a su hermano.
✦ Advertencias: Mención de desnudos y sexo / ¿Hurt? / Confort / Fluff / Relación familiar/platónica.
✦ Palabras: 1563
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El verano llega y las calles en Desembarco del Rey se tiñen de calurosa actividad, el alcohol fluyendo tanto como el sudor en los habitantes interesados en pasar un buen rato. Amigos, parejas y solitarios cruzan la ciudad omitiendo a la joven e inexperta figura que se escabulle entre la multitud. Las pupilas agitadas y piernas temblorosas delatan lo ajena que es a ese ritmo de vida, ruidos y olores abrumándola mientras intenta apegarse al objetivo inicial.
—Permi… —empezó a decir cuando llegó a un bloqueo alrededor de un escenario improvisado, aunque el bullicio impidió que su cohibida voz sonara.
—Muévete, mierda —gruñó un adolescente antes de empujarla.
Eleany cayó y se sorprendió por la fuerza con la que chocó el suelo, asustada mirándolo y notando que le veía desdeñoso antes de agresivamente abrir paso. Rápido acomodó el pañuelo que ocultaba las mechas platinadas y tomó postura, con precaución sorteando la gente y frenando cuando observó a quienes rastreaba entrar a una casa de placer.
El estómago dolió e inmediatamente dudó la continuidad del plan, ya que ignoraba el rango etario permitido, la seguridad existente o si el género femenino era bienvenido. Las incógnitas se mezclaban con la ansiedad y engendraron el pánico, en un segundo empezando a jadear como si hubiera corrido desde la Fortaleza Roja. Se abrazó por el helado escalofrío que la bañó y retrocedió un paso, pero el recuerdo de su hermano la detuvo de huir y cargar con la culpa de haberlo abandonado.
Inspiró profundo y se esforzó en mantener el control como tantas veces su madre le enseñó, a los minutos permitiéndose avanzar y espiar la puerta abierta de par en par. Con alivio apreció que la custodia consistía de un único guardia ubicado en una vieja silla de madera, el cual expresaba absoluto desinterés al permitir que los clientes ingresaran sin siquiera revisarlos.
Aquella actitud envió un rayo de esperanza y, en un golpe de adrenalina y falsa confianza, anduvo hasta el interior.
—¡Alto!
El grito le cerró la garganta y giró pensando que la monotonía fue un acto para engañar a ingenuos como ella, pero el adulto frenó cualquier acción cuando vio el color de sus ojos.
—¿Sucede algo? —preguntó, sinceramente confundiéndose cuando él regresó a la posición original.
—Nada. Continúe.
Asintió sin animarse a indagar la razón del cambió y descendió por los escalones, en el apuro trastabillando un par de veces.
Una vez allí, el ambiente que la recibió fue mucho peor de lo que su inocente mente hubiera llegado a imaginar. Cuerpos semidesnudos vagaban y se enredaban en actos de absoluto pecado, risas, conversaciones y gemidos mezclándose en una sinfonía que la alteraba hasta lo más profundo. Tragó y desvió los ojos sin saber dónde enfocar, ya que cada sector era ocupado por clientes y espectadores que perversamente sonreían si enlazaba miradas.
—¿Estás perdida? —inquirió una de las trabajadoras, al inclinarse logrando que ambos senos colgaran a centímetros del rostro.
Las mejillas infantiles imitaron el fuego y por reflejo negó, pero a su vez separó los labios dispuesta a obtener información.
—A-Aegon —tartamudeó entumecida—. ¿Está aquí, v-verdad?
La señora elevó ambas y dubitativa miró hacia un costado.
—Reside al fondo, trajo un visitante, por lo que hoy no debe ser fastidiado.
—No interrumpiré —prometió, en eso distrayéndose al ver como un adolescente bastante desaliñado se acercaba—. Hasta luego —despidió queriendo evitar cualquier contacto masculino.
—¡Niña…! —llamó con cierta urgencia, pero enseguida fue asaltada por las necesidades del chico.
Sin mirar atrás avanzó y cuidó de no pisar ninguna extremidad, con desagradable tensión omitiendo cuando alguien intentó agarrarla del tobillo. Colocó una mano en el estómago y suspiró pesado, a la fuerza obteniendo clarificación explícita a cada pregunta del tema que sus profesores a propósito evitaban.
—¿Cómo te gustan?
La inconfundible voz de Aegon la sacó del ensimismamiento y rápido volteó en dirección al sonido. Expectante se sumergió en aquel eterno laberinto de pieles y finalmente halló el tesoro que tanto anhelaba: Aemond.
De pie y con la cabeza gacha, el joven oía como el primogénito de la familia llamaba a distintas prostitutas para que eligiera a la que más le gustaba en un supuesto regalo de cumpleaños. Reía mientras bebía y era un claro contraste con el menor, quien se mantenía ausente en una postura que no señalaba alegría alguna.
Eleany inspiró desde un rincón en penumbras e intentó averiguar cómo sacarlo sin que Aegon sospechara, en eso recordando los aretes que escondía bajo el pañuelo. Eran de oro y poseían pequeñas esmeraldas, con seguridad deduciendo que alguien la ayudaría si los ofrecía.
—¡Tú! —llamó la mujer de antes limpiando el bálsamo rojo que se desparramaba fuera de los labios.
Saltó en el lugar y observó espantada ante la posible reprimenda, pero entonces comprendió que la fortuna le acompañaba.
—Hola —saludó ilusionada al encontrar su cómplice.
—No es local para pasear, vamos, te llevaré a… —empezó a decir amagando a tomarla de la mano, pero ella le esquivó.
—Tengo un trabajo para ti, te pagaré —soltó de sopetón y casi sin parpadear.
—¿Disculpa?
Manteniendo el misterio y haciendo un gesto, Eleany la guío atrás de unas cortinas desde donde tenían plena vista de los hermanos.
—Aegon está presionando a aquel chico a escoger a una de tus compañeras y yo solo quiero llevarlo a casa —explicó en volumen bajo—. Necesito que te acerques, hagas que te siga y lo conduzcas al pie de las escaleras principales.
—¿De qué manera? No sabe quien soy, desconfiará —dijo, en el proceso usando un dedo para mover la tela y atestiguar como el mayor pedía otra jarra de vino.
Realizando una pausa, Eleany miró el suelo y formuló un código que lo intrigara lo suficiente para aceptar.
—“Vhagar aguarda, sigue la corriente y te ayudaré a salir” —indicó, la mención del preciado dragón de seguro logrando el cometido—. Asegurate que Aegon no escuche.
La mujer frunció el ceño y lentamente cruzó los brazos, por primera vez luciendo seria e intimidante.
—¿Cómo piensas pagar?
—Oro y esmeralda. Te daré el par cuando lo traigas a mí —prometió, en el proceso enseñando uno de los pendientes.
—¿Es real? —cuestionó asombrada.
—Absolutamente —validó, los dedos cerrándose y ocultando la joyería—. ¿Aceptas?
Conectaron miradas y el resto del labial rojo se estiró en una gatuna sonrisa, provocando que Eleany imitara la mueca y entregara el aro.
—En unos minutos estaré en la entrada —anunció antes de guardar el elemento y salir hacia los Targaryen.
Desde el escondite la niña observó como se acercaba y adelantaba a las trabajadoras alineadas, en un andar sensual saludándolos e inclinándose al hombro del menor. Aegon rió y comentó algo que no llegó a identificar, pero no analizó más al enseguida regresar sobre sus pasos.
Se sentó en un escalón y, aunque tensa, en silencio admitió que estaba aliviada. Acarició sus piernas en un gesto inconsciente para calmarse y miró las interacciones alrededor, la vergüenza dejando paso a la intriga y animándola a aprender. La manera en que el sexo se expresaba difería en cada pareja o grupo, en algunos notándose que las mujeres no disfrutaban y fingían por dinero.
Diferenciar lo falso de lo real no era complicado, pero lo ficticio incluso servía de ejemplo del tema que su madre y las septas de la Fortaleza Roja preferían guardar bajo llave.
—¡Señorita!
Inmediatamente desvió la atención y vio a la femenina acercarse con Aemond, el cual dejó de fruncir el ceño y abrió su único ojo de par en par.
—¿Todo bien? —preguntó mientras se ponía de pie y sacudía el polvo.
—Perfecto, ningún inconveniente —confirmó feliz.
—Me alegro —sonrió en paz—. Escóndete y has como que están juntos, si más tarde Aegon pregunta... dile que terminaron y él se fue —ordenó gentil en el proceso de darle el pago restante.
—Entendido —respondió, sus ojos brillando ante el accesorio.
—No olvides cobrar tu turno —añadió, de reojo notando que el chico daba un paso hacia ella.
Alegre, la mujer aceptó cada detalle y en breves despedidas fue a ocultarse a seguir con el plan.
—¿Qué haces aquí? —enfrentó Aemond poniéndose delante, nuevamente arrugando el entrecejo.
—Salvándote.
—¿Cómo supiste?
Eleany encogió los hombros y apretó los labios desviando la mirada.
—Los espié…
—Por supuesto —negó decepcionado.
—Sé que no te gusta, pero no pensé seguirlos hasta que hoy te oí decirle a Aegon que no querías venir —explicó con ligera angustia y pena—. Te veías tan abatido… No podía dejarte.
Aemond quedó pálido y tragó con dificultad, cualquier indignación esfumándose.
—Odias las multitudes y eres miedosa por naturaleza, ¿aún así…?
—Temblé todo el camino y sentí que vomitaría el corazón, pero seguí adelante por ti —confesó entre un leve sonrojo.
El pecho del Targaryen se encogió y, por alguna razón, tuvo ganas de llorar.
—Gracias.
—Siempre podrás contar conmigo —anunció, acto seguido extendiendo un brazo y ofreciendo la mano—. Vamos a casa.
Aemond apreció la luz y el cariño que transmitía comprendiendo que ella lo protegería incluso si debía pelear con sus propias limitaciones. Aquel momento, dentro de la casa de placer, no era más que una prueba a la promesa de cuidarlo, y así su alma fue completamente cautivada.
Con un leve temblor en el labio, entrelazó los dedos y la sostuvo con fuerza jurando que él también haría lo mejor para salvarla de todo mal.
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diamantar · 1 year
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FAMILIA Y DEBER
→ Jacaerys Velaryon x Hightower!OC [Alessia Hightower]
✦ Sinopsis: En la infancia fueron amigos y ahora deben decidir si rebelarse o aceptar las responsabilidades.
✦ Advertencias: Angst / Fluff.
✦ Palabras: 1361
✦ Nota: Apenas encontré el gif pensé que estaba viendo a Jacaerys y la inspiración surgió de inmediato. Además, Olivia Hussey en su rol de Julieta es perfecta para interpretar un familiar Hightower o ser hija de Rhaenyra y Harwin ♡
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—Señorita Hightower.
La mujer dejó de observar el suelo y frenó antes de chocar con el muchacho que paraba en frente, durante unos segundos dudando de quién era hasta que los rasgos comenzaron a ser familiares.
—¿Jacaerys? —preguntó amagando a fruncir el ceño.
Que le reconociera hizo que inclinara la cabeza en aprecio, los irises femeninos brillando en emoción ante la confirmación.
—Los años transforman rápido a los jóvenes, ¿verdad?
—¡Ahora me superas en altura! —rió encantada estirando los brazos para sostenerle las manos—. ¿Qué haces en Desembarco del Rey? Nadie avisó que visitarías.
—Fue una decisión de último momento —aclaró suave, sus dígitos yendo a cerrarse en las palmas contrarias.
—¿Llegaste con Vermax? —preguntó ilusionada, y el Velaryon asintió—. Debe haber crecido tanto como tú, ¡apuesto que está irreconocible!
—Ciertamente, su desarrollo anual es exagerado.
—Recuerdo que siempre fue una característica especial de él.
—Hasta hoy lo sigue siendo.
—¿Qué te trae a la Fortaleza Roja? —indagó acariciándolo con un pulgar.
—Deseaba ponerme al día con a mi antigua compañera de juegos, demasiados años han pasado sin saber del otro.
Alessia sonrió con nostalgia y descendió la mirada, memorias surgiendo y esparciendo agradables sentimientos.
—Poco ha sucedido en mi vida, de seguro tienes más para contar.
—¿Es así? ¿Incluso cuando he oído que te han comprometido? —fingió inocente, aunque demasiado frío.
La femenina tensó las facciones y presionó los labios, enseguida asintiendo mientras le veía ansiosa.
—¿Cómo sabes?
—Nada corre más rápido que los rumores… En todo caso, la verdad llegó cuando ofrecí mi mano y fui rechazado indicando que ya estabas pactada a los Arryn.
—¿Qué? —preguntó arrugando el entrecejo, de pronto queriendo liberarse y notando como él le agarraba con más fuerza.
—¿Otto Hightower, tu padre, no informó de mi propuesta? ¿Tampoco tu hermana?
—Nadie consultó conmigo.
—Lástima.
Alessia bajó la mirada y observó las ropas del Velaryon, su atención hallándose desorientada en los pensamientos que corrían ante la impactante novedad. El corazón se encogió por la oportunidad desperdiciada de un futuro mejor, una vida al lado de un hombre que conocía y podría tratarla decente.
—De jóvenes nos llevábamos bien, te habría escogido si hubiera tenido oportunidad.
Jacaerys guardó silencio y analizó la postura de la Hightower, la cual no enseñaba más que contrariedad y tristeza.
—Aún no has dado tus votos, puedes cambiar el destino.
Ella pareció animarse un momento, pero después encogió los hombros y se soltó de él.
—¿Por qué casarte conmigo cuando estamos en bandos enfrentados? —cruzó los brazos tratando de escudarse.
—Nuestras familias pelean, pero nosotros no, te aprecio igual que antes —aclaró con secreta preocupación por el tema que trajo a conversación.
—¿Cómo podría dejar a Alicent o a mis sobrinos? Me necesitan —excusó, inevitablemente pensando en los jóvenes que vivían en un estrés constante por alcanzar las expectativas de su padre y hermana.
—¿Estás de acuerdo con que usurpen el trono de mi madre y, por consecuencia, el mío? —soltó, y ella le miró absolutamente ofendida.
—¿Cómo te atreves? —gruñó en el proceso de cerrar las manos en puños.
—Lo siento, no es lo que realmente quería decir —aclaró sacudiendo la cabeza completamente frustrado.
—¿Entonces? Porque lo único que puedo pensar es que quieres arruinar el compromiso para evitar una alianza.
—Todo lo contrario, quiero que nosotros nos asociemos —indicó agarrándola de los brazos y acercándose unos pasos.
—No obtendrás nada de los Hightower, me considerarán una traidora y tu plan habrá sido en vano —contestó sintiendo que aire faltaba, la presión en el pecho incrementando a cada segundo.
—¿Ni siquiera con la posibilidad de que seas reina? —preguntó, la desesperación evitando que pensara con claridad.
—¿Qué importancia tiene un consorte contra un rey en el Trono de Hierro?
Los labios de Jacaerys fueron incapaces de discutir la certeza, frustración consumiéndolo desde las profundidades y, sin pensar, estrechando a Alessia contra él. El movimiento fue rápido y bruto por la necesidad, así que ella se quejó y peleó, pero pronto correspondió y apreció la breve calma que el contacto otorgó.
—Nunca dejé de quererte —confesó el Velaryon acariciándole la espalda.
—Estar contigo significa dejar y enfrentar a mi familia mientras tu continúas con la tuya, si realmente me deseas como esposa… la pérdida debe ser para ambos.
Aquella condición, sensata e igualitaria, espinó el corazón de Jacaerys y entendió el sufrimiento de Alessia al pedirle que dejara todo por él. Frunció el ceño y cerró los ojos pensando lo que realmente quería en el futuro, lentamente alejándose de ella y rozándole el rostro.
La femenina lo miró y luego bajó los parpados entregándose al tacto, de aquella manera recordando cada sensación confiando en que sería la última vez que lo vería. El calor de su palma y la textura de una mano entrenada para luchar y montar dragones la hicieron temblar, de pronto apreciando como él respiraba demasiado cerca.
—Te amo.
Alessia no pudo responder o mirarle cuando ya la estaba besando, ambas manos ciegamente yendo a sostener las contrarias en un vago intento de frenarlo. El toque fue mínimo e increíblemente delicado, casi tratándola como cristal, y ella no pudo más que quedarse de pie mientras su corazón se descontrolaba.
La conexión fue profunda y casi sintió sus almas enredarse, al separarse no pudiendo más que verlo increíblemente impactada.
—Jacaerys… —murmuró, desorientada buscando alguna respuesta en los ojos chocolate.
—Si dejo todo atrás, ¿estarías conmigo?
Frío bajó por la espalda femenina y la implicación pesó, alivio y miedo mezclándose en lo que ofrecía.
—¿Dices en serio? —frunció el ceño, una mano tomándolo de la ropa para asegurarse que no desapareciera como una ilusión—. ¿Qué pasa con Rhaenyra y tus hermanos?
—Lucerys tomará mi lugar y Joffrey heredará Marcaderiva, mi madre… ella tiene a Daemon, y me aseguraré que sepa que estoy bien.
—Es… Es una locura, no sé… ¿Realmente puedes dejar tus responsabilidades?
Alessia negó temerosa y dudó cómo él podía decidir aquello con tanta rapidez, ya que la idea de incumplir con su familia la hacia sentir tremendamente mal.
—Sé lo que te carcome, de verdad —indicó en el proceso de acariciarle ambas mejillas con los pulgares—. ¿Cuándo tiempo tienes antes de la boda?
—Casi dos meses —respondió, de vuelta oyéndose como si le faltara el aire.
—Tomémonos una semana y pensemos, ¿de acuerdo? —ofreció comprensivo—. Una parte de mí está lista para volar contigo y nunca volver, pero amo a mi familia al igual tú a la tuya, así que consideremos todas las ventajas y desventajas antes de actuar.
La Hightower asintió de inmediato y las piedras en su pecho desaparecieron, la oportunidad de analizarlo y planificarlo llenándola de seguridad.
—Mantengámonos en contacto y expresemos nuestras opiniones, en conjunto podremos arreglarlo.
—Absolutamente —sonrió, el nuevo espíritu que enseñaba logrando calmarlo.
Aprovechando el agarre en el otro, ambos se inclinaron a unir sus bocas y sellaron la promesa de dar lo mejor para llegar a un buen resultado.
—Aún me sorprende que viajaras a quí ante la noticia de mi compromiso.
—¿Cómo no hacerlo? De todos modos, fue egoísta de mi parte pensar que todo iría a mi favor y pacíficamente dejarías a tu familia —suspiró con malestar—. Lo lamento.
—Ahora estamos en la misma página y eso es lo que importa —sonrió acariciándole la mejilla.
Jacarys inclinó la cabeza en señal de que no dejara de tocarlo y la mujer rió suave, nuevamente apreciando lo que había cambiado en todos los años que no se vieron.
—La noche está cerca y no deseo ser interrogado sobre mis actividades, debo volver —anunció el primogénito.
—Entiendo —suspiró, las comisuras de su boca inconscientemente bajando en una expresión triste—. Mañana mismo te escribiré, no quiero volver a perderte.
—Aguardaré con ansias —prometió melancólico, el marrón de sus ojos enseñando lo mucho que deseaba llevarla con él.
—Yo también, no tardes en responder.
El Velaryon asintió y lentamente la tomó de la cintura, ella aguardando expectante y conteniendo mariposas en el estómago cuando juntó sus frentes.
—Avisa ante cualquier inconveniente, vendré con Vermax y te sacaré del apuro. No lo olvides.
—Lo prometo —confirmó cerrando los ojos.
Hundiéndose en el momento y el abrazo del otro, en aquel pequeño rincón de la Fortaleza Roja, se sentían listos para dejar todo por el otro.
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diamantar · 1 year
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MARCAS DE FUEGO
→ Aemond Targaryen x fem!OC
✦ Sinopsis: Entre el cortejo y el amor sale la verdad respecto a sus cicatrices.
✦ Advertencias: Fluff / Mención de heridas y peleas.
✦ Palabras: 1189
✦ Pedido: @sarcasticsweetlara
✦ Nota: Muy feliz 2023, espero que sea un año acorde a sus deseos ♡
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Caminando por los pasillos del segundo piso de la Fortaleza Roja, una doncella correspondió a quienes saludaban y bajó la cabeza ante las personas de mayor cargo. Con las manos al frente y la espalda recta, mantuvo postura formal hasta que la población descendió a medida que iba a zonas poco concurridas. Disimulada miró a ambos lados y se detuvo cerca de una barandilla de roca, inmediatamente acomodando el cabello que, por la brisa, dejó de cubrir su gran cicatriz facial.
La piel machucada y brillante fue furor cuando se incorporó al castillo, sirvientas y nobles cuchicheando, a veces con asco, del infortunio. A decir verdad, la marca que tanto la caracterizaba apareció a tan temprana edad que prácticamente no tenía recuerdos sin ella, así que era difícil simpatizar cuando otros lamentaban la ruina de su belleza. Desconocía si hubiera sido bonita a falta de la quemadura, pero tener tal distintivo de seguro no fue impedimento para que uno de los príncipes empezara a cortejarla.
Al principio las interacciones con el serio e intimidante Aemond Targaryen fueron llenas de protocolo y cortesía, apenas evitando temblar ante su mirada fría. No dudaba que silenciosamente la juzgaba por el atrevimiento de llevar tal deformación en libertad, a diferencia de él que vivía cuidando las apariencias y mantenía la perfección de pies a cabeza.
Con el pasos de los meses comenzaron a acercarse, muy de a poco las conversaciones siendo más largas y profundas. Paseos en el jardín y visitas a lugares que ella desconocía se hicieron frecuentes, la cercanía de sus cuerpos al andar cada vez acortándose hasta el punto de rozar los brazos. El cariño surgió lento pero seguro, y la mujer no dudó en aceptar los sentimientos del príncipe cuando confesó su amor.
Desde entonces los afectos aumentaron y besos sucedieron, la relación floreciendo de una forma que jamás hubiera imaginado si pensaba lo reticente que era hacia él cuando lo conoció.
—Lamento haberte hecho esperar.
Con un pequeño salto, la joven giró y sonrió al encontrar al Targaryen que quería. Como era usual, vestía enteramente de cuero negro y poseía el cabello a medio recoger, ambas manos dispuestas en la espalda.
—No es problema, recién llego.
Aemond se colocó a su lado y tentativo la tomó de la muñeca, lento descendiendo hasta entrelazar los dígitos con una pequeña mueca en sus labios.
—¿Cómo ha sido tu día?
—Rutinario, nada malo o bueno que reportar —encogió los hombros—. Tú eres el gran evento.
—¿Lo soy? —preguntó enarcando la única ceja expuesta.
—Por supuesto, ¿tenías a alguien más en mente? —inclinó la cabeza de manera astuta.
—Cuidado, señorita, o te montaré en Vhagar y te llevaré a donde nadie más que yo pueda apreciarte —amenazó sonriente.
La doncella jadeó y tapó su boca con falso susto, bien sabiendo que eran promesas vacías de un juego inocente. Amagó a responder cuando de pronto los golpeó una fuerte ráfaga, inmediatamente yendo a sostener el cabello y cubrir la mayoría de la dañada piel.
—No necesitas esconderte conmigo.
Ella lo miró sorprendida y alejó la mano, veloz encogiendo los hombros y tratando de restar importancia.
—Costumbre.
Aemond se permitió dudar y un pequeño musculo cerca de su boca enseñó exactamente lo que pensaba.
—Jamás desearía incomodarte o ser inoportuno, pero nunca hemos discutido nuestras cicatrices.
—Teniendo en cuenta que ambos estamos marcados, es verdad que la conversación se atrasó más de lo esperado.
—¿Deseas hablar?
Considerándolo unos momentos, la femenina asintió al la historia no ser tan importante como la seña que la acompañaría de por vida.
—No fue más que un accidente —resumió con ligereza—. A los seis años asistí a un viaje de caza familiar, parientes de varias zonas acercándose y así logrando que cruzara camino con uno de mis primos. Por alguna razón que desconozco nunca nos llevamos bien, y en el tercer día de expedición comenzamos a pelear muy cerca de los restos de una fogata… En ese momento no consideré el peligro que representaba el carbón caliente, pero aprendí cuando caí y mi rostro hizo contacto —negó al tiempo que temblaba, los recuerdos del insoportable dolor provocando escalofríos.
—Lamento aquel sufrimiento —dijo sincero elevando una mano a rozar con sumo cuidado el borde de la quemadura—. Espero que tu familiar recibiera el castigo apropiado, no imagino dejar a alguien impune después de hacerte daño.
El comentario hizo sonriera y se entregara al roce, Aemond apreciando la comodidad que poseía con su toque.
—Mi primo recibió algunos golpes y el susto provocó que no pudiera hablar por cinco días... Nunca más me volvió a molestar.
—Puede ser crudo de mi parte, pero merecía más.
—Está en el pasado. Hoy en día es un buen amigo y regularmente envía cartas y obsequios, nos apreciamos.
—Hm.
Una leve risa escapó de ella y con ambas manos fue a sostener la palma de él, cariñosamente dando un beso a la piel antes de otorgarle seria atención.
—¿Qué le sucedió a usted, mi príncipe?
Aemond bajó la mirada y presionó los labios en un vago intento de esconder la repentina furia.
—Uno de mis sobrinos me quitó el ojo con una navaja.
—¿Por qué? —indagó con el ceño fruncido.
El masculino sonrió y se perdió en el recuerdo, amargura y resentimiento poseyendo la juventud de su pálido rostro.
Impresionada por las distintas emociones que lo cruzaban, la femenina desconoció si darle su espacio o intentar centrarlo y calmarlo. Entre la duda prefirió callar y esperar, pronto oyendo la historia de Laena Velaryon, Vhagar, y como sus familiares prefirieron atacarlo físicamente en vez de simplemente intercambiar insultos.
—No debes sentir pena por mí —aclaró de inmediato y elevó el mentón fortificando su postura rígida y orgullosa—. Algún día obtendré mi satisfacción.
—¿Has guardado tanto resentimiento todo este tiempo? —preguntó triste, ojos y ceño acompañando el tono de voz.
—¿Perdonarías a quién…? —empezó a decir en el impulso de defender sus sangrientos deseos, pero calló al recordar que vivió lo que él.
Ella inclinó la cabeza y lo soltó para agarrarlo del rostro, el pulgar suavemente acariciando el final de la cicatriz.
—Tus logros y habilidades son impresionantes, has demostrado quién eres, ojalá pudieras avanzar y dejar el pasado donde debe —murmuró, luego de un segundo apreciándose derrotada—. De todos modos, entiendo porqué es difícil superar un evento que todos obligan a revivir con solo verte.
Aemond inspiró profundo e intentó calmarse cerrando los ojos, luego yendo a tomarla de la cintura.
—Más cuando quien te hirió aún ríe en las insinuaciones a las burlas que practicaba cuando seguía viviendo aquí.
—Por ello no juzgo tus sentimientos, reconozco que cada caso es diferente.
—Lo cual no minimiza tu opinión.
—Gracias.
Viéndose con el ruido lejano del paso de los sirvientes, acortaron la distancia y juntaron sus labios en un gesto simple y recatado. Seguían conociéndose y ambos eran estrictos con las reglas en las que los criaron, así que el afecto físico aumentaba a medida que experimentaban la lealtad del otro.
—Marcada por el fuego y cortejada por un dragón… Siempre agradeceré tener la fortuna de haberte encontrado, mi destino.
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diamantar · 1 year
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Qué te parece un pedido en el que Aemond' está enamorado de una doncella con una cicatriz de quemadura y en el proceso de cortejarla ambos hablan acerca de sus experiencias.
¡Perfecto! Enseguida empiezo a escribir ✽
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diamantar · 1 year
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Considerarías escribir sobre Aemond?
Todos los personajes de HOTD son bienvenidos ♡
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diamantar · 1 year
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PROPUESTA DESESPERADA
→ Daemon Targaryen x Targaryen!OC [Rhaella Targaryen]
✦ Sinopsis: Para proteger a su padre y hermana, Rhaella está dispuesta a pactar con quien más detesta: su tío.
✦ Advertencias: Incesto / Diferencia de edad / Violencia / Enemistad / ¿Confort?
✦ Palabras: 4437
✦ Nota: ¡Comentarios, likes y reblogs son muy apreciados! ♡
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Rodeados de un aura de profunda tristeza, Laenor y Rhaenyra intercambiaron sus votos y los espectadores contuvieron el aliento con el corazón tenso. El estrés dolía en los hombros de cada uno, el comienzo de días de celebración terminando en una boda apresurada a causa de la violenta muerte del amante del Velaryon.
Rhaella inspiró profundo y juntó las manos al frente, absoluta furia dominándola ante el hecho de que Alicent, bañada en color verde, silenciosamente declaró ante los invitados que los Hightower estaban en desacuerdo con las decisiones del Rey. Todos en la mesa principal habían quedado atónitos y sin capacidad de habla, susurros esparciéndose en otras casas ante tremendo escándalo. El impacto fue tan fuerte que anuló la percepción de la joven Targaryen, y ciertamente ignoró las señales que presagiaban una velada desastrosa.
Recordar la traición de la Reina generaba deseos de tomarla del cabello y estrellarla contra el suelo, pero de pronto, Viserys, estando de pie en medio de ambas, tambaleó y en un parpadeo cayó. Jadeos resonaron e inmediatamente los cercanos intentaron auxiliarle, aunque no sabían qué hacer al no presentar dolencias obvias.
—¡Llamen a los sanadores! —gritó Rhaenys tomando el control y evitando que un nuevo caos.
Rhaella se arrodilló y desesperada buscó alguna señal que la guiara, al tomar las manos del Targaryen notando que, bajo uno de los guantes negros, faltaban una gran cantidad de dedos. Terror la cubrió al darse cuenta que lo que creía se derrumbaba, en solo unas horas entendiendo que Alicent era una amenaza y la buena salud de su padre no era más que una fachada.
—Princesa, lo siento, pero debe hacer espacio —indicó Ser Harrold, quien a un costado tenía a un agitado sanador.
Sin pensar agarró la extremidad que ofrecía y se puso de pie, inconscientemente apretando tan fuerte de su palma que el caballero hizo una breve mueca de dolor.
—Hermana —llamó Rhaenyra rodeándola de la cintura y alejándola de la escena.
—Papá… —murmuró preocupada intentando no llorar.
—Estará bien, tranquila —aseguró, aunque ni siquiera ella sabía si eso sería así.
Laena se acercó para abrazarla desde el otro lado y en silencio vieron como lo examinaban, Alicent moviéndose por el perímetro en clara incomodidad hasta que fue a buscar la corona que yacía en el suelo. El trío se tensó de inmediato y Rhaella abrió grande los ojos sintiendo un insulto que sus desagradables manos tocaran algo tan importante, la Hightower ignorando a todos y en silencio yendo a donde transportaban a su marido.
—Iré —anunció Corlys sin perder tiempo, a paso largo siguiendo el grupo y dejando a Rhaenys para consolarlas y cuidar de su hijo.
—Lamento que sucediera de ésta manera, pero… felicidades en su unión —dijo Laena con una triste sonrisa, enseguida abrazando al chico.
El masculino arrugó el ceño y se hundió en la familiaridad, así llorando con algo más de soltura mientras escenarios de futuros catastróficos se generaban en la mente de la Targaryen menor.
—Maldita perra de los Hightower —escupió con un enojo que no combinaba con la angustia general.
—¡Rhaella! —regañó su hermana, enseguida mirando los alrededores y deseando que nadie le hubiera escuchado insultar a la reina.
—Ser Harwin —llamó al liberarse de quienes la sostenían, casi ni dejando que hablara antes de inclinarse a su oído—. Busca a Daemon y llévalo a mi habitación. Es importante, no debe escapar.
El Strong la observó unos momentos en profunda reflexión y asintió, enseguida partiendo a cumplir la orden.
—¿Qué harás? —preguntó Rhaenyra disminuyendo la distancia.
La joven la miró a sus violáceos ojos y sintió el pecho oprimirse en cariño, las emociones del día provocando que realmente apreciara a quienes amaba.
—Tengo un plan para cuidarte.
—¿De qué? —frunció el ceño.
—Todo —rió con desgano—. Alicent te abandonó y nada detendrá a Otto de impulsar a su nieto al trono.
—Soy la heredera —dijo de inmediato con tono ofendido.
—Dudo que a ellos les importe demasiado. Una mujer jamás reinó y cantarán cada razón por la cual no eres adecuada, además…
—¿Qué?
—Papá tiene una enfermedad, algo le sucede a su cuerpo, en el suelo lo descubrí —confesó, una nueva ola de angustia haciendo que se le cerrara la garganta—. Tu mayor apoyo está debilitándose.
Rhaenyra apretó los labios y arrugó la frente, su estómago y pecho tensándose en conflicto.
—¿Cuál es tu idea?
—No es el momento ni el lugar —susurró apreciando los pocos presentes—. Mañana te explicaré.
—Esperar en intriga es insoportable —inclinó la cabeza tomándola de la mano.
—Confía en mí, debo pulir unos detalles antes de informarte.
La primogénita se le quedó viendo y abatida asintió, agarradas a la otra acercándose a los Velaryon y notando la duda que tenían ante la secreta conversación. Rhaella hizo una sonrisa torcida y desvió la atención felicitando a los recién casados, enseguida compartiendo sus lamentos por Joffrey Lonmouth.
—Aguardemos por noticias en el patio, éste lugar no es apropiado —comentó Laena aún sosteniendo al joven, disimuladamente señalando los restos líquidos del fallecido.
—Si, por supuesto —asintió Rhaenyra colocando una mano en la cintura de Laenor.
Avanzaron hacia las puertas y la segunda en línea al Trono de Hierro hizo lo mejor para tapar la sangre de la vista del Velaryon, un pequeño empujón de su madre animándolo a no frenar. Miradas curiosas y apenadas se posaron en ellos a medida que avanzaban, los recién casados debiendo fingir sonrisas a quienes los congratulaban.
—Será mejor que vayan a los dormitorios, tendrán calma allí —indicó Rhaella con la frente arrugada, las interacciones en tal desequilibro emocional fastidiándola demasiado.
—Avisaremos cuando existan novedades —informó la superior del grupo, su expresión generalmente severa no dando lugar a replicas.
Laenor asintió y su hermana eligió acompañarle, Rhaenyra dándole un vistazo a la menor antes de partir.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Rhaenys.
—Preocupada y confundida —suspiró antes de cerrar los ojos y negar con cansancio.
—El acto de la Reina fue todo un espectáculo, los murmullos continuarán durante meses.
—No lo menciones que me hierve la sangre —encajó la mandíbula, cualquier agotamiento borrándose en el fuego que se encendió en el pecho.
—Temía que ésto sucediera, sin dudas a Rhaenyra le esperan desafíos para llegar al trono.
La joven le miró poco agradecida por sus conclusiones, algo en la forma de hablar entregándole escasa confianza.
—Soy consciente.
Trató de ignorar el tema y en conjunto caminaron a uno de los jardines, con la mayor elegancia posible sentándose en uno de lo bancos a mirar el cielo. Rhaella apenas notaba lo que sucedía alrededor y perdida admiró el anochecer, por dentro aliviándose de no ver a Caraxes por los cielos.
—Princesa Rhaenys, Princesa Rhaella —llamó Ser Harrold con paso calmo y una mano en el mango de la espada—. Traigo buenas noticias.
Ambas se pusieron de pie y escucharon, con sonrisas respirando en paz al oír que Viserys había despertado y conversaba con normalidad. La única explicación de los médicos fue un pico de estrés a causa del trabajo y los horribles eventos del día, así que estaba reposando con visitas limitadas para evitar agitaciones emocionales.
—¿Podré verlo?
—Deberá consultar con el Gran Maestre.
Rhaella asintió y Rhaenys dijo que fuera a los aposentos de su padre mientras avisaba a los demás, a lo que la femenina tomó la oportunidad y desapareció por los pasillos. Consultó con Mellos y minutos fueron otorgados, con aura amable ingresando hasta que apreció la presencia de Alicent. La observó con dureza y se encaminó al sillón donde el hombre descansaba notablemente apaleado, una sirvienta acercándole una silla.
Sonrió y lo agarró de la mano viendo que la otra estaba completamente vendada, en el proceso avisándole que la boda terminó sin más novedades y podía reposar tranquilo.
—Qué alegría —murmuró cerrando los ojos y dejando caer la cabeza en el respaldo—. ¿La familia está bien?
—Preocupada por ti, pero Rhaenys fue a dar las noticias de que estás vivo —rió intentando subirle el espíritu.
—Si mis parientes siguen dándome disgustos o sorpresas, no sé cuánto más tiempo pueda decir que lo estoy —suspiró elevando ambas cejas.
—Lo sé, se arregla un inconveniente y aparece otro —coincidió en el proceso de mirar a Alicent de arriba a abajo.
—Hija… —apretó su mano llamándole la atención—. ¿Tú cómo estás?
—Mejor ahora que puedo hablar contigo.
Viserys sonrió y la miró conmovido.
—No pierdas tu tiempo con éste viejo, intenta encontrar a alguien y ser feliz… Eso me dejaría tranquilo.
—¿Sugieres que busque un esposo?
—Nunca me has dado problema, así que puedo otorgarte ese beneficio.
Rhaella miró el suelo con una mueca de gracia e inspiró profundo antes de inclinarse y hablarle en secreto.
—Tengo alguien en mente, pero no te gustará —dijo, de alguna manera intentando verse inocente y apenada para apelar a su sensibilidad.
—¿Quién? —frunció el ceño al tiempo que se sentaba más derecho.
Ambos se miraron en silencio y él pareció comprender, anonadado empezando a tomar color en el rostro por el impacto.
—Shhh —negó suave como si hablara con un niño—. Tengo un plan, es por una buena razón, pero debes confiar en mí.
—No, Rhaella, no…
—Quieto, debes estar en paz —señaló con más volumen para que Alicent la apoyara y así cortar la conversación.
—Las indicaciones del Gran Maestre fueron claras —añadió la Reina poniéndose de pie—. Dormir te hará bien, llamaré para que te preparen.
Viserys separó los labios con intenciones de pelear, pero enseguida se rindió a las ordenes de su esposa.
—Hablaremos pronto, ¿de acuerdo? —acarició su mano con ambas suyas.
—Reconsidera lo que has decidido —dijo con el ceño fruncido.
—Es por un bien mayor, para mantener el nombre de nuestra familia y evitar futuros problemas —dijo exudando confianza—. No te preocupes, de verdad.
El Targaryen la miró inseguro y negó cerrando los ojos.
—No hagas nada imprudente hasta que me expliques qué pasa por esa cabeza tuya.
—Primero debo saber si él estará de acuerdo por lo que pasa en ésta cabeza mía —rió dándole unas palmadas—. Hay cosas que no sabes, así que mantenerlo cerca será beneficioso en varios sentidos.
—Siempre has sido la más sensata, aunque ahora…
—Poseo buenas razones, es decir, tú sabes del desagrado que le tengo.
—Justamente, temo que los eventos de hoy te hayan dañado el juicio.
—Somos la Casa del Dragón, nuestras mentes no trabajan como las del resto —guiñó un ojo, pero Viserys no estaba tan jovial como ella.
Intentó calmarlo y quitarle las molestias, pero fueron interrumpidos por Mellos y Lyonel Strong.
—Lo siento, Princesa, pero el Rey debe descansar.
Asintiendo, ella se puso de pie y lo abrazó entregando las buenas noches. Se encaminó a la salida y le miró una última vez notando la suplica en sus ojos, por lo que sonrió e hizo un gesto de despedida antes de cerrar la puerta.
Ya a solas, suspiró y frotó las sienes a paso pesado hasta ver a Ser Harwin custodiar la entrada de su habitación.
—¿Ha esperado mucho? —preguntó parando frente a él.
—Lo necesario.
—¿Pudiste cumplir?
—Absolutamente, Princesa —confirmó, disimulado echando una mirada a los aposentos.
Rhaella entrecerró los ojos e inspiró profundo intentando calmar los repentinos nervios.
—Gracias, eso será todo por hoy.
Avanzó unos pasos y amagó a tomar el pomo cuando él estiró un brazo, rígido evitando que le dejara. Ella sostuvo la extremidad al haberlo chocado y miró sorprendida con los labios entreabiertos.
—Vigilaré, si necesita ayuda llame o haga estruendo.
—D-De acuerdo —respondió algo descolocada.
Harwin prolongó el momento unos segundos y liberó el camino, Rhaella tragando y centrándose antes de ingresar. La habitación estaba en penumbras y la luz de las antorchas del pasillo desapareció una vez que cerró la puerta, las velas esparcidas cumpliendo un rol mucho más débil que las grandes llamas.
Los rincones estaban oscuros y avanzó lento mirando alrededor, naturalmente llegando al tocador y enfocándose en quitarse la joyería.
—Empezaba a pensar que me dejarías aguardando toda la noche.
Incluso si sabía que estaba allí, su voz la sobresaltó y provocó que trastabillara en los simples movimientos que realizaba.
—Vengo de visitar a tu hermano —respondió sin girar—. ¿Te interesa saber?
—Hace años que su salud no es óptima, dudo que lo sucedido hoy sea otra cuestión que logre sorprenderme.
—¿Por qué no hablaste? Nadie sabía —recriminó con cierto enojo.
—No me inmiscuyo en los asuntos de los demás.
Rhaella lanzó la cabeza hacia atrás y soltó una fuerte risa sarcástica, la cual duró poco para continuar con los accesorios de su cabello.
—En todo caso, la salud de papá es solo una de las razones por las que te llamé.
—Escucho —anunció indiferente, y ella podía imaginar que estaba cruzado de brazos con una expresión completamente aburrida.
La joven Targaryen inspiró y detestó el enorme nudo en su estómago, los nervios y la ansiedad enredándose como dos serpientes que la comían desde adentro.
—Más allá de si tus intenciones con Rhaenyra son amorosas o por conveniencia, tenerte cerca sería un gran beneficio en más de un sentido. Sé que tu lealtad a la Casa del Dragón es inquebrantable y que, a tu muy retorcida manera, intentas cuidar de todos —confesó, vociferar aquello generando cierto disgusto—. Pensé que con la boda los problemas se habrían solucionado, pero entonces Alicent decidió convertirse en la molestia principal. Hasta hora creí que al menos estaba de nuestro lado cuando no intentó empujar a su primogénito como heredero al trono, pero hoy su fidelidad claramente cambió y ya poseé dos hijos varones que ofrecer.
—¿Vas a pedir que los mate?
La pregunta la tomó por sorpresa y elevó ambas cejas antes de soltar la respiración que guardaba en una risa aireada.
—Es una idea tentadora, pero no.
—¿Entonces?
Rhaella apretó los labios y decidió terminar después con el cabello, así volteando y enfrentando por primera vez al hombre. Se hallaba a unos cuantos metros, cerca de su cama, y estaba apoyado contra la pared en la posición que había pensado. Aún usaba las ropas de la celebración y lucía bastante arreglado considerando que desapareció con una rapidez espectacular cuando el caos estalló.
Inclinó la cabeza y juntó fuerza, por un momento desanimándose al recordar que no era más que una niña intentando atrapar a un rebelde y violento adulto para sus planes.
—Te propongo un matrimonio, conmigo —indicó lo más natural posible.
Daemon elevó ambas cejas en absoluta incredulidad. Silencio cayó entre ambos y él no dejó de verla mientras su mente iba a completa velocidad, varias ideas surgiendo y pareciendo hacerlo entender.
—¿Cuáles son tus razones para caer en ésta conclusión?
—Mi padre, Rhaenyra y el futuro de los Targaryen —resumió, acto seguido dando un paso y juntando las manos en la espalda en señal de que aún tenía la palabra—. Siendo mi esposo tendrás una gran cantidad de beneficios, considerando que ahora estás en absoluta desventaja...
—¿Disculpa? —interrumpió despegándose de la pared.
—Déjame terminar —dijo seca sin mostar debilidad al repentino destello de amenaza—. Durante mucho tiempo has estado lejos de casa y al regresar solo tuviste ojos para Rhaenyra, lo cual no es algo que me moleste, pero dudo que hayas sido capaz de apreciar la profundidad de la conexión de nuestras almas como amigas y hermanas. Independientemente de la ley, ella ya ha comunicado que seré su heredera, y siendo mi esposo podrás avanzar y saltar a todo los hijos que Alicent y mi padre generen. Nuevamente estarás segundo en la línea de sucesión, como consorte, aunque no importa mucho el rol que ocupes cuando mi buena imagen ante el pueblo opaque tus… caprichos y te tomen como un digno referente —explicó con el corazón acelerado, por dentro deseando verse tan firme como sus palabras sonaron.
Daemon, que lento caminaba por la habitación y acortaba la distancia, tenía la mirada igual de afilada que Hermana Oscura.
—¿Has pensado en profundidad la propuesta?
—Al principio consideraba la forma de ayudar a Rhaenyra cuando los gustos de Laenor se desvían de lo que se espera de nosotros, pero luego del espectáculo de Alicent entendí que tu participación es sumamente importante para frenar a los Hightower —realizó una pausa y miró a un costado ligeramente nerviosa por lo que iba admitir—. Como segunda heredera al Trono de Hierro no deseo reinar junto a cualquier idiota, o peor, que me obliguen a dejar mi puesto y los hijos de Alicent sean los siguientes en línea. Ningún Targaryen merece estar al poder si son parientes de Otto.
—Sabias palabras —coincidió de inmediato—. Sin embargo, podría pasarte como a mí y los hijos de tu hermana podrán ser proclamados por encima de ti.
—No importa —aseguró de inmediato—. Los originales de ésta familia son mis padres, tú, Rhaenyra y yo, mi verdadero interés es que el poder se mantenga entre nosotros.
—Así que propones una boda conmigo para elevarme en la sucesión, ¿pero luego indicas que plácidamente harás que me aleje de la corona por los hijos de mi sobrina? —preguntó con sorna—. ¿De ésta manera esperas convencerme de ahogarme en otro matrimonio?
—¿No has entendido todo lo que he implicado? Deseo que nos unamos para que también puedas estar con Rhaenyra y en secreto engendrar los hijos que supuestamente serán de Laenor. Acepté ser heredera para quitar a los Hightower, pero no me opondré a que los descendientes de mi hermana y tío tomen la corona.
Daemon quedó en blanco y paró su caminar, sus ojos violetas buscando que tanta falsedad había en esas declaraciones.
—¿Hablas en serio?
—Absolutamente —asintió sosteniéndole la mirada—. El único problema será que empezarán a presionar para que nosotros tengamos hijos, y no sé si es algo que podamos evitar cuando necesito que vivas en la Fortaleza Roja y no huyas como con Rhea Royce.
El hombre guardó silencio y pausadamente la observó de arriba a abajo, a lo que ella retrocedió cruzando los brazos.
—No —frenó su inspección con suma sequedad.
—¿Qué? —fingió desentender.
—No me mires así.
—¿Cómo? —acortó la distancia con una pequeña mueca, un atisbo de gracia empezando a pintar sus facciones.
—No me analices, veme a la cara —gruñó entre dientes.
—¿Tímida? —enarcó una ceja.
—Disgustada, como siempre que tengo la desgracia de ver tu comportamiento.
Un musculo del rostro de Daemon tembló en señal de que el comentario molestó.
—Si seremos hombre y mujer en algún momento deberás entregarte a mí, como dijiste, esperarán que hagamos descendientes.
—No será ésta noche, debo preparar mi estómago para soportar las nauseas —arrugó la nariz y le dio la espalda levantando ambas manos al cabello, así enfocando los nervios en quitar el resto de decoraciones.
—Ciertamente Rhaenyra y tú son muy apegadas, pero difieren en muchas cosas —comentó posicionándose a centímetros de su cuerpo, apenas doblando el cuello para hablarle al oído.
—¿Cómo qué? —disimuló interés mientras con un hombro lo empujaba, pero su fuerza no bastó y él siguió clavado en el lugar.
—Ella se entregó a mí de inmediato, entusiasmada por experimentar lo que puedo ofrecer.
—Lo sé, pero, ¿qué sucedió contigo? —volteó un momento y realizó un movimiento desdeñoso a su zona baja—. Cualquiera mataría por tocar a mi hermana, ¿bebiste mucho o fue la edad?
Daemon borró cualquier signo de burla y en un borrón la abrazó por la cintura, la mano libre yendo a sostenerla alto en el cuello. Inmediatamente, Rhaella, llevó ambas palmas a los dígitos que amenazaban con cortar el aire y desesperada intentó liberarse hasta que él la aprisionó contra el tocador.
—¿Por qué provocar cuando me habías cautivado? —preguntó con supuesta inocencia, la manera tétrica de hablar enviando intensos escalofríos—. Tus palabras sobre mi lealtad inquebrantable y deseos de proteger la casa Targaryen llegaron a mí, ¿por qué arruinarlo?
—T-Tú empezaste —contestó, la garganta sufriendo al no tener espacio para funcionar.
El hombre chasqueó la lengua y negó, sus labios yendo a rozar el borde de la oreja izquierda.
—Sé que no te atraigo, así que yo solo estaba viendo si serías capaz de excitarme, nada más.
—Pervertido —gruñó alejando la cabeza, pero la mano del hombre tenía total control de posición.
—Claro que no, jamás dormí con mi exesposa, ¿eso no habla bien de mí? No fuerzo a mujeres incluso si es por deber.
—So-lo porque e-ella no te gustaba.
Daemon tomó parte del mentón y tiró la cabeza hacia atrás, así haciendo que le mirara a los ojos. Guardaron silencio entre ocasionales sonidos de la Targaryen por la constricción e incomoda posición, el pulgar masculino acariciando la suave piel.
—Eres tan bonita, Rhaella —confesó con inesperada calma, y eso la hizo fruncir más el ceño—. Para bien o para mal, no deberías enfadar a los hombres si sabes que no puedes ganarles. Te tomarán y harán lo que quieran contigo, y luego deberás vivir con las pesadillas.
—¿Estás acon-sejándome de ésta manera?
—Una demostración gratuita y libre de consecuencias —sonrió, enseguida aflojando el agarre del cuello.
La joven pudo respirar mejor y casi expulsó un suspiro de alivio, su pecho subiendo y bajando con rapidez ante el nuevo flujo de aire.
—Vaya manera de hacer que te aprecie —gruñó viéndolo con nula simpatía.
Daemon elevó la mano de la cintura y corrió algunos cabellos rebeldes del femenino rostro, luego acariciándolo con admiración.
—Rhaenyra es una niña, y tú aún más, por eso no actuaré en ustedes. Aún así, me gustaría ser quien te enseñe para que te acostumbres a lo que vendrá cuando debamos compartir cama.
Ella se sonrojó y desvío las pupilas a mirar por la ventana más cercana.
—Tarde para ti, alguien más ya me ha enseñado —dijo con notable vergüenza, pero no se comparaba a la pena que sentía por dentro.
—¿Qué? —inquirió en voz elevada.
—No importa —dijo de inmediato—. No importa quién o cómo, mi único interés es que aceptes y defendamos nuestro hogar...
Daemon la silenció subiendo la mano hasta su boca, por un momento mirando al frente e intentando que sus emociones no se descontrolaran.
—¿Quién sabe de ésto? —preguntó al tiempo que libreaba los labios.
—Rhaenyra, solo ella.
—Eres más joven que tu hermana, aquel que te tocara debe ser ejecutado —gruñó con el puente de la nariz arrugado, la mueca en sus labios dándole un aspecto casi salvaje.
—Fue con mi consentimiento, estábamos en una relación —defendió de inmediato en tono preocupado—. Me cortejo y a los meses decidí que lo hiciéramos, me respetó y cuidó de mí... Su madre ya no trabaja aquí y desconozco dónde está, así que olvídalo.
—¿Olvidarlo? —preguntó al tiempo que la soltaba y la hacia girar—. ¿Sabes el riesgo que tomaste?
Rhaella jadeó sin saber qué hacer, tensa dejándose atrapar nuevamente contra el tocador mientras analizaba la expresión de su tío.
—Si, pero confíe en mi juicio y él resultó ser lo que esperaba —explicó rápido—. Tomé precauciones, mi cuerpo no ha cambiado y sigo sangrando.
—¡Aún así!
—¡Déjalo! —exclamó harta amagando a empujarlo, pero la frenó un golpe de la mano masculina en la mesa donde se poyaba.
El ruido sirvió para cortar el ambiente y los dos se miraron en silencio, agitados aguardando que el otro atacara hasta finalmente deslizarse a una silenciosa tregua.
—Te juzgué mal, ustedes dos son demasiado parecidas.
—Ciertamente, solo que mi deseo no está dirigido a ti.
—¿Podrías tratar?
—¿Rhaenyra te es insuficiente? —consultó ofendida y empezando a exaltarse de nuevo.
—Jamás, pero estaremos juntos de aquí en adelante, al menos debería gustarte un poco.
—No te odio, y creo que eso muchísimo considerando lo que acabas de hacer.
Daemon suspiró e hizo una sonrisa entre divertida y abatida, una palma escabulléndose a sostenerla de la mejilla.
—Lamentaría el susto si no lo considerara necesario, es peligroso si no sabes con quién tratas.
—Entiendo, pero no te perdono —respondió simple.
Rhaella, con una sinceridad extrema que solo parecía salir con su familiar, le observó en blanco y prosiguió a comentar que al día siguiente iría a explicar el plan a Rhaenyra.
—Puedo hablar con Viserys —ofreció Daemon irguiéndose y dejando de atraparla entre sus brazos.
—No, solo lanzarás mi idea a la basura —rechazó de inmediato—. Yo me encargo de ésto, a menos de la etapa inicial. Él confía en mí y ya le he dado una idea de lo que haré, solo debe enterarse de las razones. Conmigo basta para convencerlo.
—Niña autosuficiente, siempre fuiste su favorita —sonrió yendo a quitarle los últimos dos adornos del cabello.
—Por supuesto que no, no posee favoritas, simplemente tengo más favores porque no genero problemas.
—Pero pronto le darás un gran disgusto pidiéndome como tu esposo.
—Mi primer acto de rebelión, qué desperdicio… —cruzó los brazos.
—El primero que él conoce, porque moriría si le dijeras que mantuviste una relación secreta y perdiste la virginidad.
—¡Saber no te da derecho a comentarlo tan libremente! —chilló dándole un sutil golpe en el pecho.
—Lo siento, pero es información que absolutamente no esperaba de ti.
—Por eso es mejor hacer las cosas en calma y sin ruido, puedes actuar en paz y vivir como quieras. En cambio tú, que siempre llamas la atención y provocas escándalo, terminas con más restricciones que libertades.
Daemon, enfocado en sacar los ganchos que mantenían las trenzas en lugar, guardó silencio y por largo rato ninguno dijo nada. Rhaella cerró los ojos y disfrutó como aquellos dedos entrenados para la guerra desarmaban con delicadeza el peinado, por primera vez relajándose en todo el día.
—Incluso si me detestas y sueñas con que caiga de Caraxes para nunca aparecer, disfrutaré de nuestros momentos como pareja.
La confesión la desconcentró de su paz e hizo que elevara los parpados, aunque la tranquilidad permaneció incluso cuando él se inclinó a su misma altura. Le observó atenta y permaneció quieta cuando empezó a acortar la distancia, las respiraciones mezclándose hasta que ella giró la cabeza unos milímetros. El rechazo fue increíblemente pequeño, pero hablaba volúmenes de la reticencia hacia él, y Daemon depositó un ligero beso en la comisura más cercana antes de retroceder.
—Buenas noches, esposa.
El término envió temblores a cada rincón de la femenina y miró como iba hacia la puerta, al salir sintiendo que un enorme peso la abandonaba. Con la mano hábil rozó su cuello y una chispa de furia brilló en la boca del estómago, absolutamente entendiendo que ella era la más parecida a su padre: sin dudas detestaba la forma de ser y actuar de Daemon, pero jamás podría odiarlo.
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diamantar · 1 year
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SUCESIÓN
→ Jacaerys Velaryon x Targaryen!Hightower!OC
✦ Sinopsis: Aemond es testigo de una indecencia que no puede ocultar de Alicent, así que la menor de las princesas debe enfrentar sus sentimientos y elegir qué hacer.
✦ Advertencias: Incesto / Angst / Confort.
✦ Palabras: 2004
✦ Nota: ¡Ojalá les guste! Comentarios, likes y reblogs son muy apreciados ♡
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Con el corazón en la garganta, cerró los ojos y frunció el ceño tratando de pelear la ansiedad que la carcomía. El brazo aún dolía donde su hermano la zarandeó para alejarla de su sobrino, el solo recuerdo del tono que usó para llamarla provocando nauseas. Las palabras y acciones intercambiadas en la confrontación eran difusas, pero calculaba que hacía una hora que el Targaryen la había encerrado y abandonado en su propia habitación.
El secreto ahora estaba al alcance de todos y solo podía imaginar que lo peor le aguardaba, aunque reconocía que tenía voluntad de pelear. No importaba que cabeza y pecho fueran un torbellino de incertidumbres y miedos, sorprendentemente su convicción seguía firme.
Dos golpes secos a la puerta hicieron que en un segundo se levantara del sillón, atenta viendo como Ser Criston entraba e indicaba que su madre esperaba. Asintió sin pronunciar palabra y caminó, el trayecto pasando silencioso y con un gran nudo en la boca del estómago.
—Adelante —habló Alicent cuando su más fiel guardia anunció sus presencias.
El hombre abrió y dejó que la princesa ingresara, él haciendo guardia en el exterior una vez que la entrada fue cerrada.
—Buenas tardes, madre.
—Sabes por qué te he llamado, ¿verdad? —preguntó, los labios juntándose en una tensa línea.
—Porque Aemond vio que me besaba con Jacaerys Velaryon —resumió tratando de no parecer intimidada.
—Explícate.
—No hay mucho que decir... Gustábamos del otro, nos confesamos y hace unos meses que estamos juntos.
Los pómulos de la Reina tomaron color ante la verdad, el tono casi desinteresado de su hija prendiéndole los nervios.
—¡Son una amenaza para nuestra familia! ¿¡Cómo puedes relacionarte con él!? —explotó dando un paso hacia ella, ambas manos elevándose en indignación.
—¡Rhaenyra y Jacaerys son los verdaderos herederos!
—¡Ella es una irresponsable y él un bastardo!
—¡Tampoco somos Targaryen puros! Poseemos sangre Hightower corriendo por nuestras venas —gruñó con el ceño fruncido—. ¿Qué importa si se engendraron “fuera” del matrimonio oficial? ¡Al menos nacen del cariño en vez de la obligación y la ambición!
La bofetada resonó y la joven dejó el rostro volteando unos momentos mientras los ojos ardían por el dolor, luego de largos segundos volviendo a ver a su madre.
—No permitiré que hables así, no merezco tus faltas de respeto.
—¿Acaso mentí? —preguntó con voz mucho más baja, aunque igual de firme—. Como príncipes y princesas tenemos deberes de los que no podemos huir, pero no me encerraré a la posibilidad de encontrar felicidad. Rhaenyra cumplió e intentó tener algo de alegría, crear su propia vida, y pienso igual.
—¡Serás un hazmerreír!
—No si dejas que me case con él, la familia que formemos sería oficial ante los ojos del reino.
Alicent guardó silencio y se le quedó viendo con una mueca extraña, en su mirada notándose la incredulidad.
—Paso horas analizando tus propuestas de matrimonio para buscar al mejor candidato, ¿y tú pides un ilegitimo?
—No utilices tal tono de sorpresa cuando yo debería ser la indignada, porque prefieres venderme a un desconocido antes de entregarme a alguien que no solo me verá como una molestia o un instrumento para producir bebés —explicó, la angustia notándose al su voz quebrarse.
—Hija… —negó despacio extendiendo los brazos para agarrarle las manos, pero la menor retrocedió bajando la mirada con una vulnerabilidad que no esperaba exponer.
—Por favor, mamá, nuestra unión disolvería la mayoría de los problemas. La vida fue desafortunada contigo y sé que no quieres guerra, así que permite el compromiso, como Hightower reinaré junto a Jacaerys —insistió, suplica mostrándose en el brillo de cada iris violácea.
—Aegon es el primer hijo varón —recordó con un tenso ladeo de cabeza.
—La decisión depende der Rey, y papá no lo quiere en el Trono de Hierro —dijo apurada, la resistencia contraria aumentando la ansiedad—. Demacrado o no, su decisión sigue firme y jamás hará un anuncio informando lo contrario.
Alicent volteó el rostro y dejó que el silencio las rodeara, la princesa esperando que decidiera hablar.
—Es el derecho de tu hermano.
—Hace años anuncia que no desea el privilegio —encogió los hombros e inspiró profundo—. El hambre de poder del abuelo y tu terquedad están arruinando nuestras vidas.
—¡Hago lo mejor para ustedes!
—¡Solo somos piezas en el juego de los Hightower! Empezó contigo y ahora te manejan para que sigas el patrón de control… No importa a cuántos haya que quemar mientras alguien de la familia llegue a la corona.
—Tus acusaciones son muy graves —advirtió, el temblor de su labio inferior demostrando que aquello resonaba con ella.
—Es la verdad, lo sabes, y no pienso seguir en los nefastos planes de nuestra familia —prometió con severidad—. Mi casamiento con Jacaerys arreglaría la sucesión, ¿o no soy lo suficientemente alcohólica para que el abuelo se sienta cómodo de manipular conmigo al trono?
Alicent suspiró y miró el suelo entrelazando las manos al frente.
—Aún hay mucho que no sabes, que no entiendes…
—Veo lo suficiente para comprender las malas decisiones que se han tomado por la avaricia, pero estoy ofreciendo una segunda oportunidad —acortó la distancia sosteniéndola suave de los hombros—. Sé que rechazaste la propuesta de Rhaenyra de casar a Helaena y Jacaerys, pero ahora puedes enmendarlo y traer algo de paz.
Se observaron notando el conflicto interno de cada una, la mayor agarrándola del rostro y dándole un sentido beso en la mejilla derecha.
—Debo pensarlo, tengo que… consultar.
—Eres reina y tienes poder, deberías ser capaz generar tus propias decisiones sin preocuparte por lo que piense tu padre —dijo tratando de apoyarla y encender la chispa de la independencia.
Alicent realizó una desanimada sonrisa torcida y asintió, con más calma tomándola de los brazos y obsequiándole un apretón.
—Vuelve a tu habitación, descansa y quédate allí todo lo posible. Evita juntarte con Jacaerys hasta que organice ciertas cuestiones.
—Mamá —llamó desesperada, el ceño frunciéndose de manera sufrida—. Si planeas casarme con alguien que no sea él…
—¿Qué? ¿Qué harás? —preguntó preocupada, rápido tratando de buscar la respuesta en sus facciones.
La joven bajó la mirada y guardó silencio, varias ideas surgiendo y cada una capaz de hacer que Aemond quisiera cortarle la cabeza.
—No importa. Solo quiero que recuerdes que como reina haré un buen trabajo representando a los Hightower, así que no descartes la oportunidad tan rápido.
—Lo prometo —confirmó solemne, así la conversación llegando a fin.
Con necesidad, y cierta incomodidad, intercambiaron un abrazo y partieron caminos. Ser Criston la acompañó a sus aposentos ante las ordenes de Alicent y a solas soltó el aire que contenía, con cansancio rezando para que su felicidad no fuera desechada.
Al anochecer la comida le fue servida y se sentó frente al escritorio, solo una porción del oscuro cielo vislumbrándose a través de la ventana. Inquietudes circulaban la estresada mente, curiosa preguntándose qué estaría pasando en el castillo y si Jacaerys indagaría por ella ahora que tenía prohibido salir.
Se levantó y caminó por el espacio que empleaba desde pequeña, cada rincón guardando secretos. Tocó un poste de la cama y recordó el primer beso que intercambió con el Velaryon, los encuentros prohibidos creando un ambiente que aquel día ninguno pudo soportar. La memoria del contacto hizo que sonriera y tuviera cosquillas, inmediatamente yendo a observar la entrada de uno de los dos pasajes secretos a los que tenía acceso. Aún era temprano y sabía que existía la posibilidad de que alguno de sus hermanos fuera a verificar que siguiera allí, por lo que se sentó en el colchón y miró sus dedos jugar en aburrimiento.
El sonido de pasos la alertó e hizo que se fijara en la puerta, donde unos golpes y la voz suave de su sirvienta eliminó parte de los nervios. Le concedió el permiso de ingresar y dejó que se llevara la comida restante, a la media hora regresando para ayudarla con la ropa de noche.
—Qué descanse, Princesa.
Ella sonrió y asintió, nuevamente en soledad mirando con abatimiento las sabanas hasta que oyó leves roces. Frunció el ceño y buscó la dirección del sonido, pronto ubicando una de las paredes y viendo sorprendida como un papel se deslizaba debajo.
—¿Quién es? —preguntó apresurada, pero nadie contestó.
Agarró la nota y sonrió al reconocer el alto valyrio, los errores dando a entender que era su amante en vez de algún familiar con más practica en el idioma. Sin decir nada guardó el pergamino bajo una baldosa floja y emocionada esperó que el tiempo pasara para ir a su encuentro.
Los murciélagos volaban alocados y las horas se volvían insufribles, ansiosa girando en el colchón hasta que finalmente pudo cubrirse con una capa y salir a los fríos túneles secretos.
Bajó numerosas escaleras y dobló un par de veces, así llegando a un panel del que tiró para encontrar la habitación anunciada. Jacaerys volteó expectante y ambos sonrieron, enseguida yendo a encerrarse en un fuerte abrazo.
—Pensaba que no vendrías —confesó con dulzura, una mano acariciándole la parte posterior de la cabeza.
—Nunca dejaría de verte —respondió, el aroma del chico haciéndola sentir segura—. ¿Cómo estás? ¿Nuestra situación llegó a oídos de Rhaenyra? —levantó la cabeza poniendo algo de distancia para verle bien.
—Por supuesto, sin embargo, no tuvo especial problema. Siendo sincero, ella lucía preocupada por las dificultades.
—¿Entonces puedo suponer que te fue mejor que a mí?
Jacaerys elevó una mano y le acarició la mejilla, luego dejándola allí intentando reconfortarla de la situación difícil que de seguro vivió.
—¿Qué sucedió?
—Hablé con mi madre y expuse todas las razones por las que era beneficioso que nos comprometiera, traté de ir un poco más allá del amor para convencerla también en un aspecto político —encogió los hombros y apretó los labios colocando ambas palmas en el pecho masculino—. No sé si será suficiente, pero al menos dijo que lo pensaría.
—¿Tus hermanos? ¿Fueron rudos contigo?
—Aún no los he visto, y prefiero que se mantenga de esa manera lo más posible —rodó los ojos fijándose en la gran mesa de aquel salón—. Helaena es la única que no me juzgaría.
—Es una buena mujer —coincidió llevando a que se sentara en una de las sillas.
—Si mi madre hubiera aceptado aquel compromiso años atrás…
—Lo sé, puede que las rivalidades menguaran, pero sería una gran frustración casarme con la princesa cuya hermana es a la que amo.
La joven sonrió y entonces un pensamiento le provocó asco, con un sonido de disgusto yendo a tomarlo de la mano.
—Hubiera sido yo quien terminara en matrimonio con Aegon.
—Por favor, ni lo imagines —negó con el ceño fruncido.
—Ojalá que todo salga bien —murmuró ladeando la cabeza con cierto desgano—. En caso contrario, ¿deberé huir?
Jacaerys guardó silencio y volteó el rostro, acto seguido soltando las palmas y apoyando ambas en el borde de la mesa con aire pensativo.
—La familia es importante, no quiero forzarte a tener que dejar la tuya.
—No me obligarías, además… Llega un punto donde cada uno debe formar su propia familia, ¿no?
—Entonces si tu madre niega el compromiso, ¿vendrás conmigo a Rocadragón?
—Por supuesto —respondió, y él admiró su confianza—. A menos que me case con Aemond, sí o sí deberé dejar la Fortaleza Roja para ir a vivir a las tierras de mi esposo.
—Cierto —asintió, hasta ese momento no tomando cuenta de que el destino de la Targaryen siempre fue lejos de Desembarco del Rey.
—No pienso darle mis votos a nadie más, quiero vivir a tu lado.
Jacaerys hizo una pequeña sonrisa y ella se levantó abrazándolo por detrás, él tomando una mano y besando sus nudillos antes de girar.
—Te amo —confesó agarrándola suave del rostro.
—Te amo.
Cerrando los ojos, tentativamente rozaron los labios antes de fundirse en el calor del otro. La oscuridad, la luna y las estrellas nuevamente fueron testigos de aquellos encuentros secretos, el silencio existiendo lleno de promesas y un amor que no pensaban abandonar.
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diamantar · 1 year
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NEGRA VENGANZA
→ Rhaenyra Targaryen + Daemon Targaryen x Targaryen!OC [Vaella Targaryen]
✦ Sinopsis: El dolor de las pérdidas requieren medidas desesperadas para una venganza apropiada.
✦ Advertencias: Angst / Mención de muerte / Relación familiar/platónica.
✦ Palabras: 1984
✦ Nota: Por un segundo consideré hacerlo romántico, pero decidí dejar el incesto e ir por la idea original... De cualquier forma, ¡ojalá les guste! Likes, reblogs y comentarios son muy apreciados ♡
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Abrazadas una a la otra, Vaella escondió el rostro de su hermana mayor cerca del pecho mientras lagrimas le mojaban la ropa. El fallecimiento de Viserys, la perdida de Visenya y la muerte de Lucerys fueron golpes demasiado fuertes que quebraron su corazón, y no podía más que sostenerla al ser un dolor que ninguna palabra arreglaría.
Le frotó la espalda y acarició su cabello, juntas permaneciendo sentadas al borde de la gran cama mientras el fuego de la chimenea entregaba algo de calor a tanto frío y oscuridad.
—No permitiré que ningún verde quede sin conocer tu sufrimiento, lo prometo —anunció, la voz sonando estrangulada debido a la angustia y la furia.
Rhaenyra asintió y se enderezó un poco, con una mano limpiando los ojos en un vago intento de recomponerse. En silencio la observó admirando su fortaleza, como, a pesar de éstos momentos privados, en el día a día era capaz de vivir sin colapsar y planear tan merecida justicia.
La puerta de la habitación se abrió y ambas observaron a Daemon, el cual apreció la escena e ingresó con lentitud. Acortó la distancia y se arrodilló frente a su esposa, a quien tomó de las manos e intentó darle un mínimo de confort.
—¿Necesitas algo? Puedo llamar a los sanadores y que…
—Estoy bien —interrumpió elevando el mentón y guardando la pena, enseguida mirando a la menor—. Es tarde, debes descansar.
—Sabes que no me importaría pasar toda la noche contigo —respondió sincera al tiempo que le acunaba una mejilla.
Rhaneyra hizo una torcida y triste sonrisa y colocó su propia palma encima, con unas caricias de pulgar animándola a ir a su propia habitación.
—No dudes en pedir ayuda si tienes problemas para conciliar el sueño —dijo al tiempo que se ponía de pie.
—Lo sé —confirmó, rápido bajando los parpados cuando ella se inclinó a darle un delicado beso en la frente.
—Es difícil con el torbellino emocional, pero deben dormir. Los dos.
Daemon echó un vistazo y apreció la mirada de advertencia que le regalaba, sin decir nada el matrimonio observando como se retiraba.
Absoluto silencio la envolvió en los sombríos pasillos, el monologo interno del dolor de ya no tener a su padre y sobrinos poniendo la racionalidad al límite. Ante el resto intentaba mantener las formalidades, pero se sentía al borde de la locura y no podía evitar admirar a su hermana por lo entera que se mantenía.
Con aflicción apoyó ambas manos en el marco de una ventana y dejó caer la cabeza, silenciosas lagrimas manchando el suelo en puntos oscuros. Incoherencias bailaban esperando que actuara respecto a alguna de las ideas de venganza, entonces enfocándose en la más obvia: dragones.
Desde joven tuvo la condena de ser incapaz de entregar vida a los huevos en Pozo Dragón, los tres que pasaron por sus manos falleciendo o naciendo con deformidades. Llegó un punto donde simplemente se alejó de las criaturas para evitar llevarles la maldición que reinaba sobre ella, pero ahora confiaba que era momento de entregarse a su destino como Targaryen y volar sobre uno.
Recordaba a Daemon mencionar que existían dragones sin dueño y que algunos vivían en la isla, los cuales obtener sería de enorme ayuda para la guerra.
—Debo hacerlo —susurró para sí misma, pronto mirando las estrellas con un nudo temeroso y emocionado.
Apretó los labios y rechinó los dientes, en un impulso yendo a su habitación a arreglarse. No había tiempo que perder, así que rechazó a las sirvientas que querían cambiarla a ropa de cama y simplemente indicó que preparan un caballo.
—¿Un caballo, Princesa? —preguntó la de más antigüedad con el ceño fruncido, casi como si hubiera imaginado las palabras.
—Si, saldré a los terrenos —respondió indiferente, de un cajón sacando pergamino y tinta—. En media hora estaré en la entrada, aguarden allí.
Con miradas confundidas y preocupadas, el pequeño grupo de mujeres salió y Vaella se sentó. Admiró el vacío papel y con profunda inspiración empezó a escribir, su corazón volcándose en sinceridad hacia su hermana en caso de que no regresara de tan peligrosa misión.
Dejó el pigmento secar e hizo una rápida visita al baño, una vez lista agarrando la extensa nota y partiendo con paso cuidado. Revisó en no cruzarse con ningún familiar y contuvo el aliento cuando vio a Daemon abandonar el cuarto principal, tensa siguiéndolo con la mirada hasta que pudo aproximarse. Arrimó la puerta para no provocar ruido y descubrió que Rhaenyra dormía, al acercarse identificando que estaba en un sueño muy ligero.
Apretó los labios y con excepcional cautela deslizó parte del pergamino bajo la almohada, un par de veces petrificándose al creer que le había despertado. De todas formas, logró escapar y un gran peso la abandonó, por unos segundos creyendo que enfrentarse a un dragón salvaje era menos peligroso que confrontar a su hermana.
Con más seguridad anduvo hasta la entrada, donde el grupo de mujeres y un caballero esperaban. Sonrió satisfecha y dio un pequeño agradecimiento antes de indicar que no se preocuparan, al agarrar las riendas dando un asentimiento de despedida. Miró la luna y la luz plateada que iluminaba su camino, embelesada ignorando el dolor y la guerra que acababa de comenzar.
—¿Dónde vas?
El sobresalto hizo que trastabillara y frenara en seco, rápido girando y viendo como de las sombras salía Daemon.
—¿Qué haces aquí? —preguntó con una mano en el pecho, la sorpresa transformándose en malhumor.
—Desde uno de los pasillos pude ver como traían el caballo y vine a investigar —inclinó la cabeza con profunda seriedad—. ¿Piensas escapar?
—¿Crees que puedo cruzar el mar con ésto? —enarcó una ceja sacudiendo las riendas.
—¿Entonces?
Vaella calló y dudó, al sospesar sus opciones definiendo que él podría ser quien más comprendiera la motivación de lo que iba a hacer.
—Conseguiré un dragón.
El masculino frunció el entrecejo y cambió de peso a la pierna izquierda, luego relajando las facciones y cruzando los brazos.
—¿Cuál?
—Caníbal.
Daemon sonrió y bufó, por un segundo viendo hacia un costado mientras la repuesta se procesaba.
—Es un dragón que nunca fue montado, te matará apenas aparezcas.
—Tomaré el riesgo.
—Rhaenyra no soportará la pérdida de otro familiar —dijo firme y dando un paso hacia ella.
—Es fuerte y tiene dos hijos que vengar, entenderá la razón de mi accionar.
—Hay un límite para la locura.
—¿Desde cuándo? —infló el pecho—. Pensé que me apoyarías, que entenderías.
—No podemos perderte, tus primas y sobrinos también te necesitan.
—Existe la posibilidad que durante la guerra de todas maneras muera a causa de un dragón, ¿no sería mejor tomar la oportunidad e intentar tener ventaja?
—Considero que ambos tenemos razones válidas para contradecir al otro, pero...
—Aparento estar bien, pero ciertamente por no es así —interrumpió con dureza, incluso elevando el tono de voz—. Me volveré loca de la furia y el rencor, quiero que paguen y ser yo quien los ejecute. No importa que tan terrible, cruel o arriesgada tenga que ser, cobraré todo lo que nos hicieron.
Daemon inspiró y enderezó los hombros, el fuego dorado en las pupilas contrarias opacando el brillo de la luna. Jamás había cruzado tal arista de su personalidad, y, a decir verdad, la sed de sangre casi lo dejó sin habla.
—Hazlo.
El permiso sirvió para despejarla al igual que un baño frío por la mañana, cualquier rastro vengativo desapareciendo y siendo reemplazado por estupor.
—¿De verdad?
—Sabes lo qué harás y porqué, no pienso entrometerme.
Vaella tardó unos momentos en recomponerse e hizo una pequeña mueca relajada, así acercándose a él y colocando la mano libre en su hombro.
—¿Alguna palabra de buena suerte o cariño? Puede que sea la última vez que nos veamos.
—No mueras —dijo simple, y ella rodó los ojos dándole la espalda.
—Si fallezco prometo que como fantasma iré a Desembarco del Rey a molestar a cada uno de los verdes durante la noche, el insomnio nos dará ventaja —resopló mientras daba el impulso y subía al caballo.
—Junta la familia y dominen la Fortaleza Roja, en grupo pueden que logren algo grande —aconsejó, hipnotizado admirando como la luna la hacia centellear.
—No es mala idea —reconoció, el concepto de fallecer y encontrar a quienes amaba tampoco siendo desagradable—. Le dejé una carta a Rhaenyra cerca de la almohada, avísale por si no llega a verla.
Daemon asintió y ella le sonrió, en un eterno segundo memorizando su rostro y luego dando la orden al caballo de andar. Sin arrepentimientos se sumergió a la parcial oscuridad, el ruido de los cascos golpeando la tierra siendo la única compañía en la sepulcral noche. Las horas a solas sirvieron para desconectar y fluir, al repasar su vida tomando conciencia de ciertas decisiones y qué podría haber hecho mejor, cada tanto reconociendo cuando actuó bien.
El inicio del amanecer señaló el comienzo del real desafío, el viento marino borrando una lagrima fugitiva mientras descendía del caballo. Acarició al animal y dejó que pastara, la ansiedad evitando reflejarse en su calmo exterior mientras se acercaba al límite del acantilado. Con una mano frotó los labios en estrés, rápido entendiendo que, una vez que bajara, la única forma de salir sería volando.
Inspiró profundo y admiró el horizonte que se empezaba a iluminar, por primera vez sintiendo el cansancio físico del sufrimiento emocional y la falta de sueño. Incluso si no tenía espejo o gente que se lo mencionara, podía sentir las ojeras y la hinchazón de los parpados luego de tanto luto. Extrañamente, el agotamiento ayudaba a nublar el juicio e impulsó aún más los deseos de justicia, la memoria del martirio de Rhaenyra siendo suficiente para que descendiera.
Las prendas rápidamente fueron rasgadas a medida que las rocas raspaban, manos y piernas enrojeciendo y sangrando ante el difícil camino. Gruñó, maldijo y jadeó a medida que se lastimaba, luego de algunos resbalones logrando arribar al nivel donde el infame dragón vivía.
Avanzó con sumo cuidado y observó el agitado ponto más abajo, al marearse dejando la vista al frente mientras instintivamente los sentidos se agudizaban para ubicar la amenaza. El viento, las olas y aves costeras cubrían cualquier rastro sonoro, aunque la sal y el pescado no tapaban el olor a dragón.
Frenó a metros de la entrada y durante unos segundos descansó contra el acantilado, la idea de morir provocando cosquillas en su estómago. El placer de la sensación hizo que riera, un leve rastro de lucidez señalando que ciertamente no estaba en sus cabales.
Observó los hermosos colores matutinos y en un parpadeo acortó el trecho, enseguida estando frente a frente con la oscuridad de la profunda cueva. El asomo del sol no lograba destapar los secretos del interior y con cautela avanzó hasta donde la luz llegaba, activamente buscando alguna señal de la bestia. Las pistas escaseaban y eligió adentrarse más, de pronto un retumbar grave y perezoso sacudiendo la roca bajo sus pies.
Cada músculo entró en alerta y tragó entendiendo que estaba más cerca de lo que creía, entonces notando como una masa negra se movía a solo unos brazos de distancia. Afiló la visión y dejó de respirar cuando un gran ojo apareció, lentamente parpadeando como quien acaba de despertar. De a poco elevó la cabeza y la inmensidad del cráneo la deslumbró, comparando y deduciendo que solo Vhagar podía ganarle en tamaño.
Tragó el nudo en la garganta y se preparó para enfrentar el juicio de la bestia, como Targaryen siendo criada para comandar el fuego o morir a causa de él. Dio un paso y Caníbal rugió, la muestra de intimidación haciéndola enorgullecer al considerarla una amenaza lo suficientemente digna.
Sonriendo grande y resplandeciendo en llamas gracias al amanecer a su espalda, Vaella avanzó firme a conocer al salvaje que nadie pudo domar.
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diamantar · 1 year
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DRAGÓN EN LLAMAS
→ Daemon Targaryen x Targaryen!OC [Aerhys Targaryen]
✦ Sinopsis: Como la hija mayor de Viserys I y heredera al Trono de Hierro, es el deber de Aerhys gobernar y multiplicar la línea real. Las discusiones y propuestas de matrimonio son usuales, pero su corazón sabe lo que quiere.
✦ Advertencias: Incesto / Diferencia de edad / Slow burn / Celos / Posesividad / NSFW (?) / Cursiva = Alto Valyrio.
✦ Palabras: 7837
✦ Nota: En mi búsqueda de lectura noté que la comunidad en español de HOTD es prácticamente inexistente, así que me aventuré y éste es el primer escrito, ¡ojalá les guste! Comentarios, likes y reblogs son muy apreciados ♡
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—Deben casarse, ese es su deber… Pero busquen, encuentren, a quien les haga feliz, ¿de acuerdo?
Aerhys y Rhaenyra dejaron de observar a su padre para conectar miradas, en el rostro de la menor amagando a formarse una sonrisa. Ciertamente esa pizca de libertad aliviaba la pesadez en el pecho, pero la primogénita sabía que, incluso así, no obtendría lo que deseaba.
En conjunto asintieron y el regente suspiró aliviado, así dando por terminada la reunión y admirando como ambas se encaminaban a la salida.
—Aerhys, quédate un momento.
La nombrada paró y volteó, el sonido de Rhaenyra dejando el cuarto y cerrando la puerta dando comienzo al intercambio privado.
—¿Qué sucede?
Viserys inspiró profundo y bajó la cabeza tratando de encontrar las palabras correctas, provocando que ella apretara los dientes al tener certeza de que hablaría de lo que más detestaba.
—Respecto al matrimonio…
—¿Te preocupan mis sentimientos por Daemon? —interrumpió queriendo apurar el momento.
El Rey chasqueó la lengua e incomodidad pintó cada músculo, pero no tardó en asentir.
—Sé que has estado encantada por él desde joven y...
—¿De verdad hay que conversar? Sabemos que es imposible que algo suceda entre nosotros.
—¿Te ha rechazado?
—Jamás me confesé —respondió simple juntando las manos al frente—. Tampoco planeo hacerlo, se ve feliz en compañía de Mysaria y los prostíbulos.
—¿Cómo sabes eso? —frunció el ceño.
—Soy tu heredera, tengo que estar informada de lo que pasa en el pueblo. No importa si se trata de un noble o un vagabundo, debo que saber el movimiento de cada rata que vive en la ciudad —explicó tensando la mandíbula—. La gente a mi alrededor tratará de manipular y esconder cualquier información que no les convenga, por lo que también debo trabajar por mi lado.
Viserys quedó boquiabierto y completamente deslumbrado, una risa seca e impactada saliendo hasta que giró a sentarse en la cabecera.
—Preferiría que no insistieras con mi hermano, así que ve y busca a un esposo de tu agrado.
Ella asintió y finalmente escapó, aún tensa encerrándose en los aposentos que le correspondían y acostándose. Intentó controlar las emociones desagradables con ejercicios de respiración, aunque luego de unos minutos decidió que para despejarse no había nada mejor que volar.
Buscó ropas adecuadas y en carruaje viajó a Pozo Dragón, donde su corazón dio un salto contento y olvidó el dolor del amor que nunca tendría. Cortésmente saludó a los cuidadores que cruzaba y rechazó las ofertas de traerle el dragón, ya que ella misma quería ir a por la majestuosa criatura que crió: Lucero.
Los rugidos de las bestias más inquietas retumbaban con fuerza, pero podía asegurar que el golpeteo en su pecho venció cuando observó a Daemon con Caraxes. Apretó los dientes e inspiró profundo intentando que su ritmo al caminar no cambiara, la distancia menguando a medida que se acercaba.
—Buenas tardes, princesa —habló al notarla, claros irises admirándola de arriba a abajo—. Veo que saldrá a pasear.
—Buenas tardes, Daemon —respondió sonriendo leve—. Deduces bien, Lucero no gusta de estar mucho tiempo en la cueva.
—De joven era una criatura muy temperamental, pero más o menos ha aprendido a comportarse. Me recuerda a ti —rió, varios mechones de crecido cabello cayendo tras sus hombros.
—Por favor, no hagas que hable de tus similitudes con Caraxes —bufó, enseguida dando la orden a dos guardias para que la ayudaran.
—Adoraría oír lo que tienes que decir —aseguró mientras paraba a esperarla.
—El tiempo es oro, no querría desperdiciarlo —sonrió burlona antes de animar a que avanzara—. Sabes las reglas, no hay que cruzar a los dragones dentro de Pozo Dragón.
Daemon inclinó la cabeza e inspiró dando un paso hacia ella.
—¿Aún no te han contado? Caraxes y Lucero parecen interesados en el otro, así que tienen permiso de reunirse.
Ella arrugó el ceño y giró hacia su adorada bestia, la cual avanzó y bajó el cuello para tocarle el rostro con el hocico. Aerhys no dudó en acariciarla y decir palabras bonitas, ambas manos recorriendo las gruesas escamas color crema y mantequilla.
—Verte siempre disipa mis preocupaciones y alegra mis días —sonrió alejándose y viendo el dorado ojo de pupila vertical.
Lucero rugió bajo y las vibraciones ocuparon cada centímetro del cuerpo femenino, Caraxes creando sus propios sonidos ante la presencia del dragón que últimamente llamaba su atención.
Ambas giraron y Aerhys analizó la forma en que reaccionaba, así buscando la mirada de Daemon por la forma en que Lucero correspondía.
—¿Dudas? —enarcó una rubia ceja con una sonrisa de costado.
—¿Hace mucho que están así?
—Un mes, más o menos. Se suponía que debía informarte, pero no hemos tenido oportunidad de juntarnos.
—Suelo estar en el castillo, no es difícil encontrarme —comentó, pronto viendo como ambos dragones frotaban sus cuellos—. ¿Puede que también hagan que se apareen?
—Definitivamente, y, de hecho, nos dieron una tarea.
—¿Cuál?
—Hacer que vuelen y pasen más tiempo juntos, así el cruce tendrá más éxito.
Aerhys sintió que se le cerraba la garganta y miró como compartían cariños, con pesar entendiendo que Lucero sería la única parte de su vida que se relacionaría íntimamente con Daemon.
—¿Estás libre? —preguntó con un pesado suspiro.
El hombre asintió y en conjunto fueron a la salida principal, los entrenadores apareciendo y ordenando a las criaturas para el pronto despegue.
—¿Qué te parece una carrera ida y vuelta a Rocadragón? —ofreció el mayor ajustando sus guantes de cuero.
—Me gusta, pero… —miró el suelo torciendo la boca—. Tenía pensado quedarme unos días allí, así que solo puedo entregarte una competencia hasta llegar a la isla.
Daemon elevó ambas cejas en interés, rápido escaneando los alrededores.
—No hay nadie para despedirte, ¿estás escapando?
—Decisión de último momento, necesito aclarar la mente.
—Ambas princesas hoy tuvieron una reunión con Viserys, ¿tan mal salió?
—No, pero los problemas los busco sola y me gustaría ordenar eso —rió entre un bufido y una negación, así volteando y yendo a su dragón con intensiones de subir.
Tocó la gruesa piel y se exaltó cuando sintió dos manos en la cintura, al mirar hallando el rostro que anhelaba.
—¿Qué…?
—Te ayudaré.
Aerhys asintió y tragó con un nudo en el estómago, al saltar notando el enorme impulso de Daemon. Llegó a la sima con poca dificultad y le agradeció desde la altura, él sonriendo y haciendo una leve reverencia con la cabeza antes de ir hacia Caraxes. Lo observó unos segundos antes de establecerse, la sensación de aquellas palmas quemando sobre su ropa y piel en una impresión que no desaparecería pronto.
Inspiró profundo y cerró los ojos guardando la sonrisa estúpida que quería salir, una mano en el pecho apreciando el desbocado corazón. Apretó los labios con los cabellos erizados ante el momento vivido, pero un rugido de Lucero la devolvió a la realidad en susto. Se inclinó a ver y notó que estaba jugando y dándose mordidas inofensivas con el rojizo dragón, ambos apreciándose a gusto y emocionados ante la idea de viajar juntos.
—¿Lista? —preguntó Daemon desde la derecha.
—Por supuesto, te esperaba a ti —elevó el mentón con orgullo y miró hacia el cielo empezando a sentir la adrenalina.
El guardia que usualmente marcaba el inicio de las carreras pasó al frente, todos dejando camino libre y aguardando expectantes. Aerhys inspiró y contuvo el aliento, un sonido corto y alto saliendo de ella cuando el permiso fue otorgado. Lucero reaccionó al instante al igual que Caraxes, con unos breves pasos elevándose hacia las nubes y en dirección a Rocadragón.
La tentación de fijarse en Daemon era grande, pero mantuvo la concentración al saber que debía tener cuidado en conseguir cualquier ventaja posible. El dragón que le competía era esbelto y sin exageradas protuberancias que pudieran generar resistencia al viento, mientras que el suyo poseía impresionante musculatura y un peso extra que en tales actividades no ayudaba. La corriente, las artimañas de su familiar y la actitud de Lucero eran cuestiones que tenía que tener siempre en mente.
Apenas halló un momento de paz decidió mirar al hombre, el cual estaba unos metros delante. Sin contenerse aprovechó a deleitarse, poniendo especial atención a los plateados cabellos que volaban en una longitud superior a los hombros. El golpeteo de su corazón le recordó una vez más los sentimientos que en años no logró borrar, los deseos de Viserys realmente no importando si tuviera oportunidad de estar con él.
Rió suave por lo ridícula que era y comenzó a desabrochar el traje, tal amor junto con el recuerdo de Daemon en su cintura siendo demasiado. El viento le congeló el pecho, pero decidió quedarse con la ajustada camisa blanca encajada en sus pantalones y rápidamente armó un plan para ganar.
Comprendió que el cariño que Caraxes tenía era una inesperada ventaja, así que con un tirón de correas hizo que se elevara aún más en las alturas. Aquello hizo que perdiera un par de metros, pero, en cambio, sonrió y en una palabra ordenó que rugiera. El sonido la llenó de adrenalina y provocó que ambos observaran, la rojiza bestia chillando en respuesta en cierta confusión.
Aerhys movió las correas y ordenó que Lucero se lanzara en picada, al ras pasando junto a Caraxes y haciendo que se desestabilizara. Exclamó en contento cuando notó que ciertamente creó distancia, así que enseguida se enfocó en armar otro vuelo seguro y conservar lo que ganó. Fue rápido y en segundos miró a Daemon, el cual parecía no saber que sentimiento poner en su rostro.
—¡Intenten alcanzarnos! —gritó, con una mano sacudiendo el saco de su traje de vuelo.
Lucero emitió un grito por su cuenta casi como si entendiera el juego, Aerhys elevándose unos momentos y sentándose arriba de la prenda para evitar perderla entre el viento. Admiró el sol que reinaba y como los rayos evitaban que la bruma se generara alrededor de Rocadragón, ahora el atardecer iluminándolos mientras bajaban a tierra.
Apreció la sorpresa en los guardias que custodiaban el castillo y miró sobre su hombro para asegurarse de que Daemon estaba donde lo había dejado, con una risa complacida descubriendo que así era. Rápido ordenó a Lucero que bajara, con las correas y breves comandos guiando donde quería que se detuviera. Saltó sobre su montura cuando tocaron la zona plana de aterrizaje, con un breve siseo pasando a felicitar a su adorable criatura al realmente merecerlo.
Un chillido la sobresaltó e hizo que instintivamente bajara el cuerpo, Daemon y Caraxes devolviendo la jugada anterior y casi rozándolas al frenar cerca de ellas. Frío bajó por su espalda ante el susto y los buscó con la mirada, el hombre sonriendo entretenido a sabiendas de que no podra quejarse.
Bufó y rodó los ojos poniéndose de pie, antes de bajar agarrando la prenda que se quitó al saber que frío la llenaría una vez que la adrenalina desapareciera.
—Espero haber ganado algo —gritó para que le escuchara.
—No acordamos nada —negó con un sutil movimiento de cabeza aún arriba del animal.
—Seguro que un premio podremos arreglar —guiñó un ojo dejando atrás la espesa preocupación y estrés.
Daemon enarcó una ceja sin desviar la mirada y ella volteó el rostro cuando el sonido metálico de varias armaduras obligó que prestara atención.
—Príncipe Daemon y Princesa Aerhys, bienvenidos —habló el más joven con cierta agitación y una pequeña reverencia.
—Tranquilo, respira, sé que éste lugar tiene una exagerada cantidad de escaleras —sonrió al tiempo que se colocaba el saco, aunque prefirió dejarlo desabrochado.
—Gracias —dijeron los tres caballeros al unísono, enseguida tomando grandes bocanadas.
El mayor del grupo pronto se unió y los analizó rápido antes de echar un vistazo a como los dragones empezaban a intercambiar cariños.
—Hasta siento que estoy interrumpiendo su intimidad —confesó Aerhys, gracia e intriga llenándola al jamás haber visto a Lucero así.
—¿Deberíamos entrar? —preguntó Daemon enfocándose en ella, su cabello largo volando rebelde en el viento.
—Si, busquemos entretenimiento por nuestro lado.
Con un movimiento de cabeza indicó a los guardias que fueran por delante, en tranquilidad amagando a seguirlos cuando el hombre la detuvo y acercó sus manos. Con paciencia y calma, comenzó a abrochar los botones del traje.
—Uno de los muchachos tenía dificultades para dejar de mirar tu pecho —explicó simple, los claros irises siguiendo el movimiento de sus dedos al trabajar.
—Gracias —dijo ligeramente temblorosa, enseguida tragando y mirando por donde fueron—. ¿Cuál era?
—¿Alguno te interesa? —interrogó de inmediato.
—Solo quiero saber —negó viéndolo al rostro, pero él no devolvió la atención.
—El de cabello ceniza —respondió antes de inspirar y terminar con el último ojal—. ¿Por qué te desvestiste?
—Tenía calor.
—Los dragones hacen la mayoría del trabajo.
—¿No puedo tener calor? —preguntó a la defensiva elevando ambas cejas.
—Es raro y el viento no suele ayudar —remarcó antes de girar sobre los talones—. Por hoy lo dejaré pasar.
—¿Eso significa que ibas a cuestionarme? Qué considerado —bufó siguiéndole el ritmo de caminata.
—Suele ser de mi interés lo que pasa por tu mente.
—Soy un libro abierto, no es difícil adivinar. En cambio, tú si que eres un verdadero reto —negó en un suspiro frustrado.
—Años de experiencia —sonrió mientras colocaba una mano en su hombro.
—Tengo el presentimiento que naciste así —comentó, con seguridad viéndolo al rostro incluso si el corazón se desbocaba por el pequeño toque.
—Deberás preguntarle a tu padre, aunque no sé si estaría feliz de que consultaras por mí.
Aerhys emitió un sonido de que coincidía y se concentró en los escalones que bajaba, en silencio pensando que por más de una razón Viserys no estaría feliz si hiciera eso.
—Bienvenidos —saludó la cabecilla de los sirvientes con una exagerada reverencia, atrás estando sus más confiables ayudantes.
—Hilda, planeo quedarme de manera indefinida, así que corre la voz y prepara mi habitación.
—Con gusto, princesa.
—También estaré un tiempo —anunció Daemon con rapidez—. No olvides arreglar lo antes posible una tina para ambos.
La joven Targaryen arrugó el ceño e Hilda la miró buscando respuestas que no obtuvo.
—Disculpe, mi príncipe, solo quiero asegurar… ¿Baños por separado, verdad?
—¿Hm? —inclinó la cabeza y observó a su sobrina dándole paso a que contestara, pero sonrió ante la incapacidad de emitir palabra—. Si, separados.
—Enseguida, señor —reverenciaron antes de girar hacia la princesa—. Organizaremos lo solicitado y en breve los buscaremos.
—Perfecto —asintió enseñando una amable sonrisa, enseguida tomando el brazo de Daemon—. ¿De verdad te quedarás?
—Como bien sabrás, la corte son un grupo de sanguijuelas que suelen agotar la energía de quien se cruce con ellos, así que unas vacaciones suenan bien.
—¿Te has portado mal? —enarcó una ceja y pasó de él para seguir andando por el largo pasillo.
—No más que tú. A decir verdad, nos molestan respecto al mismo tema.
—¿Matrimonio? Te casaron a Lady Rhea y ahora eres viudo, ¿ni siquiera así puedes salvarte? —preguntó completamente indignada.
—Somos poco Targaryen y están desesperados en que hagamos descendientes.
—Insoportables —murmuró entre un pesado suspiro.
Daemon rió por dentro y la acompañó a un salón de reuniones, una amplia ventana enseñando los picos escarpados y caminos de roca natural que se introducían en la salada agua. Con gusto recibió la brisa y perdió la mirada en el horizonte, el ruido de una silla indicando que el hombre se había sentado.
Cayeron en silencio y Aerhys perdió la capacidad de pensar, el paisaje inundando la conciencia y haciendo que cerrara los en completa relajación. Agotamiento empezó a dominar sus músculos y sintió como el cuerpo perdía fuerza, la paz de aquel trance quitando el estrés de los últimos días. El gusto de aquel momento era enorme y por largos segundos olvidó la presencia de Daemon, el cual hizo que temblara al sentir que se acomodaba a su lado.
—Aún llevas el anillo que te regalé.
Aerhys levantó los parpados y miró el dedo anular de su mano izquierda, apenas levantándola para que pudieran verla bien.
—Estoy muy apegada a él para considerar dejarlo —explicó mientras lo hacía girar para ver el diseño grabado en el metal—. Guardo todo lo que me das —sonrió suave mirándolo a los ojos.
—Es bueno saber que mis obsequios son de tu agrado —dijo suave y complacido.
—También querría darte algo, ¿qué te gusta?
—Me conoces desde que naciste, ¿no sabes? —elevó una ceja fingiendo misterio.
—Son cuestiones básicas las que conozco…
—Sabrás que darme cuando lo veas, aquello llamará tu atención y pensarás en mí —aseguró con un pequeño asentimiento, así pasando a observar el mar.
Ella admiró su perfil y le imitó, la calma siendo interrumpida cuando un rugido medianamente lejano llegó.
—¿Oíste? —frunció el ceño agarrándolo de vuelta del brazo.
—Fue Caraxes.
Al mismo tiempo se inclinaron a buscar cualquier anormalidad, entonces notándose una cola escamada desde la torre Oeste. Por el color era fácil decir que se trataba de Lucero, pero pronto alas rojas se extendieron y el dragón de mayor edad salió volando.
Anonadados siguieron la trayectoria hasta que el dragón de la femenina se unió, en el cielo girando, enrollando colas y persiguiéndose entre mordidas inofensivas.
—¿Qué están…?
—Empezaron el ritual de apareamiento.
—¿Tan pronto? —inquirió sorprendida y avergonzada—. Pensé que llevaría más esfuerzo que ésto.
—Deben ser realmente compatibles.
Aerhys asintió y observó tal espectáculo, de a poco reconociendo ciertos movimientos que los comprometidos Targaryen o Velaryon imitaban en ciertas danzas.
—Increíble —respiró maravillada.
—Es raro atestiguar un evento así —coincidió, durante unos segundos observándola de reojo.
Tal ancestral ritual continuó hasta que empezaron a desplazarse a nueva zona, entre silencio un golpe en la puerta provocando que se desentendieran.
—Los baños están listos.
—Genial —suspiró Aerhys yendo hacia Hilda, la cual sonrió mientras una de sus ayudantes aguardaba para guiar al hombre.
—Nos vemos en la cena —habló Daemon aún junto el ventanal.
Ella le miró y asintió, el corazón saltando ante la propuesta de reencontrarlo.
—Nos vemos en la cena.
Siguió a la mujer y al ingresar sintió el vapor humedecerla, con asistencia dejando las ropas en el olvido y hundiéndose en la tina. La esencia a fresia envió un agradable cosquilleo al alma, las manos expertas de Hilda lavando su cabello y cuerpo con productos y olores que quedarían impregnados en la piel.
Disfrutó del agua hasta que entibió demasiado y debió salir, una gruesa bata adornándola y una toalla cubriendo el platinado cabello. Con paso rápido ingresó a su habitación y apreció que la chimenea estaba prendida, las decoraciones luciendo igual a como las dejó la última vez.
—¿Desea que le asista, princesa?
—No, a partir de aquí seguiré sola.
Suspiró a la luz de la velas y aún envuelta se sentó en el borde de la cama, automáticamente yendo a jugar con el anillo obsequiado por Daemon. Lo miró considerando la inesperada compañía que tendría los próximos días, de algún modo yendo a pensar si aquella era una oportunidad de los dioses. Cierta amargura la llenó ante la idea de confesarse, porque sabía que tenía todo para perder y al mismo tiempo nada, ya que de todas maneras terminaría casada con algún noble.
Negó con mal gusto en la boca y miró los vestidos guardados en bolsas de tela oscura, al mirar eligiendo uno color beige que no era demasiado formal. Lo quitó admirando el cinto cocido en la cintura, el mismo patrón estando en el cuello y todos los bordes de la tela.
Secó su piel y colocó la ropa interior inferior antes de usar la bella prenda, así buscando la llave que tenía escondida para abrir el cajón de joyería. Admiró las piezas que ahí resguardaba y seleccionó lo que creyó que más combinaba, en un espejo admirando el collar y los aros que brillaban con los distintos ángulos de luz. Sonrió sintiéndose bonita y prestó atención al cabello, luego de trenzar los mechones del frente decidiendo que no haría nada exagerado o que denotara demasiada preparación.
Agarró papel, tinta y una pluma, sin dudar aprovechando el tiempo libre para aclarar cualquier malentendido con su padre respecto a esas vacaciones. Los dragones eran una clara excusa de la intención inicial que tenía al huir a Rocadragón, así que la usaría al máximo y enviaría la carta.
Enrolló el pergamino y lo selló, de esa forma abandonando la habitación y atravesando diversos pasillos hasta que sonrió con cierta malicia al ver el caballero que Daemon acusó de observarle los pechos.
—Buenas noches —saludó, el muchacho saltando en el lugar y poniéndose aún más recto.
—P-Princesa Aerhys, buenas noches —respondió realizando una pronunciada reverencia.
—¿Haciendo guardia? Debe ser aburrido —acortó la distancia y frenó en frente.
—Nada de eso, es un trabajo que realizo con mucho orgullo.
—Me alegra saber que gente responsable cuida de estas tierras —colocó una mano en su hombro, aunque la armadura les salvaba de un verdadero contacto.
—Gracias, princesa —sonrió, pero enseguida se corrigió y mantuvo la seriedad—. Por cierto… Oí que el Rey la anunció como heredera, así que quería felicitarle.
—Lo aprecio mucho —dijo sincera, un ligero rubor ganando terreno—. Espero que puedas seguir protegiéndome si llega el día donde deba asumir el Trono de Hierro.
—¡Mi lealtad seguirá firme! —insistió, con fuerza colocando una mano en el pecho.
Aerhys rió suave y asintió, un rugido lejano provocando que ambos giraran y recién ahí notaran que Daemon se acercaba con paso extremadamente silencioso. Tenía el cabello plata completamente suelto y al frente sobre el hombro derecho, ambas manos unidas en la espalda y con algunos botones de la camisa desabrochados.
Los Targaryen se observaron y ella fue la primera en romper la conexión, en el fondo oyendo como el caballero lo saludaba en una reverencia.
—¿Divirtiéndose?
—Una breve conversación —resumió Aerhys sin dar demasiada importancia—. De hecho, estaba por solicitar que lleve esta carta al Rey —explicó mientras enseñaba el pergamino.
—Para eso hay mensajeros —recordó Daemon.
—Los cuales son acompañados de caballeros —añadió antes de mirar al de cabello ceniza—. Puedo confiar en que harás que llegue a salvo, ¿verdad?
—Por supuesto, princesa, ahora mismo aviso para organizar el viaje.
—Que servicial —dijo Daemon observándolo fijo a los ojos.
La femenina admiró aquella escena sin especial sorpresa y permitió que el incomodo caballero se retirara, sin problemas ignorando al adulto hasta que el chico estuvo bastante lejos.
—No había necesidad de presionarlo o asustarlo, Daemon.
—Si se siente amenazado por mi presencia, tan buen caballero no es —retrucó enfocándose completamente en ella.
Aerhys cerró los ojos e inspiró mientras negaba.
—¿El baño ha sido de tu gusto?
—¿Cambias de tema?
—¿Qué hay que hablar? —inclinó la cabeza.
—Tu coqueteo.
—¿Acaso vas a dar un sermón? ¿Tú, entre todas las personas? —enarcó una ceja en desafío.
Daemon guardó silencio y se inclinó sobre ella, aunque la distancia era prudente.
—¿Tú, de entre todas las personas, crees saber porqué no puedo hacerlo?
El tono bajo y hasta peligroso de su voz envió un intenso escalofrío, la altura y anchura de sus hombros recordando lo físicamente superior que era. Tuvo que tragar y acortar la distancia para recordar confiar y no echarse atrás, así permitiéndose hablar incluso si sentía la respiración agitada.
—Considerando que tienes una hermosa muchacha a tu lado y sigues visitando casas de placer… Juegas demasiado para intentar decir si puedo o no realizar un simple coqueteo.
La tensión aumentó en un segundo y Aerhys prometía que sentía y oía las chispas alrededor, Daemon entrecerrando los ojos y por un segundo bajando a ver sus labios.
—¿Me has espiado?
—¿Lo desconocías? —retrocedió un paso, aunque él la sostuvo del brazo para que no huyera.
—¿Con qué intenciones?
—Ninguna en especial, vigilo a muchos —mencionó sin amagar a dar más detalles—. ¿Te molesta?
Daemon pareció descolocado por la actitud frontal y pasó unos segundos en silencio, de pronto sonriendo bastante y asintiendo.
—Éste lado de ti es interesante, te imaginaba de otra manera.
—¿Más como mi padre?
—Si, pero tampoco tanto, Rhaenyra y tú poseen actitud.
—Lo sé —aceptó con cierta arrogancia y miró la extremidad que aún le agarraba.
Moviéndose con habilidad, enganchó su brazo con el de Daemon y tiró para animarlo a caminar.
—Vamos, la cena debe estar lista.
Él la miró unos momentos antes de colocar la mano libre sobre su palma, Aerhys apreciando encantada el suave apretón que entregó. Caminaron en silencio y la enamorada no dudó en fantasear que estaban en pareja, apenas mordiéndose el labio inferior por lo bien que se sentía la cercanía.
—Lucero y Caraxes siguen juntos, tomará bastante tiempo hasta que estén listos para regresar —informó, momentos antes habiendo ido a revisar cómo se hallaban.
—No tengo apuro.
Se soltaron antes de ingresar al comedor y los sirvientes miraron con sorpresa al llegar antes de lo planeado, enseguida apurándose para al menos tener la bebida servida. Aerhys se sentó en la cabecera derecha admirando lo que había en la mesa, definitivamente no esperando que Daemon decidiera ubicarse a uno de sus costados y no en la otra punta.
—Tengo mejor visión desde aquí.
—¿De la puerta? —enarcó una ceja al ser lo que enfrentaba.
—Tú.
Por reflejo ella bufó y negó desacreditándolo, pero tenía sentido considerando que eran la únicas personas.
—Como sea… Cuéntame alguna de tus aventuras, sé que aún no he oído todas.
—De hecho, me gustaría escuchar las tuyas —indicó mientras cruzaba una pierna y se reclinaba hasta tocar el respaldo.
—¿Qué dices? Vivo en el palacio y no tengo oportunidad de explorar.
—¿Segura? —elevó una ceja dejando los labios separados, la fijación provocando que ella terminara sonriendo por la presión y él le imitara al haberla atrapado.
—No sé de qué hablas, sin pruebas no hay crimen.
—Es imposible que me mientas, se te nota.
—¿Importa? Es tu palabra contra la mía —encogió los hombros y miró el anillo que la decoraba con falso interés.
Notó movimiento borroso por el rabillo del ojo y, antes de alejarse, una pálida mano le agarró el mentón. A la fuerza observó a Daemon, aunque el trato fue delicado para no generar daño o dolor.
—Siempre fui sincero contigo, ¿por qué ocultarme tu vida?
—Falacia, mucho lo descubrí gracias a mis informantes —negó fingiendo un pequeño berrinche, con una suave palmada liberándose de su agarre.
—Jamás preguntaste por mis relaciones, sino hubiera confesado.
—La última vez hablamos de si estabas conociendo a alguien y dijiste que no.
—Respondí con la verdad.
—Entonces, ¿quién es Mysaria? —enarcó una ceja y se contuvo de cruzar los brazos.
—Nadie importante.
Aerhys bufó con una sonrisa molesta y agarró la copa, pensativa tomando un largo y lento sorbo.
—Rápidamente desechaste tu declaración de siempre haber sido sincero.
—¿Quieres que soltemos toda la verdad? —preguntó, inconscientemente golpeando la mesa con el dedo indice de su mano derecha.
—Por supuesto, ¿qué propones? —aceptó sin dudar, para nada considerando que podía estar cayendo a las fauces del dragón.
—Un interrogatorio por turnos, oportunidades equitativas de saber del otro.
La femenina inspiró profundo perdiéndose un momento en los profundos ojos violetas, enseguida notando la necesidad que él también poseía de conocerla.
—Acepto.
—Empieza —cedió con un ligero movimiento de mano, los dígitos yendo a jugar con el tenedor junto al plato.
—¿Qué es Mysaria para ti? —indagó, concentrada cuidando de no mostrar nada especial es su voz o expresión que delatara lo que sentía por él.
—Una colega.
—¿Acaso olvidaste las palabras en Desembarco del Rey? Si esperas más de mí es mejor que extiendas tus explicaciones.
Daemon pareció divertirse y miró un momento el mantel antes de asentir.
—Ella es quien en general reúne información o realiza lo que necesito para ciertos planes.
—Con sexo de por medio —soltó, enseguida mordiéndose la lengua.
—Ya has hecho tu pregunta —indicó inclinando la cabeza.
—No fue una duda, solo añadí el detalle que pareciste olvidar —defendió con aire de regaño, y él río mientras se sentaba recto e inclinaba hacía ella.
—Tu momento de contestar —determinó—. ¿Por qué tienes informantes siguiéndome?
Aerhys respiró tranquila al tener una respuesta sensata.
—No es secreto que mi padre piensa que estás tras el trono, así que vigilo tus intenciones y si en algún momento planeas atentar contra sus únicas dos descendientes para tener la corona.
El salón quedó en silencio y la piel de la joven se erizó, la seriedad y oscuridad que cayó en el rostro del hombre logrando que tuviera un pequeño escalofrío.
—¿Piensas como Viserys?
—Tu turno ha pasado —forzó a decir al no soportar el aura que lo dominaba, para calmarse dando otro sorbo de vino—. ¿Deseas ser rey?
—De joven hubo un tiempo que fantasee con aquello, ver a mi hermano tomar clases especiales para cumplir con aquel puesto impulsó la idea, pero al crecer entendí que no era una responsabilidad que realmente quisiera —explicó, la forma en que la veía entregando la sensación de absoluta verdad.
—En ese caso, me alegra que nacieras después y no tuvieras que cargar con aquello —sonrió amable esperando calmar el extraño humor.
—¿Qué hay de ti? ¿Quieres el Trono de Hierro?
Aerhys presionó los labios y apenas entrecerró los ojos, las pupilas perdiéndose en objetos de la habitación mientras en segundos intentaba analizar toda su vida.
—Si, aunque hace poco caí en la cuenta de que lo anhelo por mí. Antes creía que era insuficiente y buscaba las fallas que evitaban que todos me consideraran alguien posible de heredar, pero al pasar los meses entendí que con una corona la vida no se resolvería y muchos retos esperarían —explicó, por un segundo viendo a Daemon y notando que la observaba completamente atento—. Las personas del reino dependerán de lo que decida y el conocimiento de cómo actuar no vendrá de la aprobación de mi padre, así que al estudiar y adentrarme en ese mundo empecé a realmente querer hacerme cargo.
—¿Tienes miedo? —inquirió de pronto, por segunda vez olvidando el interrogatorio turnado que propuso.
Aerhys sonrió con tristeza y bajó la mirada a su falda, con el corazón acelerado asintiendo.
—Temo a muchas cosas, especialmente a realizar mal mis tareas y que el mundo sufra por la incompetencia —negó leve lamiendo nerviosa los labios—. Supongo que la situación también dependerá de la persona que reine conmigo y quienes integren el consejo, pero no quiero que me consideren débil o fácil de manipular.
Con un chirrido, Daemon acercó la silla y con una mano le agarró las palmas en gesto de apoyo. Ella le miró y tragó por la cercanía, ansiosa admirando sus ojos que brillaban por el fuego de la chimenea.
—No lo permitiré, estaré a tu lado cuidándote.
—¿De verdad? ¿Entonces aceptas la decisión de mi padre? —frunció el ceño liberando una mano y apoyándola arriba de la masculina.
—Nunca dudé.
—Pero… ¿No te enojaste cuando te desheredó del trono?
—Lo que me enfadó fue la desconfianza y paranoia hacia mí, no el que no fuera a ser rey. De todos modos, eso ya está en el pasado —prometió con un leve asentimiento.
Aerhys sonrió profundamente aliviada y contenta, sin pensar inclinándose y apoyando su frente con la de él.
—Gracias.
Cerraron los ojos y en silencio prolongaron el gesto, afecto bañándolos hasta que les interrumpieron abriendo la puerta. Inmediatamente ella se alejó y miró a dos criados entrar con grandes bandejas de comida, sonrojada apreciando que notaron la íntima escena. Intentó liberar sus manos, pero Daemon sonrió con cierta malicia y resistió mientras le servían los platos.
—No hay necesidad de avergonzarse, estas paredes han visto más de lo que puedes imaginar.
—Tantos años e historia… Supongo que algo tan simple no es importante —contestó, aunque sus palmas entrelazadas aún la alteraban.
—Nunca es tarde para aumentar la apuesta.
Aerhys envió un vistazo de advertencia y él enarcó una ceja manteniendo su típica sonrisa traviesa.En silencio esperaron a la soledad y contestaron cuando les consultaban qué deseaban ingerir de todo lo preparado, al terminar el mayor indicando que se retiraran al otro lado de la puerta.
—Luce bien —comentó satisfecha, ambas manos yendo a sujetar los cubiertos.
—Es bueno atestiguar que la reunión con tu padre no te quitó el apetito, a diferencia de otras ocasiones.
—La carrera de dragones y tu presencia ayudaron, aprecio demasiado nuestro tiempo juntos —confesó con una sinceridad inesperada hasta para ella.
Daemon asintió mientras parpadeaba lento, así dando un bocado antes de enfocarse de beber de la copa.
—Ahora que recuerdo, no dijiste nada de tus aventuras fuera del castillo.
—¿Nuevamente con eso? —suspiró viéndolo con cierto cansancio.
—Posees informantes que me vigilan, pero yo desconozco tus actividades.
—No quiero que te duermas de aburrimiento.
—Jamás sucedería —determinó, apenas acomodando su postura—. Todo, quiero escuchar todo.
Aerhys respiró pesado por la insistencia y encogió los hombros restando importancia a lo que fuera a decir.
—Poco ha sucedido, al principio solo me atrevía avanzar unas cuadras hasta que me sentí más cómoda o valiente. He atestiguado varias obras callejeras, comido y bebido, solo tres o cuatro veces llegando a la ebriedad —miró al techo tratando de recordar y se apoyó completamente en el respaldo.
—¿Qué hacías cuando bebías de más? —preguntó con una leve sonrisa, el brillo en sus ojos aumentando.
—Disfrutaba del efecto del alcohol en las calles, aunque cuando estaba muy tambaleante iba al puesto de un chico que conocí y me sentaba a pasar el rato con él.
—¿Hiciste amigos? —enarcó una ceja y entrelazó los dedos.
—No los catalogaría como amistades, pero conocí algunas personas con las que salir… Compañeros, si, buenos compañeros.
—Mmm —pensó sosteniéndole la mirada, en sus pupilas notándose que estaba perdido en distintas ideas—. ¿Qué haces con ellos?
—Me enseñan nuevos lugares y lo que es peligroso o no, creen que soy una Targaryen bastarda que hace poco vino a vivir a Desembarco del Rey y quieren enseñarme la ciudad.
—Vaya, hasta una identidad falsa creaste —dijo orgulloso—. Qué pensarán el día que vayan a la coronación y te vean como la nueva reina…
—Si siguen siendo buenos conmigo y creamos amistad, no obtendrán más que beneficios al trabajar para mí.
—¿Nuevos informantes?
—Tal vez —sonrió con cierto misterio agarrando la copa a medio llenar.
—Querría conocerlos.
—¿Revelar las fuentes? —preguntó como si acabara de decir una completa locura, enseguida dando un sorbo al oscuro vino.
—¿Dudas de mí a pesar de que te acabo de dar completa lealtad?
Aerhys inspiró profundo y desvió la vista sintiendo un nudo en el pecho.
—Mi padre eligió un niño que ni siquiera conocía y traicionó al amor de su vida cuando, según me han contado, mi madre no quería morir —apretó los labios con enojo y angustia—. Si una persona puede acabar con la persona más importante de su existencia, no quiero imaginar lo que puede esperarme cuando ni siquiera soy lo primordial de nadie.
Daemon se inclinó a ella y esta vez la tomó de la muñeca, la tensión de su mandíbula enseñando la molestia que intentaba mantener a raya.
—Siempre he sido fiel a nuestra familia y no permitiré que las debilidades de mi hermano te hagan desconfiar de lo que soy. Jamás te traicionaré, y si lo hago aceptaré el castigo que impongas, incluso la muerte —expresó entre dientes apretados, la fuerza que aplicaba a su extremidad marcando lo serio que era.
Aerhys apretó los labios y buscó en los violáceos irises algún titubeo, pero, al cabo de unos segundos, asintió.
—Prometí nunca ir en contra de mis propias reglas, aunque haré mi mejor esfuerzo —bajó la mirada a ver como lo agarraba con la mano libre para acariciarlo y calmarle—. Papá vivirá muchos años más, así que tendrás tiempo de demostrar tus declaraciones y enseñar que tan equivocada estaba.
El mayor levantó la mano libre y acunó una de las jóvenes mejillas, la gran palma ocupando buen parte de su rostro.
—¿Qué hablaste con Viserys?
—Matrimonio, como siempre, aunque ahora tengo libertad de elegir a quien quiera de esposo —explicó, la piel calentándose y sonrosándose bajo los suaves roses del hombre.
—Te salvarás de tener un matrimonio como el mío —sonrió de costado, y ella rodó los ojos al haber crecido oyendo como odiaba a la Perra de Bronce con la que se casó.
—No lo creo… —bajó la mirada con un veloz temblor en los labios—. La persona que deseo está fuera de alcance.
Animarse a decir eso costó el que el pulso se acelerara hasta los cielos y temió que él pudiera notarlo, irónicamente teniendo a centímetros al hombre que añoraba.
—¿Quién es el idiota indicado?
—¡Daemon! —regañó por el calificativo dándole un leve golpe en la mano.
El Targaryen se hizo el desentendido y bajó la mirada a sus labios, con el pulgar rozando y apenas tirando del inferior.
—¿Por qué?
—¿Cómo? —frunció el ceño con el corazón latiendo más fuerte.
—He notado que siempre me llamas por mi nombre, nunca “tío”.
—¿Te molesta?
—No, tampoco planeo ocupar ese rol.
Aerhys dudó un momento y frenó de imaginar significados que de seguro no implicaba, aunque esperanza surgió.
—¿Qué puesto esperas servir?
Inclinando la cabeza, Daemon entrelazó los dedos de sus manos y liberó la mejilla para acariciar la colorada piel con el dorso.
—Espero ser el idiota indicado.
Tomó apenas unos segundos comprender esas palabras y Aerhys elevó ambas cejas sin hacer ninguna expresión en particular. Dejó de respirar hasta que los pulmones ardieron, así bajando la mirada y pestañeando seguido en un nuevo intento de entender.
—¿A qué t-te refieres? —tartamudeó en un golpe de emociones, cuello, nuca y orejas ardiendo—. ¿Por qué quieres ser mi amado?
—Te deseo.
La respuesta debería haberla alegrado, pero enseguida sintió una punzada en el pecho y las dudas surgieron. Conocía a su familiar y nunca expresó interés romántico por nadie, e infame era su gusto por las relaciones de una noche, así que podía significar algo muy diferente para ambos.
—Si solo es anhelo carnal… —empezó a decir con dureza, enojo subiendo por la garganta ante la idea de que quisiera usarla como un evento pasajero.
—No —interrumpió al apreciar la furia del dragón—. Siempre hemos tenido una conexión profunda y especial, pero hace unos pocos años empecé a apreciarte de otra forma. En ese entonces aún eras muy joven e ingenua y no actué en mis emociones, pero era difícil, así que preferí irme y seguir con mis aventuras. Esperaba olvidarme de ti y confirmar que mi fascinación era algo pasajero, pero al regresar y ver como tu personalidad y mente se desarrollaron en alguien capaz de hacerme frente…
—¿Gustas de que te lleve la contra? —enarcó una ceja
—Adoro tener el control y que las situaciones vayan de acuerdo a mis planes, pero un poco de pelea está bien —sonrió al tiempo que ponía la mano libre en una de sus piernas—. Eres fiel a lo que crees y sabes lo que quieres, tienes un espíritu digno de un Targaryen y deseo estar a tu lado como esposo.
Inconscientemente mordió el interior de la mejilla y tragó, su cabeza siendo un nudo infinito de elementos que no podía separar.
—Nunca vi que fueras un hombre predispuesto al compromiso, ¿seguro que quieres casarte?
—Fui forzado a un matrimonio con una mujer insufrible, pero eres todo lo contrario, nuestras existencias están destinadas —indicó apretándole la mano y la pierna esperando trasmitir sinceridad.
—¿No es una confusión?
Daemon la agarró del rostro y enseñó una nueva intensidad, la energía que emanaba haciendo que la femenina se mordiera la lengua.
—Jamás me cuestionarías si supieras lo que pasé aquellos años donde desaparecí, solo podía pensar el ti.
Ella inspiró profundo y bajó la cabeza, con cierta frustración peleando el miedo a entregarse cuando desde hace años solo quería ser suya.
—Desde siempre… Desde siempre has sido a quien he querido, hasta papá y Rhaenyra lo saben —confesó con voz bastante baja—. He luchado y tratado de ignorar los sentimientos al igual que tú, pero fue imposible.
—Ya no peleemos más, estemos juntos —dijo con sutil prisa, entonces dejando la silla y arrodillándose frente a ella para sostener ambas manos.
Aerhys sonrió con cierta amargura y tragó antes de inspirar profundo, durante unos segundos mirando fijamente la mesa. Consideró sus miedos y lo que realmente quería de él, así que se soltó y le tomó del rostro acortando la distancia.
—Primero debes saber que, si eres mío, no te dejaré ir con facilidad. Tal vez pienses que cuando te aburras simplemente podrás caminar fuera de la relación, pero, si sinceramente deseas que me entregue a ti, es mejor que lo pienses dos veces —advirtió, enseguida bajando una mano y suavemente apretando el cuello—. Espero tu lealtad como reina y esposa, así que si me traicionas no dudaré en cortarte los genitales y dárselos a Lucero antes de quemarte vivo.
Los labios de Daemon se separaron en sorpresa y un escalofrío lo recorrió, pero, en vez de miedo, sus pupilas se dilataron en una excitación inusitada. Deslizó las mano por las piernas femeninas hasta llegar la cintura, donde apretó con una emoción casi dolorosa y notó como las chispas se convertían en llamas.
En un borrón sus bocas se encontraron, ninguno recordando quien se había abalanzado primero, solo apreciando cuando las pieles se tocaron a medio camino. La electricidad crispó los cabellos y Daemon se irguió en las rodillas presionando más contra ella, Aerhys deslizando la mano hacia la nuca y enredando los dedos en los cabellos de la base. Se miraron un momento mientras la chimenea los iluminaba como un faro en la oscuridad, la luz cegándolos y dejando que quemaran contra el otro igual que polillas en el fuego.
La femenina soltó un jadeo cuando la gran palma del Targaryen apretó su muslo y él se separó unos milímetros para lamer veloz el centro del labio superior, enseguida introduciendo la lengua y siguiendo el intercambio. Un pitido en sus oídos calló cualquier pensamiento coherente y Aerhys se rindió encantada a la guía de su amado, con gran calor disfrutando de la experiencia que depositaba en ella. Con la yema de los dígitos grabó la textura y temperatura de la pálida piel, en los nudillos enredando los hilos plata de los que ocasionalmente tiraba, y con la mano libre recorrió los músculos escondidos en la camisa.
—Mi futura reina de vida… —murmuró Daemon con los ojos cerrados acariciándole el rostro—. Logras que pierda la cordura.
Aerhys sonrió mientras recuperaba el aire.
—No debo ser la primera que lo dice, pero dejas la mente en blanco —con delicadeza lo agarró del mentón e hizo que ladeara el rostro para darle pequeños besos en la mandíbula.
Él gruñó y cerró los ojos enseñando el cuello, ella apreciando que se entregara y tomó la oportunidad de explorar la delicada zona. Una mano fue a sostenerlo del hombro y la otra conquistó más cabello, terminando por agarrarlo casi de la raíz para mantener el control justo cuando se animó a usar los dientes.
Daemon soltó un suspiro complacido y sintió la llama del vientre quemar, la desesperación empezando a ser una emoción persistente. Disfrutó de los cariños y permitió a su cuerpo actuar como quisiera, ambas palmas deslizándose bajo el vestido y tensándolo por el frenesí de conocer aque territorio.
Aerhys tembló y pensó que explotaría al ver como sus piernas eran decoradas por las extremidades del hombre, él tocándola de arriba a abajo hasta descansar en los muslos.
—¿Hasta dónde llega tu experiencia?
La joven aflojó el agarre de los cabellos para permitir que le mirara, una nueva capa de rubor decorándola ante la vergüenza.
—Daemon…
—¿No puedo saber? —elevó ambas cejas, aunque no en molestia, sino en curiosidad—. ¿Conservas tu virginidad?
—Si…
—¿Segura? —inclinó la cabeza dibujando lentos círculos con los pulgares.
Aerhys inspiró profundo sintiendo un nudo de nervios y encogió los hombros.
—Intenté algunas cosas con alguien que conocí en mis escapadas, pero no permití que llegara a más —reconoció sin soportar verlo a los ojos, inconscientemente apretándole el hombro.
—Ciertamente no sé nada sobre tus aventuras —murmuró acercando el rostro y viéndole los labios—. Es bueno que pudieras tener experiencias, pero te aseguro que nadie te hará sentir como yo.
La promesa la dejó sin aire y con incontables cosquillas en el estómago, embelesada por esa idea rindiéndose al beso que él comenzó. Lo abrazó por el cuello y se dejó llevar por la hoguera que eran, algunos dígitos del hombre rozando su húmeda entrepierna y provocando que gimiera en medio del intercambio.
—No, te daré lo que deseas en el día de nuestra boda —interrumpió agarrándolo de ambas muñecas.
—Seremos hombre y mujer, hay reglas que podemos romper.
Aerhys hizo un bajo sonido fingiendo que pensaba y un brillo travieso se mezcló entre la clara satisfacción.
—Tal vez quiero verte sufrir en abstinencia hasta ese día.
—Qué habré hecho para que me castigues así…
Lo soltó manteniendo el buen humor y acunó una de sus mejillas.
—De esta forma me aseguraré de que no huyas de todo lo que has prometido, al menos no hasta que cumplamos con nuestra boda —explicó al tiempo que bajaba la falda del vestido y cubría la piel.
—Tu desconfianza me daña, princesa.
Ella bufó y se inclinó a darle un beso compensatorio.
—No tanto por ti, sino por Viserys. Planeo al menos invitarlo a él y Rhaenyra a la ceremonia, y temo que no intentes luchar si ordena decapitarte porque ya has obtenido todo de mí.
Daemon soltó una breve risa aireada y ladeó la cabeza.
—Aún si compartiéramos cama no obtendría todo de ti, nos faltaría formar una familia y verlos crecer en futuros reyes y reinas.
—Tienes una forma con las palabras…
—Es la verdad —aseguró al tiempo que tomaba una mano y la besaba—. Debemos empezar con las invitaciones lo antes posible.
—No tengo objeción —sonrió mientras se ponía de pie—. Si me permites, tengo que ir a aliviar mi excitación—guiñó un ojo, de seguro divirtiéndose demasiado en no darle lo que quería.
Aerhys disfrutó la breve expresión de desconcierto y le acarició la mejilla antes de alejarse, la puerta estando a pocos pasos cuando fue levantada en el aire. Liberó un pequeño grito y se agarró del hombre, quien la sostenía bajo las piernas y espalda.
—¿¡Qué…!?
El Targaryen la calló con un beso demasiado apasionado y el aire en sus pulmones fue quemado en segundos, los músculos de su zona intima tensándose y aumentando la humedad existente. Al separarse lo miró ligeramente perdida y aguardó una explicación, el violeta de sus ojos atrapándola una vez más.
—Respetaré tu virginidad, pero soy un hombre enamorado que ha esperado demasiado, al menos deja que te ayude con eso.
Aerhys no supo qué responder y simplemente dejó que Daemon la transportara por el castillo, los muros y sus sirvientes teniendo un nuevo secreto que guardar.
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