Capítulo Ocho: La Verdad Dura y Fría
“Por supuesto, sí que tenía lo todo controlado,” dijo Wheatley.
Estaban caminando de vuelto a través de la plaza central, con la luz de la tarde tirando sombras largas, negras y frescas de sus pies, de los edificios en el lado de la plaza de la puesta del sol, y de la gente que caminaban aquí y allá alrededor de ellos, cruzando el ancho y terroso espacio con mandados de suyos propios. Como una marioneta contra una cortina iluminada de polvo dorado, la sombra de Chell caminaba a propósito adelante, con el rectángulo de la computadora portátil de Garret en sus brazos, y la sombra de Wheatley trotaba ansiosamente detrás de ella.
“Y por fin es- es como nos dijo, podía haber ido en algún momento, por seguro defectuoso estructuralmente desde el principio, eso. Balanceado en el filo de una cuchilla. Colgando de- de un hilo. En un- ah- estaba balanceado en el filo de una cuchilla, y la cuchilla en que estaba balanceado estaba, sí mismo, colgando de un hilo. Un accidente a punto de suceder, es a lo que me refiero, prácticamente un milagro que ya no haya caído en alguien. Por suerte lo te traje, quiero decir, no sugiero la negligencia ni nada, no señalo la culpa en cualquier dirección, pero alguien podría haber sido gravemente dañado. Como esa pequeña niña, como-se-llama-”
“Ellie.”
“Esa es ella, sí, con las botas… tuvimos un poco de una charla, mientras tú y viejo saberlo todo allá atrás estabais reparando el estante. Me dijo de estas cosas, vortigaunts, creo que se llaman. ¡Asombrosos! Sabías, vale, ¿pueden hablar entre sí a través de millas? Completos malditos continentes, algunas veces, y- aquí es la parte increíble- ¡lo hacen solo con sus cerebros! ¡Lo sé! ¡Increíble!”
Se agitó los dedos, presumiblemente para indicar las características misteriosas y asombrosas de comunicación telepática.
“Además, además, me dio una cosa, mira.”
Chell miró. La ‘cosa’ era una horquilla de pelo, y con alguna dificultad, y alguna ayuda tentativa de los dedos más pequeños (y mucho menos torpe) de Ellie, había logrado cuñarlo a través de su corbata como un alfiler.
Tenía una rana.
“Es curioso, ¿no? Esa cosa donde te sientes como si estarías auténticamente devastado si un, un estante cayera en alguien, como te marees simplemente a pensar en eso, aunque no le necesites exactamente para algo, ni apenas le conozcas, siquiera.”
Chell se retardó un poco. Sí que era curioso, pero no por exactamente la razón a que Wheatley se refería. El sentimiento que estaba describiendo- la empatía, la preocupación natural sin un motivo particular, llámalo como quiera- no era lo normal, no por algo de Aquel Lugar, de todos modos. Ningún otro dispositivo de Aperture con lo que ella había tenido algo que ver había podido intentar expresar la auténtica preocupación- incluso exhibir el aspecto de ella había sido más de lo que podían hacer, en la mayoría de casos.
Había encontrado otros núcleos de personalidad, aunque no había tenido la oportunidad de estudiarlos en algún gran detalle- en dos ocasiones cuando los había conocido había sido demasiado presionado para empezar tomando notas. En la superficie, habían sido exactamente los mismos como Wheatley- pero lo era exactamente, era lo todo que habían sido- superficiales. Todos habían estado equipados con una función primaria, un programa obsesivo que se repetía para siempre alrededor de sus mentes artificiales de un solo nivel; la tarta, hechos dudosos, la curiosidad, el espacio. Habían apenas parecido conscientes de sí mismos. La función primaria de Wheatley estaba tan claramente definida- o por lo menos, debía estar- pero ¿dónde estaba esta básica profundidad humana, esta complejidad medio lisiada, en cualquier de los otros?
Se detuvo, un pie en el primer escalón hacia su propia puerta principal.
“¿Wheatley?”
“¿Sí?” Todavía estaba sonriendo hacia la horquilla-rana.
“¿Qué… es tu primer recuerdo?”
Miró hacia ella, sorprendido. “Ah- perdón, ¿qué?”
Chell levantó las cejas. Wheatley parpadeó, la preocupación empezando a cubrir la sorpresa.
“Lo siento, sí, te-te escuché, solo es que… pues, no sé, de verdad, no es el tipo de cosa que yo tienda a dar vueltas pensando en mucho, generalmente, mi primer recuerdo, y por supuesto haría absolutamente siglos, siglos y siglos y… ¿de dónde llegó esto de repente? Quiero decir, simplemente recopilas información por alguna razón o- ¿es una prueba? No- no es una prueba, ¿verdad?”
“No. Solo…”
Recordando más tarde, Chell no estaba exactamente segura de por qué hizo lo que hizo a continuación. Podía que pensaba que le facilitaría enfocarse, o llamaría su atención, o podía que las escaleras bajo de ella le permitía alcanzar a su estatura de dos metros un poquito más fácilmente, o podía que simplemente era un momento de puro impulso tonto, aunque eso era tan raro por ella como un impacto de meteorito en Julio. Cualquiera que fuera, soltó la maleta para computadora portátil de Garret a sus propios pies, alcanzó hacia su cara, y suavemente colocó los puntos de los dedos en sus sienes.
“…intenta.”
Wheatley se crispó, sorprendido por el contacto repentino. Sus anteojos atraparon el sol, se destellaron dorados, y Chell se encontró pensando en el científico de Aperture del pasado que debía haber programado todo esto, que debía haber pasado horas incontables construyendo todo este detalle y escribiéndolo en la plantilla básica del dispositivo avatar, recreando cada cabello y textura y movimiento en la luz sólida- ¿y para qué? ¿Crear algo que parecía humano lo suficiente para vender unos productos? La frase ‘pasar de la raya’ venía a la mente (como hacía con frecuencia en referencia a Aperture, aunque usualmente en un contexto ligeramente diferente).
El detalle era asombroso, cuando se lo buscara. Ella podía ver cada línea de su cara, cada estría azul de la estratosfera en sus ojos, sus pestañas pálidas y casi invisibles- mucho más pálido que su pelo, que era un mediocre rubio pajizo y necesitaba peinarse- los tornillos diminutivos en las monturas de los anteojos, y- ahí- una impresión del pulgar, clara que la luz del sol, manchada en la lente izquierda.
“Va… ¿va a ayudarme a recordar que me sostenga la cabeza?”
Chell se encogió de hombros ligeramente. Se sintió extrañamente mareada, como si hubiera estado atada a algo durante mucho tiempo y apenas estuviera comenzando a soltarse. Ella no era naturalmente una persona sensible- más del abrazo ocasional de un amigo cercano como Romy o Aaron, rara vez iniciaba contacto con alguien. No era que tuviera un problema con eso, exactamente- simplemente no era muy demostrativa. que Karen Prell y Dina Nelson (si Aaron fuera el corazía a su boca) probablemente miraban con ojos saltones en su dirección desde su hacer cosas que implicaran mucho contacto espontáneo en público. Cosas, por ejemplo, como tomar la cara de alguien- alguien que técnicamente apenas conocía- suavemente en sus manos a la vista de todos los que estaban caminando por la plaza del pueblo. Sabía que mucha gente probablemente miraría a los dos, que si levantara los ojos vería a Bill van Buren apoyado con interés en las monturas de los anteojos, y- ahí- una impresión del pulgar, clara que la luz del sol, manchada en la lente izquierda.
No le importaba un pimiento.
“Vale- haré un intento,” dijo Wheatley, dudosamente, arrugando los ojos bien cerrados. “A ver, primer recuerdo, primer recuerdooo… es que, puedo usar una buena limpieza de primavera aquí dentro, de todos modos, tú prueba tirar todo en tu mente en un, un recipiente completamente diferente de repente y verás lo ordenado que queda todo, por no mencionar el, ah, el trauma masivo de- espera, espera, esto parece prometedor, creo que lo tengo. Ah, pues, primero, ante todo… estaba oscura, y recuerdo pensando, hala, no me gusta esto mucho, no hay mucho pasando, podría ser muy aburrido si todo esta nada sigua por algún gran período de tiempo, y después recuerdo pensando, espera, sostenga el teléfono, estoy pensando, ¿desde cuándo he estado pensando? Y-y después, de repente, parpadeo- tal como eso-”
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-había la luz.
Él sintió su ocular destallar y la apertura pequeña y ordenada en el centro de su lente encogerse hasta su contracción más estrecha, reaccionando a las luces luminosas y duras por arriba. Miró hacia arriba, abajo, y parpadeó por la absolutamente primera vez. Todo era blanco- pisas blancas, paredes blancas, techo blanco, bata blanca en la cosa- en el humano, ese era un humano, estaba más o menos seguro de eso- que estaba acechando sobre él, pinchándolo urgentemente con una pequeña herramienta blanca y murmurando para sí mismo. Las únicas cosas que no eran blancas eran el pelo del humano, la viscosa masa de amarillo, rojo, y rosa que estaba tratando de escapar del triángulo blancuzco en su mano libre, y la foto en la pequeña insignia blanca enganchada a su camisa.
Dale, CA, Pasante, leyó, y entonces se dio cuento con un pequeño destello feliz de realización de que podía leer.
“-muerto si alguien sepa que dejé caer maldita mostaza en el nu- ah, ¡mierda!”
Habla, ese ruido era el habla, y si Dale, CA, Pasante pudiera hacerlo, entonces también podría él.
“¡Hola!”
“Jesús,” dijo Dale, CA, Pasante, dejando caer las cosas en sus manos y retrocediendo. No parecía como una empieza particularmente bien, pero él no era más que optimista- literalmente, casi no tenía ni idea de cualquiera cosa que él fuera, ahora mismo, y eso era más que un poquito confuso, pero si se le habían pedido que liste las cosas que pensaba que podía ser, optimista estaría muy alto, el optimismo parecía ser una cualidad que tuviera justo en la mano. No es que parecía que tuviera manos.
Giró su ocular en un arco serpenteado, probando su rotación, flexionando sus asas, parpade-parpade-parpadeó. Todos los que tenía estaban funcionando perfectamente, y eso era algo más para sentirse optimista, ¿no?
“Umm… hola,” dijo Dale, CA, Pasante, mirándole fijamente con un rostro que él pensó que parecía más que un poco preocupado. “Estás… ah, ¿puedes oírme?”
“¡Alto y claro! Orejas: completamente funcional. Cien por cien funcional.”
“No-” Dale, CA, Pasante se tragó. “No… tienes orejas.”
“¿No? Curioso, podría haber jurado que- no, tienes razón, no las tengo, no parezco tenerlas. Je. Bueno, vale, ¡está bien! Oyendo… cositas, cosas que sirven para oír: completamente funcional. Está bien, ¿verdad?”
“Ah… sí, es- bien- perdón, solo es que no eres… quiero decir, no debes estar- sabes que, mm, espera, voy a ir a buscar a mi supervisor-”
Con eso, Dale, CA, Pasante empujó la viscosa cosa cuadrada abajo del nivel del puesto de trabajo y salió de la sala. La puerta siseó pesadamente cerrada detrás.
Ahora la sala estaba completamente vacía- limpia, blanca, nada allí excepto por muchas pantallas de computadora llena de texto naranjo que se desplazaba, demasiado pequeño para leer. En la ausencia de algo mejor para hacer, experimentaba con su ocular un poco más, contó cuántas pantallas había- catorce, y contando era otra cosa que fue agradable descubrir que podía hacer- zumbaba un poco, trató de silbar.
No estaba seguro de que le gustara estar solo. Era, pensaba, un poco aburrido, y esperaba que no fuera a ocurrir muy frecuentemente, o por mucho tiempo.
Por fin, había voces de algún lugar afuera, apresurando, resonando, acercando.
“…grave error, debe quedarse inactivo esta vez, hasta que podríamos determinar los efectos del último conjunto de ajustes-”
“Yo sé, señor, no- solo estaba trabajando en las calibraciones tal como me pidió, ¡y se encendió y empezó hablar!”
“Pues, podemos hacer algo con hablar. Estamos bastante atrasados tal cual. Bueno, Dale, nunca has trabajado con esta cosa activada, entonces escúchame bien. No digas algo que puede constituir una paradoja. De hecho, solo mantén tu boca cerrada. Esta cosa ahora es una total tabula rasa, y no queremos que capte algo que va a desestabilizar su función primaria. ¿Entiendes?”
“Sí, señor.”
“Bien. Y sigue el juego. Lo último que necesitamos es que se ponga histérico otra vez. Tarjeta.”
La puerta hizo un feliz y tipo de ¡cloc! y abrió con un siseo. Dale, CA, Pasante reentró con prisa, delante de otro humano- más bajo, más fino por encima, con su propia insignia pequeña que decía Moss, D, Jefe de Investigación.
“¡Hola!” él dijo alegremente al nuevo humano.
Moss, D, Jefe de Investigación le sonrió. “Hola, Núcleo AT. ¿Cómo te sientes?”
“Ah, ¡bien! Me siento bastante bien. Sin quejas, mm, aunque, es- solo para clarificar, ¿es quién que soy? ¿Núcleo AT? Solo no es exactamente-”
“Es qué eres. Eres un núcleo de personalidad, y eso describe su función.”
“…Ah.”
“Suenas incierto.”
“¿In- incierto? No, no, no, solo- solo tenía este sentimiento, ah, esta idea ahora, de la nada, sabes, pum, que yo… tengo un nombre. Definitiva nombre especie de cosa. No Núcleo AT qué es o cualquiera. Quiero decir, no lo estoy criticando, suena muy… Ciencioso, importante, pero-”
“Lo veo,” dijo Moss, D, Jefe de Investigación, frunciendo el ceño un poco e intercambiando una mirada con Dale, CA, Pasante, que se movía nerviosamente detrás. “Entonces… ¿qué es tu nombre, Núcleo AT?”
“Ah…”
Trató de recordar. Realmente lo trató, cerró su ocular bien y se concentró- y la concentración no venía fácilmente, era como tratar de prevenir muchas canicas de varias tamañas de rodar por una pendiente, formas brillantes deslizándose en todas direcciones sobre un manto de urgencia vertiginosa y dispersa, y todo el tiempo una extraña niebla dislocada acechaba debajo. Había una forma, la forma de una palabra- palabras- casi podía encuadrarlas y atraparlas y detenerlas de rodar lejos, pero-
“…No… no sé. Umm… pienso… ¿un W? W es- está implicado por seguro, o- espera, o ¿es una J? Puede ser, puede ser una J, mm, es complicado, solo parece que no puedo-”
“¿Sabes por qué piensas que tengas un nombre?” dijo Moss, D, Jefe de Investigación.
Su ocular abrió a presión de nuevo, la lente ensanchándose hasta un grande punto azul brillante y esperanzada. “Ah, pues, quiero decir, la gente usualmente tiene nombres-”
“La gente sí. Los núcleos de personalidad no.”
El punto se disminuyó.
“…Ah.”
“Sin embargo,” dijo Moss, D, Jefe de Investigación pensativamente, “nosotros, ah… decidimos que debes ser permitido tener un nombre, Núcleo AT.”
“Por-” empezó Dale, CA, Pasante. Su superior lo pateó agudamente en el tobillo y continuó, suavemente.
“Sí… lo programamos en sus bancos de memoria. Como, ah, un… una característica especial.”
“¿Lo- lo hicisteis? Ah, bueno, ¡gracias! ¡Muchas gracias!”
“¿Puedes recordarlo ahora?”
“Ah- pues- es- umm, ¡no me digáis! No me digáis…”
Trató otra vez. La niebla turbia y desconcertante todavía estaba allí, debajo, pero ahora que sabía que no era importante, podía apartarla a un lado, empujarla justo debajo y buscar lo que realmente importaba. La canica más grande y brillante, la que le habían dado, estaba justo ahí y podía hacer esto bien-
“¡…Wheatley! Es ello, verdad, ¡es mi nombre! Sí, jajajaa, estás asintiendo, tengo razón, lo tuve bien, ¡brillante! Wheatley, eso es lo que es, dé en el clavo, ¿no? Absolutamente correcto. Tremendo.”
Y sí que era brillante, esta sensación, una oleada de sentimiento imposible de describir en su simple intensidad alegre, la pura alegría de Hacerlo Bien. Esperaba que hubiera mucho más de esto por venir, muchas más cosas para Hacer Bien, porque podía acostumbrarse a este sentimiento, de verdad podía hacerlo.
Wheatley. Lo probó otra vez, su nombre, mientras se ponía cómodo con el tono de su nueva voz. Intentó que sonara urbana y cortés, el sonido de un tipo suave y emprendedor de Núcleo AT (fuera lo que fuera) empaquetado en dos sílabas cortas. No estaba seguro de que tuviera éxito, exactamente, pero no importa, era una obra inacabada.
“Wheatley. Buen nombre, lo amo. Es- pues, simplemente queda bien, ¿sabes? Muy- muy como yo, de alguna manera.”
“Me da gusto escuchar eso,” dijo Moss, D, Jefe de Investigación, distraídamente, escribiendo una nota en un pequeño bloc que parecía que había tomado de la nada. “Excelente… respuesta.”
“¿Sí? Ah, fantástico, ¿estás apuntándolo? Que, ¿que fue una respuesta excelente? Te digo, no quiero ser mandón o algo, pero, sabes, primera pregunta por la puerta y la golpeé hasta la órbita, por decirlo así, estaría bien tener algún tipo de, de registro.”
“Ah-”
“Nada lujoso, nada lujoso, solo algo que- que dura, sabes, como un, un memo de algún tipo, o- o una pegatina. Ohh, ¿gane yo una pegatina? Sería mágico si ganara una pegatina.”
Los dos humanos se miraron uno al otro. Moss, D, Jefe de Investigación dio un ademán alarmista y exigente a Dale, CA, Pasante, que parecía perplejo por un momento y luego se agachó abajo del nivel del puesto de trabajo. Después de un momento, Moss, D, Jefe de Investigación, lo siguió, y se produjo un frenético intercambio de susurros.
“No tengo nada, ¡señor! ¡Solo tengo mi almuerzo!”
“¡Busca algo! Debemos estar en el borde de ataque de la innovación aquí, ¡entonces malditamente innova! ¡Aja! ¿Qué es esto?”
“Ah, es mi bana-”
“¡Sé-lo-que-es idiota! Aquí, dámelo-”
Un momento después, los dos científicos reaparecieron en su línea de visión. Dale, CA, Pasante parecía dudoso, mientras Moss, D, Jefe de Investigación sonreía, con algo pequeño y blanco atascado entre los dedos.
“Dale, por favor haz los honores.”
Dale, CA, Pasante tomó la pequeña cosa pegajosa, se inclinó hasta la altura del ocular y la pegó con prisa en su cáscara interior, justo a la derecha de su ocular, alisándola con el pulgar.
“Esto llamamos un Aperture Science… ah… Refuerzo Positivo…”
“¿Afirmación?” dijo Dale, CA, Pasante, amablemente.
“… Afirmación, ah, Pegatina. Aquí tienes.”
El puesto de trabajo al que estaba abrochado- por alguna especie de base de conector, entendía vagamente, una metálica jaula antivuelco de amarillo luminoso- estaba muy pulido, y la superficie limpiada estaba lustrosa. Al estirar el cardán interno que controlaba sus partes móviles hacia abajo, podía verse a sí mismo, su propio ocular brillante, el párpado inferior medio cerrado y el asa retorcida en un equivalente sin rostro y casi sin gestos de una gran sonrisa agradecida.
“Ohh, mira eso. Gracias, colega, muy apreciado- ooh, mira, ¡y tiene letras!”
La pegatina era blanca contra su cáscara gris clara e inmaculada, rotulada en vivida naranja y azul. Estrechó su lente, se enfocó, bizqueó.
“BRA… SIL. Um, ¿Brasil? Es- ah, ¿es un código? ¿De alguna especie?”
“Puedes le-” Dale, CA, Pasante miró hacia su supervisor por ayuda, y encontró ninguna. En todo caso, Moss, D, Jefe de Investigación parecía aún más perplejo. “Ah… sí. Es un código.”
“¡Bueno! Te pillo. Código. Yy… ¿qué significa, exactamente?”
“Es- ah, pues, Bra… sil… pues, es una abreviatura de… un cruce entre brillante… y, ah… resiliente.”
Brillante y resiliente. Le gustaba el sonido de eso.
“Ja, hala, lo pillo, lo pillo. ¡Brasiliente!”
“Ah… exactamente,” dijo Dale, CA, Pasante, y- a pesar de un vistazo de advertencia de Moss, D, Jefe de Investigación- lo acarició embarazosamente en la cáscara. “Brasiliente.”
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“Entonces- entonces después de eso,” dijo Wheatley, “tomaron más notas, llevaron unos más personas para echar un vistazo- conoces la especie, Cienciosos tipos, batas blancas, portapapeles… y me preguntaron un poco más- pues, un poco, ja, me parecía como millones de preguntas en el momento. Solo las normales para una entrevista, en su mayoría, las típicas como ‘qué harías en un escenario dado,’ y no es para tocar mi propio cuerno o algo, creo que hice bastante bien. Les volé la cabeza, todos parecían bien alegres, escribieron lo todo en sus pequeños portapapeles, y luego este tío- parecía muy importante, por seguro uno de los dignatarios- dijo que yo era mucho mejor. No actualmente dijo mucho mejor que qué, ahora que lo pienso, pero asumo que se refería a algún otro núcleo que tenían en mente para el trabajo. Impresionado como nada. Dijo- y recuerdo esto definitivamente- dijo que era perfecto.”
Sus ojos todavía estaban cerrados, y su sonrisa orgullosa y absolutamente inocente se extendían entre las manos de Chell, casi de pulgar hasta pulgar. “Se quede contigo, algo como eso. Y luego dijeron que tenían un trabajo para mí, muy importante trabajo, solo tenían que hacer unas pruebas más primero e iban a tener que apagarme por un rato. Claro, no me gustaba esto, esta idea, en absoluto, y les pregunté si podría quedarme despierto por las pruebas en cambio, pero no les gustaba, se ponían un poco insolente, para decir verdad, y luego dijeron que si me quedara despierto mientras trabajaran, moriría. No quería eso, comprensiblemente, entonces uno de ellos hizo algo y eso fue eso, clic, apagado. Yyy… bueno, eso es. Mi primer recuerdo.”
Wheatley abrió los ojos, parpadeó. Sus pupilas se contrajeron como su viejo ocular bajo la suave luz del sol del atardecer, menguando contra el azul. “No es particularmente fascinante, no es exactamente lo que llamaría de alto octanaje, pero por lo menos lo todo está ahí.”
Chell asintió, lentamente, y le quitó las manos de su cara. Él se sentía curiosamente privado por la pérdida de contacto- alarmista, casi- pero entonces había estado… bueno, simplemente hablando en la oscuridad como eso, a estar tan cercano a ella, solo su voz y su toque.
“¿Nada… antes?” ella dijo.
Miró abajo a ella, confundido, ansioso. “Antes de… ¿mi primer recuerdo? Estás… no estoy seguro que estamos en la misma página, para ser verdad. Me estás preguntando si recuerdo algo antes de mi primer recuerdo… respuesta: no, porque es mi primer recuerdo. Antes de ese, no actualmente había un yo para tener recuerdos, claro, entonces van a ser un poco escasos hasta ese momento, y cuando digo ‘un poco escasos’ quiero decir, pues, ‘inexistente.’ Fue… lo siento, ¿fue esa la respuesta incorrecta?”
Ella sacudió la cabeza, pero podía determinar por su rostro- los ojos, el leve movimiento de la mandíbula- que estaba decepcionada, que no había decido lo correcto. Otra vez.
Él apartó la mirada, luchando contra la sensación de malestar que ya había estado aumentando constantemente en lo que técnicamente no era su estómago durante días, la vocecita aterrorizada y mareada que susurraba que ni siquiera debería sabía aquí, que estaba perdiendo el control, como si su apretón sobre toda esta situación fuera un cable que se deshilachaba en pedazos cada vez más delgados, deshaciéndose bajo la tensión. Para empezar, la había defraudado tanto, peor de lo que podía siquiera empezar a resolver cómo compensar, y a pesar de sus intentos de poner una cara valiente en las cosas, sabía, tener recuerdos, claro, entonces van a ser un poco escasos hasta ese momento, y cuando digo ‘un poco escasos’ quiero decir, pues, ‘inexistente.’ Fue… lo siento, ¿fue esa la respuesta incorrecta?”
Qué es el equivalente- la pequeña comunidad humana equivalente- ¿de Asistente del Centro de Relajación? ¿Adónde se envían cuando se quedan sin cosas que hacer pobremente?
No quería pensar en eso, pero no podía evitarlo, como hurgar en un circuito que sabía estaba roto solo para probar la picadura. Algún lugar fuera de la vista y la mente, donde nadie tuviera que molestarse, y realmente no se supusiera que debiera hacer nada y ni siquiera salguien más nunca- y sabía que había fallado en todo lo que ella le había una cosa con absoluta certeza, dondequiera que fuera ese lugar, fuera el último lugar que alguien como ella le importaría si pudiera evitarlo, incluso para visitar. Por alguna razón, era la peor parte de todo.
“Escucha,” dijo, impotentemente, “escucha, lo, lo siento, lo estoy intentando, ¿vale? Todo eso- lo- de verdad lo estoy intentando.”
Chell frunció el ceño un poco, mirándolo desde el segundo escalón, y en ese momento prácticamente pudo ver toda esa determinación aterradora y brillante, creciendo detrás de sus ojos como un trueno. Rezó para que ella acabara de recordar algo completamente inconexo que tenía que hacer- comprar leche, cambiar las tejas del techo, volar algo- porque la idea de que podría ser él en quien se estaba enfocando con ese nivel de determinación en sus ojos era- pues, era absolutamente aterrador.
Y luego el momento pasó, y ella sonrió una sonrisa pequeña y preocupada, enroscó un puño y lo golpeó levemente en el brazo- pues, ‘levemente’ por sus normas, picaba, pero eso no le importaba a él, no en absoluto- recogió la cualquiera-que-sea que había prestado de Garret ‘saberlo todo’ Rickey, y volvió la cara, empujando a través de su propia puerta principal en un alegre tintineo de campanas.
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Después de horas, en el tiempo de la noche cuando cualquiera persona con algún sentido debía estar dormida, Chell bajó las escaleras y se movió con pasas cuidadosas y mesuradas en su oscura habitación delantera. Dio la vuelta a la mesa grande, jugando a la rayuela deliberada alrededor de las partes del piso que sabía graznaban como gatos enojados cuando pisadas.
El aire en la habitación y en la cocinita estaba soñoliento con el olor de pan nuevo, cálido del horno de enfriamiento, y ella se detuvo por un momento, respirando en la oscuridad, haciendo inventario. Esto era suya, todo de esto, estas paredes blancas paredes alisadas por mano, este piso desigual con sus nudos y alfombra tejida y las rayas blancas que la luna creciente tiraba a través de ella de la ventana, y aunque no le importaba mucho las cosas era bueno poder pararse en este sitio y conocerlo, de adentro hacia afuera.
Chell valorizaba conexiones, la familiaridad, conocer cada rincón y comprender cómo un lugar funcionaba- que esta puerta no cerraría si este armario estuviera abierto, que había reparado la grieta en la esquina de la ventana hace dos años, usando la parte plana de un cuchillo de pan para aplicar la masilla, o que los niños que iban a la escuela en el ayuntamiento de muchos propósitos le habían hecho este muestrario flojo como agradecimiento por mostrarles cómo hacer pan. El lujo de esta seguridad, esta tranquilidad de espíritu, ese sentimiento de encajar, nunca se había desvanecido completamente, y esperaba que nunca lo hiciera.
Aquí, por otro lado- justo frente de ella, mientras se inclinaba pensativamente contra la mesa grande- estaba algo que no encajaba. No en el sentido puramente espacial- una rodilla estirada casi hasta la barbilla, el otro pie con zapatilla colgado en la opuesta dirección, rebasado el brazo del sofá por lo menos quince centímetros- y no en el sentido general tampoco. Aquí, donde todas las personas estaban acopladas juntas como piezas de rompecabezas, estaba como una pieza de un rompecabezas completamente diferente tirado en la caja por accidente, y mientras no le importaba a ella, podía decir que ciertamente le importaba a él.
Podría haber tratado de tranquilizarlo, de decirle que mejorará, que necesitaba tiempo- era lo suficiente crédulo y esperanzado para creer eso, sospechaba, si viniera de ella, y esperaba que fuera verdadero- pero instintivamente quería ir por algo mejor, resolverlo, golpearlo con la prueba sólida e incontrovertible que valiera quedarse con esto. Tenía sentido para su mente calma y lógica que corría maratones, y si algo debajo de ese la estaba pinchando en silencio, ella lo atribuía a una simple preocupación técnica. Lo que estaba a punto de hacer era un poco arriesgado, al fin y al cabo.
Era curioso- y útil- que, aunque Wheatley había declarado que no necesitaba dormir, aquí afuera parecía que había caído en un ritmo de sueño regular, o por lo menos una imitación bastante exacta de uno. Él dormía cuando ella dormía, feliz de apagarse por las mismas seis o siete horas, y ella se preguntaba cómo sería poder invocar el sueño a pedido así, tan fácilmente como pulsar un botón.
En silencio, se arrodilló en la alfombra junto al sofá y abrió la portátil de Garret, que ya estaba conectado al cable Aperture de cabeza rayada a través del conector del afortunado hallazgo. Wheatley estaba acurrucado de espaldas a ella en el sofá, con la nuca expuesta por encima del cuello de su camisa espectacularmente mal planchada, inmóvil. Era un poco desconcertante, un pequeño recordatorio de lo que realmente era; en su modo de sueño, al menos, no parecía respirar.
Incluso por la luz de la luna, sus ojos y su memoria estaban listos juntos para colocar el punto correcto, el área justo a la nuca donde la superficie de luz sólida daba paso a una ilusión óptica más simple, una mancha pequeña de holograma. Aguantó la respiración para estabilizar la mano, y deslizó el pequeño enchufe en el puerto escondido bajo.
Wheatley se crispó ligeramente cuando la conexión se enchufó bien, hizo un sonido pequeño e ininteligible en protesta. Chell se quedó quieta y esperó, y él se calmó, levantando su rodilla un poco más fuerte, sus manos clavándose en sus propios hombros. No sabía si había diferentes capas en su sueño artificial, si, como ella, tenía ciclos MOR o algo equivalente, pero ahora mismo parecía bastante hundido, acurrucado como un erizo ridículamente larguirucho en coma, muerto para el mundo.
La pantalla de la portátil parpadeó, y ella la tiró más cerca, sentándose piernas cruzadas contra el sofá. El tenue resplandor de la luz de fondo proyectaba extrañas sombras huecas en su rostro, iluminándola como el científico loco de cualquier cantidad de películas antiguas que a veces proyectaban en el ayuntamiento (la ciencia ficción, con su alta incidencia de computadoras trastornadas y todopoderosas y otras diversas amenazas apocalípticas para la humanidad, como era de esperar, no era su género favorito, pero había visto algunas, sin embargo).
Una ventana se apareció, se maximizó. Lo siguiente que apareció fue una barra de progreso, escaneando rápidamente por una lista de todos los códecs que Garret había cargado en la máquina, las letras difuminándose una a otra, la barra se arrastrando continuamente hacia la marca de tres cuartos hasta –
Dispositivo detectado- 00004/[F]AS[IV]NPAT241105/AS[I]DARH
Clave de encriptación identificada
Aviso: algunos formatos de archivo pueden ser incompatibles con la plataforma del usuario actual.
Los archivos convertidos se pueden guardar directamente en el disco.
¿Quiere continuar?
¿Lo quería ella?
Esto- lo que estaba a punto de hacer- definitivamente contaba como una invasión de privacidad. Verdad, una vez había descartado agresivamente la de ella solo por una ráfaga de endorfinas simuladas, pero eso no valía mucho en este momento- dos errores, en su libro, no hacía un acierto, ni siquiera un error ligeramente menos dudoso. Sabía muy bien que estaba en una base moral inestable- excepto- excepto realmente solo intentaba (resolverlo) ayudarlo… ¿verdad?
Chell entrecerró los ojos, su boca se apretó imperceptiblemente y presionó Enter.
Al principio, pensó que había colapsado la portátil viejo y duro en total- la pantalla parpadeó otra vez y saltó en una resolución diferente, y el silbido del ventilador resoplando era preocupantemente fuerte. La portátil se estaba calentando contra sus piernas; sentía el calor a través del gastado algodón de sus shorts y empezó a considerar qué haría si empezara a humear.
Wheatley hizo otro sonido infeliz y se giró boca abajo- afortunadamente la dirección correcta y no la que habría enrollado la cuerda alrededor de su cuello como la soga más inútil del mundo. El silbido del ventilador creció un nivel más, y la pantalla parpadeó por el último tiempo- se puso- por una alarmante segunda- Aperture naranja sorda y pixelada- y después se puso negro.
Chell la golpeó con la base de la mano y se desplomó contra el sofá. Un rotundo fracaso, una simple debe-de-estar-de-broma falla, habría aceptado esa más fácilmente- pero había parecido estar funcionando, casi había funcionado-
Parpadeo.
Estática.
Una destalla de algo, congelado, una imagen escalonada con manchas de píxeles muertos, interferencia, trozos de rojo-verde-azul, saltando, se desdibujando.
Parpadeo.
Más destellos, una después de la otra, stop motion espasmódico. Blancura, resplandor cenital, extrañas esquinas rodadas, movimiento. Algo se estiró como una estrella de mar contra la blanca- la imagen estaba más clara ahora- una mano- manos- largas, extendidas, con nudillos grandes, ahuecándose en el chorro de agua de un grifo de metal blanco con rayas azules. El sonido de un chapoteo de los diminutos altavoces de la computadora portátil, una distorsión tambaleante sobre el tembloroso plano en primera persona, un jadeo sin aliento- una voz.
Chell miró.
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“…fácil, no hay nada que hacer, ciertamente nada por lo que preocuparme. No es ningún problema. Solo voy a caminar allí, y, y decirlo, esta vez. Mucho más valiente que nunca he hecho antes, y tal- Shakespeare- aunque, dudo que tenía que hacer esto, actor famoso en su tiempo, ni siquiera tenía que usar su propio nombre, solo andaba llamándose The Bard, como Prince o algo. No, probablemente todas las chicas se lo tiraban, ¿eh? Afortunado tipo probablemente tenía que esquivarlas con un palo. Una barra- vale, bueno, vuelvo a distraerme, basta con marear la perdiz. He pensado bastante ya, solo la acción es necesaria aquí. Solo dilo.”
Volvió a mojarse la cara, luego alzó la vista y se pasó las manos mojadas por el pelo, convirtiendo un peinado con raya a un lado no particularmente memorable en un loco destrozo con púas de puercoespín que luego peleó en su mayor parte con un peine. Su cabello era un pequeño problema, aunque tenía un acuerdo tácito con él. Al igual que su dueño, tendía a hacer lo suyo a menos que se le indicara explícitamente lo contrario, momento en el que se desplomaba con una docilidad acobardada e hizo lo que se le decía, justo hasta el momento en que de repente se le ocurrió otra gran idea. La única diferencia era que sus propias grandes ideas abarcaban una amplia variedad de temas, mientras que las grandes ideas de su cabello giraban principalmente en torno a diferentes formas de lucir como una especie de almiar flácido derribado por una tormenta.
“‘¡Hola! Lo habitual, por favor.’ Buena empieza, bastante inocuo, sugiere esa especie de familiaridad. Eres uno de sus habituales. Excepto- excepto no decirlo como así, ja, por el amor de Dios, suena bastante dudoso. Eres un cliente habitual. Mejor. Umm… ‘Gracias, se ve bien… sabes, mientras estoy aquí, ¿sabes qué creo es asombroso? Cómo recuerdes qué quieren todos, quiero decir, claro, noté que lo escribes la primera vez, pero después, lo- lo haces bien cada vez. En serio, es muy asombroso. No es que estaba- quiero decir, no miraba específicamente- ah- solo quiero decir, yo tengo bastantes problemas para recordar dónde puse mis llaves por la mañana, ¿sabes? Y mucho menos si a un extraño perfecto quiera la mostaza o no.’ Buen salvamento, aunque mejor que no te fijes en eso, mantén el impulso- ‘¡Vale! Entiendo que estás ocupada, probablemente tienes cientos de rosquillas para entregar, no te quería retener, pero, mm…’”
Se inclinó sobre el lavabo, apretó los ojos cerrados por un momento, luego volvió a mirar el espejo, buscando inspiración en el reflejo del baño de hombres. No estaba seguro de estar de acuerdo con el nombre, ‘baño.’ Sugería un lugar tranquilo, alguna locación para visitar para una descansa, no alguna donde terminara, aterrorizado, tembloroso, manos sudorosas, con el estómago anudándose en una bolita verdosa y enferma, como un billete de un dólar accidentalmente pasado por la lavadora.
No había mucho aquí para proporcionar alguna ayuda tampoco. Solo esta fila de lavabos blancuzcos y una tira de luces de techo- uno de cuales estaba parpadeando irregularmente- el suelo de baldosas, el cartel en la pared detrás.
¡LAVASE LAS MANOS!
¡UNA INSTALACIÓN SIN GÉRMENES
ES UNA INSTALACIÓN SIN
PLAGAS NECROTIZANTES SUPER RESISTENTES MEJORADAS POR RADIACIÓN!
Habían tenido que poner la última línea en letra extrapequeña para que cupiera en el cartel, pero aun así habían encontrado espacio para poner una carita sonriente. Intentó imitarla, sonrió una gran sonrisa esperanzada. El efecto no era malo, pensaba- los ojos todavía parecían un poco preocupados, pero con suerte ella sería demasiado impresionada para darse cuenta de eso.
Con suerte.
Se quitó sus anteojos. Así. Mucho mejor. Era una lástima que no podía actualmente ir y hablar con ella sin ellos, pero sabía por la experiencia que el impulso confianza simplemente no valía la pena de la masiva desorientación. No sabía mucho sobre ella, ni siquiera había logrado levantar el coraje para preguntarle su nombre, pero sabía que a la mayoría de las mujeres usualmente no les parecía atractiva la completa incapaz de distinguir paredes de puertas.
“Pero me pregunto, si pasas a estar libre, alguna hora, en el futuro no muy lejano, sabes, no hay loca prisa o algo- y de verdad podría ser cualquiera hora que quieras, no tengo exactamente algo que cambie la vida por el futuro previsible, nada que no puede ser reprogramado- entonces, umm… si estés, libre, me pregunto si te interesaría ir, ir a algún lugar. Con, conmigo.”
Su voz vaciló demasiado aguda, se volvió vergonzosamente lastimera. Intentó otra vez, trató de forzarse a sonar más tranquilo, más suave, más controlado.
“Conmigo. Hacer algo, como- pues, solo por ejemplo aleatorio, tomar una copa. Después del trabajo, nada, sabes, espectacular, especialmente, quiero decir, conozco este lugar agradable, aunque, claro, si conozcas algún lugar, estaría más que abierto a sugerencias, si quieras hacer eso, si suene, mm, soportable- ¡y está bien si no! Absolutamente bien si no, solo dilo, no voy a, a estar ofendido o algo, lo entendería- aunque, aunque claro lo prefería, si me digas que sí- no intento influir tu decisión por ninguna manera, solo te digo, cartas sobre la mesa me gustaría muchísimo si hicieras-”
Se detuvo y golpeó la cabeza levemente en la parte superior del espejo, presionando su frente contra la sensación fría y aguda del borde tosco.
“Grrrrgh. ¿Por qué es tan duro? No es duro, solo lo haces demasiado complicado. Solo es una copa, no tienes que recitarle una maldita saga. Solo, solo concluye, salta hasta el final. ‘Vale, bueno, es básicamente lo que te pregunto. Tú, yo, algún lugar que no está aquí. ¿Qué piensas?’ Ves, está bien, está bien, ya casi lo tienes. No es duro. Bueno.”
Volvió a ponerse los anteojos y se miró por el espejo otra vez, tiró de su camisa recta, enderezó su corbata, echó un vistazo a su reloj. Las once menos veinte. Su estómago hizo un giro extra mareo, y él puso una mano temblorosa y sudorosa en el espejo, tratando de estabilizarse. Era casi igual que cómo se sentía antes de cada entrevista de trabajo que había tenido, la horrible sensación ponderada de no ser lo suficientemente bueno, de no estar preparado.
“Tal vez debería escribir algo de esto.”
Él-
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-se apoyó débilmente contra la endeble pared del cubículo, escondido de la mesa junto de la fotocopiadora por un árbol del caucho enfermizo y descuidado, que tenía casi ningunas hojas pero estaba casi tan alto como él. Se sentía mareado, le zumbaba la cabeza como si no estuviera recibiendo suficiente aire, y deseó tener una bolsa de papel o algo para respirar. No estaba del todo seguro de por qué se suponía que respirar en una bolsa de papel te haría sentir menos ganas de desmayarte, aunque supuso que era una táctica de distracción, que la idea era que estabas tan preocupado por el culo que parecías resoplar en una bolsa de papel que dejaste de pensar en lo que fuera que te estaba haciendo sentir ganas de desmayarte.
Ahí estaba. Exactamente a tiempo como siempre, podrías poner tu reloj por ella, si tu reloj no fuera más o menos roto por estar dejado caer en una taza de fideos. Incluso por su pánico, se sentía una patada de gusto simplemente ver a ella, como si fuera una vieja amiga que no se había visto por algún tiempo, y era irónico hasta el punto de crueldad que estuviera tan asustado de tratar de hablar con ella debidamente, porque era lo que quería hacer sobre todo. Simplemente hablar con ella, escuchar su voz, saber qué pensara sobre cosas aparte de las rosquillas, tal vez incluso oír aquella risa asombrosa.
Ya no había exactamente logrado tener una conversación auténtica con ella, pero había dicho algo hace dos semanas y tres días- no podía recordar qué había dicho y estaba bastante seguro de que no fue algo especialmente inteligente ni perspicaz, pero ella actualmente había reído y eso había sido brillante. Si alguna vez terminó siendo una película sobre su vida- sí, por supuesto, no era la más probable de las posibilidades en este punto, pero nunca se supo- esa parte definitivamente estaría en el carrete de los mejores momentos.
La primera vez que había visto a ella, inmediatamente se había creído estar enamorado- amor a primera vista, la mítica cosa que de que todos siempre hablaba, la grande A, el verdadero. Eso había sido ingenuo de su parte, sabía ya. No podría saber que amaras a alguien solo por verle una vez a través de una pila de rosquillas bien ordenadas. El amor tenía muchas capas, era profundamente complejo y confiaba en un nivel desconcertantemente íntimo de comprensión del corazón y el alma de una persona, todas las autoridades relevantes estuvieron de acuerdo en ese punto. No, definitivamente necesitarías toparse con ella por lo menos cinco o seis veces antes de estar seguro de algo tan importante como eso.
Ya hacía casi tres meses desde aquel primer día. Todavía tenía miedo de estar descubierto mirando boquiabierto a ella, especialmente ya que había dado cuenta de cuán aguda era, cómo nunca se perdía un truco incluso cuando tratando con pedidos complicados de otros departamentos o comedores quisquillosos o personas que siempre cambiaban sus decisiones- todo a la vez.
Siempre pedía lo mismo, sin importar si realmente le apetecía o no, en parte para hacerle el día un poco más fácil, pero sobre todo solo para ese pequeño momento dulce en el que podía decir 'lo de siempre' y ver la leve sonrisa de respuesta que le dijo que lo recordaba.
‘Hola.’ Empezaría con ‘Hola.’ Siempre era una apuesta segura, y lo tomaría desde allí. Incluso si ella dijera no- y había considerado ponerse a ejecutar los números en eso, pero había sido demasiado deprimente y nunca había se le dado bien las probabilidades de todas formas- incluso si ella dijera no, al menos sabría que lo había intentado.
Se tragó, revolvió el pequeño fajo de notas pegado a su mano sudorosa, y estuviste a punto de dar un determinado paso primero desde atrás del zanquilargo árbol del caucho, cuando alguien detrás de él dijo su nombre.
“¿Wheatley?”
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Batas blancas, eso fue lo primero que registró, y la pequeña parte de su mente que estaba lo suficientemente [serena] como para seguir pensando en la autoconservación gritó una advertencia ahogada. A su alrededor, sus colegas de repente recordaron otras cosas para ir y estar ocupados en diferentes partes de la oficina, alejándose de él como arcos más pequeños virando de una tormenta.
“Ah… quieren hablar contigo,” dijo su colega del cubículo al otro lado del camino, incómodamente, de junto los tres científicos, antes de largarse avergonzado.
El primero científico parecía impaciente, la mano extendida ya para su insignia de identificación. Lo desabrochó y lo pasó, porque era lo que hacías, lo que tenías que hacer, y echó un vistazo nervioso sobre el hombro hacia la fotocopiadora.
“Umm… ¿sí?”
El científico escaneó su insignia- bip- levantó los ojos, le dio una sonrisa delgada.
“Ven con nosotros, por favor.”
Si hubiera estado pensando claramente, podría haber estado más preocupado. Al fin, la última vez que esto había ocurrido- el escaneo biométrico cosaja- se había convertido en una experiencia extremadamente desagradable, la especie de experiencia extremadamente desagradable que causa inexplicables hematomas en los tejidos profundos y hemorragias nasales. Si hubiera estado pensando claramente, podría haber incluso tratado de preguntarles para qué lo necesitaban, si había hecho algo mal (siempre una posibilidad, era consciente de eso)- pero su cabeza todavía estaba llena de ansiedad esperanzadora y el pequeño fajo de notas estaba arrugado en una pequeña bolita húmeda en la palma, y todo lo que realmente podía pensar era si sería capaz de regresar antes de que ella se fuera o no, porque si perdía su oportunidad hoy, ¿quién sabía cuándo lograría reunir el valor suficiente para intentarlo otra vez?
Fuera lo que fuera esto, esperó que no tardaría mucho.
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Chell sacudió su mano punzante, apretando los dientes. El acto de sacar el cable del cuello de Wheatley había generado una corta lluvia de gruesas chispas de color azul luminoso, chasqueando perversamente contra su piel, pero más fuerte y aguda fue el impacto total de ver-
Dio un pequeño paso aturdido atrás, y se apoyó contra la mesa.
Ella misma. Ella misma, en su mente. Ella misma, muy, muy antes de sus propios recuerdos más tempranos. Había pensado que probando el cable fuera un tiro largo, realmente solo había esperado poder usar la pequeña portátil para tener acceso a los archivos de registro que él había mencionado, si tuviera suerte- pero en lugar de eso, había tenido mucho, mucho más de lo que esperaba.
Por supuesto, ya se había visto a sí misma de fuera. No era tan tímido como indiferente a la cámara, al menos que las cámaras estuvieran dirigidas específicamente a ella con una intención menos que amistosa, momento en el que tendía a volverse hostil a la cámara y (cuando era posible) francamente destructiva de la cámara. Eaden, a pesar de todas sus dificultades de comunicación, no tenía problemas tecnológicos; podía que no fuera tan avanzado como los pueblos y ciudades más grandes, pero había cámaras, fotografías, e incluso películas caseras en ocasiones especiales. Había una videocámara Cinefour vieja y tosca en su maltrecho estuche debajo de las escaleras- una vez se la había cambiado a Garret, por capricho- y un cuadro congelador en la encimera de la cocina junto al pato de arcilla lleno de bultos, reproduciendo sin cesar los mismos momentos de ella y Romy en un festival, su amiga riéndose, estirándose una y otra vez para enderezar el florido mechón de hiedra que estaba a punto de caerse de su cabello, los gemelos amontonados en la parte inferior del marco, coloridos borrones casi idénticos de sonrisas y serpentinas de papel y perro sobreexcitado.
Además, se había visto como habían pocas personas- pocas personas en cualquier tiempo, cualquier lugar. Había mirado por agujeros en el universo mismo, había tomado un atajo furtivo alrededor de las leyes de la física y visto destellos de sí misma sin el filtro de segunda mano de una lente o un espejo. Ella no era ajena a su propia apariencia. La diferencia, la diferencia que casi la derribó, que hizo que su corazón latiera con fuerza, era el tiempo.
La mujer que había visto en el recuerdo de Wheatley no tenía ni idea del horror acechando en su futuro, ninguna idea de que sería sacado- tragado viva- escupido en un mundo demente, estéril, y sin sol donde la única regla era la supervivencia. No había cicatrices en sus brazos debajo del desconocido suéter azul, ni líneas de quemaduras o metralla en las manos pequeñas y rápidas que clasificaban los paquetes envueltos en plástico sobre la mesa de la oficina. No había cicatrices en su mente- estaba a gusto en esa oficina sorda, opresiva y blanquecina, no se habría estremecido ante el sonido de la fotocopiadora al encenderse, o el eco metálico del sistema de anuncios públicos. Si hubieran estado frente a frente, la mujer que había visto en el recuerdo de Wheatley la habría mirado confundida, las hebras grises en el cabello oscuro justo encima de las orejas, las manchas oscuras debajo de los ojos, la dureza en ellos.
¿Qué le pasó?
Aperture había pasado. La Ciencia había pasado. Ella había pasado. Y ahora parecía que había estado correcta, que lo mismo había pasado a él, que Wheatley era tan víctima de Aquél Lugar como ella, pero esto- esto vistazo de su antiguo yo- era absolutamente lo último que esperaba encontrar.
Moviéndose lentamente, con una torpeza inusual, palpó el borde de la mesa y encontró la silla de mimbre. Crujió debajo de ella mientras se dejaba caer en él, su mente zumbaba, una especie de dolor de cabeza agudo y seco que salía de la nada y mordía vertiginosamente la parte posterior de su cráneo como un fuerte drenaje de cabeza.
Ella había- había sido- era-
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Ella estaba contenta de no trabajar aquí abajo.
Aquí abajo, todos tenían miedo. Podía sentirlo, casi podía olerlo, todos estos drones grises correteando boca abajo entrando y saliendo de sus pequeños cubículos como un mecanismo de relojería sin espíritu. Todos tenían miedo, incluso los científicos, chispas luminosas en un mar de mundanidad corporativa, brillantes como espejos rotos. Sabía que los drones tenían miedo de los científicos y de las cámaras que los observaban implacablemente desde todos los rincones, pero no tenía ni idea de a qué le tenían miedo los científicos. Siempre tenían prisa, apenas tenían tiempo de comer lo que les traía. A veces, dudaba que alguna vez fueran a casa.
Nunca le gustó viajar en los fríos tubos del ascensor hasta la colmena mecánica de color blanco grisáceo, con los oídos destapados mientras estabilizaba las cajas en el estante con ruedas, sintiendo que la superficie disminuía sobre su cabeza. No le gustaba estar aquí abajo, rodeada de estas personas asustadas y de rostro aburrido que ni siquiera la miraban, ni siquiera la veían porque hacía mucho tiempo que se habían vuelto ciegos a cualquier cosa que no fuera una amenaza. Sabía que algo andaba muy mal aquí, aunque ella, una extraña, nunca podría tocarlo del todo.
Nadie hablaba nunca de ello, no directamente, no en voz alta- pero ella era aguda y rápida y la gente tendía a pensar que estar callado era lo mismo que ser sordo, por lo que escuchaba las cosas de la misma manera. Captaba susurros debajo de las escaleras, vio cosas garabateadas en los azulejos, cosas manchadas con lejía pero todavía medio legibles. Este lugar estaba lleno de indiferencia asustada e insensible, la gente se sentía aliviada de que no fueran ellos pero todavía aterrorizados de que pudieran ser los siguientes. Nunca podía soportarlo por mucho tiempo, siempre era extra eficiente (y eso, para ella, era impresionante)- acortando los segundos cada vez antes de poder subir al ascensor a la superficie y ver el cielo de nuevo.
Él era lo único que nunca la hacía sentir incómoda por estar aquí abajo. Tenía miedo- estaba tan asustado como el resto de ellos- y era terriblemente incómodo con ella (o tal vez era así con todos), pero era esperanzado y sincero y siempre la miraba, la veía, la hizo sentir humana. Después de la primera vez, siempre pedía lo mismo y siempre tenía el cambio exacto, y siempre parecía estar a punto de decir algo más, pero nunca lo hizo. Ella siempre sonreía, de todos modos, para que las cosas fueran más fáciles para ambos, antes de dirigirse a su próximo cliente, y así fue durante los pocos meses que lo conoció. Pensaba que, si era importante, él lo abordaría pronto.
Nunca lo hizo.
Un día, no se presentó en la mesa junto a la fotocopiadora. Después de que finalmente se agotó, recogió su caja vacía y caminó los pocos pasos por el pasillo gris de la oficina hasta el pequeño cubículo que sabía que le pertenecía a él. Dejó su rosquilla frente a su teclado, justo al lado del pájaro de plástico que se balanceaba, y echó una mirada curiosa al espacio muy pequeño y desordenado en el que trabajaba. Nada inusual- un calendario, algunas fotografías clavadas debajo, un deslizamiento de tierra desorganizado de papel y notas y manuales técnicos.
“No te molestes,” dijo alguien, justo cuando ella se giraba para irse. Miró al otro lado del pasillo, al cubículo de enfrente. El ocupante estaba sentado en su silla, de espaldas a ella, mirando su monitor. No se dio la vuelta.
“Redactado,” él dijo. “Habrá alguien más allí la próxima semana. O no. Como se quieran.”
El monitor, ella se dio cuenta, estaba apagado.
“Mejor que no sepas,” dijo en la misma voz plana. “Lo siento. Tengo una fecha límite.”
Ella se fue. Durante el resto de la semana, ella volvió sobre sus pasos una vez que se habían vendido el resto de las rosquillas, y dejó sentado suyo en su escritorio, pero la voz de la fatalidad de al lado resultó ser la correcta; él nunca regresó y, a la semana siguiente, ella entró y descubrió que su cubículo estaba despejado de todo menos de la computadora y la silla. También había una nueva persona allí, alguien con una cara inexpresiva e incolora que miraba directamente a través de ella.
Ese día, subió en el ascensor a la superficie como de costumbre, deseando que subiera, consciente de que sentía un poco más de tensión en su interior, un poco más de urgencia. El alivio, cuando por fin salió, fue una oleada agridulce, inesperadamente fuerte.
Ella estaba muy contenta de no trabajar aquí abajo.
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Chell volvió a sí misma con una sacudida, se tropezando a pie y sonsacando un ruido espantoso, como un leopardo en el dolor, de los tablones chirriantes. Wheatley gimió y se ajustó otra vez, las rodillas apretadas al pecho más fuerte, un brazo desplomado protectoramente sobre la nuca. Por instinto, ella dejó caer el cable, enganchó la portátil hacia ella misma, y pateó ambos ordenadamente abajo del sofá.
Todavía estaba vibrando por el choque, la cabeza zumbando, completamente aturdida. Hasta ahora, nunca recordó alguna parte de su vida de Antes. Siempre creía que esa parte de ella estaba muerta hace mucho tiempo, matado por la estasis y el trauma, erosionada completamente de su dañada mente.
Lo que acababa de experimentar no fue un recuerdo- no, no podía llamarlo así. Había sentado como los pensamientos de una extraña, una mujer que nunca había conocido, recordando un lugar que nunca había visto- pero aún había sido suya, no pertenecía a alguien más, de su propio pasado. Estaba borroso y desvaneciendo rápidamente, pero se lo aferró instintivamente, el malo y el bueno- la tensión y el miedo sin forma de ese profundo lugar, oficinas grises y gente gris y una sonrisa grande y preocupada y cálida-
Wheatley. Eso tenía sentido perfecto, también, ya que ella tenía todas las piezas. Su avatar, este modelo que el dispositivo le buscó, no era solo un cuerpo casual que pasara a convenirle en un grado asombroso, ni la idea de un ordenador de un aspecto apropiado para él, como un tema de escritorio con anteojos. Era su cuerpo, una recreación digital de su propia carne y sangre, esculpido en luz sólida- porque ella tenía razón, actualmente había tenido un cuerpo real, había una vez. Un cuerpo humano.
Había sido humano.
A pesar de su torpeza, a pesar de la incomodidad clara que le causaba estar atrapado en esta forma, realmente era suyo. En ciertos sentidos, era mucho más suyo que la pequeña bola metálica nunca había sido, aunque había residido en esta cosa durante décadas, por lo menos el tiempo completo que ella había estado en el Centro de Relajación, y todavía no estaba seguro de cuánto tiempo eso fue exactamente.
¿Cuántos años había tenido él? Por una adivina aproximada, ella pensó que podía haber estado balanceado igualmente entre treinta y cuarenta, aunque los huecos suaves y preocupados de sus ojos y las rayas bien dibujadas de tensión a las comisuras de su boca le inclinaba ligeramente hacia este último. No era que importara, ahora. Las máquinas no tenían ningún concepto real del pasaje de tiempo, y la luz no envejecía.
Chell empujó una bobina suelta de cable más lejos bajo el sofá con el pie, mordiendo el lugar dolorido al lado de la lengua. Se sentía abarrotada de repente, demasiado estrecha, claustrófoba en este pequeño espacio, a pesar de que era seguro y suyo.
Usualmente era muy lúcida, consciente de sus propios pensamientos y sus propias motivaciones, cada uno dividido y ordenadamente mantenido bajo control, como archivos en una carpeta particularmente bien organizada. No estaba acostumbrada a la confusión. Después de un choque como este, necesitaba espacio para respirar, tiempo para reorganizarse.
Lo más extraño de todo, ella se dio cuenta, quería hablar con él sobre ello, decirle lo que había visto, explorar esta conexión estrafalaria y fracturada entre los dos- ¿y no era por eso que había hecho esto? ¿Para probar que era más que solo un dispositivo de Aperture?
Alcanzó para su hombro- y se detuvo.
No había ninguna garantía de que lo recordaría. No había ninguna garantía de que le creería- podría ser un mentiroso empedernido, pero estaba muy feliz de rechazar la verdad cuando no le convenía, y negarla rotundamente cuando se interponía en el camino de lo que quería creer. Se dio cuenta de que no quería verlo rechazar lo que había encontrado. No quería escucharlo tratando de explicar su pequeño estallido frágil de no-exactamente-recuerdo, el pasado que ambos habían perdido. Por una vez, la elección era suya.
Se retiró en silencio hacia la puerta, tomando su cómoda camisa vieja del clavo atascado en la madera. Por mucho que se diera cuenta de que quería su compañía en ese momento, por mucho que solo quisiera escuchar sus jerigonzas tranquilizadoras mientras se alejaba de su sorpresa a su lado, simplemente no confiaba en él lo suficiente como para arriesgar su reacción a lo que ella había visto, y la forma en que se sentía al respecto- no. Ella no confiaba en él lo suficiente para eso.
El problema era- y sí que era un problema, Chell era demasiado lógica y razonable para un impulso tan claramente ilógico y tonto a no ser un problema por ella- el problema era que quería mucho, mucho hacerlo.
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Él soñaba.
Cortado de la conexión, la llamada y respuesta alienígena de la pequeña construcción obstinada que no era Aperture conectada a su mente, sus recuerdos saltaron y se dispersaron, deslizándose por caminos suprimidos durante mucho tiempo y directorios raíz ocultos, a través de ventisqueros de archivos corruptos, fragmentos irregulares de sonido, vista, sensación- dolor-
Voces.
“Pentotal, seis miligramos. Aún hay respuesta motora-”
“Bueno, trata de relajar- esto podría doler un poco-”
Sí que lo hizo, le dolió mucho, peor que nada y ni siquiera comprendiera, porque no le podía estar pasando, no había hecho nada, nada mal-
“¿-tiene de especial? Archivo dice que es solo un don nadie de TI, aún no es-”
“¿Has visto todas estas notas? Piensa que debemos arrancar los generadores para hacer espacio para una cancha de squash. Esa y casi un millón otras ideas tontas-”
“-la perfecta distracción-”
“-Ella-”
Oscuridad, aplastante y absoluta, y voces, y luego el dolor empezó de nuevo, y cualquiera le habían dado, no estaba suficiente pero no podía decirles porque había algo malo con su garganta, con su boca, no podía hablar-
“-¿quién le importa? Almacenamiento profundo, como las demás-”
“-cálmale o perderemos la función cerebral por completo-”
“Marca dos, calibrando-”
Y luego podía, tenía su propia voz de nuevo pero era todo mal, algo era terriblemente mal y solo había una cosa que quería, necesitaba, tenía que hacer-
“Jesús, alguien hacer algo, me duele los oídos-”
Y ahora esto, esto no dolía pero no lo hacía mejor que el dolor, este sentimiento, esta sensación insoportable y drenaje de rasgar, pedazos enormes de quien era se arrancando en la oscuridad como fragmentos de vidrio de un panel astillado, y ni siquiera sabía qué eran porque en cuanto que se habían ido, apenas podía agarrar el hecho de que aún habían estado ahí. Y todo lo que podía pensar era porfavorporfavorporfavor nononononono quiero ir a casa quiero ir a casa por favor- y no sabía dónde ni qué ‘casa’ era ya pero el pensamiento persistía, una letanía desesperada sin sentido de tengo que salir tengo que salir tengo que tengo tengo tengo-
“-tres veces ya, semanas por el desagüe, está siendo ridículo. No necesitamos ninguna de estas cosas. Con tal que hable y genere ideas malas-”
“-excisión completa, supresión total del recuerdo-”
“-es un positivo en el reenrutador cognitivo-”
“Prueba ahora.”
Y después-
Vacuidad.
La paz, vacía y dichosa. Un débil, débil sentido de algo que se había olvidado, tal vez, o algo que había querido hacer, pero con tanto horror sombrío y simple tan reciente no quería recordar, ni siquiera quería tratar, tan mucho mejor no saber, no saber nada, no pensar y no doler y solo ser casi nada en absoluto-
“Creo que está conseguido. Apágalo.”
[error: archivo corrompido]
[guardando en disco, por favor espera]
[reiniciando…]
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“¡NO! ¡NononononononoNO!”
Alguien estaba gritando. La oscuridad ya no era absoluta- tenía forma, ahora, no un vacío desorientador sino un espacio pequeño y cálido, luz débil y ambarina de algún lugar y el oler de pan nuevo. Aun así, Wheatley apenas pillaba dónde estaba- apenas reconocía el sonido de su propia voz.
“¡No es verdadero, no es verdadero!”
Se estremeció convulsivamente, agarrándose la cabeza, balbuceando fragmentos rotos de tonterías, negación, rechazo total. Sus pensamientos- su mente, cedieron ante la borrosa e informe avalancha de horror, formando un arco como un desnudo alambre caliente, como el núcleo dentado de un diente roto, y rodó sobre la alfombra raída, arrastró un manojo en un puño estrangulador, gritó otra vez, un aullido único y largo sin palabras de consternación ultrajada.
Durante la mayor parte de su vida, había sabido que no estaba completamente a la altura. Nunca había sido capaz de admitirlo por completo, y mucho menos aceptarlo, pero aun así sabía en el fondo de su mente, en esa muy pequeña parte tranquila y despiadada de él que se negaba a hacer la vista gorda ante todos sus fracasos, que llevaba una cuenta cuidadosa de cada uno de ellos. Odiaba esa parte y por lo general pretendía que no existiera, optando en cambio por confiar en su considerable provisión de optimismo, su acelerado entusiasmo espontáneo y su incapacidad total para distinguir una buena idea de una terrible.
Por lo todo, cada vez que sus pensamientos se habían desviado hacia áreas inusualmente lúcidas, cada vez que el desfile interminable de desastres autoinfligidos realmente había comenzado a deprimirse, siempre se había consolado con el hecho de que no era su culpa que fuera así, que había sido diseñado para un propósito y que, algún día, descubriría cuál se suponía que había sido ese propósito, y fuera lo que fuera, sería perfecto en eso, tal como habían dicho que era, y todo sería...
Se acurrucó lentamente en una bola de nuevo, las manos aún atrapadas en los pliegues agrupados de la alfombra, balanceándose en pequeñas estocadas cortas y espasmódicas de un lado a otro. También le dolía la nuca, un tipo de dolor peculiar y arrastrante, debajo de la piel.
Batas blancas. Una planta, enferma y sin hojas, creciendo bajo débiles luces fluorescentes. Un chapoteo de agua en los azulejos, el destello de una aguja, un brillante rizo de papel retorcido por el sudor, y- y-
“-nononononono… por favor…”
Tenía sentido perfecto, ya que él tenía todas las piezas. Era verdadero. Ella aun le había abiertamente dicho, pero no había querido escuchar, solo lo había despedido una y otra vez como solo otra de Sus pequeñas mentiras tontas y maliciosas.
¡Eres el cretino que crearon para atontarme!
Oh, había sido perfecto para el trabajo, de acuerdo. No lo suficiente bien para actualmente tener éxito, no, oh no, pero aún, pequeña maravilla que nunca había conseguido la caída de las cosas allá atrás en las instalaciones, incluso cuando se le habían dado el poder y el control prácticamente en un plato, pequeña maravilla que no podía hacer algo bien aun ahora, que se sentía tan fuera de lugar e inútil aquí fuera, entre estes humanos.
“¡No es justo no es JUSTO! Me dijeron que era- me- ¡me dieron una pegatina!”
Habían mentido.
No quería saber, pero era demasiado tarde para parar. Entendía. Ni siquiera una construcción auténtica, como los otros núcleos, como Kevin, como Ella. No era humano. No era ninguno, menos que cualquiera, diseñado para ser inútil, para molestar y distraer, un puño imbécil de grava en los engranajes de una máquina por lo demás perfecta.
Esfera de Atontamiento. Hecho para inhibir a quienquiera estuviera atascado, hecho para detenerle, para aferrarse como un tumor y interrumpir sus pensamientos con balbuceo tonto e ideas estúpidas. Lo peor de todo, el humano en sus recuerdos- lo que había andado pareciendo como lo hacía ahora, hablando con su voz- podría haber sido menos que brillante en el esquema de las cosas, ni Einstein ni Hawking ni- ni Chell, pero había sido él mismo, había sido entero, y había tenido esa cosa, eso simple humano ¿por qué no? que lo había animado a hacer todos tipos de cosas locas solo porque le ocurrió que podría. Wheatley lo odiaba, lo odiaba, ese cabrón presumido con su cara, el humano cuyos recuerdos aún se agolpaban en su mente, todos los sueños que había olvidado, revoltijos de retazos de otra vida que hacían una burla de todo lo que era solo por estar allí.
Se arrodilló en silencio sobre su costado en la alfombra. Era una bonita alfombra- plana, bien hecha, cómoda y reconfortante. Dudaba que estuviera rebajando mucho su inteligencia. Al ser una alfombra, su nivel de destreza cognitiva probablemente era bastante bajo para empezar, lo suficientemente bajo como para que él no fuera una gran carga para su capacidad de continuar siendo una alfombra con éxito. Tal vez, si prometiera quedarse callado y no hacer nada, podría quedarse aquí, en la alfombra, hasta que dejara de ser una alfombra o él dejara de ser él.
Preferiblemente esto último.
Después de un rato, se dio cuenta de que algo se estaba cavando en su hombro, presionando en exactamente el lugar más incómodo y haciendo que el dolor misterioso en la nuca fuera aún peor. Extendió la mano con los dedos entumecidos y encontró algo allí, algo plano y metálico bajo su mano, rectangular- y algo más, un lazo largo y enredado, desenrollado cuando arrastró la parte oculta de la alfombra de debajo del sofá.
Torció el cuello, se levantó sobre un codo lo suficiente para ver lo que fuera- y miró fijamente.
Wheatley había perdido muchas certezas, últimamente. Algunos de ellos habían sido buenos de perder, como la certeza de que iba a estar flotando indefenso en el espacio (y estar recordado del hecho de manera continua y excitante) por el resto de su vida, o la certeza de que nunca podría llegar a cualquier lugar sin raíl ni mano amiga; y algunos de ellos habían sido francamente horribles de perder, como la certeza de que tenía que ser bueno para algo, o que todo estaba más o menos destinado a salir bien al final.
Ya no le quedaban muchas certezas, pero aún tenía esto, al menos- podía reconocer un dispositivo de Aperture cuando lo veía.
Lento como un sonámbulo, su mano se arrastró y tocó la certeza de tres clavijas con rayas blancas del cable del conector.
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