Tumgik
#sonriéndonos el uno al otro
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Esperándole en vano
Y a pesar de que sabía que no llegaría, aún así esa tarde le esperaba... Cuando la mesera se acercó para preguntar qué iba a tomar, le pedí sólo dos tazas de café americano, de las mismas que tomamos en nuestra primera cita... Me observó, creyendo que me había equivocado al ordenar, pero le reafirme mi petición...
Allí estaba yo, triste, esperándole en vano, sin ganas de nada, sólo con las ganas de verle por última vez...
Tenía la mirada perdida, desolada, inundada por los oleajes que causaban los recuerdos y los síntomas del desamor, síntomas que ahora dolían más que el vinagre en las heridas.
El café me sabía más amargo de lo habitual, y frío... Pasaron los instantes, y no llegaba, anhelaba que mi taza de café fuera eterna, que no se terminara nunca, porqué en el fondo de mí, dentro de lo más recóndito de mi ser, aún había una pequeña brasa ardiendo de esperanza, de que iba a venir a despedirse de mí...
La mesera se paró a mi lado, para preguntarme si necesitaba algo más, y por unos instantes sólo la miré a los ojos, para mirarme en su reflejo; y después le dije: "Sólo la cuenta, señorita- cuando se dio la media vuelta le repetí- la cuenta, y de paso un bolígrafo, y un pedazo de papel". Y ahí, sobre la hoja en blanco escribí lo siguiente:
"Aquí, en éste lugar, empezó, y aquí mismo ha terminado todo. Ese día hice hasta lo imposible para venir a conocerte, como pedir dinero prestado para el pasaje, y comprarme ropa nueva, y este par de zapatos negros... Escribo estas letras, sabiendo de antemano que no las vas a leer, y que en un momento más, la chica que me atendió, sabrá lo que ellas intentan frustradamente expresarte, entonces, sólo entonces comprenderá el porqué le pedí dos tazas de café... Posteriormente, tirará éste papel, con algunas gotas de agua salina, al bote de la basura; ojalá así de fácil fuera tirar todos los recuerdos y sentimientos que tengo contigo, y para contigo... Te escribo porqué ya no encuentro otra manera para despedirme, si no esta, que es la menos dolorosa, y en la que he encontrado un poco de desahogo para éste llanto amargo que a diario me está consumiendo lentamente, dejándome un enorme vacío en el alma... No sabes lo difícil que la he pasado en éstos días, sin ti... Intento no pensar en todo lo que tenga que ver contigo, incluso en cada letra que lleva tu nombre... Quise mudarme a otra ciudad, porqué en todos y cada uno de los lugares que anduvimos de la mano, se ha quedado inmerso tu recuerdo; y te veo, y me veo junto a ti, sonriéndonos el uno al otro, y ya no puedo con ello, por eso quise huir a otro lado, donde nadie me conozca, ni te conozcan, ni me hablen o pregunten por ti, pero cuando estaba a punto de marcharme escuché mi propia voz decirme: "¿Por qué huyes de esa persona, sabías que te seguirá a donde quiera que vayas, porqué aún la llevas dentro de tu corazón?". Así que decidí quedarme en el departamento, donde solíamos conjugar el verbo amar en todos sus tiempos verbales... Te quiero, lo sabes, y que mejor manera de demostrártelo que alejándome de tu lado, para que seas muy feliz con ésa persona, que es mucho más joven, y atractiva que yo, a mí ya me da por dormir después de hacer el amor... Constantemente te preguntaba si te había gustado físicamente ése día que me viste por primera vez, y aunque siempre me respondías que sí, algo me decía que no, que te quedaste conmigo por compromiso, y hoy me doy cuenta que tenía razón... Sólo olvídate de mí, de nuestro lenguaje inventado que sólo tú y yo sabíamos el significado de cada palabra, sonido, gesto y expresión; olvídate de todo, por favor... Y, si un día te da por extrañarme, piensa en que jamás llegué a ésta cafetería aquel día en que nuestras miradas se besaron, y se juraron amor eterno, antes que nosotros lo hiciéramos... Al menos quiero mantener la ilusión de que así fue En Fin, yo estaré bien, aún creo en mí, me tengo a mí misma, y eso es lo que importa... Por lo que más quieras en la vida, no me busques, por favor.... ¡Adiós...!"
Abandoné el lugar lo más rápido que pude, sin antes voltear hacia atrás para mirar su taza, junto a mis letras, e imaginar que estaba allí, sentado, en la misma mesa de aquella primera vez, sonriendo, como solía sonreír cuando bebía café..
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komorebich · 3 years
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Capítulo 14| 65horas ChanHun
CAPÍTULO 14 ―Yo estoy... empezando a ver los beneficios
de un reloj con cuenta atrás.
Caminé de vuelta a mi oficina aturdido. Conseguimos el contrato Lurex. Y Sehun salió. Mi cabeza daba vueltas, y creí que necesitaba sentarme un rato.
Me deslicé en mi silla de escritorio, mi cabeza cayó hacia atrás y mis ojos se cerraron.
Oí mi puerta abrirse y la voz baja de Irene.
―¿Chanyeol?
Abrí los ojos. Estaba de pie en la puerta, con Irene, ambas con los ojos como platos, sorprendidas, pero sonriendo.
―¿Lo vieron?― pregunté.
Ellas asintieron. ―Sehun... El Sr. Oh.. ― Irene dijo, aparentemente sin encontrar las palabras.
Hice un gesto con la mano para que entraran, y cuando la puerta se cerró detrás de ellas, miré a Sunhee.
―¿Estará bien?― ella supo que me refería a Sehun.
Sabía que su padre le había abrazado, lo vi. Pero aun así estaba preocupado por él.
―Si Sehun sale de allí disgustado, juro que...si su padre hace esto más difícil para él...
Sunhee negó con la cabeza. ―No, Chanyeol, no lo hará. Estoy segura.
―¿Oyeron algo de lo que le dijo?― pregunté. Irene negó.
―Apagamos el monitor cuando el Sr. Oh lo abrazó y salimos.
Sunhee me preguntó, ―¿Sabías que era gay?
Asintiendo, le dije, ―Él me lo dijo.
Ella sonrió.
―Le dije que debía decírtelo.
Miré a Irene y ella me explicó: ―Nunca lo supe con certeza, él juega al chico hetero muy bien, pero Sunhee me dijo el viernes por la noche, cuando salimos de la casa de Sehun, que debíamos dejaros solos. Y entonces lo supe, sin ninguna duda.
Miré a Sunhee. ―¿Cuándo te lo dijo?
Ella movió la cabeza.
―Larga historia, pero basta decir que un fin de semana cuando estábamos trabajando juntos, yo...― puso una mueca, ―...coqueteé con él, y él parecía horrorizado. Supongo que bastante.
Yo me reí. Horrorizado. Podía imaginármelo.
―Ouch ― Irene dijo.
Sunhee asintió y rió.
―No fue tan incómodo como podría haber sido. Entonces yo era la única en la que podía confiar.― Añadió tranquilamente.
Hubo un momento de silencio entre los tres. Todavía no podía creer que simplemente saliera y lo dijera con su padre oyéndonos. Me preguntaba qué le hizo hacerlo, cuál fue el factor determinante, e hice una nota mental de preguntárselo cuando tuviéramos dos minutos a solas.
Sonreí ante la idea de estar a solas con él. Le dije, dos veces, que quería verlo fuera del trabajo. Y lo hice. La palabra 'cita' incluso se había mencionado...
―¿Qué es lo que te tiene todo sonriente?― preguntó Irene, mirándome.
Ni siquiera me había dado cuenta de que estaba sonriendo. Jodido infierno, parecía un emocionado chico de secundaria.
―Nada,― dije, aunque pensé que ellas podían suponerlo. ―Vamos a organizar esto,― sugerí, mirando a la pila de papeles y archivos. A pesar de la grave falta de sueño, me sentí algo excitado. Di unas palmadas, ―Ahora comienza el verdadero trabajo.
Hubo un rápido golpe en mi puerta antes de que se abriera, y la sonriente cara del Sr. Oh me saludó.
―Chanyeol,― dijo, entrando en la habitación. ―¡Tienen a Lurex!― gritó.
―¡Por supuesto que lo hicimos!― dije con una sonrisa. Seguí guardando los archivos en mi escritorio mientras le hablaba. ―Sehun ya lo tenía. Desde la primera palabra que dijo, los conquistó.
El Sr. Oh miró hacia la puerta, mis ojos automáticamente siguieron los suyos y vi a Sehun allí de pie, escuchando.
―Tú pusiste tu parte, también,― dijo, entrando despacio. ―De las tres partes de la campaña, dos eran tuyas.
Él me sonrió. Parecía cansado, exhausto, en realidad. Le devolví la sonrisa.
―La modestia realmente no encaja contigo,― dijo el Sr. Oh con una sonrisa. Caminó hacia nosotros, realmente entusiasmado, y nos dio una palmada a cada uno en el hombro. ―Sé que dije que quería una reunión con ustedes, pero mejor vayan a casa. Duerman. Ambos. No quiero verlos a ninguno poner un pie en la oficina antes de las 9 de la mañana del miércoles.
―Pero,― empecé a objetar, mirando el papeleo en mi escritorio.
―¿Estás discutiendo conmigo, Chanyeol?― el Sr. Oh preguntó con una sonrisa.
―No, señor.
Él se echó a reír, y casi nos empujó por la puerta. Rápidamente agarré mis cosas, luego me di cuenta de que vine a la oficina con Sehun. Me volví y le recordé:
―Mis llaves, y mi coche están en tu casa.
Él bostezó. ―No hay problema. Te llevaré allí.
―Ok,― dije, y él contuvo otro bostezo. ―Tal vez debería conducir yo,― sugerí.
―Ni mierda,― farfulló. ―No vas a conducir mi coche.― Y con eso, se giró y caminó hacia los ascensores.
Mire al Sr. Oh, Irene y Sunhee. Ellos estaban sonriéndonos. Rodé mis ojos hacia ellos, y seguí a Sehun al ascensor. Cuando entramos y los volví a mirar, los tres estaban observándonos, sonriendo abiertamente.
Había más personas en el ascensor, así que no pude hablar abiertamente. Sin embargo no pude evitar mirarlo y sonreír. Él bostezó dos veces más, y cuando llegamos a su coche en el garaje, bostezó otra vez.
―Ugh,― gimió, sacudiendo su cabeza. ―Estoy muy cansado.
―Dame tus llaves,― le dije tranquilamente. ―Déjame conducir.
Hizo un mohín, pero reticentemente me ofreció las llaves de su coche.
Sehun se dejó caer en el asiento del copiloto, su cabeza descansando en el respaldo, sus ojos cerrados. Parecía cansado, hermoso...tranquilo.
―Sehun,― dije en voz baja, introduciendo el coche en el tráfico. ―¿Estás bien?
―Mm,― farfulló lo que pensé que era un sí. Su cabeza se inclinó, encarándome y sus ojos se abrieron lentamente. ―Sí.
―¿Gran día, eh?
Bufó.
―Se podría decir.― Sacudió su cabeza. ―Salí para mi padre hoy,― dijo, como si yo ya no lo supiera.
Sonreí.
―Y aquí estaba yo, pensando que Lurex era el asunto más importante de nuestra agenda de hoy.
Sonrió, pero estaba callado. Sus ojos estaban medio cerrados, pero me observaba mientras conducía.
―¿Tu padre se tomó bien la noticia?
Sus ojos se cerraron otra vez, y asintió. Pero casi parecía triste. Mis ojos saltaron de la carretera a su cara.
―¿Seguro que estás bien?
Mantuvo los ojos cerrados y asintió.
―Solo realmente cansado.
No lo estaba comprando.
―¿Sehun?― dije, y sus ojos se abrieron. ―¿Dijo algo que te disgustara?
―No,― respondió. ―Me abrazó y me dijo que estaba muy orgulloso de mí, que me amaba...― su voz suave murió en ese momento.
―¿Eso es bueno, verdad?― pregunté, mirando de su cara al tráfico y de nuevo a él.
Asintió, pero luego frunció el ceño. Y supe que algo se había dicho entre ellos, algo que lo disgustó, algo que no quería decirme.
―Sehun, por favor, háblame.
Podía jurar que estaba exhausto, y sus ojos lentamente se cerraron otra vez.
―Se lo tomó demasiado bien,― dijo suavemente. ―Si hubiera sabido que se lo iba a tomar tan bien...me hace preguntarme cuánto tiempo de mi vida he malgastado.
―Hey.― Alcancé y apreté su mano. ―Nada, ni un minuto. No pienses eso.
Él se encogió de hombros, no muy convencido.
―Estoy muy cansado.― Murmuró de nuevo. Echó una cabezada mientras tuve que concentrarme en conducir por unos minutos, y pronto nos acercamos a su casa.
―¿Sehun?― froté su muslo para despertarlo. ―Vamos, te llevaré dentro.
Me gruñó, pero le ayudé a entrar y lo seguí mientras subía las escaleras. Literalmente cayó sobre su cama, completamente vestido. Lo miré por un segundo antes de que decidiera ayudarlo tirando de sus zapatos, revelando un Clark Kent y un calcetín de Superman. Él rió entre dientes y murmuró algo sobre mí y los pies.
―Pensé que estabas dormido,― dije.
Sonrió e intentó abrir los ojos.
―No sé por qué estoy tan cansado,― murmuró.
―Sehun, has tenido unas diez horas de sueño en tres días. Y has salido hoy,― le recordé suavemente. ―Eso es quitarse un tremendo peso de tus hombros. Va a tomar mucho de ti.
Él asintió y entrecerró los ojos cuando gotas de agua se posaron en sus pestañas. Cubrió sus ojos con las manos, tratando de ocultar las lágrimas, pero un silencioso sollozo escapó de él.
Me senté a su lado y retiré sus manos de su cara.
―No tienes que ocultarte de mí,― le dije suavemente, frotando su mejilla con mi pulgar. ―Tienes permitido llorar, Sehun. Estás exhausto, y ha sido un día estresante y de muchas emociones.
Nuevas lágrimas cayeron, y él sacudió la cabeza, traicionado por sus propias emociones. Maldijo suavemente,
―Joder.
Me incliné sobre él y besé su mejilla.
―Está bien, Sehun. Estarás bien.
Él asintió y apretó mi mano. Y sin abrir los ojos susurró, ―¿Te quedas?
Imaginando que probablemente no debería quedarse solo en este momento, me quité los zapatos y me tumbé a su lado. Y por primera vez en toda mi vida, me quedé a dormir con un hombre, no exhausto por el sexo, no en una neblina alcohólica.
Sino sujetando su mano.
****
Estaba muy cómodo. Estaba calentito y muy a gusto, en ese feliz y soñador lugar entre dormido y despierto. Sentí que debería dormir más, pero de alguna manera -un jodido milagro para mí- estaba extrañamente feliz de estar despierto. Hasta que mi cómoda almohada se movió. Y la manta que me mantenía caliente se alejó. Las regañé medio dormido, y luego mi almohada y manta se rieron entre dientes.
Miré hacia arriba, tratando de dar sentido a mis pensamientos, y lo vi.
Sehun. Mi almohada y mi manta eran Sehun; un medio dormido y sonriente Sehun. Gemí y dejé caer mi cabeza de nuevo en su pecho, sus brazos se estrecharon alrededor de mí.
―Me preguntaba por qué mi almohada se movía.
Él se rió otra vez, y pude sentir el sonido resonando en mis oídos. Separándome de él, estiré las piernas. Ambos estábamos completamente vestidos con nuestros pantalones y camisas de traje, y yo estaba tumbado justo al lado de él, nuestros costados casi tocándose. Apoyé la cabeza en mi brazo doblado.
―¿Estás bien?
Asintió y sonrió tímidamente.
―Gracias por quedarte. Y siento haberme puesto tan emocional antes.
―Sehun,― dije, mi voz y mi mirada eran serias. ―No te disculpes. Tú, mi querido hombre, eres un orgulloso y fuera del armario hombre gay. Mantén la frente en alto, ¿de acuerdo?
Inhaló bruscamente y sus ojos brillaron.
―No tengo que ocultarme nunca más, ¿verdad?― preguntó suavemente, una constatación más que una pregunta.
Sacudí la cabeza y le sonreí, y tuvimos otro de esos momentos en los que simplemente nos miramos el uno al otro. Pensarías que ya estaría acostumbrado a ellos. Había tenido tantos con él, pero todavía hacían a mi corazón latir extrañamente. Entonces se estiró y deslizó sus largos dedos a lo largo de mi mandíbula, enviando escalofríos por mi espina dorsal.
―Chanyeol,― exhaló mi nombre, luego me atrajo hacia él para poder besarme.
Abrí mi boca para él. Fue un lento, somnoliento y lánguido beso, labios suaves y lenguas sin prisa. Sus ojos estaban cerrados, y él estaba tan metido en este beso. Su mano se mantenía sujeta a mi mandíbula mientras su otro brazo se envolvía alrededor de mi espalda.
Sin romper el beso, me incliné sobre él, de manera que estaba tumbado encima. Descansé mi peso sobre mis codos y mis manos acunaron su cara. Gimió cuando apoyé mis caderas contra las suyas, nuestros miembros tocándose a través de la tela de nuestros pantalones.
Inclinó la cabeza y abrió más su boca, mientras corría sus manos por mi espalda. Sacó mi camisa de mis pantalones de traje, y luego pude sentir sus manos sobre mi piel, sobre mi espalda, sobre mis hombros. Me agarró. Sus dedos trataron de encontrar su objetivo. Pero mi camisa debía haberse quedado enredada en el camino.
Porque entonces él estaba tratando de deshacer los botones, su boca besó mi mandíbula, y gruñó con frustración. Podía sentir su urgencia por cómo sus manos temblaban.
Retiré sus manos de mi camisa y las puse en sus costados. Sus ojos se abrieron ampliamente, y yo sonreí.
―Despacio, Sehun, despacio,― dije besando su cuello. ―Te dije que quería tomarme mi tiempo contigo.
Él gimoteó, así que di un mordisquito en su nuez. Pude sentir su miembro saltar. Salí de sus manos y me puse de rodillas, una a cada lado de sus caderas. Desabroché los botones de su camisa, lentamente, burlándome. Sus ojos estaban oscurecidos, sus labios rojos y húmedos, pero sonrió perversamente.
―Vas a matarme,― dijo, su voz gruesa por el deseo.
Abrí su camisa y me incliné para dar un pico en sus labios.
―Muchas veces,― susurré, mi nariz tocando la suya. ―Muchas, muchas veces.
Soltó una risita, y yo me tomé mi tiempo desvistiéndolo. Expuse cada centímetro de piel como si fuera un regalo, solo para mí. Presioné mis labios contra su pecho, su estómago, sus caderas, sus muslos. Arrodillándome entre sus piernas, levanté sus pies y le quité los calcetines. Les lancé un adiós a Superman y Clark Kent, haciendo a Sehun sacudir la cabeza y reírse. Todavía sujetando uno de sus pies, mordí el arco perfecto de su pie, arrastrando juguetonamente mis dientes a lo largo de su piel. Sonreía, pero estaba respirando fuerte, sus ojos estaban oscuros.
No tuve ni de cerca el mismo cuidado con mi ropa, arrancándomela rápidamente y tirándola al suelo. Él estuvo desnudo antes que yo, y cuando yo estuve desnudo entre sus piernas, me incliné sobre él una vez más.
―Sehun, dime ahora si no quieres esto...
Sin una palabra, se acercó a la mesita al lado de la cama, abriendo el cajón y sacando un envoltorio de papel de aluminio y una botella de lubricante. Pero yo necesitaba oírselo decir.
―Dímelo.
Su voz era brusca y tranquila.
―Te quiero.― Sus manos acunaron mi mandíbula, mi cuello. ―Quiero que me tomes...fóllame.
Una ola de deseo me sacudió, y yo rocé mi boca contra la suya. Deslicé mi cuerpo contra el suyo, mi lengua contra la suya. El calor y el acero de su polla se frotaron contra el mío hasta que me alejé de él para poder abrir el envoltorio cuadrado y enrollar el condón sobre mi polla. Lo miré, sin más palabras, sin más dudas.
Y entonces lo hizo -esa hermosa rendición. Él extendió sus piernas para mí.
Vulnerable, abierto y entregado, y lo devoré. Besé, lamí y chupé su cuello, sus pezones, su ombligo. Lamí su polla, luego chupé sus bolas en mi boca. Él estaba retorciéndose, gimiendo y suplicando a mi toque, y no oyó el chasquido de la botella de lubricante. Cuando tomé su cabeza hinchada en mi boca, él corcoveó y gimió, y deslicé mi dedo en su culo.
Jadeó y se retorció, y yo chupé y aspiré. Bombeé su eje y tironeé su saco y exploré su culo. Se agarró a las sábanas a ambos lados y arqueó su espalda, y mientras su polla se deslizaba en mi garganta, deslicé un segundo dedo dentro de él.
Gritó y su polla se hinchó en mi boca haciéndome tararear y gemir a su alrededor. Cuando metí un tercer dedo en su culo dispuesto, curvando mis dedos alrededor de su próstata, él corcoveó y jodió mi boca. Con un grito final, Sehun se flexionó rígidamente, y su polla estalló, su corrida caliente y repentina bajando por mi garganta. Me tragué todo lo que me dio.
Violentos estremecimientos rasgaron a través de él, y yo caí hacia adelante sobre mis manos. Mientras él todavía estaba montando en su fuerte orgasmo, yo presioné mi polla dolorida en su dispuesto agujero. Sus ojos se abrieron, sólo para cerrarse lentamente mientras su cabeza cayó de nuevo en las almohadas, su cuello nudoso y tenso. Su polla sacudiéndose, palpitando, goteando.
Empujé cada centímetro de mí en él, y él lo tomó, todo de mí. Dios mío, este era Sehun. Yo estaba follando a Sehun. Lo besé, dejándolo degustar su sabor en mi lengua, follando su boca mientras follaba su culo.
Pero fue lento y sensual, nos balanceábamos y nos deslizábamos. Fue tan jodidamente bueno.
Retiró su boca de la mía y gimió en mi oído.
―Había imaginado esto― susurró.
Retrocedí, apoyándome en mis antebrazos para poder ver su cara. Mis caderas nunca dejando de golpear dentro de él, lentamente, profundamente.
―He estado soñando con esto,― me dijo, gimiendo y arqueándose con cada empuje.
―¿Es como te lo imaginabas, Sehun?― pregunté en su oído. Tome su lóbulo entre mis dientes y lo lamí. ―¿Lo es?
―Mejor.― Jadeó, arañando mi piel con sus uñas romas. ―Joder, tan bueno.
Agarré una de sus piernas, subiéndola, forzando mi polla más profundo dentro de él.
―Ah,― gritó y corcoveó, y pude sentir su polla maciza hincharse entre nosotros.
―Todavía estás duro,― gruñí en su cuello. Estaba apoyado sobre un brazo, sujetando su pierna con el otro, así que le dije, ―Bombea tu polla para mí.
Y lo hizo. Deslizó su mano entre nosotros y trabajó su mano arriba y abajo, bombeándose a sí mismo mientras yo continuaba follándole. No iba a ser capaz de retenerlo más tiempo, él estaba demasiado estrecho, demasiado caliente, y yo estaba demasiado duro, demasiado cerca.
―Otra vez,― dijo con tono áspero. ―Otra vez. Joder. Me voy a correr de nuevo.
Y eso fue todo. Mi auto-control se quebró. ―Síii.― Siseé, caliente en su oído, empujando más fuerte. ―Quiero sentir como te corres mientras estoy enterrado dentro de ti.
Su mano bombeó más rápido, y yo empujé más duro. Estaba justo allí, tan cerca. Empujé fuerte, llenándolo, una, dos, tres veces. Lo besé, larga y profundamente, mientras se corría de nuevo.
Me tragué sus gritos mientras su polla se derramaba, caliente y gruesa entre nosotros mientras su estrecho culo se atenazaba alrededor de mi eje. Lo follé, fuerte, más fuerte, más fuerte, y la habitación giró, y no hubo más sonidos mientras mi polla se vaciaba en el condón.
Mientras flotaba de vuelta a mis sentidos, fui consciente de sentirme caliente, sudoroso y pegajoso y de sentirme muy, muy jodidamente bien. Fui consciente de los dedos como plumas ligeras que trazaban patrones en mi espalda y de los besos en mi pelo.
No quería salir de él. Podría haber permanecido dentro de él para siempre. Pero tenía que hacerlo y, a regañadientes, lo hice. Mantuve mi sujeción sobre él, y él mantuvo sus brazos alrededor de mí como si ninguno de nosotros quisiera que terminara.
Permanecimos así tumbados hasta que nuestra respiración se tranquilizó.
―¿Una ducha?― pregunté.
―Seguro,― respondió. ―Te traeré una toalla limpia.
Me incliné sobre su pecho y sonreí. ―Vas a venir conmigo,― le dije. ― Ni siquiera estoy cerca de terminar contigo todavía.
Él se echó a reír, y yo me levanté de encima y suavemente lo ayudé a ponerse de pie. Le pregunté si estaba bien, y él me prometió que sí.
―En realidad, estoy mejor que bien―, enmendó. ―Mucho mejor que bien.
En la ducha, lo enjaboné y lo lavé, teniendo cuidado extra en su culo. Me lavé el cabello, y besé sus labios, y cuando estuvimos limpios, lo sequé.
Entré en su vestidor y tomé yo mismo ropa. Teníamos altura y construcción similar, así que sus pantalones vaqueros y camisa me quedaban bien.
―No te importa, ¿verdad?― Le pregunté con una sonrisa, subiéndome los vaqueros.
Él me miró, con una toalla alrededor de su cintura, y sacudió la cabeza.
―En absoluto.
Le sonreí.
―Quédate aquí, en tu habitación,― dije. ―Nos tumbaremos en la cama y veremos algo de tele,― dije, señalando con la cabeza a la pantalla plana en la pared. ―Iré por algo de agua. ¿Quieres algo de comer?
Negó, todavía sonriendo.
―Tal vez más tarde.
Cuando bajé, lo primero que noté fue que estaba oscureciendo afuera, y no tenía idea de qué hora era. La segunda cosa que noté fue ese maldito reloj de cuenta atrás. Los ceros parpadeaban hacia mí.
Y eso me dio una gran idea. Tomé dos botellas de agua y el reloj. Cuando volví arriba, pasé por el baño para tomar la segunda bolsa de regalitos Lurex.
Sonriendo como un tonto, volví a la habitación de Sehun. Estaba tumbado en la cama, vestido con unos vaqueros y una camiseta, recostado sobre las almohadas con su móvil en la mano.
―Recibí un mensaje de mamá,― dijo suavemente, sin levantar la mirada. ―Quiere que la llame cuando me levante.― Parecía dubitativo.
―Sehun, saliste hoy,― le recordé suavemente. ―Ella va a querer hablar contigo.
Asintió y suspiró.
―Sí, lo sé. Solo quiero algo de tiempo para poner en orden mi cabeza antes de que la realidad me golpee en la cara,― dijo. ―No estoy ocultándome.
Asentí.
―Lo sé. Tómate todo el tiempo del mundo. Ellos van a querer hablar de ello y tú necesitas estar listo.
Sonrió, aliviado. Luego miró a lo que sujetaba en la mano. ―¿Qué estás haciendo?
Le sonreí. Dejé caer las botellas de agua sobre la cama y dejé caer la bolsa Lurex en el suelo para poder poner el contador en su aparador.
Encendiéndolo, sonreí y le pregunté. ―¿Qué hora es?
Miró su teléfono, ―¿Umm seis y cuarto?― él realmente no tenía ni idea de lo que estaba haciendo.
Hice el cálculo rápidamente y fijé el reloj. 38:45
―Eso, mi querido hombre, es cuánto tiempo tenemos antes de volver al trabajo el miércoles por la mañana.
Me miró, claramente confundido. Cogí la bolsa de papel marrón y puse los detalles Lurex sobre su cama. El consolador de color carne, la varilla plateada para la próstata y una serie de condones y muestras de lubricante se derramaron sobre las sábanas.
―Y éstos, mi querido hombre, es cómo lo gastaremos.
Una lenta sonrisa se extendió por su cara, y yo me arrastré lentamente encima de la cama, besándolo suavemente en los labios.
Luego solté una risita y me froté la barbilla, como si estuviera pensando.
―Sabes, si trajéramos la pizarra blanca, podríamos añadir tus preciados incrementos de tiempo para cada producto―, le dije, mirando el surtido de productos de Lurex que teníamos para jugar. ―Ya sabes, para que podamos comprobar nuestros coeficientes producto/tiempo.
Él jadeó, como si le hubiera ofendido, pero estaba sonriendo. Miró al reloj, luego a los productos Lurex y luego a mí. Agarró mi camisa y puso mi cara a un centímetro de la suya. Sus ojos tan bonitos brillaron y se lamió los labios.
―Cierra la puta boca, Park. Estás malgastando el tiempo.
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eldiariodelquesuo · 5 years
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María
Como siempre lo mas difícil de un relato es el principio, ese impulso que debes tener cuando vas a contar algo y depende de como lo tomen es como vas a atrapar a tu público lector. Primero que nada pido disculpas por no subir relatos tan seguidos como los primeros días (Nota del autor: Creo que no ha cambiado nada desde aquél entonces cuando publiqué este relato a hoy que pedía disculpar por no publicar relato) A lo que vinimos.
Cuando leo o escucho el nombre de María es imposible no pensar en aquella noche calurosa de unos de mis cumpleaños en Mayo, esa noche mis amigos planificaron una reunión en unos de los locales latinos en Roma, sabían que esta vez se tenían que sacrificar e ir a un lugar de los cuales me gustan a mi. Lucas (Mi hermano) era el que había prácticamente organizado todo y esa noche todo iba de maravilla, mientras cenábamos hablabamos de futbol los hombres (la misma discusión de siempre todos contra la Rubentus) y las mujeres del grupo en lo suyo. La atmósfera tenía un aire alegre, el olor a pasta fresca y vino impregnaba el lugar dando un aire de fiesta. Como es mi instinto animal estaba toda la noche detallando las mesas y sus ocupantes buscando una presa. En frente tenía a una pareja se veían muy enamorados eso me alegraba, en otra a la derecha una familia celebrando otro cumpleaños, mas allá otra pareja, otra mesa de amigos y por último pero no menos importante la mesa que nos dará el relato de hoy. Si en esa es la que debemos concentrar toda nuestra atención la decoración de ella era como si alguien importante se tuviera que sentar ahí, el mantel de color beige bien estirado con copas de cristales y cubiertos de plata, una rosa en cada asiento que estaban vestidos con una piel blanca . Tenía curiosidad de saber quienes eran las personas que se iban a sentar ahí. Mientras nosotros seguíamos comiendo y levantando las copas de vino en brindis al cumpleañero.
La puerta se abrió y un señor mayor entró al local acompañado de una señora que se veía que era su esposa, bajé la mirada concentrándome en la comida de nuevo cuando siento un golpe en la pierna por debajo de la mesa de Luca y mis ojos no creyeron lo que vieron. En ese momento me olvidé de todo y de todos el tiempo se paralizó mirando a la chica que acababa de entrar, para describirla solo puedo usar dos adjetivos era hermosa y estaba muy buena. Lo primero con lo que hice contacto visual fue con sus ojos, eran grandes y estaban delicadamente maquillados para que el color verde oliva resaltara mucho mas de lo que comúnmente hacen, parpadeó algo que hizo bailar sus largas pestañas, tenía las cejas tan perfectas que hacían que los ojos tuvieran un aire misterioso, que se mezclaban bien con su piel blanca, los pómulos estaban elevados un poco haciendo que el rostro se le viera un poco ovalado y su boca roja como la mas frescas de las manzanas te invitaba a besarlas. En ese pequeño momento en que hubo contacto visual, me sonrió y toda su expresión fue pícara pero una picardía tan descarada que no pude no devolvérsela.
Todos acompañamos a la chica hasta la mesa con la mirada, ella se acercó al señor y le dijo algo en el oído y este me miró. Lucas a mi lado comenzó su pequeño discurso de hombres - ¿Como lo haces? Siempre es lo mismo estamos 40 hombres y las mujeres lo ven solo a él, dime el secreto ¿Será que en Venezuela cuando nacen los niños le hacen un Macumba para que las mujeres lo vean? - Nos reímos a carcajadas del comentario y le contesté- Luca soy Italiano yo nací aquí así que ningún Macumba, a lo mejor fue lo que aprendí cuando viví allá o me ven mulatos todos ustedes rubios y las mujeres dicen "Este es el que tiene el pedazo" es matemática, ¿Por que crees que nos dicen "Extra-Comunitario? Por Extra-Large amigo mío - seguimos con la conversación y mientras la chica me miraba y yo a ella por largos ratos sonriéndonos y diciéndonos cosas sin decirlas toda la noche fue así hasta que el mesonero se acercó con una nota que ella había escrito. (Conti en los comentarios)
Veo que no te acuerdad de mi, te refresco la memoria nos conocimos en "lo Chick" que había una fiesta Universitaria; ¿Quieres que te diga algo de ti? Vas a ser Arqueólogo y de esos sexys, si no recuerdas que hasta me besaste lo entiendo porque tu borrachera no era normal, al igual que la mía". Les explico algo"Lo Chick" es como un bar en donde los miercoles los estudiantes se van a beber hasta quedar inconscientes y yo era uno de ellos. Traté de hacer memoria pero era imposible recordarlo, mientras me reía ella desde su me me miraba. Llegó la torta, cantamos cumpleaños y le hice señas para que se acercara, ella se acercó y me saludó como si fuesemos los mejores amigos dándome las felicitaciones con dos besos en las mejillas. Despues de todo ello le dije: - ¿Tienes algún plan para hoy? Nosotros vamos al Café Latino al Testaccio si quieres te unes a nosotros - Sonrió de nuevo como solo ella lo sabía hacer. sacando esa picardía en sus ojos respondiendome sin quitar la mirada - Le estaba diciendo a mi papá que de seguro me iba con ustedes a bailar, solo debía confirmarlo; Terminamos el dulce lellevé un pedazo a sus padres los cuales me regresaron las felicitaciones y también le llevé a ella - Nosotros ya estamos por irnos ¿Vienes con nosotros o te nos unes luego? - Su mirada era penetrante y su sonrisa me tenía embobado - No, voy directamente porque no tengo ganas de manejar - El papá respondió - Si, mejor que vayas con alguien porque no me gusta que manejes sola de noche - ME despedí de los señores y salimos todos en grupo del restaurante. Estaba en mi auto con Lucas y Ricardo pero cuando vieron que salí con la chica se montaron en otro de los que estaba con nosotros dejándonos solos. Ella y yo en un auto sin ningún tipo de acompañante y con las ganas que subían mas y mas.
Me vas a tener que disculpalpero yo no me recuerdo tu nombre - Sentí alivio que no fui yo el que tuvo que preguntar - Edison ¿Y tu? - Entró al auto diciendo - Yo soy Maria - Sonreí - Eso era lo que estaba esperando escuchar - me sonreí encendiendo el motor de mi BMW M3 y salimos del lugar. Mientras manejaba ella me tocaba el brazo acariciando con su dedo indice tenía rato en eso cuando me tuve que detener en un semáforo y nos miramos hasta que nuestros labios se encontraron en un beso desbordando toda la pasión que nos habíamos estado acumulando en nuestras miradas, su lengua caliente y húmeda acariciaba la mía con ternura y yo mordía su labio inferior, mi mano se escapaba por su espalda cuando los cláxones de los otros automóviles sonaron nos hicieron poner los pies en tierra. Partí con dificultad y ella se reía en su asiento. Yo daba vueltas buscando un lugar pero era Roma y era sábado, iba a ser imposible encontrar un lugar solo para nosotros. Maria comenzó a besarme el cuello y a desabrocharme la camisa blanca que llevaba puesta, pasó las uñas por mi pecho y abdominales hasta llegar a mi miembro el cual estaba desde hace rato erecto lubricándose el solo.
Pero que rico estas - comentó y yo solo solté un suspiro, Maria estaba fuera de control y sus manos me tocaban por encima del pantalón estimulando mi miembro y sus labios besaban mi abdomen y mi pecho, me pasaba la legua, me mordía, gemía y se movía como una perra en celo. A veces quitaba la vista de la carretera y la veía que me miraba mi cara, disfrutaba con el placer que me estaba dando - Ve a Viterbo - No sabía porque lo decía pero yo le hice caso sin pensar que eran 240 kilometros de distancia. Giré hacia la autopista y ella me desabrochó el pantalón para sacar a su amiguito que ella estaba estimulando desde hace rato. Me masturbó, luego le pasó la lengua al glande para luego metérselo todo, allí saco la lengua y la pasó por las bolas y me seguía haciendo el sexo oral como toda una diosa. Se puso en 4 levantando su gran trasero en forma de pera y yo subí su falda para descubrir sus duras nalgas.
Cuando vi la dura piel no pude no darle una nalgada, ella soltó un quejido y siguió lo suyo con la boca ahí abajo y yo entré a la autopista vía lejos de donde estaban todos esperándome.
Le bajé la pequeña panties que llevaba hasta la mitad de las piernas y cuando posé mi mano en su sexualidad estaba húmeda y caliente, sentí como tembló cuando mi dedo del medio se posó en su clítoris y comencé a moverlo, como debe ser, al principio suave muy por encima de la superficie para no lastimarlo y humedecerlo con su flujo vaginal así resbala el dedo y estimula mas. No pude no bajar la velocidad, ella estaba haciendo un muy buen trabajo allí abajo que me era difícil usar las piernas en los pedales. Un claxon sonó y me pasó por un lado al ver el tacómetro estaba a 50 km/h algo que por ley no se puede ya que en autopista la velocidad mínima es 70 km/h. Aceleré hasta ponerme por los 120km/h y seguí estimulando a la chica esta vez metiendo mis dedos en ella, para ser exacto eran tres cuando ella dejó de hacer lo que hacía y me habló- No aguantaré hasta llegar a casa, lo necesito adentro - Pasó lo que no se esperaban, se quitó la pantie y se sentó encima de mi metiéndo toda mi sexualidad en la suya, bañándome el pantalón de su flujo y ella soltando un gemido fuerte diciendo - Dios que rico se siente - casi cierro los ojos pero la adrenalina que tenía no me dejó. - Te gusta lo que sientes eh y eso que no he podido hacerte nada, ven y muévete, restriega tu cuquita rica en mi pierna - Le hable y ella dejaba salir los gemidos con palabras pidiéndome que no dejara de moverme, seguí manejando y ella se apoyó al tablero subiendo y bajando sus nalgas haciéndola chocar con mis abdominales, no podía mirarla por mucho tiempo ya que la excitación del momento me hacia acelerar. Le di una y otra y otra nalgada y ella me pedía mas tanto que con cada nalgada que le daba la hizo acabar y sentí mi pantalón como se bañó - Sigue no te pares - entre gemido le dije y ella contestó - No puedo - dejé una mano sobre el volante y comencé a moverla con la mano y se vino una vez, luego otra - Ya por favor no aguanto mas- sonreí -.
Sabías a lo que venias así que ahora te esperas y aguanta que te voy a dejar que no caminaras en una semana. De esa forma seguí moviéndole el trasero mientras que ella ya no gemía si no gritaba del placer. No se si era la adrenalina del momento o el placer que le daban mis 19 cm de sexualidad pero ella acabó de nuevo. Las piernas me temblaban y no podía seguir manejando y ella seguía recibiendo el placer gracias a que mi mano no dejaba que se detuviera, arriba y abajo y ella gimiendo, el olor a sexo se esparció por el lugar y cuando encontré en donde detenerme lo hice, así mismo como estaba la puse en cuatro en el asiento del copiloto y al me golpeé la cabeza con el espejo retrovisor del medio, abrí la puerta y la saqué del auto poniendo sus manos en en capó y comencé a darle así mismo, las luces encendidas que nos hacían ver a cualquier auto que pasara.
Ella gemía y las piernas le fallaron, estaba con unos tacones negros de esos que parecen que andan en puntas de pie. La cargué por la cintura y la puse en el capó hundiéndolo y me encima de ella moviendo solo la cintura, volviendo a besar sus labios, sentí como su flujo vaginal me baño de nuevo y agradecí haberme bajado el pantalón y esta vez me tocaba a mi, cuando sintió mi gemido habló- Dámela la quiero toda mía - se bajó del auto y me comenzó a hacer sexo oral con esos hermosos ojos que me miraban no pude aguantar y dejé que todo fluyera el semen salió haciendo que me temblara el cuerpo y esa rica sensación en la pelvis, ella siguió en lo suyo mientras yo le tomaba del cabello. Ella se limpió un poco el labio a la derecha y luego trago, si, todo lo que me sacó lo tragó - te dije que le quería mía, ¡Feliz Cumpleaños! - la mire fijamente y solo pude decir -Uff - mientras me subía el pantalon y ella se arreglaba la falda cuando a mis espalda una voz gruesa me habló - Buenas noches Chicos - era la policía. Fin.
DEDICADO A MARIA CHIARA. La musa de este relato y el amor de mi vida.
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churryuniverse · 5 years
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Timidos...
Apareciste de repente entre los rayos que el sol desplegaba en el verdor de la tierra, te observe tímida y exaltada desde el otro lado de la ventana, no sabia que decir o que hacer;  en eso te vi, caminando, sigiloso,  dirigiéndote hacia mi...  uno,   dos,  tres,   cuatro pasos...  diste la vuelta, ¡ Oh no !  dije en mi mente: ´´regresa a  mi´´;  Entonces corrí hacia la cocina y con una mirada brillante voltee a verla y le dije, ´´alguien esta en la puerta´´, salí, obviamente tenia que salir y enfrentar este sentimiento.
Creamos un viaje, con el sol sonriéndonos, tan cálido y fugaz que nos movíamos en el viento... y llegamos.
Llegamos al afluente, que sorpresa...
¡ Eres gracioso  por accidente !
y  não é romântico en los momentos indicados pero, aprenderás...
Eu me lembro da linda lua daquela noite.
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minimalcreator · 4 years
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𝕀 𝕕𝕣𝕖𝕒𝕞...
> > #P01 + #WolfTillmans> >      ↳ᴺᵃʳʳᵃᵗᶤᵛᵉ ᵃˢ ᴹᵃʳᵛᶤᶰ ᴿᵒˢᵉˑ
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“Sueño con un mundo de flores. Flores de todos los colores. Sueño que surco la luna, en un cohete hecho de hojas de lechuga, que retumban ante los sonidos menos esenciales de la tierra, que se mueven al ritmo de las olas contra la arena.”
El cuaderno de Marvin llevaba unos días vacío. Según entendía, su inspiración había sido bloqueada. Era algo extraño, puesto a que solía inspirarse en vivencias, en sentimientos reales. Sin embargo, durante una temporada ya, había estado perdido en cuanto a eso. Estaba enamorado, de eso no tenía dudas. El problema iba más allá. Debía de explorar más a fondo en su cabeza. Buscar los pensamientos más profundos, aquellos que podían carecer de sentido, pero que, si se examinaban bien, quizás ayudarían a componer un éxito.
“No, no soy un viajero espacial. Solo soy el caballero que va en busca del castillo en las nubes. Ese lejano paraíso donde el sol siempre está arriba, sonriéndonos expresivo, calentándonos enteros, achicharrando nuestras preocupaciones y protegiendo nuestro cariño por el otro.”
Lo que hizo fue empezar a dibujar en su libreta. Garabatos random, completamente improvisados ya que él no era una especie de ilustrador. Su habilidad era nula, pero dejó salir imágenes que estaban escondidas en su mente. Como sueños. Aquellos que se olvidan y se quedan entre tus montañas internas, en el cerebro. Esos que se van desvaneciendo si no los tomas en cuenta, pero que lo estaban ayudando a componer una pieza irreal y sin sentido.
“Sueño en grande, con llegar a la luna. Tomarte de la mano, ver hacia abajo y observar todo lo que hemos creado juntos. En este cohete que viaja la velocidad del rayo, espero que siempre estés a mi lado. Observa lo maravillados que están todos, porque el tiempo de nosotros ha llegado.”
Sabía que las palabras todavía tenían que pulirse. Clasificaría las ideas, las replantearía y sacaría miles de significados diferentes. Por lo menos, ese ejercicio tan inusual lo estaría ayudando a ejercer su trabajo con menos timidez. Ahora que tenía unas cuántas líneas escritas, solamente tendría que darles un toque más propio.
           Wonderwall project ʀᴘɢ            #ᴛʜєяᴏѕє
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Hace unos días terminamos juntos en la terraza de la casa de un amigo, en una de nuestras juntadas entre amigos. Pero en ese momento estábamos solos, nadie más, solo nosotros, abrazados, pegados el uno al otro, tomados de la mano, cara a cara a solo un centímetro del beso, sonriéndonos el uno al otro por horas, y no importa si no nos besamos, no hizo falta para disfrutar el momento y que se convierta en uno de los más hermosos que tenemos juntos.
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miqueridoamor · 6 years
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Aquí estoy yo
Sabes que eres la única prioridad para mí, mi amor. Sabes lo mucho que te quiero, sin embargo algunas ocasiones no hago lo que digo, pero te lo expreso, ya lo he entendido.
Te amo muchísimo mi amorrrr, estaremos siempre juntos tomados de la mano y apoyándonos el uno al otro, sonriéndonos el uno al otro, enojándonos el uno al otro (así nos damos cuenta que nuestro amor es mucho más que eso ), y sobre todo amándonos el uno al otro.
El destino ha hecho de las suyas bebecita, a nosotros nos queda disfrutar y sentir.
Arriesguémonos mi niña, nuestro amor lo vale más que todo.
Aquí estoy yo, siempre para ti.
Te ama, tu noviooooo
Emilio
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santiagoalegre-blog · 7 years
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CAMARADAS
   Cuando salí del metro, me sorprendió que lloviera tanto. Lo tomé como un mal presagio, aunque, tras pensármelo dos veces, lo acabé agradeciendo un poco; guardaba la ilusa esperanza de que el diluvio que estaba cayendo pudiera hacer que la reunión se cancelara. Esta pequeña corazonada creció dentro de mí al mirar a izquierda y derecha; Jaime no había llegado todavía, y por una vez me alegré de encontrarme solo esperando. Estaba muy nervioso, e intenté dejarme llevar y pensar en otra cosa. Frente al teatro Valle-Inclán hablaban a gritos dos chavales: tendrían unos veinte años, llevaban paraguas e iban exageradamente abrigados. Pese a que su actitud parecía más bien desinteresada, mi conciencia me decía que podrían ser dos de los chicos con los que habíamos quedado. Ojalá no lo fueran.
    Estaba ensimismado, sin esperar nada y sin pensar en nada. Me pareció que ya habría pasado lo menos un cuarto de hora, y ahí yo todavía, empapado y petrificado en medio de la calle.
—Ey, ¿qué pasa? –me asaltó una voz muy grave.
—Joder, ¿no es muy tarde? Pensé que ya ni venías –miré al móvil instintivamente: eran y media—. Coño, pues qué rápido he venido yo.
    Jaime me hizo un gesto, probablemente indicándome que no tenía demasiado sentido seguir la conversación. Nos callamos, y no se me ocurrió nada para romper el silencio, que por momentos se hacía más insoportable.
—¿Al final viene tu amigo? —no me había explicado bien.
—¿Quién? —su mirada me decía tan poco que me separé unos centímetros de él y bajé los ojos.
—El tipo con el que fuiste el otro día, ya sabes: Mi… guel, ¿no?
—Ah, coño, no, Gabriel, dices.
—Sí, ése. ¿Viene o no? —su ambigüedad me empezaba a impacientar. Noté que asentía dos o tres veces con la cabeza, pero su expresión me dejaba indiferente.
—Se supone que sí, si no viene él no sé qué hacemos.
    Me molestaba muchísimo tener que participar en diálogos que no iban a ninguna parte. Probablemente él tampoco se sentía a gusto; quizás hasta tenía algo de miedo por la reunión, aunque no creo que tanto como el que sentía yo. Después de comer, no me había podido concentrar en otra cosa, e incluso tuve que quitar el capítulo de Breaking Bad al darme cuenta de que había estado ocho minutos en Babia, sin atender a qué ocurría. Creí que lo más apropiado era rebajar el ambiente, e intenté sacar conversación más interesante.
—¿Has visto la última de Donald Trump? —creo que hizo efecto, Jaime me sonrió y enseñó sus pequeños dientes blancos.
—¿Lo de llamar drogata a Hillary? Ja, a mí la verdad es que me hace gracia, no voy a mentir.
—Sí, a mí también. Le da algo de salsa a la cosa, que está todo muy aburrido. Además, no es que Clinton me acabe de convencer, desde luego.
    Me giré noventa grados, primero para ver si había llegado alguien ya, luego para comprobar quién se estaba atreviendo a tocar la guitarra y cantar a pleno pulmón con la tromba que caía. Me quedé con la duda, debía de estar más lejos de lo que pensaba. Aun así, el Wonderwall se escuchaba perfectamente, lo que daba a la escena un patético toque melancólico que me quise quitar rápidamente de la cabeza.
—Oye, creo que esa es Julia; también estuvo el otro día. ¿Vamos a saludarla? —nada más decir Jaime esto, múltiples sensaciones atravesaron mis cansados pensamientos. La más clara fue de alivio: había venido alguien, la reunión se celebraría, a pesar de todo era eso lo mejor que podía esperar: los minutos pasarían rápido, pronto se me quitaría el gusanillo, podría volver a casa y en dos días ya ni me acordaría de quién era esa gente.
—¡Hola! Tú serás Leo, y a ti ya te conozco. Yo soy Julia, encantada. ¿Qué tal estáis? Qué puntuales, por cierto, ja, ahora llegará Gabri; me ha mandado un Whatsapp que se retrasaba. Y bueno, ¿qué os contáis? Llueve muchísimo, ¿eh? Vamos debajo del portal ese, que estáis locos.
    Su risa no podía sonar más falsa; sus palabras vacías, tampoco. Se presentó dándome dos besos, y me pasó una peste a cerveza que no se me acabó de quitar de encima. Sus ojos se movían incansablemente de abajo arriba, y se tocaba una y otra vez el pelo grisáceo: tomé estos gestos como muestra de intranquilidad e impaciencia, y deseé quedarme otra vez solo, o que viniera de una vez el tal Gabriel.
—¿De qué hablabais? —preguntó ella con un interés desmesurado.
—De Donald Trump —contesté al instante, como si llevara meses esperando que me preguntara eso.
—Ah, gran tema, ja —su interés se convirtió en sarcasmo, y con su tono de voz me dejó claro que se sentía infinitamente superior a nosotros.
    Alguien escuchó mis plegarias: de repente se acercaron un chico y una chica, y fueron a saludar efusivamente a Julia. La chica llevaba unos pantalones rojos de chándal y una camiseta de tirantes negra; él, unos vaqueros grises y un polo azul marino. Ninguno de los dos destacaba por la ropa, que era lo más sencilla que podría uno imaginarse. Supuse que eran hermanos. Por otro lado, ambos me parecieron sospechosamente jóvenes para ir a una reunión de ese tipo; sin embargo, la mirada que me lanzaron estaba en posición de rebatirme: era un gesto de reconocimiento, sabían lo nervioso que estaba, conocían las dudas que tenía, se habían reunido anteriormente con mil como yo, y aquella tarde no suponía para ellos novedad alguna. Me saludaron con apatía; él se llamaba Nacho y ella Eva. Según dijeron, ella llevaba en la organización ya un tiempo, mientras que a él todavía le consideraban algo así como un novato; estaba en condición de premilitante.
    No hablamos demasiado; realmente no teníamos nada que decirnos, y Jaime y yo nos hicimos a un lado para que ellos tres se pusieran juntos y pudieran conversar de lo que fuera. Era obvio que, al menos Julia y Eva, eran compañeras de instituto, y quise preguntárselo para romper un poco el hielo y hacerme respetar mínimamente; sin embargo, me lo pensé y llegué a la conclusión de que era una pregunta absurda, muy forzada. No debía malgastar saliva.
    Gabriel era exactamente como me lo había imaginado, aunque no me hacía a la idea de que estuviera en segundo de bachillerato. Vestía una camisa a cuadros rojos y negros, tenía la piel muy morena y el pelo negro, sorprendentemente seco gracias a un paraguas que se complementaba con el color de su ropa. Además, sonreía de oreja a oreja y andaba con paso marcial. Lo primero que hizo fue presentarse y darme un fortísimo apretón de manos. Me dijo que me explicaría todo según fuéramos entrando, dejándome una incertidumbre que me puso todavía más tenso.
    Torcimos por la calle Zurita, por la que multitud de personas iban y venían a una velocidad pasmosa. Había muchos negros, unos cuantos indios y algunos latinos, que o bien se refugiaban de la lluvia en los portales o eran inmunes a ella y se calaban sin que les importara mucho. Un gato callejero me dio un susto bestial, pero ni Gabriel ni los demás me prestaban tanta atención como para darse cuenta. Sí debió de chocarles más ver a un viejo con la camisa desabrochada hurgándose en el culo con un boli. Sin embargo, la escena era tan embarazosa que nadie se atrevió a hacer comentario alguno, prudentes ante la cortina de vergüenza que todavía nos separaba, y que poco a poco hacía que Jaime y yo nos quedáramos unos pasos por detrás del resto.  Los bolardos me hacían mucha gracia, pintados de verde, amarillo, rojo, bolardo voy, bolardo vengo. Había habido un concurso para decorarlos. Me pareció una idea tan brillante que me extrañaba muchísimo no haberla visto repetida en algún otro barrio de Madrid.
    No recordaba que hubiera una iglesia por aquí; a decir verdad, dudé de que hubiera pasado alguna vez por estas calles. Se lo comenté a Jaime, pero me sonrió sin mucho entusiasmo y deduje que estaría atento a algo mucho más importante. Miré hacia atrás por hacer algo, y por primera vez en toda la tarde me sentí identificado con algo: en dos balcones contiguos se llenaban de agua una bandera republicana y una palestina. Nadie más que yo lo percibió, o nadie más creyó que fuera un dato digno de ser apuntado, y al poco estábamos todos juntos otra vez sonriéndonos con cierta hostilidad. De pronto Gabriel se paró en un portal, recién pintado de negro, y después de que abriera la puerta quisimos entrar a la vez los seis, pese a que el espacio era tan enano que difícilmente podía pasar uno solo.
    Subir por las viejas escaleras del edificio era una labor sumamente tediosa, y cuando por fin entramos al piso me costaba evitar jadear. Al igual que sucedía con el portal, era un auténtico mérito caber por esa puerta; mal que bien, entramos todos, yo el penúltimo y Jaime detrás. El pequeño pasillo que había en la entrada estaba completamente oscuro, y si hubiera estado solo no me cabe duda de que hubiera pasado auténtico pánico ante lo tétrico del piso. Gabriel dejó como pudo el paraguas y nos condujo a un amplio salón que estaba algo más iluminado, gracias a la escasa luz natural que entraba. En las paredes distinguí unas cuantas pegatinas que rezaban «APOYO A CUBA», «SMASH FASCISM», «NO BEBAS COCA-COLA» o «SOLIDARIDAD OBRERA», así como algunas grietas demasiado evidentes para pasarlas por alto. A pesar de todo, me satisfizo enormemente encontrarme en un piso más amplio de lo que esperaba, y en el que se podía disfrutar de un moderado calor, que sin duda alguna se agradecía. Pasé al salón, y me topé con dos mesas larguísimas colocadas una detrás de otra, muchísimas sillas alrededor. Mi pie izquierdo tropezó con el derecho, esperé que nadie lo notara y me senté al lado de Jaime.
—Bueno, antes que nada —comenzó Gabriel hablando con voz firme—, ya sabéis quiénes somos, en especial tú, Jaime, que viniste a la última reunión. Aun así, por si acaso, somos el Colectivo de Jóvenes Comunistas, funcionamos como la juventud del Partido Comunista de los Pueblos de España, y nuestra organización se rige por el marxismo-leninismo. Ya se lo explicamos el otro día a Jaime, la disciplina de partido es importante para nosotros, como Partido Comunista que somos, y para ello seguimos el centralismo democrático que… bueno, ¿sabes qué es?
    Gabriel no sabía que había perdido el combate antes de empezarlo; yo no soy un tipo dispuesto a seguir órdenes, los partidos políticos simplemente no están hechos para los imbéciles como yo.
—Sí, más o menos… entiendo que hay un período durante el que los militantes hacen propuestas y hay un debate y luego lo que se decide se aplica y…
—De todas formas, toda esta información está en la página del Partido, también en el cuadernillo, del que espero que tengamos tiempo de hablar más adelante. En esencia, somos una organización comunista, luchamos por la democracia socialista, y para ello consideramos que es necesaria la agitación, la movilización, el debate, etcétera, etcétera.
—Bueno, nosotros, en concreto, somos la organización de Usera y Villaverde —hablaba Eva muy seria—, y como es lógico nuestra actividad se centra en estos barrios. Tenemos presencia en el Juan de la Cierva, en el Isabel la Católica, principalmente, y cada semana si es posible llevamos a cabo pegadas de carteles, repartos de octavillas, y, bueno, más cosas con las que se intenta tener constancia.
    Creo que notaron que me movía intranquilo en el asiento; en estas ocasiones uno nunca sabe muy bien qué decir, yo sólo asentía con la cabeza a la vez que intentaba pensar en preguntas que poder hacerles, para que no notaran mi falta de interés. Probablemente el bostezo que se me escapó no ayudara mucho.
—Pero aunque os tengamos hoy invitados —el tono de voz de Julia se me hacía ahora mucho más simpático—, tenemos que llevar la reunión como siempre, y hoy tenemos poco tiempo y muchas cosas que tratar.
    Sacó de su mochila de cuerdas una funda de plástico, y una hoja con muchísimos puntos apuntados a lápiz.
—Antes que nada, la postura de la huelga del 26 de octubre.
—Vamos a ir con el frente, ¿no? —preguntó Eva.
—Sí, claro, pero tenemos que hacer una fuerte actividad de cara a los días previos a la huelga, y yo la verdad lo tengo algo jodido. He podido acudir hoy de milagro; tengo dos semanitas de exámenes que telita… —se excusó Gabriel.
—Yo estoy igual, pero creo que algún día podré sacar. El jueves a última tengo educación física, y probablemente me la pueda saltar —decía Julia.
    Joder, que se saltan clases para hacer actividad de partido, lo que faltaba. Se van a ir a tomar por culo, mira.
—Vale, perfecto, ¿vosotros? —Gabriel miró a Jaime fijamente.
    De repente el corazón me latió rapidísimo; Jaime no contestaba, y Gabriel nos miraba de uno a otro alternativamente. Tuve que decir algo.
—A ver, sí, a mí me encantaría participar en la huelga, pero, claro, no sé a qué os referís con lo de la preparación y tal…
—Sí, cierto —me alivió ver sonreír a Gabriel, que habló muy pausado—, no te hemos explicado nada, con las prisas y todo. Bueno, el caso es que nosotros participamos de un sindicato que es el Frente de Estudiantes, y desde allí intentamos organizar al movimiento estudiantil de cara sobre todo a las huelgas. Como sabréis, hay una el 26 de este mes, que, aunque la lidera el Sindicato, puede ser bastante prometedora. Se espera que vayan miles de personas, y no podemos faltar.
—Ya, entiendo —me pareció adecuado intervenir—. Pero, ¿a qué os referís con el tema de la actividad previa y lo de faltar a clase?
—Bueno —salió Eva—, antes de las manifestaciones solemos hacer pegadas de carteles, reparto de octavillas a las puertas de institutos, incluso charlas, a veces.
—Sí, pues eso. ¿Estaríais dispuestos a ir con Julia? Vas tú, ¿no? Un día de estos…
—Sería este jueves, sobre las dos quedaríamos, tendríais que perder la última hora de clase. No os forzamos ni nada, si no podéis no pasa absolutamente nada.
—Mmm, yo tengo informática, que no es importante, así que sí, sí, me la podría saltar la última hora. ¿Dónde iríamos? —me daba algo de miedo mirar a Julia a los ojos.
—Iríamos al Cervantes, podríamos quedar antes, en Atocha, a las dos menos cuarto o así, y llevo yo las octavillas y tal —Julia me miraba con verdadera esperanza en los ojos.
—Vale, pues perfecto —miré a Jaime, que no decía nada y hacía lo posible por escaquearse de hablar—, ¿vienes tú también?
—Eh, no, yo es que no puedo, no me dejan perder una hora.
—Bueno, no pasa nada, sin compromisos, ya digo. Vamos a pasar a otro tema, esto queda zanjado ya. Julia y Leo en el Cervantes el jueves. Tenemos, pero esto muy rápido, no querría perder el tiempo aquí, tenemos que tratar la baja de Emma —el tono de dramatismo que ponía Gabriel al hablar me exasperaba.
—Pero, ¿lo deja seguro? —preguntaba Eva con excesiva preocupación.
—Sí, Emma simplemente no tiene tiempo. No puede, lo hemos hablado, ella estudia y trabaja a la vez, y no se puede hacer nada. Una pena, pero es así. El caso, que ahora necesitamos a alguien que se encargue de Agitación y Propaganda, y había pensado en ti —señaló a Eva riéndose mucho.
—Vale, me parece bien. Yo puedo hacerlo sin problemas, claro.
—Muy bien —dijo Julia mirando a la hoja con los puntos—, vamos ahora con la cuestión de las lecturas.
—Estábamos con Imperialismo, la fase superior del capitalismo —me pareció que sacaba el libro de debajo de la mesa. Era la misma edición que tenía yo, de Taurus, lo compré unas navidades casi de casualidad, porque me gustaba la portada y era agradable al tacto.
—Sí, yo estoy en ello, pero no le he dedicado todo el tiempo que me gustaría —Julia parecía dolida teniendo que reconocerlo.
—Bueno, pues cuando lo hayáis leído las dos podemos hacer un debate más extenso. Por cierto —pareció iluminarse una idea en la cabeza de Gabriel—, ¿vosotros que habéis leído? Que lo mismo ahora habéis leído un montón y os tenemos aquí…
—Bueno, no, ja, ja, yo sólo he leído el Manifiesto y El izquierdismo, la enfermedad infantil del comunismo, de Lenin. No sé si se llamaba así —de repente, Julia y Gabriel me prestaban mucho interés.
—Joder, pues no es nada fácil el del izquierdismo para comenzar la formación, eh. ¿Lo entendiste?
—Sí, a ver, claro que hay cosas que se me pasaron, pero sí, más o menos —me puse tan nervioso…
—Bueno, ¿y vosotros? —cómo me reconfortó que mirara a Jaime y a Nacho, de éste casi me había olvidado ya.
—Yo sigo con el Manifiesto, casi lo voy a acabar —el tono de voz de Nacho era de una indiferencia bestial.
—Yo la verdad es que nada, por ahora —contestó Jaime a modo de disculpa.
—Bueno, aquí estamos para eso —le tranquilizaba Julia—, uno no llega aquí ya formado, habiéndose leído los diez mil tomos del Kapital.
    Se hizo un largo silencio, ya no llovía fuera. Gabriel cogió la hoja con los puntos a tratar, y se estiró en el asiento.
—Bueno, antes de seguir, ¿se baja alguien a comprar un Nestea? Tengo una sed terrible, me cago en todo, bajaría yo, pero es por agilizar, alguien de vosotros… —Gabriel clavó los ojos en Jaime.
—Sí, yo bajo si queréis. Voy al chino de la plaza de antes. —Jaime se levantó rápido de la silla.
—Vale, muy bien, muchas gracias. Ahora tenemos que hablar de la financiación, que por ahora es bastante jodida. Tenemos que meterle caña al asunto como sea, que la cosa pinta mal. Pero, a decir verdad, poco se puede decir ahora mismo, tengo que comentarlo más tarde en el Partido.
—Pero —intervino Julia—, tenemos el tema de las chapas, que podemos ir vendiendo.
—Eso sí, los diseños no están todavía, ¿no? —Eva parecía muy preocupada.
—Bueno, eso es fácil. Si se os ocurre algo bueno, decidme, pero había pensado en lo típico: símbolos feministas, una hoz y un martillo, proclamas en favor de la educación pública…
—Sí, algo sencillo, más bien —Gabriel clavó su mirada una vez más en Nacho, que tenía su mente en otra cosa—, y todavía no hemos hablado de… Podemos poner la composición que nos dijiste que habías escrito, Nacho, con eso algo se podrá vender.
—Sí, ¿por qué no? Lo tengo en el móvil.
—Ah —salió Julia—, pues léenoslo otra vez, y así Leo también lo escucha.
    Asintió sonriendo, enseñando unos dientes muy blancos, se levantó, cogió el móvil y miró a los lados, en especial hacia mí.
—Bueno, el poema dice así:
     Fantaseo cada día con mi propia muerte.
    Una bandera roja firme en mi funeral,
    Y los cuatro que me quieren entonando fuerte
    Poemas de Machado y la Internacional.
    Lo recitó espectacularmente. Qué bien quedaría aquello en las chapas que imprimirían. Nos levantamos, y aplaudimos todos al unísono. Era un poema realmente bonito.
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estiggggma · 7 years
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Pasó.
Si, ayer por la tarde, llego a casa y me llega una notificación, negrita estás ahora? Mi cara se transformó inmediatamente, una sonrisa de oreja a oreja contestando por texto, si negro, estoy. Y ahí, fue cuando mi corazon empezó a latir aún más, no lo podía creer, hace 6 meses no lo veía por nada en el mundo, hace seis meses que no nos dábamos un abrazo enorme y tan fuerte como el que nos dimos, llegaba a la esquina y el también, mirándonos ya desde lejos sonriéndonos , apreciando el momento que estaba a punto de llegar, chocamos y nos abrazamos fuerte, muy fuerte, diciéndonos negritaaa/negritooo, te extrañé tanto ! Y me alzo, y me abrazo y no nos soltamos por 20 segundos, fue tocar el cielo con las manos, parecía una nena que se pone contenta al ver al padre o madre llegar de su trabajo, un bebé deseando con su alma la teta de su mamá, un perro esperando al dueño durante todo un día o días, la gente alrededor pasaba, pero a mí se me paralizó el mundo, lo demás francamente no importa, me decía en mi mente. Que pasen lo que tengan que pasar pero que vean mi felicidad. Enseguida, al soltarnos ya nos empezamos a reír, como siempre, molestarnos unos al otro y volveeernos abrazar, todo el tiempo, ir a la plaza sentarnos y que la invasion de mosquitos que había tampoco interesaba, si bichitos, píquenme toda, no me molestan para nada! Y a el menos, que me lo repetía: a mi no me molestan. La cosa es que fue una tarde noche muy deseada y muy linda, corta pero la disfrute demasiado, yo te dije que te iba a esperar, sufrí estos meses, te extrañe demasiado, pero ya se termino todo eso, volviste aparecer, agradezco tu existencia, tus risas y las mías, que son el triunfo de todo esto! Te quiero tanto negriyo, si entendieras lo que siento cada vez que te miro, disfruto cada movimiento facial de tu rostro, tus muecas, tus ojos chicos y achinados, las arrugas que se hacen cuando te reíste, tus abrazos, por dios, TUS ABRAZOS. Decis tanto con tan poco.. batallemos juntos el escenario.
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lunarvioleta · 7 years
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Love at first sight 1/2
Jamás de los jamases pensé que una fuera capaz de producir el efecto que él causo en mi, fuimos como él mismo lo dijo “dos bobos enamorados”. En tan solo una semana nos entregamos en cuerpo y alma, nos deseamos desde la primera vista y nos enloquecimos al primer contacto. Nos encontramos casualmente y al parecer el destino tenia planeado ese encuentro, ya que nadie suele conocerse en tales circunstancias. Fue la noche del 23 de Diciembre en Roma, acababa de llegar de un día agotador, había sido mi primer día en la ciudad y creo que no pude haberlo aprovechado de una mejor manera. Camine toda la tarde entre callejones encontrándome con las maravillas que Roma me ofrecía como la hermosa Fontana di Trevi y el inmenso Colosseo romano. Yo era una turista solitaria que solo iba acompañada de un mapa ,una cámara fotográfica y unos pocos euros. Jamás había viajado sola y puedo decir que en la soledad encontré la libertad. No tuve pánico en ningún momento, solo tenia unas ganas increíbles de devorarme el mundo. Ya era de noche, estaba exhausta y hambrienta , decidí ir de regreso al hotel por lo que me dirigí a la estación mas cercana, Spagna, compre el tiquete de regreso y fue un trayecto de cuarenta y cinco minutos aproximadamente, al llegar a la estación mas cercana a mi hotel, baje del metro anhelando una cama, no importaba si era un cartón en el piso o una cama doble con almohada de plumas, fuera donde fuera sabia que iba a dormir apenas cerrara los ojos, y un plato de comida de mi mamá. Lastimosamente tuve que conformarme con dos hamburguesas de queso de McDonald’s. Camine seis cuadras desde la estación hasta el hotel, las cuadras mas solitarias que había caminado en mi vida , hasta que llegarón las de Londres, al entrar vi a un grupo de personas en el lobby, pero continué con mi camino y oprimí dos veces el botón del elevador, la espera en este se me hacia eterna y para colmo al llegar a mi piso olvide el numero de mi habitación, después de como tres vueltas por fin la encontré, pero para mi suerte la puerta no abría porque seguramente alguien estaba adentro. Yo había adquirido una habitación compartida sin ningún problema, ya que no era incomodo para mi compartirla, pero en ese momento desee una para mi solita. Frustrada baje a la recepción donde llamarón a la habitación e informarón que yo había llegado, me dirigí nuevamente al ascensor mas lento del mundo y subí, en vez de abrir toque, no quería interrumpir y además moría de curiosidad por saber quien iba a ser mi acompañante en tan inmensa habitación. “¡Hola! Soy Lucilha”, esas fuerón las primeras palabras de la que seria mi compañera de cuarto en Roma, aunque las dijo en portugués pude entenderla perfectamente. Era brasilera y sonriente, hablamos por casi veinte minutos presentándonos y conociéndonos un poco, tenia alrededor de 30 años y se estaba alistando , yo no estaba segura para que se arreglaba, si para una fiesta o para una simple reunión, en ese momento solo intentaba mantener mis ojos abiertos mientras conversábamos, ella finalmente saco de la maleta un paquete bastante atractivo, eran tres botellas de vino y unos Pringles “Por las noches nos reunimos con los del tour en el lobby, ¿Quieres bajar?” me dijo ella con un tono de voz entusiasta. Aunque no lo crean ha sido de las decisiones mas difíciles de mi vida jaja, estaba realmente cansada y en ese momento esa cama parecía ser la cama mas cómoda del mundo, lo pensé por mucho un minuto cuando ya me estaba colocando mis converse blancos, decidí bajar porque vi la invitación como la mejor manera para integrarme, conocer a los demás y no lo voy a negar pasar un buen rato. Llegamos al lobby, solo se escuchaban risas y risas, Lucilha fue rumbo a la mesa donde los saludo a todos y luego me presento. Yo era la bebé del grupo, ya que prácticamente la media eran cincuenta años y pues yo acababa de cumplir 17 en Octubre. Había cerveza, vino, carnes frías y un montón de Pringles, al principio me sentí extraña al estar con personas mayores, media hora después confieso que son de las personas mas chistosas que he conocido en mi vida. Habían cuatro pareja de casados; Rafa y Mila de Costa Rica; Gerson y Nyara de Brasil; Carlos y Ana de Brasil y Patty y Fer de México, todos ellos hubieran podido ser mis papas y así lo sentí porque me acogieron como su hija, excepto porque me dejarón tomarme mis tragos. Pero ellos no eran los únicos estaban luego con los que mejor me desenvolví, el grupo de los que viajaban solos; Perla de México; Arnaldo de Perú y Lucilha mi compañera de cuarto de Brasil, eran los mas cercanos a mi edad, los tres merodeaban los treinta años pero vuelvo y repito esa noche fue increíble porque conocí personas maravillosas. Reímos, tomamos y comimos. Sonara demasiado ficticio ,pero así fue, aparecieron tres muchachos de la nada que obviamente llamarón mi atención, le pregunte a Perla que estaba al lado mío “¿Ellos vienen con ustedes?” ella afirmo, mientras Patty ya los estaba invitando a tomar asiento, al notar mi interés por ellos jaja, pro no eran ellos si no el. Patty hizo que colocaran un sofá para que se sentaran entre Perla y yo. No habían pasado cinco minutos y Patty ya estaba intentándome emparejar con alguno, cosa que inevitablemente me sonrojo y me produjo reír a carcajadas. Eran tres muchachos, Carlos, Jonat y Christian todos primos y venían de Republica Dominicana, lo tengo que confesar el acento me gustaba, me hacia reír demasiado. Christian fue el primero en hablarme con las típicas preguntas, ¿Cómo te llamas?, ¿De donde eres? Y ¿Cuántos años tienes?, respondí a todas y no hacia falta que yo preguntara ya que antes de el hablarme, el grupo ya había aclarado suficiente jaja. Christian no me intereso para nada pero sumo puntos al ser el primero en hablar, conversamos muy poco cuando decidió subir de nuevo a la habitación, Jonat y Carlos se quedarón. La cerveza ya se había acabado y quedaban dos botellas de vino, todos estábamos conversando en un buen ambiente la verdad, Jonat se levanto y no se de donde sacaría una botella de whiskey y  la puso en la mesa, luego se fue con una mujer que al parecer estaba en un grupo diferente, todos al ver la botella tenían los ojos brillantes y la sonrisa de oreja a oreja, no miento también había sido una sorpresa para mi, sin embargo no fui la primera en servir, me levante y fui directo al baño en mi mente fuerón solamente diez minutos, pero al volver parecía que hubiera tardado una eternidad, ya que el whiskey se había acabado. Carlos se rio ante mi expresión frustrada y me ofreció el vaso que el tenia, sonriendo acepte y empezamos a conversar de lo gracioso que nos parecía que la mitad del grupo hablaba español y la otra mitad hablaba portugués, sin embargo parecían entenderse perfectamente. Sus ojos fue en lo primero en que me fije, en medio de mis tragos no podía evitar dejar de mirarlos, podía decir que aunque eran cafés parecían brillar demasiado, sentía que si no hubiera luz esos ojos serian los únicos que podría ver. ¿De que hablamos? De muchas cosas la verdad, se me hacen difícil de recordar y no porque estuviera tomada sino porque yo solo podía estar concentrada en sus ojos, en su boca, en como me miraba y en como no dejaba de sonreír. Ya iban a ser las dos de la mañana y para nuestra suerte debíamos estar listos a las siete de la mañana para ir al vaticano , por lo que la mayoría del grupo decidió irse a dormir. Quedamos Perla, Arnaldo, Carlos y yo, cuando llego otra muchacha de otro grupo Elvira, panameña, se nos unió y propuso que bailáramos. Ella dijo que quería aprender a bailar y en ese mismo instante todos me voltearón a mirar, me quedo bastante claro que baile era sinónimo de Colombia, no podía darme el lujo de decir que no se me daba muy bien lo del baile, no podía dejar a mi país por el piso, así que accedí y me puse de pie. Querían aprender a bailar vallenato, así que que mejor vallenato que el de Diomedes Díaz, ella dijo que necesitaba verme con una pareja y tomo a Carlos de la muñeca y me lo puso enfrente, se imaginaran mi cara roja como un tomate. Mi estado no era el mejor jajaja estaba un poquito mas descoordinada de lo normal, me tembló el cuerpo apenas puso su mano sobre mi cintura, un escalofrió que me recorrió toda la espalda, se acerco mas a mi y cuando por fin nos tomamos de la mano lo único que quería era que ese instante fuera eterno. Bailamos entre risas, chocando nuestros cuerpos, sonriéndonos el uno al otro, sintiendo que habíamos nacido para bailar toda la vida, un coqueteo tierno y dulce invadía el momento, nuestros ojos brillaban tanto que parecían estrellas, sentí algo que es imposible de describir, pero fue algo así como felicidad. Por otro lado, Elvira, Arnaldo y Perla seguían ahí mirándonos caer en la trampa del amor, baile cualquier cosa menos vallenato eso lo puedo asegurar, el seguía mis pasos pero  yo sentía que el me estaba guiando a mi, Elvira y Arnaldo empezaron a bailar al lado nuestro, imitando nuestros pasos que se suponían eran vallenato, pero no sabían que tan solo seguían a dos jóvenes que estaban descifrándose el uno al otro. Nos detuvimos y ha sido el mejor baile de toda mi vida, Elvira dijo que bailáramos bachata, y en ese momento dije que en la bachata no me iba para nada bien, Carlos sin dejarme alejar de sus brazos dijo que el sabia, me explico lentamente susurrándome al oído como moverme, se rio al verme fallar en cada uno de los intentos, yo no podía de la vergüenza pero el en ningún momento me dejo ir, lo pise y muchas veces jaja pero el solo seguía intentando, yo lo hacia sabiendo que no podía porque el lugar mas cómodo en el que he estado ha sido entre sus brazos, no quería que me soltara, no quería que se alejara, no quería dejar de sentir su cuerpo con el mío. Tras un largo baile Arnaldo, Perla y Elvira decidieron irse a dormir dejándonos solo a el y a mi en el lobby, estábamos sentados en un sofá cuando llego Jonat y su amiga a sentarse con nosotros hable bastante con ella, me dio consejos de vida al verme tan joven, me hizo reír y casi me hace llorar, me hizo prometer que aprovecharía cada momento de mi vida y que disfrutaría los malos y los buenos momentos. Mientras hablábamos, yo estaba recostada sobre Carlos, mi cabeza en su hombro y su brazo alrededor de mi cintura, no se como llegamos a tal posición pero estaba cómoda y de hecho bastante. Ya eran las cuatro de la mañana y Jonat y Zuheidi se despidieron.
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15/03/17
El día había llegado finalmente y la emoción de ambos era demasiado notoria. Habían despertado muy temprano y, después de la (necesaria) sesión de besos matutinos, terminaron dándose una ducha juntos y siguieron consintiéndose por un largo rato bajo el agua tibia. Aquella mañana debían asistir a una cita médica donde conocerían el sexo de su bebé y se asegurarían de que todo fuese bien; Ginevra tenía poco más de cuatro meses de embarazo y los cambios en su cuerpo eran más notorios, por ejemplo, su vientre comenzaba a notarse un poco más abultado, sus senos habían aumentado un par de tallas más y había ganado un par de kilos. Cuando se decidieron a salir finalmente de la ducha, se dieron cuenta de que se les comenzaba a hacer tarde y querían ser los primeros en llegar, aunque era muy poco probable si seguían distrayéndose en otras cosas. Así que cuando lograron apartar las manos del otro, se vistieron y desayunaron algo rápido para después ir inmediatamente al automóvil y dirigirse a la clínica. El viaje fue relativamente rápido y tranquilo, Ian iba conduciendo mientras una de sus manos descansaba en el muslo de su novia y conversaban sobre los shows, y algunos planes que tenían ambos en el ámbito laboral. Era obvio que trataban de mantenerse tranquilos, pero los nervios y la emoción seguían ahí. Más presentes que nunca. Llegaron 45 minutos después y, luego de estacionar el auto, se dirigieron al interior de la clínica tomados de la mano. Afortunadamente era un lugar privado y sabían perfectamente que nadie iba a molestarlos ahí, una gran ventaja. Ella dio sus datos a la secretaria y algunos minutos después fueron llamados al consultorio. El doctor les esperaba.
Ginevra;
—¿Señorita... Tyàvercchi? — Aquellas palabras suaves me sacaron de mis pensamientos, haciendo que levantara mi cabeza que mantenía recostada del hombro de mi novio. Miré en dirección a la joven y le dediqué una sonrisa en señal de que estaba ahí y que la había escuchado. Me puse de pie con cuidado, arreglando mi cabello y tomando la mano de mi novio una vez me la ofreció y juntos nos dirigimos al amplio consultorio que señalaba la señorita. La última vez que había estado ahí, él no había podido acompañarme por cuestiones de trabajo y había estado muy enojado por habérselo perdido. Significaba muchísimo para mí que estuviese conmigo a pesar de todos sus compromisos, sabía que éramos lo más importante para él y terminaba demostrándolo en cada ocasión que se presentaba. Ian abrió la puerta del consultorio y me dejó pasar, rodeándome la cintura con uno de sus brazos de manera posesiva y luego siguiendo detrás de mí, cerrando la puerta a su espalda. El médico nos saludó de una manera amigable, era un hombre bastante joven y simpático, a mí me agradaba. Me ordenó ir a la camilla, haciendo que me acostara y levantara mi blusa, al igual que abriera los botones de mi short y lo bajara algunos centímetros para dejar mi vientre expuesto. Ian estaba a mi lado durante todo el tiempo, dejó un beso suave en mi frente y luego sostuvo mi mano mientras el médico dejaba caer aquel gel frío sobre mi vientre para luego comenzar con la revisión. Hubo un momento de silencio que hizo que mis nervios aumentaran, él solo movía aquel aparatito encima de mi vientre, con un rostro indescifrable lo que hizo que comenzara a preocuparme porque hubiese algo mal, pero...— Muy bien, señores, aquí podemos observar a su bebé... Todo parece estar muy bien, miren. —Comenzó a señalarnos en la pequeña pantalla cada una de las partes del bebé.Yo no podía apartar mi mirada de ahí y mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas de alivio. Teníamos tanta suerte de que sí, todo estuviese yendo a la perfección y eso era lo más importante. Apreté con suavidad la mano de mi hombre, acercándola a mis labios para dejarle un beso suave ahí y luego volver mi atención por completa a lo que iba explicando. —... Pues, y si nos fijamos acá, nos queda claro que... es una niña. No hay duda. Felicitaciones a ambos. —Dijo el médico, girando su cabeza en dirección a  nosotros y sonriéndonos con cariño. Mi corazón se agitó aun más al escucharlo decir aquello. ¡Una nena! No podía borrar la sonrisa de mi rostro. Definitivamente, aquella sensación de plenitud era indescriptible. El medico nos dejó un momento a solas y ahí, tras pedirle a mi novio que me ayudara un poco a arreglarme, lo atraje a mí y dejé una serie de besos suaves en sus labios. Estaba demasiado feliz y sabía que él se sentía de la misma manera.
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discoverb · 7 years
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Gracias por devolverme mi sensibilidad que creí pérdida desde hace mucho tiempo, fuiste necesaria y oportuna en su momento, demostraste cariño y comprensión inmensa, fuiste justo lo que más quise y necesite, tan difusa, ambigua. Persuadimos tanto el uno con el otro, bendita química que me hizo darme cuenta que eras para mí cada día; gracias por nuestras conexiones tan íntimas, tan eróticas, ósculos de grandes oportunidades para seguir sintiéndonos infinitos, para continuar sonriéndonos uno al otro. Te pregunté quién eras, cómo llegaste y si algun día te irías. Gracias a mi educación tan simple y pura que me hizo vulnerable a ti, con todo y mis contradictorias insatisfacciones, con tanta posesión, toda esa dopamina en el cerebro, ese amor excesivo, un cinísmo placentero. Como en todo, hubo más de un desliz, eras tan pura, nunca quise herirte, nunca he querido hacerlo, me dolía tu sufrimiento, quise extraerlo, chuparlo de tus venas; me dolías, me dueles, jamás estás fuera de mi mente, de mi corazón, gracias por tanto desaprendizaje, por quitarme lo doméstico, gracias por tanto cinismo, tanta imprudencia y aferro de tu parte, me diste el orgasmo de la vida, tanta y tanta estabilidad como engranes me hiciste funcionar, me enfermaste de ti, me obsesionaste de ti. Con tanta sangre en mis manos te libero, hayas salido antes que yo o no, hayas suspirado antes o no, hayas perdonado antes que yo o no, sigue brindando tanto cariño, razón por la que me enamore de tu fragilidad, de tu pureza, de tu locura. Culpa mía. Te arrebataron de mi vida por incongruente, te arrancaron de mi cuerpo por terco, te cortaron de mis ojos por infeliz, te acariciaron en mi cara por estólido. Sentimientos jamás sentidos, tan reales que eran palpables, tócame una última vez que hoy te has ido, sonríe hacia mi vicio una última vez porque hoy te has ido, ódiame una última vez porque hoy te has ido, perdóname una última vez porque hoy te has ido, quiéreme una última vez porque hoy te has ido.
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nextnnet · 4 years
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Una vez pasadas todas las fiestas navideñas y de Año Nuevo, una de las propuestas que más nos hacemos es la de perder peso y llevar una vida más sana, propuesta que, si la repites cada año, es porque, al igual que yo, no acabas de cumplir a rajatabla. En muchos casos, esta propuesta no se lleva a cabo porque nos organizamos mal o porque nos cuesta más de lo que creíamos cambiar nuestros hábitos alimenticios. Si tu problema, en cualquier caso, es más bien el primero, Zumba Burn It Up! llega a Nintendo Switch para buscar la forma de convertirse en la alternativa deportiva que te lleve a trabajar en tu objetivo sin tener que salir de casa (o si no te queda más remedio que salir pero no precisamente a hacer deporte), y que puedes perfectamente compaginar (siempre con una moderación) con otros juegos del estilo como Fitness Boxing o Ring Fit Adventure para trabajar, aún más, en las metas marcadas, ya sea perder peso o mantenernos activos sin más.
  “Pero el zumba al final es como bailar y ya está, ¿no?” Sí y no. Por si no conocéis la disciplina, se encuentra dentro del mundo del fitness, y nos permite, al ritmo de la música latina en su gran mayoría, quemar calorías, ampliar nuestra flexibilidad y tonificar músculos mediante coreografías de baile que nos llevan a realizar un trabajo aeróbico suficiente como para sudar la gota gorda y liberar, de paso, algunas toxinas y mejorar el humor (y creedme que lo hace). “Pero, ¿Zumba Burn It Up! consigue ser ese sustitutivo necesario para introducirme al mundo del zumba y trabajar en mi objetivo?” Eso es lo que voy a responderos a lo largo de este análisis. ¡Dentro música!
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    ¡Dame salsa; dame bachata!
Zumba Burn It Up! es sencillo de presentar. Estamos ante un videojuego que busca recrear en nuestra consola una clase de zumba para poder realizar ejercicio físico sin tener que desplazarnos a un gimnasio o salir de casa. De hecho, los profesores están ahí, mirándonos y sonriéndonos todo el rato, aunque se hubiese agradecido (y hubiese sido un acierto) que tuviesen algún tipo de diálogo, ya sea para anunciar el movimiento siguiente o simplemente para animarnos a seguir.
  Lo novedoso de este título en comparación a otros de su género es que, en caso de encontrarnos fuera de casa, también podemos realizar nuestra clase de zumba, puesto que ofrece la posibilidad de jugarse en modo portátil (mejor dicho, en modo soporte portátil. Aún no ha llegado el momento para que bailéis abrazados a vuestras Nintendo Switch… ¿o sí?). Para ello, solo tenemos que desacoplar uno de los Joy-Con y utilizarlo tal y como haríamos en el Modo Dock. Porque sí, para jugar a Zumba Burn It Up! necesitamos tener en la mano uno de los Joy-Con (aunque parezca algo obvio, en ocasiones no lo es tanto, por lo que mejor dejarlo claro) que es el responsable de que el juego reconozca si hacemos mejor o peor los pasos de baile. Eso sí, más nos vale conocernos los movimientos o tener una vista de lince, porque, como era de esperarse, el seguir los pasos se puede complicar si estamos a una distancia prudencial.
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Una vez estamos en el menú de inicio, las opciones de juego que se nos presentan son: Una canción, donde podemos seleccionar una de las 31 coreografías variadas para hacer e intentar superar nuestra puntuación máxima, nuestra racha máxima de movimientos perfectos hechos o nuestro porcentaje técnico, o simplemente para practicarla para aprendernos mejor aún los pasos o porque nos guste la canción en sí. Clase completa, donde podemos seleccionar una rutina de 15, 30 o 60 minutos (clase corta, intermedia y larga, respectivamente), con un buen número de las mismas para variar entre unas y otras, así como con la selección de canciones. Fitness grupal, en el cual podemos acceder a los otros dos modos descritos pero en compañía y con la peculiaridad de que las estrellas y los porcentajes son compartidos, por lo que, si queremos obtener mejores puntuaciones, todos los participantes tienen que darlo todo.
  Para mantener viva la llama del zumba, también tenemos el apartado de Seguimiento Fitness, donde podemos consultar nuestras estadísticas y progresión, los retos del juego, que hacen la función de logros y trofeos, los objetivos, que nos marcan el desafío a superar tanto diario como semanal, y los premios que obtenemos subiendo de nivel y cumpliendo con los objetivos y retos. Estos premios se transfieren en nuevos títulos e imágenes de perfil. Estos alicientes, aunque simples de entrada, son de ayuda para coger la rutina que en muchos casos tanto nos cuesta y llevar a cabo, al menos, una de las clases diarias.
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  ¿Zumba solo o en compañía?
Zumba Burn It Up! nos mantiene activos con un gran número de canciones y clases variadas, en las que podemos encontrarlas de distintos géneros y dificultades, así como con diferentes profesores y profesoras. Para llevar a cabo las rutinas, basta con seguir los pasos de los mismos. Si los enlazamos bien, conseguimos más puntos y subimos la barra de estrellas aún más rápido; si, por el contrario, fallamos, la racha se rompe y el multiplicador comienza a cargarse de nuevo. El primer problema viene en el reconocimiento de los Joy-Con que, a pesar de realizar correctamente los movimientos, no siempre son todo lo bien reconocidos que cabría esperar. Si no te importa mucho el tema de puntos, esto no será un gran problema para ti, pero al tratarse de un videojuego, doy por hecho de que eres del grupo al que sí, por lo que es algo a tener en cuenta.
  Por otra parte, otro de los grandes problemas del título es a la hora de realizar la coreografía, puesto que, sobre todo cuando nos enfrentamos a dichas canciones las primeras veces, la sensación de pérdida es más habitual de lo que cabría esperar. Porque sí, los pasos siguientes son anunciados mediante una ventana emergente, pero ni son claros ni se marcan con la suficiente antelación como sí haría, por comparar, un juego de Just Dance. Esto, sumado a que ciertos pasos no se comprenden siquiera con la ventana emergente, hacen que nos cueste seguir el ritmo en más de una ocasión, creando una ligera sensación de frustración. Y lo malo es que tampoco tenemos un modo que nos permita practicar los pasos y movimientos a nuestro ritmo, o trozos concretos de una canción, haciéndonos repetirla una y otra vez al completo si queremos dominarla.
  Arriba a la derecha podéis observar el “aviso” del siguiente paso que, en ocasiones, no es suficiente para seguir la coreografía
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  Zumba Burn It Up! – Muévete al ritmo de tremendo cumbiote
Zumba Burn it Up! cumple de sobra con su acometida a pesar de todo, y lo positivo sobresale de lo negativo. Es cierto que habría cosas que podrían haberse pulido más, como la “interacción” de los profesores de zumba con el jugador o la forma en la que se nos avisa de las próximas rutinas, pero al final, si somos constantes en el juego, estos pasos los vamos interiorizando, facilitando aún más ese seguimiento que puede hacerse rudo y frustrante al principio y siendo una gran herramienta para cumplir con nuestros objetivos de salud.
  Eso sí, ya sea en casa o fuera, más os vale tener espacio suficiente para moveros, sobre todo si estáis acompañados, porque no son pocos los movimientos que nos exigen desplazarnos en una zona relativamente amplia, y claro, ante todo, prevención, que no queremos lesiones (ni muebles rotos) nada más empezar el año.
  Hemos analizado Zumba Burn It Up! gracias a un código digital cedido por 505 Games. Versión analizada: 1.1.0
Análisis Zumba Burn It Up! – Nintendo Switch. ¡Hora de trabajar todo el cuerpo al ritmo de la música! Una vez pasadas todas las fiestas navideñas y de Año Nuevo, una de las propuestas que más nos hacemos es la de perder peso y llevar una vida más sana, propuesta que, si la repites cada año, es porque, al igual que yo, no acabas de cumplir a rajatabla.
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gloriadelhoyo · 6 years
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Hoy cumplo 35 años y estoy feliz. Me encanta cada edad. Y pensando sobre mi vida me he dado cuenta que esta etapa entrega una paz, tranquilidad y estabilidad maravillosa. El camino no ha sido siempre fácil pero todo lo que soy hoy es producto de mi historia y me encanta.
Creo que en estos 35 años he aprendido tantas cosas, que ganas de haberlas sabido antes! Pero no, la única forma de aprenderlas era viviéndolas… comparto algunas con ustedes.
1.- La vida es maravillosa. Más allá de todo, de las experiencias difíciles o de lo que nos pase….la vida es maravillosa y vale el esfuerzo vivirla, siempre.
2.- Todo pasa. Cuando estamos abrumados sin ver salidas a veces pensamos que estaremos estancados para siempre en este estado, pero no, eso va a pasar como pasa todo en la vida.
3.- Las emociones son como olas, vienen y van. No somos todo el tiempo felices ni tampoco personas tristes. Cuando creas que la pena te está matando entonces recuerda que esa emoción se irá….pasará…respira profundo y permite que la calma llegue a tu vida…imagina una ola al interior de tu cuerpo….esa pena se irá y vendrá otra emoción. Recuerda lo que te hace feliz.
4.- Los vínculos son lo más importante en la vida. No importa qué tan mal te vaya en el trabajo, el amor, el dinero…..cuando tienes vínculos sanos y estables entonces todo mejora. Los seres humanos somos más felices tomados de la mano…unos con otros….sonriéndonos…abrazándonos…tus relaciones interpersonales son tu mayor capital en la vida por eso cuida a tu familia, dedícale tiempo a tus amigas, trabaja tu relación de pareja…
5.- Cada cosa llega a su tiempo. Es verdad. Uno quiere tener pareja a cierta edad, casarse en un momento, ser madre en el tiempo soñado, viajar a estudiar fuera…..pero nada de eso llega hasta que estás lista para ser fuerte y cuidar de ello. Todo lo que ocurre está ocurriendo en el momento perfecto. Ni antes ni después.
6.- Toda experiencia tiene un lado positivo. De todo lo que vivas SIEMPRE hay una lectura positiva. Del dolor más grande se puede aprender mucho. Elige siempre contarte ese lado del relato y quédate con lo bueno. Usa tus pensamientos y maneja tus emociones para lograrlo.
7.- Toda mujer DEBE desarrollarse y poder vivir sin depender de un hombre. Estar en pareja en maravilloso pero no puede ser tu vida. Tu ya eres un ser completo, un número redondo y si tu pareja se va entonces tu vida sigue. Estudia, trabaja, ten tu dinero e independencia siempre.
8.- La vida da nuevas oportunidades. Nunca creas que todo se acabó. La vida es un estado continuo y pase lo que pase tu vida sigue y con muchas oportunidades. Siempre se puede volver a empezar, siempre podemos tomar nuevos rumbos, si se cierra una puerta entonces se abren otras…la vida se puede re armar las veces que sea necesario.
9.- Tu pasado no te define. No eres quien eras. Tienes todo el derecho a cambiar, crecer, tener nuevas opiniones. Tu pasado te aporta a ser la maravillosa persona que eres hoy pero no te define. Todos cambiamos. Lo que vamos viviendo nos hace cambiar nuestra formar de pensar, de vivir, de creer…los cambios son parte del proceso de crecimiento, de búsquedas….la vida incluye errores, dolores….pero no eres ellos…
10.- Viajar es de las mejores experiencias de la vida. Conocer otros lugares, personas diferentes, otras ideas, comidas, olores y creencias hacen de ti una mejor persona. Mejor aún si viajas sola ya que requiere desarrollar habilidades que sin duda serán el camino al éxito.
11.- Cada una es responsable de su vida. No le eches la culpa a nada ni a nadie. Solo tu eres responsable de ser feliz, de sentirte bien. Nadie tiene que cargar con tu felicidad. Tu decides donde quieres estar y con quien. Ocúpate en descubrir qué te hace bien, qué te gusta hacer, quiénes aportan en tu vida y quienes no…es tu responsabilidad.
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thescrets · 7 years
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Una noche fría de noviembre Tal vez pueda endulzarte el oído con hermosas palabras, pero cuando la obscuridad llega y se apodera de mi habrás querido jamás conocerme, algo a pasado conmigo que ya el amor se a ido de mi, tal vez fue ese amor que tanto añore, el que tanto quería, el que tanto esperaba, había encontrado a quien toda la vida quería pasar, siempre sonrío cuando recuerdo cada uno de esos momentos, la amaba demasiado. La obscuridad se había ido de mi al momento de haberla conocido, recuerdo aquella noche fría en que la conocí, al verla sentí algo dentro de mí que en el instante supe que era a quien buscaba, tan bella tan hermosa y espectacular mujer, sentados aquella noche fría en el piso de una puerta sonriéndonos y viéndonos el uno al otro, fue una noche tan hermosa que la luna nos había dado, fuimos tan perfectos juntos, aquellas noches en la cama fueron las mejores, el despertar y tenerla al lado de mi era lo mejor, todo iba tan espectacular, estaba por proponerle matrimonio pues era a quien quería para siempre. Empezaron las peleas y cada vez eran más y más fuertes, pues no podías estar sin el otro, al estar juntos todo era perfecto y al estar sin él otro era algo insoportable que sólo eran peleas por ya estar con el otro. La obscuridad empezaba a volver a mi, podía sentir como la amargura me comía lentamente. El amor termino y la mujer que había conocido aquella noche fría se había ido, perdí a mi gran amor por no resistir un poco más, me lamento cada día por haberla dejado, me ha hecho tanta falta, pero es demasiado tarde porque ella con otro está. Hoy solo me queda aguardar en la esquina de una inmensa obscuridad esperando otra luz que me pueda salvar
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#CarmenLesTrae #Creepy #Terror El Hombre que Canta y Baila Quedan pocas personas con vida que recuerden a El Hombre que Canta y Baila. El tiempo ha reclamado a los sobrevivientes de aquella larga noche, y estoy seguro de que se fueron de este mundo sin protestar. La vida toma un curso extraño después de una noche como esa. Los que aún viven: Bill Parker, Sarah Carter, Sam Tannen… no hablan sobre ello. Sam tiene suerte. Su cerebro empezó a convertirse en avena hace unos años y ahora encuentra problemas incluso para ponerse los pantalones. Se le concedió un alivio prematuro de sus recuerdos. No se despierta noche tras noche con la música todavía sonando en sus oídos y lágrimas en sus mejillas. El Hombre que Canta y Baila vino a Belle Carne con pocos bombos y platillos en el otoño de 1956. Yo recién había terminado la secundaria y estaba trabajando como repositor en Handy’s Hardware. Estaba ahí la tarde en que Sarah Carter se precipitó por la puerta haciendo que el timbre de bienvenida sonase como loco. —Juan, debes ver lo que prepararon en la glorieta. Hay una gran carpa y un hombre parado enfrente de ella gritando cual presentador de circo. —Sarah estaba sin aliento y evidentemente había corrido el trayecto desde el parque hasta la Calle Principal. Dio un resoplido al mechón de cabello despeinado en su rostro mientras esperaba que yo reaccionase. Con Sarah siempre estaba dos pasos atrás y corriendo para alcanzarla. La chica tenía energía en aquel entonces, y en cantidades ilimitadas. Dejé de acomodar los clavos para responderle: —No había nada allí cuando pasé esta mañana. ¿En qué momento la colocaron? Se encogió de hombros. —No lo sé, pero allí está. Y tienes que ver a este tipo. Está disfrazado de pies a cabeza y no para de hablar, ¡y vaya que sabe hacerlo! Lo pensé y miré el reloj. Eran cerca de las cinco y mi turno ya terminaba de todas formas. —Está bien, vayamos a verlo entonces. Sarah sonrió de oreja a oreja y desapareció. No dudé que lo estuviese anunciando al resto de nuestra pandilla. Me encontré con Bill en el camino al pasar por la farmacia en donde trabajaba. —¿De qué rayos está hablando Sarah, Juan? Entró volando por la puerta y se fue del mismo modo antes de que pudiese preguntarle algo. Bill era un muchacho grande, el más alto (y más pesado) de nuestra clase. Tiene su temperamento, pero es un buen tipo. Era también el mejor de su equipo de básquetbol en la secundaria, aunque uno de los pocos que ha sido expulsado durante un juego. Arrojó a un chico al otro extremo de la cancha. Bill dijo que le había dado un codazo en el estómago; un accidente claro, nadie se atrevería a hacerle eso a propósito. Al final de la Calle Principal, cruzamos la Calle Buchanan y entramos al parque. Normalmente, en ese punto ya hubiésemos podido ver la glorieta —sobre una colina en el centro del parque—. Durante el verano solía haber conciertos ahí: actuaciones de la banda de la escuela, coros de la iglesia cantando algunos himnos, ese tipo de cosas. Una vez, un par de chicos de la secundaria comenzaron una excelente banda de rockabilly, pero de algún modo el comité del parque sacó una ordenanza que prohibía el rock and roll en ese lugar. Pueblos pequeños, ¿sabes? Pero ahora había una carpa enorme de color amarillo que tapaba la vista de la glorieta, como esas que tienen los circos o esas que los alcaldes suelen usar cuando tienen ganas de «sentir el espíritu del pueblo» —y sentir tu billetera, además—. Ya había una multitud bastante grande alrededor de la carpa cuando Bill y yo llegamos. Podíamos escuchar al tipo del cual nos había hablado Sarah; realmente sonaba como un presentador de circo. A empujones, avanzamos por la multitud y nos acercamos al lugar en donde estaba el hombre. —¡Vamos, gente! ¡Se está acercando, el momento se está acercando! ¡Vamos a tener una gran noche! ¡Así es, una noche GRANDIOSA! ¡Cantaremos, bailaremos; lo PROMETO! ¡Y El Hombre que Canta y Baila siempre cumple sus promesas! Aún no podíamos verlo, habían demasiadas personas bloqueando el camino. Parecía que todo el pueblo hubiese acudido a ver a El Hombre que Canta y Baila. Bill me tiró de la manga y apuntó con su dedo. Lo seguí con la mirada y no lo podía creer. Era el Reverendo Harper, el cura baptista. He vivido por mucho tiempo, pero nunca vi otro hombre que pudiese golpear con una biblia tan fuerte como él. Harper predicaba sobre los males del pecado; el pecado en la bebida, el pecado en el tabaco, el pecado en la droga, el pecado en cualquier cosa y, por sobre todo, el pecado en la danza. Y aquí estaba, haciendo cola para entrar a la carpa, porque ciertamente no estaba predicando. Lo saludamos, y el viejo baptista se puso del color del Mar Rojo, nos dio la espalda y se alejó. Bill y yo nos miramos sonriéndonos y seguimos caminando hacia El Hombre que Canta y Baila. Al fin pudimos emerger de entre la multitud y verlo. Estaba parado sobre un cajón viejo y astillado que parecía estar a punto de colapsar. A su lado, sobre el césped, había un estuche de violín con detalles dorados en los bordes. Parecía viejo, más viejo que el cajón, más viejo que el pueblo. Parecía una antigüedad. Él era puro codos, rodillas y hombros. Alto y larguirucho, y su cuerpo se movía al ritmo de sus palabras. Estaba usando una chaqueta roja y blanca, como esas de los cuartetos que solían cantar en las barberías. Tenía un sombrero de paja en la cabeza, que incesantemente se acomodaba con sus manos de dedos largos. Seis dedos en cada mano. Me sorprendió ver eso. Había leído que algunas personas nacían con seis dedos, pero leer sobre algo y verlo son cosas muy diferentes. —Bien, bien, falta muy poco. Realmente falta muy poco. ¿Están listos para cantar? ¿Están listos para bailar? Porque estoy listo para tocar mi violín, sí que lo estoy, sí que lo estoy. Tengo el violín a mis pies y estoy listo para tocar, listo para hacer que esas cuerdas CANTEN. ¿Pueden creerlo? Aplaudió, y eso fue lo más cercano a una pausa que estuvo dispuesto a hacer. Sarah y Sam se acercaron a nosotros después de encontrarnos entre la multitud. Sarah me codeó en las costillas. —¿Qué te dije? Parece que debería estar en un carnaval intentando hacernos ver a la mujer barbuda o algo así. Sam asintió con la cabeza para saludarnos, lo que hizo que sus anteojos se resbalasen por su nariz y les dio un empujón con su dedo para arreglarlos. Era tan alto como Bill, pero su físico ni se acercaba al de él. Era el chico listo en nuestra pandilla. Uno tiene que tener cerca a alguien así para que le enseñe a hacer cosas como desmantelar el auto del director y rearmarlo en el gimnasio de la escuela. —¿Qué está vendiendo? —preguntó Sam. —Un baile, creo yo —le dije. —¿Cuánto cuesta? El Hombre que Canta y Baila debió de haberlo escuchado, porque dijo: —¿Cuánto cuesta, están preguntándose? No cuesta ni un dólar, ni un centavo. Amigos, esto no les costará nada. Solo entren a la carpa y bailen toda la noche al ritmo de la canción. Nos miramos entre nosotros. Era un buen trato. ¿Música gratis y un lugar para bailar? No había mucho que hacer en el pueblo en aquellos días, y todavía no lo hay. Era casi muy bueno como para ser cierto. El Hombre que Canta y Baila se detuvo, lo que era un pequeño alivio. Hurgó en sus bolsillos, sacó un reloj dorado y miró la hora. Y entonces sonrió, con una sonrisa que mostró cada uno de sus dientes. —Amigos, es tiempo de bailar, así que entren. Entren todos, porque es momento de que el baile comience. —Y con eso, se bajó de su banco, lo tomó junto con el violín y se metió a la carpa. Sarah, Bill, Sam y yo casi fuimos arrollados en el apuro de la gente por entrar, pero aun así fuimos los primeros adentro. Era enorme. Había un suelo de madera debajo de nuestros pies que parecía ser de roble, de roble oscuro, y pulido hasta brillar como un espejo. Había velas en candelabros por todos los postes de la carpa y cuando miré hacia arriba no pude ver el techo con tanta oscuridad. Era como mirar a un cielo sin estrellas donde ni siquiera la luna se molestaba en aparecer. La multitud nos condujo más y más adentro mientras la gente ingresaba. No era solo gente joven. Estaba la señora Crenshaw, nuestra maestra de inglés que ya iba para los cincuenta. Estaba el señor Hopkins, el director de la primaria. Estaba el buen Reverendo Harper, quien aún se veía avergonzado. Realmente todo el pueblo estaba ahí. Demonios, incluso estaba el alcalde con su mujer, parados y hablando con el jefe de policía. Pronto, todo el mundo estaba adentro y el murmullo de la gente charlando era ensordecedor. Todos buscábamos a El Hombre que Canta y Baila para saber en dónde se había metido. Nadie miró hacia arriba, así que nadie lo vio hasta que hizo sonar las cuerdas del violín con su arco. Allí estaba, en el medio de la carpa, sentado en una pequeña plataforma de madera a aproximadamente seis metros de altura. Dios sabrá cómo logró subirse ahí, porque la verdad que no había ninguna escalera que llevase hasta arriba. Dejó caer sus pies por la orilla de la plataforma y tomó su violín con una mano y su arco con la otra. Tanto el arco como el violín parecían estar hechos de la misma madera oscura del piso, y brillaban a la luz de las velas como si estuviesen vivos. Llegué incluso a dudar si el violín necesitaba de El Hombre que Canta y Baila para hacer que sus cuerdas tarareasen. Todos lo miramos, y nos sonrió mientras se ponía de pie rápidamente, haciendo que a la multitud le preocupase que fuese a tirarse en medio de ellos. Y entonces comenzó a tocar. Hizo a esas cuerdas cantar. Nunca he vuelto a escuchar a alguien tocar así, y doy gracias a Dios por eso cada día. Aflojaba las articulaciones y aturdía la mente. Sentías la necesidad de mover todos los huesos. Tomé la mano de Sarah y comenzamos a bailar por el suelo de la carpa, y todo el mundo nos siguió. Algunos con pareja, otros solos. Algunos bailando cuadrillas, otros bailando el vals y otros bailando Twist. Bailamos, movimos las caderas, sacudimos el esqueleto y rocanroleamos. Pasé junto al Reverendo Harper, él moviendo los pies en un torpe baile junto a Eloise Grendel, una vieja fervientemente católica. Vi a la esposa del alcalde bailando un vals con Dan Adams, uno de nuestros bomberos. Me movía en espiral con Sarah, chocando y empujando a las personas que estaban cerca. Hacía mucho calor y la temperatura subía cada vez más. No pasó mucho tiempo antes de que el lugar empezase a apestar a sudor. Me sentía mareado, pero seguimos bailando, bailando sin parar. También me di cuenta de que El Hombre que Canta y Baila estaba cantando, pero en un lenguaje que no entendía. Se erguía sobre nosotros, parado en esa plataforma, haciendo a su violín cantar. Su arco se levantaba y caía, se deslizaba sobre las cuerdas de arriba hacia abajo, de lado a lado. Tocaba de la misma forma que hablaba; sin descansos, sin pausas, solo un diluvio maníaco de notas mientras su lengua se enredaba en palabras que no tenían por qué ser dichas en este mundo. Sacudí mi cabeza mientras giraba con Sarah y me sentí cansado. Mis pies me dolían y mi espalda baja estaba empezando a palpitar. Vi mi reloj y entendí que habíamos estado bailando por una hora entera. Volví a sacudir mi cabeza, intentando ahuyentar la sensación de adormecimiento que estaba nublando mis pensamientos. —Sarah… —Me aclaré la garganta. Solo había podido susurrar. Mi lengua se sentía extraña y gruesa—. Sarah… —Lo intenté de nuevo, esta vez más fuerte, pero ella no respondió y continuamos bailando. La sacudí, pero no respondió. Continué sacudiéndola hasta que noté que lo estaba haciendo al ritmo de la música. Entonces intenté parar. Y no pude. No podía parar. Debajo de la niebla de mis pensamientos, empecé a sentir temor. Vi los rostros de las otras personas y pude ver su miedo. La cara del Reverendo Harper se había puesto más roja que antes; el sudor caía a chorros por su rostro, pero él seguía moviéndose junto a la señora Grendel, cuya cabeza se balanceaba de lado a lado. Se había desmayado, pero sus pies aún se movían. Pasamos cerca de Bill, quien bailaba con Susie Watkins, y vi que los ojos aterrados de la chica recorrían todo el salón, pero Bill solo movía su cabeza al ritmo de la música y sus ojos vidriosos estaban perdidos en la nada. El Hombre que Canta y Baila se rio desde su plataforma y continuó tocando. Escuché un grito y giré mi cabeza para ver a una mujer tirarse al piso sosteniéndose la pierna con sus manos. Se había acalambrado. Le tenía envidia. Ella había conseguido parar, había conseguido descansar. Mis piernas se sentían como madera muerta y el dolor en mi espalda se había profundizado. Entonces su pareja de baile se paró en su tobillo y escuché el crujido desde mi lado de la sala. Él seguía bailando, con los ojos en blanco mientras se movía. Ella gritó de nuevo e intentó arrastrarse, pero, en lugar de eso, terminó parándose. Comenzó a bailar, dejando caer su peso sobre el tobillo roto. Una y otra, y otra vez. Me di la vuelta, pero no pude dejar de escuchar sus sollozos. La música continuaba. Miré mi reloj nuevamente y ya habían pasado tres horas. No paramos, no aminoramos el ritmo. Seguíamos moviéndonos al compás del violín. Sin importar las ampollas. Sin importar los dedos o tobillos rotos. Sin importar el profundo dolor de espalda que se rehusaba a desaparecer. Sin importar los corazones viejos ni las rodillas malas. Seguimos ese ritmo frenético como una masa: una criatura con una sola mente que se bamboleaba y saltaba. El Reverendo Harper murió. Vi cómo pasaba. Estaba sosteniendo a la todavía desmayada señora Grendel, cuando la soltó. Ambos cayeron al suelo. Él se retorció una vez, sus pies atinaron un súbito ritmo staccato, y luego se quedó tieso. La señora Grender se levantó y siguió moviéndose. Yo miraba a Harper mientras bailaba, intentando ver si respiraba. No lo hacía. Les juro que no lo hacía. Pero aun así se levantó. Estaba muerto, pero aun así se levantó y empezó a bailar de nuevo. Se dio vuelta para verme, y sonrió con la misma sonrisa de El Hombre que Canta y Baila. Sus ojos estaban rojos, llenos de la sangre de lo que sea que se hubiese roto en su cerebro. Harper no fue el último. Probablemente no fue el primero. Los viejos y enfermos fueron los que más pronto caían. Agotamiento, ataques al corazón, hemorragias en algún lugar del cuerpo: murieron. Y entonces se levantaban y seguían bailando, sonriendo con esa sonrisa. Pasé cerca de Sam y Lisie. Él había perdido sus anteojos. Sus ojos se movían por todo el lugar, totalmente conscientes. Miré su pierna y vi una quebradura expuesta que rasgaba su jean. Dejaba tras de sí un rastro de sangre y, cuando giraba, manchaba a las personas que estaban a su alrededor. Se paraba en esa pierna rota, saltaba sobre ella. Todo al ritmo del violín. El olor de la sangre se mezcló con el del sudor y ya no podía respirar. El aire era denso y por todas las direcciones escuchaba llantos, gritos, aunque nada acallaba el sonido del violín o del canto de El Hombre que Canta y Baila. Y entonces se detuvo. Bailé un último paso y luego me hice parar. Miré hacia arriba, todos lo hicimos. Él estaba mirando su reloj de bolsillo. —¡Está bien, amigos! ¡Es todo por esta noche! El baile ha terminado y la mañana ha llegado. Pueden irse si es que pueden caminar, y deberían caminar rápido porque este hombre que canta y baila se está yendo. Nos quedamos de pie allí, como aturdidos. Empezamos a caminar hacia la salida de la carpa. Nadie corría, porque nadie podía hacerlo. Era un milagro que pudiésemos caminar. Sarah se me adelantó y se fue, pero yo me quedé. Me di vuelta y vi al menos veinte personas que aún estaban paradas allí, entre ellas Harper. Todas estaban sonriendo. Se mantuvieron de pie sin dar señales de querer irse. —Vete, amigo. Ya tengo lo que quiero, pero me encantaría añadirte a mi colección si te quedas aquí por mucho tiempo. Lo miré y lo vi sonreír. Entonces le di la espalda y dejé la carpa. Cuando me volteé de nuevo, todo había desaparecido, incluida la gente que estaba adentro. Esa es la historia de lo que ocurrió. Los otros no la dirán o pretenderán que nunca ocurrió. Sin importar las veintiún personas que desaparecieron esa noche, entre ellas la esposa del alcalde. Prefieren no pensar en ello. Sarah y yo llevamos a Sam al hospital en el pueblo vecino, lejos de las personas que sabían qué había ocurrido. Tuvieron que quitarle la pierna. Sam ya era una persona callada y luego de esto lo fue aún más. No se mueve mucho últimamente, solo se sienta en el frente de su casa con un bastón en su regazo y masajea el muñón con su mano. Dice que le molesta en las noches frías, y en las cálidas, y en las húmedas, y en las secas. Bill dejó el pueblo y se unió a la armada, se quedó lo suficiente como para pelear en Vietnam y ganó un puñado de medallas. Volvió y sentó cabeza para beber (y beber mucho). Si quieres encontrarlo, puedes hacerlo en el bar de Eddie Dixon. Aunque no importa cuán borracho esté, no va a querer hablar de esa noche. Ninguno de nosotros supo mucho de Sarah después de eso. Parecía estar bien, pero ella siempre parecía estarlo. Dejó el pueblo y comenzó la universidad, pero al igual que Bill fue arrastrada de vuelta a Belle Carne. Ahora enseña inglés en la secundaria del pueblo. Y yo me quedé aquí, en la tienda de hardware. Incluso la administré por un tiempo, pero ahora no hago demasiado. Solo me siento con Sam y a veces hablamos de algunas cosas. No tan a menudo, sin embargo, porque si me quedo hasta muy tarde o mucho tiempo, veré sus ojos llenarse de lágrimas mientras se encierra en sí mismo. Y podré escucharlo tararear un pequeño fragmento de una canción, y los cabellos de mi nuca se erizarán y sentiré escalofríos recorrer todo mi cuerpo. Entonces, sé que mi pie empezará a golpetear el piso de madera siguiendo un pequeño ritmo, y una amplia sonrisa se dibujará en el rostro de Sam. La sonrisa de El Hombre que Canta y Baila.
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