Mar oscuro
Vivía en un apartamento pequeño en la colonia Merced Balbuena, en la CDMX, muy cerca del Mercado Sonora. Nunca había sido un gran aficionado a la conversación con mis vecinos, pero últimamente algo extraño estaba sucediendo en mi edificio de apartamentos. Por la noche, escuchaba sonidos, gritos y risas que me impedían dormir.
Un día, mientras estaba sentado en mi sofá, unos ruidos extraños que provenían del apartamento de al lado me hicieron dejar el libro que tenía entre mis manos. Me levanté y caminé hacia la pared, tratando de escuchar con más atención. Fue entonces cuando lo entendí, era el sonido de una extraña ceremonia, como si estuvieran hablando en una lengua desconocida. Me acerqué a la puerta y puse mi oreja en ella, tratando de escuchar lo que estaban diciendo.
De pronto, un grito invadió el lugar y me alejé de la puerta de golpe. Sentí un escalofrío recorriendo mi cuerpo, como si algo inexistente me hubiera tocado. Me retiré por completo de la puerta y me senté en mi sofá, tratando de calmarme. Pero no podía dejar de pensar en lo que acababa de escuchar.
Esa misma noche, traté de dormir, pero no podía. Los gritos y risas diabólicas continuaron, haciéndome sentir que estaba perdiendo la razón. Desesperado, y ya cansado por lo sucedido, decidí investigar. Fui al sótano del edificio. Era un lugar un tanto descuidado, sucio y desordenado. Estaba un poco confundido al caminar entre los artilugios que llenaban el lugar. Repentinamente, hubo algo que llamó mi atención, algo que no concordaba con los patrones gráficos del papel tapiz que cubría todas las paredes. Me pareció curioso notar esa secuencia de flores y enredaderas romperse. Poco a poco me iba acercando a ese lado de la habitación hasta poder tocar el muro con mi mano. Al llegar ahí noté que la pared escondía algo, una puerta oculta tras las flores impresas en esa base non-woven.
Crucé el marco de madera y caminé por un pasillo estrecho hasta llegar a una especie de templo. Era un tanto oscuro, siniestro, lleno de velas y símbolos extraños. La atmósfera era opresiva y sentí que algo me observaba desde las sombras. Sabía que ese lugar no era humano, que era algo fuera de este mundo.
Entonces los vi. Había un grupo de personas vestidas con túnicas negras, haciendo una extraña ceremonia a un ser desconocido, era una figura de piedra que reposaba en el centro de la cámara. Sus rostros estaban cubiertos con máscaras horribles. Traté de alejarme, pero tropecé y caí al suelo, haciendo un ruido fuerte.
Estas personas se giraron hacia mí y me miraron fijamente. Un frío me recorrió la espalda hasta la nuca, sentí que mi mente se rompía y algo horrible se apoderaba de mí. Logré ponerme de pie y correr con todas mis fuerzas hasta escapar de ese lugar.
Desde aquella noche, mi vida se convirtió en una pesadilla constante. Los ruidos, gritos y risas diabólicas se hicieron más fuertes y constantes. Sentía que aquellos enmascarados estaban detrás de cada esquina, acechándome, esperando el momento perfecto para capturarme y llevarme a los aposentos de ese ser, esa extraña figura que no concordaba con nada que haya visto antes.
Intenté hablar con los demás inquilinos del edificio, pero nadie parecía saber nada sobre lo que sucedía en el sótano. Algunos me miraban con incredulidad, otros con miedo, pero ninguno parecía tener una respuesta para mí. Me sentía solo y abandonado en mi lucha contra esta presencia.
Una noche, mientras trataba de dormir, escuché un ruido en mi apartamento. Me levanté de la cama y caminé hacia la puerta, temblando de miedo. La puerta estaba abierta y la luz del pasillo se colaba en mi habitación. Sentí que algo se movía en la oscuridad, algo que no podía ver, pero que estaba allí, acechando.
Inesperadamente, la puerta se cerró de golpe y me quedé atrapado en la oscuridad. Escuché un ruido detrás de mí y me giré, tratando de ver qué estaba pasando. Fue entonces cuando lo vi, una figura siniestra y oscura, vestida con una túnica negra y una máscara horripilante. Me agarró por el brazo y me arrastró hacia la oscuridad.
Intenté luchar, pero su fuerza era inhumana. Me llevó por un pasillo oscuro y angosto. Sentía que la vida se desvanecía ante mis ojos, que estaba a punto de ser llevado a algún tipo de infierno demencial.
Pero entonces, algo extraño sucedió. El enmascarado se detuvo en seco y comenzó a temblar. Sentí que su cuerpo se estremecía y que algo oscuro salía de él. Fue entonces cuando vi su rostro, un rostro humano, lleno de terror y angustia.
Me soltó y dijo “Vete, vete antes de que nos encuentren”. No entendía lo que pasaba, pero tampoco quería quedarme para averiguarlo.
Decidí abandonar el edificio y empezar una nueva vida. Me mudé a la ciudad de Guadalajara. Traté de olvidar todo lo que había sucedido. Pero el miedo siempre ha estado presente en mi mente, acompañándome a donde quiera que voy.
Hay noches donde sueño a ese ser, a esa figura de piedra de alto relieve girando alrededor de mí, mientras escucho una voz, más como un susurro que dice: “No te preocupes, Javier, ya no volverás a estar solo”. Después de eso no recuerdo nada. Me pierdo en la noche, en la profundidad de ese mar oscuro que invade cada rincón de mi mente. Ese mar del cual no quisiera emerger jamás.
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Leyendas de terror salvadoreñas
La Siguanaba
Esta es la leyenda más conocida en El Salvador. En los tiempos en que las deidades caminaban sobre la tierra, el dios Tláloc se enamoró perdidamente de una joven y bellísima mujer a quien los aldeanos llamaban Sihuehuet (que en castellano se traduce como "Hermosa Mujer").
De este amor nació un hijo. Sin embargo, la gente la consideraba una mala madre, ya que dejaba al pequeño solo en casa para salir a pasear.
Por este motivo, el niño se alimentaba únicamente de ceniza. Tláloc no tardó en enterarse de las acciones de la mujer y su enfado fue tal que le lanzó una terrible maldición.
A partir de este momento, ya no serás conocida por tu nombre anterior, sino que todos te llamarán Siguanaba (es decir, "horrible mujer") -pronunció el dios de la lluvia.
Desde la distancia, la dama parecía hermosa. Sin embargo, cuando algún hombre se le acercaba, su aspecto cambiaba drásticamente convirtiéndose en un horripilante monstruo.
La deidad también la obligó a vagar por los senderos y caminos rurales vacíos, buscando hombres trasnochadores para espantarlos y obligarlos a regresar pronto a casa.
Existe una manera de librarse de la Siguanaba, aunque llevar a cabo este plan sin fallos es sumamente difícil. La víctima que se encuentre cara a cara con ella debe acercarse lo más posible y luego tirarse al suelo cerrando los ojos y estirando uno de sus brazos hasta poder alcanzar uno de los pies de la criatura.
Después de esto, la persona debe jalar con fuerza para hacer que ella caiga. Mientras el espíritu maligno permanece en el suelo, el individuo debe darse a la fuga.
El Cipitío
Según la tradición salvadoreña, la leyenda del Cipitío es una "continuación" del mito anterior, revelándonos la historia del hijo de la Siguanaba.
Al igual que su madre, el Cipitío también se convirtió en una criatura maldita, ya que Tláloc le lanzó un hechizo para que nunca pudiera convertirse en hombre. Es decir, sin importar el paso de los siglos, siempre seguiría siendo un niño.
Los adultos mayores de El Salvador me contaron que en las casas de la gente que tenía chimenea, se decía que de vez en cuando el espíritu de aquel chiquillo aparecía.
El Cipitío no solo disfruta comer la ceniza producida por los maderos quemados, sino que también se deleita revolcándose en ella.
La descripción clásica de él es la siguiente: un niño de baja estatura, con un vientre prominente y extremidades inferiores al revés. Esto confunde a quienes intentan seguirle el rastro, ya que los lleva en dirección opuesta.
A diferencia de su madre, este personaje no hace daño a nadie, aunque de vez en cuando puede realizar alguna travesura inofensiva. Por último, solo queda decir que aunque a esta historia se le han añadido y quitado algunos detalles (dependiendo principalmente de la época), sigue conservando su esencia original.
El Cadejo
El Cadejo es una de esas historias que trascienden las fronteras de un lugar específico en Centroamérica, como en el caso de El Salvador, y se encuentran versiones del mismo relato en otras regiones, como México.
Se trata de una leyenda de origen indígena que sostiene que los perros son los acompañantes ideales para guiar al recién fallecido hacia la tierra de los muertos.
Sin embargo, con la llegada de las tropas españolas a Mesoamérica, este mito comenzó a evolucionar. En versiones posteriores, se utiliza esta leyenda para ilustrar claramente el contraste entre el bien y el mal.
Los Cadejos son perros fantasmas más grandes de lo habitual y generalmente se les ve en parejas. Uno de ellos es de color blanco, mientras que el otro tiene el pelaje completamente negro.
El Cadejo blanco, con ojos azulados, simboliza la luz del paraíso. Si este perro guía el alma de un difunto, encontrará el descanso eterno fácilmente, sin obstáculos en su camino hacia su destino final.
Por otro lado, si aparece el Cadejo negro durante el trayecto, es necesario tomar precauciones, ya que este perro se asocia con el infierno. Su principal misión es llevar almas inocentes al averno para satisfacer a Satanás.
Para protegerse de este espíritu maligno, los salvadoreños solían quemar incienso, conocido como Sahumerio en ciertas regiones del país.
Un consejo que podemos darte es que, si decides pasear por el campo, intentes regresar a casa antes de que se ponga el sol, ya que a veces los Cadejos andan sueltos.
La Carreta Bruja
Cuenta la leyenda que, desde tiempos pasados, en algunos pueblos de El Salvador, cuando el reloj marca las 12:00 de la noche, se puede escuchar con claridad el rechinido de las ruedas de una carreta que atraviesa las solitarias veredas a toda velocidad.
El relato que compartiré hoy me lo contó un querido amigo. Según él, un hombre había ido a visitar a unos parientes. Tan absorto estaba en la reunión que perdió la noción del tiempo, abandonando la casa casi a medianoche.
A pesar de caminar por un sendero oscuro, no sintió temor, ya que desde pequeño había estado acostumbrado a pasear únicamente bajo la luz de la luna.
Avanzó sin preocupaciones hacia su hogar hasta que de repente escuchó el chirrido de las ruedas de un carruaje.
¿Quién podría ser a estas horas de la noche? -le preguntó el hombre a su perro.
Continuó su camino, aunque el sonido de la carreta se hacía cada vez más fuerte. Justo cuando pasó frente al cementerio municipal, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo y se persignó.
Ya casi llegaba a su casa cuando de repente sintió un escalofrío, ya que escuchó a los animales de la granja aterrorizados.
De repente, como un destello, vio pasar la Carreta Bruja frente a sus ojos. El cochero tenía la cabeza cubierta de zacate y del interior del carruaje solo se podía ver un extraño resplandor rojizo.
Lo más confuso de esta leyenda es que el hombre no recordaba cómo llegó a su casa ni por qué estuvo postrado en la cama durante más de tres días, con fiebres superiores a los 40°C.
La Ciguanaba
Algunos afirman que la leyenda de la Ciguanaba es exactamente igual a la de la Siguanaba (que, por cierto, ya está incluida en esta compilación). Sin embargo, después de revisar varias fuentes, nos dimos cuenta de que existe un relato distinto al anterior.
Quizás la confusión en la población se debe al hecho de que, en ambas crónicas, no solo el nombre es prácticamente idéntico, sino que también comparten varios elementos en común.
A continuación, comenzaremos a relatar esta leyenda para que puedas compararla con la otra.
En esta historia, nos encontramos con una bella mujer que era pretendida por un cacique. Sin embargo, la joven estaba completamente enamorada de otro hombre.
Esto enfureció al poderoso hombre, ya que ninguna otra chica del pueblo se había atrevido a rechazarle. Enfurecido, fue al domicilio de la joven, la raptó y la encerró en una cueva.
Mientras tanto, al prometido de la muchacha, lo golpeó y finalmente lo arrojó al río para que se ahogara.
Después de innumerables intentos, la mujer logró escapar de su encierro y encontró a un chamán, quien le entregó una pócima para que se convirtiera en un ser inmortal.
Desde ese día, la gente de los pueblos cercanos al río jura que por las noches una mujer vestida de blanco se pasea por la orilla, buscando el cuerpo de su amado.
La Leyenda del Padre sin Cabeza
Según lo que sabemos, existen dos versiones distintas de la leyenda del Padre sin Cabeza. En la primera, se cuenta que un sacerdote se enamoró de una mujer y abandonó la Iglesia para casarse con ella.
Desde el punto de vista de la Iglesia, este acto significaba que el pobre cura estaría condenado al pecado mortal por toda la eternidad, al romper sus votos de castidad para contraer matrimonio.
En la segunda versión de la leyenda, relacionada con el sacerdote decapitado, la gente mayor asegura que hace mucho tiempo hubo una fuerte revuelta en El Salvador y que uno de los padres de la Iglesia convenció al pueblo para que se levantara en armas contra el gobierno colonial.
Hubo numerosas batallas en las que el cura salió victorioso. Sin embargo, en una de las últimas escaramuzas, el ejército español logró capturar a los rebeldes y el padre fue condenado a muerte.
Además, en esta narración se enfatiza que el alma del sacerdote sale todos los viernes del año de la Iglesia del Rosario para recorrer las principales calles de la ciudad.
Por otro lado, no solo se ha avistado al Padre sin Cabeza en la capital, sino también en poblaciones como Santa Ana o Cojutepeque.
El Caballo Negro
Aquellos que se han encontrado cara a cara con el Caballo Negro han sufrido toda suerte de desgracias. Se dice que este animal no es otro que el mismísimo Diablo, solo que disfrazado.
Satanás, siendo un ser mitológico de gran astucia, no se presenta frente a los mortales como una criatura fea o una bestia salvaje. Por el contrario, se transforma en un bello corcel de pelaje oscuro.
Durante el siglo pasado, muchos de los hacendados más adinerados de El Salvador desaparecían en las noches de luna llena. Sus familiares los buscaron durante mucho tiempo, hasta que, sin explicación alguna, encontraron sus restos esparcidos en los potreros.
Uno de los detalles más intrigantes de este relato es que, en el interior de los cuerpos, no se encontraron músculos ni huesos, sino solamente zacate.
Es importante recordar que en los mitos antiguos, los ancianos creían que cuando una persona enfrentaba dificultades financieras o problemas de salud, podían invocar al diablo para obtener ayuda. Cuando Belcebú era convocado desde lo más profundo del averno, se formaba un gran remolino en el lugar de la invocación.
Luego, aparecía un hermoso potro negro, montado por un jinete elegantemente vestido. Este individuo cumplía algunos deseos de los desafortunados, pero a cambio, sus almas pasarían directamente al infierno sin posibilidad de absolución una vez que se cumplía el contrato.
El plazo máximo que el jinete daba a sus víctimas, bajo ninguna circunstancia, era mayor de siete años. Tal vez por esta razón, ese número siempre ha sido asociado con la "mala suerte". Si no me crees, solo recuerda lo que dice la gente cuando rompes un espejo por accidente.
La Descarnada
Sabemos que existe una versión "azteca" de esta leyenda, pero nos centraremos en la versión que encontramos en las fuentes salvadoreñas que revisamos antes de redactar este texto.
En el camino que va desde Santa Ana hasta Chalchuapa, la gente afirma que se aparece una mujer de aspecto aterrador.
Sin embargo, hay quienes aseguran todo lo contrario, afirmándo que la misteriosa dama posee una belleza sin igual. Suele pasearse por los caminos poco transitados, vistiendo ropa moderna y provocativa, con el objetivo de atraer a conductores solitarios para que se detengan y la ayuden.
Cuando una víctima detiene su automóvil, ella se acerca con paso pausado y le pide al conductor que baje la ventanilla del copiloto. Acto seguido, la "Descarnada" solicita ser llevada al pueblo más cercano, alegando miedo de caminar sola en la noche.
Una vez dentro del vehículo, la mujer comienza a mirar fijamente a los ojos del conductor, con la intención de hacerle perder el control y estrellarse contra una barrera de contención.
Cuando esta táctica falla, la mujer sugiere que se detengan para contemplar la luna y las estrellas por unos minutos. Aprovecha ese momento para besar apasionadamente a sus víctimas.
De repente, los hombres empiezan a percibir un olor nauseabundo y notan que la piel y la carne de la mujer se desprenden, dejándola convertida en un esqueleto literal.
Se dice que los desafortunados conductores que han sufrido el ataque de la Descarnada nunca vuelven a recuperar la razón, ya que sus mentes quedan seriamente dañadas para siempre.
Se desconoce si esta mujer fue una bruja o simplemente una víctima que fue asesinada en la carretera y ahora busca venganza. Así concluye una de las leyendas de terror salvadoreñas más espeluznantes.
El Duende
Un día, Graciela, una joven cortejada por todos en el pueblo, estaba desayunando frijoles con tortillas cuando un trozo de pared cayó sobre su comida. A pesar del incidente, ella ignoró el suceso y continuó disfrutando de su desayuno hasta que su abuela llegó y le contó lo ocurrido.
La anciana, al escuchar las desventuras de su nieta, la miró y le dijo:
Realmente, Graciela, ¿por qué todas las desgracias del mundo te ocurren a ti?
Más tarde, mientras lavaba los platos, Graciela sintió caer un poco de tierra del techo, pero siguió como si nada hasta completar todas las tareas que su abuela le había encomendado.
Cuando terminó, se sentó a leer una revista hasta la hora de la siesta. A las 7:00 de la noche, una teja cayó cerca de ella, convirtiendo el ladrillo en polvo y dejando una marca en el piso que sorprendió a todos los presentes, incluyendo a sus padres, su abuela y una vecina.
Indignado, el padre de Graciela se levantó y preguntó quién estaba quitando las tejas del techo. Graciela compartió lo que le había pasado durante el día, pero nadie sabía qué pensar.
Esa noche, un grito de Graciela encendió las luces de la casa. Su padre, armado con un palo, buscó a intrusos por toda la propiedad, pero no encontró a nadie.
Más tarde, un fuerte ruido resonó en la casa, como si los trastos en la alacena se hubieran caído. Nadie pudo dormir después de tantos sustos.
Por la mañana, notaron algo extraño: el agua en la pileta para bañarse estaba tibia, algo inusual para esa época del año.
El misterio se resolvió cuando el padre encontró extrañas huellas en la tierra, similares a las que deja el duende, un personaje de las leyendas salvadoreñas. Según los historiadores, el duende se enamora de las chicas más bonitas del pueblo y les juega "travesuras" hasta encontrar algo negativo en ellas.
La Flor de Amate
En las provincias salvadoreñas, se cree que el árbol de Amate guarda un misterio especial. Una de las leyendas sugiere que quien se siente a su sombra será espantado por un espíritu durante la noche. Sin embargo, entre todas las historias conocidas, la que habla sobre la flor de amate merece especial atención.
Según la gente, esta flor solo es visible para los niños y las personas sordomudas. A veces, se aparece en las noches de luna llena, y para atraparla se necesita un pañuelo blanco. Dicen que si la envuelves en él, la flor nunca se escapará.
Quienes logran atraparla disfrutan de un largo período de buena suerte, pero deben cuidar de que la flor no desaparezca, ya que junto con ella se irá la fortuna.
El secreto para atraparla radica en estar en el lugar exacto donde caerá la flor, en el momento preciso: a las 12:00 de la noche.
En otras versiones, se dice que para obtener la flor de amate, uno debe desafiar a Satanás a una pelea. Si el desafiante gana, se le concederán todos sus deseos y una vida larga y plena. Pero si es derrotado, su alma será llevada al infierno por toda la eternidad.
Como dato curioso, este árbol solo crece en las zonas geográficas de El Salvador donde hay una temperatura cálida durante la mayor parte del año.
Chasca del Agua
Esta leyenda nos transporta a tiempos antiguos en "Barra de Santiago", donde vivía un jefe indígena conocido por su maldad y riqueza. Este hombre ya había concertado el matrimonio de su hija, Chasca, con el príncipe de una tribu vecina.
Un día, mientras Chasca paseaba por la playa, conoció a Ayacetl, un apuesto pescador. Entre ellos surgió un amor instantáneo, pero el padre de Chasca no aprobaba esta relación, ya que había arreglado un matrimonio para ella.
A pesar de la oposición de su padre, Chasca se encontraba con Ayacetl cada mañana en la playa, donde él la esperaba en su balsa y le dedicaba dulces canciones de amor.
Sin embargo, el padre de Chasca descubrió el romance y, en un trágico giro, Ayacetl fue asesinado por una flecha mientras esperaba a Chasca en la playa. El mar se tiñó de rojo con su sangre, y Chasca, presa del dolor, decidió unirse a él en la muerte.
Atándose una pesada piedra a la cintura, se adentró en el mar y nadó con todas sus fuerzas hasta que las olas la arrastraron hacia lo más profundo. Desde entonces, los pescadores de la zona cuentan que en las noches de luna llena, se puede ver a una mujer vestida con un traje de plumas blancas surcando el mar en una canoa del mismo color.
Así, en la actualidad, la gente de Barra de Santiago sigue recordando la historia de Chasca, la diosa del agua.
El Justo Juez de la Noche
El Justo Juez de la Noche es un personaje legendario muy conocido en las historias salvadoreñas. Se dice que se manifiesta a aquellos que transitan por los caminos rurales durante las madrugadas.
Quienes afirman haberlo visto describen a un jinete vestido de negro, montando un caballo también negro y llevando un látigo en su mano derecha. Este individuo castiga a cualquier persona que se cruce en su camino, incluso si no han cometido ningún pecado.
Algunos aseguran que el jinete es de baja estatura y carece de cabeza, aunque esta característica no es evidente a simple vista. Un denso humo que emana de su traje oscurece todo a su alrededor.
Se cree que esta leyenda se originó durante la época colonial española en El Salvador, cuando el virrey ordenaba mantener los caminos despejados durante la noche.
Por lo tanto, la gente empezó a creer en la historia de un jinete que aparecía para castigar y advertir a los trasnochadores. La justicia del juez era implacable, ya que todos recibían la misma cantidad de golpes, sin importar la gravedad de su falta, desde el robo hasta simplemente beber en exceso.
La Cuyancúa
La Cuyancúa es una criatura terrorífica, una mezcla entre víbora y cerdo. En la cultura maya, era considerada el mensajero de las lluvias, indicando la llegada de temporales cuando se acercaba.
Principalmente avistada en la región norte de Izalco, su presencia era anunciada por temblores y un escalofriante chillido durante las tormentas. Incapaz de caminar, se arrastra moviendo la tierra a su paso. Los ancianos aún rezan al escucharlo, previendo fuertes tormentas.
Hoy en día, esta leyenda es un atractivo turístico en el balneario de Atecozol, donde se dice que reside la Cuyancúa. Algunos relatos sugieren que no solo predice desastres naturales, sino que también puede crear manantiales, pues al recostarse en terreno seco, brota agua cristalina.
¿Prefieres la versión que anuncia desastres o la que crea nuevas fuentes de agua?
Nuestra Señora de Santa Ana
La leyenda relata cómo un grupo de indígenas se dirigía en peregrinación hacia el pueblo de Santa Ana, llevando consigo una imagen religiosa. La noche cayó inesperadamente, obligándolos a pasar la noche en el sitio, resguardándose bajo una gran ceiba en lo que antes era conocido como Sihuatehuacan.
Al amanecer, los peregrinos intentaron continuar su camino, pero se encontraron incapaces de levantar la imagen del suelo, como si estuviera adherida al lugar por una fuerza divina. Una mujer sugirió erigir una capilla en el mismo sitio, interpretando el hecho como un deseo celestial.
Otra versión de la leyenda de Nuestra Señora de Santa Ana narra un suceso durante la "Revolución del 44", cuando un ejército agotado y desarmado estaba a punto de rendirse. En ese momento, una hermosa mujer se les acercó llevando un bulto en su delantal. Sacó un cántaro de agua y les dio de beber a todos, lo que milagrosamente cambió el curso de la batalla a su favor.
La Mona Bruja
Con esta breve narración, concluimos la recopilación de leyendas salvadoreñas. Según la creencia popular antigua, las "Monas" eran hechiceras capaces de transformarse en criaturas similares a los chimpancés, pero del tamaño de orangutanes, mediante rezos y conjuros.
La Mona Bruja se destacaba entre ellas, siendo capaz de correr a gran velocidad y saltar entre las copas de los árboles para sorprender y atacar a sus enemigos. Sus combates eran aterradores, acompañados por risas escalofriantes que paralizaban de miedo a quienes los presenciaban.
Los pocos afortunados que lograban escapar de estas bestias quedaban marcados para siempre por el terror vivido.
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