Tumgik
parejonucete · 3 months
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La fiesta sin disfraces
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La invitación al cumple llegó. Yo estaba expectante no solo por la posibilidad de ir a jugar en casa ajena - cosa que nunca pasaba dados los estrictamente ridículos controles de nuestra madre - sino por la de disfrazarme.
Como a cualquier niño, la magia de un disfraz radicaba en ser un personaje diferente por algunas horas. Yo siempre quise usar el de dama antañona para tener un vestido de esos que exigían enaguas, zapatos de charol con tacón, lazos, cintas, encajes. Toda la parafernalia de un siglo pasado que jamás viviría. Así que cuando supe que habría fiesta de cumple y en carnaval, empecé con el frenesí de preguntarle a mi madre si iríamos disfrazadas y, de ser así, yo quería ir de dama antañona.
  Sin embargo, la invitación era clara: ‘’Sin disfraz’’. Quedé desolada. ¿Para qué cumplir años entonces en carnaval si no te podías disfrazar? Era un desperdicio, un despropósito.
 Así que el día señalado fuimos a casa de nuestras primas a celebrar el cumple. Para mi horrorosa sorpresa, tanto ellas como el resto de nuestros primos, estaban disfrazados. Nos miraron con el desdén típico de los niños que se burlan del que consideran menos que ellos. Fue entonces que mi madre montó en cólera, de forma elegante, claro está, porque jamás se permitiría un escándalo; así que la abuela de nuestras primas improvisó de inmediato unos sombreros de hadas con cartulina, tul y estrellitas de colores.
 Yo quedé un tanto conforme, pero supe muchos años después que ese incidente trajo la casi ruptura de relaciones en mi familia. No era tanto por el disfraz, sino por el hecho de haber actuado adrede con cierta maldad, y más con niños.
Después de la infame fiesta, regresamos a casa con los sombreritos que durante un tiempo nos sirvieron para jugar hasta que mi mamá los hizo desaparecer con la excusa de que se habían dañado.
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parejonucete · 3 months
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Colágeno
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Se quemó un departamento en mi edificio. Como manda el protocolo en este tipo de casos, apostaron policías en la entrada. Destacaron a uno muy lindo, moreno, de ojos y cabellos negros. Lomito puro, colágeno puro.
Ayer que salí a hacer las compras, veo que estaban todas las viejas que nunca salen de sus guaridas por el reuma o porque les duele la cadera, apostadas en la entrada, rodeando como aves de rapiña al policía.
Tardé microsegundos en entender el motivo de su interés. Le preguntaban cosas al chico sobre el depto incendiado, como si no supieran ya, y daban su opinión sobre los hechos.
Yo me quedé viendo al policía y lo saludé, como he hecho con todos los policías que han apostado en el edificio desde el incendio. Él me sonrió y me devolvió el saludo y nos miramos. Le hice entender que sabía de su desconcierto por la inusitada audiencia que su joven presencia suscitaba. Él me agradeció con un gesto de cabeza y un aleteo en cámara lenta de sus lindas y largas pestañas.
Al volver, las doñas seguían ahí, y es más, otras se habían sumado. Adiós a las quejas de cinturas que duelen, rodillas que crujen, columnas que se no enderezan y todo gracias al colágeno.
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parejonucete · 3 months
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It's my 13 year anniversary on Tumblr 🥳
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parejonucete · 4 months
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Compendio playero
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parejonucete · 5 months
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Eurocentrismo
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Esperaba por un amigo en un bar. 
En la mesa de al lado había una pareja conformada por un inglés y una argentina. Dando vueltas como polillas, había dos brasileñas ruidosísimas.
Aproveché el retraso de mi amigo, para describirle un poco la escena, después de darle contexto: ''La argentina lleva un vestido muy lindo, de esos largos, que se abren a mitad de pierna y no tiene las piernas depiladas''. ‘’Entonces no es una cita’’ sentenció mi amigo. 
Mientras, las brasileñas hablaban a los gritos sobre el eurocentrismo de nuestros días. ‘’No todo está en Europa. Latinoamérica tiene muchísimas cosas para dar. ¿Por qué buscar hablar francés, si en Latinoamerica no se habla francés?’’ entre otras muchas otras cosas-pavadas producidas por el exceso de vino que ya llevaban encima. No me dejaban escuchar la conversación del inglés y la argentina en su totalidad. 
En eso, mi amigo llegó. Entre grito y grito de las brasucas, intercambiamos alguna que otra palabra. Seguían empeñadas, sobre todo una, en que el eurocentrismo era el mal de nuestros días y que era una de las causas por las que nuestro continente no avanzaba.
Ocultos tras nuestros anteojos de sol, mi amigo y yo observábamos la escena, tras sorbo y sorbo de un rico torrontés: ‘’El eurocentrismo. Yo lo hacía ya muerto’’ le dije. ‘’Pues para que tú veas, aún enciende pasiones’’ replicó mi amigo. ‘’¿O será el vino?’’ pregunté.
La pareja de al lado fue evolucionando. Desde mi lugar, veía la fascinación del inglés por la argentina y, aunque a ella la tenía de espaldas, la veía arreglarse el pelo, mirar distraída hacia un lado, encender un cigarrillo y dejarlo olvidado adrede, humeando entre las copas de vino. Cuando se levantó para ir al baño, mi amigo notó que el vestido dejaba ver la ropa interior: ‘’Lleva tanga. Es una cita’’ concluyó. Yo todavía pensaba que no, que estaban en todo caso en un mero cortejo inocente o uno de esos encuentros dulces y pícaros con amigos que pudieran devenir en algo más, pero que no, al final.
Cuando la chica regresó, las brasileñas aumentaron los decibeles y, como se habían quedado sin fuego, se lo pidieron a la argentina. Interrumpieron la conversa, les pidieron no solo fuego, sino algunas gotas del vino tinto que les quedaba. La argentina, viendo que las intrusas no se iban, las invitó a sentarse con ellos. La eurocentrista se instaló bien cerca del inglés. Se ató el cabello, se lo soltó, se lo volvió a atar, se lo volvió a soltar. El inglés, educado y cortés, la ignoró. Ignoró sus gritos, sus declaraciones, su patético coqueteo. Sacó su cámara y le hizo un par de fotos a la argentina y durante el resto del tiempo que mi amigo y yo permanecimos en el bar, su comportamiento fue el mismo, algo estoico, algo condescendiente con las ruidosas.
‘’Mucho anti eurocentrismo, pero se le sentó al lado al inglés. Boba no es’’ concluyó mi amigo. ‘’En fin, la hipotenusa’’ dije yo. Y nos fuimos a buscar más situaciones en otro bar.
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parejonucete · 5 months
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parejonucete · 6 months
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Cosplay
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parejonucete · 11 months
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La esquina de los sabores eternos
En lo más profundo de la ciudad, justo en la esquina donde convergen las calles caóticas, se encuentra un lugar que despierta los más intensos anhelos culinarios de los hambrientos transeúntes, entre los que me cuento, y, en especial, de esa raza conocida como ‘’taxistas’’. Un puesto de panchos que parece detener el tiempo y transportarnos a un mundo donde solo importa satisfacer el apetito voraz.
Al acercarme a esa esquina, ocurre el milagro: Un arcoíris de aromas me envuelve en un abrazo olfativo irresistible. El humo dulce de las salchichas asadas, la frescura del pan recién horneado (o esa es mi fantasía, lo de recién horneado) y una sinfonía de condimentos un poco básicos para mi gusto, pero condimentos al fina y al cabo, se entrelazan en el aire, desatando una danza tentadora que hace latir los corazones famélicos, entre ellos, el mío, claro está.
Los taxistas, siempre al acecho de una comida rápida, acuden a este punto de encuentro como abejas al néctar de las flores. Sus voces llenas de historias y anécdotas se entremezclan con el ruido de los motores y el traqueteo de la ciudad, creando una música peculiar que solo se encuentra en las esquinas de este tipo.
Cada bocado es una explosión de sabores conocidos, pero no por ello desechable. Toda la experiencia se convierte en una peregrinación gastronómica que estimula los sentidos. El crujir del pan, la suavidad de la salchicha y la combinación perfecta de salsas, se convierten en el ritual sagrado y low-cost donde los taxistas encuentran la fuerza para enfrentar las largas noches y los interminables trayectos.
En esta esquina bendecida por el dios de los antojos callejeros, los taxistas se nutren de más que solo comida. Cada visita es un acto de camaradería, una comunión con el espíritu de la ciudad y una oportunidad para recargar energías entre un trayecto y otro. Es un lugar donde las horas se diluyen y los sabores perduran en el paladar, dejando una huella imborrable en los recuerdos de quienes se aventuran a descubrirlo.
Si alguna vez te encuentras perdido en la maraña de la metrópolis, sigue tu nariz y déjate guiar por el aroma embriagador que se eleva desde esa esquina caótica, pero mágica. Esa es la esquina de los sabores eternos, donde los panchos y los taxistas se abrazan en un festín inolvidable.
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parejonucete · 1 year
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El mar
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La mejor parte del verano era el mar.
El mar y tú.
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parejonucete · 1 year
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Jazmín bajó corriendo las escaleras furiosa y llamó a mamá con un grito. Que se enterara toda la cuadra, si era posible.
‘’¡Laura! ¡Tu gato atacó al mío!’’ le espetó, sin siquiera saludarla. Mamá la miró perpleja. Era imposible que su angelito rubio, tan simpático, divertido, loco y amadísimo, hubiera sido capaz de semejante acción tan detestable y violenta.
Jazmín llevaba en brazos a Hobbit, aterrorizado y herido. Le mostró los huecos que le había dejado el supuesto ataque de nuestro gato y que le había arrancado varios, pero varios pelos, los rasguños, las lesiones, los cortes.
Según Jazmín, nuestro Milo era casi un vándalo, un asesino. Mi mamá se enfureció. Su gato era incapaz de atacar a un vecino. Tuvo que haber sido otro. El de ella, porque en ese momento Milo automáticamente pasó de ser ‘’nuestro gato familiar’’ a ‘’su gato’’, jamás tenía comportamientos violentos y antigatunos. Eran todas falacias de Jazmín. Necesitaba un culpable y no halló otro que Milo, su/nuestro Milito.
Después de casi 40 minutos de acalorada discusión, la parte acusadora se retiró a su casa y la defensora hizo lo propio, pero al patio a buscar al indiciado para hacerle arrumacos y limpiar su nombre. Infelizmente, el sujeto en cuestión estaba en el centro del patio, sentado con toda su gracia al sol y con algo protuberante entre las fauces.
Mamá se sobresaltó al verlo y al acercársele, el terror se apoderó de ella. Lo que Milo tenía entre los dientes no era más que los pelos, muchos, de los que le arrancó a Hobbit. Los mostraba como un trofeo, muy orgulloso de ello, dicho sea de paso.
Con sigilo, mamá intentó agarrarlo para quitarle la evidencia de la boca y evitar males mayores. Milo la ignoró. Empezó a pasearse por todo el patio, primero, después a correr. En pánico, pero también en silencio para evitar llamar la atención de la dueña de la víctima, mamá lo persiguió por el patio hasta que lo atrapó y a duras penas le quitó los pelos de la boca.
Nos hizo jurar que jamás confesaríamos la verdad de los hechos. Ella había hecho su parte: Limpiar el buen nombre de su amado gato, resguardar su reputación y protegerlo de una posible demanda por daños a la integridad física de Hobbit. Durante años sostuvo la mentira y creo que aún lo hace.
Así supongo yo que es así el amor ;)
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parejonucete · 1 year
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Él lleva el cabello corto, en un vano intento de domar sus rizos. Tiene un tatuaje en la nuca. 
Ella lleva el cabello igual, sin modificaciones. Ningún tatuaje en la nuca. Ningún tatuaje en el cuerpo. 
Él está de espaldas y ella lo observa. No logra identificarlo. Tampoco recuerda las noches entre sus brazos ni las promesas que se hicieron. ¿Quién era? 
 Él se da la vuelta y se le queda mirando. No logra reconocerla. Tampoco recuerda los besos ni los abrazos que se dieron. ¿Quién es ella? 
Fin del verano. 
Fin de la historia.
Fin de su historia.
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parejonucete · 1 year
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El cine
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Nuestra primera salida fue al cine. Todavía no nos habíamos enredado en la maraña de sentimientos que nos esperaba y estábamos lejos de imaginar la magnitud de lo que viviríamos.
Así que esa tarde, en el cine, ya dentro de la sala, charlábamos, mientras esperábamos que diera comienzo la función.
En un punto, yo gesticulé; cosa propia de mi ser, y tú también; cosa impropia del tuyo. Fue entonces que nuestros dedos, sin querer, quedaron entrelazados. Nos quedamos mudos, como atontados.
Cada dedo volvió a su sitio y las luces se fueron apagando. La peli comenzó. Yo me quedé quieta en mi butaca, pensando en tus dedos, que duraron segundos entre los míos.
Al terminar la función, fuimos a beber algo al pub irlandés de siempre. Hablamos de la peli.
Cuando me dejaste en la puerta de mi casa, me abrazaste. Yo, seca como siempre he sido, y torpe desde siempre para el cariño, me separé rápido de ese abrazo y te deseé buenas noches.
Pero ya en mi habitación, volví a ese momento del encuentro fortuito de nuestros dedos y esa noche supe, que pasara lo que pasara en mi vida, yo volvería a ese recuerdo táctil cada tanto.
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parejonucete · 1 year
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Todos hablan de regresos, en algún punto de sus vidas.
Pero yo no. 
Yo, por ejemplo, no quisiera regresar contigo a lo que éramos.
Yo quiero algo totalmente diferente contigo.
Eso.
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parejonucete · 2 years
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La fábrica del Teatro Colón.
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parejonucete · 2 years
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Aires Buenos <3
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parejonucete · 2 years
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La casa de cartón
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Mi hermana siempre tuvo habilidad para las manualidades, tanto así que construyó una casa de muñecas con una caja grande de cartón. Pero no era cualquier casa, puesto que tenía divisiones bien pensadas: puertas, ventanas decoradas con cortinas y protegidas con tela metálica, etc; todo lo que una casa debería tener.
Como había quedado tan grande, la dejábamos en la mesa del comedor. Al llegar del cole, lo primero que yo hacía era jugar con nuestras muñecas en esa casa. Ambas la amábamos y era el orgullo arquitectónico de mi hermana.
Hasta que un día ocurrió una gran tragedia. Volvimos del colegio y la casa ya no estaba. En su lugar había una de juguetería, gringísima, perfecta, insulsa. Mi hermana se quedó de una pieza, pero no precisamente maravillada por la nueva casa. Yo armé un drama instantáneo, como era de esperarse. 
Mi madre ignoró nuestra estupefacción y declaró que había tirado la casa de cartón a la basura por considerarla ‘’fea’’. Yo monté en cólera y a mi vez declaré que durante un tiempo no jugaría con la nueva casa, puesto que me parecía una falta de respeto lo que mi madre había hecho. Ella me miró y me pasó por alto.
Al tiempo, tanto mi hermana como yo, nos dejamos vencer; sobre todo porque mínimo dos veces al día mi madre lanzaba la misma orden en modo autómata: ‘’¡Jueguen con la nueva casa!’’ Mi hermana me arrastraba y nos sentábamos a jugar con la casa impostora.
Sin embargo, nuestras muñequitas, para las que mi hermana había construido el otrora reino de cartón, no cabían en esta casa.
Ese incidente fue mi primera alerta del carácter dictatorial, intervencionista y metiche de mi madre, pero no se lo comuniqué a mi hermana, sino muchísimos años después, cuando en nuestra adolescencia, esos rasgos se intensificaron.
Cada vez que algún evento materno de corte dictatorial ocurría, yo concluía diciendo: ‘’Esto es igual al incidente de la casa de cartón’’.
Ni mi hermana ni yo pudimos superarlo y aún a veces en nuestras confidencias adultas, volvemos a nuestra infancia, a esa casa, a ese momento.
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parejonucete · 2 years
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Rosángela perdió a su mamá de una forma trágica y bastante violenta. Todavía recuerdo cuando la directora entró al salón, interrumpió la clase y se la llevó para darle la noticia. Teníamos ocho años. Cuando se reincorporó, nos contó cómo había sido todo y yo, que recordaba a su madre de todos los eventos del colegio, quedé muy impresionada. Por eso, cada tanto yo le ''cedía'' mi mamá a Rosángela, sin que ninguna de las dos lo supiera. Mamá pasaba a buscarnos en el Malibú a la hora de la salida. Tocaba la corneta para que mi hermana y yo nos subiéramos, pero yo a veces no, claro, porque me había quedado jugando en el patio. Mamá estacionaba y se bajaba para arrastrarme educadamente de regreso a casa. Cuando esto pasaba y Rosángela la veía llegar, salía corriendo a su encuentro, la saludaba y se dejaba envolver por la ternura maternal que irradiaba de mi madre, quien por cierto, hacía gala de sus encantos de princesa sin reino y le devolvía el saludo con un dulce y melódico ''hola, mi amor''. Rosángela brillaba cuando intercambiaba poquísimas palabras con mi madre y le decía: ''Sra. Parejo, ya le busco a María Alejandra'' y salía rauda y veloz a localizarme. ''Parejo, te busca tu mamá'' me informaba, a lo que yo respondía con un sequísimo ''ajá'' y seguía jugando como si la notificación jamás hubiera tenido lugar, pero también contaba los minutos desde que Rosángela iba de regreso con mi mamá y se quedaba a su lado. Si ella hubiera podido vencer su timidez, estoy segura de que le hubiera pedido a mi madre que la abrazara hasta que yo apareciera. Por eso yo contaba los minutos en los que le daba a mi madre en calidad de préstamo para que estuviera a su lado dejándose llevar por su calidez. Después de que vencía ese tiempo, aparecía yo ruidosa y rutilante, le daba un beso feroz a mi madre en la mejilla y salía corriendo dando tumbos hasta nuestro auto, en el que, cuando mi madre se pusiera al volante, comenzaría con el regaño número uno y no pararía hasta el 114, que eran más o menos los regaños que me daba en el trayecto a casa. ''Ya te he dicho...pero es que tú, carajita desobediente...un día de estos... es que vas a ver...no me hagas esperar en el colegio'' y un largo etc que yo ignoraba olímpicamente. ''Porque es que tú, aaaaah, ¡TÚ! ¡solo piensas en ti!'' así terminaba alguna que otra vez y me fulminaba con la mirada desde el espejo retrovisor.  Yo siempre estuve segura de que mi mamá no hubiera entendido mi frágil e infantil estrategia para darla en préstamo por unos minutos a una de mis amiguitas que ya no tenía a su mamá, pero tampoco hice el intento. Fue mejor así, pienso, para que mi mamá no sintiera lástima de Rosángela ni Rosángela se viniera a menos.
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