Tumgik
Text
David
Llegó el verano y el calor. Era la primera vez que pasaba esa época del año estando tan gordo y no dejaba de experimentar cosas nuevas respecto a mi cuerpo. Daba dos pasos y ya estaba jadeando y sudando por todas partes y notaba que con el calor mi cuerpo se hinchaba aún más. Seguía comiendo a todas horas, pero me seguía manteniendo en el mismo peso y tampoco me desagradaba. Me sentía a gusto con mi propio cuerpo. Durante las noches, me desnudaba y untaba mi barriga con crema, luego me ponía a zampar y acababa masturbándome. Mi propio cuerpo me excitaba. Pero pronto caí en la monotonía y quería más.
Comencé a explorar sitios en internet, blogs y chats de gente con gustos parecidos. Mostraba mi cuerpo a través de la webcam a desconocidos y ellos me respondían “estás muy gordito” o “eres una foca obesa”, yo apuntaba mi cuerpo hacía la cámara y movía mis grasas enseñando mi nuevo y enorme cuerpo. Aún mantenía alguna de mi antigua ropa, me gustaba ponérmela para ver lo pequeña y ajustada que me iba. Parecía impensable que esas prendas hubiesen sido mías en el pasado.
Uno de los hombres con el que había empezado a chatear era de mi misma ciudad, y me propuso quedar algún día. Tengo que decir que al principio me daba mucho apuro. Se llamaba David, y me sacaba unos cuantos años. Vivía en un piso compartido, pero su compañero apenas estaba en casa. Por lo que pudimos quedar en su apartamento y estar tranquilos. Llevábamos unas semanas hablando, trabajaba como diseñador gráfico y se había mudado hace poco. Cuando comenzamos a hablar me dijo que pesaba 80 kilos y estaba buscando una relación para engordar juntos. Eso fue lo que me enganchó.
La primera vez que quedamos, fue de noche. Me vino a recoger en su coche y me llevo a su piso. Cuando abrí la puerta del vehículo, lo vi sentado. Me quedé pasmado, tenía una barriga enorme, la camisa le quedaba justa, marcando bien las lorzas y el cinturón le apretaba, haciendo su tripa más prominente. Me senté y cerré la puerta.
– Vaya, estás realmente gordo, Erik –me dijo rápidamente.
– Lo mismo digo –dije mirando su barriga– Yo diría que pesas bastante más de lo que hablamos –le aclaré.
Empezó a reír y a cada carcajada le botaba la tripa
– Ya veo que te has dado cuenta – dijo con una sonrisa de orgullo – Desde que empezamos a hablar no he parado de comer – explicó – Estoy realmente decidido a ponerme enorme ¿Sabes? Y me gustaría que lo hicieses conmigo.
Solté una risa nerviosa y afirmé a su petición. Seguimos hablando sobre el tema hasta que llegamos a su apartamento, dejo el coche en el parking y me invitó a subir. Pero antes abrió la puerta del maletero. Aquello estaba lleno de bolsas del McDonald’s.
– ¿Qué te parece? –dijo– Todo esto para nosotros solos –señaló al montón de comida.
– Pues me parece que ahora ya entiendo cómo has engordado tan rápido –volvió a reír y comenzamos a subir a su piso.
Una vez dentro, David se me echó encima. Empezó a besarme y a sobarme todo el cuerpo. Me había puesto contra la pared, y apenas podía moverme. Me comió el cuello y me agarraba la panza. Cogimos las bolsas de comida y fuimos al salón. David estaba totalmente fuera de sí. Nada más sentarse en el sofá cogió una hamburguesa y comenzó a comerla con ansia, en tres bocados se la había acabado. Se quitó la ropa y se quedó en calzoncillos, le quedaban prietos y el elástico le había dejado una marca roja. Le habían salido estrías por los costados y tenía unos muslos enormes. Me lanzó una hamburguesa y le quité el papel para comérmela.
– No –dijo, y abrió la boca– Dámela a mí, quiero que me cebes.
Nunca antes había engordado a nadie, siempre había estado en el otro lado. Pero la situación me excitaba mucho. David tenía potencial, y yo iba a ayudarle a sacar su parte más gorda. Comió siete hamburguesas y después nos quedamos recostados acariciando su hinchada tripa.
Quedábamos casi a diario. Él no disponía de una báscula en casa, así que no controlábamos su progreso. Aunque su ropa nos daba la información suficiente para saber que íbamos por buen camino. Finalmente, me decidí a traer una báscula. ¡El muy gordo pesaba casi lo mismo que yo! Estaba en los 115 kilos. Cuando ambos vimos que nos encontrábamos en el mismo peso, se convirtió en una competición. Ninguno iba a aceptar estar más delgado que el otro. Y haríamos todo lo posible para seguir encabezando nuestra posición.
(continuará)
4 notes · View notes
Text
Mi profesor de gimnasia
Mi nombre es Erik y tengo 25 años. Descubrí que me gustaban los hombres gordos a la vez que descubrí mi sexualidad. Desde entonces, no puedo parar de fijar mi atención en las barrigas de los hombres que pasan por la calle, en el autobús, e incluso cuando salgo de fiesta. Tal es mi obsesión con los gordos que durante mi adolescencia decidí convertirme en uno. Mi altura es de alrededor 1.70 cm y cuando empecé a engordar pesaba 60 kilos, los cuales casi logré doblar en tan solo un año posicionándome en la friolera cantidad de 117 kilos, rebosaba grasa por todas partes, me rozaban los muslos al caminar y me salieron estrías por todo el cuerpo. Pero no quiero ir tan rápido, prefiero contaros el proceso de como engordé 57 kilos de un curso al siguiente.
Me encontraba en 4º de secundaria, y aunque tan solo pesaba 60 kilos tenía una pequeña barriguita. Hasta entonces, siempre había realizado algún deporte o actividad extraescolar, pero durante ese curso no me apunté a nada. Me pasaba las tardes viendo la televisión y comiendo guarradas, con lo que no tarde en coger mis primeros kilos. No comencé a darme cuenta hasta que la ropa dejó de valerme. 
Recuerdo ese momento como algo muy erótico. Me posicioné frente al espejo, sin camiseta y con el pantalón sin abrochar, apretando mi cintura y pronunciando aún más mi panza. Debía de haber engordado por lo menos 10 kilos. Me empalmé al instante y, aprovechando que no había nadie en casa, corrí a la cocina y engullí todo lo que pude. Fue en ese momento cuando decidí que quería engordar. 
Seguí comiendo como un loco durante unos meses, y no tardé en llegar a los 85 kilos. Por el momento, no quería seguir engordando. La gente me hacía preguntas y me había vuelto a quedar sin ropa que poder ponerme. Así que intenté darme un tiempo. Pero esto no ocurrió así, ya me había acostumbrado a cebarme a todas horas, y se había convertido en un hábito que no pude cambiar. Comía incluso con más ansia y rapidez.
Fue entonces cuando mi profesor de gimnasia me puso una dieta especial y me dio una tabla de ejercicios para poder hacer en casa. Me hizo quedarme en ropa interior y subirme a una báscula para ver mi peso. Marcaba 95 kilos, ambos estábamos totalmente sorprendidos. Había dejado de controlar mi peso y no me esperaba haber engordado tanto. Estaba cerca de los 100 kilos y eso me excitaba. Mi profesor, sin embargo, quería que yo bajase de peso, y me propuso acudir semanalmente para pesarme e ir viendo mi progreso. Mi profesor era un hombre de mediana edad, con unos brazos fuertes y barba de tres días, era realmente guapo y haberme visto en esa situación con él era algo que me avergonzaba y me seducía a la vez. 
Empecé a montarme mi propio juego, yo pensaba que a él realmente le gustaba verme gordo, cuando me pesó note su mirada en todo mi cuerpo. Decidí seguir engordando y mostrar mis avances al subirme cada semana en aquella báscula, quería sobrepasar los 100 kilos. En ese momento me descontrolé, empecé a engordar como un obseso, mis tetas se me agrandaron y se me dilataron los pezones, tenía papada y la barriga me colgaba mucho. Estaba enorme. 
Cada semana, mi profesor se quedaba asombrado con mi aumento de peso, estaba engordando demasiado y parecía preocupado. Había pasado los 100 kilos y me encontraba en los 110. Fue ahí cuando se percató de mis planes.
– Mira, Erik. Llevamos ya un mes intentando hacerte bajar de peso – comenzó a decirme – y no has hecho caso a todas las indicaciones que te he dado.
– Perdona – dije.
– Creo que sé lo que te pasa – aclaró.
Nos encontrábamos los dos sentados en los vestuarios del gimnasio. Se levantó y comenzó a dar vueltas. Se dirigió a mi taquilla y la abrió. Empezó sacar toda la comida que tenía almacenada: chocolatinas, patatas fritas, bocadillos…
Se puso enfrente de mí y me alargó una de las chocolatinas – Come – me dijo.
– ¿Perdona? – no entendía nada. Antes quería que adelgazara y ahora me daba comida. Sentía que me estaba tomando el pelo.
­– Sé lo que intentas – me dijo mientras desenvolvía la chocolatina – Al principio tenía mis dudas, pero ahora estoy seguro – siguió diciendo – Quieres engordar.
–Yo…bueno… – no me salían las palabras. Me había pillado, no sabía cómo, pero lo sabía.
Entonces, se dirigió a la puerta del vestuario que daba al gimnasio. Era la hora de comer y todo el mundo estaba en la cafetería. Cerró la puerta con llave y volvió a sentarse a mi lado con la chocolatina todavía en la mano.
– Come – volvió a decir. Cogí la chocolatina y me la comí. No entendía lo que estaba pasando, pero estaba empezando a encenderme. Agarró el borde inferior de mi camiseta y me la quitó, dejando visible mi enorme barriga. Empezó a sobar mi tripa y entonces se lanzó a besarme.
– Que ganas tenía de hacer esto – dijo mientras agarraba fuerte mi teta – Desde que estás tan gordo no puedo pensar en otra cosa.
Se levantó y acercó una bolsa de deporte, la abrió. Estaba llena de comida. Me miró y me dijo – Te voy a poner como una foca, Erik.
Aquello se convirtió en una vorágine de comida, sexo y pasión por todos lados. Cogía mi grasa con tantas ganas que incluso me dejaba marcas, y succionaba mis tetas con fuerza a la vez que me envestía fuertemente por el culo. Era maravilloso.
A partir de ese día, cada semana nos juntábamos para cebarme y seguir enrollándonos. Seguía pesándome y celebrábamos juntos el progreso. Incluso él cogió también unos kilos y desarrolló una barriguita que yo encontraba adorable.
Se acercaba el verano y ya pesaba 117 kilos. Al año siguiente, yo pasaría al bachillerato y no nos veríamos más. Lo cual me entristecía mucho. Los dos sabíamos que eso había terminado. Era demasiado peligroso seguir viéndonos y nos despedimos. Todavía hay días que nos llamamos para vernos y enrollarnos, aunque ya no es lo mismo. Aquella primera experiencia fue única y condicionó mi vida sexual para siempre.
4 notes · View notes
Text
¡Hola!
Bienvenidos a mi Blog. En el trataré de publicar con regularidad relatos e historias eróticas gay sobre feederismo y gaining, para los que disfruten de los hombres con una buena barriga y fantasean continuamente con engordar hasta niveles de obesidad. Narraré las historias en primera persona, algunas de ellas relatando experiencias personales y otras, sin embargo, que me hubiese gustado que ocurriesen. 
Preparaos un buen plato de comida mientras leéis y disfrutad.
¡Muchas gracias!
4 notes · View notes