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brillocosmico · 6 years
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14 de mayo de 2018, 11:38 p.m. 
Azufre. A azufre y veneno olía yo. Mi piel. Mi aliento. Mis viseras. Mis pensamientos. Mis palabras… Me miré en el reflejo de aquellos cristales, inmaculados y sin mancha desde afuera, únicamente para mostrar la putrefacción y la ignominia que de rodillas se encontraba dentro. Yo vomitaba, vinagre y decepciones, cabellos y pezuñas. Mis entrañas ardientes, mis entrañaras en candela. Sentía cómo dientes me roían desde adentro del estómago, los intestinos, el hígado y el bazo, cómo el ácido carcomía los huesos y los riñones mientras me sumergía entre las peores maldiciones. Cómo morían las cosas buenas que alguna vez pensé crecían en la tierra dentro. Que pensé haber plantado y regado y que hoy en día el fuego las dejaba en cenizas. 
Afuera, con sus máscaras, me observaban. Cerdos, brujas, payasos, monjas, putas, demonios, centauros… todos sedientos de dolor. Sedientos de un trozo de mi carne, un trozo del tumor, un trozo de la mola con dientes que devoraba lo poco que quedaba de mí, un trozo de mi cadáver entre las púas y el alambre. Sus escupitajos y sus golpes susurraban el arrullo que me acompañaba mientras subía el monte con Judas Iscariote y la corona de espinas incrustándose en lo más profundo de mi mente.
Un nudo del tamaño de mi puño me asfixiaba. Con el pasar de los minutos, ya el oxígeno no llegaba a los tejidos. La esclerótica azul, como mi depresión. Azul como el océano pacífico. Azul como los ojos del verdugo. Azul como el cielo aquella vez que me quemaste la espalda con tu cigarrillo. Azul como tu color favorito para torturarme. Azul, simplemente. 
Ellos tenían armas. Sierras, martillos, dagas… Las cabezas de los que estuvieron ante mí entre la mugre de sus dedos. Orbes carmín miraban mi desnudez, mi cáncer. En un último instante, cuando ya estaba lista para disiparme entre el aire y volverme una víctima más de la vía láctea… Lo solté.
No era sino una roca, dura, maciza. Despedía un humor espeso, azabache… Verlo era pensar en arcángeles cortándose las venas. Ahí, al fondo del retrete, entre coágulos y gotas de sudor; entre la poca esperanza de la existencia de un dios y tu soledad por las noches de mayo… Así, sin mas, me di cuenta que se movía. Me di cuenta que cuando lo reparaba con detenimiento… se movía en unísono con mi pecho. Subía y bajaba como tus párpados cuando mirabas cómo caía en síncope luego vaciarme y entregarte mi sangre, sólo para que pudieses divertirte y salpicar un rato.
Cuervos comenzaron a invadir los alrededores, los espectadores se desesperaban. La atmósfera se tornaba cada vez más insoportable. Entre la multitud apareció aquel en el corcel blanco, con una serpiente rodeando su cuello y un astro opaco por cabeza, la mirada de un infante y entre las uñas negras y largas, abortos colgando y goteando. Cuando lo vi, reaccioné. Resolví sacarlo del agua y a mordiscos, comérmelo. Aunque mis dientes se rompieran, mis encías se abrieran, mi lengua se cortara y la vorágine me ahogara. Aun a pesar de todo, él metió la mano. Lentamente iba atravesando el vidrio, el aire, el espacio… acercaba la punta de sus dedos a mí. Y ahí yo supe que de este cuerpo corrupto en sufrimiento iba a acabar duro y pastoso. Tan desfigurado que ni mi propia madre podría reconocerlo… Tan puro y transparente como lo debí haber dejado desde el primer momento y que a ti no te importaría siquiera verlo.
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brillocosmico · 6 years
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18 de noviembre de 2017, 2:24 a.m.
Arde hasta el último poro de mi rostro, arden mis pulmones abyectos, arden mi estómago y mis viseras. Arden como un árbol alcanzado por un rayo. Siento tu mano rozar tenue mi clavícula, mis senos, la curva de mi cintura; esa mano podría estrangularme, apretarme hasta triturar los huesos y yo acariciaría su dorso. No me alcanzaría la vida, el léxico, ni las pinceladas de Miguel Ángel, para describir aquel contorno tan sublime… ahora, acarician mi entrepierna. Sonríes, esa sonrisa que hace que todo huela a rosas y sangre fresca. Veo en tus ojos alabastrinos mi reflejo, miro más hondo y aún sigo ahí… miro más hondo y en los espacios entre tus costillas puedo sentir tu amor por mí, presionando para romperlas y salir cual fénix de entre las cenizas. Inmaculado, increíble, iridiscente. Las gotas gordas de lluvia golpean el vidrio, quieren entrar y apaciguar el fuego… pero se quedan fuera danzando en su envidia. Beso la comisura de tus labios, de ese borde bermellón. Te beso, nuestras lenguas combaten a muerte, se amarran, se anastomosan en aquel ritual de santería. Nada tan azucarado, nada en el mundo, como tu saliva. Podría beberla hasta el reflujo, el indigesto, la enfermadad. Nada tan diáfano, tan impoluto, como tú. Me fundo en ese pecho amplio de orgullo, en lo tibio de tu piel. Ya no soy yo, ya de mí no queda nada. No más fango, ni decadencia, ni ignominia, ni concavidad. No queda nada más. No quedan versos negros, cicatrices inundadas en tormento, pasado inmundo y desperdiciado, crápulas fehacientes. Sólo queda el sonido del viento violento, escupiendo ramas y tendones, mis nalgas marcadas en aquel pequeño vestido negro y tus pestañas más largas que mis venas. Venas que cortaría para darte hasta la última gota de mi sangre si la necesitas. Venas azules, moradas, negras, degradadas. Venas llenas de ti. Porque ya no soy yo, somos nosotros. Somos eso. Somos algo. Somos todo. Que disparen mis rodillas y arranquen las uñas de mis dedos. Pero bésame, que con uno de esos benévolos besos el dolor cesará. Cortes de papel para distraerme cuando no estás. Si cierro los ojos, tu susurro se tambalea en la oscuridad. Y mis caderas, cansadas de caminar en sosiego y falsa normalidad, reposan contra las tuyas una vez más.
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brillocosmico · 7 years
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10 de octubre de 2017, 9:59 p.m. Tomó un sorbo de aquella cerveza y se sentía como si hincara sus dientes en mi cuello y succionase... como si dejase mi cuerpo vacío, negro, primigenio. Como si de mi persona no quedase sino el rojo goteando de la comisura de sus labios. Tocó mi pierna bajo la mesa, eléctrico e incandescente como navajas de viento en una noche sin estrellas. Pude sentir cómo cada poro de mi piel se levantaba cual jinete del apocalipsis. Sus labios se movían, se rozaban, escupían, me llamaban a inclinarme y besarle, a embriagarme en su saliva, a sentir su lengua amarrarse contra la mía... y dejarle matarme de una vez por todas. Sus palabras, histriónicas, se sentían como latigazos en mi espalda; su mirada sobre mí como clavos que me unían a la cruz. Comenzó a hacer círculos en la mesa con su índice derecho y reír. Reír como si le hubiese dicho el último secreto del universo y él ya lo supiera. Magistral. Se levantó y, entre la distopía, mis pies simplemente le seguían. Su esencia profeta del miasma por venir... en una sucesión de puntos que parecían no acabar, de gotas que parecían no secar, de vidrios que parecían no cortar, lo seguí por las escaleras en espiral delineadas por su pulgar. En mi hombro, en mi palma, en la espesura de mis labios. Lo miré hacerse de un lado al otro en su departamento. Cruzarse las piernas, morder sus uñas disparejas; unas más largas que otras. Su cabello que me recordaba al mar abierto. Su mente como lobotomía para la mía. La luna por fuera, el piano en el tocadiscos, el sudor corriendo por los oblicuos de mi abdomen. Mi cuello quedó aprisionado entre susurros. Su voz, apretaba. Sus dedos, apretaban. Su aroma, apretaba. Su inmoralidad inmaculada, apretaba. Él, apretaba. Mi rostro completo se tornó tan oscuro como mis ojeras. Un ruido seco inunda la habitación... ¿será mi cuello o mi corazón?
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brillocosmico · 7 years
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29 de septiembre de 2017, 11:04 p.m. Me encuentro frente a la estación de tren. Buitres volando alrededor de mi persona. Pacientes. Encantados. Apologéticos. Mochila en mi hombro, estómago lleno de piedras, cosido de adentro hacia afuera. Un paso y todas caerán... un paso y dejo todo esto atrás. No hay nada aquí para mí. Pero realmente nunca me iré, ¿cierto? ¿Realmente nunca dejarán de pesar? Quizás cada vez que me dijiste que me amabas era solo charla de borracho. O de sonámbulo. O de cualquiera. Quizás fui yo la única tan estúpida como para creer en ti, pero no me arrepiento de haberte escogido... de mi labial rojo corrido por tu rostro, de admirar el rizo esporádico que se hacía en tu frente, de tu sonrisa ligeramente más elevada de un lado, de tu saliva sabor a cansancio. Y sí, dije que moriría por ti, pero eso fue antes de saber que eso es lo único que todos quieren que haga. ¿Por qué algunos son capaces de abrazar a la muerte? ¿A las quemaduras de los cigarros, a los corazones rotos, a escuchar su propia voz retumbando en la oscuridad? He cavado dos tumbas, cariño. Dos tumbas para ambos. Dos tumbas para esos momentos en los que no quería abrir los ojos mientras me besabas, para no caer en cuenta de que nuestro amor era tan profundo como un charco. Dos tumbas para tus ojos como astros triturados en la tierra, en tus orbes. Dos tumbas para tus palabras asfixiantes, que me intoxicaban y me subían y me bajaban. Dos tumbas para nuestros restos enfermos, lo que quedó de nosotros. Dos tumbas para mi soledad, para el agujero negro que llevo dentro, del que no puedo salir, tus pupilas. Tu rostro tatuado en mis párpados. Tu presencia que solo me vilipendia. Y juro que pensé que estaría bien, pero sabía que nada lo estaría. Porque hoy, aquí donde escupo sangre y vinagre, espero dejarte... Miento. Veo lo vacío de tu cabeza y lo roto de tu persona y aún quiero seguirte a la cama. Y pongo mi dedo en la llaga, en el corte, en la aceptación. En la negligencia. En la justificación de mi decadencia. Porque puedo decirte que te odio hasta que se me caiga la lengua... pero eso no lo hará verdad. Porque es increíble el estado de putrefacción al que he llegado como persona. Como artista, como amante de las letras. Extraño hoy el día en que podía beber un libro a garrafales, en el que dejaba a mis pulmones aplastar por las palabras. En estas últimas lunas poder lograr un verso mínimamente aceptable parece un albur. Pero creo haber descubierto lo que me falta. Aquello que necesito para la redención. Lo admito. Esta dependencia es indeleble. El arte vive de la catástrofe, del siniestro, de la incertidumbre emocional. Es cierto. Me he dicho que ahora, durante estos breves momentos en los que me puedo dar el lujo de verdaderamente sentir algo, de dejarlo que me carcoma por dentro... he de hacerlo. El arte me llama. El dolor me llama. Tú me llamas. Tú me ardes. Tú me desgarras. Tú, sin misericordia. Yo, con mis entrañas en el suelo y mis sesos en la pared. Yo, con mi silencio. Yo, con tu piel bajo mis uñas. Yo, con mi maldito menester por ti. Yo, con la indulgencia que escondo detrás de mi oreja. Yo, perdonándote. Yo, amándote. Yo, jugando con una soga en mi cuello. Yo, con mi cuerpo roto y morado. Yo, con mis manos buscándote a ti. Sólo a ti.
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brillocosmico · 7 years
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13 de junio de 2017, 12:46 a.m.
Detrás de ese vidrio te veo. Te tengo. Por las mañanas te fumas un cigarrillo de desayuno, lo pones entre tus dedos como si se fuese a esfumar en el aire… lo llevas a tu boca rápido cual caballo en el hipódromo. Tiene el placer de permanecer entre tus labios. Entregaría mi tacto por poder sentirlos rozar mi hombro… Lo calas con abrasiva desesperación. Ojalá a mí me necesitases tanto. El humo te recorre hasta tus pulmones llenos de flores y sale de los mismos lenta, dulcemente… incendiaría mi casa sólo para estar rodeada por ese mismo humo. Por las tardes esperas el subterráneo. Cruzas los brazos, te impacientas como un niño al que mandan a dormir… pero yo sé que no puedes dormir. Sé que por las noches miras al techo buscando respuestas, espinas de rosas, cianuro. Sé que por las madrugadas pones tus manos bajo tu pijama, que te agradan las madrugadas porque a las 4 de la mañana sientes que nadie espera nada de ti. Falacia. Siempre esperan mucho de ti, ¿no? Siempre. La oscuridad y tu propia voz en tu cabeza te sedan. Cierras los ojos y tatuada, en tus párpados, le ves. Con su cabello castaño cayéndole por los hombros, sus ojos que recitan lo que hay en su alma y sus labios rojos. Me desangraría si tan sólo me dijeses que te gusta el color rojo… Tienes los ojos cerrados, tus pestañas se ven excepcionales… como si pudieses salir volando con ellas. Pero te gusta volar de otras maneras. Una lágrima recorre mi mejilla fría. Una, dos, tres. El sonido de la gotera de la cocina sumerge a tu habitación. Cierras el puño, entrelazas tus piernas, acaricias un pie con el otro. Piensas en ella. Piensas en aquella vez que se agarraron de las manos en la parte de atrás de aquél auto. Maldices. Comienza a amanecer… te arden los ojos. Convertiría en polvo cada astro del cielo si me lo pidieses… Bostezas, ojalá pudiese estar en el ojo de un tornado de tu aliento. Llueve afuera. Hay niebla. Te aísla. Te sientas, el suelo se siente de cristales rotos. Caminas, te miras al espejo. Nunca te ha terminado de gustar ese reflejo, ¿cierto? Cierto. Podría mirarte hasta quedar ciega. Disfruto mirarte. Disfruto cada cosa de ti, desde los rizos esporádicos en tu cabello hasta las plantas de tus pies. Eres ese fantasma que nunca deja la casa. Anacrónico, no importa cuándo, cómo ni dónde pero siempre lograrás seducirme. Te amo. Te amo incluso con tus brazos enredados en la cintura de alguien más. Amo tu bienestar. Dejaría que me asfixiases con esos mismos brazos si algún día te encuentras aburrido… ¿ o quizás me adelanté? Oh sí, me adelanté.
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brillocosmico · 7 years
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12 de junio de 2017, 12:18 a.m.
Quiero que las estrellas trituren mis huesos esta madrugada. Quiero dejarte ir, tirar las memorias por el desagüe. En la calle, las brujas y los errantes me susurran “lo único que hace que siga en tu vida es que no paras de pensar en ello”… pero es tan difícil. Masoquismo. Masoquismo podría ser el título de mi autobiografía. La manera en la que siempre pienso en abalanzarme a los autos en la avenida, la manera en la que fumo hasta que me lagrimean las orbes, la manera en la que me arranco la piel de los labios hasta dejarlos en carne viva, la manera en que siempre vuelvo a ti. Masoquismo en su forma más pura. Tú. Tu persona, tu aura, tu presencia. Podría hablar de ti hasta que la última gota del océano se seque, hasta que el último cadáver quede reducido a cenizas; pero tu belleza es indescriptible. Tan basta, tan inclemente, tan agresiva y violenta y tangible… que deja a cualquiera vomitando sangre y dientes, que yo carezco de vocabulario para describirla. Me duele escribir esto. Me duele tenerte conmigo. Cada vez que me dices que me amas siento que me frotan sal en una llaga. Cada vez que me llamas amor mío siento que me escupen el rostro. Cada vez que te escucho decir que soy hermosa siento quemar mi piel con hielo seco. Cada vez que me miras a los ojos y me haces saber que soy suficiente siento que me disparan las rodillas. Arranca mi piel a retazos y entierra tus secretos en ella. Sólo puedo pensar en tu boca de terciopelo y la fragilidad que escondes tras los ojos. Cada que mi mente divaga hacia ti siento un sabor dulce en los labios, leche y miel. Estoy dispuesta a arruinar mi canción favorita por dedicártela, estoy dispuesta a vaciarme la sangre de las venas para que bebas hasta la última gota si eso quieres. Me duele porque siento que mereces más. Me duele porque siento que mereces esta vida y la otra. Me duele porque siento que eres demasiado puro, demasiado delicado, demasiado inmaculado para este mundo que se viene abajo. Y por desgracia yo hago parte de él. Brillas. Me inspiras. Verte es como leer poesía de Baudelaire. Muero por rozar mis labios a través de tus nudillos, por recostarme sobre ti y que mis senos se derritan sobre tu espalda. Muero por embriagarme con tus besos sabor a cerveza y cansancio, por tus dientes mordiendo mi labio inferior. Muero por tu figura en la oscuridad, por sentir tu respiración cálida y constante en mi cuello. Muero por tocar tu pecho y sentir el latido de tu corazón en mi mano, por sentirte vivo. Muero por zambullirme en el café caliente de tus ojos, quemarme con él, ahogarme en él. Muero porque estés conmigo, o sin mí. Muero por que te rías tanto que te duela el estómago, muero por dejarte rasguños en el cuerpo, cicatrices de batalla. Muero por ser ese pensamiento tuyo de las tres de la mañana, o de las tres de la tarde. Muero por recorrer el contorno de tus costillas con mi índice, por saborear el ph de tu saliva. Muero por besar lentamente tu clavícula, por acariciar tu cabello y darte fresas en la boca. Muero por escucharte hablar en mi oído, o llorar entre mis brazos. Muero por verte en mis sueños. Muero por darte todo. Muero. Eso es todo, muero.
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brillocosmico · 7 years
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30 de mayo de 2017, 1:38 a.m.
Me miré al espejo. Reflejo enfermizo, patético. Ojos inyectados en sangre, vergüenza de la más pura y profunda desbordando en mi mirada. Tragué en seco como si mil clavos se abriesen paso por mi garganta. Ahí afuera estabas tú, esperando. Esperando por mí. Esperando el tranvía. Esperando el saludo de un desconocido en un elevador. Esperando que los cerdos vuelen. Esperando un mazo de póker. Esperando que te crezcan las uñas. Esperando al tiempo. Esperando por mí. Respiré hondo por la boca y lo solté como si estuviera fumando algo. Cerré los ojos. Agua fría contra mi piel seca y agonizante. La sangre comenzaba a circular nuevamente por mi rostro como gusanos bajo la dermis. Los abrí nuevamente, y nuevamente me miré. Puse mi mano en el pomo. Esa mano que solíamos superponer. Que solías mirar durante minutos como si estuvieses bajo un hechizo y besar como lo hacen las gotas de lluvia al pavimento. Esa mano que contiene aquellos dedos que tanto te gustaba meterte en la boca y contar como si fueses una niña. Esa mano que se deslizaba por tu cabello cuando estabas en mi regazo. Esa mano que tanta pena te daba agarrar cuando caminábamos juntos. Esa mano que apretaba tu cuello cuando follábamos. Esa mano que encendía tus cigarrillos. Esa mano que agarraba tus senos tibios. Esa mano que secó tus lágrimas. Esa mano que acariciaba tu clavícula cuando no mirabas. Esa mano movió el pomo. Abrió la puerta. Y ahí seguías.
Te miré y me sentí tan estúpido, tan irrisorio, tan dispensable. ¿Por qué te dejé ir? ¿Qué coño hice? Sentirte tan lejos ha sido la peor tortura de agujas. Sin agujas pero con el mismo agudo sufrir. Sin ti. No pasó un día sin que te hicieras en mi cabeza. Pensé en todas aquellas veces que te busqué en ojos ajenos. Negros, verdes, azules. Ningunos como los tuyos… nadie como tú. La piel de tu espalda parecía en ese momento la imagen inmaculada. Increíble. Siempre tuviste a mi corazón en tus manos. Y qué cliché suena eso, pero es tan cierto como que respiro. Tus labios contra los míos fueron como una colisión de galaxias. No sé cuántas veces me hiciste sentir infinito, trascendente. Probarte me recuerda por qué no he deslizado una cuchilla por mis brazos. Es tu nombre el que me hizo beber para olvidar el mío. Es tu voz la que se convirtió en mi canción favorita y la que aún escucho en la oscuridad. Es tu abdomen donde quiero descansar. Es tu tacto el que siento cada vez que recorre un escalofrío por mis piernas cual brisa de junio. Eres todo aquello que no merezco pero que necesito tener. Y no es justo. No es justo para ti o para mí… y si algo me ha demostrado mi estadía en este mundo putrefacto, es que no existe tal cosa. ¿Pero sabes qué? Perdono al mundo porque te tiene a ti.
Tu figura en la cama. La curva de tu cintura, mano delgada agarrando la parte de atrás de tu cabeza. Tu pecho subiendo y bajando con la tranquilidad del océano en madrugada. Esa ropa interior de encaje. Tus piernas cruzadas. Sentí el aire abandonar mis pulmones. Sentí mi alma abandonar mi cuerpo. Una vez más era como si tu cabello negro se deslizara en mi cuello y me estrangulase. Todo parte de un pseudo-exorcismo. Podrías matarme y te lo agradecería. Porque eres el ser humano más iridiscente que he conocido en mi vida. Porque eres mi favorita. Porque has encendido fuego mi alma. Porque eres lo único que vale la pena. Porque te he hecho daño y tu daño merezco. Porque eres leche y miel me destruiría para traerte de vuelta a mí.
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brillocosmico · 7 years
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13 de enero de 2017, 1:59 a.m. Siento cómo embalsaman en tierra y sangre esos ojos negros. Desgarra mi cuerpo, de adentro hacia afuera. Déjame arder. Conviérteme. Deja que tu fuego siempre iridiscente mitigue mi hielo. Más me quemo con él; más me quemo conmigo. Adelante, llévame a cenizas. Haz de mi carne un festival de fuego. Prende mis áridos pulmones hasta hacerlos florecer. Tortúrame con tu sola presencia. Escucha mi llanto, permíteme ser donde termine tu daga. Besa mis labios como si fuesen brasas. Córtame en pedazos, usa mi alma como abrigo sobre tu piel. Déjate llevar, déjate quemar. Muérdeme. Arranca retazos de mí y haz tu voluntad con ellos. Escucha mis gritos, hazlos más fuertes. Llena tus manos de promesas vacías y sírveme vinagre cuando tenga sed. Rómpeme en pedazos como si fuese un espejo. Déjame reflejar ese rostro roto y desfigurado. Toma mis manos entre las tuyas, pulveriza mis huesos. Sin misericordia. Sal de ti mismo. Déjate exorcizar hasta que no seas capaz de reconocerte, hasta que veas la sangre correr y te cuestiones qué es lo que has hecho. Ábreme, disfrútame. Lánzame al vacío. Lléname de palabras indulgentes. Escupe esas mentiras inyectadas en cianuro, nunca nada fue tan dulce. Tócame, siénteme entre tus brazos. Siente mi cuerpo frío e inerte. Llévame al bosque, no me dejes escapar. Vacíame, entiérrame, llora por mí. Pregúntale a las tinieblas adónde me he ido. Dispárame, déjame caer. Dime que me amas en medio de la tempestad y nunca me volverás a ver.
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brillocosmico · 7 years
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20 de diciembre de 2016, 12:23 a.m.
Trato de abrir los ojos en contra de la espesa negrura y la corriente, mis pestañas y la sal me impiden verte con claridad. Verte en absoluto. Recuerdo como la luna de ayer tus manos, esos cigarrillos mentolados entre tus labios indulgentes, esas ganas de amar a la deriva y esos besos sin misericordia alguna. Mi estómago da vueltas y vueltas, círculos como los anillos del infierno de Dante. Así, las olas me apartan de tu persona con vehemencia titánica, extiendo mi mano, busco tu piel con inanición palpada en cada toque entre el frío y la vesania que me rodea. Me sumerjo (¿o me sumergen?), mi existencia pasa a ser una nimiedad. Ínfima e irrisoria, caigo en cuenta de que no soy nada, ni el polvo bajo un sofá viejo, ni la tierra bajo tus zapatos. No tiene ningún sentido seguir viviendo (¿O sí?). Quiero prender fuego el universo, que se caiga, que se caiga todo sobre mí. A través de mi nariz hasta mis pulmones magullados por tantas caladas, siento el aire pasar. Ese mismo aire que en una realidad alterna y lejana estuvo en la cima de la montaña más alta y pura y hoy sólo se conforma conmigo, con nada. Abro los ojos, esta vez sí. Miro a mi alrededor, la lobreguez y las tinieblas parecen reírse y escupirme la cara. Mi pecho parece colapsar en llamas. Sin ti no creo poder salir de aquí. Me prendo fuego a mí misma para darle luz a los demás. ¿O es que fuiste tú el que me trajo en primer lugar? Ya no quiero pensar más. Mi cabeza palpita más fuerte que mi corazón. Cariño, vuelve. Me apago lentamente entre la violencia y la neblina. Por favor, regresa. Quizá tus brazos son el único lugar al que pertenezco. No te vayas, no te alejes. Mejor acábame, mejor haz lo que quieras conmigo pero hazlo ya. Te necesito. El agua poco a poco llena mis pulmones con sal y amargo. No quiero perderte, no a ti. El dolor que sentía era tan vasto y vívido como aquellos que grandes maestros como Virgilio y Homero alguna vez pudieron evocar. Intenté llorar, intenté vomitar mi alma pero… las lágrimas simplemente no salían. ¿Era acaso el cansancio de mi cuerpo terrenal, o era esa muerte anímica tan temida e ineludible? La tristeza dio paso a la ira, la furia, esos sentimientos efervescentes que te hacen sentir bien sólo porque te hacen sentir algo. Con mi cuerpo me golpeaba contra el agua. El océano, en toda su colosal majestuosidad, podía simplemente desaparecerme. Esfumarme. Evaporarme. Fusilarme. Morir en el océano, sin rastro de ti, sin siquiera dignidad. ¿Volver a nacer, quizá?
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brillocosmico · 8 years
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25 de octubre de 2016, 5:58 a.m. Anoche soñé contigo. Soñé con nosotros. Soñé con él. Soñé con mi camiseta blanca y mis blue jeans. Soñé con tus hombros cansados y tus manos firmes. Soñé con mi padre dejándonos. Soñé con mi pecho ardiendo ante tu tacto. Soñé que la noche nos escondía. Soñé con tus miedos y los míos. Soñé con lo mucho que nos asustaba la vida. Soñé con lo mucho que anhelábamos la muerte. Soñé con lo mucho que nos parecíamos. Soñé con cuánto eso me asustó. Soñé con que de nuestras almas, no quedaba nada que no supiera el uno del otro. Soñé con la incertidumbre de tu presencia. Soñé con mi perenne necesidad de ti. Soñé con que me sacaste una foto. Soñé con el océano. Soñé con que el silencio sólo hacía del momento inmaculado. Soñé con el sonido de las gotas de lluvia contra el techo. Soñé con tu cabello en frenesí a través de mis dedos. Soñé con tu contumaz carácter. Soñé con aquel amor, que aunque fauto, era cabal. Soñé con nosotros mirando en retrospectiva lo que solíamos ser. Soñé con nosotros mirando en introspectiva lo que éramos. Soñé con este amor procaz. Soñé con lo ubicuo de mi persona. Soñé con tus pestañas que se asemejaban a las olas de una mañana de agosto. Soñé que el mundo dejaba de girar. Soñé que me querías. Soñé que me besabas. Soñé que tu cuerpo no era más que amor y balas. Soñé con tus dedos pasando por mi espalda. Soñé con tus labios en mi cuello. Soñé con tu respiración en mi clavícula. Soñé que amanecía y yo seguía entre tus brazos. Soñé que no te importaba lo que pasó la noche anterior. Soñé con tu sonrisa cansada. Soñé con tu voz cándida a través del crepúsculo. Soñé con nuestra soledad compartida. Soñé contigo anoche. Y todo fue solo eso, un sueño.
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brillocosmico · 8 years
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2:52 a.m.
He pasado más tiempo del que me gustaría admitir pensando en ti. Miro al cielo, me fumo un cigarrillo, me decepciono… y todo siempre termina en ti. Miro abajo, pienso en lanzarme, pienso en ti. Siempre estás ahí. El dulce manto del suicidio y de tu persona es lo único que me acompaña con el paso de los días. Cualquiera puede ponerte triste pero tú eres el único que tiene la potestad de realmente hacerte miserable. El aire frío parece cortar a navajazos mi piel. Respiro hondo y aún no entiendo qué me pasa. ¿Qué siento por ti? ¿Es que siento algo, cualquier cosa, en absoluto? En la oscuridad quiero romper un espejo con mi cabeza hasta que no quede nada de ella, prender fuego la casa, quedarme dormida con la televisión encendida, vomitar todo. Tratando de que no signifiques mucho para mí sólo he logrado hacerte una mancha roja en mi persona. Prender fuego la casa conmigo adentro. La juventud, la mía, la nuestra, me muestra que siempre te puedo sentir más profundo: en el pecho, en la garganta, en el estómago. Quiero mirar tus ojos hasta que se me caiga la piel a retazos. Cazando fantasmas, coloreando espacios grises de mi alma, cayendo por el agujero negro de tu universo… oh, sólo llévame contigo. No importa dónde. Contigo, sé que no importa en lo más mínimo. Pregúntame todo lo que quieras. Muéstrame quién eres, qué quieres, qué te hace sentir vivo, qué te apuñala a sangre fría, qué necesitas para respirar con tranquilidad, qué te quita el sueño por las noches, a qué saben los labios de tu persona favorita, qué dices cuando estás nervioso, qué ocultas cuando bajas la mirada, adónde vas cuando no puedes más, qué sueñas por las tardes, qué preguntas no has sido capaz de responderte, qué ves en tu reflejo del agua, qué canción escuchas cuando te tiemblan las manos, qué tan seguido maldices. Muéstrame. Dibujo tu silueta en mi abdomen. Siempre estoy cansada, pero nunca de ti. Esta madrugada, te he visto en la luna, te he sentido también en la penumbra. Sé que esto no salió muy bien, que pudo ser mejor. Que debió serlo pero… en estos momentos solo quiero soltar. No importa cómo ni cuándo. Ni a los girasoles de Van Gogh los quiero tanto como a ti. Aunque creo que todo esto sólo es una quimera más, de aquellas que mi frágil mente fabrica para mantenerme cuerda. Cierro mis ojos y casi puedo sentirte en mis pulmones, ahora mismo, que respiro tu nombre. Eres un vendaval en una taza de té, siempre de un lado a otro como la ruleta rusa. ¿Estamos dormidos? ¿Despiertos? ¿Los días verdaderamente pasan? ¿La poesía existe? ¿Sabes dónde estamos? ¿Dónde estarás en un par de años? ¿Hace cuánto no te hablan con sinceridad? Ya no aguanto más. Estoy agotada. Solo quiero poner mi cabeza en tu regazo, sentir tus manos a través de mi cabello y escucharte. Escucharte toda la noche. Escucharte y que me deleites con tu voz y tus entrañas. Que me hagas amarte. Que me hagas sentir viva como lo has hecho desde el primer día.
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brillocosmico · 8 years
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I love you. I love you so much. I love you more than all the colors in the sky. I love you in my chest, I love you in my breath. I love you seventeen times. You're wonderful. You'll finish reading this and I'll still be loving you. You have the most beautiful hands that have ever touched me in my life. I love you like paper loves watercolours. I love you next to me, I love you wherever you want to be. I love you in the dark, when I close my eyes; when I think of you. I love you even if I don't think I'm going to. I've drowned a thousand times in the green of your eyes. I love you in every single thing I've forgotten to love. I love you in the tears that run through my cheeks. I love you like I've never loved anything.
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brillocosmico · 8 years
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8 de mayo de 2016, 11:57 p.m. La he visto pasar como un relámpago a través del pasillo. Su cabello se mueve en disonancia con el universo pero de algún modo logra ser perfecto. Se aleja con sus piernas preciosas y su actitud déspota. Cierro los ojos, siento que queman. "Eh, ¿te pasa algo?" Me pregunta Brian, quien ahora mismo parece una mota de polvo comparada con ella y su majestuosidad. "No, hombre. ¿Por qué?" Respondo. "No sé, te veo distante. Como en otro mundo." Me dice, mirándome detenidamente. "¿Te metiste algo o qué? Estoy perfectamente bien." Digo a la defensiva, comenzando a caminar en dirección contraria. Brian me agarra del brazo. "¿Qué harás el sábado?" Pregunta. "Aún no sé." Admito, zafándome. "Escuché por ahí que habrá una fiesta en la casa de Jax y que todos estarán allá. Incluso aquella chica nueva, la que es de otro país." Por supuesto que se refería a ella. "¿Y eso por qué me importaría?" Me hago el desinteresando. "Joder, a todos nos importa." Ríe. "Está buenísima. ¿No has visto los pechos que se manda? Y se pone aquellas botas y esas medias de red... La puta madre." Se muerde el labio y cierra los ojos, como sintiendo placer sólo con imaginarla. "¿Sabes qué? iré. Pero no entiendo por qué forman tanto alboroto por otra más en esta pequeña y miserable ciudad. De verdad que no." Escupo con incredulidad inyectada en cada palabra. "¡ESTÁ BUENÍSIMA!" "¿Y QUÉ? Joder, se nota que tiene el cerebro del tamaño de un alfiler." "Vete a la mierda, imbécil." Rió y se alejó. Clase tras clase, hora tras hora, palabra tras palabra y yo lo único que podía pensar era en ella. En sus pequeños y oscuros ojos, su cabello largo y esos pechos detrás de la playera de Led Zeppelin que traía. En la tarde, cuando llegué a mi habitación, me lancé a la cama, encendí un porro y juro por la luna que entre el humo vi su rostro y casi pude tocarlo. Dormí todo lo que restaba de la tarde. Cuando desperté ya la noche había carcomido todo rastro de luz. Me di un baño, me vestí y me dirigí a la fiesta. "Hola Bri, Jane." Saludé a mi alto amigo y a su novia de ya casi dos años y muchas infidelidades. "¿Qué hay?" Me dijo ella, sonriendo. El brazo de Brian a su alrededor. Hacía calor, habían cervezas, las personas bailaban al son de Alice Cooper y yo nada que la veía. "¿saben dónde puedo conseguir una cerveza?" Pregunté, buscando alejarme y encontrarla. "Seguro, en la cocina hay una montaña de botellas." "Gracias." Caminé entre la gente, mirando sutilmente, tratando de encontrar su silueta. Comenzó a sonar The great gig in the sky. Las personas comenzaron a besuquearse unas con otras, francamente no distinguí absolutamente nada. Seguí abriéndome paso, escuché risas y vi una pequeña multitud rodeando la pared. Entré a la cocina, tomé una cerveza y regresé al lugar. Y justo cuando entró el solo, la vi. Su piel, luminosa y aterciopelada, parecía brillar por sí sola. Sus labios rojos contrastaban con ella. Tenía las manos juntas y parecía querer salir huyendo del lugar. Su cabello la hacía parecer una entidad totalmente ajena a todo lo que había visto en mi vida. Sus hombros, sus clavículas y sus pechos tenían la majestuosidad de los siete mares. The great gig in the sky era ella. "¿Es acaso mi imaginación o finalmente he encontrado algo por lo que vale la pena vivir?" Tomé un sorbo de mi cerveza. Si al menos diez chicos no estaban a su alrededor, entonces no había nadie. Ella, contra la pared, incómoda. Jax, el apuesto rubio dueño de esta casa gigantesca, esta fiesta y el trasero de casi toda Wisconsin, la desvestía con la mirada. Salí a tomar algo de aire. Me apoyé en el Corvette aparcado en el garaje. Respiré hondo. ¿Qué hacía yo allí afuera donde dentro habían muchas chicas ebrias y dispuestas a estar conmigo, esa misma noche? La puta madre, es que ni siquiera sabe que existo. Yo estoy aquí, ahogándome en un vaso de agua sólo por escucharla decir mi nombre. Por ser objeto de su interés. Por tenerle cerca. Pero ella... Ella tiene demasiado, ella es demasiado. ¿Con cuántos chicos estaría antes que conmigo? ¿Cien? ¿Doscientos? ¿Un millón? Tosí. Absolutamente increíble. La puerta trasera se cerró, volteé mi cabeza. Vi cómo se acercaba a mí. Oh sí, era ella. Se movía entre la oscuridad y la luz de la luna. Nada más y nada menos. Sus botas, sus medias de red, su falda de cuadros, su figura, sus pechos, sus labios, sus ojos. Su cabello cayendo por su rostro, por sus hombros, por su espalda. Se sentó junto a mí como si no me viese. Suspiró. "¿Tienes un cigarro?" Me preguntó con esa voz que jamás había oído en mi vida. Sus palabras retumbaron en mi cabeza. "Seguro." Respondí sacando mi paquete de Marlboros de mi bolsillo y ofreciéndoselo. "¿Tienes luz?" Cuestionó con esa voz que estaba escuchando por segunda vez en mi vida. Rió un poco, aunque no sé por qué. Saqué el encendedor de mi chaqueta de jean y encendí el cigarro estando éste en su boca. Apoyé mis manos en el auto. "¿Cuál es tu nombre?" Me preguntó con esa voz aún misteriosa pero con un acento americano perfecto. "Steven." Respondí. "¿Cuál crees que es mi nombre, Steven?" Me preguntó. No entendí qué clase de pregunta era esa. "¿Qué?" Balbuceé. "¿Cómo crees que soy?" Preguntó nuevamente. Pensé. "Me gustaría decir que estuve en tu mente desde el momento en que me viste, allá adentro." Ella rió fuerte. "Que te levantas a las 3 de la tarde cada vez que puedes. Que te gustan los parques de atracciones. Que escuchas Led Zeppelin y comes chicle de las maquinas. Que detestas al gobierno, que detestas que te digan qué hacer, que detestas las estúpidas normas sociales impuestas carentes de toda razón o verdadero fundamento. Que te gusta fumar, tomar café negro sin azúcar y leer libros que abran tu mente poco a poco. Que te dejas el cabello largo pero a veces te gustaría rapártelo. Que no duermes bien por las noches pero sí por los días. Que te asusta estar sola pero te asusta aun más estar acompañada por las personas equivocadas. Que te gusta esconder lo que sientes porque es mucho más cómodo. Que consideras que el tiempo es titánicamente bueno y titánicamente malo, al mismo tiempo. Que de vez en cuando crees que morirás pero es solo una falsa alarma. Que te gustan los gatos y los ojos grandes. Que prefieres morir de hambre que hacerte algo de comer y que disfrutas los fuegos artificiales. " Ella me miraba, justo a mi lado. Miraba dentro de mis ojos, miraba profundo con esos ojos del color del café de una mañana de verano. "¿De dónde sacaste todo eso, ah?" Me preguntó sin quitar su mirada de mí. "¿La verdad? Pues... Estaba hablando de mí." Le hice saber tocando mi cabello. Ella se quedó pensando un poco. "¿Qué pensaste cuando me viste, antes de que te hablase?" Su tono de voz había cambiado, aunque seguía plasmando esa curiosidad peculiar. "Si la habitación estuviese en llamas, ella se arreglaría el cabello." Rió. Suspiró. "¿Qué pasa? ¿Dije algo malo?" Pregunté, con miedo de hacerlo. "Oh no, en absoluto..." Se dejó caer suavemente en el capó del auto, su cara mirando las estrellas. "¿Entonces?" La imité. "Estoy triste." Bajó la mirada. "¿Por qué estás en una fiesta si estás tan triste?" Fue lo único que manejé soltar. "Eso mismo me pregunto yo." Su labio tembló con esas últimas palabras. A primera vista no se me hacía evidente nada de lo que me decía, pero en el momento en que sus ojos me recordaron al océano en un día lluvioso, lo entendí. Me sentí un cerdo. "Vamos, te compraré una malteada. A veces necesitas comer para alejar lo que no quieres sentir." "Los cigarrillos son el alimento de las almas tristes." Dijo con una sonrisa melancólica que erizó la piel de mi espalda. Tragué en seco. "¿Por qué estás tan triste?" Dio la impresión de que todo ser vivo en la galaxia pudo escuchar mis palabras. "Me siento sola. En estas habitaciones llenas de gente, de palabras, de pensamientos, de amnistías y excesos. ¿Te das cuenta que el día de hoy fue experimentado 7 billones de maneras distintas? Y aun así me siento vacía, ínfima, intrascendente, carente de valor. Como que no estoy viviendo mi vida al máximo, ergo, la estoy desperdiciando." Su honestidad me hizo sentir patético. "¿No eres de aquí, cierto?" "No." "¿Extrañas algo? Ya sabes, de donde vienes." "Lo extraño a él." Me respondió, casi con vergüenza. "¿Lo amas?" "Dejaría que me arrastrase al infierno, si eso significara que voy a tomar su mano." "¿Qué tiene él que te gusta tanto?" "Tiene la vida que me falta. De todas las cosas que mis brazos han tenido la oportunidad de sostener; él, de lejos, es la más bella de todas." "¿Lo extrañas?" "Si no lo hiciese, una parte de mí estaría muerta." Y así, sin más, se abalanzó sobre mí y besó mis labios como si fuesen oxígeno. Se sentía bien. Pude sentir lágrimas cayendo por sus mejillas, yo también lloraba. Sólo por placer, sólo por vivir. No podía respirar, no me importaba. Posé mi mano en su pierna, su lengua estaba en mi boca. Acaricié su rostro con mi pulgar. Pensé que esto seguramente es todo aquello que te prohiben en la escuela. Saboreé sus labios, saboreé el momento. Me dejó ir, me sonrió. Se levantó y comenzó a alejarse. Recordé que no me dijo su nombre. ¿Adónde iría con los pies tan fríos, la mirada tan perdida y esas ganas de querer a la deriva?
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brillocosmico · 8 years
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¿Qué piensas de las personas que dependen mucho de su pareja? [petición]
Opino que es una mala idea y una tontería la dependencia emocional. Al inicio de una relación todos quieren demasiada felicidad y demasiado placer. Hasta que al final se enferman.
Tú no puedes depender emocionalmente de nadie. Naces solo, vives solo y mueres solo. El único cuerpo, el único ser, la única persona que debes verdaderamente aprender a amar y soportar eres tú mismo. Tú. ¿Dentro de siete, diez años, te ves con ella o él? ¿O conmigo? ¿O con alguien más? No lo creo.
La verdadera felicidad se encuentra en ti. Y ya está. A mí francamente me da vergüenza y una punzada de dolor aquellas personas que están con alguien sólo para escuchar esos “te quiero” “te ves radiante hoy” “esa ropa te queda preciosa” “no quiero dejarte ir nunca” QUE DEBERÍAN ESTAR DICIENDOSE A SÍ MISMOS. Debes aprender a amarte para amar a alguien más, de lo contrario lo único que estás haciendo es mendigar amor ajeno. SÓLO TE NECESITAS A TI.
La vida por sí sola no tiene sentido. Cada uno de nosotros tenemos sentido y eso se lo damos a la vida. Es un desperdicio hacer una misma pregunta una y otra vez, a muchas personas distintas, cuando la respuesta eres TÚ.
¿Es que acaso no te das cuenta que vives supeditado? ¿Que estás en la palma de la mano de alguien que con un chasquido de dedos y sin mucho esfuerzo o interés te puede hacer añicos? ¿Y es que acaso no puedes ver que tu vida en manos de alguien que no sea tu persona es absolutamente intrascendente? ¿Que no es nada mas que polvo? Joder, ¡toma el control! Tu vida es una fatuidad. Tú mismo te estás limitando, monopolizando, privando. Me da dolor decírtelo, pero si tu vida depende de ese chico o chica (o cualquier persona), tu vida es una nimiedad. No sé si te has dado cuenta pero si tu novix se aburre y su amor por ti se agota, te dejará. Y dudo que le importe si tú aún quieres que la relación esté en pie o no. ¿Y qué tiene de malo? Pues absolutamente NADA. Cada uno tiene libertad de estar con quien quiera y cambiar de opinión cuando le plazca. Él no es tuyo y TÚ NO ERES DE ÉL. Nadie debe nada a nadie cuando se trata del sentir.
Puede que entienda o no la vorágine que te evoca esa persona pero debes tener claro que nadie importa más que tú. Las personas van y las personas vienen. Te construyen y te destruyen. La vida continúa… Pero tú jamás te irás. Ten en mente que de ti mismx no puedes escapar.
Para concluir quiero citar a Jorge Luis Borges. “Así que planta tus propios jardines y decora tu propia alma, en lugar de esperar por alguien que te traiga flores.”
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brillocosmico · 8 years
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24 de febrero de 2016, 10:35 p.m.
Desde que tengo uso de razón he sido una persona de manías.
De bebé y siendo una niña chupaba mi dedo. No podía dormir ni tranquilizarme completamente si no chupaba mi dedo.
Una vez dejé el dedo, adquirí una nueva afición. Comerme las uñas. Siempre que me encontrase en una situación que me hacía sentir incómoda o ansiosa, comía mis uñas. Las comía tanto que no sólo eran las uñas, sino también la piel de los dedos. Que me sangrasen, doliesen y molestasen me tenía sin cuidado alguno.
Hoy, ya no muerdo mis uñas ni mi piel. Hoy mi manía es escribir. Plasmar todo aquello que se encuentre en mi cabeza, que me inquiete.
En el libro de un colega leí esta frase, con la cual, me siento verdaderamente identificada:
“Me hace daño el no soltar lo que pienso, ya sea en papel, lienzo, en forma de palabras, besos o golpes, eso conlleva al cáncer en mi opinión” -Oliver Custer.
Cada uno de nosotros tenemos manías. Es decir, todos y cada uno poseemos algo extraño, peculiar. Algo que demanda (y recibe) mucha más atención de nuestra parte que debería.
En mi caso han sido muchas. Cosas que, cada una en su momento, fueron una quimera de seguridad para mí. Incontrolables, fuera de mi alcance.
Pero no se limita sólo a eso. ¿No son acaso, las personas, muchas veces una manía? Mirar a alguien en clase y no lograr concentrarse. Pensar en aquel que ya no está. Besar a quien no se debe. Extrañar al que no se lo merece. Creer que el ser amado es propio. Llorar por el que nunca lloraría por ti.
Y es que así somos. Llevamos sobre los hombros ese afán perpetuo de tener todo bajo control. De que si no es a nuestra manera, no es de ninguna manera. Sólo hay que echar un vistazo a toda la devastación que podemos lograr, así, sin esfuerzo alguno. Digo, por supuesto, es un millón de veces más fácil destruir que construir. Siempre nos vamos por el camino fácil, el camino rápido, el camino anodino y mediocre. ¿Violencia? ¡Cómo no! Mucho más cuando se vive supeditado por un sistema que humilla y vilipendia a todo el que no cumpla sus estándares ridículos y magnificados.
Todos merecemos ser libres. La dependencia es inútil y poco a poco nos convierte en masas básicas, condescendientes y paradójicamente ignorantes.
Espero que tú no dependas de nada ni nadie, mas que de ti mismx.
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brillocosmico · 8 years
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23 de enero de 2016, 6:05 a.m.
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Anoche, no fui ni la cuarta parte de mis sentidos. Acostada; cabeza arriba, cabeza abajo, cabeza a un lado. Ojos cerrados, dolor tras ella. Adormecimiento, inconsciencia parcial, síncope poética.
Fue como si mis ideales quisiesen salir de mi cabeza a golpes. Me dolía.
Trago. Nada ocurre.
Bebo. Nada aún.
Las voces distantes me cuestionan, escupen palabras como si sus vidas dependiesen de ello y me cuestionan. Una y otra vez en un ciclo redundante e incesante. Todo ello más allá de mi humana y misérrima comprensión.
Me traen comida, la lanzan a mí como si fuese un animal tras una jaula. Entretenimiento desmedido a base de sufrimiento.
La miro, trato de comer. No puedo. Un nudo en mi garganta me desgañita. Ya no puedo más.
Miro la pared blanca… tan inhumana, tan inexpresiva. Me ahogo en ella como me ahogaría en el mar pacífico. Lágrimas. Una, dos, tres lágrimas. Miro la comida y sigo llorando.
Jamás en mi vida me ha ocurrido. Llorar sin razón alguna. ¿Así se sentirá, también, actuar sin razón? Sigo llorando.
Escucho un “¿Por qué? ¿Qué te pasa?”
Pero la verdad es que… Ni yo poseo esa certeza.
Hoy, bebiendo, sintiendo la brisa de la mañana, escuchando pájaros de todos lados, pensando en esto, escribiéndolo… No lo sé.
Y así soy yo, y así eres tú. Y así somos todos los seres humanos que respiramos y compartimos el mismo oxígeno e inevitable destino, y qué vergüenza me da admitirlo. Somos payasos sin certeza alguna. Tan llenos de perplejidades como lo fuimos hace mil años.
Ver a alguien llorar es un sinónimo automático de tristeza, y joder, no debería serlo. No hablamos bien, no nos vemos bien, no fumamos bien, no escribimos bien, no lloramos bien. Somos una mancha más en la historia. Somos una raza tergiversada, tanto así, que escuchar cómo mueren cientos de personas al día, siempre y cuando no tenga repercusión alguna en nuestra persona directa, no merece ni una fracción de segundo de nuestro patético y corto tiempo. Somos antinaturales. Somos innecesarios. Somos torpes. Somos nimiedades sin propósito… La pregunta es, ¿Estamos satisfechos con ello?
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brillocosmico · 8 years
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31 de diciembre de 2015, 2:10 a.m.
“True beauty is a conscious mind”
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La brisa cálida de verano acariciaba mi rostro, las personas pasaban a mi lado, las luces se hacían presentes en el cielo, los cigarrillos y las latas de cerveza abundaban, el olor a vida y muerte inundaba mis sentidos, la música se sentía en los huesos.
Me senté en una banca de piedra que debía ser más vieja que mis padres y yo juntos, tosí un par de veces y pasé mi mirada por el lugar. Todos allí parecían tan ajenos de mí, tan ajenos del mundo. Tallé mi ojo derecho, el olor de la comida de alguien y la marihuana de otro me provocaban diversas sensaciones. Saqué un cigarrillo, lo encendí sin ganas. Las luces pálidas, lánguidas y amarillentas me destruían un poco. Pensé en aquel “tu cuerpo es tu templo” Que muchos usaban. Qué excusa tan banal me parecía desde siempre. Comencé a aburrirme, quería hablar con alguien. Me levanté de la banca y me dirigí a la tienda de la esquina. Un hombre caucásico con sobre peso y sudor corriendo por su frente y pecho me atendió con desgana. “¿Qué necesitas?” Olvidé qué había ido a buscar. “Dame un paquete de marlboros” le respondí, aunque tuviera uno casi completo en mi bolsillo. “Sólo hay lucky strikes.” No había fumado esos pero pensé, ¿qué más da? Después de todo ni siquiera sabía qué hacía ahí “Adelante.”
Los pagué, los observé, fruncí el ceño y miré en dirección al lugar donde me encontraba hace un minuto.
Ahí estaba ella. No tenía nada especial, nada en absoluto. Ojos negros como el café de tardes, cabello del mismo tono que caía por su espalda en cascada, llevaba los hombros descubiertos en una camisa color blanco hueso, reía con vehemencia, resonaba sin esfuerzo alguno. Tenía labios gruesos, manos pequeñas. Buenos pechos (lo cual no era una característica difícil de encontrar en la ciudad), una cicatriz en la frente.
Sin pensarlo bien mis pies me condujeron hasta su lugar. Me senté cómodamente cerca suyo, en silencio y con algo de curiosidad. La típica curiosidad que te puede provocar una chica joven, desconocida, que aparenta ser feliz.
Encendí mi segundo cigarrillo de la noche, el tercer del día. Pude escuchar de qué hablaba y con quién lo hacía.
Se encontraba en compañía de otra chica, probablamente amiga de la infancia o alguien con quien estudiaba. La chica tampoco era particularmente inusual, sin embargo, no me llamaba tanto la atención como esta criatura.
Su voz era refrescante y apasionada. Lo que decía, verdaderamente lo creía. No tenía nada que probar. La chica y ella discutían sobre querer.
“No es lo mismo querer que alguien sea tuyo que querer a alguien. De hecho, si quieres a alguien no quieres limitar sino expandir.” Decía ella, moviendo las manos. “Querer a alguien es, ante todo, querer que esa persona sea feliz. Contigo o sin ti. Sin peros. Si tu forma de querer es controlando, monopolizando, limitando y empequeñeciendo, llámalo otra cosa pero no lo llames amor.” Continuó. “Y querer no es lo mismo que amar.” Dijo su amiga. “Por supuesto que no.” Respondió ella, casi ofendida. “Es decir, yo no «te quiero sólo para mí», yo te quiero como tú quieras ser, sin imponer maneras de querer ni decidiendo cómo debes ser.” Me pregunté a mí mismo si se refería a la chica, y ella, en este caso fuera su novia. “La Propiedad es violencia siempre, sea sobre las cosas, los lugares, las ideas, los animales o las personas.” Siguió. “Hablar con propiedad vendría siendo la excepción.” Le interrumpió la otra chica. “Así es” asintió ella, cerrando los ojos. Los abrió nuevamente y soltó “Tus sentimientos no son deudas de otros, nadie debe nada a nadie ni está obligado a corresponder nada que no sienta en ningún momento. Todo el mundo tiene derecho a cambiar de opinión cuando se le venga en gana y nadie es nadie para hacer sentir mal por ello a otra persona.” Quitó su cabello de su rostro. “Con ello, estarías negando la evolución de aquel ser. El amor, en cualquiera de sus formas, no es un contrato. El amor no tiene deudas, ni obligaciones, ni etiquetas, ni reglas, ni cláusulas.” Dijo, como si estuviera recitando el libreto de una película. “Una relación, del tipo que sea, es un pacto libre entre dos o más personas que puede ser anulado unilateralmente en cualquier momento. Me parece estúpido establecer límites en algo como el amor… Le quita la magia, el encanto, le quita la propiedad de ser amor. ¿Entiendes lo que digo?” Su amiga, que aunque se podía ver en su rostro que le costaba un poco seguir su hilo de pensamiento, asentía con interés. “Me parece que los celos son básicamente una persona imponiendo en otra sus propias inseguridades, privándola de la libertad. Amedrentándola, acusándola, encerrándola. Es algo que simplemente no se ha de tolerar para mí.” “Ya veo.” “Por eso es que no estoy de acuerdo con el matrimonio. Aun así, me parece que cada uno es libre de practicar y hacer con su persona lo que le parezca más sensato.” Concluyó.
La miré, no tenía un perfil especialmente atractivo. Sintió mi mirada, giró su rostro y recorrió el mío. Sentí como si aquella mirada, su mirada, atravesase mis huesos, mi cuerpo, el alma que creí no tener. Me sonrió, dejó al descubierto aquellos dientes. “Hola.” Me dijo, aún con la sonrisa tatuada en sus labios. “Hola.” Le respondí, tratando de verme lo más amigable posible. “Victoria, mucho gusto.” Me ofreció su mano, que por un momento no sabía qué hacía frente a mí. “Oh, yo soy Rodrigo.” Y estrechamos nuestras manos. “Ella es Julia.” “Hola Julia.” “Hola Rodrigo.”
Victoria tomó mi mano con rapidez y delicadeza, comenzó a jugar con mis dedos y acariciar mi palma. La miré. Todo en su persona parecía majestuoso. Cada cabello en su cabeza, cada molécula en su cuerpo: increíble. La miré y pensé en lo impetuoso de las olas y lo ardiente del sol. La miré y sentí como si una fuerza benevolente me dijese que siempre hay algo ahí afuera con lo que queremos ser torturados, y yo acaba de encontrarlo.
De vez en cuando hay tanta belleza en el mundo; ciertos instantes fugaces que parecen ser imperceptibles para el ser humano promedio, que hacen que todo sea silencioso, viejo y acogedor. Instantes semejantes a una ventana rota y el corte profundo que te puede provocar la misma. La miré y entendí que nada tiene caso más allá de esto. De ella, de mí, de ti leyendo lo que alguna vez escribí.
Inclínate ante las páginas y la piel, inclínate ante las palabras y la sangre.
Disfruta cada segundo que pasa sin importar dónde estés, ni qué hagas, ni si mañana abrirás tus ojos o no. Disfruta porque algunos somos polvo de estrellas y algún día volveremos a casa. Disfruta de esas personas con rostros de los que pasarías de largo cuando caminas a casa con la mochila al hombro y mil cosas en la cabeza, pero que se hacen de una mente que te asfixia poco a poco hasta dejarte a su merced.
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