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the-theoi · 2 months
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No puedo ser la única idiota que se acaba de enterar de esto, y ahora tiene sentido el nombre del libro lmaoo.
Troya = Ilión. Ilíada = La historia de Ilión
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the-theoi · 2 months
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Ilíada, Canto I: 571-596. Penguin Clásicos, versión de Fernando Gutiérrez.
Y habló entonces Hefesto, el artífice ilustre, queriendo consolar a su madre, Hera, la de los brazos nevados:
— ¡Cuán funesto e injusto es que ambos, por unos mortales, disputéis de este modo y movais semejante alboroto entre todos los dioses! Y ya en el festín no hallaríamos gozo alguno porque lo peor prevalece ante todo. Yo aconsejo a mi madre, aunque ya tiene juicio sobrado, que a Zeus padre agasaje, de modo que si se enojara,no la riña de nuevo y así nos pertube el banquete. Pues si aquel que en el rayo se goza, el Olímpico, quiere derribarnos de nuestros asientos, lo hará; él es más fuerte Y por esto es mejor que a él se acerque con dulces palabras y en seguida el Olímpico habrá de mostrarse propicio.
Dijo, y se levantó. Tomó luego una copa gemela que en las manos dejó de su madre, y habló de este modo:
— Sufre, ¡oh madre!, y soportalo todo aunque estés afligida que a ti, a quien tanto quiero, no vean zaherida mis ojos, sin que pueda, a pesar de mi pena, prestarte mi ayuda puesto que es muy difícil ir contra el señor del Olimpo. Ya intenté defenderte una vez y, agarrándome entonces por un pie, me lanzó desde nuestros umbrales divinos. Todo el día rodé y a la puesta del sol caí en Lemnos. Poca vida quedábame ya, pero entonces los sintios recogiéronme al cabo tan pronto como hube caído.
Dijo así, y sonrió Hera, la diosa de brazos nevados, y tomó, sonriendo, la copa que su hijo le daba.
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En la Ilíada se nos muestra que Hera y Hefesto tenían una relación muy cercana, llegando Hefesto a apoyar a su madre aún a riesgo de ofender a Zeus ♡
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the-theoi · 2 months
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Puede parecer lógico pero muchas personas se olvidan de que los dioses duermen y sueñan. En una ocasión, Hera prometió a Hipnos la mano de una de las Cárites, Pasítea, si le ayudaba a dormir a Zeus. El Sueño obedeció, pero Zeus se despertó iracundo y habría arrojado a Hipnos del monte Olimpo si no hubiera intervenido su madre Nix, que demostraba así el poder que ejercía tanto sobre los dioses como sobre los hombres
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Homero, Ilíada , libro 14, líneas 185-419, traducido por Ian Johnston, 2019.
Mientras esto sucedía, en la cima del Monte Olimpo estaba Hera del trono dorado mirando.
Reconoció enseguida a su cuñado, que se mantenía ocupado en la guerra donde los hombres ganan la gloria, pues era su hermano y también su marido.
El corazón de Hera estaba complacido. Miró a Zeus, sentado en el pico más alto de Ida, con sus numerosas fuentes. El odio llenó su corazón.
Entonces, la reina Hera, de ojos de buey, comenzó a considerar cómo podría engañar la mente de Zeus, portador de la égida.
En su corazón, lo mejor que podía hacer parecía ser verse más atractiva, ir a ver a Ida y luego ver si Zeus querría acostarse con ella, abrazarla y hacer el amor. Entonces ella podría derramar sobre sus párpados y su astuta mente un sueño profundo y cálido.
Se dirigió a su dormitorio, que le había hecho Hefesto, su querido hijo, con puertas ajustadas adosadas a sus postes y aseguradas con una cerradura secreta que ningún otro dios podía abrir. Entró y luego cerró las puertas brillantes.
Primero, con ambrosía lavó todas las manchas de su hermoso cuerpo, luego se frotó la piel con un aceite fragante, divinamente dulce, hecho especialmente para ella. Si este perfume simplemente se agitara dentro de la casa con piso de bronce de Zeus, su aroma se difundiría por todo el cielo y la tierra. Ella usó este perfume por todo su cuerpo rubio, luego arregló su cabello.
Con sus propias manos peinó sus brillantes mechones en trenzas, un estilo deslumbrante para una diosa inmortal. Luego se envolvió en una túnica celestial, que Atenea le hizo con tela sedosa y la adornó con magníficos bordados. Se sujetó la bata alrededor del pecho con broches de oro. En su cintura se puso un cinturón con cien borlas.
Luego, Hera colocó aretes en los lóbulos de sus orejas perforadas, cada uno con tres piedras preciosas, un brillo encantador.
A continuación, la reina de las diosas se puso sobre la cabeza un nuevo y deslumbrante chal, blanco como el sol. Luego se puso unas preciosas sandalias sobre sus elegantes pies.
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Esta parte me gusta especialmente, ya que nos deja ver el cariño que sentía Hera tanto por Hefesto como por Atenea, a pesar de otras versiones en las que se llevaban mal. En la Ilíada, Hefesto y Hera tienen una relación muy hermosa y pacífica, en la que se apoyan mutuamente y han reparado sus errores pasados.
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