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#frankenstein ya da modern prometheus
doriangray1789 · 1 year
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Kendi yaşamlarıyla ilgili bir şey yapamayanlar genellikle eleştirmen olur. Yaşamın yolunda ilerleyemeyenler genellikle yolun bir kenarında durur ve diğerlerine taşlar atar. Bu çok hasta bir zihin durumudur. Zihninizde ne zaman birini kınama isteği yükselirse, sizin de aynı hastalığın pençesinde olduğunuzu unutmayın. Sağlıklı bir insan asla kınamaz. Ve başkaları onu kınadığı zaman onlar için üzülür. Çünkü sadece fiziksel değil, aynı zamanda zihinsel de olan bu hastalık acımayı gerektirir. 
Bir Sabun Köpüğüdür Hayat, Osho 
uzun bir Sorusu: Yaşadığınız hangi olaydan sonra “ben bu değilim” dediniz, “iç dünyanızdaki siz” “dış dünyadaki siz”i yansıtıyor mu? Yansıtmıyorsa eğer insanlara karşı kendinizi farklı tanıtmanıza/göstermenize neden olan şey sizce nedir? Cevaplarınızı tüm önyargılardan ve toplumsal baskılardan uzaklaşarak yazabilirsiniz, çünkü burada sizi yargılayacak, eleştirecek kimse olmayacak :)
Kitap Tavsiyesi: Frankenstein Ya Da Modern Prometheus, yazar: Mary Shelley
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karavandergi · 2 years
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🚍 “En büyük talihsizliklere maruz kalmış biri olarak seni kendine getirebilecek yegâne şey olan o aşka ve mutluluğa dair ümidinin “onur" denen tek bir sözcükle nasıl da yok olup gidebileceğini düşündükçe şu an dahi gözlerim yaşlarla doluyor. Sana karşı her tür menfaatten uzak bir sevgi besleyen ben, arzularının önünde bir engel gibi dikilerek ıstırabına ıstırap katıyor olabilirim.” | Frankenstein ya da Modern Prometheus, Mary Shelley | 📸 @loadfilm (Barcelona, Spain) https://www.instagram.com/p/CftWn4xq16Z/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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thegirlwhowaited9 · 3 years
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Bazen; onu tanıdığım diğer insanlardan sonsuz derecede üstün kılan özelliklerin ne olduğunu anlamaya uğraşıyorum.
Mary Shelley "Frankenstein ya da Modern Prometheus"
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denizeyuruyen · 3 years
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"İnan bana, Frankenstein, bir zamanlar iyi kalpliydim; kalbim sevgiyle ve insanlıkla yanıp tutuşturdu, ama ben değil miyim yalnız olan, perişan halde, yapayalnız değil miyim?"
"Issız dağlar ile korkutucu buzullardan başka sığınağım yok. Burada günlerce dolaştım durdum; tek korkmadığım şey olan ve insanların benden esirgemedikleri buz mağaralarını mesken tuttum. Sadece şu iç karartıcı g��kleri selamlarım ben, zira onlar bana insanlardan daha iyi davranıyorlar. İnsan kalabalıkları varlığımdan haberdar olsaydı, senin yaptığını yapar ve beni yok etmek için silahlanırlardı."
"Merhamet et, beni hor görme. Hikayemi dinle; dinleyince, karar senin, ister bırak git ister acı bana. Ama önce bir dinle."
"Bir dinle beni, Frankenstein."
- Marry Shelley - Frankenstein
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estellamila · 4 years
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Frankenstein ya da Modern Prometheus ~ Mary Shelley
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korayaker · 4 years
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Sahtelik hakikate bu derece benzeyebilirken, kim mutluluğundan emin olabilir ki?
Frankenstein ya da Modern Prometheus, Mary Shelley
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jgmail · 4 years
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Karl Marx como el Doctor Frankenstein
Vladislav Georgievich Krasnov (o W. George Krasnow) nació en la Rusia soviética en 1937, de donde desertó en los años '60 refugiándose en Suecia y luego en Estados Unidos, donde obtuvo, tras estudiar antes Historia y lenguas eslavas, un doctorado en literatura rusa y ha ejercido la docencia y escrito libros. En la revista Modern Age publicó en 1978 el siguiente artículo (Karl Marx as Frankenstein. Toward a Genealogy of Communism) que presentamos en castellano, en el que traza un paralelo entre el doctor Victor Frankenstein (de la novela de Mary Shelley) y Karl Marx, derivando interesantes comparaciones y analogías.
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Karl MARX como FRANKENSTEIN. Hacia una Genealogía del Comunismo por Vladislav Krasnov, 1978     «...porque sería supremamente horroroso el efecto de cualquier esfuerzo humano para imitar el estupendo mecanismo del Creador del mundo» (Mary Shelley, Frankenstein).     Junto con el Fausto de Goethe, Moby Dick de Melville y Así Hablaba Zaratustra de Nietzsche, Frankenstein de Mary Shelley es uno de los mitos más importantes que el siglo XIX ha legado al nuestro. Éste es el mito del hombre moderno que aspira a usurpar el poder del Creador con la ayuda de la ciencia pero teniendo éxito sólo en imitar la creación y en poner en peligro su propia existencia. Ya sea que uno contemple los pasados esfuerzos para criar una raza superior, la siempre presente destrucción de la biósfera, o la siempre creciente perspectiva de un holocausto nuclear, uno se ve obligado a conseguir una sombría visión de aquella tendencia tecnológica y científica que comenzó haciendo sus primeros grandes progresos durante la vida de Mary Shelley. Uno comprende entonces que el monstruo del doctor Frankenstein no ha sido reducido a cenizas, como el deseado final de la novela sugiere, sino que ha escapado hace mucho de las páginas de la novela. No sólo está él aún en libertad sino que se comporta descontroladamente a través del mundo, y la cantidad de sus víctimas está en aumento.     Para nuestra mayor aflicción, estamos comenzando a comprender ahora que el poder actual del monstruo es todavía más masivo ya que diversas hipóstasis [realidades ontológicas] se esconden detrás de diferentes máscaras. El siguiente es un intento de remover una de tales máscaras y de revelar una hipóstasis particular del complejo Frankensteiniano de creador/creatura que aflige al mundo de hoy de una manera fatal. El nombre del creador es Karl Marx, y el de su criatura, Comunismo.     Desde ya aseguro al lector que al hacer este paralelo no tengo la intención de entregarme a la venganza o al insulto. He visto la verdadera cara del comunismo muy de cerca, y debo reconocer que la encuentro monstruosamente fea, pero ¿no les gustaría a muchos marxistas y comunistas encontrar un comunismo con un rostro humano? Si el propio Marx hubiera vivido en el país de su locura, él ciertamente habría estado entre los solicitantes de una visa de salida para Israel, en caso de que él hubiera sobrevivido a las purgas. Eso se debe no sólo a su origen judío sino mayormente al esencial individualismo de su carácter, mal adaptado para una existencia en la sociedad que fue creada en su nombre. Ese individualismo fue resumido en la frase de Dante tomada como lema por Marx: "Segui il tuo corso, e lascia dir le genti" [1]. Ya que mi propia rebeldía y eventual escape de la URSS fueron en gran parte inspirados por el mismo lema, se podría decir que mis sentimientos hacia Marx se acercan a los de la empatía. De esta manera, si yo asocio a Marx y el comunismo con el doctor Frankenstein y su monstruo, no lo hago a fin de echar más combustible al fuego de las pasiones políticas sino para arrojar luz sobre la compleja relación entre marxismo y comunismo. Espero también clarificar la realidad de ambas entidades dentro del contexto de la civilización occidental. [1] "Sigue tu propio camino, y que la gente diga lo que quiera". Véase de Karl Marx, El Capital: Un Análisis Critico de la Producción Capitalista, Prefacio a la primera edición (Moscú, 1965).
El Zeitgeist: Prometeísmo Teomáquico
    Podría ser una extraña coincidencia de la Historia el que Karl Marx naciera en 1818, el mismo año que la novela Frankenstein vio primero la luz. Pero el que ambos crecieran a partir del mismo Zeitgeist de la civilización occidental no es casualidad. El título completo de la novela —Frankenstein or The Modern Prometheus— contiene una clave para aquel estado de ánimo: la Romántica rebelión del hombre moderno contra todos los dioses establecidos. El Prometeo del antiguo mito es revivido aquí como una bandera del impulso teomáquico [= que combate contra Dios] y anti-divino de esta rebelión que desde hace tiempo se ha derramado por los confines de Occidente y que actualmente devora al mundo entero.     Esa rebelión teomáquica ganó su primera batalla importante cuando los hombres de la Ilustración tuvieron éxito en erigirse a sí mismos como los únicos portavoces del progreso del mundo. Mediante el concepto de Deísmo ellos procuraron reducir a Dios al papel de un relojero que meramente había concluído el universo y luego había abdicado de su trono. Las consecuencias prácticas de aquella "ilustrada" teoría se manifestaron en la fiera campaña anti-cristiana de la Revolución Francesa. A pesar de la derrota de la Revolución a manos de Napoleón y de la posterior derrota de éste a manos de los monarcas cristianos de Europa, la ola teomáquica nunca fue efectivamente contenida. Durante la época post-napoleónica ella continuó creciendo, aunque bajo formas diferentes. En poesía, encontró un modo de manifestarse en un Romántico [*] coqueteo con los poderes demoníacos y toda suerte de ángeles caídos. En prosa, anticipó a los superhombres —valientes, ambiciosos, talentosos, pero también ateos, despiadados y predatorios—, como el Julien Sorel de Rojo y Negro de Stendhal. En filosofía, fue desde la reivindicación de Hegel de los grandes héroes históricos hasta la exultación de Max Stirner ante individuos egocéntricos. En la vida, se manifestó en una plétora de epígonos napoleónicos, no tanto en el campo de la política y la guerra, sino mayormente en lo relacionado con el amor, el crimen y el dinero. [*] Ponemos aquí el adjetivo "Romántico" con mayúscula por referirse el texto al período y movimiento literario y artístico del Romanticismo, de la primera mitad del siglo XIX, y no a algo sentimental y amoroso (NdelT).     Apenas tenía diecinueve años Mary Shelley cuando ella concibió su novela en 1816. Pero ella ya había conseguido una íntima familiaridad con la moderna teomaquia, especialmente en sus manifestaciones Románticas. Ella no sólo era hija de los utópicos ateos William Godwin y Mary Wollstonecraft, sino que era también la esposa de Percy Shelley, el futuro autor de Prometheus Unbound, así como una cercana amiga de Lord Byron, el futuro autor de Manfred and Cain. La novela de ella fue una expresión de sus ansiedades y aprehensiones acerca del estado mental de sus más glamorosos compañeros que estaban a punto de inaugurar poéticamente la etapa teomáquica de la civilización occidental. Ella vio más lejos que ellos y percibió las consecuencias extremas de la moderna teomaquia.     La Revolución Industrial hacia la cual la Inglaterra de Mary Shelley condujo al Occidente le sugirió a ella todavía otra arena para la moderna teomaquia: las ciencias naturales. Mientras los deísticos luchadores contra Dios del siglo XVIII dejaron de impugnar el "pasado" rol de aquél como el Creador, los Románticos teómacos avanzaron contra él en tanto Creador.     El héroe que da título a la novela Frankenstein representa una curiosa fusión de la búsqueda Romántica de las causas últimas con un ilustrado interés en las ciencias naturales. Inspirado por los alquimistas medievales Alberto Magno, Cornelio Agripa y Paracelso, él busca combinar la búsqueda de ellos del "elixir de la vida" y similares "quimeras de desmesurada grandeza" con una aplicación práctica de los últimos descubrimientos en el campo de la electricidad y el galvanismo para un propósito particular: animar un cadáver humano:     "La vida y la muerte aparecieron ante mí como límites imaginarios, los que yo primero debería cruzar, y derramar un torrente de luz en nuestro oscuro mundo. Una nueva especie me bendeciría como su creador y su fuente; muchas felices y excelentes naturalezas deberían a mí su ser. Ningún padre podría reclamar tan completamente la gratitud de su hijo como la que yo merezco de ellos" [2]. [2] Mary W. Shelley, Frankenstein or The Modern Prometheus (London, Oxford Univ. Press, 1969), p. 54.     Este pasaje revela que la principal fuerza motivadora detrás del proyecto del doctor Frankenstein es una rivalidad prometeica con Dios. A pesar de que él desea "derramar un torrente de luz en nuestro oscuro mundo", Frankenstein no es un descendiente de aquel Prometeo que fue inmortalizado por Esquilo como el portador de la antorcha para una Humanidad amenazada por la ira de los dioses. Su rivalidad con Dios va mucho más lejos. Él implícitamente acusa a Dios de crear "nuestro oscuro mundo" y aspira a sobrepasar al Creador manufacturando "una nueva especie" de "felices y excelentes" humanos. Frankenstein representa por lo tanto no un descendiente moderno de Prometeo Pyrphoros [portador del fuego] sino de Prometeo Plasticator, "el creador" [de los seres humanos], de acuerdo a otra versión del mito, no conocida por Esquilo.     Como sabemos, Victor Frankenstein "tuvo éxito" en su proyecto de animar a un cadáver sólo para arrancar de su "victoria" y dedicar el resto de su vida a la tarea de deshacerla, sin lograr conseguirlo. ¿Por qué fracasó él en su "éxito"? Porque la criatura de su hechura no era un hombre viviente sino un monstruo animado. Después de todo, Frankenstein confiesa en su lecho de muerte: "...tal como el arcángel que aspiró a la omnipotencia, yo estoy encadenado en un infierno eterno" [Ibid., p. 211]. La novela así ilustra un ejemplo de la teomaquia en una arena particular: las ciencias naturales. Mediante ella Mary Shelley publicó una temprana advertencia contra la hübris [orgullo desmedido] de la ciencia secularizada.     En un nivel más abstracto, ésta es una advertencia contra todas las aspiraciones teomáquicas del hombre moderno, ya sea en el campo de la ciencia, la exploración, la política o la utopía social. Es por eso que el doctor Frankenstein, un científico suizo, hace su confesión en la novela nada menos que a Robert Walton, un frustrado poeta británico Romántico. El poeta quiere compensar sus fracasos emprendiendo un viaje al Polo Norte. Allí él espera descubrir tanto la utopía de un paraíso terrenal como el secreto del universo. El navegante, Walton, finalmente presta atención a la advertencia de Frankenstein contra una excesiva ambición y dirige su viaje rumbo al hogar, hacia los verdes pastizales de Inglaterra y, posiblemente, de la poesía de nuevo.     En el tiempo del primer éxito de dicha novela en Europa vivía allí otro frustrado poeta Romántico que, no muy diferentemente de Walton, decidió dar expresión a sus frustraciones poéticas embarcándose en el campo de la acción práctica. Ese poeta era Karl Marx, nacido el mismo año que Mary Shelley hizo que Frankenstein publicara su advertencia. Sin embargo, a diferencia de Walton, Karl Marx no prestó atención a la advertencia, y tres años antes de la muerte de Mary Shelley, entró en la arena política de la teomaquia. En 1848 él publicó el Manifiesto Comunista, diseñado para servir a la vez como una carta de navegación de salida de "nuestro oscuro mundo" y como una guía para la creación, con la ayuda del fuego de la revolución, de un paraíso terrenal. Así comenzó el proyecto —ciertamente no menos ambicioso o fantástico que el del doctor Frankenstein— en el cual actualmente la Humanidad entera se encuentra inextricablemente involucrada. Pero las raíces de ese proyecto deberían buscarse en la personalidad del joven poeta que fue formada en el clima cultural de la Europa post-napoleónica. Karl Marx el Poeta Romántico
    Se ha puesto muy de moda últimamente, especialmente entre los apologistas de Marx, poner un énfasis en sus escritos tempranos, supuestamente humanísticos, comenzando con su disertación doctoral de 1841. Pero difícilmente podemos permitirnos ignorar los escritos de Marx anteriores a 1841, a saber, sus ensayos de graduación (Abitur), escritos cuando él se graduó del liceo (gymnasium) en 1835, y su poesía de sus años universitarios.     Sus ensayos para su graduación revelan un notable grado de entusiasmo por la religión de Crtisto a la cual su familia [judía] se había convertido. En uno de ellos, Karl, de diecisiete años, procura demostrar "la razón, esencia, necesidad y efecto de la unión de los creyentes con Cristo " de acuerdo al Evangelio de Juan cap. 15. Argumentando que un epicúreo buscará su felicidad en vano porque una verdadera felicidad "sólo la puede conocer alguien que esté ligado incondicionalmente y como un niño a Cristo, y por medio de él a Dios", Marx llega a la conclusión de que "la historia de la Humanidad nos enseña la necesidad de una unión con Cristo" [3]. En el ensayo relativo a la elección de una carrera, sus pensamientos se vuelven de nuevo hacia Cristo como el ideal de abnegado servicio a la Humanidad. Declarando que "la religión misma enseña que el ideal por el cual nos esforzamos se sacrificó a sí mismo por la Humanidad", él pregunta de manera retórica: "¿y quién se atrevería a destruír tal declaración?" [4]. [3] David McLellan, Marx Before Marxism (New York, 1970), p. 35.[4] Ibid., p. 38.     Antes de mucho, él mismo se atrevería. Como lo atestiguan sus contemporáneos, hacia 1841 Marx y sus radicales asociados estaban no sólo "haciendo del ateísmo su slogan", sino que "Para Marx, en cualquier caso, la religión cristiana es una de las más inmorales que existen" [Ibid., p. 69].     La apostasía de Marx de Dios y de Cristo no comenzó, sin embargo, tras su estudio de la dialéctica de Hegel o del socialismo de Saint-Simon. Comenzó mucho antes con su envanecimiento con la poesía Romántica. Después de matricularse en la Universidad de Bonn en 1835, él dedicó más tiempo no al estudio de las leyes, como su padre le había ordenado, sino a escribir poesía. Él consideró seriamente emprender una carrera como poeta. Incluso después de su transferencia a la Universidad de Berlín su interés por la poesía siguió siendo intenso. Entre sus poetas favoritos estaban Byron y Shelley, y su propia producción era imitativa de ellos.     El mito de Prometeo estuvo entre las inspiraciones más persistentes de su poesía así como de sus posteriores escritos políticos. El rebelde titán era un héroe con el cual él se identificaba fuertemente. En efecto, a sus seguidores les gusta retratar a Marx como un moderno Prometeo que sacrificó su próspera situación burguesa y vivió en pobreza y estrechez, asaltado constantemente por las aves de presa —sus acreedores— a fin de entregar a una Humanidad sufriente el fuego de su enseñanza revolucionaria. En otras palabras, a ellos les gusta creer que la verdadera inspiración del autor del Manifiesto Comunista fue la del altruísta Prometeo Pyrphoros [5]. [5] Franz Mehring, Karl Marx: The Story of His Life (New York, 1936), p. 59.     La propia poesía de Marx sugiere, sin embargo, una inspiración más bien diferente. El siguiente es un poema escrito en 1837 en el pináculo de su ambición poética:   "Con desdén arrojaré mi guanteleteante toda la cara del mundo,y veré el colapso de ese gigante pigmeocuya caída no disminuirá mi ardor.   Luego caminaré divino y victoriosopor entre las ruinas del mundoy, dando a mis palabras una fuerza activa,me sentiré igual al Creador" [6]. [6] McLellan, op. cit., pp. 44-45.     Aunque no hay ninguna referencia a Prometeo, el poema está claramente inspirado por el odiador de Dios y ambicioso Prometeo Plasticator, el mismo que inspiró a Frankenstein en su fatídico intento de animar un cadáver humano. Al principio el poema podría parecer como del estilo de Schiller en su uso del guantelete como un símbolo de un desafío heroico contra una sociedad corrupta, pero realmente está animado por el pathos de la teomaquia más bien que por una justicia social. El "gigante pigmeo" es el dios desafiado. El desafiador es el lírico héroe "Yo". Él es rudo, estridente, despiadado. Como revela el último verso, la motivación real detrás de su desafío es su deseo de "sentirse igual al Creador", aún si para lograr eso él tuviera que pasar a través de "las ruinas del mundo".     Sólo diez años después, impulsado por la misma inspiración, Karl Marx en realidad aparecería en el rol de un Frankenstein político y trataría no sólo de igualar sino de suplantar al Creador mediante su proposición de un sistema universal a ser construído sobre las ruinas del mundo, y animado por la "fuerza activa" del Manifiesto Comunista.     Otro ejemplo del prometeísmo teomáquico del joven Marx puede verse en su inacabado drama Romántico Oulanem, escrito también en 1837. El extraño nombre del héroe del título tiene sentido sólo si se lo lee como un anagrama de Manuelo, es decir, Emmanuel, o Dios. En su único monólogo en el drama, Oulanem se revela como un nuevo dios determinado a la destrucción del mundo:   "El mundo que está entre yo y el Abismolo destruiré en pedazos con mis incesantes maldicionesy comprenderé su cruel realidad:abrazándome, el mundo estúpidamente perecerá y luego se hundirá hasta la nada completa,sin existencia —¡ésa sería realmente la vida!" [7]. [7] Robert Payne, ed., The Unknown Marx (New York University Press, 1971), p. 82.     Tal como el héroe "Yo" del poema, Oulanem es un dios despiadado, rudo y odiador de Dios. Aunque sus razones para el odio contra el mundo existente permanecen no reveladas, no hay indicios en ese drama de que el amor a los hombres o la compasión social estén entre ellas. Nos queda suponer por lo tanto que su odio ontológico contra Dios abarca la creación de éste. A diferencia de Marx el científico, que tiene un pobre registro de pronósticos, Oulanem tiene una buena oportunidad de demostrar ser el mejor profeta de la perdición: "Abrazándome, el mundo estúpidamente perecerá...".     Puesto que dicho drama quedó inacabado, sólo podemos especular acerca de si Marx habría desarrollado Oulanem hasta todo el potencial de un Prometeo Plasticator creando el nuevo mundo sobre la hoja en blanco de la nada. Aquello habría anticipado en poesía la teoría política de Marx. Pero que el padrino del comunismo se identificó con el destructivo y desmedido orgullo de Oulanem, difícilmente puede ponerse en duda. Comentando Oulanem, Robert Payne observa con justa razón: "En el Manifiesto Comunista escuchamos la misma estridente voz llamando a una guerra a muerte entre el proletariado y la burguesía, una batalla inmisericorde sin cuartel de parte de ninguno de los bandos". Payne llega a la conclusión de que "la filosofía de Marx de la destrucción de clases tiene sus raíces en el drama Romántico" [Ibid., p. 62]. Dicha conclusión podría expandirse más: todo el comunismo de Marx no provino de su supuesto amor al proletariado, ni es una consecuencia de su supuesto conocimiento de las leyes de la Historia, sino que es una Romántica quimera de auto-engrandecimiento que cabalga alto en la inmensa ola del espíritu teomáquico de la civilización occidental.     La obsesiva aventura de Marx en la poesía Romántica ocurrió entre 1835 y 1837. Esos años resultaron ser cruciales en la formación de su personalidad. Un gran cambio tuvo lugar en su visión de sí mismo en relación con el mundo: él abandonó su ideal inspirado en Cristo de un desinteresado servicio a la Humanidad que él había profesado tan elocuentemente en sus ensayos de graduación secundaria. Como David McLellan acertadamente señala, "Él ya no fue inspirado por el pensamiento del servicio a la Humanidad y se preocupó de situarse en un lugar donde pudiera ser más capaz de auto-sacrificarse por ese noble ideal: sus poemas de 1837, por el contrario, revelan un culto al genio aislado y una introvertida preocupación por la construcción de su propia personalidad aparte del resto de la Humanidad" [8]. [8] McLellan, op. cit., p. 46.     Ya que el escribir poesía no le produjo al joven Marx el éxito que había esperado, él se dedicó más asiduamente al estudio de la filosofía. En 1841 aquel estudio dio ocasión a su disertación doctoral "La Diferencia entre las Filosofías de la Naturaleza de Demócrito y Epicuro". Allí el prometeísmo teomáquico de su poesía se transforma en una actitud filosófica consciente. Marx ahora intenta justificar filosóficamente su apostasía de Cristo. Mientras en sus ensayos de Abitur él encontró la filosofía de Epicuro infinitamente inferior a la religión de Cristo, él ahora se entrega al elogio del primero por una razón definida:     «la proclamación de Prometeo: "En una palabra, yo odio a todos los dioses", es su propia profesión, su propio slogan contra todos los dioses del cielo y de la Tierra que no reconocen la auto-conciencia del hombre como la más alta divinidad. No habrá ningún otro junto a ello» [Ibid., p. 59].     Como previamente en su poesía, Marx se ve atraído por el aspecto odiador de los dioses del titán. Como si fuese un arrebato de celos por su héroe, él extiende su odio a "todos los dioses del cielo y de la Tierra". Puesto que el Dios cristiano era a sus ojos el principal dios del sistema establecido, Cristo es su objetivo primario. Su apostasía de Dios no fue un mero desplazarse hacia el ateísmo sino un odio apasionado contra aquel a quien anteriormente había profesado amar. El Dios cristiano bloqueó el camino hacia su propio sueño mesiánico que fue incitado por su aguda conciencia de Jesús y de su propia judeidad. Si todo el mundo Gentil se inclina ante un judío de Nazaret, el joven Marx debe haber pensado: "¿Por qué no pueden ellos inclinarse ante un judío de Tréveris?". El ejemplo de la Revolución Francesa y Napoleón ¿no demostró que nada está fuera del alcance para una voluntad que está determinada? Un retorno a la religión de sus antepasados [judíos] no estaba considerado, ya que aquello habría significado cambiar al viejo dios del cristianismo por otro aún más viejo.     El orgullo de Marx por su aprendizaje secular occidental, ahora por vez primera abierto para los judíos, no aceptaría ningún sometimiento en absoluto. Pero ¿dónde encontraría él un medio de expresión para su vigor juvenil después de que los grilletes de los viejos dioses hayan sido arrojados? Marx lo encontró en la tarea de derrotar y subyugar a todos los nuevos dioses seculares "terrenales" de la civilización occidental. Entre ellos estaban Feuerbach, Saint-Simon, Proudhon, Bakunin, y especialmente sus compañeros comunistas, la "muchedumbre de ateos auto-elegidos dioses" como su anterior amigo el poeta [judío] Heine los había llamado [9]. La tarea inmediata del reciente doctor era probar que la "auto-conciencia del hombre" merecía el título de "la más alta divinidad" sólo cuando se equiparaba con la propia de él mismo. El Manifiesto Comunista siete años más tarde hizo precisamente eso. [9] Payne, op. cit., p. 98. ¿Cuál Prometeo?     Es sabido que tras completar su disertación doctoral Marx planeó hacer su carrera como un profesor universitario. Si hubiera tenido éxito en su plan, habría tenido una amplia oportunidad para dedicarse a demostrar a sus alumnos que la "auto-conciencia del hombre" era idéntica a la propia de él. En tal caso todo su ímpetu prometeico probablemente se habría agotado en el narcisismo intelectual, lo que le habría ahorrado así al mundo un montón de problemas. Pero su plan fracasó, y Marx aterrizó en cambio en el campo del periodismo. Dicho fracaso resultó ser una bendición disfrazada. Para empezar, el periodismo le aseguró a Marx una audiencia más grande para la propagación de sus ideas. Y en segundo lugar, lo ayudó a comprender que su mejor posibilidad para derrotar a los dioses estaba en formar una alianza con los hombres, especialmente con "el pueblo oprimido". En otras palabras, él comprendió que Prometeo Plasticator necesita una máscara de Prometeo Pyrphoros.     Siendo de la generación siguiente a la del doctor Frankenstein, Marx creció en un clima político significativamente diferente. El primero creció en la atmósfera de una reacción política adversa contra todo lo que apoyaron Napoleón y la Revolución Francesa. Aquello lo disuadió de buscar un medio de expresión para su impulso teomáquico en la arena de la acción social y política y lo canalizó en cambio a través de las ciencias naturales. La juventud de Marx, por otro lado, coincidió con los años de una rápida entrada en acción de movimientos políticos radicales, incluyendo al socialismo, todo ello acicateado por el éxito de la revolución de 1830 en Francia. No es sorprendente, por lo tanto, que su impulso teomáquico se dirigiera no en la dirección de revitalizar a un cadáver humano sino que tuviera como objetivo la creación de una Humanidad totalmente nueva. Marx entró en la arena política de la teomaquia precisamente en el momento de un crecimiento sin precedentes de una nueva fuerza social: el proletariado industrial. Él aprovechó tal oportunidad para preparar y ensillar el caballo que lo llevaría al Olimpo. De manera no distinta a Frankenstein, quien combinó en su esfuerzo una antigua quimera de los alquimistas con un agudo interés en la ciencia, Marx fusionó la búsqueda Romántica de la omnipotencia con la noción de la Ilustración de la infalibilidad científica para producir su plan para la destrucción de lo antiguo y la creación de la nueva Humanidad. Él de esa manera puso el escenario para el más ambicioso y fantástico intento de ciencia-ficción de siempre. No es ninguna sorpresa que los líderes soviéticos hablen comúnmente del "nuevo hombre soviético" como si éste fuese una nueva especie, el "Homo Sovieticus".     Aparte del prometeísmo teomáquico y el deseo de dar uso a la ciencia, Frankenstein y Marx tenían diversos otros rasgos en común. Ambos crecieron en familias donde la influencia de la Ilustración era fuerte. Ambos tenían una perspectiva claramente cosmopolita: Frankenstein por causa de su herencia suiza, Marx como un judío converso. Ambos pertenecían a la región central de la civilización occidental. Ambos estaban dotados con grandes talentos naturales y perseverancia. Una vez que ellos daban con una idea, se dedicaban completamente a ella. Sobre todo, en ambos casos esa dedicación condujo a una alienación de sus familias y equivalió a una obsesión. Frankenstein admite haber "perdido toda alma o sensación, salvo por esa búsqueda" [10]. El padre de Marx estaba tan asombrado por el "estúpido vagabundeo por todas las ramas del conocimiento, la estúpida meditación en las lámparas de aceite de la melancolía" de su hijo como lo había estado primero por su "salvajismo violento" [11]. [10] Frankenstein, op. cit., p. 54.[11] John Murray Cuddihy, The Ordeal of Civility: Freud, Marx, Levi-Strauss, and the Jewish Struggle with Modernity (New York, 1974), p. 120.     Pero existen algunas diferencias muy significativas entre ambos. Mientras los dos emularon a Prometeo Plasticator más bien que a Prometeo Pyrphoros, Marx fue impulsado de manera más activa y fuerte por un odio contra Dios y su mundo. Y dado que él anteriormente había jurado lealtad a Cristo, fue más como un Ángel Caído.     El odio ontológico de Marx contra el mundo hizo de él alguien mucho más despiadado. El proyecto de Frankenstein no pedía un asesinato preliminar para procurarse el cadáver para su "científica" revivificación. Marx, por otra parte, no sólo incluyó una destrucción y asesinato como una parte integral de su proyecto sino que justificó aquello como una necesidad "científica".     No obstante, Marx fue decisivamente el menos científico de los dos. Mientras el proyecto de Frankenstein tenía el carácter de un experimento, Marx no hizo ningún preparativo para algún experimento que pudiera ser terminado a voluntad. En su arrogancia "científica" él aparentemente olvidó la primera regla de la ciencia.     Finalmente, si bien ambos tuvieron éxito, el éxito de Marx fue solamente póstumo. Sin embargo uno no puede negar que el plan de él fue el que sus seguidores rusos pusieron en práctica. Además, estos últimos tuvieron éxito en llevar a cabo ambas partes del plan: (1) procurarse un cadáver mediante un asesinato violento de Rusia, y (2) volverlo a la vida en una autoritaria realidad. Si bien sólo el segundo logro es digno de la hazaña de Frankenstein, es igual de cuestionable. Porque si el autor del Manifiesto Comunista hubiera vivido para ver su proyecto puesto en práctica en 1917 en Rusia, con toda probabilidad habría huído de él, tal como lo hizo Frankenstein al ver por primera vez al monstruo,     "...porque sería supremamente horroroso el efecto de cualquier esfuerzo humano para imitar el estupendo mecanismo del Creador del mundo. Su éxito aterrorizaría al artista; él huiría de su repulsiva obra, lleno de horror. Él esperaría que, dejada a sus propios recursos, la leve chispa de la vida que él había comunicado se desvanecería; que dicha cosa, que había recibido tal imperfecta animación, menguaría hasta ser materia muerta..." [12]. [12] Frankenstein, Introducción de la autora a la edición de 1831, p. 9.     Y él fue el artista —un egotista poeta Romántico— que dejó en herencia a sus seguidores su prometeica hechura, en la forma del Manifiesto Comunista. Muchos de ellos, los declarados seguidores de Marx, en realidad arrancaron —o permanecieron distantes— llenos de horror, del monstruo de la Rusia comunista que ellos habían ayudado a crear. Ellos huyeron porque estaban aterrorizados por la detestable apariencia de su invento. Al igual que Victor Frankenstein, ellos huyeron de su propia "victoria", y de su responsabilidad. A diferencia de Frankenstein, sin embargo, ellos nunca admitieron su complicidad en la creación del monstruo de ellos, nunca asumieron su responsabilidad por el mal comportamiento de él. Incluso hoy muchos marxistas en Occidente se entregan a la ilusión de que la "leve chispa" de animación que ellos habían ayudado a comunicar al monstruo comunista se desvanecerá, y que, cuando quedase "dejado a sus propios recursos", el monstruo se convertiría en materia muerta. Porque la realidad del comunismo es para ellos una fuente de vergüenza. Sin embargo, impotentes para llegar a enfrentar aquella realidad, tratan de dormir para olvidar.     "Él puede dormir, con la creencia de que el silencio de la tumba extinguiría para siempre la pasajera existencia del horrendo cadáver que él había considerado como la cuna de la vida. Él duerme; pero es despertado; él abre sus ojos; contempla la hórrida cosa que está junto a su cama, abriendo las cortinas, y mirándolo con acuosos e inquisitivos ojos amarillos" [Ibid.].     ¿Cuántos marxistas en Occidente no se sintieron avergonzados por el tratamiento dado por Lenin a los mencheviques? ¿Cuántos no fueron llevados a un rudo despertar durante las purgas estalinistas? ¿Cuántos no quedaron consternados por el "complot de los médicos judíos"? ¿Cuántos no sintieron la fría ducha de la intervención soviética en Alemania en 1953, en Hungría en 1956, en Checoslovaquia en 1968? ¿Cuántos no se estremecen ahora tras cada movimiento de la Cortina de Hierro? Porque ¿a cuántos no les abrió sus ojos Solyenitsin? Contemplan la horrorosa cosa que está en el umbral de sus dormitorios en la propia Europa Occidental.     Pero por supuesto usted pensaría que tiene la excusa perfecta para no preocuparse de su creación. Cerrando sus ojos ante los crímenes de Lenin, usted culpará al despotismo oriental de Stalin por desencadenar al monstruo sobre los propios comunistas. Pero usted no encuentra nada malo o moralmente reprensible en Marx y en su proyecto.     Yo sería el último en afirmar que Lenin no se desvió de Marx, o que Stalin no se desvió de Lenin. Pero persiste el hecho de que nadie en Occidente nos ha mostrado un mejor uso del proyecto de Marx. Por lo tanto, la carga de la responsabilidad por el asesinato de la antigua Rusia y por la "revivificación" de su cadáver como el monstruo comunista pertenece tanto al autor del proyecto y sus prosélitos en Occidente como a los "artistas" reales que perpetraron el crimen.     Mientras tanto, los marxistas de Occidente, con la excepción de aquellos que todavía esperan encontrar un comunismo con un rostro humano, tratan de demostrar su fidelidad a Marx comportándose servilmente ante el monstruo. Susceptibles a las hermosas mentiras que el feo ogro inventa para ellos, transmiten aquellas mentiras a otros, infectando con ellas incluso a gobiernos y partidos no-marxistas. Esa combinación de temor, mentiras y simpatía "parental" ha producido en Occidente la caprichosa creencia de que el ogro se convertiría en todo un caballero tan pronto como a él se le asegure un Lebensraum [espacio de supervivencia] apropiado para su gigantesca estatura. Está también de moda creer que, aunque el ogro comunista pueda en realidad aparecer horrible y atemorizador a nosotros, los civilizados y democráticos pueblos blancos de Occidente, él parece irresistiblemente atractivo a todos aquellos subdesarrollados rusos, chinos, vietnamitas, cubanos y angoleños. En base a esas presunciones —y con la esperanza de aplacar al ogro— las potencias occidentales han sido más que generosas en las concesiones que le han hecho a él. Ellos, sin embargo, olvidan una cosa: tal como el origen del ogro comunista es similar al de la criatura del doctor Frankenstein, igualmente lo son sus problemas. Consiguiendo una Esposa
    Recordamos que el monstruo del doctor Frankenstein era un gigante superior a los hombres en fuerza física y resistencia, y que podía vivir sin muchas de las comodidades que son requisitos para los hombres. Se dijo también que él era benevolente y que no tenía sino buenas intenciones. No obstante, él era una criatura completamente miserable e infeliz, feo, y solitario. No ser amado era su mayor problema, y a él le gustaba decir a otros que "la miseria hizo de mí un monstruo". Y un monstruo era él. "Si no puedo inspirar amor", declara él, "causaré temor" [Frankenstein, p. 145]. Él, es cierto, destruye a mucha gente inocente, y provoca que otros le teman; pero eso no resuelve su problema. De hecho, su problema no puede ser resuelto por él mismo. Para la solución de su problema él es totalmente dependiente de su creador. Alternando amenazas con la evocación de la culpa de su creador, el monstruo consigue que el doctor Frankenstein prometa crear para él una mujer. Frankenstein finalmente consiente con una condición: que los monstruos "abandonen Europa" y vivan únicamente en áreas escasamente pobladas, como "las salvajes vastedades" de Sudamérica o Rusia. Al introducir ese trato en la historia, Mary Shelley parece sugerir que los Frankensteins occidentales es probable que se deshagan de los productos indeseables de su impulso creativo en alguna otra parte.     En cuanto al monstruo comunista, él tiene sus problemas también, los que no son disímiles de los de Frankenstein. Él también, de muchas maneras, es un gigante superior a otros países. De hecho, en cuanto al poder total, él ha estado teniendo un mayor éxito que su predecesor de ficción. En las últimas décadas él ha estado sostenidamente ganando control sobre el mundo, y actualmente rige sobre un tercio de la Humanidad, e inspira temor en el resto. Pero él es igual de miserable e infeliz que la horrible desgraciada creación de Frankenstein, y lo es porque se trata de una criatura completamente artificial. Tal como su predecesor literario, él incluso puede haber tenido originalmente buenas intenciones, pero ellas quedaron convertidas en nada. Su problema más grande es el mismo: él no es amado, y por lo tanto puede sustentarse y procrearse sólo mediante engaño y violencia. Él no fue amado cuando violó a Rusia, y continúa siendo no amado a pesar de las muchas atractivas máscaras que ahora lleva puestas. Es por eso que la gente aprovecha cada oportunidad para arrancar de él.     Desesperando de la perspectiva de concluír alguna vez un matrimonio de amor en casa —donde ha sido visto sin máscara— él ahora parece especialmente ansioso por contraer un matrimonio de conveniencia en el extranjero. Él necesita ese matrimonio tanto para legitimar su existencia como para asegurar su procreación. Desplegando orgullosamente su físico que inspira temor, él ha mejorado su oferta. Si bien corteja a muchas novias, él definitivamente prefiere a las de Occidente. Ahora él ha puesto sus ojos sobre la novia de Roma. Un matrimonio en Roma, la cuna de la civilización occidental, lo reconciliaría —espera él— con la matriz de su origen. Para dicho propósito él está más dispuesto que nunca a sudar bajo la máscara de frentes populares y coaliciones democráticas, sólo para hacer que la gente vote por él democráticamente en una ceremonia de matrimonio de buena fe.     Como Mary Shelley nos informa, Frankenstein a último momento rompió su promesa con el monstruo, y destruyó a la casi lista esposa. Él hizo aquello con plena conciencia de sus deberes parentales hacia su propia descendencia, pero sus deberes y su responsabilidad hacia sus congéneres humanos tenían precedencia. Él también comprendió que el destino de la Humanidad es indivisible y por lo tanto, incluso si los monstruos llegaran a abandonar Europa, "una raza de demonios se propagaría sobre la Tierra" [Ibid., p. 165].      Puesto que el padrino del comunismo está ahora muerto, la principal carga de la próxima decisión de presentarle al ogro comunista una esposa occidental, democráticamente adornada, cae ahora sobre aquellos en Occidente que afirman ser los verdaderos herederos del "humanista y humanitario" Marx. Queda por ver cuál lealtad predominará en la decisión de ellos: su fidelidad a su maestro —y entonces ellos deben actuar como Frankenstein— o su fidelidad al monstruo de él y de ellos, a condición, por supuesto, de que Oulanem no hubiera hablado por Marx cuando profetizó: "Abrazándome, el mundo estúpidamente perecerá...". Si lo hizo, ellos comprenderían ahora que al comparar a Marx con Frankenstein estoy dándole a él y a ellos mucho crédito. La Voluntad de Frankenstein     El mito de Frankenstein es también instructivo en cuanto a cómo no tratar con el monstruo. Después de que el monstruo se vengó del reacio creador asesinándole a su mejor amigo y a su novia, el doctor Frankenstein se dedicó a la tarea de destruír a su engendro. Desde el centro de Europa él lo persiguió hasta el Mediterráneo y luego hasta el Mar Negro. Proféticamente, el monstruo encontró refugio nada menos que en Rusia. "Entre las estepas de Tartaria y Rusia", reporta Frankenstein, "aunque sin cesar me ha evadido, he seguido siempre su rastro" [Ibid., p. 203]. En cierto momento él es informado por los campesinos locales de que "Un monstruo gigantesco... había llegado la noche anterior, armado con un rifle y muchas pistolas, haciendo huír a los habitantes... mediante el temor de su terrorífica apariencia", y de que él "robó el depósito de alimentos de invierno de ellos" [Ibid., p. 206]. A pesar de la ayuda de ellos, Frankenstein fracasó en sus esfuerzos para acabar con el monstruo. Atraído hasta los inhóspitos climas del Norte ártico, él murió de agotamiento físico y mental. Aunque él encargó a Walton "buscarlo, y satisfacer mi venganza con su muerte" [Ibid., p. 208], su voluntad quedó sin cumplimiento. Poco después de la muerte del doctor Frankenstein, el propio monstruo aparece a bordo del barco de Walton para lamentar la muerte de su creador. Sus expresiones de pesar desarman la determinación de Walton de cumplir la voluntad del fallecido. Además, aquello pareció no ser necesario, ya que el propio monstruo promete ir a la "extremidad más al Norte de la Tierra" y reducir a cenizas su "miserable cuerpo".     Mary Shelley sabiamente dejó fuera la escena de la auto-inmolación del monstruo. Lo último que vemos de él cuando deja el barco, es que salta sobre un trozo flotante de hielo, y "fue pronto transportado por las olas, y se perdió en la oscuridad y la distancia". Así termina la novela, y el lector queda en libertad para especular si el monstruo en realidad se destruyó a sí mismo o simplemente sobrepasó en ingenio a Walton y a su propio creador. Dado su previo historial de perfidia, lo último parece ser lo más probable.     Lo que es seguro, sin embargo, es que la hipóstasis política de él, el monstruo comunista, ha estado durante muchos años virtualmente "perdido en la oscuridad y la lejanía". Él ha estado perdido en la oscuridad de su propia niebla propagandística y en las grandes distancias de Rusia, muy lejos del vientre de Europa que lo liberó. Pero ahora, como un búmerang, él está regresando a Europa. Ahora él está realmente agobiando al mundo entero, tal como está agobiando al alma de su principal diseñador, Karl Marx. Hasta que el monstruo se haya ido, el alma de Marx difícilmente tendrá paz.     Pero si el alma de los muertos no está aproblemada por la monstruosa realidad del comunismo, ¿qué hay de las almas de los vivos? ¿No se harían ellos esta simple pregunta: Por qué Frankenstein encargó a Walton, no a los "magistrados", no a los "campesinos" rusos, la tarea de destruír a su monstruo? Porque Walton es ambicioso y creativo, porque él es un individualista y un buscador. Como poeta o navegante, él busca "una tierra que sobrepase en maravillas y en belleza cada región hasta ahora descubierta en la Tierra habitable" y anhela descubrir los secretos que esconde el universo. Porque él es fáustico. Porque él es prometeico. Teómaco o no, él encarna el esfuerzo creativo en el cual tanto ha sobresalido la civilización occidental. En una palabra, porque él es un alma similar a la de Frankenstein.     Pero, ¿no es él también un alma afín a Marx y a todos aquellos que se identifican con su impulso creativo, con la no-complacencia y con la dedicación? Y si es así, ellos tienen también la tarea de deshacer al monstruo comunista, más que los "magistrados" de Occidente o que la gente gobernada por el ogro. Ellos pueden llamarse a sí mismos marxistas, y entonces su deber es asumir su responsabilidad a la manera del doctor Frankenstein. Ellos pueden ser no-marxistas, y sin embargo están desafiados a la tarea a la manera de Walton, es decir, en virtud de la amistad. Pero no importa quiénes sean ellos o cómo se llamen a sí mismos, están convocados a la tarea de destruír al monstruo porque él es un producto de Occidente.     Sin embargo, hasta ahora los intelectuales creativos de Occidente, amigos o no amigos de Marx, han estado notoriamente ausentes en la lucha contra el monstruo. Muchos de ellos, sabiéndolo o no, han estado de hecho ayudando y favoreciendo al monstruo en sus desmanes. Ellos están siempre dispuestos a empujar a Occidente hacia un sentimiento de culpa por causa del progreso tecnológico. Ellos acusan a sus propios países de contaminar al mundo con material radiactivo y desechos industriales. Ellos acusan a Occidente de usar a los países menos desarrollados como un vertedero para los desechos de su tecnología. Pero ellos olvidan que el principal contaminante que Occidente arrojó sobre el mundo es el contaminante ideológico del comunismo marxista. Ellos olvidan que el marxismo, un desecho ideológico de Occidente, fue vertido sobre el mercado menos selectivo de Rusia, la cual en su apasionado amor por Occidente sucumbió a la tentación astutamente publicitada como un atajo para llegar a la occidentalización. Ahora ese desecho ha estado en el mercado ruso con exclusión incluso de productos nativos genuinos, como Dostoievsky, Soloviov y Tolstoi.     Yo hago este llamado —la voluntad de Frankenstein— principalmente a los intelectuales creativos de Occidente, aun cuando comprendo que el problema es global. No porque yo necesariamente crea que ellos son más creativos, sino porque ellos son más libres que otros para responder a este desafío. Mientras a la gente de Rusia, incluyendo a los comunistas y los marxistas, no se le permite saber qué sucede con el monstruo comunista en China, al pueblo de la China Roja se le impide saber acerca de su progreso en Rusia. Y lo mismo ocurre, más o menos, con todos los países comunistas. De esta manera, el mejor modo de conseguir información acerca de las actuales tendencias del pensamiento comunista y marxista es permanecer fuera de los países comunistas e ir a Occidente.     Mientras acometemos el desafío del comunismo bien podemos aprender todavía otra lección de la señorita de diecinueve años del siglo XIX. No, ella no dio ningún consejo práctico sobre cómo deshacer al monstruo, pero tuvo alguna idea en cuanto a cómo abordar la tarea. Ella hizo que el obstinado Frankenstein, en su lecho de muerte, cambiara su opinión y suavizara su voluntad. Él finalmente comprende que tal como él había creado al monstruo "en un arrebato de entusiasta locura", del mismo modo su persecución de él fue "realizada por egoísmo y crueles motivos" de venganza. Aún cuando él repite su pedido a Walton para que destruya al monstruo, ya no está dictado por el odio y la búsqueda de venganza, sino que está "inducido por la razón y la virtud" [Ibid., p. 217].     Aplicada al comunismo, esta lección significaría que cualquier cosa que emprendamos a fin de de deshacer al monstruo debería ser principalmente creativa; que nuestro esfuerzo creativo, aunque no menos titánico que el de cualquier Prometeo en fuerza y atrevimiento, sobre todo debería ser auto-sacrificatorio y por ende aceptable para todos los dioses del cielo y de la Tierra. "Pero la consideración de estos puntos, y el determinar lo que usted puede considerar que son vuestros deberes, lo dejo a usted", simplemente llevando adelante lo que Frankenstein había encargado a su amigo.–
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"Ne yazık! İnsan niçin vahşilerden daha üstün hassasiyetlere sahip olmakla övünür ki; bu onları daha kısıtlı varlıklar kılıyor sadece. Dürtülerimiz açlık, susuzluk ve şehvetle sınırlı kalsaydı, neredeyse özgür olurduk; ama şimdi esen her rüzgarla, tesadüfen söylenmiş bir sözle, ya da o sözün anlattığı görüntülerle heyecanlanıyoruz."
Frankenstein or The Modern Prometheus, Mary Shelley
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birakin-gelsin · 4 years
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Her gün gördüğümüz ve varlığını varlığımızın bir parçası gibi benimsediğimiz kişinin sonsuza kadar aramızdan ayrılabileceğini, sevdiğiniz o gözlerdeki ışıltının sönüp gittiğini ve kulaklara öylesine aşina ve kıymetli gelen bir sesin susabileceğini, bir daha hiç duyulmayacağını akla kabul ettirmek öyle uzun zaman alıyor ki...
Mary Shelley / Frankenstein ya da Modern Prometheus
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yokyerkitapkulubu · 6 years
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Mary Shelley - Frankenstein ya da Modern Prometheus
Mary Shelley – Frankenstein ya da Modern Prometheus
Mary Shelley’in ünlü romanı “Frankenstein ya da Modern Prometheus”‘ta hoşumuza giden alıntıları sizler için derledik.
Siz hala okumadıysanız mutlaka okumalısınız.
“O, ölüm bizi ayırıncaya kadar yalnızca bana aitti.”
“Bilginin ne garip doğası var! Bir kez yakaladı mı, yosunun kayaya tutunduğu gibi tutunuyor akla.”
“Acı dolu gözyaşlarım görüş alanımı bulanıklaştırıyordu.”
“Herhangi bir varlık bana…
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sizekitap · 6 years
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Frankenstein ya da Modern Prometheus
Frankenstein ya da Modern Prometheus Mary Shelley Bordo Siyah Yayınları
19. yüzyılın hemen başında yazılmış olan ve gotik roman geleneği içinde kendine özgü yerini yaklaşık iki yüzyıldır koruyan Frankenstein ya da Modern Prometheus romanının doktoru Frankenstein, Zeus’tan yalnızca ateşi çalmakla kalmayıp, kilden yaptığı insana ateşin bir parçasıyla can veren mitolojideki “adaşı gibi”. ölüye “Tanrı’nın yıldırımı”nı kullanarak hayat verir. Günümüzün gen teknolojisi ve klonlama tartışmaları kapsamında, romanın “felsefi” boyutu Shelley’nin klasik metnine ayrı bir derinlik kazandırıyor.
Yazarı Sizekitap’da Ara Yazarı Twitter’da Ara Kitabı Twitter’da Ara Yazarı Facebook’ta Ara Kitabı Facebook’ta Ara
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