Tumgik
#René Guénon
nousrose · 10 months
Text
Modern man, instead of attempting to raise himself to truth, seeks to drag truth down to his own level.
The Crisis of the Modern World
René Guénon
398 notes · View notes
funeral · 2 years
Photo
Tumblr media
The Centre is, above all, the origin, the point of departure of all things; it is the principial point, without form and without dimensions, therefore indivisible, and thus the only image that can be given to the primordial Unity. From it, by its radiation, all things are produced [...] 
Symbolically, the central point is the Principle, it is pure Being; and the space which it fills by its radiation without which it would be only ‘privation’ and nothingness, is the world in the widest sense of the word, the totality of all the beings and all the states of existence that constitute universal manifestation.
René Guénon, Fundamental Symbols: The Universal Language of Sacred Science
118 notes · View notes
1five1two · 1 year
Text
It is doubtless true that the masses have always been led in one way or another, and it could be said that their part in history consists primarily in allowing themselves to be led, since they represent a predominantly passive element, a materia in the Aristotelian sense of the word; but in order to lead them today it is sufficient to possess oneself of purely material means, taking the word matter this time in its ordinary sense, and this clearly shows to what depths the present age has sunk; and at the same time these same masses are made to believe that they are not being led, but that they are acting spontaneously and governing themselves, and the fact that they believe this to be true gives an idea of the extent of their unintelligence.
René Guénon
33 notes · View notes
hijadelviento · 2 years
Text
Todo lo que debe ocurrir ocurre necesariamente a su tiempo, y ello muy a menudo por unos medios imprevistos y completamente independientes de nuestra voluntad.
– René Guénon.
73 notes · View notes
Text
Tumblr media
Mircea Eliade
Wittegenstein
Julius Evola
Nietzsche
Edmund Husserl
Franz Bretano
Heidegger
Dugin
René Guénon
60 notes · View notes
handsofaheart · 7 months
Text
Tumblr media
“René Guénon dice ‘O volvemos a los marcos tradicionales o no haremos nada’. Porque el esoterismo real necesita de un marco religioso, necesita del cristianamos, del islam, del budismo, de lo que sea, pero necesita de un marco religioso. No me puedo hacer el traje a mi medida, necesito marco, porque sin marco me desbordo.”
“Guenón, no nos engañemos, no es un maestro espiritual, es un maestro de doctrina, es alguien que después de ese puñetazo en la mesa centra lo que es la doctrina tradicional.”
“Para Guénon, la realización espiritual es convertirse en lo que ya somos pero que hemos olvidado. Entonces para pasar de esta parte inferior, de este mundo moderno que debe ser revisado, criticado, y reformulado. Llegar a esta realización espiritual hay en medio 3 cosas a considerar: la tradición, el símbolo y la metafísica”.
“La metafísica tradicional, en realidad, es el centro de toda su obra. Esta se expresa mediante el lenguaje simbólico. Sin símbolo no entenderíamos la metafísica tradicional. La metafísica no hay que entenderla como los modernos lo entienden, como que fuera la parte más sublime de la filosofía. No es la parte más elevada de la filosofía, así la entendería un hombre moderno. Sino que la metafísica, para Guénon, es pura y simplemente el conocimiento supremo. Es solamente eso, nada más y nada menos. Accesible únicamente por la inteligencia, una inteligencia supranacional, por supuesto, supranacional; lo que Guénon llama el intelecto o la intuición intelectual. En esa intuición intelectual objeto y sujeto son lo mismo. Es una especie de intelección sagrada por así decirlo, porque hay una unión con el conocimiento que la realidad suprema tiene en sí misma. Hay un encuentro, de nuevo esta idea simbólica del encuentro. La realidad metafísica, esto es muy importante, se revela al intelecto. El intelecto que la busca, que se esfuerza en subir hasta ella. Entonces esa realidad metafísica se revela; recibe entonces de esta revelación el conocimiento, la gnosis. El intelecto recibe la gnosis, recibe el Conocimiento, en mayúscula, por revelación. La metafísica por lo tanto es revelación, y la revelación es metafísica, lo podríamos decir de las dos formas”.
“Lo interesante es que las religiones, cualquiera de las religiones tradicionales son cristalizaciones formales y simbólicas, de una realidad que en sí misma, es informal. Y esa realidad se puede alcanzar a través, y solo a través, de las formas simbólicas y hay que saber interpretarla. Y aquí está la crítica que Guénon hace a todos los ocultistas estos del siglo 19 y principios del 20, de su época. Que no vale cualquier cosa, que hay una ciencia sagrada, que hay una hermenéutica sagrada, que todo eso las religiones ya lo han explicado. Quiero decir que cada religión proporciona en su contexto natural las claves y las reglas para su exégesis metafísica. El cristianismo, el islam o cualquier otra religión no ha abandonado a sus fieles no dándoles nada. Les ha dado claves. Y lo que hace la Iglesia, o lo que hace el Islam es guardar esas claves”.
“Porque esas claves luego se pueden expresar de dos formas, quiero decir, en el lenguaje simbólico, esto si leéis “Símbolos Fundamentales de las Ciencias Sagradas” lo veréis en seguida. En el Lenguaje Simbólico es donde mejor se puede ver la capacidad intelectual de Guénon, su capacidad de reunir las diferentes tradiciones y enseñarlas bajo una misma visión”.
“Quiero decir que es donde la unidad de las diversas vías espirituales se manifiesta, en los símbolos, ahí se manifiesta la Unidad, porque tú ves que de repente un círculo te ayuda a entender algo del cristianismo, y ves que un círculo te enseña algo también del Islam, y también del hinduismo. Y empiezas a ver que esos esquemas, esos diagramas, esos números, esas formas puras y simples me están revelando muchas cosas, de muchas religiones”.
“Un creyente medio, un creyente normal, un practicante normal se quedará solo en el simbolismo de su propia religión y ya está. Lo que Guénon añade, si tú profundizas en ese lenguaje simbólico de tu propia religión te vas acercando a un centro y te vas encontrando que otras almas, otras personas se están acercando hacia el mismo lugar desde otra religión, eso es el esoterismo”.
“El esoterismo es esa unidad de todas las religiones, de todas las vías espirituales, y solo se llega a ellas a través del lenguaje simbólico, no se puede explicar por la razón, es imposible”.
“Tradición, para Guénon, ‘tradere’, es transmitir, tradición quiere decir transmisión. Pero esa transmisión es vertical; esa Tradición, en mayúscula, es necesariamente vertical. Quiere decir que viene de Dios y va hacia los hombres; entonces los hombres la reciben, la conservan, la transmiten horizontalmente, pero viene siempre de algo superior”.
“Moisés cuando estaba en el monte Sinaí y recibe la Torá, esa es tradición. El Profeta Muhammad en el monte Jira, allí recibe la primera versión del Corán, eso es tradición, eso es transmisión. Los apóstoles cuando descienden las lenguas de fuego sobre sus cabezas en pentecostés, eso es tradición, y luego ellos los expanden horizontalmente, pero viene de la verticalidad. Pues bien, Guénon crea entonces una forma de ver, bueno crea no, recrea una forma de ver, recupera una forma de ver”.
— Jorge Rodríguez Ariza en “Introducción al Pensamiento Simbólico”
2 notes · View notes
arnaud-cendrin · 2 years
Text
Edgar et le kali-yuga
Tumblr media
Edgar prétendait professer la religion des anciens Celtes. Fondamentalement, il n’y avait pour lui ni futur, ni présent, ni passé. Toute chose était appelée à revenir et à se répéter éternellement. Après la mort, les esprits migraient  dans d’autres corps, humains ou animaux. Il croyait qu’un jour il briserait le cycle des réincarnations et réussirait à gagner l’île mythique située au-delà de toutes les mers. Il croyait au Kali-Yuga. Il croyait qu’un fleuve sans fin serpentait au milieu de terres fantasmagoriques, et que dans l’eau de ce fleuve s’entremêlaient toutes les périodes de l’histoire des hommes. Il appelait notre temps : les Âges Sombres.
Selon lui, une guerre effroyable allait avoir lieu.. L’anarchie s’ensuivrait. Les marchandises cesseraient de circuler. Les survivants seraient contraints de quitter les villes détruites. Plus personne ne sachant comment extraire le pétrole des entrailles de la terre, les voitures pourriraient sur place. Plus aucun produit manufacturé ne sortirait des usines mortes. Les ponts se lézarderaient, puis s’écrouleraient. On reviendrait au bœuf, au cheval et à la charrue. L’électricité ne serait plus qu’un souvenir. En quelques années, ces temps de civilisation, de lumière et de grandeur qu’on croyait éternels s’effaceraient de la mémoire collective, et le monde s’enfoncerait dans les ténèbres.
Depuis toujours, aussi dément que cela puisse paraître, Edgar se préparait à cela, en sculptant son corps et son esprit. Il attendait le moment où toute forme d’Etat et de pouvoir structuré s’effondrerait en Europe occidentale pour instaurer de nouveau, sur ses ruines encore fumantes, le règne du druidisme et du paganisme.
Mais d’autres que lui, plus organisés, attendant depuis au moins aussi longtemps l’avènement des mêmes prophéties, s’étaient dressés en travers de sa route.
8 notes · View notes
nicksalius · 1 year
Text
L'occhio che vede tutto - René Guénon
L’occhio che vede tutto – René Guénon
Esiste davvero il terzo occhio o si tratta solo della rappresentazione simbolica di un frangente, di una circostanza, in cui ci s’imbatte allorquando il proprio cammino introspettivo diventa viepiù profondo? Cos’è che accade quando l’attimo, ossia il presente, diventa così intenso che la propria consapevolezza svetta oltre il velo delle apparenze sino a trascendere finanche lo spazio per…
Tumblr media
View On WordPress
2 notes · View notes
la-femme-en-rouge · 2 months
Text
one can’t help but sense the dark ages that we have been through for the past 1000 years ,it has become so unavoidable and evident as rené guénon (الامام عبدالواحد يحيى) said:
ونحن نعيشه [العصر المظلم] كما قيل، منذ أكثر من ستة آلاف سنة ومدته الإجمالية هي 6480 سنة، أي منذ زمن أقدم بكثير من كل العصور المعروفة في التاريخ الكلاسيكي. ومنذ ذلك الحين، أمست الحقائق التي كانت سابقا ��ي متناول جميع الناس /اي الحكمة الإلهية ،أكثر خفاء وإدراكها أشد صعوبة والحائزون عليها قل عددهم تدريجيا
we have been living it [kali yuga] as it was said, for more than six thousand years and its total duration is 6480 years That is, from a time much older than all known eras in classical history. Since then, the truths that were previously accessible to all people have become more hidden / the Devine wisdom, more difficult to comprehend, and those who possess them have gradually diminished in number
so far we have witnessed modern apathy, the death of the heart
1 note · View note
jgmail · 2 months
Text
Recurrir a la Tradición: entrevista a Michel Michel
Tumblr media
Presentación y entrevista por David Gattegno
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Según Michel Michel “el ‘mundo moderno’ no es una cultura entre otras, sino una cultura atípica, por no decir monstruosa”. Tal juicio es pronunciado siguiendo la obra de René Guénon, quien fue el primero en evocar y repetir esta idea de la monstruosidad del mundo moderno. Ahora bien, todo aquel que invoca el nombre de René Guénon quiere, ante todo, volver a darle importancia a la palabra Tradición, es decir, lo contrario, escatológicamente por decirlo de algún modo, de la vacuidad de la civilización que hoy quiere dominar el mundo. Porque, según Michel Michel, “sin el lastre de la Tradición, el cristianismo puede volverse loco”. La verdadera lucha de la Iglesia es combatir sus propias traiciones que la pervierten desde dentro. “La Tradición debe ser recibida, vivida y transmitida, en lugar de ser un objeto dogmático o, lo que es peor, convertirse en una doctrina polémica destinada a combatir otras ideas”, afirma Michel. Todo esto no le impide lanzar un alegato sobre la “extendida tendencia moderna” a “disertar sobre la Gracia y los sacramentos prescindiendo de toda práctica religiosa regular”. A lo que se podría añadir la fórmula utilizada a menudo por René Guénon según la cual “lo más no puede proceder de lo menos”, porque, en esas disertaciones interminables, sólo busca manifestarse un puro individualismo racionalista. A este individualismo – que no es sino una especie de mercantilismo psíquico – Michel pretende oponer lo que Léon Bloy llamaba “la indignación caballeresca de la conciencia cristiana”, es decir, los recursos a los que debe recurrir cualquiera que pertenezca a la casta (clase) de los guerreros, que él asocia, quizás de forma discutible, con el ejercicio de la política – aunque el rey es, en efecto, un “político”, en el fondo es antes que nada el primero de los guerreros (pero ya no tenemos reyes) –. Las repúblicas y las democracias han creado una parodia de esta figura en donde hasta el más pequeño de los verduleros puede convertirse en presidente, “jefe del ejército”, trayendo con ello consecuencias fatales y ridículas que pueden llevar a un desastre.
Leer Le Recours à la tradition de Michel Michel, con un prólogo de Fabrice Hadjadj, Collection Téôria, 288p., L'Harmattan, 2021
Entrevista a Michel Michel
DG: El subtítulo de su ensayo, Le Recours à la tradition, hace referencia a Gilbert Keith Chesterton, que declaraba que la Modernidad era “el resultado de antiguas virtudes cristianas enloquecidas”. Chesterton pasó de ser un miembro de la Iglesia de Inglaterra a abrazar un catolicismo incluso más radical y llegando a declarar que: “El mundo no morirá por falta de maravillas, sino únicamente por la falta de asombro”. Así que, al final, todo es cuestión de gustos. Usted es sociólogo y católico, así que, desde esta doble perspectiva, ¿cuál es el gusto que impulsa la interminable curiosidad humana o, como los perros devoradores de los Cantos de Maldoror, de donde viene esa “insaciable sed de infinito”, de “sentir la necesidad del infinito” (1)?
Michel Michel: A lo largo de mi carrera he conocido dos tipos de sociólogos: los que odian el tema que estudian y quieren cambiar la sociedad; y los que aman el tema que estudian y desconfían de cualquiera que quiera subvertir la Creación y la naturaleza humana a ¡a cualquier precio! Yo tengo un inmenso apetito, como usted dice, o, mejor dicho, siento un profundo amor fati (“amor al destino”). Pero estoy de acuerdo con Pascal en que “el hombre evita al hombre”. Me parece que se trata de una puerta de salvación y, al mismo tiempo, la fuente de grandes peligros. El deseo siempre apunta a ir “más allá” – es decir, aspira a la Trascendencia –, pero, si yerra su objetivo, será prisionero de toda clase de transgresiones. Tal vez sea éste el pecado original: haber sido creados “a imagen y semejanza de Dios” y pretender ser “como dioses” al margen de Dios.
DG: Lautréamont, al cual he citado antes, escribe como Maldoror rememoraba las historias de su madre; usted se remonta a su abuela, que, según dice, le leía regularmente cuentos y leyendas. Entonces esto nos lleva a considerar, como decía Ernst Cassirer, que “el hombre no vive en un mundo de cosas, sino en un mundo de signos”. “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” dice Mateo (IV, 4) (2) y también el Deuteronomio (VIII, 3) (3).
Michel Michel: El racionalismo, que es uno de los pilares de la “Modernidad”, conlleva (afortunadamente de forma parcial) a ver la creación no como un conjunto de signos, sino como un conjunto de “cosas” unidas entre sí por los mecanismos del “azar y la necesidad”. Los cuentos y leyendas que me leía mi abuela probablemente me ayudaron a resistir este “desencanto del mundo” (como dicen Max Weber y Marcel Gauchet), pero, lamentablemente, no me transformaron en un chamán o un alquimista. Como demuestra Antoine Compagnon, los “antimodernos” siguen siendo “modernos”. Me hubiera gustado vivir la Tradición sin tener que ser un reaccionario (es decir, reaccionar ante una situación anormal) ... Se nos acusa tontamente de “no ser de nuestro tiempo”, pero es precisamente por ser demasiado hijos de nuestro tiempo que vivimos de este modo. Las sociedades tradicionales son “locales”: “Saber cómo plantar coles según [...] las tradiciones locales”. Igualmente, la moda consuetudinaria está ligada a una determinada localidad en la que uno vive arraigado. En el mundo moderno, en cambio, la moda significa precisamente el cambiar de moda – por falta de arraigo – y este es un proceso que se acelera cada vez más y al cual estamos completamente sometidos actualmente: la ropa de verano, el largo de las faldas y cualquier otra cosa que se verá como anticuada mañana. El verdadero problema no es “ser de nuestro tiempo” (nadie puede escapar al tiempo en el que le tocó vivir) – aunque, por supuesto, es necesario adaptarse un poco a él –, el verdadero problema es saber cómo escapar (aunque sólo sea un poco) de las garras del tiempo que nos tocó vivir y que denominamos Modernidad. El conocimiento del Hombre antiguo (a través de la Historia), del Hombre de lugares lejanos (a través de la Etnología) y del Hombre que permanece (a través de la ciencia de los arquetipos y, sobre todo, a través de la Sophia perennis) nos permite maniobrar un poco en este Imperio de las “modas” efímeras creado por la Modernidad. Es cierto que este conocimiento no está exento de muchas proyecciones (interpretaciones), pero esta “cultura general” nos permite darnos cuenta que es posible pensar la realidad de otras maneras y relativizar la episteme de nuestro tiempo.
DG: Si continuamos analizando la afirmación de Chesterton no podemos sino pensar en el catolicismo moderno y preguntarle: “¿Por qué la Iglesia se ha aliado con sus peores adversarios?” Todo ello empezó con “el clero juramentado impuesto por Napoleón con el Concordato”, el cual luego se sometió a los sucesivos regímenes que van desde la Restauración a De Gaulle, pasando por Luis Felipe, el Segundo Imperio, la Tercera y la Cuarta Repúblicas, y ni hablar del presente... Bueno, eso en cuanto a la Iglesia “progresista”. Paralelamente, usted también crítica a los católicos “tradicionalista” que prefieran ignorar el pensamiento de René Guénon con el pretexto de que, como ellos mismos dicen, de que “la tradición, tal y como la define René Guénon, es incompatible con la Iglesia apostólica”. Usted pretende dirigirse tanto a sus “hermanos cristianos” como a sus “amigos guenonianos y perennialistas”. Sin embargo, dejando de lado los posibles casos individuales de ciertos “cristianos”, que sin duda no afectan a la verdadera doctrina de la Iglesia, me parece que haces una “crítica” de la obra de Guénon que a veces podría a confundirse con interpretaciones guenonlolatras o guenonófobas (cada una más inapropiada que la otra) en lugar de analizar lo que dice realmente Guénon.
Michel Michel: Por supuesto, Guénon, que murió como un musulmán sufí, no es un Doctor de la Iglesia; sin embargo, ni Platón ni Aristóteles eran cristianos, pero su pensamiento sirvió, no obstante, de base filosófica para el pensamiento cristiano. ¿Por qué no hacer lo mismo con la metafísica de René Guénon? Una militancia real (4) debe basarse en una ética y una episteme metapolíticas que sean capaces de suplantar a las herejías cristianas que dieron nacimiento a la Modernidad, es decir, la reducción del Hombre a un individuo aislado (individualismo), el desencanto y la reducción del mundo a “cosas” que debemos explotar (racionalismo) y el mesianismo del “Hombre Nuevo” esperado por el Progreso (progresismo). Es por eso que debemos inspirarnos en las corrientes de pensamiento antimodernas más coherentes y que podríamos dividir en tres vertientes:
En primer lugar, los efectos sociales de los mitos cristianos (5) que, habiendo triunfando sobre el paganismo (integrándolo dentro de sí en lugar de desintegrarlo), dieron nacimiento a dos civilizaciones milenarias (el Imperio bizantino y la Cristiandad occidental). Fueron estos mismos mitos cristianos (aunque heréticos) los que dieron nacimiento a la Modernidad occidental (descubrimiento de “Nuevos Mundos”, expansión colonial a escala mundial, innovación tecnológica acelerada, etc.). A pesar de este cáncer social (hablo de la civilización occidental, convertida en “cultura mundial”), que pretende suplantar a todas las demás culturas a las cuales califica de “arcaicas” o “primitivas”, no hemos conseguido destruir los mitos que siguen habitando nuestras sociedades, especialmente porque esos mitos siguen siendo cristianos. Incluso aquellos que no se consideran cristianos (como Charles Maurras el siglo pasado y Michel Onfray y Éric Zemmour en la actualidad) están de acuerdo en que la defensa de la civilización europea – y particularmente la francesa – está estrechamente ligada a la columna vertebral de la misma que no es otra cosa que el cristianismo. Es por eso mismo que ellos son indiferentes a la lucha de los “tradis” por la restauración de la Iglesia. La base de esta corriente, que René Rémond llamó “la corriente legitimista”, agrupa a los contrarrevolucionarios, los “católicos franceses” comunes y los “tradis” que aún quedan, todos ellos elementos que sigue siendo posible movilizar incluso hoy en día.
 En segundo lugar, los empiristas y escépticos frente a las utopías soñadas por el “Hombre Nuevo” que acarrean toda clase de consecuencias nefastas. Tras todo fracaso revolucionario no dudan en decir: “Vanidad de vanidades [...]. No hay nada nuevo bajo el sol” (con el Eclesiastés I, 2-20). Fue precisamente frente a las abominaciones y terribles consecuencias desatadas por la revolución francesa que un liberal como Edmund Burke, un moderado como Hippolyte Taine y un positivista como Auguste Comte (6) desarrollaron muchas de sus ideas. Maurras sintetizó el pensamiento de todos ellos y, de ese modo, fue capaz de sacudir la hegemonía republicana a través de una alianza entre los viejos contrarrevolucionarios y los nuevos reaccionarios partidarios del “empirismo organizador” (de los que Jacques Bainville es un ejemplo bastante representativo). Además, supo unir a esta síntesis a muchos de aquellos que (como los provincialistas, anarcosindicalistas proudhonianos, etc.) se oponían a las consecuencias de una revolución jacobina y “burguesa” que había disuelto los cuerpos intermedios y los derechos de las comunidades tradicionales mediante la ley Le Chapelier, la cual reducía al pueblo a una masa de individuos atomizados.
En tercer lugar, el perennialismo, que se opone radicalmente a la Modernidad. Esta forma de pensamiento fue estructurada (de forma casi cartesiana) por René Guénon, pero realmente puede rastrearse hasta Platón e incluso Nietzsche. El italiano Julius Evola, el suizo Frithjof Schuon, el esrilanqués Ananda Coomaraswamy y muchos otros que han desarrollado los diferentes aspectos de la metafísica compartida por todas las sociedades tradicionales tal y como demuestran antropólogos como Georges Dumézil, Mircéa Eliade y Gilbert Durand. Para esta escuela, la Tradición es “lo que se ha creído en todas partes, siempre y por todos” como decía San Vicente de Lérins en el siglo V. Este adagio no sólo se aplica a la ortodoxia dentro de la Iglesia, sino también, aunque con menos precisión, a todas las tradiciones religiosas de la humanidad cuyos parecidos son denominados como philosophia perennis.
De hecho, si logramos distanciarnos (aunque sea solamente un poco) de la ideología dominante en el mundo moderno, nos damos cuenta que la humanidad siempre ha creído:
Que el ser humano no es ni su propio origen ni su propio fin.
Que existe otro “mundo” (o varios mundos) fuera del que habitamos y que existe una relación entre ellos.
Que aquí abajo el Universo se encuentra animado por lo sagrado y que, por ejemplo, los espacios (lugares altos) y los “puntos celestiales” (10) están marcados por la presencia del Más Allá del mismo modo que el reverso de un lienzo encuentra su sentido en el diseño de su bordado.
Se rinde tanto culto a la inmanencia (ángeles y “dioses”, espíritus y el Espíritu “que sopla donde quiere”) como a la trascendencia de Dios (personal y/o impersonal).
 Este culto puede adoptar muchas formas, pero junto con la construcción de tumbas y templos (André Malraux) y el sacrificio (“sacralización”), parece ser el más universal (Joseph de Maistre) de los ritos realizados por personas consagradas a ellos (8).
Es mediante la alianza de estas tres corrientes – la cristiana, la empirista y la perennialista (que Joseph de Maistre reunía en su persona) – como podremos superar la hegemonía subversiva de la Modernidad. Para ello, necesitamos integrar estos tres modos de pensamiento que ya están presentes en la mayoría de nuestros amigos, pero que son algo esquizoides a la hora de combinarse. Esto se aplica a demasiados católicos que se muestran reacios aceptar el exotismo de un Guénon (9) o los perennialistas que se sienten poco atraídos por una Iglesia que (en su forma actual) tiende a reducir la metafísica a una moral de la que se excluye lo trágico (“todo el mundo es bueno, todo el mundo es simpático”). Sin embargo, estas dos corrientes no se excluyen mutuamente: Guénon citaba a Melquisedec y a los Magos venidos del Oriente que llevaban sus dones al niño en el pesebre de Belén como el santo y seña de que el cristianismo es una forma de Tradición primordial, mientras que San Agustín sostenía que la Iglesia reconocía “que no cabe duda que entre los mismos paganos había profetas”. De hecho, hasta épocas muy recientes (como el Concilio de Trento en el siglo XVI) las iglesias solían equiparar los oráculos sibilinos romanos con los profetas del Antiguo Testamento. Además, el epíteto de “católico” dado a la Iglesia significa antes que nada universal y marca claramente su capacidad para abarcar todas las tradiciones como, por ejemplo, la Navidad que es la asimilación de la fiesta del Sol invinctus y de la armonía cósmica (el solsticio de invierno). Las catedrales se construyeron en los antiguos recintos de las tradiciones paganas y cuando Joseph de Maistre afirmaba que el cristianismo no se remontaba a solo dieciocho siglos atrás, sino al origen del mundo, no hacía más que hacerse eco de San Ireneo que sostenía que Adán era ciertamente católico. No era la Iglesia lo que Nietzsche, Evola o Maurras encontraban repugnante, sino sus herejías como el moralismo protestante, el olvido de la herencia romana o ver a “Cristo como el primero sans-culotte” tal y como era predicado por los demócratas cristianos de 1848.
Con esto no trato de unirlo todo con todo, ya que creo que la disputatio es una manifestación inequívoca de un pensamiento realmente vivo, pero creo que para poder “deconstruir” de forma coherente el desorden de los deconstructivistas es necesario volver nuestros ojos a los orígenes del mundo moderno. Los “tradis” han demostrado que sus posiciones son inviables y que tienen que salir de sus capillas y dejar de refugiarse en esa mentalidad encerrada sobre sí misma. Este tradicionalismo de la Reconquista debe ser lo más integrador posible. ¿No debería aliarse a toda familia espiritual que reconozca los fundamentos tradicionales (dentro de la Iglesia y posiblemente incluso fuera de ella)? Hay que saber pasar de un tradicionalismo de la resistencia (en un momento en que el progresismo parecía triunfar) a un tradicionalismo de la reconquista (en un momento en que el progresismo está en crisis).
DG: Aparte de su fe y su lectura de René Guénon, en el curso de sus estudios, investigaciones y reflexiones, ¿qué fue lo que le permitió, un día, darse cuenta de que, más allá de toda razón discursiva, el pensamiento podía desarrollarse analógicamente y, por lo tanto, por medio de símbolos en los que opera la imaginación, es decir, la “evocación de imágenes”, que incluso influyen de forma sutil el estado mental de la vigilia y la conciencia?
Michel Michel: Soy discípulo del antropólogo del imaginario Gilbert Durand e indirectamente de Henri Corbin, Jean Borella, Mircea Eliade, Carl Gustav Jung y Roger Caillois, quienes se negaban a reducir el conocimiento al “cosismo” propio de la razón. Por supuesto, no debemos confundir el uso legítimo de la razón y el razonamiento, que no es más que una de las múltiples formas de “conocimiento”, con el racionalismo, que pretende excluir del conocimiento la intuición intelectual y las analogías simbólicas, así como la dimensión mítica de la historia y los arquetipos que están en la raíz de toda actividad humana. El racionalismo observa el mundo después de haberlo cosificado, además, lo reduce a relaciones “mecánicas” de “causa y efecto” (excluyendo la causa final de Aristóteles), razón por la cual Descartes no ve en el cuerpo más que una máquina. El racionalismo nos enseña a no comprender el sentido de la Creación: después de Descartes vino la apología de la inmanencia (el desencanto del mundo evocado por Max Weber y Marcel Gauchet); después de Kant, vino la exclusión de toda forma de trascendencia, lo que nos lleva inevitablemente a concluir, con Yuri Gagarin en su viaje en el sputnik, que Dios no se encontraba en el cielo.
Si recibes una carta, puedes estudiar la textura del papel, la composición química de la tinta, la historia del alfabeto utilizado, identificar el tipo de lengua al que pertenece su gramática... Pero para comprender el significado de la carta, tienes que recurrir a otra forma de conocimiento. Edmund Husserl, el padre de la fenomenología, observó lo siguiente: “Para nuestra indigencia vital – oímos decir – esta ciencia no tiene nada que decirnos. Justamente, ella excluye por principio las preguntas que, en nuestros desdichados tiempos, son candentes para los seres humanos abandonados a perturbaciones fatales: las preguntas por el sentido o el sinsentido de toda esta existencia humana” (10). El racionalismo, en la medida en que se presenta como único modo de conocimiento, provoca un estrechamiento en nuestra comprensión del mundo e ignora otras formas de pensar que no tienen nada que ver con el mecanicismo. Al hecho de que las personas quieren conservar sus raíces opone el argumento de que los seres humanos no son plantas y, en consecuencia, no tienen raíces. La realidad ontológica, que sitúa al hombre en un lugar cultural por medio de una metáfora, es ignorada por completo y silenciada. El racionalismo no sólo ignora o devalúa los modos de conocimiento que no se basan en el razonamiento, sino que se niega a reconocer ámbitos que sus métodos no pueden explorar o más bien medir (metodología de las ciencias). En esto se parece a la historia de alguien que busca sus llaves debajo de una farola, pero se niega a buscar en otras partes “porque ‘no ve más allá’”.
No obstante, el hecho de que la Modernidad ignore las correspondencias simbólicas y el conocimiento intuitivo de los principios metafísicos, no significa que estos desaparezcan. Con tal de darle un nombre a estos objetos reprimidos que desea ignorarse, la Modernidad ha creado un concepto comodín que separa aquello que merece ser “descubierto” – lo racional – de aquello que debe permanecer “oculto” – lo irracional –. El concepto de lo irracional puede, en ocasiones, considerarse como “superstición”, “credulidad”, “metafísica” o incluso “poesía”. Este desprecio por lo que se considera irracional significa que la razón, que es limitada, ya no reconoce lo que está más allá de ella. El racionalismo es la arrogancia de la razón. En una sociedad racionalista todo lo que es considerado como “irracional” es reprimido. Pero lo reprimido no desaparece, únicamente es considerado como una parte constitutiva de las categorías sociales inferiores: el pueblo (“religión popular”), las mujeres (“intuición femenina”), los “iluminados”, los místicos, los marginados e incluso los desequilibrados (Chesterton los llamaba “lunáticos”). Esto únicamente refuerza el desprecio abiertamente profesado contra lo irracional, ya que, salvo en contadas excepciones, los profesionales, los “conocedores” o expertos intentan aproximarse a estas cuestiones por medios que van más allá del racionalismo, debido a que se han apartado de él.
Al desaparecer el sentido como sentido común, el sentido como orientación que hace que cada elemento se “conecte” con los demás elementos bajo una especie de “magnetismo” polarizado, la orientación, la cual implica que el espacio y el tiempo no son neutros, sino heterogéneos, desaparece: el Levante no es lo mismo que el Poniente; Oriente no es lo mismo que Occidente. Oriente está vinculado al nacimiento y al Origen, mientras que Occidente lo está a la muerte y a los fines últimos de la escatología (11). El espacio simbólico es una narración que tiene sentido y puede ser compartida por la gente. El racionalismo pretende reducir todo a una serie de razonamientos impuestos a todos los demás y al cual todos los demás deben ajustar sus presupuestos epistemológicos; por el contrario, la razón simbólica es universal (12) y se compagina perfectamente con el sentido común. La metáfora simbólica es la única forma en que se puede manifiesta un vínculo entre los distintos planos de la Creación, que une al Hombre con los animales, las plantas y el universo físico y metafísico. Nadie puede sustraerse al conocimiento analógico, porque “lo que es arriba es abajo” (13). Los conceptos son útiles para razonar, pero sólo pueden “distinguir”, es decir, separar. Sólo el pensamiento analógico es capaz de sintetizar, es decir, reconstituir lo “universal” (volver hacia lo uno). La propia ciencia, antaño punto de referencia supremo en un mundo secularizado, se enfrenta ahora a las preguntas de sus sumos sacerdotes acerca de cuáles son sus objetivos, sus límites y sus medios. Tras haberse lanzado a la conquista del conocimiento total en un gran movimiento prometeico que creía barrer el “oscurantismo” mítico-religioso, las ciencias se han fragmentado y especializado en tantas micro-capillas con jergas que únicamente abarcan atisbos cada vez más parciales de la realidad. De ahí la angustia de redescubrir un saber unificado, un saber que vincule la multiplicidad de saberes operativos redescubriendo su sentido perdido y restableciendo las correspondencias indispensables.
Ahora podemos ver hasta qué punto puede ser parcial y falsa una aprehensión puramente cuantitativa de la realidad. Así pues, no cabe duda de que los cimientos sobre los que se han construido el conocimiento y el sistema de representaciones del mundo contemporáneo (la episteme “clásica” definida por Michel Foucault) está en vías de resquebrajarse. El racionalismo antropocéntrico, historicista y desacralizado es como una ola que ha finalizado su recorrido y ahora retrocede con la marea. Mientras tanto, en todas las sociedades tradicionales, desde los chamanes hasta los clérigos, se dice que el orden del mundo gobierna el desorden aparente de este, a lo cual responden los intelectuales del mundo moderno que más bien el desorden está detrás del orden aparente. O, mejor dicho, es el orden de las cosas el que, sobre todo en los descubrimientos de las ciencias humanas, se presenta como el desorden de una alienación intolerable. Allí donde la Época de la Crítica cuestionaba las costumbres de un pueblo en nombre de la Razón con tal de glorificar la Tecnología como negación del Orden Mundial (Hegel), igualmente legitimaba el imperialismo en nombre de los Grandes Principios y justificaba las peores opresiones totalitarias en nombre de la Historia, la Postmodernidad se presenta como una crítica de la crítica, una negación de la negación que finalmente hace posible la emergencia de un discurso positivo. Por lo tanto, sería un error estratégico luchar, siguiendo una línea de pensamiento conservadora, contra las críticas de la Posmodernidad. La tarea de una crítica verdaderamente tradicional no es defender el desorden establecido, la negación del ayer contra la negación de la negación, la ceguera de la Época de la Crítica contra el reconocimiento de esa misma ceguera. Nuestro objetivo es liberar a la Modernidad de aquello a lo que tiende y de ese modo dejar de lado la ideología antropocéntrica que la domina. Al tradicionalismo contrarrevolucionario (la resistencia de un Maistre o de un Bonald) debe sucederle un tradicionalismo posrevolucionario en un tiempo donde la revolución se ha consumado.
Notas:
1. Comte de Lautréamont, Les Chants de Maldoror [I, 8], in Œuvres complètes, Librairie José Corti, 1958, p. 134.
2. La Bible – Traduction œcuménique, Bibli’o-Société biblique française/Les Éditions du Cerf, 2010, p. 1616.
3. Id., p. 224-225.
4. Antes de su reciente adhesión al espíritu del mundo a finales del siglo XX, la Iglesia no estaba tan desvirtuada y se declaraba como “Iglesia militante” dispuesta a afrontar las pruebas que la transformarían en una “Iglesia triunfante”.
5. Suelo definir el mito (siguiendo a Mircea Eliade) como un relato ontológicamente verdadero, pero aquí prefiero insistir (siguiendo a Georges Sorel) en la eficacia social del mito.
6. Admirador de Maistre y Bonald, Auguste Comte lamentaba las ensoñaciones de la “edad teológica”, despreciaba la “edad metafísica” (las utopías revolucionarias de la Modernidad) y esperaba la llegada de un periodo que él denominó como la “edad positiva”, una edad que sería tan religiosa como científica.
7. La heterogeneidad del espacio y del tiempo está en el corazón de la peregrinación. El turismo también, pero el turista es un peregrino que se ignora a sí mismo y apenas sospecha lo sagrado de la creación.
8. El sacrificio consiste en dar muerte a un animal, a un ser humano o, en el caso de la misa, al Verbo de Dios encarnado. Por eso los sacerdotes son universalmente masculinos (salvo en el vudú haitiano, tan corrompido); las mujeres pueden ser profetas, chamanes o doctoras de la Iglesia, pero no sacerdotes, porque el sacerdote no es ante todo un líder o un guía del coro, sino alguien que sacrifica. Las mujeres dan la vida y les corresponde a los hombres, los guerreros o los sacerdotes, dar la muerte...
9. Quienes se asusten por este “exotismo” pueden revisar las obras de tradicionalistas perfectamente católicos (si tal cosa es posible) como lo eran Jean Borella, Jean Hani o incluso Gustave Thibon...
10. Edmund Husserl, La Crise des sciences européennes et la phénoménologie transcendantale, Gallimard, 1967.
11. La etimología latina de la palabra “Occidente” está vinculada a la caída y la muerte; el mismo simbolismo se encuentra en la distinción entre “Machrek” y “Magreb”, ambas palabras con raíces árabes.
12. Los arquetipos, desde Platón hasta Jung, han sido considerados como universales.
13. Hermès Trismégiste, La Table d’Émeraude.
0 notes
historypoem · 1 year
Text
René Guénon and Islam
In the halls of wisdom, where the sages meet, A truth emerges, so pure and sweet. A scholar named Guénon, with his words so true, Writes of Islam's light, in a foreign view.
Through the ages, a truth so clear, That wisdom and knowledge, are forever near. Islam and Gnosticism, two paths to the divine, Teaching the same truths, that forever shine.
Through the veil of reality, a glimpse we see, Of a world beyond, where the truth is free. A world of beauty, of love and of light, Where the soul ascends, beyond the night.
A wisdom so deep, a truth so bold, A symbol of knowledge, that forever holds. So follow the path, to the truth beyond, Where Islam and Gnosticism, forever bond.
A world of beauty, of love and of light, A world beyond, where the truth takes flight. And so, Guénon's words, with his message so grand, Teach us of Islam's light, in a foreign land. A path to the divine, that's forever true, A symbol of knowledge, that's forever new.
0 notes
nousrose · 3 months
Text
No exoteric teaching is capable of providing true knowledge, which man must find only within himself, for in fact no knowledge can be acquired except through a personal comprehension. Without this comprehension, no teaching can lead to an effective result, and the teaching that awakens no personal resonance in the one who receives it cannot give any kind of knowledge. This is why plato says that 'everything that a man learns is already within him'. All the experiences, all the external things that surround him, are only an occasion to help him become aware of what is within himself. This awakening he calls anamnesis, which signifies 'recollection'.
Know Thyself
René Guénon
141 notes · View notes
dominousworld · 2 months
Text
A Ovest con René Guénon: Tradizioni d'Occidente nel pensiero guénoniano
A Ovest con René Guénon: Tradizioni d'Occidente nel pensiero guénoniano
Videoconferenza del canale YouTube LIBRERIA ESOTERICA IBIS, trasmesso in live streaming il giorno 30 mar 2023. “A Ovest con René Guénon, Tradizioni d’Occidente nel pensiero guénoniano” è un saggio di Sandro Consolato, Edizioni Arya. Modera Paolo Roberti di Sarsina “Ad Ovest con René Guénon” è un libro in cui, rifuggendo dagli estremi dell’apologetica e dell’ipercritica, attraverso una…
Tumblr media
View On WordPress
1 note · View note
1five1two · 1 year
Text
What men call chance is simply their ignorance of causes; if the statement that something had happened by chance were to mean that it had no cause, it would be a contradiction in terms.
René Guénon
23 notes · View notes
noneorother · 4 months
Text
Share your GOS2 bibliography with me
How crazy is it that season 2 has basically forced me to go back to university. I’ve done more reading and critical analysis and historical research than I have in years. I bite my thumb at you, Neil (affectionate).
And as I’m sure I’m not alone in this, I’d love to see your bibliography of all of the references or reading/watch lists. I’m sure to pick up a few good ones! I’ll go first.
Tumblr media
Movies + TV Arrival - Denis Villeneuve Clue - Jonathan Lynn I Know Where I'm Going - Powell & Pressburger The Ball - Magnus Dennison and Katja Roberts Every Day - Michael Sucsy About Time - Richard Curtis The Red Shoes - Powell & Pressburger The Small Back Room - Powell & Pressburger The Tales of Hoffmann - Powell & Pressburger Stairway to Heaven - Powell & Pressburger Ill Met By Moonlight - Powell & Pressburger The League of Gentlemen's Apocalypse - Steve Bendelack Monty Python's Life of Brian - Terry Jones Monty Python and the Holy Grail - Terry Gilliam & Terry Jones The Twilight zone (The Arrival) Boris Sagal The Twilight zone (The Hitch-Hiker) - Alvin Ganzer Staged (Seasons 1 and 2) - Simon Evans & Phin Glynn Books The Crow Road - Iain Banks The Bridge - Iain Banks The Scholars of Night - John M. Ford Symbols of Sacred Science - René Guénon Catch-22 - Joseph Heller A Tale of Two Cities - Charles Dickens The Colour of Magic - Terry Pratchett Night Watch (Discworld) - Terry Pratchett Parlement of Foules - Geoffrey Chaucer The language of the birds - Farid ud-Din Attar Pride & Prejudice - Jane Austen Persuasion - Jane Austen Midnight Days - Neil Gaiman Negative Burn #11 - Neil Gaiman Chivalry - Neil Gaiman Other Les contes d'Hoffamann - opera, Jacques Offenbach Don Giovanni - opera, Wolfgang Amadeus Mozart The Line, the Cross and the Curve - musical, Kate Bush The book of Enoch - Ethiopian Apocryphal trs. Rev. George Schodde, PhD
I'm sure there will be more... sigh. Spoiler alert: there are more! Donnie Darko - 2001, Richard Kelly Nothing Lasts Forever - 1984, Tom Schiller The Ghosts of Berkley Square - 1947, Vernon Sewell Brazil! - 1985, Terry Gilliam No Bed for Bacon - 1941, Caryl Brahms and S. J. Simon Don't, Mr Disraeli! - 1949, Caryl Brahms and S. J. Simon Murder Mysteries - Neil Gaiman The Man Who Was Thursday - 1908, GK Chesterton Small Gods - 1992, Terry Pratchett Ipomadon - Medieval - Trs. Richard Scott-Robinson
143 notes · View notes
pesoglav · 13 days
Text
"The modern world, in its insistence on tolerance as the highest virtue, has lost sight of the distinction between truth and falsehood. True wisdom lies not in tolerating all beliefs and opinions indiscriminately, but in discerning between what is true and what is false, what is right and what is wrong. Tolerance without discernment is mere indifference, and it leads only to confusion and moral decay. The true seeker of wisdom must have the courage to uphold truth and reject falsehood, even if it means standing alone against the tide of popular opinion."
― René Guénon
43 notes · View notes