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#Mónica Lalanda
bursofia · 7 months
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Club de lectura "Unos libros de muerte"
Los clubes de lectura están de moda. Los universitarios están deseando leer en compañía. Y lo vemos porque este año, la Biblioteca Reina Sofía ofrece ¡un segundo club de lectura!
Gracias a la colaboración de Mónica Lalanda, Daniel Ramos y Martín Vargas. Tres médicos que coordinarán este club en el que los libros girarán en torno a...la muerte. Sí, estás leyendo bien.
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Así nos lo explican ellos:
Nada hay más seguro en la vida que la certeza de su final. Sin embargo, en la sociedad moderna, la muerte es apenas un susurro muy lejano, algo que ocurre solamente a los demás. Las ideas y pensamientos sobre la muerte no son bienvenidos. La muerte solía ser algo doméstico, familiar, un proceso que era parte de la vida. Una mayoría de nuestros antepasados morían en casa rodeados de su familia. Ahora la gente muere en los hospitales, fuera de la vista, rodeados de extraños y al fallecer se les vela en horas de oficina, con los ataúdes cerrados, en cubículos acristalados. Hemos dado la espalda a la muerte como ese hecho natural e ineludible que es y la lucha médica por evitarla conlleva un dolor añadido de obstinación terapéutica. La muerte se vive como un fracaso social y sanitario, seguir vivos es una exigencia imposible. Las despedidas truncadas. Con este club de lectura queremos poner la muerte encima de la mesa, mirarle a los ojos, hablar de ella. Charlar, intercambiar y debatir sobre el final de la vida utilizando como inspiración la literatura. Ensayos, biografías, ficción, poesía, comic. Títulos elegidos para crear una combinación de palabras que nos ayuden a hablar, a entender, a familiarizarnos con este final que antes o después nos aguarda a todos. No buscamos el morbo sino poner nuestro granito de arena contra este mundo que ha dado la espalda a la certeza de la muerte. Leamos y charlemos.
El club de lectura está destinado a miembros de la Universidad de Valladolid, y las plazas están limitadas a 15 personas.
Se desarrollará de noviembre a junio, el segundo martes de cada mes.
La hora, las 19:00. En la Biblioteca Reina Sofía.
Por orden de lectura, estos serán los títulos:
Hablar de la muerte para vivir y morir mejor, de Montse Esquerda
La muerte contada por un sapiens a un neandertal, de Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga
La mortaja, de Miguel Delibes
La ridícula idea de no volver a verte, de Rosa Montero
¿Podemos hablar de algo más agradable?, de Roz Chast
Un año y tres meses, de Luis García Montero
Cien cuyes, de Gustavo Rodríguez
El fin es mi principio, de Tiziano Terzani
Puedes inscribirte escribiendo a [email protected] (indicando tu dirección de correo institucional UVa, si escribes desde otra cuenta).
Coordinadores:
-Daniel Ramos
Médico paliativista, médico de las personas. En pleno viaje hacia el todo total.
-Martín Vargas
Médico psiquiatra y filósofo. Intentando buscar razones al dolor.
-Mónica Lalanda
Médico, comunicadora y bioeticista. Trabajando por un mundo mejor.
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Desmesura. Una historia cotidiana de locura en la ciudad. Fernando Balius y Mario Pellejer
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Jueves 15 de diciembre de 2022
Retomamos un mes más, el último de 2022, nuestro club de lectura en la Biblioteca Reina Sofía para comentar Desmesura. Una historia cotidiana de locura en la ciudad, con guion de Fernando Balius e ilustraciones de Mario Pellejer  (Bellaterra, 2018).
La invitada y encargada de elegir este libro fue Mónica Lalanda, médico con muchos años de experiencia a sus espaldas, y persona fundamental en la consolidación de la medicina gráfica en nuestro país. Su intervención comenzó definiendo precisamente la medicina gráfica como aquella rama sanitaria que utiliza el cómic, ilustración o novela gráfica como herramienta de comunicación para el medio sanitario, poniendo el foco en la voz del enfermo (QUÉ ES MEDICINA GRÁFICA – medicina gráfica (wordpress.com).
El origen de Desmesura. Una historia cotidiana de locura en la ciudad está en los nuevos postulados bajo los que representa la enfermedad mental en nuestros días, y en este caso, en formato de novela gráfica. Varias líneas se entremezclan en la lectura de esta novela gráfica, con guion de Fernando Balius e ilustraciones de Mario Pellejer, publicada en 2018. Por un lado, se trata de una novela gráfica y no cabe duda de su adscripción, aun cuando la propia etiqueta de novela gráfica sea todavía confusa por la tradicional equivalencia con el cómic y su errónea relación con el público infantil. Por otro lado, se integra en la nómina de narrativa autoficcional, por cuanto se trata de un texto en el que prima lo real por encima de lo verosímil para hablar del yo del guionista. Desde otra perspectiva y sin contradecir lo dicho, Desmesura podría verse también como una novela de aprendizaje ante el desequilibrio mental, pues en sus páginas se detalla el proceso de caída y aceptación de la enfermedad de su protagonista. Y finalmente, es una nueva contribución a la ya numerosa lista de textos literarios y artísticos que abordan el tema de la locura. Desmesura aglutina todo eso y de su lectura se infiere la originalidad en la forma de tratar un tema tan manido y complejo como la locura. Por otro dado,  la aparición y el desarrollo de un tema tan delicado como es una enfermedad mental no es algo nuevo dentro de la novela gráfica en la actualidad. La bibliografía que aborda los cauces por los que se desarrolla el género en los últimos años es muy extensa, e insiste en su carácter útil para el tratamiento de los desórdenes mentales y físicos.
Resumir el argumento de Desmesura implica adentrarse en las difusas y complicadas aristas de la locura, sufrida en este caso por un oidor de voces. Su autor, en voz de su narrador –con el seudónimo de Fernando Bilius- empieza a oír voces con 19 años y continúa en el momento en el que sitúa la escritura, los 35 años. A lo largo de todo ese periodo es sometido a diversos tratamientos psicoclínicos, que a su vez le introducen en la medicación y, en definitiva, en el pozo de lo que conocemos como trastorno mental. En ese proceso de caída, el yo narrador, que oye voces, encuentra la salida en la búsqueda y aceptación del otro, hasta el punto de que aprende a convivir con su peculiar circunstancia a través de la ayuda de los demás, de los que también son oidores de voces, voice hearers, y de tantos como comprenden su realidad.
Monica Lalanda propuso una sesión de lectura dirigida que consistió en que cada miembro presente en la sesión de ayer señalará la sensación que esta lectura le había producido y eligiera un color de definiera dicha impresión. Las respuestas fueron sorprendentes por variadas: miedo, sorpresa y angustia fueron algunas de las sensaciones más mencionadas, mientras que hubo amplia gama de colores, con predominio del gris. Tras esta ronda, todos coincidieron en la complejidad de tratar temas relacionados con la enfermedad mental en un interesante intercambio de opiniones acerca de la percepción social de la propia enfermedad. Por su parte, Monica señaló diferentes estrategias del cómic en su aplicación a la medicina gráfica como es el tamaño de los elementos de la viñeta, los colores utilizados o el significado metafórico de determinados dibujos. Finalmente, cada uno eligió la parte, ilustración o texto, que más le había impactado, siendo también sumamente variada la respuesta de los participantes.
Con su elección, Monica Lalanda abrió al lector un nuevo cauce de lectura, la de la novela gráfica o cómic de adulto, en su aplicación a la comprensión de problemas intrínsecos al ser humano, dando voz, en este caso, a los propios enfermos para entender la enfermedad desde dentro, esa que no se ve. En este sentido, fue un encuentro sumamente enriquecedor no sólo desde el punto de vista literario, sino también personal para cada uno de los presentes. Sin duda, buen cierre de año.
Desde la coordinación de este Club de lectura os deseamos a todos una feliz Navidad y próspero año nuevo, cargado de nuevas propuesta de lectura.
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pediatrialimonar · 4 years
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DECÁLOGO de HECHOS RECIENTES (parte 2 de 2) (5) El argumento de “los bares llenos de gente y los centros de salud vacíos” es de una brevedad mental que asusta. A los bares, ¿va gente enferma?. ¿Qué se pretende, que hacinemos en una sala de espera a posibles enfermos de Covid con neumonía al lado de recién nacidos sanos?. (6) Gestionar una pandemia es complicado pero lo que no se puede pretender es que hagamos: El trabajo atrasado durante el confinamiento, más todo lo que surja y de forma telefónica, más el Covid y, encima, con la mitad de personal. No nos sustituyen: nosotros nos cubrimos las ausencias por vacaciones, las bajas y todo lo demás. (7) Médicos no hay para cubrir las necesidades del sistema. Nos duele la boca de decirlo desde hace años y a nadie parecía interesarle. Andalucía es la comunidad autónoma que menos paga a sus médicos y muchísimos se han ido. Alguien decidió gastar el dinero público en otras cosas. En España, se estima que, al menos, 25.000 se han largado al extranjero en la última década. (8) Tiempo atrás se han mercadeado votos bajo el lema “El usuario es el centro del sistema sanitario”. Enorme error. La Salud (y la prevención) debe ser el centro del sistema. La gente ha malentendido sus derechos y, sobretodo, sus deberes. Se ha cultivado la cultura del “Todo, gratis y ya”. Eso se está notando mucho, y para mal, en los comportamientos sociales. (9) Hablar sin saber es fácil y no cuesta esfuerzo. Estamos hartos de conspiranoicos, tóxicos, curanderos, negacionistas, ... Entendemos que hay incertidumbre alrededor de la pandemia, pero hacer caso a vende-humos en lugar de a gente documentada es tirarse por un tajo. Recuerda que si no eres parte de la solución, probablemente, seas parte del problema. (10) Hace unos días, en una encuesta, el 70% de los médicos estaba dispuesto a hacer huelga. Nos quedan tiempos muy complicados por delante. Para arreglar un drama global que proviene de un problema de orden sanitario, lo primero que se necesita es inversión y mejoras en lo sanitario. Si no es así, los demás esfuerzos servirán de poco. Gracias y perdón por la extensión del texto. Viñeta de la doctora Mónica Lalanda (en Limonar) https://www.instagram.com/p/CFqwUzZoIIm/?igshid=1nmm4qv0gm3mb
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fernandode · 7 years
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Mónica Lalanda, la doctora cuyo puesto está en juego por hablar contra el sistema
Mónica Lalanda, la doctora cuyo puesto está en juego por hablar contra el sistema
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http://www.vozpopuli.com/actualidad/nacional/Monica-Lalanda-denunciar-Sistema-Sanitario_0_994101604.html Mónica Lalanda, la doctora cuyo puesto está en juego por hablar contra el sistema
¿Qué debe de prevalecer, la denuncia de un sistema sanitario plagado de contratos precarios a los médicos? o ¿El código ético y deontológico entre colegiados? El caso de la doctora Mónica Lalanda ha abierto un…
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teleindiscreta · 7 years
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La defensa de los animales está presente en el libro ‘Vástagos’, con el relato ‘Lala’
Fuente original: La defensa de los animales está presente en el libro ‘Vástagos’, con el relato ‘Lala’ Puedes ver más visitando Teleindiscreta - Las mejores noticias de actualidad, famosos, salud, belleza, cocina, motor, música y mucho más.
La publicación de hoy se sale bastante de la norma del blog, aunque cierto es que hay un animal abandonado. Lo que hoy os traigo es un relato en el que quise afrontar el reto de aunar protección animal, maternidad, autismo y un elemento fantástico o de ciencia ficción, los temas sobre los que suele orbitar todo lo que escribo, sea o no ficción.
El relato se llama Lala y nació gracias a una propuesta de Next Door Publisher, de hecho es el que abre su libro recopilatorio de diez relatos Vástagos, un libro creado con mimo y cuya lectura os recomiendo. Resulta sorprendente comprobar como las diez autoras tenemos tanto en común y a la vez hemos traído al mundo una colección de relatos tan diversa.
Las otras escritoras de Vástagos, y estar en su compañía es todo un honor, son Carmen Agustín, Lía Álvarez, Deborah García, Catalina González, Clara Grima, María José Mas, Helena Matute, Angélica Pérez y Ana Ribera.
El libro, con diez ilustraciones de Mónica Lalanda (podéis ver en este post la que creó para Lala), cuesta 15 euros. El prólogo es de Paloma Bravo y también lo tenéis disponible para su lectura.
Os animo a darle una oportunidad, porque es una delicia.
Y ya sin más, os dejo con mi relato. Ojalá disfrutéis con su lectura tanto como yo lo hice escribiéndolo:
LALA
Eligió el asiento situado junto a la puerta y se sentó con el bolso sobre el regazo. La mujer sentada a su lado derecho estaba atenta a su móvil y no se molestó en retirar su abrigo, así que Paula se colocó encima. La única ventaja que era capaz de encontrar al hecho de tener que levantarse a las cinco de la mañana para entrar a las seis a trabajar era poder elegir dónde sentarse en el metro. Cuando entraba a las nueve era un milagro el simple hecho de encontrar una superficie vertical en la que apoyar el culo para no encontrarse con respiraciones sospechosas en el cuello.
Paula se estremeció con disgusto al recordar aquella vez, camino de la universidad, en la que un chaval de su edad había permanecido todo el trayecto, unas cuatro paradas, pegado a su espalda. Sus manos nunca llegaron a tocarla, el roce de su cuerpo no fue mayor que el de otras aglomeraciones a hora punta, pero su aliento cada vez más agitado en su cuello, era algo que jamás olvidaría. La toma de conciencia de la excitación ajena y no consentida la paralizó. Fue incapaz de hacer nada más que quedarse quieta, viendo cómo la gente iba abandonando el vagón y aquel chico no se separaba de ella pese a que había más espacio. Al llegar a su parada volvió a recuperar el control de su cuerpo y salió de allí, arrepentida de no haberse apartado antes, de no haber dicho nada, de no haberle puesto en evidencia, de no haber interpretado mejor la situación y reaccionado en consecuencia a tiempo, de haberse dejado hacer sin más.
El vagón vacío era la única ventaja de aquel horario que se veía obligada a cumplir hasta que Marta regresara de sus vacaciones. Sí, llegaba antes a casa. A priori podía parecer también ventajoso, pero la realidad era otra. Llegaba antes pero para realizar el resto de sus obligaciones: hacer compra, preparar comidas, bregar con Carmen, con Lucas, y ahora, con Lala. Llegaba antes y más cansada. Se hacía de noche, los niños se acostaban a la misma hora y ella también. Exhausta, de peor humor, temiendo el momento en que sonase el despertador a la mañana siguiente.
La mujer se levantó y sacó a Paula de sus reflexiones y al extremo de su abrigo color camel de debajo de Paula. Su parada era la próxima, así que ella también se puso en pie, bien sujeta a la barra, en cuanto el tren volvió a ponerse en marcha.
Ocho horas pasaban volando. A las tres de la tarde estaría de nuevo inmersa en la locura. Una locura que la rebasaba desde la llegada de Lala.
Incorporar a Lala a la familia había parecido una buena idea. Todos la habían recibido con entusiasmo. Durante un breve período de tiempo había llenado su hogar de alegría. La obsesión de Carmen con Abraham Mateo y el móvil parecía haber remitido, volvía a jugar y a reír como la niña pequeña que era hace no tanto y se sumaba con gusto a los paseos familiares. Antonio volvía antes del trabajo, sonreía más y planificaba excursiones por la sierra que podrían hacer todos juntos cuando Lala creciera un poco, recordando el tiempo en el que era un joven vigoroso que escalaba y recorría la montaña todos los fines de semana, antes de que una capa de grasa y otra de rutina le transformaran. Lucas no hacía demasiado caso a Lala, se limitaba a mirarla de soslayo, con interés y, a veces, la sombra de una sonrisa que a Paula le daba a entender que habían hecho bien, que Lalita le vendría bien a Lucas, que le ayudaría. A fin de cuentas, Lala había entrado en casa por Lucas. Incluso debía su nombre a una de las pocas sílabas que su hijo sabía pronunciar.
En apenas tres meses la situación había cambiado bastante. Carmen seguía dedicando ratitos puntuales a Lala, pero había vuelto a su móvil y su música, a pegar portazos, estar de morros y dar malas contestaciones. Antonio ya no hablaba de parajes escondidos y torcía el gesto cada noche que le tocaba hacerse cargo de ella o ante cualquier estropicio que hubiera protagonizado, por pequeño que fuese.
Con Lucas la cosa era aún peor. Había pasado de no hacerle prácticamente caso a volverla loca con sus reacciones. Se acercaba corriendo y le chillaba en la oreja, o la sacudía para despertarla cuando la veía dormir. La tocaba en los lugares menos indicados y con demasiada fuerza.
Lucas tenía ocho años, el pelo muy negro y autismo. No hablaba apenas. «Agua», «pan», «hola», «adiós» y poco más. Iba a un colegio especial desde las nueve hasta las cinco y media de la tarde y era muy inquieto. En casa era raro verle sentado tranquilo en el sofá, no paraba de moverse. Se subía a la estantería del salón, saltaba frente a la puerta de cristal de la terraza, ponía las manos sobre la tele, corría por el pasillo ululando, se lanzaba sobre el sofá, abría el grifo de la cocina riendo y vuelta a empezar. Lala formaba ahora parte de esa yincana.
Y la pobre Lala se ponía histérica. Lo mismo le huía que corría tras él. Se enfadaba, lloraba, se sobreexcitaba… y todo esto se traducía en que no había forma de educarla.
Lala era el equivalente a una adolescente, con el pelo muy negro y demasiada energía. Era alegría pura y todo lo que había a su alcance era un juguete. Ya había destrozado tres cojines, cinco zapatos de diferente tipo, dos peluches y una columna decorativa que había en el salón. Había hecho desaparecer el yeso hasta llegar al encofrado. Aún se le escapaba el pis en casa y por mucho que habían intentado enseñarle a hacerlo en la cocina, ella había elegido para depositar sus charcos de orina un rincón del salón en el que el parqué ya estaba negro y levantándose.
La presencia de una no beneficiaba al otro. Justo al contrario, se estaban perjudicando. Y no solo entre ellos. En casa se había incrementado el número y volumen de los gritos, de las lágrimas, de los silencios hoscos. Antonio llamaba a Lala la talibana. Carmen pasaba de adorarla a no querer saber nada de ella, pero la defendía a muerte cada vez que liaba alguna. Y a Paula se le partía el alma. Una situación familiar compleja se había complicado aún más con la llegada, unos meses atrás, de aquel cachorro precioso, adorable y juguetón.
Tenía que haberlo pensado antes, tenía que haber escuchado a aquella mujer, la que hacía terapia con perros en el colegio de Lucas, cuando le contó que habían reservado un cachorro de labrador, de la misma raza que los animales que ella empleaba pero negro, en lugar de dorado como los suyos.
«Mis perros vienen de una línea de trabajo muy bien controlada. Y aun así, no todos valen. Y detrás de todos y cada uno de ellos hay muchas horas de trabajo y muchas más mías de formación. Puede que convivir con un perro le venga genial a tu hijo, pero no por tener un labrador va a tener un perro de terapia o asistencia. Y pensad bien que cualquier perro requiere mucho trabajo, hay que educarles y dedicarles tiempo. Necesitamos conocimientos y recursos para darles lo que necesitan y responder a los retos que nos planteen. Los cachorros son, además, especialmente exigentes. Y no se sabe nunca del todo cómo saldrán. ¿No sería mejor que adoptarais uno adulto y tranquilo en alguna protectora? ¿Uno que ya se sepa que tiene buen carácter para que pueda ser un buen perro de familia? Yo puedo acompañaros».
No le había hecho demasiado caso. El cachorro ya estaba encargado en la tienda de mascotas y a todos les hacía mucha ilusión la llegada de aquel peluche. Además, estaba claro que los labradores eran perros muy buenos. Eran los que siempre aparecían trabajando con personas con discapacidad, los que conseguían cosas maravillosas en esos vídeos de internet tan bonitos que la emocionaban casi hasta las lágrimas.
Ahora se arrepentía, y se sentía como en aquel vagón de metro veinticinco años atrás. Petrificada, incapaz de moverse en ninguna dirección.
La cabeza del tren entró en la estación y Paula se acercó a la puerta dispuesta a apretar el pulsador que abría las puertas.
Ya bastantes problemas tenía ella. No podía más. No podía con más. Se habían planteado ir a un adiestrador, pero se informaron un poco y vieron que costaba un dineral y que se requería más tiempo del que tenía. Había sido un error y había que asumirlo. Lala no encajaba con Lucas ni con las necesidades de su familia.
Paula salió al andén. Ella sola. Debería subir las escaleras normales para hacer un poco de ejercicio, pero estaba demasiado cansada, así que se encaramó en las mecánicas y se dejó elevar mientras se colocaba bien la bufanda y se cerraba el abrigo.
Al menos Antonio había asumido las consecuencias de su equivocación. Él se encargaría de solucionarlo. «Yo me encargaré del puto perro», habían sido sus palabras exactas un par de días atrás. Lo haría esa misma mañana, después de dejar a los niños en sus respectivos colegios. La repentina ausencia de Lala no iba a causar problemas con Lucas. Con Carmen iba a ser otro cantar, pero ya lo capearían como pudieran.
Cuando Paula era pequeña también hubo un perro en casa, un mestizo pequeñajo que no paraba de ladrar. Vivió con ellos cuatro años y un día, justo antes de que sus padres iniciaran una reforma en el piso, el animal desapareció. Le dijeron que se lo habían regalado a unos parientes que tenían un chalé con terreno, que estaría mejor con ellos, y jamás volvió a verlo. Nunca supo realmente cómo se encargaron sus padres de Golfo para evitar líos con los vecinos y desperfectos en la vivienda recién arreglada. Tampoco sabía cómo se encargaría Antonio exactamente del «puto perro». Ni lo sabía ni se había atrevido a preguntarlo. Exactamente igual que cuando tenía doce años.
Salió al exterior. Aún era de noche y las calles estaban desiertas. El aire olía a frío, al humo de las calefacciones en funcionamiento y al del tubo de escape de un autobús casi vacío que se alejaba, y a la tierra húmeda de un parque cercano.
Avanzó extrañada. Algo no era como tenía que ser. Algo no iba bien. Nada de lo que la rodeaba le resultaba familiar. ¿Se habría equivocado de parada? Caminó un poco más mirando a derecha e izquierda y luego volvió sobre sus pasos. Estaba empezando a asustarse. Aceleró el paso para llegar cuanto antes a la boca del metro y subsanar su error. Casi corría cuando se detuvo de nuevo. No podía estar tan lejos. Tenía que habérsela pasado. O tal vez se había desorientado y se había lanzado por una calle distinta.
Vio a una mujer caminando por la acera contraria. Ella sabría indicarle dónde estaba la parada de metro. Cruzó la carretera hacia ella.
—Disculpe. Creo que me he perdido. ¿Podría indicarme…?
La mujer le echó un rápido vistazo y siguió su camino, ignorándola. Paula se quedó tan sorprendida por cómo la había mirado, como si fuera algo sucio e irrelevante, que ni siquiera terminó la frase.
Un hombre de unos sesenta años asomó por la esquina de la siguiente bocacalle y Paula se dirigió directamente a él intentando dibujar la mejor de sus sonrisas. Se frenó en seco cuando aquel tipo respondió con una mueca de asco y con un ademán del brazo espantándola, como quien aleja a una mosca molesta. Tras la sorpresa subió por su garganta un sollozo. Estaba sola, perdida en el frío y en la oscuridad en un sitio que le resultaba completamente extraño y nadie parecía dignarse a prestarle ayuda.
El olor a humedad se intensificó. Alzó la vista y sintió en la cara las primeras gotas. Miró a su alrededor y vio un portal que la resguardaría de la lluvia. Se apoyó contra las grandes puertas de madera, conteniendo el llanto.
El móvil. ¡Eso era! Bastaba con mirar Google Maps para saber dónde estaba y cómo llegar al trabajo. O para llamar directamente a Antonio y que fuera a buscarla. Él nunca la abandonaría. Pese a los problemas que pudieran tener, se querían y confiaba en él.
Quiso introducir la mano en el bolso para coger el teléfono y acabar con aquella situación incomprensible y tan dolorosa. Pero no había bolso. No había teléfono. Miró su mano. Era más oscura de lo que recordaba. ¿O tal vez es que no recordaba bien? Elevó la vista. Los edificios también le resultaron distintos. Más altos tal vez. Estaba confundida. Fue incapaz de hacer nada más que quedarse quieta. Congelada por dentro y por fuera.
Algo sí sabía. Su familia vendría a ayudarla. Solo tenía que esperar y vendrían. Ellos nunca le fallarían.
Su mano… La miró de nuevo y lamió su pelaje húmedo, negro y brillante, sintiendo la rugosidad de los adoquines desiguales bajo sus almohadillas.
Y se tumbó a esperar, junto a la fe y al miedo.
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Fuente: 20 Minutos
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saludium · 7 years
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El expediente disciplinario de Mónica Lalanda
Escribo estas líneas mientras mi esposa sigue durmiendo. Se levantó de la cama esta mañana llorando de dolor, y ya sabéis lo que es eso: ir a Urgencias, esperar turno, hablar con el médico, esperar los resultados de los análisis, segundo médico, revisión, espera. Finalmente todo fue bien, y gracias a que tenemos un sistema público de salud de Champions (a despecho de todos los problemas de precariedad laboral escasez de recursos, de todos los problemas que hay en Granada con la abominable “fusión” de hospitales que ahora estamos intentando.
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bursofia · 6 months
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Vivir también es urgente
La medicina gráfica se nos presenta como una de las mejores herramientas para divulgar los temas que a todos nos preocupan, pero que muchas veces cuesta explicar.
Este tipo de libros es útil para los pacientes y para las personas no especializadas en el tema, pero también es práctico para los profesionales. Se tratan enfermedades y cuestiones de ética médica.
Organizamos en la Biblioteca Reina Sofía este taller de lectura que será impartido por la doctora Mónica Lalanda, experta en medicina gráfica y una de las fundadoras de la plataforma que lleva este mismo nombre: Medicina gráfica.
El taller girará en torno a la obra Vivir también es urgente, de Dominique Mermoux y Beaulieu. Está destinado a estudiantes de todos los grados de ciencias de la salud, de la Universidad de Valladolid: medicina, logopedia, nutrición, ingeniería biomédica, biomedicina y enfermería.
Mónica Lalanda explica así lo que aporta el cómic al mundo sanitario:
Permite al profesional entender cómo se vive la enfermedad de una manera a menudo desgarradora, que va mucho más allá de lo que puedan contar los pacientes durante una consulta.
Aumenta la capacidad de observación y humaniza las situaciones y da visibilidad al enfermo más allá de la enfermedad, aumentando la empatía del profesional sanitario.
Ofrece la posibilidad de aprender a través de la imagen crítica de nuestra profesión, que es mostrada, a veces,como poco humana.
Admite tocar cualquier tema de una manera directa y sin gran preámbulo o explicación. Por ello, es una interesante forma de divulgación sanitaria destinada a pacientes.
Las personas con enfermedades y sus familias pueden compartir su experiencia con alguien que escribe sobre el tema, sintiéndose reflejadas y acompañadas.
Pueden ser una herramienta muy valiosa para transmitir información a los pacientes sobre sus propias enfermedades.
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Si tienes interés en participar en este taller gratuito, inscríbete cuanto antes escribiendo un correo electrónico a [email protected], donde indiques tu nombre y apellidos y el grado en el que estás matriculado/a.
Recuerda: 21 de noviembre, martes, a las 18h30 en la Biblioteca Reina Sofía
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bursofia · 10 months
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Medicina gráfica
Vamos a destacar hoy una temática dentro de nuestra colección de cómics a la que tenemos mucho cariño, por quién nos motivó a hacerla, Mónica Lalanda, y por lo interesante que es el tema: la medicina gráfica.
La salud lleva muchos años desarrollándose en el mundo del cómic, sobre todo en el ámbito anglosajón, donde existen incluso congresos especializados y mucha bibliografía desde hace tiempo.
Los cómics de medicina gráfica pueden enfocar la salud desde el punto de vista del paciente o desde el punto de vista del médico. Tienen un punto de vista que nos hacen acercarnos más fácilmente a la enfermedad, incluso si no tenemos conocimientos médicos.
En España ya hace unos cuantos años surgió una página web especializada, llamada Medicina gráfica, donde periódicamente aparecen reseñas de los títulos que se van publicando, además de información de interés.
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Desde 2018 se están organizando congresos nacionales. Precisamente una de las principales impulsoras de esta actividad es nuestra amiga Mónica Lalanda, citada anteriormente, médico y dibujante, además de divulgadora médica.
En muchas bibliotecas, universitarias y públicas, pueden encontrarse libros de medicina gráfica. Sin ir más lejos, la Biblioteca de Ciencias de la Salud de la Universidad de Valladolid tiene una colección específica.
En la Biblioteca Reina Sofía también hemos apostado por esta temática en nuestro rincón del cómic. Aquí puedes encontrar el tema de los trastornos de la conducta alimentaria en Comiendo con miedo, los miedos que nos acechan a diario en Monstruosamente, el mundo de las urgencias desmitificado en El club de las batas blancas, y muchos otros ejemplos.
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Para poder localizar fácilmente los títulos en Almena hemos creado una colección de Medicina gráfica.
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Esta colección se encuadra en el objetivo 3 de los ODS: Salud y bienestar.
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pediatrialimonar · 4 years
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¿TENGO CORONAVIRUS?, ¿QUÉ HAGO? Mañana pondremos más información asequible en formato blog, pero no queríamos demorar mucho el haceros llegar esta viñeta de la doctora Mónica Lalanda. No será oficial (debería serlo), pero resume perfectamente todo lo que hay que hacer. #pediatría #pediatrics #pediatra #pediatric #pediatrician #pediatras #pediatricians #PediatricCenter #centrodesalud #centrodesalud #niños #baby #salud #health #saludinfantil #insta #instagram #insta #instagram (en Limonar) https://www.instagram.com/p/B-Hnc-nIBQb/?igshid=13dgmipihdafg
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