El ‘cliffhanger’ de Pedro Sánchez
La excesiva carta del presidente del Gobierno completa la asimilación del discurso de Podemos por parte del PSOE y trata a todos como espectadores enfurecidos
Unos meses antes de las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo, las encuestas mostraban que el principal partido de España era “el antisanchismo” (sic), como explicaban expertos en demoscopia –no necesariamente antisanchistas– al analizar sus números con ojos limpios. Aquellos comicios tuvieron un resultado demoledor para el PSOE, cuyo poder territorial se contrajo hasta mínimos históricos. El presidente Sánchez, en su enésimo movimiento táctico, adelantó desesperadamente las elecciones generales al 23 de julio para detener la hemorragia. Pese a ganar Feijóo, el torniquete funcionó. Aunque salvar al paciente requirió un amargo tratamiento coagulante: tragarse el venenoso sapo de la amnistía, validar el relato del independentismo supremacista, hacer lo contrario de lo que dijo –una vez más– y tensionar la conversación pública hasta el tope.
Para lograr y retener el poder ya es más importante no generar rechazo que cosechar adhesión –véase el caso Juanma Moreno en Andalucía–. Por eso, Sánchez vio una oportunidad en las negociaciones para formar los gobiernos autonómicos: había que imponer, en ese periodo, otro rechazo capaz de disipar el rechazo previo; había que agitar el miedo a todo lo que no fuera la izquierda y meterlo en el saco de Vox; había que levantar el “muro” al que luego aludió en el Congreso. Porque, en la lógica de Sánchez, es legítimo gobernar con la ultraizquierda e ilegítimo todo lo demás; cabe hablar, conteniendo la risa, de “mayoría progresista” incluyendo en la suma los escaños del PNV ¡y Junts!; y procede acusar a los demás de trumpistas mientras se usan con desparpajo las más toscas técnicas populistas –el eterno doble rasero–.
La proclamación del falso dilema democracia-fascismo devino en la definición de la fachosfera: si no estás conmigo, eres un fascista y aquí se termina el debate. Todo lo que no fuera Sánchez se situaba en terreno antidemocrático, un marco burdo apuntalado por el persistente eco de los opinadores sincronizados. Y así fue como el PSOE aceleró la asimilación del discurso de Podemos, un proceso que se completa con la carta de Sánchez. No olvidemos que, hace casi seis años, Pablo Iglesias e Irene Montero enviaron una misiva a su militancia a través de las redes sociales y convocaron una consulta sobre su célebre chalé. Con idéntico procedimiento, Iglesias y Montero buscaban entonces lo mismo que Sánchez pretende ahora: medir visceralmente el apoyo popular, hacer política con las tripas, enardecer.
El cliffhanger de Sánchez –consistente en subordinar un país a su estado de ánimo– no parece una posición responsable, seria ni madura por parte de alguien que ocupa nada menos que la Presidencia del Gobierno. Porque la política no es una serie de televisión y trasladarla a la dramatización permanente es ficcionar la realidad, ofrecer un sucedáneo en lugar del producto que la sociedad necesita.
La carta es excesiva y victimista porque lo publicado en El Confidencial resulta relevante y merece ser investigado, lo denuncie quien lo denuncie. Es agria, simple y polarizadora. Lo es intencionadamente, con un objetivo evidente. El líder del PSOE ha entendido como pocos el nuevo paradigma de la comunicación. Sabe que ahora, en la era de las pantallas personales, se demanda más entretenimiento que información. Y así nos tiene, entretenidos, especulando sobre su anunciada comparecencia de mañana, esperando el inminente estreno de la siguiente temporada mientras comentamos el trepidante final del capítulo anterior en calidad de espectadores enfurecidos –concepto de Manuel Arias Maldonado, extraído de La democracia sentimental–. Enfurecidos todos, sea en el rechazo o en la adhesión, lo cual es un tristísimo (de)mérito de Sánchez. Cuando se marche, sea en las próximas horas o más adelante, dejará España enfrentada como nunca desde la Transición. Menudo legado.
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¡Atención, Rueda y acción!
Rueda ha arrollado al PSOE y a Sumar en Galicia. El acelerón del BNG no frenó al PP, que revalida la Xunta al encadenar su quinta mayoría absoluta. En clave nacional, como insinuaban los sondeos, el escrutinio del 18F arroja unos datos alentadores para Feijóo y desastrosos para Sánchez meses antes de las elecciones al Parlamento Europeo.
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Una delegación del PPCV acude a Madrid a la concentración en defensa de la igualdad y contra la amnistía
El presidente del PPCV, Carlos Mazón, encabezará la delegación de militantes y simpatizantes del Partido Popular que mañana domingo, 24 de septiembre, se desplazan a Madrid para asistir a la concentración, organizada por el Partido Popular en defensa de la Igualdad frente a la amnistía.
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Feijóo duda si presentarse a la investidura ante la evidencia de que no tendrá apoyos
Pese al 'no' del PNV, barones del PP consideran que su líder tiene que acudir al Congreso a intentar convertirse en presidente del Gobierno. “No está decidido”, admiten en Génova
Alberto Núñez Feijóo quiere mantener el relato de que busca apoyos para ser investido presidente, a pesar de que el portazo del PNV y el rechazo del PSOE le dejan sin opciones. “Cumpliré mi deber, intentaré hablar con los grupos para darle a España lo que España votó en las urnas”, ha expresado este mismo martes desde Santiago. El líder del PP tiene la intención de mantener contactos con otros líderes políticos, entre ellos Pedro Sánchez, que le emplazó a hablar una vez que el voto exterior esté incorporado a los resultados. También tiene pendiente una conversación con Santiago Abascal. Pero el expresidente gallego ya sabe que, con el arco parlamentario que dejó el 23J, no tiene opciones de llegar a Moncloa. Aún así, insiste en una estrategia que, en principio, mantendrá viva cuando acuda a Zarzuela a la ronda de consultas que abrirá Felipe VI.
La gran incógnita que aún sobrevuela en Génova es si Feijóo estaría dispuesto a someterse a una investidura fallida para poner en marcha el reloj y que el bloqueo no se prolongue sine die. Lo que establece la legislación es que el jefe del Estado, tras escuchar a los portavoces, encarga a uno de los líderes intentar formar Gobierno. Eso se traduce en una sesión parlamentaria en la que el candidato tiene que sacar mayoría absoluta en una primera votación o mayoría simple (más síes que noes) 48 horas más tarde. Si el Congreso no le da la confianza, comienza a correr el plazo de dos meses para que haya un Gobierno o se repitan las elecciones.
“No está decidido”, admiten en el círculo de confianza de Feijóo sobre la posibilidad de que le traslade al rey su intención de presentarse a la investidura aun consciente que no lo vaya a lograr. El sistema había funcionado en los tiempos del bipartidismo, pero todo saltó por los aires en los comicios de diciembre de 2015 y Mariano Rajoy declinó el ofrecimiento del rey de intentar formar Gobierno tras ganar las elecciones, pero sin que le dieran los números para seguir en Moncloa. “Hoy no tengo los votos y, por tanto, no tiene ningún sentido que vaya allí a los únicos efectos de que empiece a correr el plazo de dos meses que establece la Constitución Española”, argumentó el entonces presidente en funciones.
Ese es un escenario que no quieren algunos barones del PP, que empujan a Feijóo a ir al Congreso aunque no tenga los apoyos. Los dirigentes territoriales cerraron filas con el líder de la oposición apenas unas horas después de su resultado el 23J, en el que logró colocar al PP en primera posición con 47 escaños más que en las últimas generales, y avalaron la estrategia que había desvelado unas horas antes de reunirse con ellos de intentar buscar los apoyos para ser investido con una maniobra que era, desde el inicio, imposible.
Pero algunos le piden más y le emplazan a ir al Congreso aunque no tenga los apoyos. El más explícito ha sido el presidente andaluz, Juanma Moreno Bonilla, uno de los principales contrapesos del PP. “Yo creo que sí”, respondió a la pregunta de si Feijóo debía presentarse a una investidura fallida. “La responsabilidad que nos han dado los españoles al ganar las elecciones nos lleva a asumir esa responsabilidad y nosotros somos de los que asumimos las responsabilidades que nos corresponden”, explicó.
Es un sentir compartido por otros dirigentes territoriales, incluida la madrileña Isabel Díaz Ayuso; pero Feijóo no ha resuelto aún el dilema. El espejo en el que se miran los conservadores es en el de Inés Arrimadas tras hacerse con la primera posición en Catalunya, pero sin posibilidades de desbancar al independentismo en 2017 en las elecciones que se convocaron mediante la aplicación del 155. El PP presionó a la candidata de Ciudadanos para que se sometiera a la investidura, aunque no le daban los números. Era una manera, además, de retratar al PSC.
Por el momento, Feijóo ha asegurado que seguirá explorando sus posibilidades que, de cara a una investidura fallida, se limitan a Vox y UPN, porque Coalición Canaria ya ha descartado participar en una “investidura fantasma”. “Yo creo que decir que no se tiene apoyo simplemente por haber hablado con algún grupo, me parece una conclusión precipitada”, ha declarado este martes, pese a la evidencia.
Para Feijóo el debate de investidura podría ser un escaparate en caso de que España vaya de nuevo a la repetición electoral, pero también corre el peligro de aparecer retratado junto a Vox si cierran, por ejemplo, un acuerdo que defender ante el Parlamento para que al final quede en papel mojado y les vincule inexorablemente. Esa es la encrucijada y esa es la decisión que tiene que tomar Feijóo, que mira de reojo a Pedro Sánchez, a quien pide el apoyo tras haber prometido que usaría el poder para derogar el sanchismo, y que tiene clara su intención de intentar un acuerdo que le permita seguir en Moncloa.
El PSOE obvia a Feijóo: “Vamos a gobernar”
En el PSOE le restan relevancia a que Feijóo finalmente decida presentarse a la investidura o no y creen que, en cualquiera de los escenarios, la realidad de las urnas se acabará imponiendo. “Tanto si va como si no, se va a evidenciar que está arrinconado, que no tiene apoyos más que el de la extrema derecha. Lo novedoso es que la primera fuerza no sea capaz de ahormar una mayoría parlamentaria”, apuntan fuentes de la dirección socialista.
Los planes de Pedro Sánchez pasan por limitar la exposición pública de su partido y dejar en las próximas semanas todo el foco al PP, inmerso en el laberinto de cómo gestionar una victoria que no le otorga opción alguna de Gobierno y que consideran que amenaza con derivar en una crisis interna de liderazgo de Feijóo.
En paralelo, los socialistas intentarán conformar una nueva mayoría de investidura para revalidar el Ejecutivo de Pedro Sánchez. “Vamos a respetar los tiempos”, se limitan a comentar en el equipo más cercano al presidente, donde extreman la prudencia sobre las negociaciones que están por venir aunque se muestran confiados en que Sánchez será investido. “Vamos a gobernar”, aseguran en Ferraz.
Cuestionada por las exigencias de Junts, formación clave en la nueva aritmética del Congreso, la portavoz del Gobierno se limitó este martes a subrayar el respeto a la Constitución en todos los territorios de España. “El presidente ha demostrado que en Catalunya, al igual que en el resto de España, solo cabe el marco constitucional. Y a tenor de los resultados parece que eso ha gustado a los catalanes también”, dijo.
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La investidura de la descompostura
Alberto Núñez Feijóo perdió la votación de la investidura y ganó puntos para ejercer de ariete en la oposición contra la descompostura. Durante el debate, Pedro Sánchez soltó al ogro de presa Óscar Puente con la ilusión de que el candidato mordiera el polvo. El silente presidente del Gobierno saliente gritó a garganta cerrada por si las moscas entraban y lo obligaban a hablar de la amnistía. De él, ni quienes lo subordinan en sus tropelías ya se fían.
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