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rookiemxwritergeek · 2 days
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rookiemxwritergeek · 8 days
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rookiemxwritergeek · 15 days
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rookiemxwritergeek · 15 days
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rookiemxwritergeek · 17 days
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rookiemxwritergeek · 23 days
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rookiemxwritergeek · 1 month
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rookiemxwritergeek · 1 month
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rookiemxwritergeek · 1 month
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rookiemxwritergeek · 2 months
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rookiemxwritergeek · 2 months
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¿Cómo es escribir un cuento?
Me siento en una silla vieja a darle a las teclas. He escrito unas cinco versiones del mismo cuento y el final nunca le ha hecho honor a las voces que se cuentan secretitos tras el teléfono. Dos mujeres, amigas, que cocinan y limpian y se enamoran de la idea del amor y les gusta sentirse deseables y deseantes. De pronto, tantas voces me confunden: «has esto», «escríbelo así» «ahora es una caricatura», «no creo que el personaje haga eso», «deja de moralizarla». Son voces entre las que no distingo mi propia voz. Olvido de pronto que no escribo para agradar, que escribo porque hay cosas que me encantaría contarle al mundo: hablar sobre la culpa, la moral impuesta a las mujeres y sus cuerpos, la cruz que hemos de cargar cuando nos sentimos libres de hacer algo y cuando lo hacemos, el camino de pequeñas acciones que emprendemos. Y parece que todo se reduce a llegar a un final, a encontrar el final que, en principio, tendrá que cambiar todas las cosas. Una costumbre clásica esa de cachetear al lector con imágenes de huracanes, mostrarle el huracán. Pero, a lo mejor, mi intento desesperado de escritura no quiere mostrarle el huracán, no quiere darle una cachetada, mi escritura quiere, a través de la risa, hacerlo partícipe de ese pequeño salto de libertad que crece, lento y confuso, dentro del cuerpo de un personaje.
Escribir un cuento es diseñar un artefacto para contar un deseo que se cumple o no se cumple.
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rookiemxwritergeek · 2 months
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rookiemxwritergeek · 2 months
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Capítulo 7: La batalla final
La emboscada fue brutal, un súbito y letal ataque que dejó a varios de nuestros compañeros caídos. Yo misma fui capturada una vez más, convertida en prisionera en un giro amargo del destino. Aquella rebelión que habíamos luchado por mantener, parecía llegar a su fin en ese instante.
La guerra contra Camazotz, el implacable enemigo que había estado persiguiendo nuestra causa, parecía haberse inclinado en su favor. Sentía que había fallado de manera devastadora a mi gente y a nuestra lucha. La opresión y la derrota pesaban sobre mí, dejándome una sensación abrumadora de impotencia.
Mientras nos llevaban encadenados y resignados a un futuro incierto, un inesperado giro del destino cambió el rumbo de la tragedia. Un estruendo resonó en el aire y una sombra oscura se cernió sobre nosotros. Un águila gigante descendió con una fuerza impresionante, sus enormes alas agitando la arena y generando una tormenta que oscureció el panorama. Los guardias de Camazotz quedaron desorientados y derribados por esta inesperada interferencia.
Caí al suelo, herida y agotada, creyendo que mi destino estaba sellado. Pero mi desesperación se transformó en asombro cuando esa majestuosa águila reveló su verdadera forma, mi abuelo. Sus ojos reflejaban una determinación feroz mientras me miraba. En medio de la confusión, logré emitir un grito ahogado:
—¡Corran!
La distracción provocada por la transformación de mi abuelo permitió que la mayoría de los prisioneros escaparan, aunque yo no tuve la misma suerte. Camazotz, a pesar de su sorpresa, se regocijaba de tenerme aún en su poder, como si mi captura fuera el último clavo en el ataúd de la rebelión.
—¡Despierta, Nikté! Aún no es el momento de unirte a nosotros en el Micltan. Abraza tu destino, no luches contra él —sus palabras resonaron en mi mente, mezclando advertencia con un extraño eco de comprensión.
Reuniendo las últimas reservas de fuerza, logré ponerme de pie, mi determinación anulando el dolor y el agotamiento que me aquejaban. Camazotz y yo nos enfrentamos, sus ojos desprendían una confianza perturbadora. Era como si estuviera desafiándome a aceptar la realidad que él había trazado.
En ese momento, los testigos presenciaron un enfrentamiento épico, el bien y el mal colisionando en una lucha feroz. Aunque mi victoria parecía improbable, mi determinación y valentía se alzaron sobre la oscuridad. Finalmente, la balanza se inclinó a favor del bien, y mi victoria resonó como un himno de esperanza en medio de la desesperación.
Después de días de penumbra y desesperanza, la luz encontró su camino. La gente, animada por la visión de que el bien podía prevalecer, me eligió como nueva líder del continente. Aunque el título era un honor, no había espacio para la celebración. Era el momento de trabajar incansablemente, de reconstruir y sanar, de labrar un futuro mejor.
Así se inició una nueva era, una época de alegría, equidad e igualdad que el mundo anhelaba. Los cimientos de un futuro prometedor se cimentaron, y con cada paso hacia adelante, la leyenda que había sido profetizada comenzó a tomar forma: Nikté-ha, la mujer jaguar, quien había enfrentado la oscuridad y emergido como la encarnación viviente de la esperanza y el cambio.
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rookiemxwritergeek · 2 months
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Capítulo 6: Danza de Sombras y Espadas 
Amaité y yo salimos de la fortaleza de Cazamos en plena luz del día, conscientes de que no sería capaz de perseguirnos debido a que era el dios de las sombras y la oscuridad. El sol brillaba radiante en el cielo, pero mi corazón estaba lleno de un sentimiento abrumador de soledad, similar al que experimenté cuando murieron mi abuelo y mi madre. Aquellos acontecimientos trágicos habían dejado una profunda huella en mi ser.
Mientras vagábamos sin rumbo, nuestras almas errantes se encontraron con la familia de gigantes del norte, a quienes había ayudado en el pasado. Agradecidos por mi intervención anterior, nos acogieron cálidamente en su hogar, que emanaba una sensación reconfortante de amor y protección.
La mujer, cuyos ojos destellaban curiosidad, se acercó a mí con una mezcla de intriga y respeto. Su voz resonó en el aire tranquilo cuando me preguntó por qué huía de Camazotz, si todos sabían que era su hija. Miré fijamente sus ojos y, con determinación en mi voz, le expliqué que, aunque era cierto que tenía un vínculo de sangre con aquel ser, mi espíritu rechazaba su forma de "restablecer" el equilibrio de la vida. Sentía en lo más profundo de mi ser que había un camino mejor, una forma más justa y compasiva de lidiar con los desafíos que la existencia presentaba.
"Tenemos que hacer algo", susurró la mujer, como si nuestras palabras se entrelazaran en el aire y encontraran un eco mutuo en nuestros corazones.
Aquella afirmación resonó en mi ser y desató una avalancha de preguntas dentro de mí. ¿Pero qué podríamos hacer? ¿Cómo podríamos restablecer el equilibrio de una manera distinta a la suya? En medio de la incertidumbre, una chispa de esperanza se encendió en mi interior, y supe que no estábamos solos en esta búsqueda.
En un acto de sabiduría ancestral, decidí convocar a Canek, el antiguo sabio de nuestra tierra. Me habían dicho que él poseía la sabiduría necesaria para mostrarnos el camino hacia la redención. Su figura imponente y su mirada penetrante encarnaban el espíritu indomable de aquellos que se atrevían a desafiar el destino impuesto.
Canek me habló en susurros cargados de significado. Me explicó que la clave para derrocar a Camazotz residía en unir a todas las almas que anhelaban un cambio, que buscaban una esperanza, una luz en medio de las sombras opresoras. La fuerza residía en la unidad, en tejer un manto de solidaridad y resistencia contra la oscuridad reinante. Aquellos gigantes del norte, con su espíritu generoso y corazones rebosantes de valentía, se comprometieron a acompañarme en esta causa sagrada: la construcción de un mundo mejor.
Así fue como la leyenda de Nikte-ha, la mujer jaguar, cobró vida en este mundo convulso. La fortaleza y la determinación se entrelazaron en mis venas, y mi espíritu se alzó como un faro de sabiduría y humildad para guiar a mi pueblo hacia un futuro más luminoso.
Sin embargo, en medio de la preparación y el creciente sentido de propósito, una noche oscura y estrellada, Rose, la madre gigante, me llamó a su presencia. Sus ojos brillaban con una mezcla de amor maternal y preocupación.
"Sé que se acerca el día en que nuestras vidas cambiarán por completo. Lo sé, lo siento en lo más profundo de mi ser. Por eso, en esta morada de amor y protección, hemos decidido otorgarte un presente", dijo, mientras sus manos envolvían un tesoro en un halo de misterio.
Cuando desplegó su regalo, ante mis ojos se reveló una maravilla de jade, un traje que parecía fusionarse con la esencia de la naturaleza misma. Un par de botas café, hechas de ámbar, brillaban como pequeños soles en mis manos. Pero lo más intrigante de todo era un arma antigua y poderosa: un macahuitl. Cada detalle estaba cuidadosamente labrado, imbuido de la historia y la fuerza de aquellos guerreros que habían desafiado la adversidad en tiempos remotos. Me quedé maravillada ante la belleza y el simbolismo de aquellos obsequios.
A medida que los días pasaban, una inquietud creciente se apoderaba de mi conciencia. No había recibido noticias de Camazotz, ni señales de venganza o advertencias. Sin embargo, sabía en lo más profundo de mi ser que alguien tan despreciado y orgulloso nunca permanecería en calma por mucho tiempo. Algo siniestro estaba gestándose en el reino de las sombras.
Con el corazón lleno de determinación y una mezcla de ansiedad, busqué respuestas y me preparé para el enfrentamiento inevitable. Rose y su hija Miranda me brindaron su apoyo y decidimos formar un pequeño grupo de valientes dispuestos a explorar el territorio durante el día, con la esperanza de evitar enfrentamientos directos y heridas innecesarias. Sin embargo, estábamos lejos de anticipar la terrible sorpresa que Camazotz nos tenía reservada.
Mientras avanzábamos por el bosque, el aire se volvió más denso y opresivo, como si una sombra oscura hubiera caído sobre nosotros. Los pájaros dejaron de cantar y el rumor del viento se convirtió en un susurro inquietante. Los instintos de supervivencia se agudizaron, pero no podíamos ver ninguna amenaza inmediata.
Fue entonces cuando un grito desgarrador rompió el silencio, seguido de un estruendo ensordecedor. Nos giramos hacia el origen del sonido, solo para encontrarnos con una horda de criaturas monstruosas emergiendo de las sombras. Eran seguidores de Camazotz, criaturas grotescas y despiadadas, sedientas de sangre y ansiosas por el combate.
La emboscada había sido meticulosamente planeada, y la estrategia retorcida del dios de las sombras se reveló ante nosotros. El suelo temblaba bajo la avalancha de criaturas que se abalanzaban hacia nosotros, y los gritos de guerra resonaban en el aire. El grupo de valientes se preparó para el enfrentamiento, pero la magnitud de la emboscada era abrumadora.
Con cada acometida de nuestras armas, con cada grito y rugido, una danza mortal se desataba en medio del caos. La sangre brotaba y teñía la tierra de rojo mientras luchábamos por nuestras vidas. Cada movimiento era un acto de supervivencia, cada golpe una lucha desesperada por mantenernos en pie.
Los monstruos no mostraban piedad, y tampoco lo hacíamos nosotros. La adrenalina y el miedo se entrelazaban en nuestros corazones, pero no había tiempo para dudar. Estábamos decididos a luchar hasta el final, a no ceder ante las fuerzas de la oscuridad que amenazaban con consumirnos.
El sonido de la batalla se mezclaba con los alaridos de agonía, y el aire se llenaba con el olor metálico de la sangre derramada. Cada baja que sufríamos era una pérdida sentida en lo más profundo de nuestro ser, pero no podíamos permitir que la desesperanza nos dominara.
En medio del caos y la carnicería, me enfrenté directamente a uno de los seguidores de Camazotz, cuyos ojos brillaban con malicia y sed de poder. Con un grito desgarrador, me lancé hacia él, mi arma en alto, y el mundo se redujo a un enfrentamiento mortal entre la luz y las sombras.
La emboscada sangrienta estaba en su punto álgido, y solo el destino podía decidir el desenlace de esta batalla épica entre el bien y el mal. Aunque el miedo nos envolvía, sabíamos que debíamos luchar con todas nuestras fuerzas, porque el futuro de nuestro mundo dependía de ello. Y así, con corazones valientes y una determinación inquebrantable, nos sumergimos en la vorágine de la emboscada, enfrentando al dios mas temido y a su ejército de criaturas oscuras.
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rookiemxwritergeek · 3 months
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Capítulo 5: Entre la Luz y la Oscuridad
Cuánta razón tenía Camazotz al decirme que la luz y la oscuridad son dos elementos tan importantes en la vida de los humanos que casi olvidamos que coexisten con nosotros diariamente. Algo así me pasó a mí. Sabía que todos los humanos tenemos un poco de ambas dentro, pero nunca había confrontado a ambas al mismo tiempo.
Un día, mientras Camazotz y yo estábamos comiendo, lo cuestioné acerca del cartel del quinto sol y su relación con la explosión del segundo sol. Él se petrificó, no esperaba esa pregunta. Intentó cambiar de tema en un par de ocasiones, pero al ver su negativa, mi enfado creció cada vez más.
—¿Fuiste tú, cierto? ¿Tú fuiste el culpable? ¡Tú acabaste con mi vida, con la vida de todos! —le dije.
—Puedo explicarte, lo juro. —me decía.
Pero todo lo que me decía me parecían excusas, palabras vacías que me hacían enfadar aún más. Lo empujé con fuerza al suelo. Él me miraba con asombro, no esperaba que tuviera el valor y el atrevimiento de empujarlo, de retarlo. Sentía mucho odio dentro de mí, tanto que mi piel comenzó a cuartearse como cuando explotó el segundo sol, y rugí con fuerza como un jaguar para calmar mi coraje. Uno de sus empleados me tomó distraída y me golpeó por detrás con un tronco gigante con espinas, lo que me aturdió momentáneamente. Ellos me tomaron como prisionera y me llevaron al cenote donde solían aniquilar a los niños que servían de ofrenda en la ceremonia del agua.
Al recobrar la conciencia, me encontraba amarrada boca abajo con los brazos y pies sujetados por una cuerda que pasaba alrededor de unas estalactitas. Cuando abrí los ojos, vi a un Camazotz diferente al que alguna vez creí conocer. En lugar de ser un hombre amable y gentil, se veía lleno de odio y rabia en su interior.
—¿Por qué, Nikte? ¿Por qué me traicionaste? ¡Juntos pudimos haber dominado el mundo! —me decía una y otra vez sin parar.
—¿Yo te traicioné? ¡Fuiste tú quien construyó un segundo sol que destruyó el mundo! ¡Con tu maldita ambición! ¡Eres un ser horrible, lleno de odio y oscuridad! ¡Podrás ser mi padre, pero no nos parecemos en nada! ¡Mataste a mi madre, a mi abuelo, a la gente que amaba! ¡Ojalá me hubiera muerto también! —le dije.
Él rió irónicamente.
—¿Por qué me ves como el enemigo a perseguir, cuando en tus venas corre mi sangre? Recuerda, Nikte, que el agua se puede secar, pero la sangre siempre dejará una huella imborrable por donde quiera que pase. En vez de renegar de esa oscuridad que tienes en tu interior, abrázala, hazla tuya, únete a mí y devolvamos el equilibrio al mundo... —me dijo.
Camazotz hizo una señal a uno de sus lacayos para que me soltara, mientras otro sacaba a uno de sus sirvientes. No podía creer lo que veían mis ojos: era Kaibil, mi mejor amigo de la infancia.
—¡Kaibil! —grité.
—Posiblemente ya conozcas a este empleado, su nombre es Kaibil. Además de ser un empleado muy agradecido conmigo por haberlo liberado de su sufrimiento luego de nuestro experimento con el segundo sol, también me contó que alguna vez fue un asesino, un violador de mujeres... Es una basura, una escoria ¿cierto? ¿No crees que está robando aire de la gente buena? ¿Verdad que deseas matarlo? ¡Hazlo! ¡Devuelve el equilibrio al mundo! —me decía.
No voy a mentir, sentí el impulso de hacerlo al escuchar las atrocidades que mi amigo había cometido, pero me contuve. Soy fiel creyente de que la verdad siempre tiene dos caras, como las monedas, y depende del lado en el que estés, es la verdad que conocerás. Así que preferí contener mi sed de sangre y mostré mi lado piadoso. Después de todo, era Kaibil, mi mejor amigo, y debía haber alguna razón coherente para lo que hizo. Pero me equivoqué. En el momento en que mostré piedad, Camazotz decidió traicionarme, mi propio padre.
—¡Tonta! ¡Tonta mujer! Bueno, ya que no deseas hacerte cargo de él, yo sí. —me dijo. Acto seguido, dio la señal a los murciélagos para que con sus pequeños pero filosos dientes devoraran su piel al compás de sus gritos de dolor y desesperación.
—¡Para! ¡Para! ¡Es suficiente! —
Con una fuerza que desconocía en mí misma, me acerqué a mi amigo Kaibil, quien, a pesar de su dolor, aún me miraba con tristeza por el camino que había decidido seguir. Le arranqué el corazón de un solo tajo para que dejara de sufrir.
—Perdóname, amigo. —le dije al oído entre lágrimas.
Por fortuna, Kaibil murió al instante con un semblante de tranquilidad en su rostro. Arrojé su corazón al cenote, como símbolo de que su sacrificio no sería olvidado.
Camazotz se enfureció aún más al ver mi acto de rebeldía. Creía que no podía ser hija suya. Sentía vergüenza, rabia y odio en su corazón, más de lo que nunca había sentido en toda su existencia. Juró que se vengaría de mí y me haría sufrir utilizando lo más sagrado para mí. Esa misma noche, con la ayuda de Canek y Amaité, logramos escapar. No podía creer que ahora mi padre y yo hubiéramos caído en guerra.
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rookiemxwritergeek · 3 months
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Capítulo 4: El oscuro secreto del quinto sol
—Ven, acércate a mí, no te haré daño —me aproximé al hombre solo unos pasos. Por alguna razón, su rostro me resultaba familiar.
—¿¡Canek?! —pregunté.
Él asintió.
—No tengo mucho tiempo, los señores de Xibalbá deben estar buscándome ya. Debes tener mucho cuidado con Camazotz. Aunque te ha mostrado una cara amable, detrás de ella se esconden terribles secretos. Tu deber es descubrir sus macabros planes y proteger a la humanidad. Ha llegado el momento de enfrentar tu destino.
—Pero, ¿cuál es mi destino? No entiendo nada.
Canek se puso nervioso.
—No hay tiempo, pronto volverás a saber de mí. Ya vienen.
Se acercó y me tomó del cuello para aplicar una llave y decirme:
—Despierta.
Desperté en la cama, agitada, junto a mi mejor amiga, dudando de si todo esto había sido real o producto de un sueño lúcido.
Después de un par de horas, los sirvientes de Camazotz tocaron a mi puerta, pidiéndome que me alistara porque Camazotz requería mi presencia fuera de la pirámide. Tomé la ropa especial que me habían dado para protegerme de la contaminación y salimos en camino a encontrarlo.
Viajamos en un vehículo militar tipo tanque, con Camazotz, yo y cinco guardias fornidos de su seguridad. Llegamos a un lugar que me resultaba familiar: un cenote que solía visitar con mi madre y mi abuelo antes de la explosión del segundo sol. Me pareció extraño y aterrador, ya que según me habían contado, ese lugar formaba parte del territorio que Canek había construido para protegernos.
—¿Cómo conoces este lugar? —le pregunté.
—Este lugar es un secreto que solo he compartido con pocas personas. Verás, cuando era niño, era muy pobre, tanto que teníamos que alimentarnos de la comida que la comunidad ya no usaba para poder sobrevivir, lo que causaba mucho enojo en mi padre. Cuando se frustraba por no poder proveer lo suficiente para sobrevivir, nos golpeaba hasta el cansancio a mi madre y a mí. Una tarde, cansado de tantos golpes, hui de mi casa. Recuerdo que corrí hasta que mis delgadas piernas se cansaron, y fue cuando lo encontré: el cenote más hermoso que jamás había visto. Desde entonces, se convirtió en mi lugar favorito, mi lugar de reflexión. Lo compartí con mi mejor amigo y pasamos varias horas de diversión. Ambos crecimos, él se enamoró y tuvo una hija de la cual me enamoré profundamente. Pero a pesar de que mi vida parecía perfecta, aún me sentía vacío, como si algo me faltara, hasta que una noche sentí el llamado de los señores de Xibalbá. Ellos me dijeron que, si era mi voluntad, mi destino en esta tierra sería más grande de lo que jamás podría imaginar, que cientos de historias se harían de mí y mi nombre jamás se olvidaría, siempre y cuando cumpliera todas sus demandas tal como ellos lo pedían. Después de todo, ¿quién no se dejaría seducir por una oferta así? Con el tiempo, mi amigo y mi mujer se alejaron de mí, pero al final nunca fueron mis amigos si no permanecieron a mi lado. ¡Este cenote esconde tantos secretos que nos llevaría todo el día hablar de ellos! En fin, por muchos años había olvidado de su existencia, hasta que uno de mis hombres lo encontró con su radar para encontrar agua, ahora lo vamos a dragar para abastecer de agua a la gente —me dijo.
—Pero esto no puede ser posible. Mi abuelo me enseñó sobre este cenote y me dijo que solo nosotros tres sabíamos de él, además de que está ubicado en la línea de protección que Canek construyó para resguardarnos de los peligros del mundo exterior —le dije.
—Recuerda que el agua es el elemento más importante para nosotros, los humanos. Nos provee vida y nos causa la muerte si no sabemos cómo tratarla. Es nuestro origen, pero también nuestro final. Es nuestra conexión con el cielo, pero también con el infierno —me interrumpió.
Yo quería retomar la idea antes de olvidarla. —Tengo tantas dudas... Entonces, ¿eso quiere decir que eres mi padre? ¿Qué soy hija de Camazotz, el dios de las tinieblas? —pregunté.
Pude ver cómo los colores de la piel de Camazotz desaparecieron cuando terminé de pronunciar esas palabras. De pronto, todo cobró sentido. Comprendí por qué mi abuelo y mi madre se negaban a hablarme de mi padre, por qué desde pequeña había sentido una cierta oscuridad que no sabía cómo justificar.
Él quiso abrazarme; se veía deseoso de crear lazos rápidamente, pero yo opuse resistencia. Era demasiado pronto para llamarlo padre y establecer una relación de la nada, pero estaba sola, así que no estaba totalmente cerrada. Decidimos ir paso a paso.
Las cosas transcurrían bien entre ambos; ya no había visto a Canek en mis sueños, por lo que ya no tenía motivos para desconfiar. Los sirvientes de Camazotz cada vez eran más amables conmigo e incluso comenzaba a parecerme loable la labor de controlar el agua. Al fin y al cabo, era una forma de proporcionar una calidad de vida sin preocupaciones a la gente. Sin embargo, como siempre digo, nada es para siempre.
Una tarde, Camazotz me mandó llamar solo a mí con uno de sus empleados. Me dijo que quería mostrarme el secreto de su eterna juventud. Él cuestionó cómo era posible que tuviera tantas concesiones conmigo, dado que apenas nos conocíamos desde hacía un par de meses, y tenía algo de razón.
—Jefe, no creo que sea conveniente —le dijo el empleado.
—Tú no estás aquí para creer —le respondió.
—Pero apenas la conoces, ¡la va a traicionar! —le respondió.
Camazotz, molesto por el exceso de confianza de su empleado, le propinó un tremendo bofetón que lo hizo tambalear. Yo permanecí atónita ante tal acción. No les voy a mentir, me sentí seducida ante tanto poder que Camazotz me había dado en tan poco tiempo.
—El motivo por el cual te mandé llamar es porque quiero mostrarte mi más grande secreto, el motivo de mi inmortalidad. Quiero compartirlo contigo porque quiero que tú seas mi heredera. Los señores de Xibalbá me lo pidieron, y yo también siento que eres la indicada.
Al ver el descontento de su gente, le pedí que me diera la oportunidad de pensarlo. Para mi sorpresa, accedió de buena manera.
—Está bien, haremos este ritual cuando estés lista —me dijo muy apacible.
Mientras tanto, comenzó a abrirse más conmigo, mostrándome secretos que jamás habría imaginado conocer. Dejé de verlo como un hombre atemorizante y empecé a verlo como el hombre sabio y adulto que era.
Pero no pasó mucho tiempo después de eso para que supiera la terrorífica verdad de su inmortalidad.
Una noche, mientras paseaba por la explanada de la pirámide, presencié por primera vez la famosísima ceremonia del agua, en la cual cada familia debía entregarle a Camazotz su primogénito. Aunque dicha ceremonia ya tenía tiempo celebrándose, aún podía ver la tristeza y el horror en las madres al desprenderse de sus hijos.
—¿A dónde van todos estos niños? — le pregunté a una de las empleadas de Camazotz.
Ella me miró con tristeza y me respondió: —Es mejor que no lo sepas. —
Pero su respuesta me dejó aún más intranquila de lo que ya estaba. Permanecí inmóvil, observando cómo uno a uno los primogénitos de la comunidad se separaban de sus familias con dolor. Sin embargo, algo ocurrió que me hizo salir de mi trinchera e intervenir.
Resulta que se trataba de una familia de gigantes del norte del continente, con cabellos tan rubios y largos como el sol. Ellos vagaban en busca de comida y agua para sobrevivir, sin conocer las normas del trueque en esta tierra. Al tomar al niño de esa familia, el padre se opuso ferozmente, desatando una épica batalla con las pocas fuerzas que le quedaban. Me compadecí de la pobre mujer y sentí que era el momento de intervenir para evitar una tragedia mayor. No solo se iba a quedar sin su hijo, sino que también estaba cerca de convertirse en viuda.
—¡Por favor, no lo mates! —le dije a Camazotz.
—¡Largo, Nikte! —respondió.
—¡No! ¡Lo que estás haciendo es injusto! Pedirle a una madre que se aleje de su hijo es inhumano, es insensible. ¿Acaso no te hubiera gustado pasar tiempo conmigo? ¿Dónde está tu empatía? —le dije.
No sé si impuse respeto o simplemente Camazotz no estaba de humor para pelear conmigo, pero decidió devolver al niño a su familia.
—Quiero hablar contigo. —me dijo molesto.
La familia huyó feliz.
Al finalizar la ceremonia del agua, me mandó llamar a un cenote que estaba debajo de la pirámide (del cual no estaba enterada de su existencia). Bajé cautelosamente, ya que el suelo estaba húmedo y era fácil tropezar.
—Ven, acércate. —me dijo.
Para mi sorpresa, me encontré con todos los niños de la ceremonia del agua formados en fila a la orilla del cenote.
—Verás, Nikte, quiero enseñarte una lección de padre e hija. En la vida, aunque no lo queramos, todo es un equilibrio: el sol con la luna, el día con la noche, la alegría con el miedo, el agua con el fuego. Como podrás observar, a partir de la explosión del segundo sol, no hay suficientes elementos para sobrevivir, por eso... —entonces, los niños dieron un paso al frente, como si estuvieran bajo algún tipo de hechizo o embrujo, y uno a uno cayeron al cenote para ser devorados por los murciélagos. Los niños gritaban de horror y dolor, luego continuó—: por eso se realiza este intercambio. Un niño, al nacer, otorga tanta vida y color a su alrededor como el agua. ¿Ves ahora por qué son necesarios estos sacrificios? —
—Pero ¿y qué? ¿Solo sirven de comida para los murciélagos? —
Él me hizo una señal. De repente, el cuerpo de los murciélagos comenzó a emanar agua. Ese era el intercambio, ese era el secreto.
—Pero debe de haber otra manera. El dolor, el sufrimiento nunca son la solución. —le dije.
En ese momento, la confianza que habíamos construido se rompió. Nada sería igual y ambos lo sabíamos. Tenía que encontrar una forma de detenerlo, de romper el ciclo y encontrar otra alternativa. ¿Pero cómo?
Esa noche, después de mucho tiempo, volví a ver a Canek en mi habitación. Me sobresalté, ya que su aparición me tomó por sorpresa.
—¡Canek! —grité.
Él puso su mano en mi boca para hacerme callar.
—Así que, ¿ya lo sabes? —me preguntó.
—Sí, lo sé todo. —le respondí.
Él negó con la cabeza.
—No, aún no sabes todo. Falta el secreto más oscuro por conocer. Cuando lo descubras, necesitarás recordar de qué estás hecha, de tu linaje, de tu fuerza interior. —entonces tocó mi tótem de jaguar y, por primera vez en años, se encendió, iluminando nuestra habitación. Él, como la última vez, desapareció entre las sombras de la noche.
Amaite lloró nerviosa; supongo que presentía que algo malo estaba a punto de suceder.
Al despertar, me dediqué a buscar alguna pista o indicio de lo que Canek me había dicho la noche anterior. No fue hasta que escuché a Camazotz hablar con uno de sus lacayos acerca del cartel del quinto sol cuando todo cobró sentido. Había sido Camazotz y sus aliados quienes habían creado un segundo sol y hecho explotar el planeta entero, pero la gran pregunta era: ¿por qué? Sabía que mi vida iba a cambiar, pero no me imaginaba de qué manera.
En este fragmento, se pueden observar algunos errores ortográficos y de sintaxis que pueden ser corregidos para mejorar la claridad y fluidez del texto. A continuación, se presenta el texto corregido:
"Él quiso abrazarme; se veía deseoso de crear lazos rápidamente, pero yo opuse resistencia. Era demasiado pronto para llamarlo padre y establecer una relación de la nada, pero estaba sola, así que no estaba totalmente cerrada. Decidimos ir paso a paso.
Las cosas transcurrían bien entre ambos. Ya no había visto a Canek en mis sueños, por lo que ya no tenía motivos para desconfiar. Los sirvientes de Camazotz cada vez eran más amables conmigo e incluso comenzaba a parecerme loable la labor de controlar el agua. Al final, era una forma de proporcionarles una calidad de vida sin preocupaciones a la gente. Sin embargo, como siempre digo, nada es para siempre.
Una tarde, Camazotz me mandó llamar solo a mí con uno de sus empleados. Me dijo que quería mostrarme el secreto de su eterna juventud. Él cuestionó cómo era posible que tuviera tantas concesiones conmigo, dado que apenas nos conocíamos desde hacía un par de meses, y tenía algo de razón.
—Jefe, no creo que sea conveniente —le dijo el empleado.
—Tú no estás aquí para creer —le respondió.
—Pero apenas la conoce, ¡lo va a traicionar! —le respondió.
Camazotz, molesto por el exceso de confianza de su empleado, le propinó un tremendo bofetón que lo hizo tambalear. Yo permanecí atónita ante tal acción. No les voy a mentir, me sentí seducida ante tanto poder que Camazotz me había dado en tan poco tiempo.
—El motivo por el cual te mandé llamar es porque quiero mostrarte mi más grande secreto, el motivo de mi inmortalidad. Quiero compartirlo contigo porque quiero que tú seas mi heredera. Los señores de Xibalbá me lo pidieron, y yo también siento que eres la indicada.
Al ver el descontento de su gente, le pedí que me diera la oportunidad de pensarlo. Para mi sorpresa, accedió de buena manera.
—Está bien, haremos este ritual cuando estés lista —me dijo muy apacible.
Mientras tanto, comenzó a abrirse más conmigo, mostrándome secretos que jamás habría imaginado conocer. Dejé de verlo como un hombre atemorizante y empecé a verlo como el hombre sabio y adulto que era.
Pero no pasó mucho tiempo después de eso para que supiera la terrorífica verdad de su inmortalidad.
Una noche, mientras paseaba por la explanada de la pirámide, presencié por primera vez la famosísima ceremonia del agua, en la cual cada familia debía entregarle a Camazotz su primogénito. Aunque dicha ceremonia ya tenía tiempo celebrándose, aún podía ver la tristeza y el horror en las madres al desprenderse de sus hijos.
—¿A dónde van todos estos niños? — le pregunté a una de las empleadas de Camazotz.
Ella me miró con tristeza y me respondió: —Es mejor que no lo sepas. —
Pero su respuesta me dejó aún más intranquila de lo que ya estaba. Permanecí inmóvil, observando cómo uno a uno los primogénitos de la comunidad se separaban de sus familias con dolor. Sin embargo, algo ocurrió que me hizo salir de mi trinchera e intervenir.
Resulta que se trataba de una familia de gigantes del norte del continente, con cabellos tan rubios y largos como el sol. Ellos vagaban en busca de comida y agua para sobrevivir, sin conocer las normas del trueque en esta tierra. Al tomar al niño de esa familia, el padre se opuso ferozmente, desatando una épica batalla con las pocas fuerzas que le quedaban. Me compadecí de la pobre mujer y sentí que era el momento de intervenir para evitar una tragedia mayor. No solo se iba a quedar sin su hijo, sino que también estaba cerca de convertirse en viuda.
—¡Por favor, no lo mates! —le dije a Camazotz.
—¡Largo, Nikte! —respondió.
—¡No! ¡Lo que estás haciendo es injusto! Pedirle a una madre que se aleje de su hijo es inhumano, es insensible. ¿Acaso no te hubiera gustado pasar tiempo conmigo? ¿Dónde está tu empatía? —le dije.
No sé si impuse respeto o simplemente Camazotz no estaba de humor para pelear conmigo, pero decidió devolver al niño a su familia.
—Quiero hablar contigo. —me dijo molesto.
La familia huyó feliz.
Al finalizar la ceremonia del agua, me mandó llamar a un cenote que estaba debajo de la pirámide (del cual no estaba enterada de su existencia). Bajé cautelosamente, ya que el suelo estaba húmedo y era fácil tropezar.
—Ven, acércate. —me dijo.
Para mi sorpresa, me encontré con todos los niños de la ceremonia del agua formados en fila a la orilla del cenote.
—Verás, Nikte, quiero enseñarte una lección de padre e hija. En la vida, aunque no lo queramos, todo es un equilibrio: el sol con la luna, el día con la noche, la alegría con el miedo, el agua con el fuego. Como podrás observar, a partir de la explosión del segundo sol, no hay suficientes elementos para sobrevivir, por eso... —entonces, los niños dieron un paso al frente, como si estuvieran bajo algún tipo de hechizo o embrujo, y uno a uno cayeron al cenote para ser devorados por los murciélagos. Los niños gritaban de horror y dolor, luego continuó—: por eso se realiza este intercambio. Un niño, al nacer, otorga tanta vida y color a su alrededor como el agua. ¿Ves ahora por qué son necesarios estos sacrificios? —
—Pero ¿y qué? ¿Solo sirven de comida para los murciélagos? —
Él me hizo una señal. De repente, el cuerpo de los murciélagos comenzó a emanar agua. Ese era el intercambio, ese era el secreto.
—Pero debe de haber otra manera. El dolor, el sufrimiento nunca son la solución. —le dije.
En ese momento, la confianza que habíamos construido se rompió. Nada sería igual y ambos lo sabíamos. Tenía que encontrar una forma de detenerlo, de romper el ciclo y encontrar otra alternativa. ¿Pero cómo?
Esa noche, después de mucho tiempo, volví a ver a Canek en mi habitación. Me sobresalté, ya que su aparición me tomó por sorpresa.
—¡Canek! —grité.
Él puso su mano en mi boca para hacerme callar.
—Así que, ¿ya lo sabes? —me preguntó.
—Sí, lo sé todo. —le respondí.
Él negó con la cabeza.
—No, aún no sabes todo. Falta el secreto más oscuro por conocer. Cuando lo descubras, necesitarás recordar de qué estás hecha, de tu linaje, de tu fuerza interior. —entonces tocó mi tótem de jaguar y, por primera vez en años, se encendió, iluminando nuestra habitación. Él, como la última vez, desapareció entre las sombras de la noche.
Amaite lloró nerviosa; supongo que presentía que algo malo estaba a punto de suceder.
Al despertar, me dediqué a buscar alguna pista o indicio de lo que Canek me había dicho la noche anterior. No fue hasta que escuché a Camazotz hablar con uno de sus lacayos acerca del cartel del quinto sol cuando todo cobró sentido. Había sido Camazotz y sus aliados quienes habían creado un segundo sol y hecho explotar el planeta entero, pero la gran pregunta era: ¿por qué? Sabía que mi vida iba a cambiar, pero no me imaginaba de qué manera.
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rookiemxwritergeek · 3 months
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Capítulo 3: Secretos en la Pirámide: Un Encuentro Nocturno
Camazotz nos liberó y nos hizo sus invitadas de honor. Nos mandó a instalarnos en su pirámide más grande de todas, junto con cinco de sus más leales sirvientes a nuestra disposición.
—Vengan hoy a cenar —nos dijo con la certeza de que aceptaríamos, y francamente, no teníamos otra opción al ser sus evidentes prisioneras.
Mi dulce Amaité estaba inquieta. "Tranquila, yo tampoco me siento cómoda aquí, este lugar tiene algo inquietante. Hoy por la noche buscaremos cómo escapar, te prometo que volveremos a ser tú y yo", le dije.
Su gente nos escoltó hasta donde nos alojaríamos, Amaité y yo. Ingresé a la habitación ubicada en el interior de la imponente pirámide, similar a las de mi pueblo, pero con un toque futurista. El ambiente estaba impregnado de misterio y sofisticación, fusionando elementos antiguos con tecnología avanzada. Las paredes, construidas con piedra tallada y relieves, se combinaban armoniosamente con paneles de cristal transparente que mostraban vistas panorámicas del paisaje circundante. La iluminación proveniente de brillantes lámparas suspendidas en el techo proyectaba una luz suave y futurista sobre el espacio.
En el centro de la estancia se encontraba una cama de forma ovalada, con detalles tallados a mano que representaban símbolos ancestrales, evocando el legado de mi pueblo. Cada talla me recordaba las historias que había escuchado de mi abuelo sobre nuestros antepasados y su sabiduría.
Mientras exploraba la habitación, mi mirada se posó en una consola interactiva incrustada en una de las paredes. Sus paneles de control y pantallas holográficas eran de una tecnología que jamás había visto. También pude notar estanterías con libros antiguos, algunos de ellos solo vistos en la biblioteca de mi abuelo, y artefactos arqueológicos que resonaban con la historia de mi pueblo. Estos objetos, combinados con dispositivos electrónicos y hologramas, representaban tanto los avances tecnológicos como la conexión con nuestras raíces y la historia que nos definía como pueblo.
A medida que mis sentidos se sumergían en aquel entorno único, sentí una inquietud creciente. Algo andaba mal, y mi intuición me decía que debía descubrir qué era. Había más en juego de lo que parecía a simple vista, y estaba decidida a desentrañar los secretos que se ocultaban en aquella habitación y en la pirámide en la que me encontraba atrapada.
Con una puntualidad casi perfecta, los sirvientes de Camazotz se acercaron para escoltarme, pero para mi sorpresa, dejaron a Amaité encerrada. Un escalofrío recorrió mi espalda al darme cuenta de que esto no formaba parte del plan. La preocupación se apoderó de mí, pues Amaité era mi compañera, mi amiga y, en ese momento, mi única conexión con la seguridad que había dejado atrás.
Sus sirvientes me hicieron sentar frente a él. —Qué bueno que viniste —me dijo. —No tenía opción, somos tus prisioneras —le contesté. —No, no te equivoques, tú eres mi invitada. Si lo hago, es para protegerte. Además, te equivocas en algo, siempre hay opción. Tú elegiste venir en vez de matar a mis sirvientes, lo cual agradezco. Pero pasemos a lo importante. ¿Sabes quién soy? Se ve que no eres de por aquí. ¿Sabes lo que se hace aquí? —me preguntó.
Yo negué con la cabeza. Él me hizo una seña para ponernos de pie y caminar juntos por toda su fortaleza mientras hablaba. —Aunque eres muy joven, supongo que debes estar enterada de que desde el 2020 la vida en la Tierra no volvió a ser la misma como la conocían los humanos. Cientos de pandemias condenaron a la humanidad a vivir cada vez más aislada unos de otros, la extinción de ciertos animales necesarios para vivir, la guerra contra los saturnianos —Camazotz hizo una breve pausa para tomar aire y continuó—. Yo quise que la gente de mi pueblo aprovechara esta oportunidad para comercializar el agua que teníamos bajo nuestro dominio, pero cuando le comenté mi plan, creyó que era mezquino y me exilió. Por fortuna, hubo gente que creyó en mí y se unió a mi causa. Y aunque me ha costado mucho, he perdido amistades e incluso a una hija que posiblemente tenga tu edad. ¿Cuántos años tienes? —me preguntó.
—Veintiocho —respondí. —Sí, qué curioso, exactamente de la edad. En fin, continuando con lo que te decía, desde entonces la gente se ha acercado a mí y a mi gente rindiéndonos tributo por la labor que hacemos. Es como en los tiempos antiguos, si quieres verlo así —dijo.
—No es nada como eso, usted lo que está haciendo es cobrar por un recurso que debería ser gratuito para todos. Pero bueno, Camazotz, creo que ya es tarde y necesito descansar y saber cómo está Amaité, a quien dejé sola en la habitación —le contesté enojada.
—Ve cómo quieras, pero sabemos bien que no toda la gente raciona correctamente el agua. Yo, en cambio, estoy racionalizando el agua para que todos vivamos bien. Antes de que te vayas a dormir, quiero decirte que sé que planeas irte, pero si me das la oportunidad de demostrarte que no soy tan malo como lo piensas, te prometo que mañana te llevaré a un lugar especial —me dijo.
Algo dentro de mí me dijo que debía quedarme, que aún había más secretos por conocer. Así que, en contra de mi voluntad y con temor a no salir de esta con vida, asentí con la cabeza.
Cuando ingresé a la habitación, sentí la desaprobación en la mirada de Amaité al saber que no huiríamos como lo habíamos acordado.
Ambas nos dormimos juntas como de costumbre. Yo tardé más de lo habitual en pegar el ojo, al final tenía que velar por la seguridad de ambas. No me iba a permitir perder a Amaité una vez más y correr el riesgo de no volverla a ver jamás.
Perdí la noción del tiempo por el insomnio tan fuerte que tenía. Quizá eran la una, las dos o las cuatro de la mañana cuando empecé a escuchar niños correr por los pasillos de la pirámide, hecho que llamó mi atención. Como no quería salir sola, quise despertar a Amaité, pero ella no se inmutó, por lo que decidí salir del cuarto e investigar de qué se trataba. Sin embargo, cada vez que creía que me acercaba a aquellos risueños niños, más lejos los llegaba a escuchar.
Cansada, creí conveniente volver a la habitación a dormir cuando de pronto escuché una voz entre las sombras.
—Hola, Nikté —me dijo. Me acerqué para ver mejor. Era aquel viejecito que había ayudado el día de hoy.
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