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hunter-b-lutzwin · 8 years
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[User]: La última carta
Quiero que leas esto sólo si el user que maneja tu personaje ha tenido algún tipo de relación conmigo, el user de Hunter Brigance, el user de Trevor Keen. 
Verás, cuando llegué aquí, en febrero de 2010, llegué por error. Estaba intentando crear una especie de medio de ayuda a otras personas, de un tipo de ayuda que cuesta encontrar, porque al igual que Hunter, al igual que Trevor, yo también soy una especie de drogadicto que cree que puede superar su adicción haciendo que otros dejen las drogas. Entonces ahí estaba esa gente agregándome, hablándome y roleando. Les seguí la corriente. Así empezó todo. Así es cómo comencé aquí. Aprendí rápido y mejoré también bastante deprisa. Cambié varias veces mis temáticas y manejé diferentes tipos de personajes encontrando predilección por los personajes oscuros. Cuando me quise dar cuenta era 2012 y quise irme. Quise abandonar porque fuera estuvo lo que siempre estuvo y ha estado: la realidad. Una realidad que, en mi caso, siempre me ha torturado, a mí y a mi memoria. Y me quedé. La user de Ivy V. Lutzwin me convenció, alguien con quien continuamente hablaba desde finales de 2010, alguien que siempre había estado ahí y una de las primeras personas a quien no le confíe mis preocupaciones al completo, pero alguien con quien podía hablar y me tranquilizaba de algún modo. Pero, la idea seguía ahí y en 2013 sucedió lo mismo. Abandonar se había convertido en mi tópico, marcharme unas semanas, unos meses y regresar en un proceso habitual y nada extraño. Y, como decía, iba a abandonar definitivamente, pero, y esta decisión me costó muchísimo, me quedé. Porque me lo pidieron dos personas que siempre me habían apoyado desde que les hube conocido, que habían hecho un bien en mí y que, considero aquí dos personas que para mí son esenciales, los users de Brooker Wittden y Ekaterina Van Veeldvoorde. No podía decirles que no. Y eso que me demoré mucho en pensar una decisión definitiva. 
Quiero decir con esto que el motivo de que siga aquí hoy día no es sólo por el rol. Debería ser así. Muchos sé que proclamáis que debería ser así. Pero no es sólo así. Y creo que no sería ni seré el único al que le ocurra algo parecido. Me gusta escribir. No soy escritor. Pero me gusta escribir. Me tranquiliza. Es como si de una forma “fantástica” pudiese reflejar metafóricamente y, a veces, no tan metafóricamente todo aquello que me perturba, todo aquello que hace mi día a día más difícil. Porque todos los que somos users aquí, somos humanos. Y todos, mayores o menores, tenemos nuestros problemas. Pero si me he mantenido a día de hoy, estoy seguro de que ha sido por aquellos users, aquellas personas tras la pantalla, que me han llegado. Y que no olvido.
Quisiera numerar algunas desde mis comienzos: una chica que se llamaba Adri, los Tay Salvatore, Ivy V. Lutzwin, Elena Olsson, Althea Brigance, Erianthe Gillian McRae, Brooker Wittden - especialmente, alguien a quien he considerado un referente, alguien inspirador a nivel personal; con él he hablado de las cosas que nunca pude hablar fuera de aquí como hermano, para mí, él lo simboliza -, Ekaterina Van Veeldvoorde, Sasha Crawf Liverish, Ameerah Krishnaraj Rahman y, aunque no he tenido demasiado tiempo o desde que les conozco mi tiempo ha sido alterno, también Philliph y Leonard Kallahan Gauss y Aerith Farlie Bothan. 
Como user sé bien que alguna vez les he decepcionado, no sólo a ellos sino al resto, podría decir que incluso hasta mi propio personaje. Siento si alguna vez hice algún mal de esos que no se borran, y sé que no se borran porque los recuerdo constantemente. 
Quiero despedirme de vosotros, y, quitando esto, como mi despedida oficial de rol, lo haré uno por uno a los mencionados, a los que aún estén aquí. Y os doy y os daré las gracias por todo. Ahora es el momento, de verdad, de abandonar, no por aburrimiento, no por el rol, sino por algo más grande, algo a lo que sólo, en el fondo, puedo ayudarme, con el mayor peso, yo mismo. No puedo ser, fuera un buen hermano, un buen hijo, alcanzar las metas reales que tengo propuestas si pierdo aunque sea una mínima parte de tiempo aquí. Porque todo cuenta. Y creo que todos sabemos eso. Espero que cuando las cosas vayan mejor, que me esforzaré porque sea así, pueda volver a contactar con algunos de vosotros. Me atrevería a decir que incluso a alguno debería daros las gracias en persona. Y me entristece mucho que aún esa mejora suficiente no haya llegado. Pero llegará, os lo aseguro. Gracias por todo.
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hunter-b-lutzwin · 8 years
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Welcome back to Liàn Yú
|Antecedentes: http://hunter-b-lutzwin.tumblr.com/post/139688011443/the-search-for-the-arrow-totem-started-earlier |
En esa especie de gravedad cero imantada hacia abajo caí a una gran velocidad. Nunca había sentido la velocidad de aquel modo: que pudiera golpearme el rozamiento del viento en la cara. No me daba tiempo a respirar. Me estaba mareando. Pero debía abrir el paracaídas. No podía desmayarme.
No sé ni siquiera cómo abrí el paracaídas, pero cuando creí estar lo suficientemente cerca del suelo, lo abrí. Mi caída no fue exitosa. Pude colocar los pies en el suelo unos segundos, pero acabé enrollado en la tela y en algunas de las cuerdas. Estaba ligeramente desorientado, me encontraba un prado de hierba alta, visualicé al fondo el pico más alto de la isla, y traté de levantarme. Pero fue un intento nulo porque me recibieron tal y como me habían expulsado del avión: con un golpe en la cara. Me pareció extraño que no hubiera perdido la consciencia de nuevo. Y medio reincorporé mi espalda. Me preguntaron que quién era. Y tuve una sensación de déjà vu. Había vivido antes algo similar. Pero cuando enfoqué al hombre que me hablaba y vi su vestimenta militar supe enseguida que no era un hombre como los que me hubieron retenido antes, que no era un mercenario como lo había sido Fyers y sus hombres de los que nos encargamos en su momento. No, de ellos ya no quedaba nada más que el recuerdo.
Insistió en que contestara y tras otro golpe, me di cuenta de que estaba siendo apuntado en la nuca por un arma. “Está bien”, le dije, y alcé las palmas abiertas de las manos muy paulatinamente. Cerré los ojos y me armé de valor. La isla no había cambiado. Allí era necesario ser en lo que me había convertido: en nadie. En alguien que no tiene nada que perder. Mis labios se fruncieron, instintivamente prediciendo lo que iba a suceder.
Y sucedió muy rápido. Giré mi cuerpo y, conforme lo hice, mi mano derecha cambió el rumbo del cañón del arma, era una metralleta. No se lo esperó. Con el puño de mi otra mano golpeé sus partes bajas. Enseguida escuché un quejido, pero no me detuve. Por fin estaba en pie y logré elevarlo en el aire hasta tirarlo al suelo. No pareció importarle el dolor en ese momento, se levantó deprisa y de su cinturón extrajo un machete. Tan pronto como se reincorporó intentó apuñalarme en el pecho, de un salto, pero mis manos agarraron su brazo lo suficientemente antes como para desviar su orientación. La fuerza que hubo empleado casi le hizo caer, pero algo le detuvo: yo. Le apuñalé con su propio machete en el esternón. El tiempo se detuvo un instante. Siempre se detiene. Cada vez que arrebatas una vida. Lo notas. Sientes cómo se desvanece. Cayó al suelo. No sentí pena por él. Le había matado por mi supervivencia. Y vivir de esa manera era lo que me había mantenido vivo durante la primera vez que pisé la isla. Y con ello, volvía a adentrarme en el rincón más oscuro de lo que quedaba de mí mismo.
Oculté su cuerpo donde la hierba era más alta. Y recogí mi mochila. En su interior, tal y como me habían indicado, se encontraba un medio de comunicación directo con A.R.G.U.S. Una vez confirmado mi aterrizaje me indicaron unas órdenes que ya me habían sido mencionadas antes de la caída. Y tan crípticas como entonces: prepárese para la infiltración. Les pregunté pero su respuesta fue algo así como que lo sabría por mí mismo. Debía de ganarme la confianza de algunos. Pero, ¿de quiénes? Entonces miré al militar muerto y deduje que sería la organización para la que él había debido estar trabajando.
Aún era de día y debía de aprovechar las últimas horas de luz que me quedaban. Por si cupiera duda del por qué no me puse su uniforme para integrarme, la respuesta es tan sencilla como preguntarlo: el reconocimiento. Yo sería un completo desconocido. No sabía en qué clase de terreno me estaba metiendo. Primero, debía comprobarlo con mis propios ojos. Y, si me era necesario, recurriría al mismo lugar donde dejé el reciente cadáver del muerto y recogería su traje.
Caminé con la mochila a la espalda durante casi media hora. Atravesé el claro de hierba alta y me adentré en el bosque. Hacía más de un año que no veía esa vegetación ni sentía la misma humedad entre las sombras conformadas por las ramas de los árboles. Incluso el olor en la isla era diferente: podía percibir la melancolía, esa especie de conexión que me atraía hacia su interior y que siempre, aun deseando en las largas y frías noches querer regresar a casa, lo había hecho.
A medida que los árboles comenzaban a escasear de nuevo para conformar una larga y llana extensión de otro claro comencé a visualizar alguna clase de movimiento. Personas, eran personas. Entrecerré los ojos para intentar precisar con un mayor grado de nitidez, pero acabé usando unos pequeños prismáticos que había en la mochila. Había varias casas construidas de madera y por techos de paja o heno, una valla construida a partir de trozos y cañas de madera rodeaba un pequeño sector delantero con un color dorado. Debía de ser trigo lo que plantaban, justo para el autoconsumo. Oteé lo que quedaba de extensión hacia la derecha y vi un cultivo completamente diferente. Se trataba de unas plantas altas, de medio metro de altura con unas flores entre azul y morado. Allí también había personas cultivando. Entre ellos, vigilaba un hombre con atuendos militares que cogió por el pelo a una mujer y la empujó hacia delante.
Ahora sí, era el momento de retroceder. Regresé al mismo punto del que había descendido con el paracaídas. Tenía que parecer que mi vida se había salvado de una mina, que yo no había asesinado a ese hombre. Y eso significaba también tener que abandonar la mochila. Me deshice de la chaqueta y me hice varias rajas en la camiseta de mangas cortas que llevaba. Ensucié mis brazos con tierra y me la restregué también en la cara.
Recordaba el lugar perfectamente. Era el mismo al que Slade Wilson y yo solíamos ir a entrenar o, más bien, él solía entrenarme. Detrás de un tronco caído había una mina si es que nadie la había pisado. Me eché el cuerpo del fallecido a las espaldas y lo coloqué sobre el tronco. Después lo empujé y corrí a la dirección opuesta a echar mi cuerpo al suelo. La mina explotó.
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hunter-b-lutzwin · 8 years
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THE SEARCH FOR THE ARROW TOTEM STARTED EARLIER
Alrededor del año 2009
No estaba durmiendo, me drogaron. Desperté en una clase de avión. No un avión comercial, sino de operaciones o transporte. Yo estaba en la parte trasera. Todo me daba vueltas así que tuve que agarrarme al suelo. Me tomó unos segundos recordar qué era lo último que había visto antes de perder el conocimiento: los destellos de la cara de Amanda Waller.
“Cuando despiertes sólo recuerda que estoy tratando de ayudarte”.
Junto a mí había dos hombres en pie. Pregunté por Waller, pero uno de ellos me dijo que estaba en Coast City durmiendo después de cogerse una borrachera con el whisky. El mismo whisky con el que me había drogado. Pero, ¿por qué yo no seguía, al igual que ella, en la ciudad costera de California?
Pronto supe la respuesta. Tenía una nueva misión. Y, como siempre, A.R.G.U.S. se empeñaba en ponérmelo difícil. Yo no la había aceptado, pero eso no importaba. Nunca importaba. Me pusieron el cañón de una pistola en la cabeza y me dieron dos opciones: saltar del avión en paracaídas o con una bala en la cabeza. Es evidente que preferí la primera opción. Después de todo, así funcionamos, por impulsos de supervivencia. Me coloqué el contenedor. Pero aún desconocía la misión. Me dijeron que debía infiltrarme en el terreno, un terreno que ya conocía, evaluar la amenaza e informar. Me habían facilitado un equipo de comunicación cifrado en la mochila. Me dijeron que sólo abriera el paracaídas cuando estuviera lo suficientemente cerca del suelo, porque tendría que saltar desde una gran altitud, debido a que, quizás, mi desconocido objetivo tendría un radar. Nunca había saltado desde un paracaídas. Pero eso no fue lo que más me preocupó, porque cuando la rampa se abrió y vi el lugar en el que estaba se me heló el corazón. Me retuve a saltar, pero me golpearon en la cara y caí de todas formas al Purgatorio. Caí de todas formas a…Liàn Yú.
The vigilanty of Coast City
Antes de que todo empezará. Antes de que fuera el vigilante de Starling City, fui el hombre bajo la capucha de Coast City. No iba en contra de grandes cargos de poder. No tenía dinero. Seguía siendo un hombre muerto. Y los muertos no pueden volver a casa. Me dediqué a perseguir a delincuentes de poca monta: drogadictos, asesinos callejeros de los suburbios de la ciudad.
El último caso en el que trabajé allí fue en el de un vendedor de drogas llamado Nick Caney. Su trabajo se saldó seis muertes, pero la sexta sería la última.
El vendedor solía trabajar en la zona marítima de la ciudad, distribuyendo en fiestas una droga asiática llamada Shabú. A los consumidores les permite estar despierto durante varios días. Incrementa la actividad cerebral. Algunas de las víctimas, han resultado ser estudiantes universitarios por su consumo en época de exámenes. Una dosis media equivale a 0’1 gramos y tiene un precio de 56 dólares, aproximadamente. Pero lo más importante, es de las más adictivas, situándose en el nivel II, según la Convención Internacional de Psicotrópicos.
Para poder encontrar a Caney tuve que dar con su sistema de seguridad. La policía no podía localizarlo porque sus ventas se daban desde intermediarios. Estos intermediarios eran consumidores potenciales a los que les rebajaba el precio de la dosis.
Desde luego, con las pintas que tenía en aquel momento, parecía un yonqui. Mi cabello casi rozaba mis hombros, nunca estaba peinado, la barba estaba desaliñada. Y mi vestimenta, jerseys y pantalones anchos y unas botas negras. Decidí infiltrarme en una fiesta. Casi tres semanas que estuve viviendo en la Ciudad Costera fueron suficientes para saber que cada viernes se celebraba una fiesta nocturna muy llamativa en Dropaway Beach, de esas que empiezan el viernes y concluyen el sábado o el domingo.
No fue difícil colarme en la fiesta. No logré llamar la atención. Había demasiada gente.
Aunque enseguida en su interior visualicé a varias personas fumando canutos y pregunté. Vino un joven de unos dieciocho años y me preguntó si quería pillar. Lo que fumaban era un clorhidrato quince veces más potente que la cocaína, en otras palabras: shabú.
Calculé el máximo que podría vender un intermediario en una fiesta de jóvenes no demasiado adinerados y le dije que me interesaba comprar 800 kilogramos. 800 kilogramos que él no tenía. Se retiró y me indicó que permaneciera allí. Otros dos muchachos se quedaron a vigilarme, y me preguntaron acerca del dinero. Les dije que tenía que ir al lavabo y decidieron acompañarme. Sabía que los lavabos estaban en la misma dirección en la que se había retirado el intermediario y pude visualizarle subiendo las escaleras del local.
En el interior de los servicios me deshice con facilidad de los dos jóvenes. Los noqueé, sin hacerles demasiado daño. Si consumían tardarían muy poco en recobrarse. Pero para entonces, yo ya habría desaparecido.
Salí con la capucha de Shado puesta, la cual había escondido antes de la fiesta, un arco y un carcaj con varias flechas. Recuerdo que alguien me vio porque me preguntó si creía que aquello era una fiesta de disfraces. No me detuve. Me apresuré a subir la escalera. No había nadie en la azotea, al menos, no en esa azotea. No estaba el intermediario, pero en la azotea de en frente sí que estaba otra persona. Mi objetivo: Nick Caney.
Crucé un callejón de un salto. No me dio tiempo a terminar de tensar el arco cuando sacó un arma y comenzó a disparar. Disparó varias veces, pero no me dio ninguna. Me oculté tras unos respiraderos de metal y cuando se le acabaron las balas comenzó la pelea. Fui hacia él y comenzamos a pelear. Estaba en los inicios y aunque pocas veces me salían mal las cosas, aquella noche me salieron mal: logró lanzarme desde la azotea. Estaba a unos cuatro o cinco pisos del suelo, enroscado en una amalgama de cables de electricidad del callejón. Entonces vi un rostro que no podría olvidar, aun viéndolo del revés.
“Ha elegido un pasatiempo inusual, señor Brigance”.
Después de despedirme de Tatsu no quise volver a Starling City. En Hong Kong torturé a un hombre durante horas. No podía permitir que esa oscuridad manchara a mi hermana. Ella me recordó el legado que me había dejado mi padre con esa lista, pero yo no era el hombre que él creía. Debía estar solo. Lo necesitaba.
Así fue como llegué hasta Coast City. A bordo de un barco de mercancía llamado Triton’s Daughter de la compañía Wallace Shipping Inc.
El último caso en el que trabajé allí fue en el de un vendedor de drogas llamado Nick Caney. Su trabajo se saldó seis muertes, y no pude detenerle. Al menos, no ese día.
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hunter-b-lutzwin · 8 years
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The Alchemist [Part 3]: The last breath
|Antecedentes: http://hunter-b-lutzwin.tumblr.com/post/133658537768/no-101-the-alchemist-part-2 |
Distrito de Yakimanka, Moscú, Rusia
Abrió los ojos pero no tardaron en cerrarse, cegados. La luz se había adentrado demasiado pronto en unos ojos que habían convivido demasiado tiempo con la oscuridad. Su cuerpo estaba encogido sobre el suelo. Intentó levantarse, pero se sentía fatigado. Algo presionaba su cuello y le ahogaba. Sentía heridas palpitar en su abdomen, en sus brazos y en su cara. Su rostro estaba demacrado por múltiples heridas y moratones que podrían haber causado alguna contusión momentánea. Reflejaba señales graves de violencia. Inflamación en el ojo derecho. Su rostro parecía una composición de pinturas afligidas.
Pronto, un tirón en el cuello le forzó a enfocar en la ablepsia de la claridad emanante de los rayos de sol. Le habían puesto un collar como a un perro. Muy lentamente movió su cuerpo para ubicarse, enfocó al cielo y vio que se encontraba en un callejón entre dos edificios de ladrillos, después ladeó la cabeza y vio al hombre que sostenía su cadena.
Un hombre de estatura no demasiado alta, pelo rubio corto y con grandes entradas unidas a una ancha frente de ceño fruncido. Negaba con la cabeza con los labios formando una U invertida. Cuando el apresado miró al hombre alzó ambas de sus cejas exaltadas y comenzó a hablar en ruso.
— ¿Tienes alguna idea de dónde estás, campeón?
—  Busco a los hermanos Shishkin.
— ¿Sabes lo que hacemos aquí?
— Ruslan Pavlovich. Él no tiene nada que ver en esto.
— Vosotros dos tenéis asiento en primera fila, caballeros.
— Él es inocente. No tiene por qué lastimarle.
— No, claro que no. Yo no voy a lastimar a nadie. Eso te lo dejo a ti. Vosotros dos sois lo mejor para esta noche. Sin reglas de Queensbury.
 Horas antes…
Reddington me había mandado una dirección: ulitsa Rogozhskiy Val, 13 корпус 8, en el Distrito de Tagansky, a unos siete kilómetros, aproximadamente, del Distrito de Yakimanka. Un hombre que trabajó para los hermanos Shishkin, pero que, en última instancia, decidió redimirse y huir. Él había sido un criminal. Ahora sólo estaba oculto. Así es como conocí a Ruslan Pavlovich. Llevarlo como recompensa para los hermanos, me concedería el beneficio de la duda y la oportunidad de ganarme su confianza.
El americano pegó en la puerta indicada en la dirección y una mujer la abrió.
— Necesito ver a su marido, ¿dónde está?
— ¿Quién es usted?
La mujer con desconfianza le impidió el paso, aunque no sirvió de mucho: Hunter entró en la casa, dejándola a un lado.
— ¡Ruslan!
Se encontraba en una especie de salón, cuando de repente salió su objetivo. No se conocían de nada, así que, el aludido frunció el ceño y le amenazó con un arma.
— ¿Qué quieres? ¿Quién demonios eres tú?
— Tranquilo. Tranquilo. – Elevó sutilmente las manos para indicar que iba desarmado. – Haz las maletas. Si tienes una caja fuerte cógelo todo, y no olvides el pasaporte.
— No sé quién eres ni qué quieres, así que vete de mi casa ahora mismo o llamaré a la policía.
— No lo harás. Sólo conseguirías llamar la atención de los hermanos Shishkin. Tengo un contacto. Estoy en el negocio. Te ayudaré a buscar otro sitio seguro en Moscú, antes de que pueda proporcionaros un avión a cualquier otro lugar. Soy de la Bratva. Queremos eliminarles. No queremos más competidores por aquí cerca.
— Ya vienen. – Añadió la mujer por detrás.
Ruslan mantuvo el cañón apuntado hacia ese capitán de la Bratva, pero con la otra apartó parte de las cortinas. Allí, a través del cristal había un conjunto de coches negros que acaban de aparcar fuera.
— Muy bien, sácanos de aquí con vida y te pagaré.
— Corred.
Todo había sido teatro. Reddington había contratado a hombres para que rodearan la entrada de la casa, para que supusiera una amenaza favorable para conseguir al ex-criminal. Salimos por la puerta trasera y los saqué a los dos. Dembe condujo el coche. Y durante el trayecto me encargué de convencer a Pavlovich por todos los medios de que tenía que llevarme hasta el lugar donde se encontraba el negocio de peleas callejeras de los hermanos. Le garanticé que sólo sería llevarme. Que su mujer estaría a salvo. Y que la Bratva acabaría con los hermanos. Si se comportaba, además, resultaría vivo. Y esa sería su recompensa.
Dejamos a la mujer en un piso franco, a las afueras de ese distrito. Dembe se quedó para custodiar su seguridad. Más bien, para fingir que vendrían más hombres a su protección. Yo conduje el coche. Estábamos solos, la víctima de nuestra gran obra de teatro y yo.
El coche se paró en el Distrito de Yakimanka en una parte, aparentemente, deshabitada, compuesta por callejones de ladrillos vistos y de un enorme silencio. El lugar de caza. El lugar señalado por el copiloto.
  — ¿Por qué aparcas?
El antiguo criminal miró al americano con resignación y cara de pocos amigos. Y él le respondió con una mirada fría y seria. Sus labios se movieron, hicieron el amago de decir algo, pero de su expresión sólo brotó un gesto: su codo derecho golpeó con fuerza la prominencia laríngea de Pavlovich, noqueándole en apenas unas fracciones de segundo.
— Lo siento. Pero es difícil escapar del pasado.  
 El pensilvano bajó del vehículo y se echó al hombre inconsciente a la espalda. Tendría como mínimo un margen de unos minutos antes de que pudiera volver a reaccionar.
Mi intención no era herirle. Sino llegar a los hermanos, conseguir a Li, devolverlo sano junto a su esposa y marcharme. El resto de intereses corrían a cuenta del Conserje del Crimen. Pero, de pronto, todo se volvió negro.
 En el presente…
La noche había cubierto el cielo. Un enorme círculo de personas rodeaban el espectáculo de ese día, rodeaban a los supuestos luchadores: Hunter Brigance y Ruslan Pavlovich. Su ubicación era una extensa explanada del mismo Distrito en que ambos habían sido golpeados. Ruslan estaba en situaciones deplorables, al igual que Hunter. Ambos estaban cubiertos de heridas y moratones. La gente gritaba y parecía que eso al americano le pareciera ensordecedor. Su correa ya no le tenía preso al suelo, sino al cuello de Ruslan.
— ¡Caballeros! – Gritó el hombre de baja estatura y anunció — ¡Nuestro combate final de hoy! ¡El enemigo y un capitán de la Bratva! ¡Eso no importa! ¡Se trata de un ajuste de cuentas! ¡Todo vale! Para estos dos… ¡¿Los llamamos novatos?! ¡Definitivamente tenemos a un cobarde y a un alto cargo que se ha equivocado al pisar nuestra zona! ¡No habrá reglas! Golpes bajos, patadas, mordiscos y arañazos, no sólo están permitidos, ¡sino alentados!
A medida que hablaba, la espiral de su alrededor se convertía en una amalgama de gritos, de apuestas, manos agitadas. Incluso las ventanas de los callejones abandonados estaban repletos de gente aguardando como lobos el sufrimiento ajeno, la ley del más fuerte. Y allí estaban, de pie, mirándose mientras tanto Ruslan y Hunter, dos extraños.
— ¡El ganador será el último hombre que respire! – Sostuvo la cadena que unía a ambos hombres por su mitad y la bajó para indicar el comienzo. — ¡A pelear!
Ruslan fue el primero en golpear, pero el americano no pareció defenderse.
— Tú me has metido en esto. ¡Levanta las manos!
Hunter negó. No iba a pelear contra él. No quería otra vida más con la que cargar. Otra vida más perdida entre sus manos tan manchadas de sangre.
— Bien, pues no vamos a morir ambos. – Amenazó el ruso y le atizó en la cara. Tiró de su cuello, por la cadena y pateó su espinilla para tirarlo al suelo.
Por fin el pensilvano respondió. Agarró la leontina para sostenerse y no caer al suelo, y la introdujo bajo una de las piernas ajenas; para cuando él tiró y se reincorporó, derribó a su oponente. Y de nuevo los gritos se acentuaron.
 — ¡No he venido aquí para pelear! – Gritó Hunter. 
Una sucesión de imágenes sacudió su mente, abarrotándole de recuerdos durante sus meses de reclutamiento bajo el liderazgo de la peculiar secta de Hadrien Writlace.
Todos los hombres le miraron.
— ¡Vine aquí por los hermanos rusos!
Él también contempló a todos los que le miraban. Por debajo de uno de sus ojos goteaba sangre. Se había roto una pequeña vena bajo las pestañas inferiores. 
Un hombre le miraba en especial. Éste hombre se presentaba serio, tenía los ojos hundidos en sus cuencas, una nariz afilada y una barba recortada que se unía con su cabellera plateada y repeinada hacia atrás.
— Él no quiere pelear. ¿Qué debemos hacer con él, caballeros?  —Comenzó de nuevo el pequeño hombre con cara de cerdo, poniendo de nuevo su característico desacuerdo en su boca con una U invertida, aunque en este caso, entusiasmada. Como si nunca hubiera presenciado un caso similar.
Uno de los allí presentes sacó una navaja y la lanzó a la arena. Entonces le pareció bien al showman y se agachó a cogerla, dejándola en la mano de Ruslan, que continuaba en el suelo. No tardó en levantarse, armado, y apuntar con la navaja al hombre que tenía en frente.
— No me obligues a hacerlo. – Advirtió Hunter.
Intentó cortar su cuello, pero entrenado en estímulos, retrocedió el cuello hacia atrás, evitándolo. Después, intentó cortarle el pecho, pero el americano contrarrestó su fuerza, manteniendo un pulso contra el brazo ajeno y armado, y, con su otra mano, golpeó su cara. Ruslan permaneció unos segundos con la cabeza gacha, armándose de rabia. Y volvió a atacar, como un dardo. Logró cortar con cierta profundidad la carne que cubría el tríceps branquial derecho de su oponente. A Hunter se le tensó la mandíbula y tiró con fuerza de la cadena. Ya no le importaba si estaba armado o no. Golpeó su pierna y lo tiró al suelo echándosele encima, en un forcejo por intentar volver la navaja contra su portador.
Todos seguían gritando. Pero allí, en la cercanía, la sangre que habían derramado ambos y su pulso, el americano murmuró un “lo siento” y clavó el arma blanca en el lateral del cuello del ruso, sobre su vena carótida. Permaneció unos segundos, y Hunter se tiró al otro lado del suelo. Le dolía todo el cuerpo y todas sus nuevas heridas. Los moratones le palpitaban y el globo ocular en el que había sido golpeado se teñía de sangre, dejando sus grises envueltos en un infierno. Respiraba, aunque le dolían las costillas. Y, a su lado, sólo había ya un hombre al que se le iba la vida. Su conciencia no tardó en llegar a la conclusión evidente: había matado a un hombre. Así que se levantó rápido y miró sus manos. Estaban encharcadas. “Sigo siendo un asesino” se repitió a sí mismo.
Al cabo de un rato, un hombre fornido le agarró por la espalda y les llevó a un callejón ante tres hombres: uno calvo con una larga barba faraónica, uno que limpiaba un arma  y el hombre que le había estado observando detenidamente durante la pelea. El que le transportaba le dio un empujón hasta dejarlo a escasos metros de las tres figuras que rápidamente pusieron la atención en él, antes de retirarse.
— Se necesita a un hombre con corazón duro para matar a cuchillo. Así es que, ¿querías vernos? – Preguntó el hombre calvo.
— Espera, hermano. ¿Quién demonios eres tú? – Preguntó el hombre que le había observado durante el conflicto.
— Soy el tipo que te va a hundir el negocio.
Enseguida se levantó para darle una lección de subordinación, pero el clic de un arma sonó para cagar una bala y eso detuvo cualquier acción.
— Más despacio caballeros. ¿Tan pronto acabáis con vuestras estrellas? Tenéis aquí a Rocky y lo queréis desperdiciar. Muchos cineastas dan gracias a que Stallone no hiciese lo mismo.
— Raymond Reddington. – Añadió el tercero de los hermanos. – Somos tres, ¿no sabes contar? Baja el arma o alguno de nosotros te meterá un balazo en esa famosa cabeza tuya.
— ¿Quién dice que esté solo? Me ofendéis. Caballeros, bajad las armas.
Varios rusos salieron por las esquinas del callejón. Todos contratados por Raymond. Alguno incluso había observado la pelea que se había librado. Los hermanos, enfadados, tardaron largos segundos en tirar las armas.
Hunter, por otro lado, estaba siendo atendido por Dembe, quien le estaba quitando la correa que había llevado puesta al cuello durante todo el día.
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hunter-b-lutzwin · 8 years
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A feather in the throat
| En relación a: https://ask.fm/elodianavywritlace/answers/134670412491 |
En algún momento entre mayo y octubre de 2015
Sector Áquila de La Luz Negra, Alaska
Una pluma en la garganta es el cosquilleo gélido de la Muerte. El modo en que la pluma se desliza por el aire y muere inapelable en el lecho del suelo inerte. Una pluma en la garganta es la sutileza fuerte con que el dolor se detiene en un silencio a la locura cuando la mente se exalta para esperanzada intentar evadirse de lo inexcusable, la mano de la Muerte, que como en un espejo nos refleja a nosotros mismos y cualesquiera otros, porque a todos nos hace iguales.
Una pluma en la garganta, esa daga inflexible es lo que hubiera deseado tener Elodia, al no poder atesorar futuro más cercano que la aversión y el olvido de aquel a quien ama.
— ¿Quién es Howl?
Cuestionó un hombre y sólo un hombre, no menos un asesino, envuelto en prendas negras, acariciando la punta de una daga con la piel exasperada de la garganta de Elodia. A los pocos segundos, le fue retirada.
Allí, en una habitación sin ornamentación más que ladrillos grisáceos y oscuros y una enorme chimenea encendida, se encontraban ambos. El hombre de pie, guardando su daga; la mujer atada a manos y pies en un soporte vertical, recta. Y sus alas sujetas.
Preguntó, a costa de conocer la respuesta como si esperara otra. Y, de esa manera, como aguarda la Muerte en cada rincón de la existencia, incluso en la misma del superviviente, o en el propio subconsciente que lleva al romántico a considerarse un suicida, unos ojos cristalinos, aunque opalescentes y grisáceos, se dirigieron al rostro de su víctima.
— “Siempre es un sí que no acaba nunca.” — Murmuraron sus labios cortados y marmóreos, probables frutos de la gélida Alaska, citando.
Los ojos de la víctima, azules parduzcos y enturbiados, se alzaron al Monstruo que le daba la espalda en un reflejo de impotencia. Donde entre sus nervios afloraban recuerdos que le inundaban. Sus labios se entreabrieron y muy paulatinamente, evitando vibraciones en sus cuerdas vocales, enunció por primera vez su voz con cierto temor disfrazado:
— ¿Qué… qué has dicho?
Silencio.
Un silencio de prórroga.
Un silencio interpretativo.
El pavor impedía repetirse como un eco estático la pregunta.
Las manos liberadas se agarraban a la mesa y se entrecerraron sobre su superficie de piedra. Entonces una de ellas agarró un artilugio férreo. Una especie de pinza en la que cada ramificación estaba dotada por dos hierros triangulares y afilados que conformaban una especie de cuadrado sin cerrar. Entonces, el hombre, llevó a devorar esos extremos por las llamas de la chimenea.
— Howl me pidió exclusivamente que te hiciera recordar su tacto para siempre. Para que siempre supieras que tú habías sido su obra maestra. Engañarte.
— ¡Howl nunca me hubiera hecho esto! — Hablaba la rabia de unos ojos empañados.
— Hizo bien su trabajo.
Ojos grisáceos se entremezclaban con el calor despedido de la combustión de la leña en tonos rojizos y anaranjados. Imperturbables. Ni tan siquiera el calor desprendido era capaz de oponerse a él o de destemplarle, de malear su mirada de hielo homicida. Acuñado estaba de duras y tenaces aleaciones, de actos provocados, de memoria ida, de ningún remordimiento soberano. Comenzaba a ser el digno catecúmeno de Hadrien Writlace.
Los minutos huyeron en un silencio embriagador. El aroma de la adrenalina, el horror, la rabia y la desesperación de la híbrido inundaban el aire como un delicioso perfume. Entonces el hierro fue sacado para desatar algo más de Infierno. Por fin la figura cubierta de negro se giraba. En su cuello colgaba una piedra con forma triangular: una flecha blanca que parecía hecha de hueso.
Y la boca que había hablado estaba recubierta por una recortada barba excitada ante lo que iba a producirse. No daba señales de sentimientos de ningún tipo, quizás ataraxia interna llevada por la costumbre y la amnesia a un satisfactorio hedonismo.
A medida que los pasos se acercaban, el corazón de Elodia golpeaba su pecho con más fuerza y en su garganta el nudo se transformaba casi en una asfixia.
Dejó el hierro ardiendo sobre la mesa de piedra y agarró unas enormes tijeras. Entonces comenzó a cortar las prendas superiores que cubrían el cuerpo de la cautiva, incluyendo las interiores. Y se deshizo de todas ellas. Su cuerpo semi-desnudo no despertó en él ninguna sensación a pesar de ser un ser una criatura hermosa.
 — ¡Pero qué haces! — Gritó mientras. Y comenzó a soslayar y a gritar y provocar un ruido inmenso de cadenas en un intento de liberación inútil que sólo conseguía enrojecer sus extremidades. Sus ojos que habían estado inundados, comenzaron a derramar unos finos ríos de agua salada por sus mejillas cuando él volvió a coger el artilugio ardiendo.
— Quiero que sepas que todo cuanto hago, lo hago para honrar el trabajo que Howl ha hecho contigo. Consiguió que te enamoraras realmente.
No importaba cuanto gritara Elodia. Se apagaría su voz antes de que el asesino reculara sus acciones. Una sudoración había comenzado en su dermis cuando Warith Al Ghul apoyó ambos extremos flameantes de los hierros en cada uno de senos de la mujer. Los dejó unos segundos. Y en el silencio del caos se podía escuchar, si se prestaba atención, a la carne deshacerse ante el fuego. Y brotó del habitáculo el grito más álgido. Quedaron las marcas ensangrentadas, en carne viva. Incluso algunos de sus sentidos quedaron anonadados. Pero eso no iba a ser lo peor. El hedor de la muerte no permitió su soslayo, porque se le acercó la mano para sostenerle la cabeza.
— No te desmayes. — Amenazó.
La mujer lloraba desesperadamente e indefensa. Tartamudeaba. Sus espiraciones e inspiraciones de aire se escalonaban. Y alrededor de sus grandes iris azulados y cansados comenzaban a sobresalir derrames y sangrados por la tensión.
Para cuando pudo enfocar algo, volvió a ver a su torturador con unas grandes tenazas.
— Precioso monstruo... No creas que disfruto con estas lágrimas. Me rompe el... corazón... Tus decisiones te han llevado a esta posición... No le costó a ese que llamas “amor” cantar como un lorito sobre tu paradero. A fin de cuentas, era parte del plan; a fin de cuentas, quien le crío fundó esta majestuosa organización. A fin de cuentas... no mereces existir, escoria. — Parecía que a través de los labios del que una vez se había llamado Hunter Brigance hablaba un hombre completamente diferente, nuevo y al que temer. La máquina de matar a la que se había referido su líder. No eran sino las puras palabras de Hadrien las que brotaban de su boca. Así, fue como la belleza renacentista de algo menos que un ángel fue desvaneciéndose a medida que el hombre arrancaba con las tenazas cada una de sus extremidades más pequeñas: las plumas.
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hunter-b-lutzwin · 8 years
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The conection |Memories of Liàn Yú|
«Es extraño. Ahora que todo ha pasado sólo siento una profunda sed de sangre y de venganza y una conexión cercana a la isla en la que estuve perdido. A quién quiero engañar, esa conexión nunca ha desaparecido.
¿Estoy muerto? Al principio todo está en blanco. No sé ni quién soy y menos dónde estoy. Y de pronto, me acuerdo de todo y me doy cuenta de que nadie lo sabe. Nadie sabe que estoy aquí. Hace días enterré a mi padre. Y estoy solo. Estoy muerto para el mundo. Y, siendo sincero, no imagino una sola persona que me vaya a echar de menos. Quizás Thea, pero Thea también estaría mejor sin mí.
Tras esa roca escarpada no hay más que selva. Ni carreteras ni edificios ni tendidos eléctricos. No hay rastro de vida humana. Hasta que de pronto algo me atraviesa el pecho: una flecha. Y me desmayo. Lo que resulta irónico, porque por primera vez no estoy bebido.
Cuando despierto, todo me da vueltas y vuelvo a no recordar y a recordar, pero no me quedo en los recuerdos. Miro a mi alrededor. Estoy en una especie de cueva. Hay algunos utensilios rudimentarios y, de pronto, una presencia hace que encoja mi cuerpo, asustado.
Es un hombre. Un chino. Trato de hablarle, pero creo que no me entiende. Me vuelve a hablar en chino. Pero yo no sé hablar ese idioma. Miro mi pecho y veo que me ha curado. Pero él también me ha disparado. He llegado a la conclusión al ver sus flechas y su arco.
Durante días, estuve a su merced, sin comprender qué me decía, qué me pedía o a dónde me llevaba. Pero semanas más tarde, descubrí que hablaba mi idioma. Que no estábamos solos en la isla. Y que me estaba ayudando a aprender cosas.
Ahora vivo gracias a él, que se llama Yao, Yao Fei, y gracias al arco. Poco a poco comienzo a comprender que se me da bien. Y me doy cuenta de que, aunque echo de menos volver a casa, por primera vez en la vida, soy feliz. Realmente feliz. Fuera lo que fuese que me faltaba, lo he encontrado. Se suponía que iba a morir aquí, pero en su lugar he vuelto a renacer.
Ya no soy el mismo Hunter Brigance que era antes. Pero el Hunter Brigance de ahora y el que renació en aquella isla tenían algo en común: anhelaban la isla, el Purgatorio, Liàn Yú. Aún con sus peligros. Aún sin vida más que sobrevivir. Y esa conexión es real. Sigue existiendo. La siento dentro de mí.»
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hunter-b-lutzwin · 8 years
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Database A.R.G.U.S. Slade Wilson
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Nombre. Slade Joseph
Apellido. Wilson
Nombre en clave. Deathstroke (Golpe Mortal)
Nombre establecido por A.R.G.U.S.
Fecha de nacimiento. 19 de abril de 1968
Raza. En principio humana, actualmente considerada raza humana alterada.
Sexo. Masculino.
Orientación sexual. Heterosexual conocida
Procedencia. Port Douglas, Australia, Oceanía
Altura. 1'80 metros
Ocupaciones:
_ Ex-agente de la élite Team 7 (Equipo 7) del Servicio de Inteligencia Secreto Australiano (ASIS).
_ Ex-mercenario de contratación desconocida.
_ Ex-capitán, no oficial, del Amazo, barco liderado por el científico fallecido Anthony Ivo, también llamado Profesor Ivo.
Lazos familiares: 
Joseph  William Wilson, hijo de Slade Wilson y Adeline Kane. También llamado Joe o Jericho. Nacido el 3 de Enero de 1997. Su padrino es Billy Wintergreen, al igual que Slade, ex-agente de ASIS, desaparecido y dado por fallecido.
Última misión: 
Localizar y rescatar a Yao Fei, un ex-comandante militar chino que quedó atrapado en la isla de Liàn Yú, cuando el gobierno chino decidió obviar una masacre ocurrida ocho años atrás. Otro de su objetivo, al mismo tiempo, era recopilar información acerca de Edward Fyers.
 Última localización conocida: 
Se creen avistamientos en Starling City, actual Star City.
Armas habituales:
_ Ninjato, una espada ninja del Japón feudal.
_ AK-74, rifle de asalto desarrollado en Rusia en los años 70.
 Vestimenta característica:
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Armadura pesada creada con algún metal. De colores naranja y negro. Casco bicolor, franja derecha negra, franja izquierda naranja. En él se incorporan una serie de ranuras para la respiración y dos aperturas para los ojos.
 Habilidades:
_ Ampliamente cualificado en artes marciales, especialmente en el eskrima, arte marcial filipino con influencia del esgrima español del siglo XIX, y el stick fighting, arte marcial con bastones o palos.
_ Ampliamente cualificado en el empleo de armas blancas tales como cuchillas e incluso katanas.
_ Ampliamente cualificado en el empleo de armas de fuego.
_ Ampliamente cualificado en análisis táctico.
_ Ha demostrado técnicas de destreza en la superviviencia durante su estancia en Liàn Yú.
 Enfermedades:
Enfermedad de tipo mental como daño ocasionado por Mirakuru, desarrollando efectos adversos como inestabilidad mental, ataques de rabia, incapacidad para distinguir el bien del mal o viceversa, considerarse controlado por alguien que le haya afectado considerablemente en su vida de afecto o personal, aunque no en términos positivos.
Habilidades desarrolladas a partir de la enfermedad:
Dotación sobrehumana de fuerza física, velocidad (menos desarrollada), resistencia, agilidad y reflejos. Al igual que el RL65 desarrollado en Smallville, Kansas, propicia una sanación o recuperación rápida. Capacidades mentales al 90% eclipsadas por la enfermedad mental.
 Nota adicional:
El Mirakuru es un suero experimental japonés creado durante la Segunda Guerra Mundial con el fin de crear un supersoldado. Fue recuperado por Anthony Ivo, pero el primer sujeto con éxito, pese a los efectos adversos hasta el momento desconocidos, fue Slade Wilson.
Uno de los síntomas de la infestación conocidos es la llora de sangre.
Se cree que los sujetos capacitados para su aceptación han de tener inteligencia emocional equilibrada y estar preparados para los cambios físicamente. Aunque es sólo una teoría.
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hunter-b-lutzwin · 8 years
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Mirakuru: signature
El FBI está analizando algunos compuestos que había en el interior de la caja. Pero no puedo esperar tanto. He robado las pruebas y las estoy analizando yo mismo. He cambiado de lugar la base. No quiero que Felicity o John formen parte de esta guerra y menos que sean daños colaterales. Tengo que estar solo. 
Las pruebas me han revelado pesadillas en las que mi mente enferma por la venganza aún no había pensado. En el interior de la caja había un compuesto que había visto antes. Similar al suero RL65, y con algunos esteroides, se trata de un compuesto experimental desarrollado por el gobierno japonés que permite ampliar las capacidades mentales humanas al 90%. En otras palabras, Mirakuru. 
Pero en los análisis de sangre de mi madre, por el contrario, no se ha revelado rastro alguno de esta sustancia, entonces, ¿por qué en su interior habita ese compuesto? 
Es una firma. Ahora caigo.
La firma de Slade Wilson.
12 meses atrás...
— ¿Qué me has hecho?
Unos ojos azulinos se posaron en la figura de un hombre tuerto. Tenía el ojo derecho cubierto por un parche de cuero. Su mandíbula era ancha. Y en su frente se remarcaban los músculos que sostenían a sus cejas. Vestía un traje americano, pero daba la impresión de que el traje ocultaba el cuerpo de un hombre fornido y robusto. Su ojo café, casi negro como el de un cuervo resultaba intimidante. Pero el joven había osado desafiar en tono al Cuervo. Y como resultado, el hombre tuerto le agarró del cuello y lo presionó contra la pared. Unos segundos hasta antes de que intentará patalear o forcejear como un crío. Entonces lo soltó y aclaró sus ideas:
— Sé lo que pretendías. Sé lo que descubriste. Algo que cada ciudadano de Starling City y el mundo entero debería conocer: que Hunter Brigance no es el hombre que todos creen que es. Estabas buscando a Arrow. Bien hecho, chico. Hunter Brigance es Arrow. 
— ¿Por eso me has hecho esto?
El muchacho tenía un aspecto demacrado. Marcas de agujas en las coyunturas entre brazo y antebrazo. Ojeras. Barba de varias semanas y pelo crecido, atípico en el sujeto o víctima, si acaso no se comprometía también al cometido.
— Así es. Lo que te he dado es un don. 
Frunció el ceño. Incapaz de creer sus palabras. Sólo existía un hombre en el que, tras la muerte de sus padres, había confiado plenamente: Richard Dragon.
— Explícamelo. 
— Ahora parte de tu mente me pertenece. Eres casi igual que yo, Alastair. Tu fuerza se ha incrementado. Y posees habilidades muy interesantes que te voy a ir enseñando...
El hombre sacó de su cinturón una especie de cuchillo ancho y le agarró bruscamente el brazo al joven y aunque en un primer momento el joven luchó por resistirse, cuando le miró a los ojos se calmó y comprendió que era algún tipo de prueba. Pero entonces le cortó y le apartó. Él pensó que le apartó, pero en realidad, el hombre le había soltado, le había permitido retroceder, nuevamente.
— Antes de que digas nada insolente. Mira tu brazo.
Pero cuando el joven miró en su brazo ya no había corte ni cicatriz, sino piel regenerada, un retorno. Una sanación sumamente rápida. Nunca antes había visto nada semejante. Quedó fascinado.
6 meses atrás...
“Después del milagro de la familia Brigance de ver resucitar al hijo pródigo del multimillonario de la entonces Brigance Consolidated, Robert Brigance, y tras cuatro meses de desaparición y pocas pruebas, aunque concluyentes, se ha determinado que Hunter Brigance está muerto. Es una dura noticia para la familia, que por el momento evita las cámaras y no está intentando recuperar el control de su empresa, que de momentos queda en manos de la segunda al mano, Isabel Rochev, de Stellmoore International, y Bruce Wayne, de Wayne Enterprises, otro de los multimillonarios más renombrados de la ciudad de Gotham.”
— ¿No te preocupa lo que está pasando? ¿Cómo vas a vengarte de él? ¿Cómo voy a vengar yo la muerte de mis padres? Me hiciste esperar demasiado.
El joven había recuperado su aspecto considerablemente. Su color volvía a ser más similar al de un hombre vivo. Sus ojeras habían desaparecido. Las heridas por las agujas se habían extinguido y sus gestos y su porte inspiraban una mayor confianza en sí mismo, pese a que nunca le había faltado.
— Cálmate, Alastair. Tengo el presentimiento de que no ha muerto. Ese malnacido tuvo muchas ocasiones para morir y sobrevivió a todas ellas. Esperaremos algunos meses más. Y cuando encontremos su escondite, le haremos sufrir. Le hice una promesa. Y tú, deberías abandonar A.R.G.U.S., tu implicación es demasiada y no tratas con ningunos tontos. Haznos con su base de datos y después abandona. 
Convencido. En apenas una sonrisa imperceptible envuelta en una desesperación alimentada con los años. Así miraba el hombre tuerto a través de una enorme cristalera las desgraciadas calles de Los Glades.
— No creo que A.R.G.U.S. se pueda abandonar.
|Flashback: I’m in|
— Entonces corromperemos su sistema desde dentro. Cuando nos interese. 
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hunter-b-lutzwin · 8 years
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Boxed In
| En relación a: Merry Christmas, Mr. Brigance |
Está despierta. Me suplica. Llora. Me ofrece un dinero que no me interesa. La víctima está consciente y atada a una camilla de laboratorio viejo como un conejillo de indias. Me amenaza, pero se da cuenta de su situación y vuelve a la súplica y al llanto. Finalmente, tras una media hora en la que no le presto atención, se rinde y permanece en silencio. Supongo que mientras su mente juega con la ilusión de que va a ser rescatada o de que va a salir de aquí. Esa es una de las cosas más preciosas de este ritual, ver cómo la esperanza se va desmembrando. 
Cuando termino, me giro y le muestro mi obra de arte: una caja. Una caja de metal y cuadrada, aproximadamente de ochenta centímetros por ochenta centímetros, 80′5 cm para ser exactos. En la parte superior se encuentran una serie de ocho agujeros. La tapa es ligera y perfecta. 
— Está hecha con prisas, pero ha quedado bien. Las dimensiones están calculadas con precisión para darle el tamaño justo. 
— ¿Para qué?
La había tomado por inteligente, en un principio, pero es una incrédula; lo había sido al pensar que había dejado de pensar en ella.
— Para meterte a ti. 
Sonrío y me aproximo con una herramienta. Ahora toca la parte técnica. La parte en la que congelo la esperanza de sus ojos para ver cómo se apaga. Le giro la cabeza bruscamente, haciéndole apoyar su mejilla izquierda sobre la camilla y se queja, pero no me importa.
— Por favor, por favor, por favor. — Repite en súplica. Pero muestra su fuerza parando, no quiere darme el gusto de hacer lo que voy a hacer y continúa pero sin llantos y sin quejas. Piensa en sus hijos. En Hunter que se ha convertido en un buen hombre, en alguien a quien necesita la ciudad, en su cura. Y en Thea, la más pura e inocente de la familia, libre de corrupción, la más pequeña. Incluso le da tiempo a replantearse la idea de que Malcolm velará por ella. Desde que descubrió su paternidad, siempre quiso hacerse con ella. Pero entonces, la mujer nota un pinchazo que la hace presionar sus mandíbulas que corta a un grito que se despide de su garganta. Su último grito, aunque ella no lo sepa. 
Le he insertado una aguja medular en la base del cráneo.
— No me mires así, no es nada personal. Con esto quedarás paralizada, pero consciente del todo. Entonces te dislocaré las articulaciones, una tras otra, eso me permitirá plegar tu cuerpo miembro a miembro sobre sí mismo. Sabrás lo que ocurre en todo momento. Con un poco de suerte, al igual que tu hijo sabe hacer, podrás apreciar el arte a través de lo que experimentes.
Los labios temblorosos y sus ojos más abiertos de lo normal muestran el shock nervioso en el que ha entrado la víctima, sus pupilas incluso se han dilatado, una reacción normal al miedo, pero que minutos después sufre la metamorfosis hasta transformarse en una parálisis completa. Sus ojos quedan clavados, mirándome a mí, como si miraran a la nada. Carece de voluntad. Se ha convertido en una estatua. Y yo soy el legítimo escultor.
Me alejo para coger el mazo pero no me lleva mucho tiempo y cuidadosamente comienzo a hacer arte. Empiezo por los pies, para que su cuerpo paralizado sea capaz de catar todo el dolor que va a sufrir. Empezar por la cabeza sería un error, no quiero que pierda la consciencia antes de tiempo. 
Le desarticulo los tobillos como si no tuvieran huesos. La rodilla y los coxofemorales de la cadera son una de las cosas que más me cuestan, pero que con paciencia quedará como el más majestuoso Guernica. 
Los globos oculares se tiñen paulatinamente de rojo por el dolor, pero en su garganta hay una chillido que no grita. Y continúo desmembrándole hueso a hueso, plegándola a medida que lo voy haciendo. Su cuerpo se ha reducido más de un metro. Ni siquiera su fémur le da un aspecto de mayor longitud. 
Por último, me encargo de su cabeza, lo que a su cerebro le dará unos siete minutos antes de que pierda la completa consciencia y su sufrimiento quede lejano. Ya sólo queda plegar el puzzle en la caja y añadir una nota:
«To Hunter Brigance. Merry Christmas.» (Para Hunter Brigance. Feliz Navidad).
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hunter-b-lutzwin · 8 years
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Merry Christmas, Mr. Brigance
—     Hunter, creo que te ha llegado un regalo. ¡Si no vienes pronto creo que alguien se te va a adelantar en abrirlo! — Elevó la voz Thea.
Me pregunté quién podría haberme enviado un regalo y sobre todo tan anticipadamente, así que me apresuré a abrocharme los botones de la camisa y a salir de mi habitación cuando escuché gritos. Más que gritos fueron alaridos tan fuertes y desesperados que supe por su carácter que algo había ocurrido, así que corrí hasta la barandilla de madera de la escalera desde donde vi a mi hermana frente a una caja cuadrada de unos ochenta centímetros con algunos agujeros. Estaba llorando y mientras yo corría a ver qué le ocurría, comenzó a devolver. Cuando bajé le sostuve el pelo, le rodeé con los brazos y la apreté contra mí. Aún no me había fijado en lo que contenía la caja.
Ella lloraba más y más, enrojecida, y me daba golpes en el pecho. Visualicé a uno de los guardias de seguridad que mi madre se había empeñado tanto en poner en los exteriores, y le hice una seña para que se llevara a mi hermana a su habitación. Ahora sólo quedábamos esa misteriosa caja y yo. Todo me pareció un inmenso silencio en cuyo eco resonaban los alaridos de mi hermana, gritando, llorando, golpeando. ¿Qué había ahí que pudiera haberle provocado eso?
Me acerqué y me agaché en cuclillas. Sobre la caja había una tarjeta que leí:
«To Hunter Brigance. Merry Christmas.» (Para Hunter Brigance. Feliz Navidad).
No me daba buena espina la hilera escarlata que se desbordaba de la caja, probablemente, porque Thea la hubiese abierto. Mojé mis dedos y caté ese característico olor: sangre.
Hunter frunció el ceño y abrió la caja.
El tiempo se hizo lento.
Mi corazón se paró.
Mi voz perdió la capacidad de hablar.
Mis ojos inundados quedaron clavados en el interior de la caja.
 —     ¡NO, NO, NO! — Comenzó a gritar como nunca antes había gritado.
 Empujó el sillón. Golpeó todos los muebles. Rompió todo lo que había a su cercanía. Se tiró de su corto pelo, se arañó el cuello y se dejó caer de rodillas frente a la caja. Entonces cerró los ojos profundamente, tartamudo, inspirando el dolor. Cediéndose el corazón a punzadas que le impedían respirar. Estaba paralizado.
Enseguida comenzaron a sonar una serie de sirenas policiales aproximándose, pero yo no las distinguía.
 El muchacho se puso en pie de nuevo para volver al ritual de golpearlo todo ante la impotencia.
 Sólo sé que, al final, todo se volvió negro.
 Despierto. Estoy despierto. Todo lo que se encuentra distorsionado comienza a volverse nítido. Tengo algo en la cara. No sé qué es. Una máscara de aire. Me duele la cabeza. Pero estoy bien.
O eso creo. Creía. Antes de que los recuerdos regresaran…
Con los ojos rojos me levanté de una camilla impoluta, sintiéndome sucio. Con algunas manchas de sangre seca en las mangas de la camisa que me habían abierto. Ni siquiera me preocupé de abrocharme los botones. Tenía un aspecto demacrado como el de un drogadicto.
Los ojos me quemaban y volvía a ver el interior de la caja, los tuviera abiertos o cerrados.
No había sido una pesadilla.
 —     ¡Hunt!, ¡Hunt! ¡¿Qué te ha pasado?! Acabo de enterarme… ¡¿Dónde te crees que vas?!
 Una enfermera intentó detenerle. Le puso las manos entre el pecho y el abdomen. Pero fue en vano.
 —     ¡DÉJAME! — Gritó, y todo el personal del hospital se volvió para contemplar al famoso legado de la familia Brigance, que apartó sin cuidado las manos de la enfermera dejándola atrás.
 Aunque lo hubiera intentado con más ahínco, no hubiera conseguido detenerle. Nadie pudo.
 Salí a la calle y el sol me cegó. Pero también lo hicieron los miles de flashes que se dispararon a mi cara. Torturado fui hacia uno de los periodistas y le golpeé, le tiré la cámara al suelo, la rompí. Después, simplemente, volví a desmoronarme de rodillas. Las piernas me temblaban.
Me encogí en el suelo y cubrí mi cara. Seguían haciendo fotos, a nadie le importaba. Ya nada importaba. Hasta la lengua me sabía a una mezcla entre sangre y lágrimas. Sólo me arrastré hasta el bordillo de la calzada y comencé a vomitar.
 La misma enfermera volvió a salir con guardias de seguridad. Ella también tenía los ojos húmedos, aunque no ensangrentados como los de Hunter.
Ella rodeó su cuerpo y le quitó de la vista de los periodistas.
 —     ¡Un poco de respeto! — Le espetó a las alimañas de las cámaras.
 Los agentes, por su lado fueron retirando a todos los medios e informadores que le rodeaban, aunque ni siquiera así algunos dejaban de emplear la cámara. Hubo un forcejeo durante unos minutos eternos.
 —     ¡Hunter, Hunter, Hunter! Tranquilo, tranquilo… — Le rodeó el cuello, sin importarle que estuviera tirado en el suelo. Ella también lo estaba desde que decidió resguardarle. Y acarició su pelo.
 Al día siguiente, tras el entierro, en el cementerio de Star City…
 No había prensa. No había fotógrafos. No había medios. No había nadie. En ese momento no había nadie, excepto mi hermana. Incluso Lena — la enfermera que me había resguardado el día anterior — nos dejó un momento a solas.
 Me agaché en el suelo, aunque tenía la sensación de que de un momento a otro volvería a caerme. Y llevé una de mis manos a mi cara. No había dormido. Los ojos lloraban silencio como un indicio del prematuro vacío que se les aproximaba como el principio de una Génesis.
 Mi hermana cayó al suelo, así que yo también me dejé en cierta medida caer. Debía de darle fuerzas. Así que la abracé como si nunca fuera a soltarme de ella. Y ambos contemplamos entre sollozos y lágrimas una lápida en la que ponía: Moira Townsend.
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hunter-b-lutzwin · 8 years
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Burned Letter
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Día 1 tras la regresión. Sector Áquila, Alaska.
«Puede que te preguntes qué hace un hombre muerto enviando una carta. Pero no puedo ayudarte a responder a esa pregunta. Ni siquiera él lo sabe. Ni si quiera yo lo sé.
Necesito ser sincero con alguien.
Necesito creer que estáis bien, tú y tu familia. Necesito oírtelo decir para convencerme. Necesito saber que no vuelve a haber otro bastón en tu vida. Que eres feliz con tu mujer y tu hija. Pero no puedo más que creer que es así.
Hoy ha sido el primer día en que he estado recordando. He asesinado a muchas personas en estos últimos seis meses. Personas, criaturas que obsesionarían. Me dijiste que podía ser mejor. Pero te equivocabas, en mí sólo hay oscuridad.
La verdad es que estoy roto.
Morí cuando se hundió ese barco en el mar de china. Morí hace seis meses.
Mi padre está vivo. Él me ha hecho volver. Me ha hecho que esté aquí escribiendo una carta. Creo que nunca he escrito una carta. O si lo he hecho, todavía no soy capaz de recordarlo.
Estoy seguro que piensas en la suerte que eso puede suponer: que un padre esté vivo. Sé que aunque las circunstancias en tu vida y en la mía sean diferentes, lo entiendes. Pero es mi padre quien me puso en este lugar.
He sido una marioneta. He sido acuñado como una moneda. Entrenado. He sido pulido y todas mis cicatrices me recuerdan cuándo, dónde y cómo. Pero ninguna de ellas habla de mi padre. Él es el verdadero actor. Pero su hijo no es mejor que él. Sólo un asesino en una guerra. Una conveniente fortuna hasta la indivisible reinserción.
La cuestión es que no importa cuántas veces viva o muera, la oscuridad vive conmigo. Cada vez que he muerto, he ido perdiendo quien era y me he adentrado más en las sombras.
Por eso no puedo, no puedo enviarte esta carta. No puedes saber que estoy vivo. Nadie puede. No te haría ningún bien. He tenido oportunidades de ser un buen amigo, pero no puedo decir que lo haya demostrado.
No puedes esperar nada de un asesino, Brooker.»
En las pupilas del hombre muerto se veía en reflejo cómo la hoja, que había sido inclinada hacia el fuego, era devorada por las llamas en mitad de aquel paisaje gélido, inundado por un silencio sepulcral, donde sólo se oían a los demonios internos rasgar y magullar un semblante férreo del mismo modo en que se arrugaba y se iba replegando tinta y papel en un conjunto homogéneo pasajero: cenizas de hielo. 
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hunter-b-lutzwin · 8 years
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No. 101: The Alchemist [Part 2]
|Antecedentes: No. 101: The Alchemist [Part 1]|
Moscú, Rusia, interior del hotel Baltschug Kempinski...
— ¿Qué ha dicho? — Cuestionó Reddington, que esperaba a que el recepcionista se encargara de buscar las llaves de sus respectivas habitaciones, al ver que Hunter había entrado en el hall.
— Tendremos una reunión a las seis.  
Guardó su teléfono móvil en uno de los bolsillos de sus pantalones. Aún vestía de chándal, no había tenido tiempo de asearse o cambiarse más allá de lavarse la cara en el lavabo del jet privado de El Conserje del Crimen. Su piel estaba entumecida, hacía frío.
Dembe asintió, corroborando sus palabras. 
— Perfecto. ¿Subimos? — Alzó las cejas con el énfasis que solía poner en todo cuando el recepcionista le otorgó las llaves. 
Era un hombre bastante apasionado y con un amplio conocimiento, el número cuatro en la lista de los más buscados, sí, pero todo un sabio. 
Ascendieron por el ascensor hasta el ático. No compartirían habitación, tendrían, cada uno, una propia, de esta manera, Red le entregó al americano las correspondientes y añadió:
— Ahora dúchate. Y haz uso de las cosas que he pedido que te dejaran en el baño.
Extrañado, pues el hombre mayor era toda una caja de sorpresas y en su mayoría, desagradables, abrió la habitación y se aseguró de qué era lo que había en el baño. Allí, sobre el lavabo yacía una máquina de afeitado. 
— ¿Pretendes que me rape?
— No es por nada, pero lo que diga tu tatuaje o Anatoly no te hace un capitán de la Bratva y menos si eres americano. Intégrate. A las cinco frente al hotel. Tienes la ropa en el armario.
Ninguno de los dos, tanto Red como Dembe, se habían aventurado en el interior de su alojamiento. Simplemente cerraron la puerta y le dejaron algo más de espacio.
Conocía a Anatoly. No obstante, lo que Reddington me dijo me pareció coherente. Hacía mucho tiempo que no pisaba Moscú y también hacía otro mucho tiempo que había dejado de interactuar para pedir información a los rusos en Star City, cuando aún era Starling City. 
Lo primero que hice fue quitarme la ropa de deporte, calada por la humedad seca que había hecho aflorar el frío. Y ducharme, lo que me dio tiempo para pensar algunas estrategias. 
Después de ello, me dispuse a hacer uso de la máquina de afeitar que me había sido proporcionada. Lo hice al uno. Y a medida que mi corto pelo iba convirtiéndose en mera pelusilla, el hombre al que veía a través del cristal me recordó más al asesino en que me hube convertido los meses anteriores. 
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Daba la impresión de que fuera alguna especie de mercenario. 
Ya sólo me quedaba vestirme. Desconocía por completo qué vestimenta iba a encontrarme en el armario, pero no me sorprendió cuando abrí las puertas. En un conjunto de perchas reposaba un traje negro junto con una camisa blanca. No había corbata. Y no era un esmoquín. Supuse que Red pretendía que diera la imagen del alto cargo del que ya disponía. 
Ahora sólo me quedaba coordinarme con él y Dembe. A las seis nos encontraríamos con Anatoly. 
— Así estás mucho mejor.  — Reconoció satisfecho el americano metido en los cincuenta por su elección con el traje. 
Él vestía con uno gris y Dembe con uno negro íntegro.
Se coordinaron y supusieron algunas opciones situacionales hipotéticas para no verse enredados en problemas de la camorra rusa. 
A las seis de la tarde ya se había sumido Rusia bajo el manto de un cielo oscuro. La temperatura era de unos, aproximadamente, cuatro grados centígrados, aunque era probable que descendiera algo más en el transcurso de la noche. El lugar de la reunión era junto a un pequeño embarcadero del río Moscova, aunque no muy lejana del lugar en que se alojaban. 
Allí estaban Dembe, Raymond y Hunter y frente a ellos, un barco de amplias dimensiones del que bajaron tres rusos y provocaron una conversación en la lengua, dirigiéndose a la figura que estaba en primer plano: Hunter. 
— ¿Quién eres?
— Pertenezco a la Bratva. — Pese al frío que hacía, aprovechando tener tanto el gabán como la americana abiertos, se desabrochó dos de los botones de su camisa para mostrarles aquel tatuaje que tenía en el pecho.  — Había acordado aquí reunirme con Anatoly Knyazev.
— Primero las armas. 
— Estoy limpio. 
Pero aquello no les importaba. No iban a dejarse fiar por las palabras, aunque rusas, de un hombre americano. Lo registraron. Efectivamente, estaba limpio. No obstante, antes de que llegaran a ponerle las manos encima a Reddington, él mismo les entregó las armas. Dembe también tuvo que hacer lo propio, aunque tenía alguna escondida en sus botas. 
Una vez registrados, los rusos les permitieron el paso y cuando todos estuvieron en cubierta, el barco volvió a zarpar. 
Fueron guiados hacia una de las puertas principales y tras atravesar el umbral, allí estaba. Un hombre con aspecto de pirata, un ruso, de frente ancha, pelo negro azabache desaliñado y una poblada barba. Se puso en pie rápidamente y por el modo en que miró a Hunter pareció que ambos habían compartido historia en el pasado. 
— Mi buen amigo americano. Hacía mucho tiempo que no te veía por aquí. Si no fuera porque te conociera diría que pareces sacado de una sexta. 
Hace ocho años...
— Una sexta. El doctor Ivo tiene montada aquí su propia sexta, muchacho, todos somos sus ratas de laboratorio, todos acabamos atados en esa silla. 
Se escuchó el ruido de apertura de la puerta y un hombre se adentró en el oscuro habitáculo lleno de humedad y mugre en el que se encontraban. Ambos en una jaula de unos seis metros cuadrados, una para cada uno. A Anatoly le hicieron un caso omiso, como si estuvieran acostumbrados a su presencia. En cambio, el reclutado, Tommy (nombre falso que había proporcionado el mismo, Hunter Brigance), era nuevo. Y aunque fuera a servirles de utilidad para encontrar lo que buscaban, un submarino hundido japonés de la II Guerra Mundial, eso no le libraría de la tortura.
El hombre que se estaba acercando hacia él no era Ivo, pero era alguno de sus mercenarios. Hunter, extrañado, lo contempló en pie desde la celda. Y se extrañó aún más cuando le apuntó con un arma. 
— Eh, eh, eh, ¿qué diablos estás haciendo? Ivo me necesita para encontrar el submarino.
— Sólo nos sirves si eres fuerte.
Entonces le disparó al costado y el muchacho se encogió de dolor en el suelo. A lo que el mercenario respondió dejándole una bandeja con algunos utensilios para la extracción de la bala. 
— Te aconsejo que te la saques, a ninguno nos va a importar si cicatriza con ella dentro. Sobrevive y no te mataremos cuando nos enseñes la ubicación del submarino. 
En la actualidad...
— Bueno, hacía mucho tiempo que no entraba en el juego. 
Ambos se sonrieron como amigos y como si alguna vez hubiesen sido familia. 
— ¿Y él quién es?  — Señaló Anatoly al hombre del sombrero, porque Reddington casi siempre llevaba sombrero. Y entonces el aludido, se lo quitó como un comportamiento formal.
— Soy Raymond Reddington.  — Se adelantó al capitán de la Bratva americano. 
— He oído hablar de usted. 
— Yo también, señor Anatoly. 
— Por favor, tomad asiento.
Y una vez que se sentaron, los hombres de Anatoly abandonaron la sala. Eran sólo tres. 
El anfitrión les ofreció vodka y ambos aceptaron. Era una costumbre y no tomarlo hubiera supuesto una falta de respeto. De cualquier modo, en la cara de Reddington estaba presente los mismos rasgos de complacencia que hubo tenido el día anterior en la casa de Queenstown, cuando probó el que allí tenía Hunter, el mismo que el de Anatoly, pues había sido un regalo de este último. 
— ¿En qué puedo ayudarte, amigo?  — Posicionó ambas de sus manos por encima de la mesa de madera maciza. 
— Buscamos a cuatro hermanos de apellido Shishkin, ¿los conoces?    
— Sí, aunque no tengo negocios con ellos. ¿Por qué los buscan? 
A esta pregunta saltó Reddington:
— Los hermanos están especializados sobretodo en operaciones de arranque y de apoyo, en otras palabras, especialistas en secuestro y extracción. Empezaron trabajando para un político, pero se acabaron cansando y comenzaron a trabajar de manera independiente, sin afiliaciones. Emplean unas técnicas bastante despiadadas para lograr sus objetivos. Actualmente quieren vender a Xiaping Li a otros científicos rusos que trabajan codo con codo con una mujer llamada Chien Na Wei.
— Queremos a Li, pero para llegar a ella necesitamos encontrar a los hermanos.
— Desconozco dónde se ocultan, pero sé que una de sus aficiones es dirigir un negocio de peleas, algo así como sólo es el vencedor el que sobrevive. Secuestran a luchadores por el Distrito de Yakimanka. 
— Creo que eso nos servirá. 
— Os dejaremos con el barco en el mismo embarcadero donde os hemos recogido. Me alegra mucho volver a verte, Hunter. 
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hunter-b-lutzwin · 8 years
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No. 101: The Alchemist [Part 1]
Finales de octubre de 2015...
Mientras Hunter había salido a correr cerca del monte Creighton, un helicóptero se posó sobre la hierba mediando la vista entre el lago Wakatipu y la respectiva casa en la que, el fallecido Arquero Esmeralda, había comenzado su nueva vida en Queenstown. El solemne sosiego que solía yacer allí fue perturbado. Los alerones seccionaron el aire en un grave estrépito agitado, y al cabo de tan solo unos minutos un hombre con un sombrero se bajó de él, y tras él un hombre de color.
El hombre del sombrero se paró e inspiró profundamente la inocencia del lugar.
— Oh, Dembe, ¡este sitio es magnífico! Recuérdame ir a dar un paseo por el lago antes de que nos vayamos.
Hubo un resto de hombres armados que rodearon la vivienda sigilosamente, la hierba humedecida y en descongelación sirvió de colchón a sus pisadas.
El hombre del sombrero, únicamente se dedicó a tocar el timbre y a aguardar a que la mujer del interior de la vivienda le abriera la puerta. 
Erianthe Hardom abrió la puerta y se encontró con un hombre mayor de unos 55 años, piel pálida y ojos verdes oliva. Apenas le quedaba pelo, tenía cierta calvicie y una gran entrada sobre la frente, que estaba resguardada bajo el ala del sombrero que portaba. Vestía con un traje azul marino del mismo color que el sombrero. Bajo su chaqueta una camisa azul algo más clara.
— Buenas tardes, deberías tomar asiento. — Interrumpió sus posibles palabras.
La mujer frunció el ceño, hasta que se dio cuenta, que bajo el bolsillo de la elegante americana, estaba siendo apuntada y amenazada con un arma de fuego.
Pasó media hora hasta que Hunter retornó a su morada. Llegó corriendo, envuelto en sudor. Correr era el tratamiento que estaba probando para quedar limpio de la sed que le envolvía la garganta, pese a que sabía, tristemente, que no era esa solución. 
Inmediatamente sus cejas adoptaron una configuración de perplejidad al presenciar a unos hombres armados con cautela en la puerta, y no dudó en detener su ritmo para acecharlos. 
Para cuando uno de los hombres quiso comprobar el ruido de unas pisadas que había escuchado, le dejó inconsciente y agarró el arma con la que apuntó a otro. 
— ¡¿Dónde está Erianthe?!
No pudo hacer nada, fue rodeado por el resto de hombres, y el hombre de color, una vez acorralado, se asomó por la puerta y añadió:
— Entre, señor Brigance. 
Pero éste, reacio, preguntó exigente y con cara de pocos amigos: 
— ¿Dónde está?
— Le aconsejo que entre si quiere verla. 
En vista de la situación, Hunter bajó el cañón del arma. Y los hombres que le apuntaron, le exoneraron de ella. Ahora que estaba limpio de algún tipo de armamento, Dembe abrió la puerta y le permitió el paso. Entonces fue cuando una voz brotó del interior, frente a él, donde se situaba el salón. 
— Oh, oh, oh, por favor, ¡acompáñanos! ¡Entra! ¿No te provoca nada haberla tenido preocupada así?
Los pasos del pensilvano se introdujeron en el salón y conforme lo hacían remarcaban más el suelo. Impertinentemente señaló con un dedo al hombre de los 55 años, que ya no apuntaba a Erianthe, pero sí que tenía hombres armados con los que amenazarles. 
— Raymond Reddington...  — Apretó los dientes — ¿Qué diablos haces aquí?
Se tensó su mandíbula y sus pasos se precipitaron como si fuera a echársele encima, pero entonces uno de los hombres le detuvo señalándole con un arma. Él no haría nada teniéndola a ella allí. 
— Este vodka es perfecto. Espero que bebamos algo más en Rusia. 
Había abierto una de esas botellas especiales con las que Diggle y Hunter solían celebrar un duro día, cuando solían ser camaradas y amigos, y trabajar por el bien de Starling City. Ahora el mismo nombre de la ciudad había quedado anticuado y había sido renovado. Todo y todos comenzaban una nueva era. 
— ¿Rusia?
Frunció el ceño. La última vez que había estado en Rusia era hace unos pocos años, en su viaje junto a Isabel Rochev. Pero aún antes, ellos dos ya habían compartido un tiempo en Rusia...
“Le daré un consejo, señor Cazador, ¿puedo llamarle Cazador? Me hace gracia que sea usted la presa. ¿Qué es lo que caza, problemas? Verá, no hay absolutamente nada que usted pueda hacer para eliminar su dolor, pero con el tiempo encontrará una manera para vivir con ello. Tendrá pesadillas todos los días al despertar. Será en lo primero que piense. Hasta que un día, será lo segundo. Hágase un favor y salga de aquí. Dígale a Anatoly que no he tenido nada que ver con el asunto de Zetrov. Y recuerde, puede que algún día nos volvamos a ver, con suerte cuando aprecie algo más su vida, y entonces le recordaré que fui yo quien le permitió vivir.”
— Sí. Vas a venir conmigo a Rusia. 
— No voy a ir contigo a ninguna parte. 
Erianthe no debía de entender nada de lo que hablaban pero no dejaba de mirarles e intentar comprenderlos, sobretodo a Hunter. 
— Claro que sí lo harás, porque me lo debes, pero si eso no fuera suficiente, de no hacerlo me encargaré de destruir esta bonita vida que has creado aquí al margen del mundo como un fugitivo para ti y para tu novia. Seguro que a tu hermana le interesa saber que estás vivo. Pero a la prensa también. ¿Qué tal el titular “detenido el supuesto fallecido Hunter Brigance”? Esto lo vamos a hacer así: Vas a ir a ver a tu amiguito Anatoly, después vas a averiguar dónde se encuentran los hermanos Shishkin y me los vas a traer. Si damos con los hermanos, daremos con Xiaping Li. ¿Tienes idea de quién es Xiaping Li? Por favor, claro que no, estabas muy ocupado por esa época. Xiaping Li es una científica japonesa, una de las que se salvó en Hong Kong hacia el año 2008 de alguien que seguro que sí que te suena: Chien Na Wei. ¿Se te va ocurriendo qué es lo que pretende?
— El Alpha-Omega. 
Las peores sospechas confirmadas en un tono mudo y de asentimiento de Reddington. El Alpha-Omega era un arma biológica creada por BTHK Biotech, la empresa biotecnológica que probablemente retuvo a Xiaping Li durante las pruebas a nivel humano durante el 2008 en Hong Kong. Se trataba de un virus que gozaba de la capacidad de transmitirse rápidamente a través del aire. Hunter, por entonces desaparecido, había sido reclutado por Amanda Waller, con el fin de adquirir el virus y desproveer a “China White”, como él la llamaba, de tal arma de alcance global.
— Ni tú ni yo queremos que este precioso mundo acabe, sobretodo cuando acabas de volver de entre los muertos. ¿Cómo es todo por allí abajo?
Raymond se terminó el vaso de vodka y lo dejó sobre la superficie, aún nueva, de la pequeña mesa baja del salón. 
— Quiero máxima seguridad rodeando esta casa hasta que yo vuelva. No estaré fuera más de tres días y no cogeré un vuelo a ningún otro sitio que no sea Moscú, que es donde encontraremos a Anatoly. 
El aludido hizo como de estar replanteándoselo, pero en realidad lo tenía muy claro.
— Trato hecho. Dembe se quedará aquí para vigilar a Eri, ¿puedo llamarte Eri?  — Dirigió la mirada hacia la joven que enarcó las cejas. 
— Nos vamos. Ya.  
— Lo entiendo, lo entiendo. Sólo puedes llamarla tú así. Por cierto, ¿no te habrás puesto celoso?
Mientras el gánster se retiraba por la puerta principal, el americano se despidió de Erianthe, prometiéndole que no tardaría más de tres días en regresar. Sabía que eso no despreocuparía a la mujer pero era lo mejor que podía ofrecerle en ese momento. 
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hunter-b-lutzwin · 8 years
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Robert Brigance
|[Antecedentes: http://hunter-b-lutzwin.tumblr.com/post/132401135948/nephilim ]|
13 de septiembre de 2015, Sector Áquila, Alaska.
—  Has hecho un buen trabajo. – Alegó Hadrien contemplando la “semi-gracia” del Nephilim buscar una salida del pequeño frasco de cristal.
El asesino sólo asintió, pero para cuando izó la vista Al Sah-Him, su antiguo yo se encontró con su pasado: Tras la figura del líder de La Luz Negra había un individuo con una máscara. Algunos de sus rasgos faciales se lograban distinguir por encima de ella, pues parecía estar fabricada de una refinada lámina de neopreno y se hallaba divida simétricamente en la mitad del rostro, cada parte de un color, la parte izquierda en blanco roto y la derecha en negra.
Su indumentaria también era oscura pero no era de La Liga de Asesinos, más bien se asemejaba a la de un mercenario. Parecía estar recubierto por varios escudos. Uno de ellos era un chaleco bastante grueso, aparentemente de fibra, que configuraba la punta de un triángulo en cada serie que lo conformaba, dividiéndose en su esternón, a cada lado, y sujeto por dos correas a un cinturón como los que llevan los alpinistas. 
El chaleco ascendía hasta el cuello protegiéndolo como una camiseta de cuello vuelto y se dividía en dos ramas a cada uno de sus brazos, con las mismas placas rectangulares que conformaban el triángulo en los mismos, hasta llegar al antebrazo. A partir de ahí tenía atados unos gruesos guantes que le cubrían hasta la mano, respaldándose el envés de la misma en una voluminosa y visible placa que encapotaba sus nudillos. El pantalón incluía rodilleras amarradas también con dos filas de correas. Y, por último, en una cinta transversal que cubría el torso del mercenario, parecían haber tres explosivos o bombas de humo. A parte de ellos, la única otra arma que podía verse era una especie de espada o de cuchillo cuyo mango asomaba por su espalda.
Algún desconocido día atrás en 2007, Liàn Yú.
El náufrago Hunter Brigance se encontraba colgado a un macizo poste de madera en el interior de una tienda de campaña. Le faltaba el aire y las fuerzas. Pero no diría nada acerca de su salvador. O si no era un salvador, del hombre que le estaba enseñando a sobrevivir.
—  No sé por qué le proteges. Eres joven y estúpido. Tal vez tú tampoco sepas por qué. Piénsatelo cuando supliques la muerte. — Dirigió la mirada hacia el hueco de la puerta — Todo tuyo.
El mercenario se adentró en la caseta y con la vista de Fyers, el hombre que le había amenazado de muerte, le atravesó a Hunter, entre las dos últimas de sus costillas derechas, con la espada, haciéndole gritar de dolor, a medida que todos sus tejidos internos iban cediendo al acero. 
    13 de septiembre de 2015, Sector Áquila, Alaska.
— Sabes que es cierto, Al Sah-Him, que, en cierto modo, todo esto hasta llegar hasta aquí estuvo planeado, que no naufragaste hasta llegar a Liàn Yú, sino que te enviaron allí. ¿Por qué esos hombres, como este de aquí – dio un paso hacia atrás para situarse a la misma altura que el enmascarado – te torturaron pero nunca te mataron? Nunca te torturaron, te pusieron a prueba… Nunca te cazaron… Te entrenaron, como ahora estoy haciéndolo yo.
— Cállate.  — Amenazó a su maestro, al que no pareció interesarle, aclamada su mente por años de experiencia y conocimiento acerca de la psicoanálisis humana.
— En tu interior sabes perfectamente quién le hizo eso a Hunter. Sabes quién le envío allí.  — Le desdobló la personalidad al considerarle ahora un hombre nuevo.
— No — Gruñó con el aspecto de frío asesino con el que había ejecutado al Nephilim horas antes.
Y entonces una tercera voz se unió a la conversación:
— Lo siento, Hunter o Al Sah-Him, como te llamen ahora, pero no tuve opción. Después de morir, tuve que llevarte a la isla para mantenerte a salvo, para prepararte para la guerra. Eres un excelente soldado, mira la marca de tu brazo, siempre estuviste destinado.
— ¡No...! — Frunció el ceño y sus ojos comenzaron a mimetizarse en la opalescencia. Incluso una de sus manos se había consagrado sigilosamente a empuñar su respectiva espada. No permitiría que hablase el hombre enmascarado. 
— Sí, soy yo, hijo… Estoy vivo.
Sus ojos se abrieron, más allá del índice normal en lo que hacían. No había existido nada que pudiera despertar sorpresa en su alma corroída por la sangre, hasta ese momento: cuando el mercenario se deshizo de su máscara y dejó ver su semblante, el rostro de Robert Brigance. 
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hunter-b-lutzwin · 8 years
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Nephilim
13 de septiembre de 2015.
“Un nephilim es una abominación. El engendro de un humano y un ángel. Son más fuertes que los humanos, tienen una gran tolerancia al dolor y son capaces de percibir el verdadero yo de los ángeles. Pero ella no sabe bien qué es y tú ya no eres sólo un humano. Eres algo más. Tu entrenamiento, todo lo que has hecho en los últimos meses, matar a ese ángel… Vamos, ahora eres una máquina de matar”.
Corría y corría volviendo agitada su cabeza hacia atrás. Su hálito inspiraba un insondable pavor. Y su delgado cuerpo se infiltraba entre los bajos edificios pueblerinos de Nome mientras su corazón se convertía en una congoja de inseguridad e incertidumbre.
Una de las veces que volvió la vista hacia atrás se topó con la figura de un asesino.
El grácil contorno femenino se detuvo en seco tiritando en un sudor frío, no había hecho nada malo, había vivido alejada de las grandes sociedades y ahora iba a morir.
— ¿Qué… qué te he hecho? – Musitó en un hilo de voz casi con afasia.
En el descomunal y gélido sosiego se pronunció escrupulosamente la guadaña del asesino, férrea, el arma que sacó de su gabán: una alargada daga plateada de tres filos, cuyas paredes fulgurantes simulaban espejos.
Alarmada, discernida de las irrisorias probabilidades que poseía para escapar de allí, retrocedió hasta que sus talones chocaron con algo inamovible, una pared. Entonces como armándose de valor, empujó al asesino hacia atrás, pero éste no salió despedido hacia la pared contigua a sus espaldas como ella esperaba, sino que, al igual que la pared, se mantuvo inapelable.
Así, armada más de desesperación que de valor, golpeó la cara de su homicida y para cuando este volvió el rostro, la sangre brotó de su labio inferior, atractiva, teñida de un escarlata premonitorio que en una gota fue a generar una brizna de efluvio sobre la nieve. Y entonces él le clavó la daga entre sus costillas.
La mujer cayó de rodillas al ardiente suelo helado y sollozó con lágrimas en los ojos, postergados los motivos por los que había llegado hasta aquella tesitura.
— ¿Por qué? — Repitió desorientada.
Sus ojos, dos pedazos de cielo añil, quisieron mirar el rostro del verdugo que iba a ejecutarla, que se agachó en cuclillas para mediar su altura. Al asesino aún le sangraba la boca, pero no parecía darse cuenta o no le importaba. Acarició psicótico el rostro renacentista de la criatura con el filamento del puñal mientras las suelas de sus botas se impregnaban de la sangre víctima que fluía en un riachuelo por todo el cuerpo de la muchacha desde sus costillas.
La mujer se atragantó cuando la muerte se le hincó con una inverosímil elegancia en el vientre superior del cuello. De él brotó un aura incandescente y pura, su gracia, que fue a dormir a un pequeño frasco de cristal, que con la otra mano había orquestado el asesino. Segundos después, despidiéndose a borbotones la sangre en el corte de su cuello e inundándose sus pulmones de sangre, en un gesto duro, se terminó la tortura, clavándole esa misma daga despacio y alimentándose de su agonía, en el corazón.
Había sido una criatura hermosa: cabello terso y áureo ondulado, cejas finas y doradas, piel de porcelana, firmamento por unos ojos templados, apiadados y llenos de vida que se habían desvanecido. Y su cuerpo se volvió inmaterial, en una sombra luminosa y grisácea a reducirse en algo menos que en polvo para sumirse a la nada con el anochecer rosado de Alaska.
— Tenías que morir.
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hunter-b-lutzwin · 9 years
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A new man
12 de octubre de 2015...
El sonido del motor escupía vaho y las nevadas aún no alcanzaban las fechas. Nueva York se respiraba frío, el clima otoñal sólo asomaba en el quicio del medio día y después se fundía con un futuro invierno prematuro. Era agradable sentir el sol, aunque fuera a través de los abrigos o las cazadoras de cuero. Este último era el caso del hombre que escondía su rostro bajo el casco. Conducía a gran velocidad, como si el pasado le persiguiera, como si en cada esquina le acechara amenazante el remordimiento. Sólo su postura helada se desquebrajó paulatinamente para, una vez aparcado su vehículo, deshacerse de “su máscara”. Ni siquiera miró hacia los lados cuando los bigotes se le crisparon por ese aroma gélido de origen canadiense que calaba el aire. 
Habían pasado varios meses, casi medio año, desde que no pisaba la ciudad, una ciudad que había demostrado no ser mía, una ciudad a la que le había fallado. Ahora los dos, la ciudad y yo, éramos un polvo lejano que se desteñían las huellas el uno al otro. 
Aquel hombre, se acercó hasta la puerta de una casa de Manhattan. El fin de todo aquello era un nuevo comienzo, pero como todo nuevo comienzo, estaba condenado en cierta medida de lo posible a quedarse en la banda de salida y abandonar al soñador expiándolo de su idea. Así que intentando enmudecer otro de sus latidos, pegó en la puerta con un puño decidido.
— Hunter... — Murmuró casi en un susurro la persona que se descubrió en el interior de la vivienda.
21 de mayo de 2015...
— ¿A dónde vamos?
— Vamos a comprobar el buen soldado en el que te has convertido.
Había transcurrido más de un largo mes en Nanda Parbat, una supuesta mítica ciudad de piedra arenisca con cientos de años de antigüedad. Una reliquia oculta para el mundo de la arqueología que se ubicaba enclavada rozando la mano de Dios entre lo alto de las montañas del Tíbet. Se había pasado gran parte del tiempo encerrado. Resucitarle le había costado la cordura. Son esos, en ocasiones, como cuentan las historias de los transeúntes, los efectos adversos de las verdosas aguas que conforman las Fosas de Lázaro, las Fosas de la Eternidad, extintas en el resto del mundo a consecuencia del calentamiento global. 
Había muerto. Y había regresado a la vida. Pero no como se fue. Y no a todos les funciona. 
El muchacho sacudió la cabeza aunque sin vacilación alguna. Su porte presentaba firmeza, decisión y una leal frialdad exenta de todo tipo de miedo. Sus ropajes eran los de La Liga de Asesinos. Recordaba en un lejano haber visto a un hombre que solía conocer bajo esas mismas ropas. Ahora todos los que alguna vez les fueron conocidos, no lo eran, no eran nada, porque él tampoco era ya ese mismo hombre, y un hombre nuevo debe abandonar sus recuerdos y restringir su memoria. 
A su lado un hombre mayor, bien conservado, de frente ancha, bigotes alargados que encubrían la parte superior de una boca refinada de un hombre de mundo. La Cabeza del Demonio. Él vestía de negro también, aunque su aspecto le hacía parecer que pertenecía a un rango superior como así lo era, incluyendo el toque renacentista que se le ofrecía en su capa. 
Un gran portón de madera tallada se abrió permitiéndole el paso, y Ra's Al Ghul, la Cabeza del Demonio, aguardaba a que él, Al Sah-Him, atravesara esa parte a la que nunca se le había oportunado el paso. Miró de reojo a Ra's y entonces dirigió la mirada al frente a medida que sus pasos se empecinaban en adentrarse en aquel gran recibidor medieval al final del cual se encontraba un hombre que le era desconocido, de ojos claros y pelo castaño, con los brazos cruzados. Y, por alguna razón, padeció otra vez ese ardor en uno de los interiores de sus brazos, algo que su "antiguo yo" había padecido antes.
— Aquí lo tienes. Ha pasado adecuadamente los efectos de la Fosa de Lázaro. Está preparado. Writlace, le presento oficialmente a Al Sah-Him. Aquel nuevo hombre, exento de pasado y proyecto de un sino maquiavélicamente diseñado, permaneció en pie, dotados sus ojos de una opalescencia que como si tuviera algún efecto en el ambiente, parecía poder desprenderse de sus cristalinos como lo haría niebla en cada recoveco de ese suelo sobre el que posaban sus pies.
Al hombre de brazos cruzados no pareció desagradarle su apariencia, sino que parecía ver en él una especie de diamante en bruto que no sería fácil de pulir para crear a uno de los mejores combatientes que podría tener consigo. Una máquina de matar. Y aquel pensamiento le hizo sonreír.
— Muchas gracias, Ra's Al Ghul, ha sido muy amable en ir en su búsqueda. — Con un movimiento de cabeza agradeció su ayuda para sin detenimientos fijarse en su nuevo aprendiz. — Un placer, Al Sah-Him, será todo un honor tenerle en mi equipo.
El asentimiento y silencio que se protagonizaron en aquel hombre desalmado, Al Sah-Him, fueron completamente opacos. No existía en un alma vacía la suficiente capacidad para albergar la destreza de una expresión sentimental de un porte menos inverosímil, que pudiera caracterizar sus directrices propias como persona. Su imagen era la de un soldado experimentado y puesto como objeto de retorno a  reinserción sin reticencia bajo una cadena de mando impuesta a un hombre que se sentía conforme en cuanto a libertades y excepciones, no ajeno, pero indiferente. Hunter Brigance hubo sido un hombre definido por su pasado, un pasado construido para convertirle en algo más, en otra persona, en otro ser. Arrow había sido sólo un héroe y un asesino, víctima de un plan mayor fundamentado en la adquisición de adiestramiento como metamorfosis a arma, a la máquina de matar aún no lo suficientemente forjada. Sería necesario, para ello, dejarse envolver por las llamas de La Luz Negra. Los retargos de Brigance, eran la experiencia en la defensa marcial como combate cuerpo a cuerpo y caracterizaciones de aptitudes mentales ocultas en lugares inhóspitos de donde sus recuerdos les habían sido arrancados del subconsciente, además de su manejo profesional con arco, no sólo simple sino también de poleas, que ahora acontecían a ese hombre nuevo: Al Sah-Him.
— Esta misma noche nos iremos a la base Ursus localizada en Alaska. Ahí empezará su entrenamiento. — Informó a Ra’s acerca de sus planes para su nuevo discípulo y éste tras asentir abandonó la sala.
El ex-pensilvano giró la cabeza. El que había sido durante las últimas semanas su mentor le había dejado con el que le acuñaría finalmente. No conocía a "Writlace". Ese hombre que respetuosamente le contemplaba. Ni estaba aún seguro de si ese nombre tendría algún significado propio como el de Ra's. No obstante, ese era el hombre en el que despojaría su futuro.
— ¿Debo hacer algo antes de emprender el viaje? 
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hunter-b-lutzwin · 9 years
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The Birth of the Demon. [Part 2]
— Extinguí su cultura, les arranqué el pasado, e incluso creé una nueva lengua. 
Las personas hablan de política, votan a un gobierno, esperan cambiar un sistema, pero no es efectivo porque el hombre siempre se verá desvinculado de las normas. Nadie es lo suficiente leal, nadie distingue objetivamente el bien y el mal. En cambio nuestra sociedad se rige por una serie de códigos muy concretos que todos cumplen sin pestañear. A veces, ni siquiera es necesario dar una orden, la voluntad es instinto. Y como sabrás a un hombre lo forjan sus circunstancias y si es sabio, busca las circunstancias que le conduzcan al impulso de la sabiduría. 
Mientras otros reconstruían la ciudad, emprendí un camino con el resto de la antigua tribu de Shalimb, mi tribu en ese momento, y me dirigí a nuevas tierras, a la salida del sofocante calor del desierto. Durante mi camino, me crucé con una sagrada orden, la Orden Sagrada de San Dumas, integrada por un grupo de monjes soldados dispuestos a proteger a todo peregrino encontrado de camino hacia lo que ellos llamaban “Tierra Santa”. Ni siquiera los árabes éramos sus enemigos. Sólo los que se oponían a su Cruzada. Y una de las noches, junto al fuego, como yo te estoy hablando aquí ahora, hablamos acerca de lo que le había ocurrido a Shalimb y a su tribu. Entonces lo vi claro en sus ojos, eran unos fanáticos, pero tenían una serie de reglas y unos motivos, y eso hacía prevalecer su poder. Creían en un poder superior, creían que la cura que le ofrecí a ese hijo fue el destino que impartió la mano de Dios y quisieron bautizar aquello como las Aguas del Destino. Me rogaron que les llevara ante ellas. Me mostraba reacio, al principio, porque había comprobado su poder. Pero les llevé. Volvimos a atravesar el desierto, a atragantar nuestros pasos en las dunas y a bañarnos en el sudor del medio día, pero cuando llegamos, esa milagrosa cura de la locura se había evaporado como un espejismo en mitad de una tormenta de arena. Entonces, fui acusado de herejía, pero el pueblo libre que me había seguido, me defendió hasta convertir a su orden en polvo. Nunca les pedí que lo hicieran por mí. Pero lo hicieron, allí junto a una gran figura de Bisu.
Pasaron cincuenta años. La ciudad ya estaba reconstruida y yo fui proclamado la Cabeza de su corte. Les enseñé a ser buenos hombres, pero sobretodo cultivé la justicia. Todo mal era castigado. 
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Pero un día de repente todo cambió. Tienes que aprender, hijo, que el nombre es una parte muy importante de la persona y uno se siente muy ofuscado cuando no es capaz de ser lo que su nombre decía que fuera. Me encontraron otras personas, eran personas de otro mundo, no habían bajado de las estrellas, pero eran seres de otro mundo. Debe de haber tantos ocultos en sólo este. Su líder me recogió bajo su seno. Y me llevó a un lugar más allá de las esquinas del mundo. Me mostró las aguas de nuevo. Las mismas que se habían evaporado hace tanto tiempo en el desierto. Aún mantenían esa característica tonalidad verde. Y como ya conoces, también había perseverado su capacidad para curar algunas enfermedades físicas.
Todo me fue arrebatado. Me hicieron arrasar la ciudad que había reconstruido. Hicieron que eliminara cualquier atisbo de mi pasado. Mi tierra. E incluso tuve que renunciar a mi hija Talia sin poder despedirme. Lo dejé todo. Así se me fue exigido. Me convertí en su mejor discípulo humano. Y me encomendaron una misión: mantener el orden en un nuevo mundo venidero en el que se me impusiero un nuevo nombre porque el antiguo sólo había sido uno falso que dejaría de existir, me transformé en la Cabeza del Demonio, me sumergí en las aguas, se me otorgó por derecho La Liga de Asesinos para la que fundé Nanda Parbat. Adiestré no sólo a cientos de hombres, sino a miles. Miles de hombres que morirían por mí. Y mi tarea consistiría en acabar con la injusticia de manera imparcial en el mundo. De poner límites a la humanidad para mantener a la Tierra con vida. Pero ese no era mi mayor propósito. Mi mayor propósito, hijo, siempre fuiste tú. 
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