Desde el fondo de mi corazĂłn, gracias
porque si te hubieras quedado a mi lado
probablemente hoy la paz serĂa sĂłlo un ansiado recuerdo.
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Sigo buscándome a mà misma,
y en la eterna bĂşsqueda he ido perdiendo
gente,
tiempo,
dinero;
pero en el viaje he ido ganando
alma,
amor,
vida.
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Charles Leclerc, la pérdida y la fuerza de superación.
Quizá esto no es la entrada habitual de mi blog, aunque después de tantos meses sin publicar nada quizá hay que redefinir el término "habitual" en estas circunstancias; pero como siempre escribo sobre lo que está pasando en mi vida, sobre lo que me gusta y sobre lo que siento, hoy toca hablar de Charles Leclerc. O al menos en gran parte.
Charles Leclerc es actualmente (octubre de 2022) piloto de Ferrari en la Fórmula 1 y una de las personas a las que más admiro del mundo.
La FĂłrmula 1 siempre ha sido un deporte muy presente en mi vida de un modo u otro, desde aquellos domingos viendo las carreras con mi padre a las tardes que pasábamos jugando a los videojuegos del deporte en la consola; el automovilismo era una de las pasiones de mi padre, y tuve la suerte de que compartiese esa pasiĂłn conmigo desde niña y acabase asĂ siendo tambiĂ©n una de las mĂas.
Hay cierta belleza en los deportes de motor, una belleza intrĂnseca y atada a la adrenalina que siente tu cuerpo cuando te expones a situaciones peligrosas, y pocos deportes hay más peligrosos que meterte en un monoplaza de ochocientos kilos que corre a más de doscientos kilĂłmetros por hora. Los coches de FĂłrmula 1 son máquinas de matar, y muchos pilotos hablan de eso en las entrevistas: cuanto más peligro tienes de morir, más vivo te sientes. La adrenalina corre por tus venas, la velocidad te hace sentir como si fueras el dueño en ese momento de todo a tu alrededor, y ser capaz de competir contra otros 19 pilotos igual de enamorados que tĂş del deporte debe ser una de las emociones más adictivas del mundo.
Es eso lo que lleva a los pilotos a jugarse la vida casi cada fin de semana para dar espectáculo a millones de personas que siguen el deporte desde casa. Es por eso que esos millones de personas siguen ese deporte, porque por un momento se ponen en la piel del piloto y sienten la adrenalina fluir por sus cuerpos, con la gran diferencia de saber que no corren ningún peligro real.
Pero aunque los pilotos de FĂłrmula 1 estĂ©n familiarizados con el peligro constante y sus entrenamientos les preparen no sĂłlo fĂsica sino mentalmente para cualquier cosa que pueda ocurrir en una carrera; pocos pilotos han tenido que enfrentar tantas pĂ©rdidas dentro del deporte como lo ha hecho Charles Leclerc.
La pérdida no es fácil para nadie, a todos nos toca sufrirla en algún momento de nuestra vida y cada persona pasa por un proceso diferente a la hora de enfrentar el duelo; pero hay momentos en la vida en los que, si no se maneja bien, puede dejar huella en uno.
Cuando hace cinco años perdĂ a mi abuela de manera abrupta nada más volver de estar viviendo en el extranjero, encontrándome de sopetĂłn con que padecĂa un cáncer avanzado del que yo no tenĂa constancia; me pasĂ© todo un mes trabajando doce horas al dĂa para no pensar.
Agotaba mi cuerpo hasta la extenuaciĂłn para no dejar cabida a un solo pensamiento sobre lo que habĂa ocurrido, salĂa tan temprano de casa por las mañanas y llegaba tan tarde que podrĂa haberme cruzado conmigo misma por el pasillo.
Me escudaba detrás de la necesidad de ser fuerte para mi abuelo, mi padre y mi hermana que segĂşn yo "lo estaban pasando peor", pero en la realidad sĂłlo estaba tapando todo lo que sentĂa y aplazando el momento de enfrentarme a ello.
Charles Leclerc en 2019 perdiĂł a uno de sus mejores amigos en un accidente durante una carrera de FĂłrmula 2 en el circuito de Spa Francorchamps, BĂ©lgica. Leclerc corrĂa entonces en FĂłrmula 1, era su segundo año en el deporte y su primer año en la escuderĂa Ferrari, la escuderĂa de sus sueños y de los sueños de su padrino Jules Bianchi, a quien habĂa perdido cinco años antes tras un accidente en la carrera de FĂłrmula 1 en el circuito de Suzuka, JapĂłn.
A Charles desde que entrĂł en el deporte le colgaron rápidamente la losa de la responsabilidad de cumplir con aquello que Jules Bianchi no pudo cumplir, desde que hizo su debut con Alfa Romeo en 2018 era habitual escuchar a los periodistas preguntarle por Bianchi; y cuando se hizo pĂşblico que habĂa firmado para correr con Ferrari, la mochila de la responsabilidad se hizo más grande.
Y aquel 31 de agosto de 2019, horas despuĂ©s de que Antoine Hubert, uno de sus mejores amigos a quien conocĂa desde niños y que habĂa corrido a su lado durante años, hubiera fallecido en un horrible y trágico accidente; Charles Leclerc se subiĂł a su monoplaza de Ferrari con el nĂşmero 16, un nĂşmero menos que el 17 que usaba su padrino Jules Bianchi como si toda la responsabilidad que ya cargaba consigo no fuera suficiente, y se dispuso a correr las cuarenta y cuatro vueltas que duraba aquel Gran Premio teniendo que hacer de tripas corazĂłn.
Ahora no llevaba solamente la memoria de Jules Bianchi consigo, ahora tambiĂ©n cargaba con la memoria de Antoine a sus espaldas; y aquel dĂa en BĂ©lgica, despuĂ©s de año y medio desde su debut en el deporte, Charles Leclerc ganĂł su primera carrera en FĂłrmula 1 y pudo dedicarle la victoria a Antoine. Dos semanas más tarde, en la carrera de Monza, Italia, templo del automovilismo y casa de Ferrari; Charles se volviĂł a subir al podio en primera posiciĂłn y todo el mundo recordĂł entonces a Jules Bianchi.
Más allá de lo psicolĂłgica y moralmente cuestionable que es colgarle a un piloto tan joven la memoria de dos seres queridos a sus espaldas y prácticamente empujarle a la pista bajo la premisa de llevar a cabo aquello que ellos no pudieron; lo primero que cruza por mi mente cuando pienso en Charles Leclerc es admiraciĂłn. Y esa admiraciĂłn viene quizá motivada por el hecho de que, aunque a mĂ nadie me subiĂł a un FĂłrmula 1 y me empujĂł a correr una carrera de 44 vueltas; cuando mi abuela muriĂł tuve que cargarme otra mochila que no habĂa pedido llevar, pero que me echĂ© a la espalda más rápido de lo que Leclerc se subiĂł a aquel coche.
He leĂdo mucho por ahĂ en los Ăşltimos meses los tĂpicos posts de fans diciendo cosas como "tu mayor defecto se ve hermoso en tu Ădolo" y creo que por primera vez debo darles un poquito de razĂłn.
Los Ăşltimos meses no han sido los mejores de mi vida, tampoco los clasificarĂa como los peores, pero definitivamente han supuesto un antes y un despuĂ©s en mĂ como persona; y Charles Leclerc ha supuesto una gran parte de la motivaciĂłn de un ascenso que habĂa tardado en llegar despuĂ©s de una larga bajada.
Conocer su historia, leer sobre Ă©l y verle hablar sobre todo lo que ha pasado en entrevistas a lo largo de todos estos años fue un empujĂłn hacia delante que no sabĂa que podĂa encontrar ahĂ; pero en un momento en el que estaba estancada en el pasado y no conseguĂa mirar hacia delante, agarrar el volante y pisar el acelerador, Charles Leclerc me recordĂł que ya lo habĂa hecho antes, y que si lo habĂa hecho antes puedo volver a hacerlo ahora.
Muchas veces cuando paso por una mala racha me cuesta ver más allá del problema y encontrarme con la realidad de que en el pasado me he enfrentado a cosas sino peores, al menos igual de graves y he logrado salir airosa de ellas... al menos en gran parte; y creo que es algo mucho más habitual de lo que habĂa pensado nunca.
No he superado el bullying, el divorcio de mis padres, varias mudanzas seguidas en muy poco tiempo, vivir en el extranjero por mi cuenta y la muerte de mi abuela para no poder superar el bache por el que estoy pasando ahora.
Los mismos valores que siempre he admirado de mi abuela, valores en los que he sido educada y he seguido como un manual de instrucciones; esos mismos valores los puedo ver reflejados en Charles Leclerc y su historia, y probablemente necesitaba recordarlos para poder seguir.
Encerrada en el tĂşnel sĂłlo siendo capaz de ver que mi futuro se iba al garete, que estaba atrapada en un puesto de trabajo que necesitaba para poder tener un futuro mejor pero que al mismo tiempo era la razĂłn por la que no lograba tenerlo, sintiĂ©ndome cada vez más encerrada en un cubito más y más pequeño cada vez; en ese momento sĂłlo una brecha en el tĂşnel que dejase pasar un poquito de luz podĂa hacerme ver realmente una salida, y a pesar de trabajar mucho en ello en terapia y conmigo misma, de intentar e intentar buscar una explicaciĂłn a lo que me estaba pasando, lo que de verdad necesitaba era recordar.
Ahora, con la luz entrando en el túnel y una meta al final de este todo parece mucho más liviano, todo parece despejarse y la jaula parece haberse abierto, ahora todo parece mucho más esperanzador.
Los ataques de pánico que vinieron a visitarme el mes pasado parecen haber disminuido, el miedo paralizador cada vez aparece menos; y en su lugar han surgido las ganas de vivir, de sentirme más viva que nunca, de pelear por el futuro que realmente deseo y dejar de esconderme detrás de las excusas, el trabajo y mis miedos para seguir dejándolo correr.
Charles Leclerc no tuvo miedo aquel dĂa en BĂ©lgica.
Yo tampoco tengo miedo ahora.
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ÂżQuĂ© te gustarĂa hacer, Victoria? ÂżQuĂ© serĂa un placer para ti?
Ăšltimamente, en mi incansable bĂşsqueda de mĂ misma, me he encontrado leyendo diversos libros que en internet me aconsejaban para “superar una ruptura”. SĂ, soy el tipo de persona que googlea a la desesperada ese tipo de cosas. En esa bĂşsqueda de Google encontrĂ© un artĂculo con varias recomendaciones, las cuales apuntĂ© en un bloc y me decidĂ a buscar por las librerĂas (aunque la mayorĂa acabĂ© adquiriĂ©ndolos en ebook, que sale más econĂłmico, no nos vamos a engañar); y desde hace unos dĂas he empezado con una de las lecturas de la lista: Come, reza, ama.
En este libro se nos presenta la historia de la propia escritora, que nos cuenta cĂłmo fue su propio viaje (fĂsico y espiritual) para encontrarse a sĂ misma despuĂ©s de un divorcio devastador que vino seguido de una ruptura que arrasĂł con lo poco que quedaba de su autoestima.
La verdad es que desde que empecé su lectura, el libro empezó a atraparme de una manera especial, quizá por el estilo de escritura, quizá por la crudeza y la realidad que la escritora muestra en sus palabras, o quizá por ese plus de espiritualidad que aporta y que creo que yo también estaba buscando. Porque cuando una ruptura ocurre es similar a la muerte de un ser querido: queda una sensación de desesperanza y pérdida que necesitas desesperadamente llenar con entendimiento y claridad.
En cualquier caso, hace ya dĂas que lleguĂ© a la conclusiĂłn de que el entendimiento y la claridad que necesitaba para sanar eran los mĂos propios: necesito encontrarme a mĂ misma, entenderme a mĂ misma; sĂłlo asĂ podrĂ© curarme del todo, y en mi viaje he decidido imitar a la escritora en cierto modo e ir re descubriĂ©ndome poco a poco, empezando por el primer tema que toca la autora en su libro: el placer.
De ahĂ vienen las preguntas con las que abro la entrada de hoy: ÂżquĂ© me gustarĂa hacer? ÂżquĂ© serĂa un placer para mĂ?
Siguiendo un poco el hilo de lo que habla Elizabeth Gilbert en su libro, esas fueron las preguntas que se hizo a sĂ misma cuando se dispuso a descubrir realmente el placer en su primer viaje, que fue por Italia. Desafortunadamente, yo no tengo tanto dinero como ella y tampoco dispongo del tiempo para escaparme 4 meses a Italia a buscar el placer; tengo que conformarme con hacerlo desde mi casa en un pueblo de Madrid que tiene bastante menos encanto que la capital Italiana, la verdad.
Lo cierto es que al pensarlo de primeras me cuesta llegar a una respuesta para esas preguntas, pero tras varias horas con el run run de las mismas resonando en lo más hondo de mi cabeza mientras trabajo (porque, para quien le interese, esta entrada la estoy escribiendo desde la oficina entre llamada y llamada); he llegado a la conclusiĂłn de que en realidad sĂ que hay ciertas cosas que quiero hacer, que me gustarĂa hacer, y que suponen un placer para mĂ.
La primera de ellas, que viene muy ligada al motivo por el que me decidĂ a empezar a ir a terapia, es hablar con la gente. De cualquier cosa. Hablar, reĂr, bromear, disfrutar. Abrirme al mundo y dejar que el mundo se abra ante mĂ supone un placer inmenso del cual no habĂa sido realmente consciente hasta hoy mismo. Y ha sido al verme en la oficina, rodeada de mis compañeros de trabajo y compartiendo con ellos anĂ©cdotas tanto personales como de trabajo, compartiendo tanto bromas como quejas; ha sido en ese momento cuando me he dado cuenta de lo feliz que me hace estar con la gente.
Cuando empecĂ© a ir a terapia me daba miedo socializar. No con mis amigos, con ellos estaba a gusto, pero socializar con gente poco conocida o directamente desconocida me producĂa muchĂsima ansiedad antes, durante y despuĂ©s; a un nivel en el que, despuĂ©s de un par de horas hablando necesitaba dos dĂas para recuperarme del todo y siquiera pensar en volver a establecer un contacto con esa gente.
Por eso a dĂa de hoy me produce este placer, esta felicidad, el hecho de haber podido dejar atrás aquella parte de mĂ que se escondĂa detrás de cualquier excusa para tener el menor contacto humano posible. De hecho, hace un mes la sola idea de tener que ir a oficina al dĂa siguiente era capaz de hacerme pasar un mal rato aĂşn estando todavĂa en mi dĂa libre. ÂżY quĂ© ha pasado en este mes? Bueno, muchas cosas que tienen y no que ver con este cambio, pero sobre todo ha pasado que me he dado el tiempo de sentarme a pensar y a hacerme las preguntas correctas. Las preguntas que motivan el cambio.
Y entre tanto cambio, me he encontrado a mà misma disfrutando una charla casual con mis compañeros de trabajo en medio de un rato con poco que hacer; y me he encontrado riendo con ellos a carcajadas, de las sinceras, las más sinceras del mundo.
En segundo lugar podrĂa decir que mi mayor placer es la mĂşsica, pero no serĂa del todo honesto. DirĂa que es el arte en general, en todas sus formas, aunque algunas me gusten quizá más que otras: pero como una persona con tanta tendencia a fijarme en los detalles, el arte me produce un placer inmenso.
Lo que para otra persona puede ser solamente una canciĂłn, o solamente una serie, o solamente un libro; para mĂ es una fuente de conocimiento, una fuente de autoconocimiento. Porque en lugar de quedarme en la superficie, me encanta rascar, me encanta hurgar en esa canciĂłn, libro o pelĂcula hasta encontrar algo que se aplique a mĂ y que pueda usar para mi vida diaria. Algo que enriquezca mi forma de ver el mundo, mi forma de vivir.
Por eso, cuando algo me gusta, lo disfruto una y otra y otra vez; exprimiendo hasta el final todo lo que esa obra de arte puede ofrecerme, sacando todas las enseñanzas que puedo de ello. FĂjate todo lo que he sacado sĂłlo del primer tercio de un libro.
Por Ăşltimo, y por quedarme con una tercera cosa, un tercer placer, me quedarĂa con la creaciĂłn. Igual que el anterior punto rondaba alrededor de la observaciĂłn del arte, este se va al otro extremo: la creaciĂłn del arte. Escribir, interpretar, cantar (aunque se me dĂ© fatal), cocinar, bailar (aunque se me dĂ© aĂşn peor que cantar);… Formar parte del arte me da otro nivel de placer que es igualmente comparable a los otros dos, y yendo un paso más allá, compartir esas creaciones; ya sea cocinando para mis amigos, subiendo lo que escribo como puede ser esta entrada del blog a tumblr o actuando en un teatro delante de cientos de personas (algo que despuĂ©s de haber hecho durante toda mi infancia y adolescencia estoy siempre deseando retomar).
Ser consciente hoy de estos placeres, haberme parado a pensar en ellos, haber meditado acerca de la idea del placer me ha hecho darme cuenta de lo afortunada que soy y lo desapercibido que pasa para mà muchas veces, dejándome llevar por los reveses de la vida sin ver lo bonito de esta; y también me ha hecho ver lo importante que es tener a las personas correctas a tu lado, pero sobre todo, lo importante que es tenerte a ti mismo de tu lado. Es lo más importante de todo.
Porque sin mĂ y sin mi voluntad para salir del pozo no estarĂa aquĂ reflexionando sobre los placeres de la vida y sobre lo feliz que puedes ser aĂşn habiendo pasado por algo como una ruptura, que puede convertirse en un evento de lo más traumático si no sabes manejarlo. Porque haber pedido ayuda desde el minuto uno de que esto pasara fue probablemente el paso más inteligente que he dado en toda mi vida, por pequeño e insignificante que parezca.
Asà que, a ti que estás leyendo esto (si es que hay alguien que de verdad lo lee), quiero recordarte que empezar por reconocer todos los logros que has conseguido en esta vida, por pequeños que te parezcan, es una buena manera de empezar a reconciliarte contigo mismo y con los placeres de la vida.
Con infinito y placentero amor,
Vic.
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The beast doesn’t need to transform to be loved. He doesn’t have to turn into a boring fucking prince to be loved. Or renounce to the essence of who it is. To me love is not transformation, love is acceptance and understanding.
Guillermo del Toro
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Los mejores dĂas son aquellos que ni siquiera esperas que ocurran, pero simplemente lo hacen.
No tiene por quĂ© haber salido el sol o hacer calor, no tiene por quĂ© ser un dĂa pacĂfico en su totalidad, no tiene por quĂ© incluir tu actividad o tu comida favorita. Los mejores dĂas lo son porque ocurren de manera totalmente genuina. Sin esperarlo, casi sin quererlo.
Mi mejor dĂa fue el Ăşltimo domingo de marzo.
La mañana estaba nublada y me levantĂ© tarde, como tengo por costumbre cualquier domingo. Mi padre estaba sentado en el sofá del salĂłn, mi hermana rezongaba todavĂa en su dormitorio y la cafetera estaba llena en la cocina. El olor del cafĂ© fue lo primero que me hizo sonreĂr; y cuando minutos despuĂ©s me encontrĂ© sentada en el sofá junto a mi padre con la taza entre mis manos, sonreĂ de nuevo.
El olor del café siempre me ha dado esa sensación de tranquilidad, de hogar, de otoño a pesar de que sea primavera. El olor del café siempre me recordará a mi abuela, que todas las mañanas se preparaba su café con tostas y se sentaba en una silla de plástico en el patio a desayunar, mientras fumaba de manera intermitente un cigarrillo de Marlboro.
Si cierro los ojos, mientras me tomo el cafĂ©, puedo verla frente a mĂ. Puedo escucharla despotricando sobre la vecina y luego decirme que me vista que nos vamos a comprar al mercado. Puedo oler el tabaco que acompañaba al cafĂ© y puedo escuchar de fondo a mi abuelo preparando el carro para la compra. Los recuerdos son tan vĂvidos en mi cabeza que puedo casi tocarlos.
Mientras estaba allĂ sentada al lado de mi padre, evocando en mi memoria todos esos recuerdos, sabĂa que iba a ser un buen dĂa. Uno de esos con un tinte de nostalgia en los que todo te recuerda a algo; uno de esos que a pesar de ser grises, brillan con luz propia.
Fue el dĂa en que sentĂ en mi interior un intenso amor floreciendo, porque a pesar de estar en el sofá de mi casa, mi mente y mi corazĂłn volaban a travĂ©s del cielo y se encontraban en otra ciudad, otro sofá y otra casa a 125 kilĂłmetros de distancia. 125 kilĂłmetros exactos.
Fue el dĂa en que le confesĂ© a mi padre que habĂa alguien a quien estaba conociendo, y deseĂ© poder contárselo a mi abuela tambiĂ©n en aquel momento. Fue tambiĂ©n el dĂa en que le confesĂ© a mi padre que tenĂa mucho miedo, y Ă©l me respondiĂł con toda su sinceridad y su cariño que no lo tuviera, y que si me rompĂan el corazĂłn es porque estaba latiendo.
Me lo han roto.
Y sĂ, sigue latiendo; y ha merecido la pena arriesgarse en el camino, porque a pesar de todo, aquel sigue siendo uno de mis dĂas favoritos. El dĂa en que me di cuenta de que me estaba enamorando, y para bien o para mal, un amor vivido y perdido es mejor que un amor que ni siquiera ha florecido.
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Hay muchas versiones de mĂ misma.
ÂżEs verdad que hay muchas versiones de mĂ misma?
A veces parece que sĂ. A veces siento que no soy la misma al acostarme que al levantarme. Me pasa muy a menudo que me levanto con muchĂsima energĂa y con ganas de comerme el mundo, pero a medida que avanza el dĂa esa energĂa se diluye entre un sinfĂn de miedos e inseguridades, llegando a veces a mirarme al espejo y no poder reconocer a la chica alegre y entusiasta que se bebiĂł mi cafĂ© esa mañana.
La gente a mi alrededor tambiĂ©n me dice que a veces parezco dos personas diferentes, que hay dĂas que soy muy optimista, positiva y abierta; mientras otros dĂas... es mejor no acercarse a mĂ.
Es un tema ciertamente controvertido, y la realidad es que todos contenemos mundos infinitos en nuestro interior, pero eso no nos hace personas distintas. Nos hace personas, sin más. Personas con sus aristas, con su esquinas y con sus picos, con luces y sombras. Todas forman parte de nosotros mismos, y si nos quitasen las sombras no serĂamos los mismos.
AsĂ que sĂ, podrĂamos decir que hay muchas versiones de mĂ mismas, pero todas forman parte de un gran todo que soy yo. Victoria. El conjunto de muchas “pequeñas yo” que representan cada aspecto de mĂ, y tengo muchĂsimos. Y lo más importante: eso no es malo, es bueno.
En teatro (para el que no me conozca, soy actriz desde los cuatro años) hablamos a menudo de personajes redondos cuando nos referimos a personajes que no son buenos ni malos, sino que tienen un poco de todo. No son blancos o negros, son grises, y eso les hace mucho más profundos e interesantes. Al final, esos personajes no son más que una representaciĂłn más de cĂłmo son las personas reales, de cĂłmo somos.Â
Nadie es el mismo todo el tiempo, las personas cambiamos, avanzamos, aprendemos, fallamos, nos caemos, retrocedemos. Por eso, sĂ, hay muchas versiones de mĂ misma; y todas, en esencia, soy yo.
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No soy sólo el poeta de la bondad, acepto también serlo de lo inicuo y lo malvado,
Encuentro el equilibrio en un lado lo mismo que en su opuesto.
ÂżMe contradigo?
Pues sĂ, me contradigo, ÂżY quĂ©?
Soy inmenso, contengo multitudes.
fragmento de “Song of Myself”, de Walt Whitman.
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>>while the sun shines and the birds sing
promise me you'll stay by my side,
that you won't go away with the wind
that you'll never say goodbye
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fearless (taylor’s version) cover art inspired painting
printsÂ
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