Tumgik
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Alex & Skye
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Alex & Riley
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Chapter – Black eyed brother
Un amanecer más en aquella dimensión, en el lugar donde la muchacha de ojos azules y cabellos rubios había nacido y había vivido con su familia. Su noche no había sido muy buena, al igual que la anterior, seguía despertándose demasiadas veces sobresaltada, con exceso de sudor en su piel ligeramente morena y el corazón latiendo desbocado. Había incluso estado a punto de salir por la puerta del apartamento de su hermano, aún si no sabía a donde iría o qué tan lejos podría llegar sin que alguien la viera.
Aún así, Skye no se levantó de la cama confortable hasta que los primeros rayos de luz quisieron se filtraron por la ventana del cuarto. Dio unas vueltas alrededor de la cama, hasta que decidió que se metería debajo de la magistral lluvia de agua con temperatura regulable. Buscó entre la pila de prendas que le había dejado la joven Stevens el día anterior y escogió al azar lo que fuera a vestirse ya que el improvisado pijama estaba prácticamente húmedo.
No tardó más de tres minutos en la ducha, utilizando uno de los productos que su hermano le había dicho que era para lavarse el cabello, y tras escurrirse sus largos cabellos durante unos minutos, percibiendo el aroma que emanaba de ellos, se vistió con un par de jeans y una camiseta de sin mangas y salió a la cocina.
Allí rondó unos cuantos minutos más, paseándose con cierto nerviosismo pero silenciosamente al estar aún sin calzados, incluso vigilando la puerta donde dormía Alexander asegurándose que no se había despertado. Luego de media hora, según el aparato que indicaba la hora le mostraba, la joven Landon-Conover decidió indagar las alacenas de la cocina en busca de algo comestible.
Había percibido cierta tristeza en los ojos de su hermano el día anterior, aún cuando no sabía muy bien por qué era, pensó que quizás ella podía esperarlo con un desayuno. Solo lo pensó, puesto que no tenía idea realmente qué podía servir como desayuno además de los cereales con leche. Aunque acabó por decidirse por sacar un par de huevos del refrigerador que colocó en la sartén cuando logró deducir como se utilizaba la cocina y como encendía la hornalla.
Una de las manos femeninas se metió en la caja de cereales mientras revolvía los huevos, llevándose un par a la boca intentando darle una segunda oportunidad.
Alexander Landon tampoco había pasado muy buena noche. Una de las razones por las que había decidido marcharse de aquella dimensión era por las constantes pesadillas, unas que no debían ser más que un juego de Zeon para acabar de destruirle. Siempre era lo mismo; la muerte de su padre, su madre apareciendo en random situaciones y haciéndole creer que seguía viva. Despedirse una y otra vez aún y cuando no hacía que las muertes fuesen menos amargas; y otras, eran más oscuras. Sueños en los que asesinaba a la gente que quería, dudaba que fuesen estrictamente premoniciones, pero si sabía que podía llegar a haber cierta verdad en ellas. Había sido creado para matar.
Salió de su dormitorio con su pantalón de pijama gris con un lineado blanco mientras se ponía la camiseta básica blanca. Arrugó la nariz al percibir olor a frito.
–¿Estás cocinando? –sonrió cuando alcanzó a ver a su hermana en la cocina, frente a la hornalla. Hasta se quedó algo sorprendido al ver la caja de cereales –Es una avance, definitivamente –llegó hasta ella y le dejó un beso en la cabeza, posicionándose a su derecha –¿Has aprendido tu sola?
Ella en seguida ladeó el rostro para observarlo, sin poder evitar sonreír ante la forma en que la había saludado y la pereza que podía leer en sus ojos aún.
–Era eso o hacer una fogata delante del sofá –señaló el sitio con el utensilio con el que revolvía la sartén.
Skye frunció los labios, conteniendo otra sonrisa y volvió los ojos a su intento de desayuno. De hecho era lo más parecido a lo que conocía, solía aprovechar algunos huevos que encontraba en nidos. Aunque aquellos que había encontrado en la nevera eran pequeños y de cáscara fina, pero se veían bien.
–Lo siento, podría haber explotado el apartamento, ¿no? –preguntó cuando quitó la sartén de la hornalla–. Te miré ayer y… bueno, tras intentar bastante pude encenderla –asintió encogiéndose levemente de hombros.
–Hey –Alex negó con la cabeza después de meter la mano en el paquete de cereales y sacar un zarpado –No tienes que pedir disculpas por intentar adaptarte a todo esto. Sé lo difícil que es. Cualquier otra persona estaría gritando constantemente, o usando su arma contra todo lo que se moviese. Tienes derecho a tomarte todo el tiempo que necesites, y para tu suerte, tienes un hermano muy paciente –se llevó los cereales a la boca, masticándolos. Abrió uno de los armarios y sacó un plato largo y llano, dejándolo sobre el mármol al lado de la encimera –Cuando creas que están preparados, puedes servirlos en este plato. Todos los cubiertos están en ese cajón –indicó –Los vasos en ese armario –señaló también –Y, bueno, no voy a pensar que eres rara si pasas unas cuantas horas abriendo todos los armarios que encuentres. Mi casa es tu casa –le sonrió –Ayer llegaste bastante tarde. ¿A caso tu y Riley disteis una fiesta después del entrenamiento? Porque si pasasteis todas esas horas en los katamis, creo que debería llamarla para asegurarme de que sigue viva –bromeó.
Skye colocó el desayuno en el plato ayudándose con la espátula mientras fruncía el entrecejo poco a poco hasta que su frente se vio poblada de pequeñas arrugas.
–Ella está bien –contestó cuando dejó la sartén en el lugar y sosteniendo entonces girándose con el plato.
Instintivamente cubrió su labio inferior con el superior para humedecerlo y así rozar internamente el corte con su lengua, procurando no sonreír. Se había llevado unos buenos golpes que aún sentía, pero no era un malestar que desconociera o que le desagradara, sino curiosamente era todo lo contrario.
–Tiene buenos golpes –admitió cuando dejó el plato en la mesa y se giró, intentando recobrar la información procesada de donde él le había indicado que se encontraban las cosas. Sacó un par de tenedores del cajón y volvió acercarse a la mesa–. Solo tuvo que asegurarse que no tenía ninguna costilla rota antes de que me llevara a buscar algo de ropa –agregó, con completa naturalidad como si chequear no tener nada roto fuera lo más ordinario del mundo.
El muchacho parpadeó varias veces, sentado ya en su silla. No era que fuese un aprovechado y la dejase a ella hacer todo el "trabajo", simplemente intentaba ser amable en otro sentido. Skye necesitaba adaptarse y sentirse cómoda, y qué mejor que sentirse capaz de preparar el desayuno.
–Veo que entrenar te ha sentado bien. Eso es algo bueno, estoy seguro de que poco a poco te irás familiarizando con todo. Aunque vivamos todos en la base, no somos del mismo equipo por así decirlo. I mean, si, todos estamos del mismo bando, pero la mayoría de soldados son solamente.. Eso, militares, mientras que los que viven en este edificio en concreto, somos de la OCEU, la organización de cazadores. Ya sabes, los que sabemos que los demonios existen, las hadas, los trols, los bichos babosos –se acercó el plato y probó los huevos fritos. Mierda. Alzó las cejas. Estaban bastante buenos –Hey this is really good..! –exclamó, mirándola y sonriéndole –Well done you amazon! –levantó la mano derecha, a espera de que ella "chocase los cinco"
Como era de esperar, la muchacha se quedó observando su mano, con una expresión de interrogación en el rostro. Había dejado dos platos sobre la mesa tras ir a buscarlos y dos vasos, así como la leche también.
–Ok, I get that if you put your hand like this –llevó su mano delante de su cuerpo, extendiéndola de lado– is a way to say hello, but... –miró la palma de Alex y negó– what am I supposed to do with that?
No estaba intentando que se detuviera, quizás entendía ese gesto, pero en aquel contexto no tenía idea.
El rubio se aclaró la garganta. Pudo retirar su mano, bajarla, pero eso no serviría de nada, solo para incomodarla. Así que..
–Cuando alguien levanta la mano así después de felicitar a quién está hablando, tienes que chocar tu mano contra la de él. Así –estiró el brazo para alcanzar la mano de Skye, e hizo que su palma golpease la suya –Es.. Una especie de ritual urbano. Cuando dos personas hacen algo bien o salen victoriosas de alguna situación, por ejemplo. Chocaríamos los cinco.
El entrecejo fruncido de la muchacha se relajó poco a poco, hasta que una sonrisa pequeña apareció en sus labios, incluso convirtiéndose en una risa. Sin dudas le llevaría tiempo entender muchos de aquellos gestos que no tenían sentido alguno para ella.
–De acuerdo, de acuerdo –asintió una vez, intentando no volver a reír y apartó la silla junto a él para sentarse y rodear sus piernas con la mano libre que no sostuvo el tenedor.
–Chocar los cinco –dijo Skye en voz baja, articulando con exageración cuando alzó sus cejas y observó el bocado de huevo revuelto.
Para su suerte, sabía mejor que la dulzura excesiva de los cereales y era lo más parecido que tendría a sus comidas. Tragó lo que tenía en la boca y se humedeció los labios, encogiéndose un poco más en la silla.
–Debo decir que no está nada mal que tengas la comida lista para cuando quieres prepararla y no tener que salir a cazar –admitió la de cabello rubio al azar su mirada a Alex
Alex la escuchó atentamente, comiendo con tranquilidad. Si, el mundo se venía abajo allí afuera y él desayunaba con tranquiliad. Y es que, bueno, creía merecerse un momento de felicidad. De calma. Por fin en el reparto de suerte no había llegado el último.
–¿Sabes? Creo que.. Todo ha sucedido muy rápido. Pero lo conseguiremos. Y no tienes que adaptarte a todo, no tienes que presionarte ni debo hacerlo yo. Es más fácil si vamos sobre la marcha, sabes –entonces dejó el tenedor y se llevó una mano a la frente, ladeando la cabeza y gruñendo en un quejido. De repente, sentía como si se le estuviese cociendo el cerebro. Y eso no podía ser algo bueno; absolutamente nada bueno –Skye... –habló entre dientes, sosteniéndose del filo de la mesa con la otra mano. Las piernas le temblaban, todos sus músculos se tensaban y sus pupilas empezaban a dilatarse –Vete. Vete de aquí.
Se levantó arrastrando violentamente la silla hacia atrás, haciéndola incluso caer. Evitó mirarla, dándole la espalda y alejándose de la mesa, de cualquier objeto filoso con el que pudiese herirla.
Los ojos femeninos se abrieron con exageración al oír la silla caerse y no necesitó nada más para reaccionar. Dejó caer el tenedor, bajándose de la silla casi de un salto y retrocedió hacia la encimera de la cocina, observando con expectación la espalda de su hermano.
Skye aspiró aire con lentitud, conteniéndolo para controlarse.
“Respira. Calma tu mente.”
La voz de Zero le habló internamente al recordarlo, y en ese momento sintió una extraña sensación en su pecho al no tener idea donde estaba el hombre. ¿Se habría ido? ¿Andaría por allí también? Sin embargo no pudo distraerse demasiado porque Alexander profirió otro quejido que la trajo a la realidad. El problema no era su mente, el problema eran las sensaciones que asaltaban a su cuerpo en ese momento. Fuera lo que fuera que sucedía, su hermano mayor estaba en problemas, y no tenía intenciones de dejarlo.
–No –negó con firmeza, deteniendo a sus pies de seguir retrocediendo y manteniéndose quieta, observándolo.
La oscuridad de aquél demonio siempre había hallado forma de entrar en las mentes de quiénes poseía como reliquias alimentándose de su tristeza. De su desdén, de la sensación de estar perdidos. Y quizá Alex sintiese por primera vez que estaba en casa, pero había mucho dolor y mucha tristeza de la que alimentarse; y era mucho más fácil cuando su sangre corría por sus venas.
El cazador luchó con todo su empeño, pero para cuando la figura del muchacho se irguió y los quejidos cesaron, nada de lo que saliese de su boca sería voluntario o personal. Había un ente en su mente, una energía, alguien movía las cuerdas del títere que siempre había sido.
–No, Skye –habló con tranquilidad, girándose lentamente para contemplarla con una cálida sonrisa. Algo que no encajaba en la visión de sus ojos negros –Tienes razón. Quédate... Será mas divertido.
Miró a su alrededor y avanzó tranquilamente, haciendo crujir su cuello. Ese chico estaba siempre tan tenso.
–Tengo que admitirlo. Esto –la señaló –Tu, precisamente tu, se me había escapado de las manos. Tu madre siempre fue una mujer muy lista.
Las palabras hicieron eco en la cabeza de la joven, sus sentidos se erizaron tanto como su piel y deseó mirar a los lados en busca de un sitio por donde escapar; aunque había un punto donde su vista estaba estancada, y era en la inmensa oscuridad que había invadido los ojos amables de su hermano.
Retrocedió un par de pasos hasta que la encimera chocó contra su trasero, demostrándole el límite para su avance en reversa.
–No hables de mi madre –farfulló ella, sabiendo que donde sea que estuviera Alexander en ese momento, no estaba allí.
–¿Por qué no? –preguntó con sincera curiosidad el demonio, frunciendo apenas el ceño –Era mi favorita. Aunque –rió, separando los brazos –Saltando una generación.. Creo que acabo de actualizar mi lista de prioridades. Me gusta estar al día de mis posibles adquisiciones. ¿Sabes cual es el problema? –chasqueó la lengua –Que tu no tienes mi sangre, a diferencia de tu hermano, y prepararte ahora para substituirle me supondría mucho trabajo. Mis empleados empiezan a impacientarse, el momento decisivo está cerca y no puedo permitirme perder más tiempo. Así que, joven Conover, permíteme informarme de tu papel en esta historia –ladeó una sonrisa y su mirada se hizo más intensa. Skye debería sentir como su tráquea se cerraba e imposibilitaba que el aire llegase a sus pulmones, además del dolor que eso suponía –Ninguno. Lo que menos necesito es que mi pequeño príncipe se sienta con ganas de luchar. No es nada personal.
Su fuerza sobrenatural sacó a Skye de la cocina, lanzándola como si fuese un trapo hacia el salón, encajándola como un decorado más de la pared contigua a la ventana.
La respiración de la joven, ahora con su pared incrustada a la pared, se hizo audible cuando la presión en su garganta cedió, incluso tosió un par de veces hasta que solo se transformaron en quejidos.
En su mente la información procesada, las palabras por parte del demonio la habían golpeado más fuerte que aquella violencia física. “Que tú no tienes mi sangre, a diferencia de tu hermano.” ¿Qué significaba aquello? ¿Corría otra sangre por las venas de Alexander? Era la primera vez que una criatura de ojos negros influía en ella de aquella manera.
Skye no demostró signo de temor alguno, incluso cuando lo sentía queriendo apoderarse de ella. Iba a batallar, no podía permitirle acceso al miedo, no en ese momento. Se limitó a mantener una respiración constante, que ayudara a su mente a oxigenarse.
–Tu pequeño príncipe es mi hermano, y no dejaré que lo uses como muñeco –farfulló ella, con enojo que crispó sus facciones.
La muchacha contuvo el aire, cerrando los ojos cuando una ola interior se propagó por su cuerpo. Sintió frío, incluso comenzó a temblar ligeramente, y tras un segundo sus pies golpearon el suelo cuando cayó. Confundida alzó sus párpados y observó al demonio.
El ceño fruncido de Alexander demostraba la confusión del demonio que en aquél momento controlaba su mente. La conexión psíquica de Zeon con su manchado era completa, pero eso no significaba que pudiese ser definitiva o eterna. Como a todo ser, usar sus poderes contra una energía blanca que luchaba sin descanso como la del joven Landon, le debilitaba. Así que debía hacerlo rápido, y olvidar lo de jugar con la comida.
–Tu madre tenía el mismo don que tu –comentó, asintiendo como si felicitara a Skye por conseguir librarse de su opresión física –Pero como ya sabrás, no le fue demasiado útil. Eres mortal, tus poderes están limitados por tus emociones y... –extendió la mano –Esa es tu perdición.
El negro en sus ojos destelló, como si una sombra gris los cruzara, y a un segundo de usar sus poderes para estrujar el corazón de la muchacha, recibió un golpe directo a su pómulo que le desestabilizó y le desconcentró.
Riley había entrado con la copia de la llave que Alex le había dado y ante la escena con la que se encontró, no dudó en intervenir. Cuando Alex la miró y vio sus ojos negros, enarcó las cejas.
–That's not the way you treat your little sister, big boy. Bad brother –dio un paso al frente y le atestó otro derechazo al cuerpo de Alex, levantando el izquierdo para repetir el movimiento con el otro, pero esta vez, Zeon detuvo su ataque, apretando su muñeca. Sus ojos negros parecieron sonreír a los azules de la joven Stevens.
–Oh you –habló el demonio –You little empty shitty witch. It's been a while... Tell me –con la otra mano atrapó su cuello, asfixiándola –Do you miss your mojo? 'Cause that blonde witchie is enjoying your legacy so bad...
Sería una mentira afirmar que la joven Landon-Conover no se había congelado en el lugar tras las palabras del demonio. Ni siquiera con la aparición de quien el día anterior había sido su oponente en la pelea por diversión logró hacerla reaccionar hasta que la muchacha se vio atrapada por el cuello.
No era como nada que había visto, la manera en que Alexander se vio invadido como si esa parte siempre conviviera con él. De repente entendió, mejor que nunca, las palabras de Zero. Tragándose las ganas de gritar de alteración, Skye aspiró aire y caminó en dirección a ambas figuras.
Hundió uno de sus codos en la espalda masculina, en la zona baja, obligándolo a doblarse. No es tu hermano. Repitió el golpe pero en la cabeza y sin más rodeó el cuello del joven poseído con uno de sus brazos, tirando de él hacia atrás para que soltara a la de cabellos oscuros.
Riley retrocedió un solo paso cuando se sintió libre, llevándose un solo instante la mano al cuello. No había tiempo para lamentos físicos, aquello iba a ponerse feo.
Había estado en esa posición una vez, con Zeon en su mente obligándola a herir a las personas que quería, y la cosa acababa de empezar. Interrumpió las carcajadas de Alexander propinándole un puñetazo en la boca del estómago, torciendo los labios porque sabía que probablemente le había roto una costilla al pobre de Alex. Pero él no querría que se andase con delicadezas.
–Suéltale. Si quieres a Alex tendrás que pasar por encima de mi, Zeon. Y puede que la última vez te resultara gratamente fácil.. –siseó, sin saber cómo podía contener tanta rabia –Pero esta vez, no vas a salirte con la tuya.
–Eso lo veremos.
El demonio estiró la pierna para golpear el torso de la joven, arrojándola al suelo. Después, echó el codo hacia atrás para librarse de la rubia y girándose, la atrapó del cuello para después lanzarla como si fuese un trapo contra la mesa de té frente al sofá. Silbó observando la encimera y recogió un cuchillo.
La joven Landon se removió en el suelo, puesto que la mesa de madera había cedido tras la fuerza del impacto, e ignoró el dolor punzante en su espalda. Se incorporó como pudo, de manera algo torpe debido al aturdimiento y rodeó su mano derecha el trozo de madera que se había incrustado en su espalda. Sus ojos azules observaron con intensidad la figura invadida de su hermano y contuvo la respiración cuando se quitó lo que la había apuñalado.
Antes de que pudiera hacer algo más, la puerta se abrió de par en par. Zero no necesitó demasiadas pistas para entender que sucedía, simplemente una barrida con la mirada fue suficiente. Dio rápidas zancadas y apartó a Skye de un empujón, intentando alejarla de la escena, incluso a la otra muchacha que no conocía, fue directo hacia el demonio.
El hombre posó ambas manos el cuello masculino, pero sus dedos ejercieron extrema presión en zonas específicas, donde las venas principales iban a su cerebro, interrumpiendo así la oxigenación y obligarlo a caer inconsciente. No solucionaría nada, pero les daría algo de tiempo.
El cuerpo de Alexander cayó inconsciente y Riley Stevens se ayudó con las manos para incorporarse hasta sentarse. Arrugando el ceño, dolorida y quizá hasta en shock, vio como el cuerpo de su amigo oscurecía. Y oscurecía, y oscurecía al marcarse sus venas y arterias de un negro inquietante y tenebroso.
La muchacha gritó por el justificable susto cuando todas las ventanas del apartamento estallaron en pedazos. Los jarrones se rompieron. Todo lo que fuese frágil o de cristal, más susceptible a la fuerza que el cuerpo acababa de liberar en una poderosa descarga, se rompió.
Después, se hizo el completo silencio y Riles miró a su alrededor sin dar crédito a lo que veía.
–Damn... –susurró, tragando saliva –I call that rage burst.
El hombre se incorporó rápidamente, puesto que se había agachado para cubrirse de cualquier cristal que pudiera alcanzarlo, incluso colocándose sobre la figura inconciente del joven Landon.
–Alex –soltó su hermana, levantándose también puesto que había caído y se acercó, dejándose caer de rodillas en el suelo para sostener el rostro del muchacho.
La mirada celeste de Zero la observó fijamente y ella tensionó la mandíbula, negando una vez cuando encontró sus ojos.
–Come on, say it –soltó enojada, poniéndose de pie– tell me “I told you so” go on! –empujó al hombre con sus manos.
–Calm down –siseó en respuesta Zero, cortante–. You’re bleeding.
–I’m fine –prácticamente lo interrumpió–. What the hell just happened?! –inquirió luego Skye al ladear el rostro y buscar a la muchacha esperando que ella tuviera una respuesta.
Riley notó que la pregunta había sido hecha hacia ella, así que levantándose por fin se acercó para observar a Alex desde arriba. Negó.
–It's.. Actually a long story that you probably don't wanna hear. But the last surprise of the show? –señaló alrededor –That was a whole new level of a freak situation. We need to take him with Lizzie, she'll know what to do. And you need help –señaló la espalda herida de Skye –Can you carry him? –inquirió a Zero, buscando su mirada.
Al encontrar los ojos femeninos el hombre asintió.
–Trust me, I do. It’s better than not knowing a goddamn thing –respondió Skye a las palabras de la muchacha.
Zero alzó la figura del joven en brazos y asintió, indicando a ambas que se pusieran en movimiento. La que dirigió aquel camino fue Riley, seguida por el hombre y finalmente atrás iba la de cabellos rubios, sin quitar su mirada del rostro apagado de su hermano.
Deseaba con todas sus fuerzas que pudieran ayudarlo.
SACRED BLOOD | SEASON THREE
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"Whatever it is you feel, Alex, you're free to say, and free to keep."
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blackxlayer-blog · 10 years
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blackxlayer-blog · 10 years
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Un abrazo que la de cabellos largos y empapados correspondió de la misma manera. Aún con la pesadez en su cabeza que amenazaba con marearla, aún con el ardor de su nariz al aspirar aquel aire liviano, y al sentir que no era suficiente como si pasara de largo y no le alcanzara, aún cuando el cambio de oxigenación en su cerebro le ocasionó un dolor punzante en la nuca, Skye se aferró a su hermano. No tenía la menor idea de qué era aquel lugar con extraños artefactos, pero el abrazo de su hermano y sus palabras, le hicieron entender que estaban bien. Lo habían logrado.
La joven soltó incluso una risa, nerviosa, aún con su rostro escondido en el hombro de Alexander, sin prestar atención a la mujer extraña. Aunque Zero sí lo había hecho. En cuanto la voz femenina resonó, sus ojos duros se posaron en el rostro de Elizabeth, desconfiado. Todavía sostenía su escopeta, aunque no apuntaba a nada ni nadie, no iba a soltarla tan fácil. Sí la sostuvo mejor, dando unos pasos para salir del charco que seguía a sus pies. Luego carraspeó de manera audible al observar a los hermanos, sin abandonar su expresión inmutable, aún cuando por su interior transitaban emociones por haber dejado aquella dimensión.
—No pretendo interrumpir, pero... ¿Cerrarán el portal? A menos que quieras una de esas bestias como mascotas —dijo Zero al mirar al joven Landon.
Alexander no se separó de Skye, pero si giró la cabeza para enfocar la vista en quién acababa de hablar. Asintió y miró a la joven Stevens.
—Puedes apagarlo. Suspirando con agotamiento, Elisabeth rodeó el catalizador -un aparato bastante complejo- hasta llegar al ordenador tras él, cancelando la emisión de energía. Portal cerrado, o al menos, así debería ser. —¿Alguien va a explicarme qué demonios está pasando aquí? Y si no te importa —señaló a Alex —Pídele a tu amigo que suelte el arma. Es mi laboratorio, no me gusta sentirme amenazada en mi laboratorio.
—Estás rodeada de frascos con ácido sulfúrico y disoluciones por el estilo y te preocupa una escopeta —rió Alex, negando con la cabeza. Entonces miró a Zero, separándose de Skye pero sin soltar su mano. La pobre debía de sentirse desorientada y bastante abrumada por toda la situación —Puedes dejar tu escopeta, no será necesaria aquí.
El hombre asintió una vez, curvando sus comisuras hacia abajo en una mueca de conformidad, o eso fingía ser. Entendía lo que quería decirle Alexander, y lo que pedía aquella mujer, era razonable, pero los últimos años de su vida no habían sido justamente razonables.
—La última vez que estuve aquí, si es que estamos "de vuelta" realmente o si es que el mundo del que provenían es el mismo que el mío, las cosas no fueron muy agradables —contestó Zero, frunciendo sus labios levemente.
La muchacha que lo observaba, aún bastante abrumada por los cambios, enarcó ambas cejas y se separó de su hermano para acercarse entonces a quien sostenía la escopeta.
—Confío en él —articuló Skye, observando a su entrenador—. Si dice que no hará falta...
Tras unos segundos en que utilizó su mirada azul para persuadir o convencer al hombre, logró su cometido. Zero, sin ánimo alguno, colocó la traba a su arma y la bajó, sosteniéndola con una sola mano.
—No la dejaré —avisó, refiriéndose al arma y asintió una vez, al observar a Alex, una vez más dejándole entender que todo estaba bien.
Una sonrisa pequeña cruzó los labios de la muchacha y tras observar a su hermano un momento, sin poder creer aún que estaba con él allí, donde sea que fuera aquel lugar, observó entonces a la mujer con la expresión desconcertada. Se aclaró la garganta y miro de reojo a su hermano una vez más.
—Right —dijo inmediatamente después del carraspeo de su hermana Alex, aclarándose él también la garganta. Se acercó a Elisabeth —Lizzie... Sé que esto puede ser un poco impactante, pero ella es... Es Skye. Mi hermana.
La rubia y aludida se humedeció los labios y los frunció levemente, dejando escapar el aire en un imperceptible e inaudible suspiro.
—¿Impactante? ¿Por qué iba a ser impactante? ¿Porque supuestamente tu hermana Skye había muerto y de no ser asi ahora debería tener unos cuatro años en vez de los veinte que aparenta tener? Tonterías —soltó una histérica carcajada y abruptamente se adelantó hacia la joven —Pareces estar bastante desnutrida chica, y te lo dice quién tiene un pie en la tumba y más ojeras de las que me gustaría —del bolsillo de su bata sacó una pequeña linterna y sin pedir permiso, con dos dedos, forzo a su ojo derecho a abrirle para verle las pupilas.
—Lizzie —Alex se acercó deprisa —Ya sé que eres una freaky que difícilmente controla sus impulsos, pero mi hermana ha vivido el 80% de su vida en una selva tropical con mutantes de Rex, a poder ser, no la asustes.
La reacción de la muchacha fue retroceder un paso hacia atrás, y en el momento en que iba a atacar, la voz de su hermano hizo que se congelara. No había sido porque lo considerara razón para defenderse, sino porque su cuerpo estaba acostumbrado y el que aún estuviera viva era en mayor parte a sus reflejos e instintos. Un rostro desconocido, una amenaza, así había sido. Intentando disimular que había estado, literalmente, a punto de golpearla, Skye volvió a aclararse la garganta.
—¿Cuatro...? —preguntó en un murmullo, confundida, con su frente pobladas de arrugas.
—Claro —dijo entonces Zero, como si confirmara sus sospechas, pasándose una mano por sus rulos húmedos—, la diferencia de tiempos.
—¿Cuatro años? ¿Se supone que tengo cuatro años aquí? —los ojos de Skye se abrieron aún más.
—No —negó Alex, frotándose la frente —Tu no vienes del futuro Skye. Lo que Elisabeth quería decir es que.. supuestamente eras una niña la última vez que todos te vimos, y ahora... Bueno, eres toda una mujer —sonrió, y dejó una mano sobre su hombro. —Relájate, Elisabeth es médico. Solo está cerciorándose de que estás bien físicamente, te prometo que no te hará daño.
—En esa otra dimensión de la que vienes, asumo las condiciones ambientales eran muy similares a las de nuestra dimensión. Mismos reflejos, misma tonalidad de piel, ojos que responden bien a los estímulos de luz.. Muy curioso —siguió diciendo Lizzie, como si alguien pudiese alguna vez entender lo que decía —Te sacaré unas muestras de sangre para asegurarme de que estás limpia, estamos en una base militar, es protocolo. El coronel Edge es un dolor en mi trasero —palmeó la mejilla de Skye y se alejó de ella para ir a buscar el kit que necesitaría para sacar las muestras. —También necesito tu sangre, Rambo —habló a Zero —¿De dónde sales tu?
—Del mismo sitio, es el... Entrenador de Skye o algo así —Alex miró a Zero —¿Me equivoco? —regresó a Elisabeth —Cuidó de ella todo este tiempo.
—Un punto a favor del altruismo —exclamó ella.
El intento de Alexander de calmarla dio su resultado, puesto que su hermana menor, aunque allí aparentaban prácticamente la misma edad, relajó su entrecejo y aspiró aire lentamente.
—¿Muestras de sangre...? Sí, claro —contestó Skye, y alzó su pierna sana, sacando así el cuchillo que intentó acercar a su brazo.
Sin embargo, el hombre se había adelantado para detenerla antes de que siquiera la hoja filosa rozara su piel. Zero le arrebató el arma blanca y la tomó a ella de la muñeca, bajando su brazo.
—No, no, rubia —negó y suspiró casi con cansancio, sabiendo que su entrenamiento tenía demasiadas carencias en aquel lugar— No necesitarás esto.
Skye frunció el entrecejo, pero no dijo nada, simplemente aguardó, dedicándole una mirada a su hermano.
—¿Dijiste base militar? —siguió hablando Zero, dirigiéndose ahora a Elisabeth—. Yo... estaba con los SEALs —enseñó un tatuaje en su pectoral izquierdo, el símbolo de los Navy SEAL.
—¿Eras un soldado? —inquirió Skye, algo sorprendida.
—Si, lo era —contestó por lo bajo.
—North solía contarme acerca de... fuerzas militares, guerras, y yo siempre le preguntaba por juegos o lo que sea en lo que estaba interesada de niña. Ahora entiendo por qué ella siempre me contaba acerca de eso. Por ti —la joven casi sonrió.
El hombre tenía la mandíbula tensa y su mirada se había perdido en algún lugar del suelo.
—No. No lo hagas —pidió en tono serio, algo cortante.
—Lo siento —Skye parpadeó, dándose cuenta que había hablado de más.
—Los Seal... En las películas siempre me gustaban. En la realidad, la mayoría son unos auténticos capullos —opinó abiertamente Elisabeth, ya plantada junto a una camilla metálica —Por aquí jovencita, necesito que estés cómoda.
—Tranquila —Alex miraba de reojo a Zero, pero le hablaba a su hermana —Ve. Puedes confiar en ella, no te hará daño, tienes mi palabra. ¿En cuanto tengas las muestras de sangre podrán salir de aquí?
—No veo porque no. Si encontrara algo preocupante en los resultados te lo haría saber —sonrió a Skye cuando ésta se puso cómoda y le enseñó el material para la extracción sanguínea —Puede que notes un ligero pinchazo. Y por cierto —volvió a Alex —¿Qué ha sido de eso de "me voy para no volver porque así todo será mucho mejor"? Ya sabes, tu plan para evadir todos tus problemas.
—Supongo que he encontrado las fuerzas que me faltaban para volver a intentarlo... Hey —susurró Alex a Zero —¿Estás bien?
El de cabello enrulado no pareció reaccionar en seguida, pero tras un par de segundos asintió una vez, parpadeando para enfocar su mirada celeste en el muchacho, al parecer preocupado.
—Sí, sí —respondió—, solo un poco mareado. Aunque se siente bien respirar mejor oxígeno —sabía que era una excusa que no era realmente la verdad.
Aún así, no iba a admitir que por un momento él mismo había hecho lo que se había empeñado que Skye aprendiera: dejar que sus emociones lo invadieran. Él había sido un soldado, luego un cazador y un sobreviviente, sabía como manejar sus sensaciones. Incluso tratándose de un tema como era el de su difunta esposa.
Skye frunció apenas su entrecejo cuando sintió el pinchazo, no por haber sentido dolor, sino por haber esperado que fuera peor. Luego relajó su expresión y respiró hondo, dedicándole una mirada a ambas figuras masculinas mientras hablaban.
—¿No pensaba volver? —preguntó Skye en un susurro, observando a Lizzie ahora, con curiosidad.
Alex asintió, y si le había creído o no sería un secreto, pues no demostró sospecha ni tampoco aceptación.
—Es demasiado temprano para presentaciones oficiales, pero en cuanto os adaptéis, podría presentarte ante el general. Es un buen tipo, y no sobran buenos soldados. Estarás bien aquí —le dio una amistosa palmada en la espalda y después se frotó la nariz, quizá algo incómodo por lo que diría a continuación. Se cruzó de brazos —Hey, no he tenido oportunidad de decirlo. Todo ha sucedido muy deprisa. Quiero darte las gracias por cuidar de ella, es toda la familia que me queda y algo me dice que no lo habría conseguido sin ti. Así que.. Gracias.
Elisabeth intercaló la mirada entre los varones y Skye, alzando momentáneamente las cejas cuando dejó las muestras sobre el carrito auxiliar.
—Tu hermano es un hueso duro de roer, y también un cabezota. Alex siempre fue muy independiente, ya sea hablemos del muchachito de 12 años capaz de hackear a la misma CIA, o del musculitos que tenemos ahora. Está claro que nadie escoge lo que es, y lo que tu hermano es... Bueno —sonrió —Convengamos que hay decisiones que uno desearía no tener que tomar, decisiones de la clase que... Sería difícil saber si estas siendo valiente o cobarde, sea cual sea la elección que hagas. Siempre parece haber consecuencias. Tómalo con calma —aconsejó, tomándose la libertad de sacar las hojas que tenía en su muslo izquierdo para dejar a la vista la herida causada por las garras de aquella bestia. Del carrito alcanzó un frasco con un líquido azul y lo vertió cuidadosamente sobre la herida. Nada pareció suceder en un principio, pero poco a poco los cortes fueron cerrándose hasta quedar solamente cicatrices perfectamente cerradas y apenas visibles —Imagino que has vivido un infierno, quizá seáis familia, pero ahora mismo sois solamente dos desconocidos. Dale tiempo al tiempo.
Los ojos azules de la joven se posaron en la herida que repentinamente sanó, claramente perpleja. Siguió el frasco con la mirada cuando ella lo volvió a su lugar y luego observó el rostro femenino.
—Eso hubiera sido realmente útil en más de una ocasión —apuntó Skye mientras pasaba sus dedos por su piel, ahora sana, hasta que se aclaró la garganta de manera inaudible—. Sé que es un extraño, sé que lo soy para él y sé que no tengo idea de lo que él ha pasado, como él no tiene idea de lo que yo he vivido, pero... No me importa. Quiero decir, ¿Elisabeth? —preguntó, no solía llamar a las personas por un nombre—. No creí que volvería a verlo fuera de esta foto —llevó sus manos al colgante que abrió frente a ella, demostrando la dañada foto.
Unos metros más lejos, el hombre observaba a Alexander mientras hablaba y le agradecía por lo que había hecho.
—Mira, chico —comenzó Zero, aspirando aire—. La obligué a olvidarlos, la "entrené" como sabía que era necesario para que sobreviviera y lo hizo. Día a día, cada vez que me contaba que había soñado con su madre, su padre, contigo, con un tío o con una... mascota que tenían yo le gritaba. Porque se iba a perder, se volvería loca. Y me hizo caso, pero aún así... realmente no lo hizo, no los dejó ir —se detuvo a hacer una pausa—. Es fuerte, lo habría conseguido de todas maneras. Pero... ahora tiene a su hermano mayor —le palmeó un brazo—, es tu trabajo ahora, lo entiendo. Y supongo que... Llegado el momento no me molestaría conocerlo y quizás encontrar algo para hacer aquí.
—El pasado duele —Lizzie se tomó la libertad de ver esa conversación de una forma un tanto más personal. Después de todo, aquella chica podría ser su hija. La hija que había perdido y que daría cualquier cosa por recuperar. —Y ni Alex, ni yo, ni seguramente nadie imagine por lo que has pasado. Pero no es necesario, todo lo que vivimos, cada pequeña acción-reacción nos hacen quienes somos, y aunque no mires a tu hermano a los ojos y le digas lo mucho que has sufrido, cuanto le has echado de menos y lo difícil que ha sido la vida sin aquellos a los que querías... Lo verá. Y lo sabrá. Porque todas las buenas personas están llenas de cicatrices —le arregló el pelo, echándole el mechón que caía sobre su rostro tras la oreja —Y tu estás marcada hasta la médula. No me conoces, pero te daré un consejo. No intentes olvidar lo que has vivido, intenta vivir con el pasado porque no vas a poder cambiarlo. Y disfruta de este giro en tu historia, disfruta de tu hermano y aprende tanto puedas. Pero evita traerme más heridas como esa por el camino ¿Quieres? —acabó sonriendo y guiñándole un ojo.
Alexander tensó la mandíbula y giró la cabeza para ver a Skye hablando con Elisabeth. Parecía sentirse cómoda, al menos, no estaba flipando ni había salido corriendo abrumada por todo lo que la rodeaba.
—Sé que es mi trabajo. Debes pensar... qué clase de familia abandonaría a una niña. Y no puedo excusarme, ni excusar a mis padres —miró a Zero a los ojos, tragando —Supongo que siempre hemos estado malditos. Pero ahora que tengo esta segunda oportunidad no voy a desperdiciarla. Es cierto, es mi trabajo ahora, y cuidaré de ella cueste lo que cueste.
Zero frunció los labios y demostró un atisbo de sonrisa, algo amarga, que creó algunas arrugas alrededor de los ojos.
—No estoy en posición de juzgarte a ti o a tus padres por abandonar una niña, créeme —murmuró, devolviéndole la mirada—. La vida es demasiado complicada, y tiene demasiadas realidades, y giros inesperados. Uno solo toma decisiones, y a veces solo va a la deriva de lo que sucede porque no puedes plantarte y detenerlo. Lo harás bien, pero de todas maneras estaré cerca para vigilarte —su tono era serio, pero relajó su expresión dejando en evidencia que no hablaba tan en serio.
La joven Landon-Conover sonrió de manera amplia, de manera reflejo. Se sentía extraño que alguien le hablara de aquella manera, demostrara gestos amables, pero era algo a lo que no le iba a molestar acostumbrarse.
—Lo intentaré —respondió ella, frunciendo los labios para contener su sonrisa, refiriéndose al consejo y el pedido.
—Una respuesta muy sabia —sonrió la científica. Después, se hizo a un lado y se enfocó hacia los "machos" —Bien, es tu turno Seal man —palmeó la camilla para indicarle que fuese hacia allí y tomase asiento —Será un placer pincharte.
—Ew —murmuró Alex, arrugando el ceño y yendo a buscar a Skye, ayudándola a bajar de la camilla —¿Estás bien? ¿Tienes hambre?
—Tengo café y donuts en esa nevera, junto a las placas de petri de la salmonela.
Alex miró a Elisabeth de reojo. ¿Era broma, no? Volvió a Skye, sonriendo.
—Mejor esperaremos a ir a mi apartamento.
Skye frunció el ceño, devolviéndole la mirada a su hermano cuando se cruzó de brazos.
—De acuerdo —contestó, intentando no sonreír, pero algo curiosa a ver como se comportaría Zero.
No estaba acostumbrada a oírlo hablar. Sus conversaciones siempre eran cortantes y prácticamente no se veían, aunque solía aparecer oportunamente en algunas situaciones extremas. Tan oportunamente como había aparecido cuando había llevado a su hermano a la cueva. Acababa de enterarse, luego tanto tiempo, algo de su pasado y entendió que significaba el tatuaje en su pecho.
Mientras el hombre se sentaba en el sitio donde antes había estado Skye y dejaba las armas a un lado de él, extendiendo su brazo para permitirle la acción, la muchacha volvió su vista a Alex.
—¿Vives... solo? —preguntó, intrigada, aunque había demasiadas preguntas que tenía para hacer, comenzando con qué diablos era aquel lugar.
Le incomodaba más que el oscuro, húmedo y sucio refugio donde estaba acostumbrada a resguardarse. Aún así, se sentía algo mejor, el aire no parecía quemarle las fosas nasales, aunque se sentía más liviana. Se sentía diferente, y diferente cerca de su hermano mayor era bueno, lo sabía.
—Wow, el chico duro sentándose en la camilla y no abriendo la boca mientras la chica de blanco le saca una muestra de sangre —dijo Lizzie en un tono más grave del habitual, claramente intentando molestarle —¿A qué viene esa cara larga? Si no fuera porque es científicamente improbable pensaría que estás ovulando y hormonalmente inestable —sacó la muestra y la dejó en el porta muestras, junto a la que había etiquetado de Skye.
—Si —contestó Alex a su hermana, rascándose la nuca. Solía hacerlo cuando estaba nervioso —No es.. Mi casa. Bueno, la gente como nosotros no suele.. Tener casa. Pero en la base te asignan un apartamento, y ese es el mio. Te gustará, por fin sabré como darle un uso a la habitación vacía —sonrió y se mordió el labio inferior antes de volver a pronunciarse —Hey, sé que esto.. Debe de ser una pasada de abrumador para ti, pero te acostumbrarás. Te enseñaré todo lo que quieras ver, y en un par de meses te sentirás como en casa. Las cafeteras y los sofás tienen ese efecto en la gente —bromeó.
Ella aspiró aire lentamente, conteniéndolo por unos segundos antes de dejarlo ir en un suspiro silencioso.
—Lo sé, no te preocupes, estoy bien, de verdad —alzó ambas cejas al observarlo, intentando convencerlo—. Intentaré llevar lo mejor que pueda todo el tema de la... civilización y todo lo que conlleve —admitió, sin prometer demasiado ya que no estaba segura cuánto podría procesar y en cuánto tiempo.
Zero arrugó la frente, observando a aquella mujer peculiar con evidente desconcierto, pero escondía algo de diversión en sus ojos celestes que no iba a admitir tan fácilmente.
—Y creí que él hablaba mucho... —susurró y se aclaró la garganta—. No lo sé, ¿qué tal el hecho de que no he dormido más de 4 horas seguidas en... quien sabe cuánto tiempo? —se encogió levemente de hombros, aún observándola.
—Pues me parece que es la respuesta de una nenaza —sacando una vez más la pequeña linterna, Lizzie le vio las pupilas sin pedirle permiso y al acabar, volvió a guardarla en el bolsillo alto de la bata. Le sonrió, y le apretó el brazo sin otra intención que comprobar qué tan "fuerte" estaba. —Muy bien machote, ya tengo tu sangre. La próxima vez me das tu número y ya tendré todo lo que necesito para ser una psyco stalker. Claro que si vienes de Narnia dudo que tengas teléfono, o documento de identificación, o.. Higiene —se limpió la mano en la bata y, aclarándose la garganta, se volvió hacia Alex —Tengo lo que necesito, puedes llevarte a los narnianos a sus nuevos aposentos.
—De acuerdo —rió Alex, esperando a que Zero estuviese listo para marcharse —Llámame cuando tengas los resultados ¿De acuerdo?
—Si si si —Elisabeth sacó su teléfono después de que empezase a vibrar, contestando a la llamada —¿Qué pasa Cliff? —les dio la espalda —¿Qué has hecho qué? ¿Pero tu te esnifas azufre o eres así de imbécil de nacimiento? Te dije claramente que separaras los enlaces peptídicos de la cadena, no que me dijeses lo que ya sé. Claro que es un triple enlace con un radical libre ¿Crees que soy bióloga porque me saqué el título jugando al trivial?
Alex se aclaró la garganta y alzó las cejas.
—¿Nos vamos? Esa conversación va a ir para largo..
SACRED BLOOD | SEASON THREE
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Part I
CHAPTER: SKYE | PART 2 |
Las facciones femeninas se endurecieron espontáneamente al oír aquella pregunta. “¿Es mamá?” La inseguridad o la duda que había aparecido en su rostro se esfumó, vaciándose de expresión alguna cuando perdió su mirada azul en el gran tronco que servía de cubierta a la entrada de su refugio.
—Mamá… mamá no está aquí —contestó en voz baja y apagada, aún sin mirarlo y presionó su mandíbula tragándose el disgusto.
El pendiente que colgaba de su cuello pareció arder contra su pecho, pero ni siquiera lo sostuvo como solía hacerlo cuando se sentía que perdería el control de sus emociones. Skye simplemente aspiró aire por la nariz, descubriendo que si su hermano tampoco la había visto las posibilidades de que hubiera sobrevivido en su dimensión eran nulas.
—Vamos, cubre la entrada con el arbusto —murmuró ella luego, haciendo un gesto con la cabeza para que lo siguiera cuando se agachó se dejó caer por el túnel.
El trayecto del espacio no era mayor a dos metros, aún así debió contener un quejido cuando su pie izquierdo tocó el suelo moviendo su muslo, donde la herida estaba abierta. Se hizo a un lado, aguardando a que Alex también bajara y pudieran seguir avanzando. Allí abajo el túnel tomaba un camino horizontal, más amplio, que les permitía avanzar de pie, por un largo corredor oscuro que ella conocía a la perfección.
Finalmente el espacio se ampliaba, mostrando una especie de cueva, equipada por algunas lámparas fabricadas por ella, su improvisada cama con materiales que había encontrado en la selva y algunas botellas con agua y con otros líquidos, así también como frascos opacos, y algunas armas que escondía debajo de una madera.
Alex pudo haber dicho algo, cualquier cosa, pero no abrió la boca. Avanzó por el túnel siguiendo a su hermana mecánicamente, su cuerpo se movía por inercia y no por propia conciencia, pues estaba más concentrado en luchar contra la amargura que le apretaba el pecho. Había sido cuestión de unos segundos ¿No? Que el sueño se viniese abajo. Claro, su madre no podía estar allí, porque hubiese sido casi perfecto, y nada casi perfecto le sucedía jamás. Había sido un idiota al pensar que podría recuperarlas a ambas.
Era tan simple como desgarrador; si Julie no estaba con Skye, y tampoco había estado con él... Probablemente había muerto. ¿De qué otra forma se explicaría que no intentase buscarles? Él siempre huyó de sus padres, por buenas razones quería creer, pero cuando volvió de Pandora y quiso dar con Skye o Julie, no había pista alguna que seguir. no había rastro de Edward, ni las encontró en ninguna de las propiedades dónde estuvieron alguna vez. Se habían esfumado. Lo de Skye ahora tenía sentido, pero lo de su madre, aparentemente, seguiría siendo un misterio.
¿Como habría llegado entonces Skye allí? ¿Como había acabado en ese mundo sola? Sin su madre, sin su padre, sin su hermano. Mas vueltas le daba, y menos sentido tenía.
Arrugó el ceño cuando llegaron al refugio de su hermana. No era un hotel de cinco estrellas, pero podía pasar como hogar. Y lo más importante; parecía seguro. Aún así, no era la clase de vida que había imaginado Skye tendría. Eso no era lo que merecía, merecía muchísimo más.
—Vaya —murmuró, hablando por fin —Es.. No está.. —alzó las cejas —Vaya. Es.. Acogedor.
Y tiene un olor extraño, pensó. Pero no en voz alta.
Ella se giró a observarlo cuando escuchó sus intentos de palabras y finalmente su opinión de aquel sitio.
—No me digas. No es nada como tus… pizzerías con mesas de pool —murmuró Skye al dejar la ballesta sobre lo más cercano a una cama que tenía allí.
No tenía idea realmente de cómo era su vida en la otra dimensión. Los recuerdos se habían esfumado y solo recordaba pocas cosas de su familia, por lo que recordar lugares o cosas materiales le resultaba prácticamente imposible. Pero sin dudas se daba cuenta de que todo era muy salvaje y natural allí donde ella estaba.
—A la noche agradeces estar aquí, la humedad de la tierra es lo que mantiene cálido el lugar o de otra manera te congelarías después de unas semanas porque tu cuerpo pierde la capacidad de retener la temperatura —sus ojos azules observaron su “hogar” y se encogió apenas de hombros, le agradaba estar allí abajo.
Skye caminó hasta donde estaban las botellas, agarró un par y al acercarse a Alex le tendió una.
—Es agua de lluvia, es mejor que cualquier agua que encuentres estancada. Puedes beberla —asintió y se dirigió a la litera donde se sentó y dejó las otras botellas antes de destapar su herida conteniendo la respiración.
Se sumió en silencio mientras se limpiaba el corte, ayudándose de un trozo de tela que sacó de su bolso y respiró hondo antes de echarse el contenido de la botella más pequeña el cual escoció en su piel.
—Me refería a alguien más —dijo luego, en voz baja—, le debo la vida —admitió, dejando entender así cuán importante sería que pudiera salir de allí.
Alex examinaba la botella de agua en su mano cuando oyó aquello. "Le debo la vida". Alzó la mirada para estudiarla y, arrugando el ceño, se acercó hasta sentarse a su lado. Dio un trago para calmar su sed, pero no lo hizo con ansiedad ni prisa. Después de encontrarla cualquier necesidad física parecía haberse esfumado, o dejado de ser un problema.
—En ese caso, tampoco nos iremos sin él —contestó a la par que ladeaba la cabeza para buscar su mirada. Dejó la botella y le arrebató la prenda con la que se limpiaba la herida, para poder hacerlo él. Limpió los bordes de los cortes de las garras cuidadosamente, evitando hacerle excesivo daño —Cuando eras pequeña te encataba jugar conmigo. Admito que yo era un idiota, pero ya sabes como van esas cosas, eres el hermano mayor y tienes que fardar de todo delante de tu hermana pequeña —bromeó —Una vez, jugando en el patio de la casa de un amigo de papá y mamá, te caíste y te raspaste la rodilla. Recuerdo que me asusté, aunque fuese una tontería, y que tu fruncías los labios con tanta fuerza que parecías mordértelos porque te aguantabas las ganas de llorar. No querías llorar delante de mi porque siempre te decía que tenías que ser una niña fuerte. Tenías los ojos llenos de lágirmas pero no soltaste ni una —rió —Creo que desde ese momento supe que pasara lo que pasara estaría orgulloso de ti.
La muchacha lo observó con atención mientras hablaba, estudiando cada pequeño gesto en su rostro e intentando grabar aquella voz, adulta, en su mente para no olvidarla. Su risa sonó familiar, aún cuando la que creía recordar era de años atrás, sonaba parecido. Incluso fue capaz de pincelar el relato que oía, dándole imágenes al recuerdo que aún cuando lo había vivido no lograba recordarlo. Ahora lo tendría, no le importaba que era porque él se lo había contado.
—Alex —inquirió, tomando su mano momentáneamente para que se detuviera por un momento y la observara a los ojos—. Debemos irnos lo antes posible. Tus recuerdos… No puedes perderlos. No como he perdido los míos…
Imitando lo que el joven había dicho hacía segundos, y sin ser conciente, Skye frunció sus labios para ejercer presión tenuemente y contenerse de que temblaran. Sin embargo, antes de seguir luchando con sus emociones y la calidez que estar con su hermano, un sonido en la entrada de la cueva la hizo sobresaltar. De manera reflejo se puso de pie y empuñó su ballesta en dirección al oscuro corredor.
Después de un par de segundos, una figura masculina apareció. Era unos diez centímetros más alto que Alexander, su cabello corto era castaño y cubierto de ondas, y sus ojos celestes incluso se podían ver en la carencia de iluminación del refugio.
—Zero —articuló en seguida ella, con cuidado, bajando su arma.
Pero el hombre no respondió, ni siquiera la observó, su mirada desafiante se posó en el extraño, detrás de ella.
—Él es… Alex —dijo rápidamente la de cabellos dorados, aún cuidando su tono.
—¿Trajiste a un extraño a tu escondite? —inquirió Zero—. ¿Él te hizo eso? —señaló al joven con un dedo acercándose.
—Es mi hermano —agregó, entredientes, colocándose en medio.
Y allí estaba la tercera persona en discordia. ¿Zero? ¿Qué clase de nombre era ese? Alzó las cejas, se aclaró la garganta y se levantó. Se limpió las manos en los pantalones y avanzó hacia el compañero de su hermana, extendiendo una mano educadamente.
—Alexander. Landon —añadió su apellido como si fuese a reafirmar las palabras anteriores de su hermana —Skye me ha dicho que has cuidado de ella y que te debe su vida, así que... Seas quién seas, gracias por haberla mantenido a salvo.
Bien, Alex podía parecer todo un caballero al presentarse y hablar educadamente, pero su lado demoníaco, su esencia sobrenatural analizaba a aquél sujeto minociosamente. Su aura, sus miradas, la energía que desprendía.. No era de la clase de chicos que se fiaban, había sobrevivido solo tanto tiempo porque había sabido desconfiar. Y la mayoría de las desgracias en su camino, habían venido por falta de desconfianza, o en su defecto, exceso de confianza.
Zero simplemente observó la mano que el joven extendía, durante unos segundos, hasta que alzó su mirada fría a la muchacha.
—¿Skye? ¿Qué te dije, rubia? —murmuró el hombre, delante de ella, avanzando otro paso.
Skye tragó saliva y presionó sus dientes, llevando una de sus manos al brazo de Alexander para que lo bajara. No entendía qué pretendía con aquel gesto, pero alzar una mano en dirección a aquel hombre, cuando probablemente estaría pensando en como eliminarlo, no era bueno.
—Estabas equivocado —farfulló ella, en un hijo de voz, enarcando una ceja.
La respuesta de su entrenador fue una sonrisa que curvó sus labios, enseñando sus dientes blancos por un momento.
—Puede sacarnos de aquí —continuó, la de cabellos claros.
—¿Gracias? —Zero la ignoró, avanzando otro paso, intentando rodearla, con sus ojos fijos en quien le había hablado antes—. Alexander… Landon. No tienes idea como funcionan las cosas aquí y lo que debes hacer, lo que debes sacrificar para sobrevivir.
—Él no, pero yo sí —contestó Skye, con amargura, alzando su voz y volvió a colocarse en medio—. Escúchalo, puede sacarnos de aquí.
—De acuerdo... —Alex siguió con la mirada a Zero en todo momento, y alzaba cada vez más las cejas en ese enarqueo de confusión. ¿Qué le pasaba a ese sujeto? Parecía una mezcla entre Hannibal y tarzán. Rodeó la muñeca de Skye con fuerza cuando se adelantó. ¿Ella protegerle a él? De eso nada, no funcionaban así las cosas, no para él —No sé qué problema tengas y quizá no sepa como funcionan las cosas aquí, pero ese es el punto en cuestión. No necesito saberlo porque no planeo quedarme. He intentado ser educado y tu me sales con esa actitud de macho dominante que, por cierto, te queda muy bien con todos esos pectorales marcados y esos brazos de boxeador. Pero no he venido para robarte ningún territorio ni para amenazar tu pequeña aventura de superviviencia. "La rubia" como tu la llamas es mi hermana, y voy a llevármela conmigo. ¿Capiche? —después, le susurró a Skye —Tu tranquila, todo controlado.
El hombre sonrió en silencio, aunque ésta vez el gesto fue apenas perceptible, y la curvatura que se veía en sus labios rodeado de aquella barba apenas crecida sin dudas era una tensión de molestia que disimulaba. Estaba completamente claro a los ojos femeninos, los cuales sin siquiera parpadear siguieron observando a Zero, expectante.
—Qué tierno —apuntó entonces, aún sin interrumpir la mirada con quien lo había enfrentado—. Y dime, ¿cómo planeas hacer eso?
—Luego de curarme la herida —se entrometió Skye, con su tono tan firme como si nada de aquel enfrentamiento la afectara—. Buscaremos el… flujo temporal abierto… —giró su rostro para observar a su hermano un momento—, el portal que nos llevará de vuelta a nuestra dimensión.
Zero simplemente asintió apenas y se adelantó, chocando uno de los hombros de Alex cuando pasó a su lado, pero solo para seguir de largo. En el extremo de la cueva se detuvo, abrió una de las botellas y bebió un par de sorbos.
—Buena suerte entonces —dijo al girarse y observarlos.
Skye frunció el ceño, confusa.
—¿Buena…? No, no, no. Tú vienes con nosotros —ordenó, con tono autoritario.
—Rubia, tienes a tu hermano. Felicidades —se abrió de brazos—. Si crees que puedes confiar en alguien que aparece de repente y dice ser tu familia, hazlo. Pero no estaré allí para decirte “te lo dije” cuando las cosas se pongan feas. Quiero decir, tú, chico… ¿Estas seguro que no lastimarás a tu hermana cuando esa parte de ti de la que huyes se desate?
Alex podía aguantar sus miradas de suficiencia, podía tragárselas todas, pero aquello.. Aquello desató a la bestia que tenía dentro. Primero ¿Como podía saber aquél desconocido lo que él era? ¿Esa parte que intentaba controlar constantemente? Y segundo...
Se abalanzó sobre él a una velocidad que podría haber parecido sobrehumana, pero no, simplemente había sido más rápido impulsado por la rabia. Atrapo con las manos la camiseta de Zero y le giró violentamente hasta empotrarle contra una de las "paredes" que delimitaban el lugar.
—No sabes nada sobre mi —siseó, mirándole directamente a los ojos —Me destriparía antes de hacerle daño a alguien que quiero. Quién eres —preguntó, bajando más la voz pero elevando su exigencia —Muy pocos saben lo que soy ¡Quién eres!
La de cabellos rubios ceniza se apresuró a llegar a la posición de ambas figuras masculinas, sintiendo como el desconcierto atacaba su estómago, pero antes de siquiera llegar a sostener a su hermano por la espalda, el hombre se había movido lo suficiente para apartar al joven y asestar un golpe en su mandíbula.
—Alguien que no se equivoca —contestó, mientras la muchacha sostenía a Alex—. ¿Ves lo que te digo? ¿Cuánto sabes de él realmente?
—¡¿Qué diablos?! —exclamó Skye, fulminando al hombre con la mirada.
—Esa era la última botella de lo más parecido a alcohol que puedo fabricar aquí —se lamentó al observar el vidrio roto de la botella, mientras se acomodaba la ropa.
—Zero —inquirió ella, entredientes, aún sin soltar a su hermano—. Responde.
—Golpe de suerte, supongo —murmuró, en tono neutro.
—Y una mierda golpe de suerte —soltó entre dientes Alex, volviendo a erguirse ya recuperado del golpe y pasándose la mano por el labio para limpiar el hilillo de sangre —Mira... Puede que no sea el chico más normal en el mundo, puede que... Sea peligroso. Y a veces me es difícil saber si estoy más lejos de herir a la gente que quiero estando solo, o estando acompañado. No sabes nada... De mi, por mucho que sepas de lo que soy. Skye es mi hermana y es lo único que me queda. Moriría antes de hacerle ningún daño. Skye —miró a los ojos azules de su hermana, suspirando profundamente —Él tiene razón, soy... Peligroso. Quizá ahora no lo entiendas, pero cuando eras pequeña me marché por esa razón.. Porque no quería haceros daño, ni a ti, ni a mamá, ni a papá.. Pero ha pasado mucho tiempo desde entonces, y sé que podría aprender a controlarlo. No puedo obligarte a que lo creas, pero.. Eres mi hermana. Mi hermanita. Nada de lo que soy puede ser más fuerte que lo mucho que te quiero. Nunca te haría daño.
Los ojos de Skye, fijos en el rostro de su hermano mayor, a quien intentaba imaginar día a día en aquel sitio cuando intentaba dormir por las noches, se humedecieron poco a poco conforme las palabras llegaban a sus oídos. No pudo evitar rebalsarse de aquella sensación abrumadora, ni siquiera cuando había sido educada para dejar las emociones de lado. No podía dejar de lado a su familia, a quien era una parte de ella.
—Lo sé —susurró ella, asintiendo una vez—, no sé como y no sé por qué pero… lo sé —le sonrió un momento, queriendo grabarse aquel discurso en su mente.
Zero suspiró de manera inaudible, desviando su mirada de los dos jóvenes y encontrando algo de resignación cuando entendió que diga lo que diga, no cambiaría aquella unión de sangre. Entendió entonces cual era su única opción.
—Bien, cúrate esa herida y saldremos cuánto antes —anunció el hombre al cruzar por su lado, esta vez sin chocar el hombro de Alex y se dirigió a la entrada del túnel, para aguardar allí.
La muchacha observó la oscuridad por donde había ido Zero y volvió al rostro de su hermano.
—Gracias —agradeció antes de hacerle caso al hombre y volver a sentarse para terminar de limpiarse la pierna—. ¿Estás bien? —preguntó luego, dirigiendo su mirada a su labio cortado.
Su hermano asintió y una vez más, tomó asiento a su lado, pero esta vez dejó que fuera su hermana quién se limpiara la herida. Él cruzó las manos entrelazando los dedos, pensativo.
—Si. No golpea tan fuerte —bromeó, bajando la mirada. Tensó la mandíbula y cerró los ojos con fuerza antes de volver a hablar. —Todos los días me preguntó qué sucedió.. Por qué todo tuvo que ser así. Papá era un buen hombre. Luchaba junto a otros buenos hombres para proteger a la gente, salvaba vidas.. ¿Entiendes? Cuando supe que había muerto, me enfadé tanto... —suspiró para detener el temblor de sus labios —Quería cambiar las cosas, quería salvarle porque él no merecía morir. Intenté volver atrás en el tiempo, hice.. los cálculos, debía volver justo en el momento de la batalla en que moría, salvarle y todo hubiese sido distinto. Pero algo salió mal y acabé... En otro lugar, sin saber como volver a casa. Viví seis años con aquellas personas, y un día, sin venir a cuento, volvía a estar en ese maldito laboratorio. Todavía no sé por qué no volví a intentarlo, por qué no... Volví a intentar regresar y salvarle. No se suponía que tenía que pasar, yo me alejé para mantenerles a salvo, me moría por dentro porque os echaba de menos... Y no sirvió de nada. Ni si quiera pude decirle adiós. Entonces.. Os busqué, a ti y a mamá, pero no os encontré y yo solo.. Zero tiene razón Skye. ¿Y si te hago daño? Que seas más mayor y puedas usar una ballesta no significa que no pueda ponerte en peligro. No quiero que pienses que soy un egoísta por decir que puedo controlarme cuando quizá no sea así.. Aunque sé que lo soy. Sé que soy un egoísta y me odio por serlo. Tuve fuerza cuando era un niño para marcharme de vuestro lado y ahora no sé volver a hacerlo. Estoy asustado —confesó. —Muy asustado.
Lejos de ser por el escozor de la herida, los labios femeninos se tensaron y su mirada, con los restos de lágrimas aún sin secarse, se posó en la expresión desanimada de su hermano. Cada palabra dolía como ella no creía que era posible. ¿Cómo podía doler de aquella manera si apenas los recordaba? Quizás era que sus sentimientos, sus sensaciones los recordaban pero no su cerebro, si aquello era posible.
—No puedes estarlo, Alex —murmuró, en voz baja, intentando que el nudo en su garganta no la traicionara—. Entiendo que lo estés, y… mentiría si digo que yo no lo estoy, pero no podemos estarlo. El miedo nos hace frágiles… Por eso él me obligó a dejarlos ir —su mentón señaló momentáneamente el lugar por donde Zero había desaparecido—. Ahora tiene perfecto sentido, incluso cuando se pasó demasiado tiempo intentando que lo aprendiera. Si no tienes a nadie, no tienes nada que perder…
No tienes miedo porque no te importa qué te pueda suceder. Probablemente yo hubiera hecho lo mismo que hiciste, al irte, al alejarte de ellos, para protegerlos. Pero incluso con flujos temporales y portales y viajes en el tiempo, lo que sucedió… Sucedió. No sé por qué, no sé por qué nos tocó esto —intentó sonreír— pero vivir lamentándote solo te impedirá seguir. No temas, Alex. No me pondrás en peligro, el peligro es algo que me siguió sin que estuvieras cerca y aquí estoy. Sé que eres mi hermano mayor y es tu trabajo protegerme pero… ya no soy una niña. No dejaré que me lastimes —finalmente pudo sonreír apenas.
—Eso de que no eres una niña lo discutiremos cuando volvamos a "casa" —sonrió, girando la cabeza para verla sin sentir verguenza por tener los ojos húmedos. Inspiró por la nariz y se palmeó las piernas antes de levantarse —Pero tienes razón. Siempre he pensado demasiado las cosas, aunque tampoco es que puedan culparme.. —se rascó la nuca mientras arrugaba el ceño —¿Es demasiado pronto para hablar de chicas, no? —bromeó, volviéndose a verla un momento —Tendremos tiempo para ponernos al día. Ahora... Termina de curar esa herida, y dime si quieres llevarte algo de aquí. Alguna.. —miró alrededor —Hoja en especial o alguna.. Rama centenaria, o algo así.
Ella contuvo una risa que disimuló cuando se aclaró la garganta.
—Las armas, dudo que no vamos a necesitarlas —señaló una de las esquinas.
Había un recoveco donde una madera cubría lo que parecía ser una imperfección de la pared de roca, pero en realidad era un hueco que había cavado para resguardar sus instrumentos de defensa. Una ballesta extra, varias flechas de repuesto, un par de cuchillos y una espada mediana. Ojala contara con un arma de fuego como la que empuñaba siempre Zero.
—¿Chicas… en plural? —preguntó luego tras terminar de limpiar su herida y detener completamente el sangrado, colocándose una especie de venda volviendo a colocar las hojas que antes había utilizado para cubrirse.
Zero apareció una vez más, aunque no articuló sonido, simplemente se dirigió al sitio donde había indicado a Alexander que estaban las armas y lo ayudó a sacarlas, guardándose él uno de los cuchillos.
—Estoy hablando de más, es evidente. Ni si quiera hay chica en singular —agachó la mirada para reírse por la ironía y después, se volvió hacia Zero —Para que el portal a nuestra dimensión se abra, debemos esperar a que el tiempo esté de nuestro lado. Sugiero que vayamos hasta el punto que marqué al llegar y esperemos allí. ¿Estaremos demasiado descubiertos? ¿Hay alguna manera de espantar a esas cosas? No lo sé, algún tufo o olor que en vez de atraerles les repela. Y ahórrate el chistecito de que yo podría ser el tufo, porque no tendría gracia —se armó con un cuchillo y tomó "prestada" una ballesta, pasándose la cinta cruzada para llevarla a la espalda.
De reojo observó cada movimiento de su hermana, sin poder evitar esa sonrisa involuntaria y natural. Estaba hecha toda una mujer... No se cansaría nunca de mirarla.
Parecía tan irreal.. Y a la vez, se aferraba a la idea de que no fuese un sueño, porque de serlo, sería el peor despertar de su vida.
El hombre observó durante unos segundos al muchacho, como si en el momento en que hubiera mencionado aquella idea comenzara a sopesarla, lo que en seguida hizo que la de cabellos largos se acercara a ambos y le sacara el otro cuchillo a Zero.
—Ni lo pienses —soltó Skye con seriedad.
Zero simplemente la observó y se alejó para juntar algunas otras cosas, como algunos frascos, que colocó en su bolsa. Al ver que él no contestaba a la preguntas, su hermana sí lo hizo.
—Probablemente estaremos descubiertos —asintió, guardándose el arma blanca dentro de una de sus botas cuando posó el pie sobre la madera—. Hay una cosa —dijo luego, casi sonriéndole a Alex—, su propia sangre.
—El que atacó… ¿Lo mataste? —preguntó Zero, listo para salir.
Skye negó una vez.
—Pero no debe haber ido lejos —contestó y observó a su hermano, esperando su señal, que le indicaba si estaba listo para irse.
Y como estaban listos, no quedó más que marcharse.
El camino lo lideró Zero en todo momento, Alex solamente se limitó a seguirle a él y a Skye. El primer paso era encontrar a la criatura herida y arreglárselas para "mancharse" con su esencia, para así despistar a los demás miembros de su manada y no conseguir más problemas de los que de por si se encontrarían por el camino.
Cerca de media hora más tarde, los tres se encontraban agazapados tras unos arbustos, observando como la criatura parecía estar lamentándose. Había perdido la visión, estaba desorientada pero aún así, y como Skye no había omitido recordar, era rápida y podía guiarse por su olfato y su agudo oído.
—Tengo un plan —susurró Alexander, sin apartar la mirada de la criatura —Yo le distraeré, confiad en mi. En cuanto os de la señal, haced lo que haga falta para conseguir su tufo. O.. Lo que sea.
Y entonces, sin venir a cuento, se movió hacia la derecha pasando por delante de ambos, para dar un rodeo. Acabó mostrándose en frente de la criatura, y aunque ésta ya se mostró alerta al olerle, él silbó con fuerza.
—Menudo genio tu hermano —murmuró Zero, aún sosteniendo con una mano la muñeca femenina puesto que había tenido que detenerla cuando ella había visto salir a Alex.
Sin embargo, al oír la reacción del animal, que fue otro gran gruñido, ambos se incorporaron. Skye disparó su ballesta una vez, dos veces, tres veces, en zonas donde sabía que llegaría a lastimar sus venas, llamando la atención de la bestia cuando ésta tenía intenciones de abalanzarse contra quien lo provocaba.
El animal, despojado de uno de sus sentidos intentó atacar a quien tenía delante, terminando por empujarlo con algo de torpeza, y hendió su gran cola en el aire en dirección a la atacante. En ese momento, el hombre que se había acercado en completo silencio se colocó debajo del cuello de la criatura y con su gran cuchillo le abrió la garganta. Otro quejido inundó el aire pero se interrumpió cuando la bestia cayó en el suelo.
—Rápido —inquirió el hombre, quien ya había recibido su dosis de líquido oscuro al degollar al animal.
Alex se frotaba el brazo por el ligero dolor del empujón de la bestia y observaba como Skye empezaba a "untarse" con la sangre de la criatura con cejas enarcadas.
—¿Qué ha pasado con mi plan? —se acercó —Os había dicho que tenía un plan ¿Tengo pinta de ser una damisela en apuros? —frunció el ceño y negó —Otra vez, no contestes eso —palmeó una vez el brazo de Zero y se agazapó al lado de ellos para imitarles —Dios, qué asco. Voy a necesitar cinco duchas seguidas para sacarme este olor de encima.
Cuando acabó, observó unos segundos más el cadáver de la bestia y se incorporó.
—Hueles fatal —rió, volviendo a darle un empujón a Zero. No podía ser tan serio ¿No? Tenía que tener un mínimo sentido del humor. O no —Tu en cambio hueles a rosas —le dijo a su hermana, señalándola.
La muchacha simplemente sonrió, sin poder evitarlo, y se pasó el dorso de su mano por la nariz limpiándose un poco.
—¿A rosas? —preguntó Skye, frunciendo el ceño.
Zero no mostró señal de divertirse por los comentarios del joven pero tampoco de molestarse, simplemente su expresión estaba inmutable, como siempre. Enarcó sus cejas al observar a Alex y rodó los ojos antes de posar la mirada en la de cabellos rubios.
—Son… flores —comentó él, devolviéndole el empujón a Alex finalmente aunque un poco más certero—. Se supone que es una broma, rubia.
Ella asintió entonces.
—¿Es graciosa? —inquirió la muchacha mirando a su hermano, mientras comenzaba a caminar, siguiendo los pasos del hombre.
—Tenía que serlo. Evitaré las bromas —prometió el cazador.
Nuevamente, se limitó a seguir el sigiloso avanzar de Zero, yendo siempre el último en la cola. Prefería pensar que era una cuestión de cubrirles las espaldas, en vez de aceptar que estaba siendo guiado porque por primera vez en mucho tiempo no sabía qué dirección tomar. Pero cuando la espesura empezó a resultarle familiar, puso la directa.
—Es hacia allí —señaló una vez se adelantó para posicionarse a la derecha de Zero —Estoy seguro. Dejé una tela colgando en unas ramas para poder orientarme y volver.
Entonces, un rugido se abrió paso por encima de las copas de los árboles. Un poderoso trueno que no avecinaba otra cosa que una gran tormenta. Y quizá no hubiese estado nunca allí, pero si eran parecidas a las tormentas del amazonas, entonces... Tendrían que darse prisa. Esa clase de tormentas eran intensas pero no duraban más de unos minutos.
—Esa es la señal. El campo electromagnético empezará a abrirse en seguida, hay que darse prisa —se adelantó, siendo esta vez él quién les guiaba.
Y así fue, los que iban detrás del muchacho de cabellos rubios se apresuraron por avanzar, esquivando ágilmente las irregularidades en el terreno. Allí hasta el mismísimo suelo en ocasiones era un peligro, no faltaban trampas escondidas o algún animal escondiéndose perfectamente listo para el ataque, por lo que incluso cuando debían avanzar en un ligero trote, debían prestar atención a donde pisaban.
El estómago de Skye se contrajo, lejos de ser por temor a lo que podía suceder, era la ansiedad a algo desconocido. O quizás sí era miedo, miedo de perder a quien acababa de encontrar. Casi sobresaltada al darse cuenta que aquella sensación la había asaltado sin poder darse cuenta, la muchacha se apresuró, intentando pegarse a Alexander todo lo posible como si el mero hecho de que la distancia creciera entre ellos fuera a amenazarla con separarlos.
Los pasos de ambos jóvenes eran resguardados por los del hombre, que aún en movimiento miraba por sus hombros y a los alrededores asegurándose que nadie, ni nada, los seguía.
Y la tormenta no tardó en desatarse. Ni si quiera las altas copas de los inmensos árboles podían salvarles o cubrirles del torrente de agua que caía del cielo, un cielo furioso que rugía con más y más frecuencia. Alex agradeció que la lluvia no hubiese eliminado el rastro que había dejado, y cuando encontró la última pista del rastro -un símbolo tallado con piedra en un árbol, suspiró profundamente y se humedeció los labios. Estaba empapado, tanto como Skye y Zero.
—Es aquí —anunció, alzando la voz para poder hacerse oír por encima de los truenos. Les miró a ambos y acto seguido se agachó para recoger un pedrusco del suelo. Lo lanzó hacia arriba volviendo a atraparlo y una vez más, suspiró —Fortune, be on my side —rogó en voz baja.
Entonces, lanzó la piedra con una considerable fuerza hacia delante. La piedra traspasó un plasma de energía invisible y no cayó al suelo. O si lo había hecho, lo hizo muy lejos de allí.
—De acuerdo —sonrió, y se volvió hacia su hermana y su compañero —El portal está abierto y la tormenta está en su momento más potente. Tenemos que cruzar, y debemos hacerlo juntos. Si uno cruza primero y los otros se quedan atrás, cuando crucen la energía podría variar y cambiar el eco temporal.
La respuesta de la joven Conover fue un asentimiento firme de cabeza. Confiaba en su hermano, confiaba en que podían lograrlo. Las comisuras de sus labios se alzaron en una sonrisa, y tras colgarse la ballesta en la espalda, avanzó un paso y tomó la mano del muchacho con fuerza.
—¿Vamos? —preguntó, dejando cualquier temor detrás de ella.
Zero también avanzó, aunque no soltó su escopeta, sino que la sostuvo mejor con los ojos claros fijos en el lugar donde el objeto había desparecido.
—Ella hubiera querido que salieras de aquí —inquirió Skye, alzando la voz lo suficiente para que el hombre la escuchara.
El aludido simplemente la observó, de manera algo dura, pero tensionó la mandíbula para guardarse cualquier respuesta. Se acercó a ambos, así asegurándose que avanzarían en una línea. Aunque sabía que lo imprescindible allí era que los hermanos no se separaban, incluso si eso significaba perder a la muchacha.
—Vamos —contestó Zero, dedicándole una mirada a Alexander, dándole a él el mando en aquel momento, indicándole que los seguiría.
Había llegado el momento de la verdad. Era ahora o nunca, y aquella no podía ser una afirmación más literal. Si el portal seguía abierto era, en parte, porque el catalizador que lo había abierto en su dimensión seguía conectado. En el momento en que lo apagasen, ningun residuo atómico o tormenta podría regresarles a casa.
Miró al entornar los ojos la mano que Skye le sostenía con fuerza y curvó las comisuras en una sonrisa al verla a los ojos. Si, se iban . Y no volvería a dejarla marchar.
—La caída puede ser dolorosa. Quizá tengais nauseas o mareos cuando aterricemos.. El que avisa no es traidor.
Y aquello iba más para Zero que para su hermana. Sin nada más que decir, Alex aferró con más fuerza si cabía la mano de Skye y dio un paso al frente, y otro, y otro, avanzando hacia el portal.
El viaje fue corto, quizá décimas de segundo, algo instantáneo, como si realmente solo hubiesen dado un paso. Pero el entorno cambió completamente.
No llovía, a pesar de que estuviesen empapados. Fuese de noche o de día, daba lo mismo pues la iluminación era ahora artificial y fluoresencete. Sin soltar la mano de Skye, Alex frunció el ceño para combatir su jaqueca mientras miraba a su alrededor. Si, era el laboratorio. El mismo desde el que había partido.
El suelo no tardó en encharcarse bajo ellos, las ropas chorreaban.
—Pero qué demonios... —Elisabeth Stevens se sacó las gafas de protección y con el ceño fruncido avanzó hacia los tres que acababan de aparecer en la enorme y blanca estancia. Para ella, Alexander acababa de irse no hacía más de dos minutos. Y ahora, volvía a estar allí y nada más y nada menos, que acompañado —¿Ha salido algo mal? ¿Quienes..? —señaló, confundida.
—No —Alex tragó con fuerza y miró a Skye, sonriendo —Ha salido todo bien. No podría haber salido mejor.
—¿Por eso te has traído a Tarzan y Jane contigo? Se suponía que era un viaje sin regreso. Oye, la próxima vez que me pidas ayuda no me marees, porque.. —Vio a Alex abrazar a aquella desconocida con inmensa fuerza y sentimiento, callándose —Ok...
Un abrazo que la de cabellos largos y empapados correspondió de la misma manera. Aún con la pesadez en su cabeza que amenazaba con marearla, aún con el ardor de su nariz al aspirar aquel aire liviano, y al sentir que no era suficiente como si pasara de largo y no le alcanzara, aún cuando el cambio de oxigenación en su cerebro le ocasionó un dolor punzante en la nuca, Skye se aferró a su hermano. No tenía la menor idea de qué era aquel lugar con extraños artefactos, pero el abrazo de su hermano y sus palabras, le hicieron entender que estaban bien. Lo habían logrado.
SACRED BLOOD | SEASON THREE
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CHAPTER: SKYE | PART 1 |
Someone said, “home is where the heart is”. My question is, what if you don't know where your heart is anymore? I know I was a coward, running away from fate, from those I achieved to love as my family. Those friends, those soldiers like me. I left them all behind because I was scared of what I'd become. Anyways, there... Thousand years back then, I was normal. I was just a kid learning to hunt so we all could eat. Everything was easier than it would ever be there in Fort hood, the world where Zeon and his bastards live. It may be in my blood to be something like a king of hell, a demon, one of the bad guys. But I learned... Fate is just a point of view. A matter of beats, and that If I get to be away from him and everything he wants me to be, I'll be fine. I'll be just me, everything my parents would be proud of. A good man.
Well, that's the theory. I wrote the numbers down, did the magic tricks, and expected to be in Pandora again. Find the family who raised me, find Enea. But I must be a hell of a damn unlucky guy, 'cause there was a storm once again, and the place where I landed.. Wasn't Pandora at all. I could have just jumped back into the black hole, but there was something in that endless jungle calling for me. Like my heart was skipping beats over, and over again. And as fool as I am, I had to figure it out.
Sus rodillas se posaron sobre el barro, frente al arrollo. Vio su propio reflejo en el agua, y notó cuan sucio estaba. Allí, todo era distinto. Incluso el oxígeno parecía ser dañino en vez de necesario, como estar un par de atmósferas por encima de la terrestre, pero luchando contra una gravedad mucho más imponente. Las melodías de las aves, el canto de los grillos, ni parecían grillos, ni parecían aves.
Hundió las manos en el agua y tomó suficiente para echarse en la cara, refrescarse. La selva era profunda, apenas podía distinguir las nubes más allá de las copas de los árboles; el calor era pegajoso, asfixiante. Tenía sed, pero no estaba seguro de que el agua fuese potable, de que fuese saludable dar un sorbo, así que solamente se humedeció los labios y escupió. Bastaría por el momento, había bastado los últimos dos días ¿No?
Se le erizó la piel cuando creyó que hasta el suelo en el que estaba arrodillado tembló ante el rugido de dudosa procedencia. Habría hecho un eco tan amplio, que adivinar de dónde procedía resultaba prácticamente imposible. Pero chico precavido valía por dos, y no era la primera vez que escuchaba algo semejante. No sabía qué era, ni cómo era, pero adivinaba que sería una bestia lo suficientemente grande para merendárselo en un suspiro y no padecer después problemas digestivos. Se puso en pie, y siguió avanzando hacia el norte. Haría lo que había hecho todas las veces, subirse a un árbol y permanecer allí hasta que se le durmiese el trasero, o adivinase ya no había peligro alguno.
Su intención había sido llegar a Pandora, y no podía viajar miles de años atrás en el tiempo llevando consigo armas del futuro, por lo que cuando aterrizó en aquella tierra desconocida, no llevaba más que lo puesto. Ni si quiera se molestó en llevarse el maldito teléfono.
Otro par de ojos, unos tan inmensos como el azul del cielo, indagaron la vegetación tupida y salvaje que habitaba la interminable selva, no muy lejos de los pasos del reciente explorador.
Los cabellos ondulados, de un tono rubio ceniza caían sueltos por la espalda de la dueña de la mirada penetrante y recelosa, desde su improvisada cueva. El rugido que había atravesado el aire era música que oía con frecuencia, un sonido que conocía tan bien como casi cada piedra de aquella selva infernal. El tiempo allí parecía no correr, o la línea en que lo hacía se convertía en una espiral que hacía imposible llevar la cuenta de los días, los meses, los años transcurridos allí; pero sabía que había pasado demasiado perdida en aquel sitio que no tenía escapatoria. Había pasado infinitas noches que no parecían tener un amanecer, había vivido demasiada oscuridad, incluso a plena luz del día. El sol que brillaba allí era uno opaco, uno nocivo, como cada ser que habitaba esa tierra.
Alimentándose de una gran bocanada de aire denso que llenó sus pulmones, la muchacha de facciones angulosas pero armoniosas despegó su espalda de la roca fría para salir de su escondite. Sus dedos sucios encerraron el colgante que ocultaba debajo de su camiseta sin mangas y sus pestañas se cerraron como un telón, cubriendo sus ojos durante unos segundos en que una voz femenina hacía eco en su mente.
Intentaba recordar su nombre a diario, era lo que parecía mantenerla cuerda en aquella realidad sofocante. Sin permitirse perder un momento más, la joven perdida en aquella dimensión salió del hueco entre unos árboles caídos y se encontró con la vegetación que observaba desde la frescura de su guarida. Debía mantenerse en movimiento, debía buscar algo para comer y volver a lo más parecido a un hogar que tenía en aquel lugar, de donde se alejaba todas las mañanas y solo volvía por las noches. Varios kilómetros por delante.
Skye Landon Conover se puso en movimiento, con rapidez, avanzando entre las malezas con completa agilidad, simplemente cargando con una ballesta que alguien allí le había obsequiado. Pero un sonido, un crujir de hojas hizo que sus pies se detuvieran repentinamente y sus oídos se agudizaran. Había alguien más cerca. Silenciosa y sigilosa como había aprendido a ser, la muchacha se coló entre los troncos de los árboles, empuñando su arma, lista para disparar en cuanto tuviera visual del intruso.
—Detente —articuló cuando sus ojos divisaron una figura masculina a la cual le apuntó en la espalda.
La agilidad, agudeza y simpleza con la que aquella muchacha se movía en aquella jungla no se asemejaban en absoluto a la torpeza, desorientación y complejidad que experimentaba Alex Landon para conseguir si quiera un buen lugar dónde pasar la noche. Todo allí era desconocido para él, no estaba acostumbrado a los sonidos que le rodeaban, no podía guiarse ni orientarse, todo parecía estar cabeza abajo en aquél sitio, mundo, se aventuraba a adivinar.
Así que no oyó llegar a la que ahora le apuntaba, y por esa razón cerró los ojos después de que se le encogiese el pecho. ¿Y ahora qué? ¿Habrían caníbales?
—No estoy armado —anunció, girando apenas la cabeza para poder entornar lo suficiente los ojos e intentar verla; tampoco quería que pareciese un movimiento amenazante, —así que ¿Por qué no bajas esa ballesta?
Hubiese incluso ladeado una socarrona sonrisa, pero no podía hacer uso ni de su ego ni de su perspicacia, porque no tenía nada, absolutamente nada con lo que defenderse además de sus poderes; los cuales, en aquél preciso momento, jugaron emocionalmente en su contra. Su alma percibió algo, algo que él no relacionó en principio con el recuerdo que saltó a su subconsciente.
Skye sonrió triunfal al ver lo que había hecho su hermano y lo único que le dedicó al hombre fue su lengua cuando se la mostró en forma de burla. Luego tomó la mano de Alex y tiró de él, para llamar su atención.
-Quiero que me enseñes -susurró, viendo que sus padres estaban de pie observándolos -Después -dijo en seguida y se volteó subiéndose a la banqueta para seguir jugando.
Alexander simplemente se arregló su chaqueta en un movimiento limpio, tomando el cuello con las manos y se sentó al lado de su hermana.
-Bueno, tienes que apretar este para que vaya a la derecha. Y este para que vaya a la izquierda -le explicaba -Prueba -se movió dejándole más espacio.
El joven Landon parpadeó, arrugando forzosamente el ceño, confundido; y giró más la cabeza, con una irresistible curiosidad por ver las facciones de quién aún le apuntaba.
La agitación que transitaba por la sangre de la muchacha se escondía detrás de su expresión vacía, de su mirada dura y distante, de sus movimientos hábilmente creados; no tenía intención alguna de mostrar como repentinamente un inexplicable nerviosismo se apoderó de su interior al encontrarse con aquel desconocido.
Tal vez era la manera en que comenzó a observarla, sin aviso alguno, tras hundir el aire con su voz tenuemente grave, tal vez era que había algo en aquel rostro masculino y joven que la capturaba. No era como cualquier viajante extraño con el que podría cruzarse, él no la miraba de manera amenazadora como cualquier alma que pisaba aquel sitio. Skye no necesitaba ninguna habilidad extra para descubrir que sea quien sea quien se paraba delante de ella era nuevo allí, estaba perdido. Pero no era suficiente.
—No puedes confiar en nadie. En nada. ¡Responde! ¡Di que no confiarás en nadie ni en nada!
La voz masculina aturdió los oídos de la niña que simplemente asintió, presionando sus dientes entre sí para desaparecer el temblor que había en ellos.
—No lo haré, no lo haré.
—Debes aprenderlo, rubia. Esto es tu culpa, por no hacerme caso. ¡Ella murió por ti, todos lo hicieron!
Los ojos celestes del hombre que la observaba se desviaron hasta el cuerpo sin vida de una mujer de cabellos oscuros. En su mirada había tanta furia que abrumaba el dolor y buscaba lastimarla a ella. Pero Skye Landon Conover sabía que sí tenía la culpa, sabía que no podía volver a confiar.
Al reaccionar de que su mente momentáneamente sufriera aquella niebla, sus brazos se habían bajado apenas, pero volvieron a alzarse y apuntaron en dirección a la cabeza del joven. Justo entre sus cejas. Las yemas de sus dedos acariciaron la superficie de la llave que disparaba la flecha, pero no ejerció presión.
—¿Estás solo? —preguntó ella en un siseo, pero no necesitaba gritar para que su voz madura tuviera autoritarismo.
Veía que estaba solo en ese momento, no oía a nadie más alrededor ni percibía a nadie, pero no significaba que hubiera llegado allí solo. Con desconfianza, Skye avanzó un paso hacia él sin apartar su arma.
Alex siempre había sido un muchacho listo. Desde bien pequeño. Pero no estaba siendo inteligente en absoluto en aquél momento, porque cuando alguien apuntándote con una ballesta te hace una pregunta, no te pierdes en su mirada buscando sin encontrar probablemente nada, simplemente contestas.
Pero no, había algo en esos ojos... Algo en aquellas facciones que debía encajar en alguna parte. Era como un retazo del sueño que nunca le abandonaba, era como si todo lo que adivinaba sentiría cuando encontrase a su familia, a sangre de su sangre, estuviese manifestándose en aquél instante, y no tenía sentido. Ni como su corazón se aceleraba, ni como sus labios secos se humedecían constantemente en un tic nervioso, ni como algo dentro suyo seguía enviándole imágenes de recuerdos que había, incosncientemente, dejado atrás para poder seguir adelante.
Julie Conover miró a su esposo, quien iba sentado en el asiento del conductor y suspiró.
-¿Quieres que conduzca yo? -preguntó, acercándose para dejarle un beso en la mejilla.
El cazador dejó ir un suspiro, cerrando los ojos un momento al sentir ese beso y giró levemente la cabeza para ver a su mujer con una sonrisa.
-No te preocupes, estoy bien. Nos esperan muchas horas hasta California.
Alex arrugaba los labios, observando a sus padres ser.. padres. Cariñosos.
Miró a Skye de reojo, notando su expresión de interés.
-Ya te acostumbrarás a que se pongan melositos y cariñositos -se acomodó mejor y se acostó la cabeza en las piernas de su hermana -Buenas noches.
-Alex, no empieces a molestar a tu hermana -advirtió Nick, viendo aquello por el retrovisor -Ya eres mayor.
-Pero si no estoy haciendo nada, a Skye le gusta. ¿A que si Skye?
Skye... Skye. El rubio notó el escozor propio de las lágrimas inexplicables en sus ojos, y dio un paso a pesar de que esa flecha pudiese acabar en su pecho, siguiendo su palpito, dejando de ser el racional cazador para pasar a ser una vez más el huérfano soñador.
—¿Skye? —preguntó en un hilo de voz.
Cada muralla, cada torre de cemento que había construido, bloque a bloque, a fuerza de los golpes que había sufrido, para protegerse, cada hueco en el que había enterrado sus sentimientos para convertirse en una criatura guiada por instintos y estímulos se desmoronó en ese instante. Su nombre articulado con la voz de quien creía completamente desconocido hizo que cada partícula de su cuerpo temblara. Nadie allí conocía su nombre, nunca lo había dicho en voz alta.
Inconscientemente una de sus manos soltó la ballesta y rodeó el colgante con sus dedos, presionando con fuerza. ¿Había perdido la cabeza de tal manera que imaginaba que alguien llegaba y la llamaba por el nombre que sus padres le habían dado? Skye presionó sus dientes como en el recuerdo que hacía segundos había cruzado por su conciencia, luchando contra el temblor de su mentón. En ese momento se sintió una pequeña niña de nuevo, completamente frágil y abandonada.
—No lo hagas, niña. No creas lo que ves.
—Pero… vi… vi a mi hermano… Estaba más alto de cómo lo recuerdo y tenía el cabello más largo y me sonreía. Me decía que nos escondiéramos porque mamá y papá estaban jugando a la escondida y no debían encontrarnos.
—No es real. ¿Me escuchas? Es tu mente creando escenarios mejor a la realidad. No están aquí, no vendrán por ti, debes olvidarlos.
Los párpados de la muchacha se cerraron varias veces para obligarse a reaccionar, incluso soltó un suspiro audible cuando su respiración se entrecortó y no supo si mantener la ballesta en alto o simplemente echarse a correr. Huir lejos de allí y volver a su precario hogar.
—Quién eres —articuló con su voz tenuemente temblorosa pero aún mantenía su mirada afilada, que escondía la confusión—. Qué quieres, y cómo… cómo… sabes…mi nombre —acabó por decir, con dificultad ante el nudo en su garganta siendo ella la que retrocedía, asustada.
El rubio había cerrado los ojos con fuerza al esperar la flecha salir de la ballesta. Pero aquello no sucedió, aceptando su insensatez había adivinado que ella no respondería por aquél nombre, a pesar de desar con todo su corazón que no se hubiese equivocado. Y su corazón deseó lo suficientente, aparentemente, porque oyó a la muchacha exigirle decir quién era, y como sabía su nombre. Entonces abrió los ojos, y había desconcierto perdido en las lágrimas que seguían aglomeradas. Parpadeó, forzándose a soltarlas y entonces dio un paso hacia ella, el que había retrocedido.
—No... No puede ser —negó, y tragó saliva obligándose a toda costa deshacer el nudo de su garganta —No puede ser... No puedes ser tu —sollozó, y suspiró entrecortadamente, llevándose un instante la mano a la boca en una desesperada caricia. Estaba alucinando, tenía que ser esa la respuesta a tal locura. Era la certeza en su pecho lo que aniquilaba cualquier otra teoría que no fuese que aquella joven, era Skye. Su hermana —Skye... —llamó otra vez, y dio otro paso —Soy yo. Alex —arrugó el ceño antes de proceder con la aclaración —Tu hermano.
Ella negó una vez de manera firme, pero conforme a las palabras que él soltaba, conforme a se acercaba, sus negaciones se hacían cada vez más débiles siendo apenas movimientos perceptibles.
—No… —farfulló Skye en tono bajo, sin poder controlar el temblor en su mentón.
Sus ojos azules se aguaron, como si el océano que había en ellos se hubiera desbordado y se convertía en una catarata de finas lágrimas, saboreó el sabor salado cuando se relamió los labios e intentó retroceder otro paso, pero se había congelado en aquel mismísimo sitio de aquella selva.
—Alex… no… —su voz se desintegró en el momento en que la ballesta calló al suelo repleto de malezas.
Aún sostenía el colgante en su mano y fue lo único que logró hacer que desviara su mirada de quien decía ser su hermano. Abrió sus dedos, los cuales buscaron separar una de las tapas del colgante, encontrándose con una pequeña foto deteriorada por el tiempo y el mal cuidado. Allí se podía ver una familia, una que parecía ajena en aquella dimensión, pero una que en ese momento había cobrado vida parcialmente.
La muchacha liberó un par de lágrimas más al parpadear y alzó su mirada hacia el rostro masculino, en el cual leía las facciones de aquel niño, de alrededor de seis años, pero que estaba convertido en un joven adulto, incluso más alto que ella. Su hermano mayor. No le importaba si no era real, era lo primero que había sentido en todo aquella eternidad. Sin decir nada más, ignorando la voz de su conciencia de quien la había entrenado, se acercó a él y lo rodeó con sus brazos en un abrazo fuerte.
Todas, y cada una de las preguntas que de no estar rompiéndose emocionalmente hubiese formulado se quedaron solamente en su mente, derrotadas por el fuerte palpitar de su corazón cuando Skye se abalanzó contra él en aquél fortuito abrazo. Suspiró con la fuerza propia de alguien que se está ahogando y repentinamente encuentra aire. Tardó, pero la rodeó con el mismo anhelo con los brazos y escondió la cabeza entre su pelo, inhalando su aroma.
—No llores —murmuró contra su oído, aún y cuando era ilógico que pidiese algo que él tampoco podía controlar, como era el llanto —Estoy aquí. Estoy aquí.
Aquí. ¿Dónde era "aquí"? Otra pregunta más que formular, pero no ahora. La separó con cuidado solo para tomar sus mejillas y poder ver bien sus ojos, como había crecido.. Era una renacuaja la última vez que la vio. Soltó una risa ahogada y apoyó la frente contra la suya.
—Mírate... Eres preciosa.
Inexplicablemente ella también soltó una risa, o lo que creía que era una risa porque jamás articulaba ese sonido y ni siquiera sabía que podía hacerlo. Sus labios se curvaron, manteniendo una sonrisa que aparecía en su expresión sin que ella pudiera controlarla.
Las manos de Skye rodearon los antebrazos masculinos cuando él sostuvo su rostro y lo observó, aún demasiado invadida por aquel torbellino de emociones que se impedía siquiera buscar.
—¿Cómo… cómo llegaste? ¿Cómo me encontraste? —preguntó, sin soltarlo, incluso ejerciendo cierta presión con sus dedos sin darse cuenta.
Deseó buscar al hombre que le había jurado que nadie iría por ella, que no quedaba nadie de su familia de pie, para gritarle en la cara que se había equivocado. Tal vez su padre se había ido, quizás casi no lo había conocido, tal vez su madre la había dejado y esperando salvarla la había enviado a aquel sitio, pero su hermano… Su hermano mayor jamás la habría abandonado, lo sabía. No lograba recordar más allá de su estadía en aquel mundo, pero estaba segura que él no la dejaría.
—¿Estás bien? ¿Hace cuánto estás aquí? —volvió a preguntar Skye, sin poder aguantarse.
—Es complicado —resumió Alex. Y no mentía, era complicado, tanto que quizá un par de las cuatro preguntas que Skye había formulado, dos de ellas no podría responderas coherentemente. Habían cosas que simplemente no tenían sentido. Pero no dio una respuesta rápida solamente por la complejidad de las preguntas, sino también porque aquél rugido imponente y que catalogaría como infernal si se lo pidiesen, había vuelto a retumbar entre los árboles —Será mejor que nos movamos. No sé tu, pero acabo de encontrar a mi hermana pequeña y no me apetece que me hagan papilla justo ahora —sonrió a la par que enarcaba las cejas y le dejó otro beso en la frente antes de separarse, para girarse y seguir haciéndolo, calculando hacia qué dirección sería mejor avanzar —No sé cuanto tiempo lleves tu aquí, pero si sabes qué es esa cosa y como se le da muerte, el dato me vendría muy bien.
La respuesta de la aludida fue un simple asentimiento con la cabeza. El rugido salvaje logró sacudirla para recordarle donde se encontraba y cuán peligroso era mantenerse al descubierto. Sin darse tiempo a pensar más en quien tenía delante sus rodillas se doblaron para permitirse alzar la ballesta y sus ojos azulados se fijaron en los alrededores, sin emitir sonido alguno, ni moverse, por unos segundos estudió el mismísimo aire.
—Sígueme —murmuró Skye, dedicándole una mirada a su hermano antes de emprender camino.
Asegurándose que Alex iba detrás de ella, sus pies retomaron el sendero que primariamente ella había tomado, pero del cual se desvió al oír a alguien más. Tomó un ritmo rápido y ligero, saltando en cuanto había un obstáculo, guiándose por los oídos mientras sus ojos inspeccionaban el espacio delante.
—No creo que te agrade demasiado, puede ser algo… complicada de matar —comentó la muchacha cuando se detuvo durante unos segundos, volviendo a estudiar el entorno¬—. ¿Tienes algún arma? —preguntó, sosteniendo la suya propia casi lista para utilizarla.
—No te mentí cuando dije que no estaba armado. Es una historia mas bien larga pero, en resumen, planeaba caer unos trescientos años antes de cristo apróximadamente, no aquí. Y pasear por una aldea de aztecas con una glock reglamentaria del FBI me hubiese causado problemas —frunció los labios —No tengo nada. Pero tranquila —levantó las manos —Tengo poderes. Si me veo obligado a usarlos y ves que los ojos me cambian a un negro muy feo, tienes permiso para usar una de esas flechas contra mi. Pero no me mates —la señaló.
Y entonces notó que el silencio era aún más delatador. No se oía nada, absolutamente nada, ni si quiera el cantar de los pájaros. Arrugó el ceño, y para cuando las ramas empezaron a quebrarse continuamente fue demasiado tarde para reaccionar; algo enorme acababa de salir de las sombras, abalanzándose sobre Skye. Alex la perdió de vista.
—¡Skye! —gritó, y miró alrededor. Encontró un tronco arrancado y dejado en el suelo lo suficientemente grueso para usar como arma, y sin pensarlo fue hacia la.. Cosa gris. Negra. Gris.. No estaba claro. Lo que si saltaba a la vista era viscosidad. Echaba babas hasta por el... —¡Suéltala! —golpeó con el bastón lo que debería ser la columna vertebral de la bestia. La rama se rompió y Alex vio el pedazo pequeño con el que se había quedado con el ceño fruncido.
La bestia no mostró que aquel ataque le hubiera siquiera hecho cosquillas. Pero sí fueron los gritos del joven Landon lo que llamó la atención de la gran criatura por un par de segundos.
Eran suficientes. En el momento en que la enorme cabeza del animal se giró en dirección contraria al sitio donde encerraba a Skye con una de sus manos llenas de garras, ella se movió lo suficiente para sacar una de las flechas que colgaban en su espalda. Su ballesta había caído al suelo en el momento del impacto, pero apuñó la fina lanza de madera, que ella misma fabricaba, y la clavó con todas sus fuerzas en uno de los ojos verdosos de la criatura. Otro rugido, el cual, en cambio fue uno de dolor. La muchacha se encontró con la tierra, tras resbalarse de las garras que habían destrozado parte de sus pantalones y arañado su piel. Contuvo una maldición y se arrastró para alcanzar la ballesta, disparándola repetidas veces al rostro de la bestia.
—¡Está ciega! ¡Corre! —exclamó al observar a Alex quien seguía cerca, demasiado cerca, del animal.
Ciega. Correr. Los conceptos básicos los había entendido, pero no iba a marcharse de allí sin ella.
—Y un demonio —cuidadosamente se acercó a su hermana, avanzando lateralmente para no perder de vista a la bestia, que se movía en zancadas, en un círculo seguro, rugiendo constantemente. Skye tenía razón, estaba mal herida, y ciega. Llegó al lado de la rubia y bajando la mirada notó la herida en su pierna. Sangraba. Era un arañazo bastante profundo.
Tirando de su brazo se resguardó junto a ella tras un grueso tronco, y posicionándose en frente suyo se rompió un pedazo de la camiseta, usando solamente las manos. Suficiente tela para, agachándose, poder hacerle un torniquete en la herida, al menos detendría la hemorragia.
—Y yo vivía pensando que si alguien iba a llevarse el premio de la inmunidad en nuestra familia serías tu. He vivido una mentira —bromeó alzando las comisuras y entornando los ojos hacia los de ella, intentando ponerle algo de humor a la situación.
Las facciones de la muchacha se contrajeron cuando movió la pierna para acomodarse mejor en el provisorio escondite, pero no articuló queja alguna al trabajo que su hermano estaba haciendo. Usualmente lo hubiera hecho ella misma, no sería la primera vez. Se sentía algo extraño tenerlo allí, cuidando de ella, como si el tiempo no hubiera transcurrido.
—Descuida, he tenido peores —susurró Skye al devolverle la mirada y esbozar una pequeña sonrisa que aparentemente buscaba tranquilizarlo.
Sabía lo que Zero le diría en ese momento. La culpa del corte que tenía en su pierna era su familia, casi podía oír su voz en su cabeza. Tenía que equivocarse. Se había distraído desde que logró procesar que quien tenía a su lado era Alex, su hermano. Era su culpa por descuidarse.
—Estoy bien —asintió y sus ojos se deslizaron hasta el trozo de selva que podía ver desde allí—, pero debemos seguir en movimiento —se aseguró que la tela estuviera sujeta con suficiente fuerza y volvió a sostener su arma aunque la observó y la tendió en dirección a él—. ¿Qué tan buena puntería tienes?
Pero su hermano extendió la mano a la par que negaba con la cabeza.
—No tan buena como la tuya, seguro. Puedo alcanzar un blanco a cincuenta metros con una glock, pero dame un arco y una flecha y Katniss se me carcajearía en la cara —se asomó para ver a la bestia. Seguía amenanzando a las ramas —Si solo tuviera mi teléfono para sacarle una foto a esto.. Tendría éxito en Youtube.
Regresó la vista a Skye y se pasó un brazo de su hermana por sobre los hombros, retomando el caminar.
—Este sitio me recuerda mucho a la dimensión dónde Zane, una amiga, estuvo hace un tiempo. Esa criatura se parece mucho a las que ella describía, todo en general, es como si estuviese allí. Porque Zane es muy gráfica —la miró de reojo —Demasiado. Te caerá bien cuando la conozcas.
El entrecejo de la muchacha se había contraído poco a poco conforme las palabras del joven rubio llegaban a sus oídos. Literalmente no había entendido la mitad de lo que estaba diciéndole, pero tampoco era momento de pedir más explicación. Ya tendría tiempo en decirle que no tenía sentido alguno, y que probablemente hablaba bastante. O al menos esperaba tener el tiempo.
—Espera a ver a las que vuelan —susurró Skye al comenzar a caminar, intentando utilizar su pierna herida lo más que podía—. Ten cuidado donde pisas. Quizás esté ciega, y la vista es su mejor sentido, pero aún escucha y… huele también…—su voz bajó hasta desaparecer mientras sus ojos buscaban algo en especial.
Comenzaron a rodear la criatura, que aún aturdida seguía atacando lo que tenía cerca, y tras unos metros Skye Landon Conover se detuvo, estirando su mano para arrancar unas hojas de una planta. Colgándose la ballesta en su hombro libre y sosteniéndose de Alexander, se cubrió la herida con ellas y asintió, indicándole que se siguieran moviendo.
—No sé cuántas dimensiones existan, pero hay posibilidades de que sea esta misma, ¿no?
—No estoy seguro, antes de caer aquí no vi ningún cartel, las dimensiones cuando viajas en el espacio y el tiempo no están precisamente señalizadas —hablaba en voz baja para no alertar a la criatura —Pero si es así, es un problema. El tiempo corre de forma distinta aquí, Zane se fue por un par de meses y volvió con un niño de casi un año. No quiero ofender el sitio que puede haber sido tu hogar por mucho tiempo, pero no planeo quedarme —lejos ya de la criatura, entornó lo suficiente la mirada para verla —Y tu tampoco. Volverás conmigo.. En cuanto encuentre un flujo temporal abierto que pueda sacarnos de aquí, volveremos a casa. Tu verdadero hogar, con pizzerias y mesas de pool en lugar de palmeras y dinosaurios mutantes. Por ahora será mejor que volvamos a dónde sea que esté tu refugio, porque imagino tendrás uno. Allí podremos organizarnos.
La sola idea de que Skye se hubiese criado allí le ponía los pelos de punta. Aún era pronto, lo sabía, pero tenía muchas preguntas que hacerle... ¿Dónde estaría Julie? Todo ese tiempo había pensado que tanto su madre como su hermana habían muerto, y ahora... ¿Y si estaba viva? ¿Y si podía recuperar a su familia por completo? Quizá incluso después de volver a su mundo con Skye pudiese lograr regresar en el tiempo antes de la muerte de su padre, evitarlo.. Podría estar los cuatro juntos otra vez. Volver a estar unidos.
Los ojos azulados de la muchacha se desviaron hacia el rostro de su hermano, aunque su mente y sus pensamientos estaban más allá. ¿La sacaría de allí? ¿Había una salida? Todo el tiempo que había estado encerrada en aquel inmenso sitio repleto de tinieblas en todas sus formas y colores, no había sido capaz de encontrar una pista de un camino que pudiera llevarla a otra realidad.
La criatura había quedado detrás de ellos, a medida que avanzaban, profiriendo gruñidos de dolor y enojo, que inundaban el ambiente y advertirían a otras criaturas por una posible presa. Más de una bestia se alimentaría de aquel descomunal depredador, debían perder el rastro con rapidez.
Sin volver a responder, Skye siguió contando con la ayuda del joven rubio para caminar pero siendo quien lideraba el camino, sigilosa y rápidamente.
—¿Cómo encuentras ese… flujo temporal abierto? —preguntó ella tras varios minutos en silencio, donde el camino se hacía más familiar y denso conforme se acercaba a su refugio.
—Solo puedo encontrarlo si sigue abierto. Cuando un portal a una dimensión se abre, el flujo de la energía permanece inestable, como un vacío temporal. Hablamos de algo sobrenatural que tiene un principio científico, los portales dimensionales siempre han estado ahí, pero se necesita un catalizador para que los átomos de las moléculas reaccionen mucho más deprisa y el campo electromagnético que divide los capas del espacio-tiempo se active. En el laboratorio se utiliza un catalizador automatizado, pero una tormenta eléctrica, por ejemplo, funcionaría como un catalizador natural. Dejé una marca en el lugar dónde aparecí, allí el flujo debería seguir abierto, solo tenemos que esperar a que la naturaleza nos eche una mano y estar allí cuando el campo electromagéntico amplie la grieta. Solo espero que sea un viaje de regreso y que no acabemos en otra dimensión, si el exceso de energía es exponecialmente mayor que el que utilicé para venir aquí, podríamos o bien desintegrarnos, o bien aparecer en casa, o bien acabar en Nazaret antes de que naciese jesucristo.
Pero no te preocupes —sonrió —Tengo un buen presentimiento —le palmeó la espalda y se adelantó a ella para apartar las ramas que les impedían avanzar, como si tuviese que protegerla hasta de unas inofensivas plantas.
Por un momento ella se mantuvo estática cuando Alexander se apartó, simplemente observando su espalda, intentando que la información recibida pudiera ser procesada cuando realmente… no podía serlo. Solo por el mero hecho que no tenía idea de qué era lo que le decía. Aún así, no articuló sonido alguno, después de todo ella había preguntado y había obtenido una respuesta. ¿Tan diferente era la dimensión en la que había nacido? ¿Tendría que aprender tanto de poder volver?
Skye Landon Conover aspiró aire que dejó ir en forma de suspiro cuando retomó su caminar, con aquella cojera debido a la herida, y pasó junto a su hermano.
—Bien, alguno de los dos debe tenerlo —contestó en cuanto al “buen presentimiento” ya que ella honestamente no lo poseía.
Siguió avanzando por varios minutos, tomando diferentes giros según algunas señales escondidas que sus ojos solamente podían ver, hasta que el sonido de una cascada le indicó que estaban muy cerca.
—¿Crees que una persona más pueda transportarse? —inquirió observándolo momentáneamente de reojo.
—No te preocupes —detuvo su caminar un instante para poder girarse y verla, frunciendo los labios e intentando transmitirle con la mirada seguridad —No dejaré que nada malo te pase, y desde luego, no me marcharé de aquí sin ti. Si yo cruzo, tu cruzas, y si yo no cruzo, tu tampoco. Durante muchos años pensé que no volvería a verte, que te había perdido.. No hay forma humana ni por encima de lo mortal que pueda arrebatarme a mi hermana pequeña otra vez —se acercó y acarició en una pasada su mejilla suavemente —Todo saldrá bien. Lo primero es lo primero, y ahora mismo lo primero es que te cures esa pierna. Podría infectarse, y puedo saber mucho sobre campos electromagnéticos, pero ando bastante escaso de conocimientos médicos.
Un rastro de sonrisa apareció en los labios femeninos ante aquella caricia, prácticamente desconocida para su percepción, pero agradable. Le dedicó una mirada que intentaba agradecerle por las palabras, por la promesa y por realmente haber aparecido allí aún sin buscarlo realmente; y asintió, intentando apartar la humedad de sus ojos cuando parpadeó varias veces.
—Estoy bien —aseguró, aclarándose la garganta cuando retomó su caminar y asintió.
Tras unos minutos más de camino, el espesor de la selva se interrumpió a la vista de un extenso tronco caído. Skye lo rodeó, y una vez detrás, tiró de varios arbustos los cuales literalmente apartó revelando un extenso hueco de lo que parecía ser un túnel.
—¿Qué hay de otra persona, además de tú y yo? —preguntó entonces, con algo de inseguridad.
—No estoy seguro, supongo que podría ser, como he dicho... Todo depende de la energía que cruce la grieta en ese momento.
Alexander contestó sin deliberar en la razón de la pregunta, y cuando se planteó el por qué, enarcó las cejas y después frunció el ceño.
—¿Por qué? —se adelantó hasta alcanzarla, buscando su mirada —¿Hay alguien más aquí? —tragó saliva. No podía más, tenía que soltarlo, tenía que preguntar por ella.. —¿Es mamá? ¿Está aquí? ¿Es ella esa otra persona?
Soltaba las preguntas atropelladamente, sin poder contener su ansiedad. Rogaba que la respuesta fuese una afirmación.
SACRED BLOOD | SEASON THREE
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