Todo estaba listo para partir, pero... ¿Lo estaba yo también?
"Querida, en breve partimos"
"Estoy lista, tía Florence"
"Mmm... Voy adentro, hay unos asuntos que debo terminar antes de irnos"
"Como desees..."
Oh Dios... ¿Por qué sentía tal vacío? Sabía que era lo mejor, pero... No estaba segura de su decisión. Tenía un horrible nudo en el estómago...
"Evangeline..."
"Señorita Mitchell, me alegra verla de nuevo"
"Matheo... Cómo... ¿Cómo has llegado aquí?"
"Puede que yo... haya tenido algo que ver, je je"
"¡Tía Florence!"
"Evangeline. No puede irse"
"Señor Leighton... Mi barco zarpa en breve, no tengo opción"
"No diga bobadas, Evangeline. ¡Y deje de llamarme señor Leighton!"
"Le llamaré como yo quiera. Dígame a qué ha venido antes de que me marche"
"Evangeline... No es usted tan buena mentirosa como cree. Veo en sus ojos que hace unos segundos estaba rogando por volver a encontrarnos"
"Es usted un arrogante, señor Leighton"
"No puede irse, Evangeline. No sin antes escucharme"
"Usted me debe una promesa. Tiempo atrás me prometió que salvaría mi vida, así como yo salvé la suya. El único modo para que yo siga viviendo es si tú lo haces a mi lado"
"¡Cásate conmigo, Evangeline!"
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21 de julio de 1887
Era el día; el barco partiría en unas horas. Sin embargo, antes de ello, Evangeline necesitaba despedirse de aquellos que le habían brindado un hogar.
"Quería disculparme por mi marcha hace unos días, señor y señora Montgomery. Debía resolver unos asuntos y, por supuesto, no podía irme sin despedirme. Mi vida ahora toma otro rumbo y me dirijo hacia Las Américas junto a mi tía. Y no podía irme sin agradeceros todo lo que habéis hecho por mí"
"Tu presencia aquí somos nosotros quienes debemos agradecerla. Has hecho de nuestro hogar un lugar mucho más feliz, has ayudado mucho y los niños te quieren como una más de nosotros. Te estaremos eternamente agradecidos, Evangeline. Siempre que quieras volver, aquí tendrás un lugar"
"No saben lo que me alegra oír eso. Ustedes para mí también han sido un gran apoyo. Si me permetís, ¿puedo saber si el señor Leighton se encuentra en la finca?"
"¿Matheo? Pensé que usted podría saberlo. Se fue unas horas después de que tú lo hicieras. No hemos vuelto a tener noticias del señor Leighton, esperemos que nada malo le haya ocurrido..."
¿Matheo? ¿Se había ido? No podía ser verdad, ¿adónde podría haber ido durante seis días? Oh Dios mío, y si... ¿y si le había pasado algo malo y nunca podía decirle adiós? Pero fue él quien decidió no hacerlo...
"¿Se va? ¿Es cierto, señorita Evangeline? ¿Se marcha para siempre?"
"Para siempre es mucho tiempo, mi querido Alexander. Pero será el tiempo suficiente para echarte de menos"
"¡No quiero que se vaya!" dijo el muchacho.
"Cariño, a la señorita Evangeline le espera una nueva vida, bastante lejos de aquí, pero seguro que nos escribirá correspondencia siempre que se acuerde de nosotros"
"¡Eso sería genial, señorita! ¡Quiero que me cuente todos los detalles de sus viajes hacia las Américas! ¡Puede que podamos escribir un libro juntos, tal y como hablamos!"
"Seguro que sí, Alexander. Me parece una buena idea"
"¡Y mi pequeña Lucy! Serás una hermosa y fuerte mujer, lo sé. Te extrañaré mucho, princesa"
"¡Evangeline!" la llamó una voz muy joven.
"¡Claro que no me olvidaré de ti, Paul! ¿Cómo podría, pequeño demonio?"
Cuando terminó de despedirse de los chicos, se acercó al matrimonio Montgomery.
"¡Te echaré tanto de menos!" lloró Juliette.
"Prometo que volveremos a vernos, Juliette"
"Le deseo lo mejor en su vida, señorita Mitchell. Aquí siempre tendrá a su familia. Dele recuerdos a mi hermana, si es usted quien la ve antes que yo"
"Siempre les agradeceré enormente su hospitalidad, señor Montgomery"
Él asintió y se acercó a sus hijos, quienes correteaban cerca de las cosechas.
"¡Alex, Paul! ¡Las calabazas no!"
"Juliette, hay algo más que me gustaría pedirle"
"Por supuesto, Evangeline. Lo que necesites"
"Puede... ¿Puede darle esto a Priscilla?"
"Tranquila. Cuando regrese del mercado, se lo daré. ¿Sabes? Si esperas unos minutos, es posible que puedas dársela tú misma"
"Oh no, no creo que eso sea posible. Si me retraso un minuto más, puede que perdamos el barco"
"En ese caso, será mejor que nuestra despedida termine aquí"
"Adiós, señora Montgomery"
"Adiós, Evangeline. Prometo escribirte"
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Evangeline estuvo casi veinte minutos hablando, contándole al joven Matheo cómo se sentía después de haber descubierto que su familia los había engañado a todos, que su querida tía Florence nunca había muerto por tuberculosis y que ahora vivía no muy lejos de allí.
Matheo escuchó con atención y silencio cada palabra de la mujer, pero cuando esta terminó de hablar, lo único que pudo decir fue:
"Baile conmigo"
"¿Cómo dice?"
"Que baile conmigo, Evangeline"
"Pe... pero ¿aquí? ¿Ahora? ¡Si ni siquiera hay músicos!"
"Eso no importa. Olvídese de eso, de todo lo demás. No piense en su familia ni el futuro, simplemente déjese llevar y solo escuche el sonido del fuego"
"Le advierto que soy una bailarina excepcional. Puede que sus pasos no estén a la altura de los míos", bromeó Evangeline.
"Estoy dispuesto a correr ese riesgo, señorita"
"Reconozco que no es tan mal bailarín como yo pensaba", admitió Evangeline en un susurro, dejando a un lado su gran orgullo. Realmente había una gran armonía en sus pasos.
Matheo frunció el ceño y dejó escapar una sonrisa.
"Me gustaría poder decir lo mismo, pero lamento decirle que usted no es tan buena como cree"
Evangeline soltó una carcajada.
"¡Eso no es cierto! Los caballeros hacían fila para bailar conmigo"
"Dudo considerablemente que quisieran bailar con usted solo por que es buena bailarina, señorita"
De repente, la sala parecía demasiado pequeña, y el calor de la chimenea resultaba más sofocante que al principio.
"No sé usted, pero para mí, el chisporroteo del fuego parece ser el mejor músico que he conocido", bromeó Matheo.
"Su oído es casi tan deficiente como sus destrezas para bailar, señor Leighton", comentó con sarcasmo.
Matheo levantó una ceja, divertido.
"Hace unos minutos, las palabras que salían de su boca indicaban lo contrario."
"Intentaba ser cortés, aunque reconozco que soy una buena actriz. Puedo engañar con facilidad y nadie se percataría de mi verdad."
"Qué curiosa destreza para una joven como usted. En cambio, yo no puedo decir lo mismo, siempre me he considerado un hombre transparente, incapaz de fingir algo que no sea real"
"Es el precio a pagar por ser mujer. Instinto de supervivencia, supongo. No quiero sonar grosera, pero entre usted y yo, señor Leighton... Ya no hay nada que me haga querer volver a ocultar la verdad"
Matheo dio un paso hacia delante, corto, pero significativo.
"No lo haga. Se lo ruego"
"Yo... no puedo seguir ocultándolo por más tiempo, señorita Mitchell"
"¿A qué os referís, Matheo?"
"Evangeline...", suspiró.
"Os he dicho que odio las mentiras, pero en este preciso instante, si digo algo que se asemeje a la verdad de mis pensamientos, puede... Puede que pierda el poco control que me queda"
¿Qué estaba pasando? O mejor aún, ¿qué estaba a punto de suceder? Las grandes manos de Matheo descansaban en mi espalda, y por más que buscaba en mi interior, no hallaba ni una sola célula de mi ser que anhelara apartarlo de mí.
No podía... No. En vísperas al cumpleaños de Priscilla, no podía hacerle eso. Le había jurado que la ayudaría a conquistar su corazón y, sin embargo, ahí estaba; a meros centímetros de sus labios. Su lealtad pendía de un hilo a punto de romperse.
Pero ella no era de ee tipo de mujer. Su fidelidad estaba por encima de cualquier deseo, incluso si este resultaba incontrolable.
"Creo... creo que debo regresar a la habitación."
"Evangeline", la llamó desde la distancia. Ella no se giró.
"Creo que lo que ha ocurrido no ha sido apropiado en absoluto. Lamento decirle que me retiraré. Buenas noches, señor Leighton."
¿Qué me sucede? ¿Por qué no soy capaz de mirarlo de frente como tantas otras veces he hecho? Oh Dios mío, había estado a punto de...
"Por favor, Evangeline..."
"No... No puedo seguir con esto. Le ruego que me permita regresar a mi dormitorio, señor Leighton. Usted también debería volver a la cama."
Sin dar oportunidad al joven de pronunciar una sola palabra más, Evangeline se retiró a su habitación.
¿Cómo podría hacerle eso a la pobre Priscilla? Está profundamente enamorada del señor Leighton, y yo... casi, casi...
Por suerte, todo eso solo es culpa de la noche, y nada más. No puedo permitirme romperle el corazón a la encantadora Priscilla. Será mejor que lo olvide todo, y lo que es aún más difícil, que yo también lo olvide...
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La señora Montgomery, Juliette, era una mujer encantadora. Dedicada por completo a sus hijos y a su hogar, disfrutaba de las tardes soleadas junto a sus dos pequeños, Lucy y Paul.
El hijo mayor, Alexander, era un espíritu libre. Amaba profundamente a sus hermanos y a su madre, pero cuando no estaba correteando y jugando, dedicaba su tiempo a ayudar a su padre en la finca. La compañía de su padre era su favorita, y lo admiraba como si fuera el héroe más grande del mundo.
La felicidad impregnaba el hogar de los Montgomery; el trabajo en la finca marchaba a la perfección, y los niños cultivaban un amor profundo por la naturaleza, disfrutando de la compañía cercana de sus padres. Las risas resonaban entre los campos y los momentos compartidos en familia se convertían en sus mejores tesoros.
Sin embargo, Priscilla, la hermana menor de Brandon y Margaret, al ser la más joven y no tener esposo, residía junto a la familia de su hermano, aguardando el momento propicio para formar una familia tan dichosa como la de su hermano.
Aquella mañana de junio, cuando el señor Leighton se acercó con su sonrisa a la familia Montgomery... Priscilla lo supo. El amor había llegado a su puerta, tal y como siempre había estado esperando.
Con lo que Priscilla no contaba es que, aunque el joven estuviera soltero, su corazón pretenecía a otra mujer.
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La lluvia cayó sin previo aviso, no obstante, afortunadamente, Evangeline y Matheo ya se encontraban resguardados en la morada de su primo Leonard Gilbert, quien vivía junto con su esposa Margaret.
"No hay motivo alguno para inquietarse, Evangeline. Somos parientes de la rama materna, y puedo garantizarle que estamos resguardados en la seguridad de los Gilbert", expresó Matheo al percibir la inquietud en Evangeline. Esta asintió y avanzaron con determinación dentro de la cabaña, ya que debido a la tormenta, el sonido de la puerta al abrirse quedó eclipsado por la intensidad de la lluvia.
"¿Primo Leonard? ¿Estáis presente? Soy Matheo, Matheo Leighton, hijo de vuestra tía Antonella Leighton. ¿Me reconocéis?"
"¿Matheo? ¿Sois vos? ¡No puedo creerlo! ¿Cómo no os recordaría, querido primo?"
"Es una sorpresa muy grata encontrarte aquí. No contábamos con tu visita, pero ya sabes que siempre eres bienvenido en nuestra morada. Y veo que no has venido solo. ¿Quién es esta encantadora joven que te acompaña?"
"Oh... Ella es Evangeline, una dama que conocí recientemente y cuyo destino se ha entrelazado con el mío. Por favor, acércate, señorita Mitchell."
"Buenas noches, señor y señora Gilbert. Soy Evangeline Mitchell. Lamento la interrupción inesperada. El joven Leighton, vuestro primo, y yo tenemos asuntos por resolver y esperábamos contar con su amable ayuda."
"No supone ninguna molestia, señorita Mitchell", se dirigió a Matheo; "¿Qué sucede, primo? ¿Estás en problemas?"
Él asintió.
"Esta vez es algo serio, Leonard...", Matheo le contó resumidamente el motivo de su visita. "La señorita Evangeline y yo nos hemos visto en vueltos en esta situación tan desagradable. Necesitamos partir del pueblo lo antes posible, y esperaba que pudieras ayudarme con ello"
"Queridos, yo puedo ayudaros con ello", pronunció una voz dulce y muy femenina.
"Es un placer verla, señora Gilbert"
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Seis días después...
Esa noche de agosto era bastante cálida, ya que el verano estaba en su mayor apogeo. Evangeline salió al jardín para disfrutar de la paz del silencio, el cual no sabía cuándo volvería a encontrar en los próximos días.
Ya había tomado una decisión, y es que el destino la había llevado a encontrarse con su tía Florence por alguna razón. No había nada en Benville que la retuviera en esa desierta isla rocosa. Joven y hermosa, un futuro prometedor se abría paso hacia ella en un lugar tan innovador como lo eran las Américas y su auge tecnológico.
"Cariño, es hora de descansar. Mañana nos espera un largo día de viaje, será mejor que vayas a la cama y recuperes fuerzas."
"No tardaré en regresar adentro, tía Florence. Disfruto pensando en silencio y este es el lugar ideal; creo que voy a extrañar este banco bajo el árbol"
"En América también hay muchos árboles. Podemos colocar un banco bajo el que más te guste"
"Aún no logro asimilar la idea de que nos iremos para siempre. Han sido solo unas semanas las que he pasado en esta isla, pero siento que es en este momento cuando me despido de todo lo que alguna vez conocí"
"Cielo, siempre puedes quedarte aquí. No tendría problema con que vivieras en mi casa el tiempo que desees. Mi deseo es que mis restos descansen en suelo estadounidense, pero tú, cariño, aún eres joven... Si la razón es ese hombre del que me has hablado, el señor Leighton..."
"El señor Leighton no me ha buscado en estos días, lo que indica que su amor por mí no es tan fuerte como afirmaba. No hay nada aquí para mí en esta isla. Mi decisión sigue firme, tía Florence. Mañana partimos hacia América"
"Como quieras, Evangeline. Tus decisiones, sean cuales sean, siempre las apoyaré, pero no aquellas que tomes por miedo o cobardía. La cena está servida, cariño. Ven cuando quieras"
"Está bien"
"¿Y si mi tía Florence tenía razón? ¿Mi principal motivo para abordar ese barco era la cobardía? ¿Estaba huyendo por mi amor hacia el señor Leighton...? Fuera como fuese, él no había vuelto a buscarme, ni siquiera me había impedido irme aquel día en la finca Montgomery... Definitivamente, estaba tomando la decisión correcta"
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"Algo en mí trató de advertirme sobre la verdad, pero no quise aceptar que ustedes..."
Priscilla comezó a llorar enloquecidamente.
"¡Confié en usted, Evangeline! Os abrí mi corazón y solo... ¡Lo querías a él para ti sola! ¡Es por eso que me engañaste con mentiras sobre que tendría oportunidad alguna, mientras lo amabas en secreto y tratabas de arrebatármelo!"
"No quiero volver a verte, Evangeline. Por favor, recoge tus cosas y márchate de mi cuarto. No vuelvas jamás"
"Como desees, Priscilla"
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La celebración del cumpleaños de Priscilla fue modesta y acogedora. Varios invitados se reunieron en la finca Montgomery, disfrutaron de una deliciosa tarta de arándanos y se divirtieron bailando y cantando en el césped. A pesar de la alegría del evento, Evangeline no estaba de ánimo festivo, ya que tenía que enfrentar una decisión difícil.
Después de que los demás invitados se marcharon a sus hogares, Evangeline regresó al cuarto que compartía con Priscilla, tras haber colaborado con Juliette en las labores de limpieza.
Al entrar, Priscilla estaba sentada en la cama, con la mirada perdida en un punto fijo. Ni siquiera se percató de la presencia de Evangeline.
"Disculpa Priscilla, no sabía que estabas aquí"
"No importa. Este también es tu cuarto"
"¿Qué te sucede, mujer? ¿Por qué lloras de esa manera?"
"Recuerdas que... Mi intención en el día de hoy no era más que confesarle al señor Leighton mis sentimientos. Bien, pues así ha sucedido"
"Y... ¿y cuál ha sido su respuesta?"
"Pues, ¿qué creéis, Evangeline? ¡Me ha dicho que no, obviamente! El señor Leighton no busca ninguna esposa en estos momentos, así que no ha podido corresponder mi amor. Todo esto es culpa mía, por creer que alguien como él podría amar a alguien como yo"
"Pero Priscilla, eso no es cierto. Tal vez él no pueda corresponder tu amor porque no es para ti, ¡pero eso no significa que tú no seas suficiente para un buen hombre!"
"No lo creo, Evangeline... Si me disculpas, mi hermano requería mi presencia hace unos minutos, será mejor que me vaya. Gracias por todo, señorita Evangeline. Significa mucho para mí"
"Está bien, Priscilla..."
La joven se fue y Evangeline, para despejar su mente, siguió leyendo uno de los libros de la estantería.
Pero de repente, alguien irrumpió en la habitación con una velocidad casi sobrenatural. Evangeline, sobresaltada, se puso en pie y ahogó un pequeño grito.
Su respiración se aceleraba cada vez más.
"¿Qué hacéis aquí?"
"Evangeline... No podía soportar un solo minuto más con tu ausencia"
"No he logrado conciliar el sueño en toda la noche. Tu recuerdo persiste en mi mente, eclipsando cualquier otro pensamiento que no sean tus ojos. A lo largo del día he intentado despejar mi mente, especialmente después de tu rechazo, pero ahora comprendo la razón detrás de tu decisión. Evangeline, siento que debes sentir lo mismo que yo, porque de lo contrario, no podría concebir cómo soportar en solitario un amor tan abrumador. No quiero presionarte ni forzar tu corazón, pero la carga de estos sentimientos no me permite seguir en la penumbra del desconcierto. Necesito saber, Evangeline..."
"Esa respuesta es más que suficiente"
Aquel beso sería inmortalizado en sus memorias, pero como suele decirse, el destino es caprichoso.
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"La noche de la boda, como es tradición por parte de los recién casados, deben consumar el matrimonio. Yo ni siquiera sabía qué significaba eso hasta que él se abalanzó sobre mí"
"Oh... Lo siento mucho, tía Florence"
"Sucedió hace muchos años, cariño. Aquella noche, por suerte, logré apartarlo, a pesar de que era considerablemente corpulento. Me escondí en la despensa toda la noche. Al despertar, a penas podía abrir los ojos de lo hinchados que estaban. Claro está que no tenía escapatoria en aquella casa, así que de las noches siguientes no pude escapar. Yo me quedaba quieta, mientras aguantaba mis lágrimas. Gracias a Dios aquello no duraba más que un par de minutos. Pero un día, dos semanas después de nuestra boda, decidí plantarle cara y negarme a seguir haciendo aquello. Le propuse fingir un embarazo y que él quedara embarazada a otra mujer, así yo podía descansar a ojos de mi familia y él tener un heredero"
"¿Y aceptó?"
"Por supuesto que no, cariño. Los hombres nunca escuchan nada que no sean sus propios pensamientos. En respuesta, me golpeó hasta que perdí el conocimiento. Recuerdo que al día siguiente escupí tanta sangre como nunca antes. Apenas podía moverme o hablar."
"Oh Dios mío... Que hombre más cruel. No puedo creerlo"
"Lo era, Evangeline. Era un hombre detestable. A la mañana siguiente traté de marcharme, pero él me retuvo y me golpeó de nuevo. Así pues, sucedieron los peores doce años de mi vida. Hasta que murió por culpa de una enfermedad extraña. Pero no sientas tanta lástima por mí, cuando él se dio cuenta de que ya no podía tener hijos, dejó de golpearme. Aquello sucedió cuando llevábamos dos años de matrimonio. El tiempo restante, apenas hablábamos, dormíamos en habitaciones separadas. Él traía amantes a casa, y yo pasaba mis días soñando con una vida mejor. Mi sueño se cumplió el día que Thomas desapareció de mi vida. Llevé el luto durante unos meses y, seis años después, cuando tú apenas tenías cuatro años, me marché a un lugar llamado Australia. Ni siquiera me despedí. Nunca más volvieron a saber de mí. Después de eso, mi vida cambió durante varios años hasta que llegué aquí."
"Eso es muy triste, tía Florence. ¿No trataron de buscarte?"
"Nunca, querida. Con el paso del tiempo, descubrí que tu abuela me excluyó de la familia, fingiendo ante la sociedad que la tuberculosis me había arrebatado la vida. En fin, resultaba más conveniente de esa manera. Nadie indagaría sobre mí, ya que todos creían que no regresaría. Simplemente no podía hacerlo"
"Tía Florence, creo firmemente en el destino y en los tiempos del Señor. Después de tantos años, si nos hemos encontrado en este momento, es porque así estaba destinado. Estoy aquí ahora, y no tienes por qué estar sola jamás. Te lo aseguro."
"Cariño, no puedes imaginar la emoción que siento al escuchar esas palabras. Nuestros destinos parecen converger en estos días, y no puedo pasar por alto esta conexión, querida Evangeline. Tengo una propuesta para ti. En una semana, partiré hacia Las Américas, un lugar que crece rápidamente y ofrece la oportunidad de comenzar de nuevo. Te invito a que te unas a mí allí, lejos de las intrigas de nuestra familia, en una tierra nueva y moderna."
"Tía Florence..."
"Tranquila, cielo. No tienes por qué decirme nada ahora, puedes pensarlo tranquilamente. Pero recuerda, en una semana, tomo el barco hacia allá"
"¿Emigrar a Las Américas? No es como si pudiera depender eternamente de la familia Montgomery; aquel lugar solo era un punto de transición. Sin embargo, surgían interrogantes sobre qué le depararía en ese nuevo destino. ¿Anhelaba marcharse? ¿Había algún lazo que la retuviera en Benville, la pequeña isla rocosa en medio de la nada? De momento, debía asistir al cumpleaños de la joven Priscilla. No era una decisión que pudiera tomar de manera impulsiva en un momento como lo era aquel"
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El día siguiente...
El tan esperado día de Priscilla finalmente había llegado, pero Evangeline no podía contener su impaciencia por reunirse con su tía Florence y escuchar lo que tenía para contarle. La noche anterior, incapaz de conciliar el sueño, pasó las horas sin poder descansar ni un momento. La sola idea de Matheo llenaba su mente de recuerdos, acelerando su corazón. Por lo tanto, decidida a evitar encontrarse con él en la finca Montgomery, se aventuró hacia la casa de su tía antes del amanecer.
"Buenos días, tía Florence. Siento molestarla..."
"¡Querida Evangeline, pero si eres tú! Acércate, cielo. No me molestas en absoluto. Al contrario, ¡tenía muchas ganas de volver a verte!"
"Si te soy sincera, no esperaba que vinieras tan pronto. Quiero decir, para mí es muy agradable que vengas a visitarme, pero pensé que tal vez necesitarías algo más de tiempo para asimilarlo. Sin embargo, me alegra que quieras escucharme"
"Honestamente, después del día de ayer, pensé que este lugar sería el único en el que podía encontrar un poco de tranquilidad"
"¡Por supuesto! Ven conmigo adentro, acabo de preparar un delicioso té", invitó Florence con una sonrisa, guiando a Evangeline hacia la casa.
"El té está delicioso, tía Florence"
"Gracias, cielo. Probablemente hacer té sea lo único que sé cocinar; reconozco que mis manos cerca de un horno son puro peligro", comentó Florence con sinceridad.
Evangeline sonrió.
"Agradezco tu modestia y amabilidad, querida, pero mis años me dicen que no estás aquí solo para tomar té. Sé lo que necesitas saber, y yo puedo contártelo"
Evangeline asintió y, muy atenta, escuchó cada palabra que decía su tía Florence.
"Todo comenzó en el verano de 1851, hace 36 años, cuando apenas tenía dieciséis recién cumplidos. Era solo una niña, pero no una cualquiera. Me encantaba leer y hacer trastadas; aún recuerdo algunas...", sonrió, evocando tiempos pasados. "Tu madre y yo nunca fuimos especialmente cercanas. Ella era la hija mayor y su educación fue más prudente que la mía, pero no era solo eso lo que nos diferenciaba. A ella le encantaba el bordado y tocar el piano. Yo no tenía unos zapatos que no estuvieran llenos de barro. Mi hermano mayor, tu tío Richard, me enseñó a montar a caballo a escondidas de mis padres. Salíamos a cabalgar cada amanecer y, antes de que las doncellas llegaran a mi cuarto, ya estaba en la cama con el vestido sucio y arenoso..."
"Eso suena divertido", comentó Evangeline.
"¡Y así era! Hacía lo que me apetecía y no pensaba en nada más. Mis hermanos disfrutaban de mucha más libertad que nosotras, las mujeres. Mientras ellos salían a cazar o competían en carreras de caballos, nosotras nos quedábamos tejiendo y aprendiendo a tocar todos los instrumentos posibles. Recuerdo lo mal que se me daba el violín y la vez que rompí una de sus cuerdas para evitar las clases por un tiempo"
"Estoy segura de que mi madre no aprobaría nada de eso", dijo Evangeline entre risas.
"¡Oh, por supuesto que no! Pero en esos días, tu madre estaba muy ocupada buscando esposo y no tenía tiempo para menospreciar a su hermana pequeña"
"Pero todo eso cambió cuando mi madre, tu querida abuela, determinó que una joven como yo nunca encontraría un buen esposo, uno rico y de buena familia. En aquel entonces, la Florence de dieciséis años estaba encantada con la idea. Sin embargo, un día, justo después de escaparme con Richard para bañarnos en el río, me encontré con un hombre llamado Thomas de Federington, quien me aguardaba con un ramo de jazmines"
"Él era un vizconde sumamente adinerado, con 49 años de edad, viudo y sin herederos. Mi madre, al no vislumbrar un futuro prometedor para mí, lo consideró el partido perfecto. Convertirme en vizcondesa era el sueño de toda jovencita. Sin embargo, cuando recibí la noticia de que debía casarme con él, hui hacia los establos y me refugié allí hasta que cayó la noche. Fue un golpe duro, un cambio inesperado en mi vida. La boda se llevó a cabo a pesar de mis lágrimas y mis protestas en todos los idiomas posibles. Todos desviaban la mirada. Tu madre incluso me aseguró que era una mujer afortunada por tener la oportunidad de convertirme en vizcondesa, y que con darle un heredero sería suficiente. Obviamente, ella, con su elegancia y modales, había encontrado a tu padre, un hombre atractivo y adinerado, muy diferente a lo que mi familia había planeado para mí"
"¿Y qué pasó? ¿Os casasteis?"
"En efecto, querida. Contrajimos matrimonio en aquel gélido invierno, en un domingo marcado por persistentes lluvias de noviembre. No obstante, la auténtica tormenta se desató en los días que sucedieron a la ceremonia"
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Esa misma noche...
Evangeline usualmente sufría de insomnio, le costaba horrores descansar por la noche y eso le acababa pasando factura al día siguiente. Pero ese día, después del reencuentro con su tía Florence, su mente no podía dejar de pensar en ella y en lo que pudo haber ocurrido en el pasado.
Dado que Evangeline compartía habitación con Priscilla, tuvo cuidado de no despertar a la joven, quien en unas horas celebraría su decimosexto cumpleaños.
Quizás un reconfortante trago de whiskey podría haberla ayudado a recobrar el sueño perdido, pero como deseaba mantenerse presentable para el cumpleaños de Priscilla, optó por un vaso de agua fría. Era suficiente para refrescarse antes de regresar a la habitación e intentar conciliar el sueño nuevamente.
Mientras se aprestaba a subir las escaleras, percibió un sonido crujiente que emanaba de la sala de estar. No dudó en dirigirse hacia allí, pensando que podría ser la señora Montgomery, a quien le gustaba tejer en silencio cuando los niños estaban dormidos.
"Oh, vaya, señor Leighton, es usted"
"Señorita Evangeline," Matheo se levantó y cerró el libro, sintiéndose algo nervioso por la repentina llegada de la joven, la cual llevaba únicamente un largo camisón, algo que a ella no parecía importarle demasiado. Aunque, claro está, él tampoco estaba vestido de pies a cabeza.
"Es una noche fría, ¿verdad?", dijo ella, acariciándose los brazos.
Matheo sonrió.
"Las noches en Benville son más gélidas que en el lugar donde crecí. Ni siquiera el verano puede librarse de su frescura."
Ella asintió.
"¿Qué puedo hacer por usted? ¿No es capaz de dormir, Evangeline?"
"Lo cierto es que no. Últimamente apenas duermo por las noches. ¿Y usted, señor Leighton? ¿Las aventuras del capitán Hatteras?" leyó la portada del libro.
"¿Lo ha leído?"
"Hace algún tiempo, sí. No es de mis favoritos, pero reconozco que el Polo Norte es un lugar magnífico en el que ambientar una novela"
"Estoy de acuerdo con usted, Evangeline", Matheo dejó el libro sobre una pequeña mesa de madera, cerca de la chimenea "Acérquese, seguro que tiene frío"
"Si me lo permite, señorita Evangeline, creo percibir que algo le preocupa considerablemente. Tal vez no sea el mejor consejero, pero estoy aquí para ofrecerle mi apoyo y brindarle la oportunidad de expresarse. Dicen que la noche propicia las conversaciones más sinceras y enriquecedoras"
"Quizás sea cierto"
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"Tía Florence... ¿Estoy soñando? No puedo creer que estéis aquí de verdad"
"Cariño, soy tan real como tú. Hecha de carne y hueso, aunque estos últimos cada vez funcionan peor"
"Pero... ¿Cómo? Es imposible. Nadie jamás..."
"Ven conmigo, cielo, podemos hablar en un lugar más privado"
"Tía Florence, empiezo a pensar que he abandonado el mundo de los vivos. ¿Cómo sino puedo estar hablando con usted? Lo último que recuerdo, aunque apenas era una niña, es asistir a su funeral. Yo misma vi cómo la enterraban, y ahora nos encontramos tantos años después... ¿He muerto? ¿Es eso? ¡Dímelo, por favor!"
"Querida, estoy segura de que presenciaste el entierro de aquel ataúd, pero jamás lo viste abierto. Si lo hubieras hecho, no estarías perdiendo la cordura. Aunque, en tu lugar, no me sorprendería sentirme igual. Permíteme decirte que estás completamente viva; tu camino hacia el paraíso es aún más extenso que el mío", soltó una risa.
"Entonces... ¿No has fallecido?"
Evangeline se encontraba completamente desconcertada.
"¡Por supuesto que no, querida! Fue nuestra propia familia la que quiso hacer creer eso. Un escándalo solo puede ocultarse con una muerte repentina, algo muy propio de tu difunta abuela", bufó al recordarla.
"La sociedad no quiere mujeres que puedan pensar y decidir por ellas mismas, es por ello que las destierran y las hacen desaparecer. Me temo que se está haciendo de noche y he de volver. Si lo deseas, puedes visitarme cuando quieras. Así podré contarte todo con mayor tranquilidad, querida"
"Está bien. Lamento que yo también deba marcharme. Prometo visitarte, tía Florence."
"Siempre serás bienvenida en mi hogar, querida Evangeline. Nos volveremos a ver."
Florence se marchó, y Evangeline, aún atónita, fue a la tienda de tocados y compró el regalo que Priscilla esperaba. Antes de que la noche cayera del todo, regresaron a la finca Montgomery. Pero durante todo el camino, Evangeline solo podía pensar en su querida tía, a quien creyó que había muerto por tuberculosis.
No podía aguardar la espera para escuchar su historia.
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"¡Son tan hermosos! Creo que quiero llevarme todos."
Evangeline soltó una pequeña risa.
"¿Por qué no se lo prueba? Mañana es vuestro gran día y el vestido debe estar a la altura"
"Tienes razón. Entremos"
Espero que le guste al señor Leighton...
"¡Priscilla, luces hermosa! El vestido te sienta perfectamente.
"Oh, Evangeline, creo que voy a comprarlo. Siento que este vestido fue hecho para mí.
"¿Sabías que en un pequeño escaparate encontré un tocado que te luciría espectacular? ¡Voy a comprarlo! Puedes considerarlo como mi regalo de cumpleaños para ti."
"¿Lo decís en serio?"
"Lo prometo. Vendré en unos minutos con su nuevo tocado. Espéreme"
Evangeline salió de la tienda de moda y se encaminó hacia la tienda en la que había visto un hermoso tocado naranja tostado, pero antes de ello, se topó con un escaparate que captó toda su atención.
Qué objeto tan fascinante... Me pregunto cómo habrán logrado hacer algo tan complejo. Resulta casi imposible de creer que esté ante mis ojos.
Una cámara fotográfica. Uno de los 'booms' del momento. En su antigua vida, cuando aún vivía con su familia y el difunto duque de Hastings, apenas se hicieron un par de fotos familiares. Evangeline soñaba con tener una propia, y quizás poder capturar todo aquello que sus ojos encontraran hermoso.
En ese tiempo, aquello no era más que un sueño tonto. ¿Quién podría tener una cámara a mano a cada momento?
Evangeline negó con la cabeza y siguió su camino, dejando atrás sus estúpidas ideas.
Estaba cerca de la tienda de tocadores cuando una voz femenina la llamó desde la distancia. Lo curioso fue que la voz resultaba familiar, aunque no lo bastante como para identificar a quién pertenecía.
¿Quién demonios... ?
¡Dios mío! No podía ser real. Debía de estar alucinando. ¿Cómo era posible que ella estuviera de pie frente a mí? No... No hay argumento lógico que pueda explicarlo.
"¿No vienes a saludarme, querida sobrina?"
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13 de julio de 1887
El día previo al cumpleaños de Priscilla, esta le sugirió a Evangeline tomar el té en una sofisticada cafetería en el centro de Benville. A pesar de que a Evangeline le encantaba la vida en el campo, también extrañaba la bulliciosa atmósfera de la ciudad. Aunque Benville se caracterizaba por ser una isla rocosa, contaba con una zona urbana. Evangeline aceptó la invitación sin dudar, aún sin conocer las verdaderas intenciones de la joven.
Las chicas pidieron un té de manzana y, tras un largo rato charlando sobre anécdotas en la finca Montgomery, Priscilla reveló sus verdaderas intenciones.
"Aunque reconozco que sois una mujer maravillosa y muy divertida, la razón por la cual quería pasar tiempo a solas con usted es porque necesito su ayuda, señorita Evangeline"
"Claro. Haré todo lo que esté en mi mano por usted. Dígame en qué puedo ayudarla, Priscilla"
"Verá... Hay un chico del que estoy enamorada" confesó Priscilla.
"Eso es maravilloso, seguro que él es un hombre muy afortunado. Pero sigo sin entender qué puedo hacer yo por usted, querida"
"Ese hombre es el señor Leighton, y como ustedes son amigos, pensé que quizás podría hablarle bien de mí para que así pueda corresponder mis sentimientos"
"Matheo es un buen hombre. Si eso es lo que deseas, hablaré con él y te ayudaré"
"Eso sería muy importante para mí, señorita Evangeline. Cada vez que veo al señor Leighton, siento que mi corazón va a estallar. Nada me haría más feliz que mi amor sea correspondido", expresó Priscilla.
"Es usted una joven muy bonita, podría ganarse el corazón de cualquier hombre en esta isla", agregó Evangeline.
Priscilla sonrió y agradeció la disposición de Evangeline a ayudarla.
"Evangeline, hay una tienda de hermosos vestidos por esta zona. ¡Mañana en mi cumpleaños quiero estar radiante! ¿Por qué no vamos a echar un vistazo?"
"Por supuesto que sí", respondió Evangeline con entusiasmo.
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La eucaristía concluyó, y la familia Montgomery se encaminaba de regreso a la finca cuando, de repente...
"¡Señor Leighton!"
"Creo que esto es vuestro, Priscilla"
"Así es"
"Por favor, tenga cuidado. Aunque este lugar es considerado sagrado, el suelo no se encuentra particularmente limpio, así que le recomendaría tener cuidado para evitar que su pañuelo se ensucie."
Priscilla no pudo evitar soltar una risa nerviosa.
"Gracias, señor Leighton"
"No hay de qué. Vamos, vuestra familia nos espera"
Priscilla se percató de cuánto le gustaba aquel hombre. No solo era apuesto, sino también un auténtico caballero. La noche de su cumpleaños planeaba confesarle sus sentimientos, pero antes, sentía la necesidad de hablar con alguien.
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