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#eternoviajero
periodismoviajero · 7 years
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Viajar como modo de vida: una deliciosa adicción
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¿Quién no ha pensado en dejarlo todo y lanzarse a viajar por el mundo? ¿Quién no ha sentido que la ciudad en la que vive se le ha quedado pequeña y tiene que salir a explorar? 
Hay mucha gente a la que no se le ocurre salir más allá de las fronteras de su país y que se encuentra cómoda con una vida que se desarrolla principalmente en el barrio de una ciudad. Sí, sé que hay gente a la que viajar como modo de vida le parece algo imposible, una locura y, si me apuras, hasta una pérdida de tiempo.
Por fortuna, ni tú ni yo estamos entre ese grupo, así que hoy aprovecho para recordar las razones que hacen que, cada vez más personas, entre ellos afamados blogueros, hayan convertido a los viajes en su motor de vida.  
1- Querer observar el mundo, que no te lo cuenten
Sele lo describe de maravilla y dice que es “viajero por vocación porque deseo observar el mundo desde el terreno y que no me lo cuenten. Padezco la enfermedad incurable del ansia de viajar”.
Te recomiendo que leas su artículo sobre “la hipnosis del mapamundi”, donde encontrarás frases tan geniales como la definición de ansia de viajar: “un fuerte anhelo de vivir nuevas experiencias en determinados lugares del planeta cuyo incumplimiento a medio y largo plazo provoca inquietud, angustia o aflicción del ánimo”.
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2- Sufrir el síndrome del eterno viajero 
Lucía y Rubén lo explican incluso en un cortometraje en el que de repente te sueltan mensajes tan ciertos como “necesitar perder la noción del tiempo y que cada día de la semana se llame igual”, “que los domingos no sean tristes ni los miércoles el día del espectador”, “que lo único importante sea pensar en qué hacer en cada momento” o “no tener un camino aprendido en el que me sé de memoria cada semáforo, cada tienda, cada esquina, hace que me fije en todo lo que me rodea”.  
Todas esas cosas son concretas y de alguna manera se resumen en una sola idea: salir de la rutina y que cada día sea una nueva historia que contar. Emocionante, ¿no?
3- Conseguir desarrollar plenamente el ser
Antonio acude a la parte más filosófica de todo esto y dice: “Creo firmemente que viajar es la mejor manera de conseguir desarrollar plenamente el ser, y (creo) en la aventura no como experiencia coyuntural sino como estado mental”.
Y añade algo tan importante a la hora de viajar como que, en su blog, procura transmitir una de las mayores lecciones que ha aprendido viajando: “que el mundo no es ese lugar peligroso que los medios predican, que las diferencias culturales entre semejantes complementan más que dividen y que, en esencia, todos somos iguales”.
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4- Sentirte a gusto fuera de tu zona de confort
Al surfista Ben Thouard le preguntaron hace poco si no se sentía extraño al viajar por el mundo y encontrarse en situaciones completamente ajenas a su cultura, donde uno no conoce los códigos de conducta y está, como diríamos en España, más perdido que un pulpo en un garaje. Por supuesto, su respuesta fue que le encantaba tener momentos así en su vida.
Ciertamente, creo que no hay nada como vivirlos para saber dónde están los límites de uno mismo. Por poner solo un ejemplo, imagina que te encuentras en otro continente y que alguien te invita a comer a su casa. Aceptas la invitación y entonces descubres que, para agasajarte, van a cocinar las especialidades de la región: gusanos a la mantequilla, escorpiones a la parrilla y saltamontes rebozados con chile y limón.
¿Cómo reaccionarías? ¿Y si todo eso sucede en un idioma que desconoces, donde prácticamente te comunicas por señas? Ve añadiendo grados de dificultad a tu experiencia y verás cómo algo así no tiene por qué ser una pesadilla sino todo lo contrario, un salto al vacío que la vida te puso para que tomaras impulso y te lanzaras.
5- Disfrutar de ser una hermosa oveja negra
“Pero hijo, ¿cuándo tienes pensado volver?”. Si tienes a algún amigo en estas circunstancias, seguro que te habrá contado la cantidad de veces que sus padres le han dicho esa frase.
Si eres tú el raro de la familia, la oveja negra a la que en realidad muchos envidian, cabe la posibilidad de que, cuando hables con tu madre por skype, te cuente que, en la última reunión familiar, tu tía volvió a preguntar por ti y que ella “ya no sabe ni qué contestar para que la pobre señora entienda lo que haces con tu vida”.
En realidad, cada vez que escuchas cosas así te das cuenta de lo privilegiado que eres y de todo lo que esta vida nómada te está aportando. Así que, en lugar de sentir frustración porque no todo el mundo te entiende, lo que terminas experimentando es un sentimiento de que te encanta este camino tan especial por el que has optado.  
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6- Apreciar más lo que uno tiene cuando vuelve a casa (aunque sea momentáneamente)
Casi indefectiblemente, nos pasa que lo que tenemos al alcance de la mano acaba perdiendo su gracia. Peor aún, a veces lo tenemos tan cerca que pensamos que siempre habrá momento para verlo y al final desconocemos muchas cosas de las que nos rodean. ¿Acaso no te ha pasado con museos de tu ciudad a los que nunca fuiste hasta que alguien vino a visitarte y lo tuviste que llevar a pasear?
A veces incluso somos tan injustos que, aunque tengamos una joya a nuestro lado, optamos por algo que objetivamente no es tan bonito y sí mucho más lejos pero que es novedoso.
Por fortuna, viajar sirve también para replanteárnoslo todo. En mi caso siempre supe que Madrid era una gran ciudad, pero no le tuve el cariño que ahora le tengo hasta que no viví un año en Italia, casi seis años en México e hice unos cuantos viajes por Europa y América Latina. ¡Madrid es francamente maravilloso y ahora puedo decirlo no por ser madrileña sino porque he tenido el privilegio de comparar!
Si estás de paso o volviendo a tus orígenes, descubrir algo así da un gusto tremendo porque hace que quieras redescubrir cada rincón, cada restaurante y cada plaza. Porque ahora mirarás todo con otros ojos.
Hay muchos más motivos por los cuales viajar es, para cada vez más personas, un modo de vida y no solo una experiencia con fecha de inicio y fin, y todos resumen un mismo espíritu: el del curioso empedernido que nunca querrá dejar de aprender y buscar el equilibrio (con unas cuantas dosis de adrenalina hasta llegar a él).
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