Eres elocuente - MDV
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Cuando ya no me quieras
Cuando ya no me quieras
Cuando ya no me quieras, no pronuncies nada.
Deja que el silencio hable por ti,
un silencio elocuente que grite a los cielos
la verdad de un amor que se ha ido.
No mires a mis ojos, porque en ellos encontrarás la desolación,
el reflejo de un amor marchitado,
un espejo que devuelve la sombra del vacío.
No me toques, porque tu piel ya no sentirá el calor de mi alma.
Serán tus manos dos extraños sobre mí,
un frío contacto que hiela la piel.
No me pidas que me quede,
porque mis alas ya no me pertenecen.
Se han quebrado con la pena del adiós, y
solo me queda un cuerpo sin vuelo.
Seré el eco en el silencio,
la sombra que se funde en el oscuro sendero.
Entre los pliegues del tiempo,
perdido en el recuerdo,
hallarás mi presencia, como un susurro quedo.
Las estrellas testigos de nuestro amor yacen,
en el firmamento guardan la historia que nace.
Pero en el jardín marchito de los sueños,
se desvanece el aroma,
los besos son dueños.
Las flores en el lecho del olvido se marchitan,
entre pétalos caídos,
nuestros amores gritan.
Las páginas del tiempo escriben con crueldad,
el fin de nuestra historia,
la triste realidad.
Cuando ya no me quieras, déjame ir.
Suelta las amarras que me atan a tu puerto,
y deja que navegue hacia otros sueños,
en busca de un nuevo sol que ilumine mi camino.
No me retengas, porque soy un ser libre,
un ave que necesita volar para encontrar su cielo.
No me llores,
porque las lágrimas no traen de vuelta lo que se ha ido para siempre.
Recuerda los momentos felices,
las flores que brotaron en la primavera de nuestro amor,
y guarda en tu corazón la mejor parte de mí,
un pedacito de la alegría que compartimos.
Aun así, en la penumbra de la noche sin aurora,
mis versos clamarán tu nombre, sin temor a la hora.
Pues aunque ya no me quieras, en cada verso mío,
hallarás el eco eterno de un amorío.
En el rincón del alma, donde el amor persiste,
seré la luz que guía, aunque el destino insista.
Porque aunque ya no me quieras, en el fondo de mi ser,
tú serás el susurro que me haga renacer.
Adiós, mi amor. Que seas feliz.
Y que en tu horizonte se dibujen nuevos amaneceres,
llenos de luz y de esperanza,
porque la vida continúa,
y el amor siempre encuentra su camino.
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