El sonido del agua recorre las tuberías de aquel laboratorio, sus ojos ahora muy abiertos y funcionales, se fijan en el reflejo que un espejo le devuelve. Lleva pantalones holgados y va descalzo, la camisa blanca sobre su piel lo cubre de la total desnudes, pero los orbes que antes brillaban como dos perlas muy negras, ahora se pasean por una cicatriz que parece un ciempiés recorriendo su torso entero y carecen de real vida. Su color nunca ha sido el blanco, tampoco el rojo, pero al parecer ahora en el mundo al revés ha adoptado todas las manías de su doctor. Yohan era blanco y prístino, propio de la ciudad luminosa, era rojo como la advertencia de que algo muy malo iba a suceder, como las luces de neón de un pasillo donde la única salida estaba al final y el doctor Frankenstein de prótesis en los ojos que los hacen brillar como una liebre, le esperaba.
Su color era el verde, pero todos sus tatuajes en la prótesis izquierda y especialmente la serpiente que antes administraba su medicamento para el oído, carece de vida. No hay brillo, ninguno se ilumina porque todo el color y el brillo, se lo lleva el órgano que descansaba en su pecho. El corazón sangrante, rojo y potente, cada palpitación destellaba un color muy fuerte y tan luminoso que muchas veces no le dejaba dormir en oscuridad. La izquierda se alza para tocarse la cicatriz, acariciando las suturas y los puntos ya cerrados y tiene el pensamiento intrusivo de utilizar su única parte robótica, para arrancarse el órgano y que todo terminara.
Pero con ello, acabaría con todos alrededor de él
Es una bomba, es un corazón diseñado para un cuerpo perfecto que no podría morir. Si se lo arrancaba, terminaría asesinando a la humanidad, a todos los sujetos alrededor de él, sus padres y sus amigos. Nunca podría hacer eso, ni aunque el desespero de vivir como un monstruo, le haga frustrarse. ¿Qué fue de Saem? ¿Qué sucedió con Taekyung y su muñeca asesina? ¿todos habían simplemente dejado la revolución y desaparecido para seguir viviendo en el sistema que conocían? ¿Qué sucedió con Hyewon y Mei? Se cuestiona que hizo Yohan con Genesis, como es que “detuvo” el cerebro y no lo volvió un arma de destrucción masiva. Pero nada de eso puede externar, porque a quien le hubiese cuestionado todo aquello, no existía.
Aquel no era su Yohan, el mismo doctor que fascinado le explicaba como funcionaba conectar nervios con prótesis, aquel que salvaba animales porque eran criaturas indefensas y tristes en un mundo podrido y en decadencia, el hombre que soñaba con conservar la humanidad tanto como él. Suyeong alza los orbes que brillan por unos segundos para encontrarse con el Doctor Frankenstein a través del espejo, justo como solía soñarlo, parado en su única salida y deteniendo cualquiera de sus escapatorias. Hay una sonrisa en su faz, siniestra, carente de vida. Ese no era su amigo. Aguarda, porque siempre tienen la misma rutina, cerrando los parpados cuando percibe su presencia más alta y más ancha detrás de él, manos quirúrgicamente amputadas y cambiadas por prótesis perfectas que no tiemblan, lo rodean para alcanzar los botones de su camisa blanca, Suyeong nunca gustó del blanco. ❝ Debes volver a aprender a vestirte, Sully. Somos tu y yo, en esta casa de muñecas, pero no debes carecer de decoro ❞
Siente el aliento golpearle la nuca, erizando los vellos de un cabello recortado casi a rapa en la zona, Suyeong vuelve a abrir los parpados para revelar un par de ojos que brillan en carmín para encontrarse con unos iguales, ya devolviéndole la mirada detrás de unas gafas de montura. ❝ ¿Sin hablar de nuevo, mi querido amigo, el único que he tenido? Está bien, yo puedo hacer toda la charla ❞ A Suyeong nunca le gustó el rojo, aunque siempre pensó que le lucía bien a Yohan. Inclusive si aprendió a odiarlo ahora.
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