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linokh
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A veces me siento tan poca cosa que, me pregunto cómo alguien podría siquiera sentir algo por mí.
Alaska
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Abuela Luna.
Señora regordeta vestida de blanco, que desde lo más alto cuida de mi
Posa en mi su mirada de estrellas desbordando amor maternal; amor puro, sincero, sin dobles intenciones que tanto pedí.
Desde el cielo extiende sus brazos al reencontrarnos cada noche en mi habitación.
Con su tenue luz acaricia mis mejillas mojadas y sonrojadas mientras posa sobre mi frente un dulce beso.
Al verme su mirada cae rápidamente en aquellos rasguños en mi pecho, en mi alma, en mi humanidad.
Rápidamente me sienta en su regazo y con manos temblorosas coloca con cuidado algunas curitas en mis heridas
Y si sollozo ante el dolor que emana mis lastimaduras me acerca más a ella llena de preocupación y me acuna, permitiéndome llorar entre sus brazos mientras me canta una nana en voz baja.
Las noches se hacen más llevaderas cuando la abuela Luna me viene a visitar aunque la mayoría de veces me presento rota ante ella, odio recibirla de esta manera.
Ella solamente me sonríe pero puedo ver el dolor en su rostro y me siento culpable, odio hacerla sentir de esa manera.
Mis dedos intentan rasgar mi piel debido a la ansiedad pero ella me toma de ambos brazos para abrazarme de manera desesperada, odio convertir todo esto en rutina.
Odio todo esto pero amo lo segura que me siento cuando apoyo mi mejilla sobre su pecho.
Se queda conmigo toda la noche y al amanecer se despide lentamente soltando un “Hasta pronto, mi niña de la Luna” mientras hace y deshace un abrazo cargado de culpa al tener que marcharse y dejarme sola otra vez.
Lo único que puedo hacer por mi abuela Luna es sobrevivir durante el día, fingir estar bien mientras el Sol reine.
Mientras exista la noche no estoy sola.
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No confío en mi cabeza,
No recuerdo ni quien soy.
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Cada vez que intento ser valiente,
Que elijo hoy no sufrir más,
Ya no llorar más en silencio
Y luchar por mí.
En ese momento mi corazón empieza a acelerarse.
Rompo el sello de mis labios
Y luego,
No hay nada más.
Mi pecho se detiene,
Siento el aire escapar de mis pulmones,
Mi pulso se vuelve perezoso
Y siento morir,
Me siento morir
Y no entiendo por qué.
Yo quiero ser feliz,
Pero cada vez que lucho por eso,
Me siento morir.
¿Por qué nadie entiende mi lucha?
Nadie intenta comprenderme, minimizan mis miedos.
Nadie habla sobre mis guerras, como si no existieran.
Nadie asiste a mis soldados, a todos los han abandonado.
Todos luchan contra mí, como si fuera un enemigo popular.
Ya no quiero ser valiente,
Ya no quiero luchar,
La adrenalina abandona mi cuerpo.
Pero el temblor vuelve
Y la suave brisa ya no basta para recuperar el aliento,
Sigo siendo infeliz,
La diferencia es que ahora también estoy sola.
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Sólo quería estar con ella.
Más que un sueño fue una pesadilla.
Estaba a unas pocas cuadras de la casa de mi amiga, quería visitarla de sorpresa y que pasemos el día juntas.
Entre directamente a su casa, la puerta no tenía llave y estaba entreabierta. Adentro todo se veía diferente, no se encontraban los departamentos de las personas que alquilaba la familia de mi amiga sino muchas habitaciones apiladas una encima de otra de manera desordenada. Parecía un lugar abandonado.
Camine hacia donde pensaba que se encontraba la habitación de mi amiga y la encontré por el camino, pero me miraba con ojos llenos de miedo. Me preguntó qué hacía ahí, el motivo por el que entré y por que no le avise antes que venia mientras me arrastraba por diferentes habitaciones hasta llegar a la suya. Estaba muy confundida, no entendía el por qué de su temor.
Cuando se sintió a salvo me explicó con voz entrecortada que en este momento había monstruos en todo el lugar menos en su casa y en la de sus padres. Todos tenían prohibido salir de los lugares seguros hasta que pase la invasión. Atacaban a todos menos a ella y a su familia porque eran los dueños del lugar. Eso ocurría cada cierto tiempo.
Dejó de hablar, me tomó la mano y empezamos a dirigirnos hacia la salida pero nos empezaron a perseguir sombras enanas. El lugar parecía un laberinto de casas abandonadas, cada vez todo se hacía más grande y tuvimos que subirnos a los techos para escapar más rápido.
Las sombras empezaron a tomar forma de duendes grotescos y nos insultaban cada vez que nos veían, decían que querían matarme. Tenía mucho miedo y empezaba a cansarme.
Tenía miedo de no poder escapar, tenía miedo de que me hagan algo malo a mi o a mi amiga, tenía tanto miedo que no podía controlar las lágrimas que simplemente caían silenciosamente.
No sé como pero llegamos a la entrada y mi amiga me empujó hacia la calle, lo último que logré ver fueron las sombras que me miraban con sus ojos rojos y me sonreían con sus afilados dientes mientras me gritaban que volviera.
En ese instante me desperté temblando y con el corazón acelerado.
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Les dije que los amo.
Se notaba que era un sueño pero eso no me importaba.
Esta vez todo era demasiado fantástico, la magia bailaba libremente entre nosotros ocho.
Ellos se encontraban parados frente a mi, arriba de un pequeño escenario. Estaban vestidos con traje, sus cabellos eran de color oscuro (menos el de Jimin, él era rubio) y sus ojos brillaban como si estaban a punto de llorar.
Detrás de ellos se encontraba el universo, estrellas por todos lados y galaxias de todos los colores. El color púrpura resaltaba por encima de los demás.
Me acerque a ellos y sentí como si estuviera en un fanmeeting, uno privado. No me acuerdo del orden en que estaban pero sé que primero se encontraba Namjoon.
Hablábamos en inglés, ellos lo pronunciaban muy bien y yo solamente les decía: “Te amo, salvaste mi vida” mientras lloraba. Yo no sé inglés pero los entendía perfectamente.
Para ser sincera el sueño había durado mucho menos de lo normal y no me acuerdo de lo que me dijeron pero mi corazón se sentía más cálido que nunca, quería llorar mucho cuando me desperté.
Aun quiero llorar cuando lo recuerdo.
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El chico de los ojos dormilones.
Él sólo apareció una noche sin avisar, como lo hacen los milagros.
Hubo un tiempo en que me encontraba totalmente vulnerable, no era feliz y constantemente lloraba con la cabeza debajo de las sabanas. Sólo lloraba, dormía y comía, aunque a veces lo último no lo hacía. Me dolía todo el cuerpo y el pecho, me dolía ser como era y vivir de la forma en que vivía.
De día me enfrentaba a mi misma, me daba miedo intercambiar palabras o un espacio con otra persona. Y de noche, las pesadillas me devoraban entera. En ambos casos era débil de cuerpo y mente.
Una noche, tuve un sueño.
Era una tarde normal, estaba sentada frente a la mesa y estaba a punto de llorar. Había tenido un mal día y me dolía demasiado el pecho, quería desaparecer.
Y me llegó un mensaje.
Al terminar de leerlo salí corriendo hacia una plaza, frente a un edificio me esperaba un chico. Un chico alto, de tez blanca, cabello y ojos negros, seguramente de ascendencia asiática. Era muy lindo.
Me abrazó muy fuerte y empecé a llorar. Lloré mucho pero me sentía cálida.
Subimos hasta su departamento y nos acostamos en la cama, había ya dejado de llorar. Él simplemente se limitaba a acariciar mi cabeza y mi espalda mientras me cantaba una suave canción que desconozco. Solamente pensaba en lo afortunada que era al tenerlo en mi vida.
Y desperté.
Soñaba con aquel chico cada vez que tenía un día difícil, siempre comenzaba de la misma manera pero variaban varias cosas a lo largo del sueño.
Empecé a conocer un poco más sobre él.
Es asiático (coreano específicamente), al sonreír se le marcan dos hoyuelos profundos, su voz es gruesa pero al cantar se vuelve suave, sus padres y hermana viven en Corea del Sur, viajaba mucho de niño por el trabajo de su padre y por eso habla varios idiomas, le gusta grabar vídeos en Tik Tok (es bastante famoso en esa app), le gusta cocinar, dormir y es muy cariñoso.
Su cuerpo estaba lleno de lunares y yo amaba unirlos con mi dedo. Él era un niño en el cuerpo de un hombre y amaba eso. Su pancita era suave y yo amaba eso (aunque él odiaba no tener un cuerpo atlético). Yo amaba todo de él.
Cuanto más lo conocía, los sueños eran cada vez más diferentes entre sí.
Ya no siempre empezaba conmigo en la pensión a punto de llorar, a veces ya me encontraba durmiendo junto a él o paseando por la ciudad.
Conocí a su familia (Su madre y hermana me adoraban, pero su padre no me soportaba), grabamos vídeos juntos, me enseñó coreano y un poco de inglés, paseamos mucho tomados de la mano, me cocinaba cada vez que iba a su casa y mirábamos películas abrazados en su cama. Mi parte favorita siempre era cuando me cantaba mientras me acariciaba la cabeza cada vez que me sentía mal, o cuando simplemente se lo pedía. Amaba su voz.
Lo único que no logro recordar es su nombre, cada vez que intentaba imaginarlo durante el día le inventaba uno nuevo cada vez.
La última vez que lo vi estábamos peleados, su padre le dio trabajo en Corea en una de sus oficinas como jefe y él no quería aceptarlo. No quería ir porque yo no estaría ahí, yo no quería ir allí (Qué irónico que es mi sueño viajar a Corea del Sur). Lo dejé para que tuviera un mejor futuro. Después de eso nunca más volví a soñar con él.
Cuando estoy teniendo días difíciles intento imaginarlo pero ya no recuerdo su cara ni su voz. Me gustaría que podamos reconciliarnos y que me cante por última vez. Quiero ver cómo aparecen sus hoyuelos mientras explota en una estruendosa risa. Quiero que vuelva a acariciar mi cabeza para luego bajar su mano hacia mi espalda. Quiero contar los lunares de su espalda. Quiero tomar su mano. Quiero verlo bailar mientras cocina. Quiero que me moleste con sus apodos referidos a mi altura. Quiero que me enseñe a bailar lento otra vez. Me gustaría que me abrace y sentir latir su corazón contra mi mejilla.
Me gustaría verlo.
Quiero verlo.
Lo extraño mucho.
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