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sabelaporto · 4 years
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vladimir nabokov, lolita
“sin duda todos ustedes conocen esos fragantes resabios de días suspendidos, como moscas minúsculas, en torno de algún seto en flor o súbitamente invadido y atravesado por las trepadoras, al pie de una colina, o en la penumbra estival: sedosa tibieza, dorados moscardones”
“pero ese macizo de mimosas, el racimo de estrellas, la comezón, la llama, el néctar y el dolor quedaron en mí”
“como esas nevadas matinales parecidas a papel usado y que el pasajero del tren ve arremolinarse tras el último vagón”
“cuando evoco esos días, los veo nítidamente divididos en una amplia zona de luz y una estrecha banda de sombra: la luz pertenecía al solaz de investigar en bibliotecas suntuosas; la sombra a los deseos atormentadores y los insomnios sobre los cuales ya he dicho bastante”
“mis rodillas eran como reflejos de rodillas en agua rizada, y mis labios eran como arena, y...”
“empezó a jugar con la fruta brillante. la arrojó al aire lleno de puntos luminosos, la atrapó y oí el ruido como de ventosa que hizo en su mano”
“debo traducir en una secuencia de palabras el impacto de una visión instantánea; su acumulación física en las páginas desfigura el verdadero fogonazo, la indisoluble univocidad de mi impresión”
“era demasiado preciosa cada una de esas minúsculas ciruelas, cada sistema planetario microscópico, con su viviente polvo de estrellas”
“habría pintado un lago. habría pintado un árbol flamígero de flores. habría pintado estudios del natural: un tigre persiguiendo a un ave del paraíso, una serpiente atragantándose al deglutir el cuerpo machacado de un animalejo. habría pintado un sultán, con expresión de doliente agonía (desmentida, por así decirlo, por su moldeante caricia), ayudando a una joven esclava calipgia a trepar por una columna de onix. habría pintado esos glóbulos luminosos de resplandor ovárico que viajan por los costados opalescentes de las máquinas de discos, en los bares. habría pintado toda clase de actividades del grupo intermedio en el campamento: remo, risas, rizos al sol, junto al lago. habría pintado un ópalo de fuego disolviéndose en un estanque ondulado, un último latido, un último dejo de color, rojo penetrante, rosa punzante, un suspiro, una niña que se aleja”
“una celda paradisíaca con visillos amarillos, corridos para crear una ilusión matinal de venecia, de sol resplandeciente, cuando en realidad no estábamos sino en pensylvania y llovía”
“nunca he visto caminos tan suaves y amenos como los que ahora se abrían frente a nosotros, a través de la absurda colcha de retazos de cuarenta y ocho estados. consumíamos vorazmente esos largos caminos, nos deslizábamos en extasiado silencio sobre esas pitas de baile negras y brillantes”
“pero poco a poco los modelos de esas rusticidades elementales se fueron haciendo tanto más extraños ante mis ojos cuanto más de cerca los conocía. más allá de la llanura cultivada, más allá de los tejados de juguete había una lenta difusión de inútil encanto, un sol bajo, en medio de un halo platinado, de tintes tibios, color durazno pelado, que invadía el borde superior de una nube bidimensional, gris-paloma, medio fundida con la distante niebla amorosa. podría haber una fila de árboles espaciados recortándose contra el horizonte, y cálidas lunas inmóviles sobre un páramo de trébol, y nubes a lo claude lorrain inscritas remotamente en el brumoso azul, apenas destacadas por sus cúmulos contra el desleimiento del trasfondo. o bien podía haber un severo horizonte del greco, preñado de lluvia negra, y la fugaz visión de un granjero con pescuezo de momia, y todo alrededor franjas alternadas de agua rápida, y argéntea y áspero maíz verde, formando como un abanico abierto, en algún lugar de kansas”
“por la noche, grandes camiones con luces de colores, como temibles y gigantescos árboles de navidad, asomaban en la oscuridad y pasaban junto al tardío sedán”
“fichas de huéspedes empaladas, visiones de helados celestiales, medio pastel de chocolate bajo una campana de vidrio y varias moscas horriblemente experimentadas, zigzagueando sobre el azucarero, en el innoble mostrador”
“un bosque en arkansas y, sobre el hombro tostado de lo, una hinchazón rosa púrpura (obra de algún jején) cuyo veneno de hermosa transparencia extraje apretando con las largas uñas de mis pulgares”
“montañas distantes. montañas cercanas. más montañas, belleza azulada, nunca accesibles, o que se convierten cada vez en colinas desiertas; cadenas al sudeste, fracasos de altura como alpes; grises colosos de piedra, vetados de nieve, que traspasan el cielo y el alma; picos inexorables que aparecen de improviso en un recodo de la carretera; enormidades arboladas, con un sistema de oscuros pinos netamente superpuestos, interrumpidos a veces por la pálida espuma de los álamos; formaciones rosadas y lilas, faraónicas, fálicas, «demasiado prehistóricas para las palabras» (lo, hastiada); montes de lava negra, montañas de comienzos de primavera, con vello de elefante sobre sus crestas; montañas de fines de verano, gibosas, con sus pesados miembros egipcios doblados bajo pliegues de felpa pardusca comidas por polillas; colinas de avena, manchadas por rotundos robles verdes; una última montaña bermeja con rica alfombra de alfalfa a su pie”
“a  pesar de la vulgaridad, y del peligro, y de la horrible tragicidad de todo ello, yo me empecinaba en mi paraíso escogido: un paraíso cuyos cielos tenían el color de las llamas infernales, pero con todo un paraíso...”
“habíamos estado en todas partes. no habíamos visto nada en realidad. y hoy me sorprendo pensando que nuestro largo viaje no había hecho otra cosa que ensuciar con un sinuoso reguero de fango el encantador, confiado, soñador, enorme país que entonces, retrospectivamente, no era para nosotros sino una colección de mapas de puntas dobladas, libros turísticos estropeados, neumáticos gastados y sus sollozos en la noche —cada noche, cada noche— no bien me fingía dormido”
“entre el furor del viento, el titilar de las estrellas y los coches y los bares, y los cocineros, todo agostado, roto, muerto”
“o abriendo el garaje, un cuadro de luz que se traga el automóvil y se extingue”
“uno de los paneles de un ventanuco lleno de telarañas que había en el recodo de la escalera tenía un vidrio rojo, y su posición asimétrica —una jugada de alfil desde la punta— siempre me perturbaba extrañamente”
“a través del ventanuco de la escalera vi un fantasma impetuoso que se deslizaba entre los arbustos, un punto plateado en la oscuridad—llanta de rueda de bicicleta— que se movía, centelleaba y desaparecía”
“la piscina azul turquesa, a cierta distancia del parque, no estaba ya en el extremo sino dentro de mi tórax y mis órganos nadaban en ella como en el mar azul de niza”
“sólo deseo dar la impresión general de una puerta lateral que se abre en pleno fluir de la vida, y de una ráfaga de negro tiempo rugiente que sofoca con el latigazo de su huracán un grito de solitaria desesperación”
“my car is limping, dolores haze, and the last long laps is the hardest. and i shall be dumped where the weed decays, and the rest is rust and stardust”
“sean cuales fueren las evoluciones por las que tal o cual personaje popular ha pasado entre las tapas de un libro, su destino está fijado en nuestra mente y, de manera similar, esperamos que nuestros amigos se ajusten a tal o cual molde convencional que hemos acuñado para ellos. así, x nunca compondrá la música inmortal que no armonizaría con las sinfonías de segundo orden a que nos ha habituado. y nunca cometerá un asesinato. en ninguna circunstancia z nos traicionará. lo hemos dispuesto todo en nuestra mente, y cuanto menos vemos a una persona determinada, es tanto más satisfactorio comprobar la obediencia con que se ajusta a nuestra noción de él cada vez que nos llegan noticias suyas. cualquier desviación del destino que hemos ordenado nos impresionaría no sólo por anómala, sino también por su falta de ética. preferiríamos no haber conocido a nuestro vecino, el vendedor jubilado de salchichas calientes, si un día publica el libro de poesía más importante de su tiempo”
“de nuevo en el camino, de nuevo al volante del viejo sedán azul, de nuevo solo”
“y al final me encontré en medio de la llovizna del día moribundo, con los limpiaparabrisas en pleno funcionamiento, pero incapaces de detener mis lágrimas”
“un poco más allá, en la misma calle, unas luces de neón titilaban dos veces más lentas que mi corazón: la silueta del anuncio de un restaurante, una gran taza de café, se animaba a cada segundo con una vida esmeralda y, cada vez que desaparecía, letras rosadas que decían «comida excelente» la reemplazaban. pero la taza aún podía distinguirse como una sobra lenta que los ojos discernían antes de su inmediata resurrección esmeralda. nos hacíamos radiografías. esa ciudad furtiva no estaba lejos de el cazador encantado. lloraba de nuevo, borracho de pasado imposible”
“pero, ay, me sentía incapaz de trascender el simple hecho humano de que ningún solaz espiritual que pudiera encontrar, ninguna eternidad litofánica que pudiera entregárseme, nada podía hacer que mi lolita olvidara la insensata lujuria que le había contagiado. a menos que se me pruebe —a mi tal como soy ahora, con mi corazón y mi barba y mi putrefacción—que en el infinito importa un comino que una niña norteamericana llamada dolores hace haya sido privada de su niñez por un maniático, a menos que se me pruebe eso (y si tal cosa es posible, la vida es una broma), no concibo para tratar mi miseria sino el paliativo melancólico y demasiado local del arte anticuado. para citar a un viejo poeta: the moral sense in mortals is the duty we have to pay on mortal of beauty”
“más allá de los terribles clichés juveniles, había en ella un jardín y un crepúsculo y el portla de un palacio: regiones vagorosas y adorables, completamente prohibidas para mí, ajenas a mis sucios andrajos y a mis convulsiones. pues a menudo había advertido que en esa vida que llevábamos, en ese mundo de mal absoluto, sentíamos un extraño pudor toda vez que discutíamos algo que podían haber discutido ella y un amigo más antiguo, ella y un pariente, ella y un muchacho sano al que quisiera de veras, yo y annabel, lolita y un harold haze sublime purificado, analizado, delicado; una idea abstracta, un cuadro, el moteado hopkins o el trasquilado baudelaire, dios, shakespeare, cualquier cosa genuina”
“su piel brillaba a la luz de neón que llegaba del camino pavimentado, a través de las varillas de la persiana, y tenía las negras pestañas pegadas y los ojos más vacíos que nunca”
“entre el limpiaparabrisas y el vidrio, un ticket rojo. lo rompí  cuidadosamente en dos, tres, ocho pedazos”
“para entonces la noche había eliminado ya casi todo el paisaje, y mientras seguía el estrecho y tortuoso camino, una serie de postes bajos, espectralmente blancos, con reflectores, anulaban mis propias luces para indicar tal o cual curva. pude discernir un valle oscuro a un lado del camino y una ladera arbolada al otro. frente a mi, como copos de nieve indecisos, las mariposas nocturnas surgían de la negrura en mi aura”
“de nuevo la corriente de pálidas mariposas nocturnas succionadas de la noche por la luz de mis faros. oscuros granjeros se inclinaban aquí y allá, junto al camino. la gente seguía yendo a ver películas. mientras buscaba un alojamiento nocturno, pasé a un motocine. en un fulgor selénico, realmente místico por su contraste con la noche maciza y sin luna, sobre una pantalla gigantesca que se esfumaba entre oscuros campos soñolientos, un minúscula fantasma levantó una pistola”
“quiero que me atienda. morirá dentro de un instante. lo que siga, por cuanto sabemos, será un estado eterno de locura atormentadora. ya fumó ayer su último cigarrillo”
“se me ocurrió —no como protesta, no como símbolo ni nada por el estilo, sino tan sólo como experiencia inédita— que habiendo violado todas las leyes de la humanidad, podía violar ahora las reglas de circulación. de modo que me deslicé hacia la izquierda de la carretera, experimenté la sensación, y la sensación era buena. era una placentera fusión diafragmática, con elementos de vaga tangibilidad, todo sostenido por la idea de que nada podía estar más cerca de una eliminación de las leyes físicas esenciales que conducir deliberadamente por el lado prohibido de la carretera. en cierto modo, era una comezón muy espiritual”
“pequeños saltamontes surgían entre la maleza agostada, a los lados del camino. una nube muy leve abría sus brazos y se movía hacia otra ligeramente sustancial que pertenecía a un sistema más lento. a medida que me acercaba al abismo amistoso, adquiría conciencia de una melodiosa unidad de sonidos que subía, como vapor, de una pequeña ciudad minera tendida a mis pies, en un pliegue del valle. se divisaba la geometría de las calles, entre manzanas de tejados grises y rojos, y los verdes penachos de los árboles, y un arroyo sinuoso y el rico centelleo mineral del vertedero de la ciudad, y más allá de ella, caminos que se entrecruzaban sobre la absurda manta formada por campos pálidos y oscuros, y más allá de todo eso grandes montañas arboladas. pero aún más luminosa que todos esos colores apaciblemente alegres —pues hay colores y sombras que parecen divertirse en buena compañía—, más brillantes y soñadores para el oído que los ojos, era esa vaporosa vibración de sonidos acumulados que no cesaban un solo instante, mientras se elevaban hasta el labio de granito junto al cual me secaba la boca manchada. y pronto comprendí que todos esos sonidos tenía una misma naturaleza, que eran los únicos sonidos provenientes de las calles de la ciudad transparente, en cuyas casas permanecían las mujeres esperando a los hombres. ¡lector! lo que oía no era sino la melodía de los niños que jugaban, no era sino eso. y tan límpido era el aire, que dentro de ese vapor de voces mezcladas, majestuosas y minúsculas, remotas y mágicamente cercanas, francas y divinamente enigmáticas, podía oír de cuando en cuando, como liberado, un estallido de risa viviente casi articulado, o el bote de una pelota, o el tintineo de un vagón de juguete, pero en realidad, todo estaban demasiado lejos para distinguir un movimiento determinado en las calles apenas esbozadas. me quedé escuchando esa vibración musical desde mi suave pendiente, esos estallidos de gritos aislados, con una especie de tímido murmullo como fondo. y entonces supe que lo más punzante no era la ausencia de lolita a mi lado, sino la ausencia de su voz en ese concierto”
“esta es, pues, mi historia. la he releído. se le han pegado pedazos de médula, y costras de sangre, y hermosas moscas de fulgor verde”
“pienso en bisontes y ángeles, en el secreto de los pigmentos perdurables, en los sonetos proféticos, en el refugio del arte. y ésta es la única inmortalidad que tu y yo podemos compartir, lolita”
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sabelaporto · 4 years
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olivia laing, lonely city, cap 2. paredes de cristal
¿qué tiene hopper? cada cierto tiempo surge un artista que articula una experiencia, no siempre de manera consciente o voluntaria, pero con una intuición y una intensidad que producen asociaciones imborrables”
[sobre nighthawks] : “retrocedí un paso. una lluvia de sombras verdes, como lanzas o diamantes, caía sobre la acera. no hay en el mundo otro color como este enfermizo verde pálido que transmita con tanta fuerza la alienación urbana, la atomización de los seres humanos encerrados en edificios que ellos mismos han construido; un color que no se conocía hasta que se inventó la electricidad, indisociablemente ligado a la ciudad nocturna, la ciudad de las torres de cristal, de las oficinas iluminadas y vacías, de las luces de neón”
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sabelaporto · 4 years
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stellar, stan brakhage
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sabelaporto · 4 years
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MOVIE CHALLENGE ↦ Favorite Classic [requested by @hobbitpottaaaa]
We’ve become a race of Peeping Toms. What people ought to do is get outside their house and look in for a change.
REAR WINDOW (1954) dir. Alfred Hitchcock
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sabelaporto · 4 years
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Rosemary’s Baby (1968)
Directed by Roman Polanski Cinematography by William A. Fraker
“Witches… All of them witches!”
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