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milubites · 5 years
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La residencia
Las largas escaleras rojas conducían a la residencia.
En la entrada, el área común: un televisor y un sofá viejo, tres caras largas, somnolientas. Veían las noticias del mediodía.
-Son 15 mil.  
Entraron, cruzaron rápidamente el patio.
Al abrirse la puerta de la habitación, el baño al frente, una cama pequeña, otro televisor viejo y una pequeña mesa con papel higiénico, toalla y jabón.
Al cerrarse la puerta, la habitación seguía siendo un hogar de paso, algo pasajero; sin embargo, muy a pesar de la precariedad, ellos encontraron el espacio para amarse.
Un amor frenético comenzaba a consumarse. Los labios se entrelazaban con rapidez. No había tiempo que perder. Las paredes fueron testigo de un placer desenfrenado, de palabras entrecortadas, agitadas y desesperadas. Del movimiento ágil y constante, del sudor de los cuerpos.
El deseo, una vez más, no sería reprimido.
Bastaron un par de miradas para saltar a la aventura, para dejarse llevar por el momento. No sabían a qué los llevarían esas decisiones, impulsivas y determinantes.
¿Cuántos cuerpos se habrían posado antes de ese día en esa cama? ¿Cuántos otros habrían experimentado el amor de esa manera tan frenética en ese lugar?
Salieron, cruzaron rápidamente el patio.
Esta vez, no hubo despedidas. En la calle, todo volvería a ser igual; los locales comerciales, los restaurantes, los puestos de dulces, los perros, las personas con sus delirios personales. Se camuflaron enseguida.
Después de esa residencia, nada volvería a ser como antes.
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milubites · 7 years
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Capurganá me robó el aliento aún cuando no habíamos arribado a sus playas. La tierra del ají, como la bautizaron en su lengua los indígenas Kuna, se abre paso entre las montañas de selva virgen que divisé desde una lancha que hora y media antes había partido desde Necoclí. 
El poderoso Mar Caribe amenazaba con volcar la embarcación confabulado quizá con el cielo que se rehusaba a dejar salir el sol. Una fuerte lluvia nos increpó poco antes de llegar. El miedo corría por mis venas y hacía latir más rápido mi corazón. Era evidente la adrenalina y la fascinación por esta nueva aventura a la que me lanzaba con los brazos abiertos. Un viaje refrescante, reconciliador; breve pero poderoso. 
La población nos esperaba en el pequeño muelle. Te reciben con una amabilidad envidiable. Después de recoger el equipaje, envuelto en plástico negro grueso, se nos acerca un señor con camiseta del Barcelona. Don Néstor nos esperaba desde muy temprano en la mañana. Menudo y enérgico, nos tendió la mano y una gran sonrisa característica de la gente paisa. Con su bicicleta en mano nos guió por el camino que nos llevaría al hostal Babel (su casa), una pequeña cabaña que haría tranquila nuestra corta estadía. 
Para esta época del año (Semana Santa) la afluencia de turistas puede ser arrolladora. Sin embargo, fue fácil escabullirse entre la multitud y encontrar esos rincones cálidos y entrañables que nos ofreció el Urabá Chocoano.
La selva del Darién, más prominente en Panamá que en Colombia, nos tragaba fácilmente entre cimas resbaladizas y bosque húmedo. Mientras la lluvia amainaba en la caminata, decenas de ranas-flecha se escabullían entre las hojas del suelo. También las aves e insectos cantaban toda clase de sonidos. Me asombra cómo los sentidos se abren para permitirnos tantas maravillas: sonidos agudos fugaces, pausados graves y el viento, cómo se comunica a través de la vegetación. 
El mar se impuso por sobre todas las cosas en nuestro recorrido. Imponente, nuevamente me mostraba por qué es mi lugar favorito en el mundo. Su fuerza, sus variables tonalidades de azules, su intensidad y belleza, me hacían recordar lo mucho que me conecta con mis más íntimas creencias. 
Y allí entre tanta grandeza, estaba el ferviente deseo de amor, de entrega total, esa necesidad de sensibilizarnos, de encontrarnos con el otro y permitirnos la experiencia de conocer lugares como estos. 
En donde estés quiero estar, porque es allí donde puedo respirar, sentir, vivir. 
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milubites · 7 years
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“En busca de El Principito” es una postal sonora realizada por el periodista Mauricio Cardona Jiménez quien tras visitar la casa del artista Martín Abad se encontró con el fascinante mundo de un soñador, amante del azul, de la lluvia y del asombro de los niños. Antioqueño radicado en Pereira desde 1948, Abad nos muestra los grandes placeres de la soledad y el necesario caos de las causas perdidas. ¿Es negociable nuestra tranquilidad?
Atrévete a conocer a este encantador personaje de ciudad.  
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milubites · 8 years
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Amar el amor: Before Sunrise (1995), Before Sunset (2004) y Before Midnight (2013).
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milubites · 9 years
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Aquí Quiero tenerte hoy aquí. Un poema, el cielo gris, la tarde fría, ausencias. Los miedos, la vida que pasa, el amor que agota, los chistes y las chanzas, las ganas insaciables, pensamientos. Los sueños, la muerte que espera, el deseo que permanece, las noticias de medio día, Nostalgias. Quiero tenerte hoy aquí, Conmigo.
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milubites · 9 years
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Get lucky. 
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milubites · 9 years
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Serie Confesionario Amarillo
De camino al centro, abordé un taxi que acotara la distancia entre mi casa y el reencuentro con mis amigos.
Como tengo de costumbre, saludé altaxista que me respondió con un cortante “buenas noches”, dándome la leve impresión de que sería un largo viaje.
Al cruzar el semáforo para retomar la Avenida de las Américas, encontramos un retén con público ya bastante reunido. Asomándose por la ventana, buscando el camión del CTI por si se trataba de un homicidio, el taxista alcanzó a ver que estaba involucrado uno de los suyos. 
La gente de la Churria ya hacía bastante corrillo desde afuera del vehículo y los carros empezaban a atumultuarse en la fila. Didier* aceleró el paso insultando a la manada de chismosos, incluyéndonos a ambos, y siguió su curso como lo planeado.
Ya por Centenario, el hombre comenzó a hablar solo, o conmigo, sin embargo con lo distraída que soy, al principio no lograba entender lo que decía hasta que soltó:
–Jeison está muy enojado conmigo
–¿Quién es Jeison?, le pregunté
–Jeison es mi pareja.
Entre gracioso y desesperado, Didier empezó a hablar de su novio con total libertad. Por mi parte, me concentré en escuchar cada una de sus palabras y si su historia se trataba de un desahogo, serviría de pañuelo para las lágrimas. 
–Es que yo le he hablado mucho que deje esas andanzas, pero él no me hace caso y por eso está en el calabozo.
–¿Y por qué?
–Por ladrón, escupió.
Hacía cuatro meses que Jeison había salido de la cárcel La 40 en Pereira por el mismo motivo, pero recayó y lo volvieron a meter. Didier continuó relatándome un poco más. 
–Lo que pasa es que yo lo amo demasiado, es lindo, me decía.
Según el enamorado, Didier es un moreno alto de ojos tan negros que cuando lo veía acercarse a la celda, se le ponían grandes y brillantes, “como portada de revista”, me soltó. 
–¿Y entonces por qué sigue robando?, le pregunté tontamente como si la belleza excluyera a sus afortunados de delinquir.
–No sé, porque de todas formas yo le doy todo lo que necesita.
Al terminar nuestro corto encuentro, Didier se despidió con un alegre “hasta luego niña”. Yo le respondí de vuelta que esperaba que Jeison estuviera libre pronto, sin pensar en que incluso él pudo robarme a mí.
 A Jeison todavía no le resuelven la sentencia. Según Didier se le agrava porque ya había estado allí antes. De todas formas, seguirá visitándolo mientras pueda y se contente, por supuesto, para verle esos grandes ojitos brillantes.    
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milubites · 9 years
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Un recordatorio sobre la existencia de este bonito tumblr.
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Amanece en Paipa.
Tomada por milubites
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milubites · 9 years
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No hay que lamentarse por la muerte, como no hay que lamentarse por una flor que crece. Lo terrible no es la muerte, sino las vidas que la gente vive o no vive hasta su muerte. No hacen honor a sus vidas, les mean encima. Las cagan. Estúpidos . Se concentran demasiado en follar, ir al cine, el dinero, la familia, follar. Sus mentes están llenas de algodón. Se tragan a Dios sin pensar, se tragan la patria sin pensar. Muy pronto se olvidan de cómo pensar, dejan que otros piensen por ellos. Sus cerebros están rellenos de algodón. Son feos, hablan feo, caminan feo. Ponles la gran música de los siglos y no la oyen. La muerte de la mayoría de la gente es una farsa. No queda nada que pueda morir.
Bukowski Charles / El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco  / 12/09/91 23.19 h (fragmento)
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milubites · 10 years
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De la serie Pronóstico reservado
La cinta adhesiva
(Si se quiere, este podría ser el diario de mi nueva rutina).
Rutina, esa palabra retumba en mi cabeza como la campana de mi celular que me despierta a las 6:00 de la mañana. Nunca he sido una mujer de rutinas. De hecho y como han de conocer mis más allegados, le huyo a ella. 
Lo bueno de la rutina es que te permite experimentar esa levedad que admite la estabilidad. Todo organizadito en agendas, papelitos rápidos y libretas que uno revisa antes de irse de la oficina y al llegar. 
Lo que ocurre conmigo es que todavía no me acostumbro al orden. Todo está (en apariencia) fríamente calculado. Sin embargo, y como quizás me sucede a mi, trato de buscar que me pasen cosas raras, como que en lugar de aplicarme gotas lubricantes en los ojos, me aplique gotas para los oídos.
Nada del otro mundo, el ardor pasó después de mucha agua y la ventana derecha de mi rostro quedó un poquito enrojecida, como cuando ve pasar gente bonita. 
Así las cosas, me miro al espejo, repaso mi cuerpo como si quisiera perfeccionarlo, me miro el ojo picho de las mañanas frías, las estrías, el cabello desordenado. Recojo mis utensilios de baño con cuidado (o sin él). Entro, el piso está frío, el espejo vuelve a mirarme, víctima de una naturalidad sospechosa.
Abro la llave y el agua me salpica la desnudez. Está fría y me recojo los pechos para evitar que se mojen. Entonces me meto, sin miedos, porque ya está más calentita. Me baño, me baño lentamente como si los minutos no fueran a pasar, pero es tan rápido que apenas y me he mojado.
Regreso a mi cuarto en puntitas y me meto rápidamente, no quisiera hacer bulla pero es imposible. En esta casa pareciera que cualquier sonido se amplificara.
Como de costumbre, el televisor está encendido, solo haciendo ruido, no le hago caso; comienzo a vestirme, a mirar qué cosa se me vería bien hoy porque todos tenemos vanidad. Después de la ropa interior, vuelvo al espejo, solo somos ella y yo, observándonos como si fuéramos enemigas.
Pero no lo somos, (o a veces sí).
Bajo. Hay silencio. Lo odio. Maldigo el silencio y piso fuerte, piso bien fuerte las escaleras. El día promete, parece que está soleado, “como en casa” me digo a mi misma. El sándwich con chocolate del día anterior está en el locker que me asignaron. Lo meto en el microondas y espero, espero, espero. Miro la nevera, está encadenada. Pienso en los hombres intocables, en las ansias de alguien que quiere agarrar la nevera a mordiscos, en Malena, en Almudena Grandes.
El sándwich no está nada mal, pero me doy cuenta que me lo como por obligación. Los desayunos nunca han sido lo mío, como tampoco las bebidas calientes.
Salgo.
Salir es la expresión máxima de libertad. No hay paredes, no hay televisor, no hay espejo. Camino pensando en las pisadas y me topo con una escena que se me hace familiar. Hay una foto que está ahí toda rasgada en pedacitos. La observo por unos segundos mientras intento reconocer algún rostro. Alguien me observa observando y me siento observada, expuesta, vulnerable. Hablo en voz alta, le hablo a la chica del espejo, al árbol que le hace sombra a las fotografías rasgadas, a la nada.
Paso desapercibida y sigo mi corto camino hacia la oficina.
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La convivencia
En la casa donde vivo, habitan como seis personas además de mi. No conozco mucho de ellos, salvo a Lina que es la chica que me abre la puerta cuando no me abre a mi. (Ese ha sido uno de mis mayores problemas los últimos días, abrir la puerta de la casa). Lina es una chica muy simpática y tiene ese acento caleño suyo del champús y la salsa bestial. Anda en bicicleta y a mi se me antoja todo un reto. La chica es medio hippie y se trasnocha estudiando Biología. No hace mucho ruido, salvo en las noches cuando la rinitis ataca.
Luego está el querido Félix (que no es tan querido como he podido notar) pero sí parece ser muy amable. Cuando abren la puerta, siempre espero escuchar el “Buenas tardes” como si se tratara de un saludo diplomático “chapado a la antigua”. Cuando llega o se va, siempre me lo imagino de botas y traje victoriano, presto a blandir la espada cuando sea necesario.  
Patty es un amor. Es la señora de las comidas caseras que todos añoran cuando se van de su casa. Además que es bien conversadora, como a mi me gusta. Ella siempre tiene algo que decir sobre el fútbol, las noticias del medio día o los hechos recientes de la casa.
Hay otro par de chicos que no conozco todavía. Néstor me ayudó insistentemente a abrir la puerta el otro día, pero por lo que vi, aún no le he cogido el tiro. Le gusta la salsa porque cada que entro a la cocina, está escuchando a Héctor Lavoe en su habitación. Tiene unos zapatos muy bonitos y también es muy amable.
Por último está la chica que me ve a través del espejo. A veces la reconozco, pero otras veces me cuesta hacerlo; no entiendo por qué, sabiendo que se trata de la misma persona. A ella la contemplo poco, quizás porque aún no me acostumbro a su presencia, a su ruido al caminar, sus cantos antes de acostarse, su tecleo, tecleo, tecleo. Yo creo que no le gusta el silencio, porque siempre está hablando o masticando, o respirando.
Me atrevería a decir que esta es la convivencia más complicada, tratándose de una chica tan dispersa, tan desorganizada, tan aburrida. Además que siempre está hablando, siempre, siempre, en mi cabeza retumban sus palabras, sus quejas, sus desdichas.
Pero también sus alegrías, sus amoríos, sus ansias de vivir, de querer correr con total libertad hasta irse volando como ave que acaba de salir de su jaula.
Es gracioso, ¿a quién se le ocurre que aún saliendo de su zona de confort, sigue estando prisionera?
Entonces paso nuevamente debajo del árbol de flores violetas al regresar a la casa. Allí siguen los pedacitos de fotografías, los rostros irreconocibles, los momentos ya vividos, el pasado que alguien quiere olvidar.
Reviso que nadie me esté viendo y recojo, uno a uno, los pedazos de fotografías. Quisiera pegarlos al llegar a casa, descubrir el misterio de su dueño, encontrar al amor verdadero, una historia por contar.
Pero al llegar a casa me invade la rutina, esa misma que me tedia. Esa nueva que me mira al espejo con estupor.
Los pedazos siguen en mi bolso, esperando a que alguien los tome y los reconstruya, como se reconstruyen la vida y los corazones, con cinta adhesiva.
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milubites · 10 years
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Abstinencia
Me encuentro en estado de abstinencia.
mi cuerpo suda a cántaros, los ojos desorbitados,
mi respiración tan agitada y el pulso acelerado.
Me encuentro en estado de abstinencia
porque mi adicción ha llegado a su límite.
Ya no puedo tenerte las 24 horas pegado a este pecho
que ya no me pertenece.
Ya no puedo verte ni tocarte, extasiarme de ti, saciarme con tus besos.
Y siempre esta soledad que me atraviesa el corazón y el pensamiento.
Pero… ¿qué sería de mi sin esta adicción?
¿qué sería de ti sin esta obsesión?
Me encuentro en estado de abstinencia
y ya no puedo resistir esta falta de sentido.
Somos seres de adicciones, tardíos, incomprensibles.
Amantes de esta heroína, droga irónica que es nuestro cuerpo.
Vivimos en un fatalismo continuo, que ya no podemos soportar.
Y colocarnos de esta manera ha sido toda una obra teatral,
Porque hemos perpetuado nuestra muerte.
Me encuentro en estado de abstinencia y… deliro.
No existe cura para mi adicción.
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milubites · 11 years
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Cuadros
Lo veo caminar, perdido en sus pensamientos.
Su mirada habla más que sus labios,
Tan suaves, me invitan a besarlos.
Su cabello es un revoltijo de ideas e ilusiones.
Me quedo allí parada, estupefacta.
No tengo a dónde mirar, es demasiado tarde.
Se acerca, cauteloso.
Sus ojos serenos me recuerdan las cuatro de la tarde,
Cuando ya no tienes nada que hacer y hace un fresco en la calle.
Y me siento tan feliz entre sus brazos,
Tan vivaz.
Lo veo caminar, perdido en sus pensamientos.
Su camisa a cuadros, su olor particular, su abrazo único.
Esa sonrisa preciosa que me llama,
Esa voz sensual que llena de lujuria mis oídos incandescentes.
Me siento atraída.
Me ha hechizado con su encanto, con su lógica cruel,
con su diccionario interminable,
con su matemática infalible.
Y ya no hay vuelta atrás.
Planeamos un futuro que está a la vuelta de la esquina.
Largos recorridos en bicicleta, cuadros que cuelgan en las paredes.
El cine y las palomitas, el teatro de garaje,
La biblioteca personal y nuestras citas favoritas.
Los noddles y el sushi, los gatos y la pasta;
Todo me lo recuerda a él.
Lo veo caminar, perdido en sus pensamientos.
A ratos parece perderse de mi vista.
Lo evoco incontables veces,
Hasta que el dolorcito se me quita.
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milubites · 11 years
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La galería de MiluBites en Flickr.
Los rostros del rebusque, una serie de fotografías que cuentan cómo los pereiranos trabajan por sobrevivir honradamente.
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milubites · 11 years
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Y qué mejor forma de terminar el concierto que FUN!
(Well guys, you know we had a lot of FUN)
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milubites · 11 years
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Jamás pensé que podría tenerlas tan cerca. Tegan and Sara, cómplices en noches de desdicha y tanta felicidad. Gira de Fun, concierto en Orlando, FL.
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milubites · 11 years
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Un Bolívar vestido de andamios y barrotes;
un Bolívar atrapado, con ganas de escapar.
Un Caballo asustado que corre despavorido,
se queda estático en su tumba.
El Bolívar desnudo ya no lo está,
y a cambio una ciudad rota y gris,
se ha quedado sin libertad. 
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milubites · 11 years
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"Y al bajarme del carro entendí que lo que no querías que tomara hoy era cianuro".
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