Que sea recíproco por amor, no por obligación, que lo que me quieras dar sea porque quieres y no porque tengas que dármelo, que te nazca sin que te lo tenga que pedir, desde adentró, desde las ganas y no desde la demanda. Que te den ganas de construir, de sumar, de compartir algo juntos, no qué lo hagas para que yo no te reclame, que te surja, que lo sientas, que se te ocurra no que debas para que no se pudra todo lo conseguido hasta ahora. Pedir esta bien claro que sí, claro que es parte de la comunicación, pero pedir varias veces lo mismo es hacer ojos ciegos a que del otro lado no quieren dártelo. Y nadie debería mendigar lo que se merece.
Una persona no debería quedarse eternamente esperando lo que la otra no quiere dar, lo que no le nace, no le surge o no se le ocurre, luego de habérselo hecho entender.
Una persona no merece sufrir el desgaste de la agonía que genera esa espera que desespera, mientras a la otra no le nace nada. Una persona no debería quedar paralizada en el tiempo esperando a ver si a la otra se le ocurre darse cuenta que ya no es lo mismo de antes, una persona no debería sufrir en silencio callando lo que siente, ocultando lo que le molesta, tapando con una sonrisa un dolor qué le parte el alma por dentro, una persona debería recibir lo que da porque eso es la reciprocidad, porque ya estamos grandes para ese cuento estúpido de “dar sin esperar nada a cambio”, eso no es amor, eso es necedad, eso es sometimiento, eso es ser emocionalmente dependiente del alguien.
Una persona merece que sea recíproco por amor, no por obligación.
“Ah ok, está bien, no pasa nada” en realidad significa que mi corazón acaba de ser destrozado en un millón de pedazos, pero no te lo diré porque de todos modos no te importaría cómo me siento.