Tumgik
henrydposts · 7 months
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Caja de Fósforos
Tuve una caja llena de fósforos un día. La encontré como quién encuentra una moneda en el pavimento y dibuja en su rostro una sonrisa ante la idea de "suerte". Cada tanto, me sentaba frente a la ventana en soledad, inmerso en la profunda oscuridad de la estancia producto de la fría noche que afuera inundaba el paisaje. Me sentaba en la oscuridad y sin más, tomaba uno de los tantos fósforos que contenía aquella caja; lo tomaba y en un ágil movimiento lo encendía. Rápidamente, una pequeña luz iluminaba el cristal de mi ventana, exponía mi cara y reflejo, al cálido fuego que por un efímero momento, dibujaba una sonrisa en el rostro de este retirado aventurero.
De igual forma, en un abrir y cerrar de ojos, la luz del fósforo se extinguía y la oscuridad en la estancia volvía a imponerse. Sólo me permitía encender un fósforo por cada noche... ¿Tortura? Al contrario, era la muestra de valentía, autocontrol y paz interior más grande, que mi ser podía presentar. Cada noche, un fósforo se encendía y extinguía en la habitación, trayendo consigo luz, dejado tras de si oscuridad y aún con eso, cada noche que pasaba, cada que un fósforo se gastaba, la habitación se hacía más y más cálida.
Repentinamente, una noche noté la caja más ligera, más fría al tacto, recordando cada noche pasada y el calor que la misma emanaba. La vi incrédulo, pero con una corazonada que celosamente, esperaba fuera equivocada. Cada noche la caja se enfriaba, cada noche se aligeraba, cada noche... hasta que de un momento a otro, por fin lo notaba.
Esa noche abrí la caja y encontré con sorpresa que sólo quedaba un fósforo en su interior. Pensé, cuidando de no ser presa del pánico que de a poco trepaba por mi espalda; pensé y sin más, dos posibilidades llegaron a mi cabeza... podía guardarme aquel fósforo, podía tomarlo entre mis manos y mantenerlo, brindarle de mi calor, ese calor que guardaba en la habitación trayendo consigo de nuevo el frío a su interior; de igual forma, podía encenderlo una última vez, deslumbrarme con su belleza, aliviarme con su calor y aunque fuese por poco, dibujar una sonrisa en mi rostro.
La indecisión me sobrepasaba, no me sentía capaz de gastar aquel fósforo, sentía que tenía mucho más para dar, sentía que podía dejarlo para el momento indicado, guardarlo, cuidarlo, mantenerlo conmigo; al mismo tiempo que, como en un debate interno, mi corazón empujaba con fuerza a la razón, la tomó de la mano y caminaron juntos, explicándome que el frío ya no estaba.
Latía con fuerza el corazón en sincronía con las ideas que de a poco brotaban, lo sabía, lo recordaba, las cicatrices en su interior resaltaban; un corazón sanado guiaba por un momento las ideas de una razón conflictuada y para mi sorpresa, la mejor decisión tomaba.
La luz de ese último fósforo brillaba con una intensidad que hace noches no observaba. Lo veía con nostalgia, preso a recuerdos efímeros de una vida, una vida de aquellas que caben en el equipaje de mano, último recaudo ante las puertas de embarque de un destino inesperado. Diez segundos tardó en extinguirse la luz de mi último fósforo, diez segundos fueron más que suficientes para darme la vida que en dos años, había decidido dejar encerrada al momento adecuado.
Agradezco a las efímeras chispas de esos fósforos encendidos, por darme una perspectiva de la vida que aún no encontraba. Agradezco a los fuegos artificiales de una noche de tormenta, iluminando el cielo y a la vez, yo iluminando tu rostro por mi propia cuenta. Agradezco las conexiones inesperadas, los secretos archivados, las risas compartidas, los abrazos a crédito y los recuerdos fugaces, de una felicidad efímera que hoy se extingue, como la luz de un fósforo apagado...
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henrydposts · 2 years
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Estaba allí sentado frente a ella. Habían pasado meses desde la última vez que habíamos podido intercambiar palabras. La vi y supe que el tiempo había pasado, su expresión serena y la frialdad que dejaban ver sus labios fruncidos daban fe a lo que estaba pensando. Estábamos allí sentados después de tanto por coincidencia, por obra del destino si no funciona el condicionar la situación al realismo más mágico posible. La verdad, estábamos allí sentados y después de tanta historia, éramos entonces dos desconocidos… Me apresuré a tomar la palabra, pues desde hace horas mi corazón empujaba insistente mi pecho pidiendo liberar lo que cargaba dentro. Así que sin más y mirándola a los ojos comencé mi discurso…
-Es diferente, dejar al tiempo correr y detenerse por un momento a observar todo lo que ha pasado, en quién te has convertido, qué has hecho o dejado de hacer, pero más importante lo que todas esas experiencias te han hecho sentir. Lo digo un poco más tranquilo que hace unos meses, lo digo porque sé que aunque no estuve allí contigo, no te faltaron las risas, las alegrías… no te hice falta yo para ser feliz – dije sin apartar la mirada de sus ojos. Intentó pronunciar palabra, pero nuevamente la interrumpí
- Sabes ha pasado tanto y a la vez tan poco, que perderme en anécdotas de estos meses sin ti sólo harían correr un tiempo que ya no nos pertenece, un tiempo que se ha vuelto tan valioso para cada uno y para el que hemos tomado medidas muy estrictas en cuanto a con quién debemos gastarlo. Me siento bien de estar aquí hoy y poder verte a los ojos al fin porque siento que el tiempo ha ayudado a solventar todo el mar de sentimientos que opacaba mis pensamientos. No me malinterpretes, te amo como el primer día, en mi corazón no hay espacio para otro sentimiento que no sea ese por ti, pero llega a un límite en que dejas de amar a las personas y sólo te enfocas en aprender a vivir sin ellos, cerrando esa llave a los sentimientos y mantener el vaso medio lleno sin vaciarlo, guardar lo bonito y mantener ese amor por la persona que en su momento nos hizo tan felices. Te veo y eres otra persona, mucho más feliz a tu manera y vuelvo a ver ese brillo que en su momento hizo que me enamorara, la misma vibra aunque la energía es otra, las decisiones, la actitud, la manera de ver la vida y el comportamiento han cambiado tanto, que son esos pequeños momentos en los que dudo realmente sobre qué persona tengo frente a mí. Es la evolución natural de las personas y aquellos que nos aman aprenden a ver todas nuestras sombras, así como nuestras luces. Aprenden a verlas y por fin deciden si quedarse, si dejarnos de amar, si amar a estas nuevas versiones nuestras o si ya de por si tomar un camino en la dirección contraria con fe en nuestras metas, con fe en nuestros sentimientos. Sabes pasó el tiempo y no perdí la esperanza cada día de que fueras tras de mí, que por un momento en mi camino tocaran mi hombro y al girarme estuvieses allí eligiéndome, queriendo estar conmigo, queriendo dejar plasmado en nuestra historia miles de momentos y alegrías, queriendo avanzar este camino juntos… pero eso no pasó y pasado el tiempo descubrí, que ya habían nuevas personas recorriendo ese camino junto a ti. Allí entendí que el tiempo no transcurre en vano, que mis melancólicas madrugadas eran parte de mi sanación, que cada lágrima que dejó la espera, fue un ladrillo más en la fortaleza que construí, en la vida que con fuerza busca erguir nuevamente desde las cenizas de nuestro amor muerto. Me sentí desconcertado y aún frente a todo eso, la llama de la esperanza latía dentro de mí y las voces de mi interior vibraban como ecos en la oscuridad, pues sentía en lo más profundo de mi alma, que ibas a volver. Tardé en darme cuenta que eso no iba a pasar, tardé en entender que ya habías hecho tu vida y que por tus pensamientos mi nombre ya no generaba estímulo alguno, que los recuerdos de lo que fuimos se volvieron eso y nada más, recuerdos de una vida, de lo que pudo ser y no fue, recuerdos bonitos para atesorar en el corazón, pero que en la práctica, deben encajonarse para poder seguir avanzando en el camino. Me costaba avanzar, me costaba entender cómo después de tanto, habías logrado hacer tu vida sin más, como en un momento a otro mi recuerdo se esfumó y me volví otro extraño. Me dolía y sentí dudas de lo que fuimos, de si lo que vivimos fue real y si fue tan fuerte, tan bonito como decíamos que era. Pero la vida se basa en aprender, a entender que para pasar la página solemos envolvernos en los momentos más oscuros de las situaciones, pues generamos rechazo y con ello avanzar no se vuelve tan difícil. Nos enfocamos en ello y nuestro pensamiento nos condiciona a entenderlo, por lo que cada recuerdo evocado con respecto a esa situación, persona u objeto, es negativo y nos ayuda a soltar poco a poco. Tomé esa decisión al contrario de la tuya y decidí quedarme sólo con los buenos momentos, a sabiendas de que eso condicionaba mi proceso y probablemente me haría aferrarme a lo que sentía por ti, también sabía que era la única manera de realmente dejarte atrás.
Y lo sufrí, sufrí cada paso en el camino y quise volver tantas veces, quise volver a intentar a demostrar lo que valía y como en una entrevista de trabajo, dar los aspectos más positivos de mi persona para obtener el papel. Pero seguí adelante, con lágrimas en los ojos y la mente volando, seguí adelante porque sabía que era la única manera de avanzar. Todavía te veo furtivamente y siento que eres la mujer más hermosa que he conocido, a sabiendas de lo que tú y yo sabemos que eso significa. Todavía siento el amor bonito por ahí que me sacaba mil y un sonrisas, a mí, una persona en la que el ceño fruncido se impone cada día. Todavía hay noches en las que te extraño y escucho nuestras canciones en bucle, una y otra vez sólo que esta vez sin llorar, las escucho como catarsis, buscando siempre alejar lo negativo y traer de corazón los momentos bonitos de todo lo que vivimos. Y si, no siento que esté disponible emocionalmente para nadie ahora, no siento que pueda compartir mi camino con nadie ahora, no siento que pueda sonreír de esa forma con nadie ahora o partir charlas que alcancen la madrugada con nadie ahora… sólo siento que estoy conmigo mismo y nada más, aprendiendo cada día que soy una buena compañía y que la mejor terapia es la que construyes contigo mismo. Todavía te amo, las personas pueden preguntarlo mil y un veces y la respuesta será la misma pues no lo dudo, te amo y quiero ver grandes cosas tuyas en esta vida porque siempre diré que tienes el potencial para lograrlo, aún cuando tú no apuestes por ti misma. Estoy aprendiendo a llevar esos sentimientos y estoy tratando de que no me abrumen pues también tengo muchos objetivos por cumplir y no puedo sentírme más enfocado en la vida, a como estoy ahora. Quiero lograr grandes cosas, reestructurar mi plan de vida y alcanzar cada logro uno por uno, disfrutando de cada uno de ellos. Quiero vivir mi vida justo como quiero vivirla y no por los demás, sólo por mí y por lo que siento. Quiero ser tan razonable como he sido siempre y acompañarlo de un poco del corazón que con fuerza late ahora en mi pecho… sólo quiero ser yo y nada más, quiero dejar de lado la presión que significa llevar al hombro las expectativas del resto y sentir que soy realmente feliz con lo que hago. No quiero arrepentirme nuevamente de algo de hice o dejé de hacer por pensar demasiado, quiero hacer las cosas con cabeza y corazón por mí y por mi vida, por los que amo y me aman, por los que decidan estar aún frente a mis imperfecciones. Por esa razón me paro frente a ti hoy, por eso quise hablar contigo hoy porque sentía que me lo debía, que debía entender todo lo bonito que fuimos y avanzar. Parte de avanzar es verte a los ojos y poder seguir caminando.
No voy a negarlo tengo el recelo por dentro de que hayas podido seguir adelante antes que yo, pero entiendo los procesos de cada uno. Sólo quería que supieras que espero que tu vida sea plena, que disfrutes de cada momento como siempre lo has hecho, pero con cabeza y que nadie sea capaz de dañarte. Que no confíes en todas las personas, pues no todas son buenas ni tienen las mejores intenciones contigo, muchas de ellas sólo quieren dañarte y buscarán la forma de acercarse a ti para hacerlo. Confío en que puedas cuidarte y que las personas que amas y te rodean lo hagan también, pues te mereces cosas maravillosas en esta vida y mereces lograr también todo lo que te tienes propuesto. Por primera vez puedo hablar contigo y no sentir que me estoy despidiendo, pues antes lo hacía esperando que en ti naciera un sentimiento que me pidiera quedarme, por primera vez no quiero despedirme, sólo seguir caminando y dejar que en mi historia pasen todas las cosas que deben pasar para estar en el lugar que quiero, con las personas que quiero y me quieren. Debo dejar de esperar pues el tiempo está corriendo y el boleto de este tren ya venció. Una lástima que no pueda volver a sacarte una sonrisa, pues somos dos extraños que ni la llegada o la despedida comparten. Pero así es la vida y para quiénes en su momento reían a más no poder, hoy estando juntos, solos, son incapaces de intercambiar palabra.
Te amo, te quiero como tantas veces dijiste y diste más importancia que el mismo “Te amo” y espero que la vida te sonría tanto, como para darte un compañero que te ame la mitad de lo que yo lo hice, pero de la manera en que tú quieres ser amada.
Me levanté de la mesa sin escuchar lo que tenía para decir, sentía que la vida me daba estas pruebas para poder seguir avanzando. Me limité a observar sus ojos por un momento más y regalarle mi más brillante sonrisa, esperando recibir una de su parte. Sabía que volvería amar, sabía que volvería a ser feliz, sabía que podría perderme nuevamente en esos cuentos de amor y que brotaría en mí esa versión más romántica y mejor a la que existió. Sabía que podría hacerlo, a la vez que sabía que para este momento, no quería hacerlo.
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henrydposts · 2 years
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Carta de Amor
Me detuve frente al escritorio, sentado en la silla de siempre y observando el trozo de papel que sobre el mismo reposaba. Lo vi con desdén, como aquel que observa lo más desagradable de esta tierra. Estiré mi brazo y sostuve ente mis manos la pluma con la que tantas líneas fueron escritas, tantos ecos borrados, tantos sentimientos plasmados. Me detuve frente al escritorio y por un momento, decidí dejar de sentir pena, decidí encerrar mi dolor, darle vacaciones a la razón y liberar el alma. Sabía entonces de qué se trataba, había dejado la puerta abierta a la alegría, a los sentimientos positivos, al cariño y por supuesto al amor que como agua no dejaba de brotar de mi interior. Era una carta, una carta sin destino, tal vez una carta que no sería leída nunca. Sólo era una carta de amor, una de mi amor, una carta a mi amor…
“Hay un poco de luz en cada acto de amor. Cada tanto, dos personas se unen por la intensidad de un sentimiento. Saben lo que quieren pues cada fibra de su cuerpo lo expresa, su corazón lo grita y los ecos, los ecos del alma encuentran sincronía en la de aquel que se dice amar. La sincronía puede estar marcada por un momento, un cruce de miradas, el rozar de las manos, el compartir un abrazo, la dulzura de un beso, un “te quiero”, un “te amo”… esta carta representa mis momentos de sincronía, la magia de un corazón que de a poco latía más y más fuerte, el cosquilleo en las manos, el frío sudor deslizándose en mi espalda producto de los nervios; esta carta representa lo que sentí al estar enamorado. No quise dejar morir tan noble sentimiento a causa de la pena, la tristeza y los lamentos de un alma destrozada; la muerte del amor es honorable, dura pero es importante que venga cargada de optimismo, de alegría, cargada de todos los sentimientos positivos que en su momento, nos hicieron sentir los dueños del mundo, nos hicieron sentir que todo estaría bien.
Por ello recuerdo con dulzura tu mirada, las mil y un formas en las que tus ojos, tus hermosos ojos café brillando cada que nuestras miradas llegaban a cruzarse; me veían y daban origen al más hermoso gesto que acompañaba a tu sonrisa, tu “sonrisa de boca cerrada”. Amaba los días en que sólo éramos tú y yo, sentados en el sofá viendo una película, me veías y sin más, tus ojos daban por sentado la calidez que esa sonrisa de boca cerrada inyectaba en mi pecho. Me sentía capaz de todo, de conquistar el mundo, todo ello a partir de tus ojos, tus ojos que como ventanas del alma daban fe del amor que sentías por mí.
Recuerdo con nostalgia tu sonrisa, tu boca testigo de tantos besos, tu sonrisa y las mil formas en las que pude dibujarla cual artista en tu rostro. La pedía cada tanto, la encontraba sólo al verte, fuiste feliz conmigo y lo sabía, porque allí firmando cada momento siempre estuvo tu sonrisa. Tu sonrisa era sólo una pequeña parte del amor que latía en tu interior, una pequeña parte de ese mar de sentimientos, un mar que tuve la dicha de navegar, de observar en él los atardeceres, así como el nacer del sol. Amaba tu sonrisa por la forma en que robaba las palabras de mi boca, amaba tu sonrisa porque era la única en la que encontraba paz y caos en mi interior, amaba tu sonrisa porque era mía, su motivo era yo y eso, siempre fue para mí tu más hermoso regalo.
Recuerdo claramente el color de tu voz, el tono en que cada palabra viajaba a través del viento hasta alcanzarme. Amé la crema de tu voz, pues siempre fue única. Aprendí amarte sólo con escucharte, aprendí amar tus matices, los cambios, las vibraciones, aprendí amar cada palabra dicha y la forma en que fue expresada. Amaba tu voz porque era música, cada palabra me dejaba en silencio en perfecta armonía con tus ojos y esa hermosa sonrisa. Amaba escucharte y por tanto, aunque a veces me perdiera en los detalles de tu rostro, siempre encontré sentido, siempre aprendí de ti, pude cada tanto, acercarme más a ti y a lo que sentías por mí.
Recuerdo felizmente las veces en las que fuiste mía y yo fui tuyo, los momentos en que en tan simples acciones, nos hicimos cada vez más uno del otro. Amaba cada delicia que preparaste con amor para mí, cada una de esas veces que lo hicimos juntos, compartiendo charlas, compartiendo sonrisas, compartiendo miradas, abrazos, besos. Recuerdo lo que fuimos por lo que hicimos en esos pequeños momentos, momentos en que por poco tiempo, fuimos infinitos.
Recuerdo con serenidad todas las veces en que trajiste paz a mi alma lastimada, todas las veces en que con pequeñas cosas, hiciste sanar a mi corazón roto. Lo recuerdo porque antes de ti fui otro, me desprendí de esa parte de mí que sabía amar y dejé sólo aquella desconfiada, razonable, fría… lo recuerdo porque de a poco me enseñaste a confiar nuevamente que el amor es noble, es cálido, puede ser bonito, mi amor bonito. De a poco, con tus ojos y sonrisa fuiste capaz de meterte en mi corazón, mi frío corazón y con el sol que llevas en tu interior lograste derretirlo. Me hiciste mejor y con ello, fui mejor para ti. Por un momento fuiste mi todo y fui el más feliz sobre esta tierra. Por eso lo recuerdo y lo seguiré recordando pues por esta vez, una sirena, una Osita panda, una Cosita Hermosa, una Margariteña, dio sentido y oportunidad de equilibrio, a la vida de un Caraqueño que se perdía en sí mismo, en su razón y hacía oídos sordos a lo que su corazón decía.
Si, lo recuerdo bien… lo recuerdo por la pureza del sentimiento, por lo bonito que fue aunque existiese el dolor, la oscuridad, la pena; lo recuerdo por lo que me hizo sentir, por lo que aun ahora después de tanto, sigo sintiendo. Esta carta es un homenaje a eso, a lo bonito, a la luz frente a tanta oscuridad. Una forma de catarsis, de escape al dolor y los sentimientos negativos que deja la separación de dos corazones. Porque nos amamos, nos amamos real y profundamente, nos amamos y ante eso, todo lo demás ha siempre valido la pena.
Me despido por quién soy ahora, me despido por la intensidad de los sentimientos que llevo dentro y por tanto, en cada una de las líneas aquí escritas. Me despido porque al final, lo que empieza bien, debe terminar bien. Me despido con una carta a sabiendas que probablemente nunca llegue a las manos de aquella a quién va dirigida, me despido porque mi corazón me lo exige, mi alma lo necesita y mi razón, siempre mi tonta razón, dio fe a todo lo que estaba ocurriendo. Incapaz me sentí siempre de escribir sobre felicidad, incapaz de expresar luz, de dar alegría a las oscuras líneas de tinta… me despido a sabiendas que siempre pude y hasta ahora, escribir de esa manera por que escribía sobre ti, mi felicidad, mi luz, mi alegría en estas oscuras líneas de tinta y eso para mí, siempre fue el mayor regalo que pude darte…”
Terminé la carta y observé el final de otro día a través de mi ventana. Romántica escena para tan importante historia. Me levanté lentamente a la vez que tomaba entre mis manos aquello que recién había escrito. Tomé uno de esos sobres azules de mi repisa, doblé con cuidado la carta y la coloqué dentro del mismo, cuidando de no dañarla. Tome un listón púrpura y la sellé con él, no sin antes dibujar un girasol en la esquina del sobre. Abandoné la alcoba, cerré la puerta tras de mí aún con la carta en mi mano; avancé a través del corredor, bajé cada uno de los escalones absorto en el silencio que acompaña la noche. Alcancé la entrada de la sala, atravesé la estancia hasta alcanzar el viejo librero donde tantos escritos habían sido guardados. Busqué en la repisa hasta encontrarlo, mi disco de Paramore, el disco que contenía aquella canción tan simbólica. Tomé el disco, lo coloqué en el reproductor y dejé a la canción invadirme profundamente, mientras observaba fijamente la carta que hasta hace poco había escrito. No derramé ninguna lágrima esa noche, pero dibujé un millón de sonrisas en mi rostro, preso de la nostalgia, del amor que sentí, de la felicidad, de las líneas que, ante la oscuridad de la noche iluminaban la estancia, acompañada de fondo por esos versos que una vez recité, por esos versos que una vez hicieron vibrar el corazón de la mujer que amo, por esos versos que tras tanto tiempo, pudieron al fin tener significado…
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henrydposts · 2 years
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Construí Una Escalera
Ven, construyamos una escalera" - Fueron esas sus palabras...
Eran pasadas las diez de la mañana. Llegaban los últimos días del mes de diciembre, ya pronto acabaría el año, así que los ánimos en la casa estaban alterados. Personas iban y venían a lo largo de los corredores, buscando cada detalle que hiciese falta, cumpliendo con cada tarea, cuidando que esa noche fuese la más especial de todo el año. Los niños corrían felizmente, completando así la tensión palpante en cada esquina del ajetreado hogar.
¿Yo? permanecía encerrado en mi habitación, observando ensimismado puntos específicos en el techo, los "puntos de reflexión" como me gustaría llamarlos. Perdido estaba en voces del corazón y del alma, en debate sostenido con mi razón desde las seis de la mañana, momento en que sus ruidosas discusiones terminaron por pertubar mi sueño como ya se había vuelto costumbre años atrás. Para ese momento, la oscuridad de mi habitación cual refugio a lo que sentía; era el único punto de la casa en completo silencio, aunque no por ello el lugar más tranquilo. La puerta como frontera, daba inicio y fin a dos tipos diferentes de caos, dos tipos diferentes de trabajos, dos tipos diferentes de luchas. Así fue como, de un momento a otro, mi incesante "paz" y mis pensamientos fugaces, se vieron interrumpidos por un par de golpes en la misma, acompañados entonces de esas firmes palabras.
- Levántate ya, construyamos una escalera... - exclamó con voz ronca y precisa, la voz de toda una vida, la voz de mi abuelo.
Me planteé el ignorar su llamado, el perderme en ese abismo que había construido alrededor de mi cama. Darme la vuelta y por un momento más, seguir ignorando a todo aquello que me rodeaba...
- ¡Sé que te levantaste! Rápido, te espero abajo - y sin decir nada más, se retiró rápidamente a través del extenso corredor.
Fruncí el ceño con indiferencia, a la vez que mis pesadas piernas se balanceaban de un extremo de la cama al otro, extendiéndose por el borde hasta alcanzar el frío suelo. Avancé unos pocos metros, estirando cada centímetro de mi cuerpo, aliviando un poco al menos, la tensión que, como bomba de tiempo, contenía en su interior a punto de explotar. Me puse la primera camisa que encontré, los jeans gastados de siempre y mis zapatos viejos. Arrastré mi cuerpo hasta la frontera ya antes mencionada y dubitativo, con mi mano ya en la perilla, la abrí lentamente. La luz del corredor me cegó por unos instantes, los niños corriendo y gritando, la música navideña de fondo, las personas agolpándose una tras otra para avanzar por el estrecho corredor - "Permiso", "¿Te importa?", "Voy pasando", "QUÍTATE" - fueron algunas de esas frases que invadían el ambiente, sin contar con ese delicioso aroma, el aroma que desprendía la cocina y las personas allí trabajando para la cena de esa noche.
Avancé un par de pasos, esquivando todo el caos que me envolvía. Un par de sonrisas fingidas, de esas que utilizamos para disculparnos por los pequeños contratiempos, se dibujaban en mi rostro cada cinco pasos. En medio de todo eso, avancé hasta alcanzar el final del corredor y por tanto, el inicio de la escalera. Bajé con pereza y cansancio, observando cada pintura o decoración a lo largo de mi camino y alcanzando por fin el último escalón. Allí estaba él, esperándome con un par de tablones de madera, un par de martillos y un paquete de clavos...
- Muy bien vámonos, galán - dijo y sin más, me dio la espalda, invitándome a seguirlo hasta el exterior de la casa. El sol brillaba, destacando en ese azul profundo de un cielo sin nubes. Las aves iban de un lado a otro, el viento soplaba con fuerza y la paz, la verdadera paz se imponía en el lugar.
Entonces la vi, la razón por la cual me había visto obligado abandonar el abismo de pena en el que me había sumergido; la vieja escalera de madera que daba acceso a la terraza. Hace unos días, mi hermana había bajado como cada tarde a través de la escalera, sin embargo, hasta ese momento fue capaz de resistir y sin más, luego de tantos años de uso, se desplomó hasta el suelo llevándose consigo a mi hermana. Había quedado destrozada y por tanto, inutilizable. Para suerte de todos nosotros, mi hermana se encontraba bien dentro de lo que podía decirse, sólo con algunos golpes y raspones, dejándonos tan sólo, el amargo sabor en la boca que sólo es capaz de dejar el miedo.
Nos acercamos hasta el lugar, colocamos las herramientas en el suelo y comenzamos a trabajar. Yo continuaba con el ceño fruncido, sintiendo una pesadez profunda en el corazón, podía sentir como mi cuerpo era incapaz de actuar como era típico, se sentía cansado, pesado, difícil de mover. Sin contar con la multitud de pensamientos y el mar de sentimientos que cada tanto me inundaba.
- ¿Cómo está ella? - dijo mi abuelo al otro lado de los tablones. Levanté la mirada lentamente y crucé mi mirada con la suya. Me observaba fijamente, con una expresión seria en el rostro y los labios fruncidos, dando así la importancia que esas palabras merecían.
- No lo sé, imagino que está bien - dije con una voz de falsa seguridad, ocultando el nudo en la garganta y las lágrimas que sin más, habían comenzado asomarse en la puerta de mis ojos.
- ¿Sólo eso vas a decir? ¿Ya no hablas con ella? - dijo y su expresión seria se volvió serena. - No tengo razones para hacerlo... ella ya no forma parte de mi vida - dije, intentado con ello aliviar el dolor que esa pregunta y mis palabras como flechas, habían generado en mi corazón.
Mi abuelo se levantó y se acercó a mí con la misma expresión serena de hace un momento - Por como yo lo veo, ella sigue y seguirá formando parte de tu vida. La verdadera pregunta es ¿De qué forma lo hará? y además de eso ¿Cómo te sentirás tú con eso?... - dijo y me mantuve en silencio pues sentía que cualquier palabra que saliera de mis labios en ese momento, se vería interrumpida por el dolor que se agolpaba en mi pecho y las lágrimas en mis ojos. Por tanto, me limité a guardar silencio y bajar la mirada...
- ¿Estás bien, hijo? - dijo mientras se agachaba frente a mí y ponía su mano en mi hombro. Me limité entonces a guardar silencio, me sentía incapaz de hablar – Sé que no lo estás – dijo, a la vez que se levantaba firmemente frente a mí. Me levanté poco a poco, sin subir la mirada. Me giré y comencé a caminar con dirección a la casa, con dirección a ese pequeño universo de pena que había construido en mi habitación – …Y pensar en huir de eso, no hará que mejore – dijo sin más y nuevamente se arrodilló en el suelo para continuar trabajando.
- ¿Cómo puedes saberlo? No puedes entender lo que estoy sintiendo. Cada cosa que hago siento que está mal… no soy el de antes, no me siento seguro de nada de lo que hago. Estoy cansado todo el tiempo, no quiero hacer nada y lo único que deseo es que pare… sólo quiero que pare. – dije, a la vez que dejaba correr por fin las lágrimas que se oprimían en mi pecho, ahora corriendo por mis mejillas. Mi abuelo se acercó lentamente hacia mí, con la misma mirada serena con la que me había visto hace unos momentos. Me observó por un momento y sin decir nada, me dio un abrazo. Me desplomé entonces, sentí cómo mi cuerpo se volvía ligero y el mar de sentimientos que cada tanto se agolpaba en mi interior rugía con fuerza. Dejé salir lo que tenía adentro y poco a poco, cada lágrima se desprendía de mis ojos con dirección al suelo. Finalmente, se alejó de mí y dijo – Ven, construyamos una escalera.
Lo observé por unos momentos, confundido ante lo que me decía. Sin embargo, lo seguí lentamente a la vez que las lágrimas poco a poco dejaban de caer.
- La vida son subidas y bajadas, hijo – dijo, mientras caminábamos de vuelta con los tablones y las herramientas. Unas veces vas a caer y vas a caer de verdad, no querrás levantarte y ese abismo se convertirá en tu nuevo hogar. Te sentirás infeliz, inútil, culpable… sentirás que la vida pierde sentido y que lo que hoy ocurre no es más que un castigo, consecuencia a las decisiones que tomaste en tu vida – culminó, mientras extendía con su brazo el martillo hacia mí. Lo tomé y entonces continuó…
- Pero te digo algo, no dudes nunca de una decisión que tomaste. No hiciste lo que debías, no pudiste hacerlo mejor, no pudiste hacerlo peor, sólo lo hiciste y lo hiciste porque para ese momento, era lo que más querías en este mundo. Así que no dudes nunca de algo que hiciste confiando en tu corazón, porque si bien la voz del corazón es imprudente, está llena de sentimientos positivos y amor – dijo, observándome con la misma expresión serena de hace un momento.
Lo observé, escuchaba cada palabra que compartía conmigo y entonces le dije - ¿De qué sirven las decisiones del corazón si vienen acompañadas de tan profundo dolor? – dije y antes que pudiera decir nada más replicó – Nos hace saber que estamos vivos. Nos hace entender que el corazón sigue ahí latiendo… como dice esa canción “deja que el dolor te recuerde que los corazones pueden sanar” – dijo y por primera vez, me sonrió.
- La amaba, la amaba con tal profundidad que cada parte de mi cuerpo lo sentía. Me sentía diferente con ella y esperaba compartir mi vida con ella. Sentí el corazón latir como no lo había hecho nunca, las manos sudorosas, los nervios de la primera cita presente en cada cita posterior. Por eso saber que le había causado tanto dolor me hizo tanto daño, al punto de alejarla de mí y dejarme tan vacío y con tantos ecos, ecos de voces en mi interior cargadas de culpa y negatividad – dije y nuevamente, el nudo en mi garganta cortó el fluir de mis palabras a través de mis labios – Amar es sentir al otro, es pararte frente a la adversidad y golpearla juntos en la cara. Amar a alguien es escogerlo cada día, es entender sus conjeturas, sus cicatrices, sus heridas del pasado y con ese amor, sanar juntos. Amar es errar, son diferencias, son las mañanas en las que no soportas su voz y las noches en las que no quieres abandonar tu lugar en la cama junto a esa persona. Amar es alegría y es luz, pero también carga con mucha oscuridad. Amar es sumergirnos en el dolor, en la oscuridad, confiando en que esa persona sea nuestra luz y guía a lo largo de todo este trayecto y llamarlo nuestra historia. Amar es como esta escalera que estamos construyendo, hijo – dijo, a la vez que martillábamos y cortábamos milimétricamente cada escalón – el paso del tiempo puede desgastarlo, la presión de cada día puede debilitarlo y al final, aquello que descuidamos, aquello en lo que no invertimos el tiempo suficiente o el cuidado que se merece, termina por ceder ante la presión, desplomándose y llevándonos consigo hasta el fondo del abismo… así que te lo preguntaré, una vez que llegamos al fondo de ese abismo, de esa oscuridad y de ese dolor ¿Qué nos queda por hacer? – culminó, mientras me observaba fijamente con una expresión seria – Subir – dije, con la voz entrecortada y el nudo en la garganta – Subir – dijo junto a mí y compartió una mirada serena y una sonrisa comprensiva.
- No es olvidar lo que hicimos, no es dar por sentado que las heridas que causamos vayan a desaparecer, pues muchas de ellas dejarán cicatrices que ni el tiempo podrá borrar. Comprende cada aspecto, positivo o negativo de lo que viviste y ahora estás viviendo. Comprende lo que hiciste mal, recuerda lo que hiciste bien y lo más importante, aprende a perdonar… a perdonar a esa persona, a perdonarte – Dijo a la vez que colocábamos los tablones a cada lado de la escalera, dispuesto para soportar el peso de los escalones – Una vez que logres eso, serás capaz de construir una nueva escalera, una escalera más sólida, más duradera si, pero con las mismas limitaciones anteriores para las que ya te di solución. Lo importante de tu escalera será siempre, el cuidado que le des y la fortaleza que le brindes para enfrentar la presión y el peso de tus decisiones, pero más importante aún que eso, es que te ayude a levantarte y salir de ese abismo en el que te ves envuelto – dijo, a la vez que el primer escalón quedaba clavado en los tablones laterales
- No puedo con este dolor, siento cómo me quema por dentro, siento cómo la culpa de lo que siento que me arrastra cada que intento salir. No quiero sentirme así, quiero volver a ser el que era antes de que todo esto pasara… - dije y mi abuelo me miró fijamente a los ojos, de vuelta a su expresión seria – Vive cada sentimiento por lo que es y no los reprimas, siente cada herida que este proceso te deja y aprende de ello, porque será la única manera en la que realmente logres avanzar. Si intentas volver a ser quién fuiste, jamás entenderás el porqué de todo este dolor que te aqueja. Por eso aprende de cada proceso, por doloroso que sea, vive cada proceso porque al final de ello serás más fuerte, más sabio, más tú… al final de cada lucha entenderás por qué comenzaste a pelear en primer lugar – culminó y no pude evitar a las lágrimas escapar de mis ojos - ¿Qué pasa si no estoy listo para eso? ¿Qué pasa si me mantengo aferrado a lo que pudo ser? – dije y mi abuelo replicó – entonces estás sosteniendo la cuerda equivocada. Aférrate a lo que fue, guárdalo como lo que es, un buen recuerdo y libérate, libérate porque al hacerlo estarás liberando también a esa persona que dices amar, porque hijo hay momentos en los que soltar, momentos en los que dejar ir, se vuelven el acto más grande de amor que puedes darle a una persona, por más doloroso que fuese…- dijo, mientras el último escalón se clavaba en el final de la escalera…
- ¿Será posible construir de nuevo una historia, una nueva historia con esa persona? – Mi abuelo suspiró fuertemente antes de responder y dijo – El destino, hijo… el destino es capaz de levantarse y escupirte en la cara, pero eso no significa que no sea justo. En esta vida y en las que sean, cuando hablemos del destino, lo que deba ser será y aunque queramos controlarlo, se trata de una fuerza para la que no somos más que simples espectadores. Un hilo rojo une aquellas personas destinadas a estar juntas… quién sabe si después de enredarse, doblarse y girarse tantas veces, al final vuelvan a unirse, es un salto de fé, supongo. – mi abuelo terminó de hablar, me regaló un reconfortante abrazo, recogió las herramientas, los restos de madera y se alejó caminando con dirección a la casa y el caos que contenía. Yo me quedé observando esa escalera, con los ecos vibrando en mi interior, con las voces incesantes, la culpa y la negatividad, con el mismo dolor, con la misma desmotivación pero sin la profunda pesadez, me sentí libre por un momento y entendí, que la única persona capaz de sanar este corazón roto, era yo…construí una escalera, para salir del abismo, construí una escalera para enfrentar y elevarme ante todo eso que tanto me empujaba hacia abajo… construí una escalera para sanar mi corazón, para cerrar mis heridas, para aprender y lo más importante, construí una escalera para madurar. Aprendí amar ese día, supe quién era ese día cuando en lágrimas dejé el mar de mi interior agolparse y dar fé a lo que sentía, por primera vez me subí al bote y surqué esas olas, por primera vez acepté lo que sentía y encontré paz, la verdadera paz. Queda camino por recorrer, pero lo haré con la frente en alto, con mis objetivos presentes, con mi corazón latiendo y más importante, confiando en ese salto de fé…
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henrydposts · 3 years
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Doy Gracias
No daba fe a lo que sentía... tal vez fuese ira, melancolía, tristeza o amargura a un corazón previamente envuelto en azúcar y suaves nubes de algodón. Cada vez más frecuente era la necesidad de invadir mi libreta con versos y líneas de tinta, buscando tal vez en esa catarsis un escape a lo que sentía o simplemente porque así, liberaba los nudos de un barco anclado a un puerto por capricho, enamorado de su gente, de su vibra y de su ambiente... un barco que, aunque estacionado, había zarpado hace no mucho, hace no tanto. Cada línea era una soga en el puerto que se zafaba. Cada línea era una bandita en el corazón que lo mantenía unido y funcinando. Cada línea era un soplo de aire fresco a los pulmones, al cuerpo, al alma... un soplo de esperanza y un paso adelante en el camino.
Me senté a un borde del camino, analizando cada paso que había recorrido. Abracé con resiliencia lo que sentía, observé mi interior y expuse mi alma ante lo que estaba pasando; abrí las puertas de mi corazón al resto y dejé escapar en versos cada uno de lo ecos que ocupaban mi pensamiento y con ello, llegué a entender lo que me estaba ocurriendo...
Doy gracias por cada momento vivido. Doy gracias por cada paso que hizo de mí un mejor hombre. Doy gracias por cada cuestionamiento, pues hizo reforzar lo que soy y ajustar todo lo que debía ser. Doy gracias por la ternura de cada abrazo, doy gracias por la calidez de cada beso compartido. Doy gracias por cada línea escrita con alegría y sonrisa en el rostro, pues entendí que mi corazón seguía allí y con él, la posibilidad de sentir amor, alegría, esperanza, confianza y cariño. Doy gracias por permitirme llenar mi libreta de colores, por las experiencias de un corazón que aprendía amar nuevamente. Doy gracias por el brillo de tus ojos cuando se cruzaban con los míos, por la sonrisa que se dibujaba, por el encuentro de dos manos por un sentimiento avazando en el camino. Doy gracias por estos capítulos de mi historia, por esos gestos tan tuyos que se volvieron tan míos... doy gracias porque entre tanto caos, sentí maravillas en mi interior y por primera vez en mucho tiempo, los ecos del corazón y del alma cesaron por un momento. 
Guardé con cuidado mi libreta y pluma en los bolsillos de mi gastado abrigo a la espera de esa próxima vez en la que mi corazón demandara unas palabras y mi alma guiara diligentemente los trazos sobre el papel. Caminé nuevamente por las calles del puerto antes de partir en mi barco a un destino aún desconocido. Atravesé cada callejón, cada tienda, cada plaza y cada esquina como lo había hecho ya tantas veces... sin embargo, esta vez fue diferente, esta vez lo hice con el corazón en mi pecho, no en mi mano; abrazando lo que sentía en cada parte de mi cuerpo, con la mente turbia en pensamientos como era costumbre, pero aún así más calma. Recorrí cada lugar con una sonrisa dibujada en el rostro y una lágrima hospedada en la puerta de mis ojos esperando esa palabra para escaparse y deslizarse por mi mejilla y perderse en el vacío... Gracias. 
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henrydposts · 3 years
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Déjame serlo...
Sentí el alma desgarrarse, el corazón poco a poco desinflarse; sentí cómo heridas del pasado se estremecían dando fe a lo que estaba ocurriendo. Escuché a la razón orgullosa dándome el tradicional “te lo dije” y al corazón comparecer ante mí, en lo que para sí era enteramente jurisdicción propia. Me desvanecí, bajé del cielo que había vuelto mi hogar, abandoné las nubes, el arcoíris, el sol resplandeciente y  cálido a mi espalda; la brillante luna reposando en su dorso cual fiel cómplice de amargas y largas noches perdidas en la sonrisa inocente de las estrellas que les ornamentaban. Me desvanecí y toqué fondo. Mis debilitadas piernas se desplomaron al contacto con el frío suelo dejándome caer, suavemente, sin resistencia, no de otra manera... y así, después de tanto, volví a colocar los pies en la tierra. Permanecí allí, envuelto en la oscuridad de mi nuevo hogar, preso del dolor que empujaba mi corazón, un dolor agudo y punzante que se internaba profundamente inhabilitando cualquier movimiento de mi cuerpo. Me mantuve allí, en el suelo con el corazón en la mano. Abrí el grifo a la tristeza cual escape o deshago a lo que ocurría. Le dejé correr, inútil al nuevo orden de los hechos... vencido por el dolor, la tristeza, la presión y los gritos de un alma lastimada. Perdí la apuesta, perdí el control, egoísta ante lo que ocurría, ante mis decisiones, mis sentimientos. Me dejé llevar ante lo que sentía, ante lo que estaba seguro y olvidé escuchar con atención. Me perdí en las nubes de un cielo tormentoso y para cuando quise volver, la tormenta arreciaba con fuerza tambaleándome hasta dejarme caer al vacío. Apretaba con fuerza mis ojos cerrados, fruncía los labios tratando de contener el dolor, empujaba torpemente mis brazos al aire y sostenía con fuerza mis piernas contra mi pecho... repetía a cada momento, como un mantra, poderosas líneas que abandonaban mis labios y flotaban en el viento como plumas danzando, llevándose consigo una pequeña parte de eso que poco a poco estaba matándome... “Déjame ser débil esta noche, volveré a ser fuerte en la mañana”.
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henrydposts · 3 years
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Gracias 24
El tren seguía en marcha. Los colores del atardecer brillaban danzantes, reflejados en su rostro y en el cristal interpuesto entre él y el sol que descendía al otro lado de la montaña. En suspiros melancólicos, manchas de vapor momentáneas quedaban plasmadas en el gran ventanal; suspiros acompañados de ojos perdidos, suspendidos en la nada, presos a los pensamientos de una mente inquieta. Pasaban las horas y con ello, la distancia del que podría ser su último destino, la estación final en su recorrido. Deslizó lentamente y con pereza su mano a través de sus bolsillos, buscando entonces su corazón. Frunció ligeramente los labios, a la vez que retiraba con delicadeza la vieja libreta y pluma que, en gran parte de su aventura, habían quedado relegadas a los bolsillos de su abrigo. Carentes su viejas y secas páginas, de la tinta fresca que dibujaba los trazos codificados de mensajes del corazón y del alma de este joven escritor. Con el corazón en la mano, observó plácidamente cada una de sus páginas, removió los recuerdos más profundos de su memoria, Extrajo cada sentimiento expresado tras cada línea, delineó con sus dedos cada mancha en el papel, consecuencias de momentos de pánico, sonrisas interminables y lágrimas de punto y aparte. Centró su mirada en la última página escrita, los versos que darían inicio a su viaje. Tenía ante si su apuesta al destino, los trazos de una mano inquieta, temerosa a lo que el mismo le tuviese preparado, ante lo que sus decisiones generarían, sus pasos marcarían y su mano, sería capaz de dibujar con fe en su propósito. La tinta ya seca en el papel daba comienzo a un sinfín de páginas para las que los versos no hicieron falta, para las que las lágrimas no dejaron mancha, las risas se impusieron y la tristeza que invadía y daba el empuje de la pluma sobre el papel, se conservó en un auténtico y profundo silencio. Páginas en blanco, carentes de inspiración para un corazón frío, enfrentado a la calidez más pura existente. Sostuvo con determinación su pluma, la empujó con firmeza sobre el papel cual catarsis al corazón. Se detuvo enseguida, a la vez que una lágrima, sólo una lágrima se deslizaba por su mejilla, cayendo y precipitándose sobre el frío y antiguo papel, la primera mancha en su historia, la primera en su corazón después de mucho tiempo. Desvió la mirada al ventanal, la noche se había impuesto en la estación repleta de personas que danzaban de una lado a otro en busca de un destino. Arrancó lentamente y decidido la página manchada, la dobló sobre sí un par de veces, se levantó y dio pesados pasos con destino a la salida. Dejó caer nuevamente su libreta y pluma en los fríos bolsillos de su abrigo. Avanzó a través del umbral, hasta las escaleras que daban acceso a la estación. Puso un pie sobre el concreto y otro sobre el mármol pulido que adornaba la estancia. Dubitativo, se sintió tentado a volver sobre sus pies, a recorrer nuevamente las vías sobre la vieja locomotora. Sin embargo, para cuando volvió la mirada, la misma ya se había puesto en marcha y ante una nube de humo, el papel de su libreta que sostenía aún entre sus dedos, se desprendió con fuerza y danzante, abandonó las manos del escritor. Observó con tristeza su mano elevada frente a sí, a la vez que, mientras esta se cerraba formando un puño, aligeraba su paso con dirección a la estación, con dirección a un destino aún no escrito... el papel viajaba en las manos del viento,dejando ver en su danzar la mancha de una lágrima sobre la tinta fresca recién dibujada... “Gracias, 24″ 
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henrydposts · 5 years
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24
La concurrida estación de trenes se agolpaba al eco de cien voces, cientos de pasos en el suelo de mármol pulido, así como cientos de pensamientos expuestos a la luz de los candelabros del techo. Avanzaba presuroso, avergonzado a mi tardanza habitual. No llevaba conmigo más que mi abrigo gastado, mi antiguo sombrero  y la libreta repleta de poemas y relatos, líneas que daban pie a las páginas de mi historia de vida. Avancé entre disculpas y sonrisas forzadas. Había perdido la cuenta de todas esas veces en las que el sonido de mis pasos habían formado parte del eco de la estancia. Incontables historias podría relatar de esa vieja estación de trenes, algunas largas, otras un poco más cortas... algunas tristes, otras llenas de dicha y aún con eso, todas compartiendo el mismo final. Observaba mi reloj a cada paso que daba, no sería entonces el único, pues quiénes al avanzar me “acompañaban” repetían constantemente el mismo ciclo. El tiempo no nos empujaba, muy por el contrario aún entre tanta prisa, corríamos al tiempo indicado, corríamos al tiempo necesario. Durante años me habría cansado de correr, de abordar trenes sin destino, de perder aquellos para los que la entonces versión de mí era incapaz de abordar o simplemente de atravesar el andén tan pronto, que la espera se hubiese vuelto insoportable y la respuesta nunca habría llegado. Decidí volver, no por creer en los viajes que ocultan los trenes en sus andenes, no por las personas que cuales moscas revolotean de una entrada a otra, sin dirección fija, en apuestas al destino. Decidí volver por firmas del mismo a mi libro de vida, por creer en coincidencias, por explotar la curiosidad en imprudencias... decidí volver porque aunque se intentase, hay aspecto de estos viajes, de sus historias, de sus finales, que son imposibles de evitar. Adelanté mis pasos a los del resto, no porque estuviese seguro que al hacerlo alcanzaría mi lugar, adelanté mis pasos pues entendía que un tren me esperaba, no sabría a dónde, no sabría por qué, pero un tren me esperaba. Bajé cuidadosamente las escaleras de andén veinticuatro, parecían eternas entre tanta oscuridad. Perfectamente fuesen un desafío a lo que creemos real o no, pues a mitad de camino y sin ver la luz que me separaban del andén propiamente y la penumbra de la escalera a mi espalda, definitivamente habría decido regresar sin más. Atravesé la entrada y efectivamente allí se encontraba, una modesta máquina a vapor de un color azabache brillante ocupaba gran parte del lugar. “Todos a bordo” gritaba entonces el maquinista, al parecer era mi última oportunidad de subir y aún ante todo lo que había atravesado, debo admitir que la duda se impuso poco a poco en mi pecho. Lentamente volví sobre mis pasos y sin esperarlo, un golpe seco hizo que me detuviese sin más. Levanté la mirada con la ya entonces sonrisa forzada, dispuesto a disculparme por mi torpeza... aún así, lo que vi habría sido la excusa perfecta para ella. No soy capaz de describirlo, al menos no en tan pocas líneas... a lo lejos se escuchaban profundos los gritos del maquinista invitando abordar nuevamente la vieja máquina. En sorpresa seguía observando, a la vez que daba pasos cortos al interior del tren, abandonando el andén sin destino fijo, sin noción del tiempo, sin razón aparente... abandoné el andén con base en la razón más pura, que el corazón había sido capaz de mostrarme. 
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henrydposts · 5 years
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Oscuridad y nada más...
Me detuve en seco y dije “¡Lo haré! Subí cada peldaño de la escalera con cuidado, agudizando la visión a la oscuridad, con linterna en mano y palabras soeces en la punta de la lengua. Avancé con la mirada puesta en mis pies, hasta encontrarme separado de mi destino por una puerta. Tomé la llave escondida en mi bolsillo y la dirigí al candado que, colgante, resguardaba la entrada. Pequeño, aunque fuerte, al girar mi mano cedió suavemente, lo sostuve entre mis dedos y con el mismo movimiento de hace unos segundos, lo guardé nuevamente. Encendí la linterna de mi mano izquierda y con mi derecha, empujé la puerta recién abierta. 
Una noche oscura, carente de estrellas y de brillante luna, de soledad impuesta y silencio sepulcral. Fría como ninguna, triste, a la vez nostálgica, llena de risas en susurros, buscando evitar las lágrimas. Di pasos pesados a lo largo del borde de la estancia, cuidando el no tropezar, a la vez que me hacía sitio en la esquina más apartada y segura del lugar. Allí estuve por un tiempo, preso de la incertidumbre y angustia que resulta el ver en penumbras tu hogar. Busqué nuevamente, estrellas en el firmamento, pues ante tal hora y contexto, omisión son a los pensamientos. 
Pasada una hora, las interrupciones eran descritas. Maldiciones eran llevadas por el viento, al igual que sus respuestas de vuelta. La noche se confundía en ecos de maldiciones, cantos y risas, todo un concierto para los más inspirados artistas. Pasadas dos horas, algunas canciones se escuchaban débilmente en el horizonte, las maldiciones cesaron de a ratos y el llanto de las cacerolas se imponían paso a paso. Pasadas tres horas, el cielo se hallaba despejado, luciendo entonces sus más finas luces, tal vez en arrogante pomposidad, en contraposición a la penumbra impuesta en la bella ciudad. Las voces callaron, los ánimos bajaron y el cansancio, el cansancio pudo entonces acabar con las esperanzas de una noche más. Pasadas cuatro horas, espontáneas luces hicieron acto de presencia. Despertaron al más negativo, alegraron al más positivo, dieron respuesta a los más devotos y cerraron con risas a los más graciosos. Otra noche de burla, otro chiste al libro, otra noche sin luz en Caracas, pero con los ojos más que nunca puestos, en el objetivo.   
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henrydposts · 5 years
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Condena
 Mantuvo la mirada fija al cielo, buscando formas en las nubes, escapando no sólo a los cálidos rayos de sol por la mañana, sino también a la realidad y el contexto que entonces le envolvía. Mantuvo la mirada fija al cielo, ignorando el sonido de los autos a su alrededor, las disputas matutinas de los conductores, los pasos apresurados de los peatones inmersos en sus diarias rutinas, los ruidos de las construcciones en la calle próxima, así como la risa de los niños que cruzaban el paso peatonal, cuidando inocentemente, el no pisar las líneas blancas. Mantuvo la mirada fija al cielo, con ojos muy abiertos, pensamientos arraigados y expresión serena. Frunció ligeramente los labios, apretó fuertemente los puños cautivos en los bolsillos de su chaqueta. agitó ligeramente la cabeza y avanzó a pasos cortos por la avenida. 
Los pensamientos le atormentaban, no era culpa, mucho menos tristeza, no se trataba de ira o aparente envidia, era sólo la forma más profunda de consciencia. Avanzaba suavemente, casi llevado por el viento, golpeando ocasionalmente en el trayecto, a una que otra persona distraída, pérdidas en la comitiva de sus redes sociales, los resultado del partido de ayer, el chiste de la mañana o en el de la noche anterior que ignoraron y hoy es tema principal de todas las conversaciones. Avanzó sin mediar palabra, tan sólo una sonrisa ocasional, un gesto con la mano en señal de disculpa o incómodos contactos visuales con los más desafiantes o más ilusos creyentes del amor a primera vista. Avanzó aún perdido en sus pensamientos, avanzó sin destino, con la intención de perderse en el mar de la ignorancia, de las mentes vacías frente a brillantes pantallas; avanzó y calló, pues aunque hablase, nadie a su alrededor estaba dispuesto a escucharlo, no directamente, no realmente. 
Se encontró a sí mismo frente a una imponente vitrina, los rayos del sol permitían únicamente el observar su silueta, por lo que se acercó lentamente hasta vislumbrar el interior de la tienda. Observó al vendedor fijamente, jamás lo notaría pues las noticias que poco a poco descartaba en la pantalla de su ordenador le mantenían ocupado. Siguió su camino, no sin antes observar el reloj de su muñeca. Marcaba las 9:35 am, quedaba poco tiempo, por lo que, aunque inmerso en un sinfín de pensamientos, decidió apresurar ligeramente el paso. Volvió sobre ellos, tal y como había hecho tantas veces. Evitó el tráfico, los embotellamientos a la salida del subterráneo, los ladridos de los perros a la esquina de la cuadra, los vendedores ambulantes, así como a los indigentes suplicantes por un par de monedas. Se detuvo a la entrada del imponente puente que separaba el vasto bosque que rodeaba a la ciudad; observó su reloj, pues ya marcaba las 9:58. Dos minutos restaban, dos minutos para que sucediera entonces. Vio fijamente el caos envolvente de la ciudad, las personas inmersas en sus asuntos y la luz de la mañana perdida, en rostros indispuestos a admirarla. 9:59, se subió al borde limitante del puente, observó la caída que le esperaba frente a él, giró la mirada a su alrededor, pocas personas transitaban entonces el camino, observó nuevamente el horizonte, las luces del sol y las nubes a su alrededor. Cerró lentamente los ojos y sin esperar más, ante el sonido emitido por el reloj de su muñeca dadas las 10:00 am, saltó al vacío. 
Despertó lentamente, su reloj no había dejado de sonar. Se hizo capaz, levantó su torso y con su mano libre puso fin a la alarma. La puerta se abrió y un sujeto bajo, con ojos hundidos y ojeras imponentes recitó, sin cuidar el latido de su voz “¿Y bien? ¿Funcionó?”. Se levantó lentamente, atravesó la estancia, soltó el reloj de su muñeca y lo dejó en la encimera. Tomó un lápiz y con él, marcó unas cuantas páginas del diario que había sacado de su chaqueta “Viaje 235 - Resultado: Fallido.” Levantó la mirada, vio a su colega y negando con la cabeza dijo “No hay nada que podamos hacer, están condenados”.   
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henrydposts · 5 years
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El asunto es que... aún no te conozco.
Lleno de incertidumbre se lanzó al vacío, aún cuando las voces, negadas, suplicantes, arrastraban y cortaban sus pasos. Eran lastre, lastre que el paso de los años nombró como experiencias, experiencias aún negadas al peso que significaban a la espalda, al arduo viaje, al alcance del objetivo. Se lanzó al vacío y por fin en mucho tiempo sonrió. Sonrió naturalmente, su rostro expresaba dicha, sus ojos se cerraban dando paso a las lágrimas, sus dientes confinados por tanto, al fin daban cara a la luz. Bajó la mirada y vio sus manos. Temblaban presas del pánico al igual que sus piernas, empapadas en sudor, torpes al movimiento y aún obligadas a continuar. Levantó la mirada y vio el nacimiento del sol mientras caía. Característico por su belleza, su calidez, su extrema exclusividad , pues si bien está presente para todos y cada uno de nosotros, son muy pocos los que en contexto, son capaz de observarle y apreciarle correctamente. 
Extendió su visión y observó a la luna, así como un par de estrellas acompañándola, brillantes estrellas que iluminaban una porción del aún cielo nocturno. Bellas estrellas cuya simpleza misma, era el motivo principal de su real belleza. Estrellas que como guardianes expresaban la profundidad de la noche, los designios del alma y entre tanto, la presencia de luz en la amarga oscuridad. Observó el horizonte y vislumbró el fuego, grandes flamas que extendían en lo profundo del firmamento y bailaban al ritmo del viento. Flamas ardientes, cálidas al tacto, aunque fácilmente daban muerte aquellos imprudentes de se atreviesen a jugar con ellas. Aún ante esto, no era negada su belleza, no era negado el ritmo que expresaban, ni la luz que reflejaba y las sombras que formaban. Observó el amanecer de su sonrisa, las estrellas que sus ojos formaban, el fuego danzante al viento que representaba su cabello... le observó claramente mientras caía, compartió una sonrisa ante la cual recibió respuesta. Observó encantado la naturaleza de su belleza, preso a la incertidumbre de aquello que para sí era aún desconocido...  
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henrydposts · 5 years
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A la espera...
Me vio a los ojos y dijo “Volveré pronto”. Lo dijo con fuerza y sin inmutarse, lo dijo con ternura, del mismo modo que sostenía mi mano y sonreía al verme fijamente. “Volveré pronto” repitió, al subirse al auto y encender el motor, agitaba su mano en el aire despreocupadamente, podía aun observar el reflejo de sus sonrisa enmarcando su rostro. “Volverá pronto” me repetía al verle partir, al abandonar el camino, como el sol abandona el día y da paso a la noche. “Volverá pronto” repetía aun con nerviosismo, pasada la primera hora. “Volverá pronto” clamaba con fuerza tratando de tranquilizar las voces de mi interior, pasadas las tres primeras horas. “¿Volverá pronto?” me cuestionaba al día siguiente, tras presenciar las primeras luces del alba asomándose al horizonte...
El primer toque fue necesario, el segundo era ya una advertencia, el tercero fue entonces una reprimenda. Me acerqué a la puerta, le abrí con temor, observé esos ojos cafés tan característicos y escuché su voz con claridad (Miento al decir esto, pues capaz soy sólo de recordar la mitad del texto) avancé a través del recibidor, bajé lentamente las escaleras, me subí al auto y dejé la puerta abierta... él la cerró tras de mí, compartió una sonrisa complaciente a la cual no dí respuesta, encendió el auto, dio marcha atrás y luego avanzó a través del camino. Observé su silueta durante todo el trayecto, analicé sus gestos, exploré su mirada, me perdí en mil pensamientos y me encontré nuevamente al alcanzar mi destino. Bajé del auto, avancé por los pasillos, encontré la ventanilla y me detuve un momento frente al frío cristal, allí estaba, pero no era él, su sonrisa ya no enmarcaba su rostro, se veía opacada ante una red de tubos y cables; sus brazos ya no se agitaban con despreocupación, yacían a cada lado de su cuerpo, inmóviles, sin razón. Entonces pasó, una voz sonó en mi interior, omitiendo cada palabra. Una de ellas brotó, al igual que las lágrimas, lágrimas que finalmente corrían por mis mejillas al observar a mi hijo en coma... lágrimas que respondían cada cuestionamiento de la noche anterior, cada presentimiento, cada sonrisa compartida. Lágrimas que opacaron mi pensamiento, al igual que la frase que seguía retumbando en mi conciencia y me veía negada al olvidar “Volverá pronto... mi hijo, volverá pronto”
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henrydposts · 5 years
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¿Lo Dudas?
El hombre se ha llenado de dudas por décadas. Es natural, ciertamente... frase hipócrita, que por tanto, ha sido repetida para justificar tan desagradable comportamiento. La duda crece en nuestro ser como una planta. Podemos regarla, nutrirla, permitirle crecer, dejar que viva de nosotros y nos seque. Podemos arrancarla... arrancarla y mantenernos firmes, conteniendo fuertemente los gritos pues duele, duele arrancar de nuestro ser la duda, duele en contexto y deja una profunda cicatriz que con el tiempo, funciona sólo para recordar nuestros pocos segundos de valentía. La duda puede dejarse morir, permitirle vivir con nosotros y ahogarla, ignorar su existencia y pintar sonrisas falsas a nuestro alrededor. Sea cual fuese la manera en que decidamos lidiar con nuestra duda, sólo el tiempo da respuesta a nuestra decisión... sólo el tiempo marca la pauta de lo que fue, de lo que es o de lo que fuese. 
Como todos la he mantenido, como todos le he regado, le he arrancado y por muy poco, la he ignorado. Orgulloso, si es la palabra que merece utilizarse, observo sin descanso el jardín que se prolonga en mi interior, con dudas de todas dimensiones, de todas formas... observo espacios vacíos con pequeños agujeros en la tierra, cada ve menos profundos, cada vez menos dolorosos, aunque cada día más importantes. Con el tiempo he aprendido a creer en esa duda, a vivir de la cobardía que su mera presencia refleja. Con el tiempo me he visto obligado a elevarla, a nutrirla y agradecer con su presencia, la ausencia de nuevas semillas. 
Bien dicen que “Hierba mala nunca muere” que “Mejor mal conocido, que mal por conocer” la sombra de la duda se cierne sobre todos y protege el jardín de nuestra alma... dudemos sin temor, pues es lo único que no hace confiables unos a los otros. Dudemos del sol que nos calienta, de la sonrisa que intenta consolarnos, de la palmada en la espalda que nos felicita o los labios que nos juran amor eterno. Aprendamos a vivir de ella sin dejar que nos consuma... aprendamos en todo momento a dudar, no por cobardía, no por recelo... aprendamos a dudar, para dar sentido a nuestra humanidad y reconocer al otro por lo que es y no por esa verdad que intenta ocultar. Aprendamos a ganar perdiendo, al ser cobardes dudosos, en lugar de ganar miserablemente, producto de nuestra propia imprudencia. 
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henrydposts · 7 years
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Destino - Verdad
     Sentado estaba en la terraza, era ya pasada la medianoche por lo que gran parte de las luces nocturnas de la ciudad, comenzaban a extinguirse. Era una madrugada bastante fría, cosa sin importancia pues siempre me he sentido bien en fríos lugares. Habían pasado horas desde que hubiese decidido quedarme en ese lugar a observar el cielo estrellado, con una botella de ron y el corazón agrietado... normalmente sería cerrado con mis cosas, pero la madrugada es el peor enemigo de los callados, pues expone nuestra más pura y real presencia. Estaré encantado de contarte mi historia, si así lo deseas y es la razón por la que aquí has llegado, toma asiento y sírvete un buen trago, que la noche es corta y el cuento es largo... 
     “ - 6:50 am ¿Recuerdo? Correr. 
     Estaba corriendo por los pasillos de la universidad, como ya es normal en mí, la puntualidad no era una de mi mayores fuertes, por lo que había desarrollado con el tiempo, una muy interesante habilidad para moverme esquivando a las grandes multitudes. Sentía que no llegaría cuando observé el reloj de la biblioteca, aún así apreté el paso, olvidándome del mundo y lo que en él existía, pues mi único objetivo era llegar a tiempo. Fue entonces cuando al tratar de cruzar por el pasillo de aulas, pasó, fue un duro golpe debo admitirlo, una lluvia de papeles llenó el corredor, la sorpresa marcada en los rostros como lindas pinturas en un museo y las risas, risas de todo tipo invadieron el lugar... 
     - ¡Mira que debes ser bien imbécil! ¡¿Que acaso no ves por dónde vas?! - dijo molesta la chica, mientras ignoraba mi mano estirada, con la intención de ayudarla a levantarse. 
     - Lo siento, tengo mucha prisa... voy tarde a clases y mi mañana no ha sido la mejor - dije entre jadeos, producto de la fatiga que había dejado mi matutino maratón - Llegar tarde no había sido mi plan en primer lugar... - Tal vez golpear a una chica en los pasillos si... - dijo con el reflejo de la ira marcado en su rostro 
     - Escucha, me gustaría quedarme y ayudarte a levantar este desastre, créeme que si, estaría encantado. Pero tengo mucha prisa y perder otra clase me dejaría fuera del semestre - dije suplicante, buscando hallar una pizca de compasión e mi ahora juez acusador y por lo que se veía, verdugo 
     - ¿Sigues aquí? No recuerdo haberte pedido explicaciones, niño... desaparece antes de que te deje un buen recuerdo de nuestro encuentro... - Dijo, a la vez que un gran puño se levantaba en el aire. Sin decir más, comencé a correr nuevamente. 
     - 3:00 pm ¿Recuerdo? Encuentro.
     Estuve un tiempo vagando por la universidad, habían acabado mis clases y mis amigos habían decidido ya irse a sus casas a descansar. Por mí parte, siempre había dedicado un tiempo a observar las maravillas que este lugar escondía, por lo que llegar temprano a casa no era uno de mis intereses más marcados. Caminando estaba, observando los verdes jardines, cubiertos de flores e imponentes árboles que se extendían hasta la inmensidad del celeste cielo y rozaban las nubes... entonces pasó, la chica de la mañana se encontraba paseando por allí con sus amigas. Busqué evitarla, lo último que quería era una escena en ese momento del día. Aún así, cuando creía haberme zafado de ese torpe momento, escuché a lo lejos... 
     - ¿No eres del tipo valiente o me equivoco? - dijo vacilante, ocultándose tras la risa de sus amigas. Fastidiado, dirigí la mirada al origen de dicha voz y con una sonrisa de falsa confianza, comencé a caminar hacia ella. 
     - No lo diría de esa forma, pues temía que te sintieras lo bastante interesada en continuar con esta pelea - dije sin retirar la mirada de sus verdes ojos. Esto parece haberle molestado, pues sus mejillas se tornaron de un interesante color rosa y por un momento dejó de pronunciar palabra alguna. 
     Sonrió y sin apartar la mirada, dijo - Ya veo, entonces niño, te crees lo bastante valiente para encararme ahora... eso me gusta. - culminó, dirigiendo su mirada a su grupo de amigas que ahora, mostraban la misma sonrisa cómplice - Mi nombre es Jenny, ellas son Julia, Alex, Carol y Nany - dijo mientras señalaba a cada una de las chicas - Es un placer, mi nombre es Víctor, pero todos mis amigos me dicen Vito - dije, con quizás un poco más de calma en el pecho - Muy bien “Vito” espero que esta vez no salgas corriendo... - dijo sonriendo, a lo que respondí devolviendo el gesto. 
    Así, pasé el resto de la tarde junto a Jenny y las chicas, reímos hasta más no poder y encontramos un sinfín de importantes similitudes entre nosotros. Ya caída la noche, decidimos volver a nuestras casas, por lo que cada uno tomó su camino, me despedí de Jenny quién, con un ligero golpe en el pecho daba por sentada nuestra reconciliación y por lo que parecía, nuestra nueva amistad. 
     - 6:20 am ¿Recuerdo? Inicio 
      Habían pasado meses desde que hubiese chocado con Jenny esa mañana, cosa que se había dedicado a recordarme día tras día desde entonces. En ese poco tiempo se había vuelto una de mis más grandes amigas, mi confidente, mi compañera de luchas... simplemente, una importante hermana. Estábamos recorriendo los pasillos, hablando de política actual o la más interesante filosofía que había dejado la clase anterior, cuando sucedió, una chica de hermosos ojos café, un cabello tan negro como la más oscura noche y una sonrisa ¡Vaya sonrisa tan encantadora! de labios sonrosados, atravesaba el pasillo. Debí ser bastante obvio, pues lo que siguió fue un duro golpe en la nuca, seguido de la mirada cómplice de Jenny y su inconfundible sonrisa. 
     - Podrías tomar una fotografía, seguramente duraría más - dijo aún entre risas - Su nombre es Valentina, tiene unos veinte años y está en el tercer semestre de psicología. Según entiendo, es muy callada, pasa la mayor parte del tiempo en sus lecturas o con sus amigos - culminó y acto seguido, desvió la mirada. 
      Escuché atentamente cada palabra, pero seguía encantado de la belleza de esa chica, por lo que no pude responder sino hasta cinco minutos después - ¿La conoces entonces? ¿Crees que puedas presentármela? - Jenny me vio por unos segundos, luego dijo - ¿Que acaso correr hacia ella, tirando todos sus libros no funciona más? Conmigo fue bastante efectivo - dijo, entre risas. 
     - ¿Eres bastante graciosa, no es así? no podría utilizar más esa técnica, sólo funciona con tontas - Jenny dirigió su mirada hacia mí con una sonrisa dibujada en el rostro - ¡Vaya que no has dejado de ser un imbécil! Está bien, te ayudaré, sólo para que dejes de fastidiar. 
      Levanté a Jenny en el aire con un abrazo, no cabía en la dicha que esa respuesta me había dado. Seguimos andando por los pasillos, olvidando esa tonta escena, mientras ocultábamos un poco nuestras tonterías tras intelectuales discusiones. 
     - 1:00 pm ¿Recuerdo? Es un placer, mi nombre es Valentina.
     Estaba sentado en la banca del parque que indicaba la nota de Jenny...
      “Preparé un encuentro, no vayas a arruinarlo pues ha sido bastante difícil de conseguir. Diviértete y no llegues tarde, Cenicienta.” 
     Me sentía extrañamente nervioso, no sé si eran las manos sudorosas o el vacío en el pecho, pero cada vez que pensaba en su sonrisa, toda la idiotez contenida en mí, salía a flote. Tenía nauseas y el sudor frío empapaba todo mi ser. Antes de poder arrepentirme de mi decisión, una silueta se presentó en el horizonte. Era un día bastante caluroso, con el ardiente sol brillando en lo más alto del cielo, volviendo imposible el ver hasta la más simple hormiga en el pavimento. Una vez que estuvo más cerca pude notarlo, se trataba de ella, de Valentina caminando hacia mí. Debí parecer bastante tonto con ojos chinos, la boca arrugada y la nariz levantada, tratando de averiguar de quién se trataba, pero para cuando estuvo frente a mí, dejé de lado todo eso , presentándole mi más brillante sonrisa. Me devolvió el gesto mientras decía
     - ¿Eres tú el chico de quién tanto habló Jenny? - culminó, mientras con la mirada sostenida, clavaba sus ojos en mí 
     - Así es, si... Mucho gusto, mi nombre es Víctor, pero mis amigos me llaman Vito - la chica sonrió, a la vez que respondía 
     - Es un placer, mi nombre es Valentina.
     - 7:30 pm ¿Recuerdo? ¿Amor? 
     Aunque quisiera, me era imposible olvidar aquella tarde con Valentina. Era increíble la cantidad de cosas en común que compartíamos, las ideas tan marcadas en cuanto a la sociedad o la esencia de la vida misma. La conversación se había alargado un poco, por lo que con el paso del tiempo ella fue abriéndose un poco más, mostrando una faceta que no esperaba encontrar en ella. Estuvimos saliendo un par de días más hasta que, hace una o dos semanas, decidí ser sincero con ella, exponiendo todos los sentimientos contenidos en mi interior. Esperaba sorpresa en su expresión, pero esta era casi nula, su rostro mostraba una luz especial y sus ojos brillaban, al mismo tiempo que decía - Si que te has tardado, esperaba esto desde nuestro encuentro en el parque pero, qué se le va hacer, parece que no puedes evitar hacer esperar a las chicas - culminó entre risas, estampando un beso en mi mejilla. 
     Llevaba días recorriendo la universidad junto a ella. Jenny parecía entenderlo, pues aunque estábamos un poco alejados, siempre mostraba una linda sonrisa y levantaba un pulgar en señal de aprobación. Cada encuentro con Valentina se reducía a lo mismo, besos y más besos, poco a poco fuimos perdiendo interés en las repetitivas conversaciones, por lo que el llamado sexo se imponía tras cada salida. No habría que malinterpretarme, pues adoraba aún admirar su importante belleza, mas había perdido el sentido por un momento en cuanto a lo que de verdad queríamos lograr con esto. 
     Una tarde en la que ella debía estudiar para sus exámenes finales, pude alejarme un rato y encontrarme con Jenny. Su rostro era el mismo, sus enormes ojos verdes, su sonrisa que como perlas presentaba ante cada situación, acompañado de labios carmesí, su largo cabello rojizo y ondulado que caía tras su espalda - ¿Qué sucede extraño? ¿A qué viene la cara larga? - dijo riendo, mientras daba un ligero golpe en mi pecho.
      Le expliqué gran parte de la situación, no había sido capaz de abrirme entonces con alguien, pues la confianza que Jenny me daba, estaba en un nivel que me sería imposible de explicar. Jenny escuchaba cada palabra, jamás la había visto tan seria; así, una vez que terminé de hablar, se dirigió a mí diciendo - No esperaba esta clase de tonteras por tu parte, debo ser sincera con eso. Pero si no estás cómodo con la situación debes expresar siempre lo que sientes ¿Que no hiciste eso cuando todo comenzó? nunca está de más - terminó, observando las avecillas que habían aterrizado en el pasto, justo frente a nosotros - Debí venir a ti en primer lugar ¿Nunca fallas, no es así? - dije, a la vez que ella respondía - ¿Qué te puedo decir? Soy un erudito.
      Pasé el resto del día junto a Jenny, hablamos como en los viejos tiempos, con la mirada perdida en el futuro y las tonterías presentes en todo momento. Me despedí de ella pasada la media noche, dirigiéndome en la oscuridad a la seguridad de mi hogar. Utilicé esa caminata para entender muchas cosas, para pensar y organizar en mi mente aquellas prioridades, aquellas realidades... me ocupé de organizar la verdad y pensar ¿De verdad es esto amar? 
     - 3:00 pm ¿Recuerdo? Adiós...
     Me detuve justo frente a la entrada de la escuela de psicología, era ahora o nunca, debía mostrar todo aquello que sentía y determinar entonces lo que ya la razón me decía, pero el corazón insistía en mantener. Caminé un par de pasos y la vi, sentada en una esquina con un libro de psicoanálisis en sus manos, levantó la mirada y al verme, guardó inmediatamente el libro, invitándome a acompañarla. Me acerqué lo más que pude y con todo el valor que venía reuniendo, dije - Sabes, yo... quería hablar contigo sobre un asunto - su sonrisa desapareció, su mirada se tornó nerviosa y sus movimientos torpes - ¿Si? A ver, dime de qué deseas hablar - dijo, mientras simulaba guardar el resto de sus libros en la mochila. 
     - No siento que vayamos a algún lugar con esto, cada día hablamos menos y lo siento, pero aunque me parezca encantador besarte y estar contigo, no es lo único que quiero para nosotros - Valentina me observaba, parecía que su nerviosismo había desaparecido por completo, dejó a un lado sus libros y dijo - Ya veo, así que era eso... verás, me he sentido igual últimamente, pero si te soy sincera, no sé en verdad lo que debamos hacer ¿Qué opinas tú? - dijo mostrando una sonrisa. No dejé de observar sus ojos café, mientras trataba de atender los deseos que mi corazón expulsaba a gritos... sin dudarlo, fue la voz de la razón la que se impuso entonces - Lo mejor será darnos un tiempo, alejarnos de todo esto y dejar que él sea quién decida sobre nuestro futuro - Valentina calló, mas sin inmutarse repuso - Bien, si esa es tu decisión la tomaré y la respetaré - Y antes de que pudiera agregar nada, se retiró del lugar a toda prisa. 
     - 3:00 pm ¿Recuerdo? Fin
     Habían pasado meses desde la última vez que había hablado con Valentina, me ocupé de mis estudios, de mis salidas con Jenny, de todo aquello que lograra distraer a mi mente. Entonces un día, armado de valor, decidí darle una sorpresa. Estaba próximo a la fecha de nuestro supuesto aniversario, por lo que tomé un poco de dinero, compré un par de rosas y varios chocolates, pasé la noche entera escribiendo una carta en la que destacaba todo lo que me hacía sentir y al día siguiente, me dirigí a la escuela de psicología en su búsqueda.
      Atravesaba los iluminados pasillos, ante la vista confundida de profesores y alumnos. Caminé por al menos diez minutos hasta encontrarla, sentada en una esquina de la biblioteca... aún así, no estaba sola, no eran sus amigas ni mucho menos, era un chico, otro chico. Hablaban y se reían, él la tomaba de la mano y ella rozaba su mejilla, se besaban y eran felices, ella era feliz sin mí. Podrás decir que miento, pero pude sentir cómo mi corazón se partía, como el resto dejaba de tener sentido y el mundo desaparecía a mi alrededor. Dejé las flores y chocolates sobre una de las mesas, guardé la carta y me alejé a toda prisa del lugar... con mi dignidad intacta, pero el corazón y el alma en pedazos. 
     Me alejé de todo y de todos, escapé al único sitio en el que la vida parecía tener sentido, mi soledad. Estuve conmigo mismo un tiempo, dejé de asistir a la universidad, dejé de ver la luz del día, me olvidé de Jenny, acabé con todo... dediqué mis noches a volar en pensamientos de alcohol y frías madrugadas, pues parecía el único sitio en el que ahogar las penas parecía sensato. Hasta que llegaste, hasta que volviste aquí a escuchar mi historia. 
     Los ojos verdes de Jenny no dejaban de observarme, había dolor en su mirada, un dolor presente en aquellos cuyo amor es tan vasto que no cabe en el pecho. Se detuvo un minuto a observarme, a observar la noche, a preguntarse qué hacía allí y por qué había decidido acompañarme.
     - Nunca pensé que pudiese acabar de esta forma, que tu corazón fuese a partirse de la manera en la que lo hizo. Escuchar tu historia es magnífico, pues destaca los más grandes detalles que, en situación, eran invisibles a los ojos - quería seguir, pero su voz se cortó por un momento.
     - ¿Qué piensas? si la realidad es que de esto vivimos los que amamos la soledad... en corazones de piedra y sentimientos efímeros a la existencia.
     - Te extraño, Vito. Extraño tu sonrisa cada mañana, extraño nuestras conversaciones en los pasillos de la universidad, extraño nuestras tonterías, extraño que me hagas reír, que confíes en mí, que yo confíe en ti... ¡Por Dios, Vito! Extraño lo que fuimos.
      Su voz resonaba en mi cabeza. No entendía si era el alcohol, pero escuchar eso me hacía feliz, repentinamente una inexplicable felicidad lleno mi interior, inundando de a poco mis ojos con lágrimas. Sólo fui capaz de decir 
     - También extraño tu sonrisa, también extraño ver tus enormes ojos verdes o tu cabello que como  el fuego, baila al ritmo del viento...
     Su mano se posó sobre la mía, levanté la mirada y la vi, allí estaba, allí estuvo todo el tiempo pues buscaba en el sitio equivocado. Vivía de un dolor innecesario, pues la verdad estaba allí. Tras esa hermosa confianza, tras tonterías ocultas bajo intelectuales conversaciones. El destino no me invitaba a buscar pues lo presentó ante mí y no lo supe hasta ahora... las lágrimas corrían por mis mejillas, cayendo sobre la mano de Jenny 
     - Lo siento, yo, yo no... - me interrumpió diciendo - No digas más, niño... siempre has sido un imbécil - y una enorme sonrisa se dibujó en su rostro lleno de lágrimas. 
     Me levanté, la tomé entre mis brazos y por primera vez en mucho tiempo, me sentí seguro, me sentí libre... la levanté en el aire y la besé, besé a quién fuese mi más grande realidad, mi más grande deseo. La coloqué nuevamente en el suelo y con una sonrisa en el rostro, con el sol saliendo en el horizonte, dando por sentado el final de una oscura noche; con sus ojos centrados en mí, dijo - ¿Ves que no es necesario hacer volar los libros para llamar la atención, niño tonto?. 
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henrydposts · 7 years
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¿Sabes guardar silencio?
     Quisiera compartir hoy contigo una historia que escuché hace muchos años, en uno de mis muchos viajes, de parte de uno de muchos desconocidos con los que podría llegar a toparme entonces. La considero una historia fantástica, al igual que aterradora, por lo que te advierto ahora, si no estás dispuesto a continuar, mejor detente aquí y vuelve a casa... seguramente, mamá te está esperando. Bien, una vez tirada la basura podemos continuar... 
     Viajaba en el tren de las 4:30, te invito a recordar esa hora, pues podría resultar importante más adelante; mi joven cuerpo de entonces mostraba importantes signos del desgaste, producto de los días de travesía que había decidido afrontar. Aventurero era por naturaleza, pues nada hacía danzar a mi espíritu, preso de la pasión que invadía mi cuerpo, que el conocer cada gramo de cultura, presente en este vasto mundo. Estaba junto a la ventanilla, observando los magníficos paisajes, vestidos de los más hermosos colores que sólo el otoño traía consigo, cuando entonces pasó. Un sujeto de no menos ochenta años se sentó frente a mí, vestía una larga túnica color granate que cubría su cabeza y caía hasta ocultar por completo sus delgados tobillos. Su túnica, destacaba con hermosos detalles en oro y plata, bastante extravagante, tratándose sólo de un pobre anciano viajando en tren. Su presencia resultaba perturbadora, por lo que decidí no prestar mucha atención a mi nuevo invitado. Giré la mirada y continúe observando la hermosa imagen, ahora acompañada de los espléndidos colores que dejaba el atardecer. Perdido estaba en mis pensamientos, imaginando el destino que me deparaba el futuro, cuando al anciano comenzó a hablar...
     - Magnífica es la creación ¿No te parece? - dijo, sin apartar la mirada del atardecer 
    - Vaya que lo es, si - dije, con algo de incomodidad en mi voz, pues aunque no quería parecer grosero, la idea de charlar con ese extraño sujeto me parecía bastante inútil. 
    El anciano se acercó un poco a la ventanilla, dibujo en su rostro lo que parecía una sonrisa y continuó diciendo...
    - Eres un joven nómada, por lo que puedo notar... ¿Buscas respuestas allí afuera? - dijo, aún con la mirada perdida en el sol que se ocultaba tras las verdes montañas. Lo observé unos minutos antes de dar respuesta, pues aunque fuese espeluznante, bastante obvia era mi presencia. 
     - Así es... mi intención es aprehender cada gramo de cultura presente en esta tierra. 
     El anciano calló, a la vez que se acercaba un poco más a la ventanilla. Lo más curioso es que en ningún momento apartaba su mirada del cristal, quizás temía entablar contacto visual conmigo o sólo era de esos antiguos artistas, dedicados a observar las más grandes maravillas en los más ordinarios momentos. Había decidido levantarme, mas justo en ese momento, el anciano repuso nuevamente...
     - Dime, joven viajero ¿Existe el mal, así como existe el bien? 
     Me detuve en seco, resultaba ser una curiosa interrogante, por lo que sin tratar de ocultar la confusión presente en mi rostro, dije...
    - ¿El mal? ¿A qué se debe esa pregunta? - el anciano sonrío y dijo - Seguro estoy de que conservas las respuestas a cada una de mis demandas, pues aunque el destino puede ser un juego de azar, en el fondo de su razón se encuentra la verdad.
     Por alguna extraña razón, esas últimas palabras hicieron que volviera a tomar mi lugar, desde donde, sin apartar la mirada de mi nuevo compañero, mantenía en falsa confianza una sonrisa en mi rostro. 
    - El mal... resulta curioso, pues todo viajero se topa con él en algún momento de su viaje. Sus formas son muchas, pues puede ocultarse tras los inocentes ojos de un niño o las curvas de una hermosa mujer. El mal sólo brinda equilibrio al universo, pues no existe luz más brillante que aquella nacida en el corazón de la oscuridad. 
    El anciano no pronunció ni una sola palabra, se dedicó únicamente a observar el cristal. Estuvo unos minutos en silencio, hasta que repentinamente dijo...
    - ¿Te gustan las historias? Podré ser viejo, pero sé, al igual que tú, que la experiencia sólo se brinda aquellos viajeros de largas travesías.
     Lo miré confuso, aún así, obtuve el valor suficiente para asentir, esperando entender un poco más lo que el anciano buscaba decirme. El anciano sonrío y en un suspiro, comenzó a relatar su historia.
     - “La historia es bastante simple, aunque se remonta a cientos de años atrás... Una hermosa joven de cabello rojizo, corría por las praderas de un antiguo pueblo. Bastante tranquilo era este, pues aunque presente estaba en el corazón de la nación, el bosque que lo rodeaba daba la protección y misterio que, en lo personal, la vida merece. Nuestra joven poseía un corazón lleno de pasión y vida, cosa que la empujaba constantemente a soñar con abandonar el pueblo e ir en búsqueda de lo desconocido, más allá de la inmensidad de los árboles y las vastas montañas. Esta concepción del mundo, hacía que su madre bloqueara en todo momento los deseos de esta pobre chica, pues bien dijo, aquellos que abandonan este bosque están condenados a cargar por siempre una maldición, el mal los perseguirá y en la hora del juicio los arrastrará a la más profunda oscuridad del infierno. La chica era inocente, pues seguía siempre los impulsos del corazón, olvidando siempre las constantes advertencias de su madre. Así, una noche tras las fiestas de primavera, la chica decidió abandonar para siempre el pueblo, yendo en búsqueda de sus sueños. Aguardó a que cada uno de los habitantes cayera en un profundo sueño; así, cerca del amanecer, comenzó a recorrer el profundo bosque. Su camino únicamente destacaba enormes troncos, grandes arbustos y prolongadas lianas espinosas; detenerse no era ya una opción, aunque sus piernas cansadas comenzaban a cuestionar las demandas del corazón.
     Se detuvo un momento para recobrar el aliento, respirando profundamente el cálido y pesado oxígeno, que poco a poco se volvía más y más difícil de respirar. Justo entonces escuchó un agudo sonido, sin pensarlo, levanto la mirada preocupada, buscando en la oscuridad el origen de semejante ruido. Sin esperar más, la chica se abalanzó sobre uno de los tantos arbustos, buscando refugio, ignorando la cantidad de espinas que se incrustaron en su piel, dejando la sangre correr. Esperó en silencio, aguantando el dolor, cuando entonces lo vio, se trataba de su madre. 
     Imaginó que esta se encontraba preocupada ante su repentina desaparición, por lo que pensó en salir y asegurarle que todo estaría bien, que tarde o temprano esta volvería al pueblo con nuevas historias qué contar... sin embargo, justo antes de levantarse, algo extraño ocurrió, no se trataba de su dulce madre, pues aunque esta contara con los mismos rasgos que ella, sus ojos inyectados en sangre y furia destacaban en la oscuridad de la noche, su boca mostraba unos brillantes dientes de color marfil y en sus manos, unas largas garras caían hasta sobrepasar su cadera. La chica en gritos ahogados fue incapaz de contener las lágrimas de horror, grande era su confusión y con creces, pues lo que ahora pasaba no tenía sentido alguno. La extraña criatura abandonó el pasaje, dejando a la chica oculta en extrema desesperación; era incapaz de hablar, no sabía qué hacer ahora, pues su única opción era abandonar ese profundo bosque, lejos del pueblo y de su ahora irreconocible madre. Sin esperar más, se levantó con cautela y tras asegurarse de la soledad del espacio, inició rápidamente a travesar el oscuro bosque. Tras minutos andando, vislumbró a lo lejos una pequeña luz, ¿Podría ser esta su única salida? debía averiguarlo, pues ahora no existía nada qué perder. 
    Pocos eran los pasos a la salvación y libertad, mas justo antes de alcanzar la salida, un grito grave ocupo el lugar. Rápidamente, la chica giró su mirada al origen del sonido, desde donde esa extraña criatura la observaba con lo que parecía una sonrisa... antes de pronunciar si quiera un gemido, la criatura se abalanzó sobre ella a toda velocidad, la chica, corrió desesperadamente a la salida. Corrió y corrió sin mirar atrás, hasta que por fin llegó al origen la luz y el final de su travesía. Fue entonces cuando lo sintió, una de las garras se había incrustado en su brazo, arrastrándola de vuelta a la oscuridad del bosque; el dolor era insoportable, mientras la sangre corría por la punta de sus dedos. La desesperación se clavaba en su pecho ¿Era este el final? giró sólo para observar la sonrisa de dientes filosos de aquella que, en algún momento, fuese su madre. Entonces lo vio, a pocos metros del fin, una rama enorme destacaba entre el verdor de la maleza, sin pensarlo, tomó la vara entre sus manos y agitándola, consiguió asestarle un golpe contundente en la cabeza. El monstruo la soltó, mientras retrocediendo sostenía su cabeza, buscando contener el dolor. La chica aprovechó entonces para escapar, sólo escuchando tras de sí, esas oscuras palabras... 
     -¡Maldita! ¡Estarás maldita de ahora en adelante! Pues tu vida será desdichada y miserable por el resto de tus días, destinada a cargar con esta oscura maldición en secreto... corre, escóndete, pues la hora del juicio se acerca y allí estaré para arrastrarte conmigo al infierno...”
     El anciano terminó su historia, dejando un profundo silencio en el vagón. Estaba perplejo, pues resultaba una historia escalofriante y mi piel erizada daba fe de ello. Cargado de valor, pronuncié las palabras más predecibles que el momento brindaba...
     - ¿Qué sucedió con aquella chica? - el anciano se acercó mucho más al cristal, quedando justo frente a mí, dijo entonces - Vivió su vida como hubiese querido, hizo de esa maldición su rutina y aprendió a vivir con ella... eso claro, hasta conseguir la cura. 
     Me quedé pensativo unos segundos, tras lo que sin esperar más, repuse - ¿Cura? ¿A qué se refiere con la cura? ¿Existía forma de romper la maldición? - dije de manera crédula y vacilante. El anciano se aproximó más al cristal, su respiración era acelerada, encontrándose ahora justo frente a mí. 
     - Esta maldición sólo afecta a aquellos seres de corazón apasionado, brillantes viajeros en búsqueda de sus sueños... mantenerla es un secreto, pues ese es el punto de la misma y por tanto, su cura.
     Resultaba confusa la explicación de este anciano, quién ahora comenzaba a girar su mirada hacia mí, justo entonces pude observar lo que su túnica ocultaba; una oscura mirada de ojos inyectados en sangre que ahora se clavaban en mí... di un salto en mi lugar, aterrado ante la nueva escena, mientras una voz profunda retumbaba en mi cabeza, pronunciando las siguientes palabras...
     - Tu vida inicia ahora, pues no habrá escapatoria, escucha bien mis palabras y entiende, pues la hora del juicio se acerca... la maldición en secreto haz de guardar, hasta el día en que un joven de semejantes características, tu historia esté dispuesto a escuchar... - terminó y en una sonrisa de colmillos color marfil, desapareció del lugar sin dejar rastro.
     Bien dije que la historia era fantástica, aunque podría entender que la advertencia en su momento debía ser más profunda... sin embargo, lo hecho, hecho está, ante lo cual me despido, agradeciéndote por mi nueva libertad, te deseo suerte y pregunto ¿Serás capaz de guardar un secreto? 
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henrydposts · 7 years
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Te rompieron el corazón no las piernas. Sigue avanzando.
Letras Secretas (via letrassecretas)
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henrydposts · 7 years
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Y quizás ahora que sabes como se siente llevar el corazón roto, no se lo rompas a nadie; es lo mínimo que podemos hacer en honor a quienes aún creen en el amor.
Brenda Ramirez. (via buscando-letras)
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