Tumgik
elruidoblanco · 1 month
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Referencias
Búscame en cada perro negro que encuentres
Búscame en los carruseles de Chapu y Central Park
Cuando extrañes mi risa encuéntrala en los diálogos de películas que solía imitar
Evita recordarme en primavera
Ésa no es época para llorar
Encuéntrame en el bosque, búscame en el techo mirando al cielo ponerse rojo
Encuéntrame entre las nochebuenas en diciembre
Y si quieres échate una Nochebuena a mi salud
Piénsame cuqndo te pongas un ugly sweater
Piensa en mí cuando veas un pato
Y si puedes pide los chilaquiles sin cebolla ni crema
Únicamente gratinados
Júzgame de remilgosa te doy permiso
En octubre diciembre y septiembre
mira religiosamente Harry Potter
pero especialmente la tres
Recuérdame cuando escuches Hey There Dalilah
Y canta fuertemente canciones de los Jonas Brothers
Siénteme cuando te pongas la sudadera de Dirty Dancing que te regale aquél catorce
Y en tu pecho cuando uses la cobija de elefantes que era mía pero terminó siendo tuya y en secreto siempre lo fue
Te ruego no mires mis fotos
Te suplico siempre me recuerdes en tus sentidos
Añoro vivir entre tus palabras y tus ideas
Entre los huecos de las letras de todos los libros que regalé
Si nos volvemos a ver ojalá nos encontremos bajo el marco de aquella puerta donde me paraba a decirte todo y nada
En el descenso hacia la salida me escoltas por la escalera y en cada escalón postrado hay un amor
En cada descenso despido a otro amigo
En cada despedida quedan semilla de algo que nunca murió
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elruidoblanco · 1 month
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A.R
La conocí bailando
La conocí sin pena
La conocí la bese y después le di mi alma entera
Se la di a enteros, medios y cuartos
Y en todos aquellos en los que nos deshicimos
Y reconstruimos hasta no volver a ser.
Le di mi verano, y ella a mi el suyo.
Le di mi mano, Pedí la suya y no me la dio.
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elruidoblanco · 1 month
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Juguetería Mexicana
Estúpida y rectangular es la prisión que me confina sin tu cuerpo
Absurdas son las horas que te dedico sin que estés aquí mientras juego a ser artista gimiendo tu nombre en tarareos desdibujados de vergüenza y ganas de ti. 
Te busco sin querer pedirte el cuerpo 
En una suerte de twister improvisado
Usamos tu piso jugando a tocar colores
Quitar extremidades de nuestros medios 
Labios  rozan clavícula izquierda
Mano derecha se desliza a cadera derecha
Y por accidente tu lengua endurece mi pezón 
Pienso en una de esas que  deseaste mi corazón 
Tus dedos usan mi espalda como serpiente a la escalera
Y yo busco cantar mi orgasmo como se canta en la lotería el premio mayor 
Chin chan pu de tus ojos con los míos
Ganan mis tijeras contra tu piedra
Recorro tus bordes lisos 
Y te dejo erizar todos mis vellos 
Acariciarnos 
Pensar a qué más jugar
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elruidoblanco · 1 month
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Bacanal de 600 músculos
Al principio del tiempo , la tierra y cielo 
te seduzco como los dioses a sus doncellas
Me arrarstro sobre tu cuerpo y me cuelo entre
 tu cuello y tus piernas
Me hago un océano 
me vuelvo guerra 
Más de 600 músculos y yo los siento todos 
600 fuerzas que buscan invadir y conquistarme la piel
Los siento palparme,morderme, saborearme
Siento los millares de venas en tu cuerpo arder sobre mi carne mi ceniza mezclarse en mi sudor 
Cóctel de flujos y texturas que nos embriaga y nos revienta la boca de sabor 
Sabor de tus amantes y las mías
Sabor a sus quemadas y sus vientres y sus pieles 
después de tu incendio 
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elruidoblanco · 6 months
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Transparente
Camila L.P
La alarma sonó al diez para las ocho de la mañana de un sábado. Había quedado de ver a Malena para desayunar por nuestro quinto aniversario de matrimonio. Decidimos que fuese desayuno y no cena porque su nuevo empleo la tenía trabajando durante la noche. Mis horarios eran tan regulares como los de cualquier otro individuo que viviera una jornada de nueve a cinco de lunes a viernes con descanso los fines de semana. Irónicamente, Malena parecía haber sido diseñada como una de esas personas que puede existir con otros en horarios matutinos mientras que yo siempre desee poder decir “Buenos días” sin hacer sentir al prójimo que le podría arrancar la cabeza si me dirigían la palabra. 
Habíamos hecho una reservación para el Four Seasons y posteriormente habríamos de partir para hacer la luna de miel que tanto nos habíamos prometido darnos una vez que nuestras cuentas de banco estuviesen más ligeras de deudas y que la agenda de Malena estuviese poco más vacía. Muchas habían sido las noches y días en los que Malena y yo trabajamos para darnos todas aquellas cosas que nos prometimos desde que nos hicimos novios. Siempre hacíamos recortes a nuestros gastos, si podíamos ir a algún sitio a pie, llegábamos, si podíamos comprar la versión más económica de un producto la comprobamos a no ser que fuese algo que pudiera reparar sin necesidad de involucrar manos expertas. Todo lo hacíamos nosotros. Vivimos felices así durante los primeros tres años de novios y los últimos cuatro de casados, por fin había encontrado a una mujer con la que no fuese necesario una salida fácil o que le tuviese miedo a involucrarse en cosas que eran responsabilidades impuestas en mi por ser su esposo. En el último año, Malena se había dedicado de lleno a catapultar su carrera ya que yo había optado por hacerme cargo a las labores de nuestra casa un poco a la fuerza gracias a que me despidieron de mi anodino trabajo. A ella le vino muy bien. A mi me costó, pero logramos sobreponernos. 
Sonó la alarma a las ocho con diez, salí de la regadera habiéndome terminado de bañar para darme una afeitada a consciencia. Abrí la ventana para que el vapor se esfumara y saque la crema y navaja para afeitar. Al quitarle el vapor al espejo no encontré mi cara, ni mis hombros anchos ni el cuello que los conectaba. Miré mis manos y mis piernas desnudas, podía ver mi carne y mis dedos. Llevé mis manos a donde estaba mi rostro. No había desaparecido. Tenía todavía mi nariz, cejas, ojos  y boca donde habían estado desde su concepción, pero ante el espejo yo era inexistente. Salí tempestuoso hacia el espejo de nuestra habitación a comprobar si el espejo de cuerpo completo servía. Seguía sin verme. Tomé mi teléfono y traté de tomarme una foto, pero sólo se veía la pared detrás mio, ni siquiera mi sombra. Me pellizqué por todos los rincones sensibles de mi cuerpo, podía sentir mi piel fría y el agua escurrirse por mis extremidades. Salí a la calle a ver si en mi coche podía encontrar mi languidez reflejada en  sus costados. Nada. Había llegado a la conclusión de que quizá me había vuelto invisible hasta que el vecino de enfrente me encasilló de exhibicionista y me exigió me pusiera algo de ropa para no andar enseñando mis miserias. 
No estaba borracho, mucho menos bajo el efecto de ningún alucinógeno o sustancia narcótica, no había desaparecido de la faz de la tierra ni le había vendido mi alma a alguna entidad superior/infernal, sólo mi reflejo ya no estaba ahí. Eran las ocho cuarenta y la hora de la reservación se aproximaba. Era nuestro quinto año de casados. No podía no asistir a nuestra cita y menos sin una explicación que no fuera “No vine porque no me encuentro”. Me vestí con el mejor traje que pude encontrar en el armario, me rasuré tratando de recordar la exactitud de mi cara y salí presuroso hacia la estación de metrobús previniendo perder la reservación. Corrí desesperado tratando de encontrar mi reflejo en cada ventana, en cada coche y entre cada transparencia reflejante que se atravesase en mi camino. Incomodé a hombres y mujeres por igual en el trayecto ¿Y si Malena no podía verme? ¿Qué pasaría si nos trataban de tomar una foto para el recuerdo y lo único que la cámara tomara sería a ella? 
 Llegué al hotel con diez minutos de anticipación. Me acerqué a la recepción preguntando a la recepcionista si una mujer con la descripción de Malena ya se había presentado. Me miré a la campana de servicio de su escritorio tratando de encontrar mi reflejo distorsionado mientras la recepcionista buscaba si Malena ya se había registrado, nuevamente fallé. Pasé al restaurante y procedí a esperar a Malena en la mesa que habíamos reservado. Mi mujer no era de aquellas que suele llegar tarde a ningún sitio, mucho menos si tiene un compromiso importante; ese hábito lo aprendí de ella. 
Miré mi reloj. Marcaba la hora que habíamos acordado para nuestro encuentro. No había ningún mensaje o indicio de que Malena tuviese algún contratiempo para llegar. La llamé y contestó el buzón de voz. Malena había estado trabajando para la campaña electoral del próximo jefe de gobierno, a veces le consumía más horas del día que podría pasar conmigo y las pasaba con sus otros compañeros asesores de campaña discutiendo como hacer que el marrano del candidato pudiera ser más querido por la gente. No era trabajo fácil. Le llamé nuevamente. No hubo respuesta. Transcurrieron dos horas más y Malena por fin llegó agitada pero más guapa que nunca. 
La explicación que Malena me dio respecto a su demora fue que su jefe los había retenido porque el hijo del candidato se había metido en problemas por posesión de drogas y habían estado toda la noche fuera tratando de contener el incidente para que no saliera a los medios y que si no hubiera sido por Román, su jefe, no hubiese podido llegar. Traté de no molestarme por la falta de aviso, pero no era la primera vez que Malena había llegado tarde a verme en los últimos cuatro meses. Cada vez se estaba volviendo más frecuente, y tratar de pedirle explicaciones solo me llevaba a respuestas como “Pues ya sabes, los  políticos y sus desmadritos”o “Mi trabajo es muy absorbente, ya deberías saberlo”. Malena y yo procedimos a desayunar y a emborracharnos con mimosas en el proceso.  
Diez mimosas después llegó el momento de mi peor pesadilla, Malena le pidió al mesero si le era posible tomarnos una foto. Traté de impedir que el mesero la tomara excusando que deberíamos tomarnos la foto cuando estuviésemos más sobrios, que no saldría bien y que no quería que nuestros futuros hijos vieran esa foto y nos mirasen en esa condición. Mis intentos fallaron. El mesero tomó la foto. Malena me estaba dando un beso en la mejilla y yo la rodeaba con mis brazos con la fuente del hotel de fondo. Cuando el mesero nos devolvió el celular Malena recibió su teléfono. “Nos vemos igual de guapos y felices que siempre, de qué te preocupas”dijo Malena tirándome a loco. Tomé el teléfono tratando de disimular mi miedo. La foto mostraba nuestra misma pose y el restaurante y la fuente de fondo, pero en mi lugar se encontraba Román, su jefe. Me quedé frío. No me explicaba semejante aparición. 
Disimulé mi impresión y le pedí que nos tomáramos una selfie para comprobar que no estaba imaginando cosas. Nuevamente veía la cara de mi mujer mi camisa y corbata, pero mi cara había sido reemplazada con la de Román. Román no era un hombre al que las mujeres pudiesen omitir de sus miradas, Tenía una barba de candado como la mía salvo que la suya estaba perfectamente recortada; una mirada cálida y penetrante, un cuerpo ejercitado producto del tiempo libre que Román invertía en el gimnasio de su departamento y la facilidad de colarse entre los círculos más íntimos así como de colarse en las entrepiernas de todas las mujeres a las que conocía y algo me decía que Malena no era la excepción. 
Esa noche tomamos un vuelo con destino a Aruba para celebrar nuestra pospuesta luna de miel y todas las fotos que nos tomamos en Aruba eran Román y Malena teniendo una vacación de lo más linda y ambos se veían bronceados y enamorados. Una de las noches en las que Malena tuvo que atender llamadas urgentes de su oficina confirmé su amorío al mirar los correos de su computadora con mensajes que demostraban algo más que sólo una relación de jefe y subordinada. Claro que quise confrontarla, pero no supe como. Cada que intentaba hacerlo la voz de Román hacía algo como un mal doblaje de las palabras que mi boca podía reproducir así que sólo hablaba si era absolutamente necesario. Estuvimos en Aruba cinco días y pronto Malena regresó a los brazos de Román. Las ausencias siguieron aumentando, y mi persona no solo fue reemplazada con la de Román, si no con la de varios hombres cuyos nombres nunca supe. Así transcurrió el resto del año, no pude volver a verme, si no a todos y cada uno de los hombres con los que Malena pasaba su tiempo. Ya no podía reconocer en mi al hombre con el que ella alguna vez había elegido para pasar el resto de su vida. Siempre era un hombre con barba de candado, ojos de color y mirada penetrante, ya nisiquiera podía vernos en ninguna de las fotos que teníamos antes de que ella y Román se hicieran amantes. Decidí que no volvería a ser transparente. 
Malena había salido de viaje por trabajo y estaría fuera cerca de dos meses. Román había sido el inicio del fin y yo estaba determinado a volver a ser yo. Me dediqué a seguirlo día y noche durante la ausencia de mi esposa. Pienso que si Malena no estuviese de por medio Román y yo hubiésemos sido grandes amigos. Era diferente a mi en todo sentido. No tenía reparo en hacerle saber al mundo que él existía, lugar a donde iba, lugar donde la gente lo conocía.  Era atento con los ancianos y bueno con los niños. Gustaba del buen comer y de quien sea que gustase de su presencia y su cuerpo. Era un hombre sensible en formas en las que yo no podía serlo. Quizá eso es lo que le agradaba a Malena. Le gustaba ir a la ciudadela los domingos a bailar danzón con las señoras. Sabía en qué restaurantes desayunaba, comía y cenaba; siempre acompañado de algún hombre o mujer a los que llevaba a su casa después. No tenía nada personal contra él, de verdad. Hasta lo encontré encantador el día que le compró una bolsa de croquetas para alimentar a un perro callejero que había encontrado fuera de su edificio. En ese momento lo abordé. El muy cínico lo negó todo. “Broder, me cojo a cinco personas al día, no sé ni quien es tu vieja” añadió el pocohombre.  Fingió no conocerme nisiquiera cuando le dije que ya sabía que llevaba año y medio cogiéndose a mi esposa; no soporté sus mentiras y fue  entonces cuando lo amordacé. He de reconocer que nunca demostró miedo, ni siquiera cuando lo castré. Quizá Malena lo quería por valiente. Quizá por  ser atento y bueno con los demás. Le quite lo que más disfrutaban de él sus múltiples cogidas. Lo dejé inconsciente después de pegarle tres veces en la nuca. Tomé un pedazo de botella roto del piso y lo usé para dejarlo eunuco, pero eso no me bastó. Lo dejé moribundo y desaguándose en el callejón de una colonia perdida en la ciudad. Le di de comer a los perros callejeros su pene y sus testículos. Al día siguiente la noticia del fallecimiento del jefe de asesor de campaña del candidato a jefe de gobierno se encontraba encabezando todos los medios físicos y digitales. Me dio gusto cuando vi los encabezados amarillistas sobre el putete sin huevos ni pito siendo comido por los perros. Malena regresó antes para el funeral. Ese día nos vestimos muy formales ambos. Me bañé, me recorté la barba. Cuando nos tomaron la foto del recuerdo del funeral, por fin volví a verme a mi y a mi barba de candado y ojos penetrantes. No había perdido mi guapura, quizá enflaqué un poco. Nunca más volví a ver una foto mía donde me reemplazara otro hombre. 
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elruidoblanco · 9 months
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La muerte y toda su banda
“To die would be an awfully big adventure” Peter Pan. J.M Barrie
Ya no le temo a estar viva 
Viva la vida y la muerte 
y toda su banda
Ya no le temo a la vida 
A sentirla viajar por mis venas
Llenarme la lengua y colmarla 
De sus sabores, sus mieles
Sus desdenes sus penas y sus lunares. 
Ya no le temo a estar viva 
Ni a retumbar entre paredes 
Entre estrellas ni mares 
Yo que ya he muerto centenas de miles de veces
Ya no le temo a estar viva 
Que viva que viva la de los 16 y los 12 y los 10 
Abajo los 23, que a nadie le agradas esa edad 
O eso decían los de Blink 
Ya no le temo a estar viva 
Ya no me quiero morir joven
O quizá sí no lo sé
Ahora sólo sé que estoy viva
Aunque a veces sólo sé que no se nada
Que nada es absoluto, lo único que sé 
Y que siempre he sabido es que todo pasa
nada permanece 
Sé que ya no le temo a la nada
que la nada no son tigres que me quieren cercenada 
Que la nada es la muerte absoluta 
Pero ya no le tenemos miedo 
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elruidoblanco · 10 months
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Por todas aquellas cosas que perdimos en el fuego
Me siento ante el abismo del pedestal
Mirando lo que queda de aquella ruina
Dicen que de las cenizas se renace
pero yo renazco en tus pupilas 
cada que tu boca dice mi nombre
Me siento ante el abismo del pedestal 
entre esta pesadez y la levedad
de tu mano con la mía 
del calor de tu cuerpo en mi cama
Le pido a Dios perdón 
por todas aquellas cosas tan 
raras que hicimos cuando nos dejamos de querer 
Más te pido perdón a ti
porque repetir no se lleva bien con estar vivo
y porque todavía hay algo vivo entre esta ceniza 
Todo se lo lleva el fuego de nuestra hoguera 
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elruidoblanco · 1 year
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Soneto 30
Desde esta boca te anhelo
Mirada terciopelo 
Tierra santa a la orilla de tus pies  
Decisión divina 
Justa y asesina boca que huyó
Futuro cansado de regresar 
Y girar en soles de no tornar
Sobre esas flores que dicen cosas
Y juran y perjuran su alma al diablo para no marchitar
Tu que bailas bajo las enaguas de las estrellas
Que prometes noches largas y risueñas
Que tus besos se vuelvan olitas de alta mar 
Y ya si hablamos de pecar
Yo te prometo aquello que la gente jura dar
Lo que se cuela entre tu suspirar
Coral que brilla en la arena
Arroyo de noche serena
Sueño a medio acabar 
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elruidoblanco · 1 year
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Que fuerte todo.
Wow. Si ando high. 
Wow,que fuerte es todo. 
Que fuerte eres tú. Qué fuerte es este cuerpo que quiere y te quiere y te quiere.
Y quédate o quédate ésta alma mía;
Tan mía cómo fue tuya y que así como fue tuya dejó de ser. 
Me gustaría que llueva. Llueva llueva 
La virgen de la cueva y las suicidas, 
y de las ferias de San Marcos para ver si un día nuestras bocas se vuelvan a encontrar. 
Y sí, este es tu poema o más bien un canto.
De esos que coreamos entre conciertos, pero que triste que en ninguno te pude besar. 
Ángel,tú que bien cuidas de mi alma 
Te imploro que la guardes muy cerca tu ventana 
y que la acaricie en las tardes el sol. 
Perdona si te pido tanto, pero tanto tanto que ya no puedo más. 
Wow. Qué fuerte todo. Pero todo todo.
Que fuerte eres tú.
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elruidoblanco · 1 year
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Merezco Sosiego
Era el medio día del miércoles, no recordaba nada de lo que pasó antes de mirar el reloj en la computadora, marcaba las 12. Mi celular vibró con inusual urgencia en el bolsillo. “Privado” se leía en la pantalla , contesté. 
Camila- escucho antes de que se corte la llamada.
Sentí la voz de Fernanda tan cerca de mí que hasta me encogí, pero no estaba cerca. No podría estarlo, yo estaba en mi oficina. ¿Y ella?
Me dirijo al baño entre la calma y un miedo que aún no logro comprender. Me refresco la cara y llego a la conclusión de que algo le pasa a Fernanda. Al regresar a mi escritorio le escribo a mi asistente que no estaré disponible el resto del día y que se queda a cargo, tengo un asunto personal de mucha urgencia. En el descenso del piso 14 al lobby determino que es mejor buscar a Fernanda primero en la Cibeles porque a esta hora estará regresando de correr por reforma y lo que siempre se le antoja después es un café. 
Pido un coche desde San Joaquín y de camino le escribo mensajes a mis amigos para preguntarles si saben de Fer y si está bien. Los mensajes no salen y las llamadas tampoco. Al llegar a la plaza, busco sin descanso la delgadez de Fernanda entre las sillas y bancas vacías, pero no hay ni un rastro. El teléfono suena y pienso que puede ser ella. Otra vez la pantalla dice Privado y yo contesto para escuchar a otra señorita que dice ser del banco. Le cuelgo antes de que termine de decir Banamex. El banco me estresa y también me estresa que Fernanda no aparezca y el reloj quizá ya no me sirve porque sigue marcando las 12. Recuerdo que a dos cuadras está el bar favorito de Fernanda y sin pensarlo mucho camino hacia allá .
Seguro Fernanda está jetonsísima en su cama y yo aquí creyéndome Robert Langdon tras las pistas de su rastro, entro a la Mil Amores y trato de ver si entre los extraños está Fernanda masticando una naranja con chile. Decido esperarla desde la barra y me pido una botella de agua y una Victoria. A medio trago de agua suena el teléfono. Ansío que sean mis amigos con noticias de Fernanda y cuando contesto es una señorita, ¿por qué siempre tiene que ser una señorita? Le digo que se vaya a la chingada y decido ir a la fuente: la casa de Fernanda. 
Intento pedir un coche de Insurgentes hacia Simón Bolivar. Un mensaje aparece en mi pantalla informándome que no tengo fondos suficientes para pedir el viaje y los últimos cien pesos que tenía los gasté en cerveza y una botella de agua de 600 ml. Yo creo que algo se apoderó de mí  y así como Robert Langdon lo hubiera hecho, aproveche que un repartidor de comida dejó su bicicleta sin cadena y la tomé para bajar por circuito y tomar patriotismo. Las cosas que hacemos por amor ¿no?. Otra vez suena el pinche teléfono mientras pedaleo como si me persiguiera el mismo diablo. ¡Me queman las piernas, Banamex! Merezco sosiego. Me siento como cuando corrí para alcanzar el camión de los embargadores de casas que se llevaron mi peluche de gorila junto con el resto de nuestras cosas, por culpa del pinche banco.
Boto la bici en la banqueta y siento que quiero escupir un pulmón. Me acerco al edificio y toco el interfón del 301. Pasan cinco minutos. Fernanda esta en definitiva dormida. Una vecina viene llegando y aprovecho para colarme, subo tres pisos y toco el timbre con violencia hasta que una Fernanda víctima del cuerpo pesado post insomnio abre la puerta de su casa. Ofendida por su desfachatez le reclamo mi preocupación y en automático asumo que su llamada se cortó por falta de pila y le pido que me haga el chingado favor de siempre cargar su teléfono antes de dormir. 
-Camila, me acabas de despertar. 
Recuerdo que no recordaba nada antes de mirar el reloj en la pantalla de la computadora. 
Mi teléfono suena, “Privado” se lee en la pantalla, contesto. 
Era Banamex para decirme que ya tengo suficientes puntos para tener un vuelo gratis.  
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elruidoblanco · 3 years
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El manifiesto de Mefistófeles
Un diablito triste.
Un triste diablito. 
Uno pobre,
y otro; desafortunado.
Un diablito con el que te llevas,
y un diablito que te lleva entre las patas.
Aquél al que rezas para alejarlo
Y el otro con el que tratas.
El diablito al que le vendes el alma
otro; al que le ofrendas tu carne.
Si tu alma vale mil pecados,
Yo los cometo todos. 
Y si me pides un cometa,
Yo le corto las alas.
Cuando quieras ahogar tus penas; 
Yo quiero ser el mar que las pierde.
Quiero que me despedaces el alma cual parvada de buitres;
Muertos por desmembrarme toda.
Desventurame la vida;
Púdreme la carne,
infectame el corazón. 
No sé si nos veremos en el purgatorio 
Quizá nos encontraremos en en este infernal plano
O si nos veremos en aquél cielo maldito 
Donde lo prohibido es lo que mejor se nos da.
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elruidoblanco · 3 years
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Sueñito
Me gusta lo que me maree. 
Lo que me maree y me vuele. 
Que me vuele como rehilete. 
Como cohete con la mecha recién prendida; con la posibilidad de ser fugaz en la noche. 
Me gusta lo que sea que me acelere las venas. 
Lo que se siente a reencuentro. 
A lo que se siente ese instante en el que te confirmas sospecha; Sospechosa mi sigilo. 
Me gusta que me ronronees, que rondes mis almohadas y mis playeras. Que te entronques entre mis piernas para dejarme tu olor a sol. Me gustas tú, y la de Me gustas tú de Manu Chau. También esa, pero en la versión de Tin Tan. Y me gustan todos los sonidos de tu boca. Esos que haces cuando algo te parece muy tierno y también los que haces cuando le ladras de regreso a los perritos. 
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elruidoblanco · 3 years
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La nada y otros cuentos
A veces, quiero que me lleve la nada. Ser nada en especial. Hacer de la nada lo que me plazca Y que la nada se deshiele. Hacer o ser de la nada un algo. Lo que sea es bueno. Que la nada se desnude Y se desanude de mi cabello. Que a la nada le salgan piernas, que sean fuertes para recorrer los caminos descalzas. Que la nada viva O que perezca en la tierra yerma. Que la nada decida. Que la nada crezca. Que la nada caiga del cielo O que salga de algún hueco perdido del planeta. Que sea más grande que el cielo sobre mi cabeza. Que la nada sea azul O incolora. Carente de mi respiración. La nada podría ser morfina O lo que se siente ser ciego. Lo que no escuchan los sordos. Creo que la nada es la muerte. Que viene por mis entrañas. La nada son tigres hambrientos Que me quieren cercenada. La nada podría ser el olvido. Donde se desvanece el aire. A veces creo que la nada es un mito. Quizá, sólo por eso se mantiene viva. Porque es un secreto a voces. Quizá la nada sea “El Coco”. Quizá la nada sea un lobo con piel Aparentando ser tristeza. El arca pérdida, El secreto para la vida eterna. ¿Y si yo fuera la nada? ¿El cielo, el infierno o el purgatorio? Sería respuesta de un millar de preguntas.
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elruidoblanco · 3 years
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Me confieso
A veces peco de incorregible
Peco de silenciosa
De ensimismada y esquiva
Peco de sobrepensar
De encerrarme entre los recovecos
De agrietarme entre la tierra
A veces blasfemo
Me enredo entre abismos
Entre piernas insostenibles
Peco
Peco de falsa
peco de amar lo desconocido
Peco de parca
De marchita y de soluble
Me diluyo
Me difumino
Me borro
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elruidoblanco · 3 years
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Accidente
A veces me gustaría poderme poner más triste por las muertes de mujeres que no conozco ni conocía. Me gustaría que las lágrimas que me salen no fueran generadas por cosas que son tan próximas a mi. A veces me cacho a mi misma diciéndome que no llore. Por qué soy así. A veces, de tanto sentir ya no siento nada y todo lo que mi cuerpo quiere sentir, lo difumino hasta que se desaparece. Es como la orilla que moja el mar. Está húmedo y sabes que viene, pero como está lejos sólo me conformo con esa humedad reseca.
A veces no sé si soy algo. Si soy una mitad o sólo papel rasgado esperando que me armen otra vez; aunque no quede igual. A veces siento que sólo soy un par de piernas al borde del agua; aguardando que vuelva y que con su regreso aparezca algo. Qué. No sé. Al menos ahora no me es claro.
Quizá ahora soy un collage mal hecho. Parte de una caricatura. Partes de clichés. Un melancólico mural de papel reciclado que alguien pensó sería un bonito detalle para darle a su mamá el día de las madres.
Me caga no poder llorar. Especialmente cuando eso quiero. Me importa poco si una lloradita no resuelve mi vida, pero de algo sirve. La gente siempre utiliza este ejemplo absurdo de la gente esponja. Que sólo va chupando lo que sea que le tiren y absorbe tanto que después sólo le queda escurrirse poquito a poco hasta que alguien la exprima. Mínimo se sale algo cuando escurre. Yo no soy una maldita esponja. Yo quiero ser una maldita coladera. Una coladera a la que le pase todo lo que le echen y después sólo necesite lavarse para estar como nueva. En cambio yo; Yo soy una botella: vacía, llena y a medio llenar.
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elruidoblanco · 3 years
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Una botella de tequila o una de despecho
Mi abuelo no está en el sombrero No está ni ahí ni en las chamarras de americano No está en lo que tuve ni en lo que deje escapar No está en la calle ni en sus lugares La noche dejó sus ojos Se hizo polvo y carne intocable Lo qué pasa al cesar un temblor No está entre mis cráteres Entre lo reseco de mi marchitez Me siento hojarasca Jamaica despintada Nube sin viento ni aire Compás sin punta Me siento suspendida en alto vacío Hielo ardiendo en sal 
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elruidoblanco · 3 years
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Un monólogo para detectar al neurótico romántico del siglo XXI
Hola, mi nombre es Ro. No quiero entretenerlos mucho. Les contestaré lo que están pensando: sí, soy Ro a secas no Rodrigo, no Roberto, menos Rogelio y mucho menos Román. Mi apellido no importa mucho pues es uno de los tantos Pérez que abundan por ahí. Bueno, pues me gusta hacer comedia porque, básicamente: mi vida es un chiste. La parte más graciosa es mi vida romántica. Más que graciosa es irónica porque cuando empiezo a salir con una mujer y sale a colación en la rutinaria entrevista de la primera cita la interrogante de mi fuente de ingresos vitales, entiéndase como a qué me dedico, respondo: “soy comediante” y automáticamente, sus cerebros se predisponen a esperar que algo las haga reír y nada de lo que salga de mi boca les parece gracioso a partir de entonces. Así ha sido desde que decidí dejar mi sueño de ser actuario para hacer algo más útil en la vida: hacer a la gente reír. Y saben, es triste porque, no hay nada más bonito que la risa de una mujer, aunque sea de esas risas que suenan como alarma de patrulla en avenida a las 3 y pico de la mañana. Cuando tenía 16 años y decidí a adentrarme en el complejo y fascinante estudio de la especie femenina, mi papá me dijo que la clave para una relación exitosa era: hacer a una mujer reír. Eso, lo combiné con el mantra de mi mamá; una mamá luchona, quien me enseñó que “la tercera es la vencida”. En este mundo cada vez es más complicado tener una cita, en especial porque ahora una cita puede no ser una cita hasta que ambos integrantes no estén de acuerdo en que lo es, o si el grupo de amigas de la mujer con la que sales no le escriben que lo es en un consenso de mensajes de texto. He salido con varias mujeres, pero novias hasta ahora sólo he tenido dos. No cuento a Sarita la del kínder porque le pedí que me cocinara una galleta cuando jugábamos a la casita y como era feminazi, dijo que no estaba obligada a servir al hijo del puño opresor y por eso cortamos. Pero sí cuento a Raquel, mi primera novia a los 16. Me botó al año de ser novios porque como me quedé traumado con Sarita por no saber tratar a una mujer, cuando comencé a salir con Raquel no sabía cómo reaccionar. De por sí salir con cualquier mujer es como cuando vas por Insurgentes y te toca un semáforo que está con la luz roja y la luz verde prendidas al mismo tiempo, no sabes si pasar o quedarte parado. Ojo mujeres, ningún hombre es pendejo, ustedes funcionan como esos semáforos. Esto lo digo sin objetivarlas porque no sé si haya alguna feminazi entre nosotros hoy. No me vayan a exhibir en alguna red social y me vaya a quedar sin público o me vuelva meme. Estaba todo triste y mis amigos para consolarme me mandaban memes y videos de perritos y animales para poder lidiar con mi ruptura. Así estuve hasta que decidí bajar Tinder y después de una hora y treinta minutos de darme el lujo de ser selectivo y de experimentar lo que experimenta mi mamá al ver un catálogo de Avon, por ahí conocí a mi segunda novia: Mónica. Gracias a la fuerza del universo (porque me rehúso a creer y compartir imágenes de Dios y sus milagros como mis tías en Facebook) no me tocó feminazi. Le di match porque en nuestros intereses compartidos decía: vegana, 420, modelo para Abercrombie y tenía un emoji de videojuegos. Entonces dije: le doy súper like y me aviento porque que una mujer tan relajada es difícil de encontrar. Y sí, no me la armaba de a pedo porque todo el tiempo estaba súper relajada por grifa. La razón por la que cortamos fue porque olvidó decirme que era pansexual y también porque una tarde que no estaba en el viaje me di cuenta que no se reía de mis chistes a no ser que estuviera quemando. Volví a abrir Tinder porque, como soy un caballero, lo cerré mientras era novio de Mónica. Ya sabía que no debía confiar en las mujeres que tuvieran 420 en su perfil, entonces me fui a lo seguro. Fue así que conocí a la chica con la que estoy saliendo. Es una chava muy amable. Tiene nombre de abuelita; se llama Inés. Y ya que comprobé que no hay ninguna mujer que predique el poder femenino entre nosotros me atreveré a confesarles lo siguiente: si tuviera que definir a Inés diría que es como cuando compras uno de esos huevitos kínder de niño y te sale uno de esos premios que no quieres como un rompecabezas o el muñeco de la colección que menos te interesa porque te cae mal, y aparte repetido. O quizá más exacto, Inés es el juguete de la cajita feliz que no quieres, pero lo aceptas porque sólo les quedan los juguetes chafas. Tal vez ahora se estén preguntando cuánto tiempo llevo con Inés, y quiero compartirles que me voy a casar con ella. Porque como me enseñó mi mamá: la tercera es la vencida, y porque afortunadamente no entiende bien mis chistes, pues es sorda.
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