𝐂𝐚𝐧'𝐭 𝐬𝐭𝐨𝐩 𝐑𝐨𝐜𝐤 '𝐧' 𝐑𝐨𝐥𝐥 ☠︎
personajes: james hetfield x fem!reader
resumen: james hetfield ha estado tan enfocado en su banda que ha descuidado su relación de pareja.
avisos: agnst, ruptura, hay más de un capítulo y esta es la primera parte
contador de palabras: 2219 palabras
Las paredes de tu casa comenzaron a retumbar cuando un coche se detuvo justo enfrente. Supiste de inmediato que se trataba de James, pues lo que sonaba a través de aquellos potentes altavoces era Aerosmith, una de sus bandas preferidas.
Ya estabas prácticamente lista para salir, tan solo tenías pendiente perfumarte y echarte un último vistazo en el espejo, así que hiciste aquello a paso rápido y saliste por fin de casa, cerrando la puerta con llave.
Mientras cruzabas el jardín, alcanzaste a ver como el rubio golpeaba el volante al ritmo de la música, viviendo la canción. Tu novio era un maldito loco del rock y del metal y, a pesar de que no compartías su amor por aquella música, siempre estuviste ahí para apoyar sus proyectos y a su banda.
No obstante, toda persona tiene sus límites y él había traspasado los tuyos. No te suponía ningún problema el hecho de dejarle su espacio para que se enfocara en su música, pero, en el último mes, se había centrado tanto en la preparación de su nuevo disco que había descuidado vuestra relación por completo. Pasaba las noches componiendo y las tardes ensayando, y así no había forma de hacer funcionar lo vuestro. De hecho, si no te hubiese llamado para decirte que estaba libre esa misma noche, habrías perdido la fe y habrías dejado de batallar por mantener vuestra relación a flote. Sin embargo, ahora que tenías la oportunidad, pensabas expresar todo lo que te había estado atormentando en aquel tiempo que habíais pasado separados.
De modo que, con esa motivación, entraste en el coche y evitaste ser influenciada por los efectos de su brillante sonrisa al verte.
—Te he echado de menos —tomó tu mano y dejó un beso fugaz sobre el lomo de esta, comportándose como un caballero.
Desde luego, no te iba a poner las cosas fáciles, pero debías de mantener la mente fría si querías que más tarde se tomase tus emociones con seriedad.
—¿A dónde vamos a ir a cenar? —cambiaste de tema de manera cortante y aprovechaste para abrochar tu cinturón.
—Pues el otro día fui a un restaurante con los chicos y pensé que te gustaría, así que, si te parece bien, podemos ir ahí —respondió, posando su mano sobre la parte descubierta de una de tus piernas y acariciándola con su dedo pulgar.
Ahí estaba de nuevo, hablando de la maldita banda. “Los chicos esto… Los chicos aquello…”, estabas harta de escuchar anécdotas o de que James les mencionase en cuanto veía la oportunidad. Cualquiera diría que prefería pasar tiempo con ellos a estar contigo.
—Si tienes otro sitio en mente solo tienes que decirlo, te llevaré a dónde quieras —volvió a hablar al ver que tú te mantuviste callada ante su propuesta.
—No, vamos a ese, ahora tengo curiosidad —dijiste, pues tampoco es que se te antojara ir a algún otro lugar.
—Perfecto, pues iremos a ese —mordió su labio inferior, feliz por ver que su plan estaba saliendo a pedir de boca.
» Te mantuviste en silencio durante todo el trayecto hasta que el rubio, el cual había estado ignorando tu estado de ánimo, estacionó el coche en los aparcamientos del restaurante. Te preguntó si te encontrabas bien, a lo que respondiste asintiendo. Todavía no era momento de hablar, ya lo haríais en el restaurante con más calma.
—Si en algún momento te empiezas a sentir mal, dímelo y volvemos a casa —recalcó preocupado, creyendo que quizás no te encontrabas bien físicamente hablando.
Acto seguido, se desabrochó el cinturón y te pidió que esperases adentro, para así salir del coche y abrir tu puerta por ti. Siempre se había comportado así contigo, pero no iba a bastar con sus bonitos gestos para solucionar los problemas que os rodeaban en ese momento.
Por pura educación y por no resultar irrespetuosa, tomaste su mano y saliste del coche, tal y como hacían las princesas al bajar de sus carruajes. Justo después, el más alto cerró la puerta que quedaba a tus espaldas, bloqueó las cerraduras del coche, y aprovechó vuestra cercanía para besar tu mejilla.
—Vamos —dijo con voz dulce, rodeando tu cintura para así caminar juntos hacia el restaurante.
Al entrar, te sorprendió el buen ambiente del lugar. Las veces en las que él había escogido dónde cenar habíais acabado en locales o bares perdidos en mitad de la nada, por lo que no esperabas terminar en un restaurante en el que se tocase música jazz en directo. Digamos que aquello te conmovió una pizca.
—Buenas noches, había reservado una mesa para hoy —dijo tras acercarse al encargado de recibir a la clientela.
—Dígame su nombre, por favor.
Mientras que ellos hablaban de sus asuntos, tú fuiste hipnotizada por la calidad de la música que se repartía por toda la sala. Debía de tratarse de músicos profesionales, pues hacían magia con aquellos instrumentos que sujetaban entre sus manos.
—Síganme, les acompañaré a su mesa.
El impulso que notaste en la cintura y las palabras del recepcionista te despertaron del trance en el que te habías sumergido. Ya era momento de tomar asiento para pedir la cena.
—Me gusta este sitio —le hiciste saber a James.
—Ya sabía yo que te iba a gustar —dijo antes de besar la parte superior de tu cabeza.
Una vez que llegasteis a la mesa que os correspondía, tu novio desplazó tu asiento hacia atrás para que te acomodaras sobre este y luego lo aproximó hacia el mantel. Por último, tomó asiento frente a ti, quedando de espaldas al pequeño escenario.
—Enseguida les atenderán —se despidió el recepcionista al ver que cada uno se encontraba ya en su respectivo asiento.
—De acuerdo, muchas gracias —respondió James en tu lugar.
Pasasteis apenas un minuto a solas antes de que se os acercase uno de los camareros que rondaban a vuestro alrededor para tomaros nota. Tú, por un lado, no dudaste ni un segundo en pedir un calzone, pues nunca te habías decidido a probarlo y ahora sentías que era el momento. James, por el contrario, pidió lo que siempre solía pedir en restaurantes italianos, más concretamente, pasta carbonara.
El camarero lo apuntó todo en su pequeña libreta y desapareció entre las mesas, de modo que al fin encontrasteis un rato para charlar con tranquilidad.
—¿Entonces qué? ¿Te gusta el restaurante? —quiso confirmar el rubio.
—Desde luego, es muchísimo mejor que cualquier sitio al que hayamos ido antes —comentaste y, a su vez, desplegaste la servilleta que se encontraba doblada en el interior de la copa para entretenerte.
—La verdad es que aquí la comida es muy buena, a los chicos también les encantó, podríamos venir más a menudo —acarició sus piernas aliviado por haber acertado a la hora de escoger el lugar adecuado para cenar.
—¿Quiénes? ¿Tú y los chicos? —preguntaste con una pizca de molestia, pues ahí estaba de nuevo incluyéndoles en la conversación.
Justo cuando empezabas a ver la luz al final del túnel y pensaste que las cosas podrían funcionar con él por llevarte a aquel sitio, tuvo que meter la pata de nuevo.
—¿Qué? No, me refería a nosotros dos —rió con algo de confusión en su rostro.
Lo cierto es que no estabas de humor para iniciar una discusión, preferías hablar las cosas con calma, así que desviaste tu atención hacia la banda que quedaba a sus espaldas, buscando algo de paz mental.
—Oye, estás muy rara hoy, ¿seguro que no te pasa nada? —percibió tu malestar por segunda vez en la noche, pero no te molestaste en responder esta vez— Eh, te estoy hablando —ondeó su mano por delante de tu rostro hasta que te viste en la obligación de hablar.
Al principio siempre te costaba unos minutos abrir la boca y decir lo que tenías que decir, pero una vez que lo hacías no había manera de cerrarla, y eso fue justo lo que sucedió en ese momento.
—Estoy cansada de que solo hables de Metallica —fuiste directa al grano y le dejaste sin palabras—. Hace semanas que no nos vemos, apenas hemos hablado por teléfono en todo este tiempo porque has estado ocupado con tus amigos, y ahora que nos vemos no dejas de mencionarles… —enumeraste sus errores.
—Lo siento, estuve demasiado centrado en mi música y no se me pasó por la cabeza que todo eso pudiera llegar a molestarte, pensaba que estabas bien con ello —su voz perdió la fuerza que la caracterizaba y sonó bastante más suave. Tampoco le faltaba sinceridad a su mirada y él parecía haberse calmado al comprender lo que había estado rondando por tu cabeza a lo largo de la noche.
—Y lo estaba en un principio porque sabía que estabas haciendo lo que más te gusta, pero no contaba con que podías desaparecer por un mes entero para después volver y únicamente hablarme de tu banda —insististe.
—Ahora mismo es en lo que estoy trabajando, solo pretendía compartir contigo lo que me ilusiona —su expresión se fue apagando por momentos, pues no le hacía ni una pizca de gracia descubrir ahora que te había estado haciendo daño por tanto tiempo.
—Y lo agradezco, pero parece que yo ya no forme parte de todas esas cosas que te ilusionan —aquella confesión fue la que le descolocó, la que le llevó a fruncir el ceño.
—Eso no es cierto de ninguna de las maneras —por su respuesta supiste que aquello le había disgustado—. Estás presente hasta en mis planes de futuro, incluso pensaba proponerte venir con nosotros de gira, aprovechando que hay una cama de sobra en la caravana que hemos alquilado.
—James, otra vez estás haciendo que la conversación gire en torno a Metallica —te frustró que vuestra conversación fuese un círculo vicioso—. Además, ¿no te has parado a pensar en que a lo mejor mis aspiraciones son diferentes a las tuyas? Quizás yo prefiera quedarme aquí, mudarme contigo y formar una familia en unos años. Quizás prefiera eso a ir de ciudad en ciudad mientras vivo única y exclusivamente de noche —algo se rompió dentro de ti cuando él mantuvo la boca cerrada ante aquello—. Solo piensas en ti, todo este tiempo he estado con alguien que pretende que todos se adapten a su modelo de vida, y aunque yo en parte he contribuido a ello, estoy cansada de que ese alguien no se pregunte qué es lo que busco yo —terminaste de decir todo lo que habías estado acumulando en el pecho.
Él, sin embargo, parecía estar meditando sus palabras antes de pronunciarlas en voz alta, pues sabía que, una vez habiéndolas liberado, no iba a poder eliminarlas de tu memoria.
—En ningún momento he sabido qué proyectos tenías en mente conmigo, nunca me los has comentado y hasta donde yo sé no leo mentes, pero si tan diferentes e incompatibles crees que son nuestras formas de vida, entonces quizás lo mejor sea separarnos y seguir cada uno por su camino —dijo mientras que una oscuridad inquietante se apoderaba de sus ojos azules.
Estaba dolido, pero no era el único en esas circunstancias, tu corazón también se acababa de volcar. Su aportación había sido muy acertada y no le faltaba razón, simplemente no estabais hechos el uno para el otro y eso era lo que estaba quemando tus entrañas.
—Quiero irme a casa —se quebró tu voz.
—Todavía no hemos cenado —mantuvo el mismo tono de voz sombrío.
—No me importa, dijiste que me llevarías a casa si me empezaba a encontrar mal y ahora mismo no estoy agusto aquí —notaste como se empezó a formar un nudo en tu garganta, así que te pusiste en pie con impaciencia. Si no salías pronto de ahí, no tardarías en deshacerte en lágrimas.
—Sería de muy mala educación irse ahora y los dueños estarían malgastando la comida, haz el favor de sentarte —te pidió discreción, pues ya habíais captado la atención de aquellos que se hallaban sentados en mesas cercanas.
Dado que no estaba dispuesto a ceder, buscaste el monedero en el interior de tu bolso, después te hiciste con la cantidad suficiente como para cubrir tu calzone, depositaste el dinero sobre la mesa y guardaste el monedero.
—Disfruta de la cena, yo me voy —concluiste así vuestra conversación antes de marcharte.
El contrario no se molestó en detenerte, tan solo suspiró y esperó ambos platos, los cuales no tardaron en ser servidos. Tú, por otro lado, saliste del restaurante y las lágrimas que habías estado acumulando se desbordaron, provocando que se te corriera el maquillaje.
Se acabó, la persona a la que más querías ya no formaba parte de tu vida, vuestra relación ya no existía, y para colmo no tenías cómo llegar a casa. Te maldeciste a ti misma por haber escogido un par de tacones como calzado, pues ahora tenías que caminar sola por un largo rato y aquello no te lo iba a facilitar.
Por un momento, pensaste en buscar algún taxi disponible, dado que la red de buses no era una opción porque no estaba disponible en días festivos como aquel, pero a esas horas los jóvenes empezaban a salir de fiesta y era muy complicado encontrar un taxi vacío, así que asumiste de una vez la derrota y empezaste a caminar con la vista nublada por las lágrimas.
Caminaste y caminaste, hasta herir tus pies, hasta empezar a tambalearte por las callejuelas, y hasta reencontrarte con tu dormitorio como cualquier otro día.
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