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dayannysperdomo · 4 years
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Emociones Peligrosas.
Escrito por Publicaciones Semana Sociedad Anónima. Año 2020. Bogotá, Colombia. Página web principal: https://www.semana.com.
Recientes investigaciones señalan que el cerebro y el sistema inmunológico mantienen un diálogo constante y, siendo así, las emociones, felices o tristes, desencadenan en el organismo una serie de respuestas estrictamente fisiológicas que varían según el individuo. Los neurobiólogos y los inmunólogos empiezan a vislumbrar las pruebas para determinar los mecanismos que, partiendo del estrés, agreden el cerebro, obligando quizás a que el sistema inmunológico baje imprudentemente su guardia. Un organismo en estas condiciones, estaría a merced de los virus.
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En ciertos casos, en la aparición de una enfermedad existe una relación causa–psicológica y efecto–orgánico, en la que hay algo más que coincidencias. El profesor Fritz Zorn (1977) escribió:
«Soy joven, rico y culto. Pero, también soy infeliz, solitario y nervioso. Naturalmente tengo cáncer».
Sin duda, empleó una extraña palabra: «Naturalmente». Este notable hecho daba una amplia razón a la medicina psicosomática en su intento por explicar cómo la mente influye sobre el cuerpo. Empero, existe también un lado positivo. Los resultados de una célebre investigación en Cambridge tras el estudio de la actitud de un grupo de mujeres después de ser operadas de cáncer de seno constataron que, cinco años más tarde de este suceso, entre el grupo de mujeres que se negaron a darse por vencidas y tuvieron la firme voluntad de superar la enfermedad, solamente se presentó un 35% de metástasis y un 10% de mortalidad. En cambio, en el grupo de mujeres que aceptaron estoicamente la enfermedad o que se dejaron llevar por la desesperación, los índices de metástasis habían alcanzado el 75% y la mortalidad era del 38% (Morris y Greer, 1980).
Sin embargo, estos avances abren nuevos interrogantes: ¿Qué puede representar para el organismo que exista un mecanismo capaz de obligarlo a bajar la guardia a merced de los aconteceres de la vida?
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dayannysperdomo · 4 years
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«¿Qué sucede cuando no controlamos nuestras emociones?»
Una emoción es un estado complejo del organismo caracterizado por una excitación o una perturbación que predispone a una respuesta organizada (Bisquerra R., 2003). En este sentido, se encuentran enmarcadas dentro de un concepto holístico capaz de condicionar tanto nuestra salud como nuestro comportamiento, aprendizaje, creatividad e interacciones con otras personas.
Es evidente entonces, la manera en que las emociones juegan un papel fundamental en nuestro estado de salud. Ellas nos permiten potenciar una conducta saludable, o un riesgo eventual para nuestro propio bienestar, dependiendo de si se trata de la expresión de sentimientos positivos y╱o negativos. De esta manera, cada individuo debe ser capaz de sugestionar emociones transformables en estímulos positivos.
No obstante, el no poder controlar nuestros impulsos o emociones externas es una clara manifestación de la propia incapacidad para resolver cualquier conflicto, y demuestra el no saber cómo enfrentarse a uno╱a mismo╱a ni a los demás. Por tanto, para lograrlo se requiere un cambio continuo del estado de ánimo (Chigo S., 2011). A este respecto, un constante desequilibrio trae consigo consecuencias no muy saludables donde altos grados de estrés son capaces de afectar nuestra salud física y mental repercutiendo en la aparición de malestares tales como insomnio, cefalea, entre otros.
Ahora bien, se ha demostrado que nuestro cuerpo se manifiesta a través de las enfermedades. Cada dolor que padecemos es debido a que algo no se encuentra bien dentro de nuestro ser. Diversidad de estudios han corroborado que las personas felices son dueñas, no sólo de buenos pensamientos y energías; sino, que son capaces de manejar mejor sus emociones para mantener una buena salud. Por el contrario, las personas tristes, negativas y pesimistas se vuelven más vulnerables a contraer enfermedades.
La inhibición activa de pensamientos, sentimientos e impulsos asociados con recuerdos dolorosos o traumáticos implica trabajo fisiológico reflejado en la actividad nerviosa tanto central como autonómica. Esta labor inhibitoria puede ser considerada como un estresor de baja intensidad pero de carácter acumulativo o crónico, que puede producir o exacerbar procesos psicosomáticos, aumentando por tanto el riesgo de enfermedades y otros problemas relacionados con el estrés (Petrie, Booth & Pennebaker, 1998). Verídicamente, confrontar y verbalizar nuestras emociones es un agente terapéutico poderoso. Cuando exteriorizamos nuestras vivencias somos capaces de organizar, estructurar y asimilar todos aquellos eventos emocionales asociados a dicha experticia.
En conclusión, cada percepción, pensamiento, intención, deseo y emoción afecta directamente nuestro cuerpo y nuestras acciones. ¿Cómo? El sistema inmunológico, que por mucho tiempo se consideró autónomo, recibe informaciones del cerebro. Por tal motivo, la respuesta ante emociones como el estrés es individual. Así pues, nuestros pensamientos, emociones y acciones se encuentran construidos, e interconectados, a través de diversas redes neuronales. Como resultado, si fomentamos filosofías de vida positivas y╱o negativas una y otra vez, dichas redes adquieren una relación prolongada donde diariamente vuelven a integrarse para enviar la información adecuada. Por el contrario, aquellas células nerviosas que no son estimuladas renuncian a una relación duradera debido a que su interconexión se ve interrumpida por razonamientos que bien pudieran ser deseados o indeseados.
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dayannysperdomo · 4 years
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Emociones e Inmunidad.
Escrito por Alba Elisabeth Mustaca. Revista Colombiana de Psicología. Año 2001. No. 10, 9–20.
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Estrés & Sistema Inmunológico:
Actualmente, es un hecho indiscutible que el estrés físico y psicológico, además de ciertos estados emocionales, regulan al sistema inmunológico. El estrés y las emociones están asociados con cambios fisiológicos sustanciales, incluyendo la activación del sistema simpático adrenal–medular, el hipotalámico–pituitario–adrenocortical y otros (Frankesnhauser, 1983). De estos, la activación del sistema simpático adrenal–medular está acompañada por la liberación de epinefrina, norepinefrina y otras catecolaminas dentro del torrente sanguíneo; mientras que, la activación del sistema hipotalámico–pituitario–adrenocortical resulta en la liberación de hormonas adrenocorticotrópicas y corticoesteroides. El cortisol y los glucocorticoides, asociados con los estados de estrés y ansiedad, son primariamente supresivos (Cupps y Fauci, 1982).
Asimismo, de acuerdo con la personalidad de cada ser humano diversidad de estudios han demostrado que las personas introvertidas son más susceptibles a contraer enfermedades severas que las personas extrovertidas (Broadvent, Broadvent, Phillpotts y Wallace, 1984; Manhold, 1953; Totrnan, Kift, Reed y Craig, 1980). Igualmente, Temoschok (1987) mostró que la personalidad caracterizada por la tendencia a suprimir la expresión de emociones estaba asociada a una disminución de la defensa inmunológica contra enfermedades como el cáncer.
Influencia de las Ilusiones Positivas:
Importantes observaciones realizadas en pacientes con cáncer certificaron que las ilusiones positivas se encuentran correlacionadas con un aumento en la sobrevida comparada con aquellos que tenían una visión realista de su enfermedad. Estos pacientes, aún cuando recibían informes que revelaban un aumento de la enfermedad, solían reaccionar con expresiones que mostraban creencias de control de la situación, daban poca importancia a los hechos concretos o no se focalizaban en los síntomas. En este aspecto, el número de pacientes que le daban un significado trascendente a la vida o a la enfermedad o que se distraían, tenían también una progresión más lenta de la enfermedad comparada con enfermos que tenían una aceptación realista de la misma. Quiénes tuvieron una aceptación realista de la enfermedad murieron nueve meses antes que quiénes tuvieron una ilusión de control.
La expresión de nuestras emociones de forma correcta y proporcionada nos nutre a nivel personal, social y laboral de una forma extraordinaria. Si bien dicho campo de investigación es muy reciente como para sacar conclusiones, no es para nadie un secreto que, al mismo tiempo, es bastante prometedor.
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dayannysperdomo · 4 years
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«Tu salud es tuya y únicamente tú eres el╱la responsable de tu propio bienestar.»
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (1948): «La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». Dicha declaración evidencia el hecho de que una persona conserve, o desperdicie, su estado de bienestar o equilibrio depende no solamente de factores biológicos; sino también del ambiente, las condiciones y el estilo de vida donde se desenvuelva.
En este sentido, el hombre se hace partícipe de su salud cuando es capaz de prestarle la atención adecuada y cuidar mejor de sí mismo. ¿Cómo? Manteniendo una idónea calidad de vida a través de una alimentación lo más sana posible, la actividad física, haciéndose chequeos médicos con regularidad a pesar de sentirse bien, evitando la soledad y el aislamiento social, estableciendo paradigmas saludables, entre otros. El ser humano, volviéndose realmente consciente acerca de que puede tomar las riendas sobre su salud, podría convertirse en promotor de su propio bienestar evitando aquellas situaciones comunes que pudieran perjudicarle tales como el consumo de drogas, alcohol, tabaco y otras sustancias adictivas, su exposición a éstas, el no dormir lo suficiente, exhibirse a altos niveles de estrés o la ociosidad.
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dayannysperdomo · 4 years
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¿Por qué la PNI es el resultado de un Paradigma Científico en el Concepto de Salud–Enfermedad?
La psiconeuroinmunología es un campo científico interdisciplinar que se dedica al estudio e investigación de los mecanismos de interacción y comunicación entre el cerebro (mente╱conducta) y los sistemas responsables del mantenimiento homeostático del organismo, los sistemas: nervioso (central y autónomo), inmunológico y neuroendocrino, así como sus implicaciones clínicas (Solomon G., 2001). En este sentido, dicha disciplina científica se encarga de establecer una relación bidireccional, estructural y bioquímica entre estos elementos con la finalidad de explicar su influencia en el proceso salud–enfermedad. Ciertamente, la percepción que posee un individuo es capaz de determinar la manera en que enfrenta una situación específica a través de un sistema de creencias.
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Los padres de la Medicina y grandes filósofos a partir de Hipócrates (460 a.C.–370 a.C.) comenzaron a tomar en cuenta al ser humano como una totalidad. Galeno (162 d.C.) relacionó la salud con el equilibrio entre la sangre y los humores conocidos como bilis amarilla, la bilis negra y la flema. Igualmente, Paracelso (1943–1541) insistía en la importancia de la imaginación en la aparición de una enfermedad, así como en su proceso de curación. Por su parte, Aristóteles decía que:
«Un cambio en el estado de la psique produce un cambio en la estructura del cuerpo, y a la inversa.»
Estos ilustres pensadores abrieron paso a la Psiconeuroinmunología aplicada como un novedoso campo científico interdisciplinar que examina la relación entre la mente (pensamientos, emociones, conducta y contexto) y los sistemas neurológico, endocrino e inmunitario del paciente. Aún cuando, el modelo biomédico actual propuesto según Descartes (1596–1650) hacía referencia a un modelo de salud estático y rígido donde el ambiente no ejercía ninguna influencia y, por lo tanto, hacía innecesario el cuidado preventivo de la salud.
No obstante, apoyados en la ideología de Kuhn acerca de la necesidad de asumir que la ciencia es una empresa humana, histórica y, por ende, transformable, diversidad de estudios comenzaron a producir un cambio importante de paradigma en la visión sobre procesos patógenos graves que afectan a los diferentes sistemas biológicos estableciendo las bases científicas necesarias para la comprensión del proceso salud–enfermedad.
Inclusive, determinadas investigaciones han demostrado como la predisposición genética puede verse modificada por factores ambientales y socioculturales a la hora de expresarse o de no hacerlo. La integración de cada uno de estos aportes nos permite comprender que somos co–autores de nuestra propia evolución, la cual podemos conducir hacia una sociedad más sana que sustente la vida en nuestro planeta; pues, el ser humano debe ser concebido como un ser integral que se desenvuelve dentro de un ambiente donde influyen un sin número de características biológicas, psicológicas, sociales y espirituales. El individuo, como un todo, es imposible de separar. En efecto, la atención en salud no debe centrarse únicamente en la presencia de la enfermedad; sino, en la prevención y cuidado de la salud del enfermo.
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