Tumgik
yamilabarrera · 2 years
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Amasar ideas con una mirada cazadora Desnaturalizar prácticas de lectura /escritura dentro de la academia
“Borges nos enseñó a leer la totalidad desde el detalle. Desde y no en: el detalle que atrae la atención del lector y lo hace olvidar por un momento la totalidad de la obra vale por ésta, no porque la represente, sino porque instaura un nuevo punto de vista para pensarla.” (Giordano, A. 2005: 9)
Mientras leemos las ideas comenzaron a fluir como delfines en el agua, pero al escribir esa claridad con la que veía esa vinculación de frases y acontecimientos, se desvanecerse. Sé que es parte de los desafíos que nos presenta la escritura, pero en ese trabajo artesanal, corpóreo, se presenta un reto intelectual que la periodista Leila Guerriero logró construir con imágenes: “…hay que amasar el pan con cansancio, por cansancio, contra el cansancio. Hay que amasar el pan sin humildad, con empeño, con odio, con desprecio, con ferocidad, con saña. Como si todo estuviera al fin por acabarse. Como si todo estuviera al fin por empezar. Hay que amasar el pan para vivir, porque se vive, para seguir viviendo. Escribir. Amasar el pan. No hay diferencia.” (Guerriero, 2016). En ese juego con la palabra, en esa metáfora, nos muestra la infinita posibilidad creativa en la escritura. Nos permite a los/as lectores/as ver el pan en la mesada, las manos llenas de harina y en esa experiencia, dar cuenta del esfuerzo y la complejidad de nos presenta escribir. La mayoría de los/as docentes de comunicación solemos tener más de un trabajo y no contamos con el tiempo suficiente para reflexionar sobre nuestras prácticas, por eso en este ensayo me propongo desnaturalizar la experiencia de lectura / escritura y problematizar la lucha hegemónica por el sentido en la construcción de saberes en la trayectoria académica, para visibilizar las dificultades que nos presenta escribir y pensar esta experiencia como una forma de generar conocimiento. El ensayo, como género poroso y difícil de encasillar, nos permite pensar la subjetividad del proceso creador sin los corsés que impone otros géneros.  Nos permite explorar en el interior de sus márgenes, abriendo sentidos, permitiéndonos enunciar desde qué lugar nos paramos ante el mundo y nuestros/as lectores/as.
Tiempos robados y apuntes en los márgenes
“Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.” Alejandra Pizarnik (El infierno musical, 1971)
Perdemos de vista que la práctica narrativa es una construcción social porque parece algo dado naturalmente, pero es parte de la historia del hombre, de la transmisión de conocimiento a través de la oralidad y el registro de esas memorias. La escritora Graciela Falbo dice: “en el principio fue la narración”, por la forma de estructurar hechos, acontecimientos y experiencias, en una trama, que es propia de toda narratividad. Es el registro con palabras de nuestra historia. Temporalidad y narratividad son propias del ser humano. Como sujetos sociales narramos todo el tiempo y construimos esas realidades a medida que ordenamos esa construcción gramatical y en ese modo de enunciar, mostramos una mirada del mundo, una perspectiva política. En una rutina cargada de actividades, con agendas colmadas y múltiples tareas profesionales, terminamos escribiendo en tiempos robados, en pequeños papeles, en márgenes. Dejamos de disfrutar algunos domingos de sol y el tiempo con la familia, para leer / escribir. En esos espacios, el disfrute es el motor de toda búsqueda. Roland Barthes sumó la idea del goce y el placer. ¿Qué lugar ocupan en nuestros textos? Claramente hay un disfrute en esa exploración entre las páginas, en las flechas en los márgenes del libro o los conceptos que resaltamos con flúor en el apunte. Para Barthes “el placer del texto es ese momento en que mi cuerpo comienza a seguir sus propias ideas, pues mi cuerpo no tiene las mismas ideas que yo”. (Barthes, 1982:14) No pude evitar sonreír cuando leí esta cita, porque en ese desdoblamiento y extrañamiento, se centra la experiencia más agotadora y bella del proceso intelectual. Aquellas nociones que teníamos en la cabeza se vinculan con otras, tejen una red, se tensan, se enredan y se torsionan mientras escribimos. ¿Por qué cuesta tanto poner en el papel conceptos que en la oralidad parecían tan interesantes? En el imaginario social existe la idea de que escribir es fácil, automático,  y perdemos de vista, como expresa Walter Ong, que se trata de una tecnología que aprendemos en la alfabetización, que incorporamos en la práctica, como manejar un auto o tipear en una computadora. Volvemos a leer el texto, jerarquizamos las ideas y las ordenamos, nos damos cuenta que es ahí, donde podemos de algún modo “objetivar” ese boceto incipiente para avanzar hacía en eso que queremos decir. A veces tenemos en claro el rumbo, pero por momentos esas letras movedizas nos guían como una brújula hacia el tesoro escondido en una isla desierta. La mediatización de la práctica de escritura / lectura modificó modos de pensamiento y acción y la normalización de esa experiencia llevó a la invisibilización del proceso. Walter Ong plantea que “los instrumentos externos que utiliza para llevar a cabo sus operaciones, llegan a “interiorizarse” o sea, a formar parte de su propio proceso reflexivo” (Ong, 2011: 83) y agrega, “las tecnologías no son sólo recursos externos, sino también transformaciones interiores de la conciencia, y mucho más cuando afecta a la palabra. Tales transformaciones pueden resultar estimulantes. La escritura da vigor a la conciencia” (Ong, 2011: 85). Lo interiorizamos a lo largo de nuestra vida y lo perdimos de vista. Hacer esto evidente nos permite romper con estereotipos y prejuicios que obturan la capacidad creativa de las personas. De lo contrario, caemos en el error de legitimar representaciones que no suman. Como el prejuicio de que sólo algunos/as pueden escribir, y a quienes les presente mayores dificultades no cuentan con las habilidades necesarias para realizar este trabajo. Cuando volvemos a leer los párrafos que escribimos notamos que hay huecos, algunos conceptos no son claros. Seguimos leyendo, buscando información. Encontramos respuestas, borramos, reescribimos, hasta que logramos expresar lo más parecido a como lo veíamos de forma abstracta. Como un escultor que busca la forma en una piedra o un artesano que moldea la pieza de arcilla con sus manos. Para Roland Barthes la escritura fractura el mundo. Y en esas rupturas, elipsis, podemos pensar la construcción de estos relatos, para hacer visible la estructura narrativa, la trama, los tonos, los ritmos, la composición. Hay acá una doble dificultad: perdemos de vista que la narración es una construcción y al mismo tiempo, que nosotros/as construimos nuestros relatos y nuestra memoria. Laura Devetach en su libro “La construcción del camino lector” afirma que “quien escribe comenta con su obra lo que le toca vivir, aunque a veces no nombre directamente nada reconocible como propio. Esa obra, ese comentario, puede ser para el escritor el resultado de una exploración, una búsqueda de respuestas, una sonda disparada al infinito. Y puede ser también la misma exploración, la misma búsqueda, la misma sonda que el lector tiene para lanzar hacia el texto.” (Devetach, 2008)   La escritura es una búsqueda interna, a veces para responder algunas preguntas, de forma solitaria, pero al mismo tiempo es colectiva y social. Lectura y escritura son dos prácticas que se retroalimentan, pero ninguno puede pensarse sin el lector.
El lector: una forma de estar en el mundo
“Un lector es también el que lee mal, distorsiona, percibe confusamente. En la clínica del arte de leer, no siempre el que tiene mejor vista lee mejor” (Piglia, 2005)
Los detalles, las condiciones de producción, el momento histórico en el que narramos, también dan cuenta del lector. Es la relación entre lo que se lee y la experiencia, pero también es una conexión con nuestros sueños. Esos textos nos sacan del lugar privado y nos dan entidad, protagonismo. Ya sea ficción o no ficción, nos integra a la trama narrativa que estamos leyendo. Nos interpela, nos permite imaginar otros mundos posibles. Escapar de nuestras realidades para ingresar a otra dimensión que se consolida frente a nuestros ojos. ¿Cuántas veces nos encerramos a leer en el baño porque era el lugar más silencioso de la casa?, ¿o nos perdemos en un texto en medio de un viaje en tren o colectivo? El tiempo se hace relativo, revivimos recuerdos, sensaciones. Nos quedamos sin aliento o con la cabeza llena de preguntas y nos invita a escribir en un pequeño anotador o en el celular. Nos transforma o mejor dicho, nos transformamos, porque en definitiva es un hecho social. Seguimos releyendo y encontramos que una coma en el lugar incorrecto nos cambia todo el sentido, una sucesión de conceptos hace lento el relato y la abundancia de adjetivos es innecesaria. Notamos que si modificamos el orden de un párrafo reforzamos lo que queremos comunicar y profundizamos el efecto que buscamos. Afinamos la mirada, los detalles. John Berger, escritor y crítico de arte, expone que “la vista establece nuestro lugar en el mundo circundante; explicamos ese mundo con palabras, pero estas nunca pueden anular el hecho de que estamos rodeados por él. Nunca se ha establecido la relación entre lo que vemos y lo que sabemos” (Berger, 2016). Nuestro modo de enunciar muestra una lógica de pensamiento. En esas asociaciones que en apariencias no tendrían ninguna relación, podemos encontrar nuevas significaciones. Leila Guerriero nos llevó a la cocina y generó la metáfora de la escritura como un procedimiento en pasos, que combina ingredientes, proporciones, necesita un tiempo de levado, toma forma y tarda en hornearse. Todo nuestro ser está en esencia en esa receta, en esa inmersión.  El cronista Martín Caparrós, hace un ejercicio similar y nos transporta a campo abierto. Nos propone tener una actitud “cazadora” ante la realidad que nos rodea, para volver a mirar lo cotidiano, con una mirada extrañada. Nos invita a “…mirar donde parece que no pasara nada, aprender a mirar de nuevo lo que ya conocemos. Buscar, buscar, buscar...” (Caparrós, M. 2007). Nos acerca a la naturaleza, a las primeras lecturas de indicios, las marcas, el olor o las huellas en la tierra húmeda, a una experiencia corporal. Encontrar los detalles representativos, pulir la idea, hacerle preguntas al texto: ¿se entiende lo que quiero decir?, ¿qué queda en la escritura?, ¿qué dejo afuera? ¿En qué focalizo? ¿Dónde va estar la fuerza en el relato? El escritor Ricardo Piglia dice que la lectura es “un arte de la microscopia, de la perspectiva y del espacio (…) la lectura es un asunto de óptica, de luz, una dimensión de la física” y en esa lectura el lector salta de escenas, busca, investiga, rememora, reflexiona y es interpelado. Ese trabajo subjetivo y personal, moviliza, provoca movimientos internos, a veces imperceptibles. Una idea como semilla que en algún momento germinará. Un gesto, una mirada, un detalle. A veces la descripción detallada de una escena es lo que necesitamos para dar sentido a todo el relato. Un libro sobre un escritorio puede ser el objeto que completa la información que fuimos dosificando a lo largo de la trama. Estas herramientas narrativas son cada vez más utilizadas cuando escribimos, ya sea ficción o no ficción, ¿pero qué pasa con las escrituras académicas? Carlo Ginzburg, en su libro “Mitos, emblemas, indicios” presenta un trabajo interesante sobre el paradigma de inferencias indiciales, esas marcas que tiene el texto que dialogan con otras y así hasta el infinito o, hasta donde el lector desee. El autor da cuenta de la resistencia en las ciencias sociales, de mirar desde esta perspectiva. ¿Será porque hay epistemologías o modos de enunciar que tienen más jerarquías que otras dentro de la academia?
La escritura académica y la lucha por la hegemonía
“…como la del escultor que da forma a su obra golpeando con un escoplo y martillo el bloque de piedra, enfrentando una veta y decidiendo qué camino seguir, se hace investigando.” (Wainerman, C; Sautu, R, 2000: 33).
Para el profesor de filosofía Jorge Larrosa, es “…sintomático que en el territorio académico se problematice el método pero no la escritura. La imagen dogmática del conocimiento y del pensamiento oculta que lo que hacemos la mayor parte de nuestro tiempo es leer y escribir.” (Larrosa, 2003:7). No es casual que los/as comunicadores/as que trabajamos con las palabras no reflexionemos sobre la escritura y los géneros que utilizamos para hacer ese proceso intelectual. Ya sea por falta de tiempo y por la falta de hábito, no solemos pensar a la escritura como un tapiz perfecto para pensar/nos como sujetos/as sociales situados en un momento histórico. Larrosa nos invita a pensar que damos “por supuesto que leer no es otra cosa que comprender el pensamiento, las ideas o el contenido, o la información que hay en el texto, y que escribir no es otra cosa que poner en negro sobre blanco lo que uno ya ha pensado o lo que uno ya ha averiguado, es decir, lo que uno ya piensa y lo que uno ya sabe.” (Larrosa, 2003:7) y por su parte el Doctor en Literatura, Claudio Maiz cita a Todorov diciendo que “…cada sociedad elige y codifica los actos de habla que corresponden exactamente a su ideología”, por lo que “tanto la existencia de ciertos géneros en una sociedad, o su ausencia en otra, son reveladoras de esta ideología y nos permiten precisarla más o menos con una gran certeza” (Maiz, 2003: 95) En esa escritura académica, el ensayo rompe toda mirada objetiva para plantear preguntas e incomodar. El ensayo nos permite reflexionar mientras escribimos y en esa experiencia, subjetiva, emocional e intelectual, podemos pensar las problemáticas y miradas de una época, pero también nos encontramos y desconocemos. Theodor Adorno sugiere que como buscadores de tesoros, en el ensayo, reunimos elementos que pareciera que no tienen relación alguna y los ponemos en diálogo. En esa libertad azarosa se juega la creatividad y la tarea intelectual. Y en esa exploración es posible generar conocimiento pese a las dudas, experimentando. Volvemos al texto, leemos, releemos, editamos, borramos, reescribimos. Decidimos hasta cuándo, porque podemos seguir cambiando hasta el infinito. Ahí vuelven las dudas y las inseguridades. Leyendo y escribiendo es la única manera de construir esa pieza comunicacional. En la normalización de determinadas prácticas es donde también se invisibiliza la hegemonía discursiva, como la denomina Marc Angenot, en donde “un conjunto de “repertorio” y reglas y la topología de los “estatus” que confieren a esas entidades discursivas posiciones de influencia y prestigio, y les procura estilos, formas, microrrelatos y argumentos que contribuyen a su aceptabilidad”. En el ámbito académico esto se ve reflejado en algunos géneros que tienen más o menos peso, más o menos reconocimiento. Catalina Wainerman platea en el libro “La Trastienda de la investigación” que en el ámbito académico nos vamos a sentir juzgados y evaluados, siempre. ¿Será por eso que algunos géneros nos permiten más seguridad que otros? O ¿Qué algunas formas enunciativas tienen más legitimidad que otras? Para Jorge Larrosa “el ensayista problematiza la escritura cada vez que escribe y problematiza la lectura cada vez que lee, o dicho de otro modo, es un tipo para el cual la lectura y la escritura son, entre otras cosas, lugares de experiencia o, dicho todavía de otro modo, es alguien que está aprendiendo a escribir cada vez que escribe, y aprendiendo a leer cada vez que lee: alguien que está ensayando su propia escritura cada vez que escribe y que está ensayando sus propias modalidades de lectura cada vez que lee.” (Larrosa, 2003:7) En mi experiencia docente me encontré con relatos desvalorizantes de alumnos/as que se presentaban diciendo que no eran creativos, que no leían, que no eran buenos escribiendo. Cuando en realidad leemos desde antes de la alfabetización, somos creativos/as porque es la esencia del ser humano y escribir lleva trabajo, pero con lecturas y constancia, podemos lograrlo. A través de este trabajo, con las diferentes lecturas traté de poner en diálogo y evidenciar los conflictos a la hora de escribir. Dificultades que se producen por la invisibilización del proceso creativo. Con las manos llenas de harina, amasando conceptos, teorías, discutiendo con otros/as intelectuales de la época y entablando diálogos que habilitan nuevas miradas, es cómo podemos aportar saberes al campo comunicacional. Y especialmente para los que nos apasiona la lectura/escritura es un modo de seguir explorando, descubriendo/nos en este paisaje espeso que se bifurca, que se llena de obstáculos y nos permite vivir una nueva aventura en cada texto. Un modo de amasar las ideas, pero con una mirada cazadora.
Bibliografía
-Adorno, Theodor. (1958) Notas de literatura. Ediciones Ariel. Barcelona. España -Angenot, Marc. (2010) El discurso social. Los límites históricos de lo pensable y lo decible. Buenos Aires: Siglo XXI. -Barthes, Roland. (1982) El placer del texto y Lección inaugural. Editor digital Titivillus -Devetach, Laura. (2008). La construcción del camino lector. Ediciones Comunicarte. Córdoba. Argentina. -Falbo, Graciela (2017) El poder de la narración. Escritores, periodistas, lectores y medios. Ediciones HomoSapiens. Santa Fe. Argentina. -Guerriero Leila. (2016). Publicado el 8 de junio de 2016 en el Diario El país. Recuperado en https://elpais.com/elpais/2016/06/07/opinion/1465310501_943283.html -Giordano Alberto (2005). Modos del ensayo: de Borges a Piglia. Beatriz Viterbo Editora. Rosario, Argentina. -Larrosa, Jorge (2003). El Ensayo y la Escritura Académica. -Ong, Walter (2011) Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires. Argentina -Piglia, Ricardo. (2005)  El último lector. Editorial Anagrama. Buenos Aires. Argentina. -Maiz, Claudio. (2003) Problemas genológicos del discurso ensayístico: Origen y configuración de un género. Acta Literaria Nº 28 (79-105), Recuperado de https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0717-68482003002800007 -Wainerman, Catalina, Sautu, Ruth. (2000) Compiladoras de La trastienda de la investigación. Ediciones Lumieres. Buenos Aires. Argentina.
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yamilabarrera · 4 years
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Los desafíos de la narración en el periodismo digital Las pantallas en la vida cotidiana
Apagamos la tele, salimos de casa, nos subimos al auto y seguimos conectados con las pantallas. Todo nuestro mundo sigue ahí, en el teléfono celular que cada vez es más Smart. Recordamos que tenemos que pagar la luz, la escuela del nene, revisar si nuestras amigas subieron algo nuevo a Instagram,  Facebook o, si tenemos algún comentario en nuestro Blog. Lo cotidiano, la vida social y laboral están en ese teléfono, en la palma de la mano. El desafío es ¿cómo comunicar en el territorio digital?, ¿cómo construir la información atractiva, qué problematice temáticas que nos atraviesan como sociedad? Ese teléfono se convierte en una herramienta de trabajo.
Vemos un choque, sacamos una foto y lo subimos a Twitter para avisar que la zona está complicada, la fecha de algún evento, un pedido de justicia, una historia que te quedó como una espina en el ojo y necesitas contarla, pero ¿cómo narrar en un momento donde se escribe más que nunca?, ¿dónde todo el mundo informa y tenemos una visible saturación de información donde no sabes qué es real y que no?.
La idea de primicia está en crisis y la información es una construcción colectiva y multimedia, por eso es interesante reflexionar sobre la narrativa: ¿cómo contamos cuando todo el mundo construye una noticia? Acá aparece el punto de vista, la mirada. Cada forma de ver el mundo es única y desde ahí podemos narrar lo que vemos, lo que nos atraviesa.
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El rol del periodista en la era digital
Históricamente el periodista fue el que narró lo que sucedía, los estragos de las guerras, como lo hizo Ryszard Kapuściński, o los crímenes de lesa humanidad en Argentina como lo hizo Rodolfo Walsh. Está claro que el ejercicio del periodismo está en constante cambio y transformación. A diferencia de aquellas épocas, hoy podemos crear nuestro propio medio con una masividad sorprendente. La síntesis, la concreción y la claridad pasan a tener un lugar central. Buscar el tono, la voz narrativa adecuada, el ritmo del relato. Para lograr eso tenemos que tener bien claro qué queremos contar y en ese juego con el lenguaje vamos a ir leyendo, revisando y corrigiendo, hasta pulir la pieza como un jarrón de cerámica. Jerarquizar la información, saber elegir el acontecimiento que vamos a priorizar.
La narración y el lector
Tenemos que pensar en el lector, cómo hacer eso atractivo, provocador, que deje preguntas. Podemos ser dialógicos, tratar de generar una trama con las distintas voces del relato. La polifonía es un recurso que nos permite profundizar capas de sentido, pero al mismo tiempo, nos deja ver y escuchar a los personajes. El periodista une los hilos de la trama para mostrar la complejidad de esa realidad que está mirando.  
SmartPhone: Lecturas y escrituras al alcance de la mano
En Argentina hay 34 millones de Smartphones en uso. Hay menos teléfonos fijos en las casas, ese lugar lo reemplazó el teléfono celular.  Por eso debemos pensar en narrativas transmediales, actualizadas, que permitan una lectura no secuencial, interactiva y personalizada. Se evidencia una mayor escritura y lectura en las distintas plataformas digitales y eso genera cambios concretos en los modos de construir subjetividad en el plano social.
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yamilabarrera · 5 years
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Atada a un árbol, comenzaras a enraizar la vida. Dentro de poco, te saldrán unas varas largas con una hermosa flor amarilla. Una bailarina silvestre con su vestido acampanado. Bailarina del bosque. Aunque no estás en su hábitat natural serás la más bellas de las flores.
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yamilabarrera · 5 years
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Algunas ideas para pensar el consumo cultural y el uso de las tecnologías
Tecnofobia vs tecnofilia
Para muchos las tecnologías son la solución a muchos problemas de la actualidad. Un modo de estar comunicados, más cerca pese a estar lejos, tener acceso múltiples fuentes de información y nos permite ser creadores de nuevos materiales. Nos convertimos en prosumidores[1]. Si antes era difícil publicar hoy cualquiera puede tener un blog o hacer viral un video en Facebook o una foto en Instagram. La rapidez con la que circula la información es aterradora. Aterradora como la perspectivas más críticas o más apocalípticas de la tecnologías.
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En el microrelato “Apocalipsis”, del escritor Argentino Marco Denevi, se evidencia el peligro que conlleva la innovación y la creación.
“La extinción de la raza humana se sitúa aproximadamente a finales del siglo XXX. La cosa ocurrió así: las máquinas habían alcanzado tal grado de perfección que los hombres ya no necesitan comer, ni dormir, ni hablar, ni leer, ni escribir (…), ni pensar. Les bastaba apretar botones y las máquinas lo hacían todo por ellos. Gradualmente fueron desapareciendo los libros, los cuadros, los muebles, los instrumentos de música, las flores, los animales, las plantas. Sólo había máquinas. Ocupaban todo el espacio disponible. No se podía dar un paso sin tropezar con una de ellas. Eran incansables, serviciales, veloces, eficientes. Después, por falta de uso, empezaron a desaparecer los hombres. En un año desapareció la mitad. La otra mitad tardó todavía menos en extinguirse. Como el último hombre se olvidó de desconectar las máquinas, desde entonces seguimos funcionando sin interrupción”.
A través de distintas narrativas y expresiones artísticas se evidencia el miedo a los avances tecnológicos, a que los presagios fatalistas o panópticos hagan perder la esencia de la humanidad.
Por supuesto que la problemática entre tecnofobia y tecnofilia no es blanco o negro, sino una dialéctica compleja. Se suele pensar en las tecnologías de modo instrumental, donde se desdibujan las relaciones de poder y los intereses políticos y/o económicos que hay detrás de ellas.
Raymond Williams analiza cómo fueron cambiando las tecnologías y al mismo tiempo se transformaron las relaciones sociales y la forma de comunicarnos e interactuar. En esta evolución los medios de comunicación también transforman el uso de los espacios, públicos y privados y la forma de compartir los contenidos. De la lectura en voz alta en la vía pública a reunión familiar frente a la radio o la televisión pasaron años de transformaciones tecnológicas que generaron cambios de hábitos y costumbres. Por esta razón, plantea que al analizar los “usos” de las tecnologías debemos examinar las relaciones causa y efecto entre ellas y la sociedad.
Las tecnologías están atravesadas por lo económico, lo social y lo político. De hecho, muchos de los avances tecnológicos surgieron con fines militares y luego tomaron otro rol. En la actualidad nuestra forma de vincularnos esta mediada por lo tecnológico.
“Cuando se hace una inversión tan importante en un modelo particular de comunicación social, hay un conjunto restrictivo de instituciones financieras, de expectativas culturales y de desarrollos técnicos específicos que, aunque superficialmente pueda verse como el efecto de una tecnología, es en realidad un complejo social nuevo y central.” (R. Williams 2011)  
Por supuesto que hay miradas más románticas y otras más críticas sobre los usos que hacemos de esta tecnología y las relaciones de poder, que a veces se invisibilizan. Andrew Feenberg plantea que el desarrollo es un mito narrativo y hace un recorrido por la  perspectiva instrumental, subordinada a valores y esferas sociales  y otra más autónoma, constituyente de un nuevo sistema cultural que reestructura el mundo social como lo define la teoría sustantiva. Una perspectiva que ve a la influencia de la tecnología de modo más negativo.
Para Feenberg la tecnología es una escena de lucha, donde se producen batallas culturales en constante tensión. Evidencia las relaciones de poder y los valores de las clases dominantes  y como de modo invisible sedimentan “valores e intereses en reglas y procedimientos, aparatos y artefactos que convierten en rutina la búsqueda de poder y ventajas por una hegemonía dominante ”.
Para el filósofo Paul Virillo el poder de la técnica significa progreso, pero también pérdida, invención y exclusión. Un avance tecnológico sustituye al anterior y trae aparejado modificaciones profundas en la cultura.
Feenberg plantea desde la Teoría crítica que “el problema no es lo que las máquinas han “adquirido”, sino que en la elección para utilizarlas hacemos muchas elecciones culturales involuntarias. La tecnología no es solo un recurso, sino que se ha convertido en un entorno y en un modo de vida”. Por eso plantea una perspectiva crítica de la tecnología que se asemeja al instrumentalismo pero no es tan fatalista.
[1] Consumidores / productores
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yamilabarrera · 5 years
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Tecnofobia vs tecnofilia
Para muchos las tecnologías son la solución a muchos problemas de la actualidad. Un modo de estar comunicados, más cerca pese a estar lejos, tener acceso múltiples fuentes de información y nos permite ser creadores de nuevos materiales. Nos convertimos en prosumidores[1]. Si antes era difícil publicar hoy cualquiera puede tener un blog o hacer viral un video en Facebook o una foto en Instagram. La rapidez con la que circula la información es aterradora. Aterradora como la perspectivas más críticas o más apocalípticas de la tecnologías.
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En el microrelato “Apocalipsis”, del escritor Argentino Marco Denevi, se evidencia el peligro que conlleva la innovación y la creación.
“La extinción de la raza humana se sitúa aproximadamente a finales del siglo XXX. La cosa ocurrió así: las máquinas habían alcanzado tal grado de perfección que los hombres ya no necesitan comer, ni dormir, ni hablar, ni leer, ni escribir (...), ni pensar. Les bastaba apretar botones y las máquinas lo hacían todo por ellos. Gradualmente fueron desapareciendo los libros, los cuadros, los muebles, los instrumentos de música, las flores, los animales, las plantas. Sólo había máquinas. Ocupaban todo el espacio disponible. No se podía dar un paso sin tropezar con una de ellas. Eran incansables, serviciales, veloces, eficientes. Después, por falta de uso, empezaron a desaparecer los hombres. En un año desapareció la mitad. La otra mitad tardó todavía menos en extinguirse. Como el último hombre se olvidó de desconectar las máquinas, desde entonces seguimos funcionando sin interrupción”.
A través de distintas narrativas y expresiones artísticas se evidencia el miedo a los avances tecnológicos, a que los presagios fatalistas o panópticos hagan perder la esencia de la humanidad.
Por supuesto que la problemática entre tecnofobia y tecnofilia no es blanco o negro, sino una dialéctica compleja. Se suele pensar en las tecnologías de modo instrumental, donde se desdibujan las relaciones de poder y los intereses políticos y/o económicos que hay detrás de ellas.
Raymond Williams analiza cómo fueron cambiando las tecnologías y al mismo tiempo se transformaron las relaciones sociales y la forma de comunicarnos e interactuar. En esta evolución los medios de comunicación también transforman el uso de los espacios, públicos y privados y la forma de compartir los contenidos. De la lectura en voz alta en la vía pública a reunión familiar frente a la radio o la televisión pasaron años de transformaciones tecnológicas que generaron cambios de hábitos y costumbres. Por esta razón, plantea que al analizar los “usos” de las tecnologías debemos examinar las relaciones causa y efecto entre ellas y la sociedad.
Las tecnologías están atravesadas por lo económico, lo social y lo político. De hecho, muchos de los avances tecnológicos surgieron con fines militares y luego tomaron otro rol. En la actualidad nuestra forma de vincularnos esta mediada por lo tecnológico.
“Cuando se hace una inversión tan importante en un modelo particular de comunicación social, hay un conjunto restrictivo de instituciones financieras, de expectativas culturales y de desarrollos técnicos específicos que, aunque superficialmente pueda verse como el efecto de una tecnología, es en realidad un complejo social nuevo y central.” (R. Williams 2011)  
Por supuesto que hay miradas más románticas y otras más críticas sobre los usos que hacemos de esta tecnología y las relaciones de poder, que a veces se invisibilizan. Andrew Feenberg plantea que el desarrollo es un mito narrativo y hace un recorrido por la  perspectiva instrumental, subordinada a valores y esferas sociales  y otra más autónoma, constituyente de un nuevo sistema cultural que reestructura el mundo social como lo define la teoría sustantiva. Una perspectiva que ve a la influencia de la tecnología de modo más negativo.
Para Feenberg la tecnología es una escena de lucha, donde se producen batallas culturales en constante tensión. Evidencia las relaciones de poder y los valores de las clases dominantes  y como de modo invisible sedimentan “valores e intereses en reglas y procedimientos, aparatos y artefactos que convierten en rutina la búsqueda de poder y ventajas por una hegemonía dominante ”.
Para el filósofo Paul Virillo el poder de la técnica significa progreso, pero también pérdida, invención y exclusión. Un avance tecnológico sustituye al anterior y trae aparejado modificaciones profundas en la cultura.
Feenberg plantea desde la Teoría crítica que “el problema no es lo que las máquinas han “adquirido”, sino que en la elección para utilizarlas hacemos muchas elecciones culturales involuntarias. La tecnología no es solo un recurso, sino que se ha convertido en un entorno y en un modo de vida”. Por eso plantea una perspectiva crítica de la tecnología que se asemeja al instrumentalismo pero no es tan fatalista.
 [1] Consumidores / productores
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yamilabarrera · 5 years
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Reflexiones sobre la tecnología en la vida cotidiana
A un click de distancia Era digital: narraciones, consumo y producción de sentido en plataformas multimedia
“…una palabra, lanzada al azar en la mente, produce ondas superficiales y profundas, provoca una serie infinita de reacciones en cadena…[i]”
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  Encendí la computadora y me puse a pensar cómo las tecnologías atraviesan nuestra vida cotidiana. El celular al lado, la tableta cargándose para que mi hijo juegue a los videojuegos, la alarma conectada al wi-fi, a las cámaras. Estamos conectados, mediados por la tecnología, inmersos en un lenguaje multimedia en el que diariamente hacemos alguna operación: pagar los servicios por “Pago mis cuentas”, hacer una videollamada de Whatsapp con un familiar que está a kilómetros de distancia, buscar información en Google, publicar un comentario en un blog o escuchar una canción en YouTube. Nos convertimos en productores-consumidores y las redes sociales, facilitan estas tareas.
Las tecnologías cambiaron el ecosistema y ahora no podemos pensarnos sin ellas. Aprehendimos a usarlas, las apreciamos, las rechazamos, las transformamos. Somos siendo con las distintas tecnologías. Estar más cerca, conectados, informados y al mismo tiempo, más expuestos y vulnerables.
En la era digital, esos usos generaron transformaciones en la cultura, en los planos simbólicos y en la construcción de subjetividades. Los modos de percibir nuestra sensibilidad también se vieron transformados. Si estamos tristes, felices o pensativos, aparece en lo que publicamos en Facebook. Nuestra identidad está reflejada en Instagram, en los blog, en Twiter.
La escritora Rosa Montero plantea: “para ser tenemos que narrarnos, y en ese cuento de nosotros mismos hay muchísimos cuentos: nos mentimos, nos imaginamos, nos engañamos”. Narramos como percibimos. Ludwing Wittgestein escribió “los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo”. Percibimos al mundo a través de nuestros sentidos y nuestras múltiples lecturas.
“Narrar es dar forma y expresar a un tiempo nuestras experiencias subjetivas e intersubjetivas. Supone engarzar imágenes, visiones, emociones, reflexión. Todo forma parte de un hábito creador- de cómo representamos al mundo[ii]”. En esta acción propia de los seres humanos,  de forma individual y colectiva construimos imaginarios. Miradas del mundo, perspectivas ideológicas.
Estamos mediados por lenguajes en los que nos podemos comunicar, generar opinión y conocimiento en simultáneo. Las plataformas son ese papel en blanco que vamos moldeando de acuerdo a nuestras experiencias.
Hoy la comunicación se vive y se siente de otro modo. Aquella idea de objetividad se puso en crisis.  Ya no se piensa al “receptor” impávido, pasivo, sino por el contrario interactuando y transformando constantemente su entorno. De hecho el rol del periodista también se vio transformado. “Internet ha estremecido los cimientos económicos de los medios tradicionales, pero además (…) ha abierto a la sociedad, en general, y a los periodistas, en particular, nuevas posibilidades y formas de contar historias.” Los comunicadores cada vez se muestran más flexibles para adaptarse a la rapidez de la lógica mediática. Hoy cualquier ciudadano de a pie, se convierte en un narrador de noticias: filma un acontecimiento, lo sube a la red, se replica y se comparte con una fluidez que asusta. El periodismo como lo conocemos está en crisis dice el español José Cervera, pero abre a nuevas oportunidades de sentido. Otras formas de narrar lo que nos sucede como sociedad. La información la generamos de forma colectiva y las redes sociales son una alternativa al acceso de información, que los medios hegemónicos obturan.  Eso tiene sus puntos a favor y en contra, pero lo cierto es que las relaciones de poder se establecen a través de la narración y las redes sociales son la mediación para realizar esta lucha cultural.
Bibliografía:
Cabrera Daniel. La matriz imaginaria de las nuevas tecnologías,  en Comunicación y Sociedad. 2004
Graciela Falbo. El poder de la narración. Escritores, periodistas, lectores y medios. Edición HomoSapiens. Rosario, Santa Fe. 2017.
Mark Briggs. Periodismo 2.0. Centro Knight para el periodismo. Universidad de Texas en Austin. 2007.
Rosa Montero. La loca de la casa. Ediciones Punto de lectura. Buenos Aires. 2005.
Williams, Raymond. La tecnología y la sociedad” en Televisión, tecnología y forma cultural. Ediciones Paidós. Bs. As. 2011.
[i] Gianni Rodari. Gramática de la fantasía. Introducción al arte de inventar historias. Colección nuevos caminos. Ediciones Colihue. Buenos Aires. 2011
[ii] Graciela Falbo. El poder de la narración. Escritores, periodistas, lectores y medios. Edición HomoSapiens. Rosario, Santa Fe. 2017.
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yamilabarrera · 5 years
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A un click de distancia Era digital: narraciones, consumo y producción de sentido en plataformas multimedia
“…una palabra, lanzada al azar en la mente, produce ondas superficiales y profundas, provoca una serie infinita de reacciones en cadena…[i]”
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 Encendí la computadora y me puse a pensar cómo las tecnologías atraviesan nuestra vida cotidiana. El celular al lado, la tableta cargándose para que mi hijo juegue a los videojuegos, la alarma conectada al wi-fi, a las cámaras. Estamos conectados, mediados por la tecnología, inmersos en un lenguaje multimedia en el que diariamente hacemos alguna operación: pagar los servicios por “Pago mis cuentas”, hacer una videollamada de Whatsapp con un familiar que está a kilómetros de distancia, buscar información en Google, publicar un comentario en un blog o escuchar una canción en YouTube. Nos convertimos en productores-consumidores y las redes sociales, facilitan estas tareas.
Las tecnologías cambiaron el ecosistema y ahora no podemos pensarnos sin ellas. Aprehendimos a usarlas, las apreciamos, las rechazamos, las transformamos. Somos siendo con las distintas tecnologías. Estar más cerca, conectados, informados y al mismo tiempo, más expuestos y vulnerables.
En la era digital, esos usos generaron transformaciones en la cultura, en los planos simbólicos y en la construcción de subjetividades. Los modos de percibir nuestra sensibilidad también se vieron transformados. Si estamos tristes, felices o pensativos, aparece en lo que publicamos en Facebook. Nuestra identidad está reflejada en Instagram, en los blog, en Twiter.
La escritora Rosa Montero plantea: “para ser tenemos que narrarnos, y en ese cuento de nosotros mismos hay muchísimos cuentos: nos mentimos, nos imaginamos, nos engañamos”. Narramos como percibimos. Ludwing Wittgestein escribió “los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo”. Percibimos al mundo a través de nuestros sentidos y nuestras múltiples lecturas.
“Narrar es dar forma y expresar a un tiempo nuestras experiencias subjetivas e intersubjetivas. Supone engarzar imágenes, visiones, emociones, reflexión. Todo forma parte de un hábito creador- de cómo representamos al mundo[ii]”. En esta acción propia de los seres humanos,  de forma individual y colectiva construimos imaginarios. Miradas del mundo, perspectivas ideológicas.
Estamos mediados por lenguajes en los que nos podemos comunicar, generar opinión y conocimiento en simultáneo. Las plataformas son ese papel en blanco que vamos moldeando de acuerdo a nuestras experiencias.
Hoy la comunicación se vive y se siente de otro modo. Aquella idea de objetividad se puso en crisis.  Ya no se piensa al “receptor” impávido, pasivo, sino por el contrario interactuando y transformando constantemente su entorno. De hecho el rol del periodista también se vio transformado. “Internet ha estremecido los cimientos económicos de los medios tradicionales, pero además (…) ha abierto a la sociedad, en general, y a los periodistas, en particular, nuevas posibilidades y formas de contar historias.” Los comunicadores cada vez se muestran más flexibles para adaptarse a la rapidez de la lógica mediática. Hoy cualquier ciudadano de a pie, se convierte en un narrador de noticias: filma un acontecimiento, lo sube a la red, se replica y se comparte con una fluidez que asusta. El periodismo como lo conocemos está en crisis dice el español José Cervera, pero abre a nuevas oportunidades de sentido. Otras formas de narrar lo que nos sucede como sociedad. La información la generamos de forma colectiva y las redes sociales son una alternativa al acceso de información, que los medios hegemónicos obturan.  Eso tiene sus puntos a favor y en contra, pero lo cierto es que las relaciones de poder se establecen a través de la narración y las redes sociales son la mediación para realizar esta lucha cultural.
 Bibliografía:
Cabrera Daniel. La matriz imaginaria de las nuevas tecnologías,  en Comunicación y Sociedad. 2004
Graciela Falbo. El poder de la narración. Escritores, periodistas, lectores y medios. Edición HomoSapiens. Rosario, Santa Fe. 2017.
Mark Briggs. Periodismo 2.0. Centro Knight para el periodismo. Universidad de Texas en Austin. 2007.
Rosa Montero. La loca de la casa. Ediciones Punto de lectura. Buenos Aires. 2005.
Williams, Raymond. La tecnología y la sociedad” en Televisión, tecnología y forma cultural. Ediciones Paidós. Bs. As. 2011.
[i] Gianni Rodari. Gramática de la fantasía. Introducción al arte de inventar historias. Colección nuevos caminos. Ediciones Colihue. Buenos Aires. 2011
[ii] Graciela Falbo. El poder de la narración. Escritores, periodistas, lectores y medios. Edición HomoSapiens. Rosario, Santa Fe. 2017.
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yamilabarrera · 5 years
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Una ecografía del aborto en Argentina (Las pastillas abortivas y el asesoramiento)
Mariela estaba recostada en el sillón de su casa, sus pequeños hijos Emma y Dante jugaban con una muñeca y un transformers en el piso. Mariela tenía un fuerte dolor en la cintura y los ovarios, tenía contracciones. Estaba embarazada de siete semanas. Tenía una situación económica complicada, ni ella ni su pareja tenían trabajo, los gastos apretaban y toda la incertidumbre se les vino encima. Después de mucho analizar, decidieron interrumpir el embarazo.
Aunque es un tema tabú, mucha gente tiene información sobre el aborto[1] y una amiga le dio una mano. Le pasó el número de un médico, se contactó por teléfono con un ginecólogo que hacía abortos por aspiración[2] y atendía en una clínica paqueta de capital. Cobraba $60 mil y decía no tener casi riesgo. Llena de miedos y con dos chicos, se deliberaba sobre abortar o continuar con el embarazo, pese a no saber cómo sostener a una familia de cinco, porque no podía reunir esa suma.
En ese momento las noticias mostraban  las dos voces de una disputa cultural. Dos formas de ver el mundo y concebir la vida. Ella sabía de sus riesgos. La hija de una vecina falleció por un aborto clandestino, tenía 15 años y no se lo había dicho a nadie. La joven murió en la ambulancia que la trasladaba al hospital. Mariela tenía miedo, mucho miedo.
Como al pasar, le dijeron de un grupo de mujeres que asisten gratuita y voluntariamente a las mujeres que quieren interrumpir el embarazo. El grupo se llama “Socorristas en Red[3]”. Las encontró por internet, llamó, coordinó una cita y en una entrevista grupal se sacó todas las dudas y algunos miedos. Ellas conseguían las pastillas abortivas, que se compraban entre todas y por $1000 podía hacer el aborto. Los miedos la seguían como una sombra, pero le dijeron que ese método tenía una eficacia del 95% y era accesible para su situación financiera.
[1] El aborto es la Interrupción voluntaria o involuntaria del embarazo antes de que el embrión o el feto estén en condiciones de vivir fuera del vientre materno.
[2]Procedimiento quirúrgico utilizado en las primeras 5 a 12 semanas de embarazo. Implica el uso de un tubo hueco (cánula) que se une por un tubo a una botella y una bomba, lo que produce vacío y aspira el saco gestacional o feto.
[3] El grupo Feministas en Red, se autodefinen como “feministas que abortamos” http://socorristasenred.org/
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En el 2018 se trató el Proyecto de ley de la interrupción del embarazo abrió un debate que cruza y toca la fibra más sensible de nuestra sociedad. Abre las aguas en dos, como un mesías. Quienes están a favor y en contra. Aborteras y Providas. Verdes y celestes. En media de la tensa discusión, las mujeres se siguen haciendo abortos de forma clandestina, sin acceso a información que las proteja y siguen poniendo en riesgo su vida.
No hay datos precisos debido al grado de clandestinidad. No registros que cuantifique y permita distinguir entre abortos espontáneos e inducidos, pero se estiman que por año, se realizan entre 370.000 y 520.000 en todo el país, según un relevamiento del  año 2005.
La falta de un marco legal, hace que las mujeres Las tengan complicaciones físicas por la realización de abortos inseguros y sin asesoramiento. Muchas de ellas tienen hemorragias, infecciones y otras más severas como el shock séptico o la lesión de órganos internos. Las muertes por abortos inseguros representan el 17% del total de las muertes maternas del  2014-2016.
En nuestro país, está permitido el aborto en casos de violación, si representa un riesgo para la vida de la persona gestante y si representa un riesgo para el bienestar físico, emocional y social de la persona gestante.
Mariela tenía es sus manos dos tipos de pastillas: Mifepristona y Misoprostol. Pese a todas sus dudas y contradicciones las tomó como indicaban las precisas instrucciones. Le avisó a una de las socorristas, quién estaría monitoreando todo el tiempo lo que le ocurría. No estaba sola y estaba asesorada. Su esposo la miraba preocupado. Seguro que se cuestionaba la decisión tomada, pero al ver a los chicos jugando, volvió a pensar en la difícil que estaban atravesando y suspiró.
En Argentina hay diez provincias que adhieren al protocolo nacional, seis que cuentan con sus propios protocolos que dificultan el acceso a un aborto seguro, cuatro jurisdicciones que no están adheridas formalmente pero utilizan la regulación nacional, y otras cuatro que no tienen protocolo ni adhieren al nacional.
[4] Dato extraído de Revueltas: http://larevuelta.com.ar/wp-content/uploads/2018/03/El-aborto-en-cifras-CEDES-ELA-REDAAS-1.pdf
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Aunque las provincias aplican el protocolo, este derecho tiene sus dificultades para la implementación como es el caso de Buenos Aires, Chubut, La Pampa, Misiones, Neuquén y Río Negro. En Córdoba por ejemplo, tiene su propio protocolo, y lo tuvo suspendido por orden judicial desde el 2012 por una acción de amparo interpuesta por una ONG religiosa.
La mifepristona junto al misoprostol son la combinación recomendada y utilizaba en los países donde la interrupción del embarazo es legal. Tiene altísima efectividad y pocos efectos secundarios.
Hay 60 países en el mundo que brindan acceso legal a abortos seguros. En América Latina en Cuba, Uruguay y México Distrito Federal, las mujeres pueden abortar de forma gratuita y libre, aunque en Cuba tiene que hacerse antes de las diez semanas y en los otros dos países antes de la semana duodécima.
Salió corriendo al baño. Se sentía descompuesta, como se sentía con una menstruación fuerte. Se sentó en el inodoro, hizo pis y expulsó el saco gestacional. Se asustó al ver una mancha oscura parecida a un bife de hígado. Lentamente caminó hasta el sillón y se quedó quieta. Tuvo un fuerte sangrado pero no tuvo hemorragia ni otro signo de alerta. Las pastillas habían funcionado como le dijeron las socorristas. Había interrumpido su embarazo sin complicaciones. Ahora restaba hacerse una ecografía dentro de los 15 días como le habían recomendado.
En Socorristas en red acompañaron durante cuatro años a 14.752 mujeres con asesoramiento y acompañamiento gratuito en el momento del aborto. Ellas cuentas con datos propios y pueden contribuir a la falta de estadísticas. Según su relevamiento sobre las motivaciones que llevan a una mujer a recurrir a un aborto, señalan que los factores son varios pero se destaca la decisión sobre la maternidad en un 43.4%, que incluyen la negación a ser madre en ese momento o en volver a ser madre, también está cruzado por situaciones de violencia. Le sigue con un 20.6%, la condición económica de las mujeres que decidieron abortar.
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Que lo económico pesa no hay dudas, según el diario La Nación una familia tipo necesita $20.869 para no ser pobre. En un contexto donde el trabajo escasea, la mayoría trabaja en negro y/o tiene un salario magro, un nuevo integrante de la familia puede ser una sacudida.
En los últimos datos del Indec en el primer semestre de 2018 el porcentaje de hogares por debajo de la línea de pobreza fue del 19,6%. Dentro de este conjunto se distingue un 3,8% de hogares indigentes que incluyen el 4,9% de las personas.
Mariela abortó sin complicaciones en la intimidad de su casa. Seguro lo hizo con el miedo propio de hacer algo ilegal. Utilizó la medicación que se aplica en Uruguay, Chile y Estados Unidos, pero el Código Penal castiga con prisión de uno a cuatro años a la mujer y a quien le practique un aborto. La pena aumenta hasta 10 años si lo hacen sin consentimiento de la mujer. Y en los casos donde la paciente muere, la pena llega a seis años si había prestado consentimiento, pero sino lo hizo aumenta a 15 años. Además la ley establece que “tendrán  inhabilitación especial por doble tiempo que el de la condena, los médicos, cirujanos, parteras o farmacéuticos que abusaren de su ciencia o arte para causar el aborto o cooperaren a causarlo".
La Nación Data: http://blogs.lanacion.com.ar/data/category/periodismo-con-bases-de-datos/
[6] Indec: https://www.indec.gob.ar/uploads/informesdeprensa/eph_pobreza_01_18.pdf
 Fuentes:
Cepal https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/12842/np87095120_es.pdf?sequence=1&isAllowed=y
Chequeado: https://chequeado.com/hilando-fino/despenalizacion-del-aborto-que-datos-existen-en-la-argentina/
https://chequeado.com/el-explicador/aborto-no-punible-un-grafico-para-conocer-la-situacion-de-los-protocolos-provinciales/
Código Penal de la Nación Argentina. Título I, Delitos contra las personas, Art. 85 y 86.
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/15000-19999/16546/texact.htm
Fundación Huesped: https://www.huesped.org.ar/informacion/derechos-sexuales-y-reproductivos/tus-derechos/interrupcion-legal-del-embarazo/historia-del-aborto-en-argentina/
Indec: https://www.indec.gob.ar/uploads/informesdeprensa/eph_pobreza_01_18.pdf
La Nación Data: http://blogs.lanacion.com.ar/data/category/periodismo-con-bases-de-datos/
Ministerio de Salud de la Nación: https://drive.google.com/file/d/1-j3PzujjIbnTWJ7N-CAQfFr6spMMnFG_/view?ts=5b688199
ONG Aborto Sin Barreras: http://www.abortosinbarreras.org/
Socorristas en red: http://socorristasenred.org/
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