Tumgik
Fuiste Panchito
Soy capaz de dedicarte todas y cada una de mis desgracias por el hecho de que te has ido y de los montes nunca regresaste, con tu morral de cuero y tus botas partidas, quejas y migrañas de madrugada, quelites y cempasúchil fresco, arroz frio y frijoles negros. Soy capaz de dedicarte todas mis lágrimas de coraje, de rabia y hasta del mandado que no recogiste cuando clarito te dije que fueras al mercado.  No más te fuiste y no fuiste ni para dejarme una nota que me explique por qué le debo más de doscientos pesos a Doña Enedina; me dejaste llena de puras deudas y además te burlaste de mis sandalias. ¿Apoco crees que me voy a quedar con las manos cruzadas mientras tú ya reposas con la barriga pa´ arriba?  
Si serás bruto tú, pero yo siempre fui la más lista de nuestro chiquito hogar, tan pequeñito que le cortamos los brazos al Cristo para que entrara en nuestra recamara; tal vez por eso nunca nos bendijo y hasta penitencia nos trajo. Ya ni me acuerdo porque me casé contigo, no sabías ni desgranar los elotes y aun así me conquistaste. Eso sí, me traías con una sonrisa de oreja a oreja cuando llegabas con una nieve de nance a preguntar por mí a mi casa. Esos días cálidos fueron los que sembraron nuestros corazones en pleno campo. Me prometiste muchas cosas, y muy pocas me cumpliste, ya decía yo que cuando el amor habla, uno hasta las manos empeña. Sí, sí estabas medio tarugo y el aliento te olía como a las flores de pantano que tanto te desagradaban, pero con todo y tu taruges y tu aliento de flor de pantano, me haces mucha falta mi Pancho.                                                                                     
 Mientras está ausente tu panza, está también ausente mi coraje, mi fuerza y mi valentía. Ya no soy la misma y hasta me estoy quedando calva, dos pelos menos en mi cabeza y voy a parecer rana. Estoy llena de hambre, hambrienta de llenarme; la comida no alcanza y ni una tortilla me guardaste. Mi tragón, mi barrigón, mi gordo arrugado, ¿por qué te comiste todos los dulces macizos de Doña Enedina?, ¿no te bastó con las cazuelas de chayote con gallina que yo con tanto esfuerzo te hacía? Me dejaste debiendo doscientos pesos Panchito, Dios no lo quiera, pero por esta deuda hasta me ando mudando de pueblo. Tú bien sabías que no quería estar de regreso con mis hermanas y la escoria de mi primo. Si ésta no me la pagaste en vida, me la pagas cuando llegue allá arriba, y con un beso en tu tumba, me despido de lo que fueron los mejores años de mi vida.  
0 notes
¿Cómo la tuna fresca llega a nuestra mesas?
Vivimos en la penumbra de no saber su procedencia. Su aroma de temporada cuando el filero la rebana y cae al piso en plena terracería, su aroma; su simple aroma nos rebasa.  
1 note · View note