Dentro de su alma, se esconden los secretos más profundos de un corazón herido. Antes, sus manos buscaban el calor de otros con ansias, entregándose sin reservas, como una flor al sol, pero el tiempo, con su cruel enseñanza, ha convertido cualquier roce en un eco de recuerdos dolorosos. Aprendió a cerrar puertas, rechazar corazones, como escudo ante el temor de revivir las sombras del pasado.

Pero entre las grietas de su armadura, se coló un destello de luz, un encuentro inesperado que despertó en ella un sentimiento olvidado. Un latido nuevo, un brote en el desierto de su corazón marchito, un ser que irrumpe en su vida con la fuerza de un huracán, despertando emociones que creía enterradas bajo capas de hielo. Decide abrirse, desafiando a sus propios miedos, dispuesta a compartir su vulnerabilidad y verdad, con la esperanza de que él comprenda el peso de sus cicatrices, el significado de sus silencios.

Sin embargo, el camino del amor nunca es fácil, y sus intentos por expresar lo que siente se ven empañados por malentendidos y confusiones. Él interpreta su distancia como desinterés, mientras ella lucha por expresar un amor que se desborda en pensamientos y miradas. Si tan solo pudiera entender que su amor trasciende las barreras del tacto, de las palabras, que cada gesto, cada suspiro, está impregnado de su esencia, en el palpitar de su corazón.

Sintiéndose como dos notas en una melodía, diferentes pero complementarias, destinadas a encontrarse en este plano. Si él supiera que basta con su presencia para encender la chispa de su alma, si comprendiera que no se trata de rechazo, o falta de cariño, sino de una forma distinta de amar, que se nutre de la complicidad de sus pensamientos, del brillo de sus miradas, de la calidez de su compañía.

Porque aunque sus formas de amar sean distintas, bien saben que están unidos por un lazo invisible, un vínculo que supera cualquier barrera. Aunque quizá sus caminos sean diferentes, estaban hechos el uno para el otro. Porque al final del día, lo que importa es la conexión que comparten, la capacidad de comprenderse y aceptarse mutuamente, con sus imperfecciones y miedos.

Porque cuando dos almas están destinadas a encontrarse, nada ni nadie puede separarlas.

¿Por qué, al encontrarte, solo percibo fragmentos dispersos, partes disgregadas de tu ser, muchas aún desconocidas para mí?

Me estremecen, me aterran, ¿por qué persistes en herirme? ¿Por qué me niego a desligarme de ti?

Permíteme partir, prometo cortar mis venas para que absorbas hasta la última gota de mi sangre, de tu sangre.

Tómala, pues jamás me perteneció, jamás pertenecí.

En días como hoy, el recuerdo de tu presencia se adentra en los rincones más profundos de mi ser, como un eco que resuena en mi cabeza, una, otra y otra vez. Me duele contemplarte como un espectro distante de lo que una vez fue una promesa de amor, ahora reducido a destellos fugaces en el vasto océano del pasado. A pesar de la incertidumbre que me embarga, albergo la esperanza de que aún quede un rincón en tu corazón para mí, porque mi amor por ti sigue ardiendo, imperecedero, palpable en cada latido de mi alma y en cada suspiro que exhala mi ser.

La ausencia se manifiesta como una sombra que se cierne sobre mi existencia, un vacío que parece crecer con cada latido de mi corazón. Sin embargo, en medio de la penumbra, encuentro consuelo en los fragmentos de nuestra historia compartida, en los momentos de complicidad que siguen resonando como melodías eternas en el eco de mis pensamientos. Cada sonrisa tuya, cada gesto de ternura, se convierte en un faro de luz en la oscuridad que me rodea, recordándome que lo que vivimos fue real, tangible, aunque efímero.

Te extraño con una intensidad que amenaza con consumirme, pero comprendo que nuestra separación fue necesaria para que cada uno encontrara su propio camino hacia la felicidad. Nos vimos obligados a soltar amarras, a despedirnos en silencio, para que pudieras seguir adelante, incluso si eso significaba dejar atrás los pedazos de mi corazón que aún laten por ti. Aunque el dolor me embargue, acepto que es necesario abrazar la soledad para poder sanar, para poder reconstruirme a mí misma desde los escombros de lo que fuimos juntos.

Confío en que, en algún rincón del universo, nuestras almas se encuentren de nuevo, libres de las cadenas del pasado, y que en ese reencuentro, encontremos la paz y la plenitud que tanto anhelamos. Mientras tanto, seguiré tejiendo los hilos de nuestros recuerdos en el telar de mi memoria, alimentando la llama de nuestro amor con la esperanza de que algún día vuelva a arder con la misma intensidad de lo que un día fue.

No me importaría navegar por los mares más turbulentos, si al final del viaje me esperan tus brazos como puerto seguro, donde el naufragio se convierte en refugio y el temor se disuelve en un abrazo eterno. No dudaría en hacer renuncias en pos de nuestra complicidad, sabiendo que cada sacrificio nos acerca más a la comunión de nuestros seres. Dicen que las pruebas más arduas son las que forjan los lazos más fuertes, y en esa creencia deposito mi fe, confiando en que nuestro amor sea capaz de superar cualquier obstáculo.

Me deleita pensar que cada desafío, cada dolor atravesado, ha sido un escalón en el camino hacia la plenitud, Me fascina la idea de que cada experiencia vivida, cada alegría y cada adversidad, haya sido un peldaño en la escalera que nos acerca el uno al otro. Como una pieza de un rompecabezas, cada momento de mi vida parece encajar perfectamente contigo, como si estuviera destinada a encontrarte en este preciso instante. Y en este encuentro, en esta convergencia de destinos, encuentro la certeza de que todo tiene un propósito, que cada paso dado me ha llevado a ti.

Me gusta sumergirme en fantasías donde tú y yo somos cómplices de nuestras alegrías y tristezas, donde compartimos risas y lágrimas, donde cada momento juntos es una joya preciada en el collar de nuestra historia compartida. En esos sueños, el tiempo se detiene y solo existe el presente, donde tú y yo somos los protagonistas de nuestra propia narrativa, escribiendo juntos el libro de nuestras vidas.

Me gusta perderme en sueños donde tú y yo somos uno, donde tus ojos son el horizonte que guía mis pasos y tu risa es la melodía que alegra mi alma. En esos sueños, el tiempo se detiene y solo existe la realidad de nuestro amor, envuelto en la magia de lo eterno.

Me hallo perdida entre los misterios del destino, sin comprender las razones que subyacen en su tejido. ¿Acaso las sendas que recorremos están predestinadas, más allá de nuestra propia voluntad? ¿O será que nuestras elecciones están dictadas por una fuerza mayor, invisible pero omnipresente? Como si nuestras vidas estuvieran delineadas por fuerzas superiores que no podemos entender o si fuésemos espectadores en el teatro de lo inevitable, sujetos a un guion que nos es ajeno. Me seduce la idea de que así sea, de que nuestras vidas estén entrelazadas por hilos invisibles, guiadas hacia un propósito más elevado.

Contemplo con asombro el cruce de nuestros caminos en este preciso momento de mi existencia. Aunque compartimos conocidos y vivencias, nuestra conexión se ha demorado hasta ahora, como si el tiempo mismo conspirara para que este encuentro se produjera en el momento perfecto. Es curioso pensar en las múltiples oportunidades que pudimos haber tenido para encontrarnos antes, y sin embargo, solo ahora se nos ha concedido este instante de intimidad...

El futuro se despliega ante mí como un vasto horizonte por explorar, lleno de promesas y posibilidades. En él, vislumbro la presencia de tu ser como una pieza clave en el rompecabezas de mi vida, como si estuvieras destinado a formar parte de mi historia y seas quien desvele los secretos más profundos de mi ser. Y aunque el peso de la incertidumbre se posa sobre mis hombros, agradezco tu presencia aquí y ahora. Porque en este encuentro, en este instante fugaz pero eterno, encuentro la chispa de la esperanza y la certeza de que nada es casualidad en el universo...

En mi persiste la imposibilidad de dejarte ir, no porque me falte la capacidad, sino porque la comprensión se desvanece. Este capítulo en nuestras vidas ha concluido, fue bello, al menos así lo percibí. No anhelo más tu presencia, pero en la profundidad de mi ser, yace la ambigüedad de lo que verdaderamente deseo. Quisiera explorar nuevas conexiones, sin embargo, en mi mente, solo encuentro tu figura, impidiéndome liberarte aunque ya no compartas mi vida. ¿Cómo enfrentar esta contradicción? Me haces sentir vulnerable, como si fuera tonta por no poder destilar tu esencia de mis pensamientos...

Me debato entre las aguas de no poder soltarte, mientras la efímera dicha se deshace como un sueño frágil. Después de alcanzar lo que parecía ser el final, tu ausencia resurge como una sombra espectral, tejida en los rincones más oscuros de mi ser. Reconozco las heridas que entre ambos abrimos, los estragos que causamos, pero tu recuerdo persiste, como un eco pertinaz que se niega a desvanecerse. Ya no albergo amor por ti, pero un eco de ese sentimiento se aferra a mi existencia. Intento desterrar tu figura de mis pensamientos, pero persistes en mi mente como un enigma sin resolver. Este desasosiego me sumerge en una extrañeza profunda, incapaz de dominar las mareas tumultuosas de mi ser. Me duele en el alma, pues deseo liberarme de este sentimiento, decirte adiós, pero la confusión se enreda en las palabras que no encuentro para expresar lo que mi corazón apenas susurra.

En la penumbra de su desánimo, después de sumergirse en las aguas cálidas, se encuentra bajo innumerables capas de sábanas, acariciada por la pálida luz lunar que se cuela en la habitación. Ella, el ser más dulce en su propio universo, aguarda la llegada de la ansiada felicidad que pueda reavivar el latir de su corazón.

Difusa música navideña se filtra suavemente desde lejos, mientras un frío profundo abraza la ciudad, ajena a ella, que yace lánguida y carente de motivación. Su alma, aparentemente vacía, aún resiste, inmersa en recuerdos de primavera, en la sombra del árbol junto al río, en el aroma de las galletas recién horneadas por su madre y en la peculiar arruga de su nariz al sonreír; todos estos recuerdos que la mantienen despierta.

Un suspiro, otro intento de conciliar el sueño. En ese estado onírico y etéreo, percibe una energía que se manifiesta como una armonía angelical, tomando forma en un ser de luz. Un ambiente celestial envuelve la habitación, acompañado por melodías dulces entonadas por la voz más delicada y melosa que jamás haya escuchado.

- "¿Escuchas? Cierra los ojos y siente con el corazón" - susurra el ser celestial.

De repente, todas las preocupaciones desaparecen, una cálida paz se apodera de ella. Sin miedo, la presencia inunda su alma con una calidez y ternura indescriptibles. Todo parece desvanecerse, solo existe ella y ese majestuoso espíritu; la experiencia es sublime, como si pudiera perdurar por toda la eternidad.

Se dice que el espíritu navideño llega para transmitir armonía, amor, paz y alegría a las almas bondadosas, pero ella se pregunta, "¿Por qué yo?".

- "Tranquila, todo está bien. Reconozco la pureza de tu corazón y te prometo que pronto, como un abrazo cálido, llegará todo el amor y paz que tu alma anhela", - susurra dulcemente el ángel.

Y así, como un suspiro fugaz, todo se desvanece, llevándose consigo la serenidad del momento.

Entonces, una vez más...

En la penumbra de su desánimo, después de sumergirse en las aguas cálidas, se encuentra bajo innumerables capas de sábanas, acariciada por la pálida luz lunar que se cuela en la habitación, aguardando la llegada de la ansiada felicidad que pueda reavivar el latir de su corazón.

Moras en mis pensamientos, como un deleite que resuena en lo más hondo de mi ser. Te amo con una intensidad que desborda mis límites. Anhelo tenerte cerca, que sientas mi presencia, que mis palabras acaricien tu ser como suaves brisas en el alma. Aunque mis palabras queden atrapadas en mi garganta, persistirá ese amor que no cesa, pues en cada pensamiento, vislumbro la esencia misma del amor.

Haría cualquier cosa con tal de palpar alguna emoción. Mis sentimientos parecen difuminarse, desvanecerse sin un propósito claro. Me convierto en un espectro, un alma carente de sensaciones, con ojos que ya no derraman lágrimas. Busco desesperadamente sentir algo en mi ser, ¿acaso he olvidado el arte de experimentar en esta existencia? El dolor, el amor, la rabia; todos han abandonado mi ser, dejándolo vacío.

En el sendero del místico, se despliega una travesía marcadamente dolorosa y extraordinariamente solitaria. En este itinerario, la ausencia de garantías se erige como una verdad ineludible, y, no obstante, el místico persiste, avanzando incesantemente. Es un viaje donde el dolor y la soledad se entrelazan, donde cada paso es un acto de fe, desafiando las incertidumbres y adentrándose en lo desconocido con una determinación que desafía las sombras. A pesar de la carencia de seguridades, el místico continúa su búsqueda, atravesando la penumbra con la esperanza de desentrañar los secretos que aguardan en el corazón de lo misterioso.

Soy un compendio de cada palabra que he absorbido, una amalgama de letras que ha dejado su impronta en lo más profundo de mi ser. Siempre la creadora de versos, pero nunca la musa de la poesía; eternamente la artífice, pero rara vez la inspiración que baila en las líneas de un poema. Soy el eco de las historias que he abrazado, la esencia de las narrativas que han esculpido mi identidad, siempre la forjadora, nunca la esencia inmortal plasmada en las páginas.

En otra encarnación, las circunstancias podrían haber tomado trayectorias diversas, pero en el único transitar de esta vida, me veo abrazando esta realidad. Aquí y ahora, en este momento efímero que es mi existencia, enfrento las vicisitudes, tejo mis experiencias y moldeo mi propio destino. No hay más que este presente, este único capítulo que se despliega ante mí.

Desconozco quién eres hoy y quién serás mañana, porque mi visión se limita a la estampa que dejaste marcada en mi pasado, donde persisto como un eco de lo que fuimos. Mi entendimiento de ti se ancla en lo que decidiste legarme, y en este presente que es mi refugio porque aquí me dejaste.

Mi conocimiento de ti se limita a la estela que decidiste plasmar en mi historia. Solo sé de mí porque aquí me dejaste, y solo sé de ti porque, al marcharte, dejaste tras de ti los matices de tu presencia que persisten en mi ser.

Presencié la fealdad que escondes más allá de la superficie y, tu voz, que alguna vez sonó como mi canción favorita, ahora resuena con una disonancia que marcó el fin de una conexión que antes me embriagaba con su armonía...

El dilema imperante en nuestra era radica en la predisposición de los discursos contemporáneos a configurarse de tal manera que promueven una percepción generalizada de victimización. Nos presentan como víctimas de todo lo que no sea uno mismo. Urge detener este frenesí.

Ya no se trata únicamente de tener un adversario debido a una diferencia específica, sino que ahora se añade el plus del victimismo que habilita y justifica, de manera preocupante, la demolición del otro mediante argumentos aparentemente irrefutables. La figura de la víctima, en su búsqueda de empoderamiento, da un giro oscuro al convertirse en victimaria, sumiéndose en un espiral de violencia que contamina las interacciones humanas.

Esta dinámica, marcada por la multiplicación de supuestas afrentas personales, se traduce en una peligrosa retórica que desencadena hostilidad, llevando a la sociedad hacia un precipicio donde la comprensión y el diálogo se ven eclipsados por la retórica de la victimización. Es imperativo detener este ciclo vicioso para preservar la esencia misma de la coexistencia pacífica y fomentar un espacio donde la empatía y el entendimiento prevalezcan sobre la espiral destructiva del victimismo.

Aquellos que realmente me conocen entienden la naturaleza de mi corazón y las auténticas intenciones que albergo. En este momento, soy consciente del esfuerzo que dedico para transformar lo que no me satisface en mí misma, y es en ese proceso de evolución donde encuentro mi refugio. Con la mirada puesta en el crecimiento personal, abrazo lo que soy y valoro la constante búsqueda de mejora que guía mi camino.