Tumgik
tintazulrey · 1 year
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Marco, Polo
Al norte de una colonia muy famosa, en una casa de unos ochos pisos con ventanales por fachada, brillaban devorandola oscuridad del exterior.
A nada de llegar a la fiesta y Darío no me contestaba los mensajes.
Llegué al 128 de la calle Bajío pasadas las diez. Al entrar, rostros desconocidos que, iluminados por el spectrum de la decoración, inundaban todas las habitaciones de todos los pisos y me daban la bienvenida, pero de entre todos ellos, sólo creí reconocer uno que me miraba sin saludar, invitándome a seguirle, despareciendo de mi vista en el instante en que me adentraba en la casa. No habría podido imaginar algo tan irreal como que cada habitación tuviera su propia escencia, su sonido, sus colores de acuerdo al alma de cada persona.
(suena The Kill de Jessie Ware)
Los minutos eran devorados por risas y movimientos corporales aleatorios propios de una danza improvisada. Después de varios tragos y de no encontrar a Darío por ninguna parte, todo parecía un espejismo. La mirada del misterioso chico del principio me seguía a todos lados, como un cazador a su presa, que parecía, había escogido mirarme, resultado de una decisión meditada.
Nuestras miradas jugaban un intercambio de lenguaje que ambos entendíamos, hasta que volví a perderlo en la multitud. Su ausencia comenzaba a molestarme y querer encontrale surgía como una necesidad que se apoderaba de mi cuerpo y me llevaba al útimo piso donde tan sólo columnas y arcos delimitaban una habitación de la otra. La luz que se colaba al interior dibujaba la silueta de alguien que aguardaba frente al ventanal, no distinguí de quién se trataba hasta que la intuición me rescató.
—Marco —rompió el silencio mientras avanzaba hacia mí con aire de ventaja.
Mientras yo repetía su nombre en voz alta él se desplazaba, a dónde él se moviera yo lo hacía también; dos sombras jugando a encontrarse a la mitad de la noche, luego el tiempo se detuvo al descubrirlo a mis espaldas, susurraba en mi oído y mi piel respondía a sus palabras; se erizaba, mis latidos aumentaban, lo sentí aproximarse cada vez más, entonces me rendí y culminó en la fusión de nuestros labios. Súbitamente una voz atravesó el espacio convirtiendo todo, incluido el aire, en una escala de grises y confusión de segundos que se volvían eternidad, se trataba de Darío.
Y sin querer ya estaba estaba enredado en un triángulo amoroso.
Sólo supe dos cosas acerca de aquél chico de anoche. Su nombre era Marco y era el amante de mi mejor amigo.
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