“¿Así que estas cosas siempre pasan en Nueva York? Al parecer vivir aquí es toda una aventura a diario.” había visitado la ciudad otras veces, pero convertirse en una neoyorquina era una experiencia completamente diferente.

“¿Estas bien?” frunció el ceño mientras se sacaba un auricular. Llegando al edificio donde vivía se cruzó con un rostro conocido. “¿Cuanto tiempo has estado aquí? Tienes pinta de que te estas congelando”

     Ha terminado por refugiarse en uno de los bares más desocupados del lugar, donde la música parece parte del ambiente y los murmullos de las personas no son suficientes como para distraerla, incluso la mirada inquisitiva del barman pasa inadvertida. Se encuentra totalmente ensimismada en el libro que está leyendo, que no es capaz de notar la presencia a su lado hasta que escucha su voz, pero sin saber lo que ha dicho, responde  — No me mires así, es muy común que la gente venga a leer mientras se toma un trago.

La luz del sol le dio con toda la fuerza en los ojos, lo que causó que gruñera molesto. Su cabeza palpitaba de dolor, su nariz ardía y su garganta parecía más seca que un desierto. La clásica resaca después de la fiesta de cumpleaños. Se removió sobre la cama intentando escapar de la luz del sol, pero su anatomía - que curiosamente se hallaba sin ropa - chocó con un cuerpo ajeno. Sus ojos se abrieron lentamente para acostumbrarse a la luz matutina “¿Qué mierda?” susurró intentando reconocer a la persona recostada a su lado que - al igual que él - se encontraba sin ropa. 

“ Ya sabes lo que dicen: Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas. ”  

Siendo abandonada junto a su padre por sus hermanas la pelirroja se escurrió por los stands llenos de armas hasta el campo de tiro de la convención. Se coloco todos los objectos de seguridad mientras tomaba una de las armas de prueba, luego de unos segundos de concentración le dio tres veces seguidas en el centro del objetivo, no dudo en festejar dándose la media vuelta regalandole una sonrisa a la persona que pasaba a su espalda - ¿Lo viste? entiendo que soy asombrosa pero sigo sorprendiéndome a mi misma - Comento con orgullo dejando el arma a un lado.

Basto con poner un pie fuera de la casa de los rusos para que las lagrimas comenzaran a brotar de sus ojos. A veces creía que la pesadilla nunca se iba a terminar, tal vez...¿lo merecía? Se obligo a si misma a limpiarse el maquillaje que se había corrido y a alzar la cabeza, siendo aquello lo único que muchas veces la mantenía cuerda (también en un tonto intento de no desmoronarse allí mismo). No era el amor propio, aquel ya no lo tenía, era el poco respeto que todavía se tenía a si misma. Su sorpresa fue enorme al cruzarse con un rostro conocido, el corazón le latía con fuerza debido al miedo. “¿Que haces aquí?”

"Al contrario de la creencia popular del americano promedio las armas no son un juguete. Así que mejor pon eso abajo antes de que nos mates a todos” frunció el ceño observando a la persona a su lado. En los Estados Unidos cualquiera podía tener un arma, y eso es lo que hacia todo mas peligroso. “Seguro ni tienes idea de como se usa”

–Aparentemente mi hija puso una foto mía en el altar de muertos, no se si sentirme honrado o triste.

Por un lado su hija prácticamente estaba diciendo que estaba muerto para ella, por otro eso significaba que lo recordaba y pensaba en él.

“Podría darte 100 dolares si adivinas el contenido de esta taza, pero en lugar de perder mi tiempo preferiría saber por que me estas buscando...”

Tenía la música a volumen máximo, escuchando a través de los auriculares, cuando creyó notar que alguien le estaba dirigiendo la palabra. —Hey, ¿me hablabas?— murmuró tras quitarse los auriculares y esperando que valiera la pena, porque no le gustaba nada tener que detener su música.

“A como lo veo, puedes dejar que te lleve o puedes caminar hasta ahí, porque dudo que vayas a encontrar algún transporte a esta hora.” 

“Mierda” Bart dejo el arma en la mesa donde la había encontrado pues al levantarla para mirar el nombre tallado en la empuñadura una parte de la reliquia se cayó. Al momento de querer huir de la escena del crimen se choco con otra persona. Casi de forma inconsciente alzo las manos. “¡Ah! Es...es un buen momento para estirar” fingió que eso es lo que estaba haciendo, ahora estirando sus brazos hacia arriba. “¡Vamos! Seguro no elongaste después de hacer ejercicio esta mañana.”

Se ríe al salir del baño, por el tambaleo que dan sus pies producto del alcohol, pero la diversión se desvanece sutilmente cuando nota a una persona sentada fuera del baño. No está segura del estado de la persona frente a ella, pero se preocupa de todas formas — ¿Estás bien? ¿Quieres agua o algo así?

Entro en el bar de siempre haciéndole una seña al cantinero de que quería lo de siempre mientras pasaba por los grupos de gente hasta una de las pocos lugares dentro del lugar dejando su placa sobre la mesa ya que le estaba empezando a molestar, agradeciendo con un asentimiento cuando el vaso de whisky fue dejado en la mesa.

“¡Zeus! ¡Zeus!” el cubano llamó al perro que sostenía por la correa. Intentaba calmar los ladridos que repentinamente habían empezado a salir de su hocico. “Vamos chico,  ¿que pasa?” esta vez hizo su mejor esfuerzo para apenas agacharse y pasar una mano por su pelaje hasta llegar a la cabeza donde le rasco detrás de la oreja. “¿Quien no te agrada?” se rió levemente. Era inusual que estando en la calle el lazarillo empezara a ladrar como si nada a menos que hubiera algún peligro cerca o algo extraño le llamara la atención. Seguro era por estar en una nueva ciudad: todo le parecía un peligro para su dueño.