Tumgik
#sir. poesía
solxs · 1 year
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Un beso en el cuello y fuiste todo mío.
Sir. Samuel
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Una vez leí la historia de un chico que dejaba flores en la ventana de otro chico cada mañana, las flores continuaron por todo un año, en el que sin falta su amante se levantaría de la cama solo para oler la flor y permitirle morir en dignidad en el florero de su mesa de noche. Que extraño, me dije al leer la historia, que extraño que las personas se levanten solo para recoger flores, y que extraño que yo me levantara cada día solo para leer a alguien recibirlas. Que extraño levantarse y que la única motivación para no poner fin a tu vida sea el leer sobre amantes y flores en las ventanas.
Sir. Samuel
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notasfilosoficas · 5 months
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”Os morirías de angustia si, como exigís, el mundo en su totalidad se volviera de veras comprensible”
Friedrich Schlegel
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Karl Wilhelm Friedrich Von Schlegel fue un filósofo, crítico literario, historiador, filólogo clásico y traductor alemán nacido en Hannover en marzo de 1772, considerado uno de los mas importantes junto con su hermano August del circulo de Jena.
Fue el más joven de una familia protestante de 6 hermanos. 
Destinado a convertirse en banquero, rechazó la vocación con la finalidad de estudiar derecho en la universidad de Gotinga y posteriormente en Leipzig, en donde comenzó a interesarse en la cultura griega viajando en 1794 a la ciudad de Dresde en donde estudió arte y cultura grecolatina clásica escribiendo su ensayo Sobre el estudio de la poesía griega.
En Jena (en donde su hermano August Wilhelm impartía clases), empezó a desarrollar en estética, lo que constituiría el principio teórico del romanticismo, la ironía romántica o dicotomía, entre la obra creada e imperfecta, y la idea de su autor perfecta.
Desarrolló el concepto de “Poesía universal progresiva”, que reúne diversos géneros literarios en donde establece que el arte se expresa a partir de su propio fracaso y utiliza a la ironía para reflexionar sobre el mismo, separándose del concepto “Clásico” armónico y cerrado que representaba un estado ideal.
Con lo anterior Schlegel conduce a la posibilidad de concebir una poesía trascendental, entendida como condición de posibilidad de una poesía que sea, a la vez poesía de la poesía.
Junto con su hermano, y el escritor y hispanista aleman Ludwik Tieck, fundaron la revista Ateneo, que fungió como órgano del movimiento romántico alemán, y cuya edición duró de 1798 a 1800.
Fue durante esos años que Friedrich escribió la novela autobiográfica e inacabada Lucinda en 1799, y en 1800, su obra más amplia sobre estética romántica “Gespräch über die Poesie” en donde destaca como las figuras más importantes de la literatura universal a Dante Alighieri, Miguel de Cervantes y William Shakespeare.
En 1804 se casó con Dorothea Vent, (pariente del filósofo judío Moses Mendelssohn) con quien viviría en París, lugar en donde también aprendería el sánscrito y fundaría el periódico “Europa”.
Tras convertirse al catolicismo él y su esposa, viajaron a Viena en 1808, en donde trabajó en el ministerio de asuntos exteriores austriaco, sirviendo al ejército de 1809 a 1810.
Aplicando la filología comparada al indoeuropeo, (de la que se considera pionero), proclamó que la India era la cuna de la civilización occidental, basado en las observaciones del lingüista e investigador Sir William Jones y las similitudes encontradas entre el sánscrito y otras lenguas como el latín, griego y persa.
Para Schlegel, la ironía se vuelve un elemento constitutivo de la producción humana, tanto comprensible como incomprensible, manifestando que “Puesto que todo se ha fraguado al calor de la ironía, no puedo desmentirla, pues hacerlo implicaría contravenirla”. 
La amenaza de que todo se volviera comprensible es, para Schlegel, olvidar que el mundo, como sostenían los griegos, devino del caos y la incomprensibilidad al orden y la comprensión.
Schlegel fue un incomprendido de su tiempo, el siglo XIX no lograría entender la propuesta de Schlegel y la ironía, quedando como un concepto que reproduce categorías idealistas en términos poéticos o un movimiento antirracionalista que habría reaccionado contra la ilustración.
Friedrich Schlegel fallece de un accidente cerebrovascular en Dresde en enero de 1829 a la edad de 56 años.
Fuentes: Wikipedia, Teseopress y Encyclopaedia Herder 
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whencyclopedes · 6 months
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Walter Raleigh
Sir Walter Raleigh (1552-1618) fue un corsario, soldado, marinero, explorador e historiador inglés. En algún momento fue el favorito de la reina Isabel I de Inglaterra (1558-1603) y organizó tres expediciones para formar una colonia en las costas de Norteamérica en la década de 1580. La colonia fue abandonada, pero las expediciones fueron notables por la introducción del tabaco y las papas en Inglaterra. Con una colonia infructuosa y el desprecio de la reina por haberse casado con una de sus damas de compañía, Raleigh decidió entonces ir en busca de El Dorado, la fabulosa ciudad de oro de Sudamérica. Una vez más, el éxito fue esquivo. De vuelta en Inglaterra, el aventurero fue acusado de traición por el rey Jacobo I de Inglaterra (1603-1625) y encarcelado en la Torre de Londres por 13 años. El marinero varado se dedicó a escribir poesía y una importante obra de historia y, contra todo pronóstico, fue liberado en 1616 para explorar Sudamérica una última vez. Esta expedición final fue otro fracaso que lo condujo una vez más a prisión. Raleigh fue ejecutado en la Torre en 1618.
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thespiraldancerpg · 1 year
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EXPANDIENDO EL UNIVERSO: Personalidades de Moonhenge
A pesar de haber una infinidad de personalidades dentro de los muros de Moonhenge, hay algunas que deben ser resaltadas del resto. Dichas personalidades son Ancyra la Primera, fundadora de Moonhenge; Sir Hermès Thiebaut, Anciano del Gremio de Maestros; Bodhi, Intendente de Moonhenge; Ashma Ghulam, Gran Catedrática de la Liga Estudiantil; Calypso, el Paje Elemental sirviente de Moonhenge; y finalmente Carión, un autómata inspirado en Calypso creado por los aprendices de Morgana.
Finalmente, es importante mencionar entre estos registros a Elsa Walsh, una importante arqueóloga que vive entre los humanos.
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Ancyra la Primera
El aspecto frágil y la sonrisa de Ancyra no debe distraer a nadie del hecho que lleva pisando la Tierra hace más de 2500 años. No hay nadie que sepa más sobre el mundo que Ancyra.
Es la fundadora de Moonhenge y los maestros más antiguos le guardan un profundo respeto y admiración. Y no es para menos. No se conoce con claridad cuál es su ascendencia inhumana, pero es considerada una de las brujas más poderosas de la historia. El que Moonhenge exista y sea es testimonio suficiente de la vastedad de sus talentos.
Algunos presumen que su longevidad tiene que ver con sus talentos criomantes descontrolados. Pero otros difieren diciendo que los criomantes no tienen visiones del futuro ni pueden encantar objetos. Simplemente no hay dudas de su poder y sabiduría.
Ancyra la Primera hace dos apariciones en el año. La primera es durante la Cena de Navidad, donde entrega un mensaje a la comunidad de Moonhenge y les recuerda su herencia inhumana. Todos saben que Ancyra hará su aparición porque el cielo se cierra y nieva por primera vez en el año en Moonhenge. Es el día más feliz para los habitantes.
La segunda aparición la hace al final del año escolar en la Liga Estudiantil. Ancyra aparece para entregar la prueba del Torneo de la Liga Estudiantil y elige a los nuevos maestros que formarán parte del Gremio.
Últimamente existen rumores acerca de su pronto deceso. A pesar de que la muerte es solo un paso más en la historia de los inhumanos, el hecho de que Ancyra la haya esquivado por tantos siglos es prueba de que eso no será simplemente el fin de un capítulo de su historia.
Muchos maestros antiguos están retornando a Moonhenge esperando ser elegidos como el nuevo regente de la ciudadela. Por primera vez en la historia, dichos maestros han influenciado en las opiniones de la gente, buscando simpatizantes y hasta solicitando elecciones en busca de un nuevo líder.
Ancyra es una fanática del orden y el aprendizaje. Disfruta de las cartas que los aprendices le dejan y le encanta el tiempo que pasa con Calypso recitando poesía. Es de sonrisa afable y siempre tiene una palabra correcta para levantar tu ánimo.
Algunas historias cuentan otra versión de Ancyra también. En el antiguo imperio bizantino, las historias relacionadas con Ancyra hablan de una hechicera lo suficientemente poderosa para aplastar mil hombres con la fuerza de su mano.
Todo son historias cuando tiene que ver con Ancyra.
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Ashma Ghulam
La Primer Emisario de Ancyra es la Gran Catedrática de la Liga Estudiantil, Ashma Ghulam. Al contrario de los otros emisarios de Ancyra, Ashma es increíblemente joven. Aunque eso no debería desviar la atención de sus múltiples talentos.
Ashma fue nacida y criada en Moonhenge. Se convirtió en maestra del Gremio a los 17 años luego de haber invocado un alma en Carión, una réplica de Calypso, el Paje Elemental de Ancyra. Aunque todo el crédito no fue suyo, esta hazaña la convirtió en la favorita de Ancyra.
Ashma viene de una larga línea de mujeres conocidas como dayan. Las dayan son poderosas practicantes de la brujería que canalizan los poderes de las deidades del inframundo para expresar su poder a través del inhumano. Profecías, maldiciones, piromancia. Las dayan son seres increíblemente poderosos de las maneras más destructoras. Su capacidad para la necromancia y el control de almas excede al de otros inhumanos, convirtiéndolas en seres peligrosos aquí y en el más allá.
Sin embargo, Ashma con sangre dayan carga de una maldición como ninguna otra: al momento de dar a luz, la vida y el alma del padre será consumidas por la dayan que está por nacer, matando a su padre a cambio de poder para su linaje.
Ashma se ha dedicado a la Liga Estudiantil desde el último verano. No ha hecho demasiados cambios en las tradiciones, pero busca traer a los nuevos aprendices lecciones de fuera de las paredes de la ciudadela y busca integrarlos más con el mundo humano.
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Bodhi
El Segundo Emisario de Ancyra corresponde a la Intendente de los Suburbios, Bodhi.
A pesar de su joven aspecto, Bodhi es un ente cuyo origen data del siglo ocho. Bodhi nació en lo que actualmente se conoce como Malasia, y es una inhumana decendiente de un espíritu conocido como Hantu Raya. Este espíritu es increíblemente poderoso y goza de una cantidad innumerable de talentos, los que han sido heredados a Bodhi al nacer.
La particularidad de Bodhi es su capacidad de replicarse, permitiéndole estar presente en cada rincón de los Suburbios y atender a todas las necesidades posibles al mismo tiempo.
Bodhi es un alma caritativa a pesar de la maldición que lleva a cuestas por sus talentos. Bodhi es incapaz de sentir alegría, emoción o satisfacción de algún tipo. Y a medida que los años pasan, sus sentimientos se van volviendo más y más crudos. Sin embargo, muy dentro de su corazón, busca conectar con las personas de manera más desesperada que nadie. Por eso Bodhi es reconocida como la Intendente más presente y atenta de toda la historia de Moonhenge.
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Sir Hermès Thiebaut
El Tercer Emisario de Moonhenge es el Anciano del Gremio de Maestros, Sir Hermès Thiebaut. Hermès es conocido como el avatar de Shangó, una de las deidades yoruba más importantes.
En su país natal, Hermès fue conocido como un niño milagro. Actualmente es de los pocos inhumanos que gozan de una posición celebrada, pero es algo que sólo puede darse en algunas comunidades africanas, donde reconocen la existencia de la sangre inhumana e incluso algunos les veneran como dioses.
En el caso de Hermès, antes de consagrarse como el Anciano del Gremio de Maestros en el siglo 19, Hermès era venerado como un dios yoruba, conocidos como Orishas. Gozaba de un estatus de noble entre los suyos y era visitado por creyentes de la religión yoruba de todo el mundo solo para recibir su bendición.
Sir Hermès lidera el Gremio de Maestros enfocado en una especie de misión de alcance con el mundo humano. Muchas de las comisiones solicitadas tienen que ver con construcción de conflictos, espionaje y misiones de salvaguarda al pueblo inhumano.
Sir Hermès es uno de los maestros que actualmente habita Moonhenge que tiene muchos adeptos entre los Suburbios para asumir la nueva posición de líder en caso de que Ancyra fallezca.
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CALYPSO Y CARIÓN
La existencia de Calypso en Moonhenge es tan antigua como la de la misma Ancyra.
Calypso es un pequeño elemental de agua que viaja por una compleja red de tuberías por Moonhenge, dando apoyo por toda la ciudadela en lo que Ancyra le pida. Generalmente trabaja en la Liga Estudiantil, cuidando a los niños de Faerie, guiando a los perdidos y obligando a bombazos de agua a los aprendices más rebeldes a asistir a sus cátedras.
Calypso es de voz chillona y cuerpo pequeño, no más grande que un gato. Su cuerpo puede transicionar del estado líquido al gaseoso o al sólido a voluntad. Por eso es el único ser vivo que puede subir a la Torre de Ancyra, donde las temperaturas se vuelven mortales para cualquier inhumano.
Calypso lleva los mensajes de Ancyra para maestros y aprendices todo el día. A veces, cuando tiene muchas tareas, Calypso encanta las fuentes del jardín y crea un ejército de pequeños elementales que la ayudan en sus tareas diarias.
A pesar de su apariencia infantil, Calypso tiene una gran sabiduría. Es la cuidadora más feroz de Moonhenge y la compañera más amigable.
Hace un par de décadas atrás, Ashma Ghulam, la Primer Emisario de Ancyra y actual Gran Catedrática, creó un elemental similar a Calypso, a quien llamaron Carión.
Carión es un espíritu antiguo que poseyó un cuerpo metálico y adoptó la forma de Calypso. Está hecho de mercurio puro y tiene las mismas habilidades de su contraparte, Calypso.
Carión es el sirviente de Morgana y se encarga de mover cosas pesadas y de servir a los estudiantes en lo que deseen. Tiene una personalidad más arisca, ya que el metal pesado no deja que transiten sus emociones como pasa con Calypso.
Sin embargo, Calypso y Carión han formado un lazo de amistad muy fuerte entre ambos. Algunos han visto a Carión enviar cartas de amor a Calypso y dejarle pequeños regalos brillantes por donde pasa.
Pero Ancyra ha tenido que prohibir su amor. El contacto del agua con el mercurio convierte a esta última sustancia en una de las más tóxicas. El amor de Calypso y Carión es prohibido por el bien de los habitantes de Moonhenge.
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naran-blr · 28 days
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Genevra Ingersoll Nash, (1860-1941) pintora estadounidense.
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Nacida en Sparta. Provenía de una familia de librepensadores, incluido su tío Robert G. Ingersoll, conocido como "El gran agnóstico" y uno de los oradores más populares de la época en Estados Unidos, quien contaba como amigo al poeta Walt Whitman.
Ingersoll fue educada por tutores y mostró talento para la pintura; sin embargo, su primera carrera fue en el escenario, comenzando en el Medio Oeste, luego en Broadway en espectáculos como Arizona (1900) y Unleavened Bread (1901).
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Se casó con el actor George F. Nash en 1888 y comenzó a dividir su tiempo entre Estados Unidos e Inglaterra en 1902, cuando sus intereses se alejaron del teatro comercial.
Nash colaboró con el novelista y cineasta Sir Gilbert Parker ; realizó lecturas en Londres de la poesía de Oliver Herford , “el Oscar Wilde americano”; y escribió una introducción a los cuentos de hadas para la Biblioteca Enciclopédica Consolidada. Sus lecturas en el salón utilizaban diapositivas de linterna mágica que ella misma había pintado.
En este punto, según un perfil posterior, Genevra se animó a desarrollar su talento para la pintura.
Estudió en París con Max Bohm y Lucien Simon y luego tuvo un estudio en Roma durante ocho años (Rohe).
Durante la Gran Guerra permaneció en Europa, pintando, entre otras obras, la sorprendente “Vista de la Catedral de San Pablo, Londres” bajo el ataque de un Zeppelin en 1915.
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bernardjleman · 4 months
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Lecturas del año (1ª parte): 10 primeros puestos
Solo algunas frases para cada uno de ellos. Por estricto orden de lectura. Hay cosas de género y otras que no. Puro gusto personal.
Cuatro cuartetos, de T. S. Eliot (Alianza, traducción de José Emilio Pacheco): poesía comprometida, puro desafío. Inabarcable. Una auténtica gozada. Difícil de elegir entre las cuatro o cinco traducciones existentes en el mercado, me decanté por esta, que es lo suficientemente libre como para mantener la métrica cuando importa, pero no tanto como para adulterar el sentido ni las metáforas de Eliot. Además es bilingüe e incluye cientos de notas para explicártelo todo.
Carmilla, de Sheridan Le Fanu (Delphi Classics, Complete Works of Sheridan Le Fanu): ¿qué se puede decir de Carmilla que no se haya dicho ya? Sugerente, inquietante, poética, ebria… Fui buscando una novela corta de vampiros y volví sin saber muy bien qué había leído exactamente, salvo que no quería que se terminara nunca.
El horror sobrenatural en la literatura, de H. P. Lovecraft (Valdemar Gótica, traducción de Juan Antonio Molina Foix): volví a este libro después de haberlo leído hacía muchos años, en mi «primera etapa Lovecraft» y después de haber investigado un poco más sobre la historia de la literatura de terror. En esta ocasión me ha parecido una joya que desmiente algunos de los prejuicios que se le atribuyen, frente a otros ensayos sobre el mismo tema, además de arrojar luz sobre algunas de sus influencias e intereses menos conocidos. La edición se complementa con el «Commonplace Book» y varios ensayos relacionados, como el conocido «Notas sobre la escritura de ficción extraña». Una lástima que el traductor haya elegido trasladar al español el término «weird fiction» como «ficción fantástica», adulterando así la gran aportación que hizo Lovecraft al género identificando la corriente weird, lo que hace que esta versión, modélica en muchos otros aspectos, no termine de acreditar la verdadera importancia que tiene la obra original.
The Strange, de Nathan Ballingrud (Titan Books): ¿por qué no está traducido Nathan Ballingrud al español? Es incomprensible. Estoy por hacerlo yo mismo. Esta ha sido mi lectura favorita del año. Un western fantástico situado en Marte. Una novela de iniciación. Personajes inolvidables. Terror y emoción.
Bohemios del valle de Sesqua, de W. H. Pugmire (Biblioteca de Carfax, traducción de Érica Couto-Ferreira): este libro me hizo volver a mi temprana juventud, cuando leía en la casa de campo mientras los pinos murmuraban bajo la luz de la luna. Después salía a la ventana a fumar un cigarrillo mientras contemplaba las sombras del jardín. El valle de Sesqua se ha convertido en uno de esos lugares míticos donde quedarse a vivir. Pugmire encontró su propia manera para canalizar lo inquietante del paisaje del Pacífico Noroeste. Toda esa franja de la costa oeste de los EE. UU. está teñida de un halo propio de extrañeza que merecería un estudio aparte.
Los vagabundos del dharma, de Jack Kerouac (Anagrama, traducción de Javier Setó): sigo en la costa oeste y regreso a un autor que leí en mi adolescencia, junto a Gingsberg o Burroughs. Qué prosa más valiente. Este libro no lo leí: lo absorbí en grandes bocados, y hacerlo se convirtió en una necesidad vital. Envidié su forma de ver la vida y deseé que al menos una pequeña parte de él se hubiera quedado en mi alma. Pero yo no tengo de eso.
Sir Gawain y el caballero verde, de Pearl (Alianza, traducción de Francisco Torres Oliver): una traducción en prosa y una edición no bilingüe. No me importa porque a estas alturas uno no está para pelearse con el inglés antiguo. ¿Es Sir Gawain la primera novela de terror de la historia? Yo digo que sí: un pilar fundamental para el género, se mire como se mire.
My Heart Is a Chainsaw, de Stephen Graham Jones (Titan Books): reconozco que empecé este libro movido más por el hype y por los clubes de lectura de Librogusano e Iván Ledesma que por otra cosa, y también que sufrí leyéndolo en inglés. Pero aquí está, entre las mejores lecturas del año. Slashers, adolescentes en problemas, un pueblo que oculta inquietantes secretos, gentrificación, seres sobrenaturales, alces, y un final de infarto. Y el estilo de Graham Jones, que es único. Más info en mi reseña en este enlace.
Damnable Tales, con selección e ilustraciones de Richard Wells (Unbound): una selección que recoge relatos folk horror de forma cronológica. Fundamental para conocer las raíces literarias del subgénero. Aquí dentro hay mandanga de la buena, entre otras cosas el primer relato de Robert Aickman que he leído y que me ha enamorado. Creo que en 2024 va a salir un segundo volumen de relatos.
The Beautiful Thing That Awaits Us All and Other Stories, de Laird Barron (Night Shade Books): cuando leí la primera colección de Barron (The Imago Sequence), me sorprendió lo increíblemente bien escrito que estaba, siendo el primer libro del autor. Pues no hace más que mejorar. Este, el tercero, es algo impresionante. Probablemente el mejor en conjunto. El libro que lo consagra como creador de un universo propio en relación con el horror cósmico y con una voz propia. Inquietante, violento y de una riqueza que apabulla. Me ha dejado con ganas de más.
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nievesmorena · 2 years
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𝗣𝗘𝗥𝗦𝗢𝗡𝗔𝗝𝗘𝗦 𝗗𝗘 𝗟𝗘𝗬𝗘𝗡𝗗𝗔
ISOLDA, BELLA Y JUSTA
La princesa Isolda, apodada «la justa» y «la bella», era la hija del rey Anguish y de la reina Isolda, y es una de las figuras clave en las tradiciones artúricas. Su primera aparición en las leyendas de da cuando cuida del herido caballero Sir Tristán, tras una contienda entre éste y Morholt, el tío de Isolda.
Tras esto, Tristán decido emprender la huida, aunque un tiempo después vuelve a Irlanda para pedir la mano de Isolda en nombre de su tío, el rey Marco. La princesa, durante la ausencia del caballero, se había prometido con un mayordomo que alardeaba de haber matado a un dragón, pero a su regreso, Tristán demuestra que esto era un engaño y que fue él mismo quien acabó con la vida de la bestia. Isolda rehúsa entonces desposarse con el mayordomo y acepta el matrimonio con Marco.
En el viaje de regreso a Cornualles, tanto caballero como princesa toman accidentalmente un brebaje de amor, preparado por la reina Isolda, y que custodiaba una de las doncellas de la princesa. Ambos quedan inmediatamente enamorados el uno del otro, relación que terminará con el destierro de Tristán por parte de su tío, el rey Marco.
En cuanto al final de la historia, existen algunas variantes. Primero, la que nos cuenta la poesía es que los amantes se reencuentran durante los últimos momentos de vida de Tristán, cuando éste yace en su lecho de muerte. Otra versión más tardía nos cuenta que el caballero regresa a Cornualles y retoma su relación con la princesa. La última de las versiones nos cuenta que el rey Marco ordena matar a los amantes, que se esconden en las tierras del caballero Lancelot.
Dentro de la mitología de Irlanda, se cuenta que Isolda vivió en el lugar que hoy ocupa el suburbio de Chapelizod, y que posiblemente aquí estén enterrados los restos de la hermosa princesa.
#Porsimelees❤️
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kpwx · 2 years
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Poesía completa, de Edgar Allan Poe
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De haber tenido éxito su primer libro de poemas, tal vez Poe nunca se hubiese dedicado a escribir relatos. ¿Habría sido mejor tener más poemas y menos cuentos? Luego de leer su poesía completa yo me inclino por creer que no. Claro que por “El cuervo” ya merece un lugar destacado en la poesía estadounidense, pero no se puede negar que ninguna otra de sus composiciones llegó a acercarse a lo que logró con ella.
La edición de sus poesías que leí es la de Hiperión, y esta es, seguramente, una de las mejores que se puede encontrar. Además de contener toda su poesía (incluye los poemas no publicados en vida y los que se le atribuyen), esta obra incluye las variantes y las notas que Poe agregó a algunos poemas; lo mejor, sin embargo, es que se trata de una edición bilingüe. La poesía de Poe destaca particularmente por su musicalidad, y eso es algo que se pierde irremediablemente al ser traducida, así que poder leer el original sin necesidad de ir a buscar los originales es algo que se agradece mucho. Solo un ejemplo bastará para notar qué tan musical es la poesía de Poe; en este caso, con una estrofa extraída de “El cuervo”:
Presently my soul grew stronger; hesitating then no longer, "Sir," said I, "or Madam, truly your forgiveness I implore; But the fact is I was napping, and so gently you came rapping, And so faintly you came tapping, tapping at my chamber door, That I scarce was sure I heard you"—here I opened wide the door;— Darkness there and nothing more.
Dos cosas a propósito de “El cuervo”: la primera es que recomiendo leer (si todavía no se ha hecho) “Método de composición”, el artículo de Poe en el que cuenta cómo escribió (o como hizo creer que escribió) este poema; la segunda, que entre las muchas personas que han recitado esta genial composición, la del gran Basil Rathbone es una que merece la pena escucharse. Hay que decir algo sobre qué tipo de poemas escribía Poe: si alguien piensa que encontrará algo mínimamente parecido a sus cuentos de terror, se equivoca. La mayoría de la poesía que escribió (al menos la que tiene relación con los poemas más importantes) giran en torno a un tema en particular, que es la muerte o separación de un amor, un amor particularmente bello. Aunque no me emociona especialmente, sí que hay poemas bonitos que citar. Aquí van algunos fragmentos, empezando por “A...”:
No reparo en que mi suerte terrenal tenga poco de tierra en ella, que años de amor hayan sido olvidados en el aborrecimiento de un minuto; no me lamento porque los desolados sean más felices, oh amada, que yo, sino porque tú te aflijas por mi sino, por mi que soy un pasajero.
De “Sueños” tomo la siguiente estrofa:
He sido feliz, aunque solo en un sueño. He sido feliz, y adoro este tema: ¡sueños!, en su vívida imitación de la vida, igual que en esa fugaz, vaga y nebulosa lucha de la apariencia con la realidad que acerca los ojos que deliran más cosas bellas, de paraíso y amor, ¡y todas nuestras! que cuantas conoció la joven esperanza en su hora más risueña.
De “Temerlán”, este:
Y aunque la luna, la blanca luna, derramó todo el esplendor de su apogeo, es fría su sonrisa, y su brillo, en ese tiempo de lobreguez, parece (tan semejante que retienes el aliento) un retrato hecho tras la muerte. Y la niñez es un sol estival cuya mengua es la más sombría, pues cuanto vivimos para conocer ya se conoce y cuanto tratamos de conservar se nos escapa. Que la vida, pues, cual flor de un día, se agoste con la hermosura del mediodía, que lo es todo.
Y este otro:
Juntos crecimos en edad y amor vagando por los bosques y desiertos; mi pecho fue su escudo en la época invernal y, cuando sonreía la amable luz del sol y señalaba ella los cielos que se abrían, yo no veía cielo que no fuera en sus ojos.
Mientras curioseaba en los poemas encontré “La durmiente” en versión canción (en inglés, claro) por un grupo que no sabría muy bien cómo definir. Todavía no tengo claro si me asusta o me gusta, pero que recomiendo escuchar, al menos por tratarse de uno de los poemas que Poe encontraba más logrado.
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tararira2020 · 3 years
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| Tara |
Besar los propios labios1
Maximiliano Fabi
“Verter no es simplemente hacer correr un líquido hacia adentro y hacia afuera.”
Martin Heidegger, La Cosa.
“Pero, cuanto más presentificado está el objeto en tanto que imitado, más nos abre esa dimensión en la cual la ilusión se quiebra y apunta a otra cosa.”
Jacques Lacan, El problema de la sublimación.
“La vida no es un argumento”.
Friedrich Nietzsche, La gaya ciencia.
I
En verdad no puede sorprendernos que la Real Academia Española defina “anamorfosis” como “pintura o dibujo que ofrece a la vista una imagen deforme y confusa, o regular y acabada, según desde donde se la mire”. En efecto, se trata de un diccionario, es decir: de un dador de sentidos cristalizados. Pero en la anamorfosis, de lo que en realidad se trata es de la habilidad de “hacerle decir -como solía hacer alarde Lacan- a cualquier palabra cualquier sentido”.
Lo deforme supone la forma, y la forma, un mundo interpretado. Sin embargo, en la anamorfosis no hay forma ni deformidad, porque lo que hay allí es precisamente la crisis de la forma, o para decirlo de otro modo: hay las cuencas vacías de ese abismo cuya mirada tanto temía Nietzsche; abismo que, por otro lado, tanto la forma como lo deforme intentan siempre soslayar.
No algo distinto a aquella crisis de la forma es lo que opera en la ilusión óptica del famoso cuadro de Holbein: Los embajadores. Ante esa pintura, hay quien pueda acaso sorprenderse de la destreza técnica del artista; hay quien piense en memento mori… Yo, por mi parte, imagino a Holbein haciéndome estas preguntas: ¿Por qué si ahí, aún habiéndola, puede no haber una calavera, estás tan seguro de estar viendo clara y distintamente a dos embajadores, un laúd, una mesita, un globo terráqueo...? ¿Por qué estás tan tan seguro de que sea evidente lo acabado y lo deforme, lo interpretado y lo cifrado? El mundo es un signo: no antes, no después, sino en el preciso momento en que se lo empieza a sublimar; pero esto (habría que pensarlo...) no guarda más secretos que la metáfora.
Bien mirada pues la calavera de Holbein, es sencillo notar que ella opera sobre todos los demás objetos que aparecen en el cuadro, tal como el mingitorio de Duchamp (si se lo hubiese comprendido) debería haber operado sobre toda la caterva infernal de equivalencias que aún hoy siguen ostentando los museos. Porque Holbein no era artista de hologramas. Contrario a esa destreza de circo, no pinta únicamente a una calavera en anamorfosis sino que la realiza junto a todo un universo significado. Ciertamente, entonces, no se trataba de virtuosismo, no de un mensaje subliminal a sus mecenas, sino de esa terrible pregunta que a su modo también supo hacernos Borges2: -vos, que me estás mirando, ¿por qué te maravillás de entender lo que no entendías y no de que haya tanto sobreentendido?- Porque si repitiendo no se repite, entonces tampoco se puede imitar.
II
De aquí entonces que me haya interesado en una vieja historia medieval, conocida como Sir Gawain y el Caballero Verde. Se trata de un poema anglosajón del siglo XIV, que a mi juicio representa la posibilidad concreta de mirar al amor cortés tal y como si estuviésemos mirando a la calavera de Holbein: “El amor cortés en anamorfosis”, dice Lacan, y eso es como decir “la calavera en anamorfosis”, por lo cual, la pregunta que ante esto deberíamos hacernos es más bien la siguiente: ¿qué es ese objeto que vemos cuando no vemos la calavera, y al cual la Real Academia considera deforme? ¿Es verdaderamente una tergiversación de los principios sagrados de la forma (otros tiempos hubiesen dicho: un error contra natura, una abominación), o podríamos decir acaso que se trata de otro tipo de forma, más bien, de otra cara de sí misma: no la falta de forma (no lo deforme) sino la maleable condición de lo real, a partir de la cual -de hecho- pueden existir la forma y lo deforme?3
“El amor cortés en anamorfosis” significa por tanto: ¿qué es eso que vemos cuando contemplando al amor cortés, no lo vemos? Estamos tan acostumbrados a mirar desde las anteojeras que hemos heredado, que no podemos siquiera considerar lo que ello significa. De ahí el mérito de Holbein: habernos mostrado que si bien hay un ángulo desde el cual una calavera es una calavera, existen también una multitud de otros (infinitos acaso) desde los cuales, la calavera, es muy otra cosa. Postulemos entonces este curioso principio: por contra a lo que suele pensarse, lo más común (lo más regular) es que una calavera no sea una calavera; porque el arte de Holbein, lejos de querer maravillarnos con la aparición técnica de un objeto, encuentra su operación en la corrosiva disolución de la herencia.
Y así, si bien sabemos que el amor cortés es un canto al amor desgraciado; y que su objeto, la Dama, “se introduce por la muy singular puerta de la privación, de la inaccesibilidad”4, lo que más bien habría de intrigarnos es de qué se trata en el amor cortés cuando el mismo no es precisamente nada de eso, quiero decir: qué queda de ese “ejercicio poético” cuando el objeto, elevado a la cruel dignidad de un vacío cautivante, se manifiesta desde ese preciso abismo, reificándose; o para decirlo como creo que lo hubiese dicho Nietzsche: qué queda de toda esa erótica cuando la Dama, quien sin duda tiene motivos para no dejar ver sus motivos, decide argumentarlos…
III
Sir Gawain y el Caballero Verde poetiza la aventura vivida por Gawain luego de que el Caballero Verde irrumpiese un treinta y uno de diciembre en la corte de Arturo, durante un banquete, con motivo de retar a todos los allí presentes al siguiente desafío: él se dejaría allí mismo golpear el cuello con el filo de un hacha, si el atacante aceptaba, luego de un año y un día, recibir de parte suya un ataque similar.
Aunque los caballeros se miraron sorprendidos, tratando de descubrir la estratagema de un ofrecimiento que el Caballero Verde, sin lugar a dudas no podría retribuir, Gawain no tarda en aceptar el desafío: de un golpe cercena la cabeza del retador, que rueda por el piso, pero entonces acontece la maravilla: el cuerpo decapitado del Caballero Verde se endereza, toma la cabeza por los pelos y se dispone a marchar, no sin antes recordar a Gawain que lo estará esperando en sus dominios: luego de un año y un día, el joven habrá de recibir la pactada retaliación.
De este modo Gawain comienza el derrotero que habría de llevarlo, desde un principio, al destino que el autor ha pergeñado para su héroe; en un castillo en medio del bosque, donde de acuerdo a las reglas de la cortesía, será recibido hospitalariamente por el señor del lugar. Después de todo, como diría John Ronald Reuel Tolkien: “La tentación era para este poeta la raison d’être de su poema; todo lo demás era para él escenario, fondo o maquinaria añadida: un artificio para introducir a sir Gawain en la situación que él deseaba estudiar”.5
Dada esa meta, una lectura superficial podría en principio sorprenderse de que el poeta vaya a dar tan largo rodeo (toda la primera mitad de su obra), tan sólo para alcanzar aquello que deseaba, es decir: poner a prueba a Gawain no en una “guarida de demonios” -como escribe Tolkien- sino, irónicamente, en una “estancia cortés y cristiana”.6 Sin embargo, puede que esos desvíos se deban al fuerte sentido moral que orientaba al poeta, pues éste -según interpreta Tolkien- estaba por sobre todo interesado “en la pugna entre la cortesía y la virtud (pureza y lealtad); [y por eso] nos muestra su creciente divergencia, y a un Gawain que, enfrentado a la crisis de la tentación, se pone del lado de la virtud, no de la cortesía, no obstante conservar una gracia en los modales y una gentileza en el discurso que pertenecen al verdadero espíritu de la cortesía”.7
Ciertamente uno estaría de acuerdo en que esta puede haber sido -en principio- la intención que guiase al poeta, pero dado que se trata precisamente de un poeta, uno podría creer también -como Borges- que en una obra tiene que haber más... y de hecho lo hay, ya que será justamente a través de aquellas intenciones como el autor, acaso sin darse cuenta, dejará entrever la (po)ética que se oculta bajo la erótica preliminar del -así llamado- amor cortés. Después de todo, como diría Lacan, de lo que se trata en el amor cortés es de “proyectar como tal cierta transgresión del deseo”8, es decir: de sostener “el placer de desear”, precisamente en “oposición a la dirección del principio del placer”.9 Y de ahí entonces que Lacan no dude en afirmar que “el rodeo, en el psiquismo, no está hecho siempre únicamente para reglar el paso que reúne lo que se organiza en el dominio del principio del placer con lo que se propone como estructura de la realidad.”10
Y bien mirado, pues, no otra cosa parece mostrar aquello que Gawain vivió con su dama en el castillo de sir Bertilak... todo lo cual parece repetir aquello que el poeta también supo vivir con ella, su Dama, aunque ciertamente en los dominios de un otro señor -más bien domina-, quiero decir: la literatura. Por eso hay que notar que aunque Gawain vaya a ponerse del lado de la virtud, no irá por ello a abandonar los modos de la cortesía. Porque la tentación no era tanto la razón de ser de la obra, como más bien la del poeta.
IV
Lacan parece sorprenderse de que aún no sepamos muy bien lo que haya sido el don de merced en la ritualística cortesana, pero eso en realidad no tiene nada de sorprendente. A fin de cuentas, se trata de das Ding, y -como tal- es lógico que no sea posible dar cuentas de ello. Por eso Sir Gawain y el Caballero Verde resulta tan significativo, puesto que a través de sus versos queda en evidencia la cosa (el asunto, diría Heidegger), al mismo tiempo que se oculta; y todo eso ocurrirá -de hecho- en la tercera parte del poema, durante la estancia de Gawain en aquel castillo donde ha sido tan cordialmente llevado (y recibido).
En la misma noche de su arribo, Gawain cena junto al señor del lugar, su esposa y la comitiva. Como buen caballero galante, conversa largamente con la dama, a quien en su fuero interno reconoce como “la más hermosa de las mujeres”11. Es importante notar -como también señala Tolkien- que Gawain no es indiferente a la compañía ni a la belleza femeninas; no es precisamente un Parsifal como el de Troyes. Por eso no debería sorprendernos que el poeta nos haga de pronto esta confesión: “que Gawain y la hermosa dama gozaron en discreta compañía, entregados a dulces y limpias confidencias, con cuyas delicias ninguna principesca diversión se puede comparar”.12
Estamos en una estancia cortés y, por lo tanto, esa cercanía no puede malinterpretarse; quien lo hiciese correría el riesgo de pasar por maleducado, o en la lengua del poeta: por caitiff. Tanto es así que cuando finalmente llegue el día en que Gawain pretenda retomar su viaje, el señor se esforzará por retenerlo: asegurará al caballero que no tiene por qué preocuparse; que llegará a tiempo a su cita, y le pedirá que se quede por otros tres días durante los cuales -si está de acuerdo-, podrán honrar el siguiente pacto: todas las mañanas, mientras Gawain descanse en el castillo, él -el señor- saldrá de cacería junto a su comitiva. Luego, a su retorno, ambos intercambiarán lo que fuese que hayan obtenido cada uno en sus respectivas estancias, tanto sea aquello que el señor haya conseguido en el bosque, como lo que Gawain haya logrado cazar en el castillo...
El caballero accede con entusiasmo, y no es menor que lo haga a través de estas palabras: “¡Por Dios que accedo en todo, y me agrada el juego que proponéis!”13 Tolkien explica que si nos dejamos guiar por el poema, es bastante claro que para el autor de Sir Gawain y el Caballero Verde, existían al menos tres planos -podríamos decir- morales:
“Los meros pasatiempos de chanza, como el jugado entre Gawain y el señor del castillo; la cortesía, como un código de gentileza o modales educados, que incluía un modo especial de deferencia hacia las mujeres, y que se podía considerar incluía, como la misma dama reconoce, el más serio y por tanto el más peligroso juego del arte del amor cortés, que debía competir con las leyes morales; y finalmente la auténtica moral, las virtudes y los pecados. Cabía la posibilidad de que entrasen en conflicto unas con otras. De ser así, la ley más elevada es la que debe ser obedecida.”14
Sin embargo, esta diferencia entre aquellos juegos que Tolkien llama “meros pasatiempos de chanza” y el tanto más peligroso juego del amor cortés, acaso sea un tanto apresurada... Porque si bien es cierto que ello le servirá luego a Tolkien (y muy hábilmente) para salvar la integridad del caballero luego de una confesión -dirá- sólo aparentemente sacrílega, es precisamente prescindiendo de esa piadosa motivación como llegaremos a apreciar un poco más allá de lo que ha visto la moral de Tolkien. Después de todo, cuando al final nos enteremos de que todo el affaire con la dama ha sido pergeñado por ella y su señor con el solo objeto de poner a prueba la “perfección” del caballero, entenderemos que siempre se ha tratado de un mismo juego, vale decir: de la literatura, ese cortés juego de amor.15
Gawain -siempre cortés, siempre galante- se encuentra jugando en todo momento de acuerdo al arte. Por eso creo que vale la pena hacer el esfuerzo de entender qué es lo que el poeta, moralista, quería señalarnos como peligros inherentes a este juego, y eso precisamente veremos durante la primera jornada del mismo: El lector sabrá entonces disculpar la extensa cita que sigue, pero en la misma se concentra todo lo que estoy tratando de explicar, a saber, que sublimando no se puede censurar la propia erótica sublimatoria, ya que la sublimación se alimenta justamente de la censura. Dice entonces el poeta:
“Así el señor, entregado a su deporte, corre por los linderos del bosque, y el buen Gawain descansa en blanda cama, bajo hermoso dosel, cubierto de cortinas, mientras la luz del día alumbra los muros. Y sumido en un sueño ligero, oye un leve y furtivo rumor en su puerta, que se abre silenciosamente; saca la cabeza de entre las ropas, alza el borde de la cortina, y se asoma cautamente en esa dirección para ver quién es. Era la dama, la más bella que pudiera contemplarse, que, sigilosa, había cerrado calladamente la puerta tras ella y se dirigía a la cama. El caballero sintió que le invadía la vergüenza; se tumbó astutamente, y fingió dormir. Se acercó ella a la cama con paso quedo, retiró la cortina, se sentó en el borde, y allí se estuvo tiempo y tiempo, observando cuándo despertaba. El caballero siguió echado largo rato, acechando y preguntándose en qué podía parar esta situación, pues sin duda era asombrosa. Pero finalmente se dijo a sí mismo: “Más correcto será preguntarle qué desea". De modo que, haciendo como que se despertaba, se volvió hacia ella, alzó los párpados, y se mostró asombrado; y para sentirse más a salvo, se santiguó con la mano. Con la barbilla y mejillas sonrosadas y blancas, el gesto lleno de gracia, y una leve sonrisa en los labios, exclamó alegremente la dama:
-Buenos días, sir Gawain; sois un durmiente descuidado, ya que cualquiera puede deslizarse hasta aquí. Habéis sido cogido por sorpresa; y a menos que lleguemos a un acuerdo, os ataré a vuestra cama, tenedlo por seguro -bromeó entre risas la señora. -Buenos días, señora -dijo lleno de contento Gawain-. Disponed de mí como os plazca; será para mí un placer, y me apresuro a someterme y suplicar clemencia; es, creo, lo mejor que puedo hacer. -Y prosiguió, bromeando entre risas-: Pero permitid, señora, que vuestro prisionero se levante; pues deseo abandonar esta cama y arreglarme, a fin de sentirme más cómodo con vos. -Desde luego que no, señor -dijo la encantadora dama-; no os levantaréis de vuestra cama; así os tendré más a mi merced. Os envolveré por este lado, y por el otro, y después charlaré con el caballero que tengo atrapado; pues sé muy bien que sois sir Gawain, y que todo el mundo os adora dondequiera que vayáis; vuestro honor, vuestra donosura, son objeto de alabanza entre los señores y sus damas, y entre todos cuantos viven. Ahora estáis aquí, a solas conmigo. Mi señor y sus hombres se encuentran muy lejos; los que se han quedado están acostados, y mis doncellas también; la puerta está bien cerrada y segura; y puesto que tengo aquí al caballero que a todos agrada, pasaré el tiempo que pueda en dulce conversación con él. Disponed de mi cuerpo; la necesidad me inclina a ser vuestra sierva, y lo quiero ser.”16
De pronto, pues, ha terminado el juego, ya que en el amor cortés, aunque el caballero proponga, la dama no puede disponer. En el amor cortés no puede disponerse, sencillamente porque se trata de la continua indisposición. No otra cosa es lo que Lacan llama “amor interruptus”, mientras que por otro lado nos recuerda las etapas de aquel ritual medieval: primero se brindan los servicios (beber, hablar, tocar), luego viene el osculum (el beso), para finalmente llegar al misterioso don de merced.17
Gawain y la Dama ya han bebido juntos, han conversado... todo de acuerdo a las reglas de la cortesía. Podemos creer que de haber seguido jugando, habría sobrevenido alguna caricia18, y luego, por supuesto, el caballero habría solicitado un baiser. Estos son los pasos, las reglas, y todos los jugadores están al tanto de ello. ¿No queda eso en evidencia a través de todo lo que se encuentra implicado en el hecho de que luego de la primera jornada, Gawain entregue un beso al señor a cambio de las piezas de cacería de este último? Pero si acaso quedasen dudas acerca de estas implicancias, considérese este diálogo que mantienen Gawain y el señor luego de que el caballero, “rodeando con sus brazos el cuello del noble”, haga donación de la misteriosa conquista:
“-Bien está -dijo el buen señor-; y mucho os lo agradezco. Y es tal, que quizá convenga que digáis en dónde habéis ganado esta riqueza por vos mismo.
-Eso no entra en nuestro acuerdo -dijo él-; no pidáis más, ya que habéis obtenido cuanto os corresponde.
Se echaron a reír, y con palabras alegres y de encomio, se fueron a cenar, cambiando nuevas y numerosas cortesías.”19
¿Pero puede realmente pensarse que el señor ignora dónde Gawain ha obtenido ese tesoro? Más aún: ¿Puede pensarse que ignoraba dónde y qué tipo de riquezas podría obtener cuando propuso aquel juego? ¿Y puede asimismo pensarse que Gawain, al negarse a responder aquella pregunta, buscaba realmente proteger la identidad de su benefactora? A la hora de establecer el pacto, el señor había dicho al caballero: “Luego comeréis a la hora que más os plazca, con mi esposa, a fin de que su compañía os alegre, hasta mi regreso.”20 Como dice Lacan, el secreto es un tema esencial del amor cortesano. Sin embargo, no se trata tanto del secreto como de jugar al secreto. He ahí pues la erótica.
Lo que confunde a Gawain, entonces, no es que el juego fuese a jugarse precisamente con la esposa del señor. Eso en el amor cortés es tácito. Lo que turba a Gawain es el hecho de que la dama se haya manifestado más allá del deseo, donándose sin mediaciones a la merced del caballero. De acuerdo a las reglas del amor cortesano, el don de merced no llega a donarse porque la tendencia tiende, no alcanza; y el poeta también lo sabe: por ello, y de acuerdo a sus primeras intenciones, explica al final la conducta de la dama mediante un arreglo secreto con el señor del castillo; y así, si no fuese por su moralismo (por sus intenciones de hacer reñir a la cortesía con la virtud cristiana, desnudando el mal), este poema no habría sido más que otra hilera de versos cortesanos... y la dama nunca habría entrado a la habitación del caballero; nunca habría dicho que lo ataría a la cama, ni le hubiese recordado que la puerta estaba cerrada y segura, con todo el mundo lejos o durmiendo; pero por encima de todo, nunca hubiese dicho: “Disponed de mi cuerpo; la necesidad me inclina a ser vuestra sierva, y lo quiero ser.”
Por eso Gawain, caballero galante, queda fuera de juego: de pronto el poema cortesano ya no es más cortesano. En su fuero interno, después de todo, quizás sí sienta haber despertado en una guarida de demonios, y por eso no atina a acercarse a esa mujer que antes bien se le aparece como un súcubo, ni mucho menos a solicitarle un beso... Pero la dama, por su parte, sí continúa jugando: aparenta dudar de la identidad de Gawain, a quien dice: “Quien es justamente tenido por el galante Gawain, cuya cortesía ha sido siempre tan completa, no habría podido estar tanto tiempo con una dama sin haberle solicitado un beso como cumple a un caballero cortés, con alguna discreta alusión”.21
¿Por qué entonces Gawain, si ya no juega, termina solicitando ese beso? Después de todo, como dice el poeta, “el caballero estaba a la defensiva”...22 Pero no hay que olvidar lo que de inmediato nos aclara: que no por ello Gawain dejó de conducirse con gentileza. Entonces Gawain no pide el beso (no juega), pero igual juega y parece que a la fuerza: “Muy bien, sea como deseáis; os besaré como pedís, como caballero, a fin de no causaros agravio; así que no supliquéis más”. Tolkien diría que el caballero se encuentra obligado a hacerlo precisamente por cortesía; sin embargo, si antes logró evadir -sin agraviarla- aquel donarse de la dama, no se entiende por qué no habría podido utilizar de nuevo el arte para postergar también el beso, ya que tanto lo contrariaba. Después de todo, ¿no queda acaso evidenciada esa potencia inherente a la retórica cortesana en aquel “insistir sin insistir” del Cyrano de Rostand?23
Insistir sin insistir, el ritmo de la tendencia, me hace desear preguntar entonces si es que acaso se trata todavía de Gawain... pues ¿qué es esta erótica que continúa en el preciso momento en que se interrumpe? Respondo: El amor cortés, nada más ni nada menos; la sublimación: literatura. Porque aunque el personaje Gawain no pueda ir más allá sin acabar -sin dejar de sostener el dulce displacer de desear-, de pronto hay otro Gawain: el poeta; pero éste no tiene ahí a la dama, a la mano, entregándose a su antojo, es decir, donándose y diciendo: “disponed de mi cuerpo; la necesidad me inclina a ser vuestra sierva, y lo quiero ser”. ¿Y qué mejor forma que ésta, entonces, para realizar la merced del caballero? ¿Qué mejor forma de desrealizarla?
El deseo, solía decir Germán García, es de existencia curiosa: se deshace ahí mismo en donde se realiza. ¿Qué mejor forma que ésa, entonces, para destruir la demanda; quiero decir, para engendrarla? Si como quiere Lacan, lo que la tendencia dinamiza en el proceso sublimatorio se haya precisamente anclado en que “lo que demanda el hombre, lo que solo puede demandar, es ser privado de algo real”24, entonces se comprende que aquel donarse de la dama a la merced del caballero destruya todo el proceso sublimatorio que el cortés Gawain venía realizando, al tiempo que a su vez enciende el del poeta; se entiende, pienso, que el caballero se encuentre a la defensiva y aún así prosiga siendo cortés. El poeta, de espíritu crítico, ha caído en la trampa de la poesía: si “la literatura es posible porque la realidad es imposible”25, entonces no se puede ver a una Dama desnuda: entendemos los motivos que demoran sus motivos, porque como bien supo plantearlo Nietzsche, es posible que “entre las condiciones de la vida bien pudiera figurar el error”.26
V
Das Ding es el imposible piso que sostiene al arte, y el arte, por lo tanto, “no es otra cosa más que la dominancia del significante”27. Ni la ciencia ni la religión, es cierto, pueden salvar a la Cosa, ya que ahí donde aquella niega el insoportable error del vacío mediante el saber absoluto, la otra no representa más que el intento de evadirlo.
Sin embargo, la nuestra no es una época científica (muy atrás ha quedado Descartes...), ni mucho menos religiosa: nosotros -ciertamente- hemos descubierto maneras más sutiles, refinadísimas, de acabar con la dominancia del significante... y por lo tanto -también- con la Cosa. Después de todo, a ésta, estrictamente hablando, no por nada se la define como “significante universal”, ya que no es precisamente de la nada de dónde Marx ha sacado su definición del oro, quiero decir: esa idea suya de llamarlo: “equivalente universal”.
En nuestra época, al vacío no se lo desafía mediante saberes absolutos; tampoco se lo hace retroceder con cruces de madera, ni mucho menos -por supuesto- se recorren sus contornos en aras al inalcanzable horizonte del deseo; porque en nuestra época, al vacío se lo tapa, se lo llena de basura. No otra cosa es el consumismo.
… y sin embargo -guste, no guste- no deja de ser sublimación, pues lo mismo que Lacan dijo al respecto del intento de la religión por evitar el vacío -a saber: que “de todos modos, [éste] permanece en el centro y, precisamente por eso, se trata de sublimación”28-, vale también para el consumismo: aunque se lo tape, ahí sigue estando el vacío, así como el saber absoluto de la ciencia no es más que ilusión de absolutismo. Todos, en definitiva, son tipos de sublimación, así como la Jarra bien puede obsequiar agua o vino, pero sólo “cuando lo derramado-y-vaciado es para la consagración, entonces no calma ninguna sed. Calma la solemnidad de la fiesta elevándola a lo alto”.29
Por eso, aunque para la ilógica de la vida, el error de escribir Sir Gawain y el Caballero Verde pueda no ser muy distinto al de pasarse el día en la cola de un Black Friday30, en lo que respecta a estos condicionamientos, siempre se trata, en definitiva, de esta pregunta quisquillosa: ¿cuál polis? ¿Calmar la sed con agua, con vino? ¿O calmar la sed de una cata a ciegas? La vida no es un argumento. Tantas palabras, y solamente mis labios…
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1 El siguiente texto, aquí revisado, fue publicado en la revista Descartes nro. 26 (ed. Otium, Bs. As., 2017).
2 Ver: La biblioteca de Babel.
3 En un estudio sobre Averroes y el averroísmo, escribe Emanuele Coccia: “La ausencia de formas es la condición de posibilidad de la pasión tout court: se puede ser afectado sólo por lo que no se posee, puede recibirse solo lo que no se es". (Filosofía de la imaginación, ed. Adriana Hildalgo, Bs. As., 2018, p. 168). ¿Será posible que Holbein haya pintado pues el intelecto material averroísta? Y entonces, ¿será posible que la sublimación opere acaso sobre la pulsión tal como Coccia -al denominarla: “... incorporación de la inteligibilidad a los fantasmas individuales" (p. 161)- plantea que opera la imaginación? Son hipótesis.
4 Jacques Lacan, El seminario, libro 7, ed. Paidós, Bs. As., 2013, p. 187.
5 John Ronald Reuel Tolkien, Sir Gawain y el Caballero Verde, en: Los monstruos y los críticos, y otros ensayos, ed. Minotauro, Barcelona, 1998, p. 96.
6 Ver: Ibid., p. 101.
7 Ibid., p. 120.
8 Jacques Lacan, op. cit., p. 190.
9 Ver: Ibid., pp. 190-191.
10 Ibid., p. 190.
11 Anónimo, Sir Gawain y el Caballero Verde, ed. Siruela, Madrid, 2008, p. 14.
12 Ibid., p. 15.
13 Ibid., p. 16. La cursiva es mía.
14 J. R. R. Tolkien, op. cit., pp. 119-120.
15 Y sólo en ese sentido es posible decir que Gawain habrá probado justamente su valía como el perfecto caballero cortés antes que como el perfecto caballero cristiano. A Tolkien podrá preocuparle el adulterio, pero a Gawain, a Bertilak y a su Dama, lo que más bien pareciera preocuparles es ese amor perfecto que de Rougemont ha sabido ver también en el catarismo.
16 Op. cit., p. 17.
17 Ver: Jacques Lacan, op. cit., p. 191.
18 Y aunque es cierto que la dama, durante aquella mañana, agradece a Dios tener en su “mano” lo que todas desean, también es cierto que el caballero no parecía muy convencido -diría Freud- de estar acariciándose en esas manos… (Ver: op. cit., p. 17.)
19 Ibid., p. 19.
20 Ibid., p. 16.
21 Ibid., p. 18.
22 Ibid.
23 «Si! j’insiste… Sans insister!… Oui, oui! votre pudeur s’attriste! Eh bien! mais, ce baiser… ne me l’accordez pas!» (Edmond Rostand, Cyrano de Bergerac, escena sexta, acto III.)
24 Jacques Lacan, op. cit., p. 188.
25 Ver revista Literal, n°1, No matar la palabra, no dejarse matar por ella, ed. facsimilar, Biblioteca Nacional, Bs. As., 2011, p. 39.
26 Friedrich Nietzsche, La gaya ciencia, en: La gaya ciencia y poesías, ed. Poseidón, Bs. As., 1947, p. 133.
27 Jacques Lacan, op. cit., p. 169.
28 Jacques Lacan, op. cit., p. 163.
29 Martin Heidegger, La Cosa, en: Conferencias y artículos, ed. del Serbal, Barcelona, 1994, p. 150.
30 Acaso sea necesario volver a las páginas de Norman Brown en Eros y Tanatos (ed. Joaquín Mortiz, México, 1967), para siquiera empezar a considerar esta posible indiferencia... “Toda moneda -dice allí Brown- es moneda neurótica en ese sentido" (p. 315; la cursiva es mía). Debo esta lectura, fundamental, al precioso gusto analítico del doctor subtilis de Buenos Aires, don Sebastián Aguilera.
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allthatchernobyl · 3 years
Text
Una hermosa criatura (A Beautiful Child)
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El siguiente texto, transcrito de “Música para camaleones” (Ed. Anagrama), fue escrito por Truman Capote y traducido al español por Benito Gómez Ibáñez. 
Fecha: 28 de abril de 1955.
Escenario: La capilla de la Universal Funeral Home en la Avenida Lexington esquina a la Calle Cincuenta y Dos, en la ciudad de Nueva York. Una brillante asamblea se aglomera en los bancos: celebridades en su mayor parte, del campo del teatro internacional, del cine, de la literatura, presentes todos como tributo a Constance Collier, la actriz de origen inglés que había muerto el día anterior a los setenta y cinco años.
Nacida en 1880, miss Collier empezó su carrera como corista de variedades, pasando a convertirse en una de las principales actrices shakespearianas de Inglaterra (y, durante mucho tiempo, en la fiancée de sir Max Beerbhom, con quien nunca se casó y quizá por ese motivo inspirara el personaje de la heroína maliciosamente inconquistable, de la novela Zuleika Dobson, de sir Max). Finalmente, emigró a Estados Unidos, donde se asentó como una respetable figura de la escena de Nueva York, y del cine de Hollywood. Durante las últimas décadas de su ida, vivió en Nueva York dando clases de dramaturgia de una calidad única; como alumnos, sólo admitía a profesionales y, por lo general, consagrados que ya eran "estrellas": Katherine Hepburn era discípula permanente; otra Hepburn, Audrey, también era protegée de Collier, lo mismo que Vivien Leight, y durante unos meses antes de su muerte, una neófita a la que miss Collier se refería como "mi problema especial", Marilyn Monroe.
Marilyn Monroe, a quien conocí por medio de John Huston cuando éste la dirigía en su primer papel con diálogo, The Asphalt Jungle, entró bajo la protección de miss Collier por sugerencia mía. Hacía unos seis años que yo conocí a miss Collier, y la admiraba como una mujer de auténtica estatura, física, emocional y creativa, por todos sus modales dominantes, por su gran voz de catedral y por ser una persona adorable, levemente perversa, pero extraordinariamente tierna, digna, pero Germütlich. Me encantaba ir a los frecuentes y pequeños almuerzos que daba en su oscuro estudio Victoriano en pleno Manhattan; contaba historias increíbles acerca de sus aventuras como primera actriz junto a sir Beerbohm Tree y al gran actor francés Coquelin, de sus relaciones con Oscar Wilde, con el joven Chaplin y con Garbo en la época de formación de la silenciosa sueca. Efectivamente, era una delicia, igual que su fie secretaria y compañera, Phyllis Wibourn, una tranquila y parpadeante soltera que tras el fallecimiento de su patrona se convirtió en la dama de compañía de Katherine Hepburn, cosa que sigue siendo. Miss Collier me presentó a muchas personas con las que entablé amistad: los Lunt, los Olivier y, especialmente, Aldous Huxley. Pero fui yo quien le presenté a Marilyn Monroe, y al principio no estuvo muy inclinada a trabar relaciones con ella: era corta de vista, no había visto ninguna película de Marilyn y no sabía absolutamente nada de ella, salvo que era una especie de estallido sexual de color platino que había adquirido fama universal; en resumen, parecía una arcilla difícilmente apropiada para la estricta formación clásica de miss Collier. Pero pensé que harían una combinación estimulante.
La hicieron. “¡Oh, sí!”, me aseguró miss Collier, “hay algo ahí Es una hermosa criatura. No lo digo en el sentido evidente, en el aspecto quizá demasiado evidente. No creo que sea actriz en absoluto, al menos en la acepción tradicional. Lo que ella posee, esa presencia, esa luminosidad, esa inteligencia brillante nunca emergería en el escenario. Es tan frágil y delicada que sólo puede caparlo una cámara. Es como el vuelo de un colibrí: sólo una cámara puede fijar su poesía. Pero el que crea que esta chica es simplemente otra Harlow o una ramera, o cualquier otra cosa, está loco. Hablando de locos, en eso es en lo que estamos trabajando las dos: Ofelia. Creo que la gente se reirá ante esa idea, pero en serio, puede ser una Ofelia exquisita. La semana pasada estaba hablando con Greta y le comenté la Ofelia de Marilyn, y Greta dijo que sí, que podía creerlo porque había visto dos de sus películas, algo muy malo y vulgar, pero, sin embargo, había vislumbrado las posibilidades de Marilyn. En realidad, Greta tiene una idea divertida. ¿Sabe que quiere hacer una película de Dorian Gray? Con ella en el papel de Dorian, por supuesto. Pues dijo que le gustaría tener de antagonista a Marilyn en el papel de una de las chicas a las que Dorian seduce y destruye. ¡Greta! ¡Tan poco utilizada! ¡Semejante talento…!, y algo parecido al de Marilyn, si uno lo piensa. Claro que Greta es una artista consumada, una artista con un dominio sumo. Esa hermosa criatura no tiene concepto alguno de la disciplina o el sacrificio. En cierto modo, no creo que vaya a madurar. Es absurdo que lo diga, pero de alguna manera creo que seguirá siendo joven. Realmente, espero y ruego que viva lo suficiente como para liberar ese extraño y adorable talento que vaga a través de ella como un espíritu enjaulado”.
Pero ahora, miss Collier había muerto. Y ahí estaba yo, remoloneando en el vestíbulo de la Universal Chapel esperando a Marilyn; habíamos hablado por teléfono la noche anterior, quedando de acuerdo para sentarnos juntos durante la ceremonia, cuyo inicio estaba previsto para mediodía. Llegó media hora tarde; siempre llegaba tarde, pero yo pensaba:
¡Por amor de Dios, maldita sea, sólo por una vez! Y, entonces, apareció de pronto y no la reconocí, hasta que dijo…
Marilyn: ¡Oh, cuánto lo siento, chico! Pero, mira, me maquillé toda, y luego pensé que quizá fuese mejor no llevar pestañas postizas, ni maquillaje, ni nada, así que tuve que quitarme todo aquello de encima, y no se me ocurría nada que ponerme…
(Lo que se le ocurrió ponerse habría sido apropiado para la abadesa de un convento en audiencia particular con el Papa. Llevaba el pelo enteramente oculto por un pañuelo de gasa negra; un vestido negro, suelto y largo, que de algún modo parecía prestado; medias negras de seda apagaban e brillo dorado de sus esbeltas piernas. Con toda seguridad, una abadesa no se habría calzado unos zapatos negros de tacón alto tan vagamente eróticos como los que ella había escogido, ni las gafas oscuras en forma de búho que dramatizaban la palidez de vainilla de su piel de leche fresca).
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Truman Capote: Tienes un aspecto estupendo.
Marilyn (mordisqueándose una uña roída ya hasta el final): ¿Estás seguro? Es que estoy tan nerviosa. ¿Dónde está el lavabo? Si pudiera entrar ahí nada más que un minuto…
TC: ¿Y meterte una pastilla? ¡No! Chsss. Esa es la voz de Cyril Ritchard: ha empezado al panegírico.
(De puntillas, entramos en la atestada capilla y nos abrimos paso hasta un pequeño espacio en la última fila. Acabó Cyril Ritchard; lo siguió Cathleen Nesbitt, una compañera de miss Collier de toda la vida, y, finamente, Brian Aherne se dirigió a los asistentes al funeral. A lo largo de todo ello, mi acompañante se quitaba periódicamente las gafas para enjugar lágrimas que se desbordaban de sus ojos azulgrises. En ocasiones la había visto sin maquillaje, pero hoy ofrecía una nueva experiencia visual, un rostro que yo no había observado antes, y al principio no me di cuenta de qué podría ser. ¡Ah! Se debía al sombrío pañuelo de la cabeza. Con los bucles invisibles y e cutis limpio de cosméticos, parecía tener doce años: una virgen pubescente que acaba de entrar en un orfanato y está llorando su desgracia. La ceremonia terminó al fin, y la reunión comenzó a dispersarse).
MM: Quedémonos aquí sentados, por favor. Esperemos a que salga todo el mundo.
TC: ¿Por qué?
Marilyn: No quiero tener que hablar con nadie. Nunca sé qué decir.
TC: Entonces, quédate ahí sentado, y yo esperaré fuera. Tengo que fumar un pitillo.
Marilyn: ¡No puedes dejarme sola! ¡Dios mío! Fuma aquí.
TC: ¿Aquí? ¿En la capilla?
Marilyn: ¿Por qué no? ¿Qué te quieres fumar? ¿Un petardo?
TC: Muy gracioso. Venga, vámonos.
Marilyn: Por favor. Hay un montón de fotógrafos ahí abajo. Y, desde luego, no quiero que me tomen fotografías con esta facha.
TC: No te lo reprocho.
Marilyn: Has dicho que tenía un aspecto estupendo.
TC: Y lo tienes. Sencillamente, perfecto…, si estuvieras interpretando La novia de Drácula.
Marilyn: Ya te estás riendo de mí.
TC: ¿Tengo yo pinta de reírme?
Marilyn: Te estás riendo por dentro. Y ésa es la peor clase de risa. (Frunciendo el ceño; mordisqueándose la uña del pulgar). En realidad, podría haber llevado maquillaje. Veo que toda esa otra gente lleva maquillaje.
TC: Yo sí. Gotitas.
Marilyn: Lo digo en serio. Es el pelo. Necesito un tinte. Y no he tenido tiempo de dármelo. Todo ha sido tan inesperado, la muerte de miss Collier y demás. ¿Ves?
(Levantó un poco el pañuelo, mostrando una franja oscura en la raya del pelo).
TC: Pobre inocente de mí. Y todo este tiempo pensando que eras rubia natura.
Marilyn: Lo soy. Pero nadie es así de natural. Y, de paso, que te follen.
TC: Muy bien, ya ha salido todo el mundo. Así que vamos, arriba.
Marilyn: Esos fotógrafos siguen ahí abajo. Lo sé.
TC: Si no te han reconocido al entrar, tampoco te conocerán al salir.
Marilyn: Uno de ellos me reconoció. Pero me escabullí por la puerta antes de que empezara a chilar.
TC: Estoy seguro de que hay una entrada trasera. Podemos ir por ahí.
Marilyn: No quiero ver cadáveres.
TC: ¿Por qué habríamos de verlos?
Marilyn: Esta es una funeraria. Deben tenerlos en alguna parte. Lo único que me faltaba hoy, aparecer en una habitación llena de cadáveres. Ten paciencia. Iremos a algún sitio y te invitaré a una botella de champaña.
(Así que nos sentamos y hablamos y Marilyn dijo: “Odio los funerales. Me alegro de no tener que ir al mío. Pero no quiero ceremonias, tan sólo mis cenizas arrojadas al agua por uno de mis hijos, si alguna vez tengo alguno. No habría venido hoy a no ser porque miss Collier se preocupaba de mí, de mi bienestar, y era como una abuela, como una abuela vieja y dura, pero me enseño mucho. Me enseñó a respirar. Hice buen uso de ello, además, y no me refiero sólo a actuar. Hay otras veces que respirar es un problema. Pero cuando me dijeron que miss Collier se había muerto, lo primero que se me ocurrió fue: ¡Oh, Dios mío, qué va a ser de Phyllis! Miss Collier era toda su vida. Pero he oído que se va a vivir con miss Hepburn. Qué suerte la de Phyllis; ahora sí que se va a divertir. Me cambiaría por ella sin pensarlo. Miss Hepburn es realmente una gran señora. Ojalá fuera amiga mía. De ese modo iría a visitarla alguna vez y… pues no sé, nada más que visitarla”.
Comentamos cuánto nos gustaba vivir en Nueva York y cómo detestábamos Los Angeles (“A pesar de que nací allí, sigue sin ocurrírseme nada bueno de ella. Si cierro los ojos y me imagino Los Angeles, lo único que veo es una enorme vena varicosa”); hablamos de actores y de actuación (“Todo el mundo dice que no sé actuar. Lo mismo dijeron de Elizabeth Taylor, y se equivocaron. Estuvo extraordinaria en Un lugar en el sol. Nunca conseguiré el papel adecuado, nada que realmente quiera. Mi físico está contra mí”); hablamos algo más de Elizabeth Taylor, quería saber si yo la conocía, y dije que sí, y ella me preguntó cómo era, cómo era en realidad, y yo contesté, pues se parece un poco a ti, es enteramente sincera y tiene una conversación ingeniosa, y Marilyn dijo que te follen, y añadió, bueno, si alguien te preguntara cómo es Marilyn, cómo es en realidad, ¿Qué le dirías?, y yo contesté que tendría que prensarlo.
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TC: ¿Crees que ya podemos largarnos de aquí? Me prometiste champaña, ¿recuerdas?
Marilyn: Lo recuerdo, pero no tengo nada de dinero.
TC: Siempre llegas tarde y nunca llevas dinero. ¿Es que por casualidad te figuras que eres la reina Isabel?
Marilyn: ¿Quién?
TC: La reina Isabel. La reina de Inglaterra.
Marilyn (frunciendo el ceño): ¿Qué tiene esa gilipollas que ver con esto?
TC: La reina Isabel tampoco lleva dinero nunca. No se lo permiten. El vil metal no debe manchar la real palma de su mano. Es una ley o algo parecido.
Marilyn: Ojalá aprobaran una ley como esa para mí.
TC: Sigue así y quizá lo hagan.
Marilyn: ¡Por Dios! ¿Cómo paga las cosas? Cuando va de compras, por ejemplo.
TC: Su dama de compañía la sigue con un bolso lleno de monedas de un cuarto de penique.
Marilyn: ¿Sabes una cosa? Apuesto a que todo selo dan gratis. A cambio de avales.
TC: Es muy posible. No me sorprendería nada. Por Decreto de Su Majestad. Perros galeses. Todas esas golosinas de Fortnum & Mason. Hierba. Condones.
Marilyn: ¿Para qué querría ella condones?
TC: Ella no, boba. Para ese tipo que la sigue a dos pasos. El príncipe Felipe.
Marilyn: Ah, sí. Ese. Es un encanto. Tiene aspecto de tener un buen nabo. ¿Te conté alguna vez lo de aquella ocasión en que vi a Errol Flynn sacarse la picha de repente y empezar a tocar el piano con ella? ¡Oh, vaya! Ya hace cien años de eso, yo acababa de empezar como modelo, fui a esa estúpida fiesta y ahí estaba Errol Flynn, tan orgulloso de sí mismo, se sacó a picha y tocó en el piano con ella. Aporreó las teclas. Tocó You are my sunshine. ¡Cristo! Todo el mundo dice que Milton Berle tiene el chisme más grande de Hollywood. Pero ¿a quién le importa? Oye ¿no tienes nada de dinero?
TC: Unos cincuenta pavos, quizá.
Marilyn: Bueno, eso nos llega para pedir algo de champaña.
(Fuera, la avenida Lexington estaba vacía de todo, excepto de inofensivos peatones. Eran cerca de las dos, una tarde de abril tan espléndida como uno podría desear: un tiempo ideal para dar un paseo. De modo que deambulamos hacia la Tercera Avenida. Algunos transeúntes volvían la cabeza, no porque reconociesen a Marilyn, sino por sus galas de luto; se rió entre dientes con su risita particular, un sonido tan tentador como el cascabeleo de las campanillas en el Tren de la Risa, y dijo: “Quizá debería vestirme siempre de esta manera. Es enteramente anónima”.
Al acercarnos al local de P.J., sugerí que ése sería un buen sitio para refrescarnos, pero ella lo vetó: “Esta lleno de esos gacetilleros repugnantes. Y esa zorra de Dorothy Kilgallen siempre está ahí, entrompándose. ¿Qué les pasa a esos irlandeses? Esa manera en que beben; son peor que indios”.
Me sentí llamado a defender a Dorothy Kilgallen, quien, en cierto modo, era una amiga, y me permití decir que en ocasiones podía resultar una mujer inteligente y divertida. Ella dijo: “Sea como sea, ha escrito algunas cosas puñeteras de mí. Pero todas esas gilipollas me odian. Hedda. Louella. Comprendo que tú estés acostumbrado, pero sencillamente yo no puedo. Me hace mucho daño. ¿Qué es lo que les he hecho yo a esas brujas? El único que ha escrito una palabra decente acerca de mí es Sidney Skolski. Pero es un chico. Los chicos me tratan muy bien. Como si fuese una persona humana. Cuando menos, me conceden el beneficio de la duda. Y Bob Thomas es un caballero. Y Jack O’Brian”.
Miramos los escaparates de tiendas de antigüedades; uno de ellos contenía una bandea de anillos antiguos, y Marilyn dijo: “Ese es bonito. El granate con las perlas deterioradas. Ojalá pudiera llevar sortijas, pero detesto que la gente me mire las manos. Son demasiado gruesas. Elizabeth Taylor tiene manos gruesas. Pero con esos ojos, ¿quién va a fijarse en sus manos? Me gusta bailar desnuda delante del espejo y ver cómo me brincan las tetas. No tienen nada de malo. Pero me gustaría no tener las manos tan gordas”.
Otro escaparate exhibía un bello reloj antiguo, lo que le impulsó a observar: “Jamás he tenido un hogar. Uno auténtico, con mis propios muebles. Pero si alguna vez vuelvo a casarme y gano mucho dinero, alquilaré un par de camiones para pasar por la Tercera Avenida y comprar toda clase de cosas locas. Compraré una docena de relojes antiguos, los pondré en fila en una habitación y los tendré a todos marcando la misma hora. Eso resultaría muy hogareño, ¿no crees?).
Marilyn: ¡Eh! ¡En la acera de enfrente!
TC: ¿Qué?
Marilyn: ¿Ves el cartel con la palma de la mano? Dee ser el consultorio de una adivina.
TC: ¿Estás con ánimo para esas cosas?
Marilyn: Bueno, vamos a echar un vistazo.
(No era un establecimiento atrayente. A través de una tiznada ventana, distinguimos una yerma habitación con una gitana flaca y peluda sentada en una silla de lona bajo una lámpara de techo que castigaba con su duro resplandor; tejía un par de botitas de niño, y no nos devolvió la mirada. Sin embargo, Marilyn empezó a entrar y luego cambió de parecer).
Marilyn: A veces quiero saber lo que va a pasar. Luego pienso que sería mejor no saberlo. Pero hay dos cosas que me gustaría saber. Una es si voy a perder peso.
TC: ¿Y la otra?
Marilyn: Es un secreto.
TC: Vamos, vamos. Hoy no podemos tener secretos. Hoy es un día de dolor, y los afligidos comparten sus pensamientos más íntimos.
Marilyn: Bueno, se trata de un hombre. Hay algo que me gustaría saber. Pero eso es todo lo que voy a decirte. Es un secreto, de verdad.
(Y yo pensé: eso es lo que tú crees; yo te lo sacaré).
TC: Estoy preparado para beber esa champaña.
(Terminamos en un restaurante chino de la Segunda Avenida, desierto y con muchos adornos. Pero tenía un bar bien provisto, y pedimos una botella de Mumm’s; nos los sirvieron sin enfriar y sin cubo, así que nos lo bebimos en vasos largos con hielo).
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Marilyn: Es divertido esto. Como rodar exteriores, si es que a uno le gustan los exteriores. Cosa que desde luego a mí no me gusta nada. Niágara. ¡Qué asco! ¡Uf!
TC: Así que cuéntame lo de ese amante secreto.
Marilyn: (Silencio).
TC: (Silencio).
Marilyn: (Risitas).
TC: (Silencio).
Marilyn: Tú conoces a muchas mujeres. ¿Cuál es la más atractiva que conoces?
TC: Bárbara Paley, sin duda. Indiscutiblemente.
Marilyn (frunciendo el ceño): ¿Es ésa a la que llaman “Niña”? Desde luego, a mí no me parece que tenga nada de aspecto infantil. La he visto en Vogue y demás. Es tan elegante. Encantadora. Sólo con mirar fotografías de ella me siento como basura de cerdo.
TC: A ella le divertiría oír eso. Está muy celosa de ti.
Marilyn: ¿Celosa de mí? Ya estás otra vez tomándome el pelo.
TC: Nada de eso. Está celosa.
Marilyn: Pero ¿por qué?
TC: Porque una articulista, Kilgallen, creo, lanzó una noticia a ciegas que decía algo así: “Corre el rumor de que la señora DiMaggio se reúne con el más encumbrado magnate de la televisión, y no para hablar de negocios.” Bueno, ella leyó el artículo, y se lo creyó.
Marilyn: ¿Qué se creyó?
TC: Que su marido tiene un asunto contigo. William S. Pale, el principal magnate de la televisión. Es aficionado a las rubias bien formadas. Y también a las morenas.
Marilyn: Pero eso es estúpido. No conozco a ese tipo.
TC: ¡Ah, vamos! Puedes sincerarte conmigo. Ese amante secreto tuyo… es William S. Paley, n’est-ce-pas?
Marilyn: ¡No! Es un escritor. Es un escritor.
TC: Eso está mejor. Ya vamos a alguna parte. Así que tu amante es un escritor. Debe ser un auténtico ganapán, si no, no te daría vergüenza decirme cómo se llama.
Marilyn (furiosa, frenética): ¿Qué representa la “S”?
TC: ¡”S”! ¿Qué “S”?
Marilyn: La “S” de William S. Paley.
TC: ¡Ah! Esa “S”. No ceo que represente nada. La ha debido poner ahí por las apariencias.
Marilyn: ¿Es sólo una inicial que no representa ningún nombre? ¡Dios mio! Míster Paey debe encontrarse algo inseguro.
TC: Tiene muchos tics. Pero volvamos a nuestro misterioso escriba.
Marilyn: ¡Cállate! Tengo mucho que perder.
TC: Camarero, tomaremos otra Mumm’s, por favor.
Marilyn: ¿Estás tratando de tirarme la lengua?
TC: Sí. Te propongo una cosa. Haremos un trato. Yo te contaré una historia y, si la encuentras interesante, quizá podamos hablar luego de tu amigo escritor.
Marilyn (tentada, pero reacia): ¿De qué trata tu historia?
TC: De Errol Flynn.
Marilyn: (Silencio).
TC: (Sielncio).
Marilyn (odiándose a sí misma): Vale, empieza.
TC: ¿Recuerdas lo que has dicho de Errol? ¿Lo orgulloso que estaba de su picha? Puedo garantizarlo. Una vez pasamos una agradable noche juntos. ¿Me comprendas?
Marilyn: Te lo estás inventando. Me quieres engañar.
TC: Palabra de explorador. Estoy haciendo un trato limpio. (Silencio; pero veo que ha picado, así que, tras encender un pitillo…). Pues eso ocurrió cuando yo tenía dieciocho años. Diecinueve. Fue durante la guerra. En el invierno de 1943. Aquella noche, Carol Marcus, o quizá se había convertido ya en Carol Saroyan, dio una fiesta para su mejor amiga, Gloria Vanerbilt. La celebró en el piso de su madre, en Park Avenue. Una gran fiesta. Unas cincuenta personas. A eso de medianoche se presentó Errol Flynn con su amigo de confianza, un mujeriego fanfarrón llamado Freddie McEvoy. Los dos estaban bastante borrachos. A pesar de eso, Errol empezó a charlar conmigo y estuvo divertido, nos hicimos reír el uno al otr; de pronto dijo que quería ir a El Morocco, y que yo fuera con él y con su amigo McEvoy. Le dije que muy bien, pero McEvoy dijo entonces que él no quería dejar la fiesta con todas aquellas principiantes, así que Errol y yo terminamos yéndonos solos. Pero no fuimos a El Morocco. Tomamos un taxi hasta Gramercy Park, donde yo tenía un pequeño piso de una habitación. Se quedó hasta el mediodía siguiente.
Marilyn: ¿Y qué puntuación le darías? En una escala de uno a diez.
TC: Francamente, si no hubiera sido Errol Flynn, no creo que lo hubiese recordado.
Marilyn: No es una historia maravillosa. No vale lo que la mía; ni por asomo.
TC: Camarero, ¿dónde está nuestro champaña? Tiene usted sedientas a dos personas.
Marilyn: Y no me has contado nada nuevo. Siempre he sabido que Errol alternaba. Mi masajista, que prácticamente es como una hermana, atendía a Tyrone Power, y él me ha contado el asunto que se traían Errol y Ty. No, tendrá que ser algo mejor que eso.
TC: Me lo pones difícil.
Marilyn: Te escucho. Así que oigamos tu mejor experiencia. En ese aspecto.
TC: ¿La mejor? ¿La más memorable? Suponte que contestas tú primero a esa pegunta.
Marilyn: ¡Y soy yo quien lo pone difícil! ¡Ja! (Bebiendo champaña). Lo de Joe no está mal. Podía llegar al tope. Si sólo se tratara de eso, aún seguiríamos casados. Sin embargo, todavía lo quiero. Es auténtico.
TC: Los maridos no cuentan. En este juego, no.
Marilyn (mordiéndose las uñas; pensando en serio): Bueno, conocí a un hombre que está emparentado de alguna manera con Gary Cooper. Un corredor de bolsa, sin ningún atractivo a la vista; tiene sesenta y cinco años y lleva unas gafas de cristales muy gruesos. Gordo como una medusa. No puedo decir qué era, pero…
TC: Puedes parar ahí mismo. Otras chicas me han contado todo acerca de él. Ese viejo verde tiene mucha cuerda. Se llama Paul Shields. Es padrastro de Rocky Cooper. Dicen que es sensacional.
Marilyn: Lo es. Muy bien, listo. Te toca a ti.
TC: Olvídalo. No tengo que contarte absolutamente nada. Porque sé cuál es la maravilla que ocultas. Arthur Miller. (Bajó sus gafas oscuras: ¡cielos!, si las miradas mataran, ¡uf!). Lo adiviné en cuanto dijiste que era escritor.
Marilyn (balbuceando): Pero ¿cómo? Quiero decir, nadie…, quiero decir, casi nadie…
TC: Hace tres años, por lo menos, quizá cuatro, Irving Drutman…
Marilyn: ¿Irving qué?
TC: Drutman. Es un redactor del Herald Tribune. Me contó que andabas tonteando con Arthur Miller. Que estabas colada por él. Soy demasiado caballero para haberlo mencionado.
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Marilyn: ¡Caballero! ¡Un bastardo! (Balbuceando de nuevo, pero con las gafas oscuras en su sitio). No lo entiendes. Eso fue hace tiempo. Aquello terminó. Pero esto es nuevo. Ahora todo es distinto, y…
TC: Que no se te olvide invitarme a la boda.
Marilyn: Si hablas de esto, te mato. Haré que te liquiden. Conozco a un par de tipos que me harían gustosos ese favor.
TC: No lo pongo en duda ni por un momento.
(Por fin volvió el camarero con la segunda botella).
Marilyn: Dile que se la vuelva a llevar. No quiero más. Quiero largarme de aquí.
TC: Si te he hecho enfadar, lo siento.
Marilyn: No estoy enfadada.
(Pero lo estaba. Mientras yo pagaba la cuenta, se fue al tocador, y deseé tener un libro para leer: sus visitas al lavabo de señoras a veces duraban tanto como el embarazo de una elefanta. Mientras pasaba el tiempo, me pregunté tontamente si se estaría metiendo estimulantes o tranquilizantes. Tranquilizantes, sin duda. Había un periódico encima de la barra y lo cogí; estaba escrito en chino. Cuando pasaron veinte minutos, decidí investigar. Quizá se había metido una dosis mortal, o a lo mejor se había cortado las muñecas. Encontré el lavabo de señoras, y llamé a la puerta. Ella dijo: “Pase”. Dentro, se estaba observando en un espejo mal iluminado. Le dije: “¿Qué estás haciendo?”. Contestó: “Mirándola a ella”. En efecto, se estaba pintando los labios con lápiz de color rubí. Además, se había quitado el sombrío pañuelo de la cabeza y se había peinado su lustroso pelo, fino como algodón de azúcar).
Marilyn: Espero que te quede suficiente dinero.
TC: Eso depende. No lo bastante como para comprar perlas, si ésa es tu idea de enmendar las cosas.
Marilyn (con risitas, otra vez de buen humor. Decidí no volver a mencionar a Arthur Miller): No. Sólo lo bastante para un largo paseo en taxi.
TC: ¿A dónde vamos? ¿A Hollywood?
Marilyn: ¡No, demonios! A un sitio que me gusta. Lo averiguarás cuando lleguemos.
(No tuve que esperar tanto, porque nada más parar un taxi dio órdenes al conductor para que se dirigiese al muelle de South Street, y pensé: ¿no es ahí donde se toma el transbordador para Staten Island? Y mi siguiente conjetura fue: se ha tragado pastillas encima del champaña y ha perdido la chaveta).
TC: Espero que no vayamos a dar un paseo en barca. No he recogido mi Dramamine.
Marilyn (contenta, riéndose): Sólo por el muelle.
TC: ¿Puedo preguntar por qué?
Marilyn: Me gusta estar allí. Huele a algo remoto y doy de comer a las gaviotas.
TC: ¿Con qué? No tienes nada que darles de comer.
Marilyn: Si tengo. Mi bolso está lleno de pastelitos de la suerte. Los he robado del restaurante.
TC (tomándose el pelo): ¡Vaya! Cundo estabas en el lavabo abrí uno. El envoltorio de dentro era un chiste verde.
Marilyn: ¡Vaya! ¿Pastelitos de la suerte verde?
TC: Estoy seguro de que a las gaviotas no les importará.
(Nuestro camino nos llevó por el Bowery. Diminutas casas de empeño y puestos de donar sangre y pensiones de cincuenta centavos el catre y pequeños hoteles sombríos de un dólar la cama y bares para blancos, bares para negros, en todas partes mendigos, pedigüeños jóvenes, nada jóvenes, ancianos, vagabundos en cuclillas al borde de la acera, agachados entre vidrios otros y restos de vómito, pordioseros reclinados en portales y apelotonados como pingüinos en las esquinas. Una vez, al detenernos ante un semáforo rojo, un espantapájaros de purpúrea nariz se acercó hacia nosotros dando traspiés y empezó a restregar el parabrisas del taxi con un trapo húmedo, sujeto con mano temblorosa. Nuestro conductor, protestando, gritó obscenidades en italiano).
Marilyn: ¿Qué pasa? ¿Qué ocurre?
TC: Quiere una propina por limpiar la ventanilla.
Marilyn (tapándose la cara con el bolso): ¡Qué horror! No lo puedo soportar. Dale algo. De prisa. ¡Por favor!
(Pero el taxi se alejó zumbando, derribando casi al viejo borrachín. Marilyn se echó a llorar).
Marilyn: Me he puesto mala.
TC: ¿Quieres irte a casa?
Marilyn: Todo se ha estropeado.
TC: Te llevaré a casa.
Marilyn: Espera un minuto. Me pondré bien.
(Así llegamos a South Street, y efectivamente la visión de un transbordador ahí anclado, con la silueta de Brooklyn al otro lado del agua y blancas gaviotas en picado, haciendo cabriolas contra un horizonte marino salpicado de leves y algodonosas nubes como encajes delicados, ese cuadro, tranquilizó pronto su espíritu.
Al bajarnos del taxi vimos a un hombre con un chow llevado de una correa, un posible pasajero en dirección al transbordador y, cuando nos cruzamos con ellos, mi acompañante se agachó para acariciar la cabeza del perro).
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El hombre (con tono firme, pero no hostil): No debería tocar a perros desconocidos. Especialmente a los chow. Podrían morderla.
Marilyn: Los perros no me muerden. Sólo los seres humanos. ¿Cómo se llama?
El hombre: Fu Manchú.
Marilyn (riendo): ¡Oh! Como en las películas. Tiene gracia.
El hombre: ¿Cuál es el suyo?
Marilyn: ¿Mi nombre? Marilyn.
El hombre: Lo que me figuraba. Mi mujer nunca me creerá. ¿Podría darme su autógrafo?
(Sacó una tarjeta y una pluma, utilizando el bolso como apoyo, escribió: “Dios lo bendiga. Marilyn Monroe”).
Marilyn: Gracias.
El hombre: Gracias a usted. Ya verá cuando lo enseñe en la oficina.
(Llegamos a la orilla del muelle, y escuchamos el chapoteo de agua contra él).
Marilyn: Yo solía pedir autógrafos. A veces lo hago todavía. El año pasado, Clark Gable estaba sentado junto a mí en Chasen’s y le pedí que me firmara la servilleta.
(Apoyada en un poste de amarre, ofrecía el perfil: Galatea inspeccionando lejanías inconquistadas. La brisa le acariciaba el pelo, y su cabeza se volvió hacia mí con etérea suavidad, como si el aire la hubiera hecho girar).
TC: Pero ¿cuándo damos de comer a los pájaros? Yo también tengo hambre. Es tarde y no hemos almorzado.
Marilyn: Recuerdas que te dije que si alguien te preguntaba cómo era verdaderamente Marilyn Monroe…, bueno, ¿qué le contestarías? (Su tono era inoportuno, burlón, pero también grave: quería una respuesta sincera). Apuesto a que dirías que soy una estúpida. Una sentimental.
TC: Por supuesto. Pero también diría…
(La luz se iba. Marilyn parecía esfumarse con ella, mezclarse con el cielo y las nubes y alejase más allá de ellos. Quería elevar mi voz más alto que los chillidos de las gaviotas y llamarla para que volviese: ¡Marilyn! ¿Por qué todo tuvo que acabar así, Marilyn? ¿Por qué la vida tiene que ser tan jodidamente podrida?).
TC: Diría…
Marilyn: No te oigo.
TC: Diría que eres una hermosa criatura.
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solxs · 2 years
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Yo no quiero morir, nunca he querido morir, yo lo que siempre he deseado es que esa persona que vive dentro de mí –el confuso, el depresivo, el que no me permite ver las cosas más allá del dolor– desapareciera de una vez.
Sir. Samuel
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No necesito recordarte para saber cuánto te quise.
Sir. Samuel 
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notasfilosoficas · 1 year
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“El amor es la más noble flaqueza del espíritu”
John Dryden
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Fue un influyente crítico literario y dramaturgo inglés nacido en Aldwinkle Northamptonshire en agosto de 1631, quien dominó la vida literaria de Inglaterra de la Restauración Inglesa, periodo en la que se restaura la monarquía de Carlos II.
Fue el mayor de 14 hijos de Erasmus y Mary Dryden, quienes formaban parte de la aristocrácia terrateniente puritana que apoyó al Parlamento.
Fue enviado como alumno del Westminster School, escuela recién fundada por Isabel I, la cual como una escuela primaria humanista mantuvo un currículo que enseñaba a sus alumnos el arte de la retórica y de buscar siempre dos argumentos en cualquier discusión.
Fue durante estos primeros años que Dryden publicó su primer poema, y en 1650 acudió al Trinity College de Cambridge en donde regresa al ambiente religioso y politico de su infancia.
Cuatro años mas tarde muere su padre teniendo que mudarse a Londres durante el protectorado, obteniendo trabajo con el secretario de Estado de Cromwell, John Thurloe.
Su primer poema importante se publicó en 1658 titulado “Heroique Stanzas” en donde hace un elogio a la muerte de Cromwell 
Después de la restauración contrajo matrimonio en 1663 con la hermana de Sir Robert Howard, Lady Elizabeth y con la reapertura de los teatros después de la prohibición puritana, publica su primera pieza dramática titulada “The will galant”, dando inicio a su fecunda carrera como dramaturgo que duraría hasta 1693.
Su trabajo mas conocido dentro del género de la comedia de la Restauración sobresale “Marriage a la mode” publicada en 1672. 
Dryden consigue hacerse de un puesto en la corte como historiógrafo real y se cree que gracias a la fama conseguida con el poema Annus Mirabilis en 1666 es que fue nominado como poeta laureado.
Con la deposición del rey Jaime en 1688, quedó sin apoyos en la corte y fue sustituido por Thomas Shadwell como poeta laureado, viéndose forzado a dejar sus cargos públicos y vivir de sus obras.
Sus traducciones a los clásicos latinos y griegos fueron especialmente notables y sus prólogos y prefacios resultaron de gran interés para la crítica literaria de su tiempo. La publicación de la traducción de Virgilio fue un acontecimiento nacional y le reportó ganancias importantes.
La influencia de Dryden como poeta fue inmensa en su época. Su poesía, patriótica, religiosa y satírico-política fue tan popular en su estilo que fue tomada como modelo por poetas como Alexander Pope y Samuel Johnson.
T.S. Elliot, escribió que él fue el antecesor de casi todo lo que es mejor en la poesía del siglo XVIII y que no podemos disfrutar plenamente ni valorar adecuadamente un siglo de poesía inglesa salvo que sepamos disfrutar plenamente de Dryden.
Dryden murió en 1700 y su cuerpo fue enterrado en la Abadía de Westminster.
Fuentes: Wikipedia y biografiasyvidas.com
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thirstyandbeautiful · 3 years
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SUBMISSION
Daniel!Song Drabble: Mayores ~ Becky G & Maluma
A mí me gusta que me traten como dama (I like to be treated like a lady)
Aunque de eso se me olvide cuando estamos en la cama ( Even though i doubt this when we are between the sheets)
A mí me gusta que me digan poesía (I like to heard poetry from them)
Al oído por la noche cuando hacemos groserías (In my ears during the night when we are getting nasty)
It was supposed to be just another hook up with another man that you met in a bar, and you were sure that he wouldn't even pleasure you. Just him.
But boy, you were so wrong.
One hook up leads to another one, and then another one. And when you realized, you were already stuck together. Like a tight knot, something hard to dissolve. They always say casual sex leads to affection, and you must belive them now.
He treated you just the way you liked to be treated.
“You are a lady in the streets and such a devil in the sheets, baby”, Daniel murmured in your ears, while grabbing a handful of your ass in his hands.
““Me gusta un caballero que sea interesante (I prefer the interesting gentlemen)
Que sea un buen amigo, pero más un buen amante (A good friend and a good lover)
¿Qué importan unos años de más? (What's the matter if he is a little bit older ?)”
Going public to the world during the FIA gala party seemed to be a good idea. Spend the night with great companies, wear a dress that probably costs way more than its real value, and free drinks. And the sex afterwards. Re-christen every surface of Daniel’s apartment was the goal, and the fact that you couldn't even close your legs without wincing on the day after was just a consequence.
The boy can be a good lover when he wants, but also can turn you into a whimpering mess in just seconds. Sweet talk, until the only sweet thing between you both was your wetness, glistening in his mouth and dick.
Waking up the next day and dealing with your age gap exposed to the world too was not in your plans.
But he worth it. Every single thing. And what's the matter if he is older than you ?!
They also say that the oldest ones do it better. And you must believe them now.
““A mí me gustan mayores (I prefer the grown up ones)
De esos que llaman señores (The ones you call sir)
De los que te abren la puerta y te mandan flores (The ones that open the door for you and send you flower)””
“You brought flowers, love” You said, opening the passenger door, while he stuffed your luggage in the trunk of his black McLaren GT.
It was your first time attending a GP. And Daniel couldn't stop turning the visit into a pamper party. From a particular jet to a king master suite in the hotel, every luxury just to make you comfortable.
Pleasuring you, for Daniel, wasn't something reserved to do only between four closed walls (or not, if you get what I mean). It was a daily act, and something he chose to do faithfully.
His devotion for you didn't know barriers. And you were glad for it.
““A mí me gustan más grandes (I prefer the bigger ones)
Que no me quepa en la boca (That I can't even fit in my mouth)
Los besos que quiera darme y que me vuelva loca (The kisses that he wants to give me and that makes me go insane)””
“I need you, right now” His hushed, but discreet voice sounded in your ears
“Like, right now ?” You answered, throwing a quick glance at the mass of mechanics and engineers working at the garage
“Right now. And I won’t ask you twice”
His wish is an order for you. It always is. Just a glance, and you already lost a battle you even started.
“I knew you were just as eager as me to get here, and that you would get what I meant” Daniel said, closing the door to his driver's room, already taking his bottoms off. “Bet you are already soaking these little panties of yours. Am I wrong, love?”
Your little moan was enough for him. He could feel your shivering while pushing your skirt to your hips.
“Gonna bend you over and you are going to stay quiet. No one needs to know how good of a slut you are” he whispered in your neck, while pushing the piece of lace that covered the heaven you carry between your legs to the side
“But, Daddy…”
“Save your saliva, baby girl. You are gonna need it while trying to fit something big in your mouth later” the weight of his blunt head already on your entrance “Just save it, baby”
And you obeyed. Because, as already said, his wish is an order for you.
~
Author’s Note:
Reference song: Mayores - Becky G and Bad Bunny .
-🦦 (going to identify myself with this emoji) (first time i write something of this genre ? i am used to write on my diary, only. it’s shitty, but i sent an ask a long time ago (the lando norris with the big sean song) and decided to write and send this as my way of saying thank you for the drabble you wrote)
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alexateen19 · 3 years
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50 FRASES CÉLEBRES SOBRE LA LECTURA
1. “Algunos libros son probados, otros devorados, poquísimos masticados y digeridos”. Sir Francis Bacon.
2. “Allí donde se queman los libros, se acaba por quemar a los hombres". Heinrich Heine.
3. “Amar la lectura es trocar horas de hastío por horas de inefable y deliciosa compañía”. John Fitzgerald Kennedy.
4. “Ante ciertos libros, uno se pregunta: ¿quién los leerá? Y ante ciertas personas uno se pregunta: ¿qué leerán? Y al fin, libros y personas se encuentran". André Gide.
5. “Aprender a leer es lo más importante que me ha pasado en la vida”. Mario Vargas Llosa.
6. “Carecer de libros propios es el colmo de la miseria". Benjamin Franklin.
7. “Cuando oigo que un hombre tiene el hábito de la lectura, estoy predispuesto a pensar bien de él”. Nicolás de Avellaneda.
8. “Cuando rezamos hablamos con Dios, pero cuando leemos es Dios quien habla con nosotros”. San Agustín.
9. “Cuanto menos se lee, más daño hace lo que se lee”. Miguel de Unamuno.
10. “De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo… Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”. Jorge Luis Borges.
11. “Detesto la vulgaridad del realismo en la literatura. Al que es capaz de llamarle pala a una pala, deberían obligarle a usar una. Es lo único para lo que sirve". Oscar Wilde.
12. “El estudio ha sido para mí el principal remedio contra las preocupaciones de la vida; no habiendo tenido nunca un disgusto que no me haya pasado después de una hora de lectura”. Montesquieu.
13. “El libro es fuerza, es valor, es fuerza, es alimento; antorcha del pensamiento y manantial del amor". Rubén Darío.
14. “El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”. Miguel de Cervantes.
15. “El regalo de un libro, además de obsequio, es un delicado elogio". Anónimo.
16. “El verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta el modo imperativo'. Jorge Luis Borges. Daniel Pennac
17. “En muchas ocasiones la lectura de un libro ha hecho la fortuna de un hombre, decidiendo el curso de su vida”. Ralph Waldo Emerson.
18. “Erotismo y poesía: el primero es una metáfora de la sexualidad, la segunda una erotización del lenguaje”. Octavio Paz.
19. “Es un buen libro aquel que se abre con expectación y se cierra con provecho”. Amos Bronson Alcott.
20. “Hacer versos malos depara más felicidad que leer los versos más bellos". Hermann Hesse.
21. “He buscado el sosiego en todas partes, y sólo lo he encontrado sentado en un rincón apartado, con un libro en las manos". Thomas De Kempis.
22. “La Biblioteca es una esfera cuyo centro cabal es cualquier hexágono, cuya circunferencia es inaccesible". Jorge Luis Borges.
23. “La escritura es la pintura de la voz". Voltaire.
24. “La lectura de un buen libro es un diálogo incesante en que el libro habla y el alma contesta”. André Maurois.
25. “La lectura es a la mente lo que el ejercicio al cuerpo". Joseph Addison.
26. “La lectura es para mí algo así como la barandilla en los balcones”. Nuria Espert .
27. “La lectura no da al hombre sabiduría; le da conocimientos". William Somerset Maugham.
28. “La lectura nos regala mucha compañía, libertad para ser de otra manera y ser más”. Pedro Laín Entralgo.
29. “La literatura es el arte de la palabra". Manuel Gayol Fernández.
30. “La literatura es siempre una expedición a la verdad". Franz Kafka.
31. “La más noble función de un escritor es dar testimonio, como acta notarial y como fiel cronista, del tiempo que le ha tocado vivir". Camilo José Cela.
32. “La pluma es la lengua del alma". Miguel de Cervantes.
33. “La poesía no quiere adeptos, quiere amantes". Federico García Lorca.
34. “Lee y conducirás, no leas y serás conducido". Santa Teresa de Jesús.
35. “Leer un libro enseña más que hablar con su autor, porque el autor, en el libro, sólo ha puesto sus mejores pensamientos". René Descartes.
36. “Libros, caminos y días dan al hombre sabiduría”. Proverbio árabe.
37. “Los libros no se han hecho para servir de adorno: sin embargo, nada hay que embellezca tanto como ellos en el interior del hogar". Harriet Beecher Stowe .
38. “Los libros que el mundo llama inmorales son los que muestran su propia vergüenza”. Oscar Wilde.
39. “Los libros son amigos que nunca decepcionan". Thomas Carlyle.
40. “Los libros son el mejor viático que he encontrado para este humano viaje”. Michel Eyquem de Montaigne.
41. “Los libros son las abejas que llevan el polen de una inteligencia a otra". James Russell Lowell.
42. “Los libros son, entre mis consejeros, los que más me agradan, porque ni el temor ni la esperanza les impiden decirme lo que debo hacer". Alfonso V el Magnánimo.
43. “Ningún escritor joven desea tanto la crítica constructiva como la alabanza". William Hill.
44. “Nunca releo mis libros, porque me da miedo”. Gabriel García Márquez.
45. “Ser escritor es robarle vida a la muerte". Alfredo Conde.
46. “Si cerca de la biblioteca tenéis un jardín ya no os faltará de nada".  Cicerón.
47. “Un hogar sin libros es como un cuerpo sin alma”. Cicerón.
48. “Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora”. Proverbio hindú.
49. “Un libro es un regalo estupendo, porque muchas personas sólo leen para no tener que pensar”. André Maurois.
50. “Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído”. Jorge Luis Borges.
#Hope ❤
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