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entrepalabrasmx · 1 year
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PRIMER BAILARÍN DE SAN DIEGO BALLET INAUGURARÁ EN MÉXICO THE GOLDEN DOOR CENTER, UN NUEVO LUGAR PARA LAS ARTES, LA CULTURA Y LA CREATIVIDAD
Tonatiuh Gómez propone una red de espacios físicos y digitales de encuentro, aprendizaje y colaboración para vincular los beneficios del arte al servicio de diversos sectores e industrias.
Contará con una filosofía basada en la colaboración y el entrecruce de disciplinas   que se mueven a través de 7 ejes principales: Co-Creation, Co-Artist, Co-living, Co-working, Co-Study, Co-Training, y Co-Learning.
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Tonatiuh Gómez, primer bailarín de San Diego Ballet, ha dado a conocer las últimas novedades de su labor artística, empresarial y altruista en México. Se trata de The golden door center, un nuevo espacio creativo, funcional, holístico y artístico que próximamente abrirá sus puertas en Toluca, Estado de México.
La persistencia del mexiquense por compartir sus conocimientos a todo aquel que busque alcanzar sus metas, se ha visto reflejada recientemente en la segunda edición de Encuentro 540, donde él, a través de su fundación, reunió a más de 100 personas involucradas e interesadas en la industria de la danza y las artes escénicas, que se dieron cita para aprender de la mano de grandes celebridades como los bailarines Julio Bocca, Iván Félix, Stephanie Maiorano, el empresario de entretenimiento Morris Gilbert, entre otros.
Ahora su sueño por dejar huella en el país que lo vio nacer se verá perpetuado en esta nueva casa del conocimiento, que permitirá que el primer bailarín pueda involucrarse de manera directa con aquellos que deseen aprender y encontrar los mejores elementos para una exitosa carrera artística, en un sitio que se preocupe por el  desarrollo integral de sus alumnos, mismos que podrán encontrar la posibilidad de entrelazar aspiraciones y deseos dentro de un ecosistema de disciplinas, saberes y perspectivas, donde la creatividad sea el lenguaje para la construcción de puentes trascendentales de su vida.
La sede será un acontecimiento importante para la cultura en México, ya que su visión y la frescura juvenil de cada uno de sus proyectos, además de su Fundación Tonatiuh Gómez, ha tenido un gran impacto en la sociedad mexicana: se ha alcanzado a más de 60 mil personas, 8258 han sido beneficiadas de forma directa, ha brindado 600 becas y apoyos económicos, impactado a más de 40 ciudades, cuenta con más de 150 alianzas nacionales e internacionales con prestigiosas instituciones y más de 100 iniciativas realizadas, todo en beneficio del arte y la lucha por oportunidades laborales dignas para el medio artístico.
Para poder encontrar el sentido de su proyección, basta con conocer las interesantes estadísticas que dieron la pauta a la creación de dicho lugar. Hoy las industrias creativas o Economía Naranja representan 7.4% del Producto Interno Bruto (PIB) de México, de acuerdo con estimaciones del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). La industria creativa y de entretenimiento en el país está posicionado dentro del top 10 en el mundo y se prevé que para el 2030 sea parte del Top 5, además de que se encuentra en el top 20 de países que exportan productos creativos, siendo el único país de América Latina en esta lista. Según el World Economic Forum, la creatividad, originalidad e iniciativa son de las habilidades más importantes para el futuro.
La oportunidad académica no solo permitirá vivir una experiencia única que conecte los sentidos y el quehacer artístico, también otorgará las herramientas necesarias para desarrollarse profesional y exitosamente dentro de este ámbito, implementando actividades que se volverán parte del día a día; lo más importante es que no hay un límite de edad. Se tiene la total seguridad de que los maestros que se unen al proyecto es gente altamente capacitada, profesionales en toda la extensión de la palabra, amantes de la vida y de los sueños.
The golden door center propone una red de espacios físicos y digitales de encuentro, aprendizaje y colaboración para vincular los beneficios del arte y la creatividad al servicio de diversos sectores e industrias. Como parte de sus objetivos está el construir una importante comunidad, diversa e inclusiva que promueva la creación de un estilo de vida extraordinario en donde las artes, cultura, creatividad y expresión sean los pilares que permitan desarrollar los talentos o dones que potencien el desarrollo de cada persona, con una filosofía basada en la colaboración y el entrecruce de disciplinas que se mueven a través de siete ejes principales: Co-Creation, Co-Artist, Co-living, Co-working, Co-Study, Co-Training, y Co-Learning.
Dentro de su plan de estudios se encuentran clases, talleres, actividades artísticas y relacionadas con industrias creativas de forma accesible. Música, Pintura, Artes visuales, Artes plásticas, Principios de cinematografía, Diseño y animación digital, Teatro, Yoga, Actividades y eventos holísticos, etc.
The gold door center se ubicará en Avenida Paseo Tollocan 752, Izcalli Toluca, Estado de México. Para mayor información puede consultar https://www.goldendoorcenter.com/
Facebook: Goldendoorcenter
Instagram: @goldendoorcenter
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Potencias de la intemperie
Conversación con Marcelo Percia
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Autor de una de las obras de pensamiento más singulares de nuestros días, la originalidad del trabajo de Marcelo Percia proviene, en primera instancia, del entrecruce de disciplinas: psicoanálisis, literatura, política, filosofía y arte. Entrecruce que se profundiza cuando pone en crisis muchos de sus presupuestos tradicionales: los esfuerzos de los dos volúmenes de Sujeto fabulado: notas y figuras (disponibles en nuestro país en la edición de La Cebra), por ejemplo, radican en fracturar el concepto de «sujeto», del que, tras su recorrido, apenas quedan despojos (hace lo propio con «conciencia», «deseo» o «cuerpo»). En esos espacios vacíos, el psicoanalista argentino aspira a construir nuevos territorios para pensar temas sobrecodificados, como el de los desaparecidos (de la dictadura argentina y de Latinoamérica en general). Dueño de una escritura fragmentaria (que replica en esta entrevista realizada por correo electrónico), Percia publicó este año Estancias en común, que se agrega a títulos como Notas para pensar lo grupal (1991), Deliberar las psicosis (2004), Alejandra Pizarnik, maestra del psicoanálisis (2008) e Inconformidad. Arte, política, psicoanálisis (2010).  
Buena parte de sus esfuerzos en los dos volúmenes de Sujeto fabulado se concentra en vaciar el concepto de sujeto de las categorías que la modernidad le ha endosado. Con esa operación de vaciamiento se ponen en crisis también nociones como la identidad, el yo o la propia conciencia. ¿Desde dónde parte este análisis? ¿A qué inquietudes, exploraciones o incomodidades responde? También, si como experiencia de lectura Sujeto fabulado resulta vertiginoso (como a mí me resultó), ¿cómo fue su experiencia de escritura? ¿De qué categorías debe vaciarse el propio escritor para iniciar semejante empresa?
Se trata de poner en cuestión ilusiones de autonomía y libertad que el vocablo sujeto transporta.
Cierto: las ideas de identidad, yo o conciencia propia hacen complicidad, a la vez que complementan esas quimeras.
De a poco habrá que animarse a decir que esa arrogancia jurídica y gramatical compone una fábula que encubre un asunto insoportable: que vivimos en estados de sujeción.
Sujeciones, casi perfectas, que nos permiten decir, sin escándalos, mi yo, mi conciencia, mi deseo, mi singularidad, mi cuerpo, mi inconsciente.
Sujeciones que enhebran fábulas de una identidad personal con lógicas de la propiedad o la posesión.
Si, como usted sospecha, esta argumentación se relaciona con una incomodidad, esa incomodidad parte del encuentro con el sufrimiento. ¿Por qué la desdicha pudiendo la dicha? ¿Qué comanda el vivir? ¿Quién conduce los síntomas?
De esa incomodidad habla el psicoanálisis: el inconsciente freudiano.
Pero esa inquietud, también, transita la obra de Marx cuando advierte que el sujeto del capitalismo reside en el Capital y no en el capitalista. O cuando deduce que infelicidades e injusticias de la civilización llegarán a su fin por obra de un nuevo actor colectivo que distingue como el proletariado.
Aunque creo que la incomodidad que más sacude y despabila la necesidad de un desvío, que intentan estos libros, tiene lugar en la escena clínica y en la universitaria. Escenas clínicas en un consultorio y en los hospitales en los que viven encerradas las locuras.
Las locuras, esas sensibilidades que soportan demasías sufrientes, desbordan los sosiegos del yo, la conciencia, la identidad.
Demasías que sufren ponen a la vista que vivimos en estados de sujeción. Estados de aferramiento que someten protegiendo, que aprisionan aliviando.
A su vez, la escena universitaria golpea con sus automáticos fraseos despojados de pensamiento. Así, se advierte el descrédito de la palabra sujeto, transformada en sinónimo de persona, individuo, paciente, ciudadano, delincuente.
En cuanto a la escritura, lo fragmentario denota una ansiedad sobresaltada por el deseo de pensar algo imposible de rodear en una sola vida (o en muchas).
También podría aprovechar su alusión al vértigo en el sentido paradojal de un pánico ante el abismo que, sin embargo, atrae e incita a entregarse a ese misterio gravitatorio.
¿Cuál es la potencia política que le queda a un individuo despojado de sus cualidades de sujeto? ¿En qué materialidad puede anidarse? ¿En qué andamiaje conceptual si, además, como ha dicho, no posee una interioridad sino que es presa de “movimientos que lo ahuecan”?
La política necesita interrogar sobre la posibilidad de momentos de des-sujeción.
La libertad reside en saberse esclavo, precisamente, en saberse no libre. La libertad se procura sabiendo que nunca se alcanza completamente la emancipación.
La alienación no consiste en perder o enajenar la propia identidad, sino en vivir para portar la creencia de una identidad propia.
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Uno de los asuntos consiste en preguntarse cómo despojar a la sujeción de sus encantos. O, dicho de otro modo, cómo encantar la posibilidad de habitar cuerpos que no nos pertenecen, deseos que no llevan el sello de autenticidad, amores que no se poseen. O cómo estar en común sin pactos de lealtad, adhesión, seguidismos, compulsión a las unificaciones comunitarias.
Políticas encantadoras de las no pertenencias, las no posesiones, las no autenticidades, las no unidades.
Políticas que aniden en los huecos o pliegues de un porvenir todavía no pensando, no anunciado, no entrevisto.
Si el sujeto se asienta en una fábula, en una ficción, ¿es posible generar una figura contrapuesta que también se alimente de lo ficcional, pero sin los lastres de la subjetividad moderna? Es decir, ¿puede combatirse en su mismo terreno?
Nietzsche, tras anunciar que lo que llamamos mundo se compone como una colección de ficciones, apunta que lo que queda por discernir reside en saber qué ficciones, entre tantas interpretaciones, podrían considerarse todavía útiles.
Pues bien, la ficción sujeto casi se ha vuelto inútil.
Despejar, en el pensamiento, ideas innecesarias que trasportan pesadas cargas, tal vez sirva para hacer lugar a otras figuras.
Así, las ilusiones de libertad, decisión, responsabilidad, amor, deseo, estancias en común, tienen que volver a sostenerse en donde siempre estuvieron: en el aire.
En el aire de los tiempos, en los vientos de la historia, en las tormentas sociales.
Sostenerse en el aire de las potencias de la intemperie, el desamparo, la soledad, el silencio.
En Figuras recurre a una idea de Gregorio Kaminsky para puntualizar las diferencias entre las ausencias y las desapariciones. Los desaparecidos, asegura, son ausencias que no dejan de hablar. Es decir, tienen una presencia activa entre nosotros, como la tendría una pesadilla. ¿Cuáles cree que son las particularidades de esa presencia? Si Marx, por ejemplo, decía que las generaciones muertas oprimen, precisamente, como una pesadilla el cerebro de los vivos, ¿en qué partes del cuerpo (individual o social) se sienten los desaparecidos?
En estos días leí un texto en el que se sugiere que lo que no puede decirse en un momento histórico, no puede nombrarse en otro, hasta volverse impensable en el siguiente.
La desaparición crepita como presencia que empuja la necesidad de decir, nombrar, pensar.
El sonido crispado de los cuerpos adormecidos arrojados, desde aviones militares al mar, recuerda que la figura del exterminio está ahí, siempre como una política posible: como reedición de lo indecible, innombrable, impensable.
Los cuerpos desaparecidos no están en la muerte ni en la vida, habitan atormentados en la memoria y el olvido. Habitan en la memoria hiriéndola porque no terminan de morir ni pueden revivir. Y habitan el olvido haciendo visibles fragmentos de cuerpos incomprensibles. Lo que no puede morir no admite, ni por un momento, la pacificación del olvido.
¿Puede historizarse el estatuto de los desaparecidos? Es decir, ¿hay diferencias entre los desaparecidos de determinadas épocas, de diferentes contextos? También podría plantearse como: ¿qué características positivas, efectivas, contiene cada vacío generado por los desaparecidos? ¿Habría, entonces, distintas formas de politizarlos?
La desaparición de vidas consterna la idea misma de historia. Los genocidios de la civilización derriban todas las ficciones pensantes.
Ayotzinapa recuerda, también, el final de las fábulas.
Lo que sigue sin poder decirse reside en la pregunta sobre cómo se construyen complacencias masivas con los exterminios. Cómo se sostienen argumentaciones racionales justificadas en la necesidad de defensa y supervivencia.
Adorno advierte que Auschwitz acontece cuando, pasando por un matadero, pensamos que se trata sólo de animales.
En los fabulados se sugiere que cada vez que se pronuncia la palabra sujeto un genocidio se vuelve verosímil.
Una pregunta similar podría hacerse alrededor de los fantasmas, otra de las figuras caras a la teoría política y la filosofía contemporáneas, que retoma en sus estudios. Ha dicho: el fantasma inquieta, a diferencia del mito, que provoca admiración. ¿Los fantasmas pueden sufrir procesos de transformación material, es decir, corporalizarse, ausentarse, desaparecer? ¿A partir de qué causas?
Tal vez convenga intentar poner a prueba la idea de fantasmas plebeyos. Movimientos espectrales de vidas que sufren. Cuerpos femeninos, cuerpos migrantes, cuerpos asolados en demasías, cuerpos del hambre. Fuerzas vivientes sin trabajo y casi sin filiación social.
Si se me permite una simplificación, diré que los fantasmas plebeyos se corporizan en sensibilidades que sufren dolores de la civilización. Mientras los mitos se corporizan en imágenes que inmovilizan sentidos que imprime el poder. 
Una serie de televisión reciente, The Leftovers, contiene una premisa simple: desaparece súbitamente el 2% de la población mundial. Es una premisa interesante, a mi entender, por dos razones: porque no es una cantidad suficiente para, por ejemplo, colapsar la infraestructura de ningún lugar. Y porque es un porcentaje de desaparición “normal” que sin embargo, al ocurrir al mismo tiempo, se convierte en un evento. Por supuesto, de inmediato surgen a su alrededor lecturas religiosas (es decir, tampoco colapsa la superestructura). Me hace preguntarme, de vuelta a nuestra realidad: ¿cómo refrescar las lecturas alrededor de eventos que, aunque monstruosos, hemos normalizado?
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Es interesante la perspectiva desde la que usted piensa esa serie, aunque confieso que no la conocía. Asistimos a la fabricación constante de ficciones distópicas. Lo peor reside en que apenas exageran tendencias con las que convivimos, sin alarmarnos lo suficiente, en el presente.
Coincido con eso que se suele decir: resulta más fácil relatar la destrucción del planeta que el fin del capitalismo.
Se naturaliza la visión de que más allá de este mundo, todo lo que podría ocurrir adquirirá formas más horrorosas.
El habla capitalista renuncia ahora a la idea de progreso, asume un ideal conservador obsesionado en consolidar y mantener privilegios de la parte de la población beneficiada, aunque tenga que amurallarla. Y extirpar las amenazas.
¿Cuál diría que es el papel del arte en la generación de estas nuevas lecturas alrededor de lo que ya consideramos normal? Usted acude a incontables ejemplos de literatura, cine, música, como si requiriera la fricción de otras ideas para desestabilizar sus presupuestos.
Pruebo llamar artes (en plural) a pensamientos y acciones que posibilitan poéticas capaces de imaginar algo más allá de lo existente. Gramáticas compositivas de ideas que todavía no sabemos.
Un acto de des-sujeción consiste en recorrer minuciosamente las formas de sujeción. A la espera de dar con algo o a la espera de que se descompriman, en los pliegues de lo amarrado, potencias no capturadas.
Tal vez la apelación a las artes delate nostalgias de los años setenta. Tiempos en los que se creía que arte, locura y revolución alimentaban sensibilidades requeridas para habitar otros modos de vivir.
Si arte no se reduce a la producción de objetos para obtener reconocimiento en el mercado, si locura no se confina a existencias raras que necesitan reeducación o medicinas, si política no se estrecha en candidatos ocasionales empleados como meras marcas por proyectos empresarios y financieros; entonces, arte, locura, política, reviven como figuras capaces de alojar demasías.
Demasías que respiran desbordando lo existente, demasías que no se soportan en un solo cuerpo, demasías que imaginan un estar en común sin sujeciones comunitarias.
Cierto: la utopía que mira hacia el pasado se llama nostalgia. No sabemos cómo se llama la utopía que mira hacia el porvenir. Probemos, por un pequeño tiempo, llamarla des-sujeción, pero apurémonos a decir que (si acontece) no sabemos cómo acontecerá.
–Guillermo García Pérez
Esta entrevista apareció en el número 124 de La Tempestad, como parte del dossier “¿Qué significa desaparecer?”. Forma parte del Proyecto Canek.  
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