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franciscoarayapizarro · 9 months
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UN ADELANTO.....MARTE, Por Francisco Araya Pizarro
En los albores de la antigua Roma, hace aproximadamente 200 a.C., un joven guerrero llamado Maximus estaba en un batallón destacado en la frontera norte del imperio, en el claro de un bosque cerca del río Danubio, a pesar que la cara de los centuriones en la legión estaba endurecida por el frío de la mañana en ese lugar, se podía saber quienes tenían miedo, y la mayoría tenia miedo, pero un joven centurión llamado Máximo, estaba demasiado tranquilo para estar ad-portas de una batalla, caminaba como si estuviera en el jardín de su casa, pero en realidad solo caminábamos en el jardín del dios de la guerra, de pronto se escucho el sonido de unos cuernos y se aparecen los germanos, hombres y mujeres con aspecto feroz, vestido con pieles, con cascos, armado con espadas y hachas, hombres con una mirada serena, pero que al momento de la batalla se convertirían en verdaderas bestias del averno, la legión estaba en guardia, preparada para atacar al menor movimiento de los músculos de los bárbaros, y en solo suspiro los bárbaros pasaron de estar parados frente a su enemigo, a estar cruzando espadas contra los romanos, la batalla, digna de poner en un cuadro de pintura clásica, con miembros zumbados, sangre corriendo a litros, cabezas cercenadas de cuajo, Máximo afrontaba a los bárbaros a espadazos, los reducía sin pedir piedad, sin rencor, porque la guerra es una profesión fría, que no mira prejuicios al calor de la batalla, solo mira lo simple y lo puro del hombre en una escena así, la brutalidad, cuando ya no quedaba bárbaros en que convertir en fiambres floreció el triunfo, la victoria impecable del primer ejecito politécnico de mundo, la legión romana. Cuando termino la batalla, los soldados sobrevivientes celebraron y vieron en Máximo su primer héroe en la batalla, la alegría del romano exagera, pero no sin fundamento, mandaron un mensajero a Roma para notificar al rey de que ganaron la batalla contra los bárbaros, gracias al centurión Máximo que se destaco en batalla. El rey recibió la misiva, con asombro y expectación, simulada con la actitud flemática de un noble, pero a fin de cuentas, con la emoción contagiosa que la plebe romana descubrió a su héroe. Semanas después las legiones que batallaron contra los sanguinarios bárbaros marcharon sobre romana, pasando por el rubicon, el arco del triunfo, el pueblo romano los vitoreaba, en un momento se detienen frente al rey y el rey dicta la siguiente proclamación: “Máximo Tercio Lúpulo, por sus hazañas y valor que inspiro a nuestra legión a la victoria contra los bárbaros del norte que creíamos indestructibles, te declaramos a partir de hoy te llamaras, Marte, en honor al Dios Romano de la guerra, cuyo espíritu indomable y coraje invicto encarnas en la batalla, ¡¡ Salve, Marte, encarnación de nuestro Dios de la guerra, Salve !!”, desde ese momento, Máximo dejo existir y se convirtió en Marte, paladín de Roma.  Marte, ahora con un nuevo nombre y un estatus legendario, continuó sirviendo a Roma con lealtad y valor. Sin embargo, su destino estaba destinado a trascender en el tiempo.
10.000 años después, en un futuro lejano donde la humanidad se ha expandido por la galaxia, ha florido una nueva Roma imperial en las estrellas. Marte Skilltaum, descendiente directo de aquel centurión aclamado hace milenios, ha seguido los pasos de sus antepasados y se ha convertido en un famoso comandante de cruceros de batalla al que llaman “Legiones”, conquistando territorios a lo largo de la galaxia como fue también asi en la antigua Roma de los Cesares. En medio de la vasta orbe imperial de la Roma de las estrellas, hay un mundo no civilizado que resiste su dominio, un planeta primitivo lleno de maravillas. Con el liderazgo incuestionable de Marte Skilltaum, respaldada por generaciones de guerreros Marte  y su destreza estratégica, es enviado para conquistar el indómito mundo de Keshtarra y dominarlo traerlo bajo el control de la Roma imperial de las estrellas, mientras capitanea una de las naves Legiones, observa con frialdad las estrellas delante de el, el cosmos que se abría paso ante las botas de una moderna legión de guerreros estelares, mientras el personal del puente de mando de la nave legión que comandaba le daba reportes sobre el avance de la flota, la flota imparable del imperio, cromo y acero en vez de caligas pisando cada segmento de espacio, ningún romano ahí tenia una actitud incuestionable a la idea de una conquista sin fin, ni siquiera el mismo Marte, las naves entraban lentamente al sistema solar donde estaba Keshtarra, no se advertía resistencia ante el paso de las naves, al ponerse en orbita, cada comandante apuntaba los cañones de las legiones hacia el planeta y abría fuego, con el fin de someter a la población, Marte observaba como las superficie del planeta era destruida, ciudades y centros urbanos atomizados por completo…..
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