Todos mis destinos eres tú

Imagínate despertar escuchando al Océano desperezarse colgados en Elk; buscarte el Área 51 atravesando el desierto de Nevada; llevarnos el mar al cielo y brindar en su extensión de espuma sobre la Casa del Sol en Maui; ir a Venecia, y navegar por todos tus costados en la marcha susurrante de una góndola, y vestirse con máscaras de Carnaval en su febrero, y con las de gas en  un abril en Prípiat para que hagas girar la noria; dar la vuelta al As de corazones y que nunca salga roto en el Palace Station; huir de los osos en Yellowstone, zambullirse la mirada en las cataratas en Ontario y encontrar en tu piel restos de la humedad del río Niagara. 

Imagínate escaparnos por la zona cerrada del estrecho de Bering y salir a encontrarnos unas puntas negras por la Plaza Roja en dirección al Bolshói; mojarnos los pies en el templo de Tanah Lot y desgastarnos las suelas de los zapatos para cruzar las Puertas del Cielo, que están en Bali; beber como lobos hasta el amanecer en la Fiesta de la Luna Llena en Koh Phangan; probar comidas exóticas en algún lugar de China; pasear por Harajuku, de la mano, en Tokio; taparnos con el manto de la aurora boreal en Tromso; bajar 52 peldaños a nuestros corazones y que se hagan sonar en el bosque de las 336 columnas del Yerebatan Sarayı; tomarnos un raspado a las faldas del Chimborazo; que me muerdas mientras los caballos trotan por el desfiladero de Borgo hasta el antiguo Castillo de Drácula, y me convierta en Jonathan Harker escribiéndote un diario en la piel de tu espalda. 

Imagínate inventarnos Craigh Na Dun y atarnos las manos en un lazo rojo en la Escocia del siglo XVIII, ser viajeros que se encuentran a través del Tiempo; sacar la lengua al león del Puente de las Cadenas en Budapest, y que me agarres fuerte en el Laberinto de Buda; pegar una estrella de cartón en Hollywood con nuestros nombres y salir en la prensa; bucear en el Gran Arrecife de Coral de Australia; buscar entre las estrellas el firmamento de tus pecas de verano, bajo un iglú de cristal en Finlandia; abrir nuestro primer coco en Palawan, en las Maldivas o en las Bahamas - aunque no te gusten; perder el miedo en plena caída libre en el Sótano de las Golondrinas; cazar tesoros en Egipto, bajar al cañón del Siq en Petra, encontrar la calavera de Michael Hughes en una pirámide maya; y secuestrarte en Estocolmo a ver si te contagio el síndrome o, sin querer, tú me lo contagias. 

Imagínate dejarnos de imaginar, y vivirnos sin fronteras; al precipicio; a quemarropa...

Imagínate dejarnos de imaginar, porque la palabra imposible sale por la puerta cuando tú entras.