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#Consejo Campesino La Fortaleza de Dios
latablainfo · 4 years
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Denuncian arresto de líder campesino chavista en Mérida
Joaquín Monterrosa fue detenido por el Cicpc de El Vigía (25AGO). Miembros del Fundo El Caimán aseguran que tras la toma de un predio ocioso el terrateniente dueño se alió con las autoridades. Tatuy TV y el periodista Jorge Galvis Jr dieron a conocer el hecho.
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Monterrosa es líder del Consejo Campesino La Fortaleza de Dios -compuesto por 50 familias del Municipio Alberto Adriani-. Según el medio Mérida Noticias está solicitado desde el 07AGO por el Juez de Control N 6 del Vigía por el delito de invasión a la propiedad privada.
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MÁS VIVOS QUE NUNCA: LA MINGA NO SE DIVIDE
Articulo Tomado de Colombia Plural. 
Escrito por Camilo Alzate.
Miércoles 3 de abril del 2019 - Los movimientos confluyen y la minga alcanza un carácter nacional y unitario. Mientras el Gobierno sigue sin abrir caminos de diálogo creíbles, los movimientos del Cauca y de Buenaventura confirman su unidad y su fortaleza. 
Veo un pendón con el rostro de Iván Yonda, guardia indígena nasa de Florida. Luego otro pendón: Rivaldo Siágamo, 21 años, la cara de niño imberbe. El hombre del micrófono dice que era un muchacho emberá de Argelia, voluntarioso y colaborador, se ofreció para ir a la minga cuando pidieron voluntarios. Dice que en su comunidad están muy tristes porque deja un hijito de un año. La procesión continúa. Sigue otro pendón con el rostro de Yeison Hernández, del municipio de Dagua, después uno más con el de Ferney Ramos, otro nasa de Florida. El hombre del micrófono dice que lo conoció personalmente en un campeonato porque le encantaba jugar al fútbol. La procesión está llegando al final, pasa un pendón con el rostro de Jonathan Landínez, 26 años, estudiante de arquitectura de la Universidad del Valle. El hombre del micrófono dice que estaba a punto de graduarse y que era un joven entregado a las causas sociales: apoyaba varios cabildos indígenas del valle, había hecho su tesis con los campesinos de Tuluá.
Este reguero de pantano quiere impregnarlo todo: los cambuches, las casas, las sillas de plástico blancas apiladas bajo la gran carpa central también blanca, las botas, las camisas, los pantalones, las cerbatanas y bastones de la guardia indígena, con un extremo embarrado y con el otro coronado por flecos de colores. Este lunes primero de abril ha llovido la mañana completa en La Delfina y el río Dagua es un torrente embravecido con el color de la tierra anaranjada, la autopista a Buenaventura es otro torrente a su lado, otra creciente pero de tractomulas que suben y bajan, que vienen o van al puerto, que mueven 40 billones de pesos cada año nada más en exportaciones. Avanza la procesión de guardias hasta rodear la carpa central en el homenaje a sus compañeros caídos. Los bastones y cerbatanas en alto, sus rostros fruncidos, la piel silenciosa, cobriza.
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Foto: ONIC. La Delfina, Buenaventura
El jueves 21 de marzo, una explosión mató siete miembros de la guardia indígena y un estudiante de la Universidad del Valle que acampaban en una ramada adentro del cañón de Pepitas. Todos habían llegado allí desde distintos resguardos del Valle del Cauca para participar en la minga. Tres guardias más sobrevivieron pero permanecen internados en hospitales de Cali bajo pronóstico reservado. El incidente no sólo retrasó el inicio de la protesta sino que además supuso un golpe de entrada para la moral de los manifestantes: obligó a cambiar a última hora el punto de concentración, que se trasladó varios kilómetros abajo, a La Delfina, y también dio pié a los señalamientos del gobierno; una vez más se estigmatizó a los indígenas, se dijo que estaban infiltrados por “terroristas”, pero las versiones del hecho resultaron encontradas: los dirigentes de la minga aseguraron que había sido un atentado contra la movilización y adujeron que días antes un dron sobrevoló la finca donde acampaban los guardias. El gobierno atribuyó la explosión a los mismos manifestantes y los acusó de estar preparando artefactos explosivos que serían usados en la protesta.
“Los traje vivos y a los cuatro días volví por ellos muertos”, cuenta el chofer que transportó a dos de los guardias. “Venían muy animados, me decían que les pusiera música”. El cañón de Pepitas queda a una hora a pie desde la autopista subiendo por una trocha de herradura. Los testigos relatan que la ramada donde ocurrió la explosión quedó destruida por completo y que había miembros y restos de sangre dispersos a muchos metros a la redonda. Al estudiante de Univalle, dice el chofer, sólo le encontraron las piernas, había vísceras y brazos cercenados. Los cadáveres fueron transportados en sábanas y costales hasta la autopista, donde la Fiscalía practicó la diligencia de levantamiento. “Ellos no están muertos. Están más vivos que nunca”, se lee en una pancarta pintada a mano que cuelga en la gran carpa blanca de La Delfina, la misma donde se han sostenido las negociaciones con el gobierno.
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Cuando la ministra Nancy Patricia Gutiérrez instaló el viernes 29 de marzo una nueva mesa de negociación con los indígenas concentrados en La Delfina hubo una verdadera feria de titulares de prensa. Los más optimistas (y amañados) sugerían que los indígenas por fin dialogaban y cedían, otros más reales (pero no menos amañados) indicaban que el gobierno conversaba sólo con aquellos que no ejercían las vías de hecho. En cualquier caso, el daño estaba hecho: ante la opinión pública el movimiento aparecía dividido entre los indios salvajes, revoltosos y dañinos que taponan la Panamericana, y los indios civilizados y pacíficos de La Delfina. De repente había dos mingas: la del Cauca y la de La Delfina. El gobierno lavaba su imagen mostrando una versión amable y conciliadora que endilgaba la responsabilidad de la crisis a la minga del suroccidente por su negativa a levantar los bloqueos.
En el Cauca algunos interpretaron la mesa de La Delfina como un acto de traición y oportunismo. Ellos, que ya ajustaban dos semanas de bloqueos y agarrones con la Policía se quedaban fuera del pastel mientras otros conversaban con el gobierno.
Pero de fondo están las fricciones al interior de la Organización Indígena de Colombia (ONIC), fundada hace tres décadas por varios consejos indígenas, entre ellos el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), y que reúne a 50 organizaciones y 84 pueblos originarios del país. El CRIC fue hegemónico al interior de la ONIC durante años pero ahora organizaciones pequeñas que surgieron bajo su sombra e impulso en otras regiones han ganado independencia y vuelo propio, sienten que se han quedado fuera de acuerdos anteriores con el Estado y que deben impulsar una agenda propia. Este es un reclamo justo, aunque a veces se entremezcla y se confunde con los intereses de burócratas y oportunistas que aprovechan el movimiento indígena para catapultar sus intereses personales. Entre los charcos de barro de La Delfina acampan cinco mil indígenas del Chocó, Risaralda, Quindío, Antioquia, Valle del Cauca, Putumayo y Nariño que pertenecen a los pueblos nasa, emberá, pasto, inga y wounaan, agrupados en media docena de organizaciones. La vocería de esta manifestación está encabezada por Luis Fernando Arias, un kankuamo de la Sierra Nevada que preside la ONIC.
“Aquí no hay indios buenos y malos, aquí no hay indios revoltosos y pacíficos”, les dijo el zenú Darío Mejía a los miembros de la comisión política de la minga del suroccidente en El Pital, Cauca, hasta donde viajó el 31 de marzo como vocero de La Delfina para entablar un acercamiento que permitiera unificar ambas mingas: “Todos somos aguas del mismo río”. Tras dos reuniones de urgencia los voceros de ambas concentraciones acordaron la unidad y emitieron el 1 de abril un comunicado conjunto donde afirman: “Somos una sola movilización con identidad, planteamientos políticos comunes y exigencias específicas”.
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Cuatro voluntarios para donar sangre de tipo O positivo se agrupan frente a la tarima y parecen a punto de salir hacia Cali. “No pueden tener tatuajes”, les dice el hombre del micrófono, “no pueden haber tenido anemia ni paludismo”. La sangre es para una transfusión urgente a uno de los guardias que resultaron heridos en la explosión y que permanece en estado de coma en un hospital de Cali. Es 1 de abril y otra vez vuelve a llover en La Delfina. Van a ser las cinco de la tarde pero los indígenas aún esperan que llegue el alto comisionado para la Paz, Miguel Ceballos, comprometido a presentarse hoy en la mesa de negociaciones. Al final no llegará, confirmando la ‘buena voluntad’ del gobierno.
“Acá se decidió que la mesa fuera pacífica, por los muchachos (muertos). El gobierno se aprovechó de eso”, explica Diana Carolina Yonda, una muchacha nasa de la guardia indígena. “Hasta el momento estamos con el propósito de no ir a las vías de hecho, pero ya con el mensaje que el gobierno nos dio ayer eso cambia; a eso vinimos, es de la única manera que el gobierno nos atiende, sino acá nos van a tener de delegación en delegación”.
Era obvio que el presidente de la República, Iván Duque, no pretendía conceder nada a la minga, sino conseguir la foto de su flamante ministra junto a los indígenas para provocar un golpe de opinión y así dividir la protesta. “No fue un error instalar otra mesa de negociación: con eso estamos desenmascarando al gobierno”, asegura Cristian Rivera en el debate ante la asamblea de comuneros. La mesa de La Delfina fracasó al tercer día cuando el gobierno envió delegados de poco nivel sin ningún poder de decisión que comenzaron a dilatar las conversaciones. La última de tales comisiones estaba conformada por Eduardo Silva y José Hueso Mena, funcionarios locales de la Procuraduría.
Los mingueros pedían –y siguen pidiendo– la presencia de la Fiscalía, además de garantías de no judicialización, un tema que ha sido crucial en La Delfina desde el primer momento, pues la minga empezó enrarecida con el asunto de la explosión y la consiguiente amenaza de procesos judiciales contra sus miembros. En tres días de diálogos no hubo ningún acuerdo entre las partes.
Los mingueros de La Delfina pasaron toda la mañana debatiendo si bloquear o no la autopista a Buenaventura para presionar al gobierno. Se preguntaban cómo hacerlo, si con troncos, si con una marcha como en años anteriores, si con pequeños grupos que atravesaran mulas en la vía. Alguien pide el micrófono y recuerda al compañero muerto por tiros de fusil en 2016, otro habla del consejero que perdió un ojo con un disparo de perdigón, aquel precisa cómo aquella vez tuvieron más de treinta heridos en quince minutos. El impacto de tal bloqueo, aunque sea de unas pocas horas, es muy superior al de la vía Panamericana. Por esa carretera se mueven la mitad de las exportaciones del país, alguien pierde miles de millones de pesos cada que un buque no puede cargar o descargar a tiempo sus contenedores.
El mismo sábado en que la ministra Gutiérrez estuvo en La Delfina un coronel de la policía advirtió a los líderes de la guardia: “Sabemos que ustedes están preparados y nosotros también. No vamos a permitir que tapen esa carretera ni un minuto”.
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hslopezar · 5 years
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GADJA
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Un radiograma de Vladivostok dice que Gajda embarcará en breve para Europa. Abandona el Oriente, que fuera teatro de sus aventuras y campo de sus hazañas casi fabulosas. Quiere dar a la patria su brazo y su cerebro, su actividad y su pasión juvenil. Bohemia necesita de muchos Gajdas para consolidarse.
 Nacido en Praga, de raza checa, no quiso servir  en el ejército de la Doble Monarquía. Eslavófilo convencido, huyó de su país y se refugió en Montenegro. Anhelaba batirse al lado de los eslavos del sur en el gran choque racial que adivinaba inminente  e ingresó como simple voluntario en el pequeño ejército del rey Nicolás.
 Cuando las nacionalidades balcánicas, con la excepción de Rumanía, que aguardaba cautelosa, se precipitaron sobre los restos europeos del Imperio Osmanlí, Gajda peleó en el Sánjak de Novi Pazar[1], y luego delante en Escutarí[2], la inexpugnable fortaleza, reina del lago. Era casi un niño y, sin embargo, supo distinguirse entre los duros y férreos montañeses albaneses, acostumbrados a medirse con turcos, búlgaros, etc. En pocas semanas llegó a oficial, comprando sus grados con la moneda del heroísmo.
 Al empezar la Gran Guerra era capitán del ejército serbio. Sobresalió en Rudnik[3], y después defendió palmo a palmo contra la triple invasión germano – austríaca – búlgara, el suelo de su patria adoptiva. N la mortal retirada de los serbios a través de Albania, helada e inhóspita, no se apartó del rey Pedro, el viejo monarca shakesperiano, que deambulaba, enfermo y sombrío, rodeado de esqueletos vivos, llevando sobre sus hombros caducos el cadáver de su nación.
 Desde Corfú, refugio de lo que había quedado, luego del desastre de Prizren[4], del ejército serbio, se dirigió Gajda a Rusia por Arcángel. No le admitieron como oficial ni como soldado. Pero un día ordenó el Zar que se formaran regimientos con los súbditos eslavos de los austriacos, que figuraban entre sus prisioneros y que podrían combatir por los aliados.
 En todas partes se organizaban legiones de yugoslavos, checos, eslovacos. Las había en Francia, Italia, Salónica. Era lógico que las hubiera en Rusia también.
 Como capitán de uno de los regimientos checos, Gajda volvió a pelear contra los alemanes. Más llegó 1917, y con él la revolución rusa. Se derrumbó el zarismo. Los gobiernos provisionales desaparecerían uno tras otro. La ola roja subía y cubría la vasta uniformidad plana y blanca d las estepas. Y al fin, los bolcheviques se apoderaron del poder.
 Y fue entonces cuando los checoslovacos emprendieron su marcha famosa, desde las selvas ucranianas a las playas de Vladivostok. Subidos en setenta trenes se abrieron camino a fusilazos y ametralladoras, salieron de la Rusia europea y se adueñaron del Transiberiano. Les guiaba Gajda, que había ascendido a coronel. Sus columnas se extendieron desde los Urales hasta el lago Baikal, y luego de infinitos combates inverosímiles, fueron amos de toda la Siberia.
 ¡Oh, la prodigiosa campaña de Gajda en las regiones que circundan el lago Baikal! Con un puñado de hombres famélicos, casi sin armas ni municiones, ganó batallas, dominó ciudades, pacificó  a numerosos pueblos y dio a los rusos anti bolcheviques la base de que tenían necesidad para fundar un gobierno, organizar un ejército y marchar sobre Moscú.
 Cuando los aliados derribaron el ministerio siberiano de Avksentiev[5] y reconocieron al del almirante Koltchak[6], y toda Siberia se hubo emancipado de la tiranía maximalista, Gajda reunió a sus compañeros de lucha y les dijo que podían volverse a Europa, donde les aguardaba, con los brazos abiertos, su patria, libre de dominaciones. Más fueron poco los que tomaron el camino de Vladivostok. La mayoría quedó en Siberia y formó el núcleo de la célebre división bohemia y eslovaca, que iba a la vanguardia de los ejércitos de Koltchak cuando éstos bajaron, como un alud, de los Montes Urales, en demanda del Volga.      
 Pero Gajda sufrió un desengaño. Los rusos no habían aprendido con la adversidad. Seguían siendo los que habían sido antes y durante la guerra. Y los funcionarios que nombraba Koltchak robaban, cohechaban, tiranizaban y desorganizaban la retaguardia. Llegaron – son hechos públicos – a vender a los bolcheviques el material de guerra que los aliados enviaban por Vladivostok.
 Y los siberianos, los cosacos y los voluntarios de Rusia central, ansiosos de batirse, tuvieron que luchar descalzos, medio desnudos, hambrientos, con cañones que disparaban proyectiles vacíos, con fusiles sin cargadores, con ametralladoras que se inutilizaban a los diez minutos de fuego, contra las innumerables legiones que concentraba Trotski, y que mandaban generales que obedecieron al Zar.
 Gajda se multiplicó, arriesgo cien veces su vida, fue violento y persuasivo, audaz y prudente, temerario y ecuánime. Más no pudo frente a lo inevitable. La corrupción y la incompetencia rodeaban a Koltchak. Y Evert, el caudillo que defendió el centro ruso contra los alemanes, desde Duneburg al Pripet, y que, con asombro de propios y extraños, se ofreció a los maximalistas como jefe militar, pudo triunfar en Samara y escalar los Urales, entrar en Omsk y en Tomsk, llegar al Baikal y conquistar Siberia para el extremismo soviético.
 Entonces Gajda, desesperado, se sublevó. En Vladivostok alzó la bandera de la contrarrevolución revolucionaria, según su frase profunda, que comprendieron poquísimos, y fue vencido. Los aliados sostenían a Koltchak por principio, ya que no por convicción. El héroe checo, de romanticismo sublime, que arriesgaba su existencia por una causa que no era la suya, conocía la tristeza, de la prisión lóbrega y las emociones de los consejos de guerra.
 No le fusilaron. Había demasiados bohemios y eslovacos entre los rebaños dispersos que huían de las bayonetas rojas. Se limitaron a privarle de sus grados y prohibirle la residencia en Siberia, que él había libertado a costa de su sangre.
¿Qué hará Gajda en su país, que abandonó hace dieciochos años? Tiene treinta años y ha vivido más que muchos ancianos. Combatió, sufrió, se vio envuelto por el torbellino de enormes sucesos históricos. Asistió a la caída de imperios colosales, conoció las alegrías embriagadoras del triunfo y las amarguras negras de la derrota total, conquistó territorios más grandes que tres Europas, estuvo preso, vio la muerte a su lado  y sintió en la sien el roce de sus alas frías.
 Un hombre así no puede achicarse, esfumarse, borrarse, quedar al margen de los acontecimientos. Su personalidad habrá de destacarse siempre y buscar un escenario apropiado.
 La Europa Central se ha balcanizado. Hierven en ella fermentos nuevos. Y Gajda hallará, más tarde o temprano, el ambiente cargado y tempestuoso que necesita su alma – FABIAN VIDAL – La Vanguardia, martes 10 de febrero de 1920, página 8, tercera y cuarta columnas
[1]NOVI PAZAR. Ciudad y municipio situado en el distrito de Raška, en Serbia, en la región geográfica de Sandžak. Fue fundada como ciudad entre 1459 y 1461 por Isa-pide Ishaković, también fundador de la ciudad de Sarajevo. La ciudad fue la capital del Sanjak de Novi Pazar durante el dominio otomano que existió entre los siglos XV y XX, con excepción de la ocupación austrohúngara entre 1878 y 1908. En 1912, durante la Primera Guerra de los Balcanes, este territorio fue perdido en favor de Serbia.
 [2] ESCÚTARI (Actualmente Shkodër, Albania). Municipio y ciudad situada junto al lago Shkodër, al noroeste de Albania, junto a la frontera con Montenegro. Es una de las ciudades más antiguas e históricas de Albania, así como un centro cultural y económico importante. Fue la capital de Albania hasta 1920 cuando fue sustituida por Tirana.
[3] RUDNIK. Municipio y ciudad de la región de Moravica, Serbia. Lleva el nombre del monte local, Rudnik (mina).  
[4]PRIZREN. Ciudad histórica situada en Kosovo. La ciudad tiene una población aproximadamente de 165.000 habitantes, sobre todo albaneses. Es la capital administrativa del municipio de Prizreni y está situado en las estribaciones del monte Šar, en el sur de Kosovo, cerca de la frontera con Albania y Macedonia del Norte. Ver Batalla de Kosovo 10 Nov- 4. Dic 1915
[5] AVKSENTIEV, Nikolai Dimitrovich (1878 – 1943).  Dirigente del Partido Social-Revolucionario ruso (PSR). Durante el periodo revolucionario ruso de 1917, presidió el Comité Ejecutivo Central de los Sóviets de Campesinos y fungió como ministro del Interior durante algunas semanas. Opuesto a la Revolución de Octubre, participó en las acciones de la oposición al Gobierno bolchevique durante la guerra civil rusa hasta su exilio forzoso a finales de 1918. Arrestado brevemente por las fuerzas de derecha que instalaron a Kolchak en el poder el 18 de noviembre de 1918, fue deportado. Se estableció en París y permaneció activo entre los círculos de la emigración rusa. Tras la derrota francesa al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, se trasladó a los Estados Unidos, donde falleció en 1943.
[6] KOLCHAK, Alexander (1874 – 1920). Marino y explorador ártico ruso, caudillo de los Rusos Blancos durante la Guerra Civil Rusa. Nació en San Petersburgo en el seno de una familia noble de origen moldavo. Fue oceanógrafo e hidrólogo de la Armada Imperial y estuvo al mando de numerosas expediciones árticas. Se distinguió por su valor en la Guerra Ruso – Japonesa (1904 – 1905) y en la Primera Guerra Mundial en la defensa del Báltico. Se convirtió en líder de los Rusos Blancos al hacerse del poder del gobierno del gobierno anti bolchevique en Omsk, Siberia. Las circunstancias políticas internas y externas no le permitieron consolidar su poder y cayó en manos de los bolcheviques en febrero de 1920. Fue rehabilitado por la Rusia postsoviética
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