Los últimos cristeros
Cuando los granadeños tomaron las armas para. defender su libertad religiosa
ftrujillo
El acontecimiento mas trascendente registrado en Granados a lo largo de sus 197 años de historia ha sido sin duda el acontecido en octubre de 1935, cuando decenas de granadeños decidieron tomar las armas para defender la libertad de practicar sus creencias religiosas. El episodio, coloco a Granados en los libros de historia, transformo la vida del pueblo y dejo cicatrices que han tardado décadas en sanar.
Para comprender cómo y porque ocurrió esta insurrección es necesario hacer una rápida revisión de los hechos que lo antecedieron.
El conflicto cristero en México se divide en dos etapas: La primera que comienza en 1926 y termina en el mes de junio de 1929, gracias a los arreglos entre la Iglesia y el gobierno federal. La segunda etapa, que se caracterizo mas por medidas anticlericales y persecución de religiosos que por enfrentamientos armados, empieza en octubre de 1934 y termina a mediados de 1936.
Primera Etapa
En junio de 1926, el presidente Plutarco Elías Calles promulgó la denominada Ley de Tolerancia de Cultos, conocida como “Ley Calles”, con el fin de controlar y limitar el culto católico en México. Bajo la Ley Calles se limitaba el número de sacerdotes a uno por cada seis mil habitantes y se exigía una licencia expedida por el Congreso de la Unión o los estados para poder ejercer el ministerio sacerdotal.
Los sacerdotes tenían también que registrarse ante el gobierno municipal del lugar para poder oficiar una misa y se consideraba cómo delitos el simple hecho de que un presbítero saliera a la calle vistiendo sotana o que los religiosos se reunieran en congregaciones, o que se enseñara religión en las escuelas.
Los obispos mexicanos protestaron contra la ley y con el apoyo del Papa Pio XI tomaron la decisión de suspender el culto religioso a partir del momento en que el estatuto entrara en vigor, el 31 de julio de 1926. Luego se organizo un boicot contra el gobierno, pidiendo a los fieles católicos no pagar impuestos y no consumir productos fabricados por el estado.
El Gobierno respondió cerrando los templos, persiguiendo y arrestando a sacerdotes y dirigentes laicos y expulsando del país a los obispos. La violenta reacción del gobierno provoco que muchos católicos se decidieran a tomar el camino de las armas, desatando la Guerra Cristera que comenzó en Jalisco en enero de 1927 y se expandió por todo el país.
Oficialmente, la Iglesia no apoyó el movimiento armado, aunque tampoco lo detuvo. Los cristeros tenían como su lema principal “Viva Cristo Rey y Nuestra Señora de Guadalupe”.
Esta etapa de la Guerra Cristera termino oficialmente el 21 de junio de 1929 tras la firma de los acuerdos o “arreglos” entre el arzobispo Leopoldo Ruiz y Flores, delegado apostólico del Papa Pío XI, y el entonces presidente de México, Emilio Portes Gil.
Se estima que unos 60 mil soldados del Gobierno y 30 mil hombres del bando cristero murieron en enfrenamientos en diversos estados a lo largo de los tres años que duro este periodo del conflicto.
Los arreglos entre Iglesia y Gobierno no calmaron del todo la situación y de manera esporádica continuaron las disputas especialmente en Tabasco y Veracruz. En otras entidades, cómo en Sonora, en donde no hubo enfrentamientos armados durante esta primera etapa del conflicto, se continuó la prohibición de cultos y la persecución de obispos y sacerdotes, muchos de los cuales se exiliaron en Estados Unidos y otros países.
Segunda Etapa
En 1934, durante la Presidencia interina de Abelardo Rodríguez, la situación se agudiza: Calles, quien fungía cómo ministro de Guerra presiona para que sea reformado el artículo 3º de la Constitución. El presidente Rodríguez se niega.
El 20 de julio de 1934 el general Calles –considerado el jefe máximo de la revolución–, acompañado del ya presidente electo Lázaro Cárdenas y del gobernador del estado de Jalisco Sebastián Allende, pronunció un discurso conocido como “El Grito de Guadalajara”, en el cual resucita la lucha anticlerical y hace un llamado a la educación socialista.
En octubre de 1934, los callistas logran que sea reformado el artículo 3º constitucional. Luego el 1 de diciembre Lázaro Cárdenas asume el poder y de nuevo se desata el conflicto debido a la instauración de la educación socialista.
Esta vez son los maestros rurales los que reciben la orden de borrar todo rastro de fe cristiana en sus alumnos y son enviados a los pueblos y ciudades a impartir la educación socialista en una enérgica campaña “desfanatizadora”.
Los maestros son empoderados por el gobierno y prácticamente se convierten en la autoridad en muchos municipios, pero también pasan a ser el blanco de los grupos cristeros y durante los siguientes tres años son asesinados 100 maestros y heridos unos 200, quedando varios de ellos desorejados.
En muchos pueblos, los maestros se sentían aislados sin mucho apoyo, por lo que solicitaban que se les enviara soldados para defenderlos.
La situación en Sonora
El 16 de septiembre de 1931 tomo posesión como gobernador de Sonora, Rodolfo Elías Calles, hijo del expresidente Calles, para el periodo 1931–1935 y desde el primer momento de su gobierno aseguro que sometería todas las actividades del clero al cumplimiento irrestricto de la ley, cuando estas no se ajustarán a las limitaciones marcadas por los estatutos vigentes y cuando fueran en contra de los ideales de la revolución,
El gobernador Calles ordeno el cierre de templos y escuelas católicas en pueblos y ciudades y prohibió los rezos o cantos religiosos en panteones y domicilios particulares. El 9 de febrero de 1932, el gobernador ordeno la expulsión del estado del Obispo de Sonora, Juan Navarrete y Guerrero y de todos los sacerdotes.
El Obispo Navarrete, quien ya había padecido dos destierros, el primero durante la Revolución (1914–16) y el segundo durante la primera etapa de la Guerra Cristera, (1926–29), considero indigno otro mas y decidió desafiar la orden gubernamental y permanecer en la entidad, en una peliculesca aventura que lo llevaría a lo largo de los siguientes cinco años a peregrinar como fugitivo por varias partes del territorio sonorense, escondido junto con un grupo de valientes jóvenes seminaristas, en una de las etapas mas significativas de la historia de la Iglesia en Sonora.
Entre 1932 y 1935, mientras Navarrete y unos 14 fieles seminaristas (incluyendo a los granadeños, Jesús Arvizu Durazo, Juan Crisóstomo Barceló y José -El compita- Durazo), se refugiaban primero en un rancho llamado “La Huerta” cerca de Magdalena y luego en parajes de lo alto de la Sierra Madre Occidental, varios de sus sacerdotes cruzaban escondidos de un lado a otro el territorio sonorense celebrando bautismos, matrimonios, confesiones y misas. Uno de los mas destacados en esta “clandestina” labor eclesiástica fue el Padre Luis Cosme Barceló, quien se disfrazaba y usaba el nombre ficticio de Severiano Valencia para eludir ser detectado y arrestado.
El padre Luis realizo una importante labor para Navarrete al encargarse de mantener la conexión del fugitivo obispo con los diferentes pueblos y ciudades.
La chispa que detona la ira de los granadeños
En septiembre de 1935, tras casi un año de permanecer escondido junto con sus seminaristas en el sitio bautizado cómo “Los Ciriales” en lo alto de la sierra, Navarrete vivió uno de sus mejores momentos al celebrar la ordenación sacerdotal de dos de sus discípulos, luego de seis años de no ordenar a ninguno. El padre Cruz G. Acuña, narra en su libro “Juan Navarrete: Medio Siglo de Historia Sonorense”, que el domingo 22 de septiembre de 1935, “frente a un humilde altar de piedras amontonadas, pero en el prodigioso escenario de la sierra” Navarrete confirió la orden sacerdotal a Juan Crisóstomo Barceló Monge y a Salvador Sandoval García. Unas 400 personas acudieron a la ceremonia, por lo que la seguridad del escondite en Los Ciriales quedo comprometida.
El nuevo sacerdote Juan Barceló bajo de la sierra para celebrar una misa en su pueblo Granados, ante el júbilo de casi todos los granadeños, que tenían mucho tiempo sin poder asistir a un servicio religioso.
El profesor Ángel Encinas Blanco, anota en el libro “Cuando Enmudecieron Las Campanas…Y Luego Repicaron Alegres Con Navarrete”, que Juan Barceló llego a Granados el sábado 28 de septiembre de 1935 en una visita que causo “alborozo en el pueblo”, lo que no paso desapercibido por el maestro de la escuela Abraham Gómez, uno de los maestros rurales que habían sido despachados a los pueblos por el gobernador Calles en su campaña desfanatizadora a fin de instruir a los niños en la educación socialista.
Encinas Blanco, narra que, “paseaba en automóvil el joven sacerdote, acompañado de familiares y al pasar frente a la escuela a la cual los padres de familia no enviaban a sus hijos, exclamo con ironía”: “Esta repleta la escuela”.
Según lo escrito por Encinas Blanco, “el maestro Gómez al escuchar aquellas palabras que le llenaron de coraje, corrió a entrevistarse con el presidente municipal a quien le demando una enérgica intervención.
El presidente municipal era José María Moreno Madrid, conocido cómo “El Chito”, tenia 36 años, estaba casado con Altagracia Coronado (hija de Ramona Manzanares) y era papa de dos pequeñas niñas.
Para el alcalde Moreno, la exigencia del maestro de arrestar al joven sacerdote fue una “papa caliente”, porque al ser originario del pueblo se ponía en contra del sentir de sus coterráneos, pero al mismo tiempo era la autoridad y debió haber temido que el maestro lo denunciara por incumplimiento de sus deberes públicos.
Tras meditarlo, el presidente municipal cede ante el maestro y encarcela al sacerdote, “cuya detención se difundió velozmente y muchos hombres y no pocas mujeres” salieron a la calle gritando “A libertar al Padre Barceló… A libertar al Padre Barceló”, según narra Encinas Blanco.
Decenas de Granadeños se congregaron y en tumulto asaltaron la presidencia municipal y liberaron al presbítero.
El historiador estadunidense Adrián A. Bantjes, cita en su investigación “As if Jesus Walked On Earth” (Como si Jesús Caminara Sobre la Tierra), que la furiosa multitud gritaba también, “no queremos educación socialista” por lo que no es de extrañar que, tras liberar al cura, los granadeños se fueron en bola a buscar al maestro Gómez, a quien “le propinaron soberana paliza dejándolo inconsciente”. El maestro “fue arrastrado por las calles jalándolo de los cabellos y golpeado con palos hasta que le rompieron el cráneo”.
Gómez fue trasladado en estado grave a un hospital en Agua Prieta, donde tardo en recuperarse y ya nunca mas volvió al pueblo. Encinas Blanco señala que “la agresión al maestro socialista parece ser la de mayor gravedad en Sonora con motivo de la implantación de la educación socialista”.
Moreno, el presidente municipal, intenta investigar los hechos y dar con los responsables por lo que cito a declarar a varios testigos. Encinas Blanco narra una curiosa anécdota de uno de estos interrogatorios.
Uno de los testigos fue, Ignacio Moreno, conocido cómo “Parras” quien fue cuestionado por el munícipe.
“¿Cómo estuvo la golpiza al maestro?”, pregunto el alcalde.
Parras, respondió: “Muy en orden”.
Pero ¿Cómo que muy en orden”, interpelo el munícipe?
Respondió el cuestionado: “Pues si, sin ruido, sin malas palabras, sin escandalo; todo muy en paz, solo se oía traz… traz… traz”.
Luego de liberar a Juan Barceló y tras la tunda al maestro, la zozobra se apodero de los residentes de Granados. El desasosiego reino en la semana que transcurrió entre el domingo 30 de septiembre y sábado 5 de octubre, sobre todo al arribar en esos días a Granados, el General Luis Ibarra Encinas, acompañado de unos 20 o 30 hombres.
Ibarra, quien en el sur del país combatió en la primera etapa de la Guerra Cristera a las órdenes del general Enrique Gorostieta, había emitido días antes un manifiesto, en el que exhortaba al pueblo de Sonora a tomar las armas, “para reconquistar las libertades esenciales y el absoluto respeto a las instituciones fundamentales de la Sociedad: Religión, Familia y Propiedad”.
Ibarra se ostentaba cómo el jefe de operaciones militares en Sonora del Ejercito Popular Libertador (EPL), que operaba a lo largo de todo el país conformado por unos seis mil hombres. El EPL se autoproclamaba cómo el mas importante opositor al comunismo en México y sostenía que el entonces presidente Cárdenas estaba inspirado por Rusia y que pronto México seria convertido en un centro nervioso del comunismo para la invasión de toda Latinoamérica.
De acuerdo con el historiador Bantjes, Ibarra se habría trasladado a Granados luego de haber decidido junto con los granadeños, Cipriano Durazo y el padre Luis Barceló que había llegado el momento de levantarse en armas. Antes, los cristeros habían consultado al obispo Navarrete la decisión y este les habría dicho que: “Si sus conciencias les dice que se defiendan con las armas, yo los dejo en libertad.”
El padre Cruz G. Acuña sostiene que Navarrete no promovía el movimiento armado, “pero tampoco quería negar a aquellos hombres el derecho de defender de ese modo la libertad de sus conciencias y la felicidad de sus hogares alevosamente obligados a renegar de su fe”.
Tras la llegada de Ibarra y sus hombres a Granados, se derrama la primera sangre, al ser asesinado el presidente municipal, José María Moreno Madrid. Las circunstancias del homicidio del alcalde no están claras.
Bantjes escribe que “tras breves hostilidades durante las cuales varias personas resultan lesionadas y un rebelde muerto, ellos (los cristeros) golpearon y asesinaron de un balazo al alcalde José María Moreno, apoderándose de cien pesos”.
El acta de defunción de Moreno anota las declaraciones de su hermano Julián en la que informa que “a las cinco horas del día 4 de octubre falleció a causa de ser fusilado en su domicilio de la calle segunda el señor José María Moreno de 36 años”.
Versiones de familiares del alcalde aseguran que los cristeros fueron por el munícipe y lo sacaron de su casa para fusilarlo en la calle. Es posible que la muerte de Moreno fue provocada por los hombres de Ibarra, y no por alguno de sus coterráneos, pero este asesinato no esta aun bien documentado.
El rebelde o guerrillero cristero que menciona Bantjes y que también murió de un balazo, fue Eligio Galaz, de 50 años, residente de Granados. La muerte de Galaz es aun mas misteriosa que la de Moreno, al no existir ninguna referencia que ahonde en el incidente. De acuerdo con el certificado de su defunción, Galaz habría muerto el día 5 de octubre, un día después del asesinato del alcalde.
Tras los acontecimientos, la guerrilla de Ibarra creció rápidamente al sumársele decenas de hombres de Granados, Huasabas, Oputo y otros pueblos de los alrededores, hasta llegar a unos 150 o 200.
Los rebeldes se movieron rápidamente y tomaron los pueblos de Huasabas, Huachinera y Bacerac el 8 de octubre y continuaron luego hacia el noroeste en dirección a la sierra de El Tigre.
Los presidentes municipales y los maestros de los pueblos huyeron antes de que arribaran los cristeros. En cada comunidad, Ibarra proclamaba un edicto prohibiendo el beber alcohol y la prostitución y amenazando con la pena de muerte por delitos cómo el robo, asalto
Bantjes sostiene que la base de la guerrilla habría sido Los Ciriales, donde se refugiaba Navarrete, pero eso no es creíble, dado que el Obispo y sus seminaristas abandonaron ese lugar unos 10 días después de los hechos registrados en Granados, al ser descubierto el sitio por soldados del Ejercito.
Se desconoce el numero de granadeños que se sumaron a las huestes de Ibarra, pero fueron decenas, algunos convencidos de que no existía mas camino que el de las armas para preservar su libertad religiosa y el derecho de educar a sus hijos en la fe. Otros no tuvieron mas opción que seguir a los cristeros al temer que de quedarse en Granados, corrían el riesgo de ser detenidos y encarcelados al asociarlos con la guerrilla.
Para mediados de octubre, los cristeros trataron de establecer un vinculo con un grupo de indígenas mayos que se habían rebelado contra autoridades callistas en algunos municipios del sur de Sonora, exigiendo respeto a la autonomía de su etnia. Para ello se dirigieron hacia el sur y en plena marcha fueron alcanzados cerca de Batuc por soldados del 16 Batallón de Infantería que habían salido de Moctezuma en su persecución.
El 13 de octubre, en un sitio conocido cómo “Agua Fría” cerca de Tepache se dio un enfrentamiento entre el ejercito y los cristeros que se prolongo por varias horas y en el que, entre otros, murió Alfonso de la Torre Uribarren, un joven miembro de una familia asentada en Nogales, Sonora, hermano de El Padre Nacho de la Torre, y quien fungía como el subjefe de la rebelión.
Después del encontronazo con el ejercito, los cristeros cambiaron su rumbo de vuelta hacia la sierra madre luego de enterarse de que un batallón del Séptimo Regimiento había salido de Esperanza hacia Sahuaripa para impedir que la guerrilla se sumara a la de los mayos. También, 200 soldados salieron de Casas Grandes hacia Bavispe, para bloquear un posible escape de los cristeros hacia Chihuahua.
Tras prácticamente ser rodeados por el ejercito, los cristeros se dispersaron muchos de ellos refugiándose en pequeños grupos en los ranchos de la Sierra. Otros regresaron a sus pueblos donde permanecieron escondidos varios meses hasta que la situación se relajo y pudieron salir de nuevo a la calle.
Los soldados peinaron la sierra y los pueblos sin poder dar con los alzados que se desaparecieron cómo si hubieran sido “tragados por la tierra”.
El ejercito descubrió el campamento de “Los Ciriales” donde el obispo Navarrete había pasado casi todo ese año. Los militares quemaron las chozas y la biblioteca además de que destruyeron los pequeños cultivos y el gallinero.
Tras la revuelta, el gobierno ordeno el envío de destacamentos de soldados y establecimiento de cuarteles en los pueblos de la Sierra, para vigilar e impedir una nueva sublevación. También se dispuso la construcción de pistas de aterrizaje para abrir una vía rápida de transporte y comunicación. Fue entonces cuando se construyo la primera “aterrizaje” en Granados y a la cual los niños de mi generación conocimos cómo “la aterrizaje vieja”.
La situación permaneció tensa a lo largo de los siguientes meses. Los servicios religiosos continuaron ofreciéndose de manera clandestina. Navarrete, salió de la sierra y continuo cómo prófugo escondido hasta el verano de 1936 en una casa de campo cerca de Nacozari conocida cómo “la Cuesta del Castillo” donde pudo concluir un año lectivo mas de su seminario itinerante. El obispo paso luego a esconderse con sus seminaristas en una granja al noroeste de Guaymas hasta que la situación se alivio tras la llegada de Ramón Yocupicio a la gubernatura de Sonora en 1937.
Durante las tres semanas de la alzada cristera se registro una muy curiosa coincidencia al pasar la guerrilla por Huachinera, lo que será narrado en el segundo de los tres artículos sobre la odisea cristera en Granados.
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